Cuerpo de mujer, sabiduria de mujer 7

Anuncio
SEGUNDA PARTE
Anatomía de la sabiduría
femenina
5
El ciclo menstrual
Imagínate que el primer día de tu primera menstruación tu madre te hubiera regalado un ramo de flores, te hubiera llevado a comer fuera y después las dos hubierais ido a la joyería, donde os esperaba tu
padre, te hubieran hecho agujeros en las orejas y él te hubiera regalado tu primer par de pendientes, y
luego hubieras ido con algunas de tus amigas y también con amigas de tu madre a pintarte por primera vez los labios; y después,
por primera vez, hubieras asistido
a la asamblea de las Mujeres
a aprender
la sabiduría femenina.
¡Qué diferente habría sido tu vida!
JUDITH DUERK, Circle of Stones
Podemos recuperar la sabiduría del ciclo menstrual sintonizando con nuestra naturaleza cíclica y celebrándola como una fuente de poder femenino. El flujo y reflujo de los sueños, la creatividad y las hormonas que intervienen en las diferentes partes del ciclo nos ofrecen una profunda oportunidad de ahondar nuestra conexión con nuestro saber interior. Este es un proceso gradual para la mayoría de las mujeres, un proceso que supone desvelar nuestra historia personal y después, día a día, pensar de modo diferente acerca de nuestros ciclos y vivirlos de una forma nueva.
Nuestra naturaleza cíclica
El ciclo menstrual es el más básico y terrenal que tenemos. La sangre es nuestra conexión con lo femenino arquetípico. Los ciclos macrocósmicos de la naturaleza, como el flujo y reflujo de las mareas y los
cambios de estación, se reflejan a menor escala en el ciclo menstrual del cuerpo femenino individual. La
maduración mensual de un óvulo y el embarazo o la evacuación de la sangre menstrual subsiguientes
reflejan el proceso de la creación como ocurre no sólo en la naturaleza, inconscientemente, sino también
en las empresas humanas. En muchas culturas, el ciclo menstrual se ha considerado sagrado.
Incluso en la sociedad moderna, en la que estamos desconectadas de los ritmos de la naturaleza,
el ciclo de la ovulación está influido por la Luna. Los estudios han demostrado que los índices más elevados de concepción, y probablemente de ovulación, se producen durante la luna llena o el día anterior.
Durante la luna nueva disminuyen los índices de ovulación y concepción, y a un número cada vez mayor de mujeres les viene la menstruación. La investigación científica ha documentado que la Luna rige el
flujo de los líquidos (tanto el de las mareas como el de los fluidos del cuerpo) e influye en el inconsciente
y en los sueños.1 En cuanto a la distribución en el tiempo del ciclo menstrual, del ciclo de la fertilidad y
del parto, también siguen el ritmo de las mareas, dominadas por la Luna. Está documentado el papel de
los factores ambientales, como la luz, la Luna y las mareas, en la regulación de los ciclos menstruales y la
fertilidad de la mujer. En un estudio realizado con cerca de dos mil mujeres con ciclos menstruales irregulares, más de la mitad consiguieron regularizarlo a ciclos de 29 días durmiendo con una luz cerca de la
cama durante los tres días más cercanos a la ovulación.2
El ciclo menstrual rige el flujo no sólo de los líquidos, sino también de la información y la creatividad. Recibimos y procesamos información de forma diferente en las distintas fases del ciclo. A mí me
gusta explicar la sabiduría del ciclo menstrual de la siguiente manera: desde el comienzo de la menstruación hasta la ovulación, estamos madurando un óvulo y, al menos de forma simbólica, preparándonos
para dar nacimiento a otro ser, papel que la sociedad honra. Muchas mujeres encuentran que están en su
cima de expresión en el mundo exterior desde el comienzo del ciclo menstrual hasta la ovulación: su
energía es extrovertida y animada; se sienten llenas de entusiasmo y nuevas ideas, es decir, son más «fértiles». En muchas mujeres el deseo sexual está en su apogeo a mitad del ciclo, y nuestro cuerpo secreta
en el aíre hormonas que se han asociado con el atractivo sexual.3 (Nuestra sociedad dominada por los
hombres valora muchísimo esto, y nosotras lo interiorizamos como una «buena» fase de nuestro ciclo.)
Una paciente, camarera de una cafetería de carretera adonde van a comer muchos camioneros, me ha
dicho que las propinas que recibe son mayores a mitad de su ciclo, alrededor de la ovulación. Un hombre describía a su mujer como «muy vital y eléctrica» durante esa fase de su ciclo.
Las fases folicular y lútea
El ciclo menstrual refleja el modo en que la conciencia se convierte en materia y el pensamiento
crea la realidad. En el plano estrictamente físico, durante el periodo de tiempo comprendido entre la
menstruación y la ovulación (llamado «fase folicular»), crece y se desarrolla un óvulo, mientras en el
interior de la pared del útero también comienzan a desarrollarse colecciones circulares de células del
sistema inmunitario llamadas «agregados linfoides».4 En el plano más amplio de las ideas y la creatividad, esta primera mitad del ciclo es también una muy buena época para iniciar nuevos proyectos.
Una investigadora amiga mía me dice que durante esta parte de su ciclo tiene la máxima energía para
poner en práctica ideas para nuevos experimentos. La ovulación, que ocurre a mitad del ciclo, viene
acompañada por un brusco aumento de la hormona foliculoestimulante y la hormona luteinizante. El
aumento del nivel de estrógeno que acompaña esto se ha relacionado con un aumento de la actividad del
hemisferio cerebral izquierdo (fluidez verbal) y una disminución de la actividad del hemisferio derecho
(capacidad visual y espacial, como la de dibujar un cubo o entender un mapa).5 La ovulación representa
la creatividad en su grado máximo; la base biológica de ello podría ser la oleada de hormonas que la
acompaña. Las semanas siguientes a la ovulación conducen a la menstruación; este es un periodo de
evaluación y reflexión, en que se contempla lo que se ha creado y los aspectos negativos o difíciles de
nuestra vida que necesitamos cambiar o modificar. Mi amiga investigadora observa que durante esta
parte de su ciclo prefiere hacer tareas rutinarias que no requieran mucha participación de otras personas
ni pensamiento expansivo por su parte.
Nuestro ciclo creativo biológico y psíquico va paralelo a las fases de la Luna; investigaciones recientes han descubierto que el sistema inmunitario del tracto reproductor también es cíclico: llega a su
punto máximo durante la ovulación y después mengua. Desde épocas muy antiguas, algunas culturas
han llamado «lunares» a los periodos menstruales. Cuando las mujeres viven en ambientes naturales, su
ovulación tiende a ocurrir durante la luna llena, y la regla y el periodo de reflexión durante la fase oscura
de la luna. Hay datos científicos que sugieren que los ciclos biológicos, así como los ritmos de los sueños
y las emociones, están regulados por la Luna y las mareas, y también por los planetas. Concretamente, la
Luna y las mareas interaccionan con el campo electromagnético de nuestro cuerpo, influyendo por consiguiente en nuestros procesos fisiológicos internos. La propia Luna tiene una fase en que está cubierta
por la oscuridad, y después, a partir de la luna nueva, lentamente se nos vuelve a hacer visible y va creciendo hasta llenarse. Las mujeres también pasamos por un periodo de oscuridad cada mes, periodo en
que nuestra fuerza vital parece desaparecer (fases premenstrual y menstrual).6 No tenemos por qué tener
miedo ni pensar que estamos enfermas si menguan nuestras energías y nuestro ánimo durante unos
cuantos días cada mes. En muchas partes de la India es perfectamente aceptable que las mujeres aminoren su ritmo de trabajo y descansen más durante la menstruación. He llegado a comprender que todo
tipo de enfermedades relacionadas con el estrés disminuirían muchísimo si sencillamente siguiéramos la
sabiduría de nuestro cuerpo una vez al mes. Demetra George escribe que es entonces, en la oscuridad de
la Luna, cuando «la vida se limpia, revitaliza y se transforma en su desarrollo evolutivo en espiral hacia
la sintonía con su naturaleza esencial».7
FIGURA 4. CARTA LUNAR DEL CICLO MENSTRUAL
Hay estudios que demuestran que muchas mujeres comienzan su periodo menstrual durante la fase oscura de la Luna (luna nueva) y empiezan a sangrar entre las cuatro y las seis de la mañana, la parte más
oscura del día.8 Muchas mujeres, entre ellas, yo, hemos observado que el primer o dos primeros días de
la regla sentimos el deseo de organizar nuestra casa o lugar de trabajo, hacer limpieza de los armarios, y
de nuestra vida. Nuestra limpieza biológica natural va acompañada también de una limpieza psíquica.
Si no quedamos biológicamente embarazadas durante la ovulación, pasamos a la segunda mitad
del ciclo, la fase lútea, es decir, la que va desde la ovulación hasta el comienzo de la menstruación. Durante esta fase, de modo natural nos retiramos de la actividad exterior y nos dedicamos más a la reflexión. Nos volvemos más hacia nuestro interior, preparándonos para desarrollar o dar nacimiento a algo que
procede de lo más profundo de nuestro interior. La sociedad no se muestra tan entusiasta por esto como por la
fase folicular. Así pues, juzgamos «malas e improductivas» la energía, las emociones y la introversión
premenstruales. (Véase fig. 4.)
Dado que por lo general nuestra cultura sólo valora lo que podemos entender racionalmente,
muchas mujeres tienden a bloquear en toda ocasión el flujo de información «lunar» inconsciente que les
llega antes de la menstruación o durante ella. La información lunar es reflexiva e intuitiva. Nos la transmiten los sueños, las emociones y los anhelos. Se nos presenta bajo la capa de la oscuridad. Cuando bloqueamos rutinariamente la información que nos llega durante la segunda mitad del ciclo menstrual, esta
no tiene otra alternativa que volver como síndrome premenstrual o locura menopáusica, igual como
nuestros otros sentimientos o síntomas corporales suelen causar enfermedades si no les hacemos caso.9
La fase lútea, desde la ovulación hasta el comienzo de la menstruación, es la fase en que las mujeres están más sintonizadas con su saber interior y con lo que no funciona en su vida. Se ha demostrado que los
sueños son más frecuentes y más gráficos durante las fases premenstrual y menstrual del ciclo.10 Antes
de la menstruación es más delgado el «velo» que separa los mundos visible e invisible, lo consciente de
lo inconsciente; tenemos acceso a partes con frecuencia inconscientes de nuestro yo que nos son menos
accesibles en otros momentos del mes. De hecho, se ha demostrado experimentalmente que antes de la
menstruación se activa más el hemisferio cerebral derecho, es decir, la parte relacionada con el conocimiento intuitivo, mientras que disminuye la actividad del hemisferio izquierdo; curiosamente, también
aumenta la comunicación entre los dos hemisferios.11 La fase premenstrual es, por lo tanto, un periodo
en que tenemos más acceso a nuestra magia, a nuestra capacidad de reconocer y transformar los aspectos
más difíciles y dolorosos de nuestra vida. Antes de la menstruación estamos más sintonizadas de un
modo natural con lo que tiene más sentido en nuestra vida; somos más propensas a llorar, pero las lágrimas siempre están relacionadas con algo que tiene sentido para nosotras. Los muchos estudios de la
doctora Katerina Dalton han documentado que las mujeres son más emotivas antes de la menstruación,
más propensas a desahogar la rabia, a los dolores de cabeza y al cansancio, y es posible incluso que experimenten una exacerbación de enfermedades ya existentes, como la artritis, por ejemplo. Mientras estemos desconectadas de nuestras partes ocultas vamos a sufrir antes de la menstruación. Años de experiencia personal y clínica me han enseñado que los problemas premenstruales dolorosos o desagradables
son siempre reales y deben tratarse.
Es necesario creer en la importancia de los problemas que nos surgen antes de la menstruación.
Aunque es posible que nuestro cuerpo y nuestra mente no expresen estos problemas e inquietudes del
modo como lo harían durante la primera parte del ciclo (los llamados «días buenos»), nuestra sabiduría
interior ciertamente nos está pidiendo que le prestemos atención. Una mujer me contó, por ejemplo, que
siempre que está en la fase premenstrual se inquieta porque la casa, el coche y las inversiones están solamente a nombre de su marido. Cuando se lo dice, él le contesta: «¿Y qué hay de malo en eso? ¿Acaso
no confías en mí?». Yo a eso lo llamaría «comprobación premenstrual de una realidad que necesita atención». Un hombre me explicaba que durante la fase folicular su esposa era fabulosa, estaba siempre alegre y animada, tenía la casa en orden y cocinaba; pero que después de la ovulación se «dejaba estar» y
hablaba de volver a estudiar y salir más. Yo le dije que esos problemas que surgen antes de la menstruación deberían tomarse en serio, y le pedí que considerara qué necesidades de su esposa eran para su
pleno desarrollo personal. Le señalé que ese comportamiento difícil antes de la menstruación era su manera de expresar esas necesidades.
Durante todo el ciclo menstrual hay una estrecha relación entre la psique de la mujer y el funcionamiento de sus ovarios. Antes de la ovulación estamos extravertidas y animadas; durante la ovulación
estamos muy receptivas hacia los demás, y después de la ovulación (antes de la menstruación) estamos
más introvertidas y reflexivas. Un asombroso estudio realizado en los años treinta apoya mis observa-
ciones. La doctora Therese Benedek, psicoanalista, estudió las historias psicoterápicas de un grupo de
pacientes mientras su colega el doctor Boris Rubenstein estudiaba los ciclos hormonales ováricos de esas
mismas mujeres. Fijándose en el contenido emocional de la mujer, la doctora Benedek era capaz de decir
con increíble precisión en que fase de su ciclo menstrual estaba. Los autores escribieron: «Nos complace
y nos sorprende descubrir una correspondencia exacta de las fechas de ovulación determinadas independientemente por los dos métodos», es decir, el material psicoanalítico contrastado con los hallazgos fisiológicos. Descubrieron que antes de la ovulación, cuando los niveles de estrógeno están en su cúspide, las
emociones y el comportamiento de las mujeres estaban dirigidos hacia el mundo exterior. Durante la
ovulación, sin embargo, las mujeres se sentían más relajadas y contentas y estaban muy receptivas al
cariño y la atención de los demás. Durante la fase posovulatoria y premenstrual, cuando son los niveles
de progesterona los que están en la cúspide, las mujeres tendían más a centrarse en sí mismas y estaban
más interesadas por actividades orientadas hacia el interior. Curiosamente, en las mujeres que tenían
reglas pero no ovulaban, los autores encontraron ciclos similares de emociones y comportamiento, sólo
que alrededor de la fecha en que la ovulación debía haberse producido, estas mujeres no sólo no presentaban la ovulación, sino que tampoco tenían las emociones que suelen acompañarla; es decir, no estaban relajadas, ni contentas ni receptivas a la atención de otras personas. 12
Dada nuestra herencia cultural y las creencias acerca de la enfermedad en general y del ciclo
menstrual en particular, no es difícil entender cómo las mujeres han llegado a equiparar su fase premenstrual con una enfermedad o maldición y no a considerarla un periodo para la reflexión y la renovación. De hecho, se ha demostrado experimentalmente que el lenguaje empleado por nuestra cultura para
referirse al útero y los ovarios afecta al ciclo menstrual de las mujeres. Una mujer a la que, en estado
hipnótico, se le dicen cosas positivas respecto a su ciclo menstrual, va a ser mucho menos propensa a
sufrir de molestias relacionadas con la menstruación.13 Por otra parte, en un estudio se comprobó que las
mujeres a las que se les hizo creer que tenían problemas premenstruales cuando en realidad no los tenían, decían que experimentaban más síntomas físicos adversos (retención de líquido, dolor e irritabilidad) que las mujeres de otro grupo a las que se les hizo creer que no tenían problemas premenstruales.14
Estos estudios son excelentes ejemplos de cómo nuestros pensamientos y creencias tienen el poder de
influir en nuestras hormonas, nuestra bioquímica y nuestra experiencia subsiguiente.
Sanar a través de nuestros ciclos
Una vez que comenzamos a valorar nuestro ciclo menstrual como parte de nuestro sistema de guía interior, comenzamos a sanar tanto en el aspecto hormonal como en el emocional. No cabe duda de que antes de la menstruación muchas mujeres se sienten más introvertidas y más conectadas con su dolor personal y el dolor del mundo. Muchas están también más conectadas con su creatividad y tienen sus mejores ideas antes de la menstruación, si bien es posible que no las lleven a la práctica hasta más adelante.
Durante la fase premenstrual necesitamos tiempo para estar solas, para descansar y para alejarnos de
nuestros deberes diarios, pero tomarse ese tiempo es una idea y una práctica nuevas para muchas mujeres. El síndrome premenstrual es una consecuencia de no respetar nuestra necesidad de subir y bajar
como las mareas. A esta sociedad le gusta la acción, de modo que con frecuencia no respetamos nuestra
necesidad de descansar y reponernos. El ciclo menstrual está para enseñarnos la necesidad de inspiración y espiración en los procesos de la vida. Cuando nos estamos acercando a la menstruación y nos sentimos frágiles, necesitamos descansar y cuidarnos durante uno o dos días. En la asamblea lunar de los
aborígenes norteamericanos, las mujeres que estaban menstruando se reunían para renovarse y soñar
juntas, y de ahí salían inspiradas y también inspiradoras para los demás. Creo que la mayoría de los casos de síndrome premenstrual desaparecerían si todas las mujeres modernas abandonaran sus deberes
durante tres o cuatro días cada mes y otra persona les llevara la comida.
En cuanto a mí, he descubierto que lo único que necesito es, simplemente y sin pedir disculpas,
declarar a mi marido mi necesidad de una huelga de brazos caídos una vez al mes. Cuando manifiesto
respeto por mí misma y los procesos de mi cuerpo, él también los respeta, y mi cuerpo reacciona con
agrado y gratitud. En efecto, mi experiencia de mi ciclo menstrual comenzó a cambiar cuando advertí
que mis percepciones más significativas respecto a mí misma, mi vida y mis escritos se producían uno o
dos días antes de la menstruación. A mis treinta y tantos años comencé a esperar con ilusión mis reglas,
a comprender que son un periodo de tiempo sagrado que nuestra cultura no honra. Cuando estoy en mi
fase premenstrual, las cosas que me dan ganas de llorar son aquellas que tienen más importancia para
mí, las que sé que me sintonizan con mi poder y mis verdades más profundas. Mi mayor sensibilidad la
considero un regalo de percepción profunda. No me enfado, aunque si me enfadara, prestaría atención y
no lo achacaría a «mis estúpidas hormonas». Me gusta seguir la pista a las fases de la Luna en mi calendario para ver si ovulo cuando la Luna está llena, cuando está oscura o en el periodo intermedio. Cuando ovulo durante la luna llena y menstruo en la fase oscura de la Luna, mi periodo reflexivo interior está
sincronizado con la oscuridad de la Luna. Si la regla me viene con la luna llena, es más intensa: estoy
más cargada emocionalmente que de costumbre, y la sangre es más abundante de lo normal. He descubierto que a veces el solo hecho de desear tener la menstruación cuando la Luna está oscura tiende a
mover mis ciclos en esa dirección, aunque no siempre (no trato de controlarlo). Observar mi ciclo personal en relación con el ciclo de la Luna me conecta conscientemente con la Tierra y me ayuda a sentirme
vinculada con las mujeres del presente y del pasado.
Nuestra herencia cultural
El ciclo menstrual y el cuerpo femenino se consideraron sagrados hasta hace cinco mil años, cuando las
pacíficas culturas matriarcales de la vieja Europa fueron derrocadas.15 El significado original de la palabra «tabú» era «sagrado», y a las mujeres que estaban menstruando se las consideraba sagradas; ahora,
en algunas sociedades se las considera sucias. Sus sueños y visiones solían aprovecharse para guiar a la
tribu. Las culturas aborígenes de todo el mundo han honrado a las jóvenes con ceremonias de mayoría
de edad. La primera menstruación significaba ser iniciadas en los «oficios del sexo femenino», iniciación
que hacían las madres, las tías y otras mujeres iniciadas.16 Testimonios arqueológicos de más de seis mil
años de antigüedad apuntan al hecho de que los primeros calendarios eran huesos en los que se hacían
pequeñas marcas y que usaban las mujeres para llevar la cuenta de sus ciclos. 17 Sin embargo, en la mayor
parte de la historia occidental escrita, e incluso en los códigos religiosos, el ciclo menstrual se ha relacionado con la vergüenza y la degradación, con la naturaleza oscura e incontrolable de las mujeres. A las
mujeres que estaban menstruando se las consideraba sucias. Plinio el Viejo escribió en el año 65 de nuestra era:
Pero nada se podría encontrar fácilmente que sea más singular [nótese la ambigüedad de la palabra elegida] que el flujo mensual de las mujeres. A su contacto el vino nuevo se agria, las cosechas
se hacen estériles, las semillas de los jardines se secan, los frutos de los árboles se caen. Se opaca la
brillante superficie de un espejo que simplemente lo refleje, se mella el filo del acero y se apaga el
resplandor del marfil. Morirán colmenas de abejas. Incluso el bronce y el hierro se oxidan al instante y un olor espantoso impregna el aire. Probarlo enloquece a los perros, cuya mordedura infecta con un veneno incurable.18
El tabú asociado al ciclo menstrual ha continuado hasta hoy. A generaciones de mujeres se nos
ha enseñado que somos más vulnerables físicamente durante la menstruación, y que no podemos bañarnos, nadar ni lavarnos el pelo mientras la tengamos. Estas creencias nacieron de la teoría victoriana de
que bañarse, lavarse la cabeza o nadar podría «dar marcha atrás» al flujo menstrual, causando trombosis,
locura o un comienzo rápido de tuberculosis.19 Más recientemente se ha pensado que el contacto con el
agua durante ese tiempo podría ser causa de resfriado. No hay ninguna base científica que respalde ninguno de estos tabúes; sin embargo, durante generaciones han servido para que las mujeres tengan miedo
de un proceso corporal natural.
Si queremos recuperar nuestra sabiduría menstrual y honrar nuestra naturaleza cíclica, al mismo
tiempo hemos de reconocer las actitudes negativas hacia el ciclo menstrual que la mayoría de nosotras
hemos interiorizado. Hemos de reconocer el dolor y las molestias que muchas de nosotras experimentamos cada mes. Nuestra naturaleza cíclica ha sido el blanco de todo tipo de chistes y burlas. Para muchas
mujeres, la pubertad y la primera menstruación han estado saturadas de vergüenza y humillación. Aparte de la violencia y el miedo, nada en nuestra sociedad ha sido más eficaz para mantener en su lugar a
las mujeres que la degradación del ciclo menstrual.
Parte de nuestra sanación consiste en reemplazar por información correcta los nocivos mitos heredados sobre nuestro ciclo menstrual. Después de la menarquia (primera menstruación), que generalmente ocurre alrededor de los doce años en esta sociedad, una mujer alcanza su madurez sexual. Es necesaria una cierta composición corporal para el comienzo de la menarquia. Normalmente el peso del
cuerpo debe estar formado por aproximadamente un 17 por ciento de grasa para que una joven comience a tener la regla. Los estudios han indicado que, para la mayoría de las mujeres, es necesario que el
nivel de grasa sea más o menos el 22 por ciento del peso corporal para que haya ciclos ovulatorios ininterrumpidos.20 Esto explica por qué las jóvenes anoréxicas y las bailarinas y atletas que son muy delgadas
no tienen periodos regulares. Si bien normalmente los primeros ciclos de una jovencita no son ovulatorios, durante los años siguientes se va volviendo fértil poco a poco y sus ovarios comienzan a producir
un óvulo cada mes. Si el óvulo mensual no es fertilizado en mitad de ciclo, esto produce un periodo
menstrual más o menos catorce días después de la ovulación. En el flujo menstrual se elimina el revestimiento del útero (el endometrio), que cada mes se forma y desprende cíclicamente, estimulado por una
compleja y asombrosa interacción entre las hormonas producidas por los ovarios, la glándula pituitaria y
el hipotálamo (véase figura 5). Dada la complejidad de esta interacción hormonal, muchos aspectos de la
vida de la mujer afectan al ciclo menstrual. El ciclo a su vez afecta a muchos aspectos de la vida de la
mujer.
La mayoría de las chicas aprenden lo referente al ciclo menstrual de una forma aséptica y clínica,
sin respeto por sus cuerpo femenino ni su sexualidad. Rara vez se habla de cómo están relacionados su
cuerpo y su sexualidad con el ciclo menstrual. A muy pocas niñas se les presenta la menstruación como
un rito positivo de pasaje a otra etapa de su vida. Mi madre me habló de los «hechos de la vida» y me
explicó lo de los óvulos y los espermatozoides. Recuerdo que me quedé muy desconcertada y perturbada por esa información. Estaba en el cuarto curso de enseñanza primaria. Mi hermana, once meses menor que yo, le había dicho ese día: «Mamá, sé de donde salen los bebés, pero ¿cómo llegan allí?». Mi madre nos llevó a su dormitorio y nos leyó un libro que decía que las niñas tienen un periodo menstrual
alrededor de los doce años y que después de tener ese periodo podrían tener un bebé si tuvieran relaciones sexuales.
No me hizo nada feliz esa información. Continué con la esperanza de que las mujeres pudieran
quedarse embarazadas con besos y no con ese repugnante acto que nos explicó mi madre. El hecho de
que encontrara todo eso tan repugnante pudo haber tenido que ver con la iniciación de mi propia madre
en la pubertad. Ella no estaba interesada por el significado del ciclo menstrual ni la sacralidad del cuerpo
femenino, aunque era y es una mujer verdaderamente sabia y adelantada a su época. Mi madre había
entendido que una vez que tuviera su periodo, en cierto modo ya no podría disfrutar de la misma manera. Sus actividades favoritas cuando era niña habían sido jugar al béisbol y trepar a los árboles con los
chicos. Pero cuando se «transformó en mujer», ya no le permitieron jugar con ellos. Años después me
contó que le había suplicado a su madre que la llevara al hospital para que «la compusieran» y así no
tener más reglas y poder volver a jugar al béisbol. Puesto que mi madre sólo pudo resolver totalmente
sus sentimientos adolescentes sobre su ciclo menstrual cuando cumplió los sesenta años, yo asimilé algo
de sus sentimientos inconscientes en torno a la menstruación, aunque ella me la presentó como una parte
normal de la vida.
En lugar de celebrar nuestra naturaleza cíclica como un aspecto positivo de nuestro ser femenino, nuestra cultura nos enseña que no debemos reconocer nuestras reglas en absoluto, no sea que vayamos a desatender las necesidades de nuestro marido y nuestros hijos. Fíjate en este extracto de una
hoja adjunta a una caja de tampones en 1963:
CUANDO SEAS ESPOSA
No te aproveches de tu marido. Esta es una vieja norma de buen comportamiento conyugal que continúa siendo
tan válida y sensata hoy como lo ha sido siempre. Claro que no vas a tratar de aprovecharte, pero a veces las
formas de aprovecharse no son evidentes.
No lo relacionarías con la menstruación, por ejemplo. Sin embargo, si descuidas las sencillas normas que hacen de la menstruación un periodo normal del mes, y te retiras cada mes durante unos días como si estuvieras enferma, te estás aprovechando de la afabilidad de tu marido. Él se casó con una esposa a jornada completa, no a
jornada parcial. Así pues, deberás estar activa, animosa y alegre todos los días. 21
Siempre alegre, como en esas viejas películas de Doris Day. No es de extrañar que tantas mujeres
tengan el síndrome premenstrual. Cuando pienso en el adoctrinamiento representado por esa hoja de
1963, el año que tuve mi primera regla, me maravilla que las mujeres hayamos llegado hasta donde hemos llegado.
El ciclo menstrual, las píldoras anticonceptivas
y la intuición femenina
Nuestra intuición funciona de diferente modo durante las diversas fases del ciclo menstrual, y vuelve a
cambiar después de la menopausia. Uno de mis colegas, médico osteópata, advirtió esta conexión entre
la intuición y el ciclo menstrual; me envió a una paciente para un cambio en su método de control de la
natalidad. Ella llevaba varios años tomando la píldora, pero él pensó que eso interfería en su capacidad
de saber cuáles deberían ser sus próximos pasos en la vida. En la nota que me envió me decía: «Las píldoras anticonceptivas le obstaculizan la función intuitiva. Sugiérale alternativas». Aplaudo a este médico
por su profunda percepción.
En una época en la que a causa del consumo de píldoras anticonceptivas millones de cuerpos
femeninos están más sintonizados con las empresas farmacéuticas que con la Luna, no es pequeña tarea
reconsiderar un medicamento que ha ofrecido a tantas mujeres ventajas muy pregonadas. Después de
todo, la píldora nos proporciona menstruaciones que jamás nos van a estropear los fines de semana, suele disminuir los dolores o espasmos menstruales y se la relaciona con un menor riesgo de cáncer ovárico
y endométrico. Pero, claro, nadie está seguro de si aumenta o no el riesgo de cáncer de mama, aunque
los estudios sí han demostrado que puede aumentar el riesgo de cáncer de cuello uterino.
Laurie, una de mis colegas, tocóloga y ginecóloga, tomó la píldora durante más de nueve años
antes de cambiar de opinión respecto a sus ventajas. Rutinariamente había «empujado» a sus pacientes a
tomarla, como si fuera la panacea, usando su experiencia personal a modo de coacción. Cuando les explicaba por qué todas debían tomar la píldora, siempre terminaba su sermón con esta afirmación: «A mí
nunca me van a hacer dejar la píldora». Sólo cuando comenzó a comprender que sus enfermedades eran
manifestaciones físicas de las dolencias de su espíritu, fue capaz de revaluar su postura acerca de la píl-
dora. El descubrimiento se produjo en parte porque su relación con su marido había comenzado a deteriorarse. Tenían frecuentes peleas en torno al tema de la relación sexual. Ella lo explica así: «Me enfurecía
que él separara totalmente eso de todo lo demás que ocurría en nuestra relación. Al mismo tiempo, mi
desagrado por el volumen y la forma de mi cuerpo, mis inhibiciones con respecto a hacer manifestaciones sonoras y mi incomodidad durante la relación sexual, más los confusos mensajes de mi infancia
acerca de la sexualidad y la seducción, plagaban el sexo de connotaciones negativas y a veces de obstáculos insuperables».
Laurie estaba aprendiendo cómo nos hablan las diferentes partes de nuestro cuerpo mediante
síntomas, como una parte de nuestro sistema de guía interior. Cuando lo comprendió, se dio cuenta de
que continuar tomando la píldora podría impedir a sus órganos femeninos comunicarse óptimamente
con ella, sobre todo en una crisis personal sobre su propia sexualidad. Comenzó a tomar conciencia de
cómo, sin darse cuenta, se había separado de su cuerpo por seguir los dictados de la cultura en lugar de
los de su guía interior. Este despertar fue acompañado por un interés por el feminismo por primera vez
en su vida. Hasta entonces se había considerado muy realizada y funcional, que era como parecía ser
aparentemente. Sin embargo, había tenido un quiste ovárico benigno, del que se había operado hacía
varios años, y durante su práctica como residente la habían operado de cáncer de tiroides. Su sabiduría
interior emergente le mostró que esas enfermedades habían sido la manera en que su cuerpo trataba de
llamar su atención para hacerle saber que algo estaba desequilibrado en su vida. Ahora se sentía preparada y deseosa de prestar atención a lo que le decía su cuerpo, sobre todo dado que estaba sana.
«Me entristeció el hecho de haber dado por sentada —dice—, haber eliminado con fármacos o
haber llamado “maldita” a toda la maravillosa obra de mi cerebro, mis hormonas, mi útero y mis ovarios. Nadie celebró jamás mi primera menstruación. Nadie me ayudó a conectar con el poder de dar vida
a mi sexualidad. Deseé recuperar algo de esa magia y ese misterio perdidos. Pero me llevó casi dos años
retirar las cortinas y limpiar de telarañas mi vida para lograr por fin sentir que podía comenzar tímidamente a confiar en mi cuerpo.»
Después de esos dos años de lucha personal, decidió tomarse un año libre de su atareado trabajo
de tocóloga en una gran ciudad. Estaba agotada con las exigencias de tres hijos, el ejercicio de su profesión y un matrimonio que se iba a pique. Sabía que necesitaba reflexionar sobre su vida y tomar una
nueva dirección. Cuenta que cuando finalmente llegó a hacerlo, dejar la píldora fue «algo así como un
acto de celebración y rebelión». Para ella estaba claro que el divorcio era inminente. «Como ya no necesitaba anticonceptivos, se me ocurrió que ese podía ser el momento para permitirme el lujo de mis hormonas, de modo que tiré la última caja de píldoras y esperé. Estaba bastante segura de que, después de
nueve años de recibir órdenes de Ortho Pharmaceutical, mis ovarios estarían totalmente confundidos, así
que me dispuse a tener paciencia. Estaba preparada para tener hinchazones, irritabilidad, fuertes emociones y confusión. Pero no estaba preparada para lo que ocurrió.»
Dos semanas después de haber dejado de tomar la píldora, Laurie estaba sentada con un grupo
de mujeres contándoles los acontecimientos de los dos últimos años. «De pronto me eché a llorar y casi
no podía hablar. Recuerdo que pensé: “Vamos, esto sí que es raro”». Le llevó un tiempo darse cuenta de
que antes, cuando todavía tomaba la píldora, aunque sentía tristeza por los cambios en su vida, hablaba
de ellos y de sus sentimientos sin tener ninguna reacción emocional ni fisiológica. Descubrió que para
ella la ovulación iba acompañada de una mayor capacidad de sentir y expresar sus emociones profundas. Escribe: «Durante otros dos días no me di cuenta de que la excesiva mucosidad del cuello del útero
[una señal muy común de ovulación] y la repentina apertura de mis compuertas emocionales eran signos de ovulación. Incluso cuando lo comprendí, me negué a confiar en mi cuerpo. “Bueno —pensé—, esperaré dos semanas para ver.” Dos semanas más tarde, allí estaba con su traje rojo mi primera regla espontánea en más de nueve años; nunca una visión fue tan bien acogida. Me sentí como si hubiera recibido un maravilloso regalo de un amigo perdido hacía mucho tiempo. Este cuerpo, al que había maltratado durante tanto tiempo y de tantas maneras, me volvía a hablar, me daba valor y ánimo. No estaba
todo perdido».
Además de descubrir que tenía más acceso a sus emociones, Laurie descubrió también que estaba más conectada con rabias que antes habría negado. Al poco tiempo de haberse reanudado sus reglas,
según cuenta: «Descubrí mi rabia; mi ira justiciera, feroz, candente. Lógicamente, mi marido fue el desprevenido receptor de lo que parecían veinte años de emoción reprimida. No sé si se lo merecía todo o
no, ciertamente no se lo merecía todo de una vez. Pero a medida que brotaba, recuerdo que pensé: “¡Esto
es asombroso! Soy yo de verdad. Mis hormonas. ¡Mi magia! ”. Ahora creo que si hubiera sentido esa
rabia a medida que iba viniendo durante todos esos años, igual podría continuar casada. O bien me habría divorciado mucho antes. Cualquiera de las dos cosas habría sido mejor que lo que sucedió. No estuvo bien haberme perdido tanto de mí misma».
Laurie supo respetar y prestar atención a lo que le ocurría, aun cuando algo de ello fuera doloroso. Después diría: «Desde entonces sé que regularmente voy a tener noticias de mis hormonas. Ellas me
dicen dónde debo poner la atención. Cuando repentinamente me echo a llorar, sé detenerme a considerar qué trabajo emocional me queda aún por hacer en ese aspecto. Cuando me viene la rabia, me recuerdo que guardármela dentro no es un regalo. La rabia no expresada produce enfermedad. Su sitio está
fuera de mi cuerpo».
Lo otro que observó fue la conexión entre su ciclo menstrual y su sexualidad inherente. Muchas
mujeres me han contado lo mismo. Laurie me comentó: «Hay una especie de deseo loco que corre por mi
cerebro durante varios días cada mes alrededor de la ovulación. Mis amigas me lo habían dicho, pero es
algo increíble. Y yo todos esos años creyendo que la píldora favorecía mi vida sexual al librarme de todos esos fastidiosos anticonceptivos barrera». Había usado el diafragma sólo cuando estaba dando el
pecho a sus hijos, y de pronto comprendió que había achacado la culpa de su falta de deseo sexual al
fastidioso uso del diafragma. Se dio cuenta entonces de que su falta de deseo se debía más bien a las
hormonas de la lactancia y al agotamiento de la energía, no al diafragma. Muchas madres lactantes simplemente no sienten interés por la relación sexual, ya que sus energías están siendo «chupadas» literalmente por otro encantador ser humano, el bebé. El deseo sexual vuelve de forma gradual a medida que
el niño va creciendo.
Laurie advirtió otro cambio que es muy común. Después que dejó de tomar la píldora, su cuerpo
quiso al parecer recuperar el tiempo perdido, con ovulaciones más frecuentes durante una temporada
hasta ir regulándose aproximadamente a una vez al mes. «Cuando recuperé mis ciclos, al principio eran
muy cortos, más o menos cada tres semanas. Aunque me pasó fugazmente por la cabeza el pensamiento
de que sería una lata sangrar una de cada tres semanas, me di cuenta de que el pensamiento era condicionado. Muchísimas mujeres de cuarenta años me habían hablado de la creciente frecuencia de sus ciclos suplicándome que “hiciera algo” para arreglarlo. Comprendí entonces que se me había concedido el
regalo de ciclos cortos para “ponerme al día”. Me gustó tener la menstruación más a menudo. Tenía que
ovular cada tres semanas. Tenía más lecciones que aprender acerca de mi cuerpo. Fue como un curso
condensado de fisiología femenina, la mía. Comencé a celebrar tener la menstruación cada tres semanas
y deseé que no me viniera la menopausia hasta que tuviera 65 años. Habiéndome dado permiso para
disfrutar de todas esas nuevas enseñanzas, aprendí que no era yo quien estaba al mando; los ciclos comenzaron a alargarse, primero a tres semanas y media y después a cuatro semanas. Creo que fue sencillamente una prueba, eso de tener ciclos de tres semanas. Fue para ver si realmente deseaba recuperar mi
cuerpo. Y sí, lo deseo.»
La historia de Laurie ilustra cómo es recuperar nuestra sabiduría y nuestro poder menstruales. Si
bien la píldora ha sido un beneficio para muchas mujeres, también las ha desconectado de algunas partes
esenciales de su sabiduría femenina. Cuando las personas están en íntimo contacto mutuo, por ejemplo,
una manera de comunicarse entre sí es mediante las hormonas. Pero se ha comprobado que los anticonceptivos orales eliminan parte de nuestra vía de comunicación hormonal, incluida nuestra comunicación
sexual con los hombres. En un estudio se descubrió que los volátiles ácidos grasos de las secreciones
vaginales, llamados copulinas, estimulan el interés y el comportamiento sexuales masculinos. Las mujeres que toman la píldora, sin embargo, no los secretan.22 Las mujeres que viven juntas suelen tener también juntas los ciclos, lo que una de mis amigas llama «convertirse en hermanas ováricas». Esto no les
ocurre a las que toman la píldora. Los estudios han demostrado que las mujeres que tienen estrechas
relaciones con otras personas tienen ciclos más cortos y más regulares, mientras que las que se aíslan
tienen más propensión a tener ciclos irregulares.23
Dolores menstruales (dismenorrea)
El 60 por ciento de las mujeres sufren de dolores menstruales. Un porcentaje menor son incapaces de
funcionar durante uno o más días cada mes debido a la intensidad del dolor. El hecho de que en nuestra
cultura la mayoría de las mujeres sufran de dolores menstruales es una indicación muy clara de que algo
va mal en nuestra relación con nuestro cuerpo. Esto testimonia que hemos perdido mucha conexión con
nuestra sabiduría menstrual. La bibliografía psicológica y ginecológica de los años cincuenta estuvo llena
de estudios que sugerían que los dolores menstruales eran principalmente psíquicos, relacionados con el
hecho de sentirse desgraciada por ser mujer. Caroline Myss dice que los dolores y el síndrome de tensión
premenstrual son indicadores clásicos de que una mujer está en conflicto con su realidad femenina, con
su papel en la tribu y con lo que esta espera de ella. Dadas las expectativas tradicionales de nuestra sociedad actual respecto a las mujeres, es raro que no padezcamos todas nosotras de dolores menstruales y
síndrome premenstrual.
Los dolores menstruales no son lo mismo que el síndrome premenstrual, aunque hay mujeres
que suelen sufrir de los dos. Hay dos tipos de dismenorrea: la dismenorrea primaria son dolores o espasmos que no están producidos por otra enfermedad orgánica en la pelvis. La dismenorrea secundaria
son dolores o espasmos causados por endometriosis u otra enfermedad pelviana. Los tratamientos que
van bien para la dismenorrea primaria también suelen ir bien para la secundaria.
Yo tuve dismenorrea primaria en mi adolescencia y me continuó hasta después de nacer mi primera hija. A veces tenía que llamar a mi madre desde el colegio para que me llevara a casa a causa del
dolor. Una vez, durante mis prácticas como residente, tuve que abandonar una intervención quirúrgica
importante debido a los dolores menstruales. Uno de mis compañeros residentes me dijo: «Oye, Chris,
¿tú con dolores? ¡Entonces debe ser que no todo está en la cabeza de las mujeres!». (Piensa que por entonces yo era una de «los tíos» y hacía todo lo que estaba en mi poder para mantener esa posición. Te
podrás imaginar qué golpe fue para mí tener que abandonar el quirófano debido a esa terrible debilidad
femenina: ¡los dolores menstruales!)
Estudios que comenzaron a fines de los años setenta demostraron que las mujeres que sufren de
dolores menstruales tienen elevados niveles de la hormona prostaglandina alfa F2 en su sangre menstrual. Cuando esta hormona es liberada en el torrente sanguíneo al romperse el revestimiento endometrial, se producen espasmos en el útero, y a eso se deben los dolores.24 (Los dolores menstruales no están
en la cabeza al fin y al cabo, ¡están en el útero!)
Cuando tuve mi primera regla también me volví miope y tuve que empezar a usar gafas. Eso me
dolió, porque nadie en mi familia llevaba gafas. Ahora creo que había algo que yo no deseaba ver. Mi
problema de la vista empeoraba cuando leía sin dar un adecuado descanso a los ojos. Sospecho que mi
aflicción era crecer en general y crecer como chica en particular, como le ocurrió a mi madre. El creciente
estrés de la pubertad, junto con todos los productos lácteos que comía, me aumentaban los niveles de
adrenalina (noradrenalina) y de prostaglandina F2 en la sangre, lo cual me producía fuertes dolores.
Estos dolores desaparecieron un tiempo después del nacimiento de mi primera hija, pero volvieron
cuando mi segunda hija tenía unos cinco años, mucho más suaves y no con cada menstruación. Ese periodo sin dolores menstruales refuerza mi creencia de que cuando mi vida está en equilibrio no tengo
dolores. Cuando estoy demasiado ajetreada o estresada, tengo unas cuantas horas de dolores el primer
día de la regla. Estos me frenan y son un buen recordatorio de que necesito hacer algunas modificaciones
y sintonizar con la sabiduría de mi cuerpo.
Tratamiento
DIETA. Una dieta de alimentos refinados, pobre en elementos nutritivos y rica en grasas parcialmente hidrogenadas favorece el desequilibrio hormonal en todos los niveles y dispone el escenario
para muchos problemas de salud femeninos. ¿Qué hay que comer entonces? Mi respuesta a esta pregunta ha evolucionado desde la primera edición de este libro.
Yo solía recomendar una dieta rica en hidratos de carbono complejos y pobre en grasas para todo, desde el síndrome premenstrual hasta los síntomas de la menopausia, o simplemente para mantener
la salud. Por lo general, los resultados eran buenos. Pero a muchísimas mujeres este método dietético no
les daba resultado, sobre todo cuando lo habían seguido durante varios años. Comencé a observar, por
ejemplo, que una dieta demasiado pobre en grasa sana y demasiado rica en hidratos de carbono iba
acompañada por fragilidad del cabello y las uñas, falta de energía, agotamiento del sistema inmunitario,
depresión e incluso subida de peso. También comprobé que algunas mujeres no consumían proteínas
suficientes para mantener el equilibrio de azúcar en la sangre. Y para colmo, al parecer las elevadas cantidades de hidratos de carbono que consumíamos mis pacientes y yo nos hacían ansiar hidratos de carbono refinados. No lográbamos mantenernos alejadas del pan francés, los pasteles y otros postres.
Cuando comencé a investigar más este asunto, descubrí (con la ayuda de las obras de los doctores Richard y Rachael Heller, autores de The Carbohydrate Addicts Diet,* y los doctores Mary Dan y Michael
Eades, autores de Protein Power) que una dieta rica en hidratos de carbono y pobre en grasa está relacionada con niveles de insulina en la sangre demasiado elevados y niveles de glucagón demasiado bajos.
Este desequilibrio afecta a su vez a las interacciones, increíblemente complejas, entre compuestos semejantes a las hormonas llamados eicosanoides; entre los eicosanoides están las prostaglandinas; estos
compuestos participan en casi todos los procesos celulares del cuerpo. Para hacer aún más complejo el
asunto, las reacciones de los eicosanoides también están influidas por cualquier tipo de estrés.
Por lo tanto, la piedra angular del tratamiento de los dolores menstruales y otros muchos problemas de salud es un método dietético que equilibre los eicosanoides. (El tema de la dieta lo trato en el
capítulo 17.) Para evitar que el cuerpo produzca un exceso de prostaglandina F2 alfa (serie eicosanoides
2) y produzca la serie de prostaglandinas E (serie eicosanoides 1, las que no causan dolores), la mujer
debe consumir suficiente cantidad del tipo adecuado de ácidos grasos esenciales. También necesita niveles adecuados de vitamina C, vitamina B6 (piridoxina) y magnesio. Metabólicamente, las mujeres que
tienen mucho estrés y siguen una mala dieta son propensas a un exceso de producción de prostaglandinas F2 alfa y a sufrir los consiguientes dolores menstruales.
Tratamientos alimentarios
• Deja de comer productos lácteos, sobre todo queso, helados, requesón y yogur. Según mi expe-
riencia clínica, muchas mujeres se alivian de síntomas como los dolores menstruales, las reglas
abundantes, el dolor de las mamas y el producido por la endometriosis cuando dejan de consumir
productos lácteos. Esto no vale para todas, pero suele ir lo suficientemente bien para hacer la
prueba. Aunque no está claro por qué los productos lácteos parecen estar relacionados con los síntomas pelvianos, tengo unas cuantas teorías al respecto. Una explicación posible es que actualmente la mayor parte de la leche se obtiene de vacas tratadas con la hormona del crecimiento bovino,
que les estimula las ubres. Estas vacas son más propensas a infecciones en las ubres y por lo tanto
necesitan antibióticos. Los residuos de las hormonas y los antibióticos presentes en la leche podrían estimular el sistema hormonal femenino de un modo que todavía no logramos determinar.
Sí sabemos que los antibióticos que se dan al ganado entran en la cadena alimentaria humana. Los
antibióticos cambian el modo como se metabolizan las hormonas en el intestino y por lo tanto pueden cambiar los niveles de hormonas.
Al parecer, los productos lácteos de leche producida biológicamente, sin la hormona de crecimiento bovino, antibióticos ni pesticidas en el alimento de las vacas, no tienen los mismos efectos
adversos en el tejido uterino y mamario. Muchas mujeres han observado que, cuando empiezan a
tomar productos lácteos biológicos u orgánicos, los síntomas desaparecen. Experimenta y descubre
qué te va bien a ti. Pero has de estar dispuesta a dejar los alimentos lácteos por un tiempo para ver
si notas algún beneficio. Asegúrate que obtienes el calcio de otras fuentes.
• Evita el consumo de hidratos de carbono refinados. Más que cualquier otro alimento, el exceso de
hidratos de carbono, sobre todo los refinados, como los de los pasteles, bollos, patatas fritas, galletas, etcétera, pueden desencadenar el desequilibro de eicosanoides que produce los dolores.
• Limita el consumo de carne roja y yemas de huevo a no más de dos raciones por semana, o elimínalos. Si comes carne roja, que sólo sean cortes magros de animales criados biológicamente. La
carne roja y las yemas de huevo son muy ricas en ácido araquidónico (AA), que podría tener por
consecuencia más series eicosanoides 2, y dolores uterinos en personas susceptibles. No todas las
personas son sensibles a este ácido, de modo que esta recomendación no vale para todas; para saber si eres sensible al ácido araquidónico, evita la carne roja y las yemas de huevo durante tres semanas, después come varias raciones en un día y ve si te vuelven los síntomas. La carne roja puede
contener gran cantidad de grasas saturadas, que también aumentan la producción de la serie eico-
sanoides 2; por eso es necesario que consumas sólo carne magra.
• Toma ácidos grasos esenciales. Se ha demostrado que los ácidos grasos omega-3, en forma de acei-
•
•
•
•
te de pescado, que contiene ácido docosahexaenoico (DHA) y ácido eicosapentaenoico (EPA) van
bien para los dolores menstruales, incluso en mujeres que no han cambiado otros aspectos de su
dieta. Un estudio reciente recomendaba una dosis diaria de 1.000 mg de EPA y 720 mg de DHA,
junto con 1,5 mg de vitamina E; puedes tomar cualquier cantidad que se aproxime a estas. Dado
que el aceite de pescado degenera con la exposición al oxígeno, toma cápsulas con vitamina E añadida (para prevenir la oxidación). Una alternativa mucho más barata y con frecuencia más sana es
comer sardinas enlatadas en su aceite o en aceite de oliva dos o tres veces a la semana. Otros pescados de aguas frías, como la caballa, el salmón y el pez espada son también buenas fuentes de
aceite de pescado.25 También se pueden tomar semillas de lino (500 mg de dos a cuatro veces al
día) si no se encuentra aceite de pescado o es inaceptable. También puedes comprar semillas de
lino frescas, molerlas en un molinillo de café y añadirlas a sopas, ensaladas o cereales. Normalmente son suficientes una a dos cucharaditas al día de semillas frescas molidas.
Toma un suplemento multivitamínico-mineral.
Toma 100 mg de vitamina B6 diarios, combinada con las vitaminas del complejo B. Se ha demostrado que la vitamina B6 disminuye la intensidad y la duración de los dolores menstruales.26 Toma magnesio, hasta 100 mg cada dos horas durante la menstruación, y tres o cuatro veces al día
durante el resto del ciclo. El magnesio relaja los tejidos de los músculos lisos. Toma la forma quelada.27 (Véase el capítulo 17.)
Toma 50 mg de vitamina E tres veces al día durante todo el ciclo. Se ha demostrado que la vitamina E también mejora la dismenorrea.28 La vitamina E debe estar en forma de tocoferol d-alfa para
que tenga algún efecto biológico.
Elimina las fuentes de ácidos grasos trans siempre que sea posible. Estos aumentan la producción
de la serie ecosanoides 2, relacionada con los dolores menstruales. Estos ácidos se encuentran en
todos los alimentos que contienen aceites parcialmente hidrogenados, como la margarina. Lee las
etiquetas de todos los alimentos preparados.
MEDICACIÓN. Los medicamentos antiinflamatorios no esteroides, como Advil, Nuprin, Anaprox y
Ponstel, inhiben la síntesis de la prostaglandina F2 alfa cuando se toman justo al comienzo de la menstruación, «antes» de que comience el dolor, o lo más pronto posible cuando ya ha comenzado. Una vez
que empieza a desprenderse el revestimiento endometrial y entra en el torrente sanguíneo la prostaglandina F2 alfa, es mucho más difícil interrumpir los consecuentes espasmos uterinos que causan el dolor.
Las píldoras anticonceptivas, que eliminan la ovulación y por lo tanto los cambios hormonales
asociados con los espasmos dolorosos, van bien para muchas mujeres a las que no les interesa hacer
cambios de estilo de vida o dietéticos. Algunas mujeres, sin embargo, tienen dolores aun tomando anticonceptivos orales. Las píldoras de más reciente fabricación pueden tomarlas sin riesgo la mayoría de las
mujeres mayores de 35 años, siempre que no fumen.
MEDICINA ENERGÉTICA
• Reducción del estrés.
• Aplicación de compresas de aceite de ricino en la parte inferior del abdomen por lo menos tres ve-
ces a la semana durante varios meses para mejorar el funcionamiento del sistema inmunitario y
disminuir los niveles de estrés y de adrenalina (véase p. 192). No se han de aplicar las compresas
cuando se esté sangrando en abundancia.
• Se ha demostrado que la acupuntura elimina o disminuye enormemente los dolores menstruales, y
yo recomiendo con regularidad este tratamiento a mis pacientes. El tratamiento normal de acupuntura es de 10 sesiones, pero muchas mujeres sienten alivio después de sólo tres sesiones.29
HIERBAS. En la medicina china, los dolores menstruales se suelen relacionar con lo que llaman «estancamiento del hígado». Podría ir bien la fórmula herbolaria china Bupleurum (Xiao Yao Wan, también
llamado Hsiao Yao Wan).30 Se puede comprar a cualquier practicante de medicina china, y a muchas de
mis pacientes les ha ido muy bien con ella. Toma cuatro o cinco de esas pequeñísimas pastillas cuatro
veces al día, dos semanas antes de la menstruación, y continúa tomándolas durante el primer día. Podría
llevarte de dos a tres meses experimentar resultados óptimos. (Para proveedores, véase «Recursos».)
• También se puede tomar la hierba caulofilo (Caulophylum thalictroides) como remedio preventivo.
Esta hierba se encuentra en forma de comprimido o extracto en las tiendas de alimentos naturales.
Sigue las indicaciones del envase.
A muchas mujeres les van muy bien otros tratamientos, como el masaje, el yoga o la homeopatía.
Es mejor que los remedios homeopáticos los recete un médico competente que conozca este campo.
Historias de mujeres
JANE: CURACIÓN DE LOS DOLORES MENSTRUALES. Jane vino a verme por primera vez el invierno pasado, a
los 26 años. Llevaba años de reglas muy dolorosas, que le comenzaron poco después de su primera
menstruación a los 13 años. Los dolores le empezaban antes de que le viniera la regla y continuaban hasta después de acabada. Temía tener algo grave en los órganos reproductores, como endometriosis o algún quiste ovárico.
Hacía unos años había hecho la prueba de tomar píldoras anticonceptivas durante un mes más o
menos, pero las dejó porque no le gustó cómo se sentía con ellas. También había probado con Anaprox,
un antiinflamatorio no esteroide similar al Motrin que ahora se vende sin receta con el nombre de Aleve.
Ese medicamento la había aliviado algo, pero de todos modos se sentía muy incapacitada durante las
reglas. Además de los dolores, el flujo menstrual era muy abundante (necesitaba un tampón por hora el
segundo día), sufría de irritabilidad premenstrual, acné, hinchazón, sensibilidad en los pechos y picor
vaginal antes de la regla. Ninguna de sus dos hermanas sufría de dolores menstruales ni tenía ningún
otro problema ginecológico. La base de su dieta eran los productos lácteos, como el requesón, los helados y el yogur, los cuales comía frecuentemente.
Jane era maestra de enseñanza primaria y no estaba muy contenta con su trabajo. Me contó que
siempre había deseado trasladarse a Idaho, pero que se sentiría culpable si lo hacía porque sus padres no
querían que se fuera a vivir tan lejos: encontraban que era muy egoísta de su parte actuar de acuerdo a
sus intereses, y pensaban que era su deber quedarse cerca de ellos, continuar con su trabajo seguro en la
enseñanza, casarse y tener hijos. Su deseo de la infancia de complacer a sus padres estaba en franco conflicto con su necesidad de crecimiento personal. Llegó a comprender que permanecer cerca de ellos y
hacer caso omiso de sus propias necesidades sólo sería causa de enfermedad para ella. Yo le hice ver que
estaba en un clásico dilema de codependencia y que necesitaba resolver eso para sanar totalmente. El
estrés de satisfacer las expectativas de sus padres, sumado al de hacer un trabajo que ya no le resultaba
gratificante, la estaba hundiendo.
El examen demostró que tenía la pelvis totalmente normal, sin ningún indicio de quiste, irritación ni ninguna otra cosa que sugiriera una enfermedad de los órganos reproductores. Le recomendé las
siguientes medidas:
•
•
•
•
•
Aplicarse compresas de aceite de ricino en el bajo abdomen dos veces a la semana.
Dejar totalmente los productos lácteos y la carne roja.
Tomar un suplemento multivitamínico tres veces al día.
Comenzar los planes para trasladarse a Idaho.
Leer algo sobre la codependencia.
Cuando pasados tres meses volvió a mi consulta, sus dolores se habían aliviado notablemente.
Me dijo que estaba impresionada por las diferencias que había notado después de dejar los productos
lácteos y la carne roja. La cantidad de sangre menstrual había disminuido considerablemente. Comprendió que la dieta había tenido un gran efecto en sus dolores y me dijo que las compresas de aceite de ricino eran «fabulosas». Mientras las tenía aplicadas aprovechaba el tiempo en sintonizar consigo misma y
sus necesidades, y pensaba en vivir sus sueños en lugar de quedarse estancada en viejos comportamien-
tos que ya no le servían. Leyó algunos libros sobre la codependencia y llegó a ver que desde la infancia
había sido entrenada para «complacer a los demás». Comprendió que tenía que aprender a gustarse a sí
misma si quería encontrar gratificante su vida. Ya era demasiado mayor para seguir siendo la niña buena de la familia.
Pasados otros tres meses, sus reglas ya eran mucho más fáciles y había podido reducir considerablemente la dosis de Anaprox, al cambiar de dieta y disminuir su nivel de estrés. Lo más impresionante fue que hizo planes para trasladarse a Idaho, y no iba a comenzar el nuevo año escolar en un trabajo y
un lugar que no le gustaban. Aunque la asustaba la perspectiva de trasladarse a un lugar desconocido,
era también estimulante. Si no hubiera hecho planes para vivir su propia vida aparte de sus padres, creo
que finalmente su salud habría estado en peligro debido a su «amabilidad». Al aprovechar la sabiduría
de su cuerpo, Jane no sólo sanó de sus dolores menstruales, sino que también mejoró su vida.
El síndrome premenstrual
Ningún trastorno moderno apunta más directamente a la necesidad de replantearnos nuestras ideas
respecto a la menstruación y de recuperar la sabiduría de nuestros ciclos como la dolencia tan común
llamada «síndrome premenstrual». Habiendo tratado a cientos de mujeres aquejadas de este problema,
sé que es necesario ese replanteamiento para llegar a sus causas. El cambio de dieta, el ejercicio, las vitaminas y la terapia con progesterona son todos útiles para tratar el síndrome premenstrual, y yo los recomiendo inicialmente a muchas mujeres. Pero en los casos persistentes, existe un desequilibrio más
profundo que un cambio de estilo de vida por sí solo no va a sanar. Según han confirmado los estudios,
los problemas emocionales no resueltos pueden alterar el ritmo menstrual y el medio hormonal normal.31
Al menos un 60 por ciento de mujeres padecen síndrome premenstrual. Es más probable que
ocurra en mujeres que están entre los treinta y los cuarenta años, aunque también puede darse en la adolescencia y en los años premenopáusicos. El síndrome premenstrual se conoce desde muy antiguo, pero
fue popularizado en los años ochenta por un artículo aparecido en la revista Family Circle, que expresaba
elocuentemente el sufrimiento mensual de millones de mujeres. Los medios de comunicación continuaron con el tema, y en pocos meses el síndrome premenstrual se convirtió en un problema de conocimiento público en Estados Unidos y un nombre conocidísimo.32 También se convirtió en un tema de moda
entre las feministas, que alegaban que el diagnóstico se usaría en contra de las mujeres. A los médicos les
preocupó que este se pudiera convertir en un diagnóstico «comodín» que podrían usar de excusa las
mujeres o su familia cuando nadie pudiera descubrir lo que ocurría realmente. Mientras tanto, muchísimas mujeres tenían por fin un nombre para su sufrimiento mensual y buscaron ayuda para él.
Curiosamente, en los congresos de tocólogos y ginecólogos sólo comenzó a tocarse el tema del
síndrome premenstrual «después» que apareciera el artículo en Family Circle y las mujeres empezaran a
acudir al médico con su autodiagnóstico. En muchos casos, los médicos estábamos mal preparados para
esto, porque no lo habíamos estudiado en la facultad. Fue tal la demanda de tratamiento para el síndrome premenstrual generada por las mujeres y los medios de comunicación, que a mediados de los años
ochenta este era un tema que se trataba en muchos congresos importantes de especialistas en obstetricia
y ginecología y comenzaron a aparecer estudios de investigación en las revistas. Así como el deseo de
parto natural obligó a los médicos a reformar su patriarcal enfoque de la práctica tocológica, también el
deseo de las mujeres de entender el síndrome premenstrual ha influido en la práctica de la medicina y la
ha ayudado a avanzar hacia una actitud mejor informada con respecto al cuerpo femenino.
Diagnóstico
En el síndrome premenstrual pueden estar presentes una amplia variedad de síntomas. Para hacer el
diagnóstico, no importa qué síntomas concretos tiene la mujer antes de la menstruación. Lo que importa
es la forma cíclica en que se presentan. Las mujeres que anotan sus síntomas durante tres meses o más
suelen ver un patrón que les permite predecir cuándo es probable que comiencen los síntomas en su
ciclo. La mayoría de las mujeres van a tener al menos tres días durante el mes en que se sentirán totalmente libres de los síntomas enumerados aquí, a excepción de los casos graves. Durante la segunda mitad del ciclo menstrual se exacerban muchos trastornos subyacentes, como el glaucoma, la artritis y la
depresión. La exacerbación de los trastornos subyacentes no se define como síndrome premenstrual,
aunque están relacionados. Hay más de cien síntomas conocidos del síndrome premenstrual.33 Cada uno
de ellos está probablemente relacionado a nivel celular con un desequilibrio de eicosanoides, consecuencia de una compleja interacción de factores emocionales, físicos y genéticos.
Si no se hace nada para interrumpir el síndrome premenstrual, suele empeorar con el tiempo. Al
principio las mujeres hablan de síntomas que aparecen unos pocos días antes de la menstruación y acaban bruscamente cuando esta comienza. Después, poco a poco los síntomas se presentan una o dos semanas antes del comienzo de la regla. Algunas mujeres experimentan un grupo de síntomas durante la
ovulación, seguidos por una semana sin síntomas y luego recurrencia de los síntomas una semana antes
de la menstruación. Con el tiempo, la mujer puede tener sólo dos o tres días al mes sin síntomas. Finalmente no queda ningún patrón para discernir entre los días «buenos» y los días «malos»; la mujer se
siente «premenstrual» casi todo el tiempo.
Síntomas del síndrome premenstrual
• acné
• herpes
• agresividad
• ansias de comer dulces
• ansias de comer sal
• ansiedad o angustia
• asma
• atracones de comida
• cambios en los impulsos se
xuales
• cansancio
• confusión
• convulsiones
• depresión
• hinchazón abdominal
• hinchazón y dolor de las arti
culaciones
• hinchazón y dolor de los pe
chos
• inestabilidad emocional
• insomnio
• intolerancia al alcohol
• introversión y alejamiento de
los demás
• ira
• irritabilidad
• desmayos
• dificultades de coordinación
• dificultades visuales
• dificultades urinarias
• dolor de cabeza
• dolor de espalda
• dolores abdominales
• edemas
• exacerbación de trastornos ya
existentes (artritis, úlceras,
• irritación de garganta
• letargo
• migraña
• moretones
• náuseas
• orzuelos
• palpitaciones cardiacas
• pensamientos suicidas
• problemas de senos nasales
• propensión a los accidentes
lupus, etc.)
• hemorroides
• urticaria
Algunas mujeres equiparan los dolores menstruales con el síndrome premenstrual, pero este es
diferente de los dolores que se sienten durante la menstruación (dismenorrea). Esta diferencia no está
siempre clara en los escritos sobre el síndrome premenstrual. Muchas mujeres que sufren de este problema tienen reglas totalmente indoloras, y muchas mujeres que sufren de intensos dolores menstruales no
sienten ninguna molestia premenstrual. Los dolores menstruales están causados por contracciones del
útero debidas al exceso de prostaglandinas alfa F2, que se producen cuando se rompe el revestimiento
del útero durante la menstruación. En algunos estudios se ha comprobado que las hormonas prostaglandinas también intervienen en el síndrome premenstrual. Por ese motivo, los cambios en la dieta,
los suplementos de vitaminas y minerales y la medicación antiprostaglandinas (generalmente los antiin-
flamatorios no esteroides tipo ibuprofeno, como el Advil) suelen ir bien tanto para los dolores menstruales como para el síndrome premenstrual.34
Aunque algunos médicos aún buscan «la lesión bioquímica» causante del síndrome premenstrual, y se han escrito cientos de artículos científicos sobre el tema, nadie ha logrado encontrar esa causa
ni una «píldora mágica» para curarlo. Un enfoque reduccionista, que busca la «causa» y la «curación»
químicas, sencillamente no resulta, porque las causas del síndrome premenstrual son multifactoriales y
deben tratarse de forma holista. Para tratarlo es necesario tener en cuenta los efectos de la mente, las
emociones, la dieta, la luz, el ejercicio, las relaciones, la herencia y los traumas de la infancia.
Todas las circunstancias siguientes producen cambios hormonales en el cuerpo. Es probable que
estos cambios inicien o exacerben el síndrome premenstrual a menos que se comience un tratamiento.
Circunstancias asociadas con el comienzo del síndrome
premenstrual
Inicio de las reglas, o el año o dos años antes de la menopausia.
Dejar de tomar píldoras anticonceptivas.
Un periodo sin reglas (amenorrea).
El nacimiento de un hijo o el término de un embarazo.
Embarazos complicados por toxemia (eclampsia) gravídica.
Ligadura de trompas, sobre todo como se hacía en los años setenta, destruyendo una gran parte
de las trompas de Falopio por cauterización eléctrica unipolar, método de cauterización que ya
no se usa para las trompas. Un trauma inusitado, como la muerte de un familiar.
• Disminución de la luz en otoño e invierno.
•
•
•
•
•
•
Diversos factores nutricionales favorecen el síndrome premenstrual.
Según los estudios, las mujeres que sufren de este síndrome tienden a tener las siguientes características alimentarias y fisiológicas:
Factores que favorecen el síndrome premenstrual
•
•
•
•
•
•
Un elevado consumo de productos lácteos.35
Un consumo excesivo de cafeína, en forma de bebidas gaseosas, café o chocolate.36
Un consumo excesivo de azúcar refinado y poco consumo de alimentos completos como verduras frescas.
Un nivel relativamente elevado de estrógeno en la sangre, provocado o bien por su excesiva producción debida a grasa alimentaria o corporal, o bien por una menor descomposición del estrógeno en el hígado. El nivel elevado de estrógeno se asocia con una insuficiencia de las vitaminas
del complejo B, especialmente la B6 y la B12. El hígado necesita estas vitaminas para descomponer
y desactivar el estrógeno.37
Un nivel relativamente bajo de progesterona en la sangre; la progesterona es la hormona que
equilibra el exceso de estrógeno. Se cree que este nivel bajo está causado o bien por una falta de
producción, o bien por un exceso de descomposición de esta hormona en el cuerpo. 38 Los estudios en este campo no concuerdan.
Una dieta que favorece tanto el aumento de la hormona prostaglandina F2 como un excesivo nivel de estrógeno y un insuficiente nivel de progesterona.39 Se sabe que las vegetarianas que siguen una dieta pobre en grasas y rica en fibra excretan dos o tres veces más estrógeno en las heces que las no vegetarianas. También tienen niveles un 50 por ciento menores de estrógenos no
conjugados (que es un tipo de estrógeno metabolizado) que las mujeres que comen la dieta estadounidense estándar, y en consecuencia hay menos incidencia de síndrome premenstrual entre
ellas.40 (He observado que las vegetarianas tienden a comer más frutas y verduras y menos ácidos grasos trans que las no vegetarianas. Son cada vez más las pruebas de que la carne no es la
culpable, como creíamos, mientras se consuma en cantidades moderadas y se acompañe de
abundantes verduras de hoja verde, cereales integrales, frutas y otros alimentos integrales, y
•
•
•
mientras la dieta no contenga una excesiva cantidad de alimentos refinados con mucho azúcar y
ácidos grasos trans.)
Exceso de peso, que aumenta las posibilidades de elevados niveles de estrógeno y síndrome
premenstrual.41 La grasa corporal fabrica estrona (uno de los estrógenos).
Bajos niveles de vitaminas C y E y de selenio. Como ocurre con las vitaminas B, el hígado también necesita estas substancias para metabolizar correctamente el estrógeno.42
Insuficiencia de magnesio.43 El deseo de comer chocolate se ha asociado a niveles bajos de magnesio. El hígado necesita magnesio, junto con las vitaminas B, para metabolizar óptimamente el
estrógeno.
Luz sobre el vínculo entre trastorno afectivo estacional
y síndrome premenstrual
Muchas mujeres que sufren del síndrome premenstrual han observado que sus síntomas empeoran en
otoño, cuando los días se acortan. Muchos de los síntomas del síndrome premenstrual son exactamente
los mismos que acompañan a la forma de depresión llamada trastorno afectivo estacional (SAD). La luz
actúa como nutriente en el cuerpo; cuando toca la retina, influye directamente en todo el sistema neuroendocrino a través del hipotálamo y la glándula pineal. En un estudio realizado con pacientes de síndrome premenstrual, estas respondieron de forma muy positiva al tratamiento con luz brillante. Con dos
horas de exposición a la luz brillante al anochecer, se solucionaron los problemas de subida de peso,
depresión, ansias de comer hidratos de carbono, aislamiento social, cansancio e irritabilidad.44 Esto no es
sorprendente, ya que la luz natural y el consumo de hidratos de carbono elevan los niveles de serotonina, que alivia la depresión. Vivir bajo luz artificial gran parte del tiempo sin exposición regular a la luz
natural no sólo puede afectar profundamente a la regularidad del ciclo menstrual sino que también puede provocar el síndrome premenstrual.45
El vínculo entre el síndrome premenstrual y el trastorno afectivo estacional es un profundo
ejemplo de cómo la sabiduría femenina está codificada simultáneamente en el ciclo de las estaciones y en
nuestros ciclos mensuales. La figura 4 (p. 148) ilustra el vínculo entre las fases de la Luna y las fases del
ciclo menstrual. En la figura 6 he añadido las estaciones a este diagrama, para poder ver claramente que
el periodo del ciclo mensual en que es más común el síndrome premenstrual corre paralelo al periodo
calendario en que se produce el trastorno afectivo estacional. La tendencia natural a volvernos hacia
dentro durante el periodo premenstrual se refleja en la tendencia natural a volvernos hacia dentro durante el otoño del año. Toda la naturaleza nos refleja esta sabiduría. En otoño e invierno, los árboles envían su energía a sus raíces, bajo tierra, donde hay una profunda actividad y revitalización aunque no lo
veamos. Durante la fase lútea del ciclo menstrual, que sigue a la ovulación, nuestras energías bajan a lo
profundo de nuestras raíces para que podamos hacer balance y prepararnos para el siguiente ciclo de
crecimiento exterior en el mundo. Dado que nuestra cultura no entiende esta sabiduría cíclica, se nos ha
enseñado a temer los periodos de nuestros ciclos y las estaciones del año en que la sabiduría exige que
entremos en la oscuridad, nos retiremos y hagamos balance de nuestra vida.
Se nos ha enseñado a desconfiar de estas energías naturales, y muchas mujeres las consideran
debilidades que hay que dominar e ignorar. ¡No permita el cielo que hagamos caso omiso de nuestra
sabiduría corporal y nos tomemos un descanso que nos impida hacer todo el trabajo!
El síndrome premenstrual es al ciclo mensual lo que el trastorno afectivo estacional es al ciclo anual. Estos dos trastornos responden al mismo tratamiento a la
vez que nos pide profundizar nuestra conexión con nuestra sabiduría cíclica.
La segunda mitad del ciclo menstrual y el otoño son periodos en que la marea está baja y todo lo
que no queremos ver en el lodoso fondo de la bahía está al descubierto a la vista de todos. Las mujeres
hemos de aprender a prestar atención a la información que se nos ofrece en esos periodos del mes y del
año. Imagínate que esta información es un rico abono vegetal que vas a usar para crear nuevo crecimiento en tu vida una vez que vuelva la luz.
Tratamiento
Muchas mujeres reciben tratamientos sintomáticos para el síndrome premenstrual que a la larga no dan
resultados. Tratar la hinchazón con diuréticos, los dolores de cabeza con analgésicos y la ansiedad con
Valium con frecuencia sólo sirve para crear nuevos efectos secundarios, producidos por esos fármacos, y
deja sin tratar los desequilibrios subyacentes que son las verdaderas causas del síndrome. Muchas veces
se recomienda psicoterapia a las mujeres afectadas por el síndrome premenstrual, y si bien esta podría
servir para comprender con más profundidad el estrés, deja de lado los aspectos nutricionales y bioquímicos de este trastorno. Actualmente a muchas pacientes del síndrome premenstrual se les recetan fármacos que aumentan los niveles de serotonina, por ejemplo Prozac. Los estudios han demostrado que
estos fármacos pueden ser muy útiles para aliviar los síntomas en los casos graves. Es mejor tomar estos
medicamentos en dosis bajas y sólo durante la fase lútea del ciclo.46 Pero si no se toman con la conciencia
de que el síndrome premenstrual forma parte de un desequilibrio mucho mayor, no ayudan a la mujer a
aprender del síndrome ni a crear salud mediante él.
Programa para aliviar el síndrome premenstrual
•
Una dieta que favorezca un equilibrio de eicosanoides. Véanse las sugerencias dietéticas para la disme-
•
norrea (pág. 163) y también el capítulo 17.
Un suplemento multivitamínico-mineral. Deberá contener de 400 a 800 mg de magnesio (la insuficien-
cia de magnesio es común en los casos de síndrome premenstrual) y 50-100 de la mayoría de las
vitaminas B. Todas las mujeres deberían tomar este suplemento diariamente todo el mes, y no sólo durante el periodo premenstrual.47
•
•
•
•
Eliminación del azúcar, los productos farináceos refinados, y los ácidos grasos trans. 48
Eliminación de la cafeína. A lo largo de los años he comprobado que el solo hecho de dejar la cafeína,
aunque su consumo sea tan mínimo como una taza de café o una lata de cola al día, puede tener en
algunas mujeres un efecto espectacular para el síndrome premenstrual.
Consumo suficiente de ácidos grasos esenciales. Los ácidos grasos esenciales se encuentran en los frutos
secos y semillas crudos, en pescados de agua fría como el salmón y las sardinas, y en muchas plantas.
El aceite de sésamo es excelente fuente, como también los de girasol, cártamo y nuez. También se pueden tomar suplementos, que se encuentran en las farmacias y tiendas de alimentos naturales. Por lo
general, 500 mg de aceite de pescado tres o cuatro veces al día es una dosis adecuada. También puede
ir bien el aceite de semilla de lino: 500 mg cuatro veces al día. (Véanse sugerencias dietéticas para la
dismenorrea, en pág. 163) El metabolismo óptimo de los ácidos grasos esenciales requiere niveles adecuados de magnesio, vitamina C, zinc, vitaminas B3 y B6. (Véase cap. 17.)
Reducción del estrés y medicina energética. Las mujeres que practican la meditación u otros métodos de
relajación profunda son capaces de aliviar muchos de sus síntomas premenstruales. La relajación de
todo tipo disminuye los niveles de cortisol y adrenalina en la sangre y contribuye a equilibrar la bioquímica corporal, los niveles de eicosanoides, por ejemplo. Hay numerosos tipos de meditación que
dan resultado. Cada mujer debería elegir el que más le atraiga e incorporar esta disciplina a su rutina
diaria.
Por ejemplo, la reacción de relajación recomendada por el doctor Herbert Benson se practica de
quince a veinte minutos dos veces al día. Esta meditación supone: 1) sentarse en silencio en una postura
cómoda con los ojos cerrados; 2) relajar profundamente todos los músculos, comenzando por los de la
cara y continuando hasta los pies; 3) respirar por la nariz y tomar conciencia de la respiración, y 4) decir
la palabra «uno» en silencio al espirar. En un estudio se comprobó un importante alivio del síndrome
premenstrual a los tres meses de práctica regular.49
•
•
•
•
Reflexología. También se ha demostrado que el tratamiento de dígito-presión en puntos concretos
de las orejas, manos y pies alivia los síntomas del síndrome premenstrual. La duración normal
del tratamiento, con un reflexólogo formado, es de media hora por sesión una vez a la semana
durante ocho semanas. En el libro Woman Heal Thyself, de Jeanne Blum se encuentra un programa
entero de terapia de puntos de presión para aliviar el síndrome premenstrual, la dismenorrea y
la endometriosis.50
Un mínimo de 20 minutos de ejercicio de tipo aeróbico tres veces a la semana ,51 Lo único que se necesita es
una caminata enérgica. Este ejercicio acondicionador disminuye muchos síntomas premenstruales; también aumenta el nivel de endorfinas (substancias parecidas a la morfina que ayudan al
cuerpo a hacer frente a la depresión y al dolor físico). Se estima que la mitad de todas las depresiones se pueden tratar mediante el ejercicio solo (véase cap. 18).
Luz de espectro completo. Exponte a una luz de espectro completo durante dos horas cada noche o
cada mañana (2.500-10.000 lux; lux es la unidad de intensidad de la luz), ya sea de luz natural o
una fuente artificial.52 Un día nublado en el norte de Europa da una luz de 10.000 lux. Un día soleado cerca del ecuador da 80.000 lux. (Para proveedores de luz de espectro completo, véase «Recursos».)
Terapia de progesterona natural cuando sea indicado. La progesterona natural, combinada con cambios
en el estilo de vida, suele producir enorme mejoría de los síntomas del síndrome premenstrual.53
En su calidad de neurotransmisores, el estrógeno y la progesterona afectan claramente al estado
de ánimo. Si no lo contrarresta la progesterona, el estrógeno tiende a irritar el sistema nervioso.
La progesterona, por su parte, está asociada a la serenidad y es un relajante del sistema nervioso
central. Es posible que a este efecto relajador del sistema nervioso central se deban principalmente los efectos beneficiosos de la progesterona en el síndrome premenstrual. 54
Recomiendo progesterona natural a las mujeres que sufren de un síndrome premenstrual de
moderado a fuerte que no responde a simples cambios de estilo de vida y que antes de la menstruación
suelen describir un cambio de personalidad estilo Jekyll y Hyde. La progesterona natural también va
bien a las mujeres cuyo principal síntoma premenstrual es el dolor de cabeza tipo migraña. Estos dolores
de cabeza suelen comenzar con el gradual cambio en los niveles de estrógeno y progesterona que tienden a producirse durante los años anteriores a la menopausia.
La progesterona natural no es lo mismo que las progesteronas sintéticas (progestinas) como el
acetato de medroxiprogesterona (Provera; en el Apéndice encontrarás la lista de otras progestinas sintéticas). La progesterona natural no tiene ningún efecto secundario importante si se toma en las dosis habituales. A veces podría causar goteos premenstruales o retrasar la regla. Normalmente esto se resuelve
solo en uno o dos meses. Las dosis muy elevadas, mucho mayores que las que yo recomiendo, se han
asociado a la euforia y ocasional mareo en casos excepcionales. La progesterona natural oral se puede
comprar con receta del médico. También se encuentra en forma de cremas para la piel. Hay que tener
presente que, aunque la progesterona natural se sintetiza de ñames mexicanos silvestres, las cremas que
sólo contienen extracto de ñame, aunque útiles para algunas mujeres, no son lo mismo que las que contienen cantidades adecuadas de progesterona natural. No todas las farmacias tienen progesterona natural ni todos los médicos saben dónde obtenerla.
Para aplicarla a la piel, usar una de varias cremas de progesterona natural que se venden sin receta, o pedirle al médico que recete una para una farmacia especializada en prescripciones individualizadas. Durante muchos años he recomendado crema de progesterona al 2 por ciento. (En «Recursos»
encontrarás una lista de nombres de marcas.) Estas cremas al 2 por ciento contienen como mínimo 400
mg de progesterona natural por cada 30 g. Se ha comprobado que de un cuarto a media cucharadita de
crema aplicada a la piel una o dos veces al día provee de niveles de progesterona que concuerdan con los
que se encuentran en la fase lútea normal.55
Las instrucciones generales son aplicar un cuarto de cucharadita (aproximadamente 20 mg) sobre las partes suaves de la piel (pechos, abdomen, cuello, cara, parte interior de los brazos y manos) por
la mañana y nuevamente por la noche. Alterna los lugares en cada aplicación; hazte aplicaciones desde
el día 14 al 28 de tu ciclo menstrual durante al menos tres meses; pero el día y la dosis van a variar de
mujer a mujer. Es importante que la progesterona penetre en el organismo para experimentar normal-
mente el cambio de ánimo. Es necesario aplicar la crema uno o dos días antes de la ovulación o uno o
dos días antes de que comiencen los síntomas. Para algunas mujeres, esto será el día 21 del ciclo; para
otras será el día 12 o 13. Continúa aplicándola el primer día de la regla (día 1 del ciclo). Esto suele prevenir los síntomas o aliviarlos enormemente. Normalmente no da resultados esperar a tener síntomas para
comenzar el tratamiento. Aumenta o disminuye la dosis según sea la intensidad de los síntomas; la mayoría de las mujeres tienen que experimentar hasta encontrar la dosis que les da resultado. Podrías usar
tranquilamente progesterona natural durante más de dos semanas de tu ciclo siempre que interrumpas
su uso en cada ciclo durante al menos 12 horas.
Las progestinas sintéticas, en cuanto opuestas a la progesterona natural, tienen muchos efectos
secundarios conocidos, como hinchazón, dolor de cabeza y aumento de peso. Lamentablemente, a muchas mujeres se les dice que la progestina sintética es lo mismo que la progesterona natural. Pero en
realidad las progestinas sintéticas pueden empeorar los síntomas del síndrome premenstrual porque al
tomar progestina sintética bajan los niveles de progesterona natural.
Va bien la progesterona a las mujeres que suelen experimentar un rápido cambio de estado de
ánimo, que se inicia después de la ovulación y acaba justo cuando comienza la regla. Se sienten estupendamente, y a las pocas horas les parece que ha descendido sobre ella una «nube negra».56 Cuando les
comienza la regla se sienten como si se «hubiera hecho la luz». Estas mujeres describen un cambio bioquímico en el cuerpomente que es muy real y no sólo está «en sus cabezas».
El posible desequilibrio relativo entre el estrógeno, la progesterona y otras hormonas asociado
con el síndrome premestrual parece ser un fenómeno dinámico, cambiante, que no se puede documentar
con los actuales análisis de laboratorio. Con las reglas irregulares y el estrés emocional también va asociado un sutil desequilibrio hormonal. El estrés emocional aumenta el nivel de la hormona ACTH [corticotropina] en la sangre, hormona que suele provocar ciclos anovulatorios (ciclos en los que no se libera
óvulo) caracterizados por niveles no adecuados de progesterona.57
Con el tiempo, el uso de progesterona natural contribuye a reequilibrar la proporción estrógeno/progesterona. El uso de progesterona natural produce una gradual mejoría de los síntomas en
cada ciclo. Muchas mujeres logran disminuir las dosis una vez que sus síntomas se han aliviado completamente (aunque la progesterona tiene muchos efectos beneficiosos y algunas podrían desear continuar
usándola después que han desaparecido sus síntomas). Sin embargo, es mejor comenzar con las dosis
habituales elevadas y continuar con ellas durante varios meses.
En último término, cuando la mujer está dispuesta a ver los problemas emocionales ocultos tras
el síndrome premenstrual, finalmente pueden cambiar su situación hormonal interna sin hormonas externas. El proceso de sanar nuestros estreses emocionales y psíquicos produce cambios bioquímicos en el
cuerpo.
Historias de mujeres
GWENDOLYN: TRANSFORMACIÓN DEL FUROR PREMENSTRUAL. Gwendolyn tenía 36 años cuando vino a
verme por primera vez. Era alta, delgada, elocuente y tenía un gran sentido del humor, pero lo pasaba
tan mal con su síndrome premenstrual que rutinariamente le daban ataques de rabia y se tornaba maniática. En una de esas fases maniáticas de mucha energía se quedó toda la noche pintando la cocina y después, sin haberse tomado ningún descanso, continuó con toda su jornada de trabajo. A eso siguieron
varios días de depresión y cansancio tan enormes que no pudo levantarse. Hubo un momento en que su
familia se preocupó tanto por su comportamiento que consideraron necesario quitar a sus hijos de su
cuidado y me llamaron para pedirme consejo. El síndrome premenstrual y los fuertes cambios de humor
le habían comenzado en la adolescencia y solían ir acompañados de comportamientos autodestructivos
que la ponían en situaciones peligrosas. Durante una de esas ocasiones fue violada por una pandilla. En
otra ocasión quedó embarazada y después se hizo un aborto. Dada la gravedad de sus síntomas, al principio le receté una elevada dosis de progesterona. Finalmente, Gwendolyn mejoró de su síndrome premenstrual cuando trató los desequilibrios de su vida.
Cuando ya estaba recuperada me comentó: «En esos episodios premenstruales salían fuera toda
la rabia, amargura y desengaños, muchas veces con tal intensidad que me resultaba cada vez más difícil
continuar con mi matrimonio y el cuidado de mi hija autista y mis dos hijos pequeños».
La primera vez que vino a visitarme ya se había divorciado y hacía meditación con regularidad,
comía alimentos integrales, en una dieta tipo macrobiótico, lo cual la ayudaba hasta cierto punto. Hacía
ejercicios y tomaba los adecuados suplementos. Estas prácticas dietéticas y de estilo de vida suelen ser
suficientes para curar el síndrome premenstrual en sus fases moderadas. Sin embargo, a pesar de estas
modificaciones, continuaba pasando un «infierno» emocional cada mes. Tenía tantos asuntos emocionales inconclusos en su vida que su sabiduría premenstrual la estaba obligando a mirar con más profundidad los desequilibrios de su vida.
Cuando comenzó el tratamiento con progesterona, muchos aspectos de su vida estaban totalmente descontrolados. Llegó a ver que esa «quiebra» emocional que experimentaba cada mes antes de la
menstruación quería obligarla a quitarse todas las capas de negación de su vida. Al mirar hacia atrás,
llegó a comprender que ese proceso era esencial para su curación. Un importante factor de su curación
fue entrar en un programa de doce pasos llamado Adictos al Sexo y al Amor Anónimos (SLA). Se dio
cuenta de que tenía un historial de pasar de una relación abusiva a otra sin encontrar jamás al hombre
«ideal», pero siempre obsesionada por el hombre con quien estaba. Cuando su amigo pintor le comunicó
su necesidad de acabar la relación, Gwendolyn estaba justamente en su fase premenstrual y le dio un
ataque de ira tal que lo golpeó físicamente con un furor que la sorprendió y asustó. Entonces comprendió que tenía un problema relacional importante y fue a terapia para explorar y sanar su agresividad.
Comprendió que la adicción al sexo y al amor suele ser consecuencia de abuso sexual en la infancia, y
comenzó a conectar una experiencia de abuso y violación del pasado con su comportamiento autodestructivo del presente. Comenzó a darse cuenta de que ese furor premenstrual era el de una niña no sanada que necesitaba tratar ese problema ahora que era adulta. Mientras tanto continuó haciendo meditación y ejercicio, comiendo bien, yendo a terapia y asistiendo a las reuniones de los doce pasos.
Sustentando su cuerpo físico con progesterona natural, buena alimentación y el profundo descanso regular de la meditación, desarrolló la fuerza interior necesaria para «enfrentar todo lo que tenía
que salir fuera y limpiar mi cuerpo». Durante sus visitas a mi consulta, yo le recordaba una y otra vez
que por muy mal que se sintiera, permaneciera con sus sentimientos, que sentir la rabia y el furor está
bien y que es una parte natural del proceso de curación. Tenía necesidad de sentir su rabia e incluso aporrear una almohada si era preciso. Pero que en lugar de atacar a una persona con su furia, tenía que respetar esa rabia y considerarla un mensaje que le decía algo que necesitaba saber. En ese proceso de curación descubrió que bajo el furor y la rabia premenstruales estaban esperándola la sabiduría y la verdad.
Al sentir su rabia y permanecer con ella, descubrió las lágrimas y una profunda sensación de abandono,
consecuencias de maltratos. «Los sentimientos de abandono eran abrumadores a veces —me dijo—, pero
si me permito sentir la tristeza, al final salgo de ella más fuerte».
Después de nueve meses de terapia con progesterona, pudo reducir las dosis. «Solamente tomo
progesterona dos días al mes, y sólo debido a irritabilidad moderada —dice—. De vez en cuando me
doy con una pared emocional, pero la diferencia es que ahora me las arreglo mucho mejor sabiendo de
dónde viene todo. Creo que cuando una mujer tiene el síndrome premenstrual, es necesario tratarlo todo, lo físico, lo emocional y lo espiritual, para que su ser humano pueda volver a sentirse completo».
Han transcurrido dos años desde que Gwendolyn comenzó a escuchar y a comprender su sabiduría premenstrual, aprendiendo a confiar en su rabia y a transformarla. Hace poco, cuando hablé con
ella, se sentía mejor que nunca. Dice que si tuviera que describir su vida en una sola palabra, esta sería
«capacitación». Está ocupándose de viejos asuntos, haciendo las paces con aquellos a quienes ha herido y
diciendo la verdad a aquellos que la han herido. La emociona comprobar que «los talentos con que nací
están floreciendo: mi voz, la música, el arte. Creo que todos tenemos estos talentos. Pero se nos hace sentir que no tenemos nada valioso». Escribe: «Cuando llego a enfadarme, me busco un espacio tranquilo,
entro en mi interior y me pregunto “¿De qué tienes miedo y de qué dolor intentas escapar?” Casi siempre obtengo una respuesta con la que puedo trabajar».
El síndrome premenstrual y la codependencia
Hay una fuerte correlación entre el síndrome premenstrual y el haberse criado en un sistema familiar de
alcoholismo, en el cual los padres o los abuelos eran alcohólicos. Es enorme la relación entre síndrome
premenstrual y «entregar la vida» para satisfacer las necesidades de otras personas, la adicción relacio-
nal. En muchas familias en las cuales los hombres tienen tendencia al alcoholismo, las mujeres tienden a
sufrir de síndrome premenstrual. Los hijos de alcohólicos tienen un 40 por ciento de posibilidades de
convertirse en alcohólicos, no sólo porque tienen una predisposición genética hacia el alcoholismo sino
también porque han aprendido que beber alcohol es la manera de apagar las emociones. Este comportamiento suele transmitírseles junto con los genes que los predisponen a beber. Las mujeres de familias
alcohólicas o cuyas parejas son alcohólicas, enferman de síndrome premenstrual a consecuencia de reprimir o desconectarse de sus sentimientos. He trabajado con innumerables mujeres que han decidido romper la cadena de síndrome premenstrual experimentado por generaciones de mujeres de sus familias.
(La hipoglucemia, o bajo nivel de azúcar en la sangre, y la consecuente tendencia a desear tomar azúcar,
son también muy comunes en las mujeres de familias alcohólicas que tienen el síndrome premenstrual.
Este trastorno suele ser mucho peor durante el periodo premenstrual y se puede tratar con las recomendaciones dietéticas que ya he explicado.)
Leslie, ama de casa de 49 años y ex maestra, que sufre de síndrome premenstrual, vino a verme
aquejada de fuertes cambios de humor premenstruales, ansias de comer azúcar y cansancio. Al preguntarle sobre su historia observé que su marido era alcohólico y que ella destestaba su trabajo de maestra.
Había vivido con su madre y hermana alcohólicas y jamás le había prestado atención a ninguno de esos
problemas familiares. Durante la primera visita le aconsejé sustentar su cuerpo durante el ciclo menstrual con buena nutrición y ejercicios, y le insistí en que no «curaría» sus molestias premenstruales mientras no estuviera dispuesta a atender a los mensajes que estos le enviaban acerca de su situación familiar.
Me di cuenta de que no estaba preparada para oír esas cosas, y no volvió a una segunda visita.
Sin embargo, pasados siete años, volvió a verme. Me dijo: «Cuando vine a verla en 1985, usted
me dijo que necesitaba controlar mi codependencia y que el síndrome premenstrual y mi falta de energía
estaban relacionados con eso. Yo me fui pensando: “La doctora Northrup es muy simpática pero no sabe
de qué habla, y en realidad creo que está loca. ¿Cómo pueden estar conectadas la codependencia con el
síndrome premenstrual?”. Pero ahora entiendo la conexión entre lo que ocurre en mi vida y el síndrome
premenstrual. Finalmente me he dado cuenta de que mi marido lleva años maltratándome verbalmente.
Estoy en medio del proceso de divorcio y ahora comprendo que había dejado de ser yo misma completamente».
Me contó que había entrado en un grupo de Doce Pasos y que estaba rearmando los trozos de su
vida y aprendiendo los efectos de vivir tantos años con malos tratos verbales y alcoholismo. Los sentimientos de Leslie ya no están ahogados. Se está convirtiendo en ella misma y decidiendo qué va a aceptar y qué no va a aceptar del comportamiento de su familia. La mayoría de los meses ya no tiene el síndrome premenstrual, pero cuando lo tiene le presta atención, desacelera y hace las modificaciones necesarias en su vida, para satisfacer sus necesidades.
Reglas irregulares
Después de casi veinte años de ejercicio de la medicina, continúa sorprendiéndome con qué claridad
están conectados los ciclos menstruales y la pérdida de sangre con el contexto de nuestra vida. La hemorragia uterina anormal está casi siempre relacionada de algún modo con problemas familiares. Como
dice Caroline Myss, la sangre es familia, siempre. Una mujer me contó que ella y sus dos hermanas, que
viven en diferentes partes del país, tuvieron una falta de regla el mismo mes en que su cuarta hermana
tuvo un aborto espontáneo, aunque eso sólo lo supieron la siguiente vez que se vieron. Una de mis pacientes, de 55 años, que tuvo su última regla a los 52 años y cuya menopausia fue la clásica, con sofocos y
«cambio de vida» confirmado por análisis de laboratorio, tuvo sin embargo una regla completamente
normal después que murió su madre. Cuando una mujer menopáusica tiene una regla posmenopáusica,
siempre le pregunto si pasa algo entre ella y su familia. Generalmente me dice que un acontecimiento
emocionalmente importante precedió a la hemorragia.
La sangre menstrual, sobre todo cuando se presenta fuera de programa, es un mensaje. Trae sabiduría de algún tipo. Caroline Myss observa que la mayoría de los problemas hemorrágicos tienen su
origen en un desequilibrio del organismo: demasiada emoción y falta de la suficiente energía mental e
intelectual para equilibrarla. Hace notar que las anormalidades menstruales se exacerban cuando la mujer interioriza señales contradictorias de su familia o la sociedad respecto a su placer y necesidades se-
xuales. Es posible, por ejemplo, que la mujer desee placer sexual pero se sienta culpable por sentirlo o
sea incapaz de pedir francamente lo que desea. Es posible que no tenga conciencia de su conflicto interior.
La mayoría de los médicos en ejercicio han visto el profundo efecto que puede tener la psique en
el ciclo menstrual. En 1949, S. Zuckerman reconoció que las perturbaciones emocionales pueden desorganizar el ritmo menstrual, acelerar la hemorragia uterina e influir también en el momento de la ovulación. Es posible que esta conexión entre las emociones y las actividades uterina y ovárica esté mediada
por la difusa red de nervios que conectan el cerebro con los ovarios (llamados vías pregangliónicas autónomas).58
¿Qué son reglas regulares?
Antes de examinar el tema de la irregularidad del periodo menstrual, es necesario explicar qué
es lo normal. A veces se nos enseña que las reglas son irregulares si no se producen cada 28 días. Yo considero regulares las reglas cuando se producen aproximadamente cada 24 a 35 días. Tener la regla cada
28 días como un reloj es algo que le ocurre a algunas mujeres, pero no a todas. Miles de mujeres que no
calzan con el modelo «cada 28 días» tienen la impresión de que sus reglas son irregulares, cuando en
realidad son totalmente normales.
La regularidad menstrual está determinada por una compleja interacción entre el cerebro (hipotálamo, glándula pituitaria y lóbulos temporales), los ovarios y el útero. La pauta de periodicidad menstrual puede cambiar con los cambios de estación, condiciones de luz, la alimentación, los viajes, o durante los periodos de estrés familiar. Los ciclos menstruales irregulares y anovulatorios se asocian con la
pérdida prematura de masa ósea. Muchas veces las mujeres saben que han ovulado porque expulsan un
flujo acuoso pasados entre 12 y 16 días del primer día de la última regla. Este flujo que a veces se llama
«flujo fértil» tiene una consistencia de clara de huevo. (Esto se verá con más detalle en el capítulo 11.) Los
ciclos en que la mujer ha ovulado también se caracterizan por lo que se llama «molimina» premenstrual.
Molimina es un conjunto de «síntomas» producidos por los cambios hormonales cíclicos normales del
cuerpo. Entre ellos están una ligera redistribución del líquido corporal que se experimenta como «hinchazón» o una moderada sensibilidad de los pechos, suaves dolores o molestias en el bajo abdomen y
cambios de humor relacionados con un estado más reflexivo y menos activo. Generalmente las mujeres
que no ovulan no experimentan estos cambios y suelen tener alguna regla «inesperada», sin tener idea «a
qué se debe». Cuando no ha habido ovulación las reglas tienden a ser más irregulares.
Engrosamiento excesivo del revestimiento uterino
(hiperplasia endometrial, hiperplasia quística y adenomatosa)
En algunas mujeres que tienen reglas irregulares, la biopsia endometrial (del interior del útero) revela un
trastorno en el cual el revestimiento normal del útero ha sido reemplazado por un tejido glandular excesivamente desarrollado. Al microscopio, las glándulas endometriales se ven amontonadas y demasiado
apretadas entre ellas. Este desarrollo excesivo es consecuencia de la sobreestimulación del revestimiento
uterino por estrógeno no equilibrado por progesterona. El trastorno se llama hiperplasia quística y adenomatosa (que quiere decir demasiadas glándulas) del endometrio.59 (No hay que confundirla con la
endometriosis, de la que hablaremos en detalle en el capítulo 6.) La hiperplasia se produce cuando los
ovarios no han ovulado regularmente: en lugar de un engrosamiento uniforme del revestimiento uterino
(endometrio) y después su expulsión, por las hormonas asociadas con la ovulación regular, el endometrio se desincroniza. Algunas partes del revestimiento «creen» que es el día 7, mientras que otras
«creen» que es el día 28. Esto tiene por consecuencia una hemorragia irregular e intermitente.
La hiperplasia quística y adenomatosa o hiperplasia endometrial simple, no se considera peligrosa a no ser que se encuentren células anormales en la biopsia del revestimiento uterino. Es bastante normal encontrar algo de hiperplasia endometrial simple en una biopsia, y no es motivo de alarma si esto
ocurre sólo una o dos veces. Muchas mujeres de más de 40 o 50 años no ovulan de vez en cuando ya que
sus ovarios están pasando por los cambios que conducen a la menopausia. Cuando se le hacen irregula-
res las reglas no precisa necesariamente una biopsia uterina, aunque esta es una decisión que se debe
tomar caso por caso según sea el historial de la mujer y lo que se encuentre en el examen.
Tratamiento
He de advertir que para este y otros trastornos me voy a referir a los tratamientos que se recetan más
corrientemente en Estados Unidos. Estos tratamientos no van dirigidos a los problemas subyacentes a
los síntomas. Esos problemas subyacentes y lo que puede aprender la mujer de ellos los trato en las historias de casos individuales al final de este capítulo.
En muchos casos la hiperplasia endometrial simple desaparece sola. Sin embargo, en un porcentaje muy pequeño de mujeres con este trastorno se encuentran células atípicas en la biopsia. La hiperplasia endometrial ha de ser controlada y seguida para estar segura de que se marcha y no progresa. Estadísticamente sí hay una mayor incidencia de cáncer de útero entre las mujeres que no ovulan durante
muchos años. Los ginecólogos están formados para tratar a todas las mujeres como si estuvieran en riesgo de enfermar de cáncer. Por lo tanto, el tratamiento convencional inicial de la hiperplasia endometrial
consiste en dar una progestina sintética como Provera o Aygestin durante uno a tres meses y después
repetir la biopsia endometrial para ver si ha desaparecido el trastorno. Yo suelo recetar progesterona
natural para este fin, sobre todo a aquellas mujeres a quienes la progestina sintética provoca efectos secundarios adversos. (En las páginas 179-180 se explica la diferencia entre progesterona sintética y natural.) Entre los médicos hay bastante variación respecto a la dosis que recetan y la duración del tratamiento. A veces se llama «legrado médico» al tratamiento con fármacos progestínicos, porque estos causan un
desprendimiento del revestimiento uterino de modo uniforme y todo de una vez, y esto libera al útero
de la acumulación de tejido. La progesterona natural, por su parte, tiene la capacidad de regular los receptores de estrógeno, lo cual significa que reduce la sensibilidad de las células al estrógeno; esto suele
hacer desaparecer la hiperplasia endometrial benigna.
Algunas mujeres afectadas por constante hiperplasia endometrial no responden al tratamiento
con progestinas ni con progesterona y es posible que sea necesario practicarle un legrado quirúrgico, en
el quirófano. En casos muy raros, es posible que se haga necesaria una histerectomía si el trastorno no
desaparece o si progresa hasta producir células anormales.
Hemorragia uterina disfuncional
Se llama hemorragia uterina disfuncional a las faltas de reglas más que ocasionales o a la frecuente pérdida de sangre entre reglas. (Véase también la sección «Ovarios poliquísticos» y ovulación en el capítulo
7.) Las mujeres que han dado a luz con cesárea podrían tener hemorragias ocasionales debido a las alteraciones del revestimiento uterino causadas por la cicatriz en el útero. Muchas anormalidades menstruales suelen tener origen «hipotalámico», lo que significa que están relacionadas con esa compleja interacción entre el cerebro, los ovarios y el útero. La ansiedad y la depresión intensas cambian la cantidad de
neurotransmisores del cerebro y pueden afectar a la actividad hipotalámica. La hemorragia uterina disfuncional suele ir acompañada por ciclos anovulatorios y demasiado estrógeno en relación con la progesterona. Aunque he sido formada para buscar anormalidades endocrinas, como problemas tiroideos o
pituitarios, por ejemplo, que puedan ser causa de las anormalidades menstruales, rara vez encuentro
algo anormal mediante los análisis de sangre estándar y el examen físico. Dado que este trastorno también puede estar relacionado con un elevado nivel de prolactina en la sangre, causado por tumores pituitarios, siempre pido que en el análisis de sangre se compruebe también el nivel de esta hormona. Sin
embargo, no es común que haya un nivel demasiado elevado de la hormona prolactina, trastorno que se
llama hiperprolactinemia.
El diagnóstico de la hemorragia uterina disfuncional se hace basándose en la historia personal,
análisis de sangre que comprueben los niveles de las hormonas pituitaria y tiroidea, y a veces una biopsia del interior del útero para ver si en el revestimiento uterino hay señales de anovulación o células
anormales.
Tratamiento convencional
El tratamiento convencional de la hemorragia uterina disfuncional consiste en administrar hormonas
como la píldora anticonceptiva para regular los periodos menstruales. Actualmente este tratamiento
corriente se da hasta la menopausia a mujeres que no fuman. (Antes no se recomendaban las píldoras
anticonceptivas a mujeres mayores de 35 años, pero ahora ha cambiado esa norma, ya que las dosis de
hormonas que contienen estas píldoras son más bajas, y los estudios más recientes han demostrado que
no presentan riesgos para mujeres mayores.) Las píldoras anticonceptivas sí tienen por consecuencia
reglas más regulares, y tomarlas podría ser la primera opción para mujeres que tienen una vida demasiado ajetreada para poder cambiar sus circunstancias. Pero las píldoras no sanan nada, simplemente
enmascaran los problemas subyacentes del cuerpo o «adormecen» por un tiempo los desequilibrios. Sin
embargo, como la mayoría de los ginecólogos, yo receto píldoras anticonceptivas a muchas mujeres,
tanto para anticoncepción como para las hemorragias uterinas disfuncionales, porque tomar la píldora es
la manera más fácil que tiene la mujer de eliminar sus síntomas sin hacer el trabajo de cambiar los aspectos de su vida que contribuyen al problema.
Según las estadísticas, las mujeres mayores de 40 años que tienen este trastorno están en mayor
riesgo de hiperplasia endometrial, y muchos médicos hacen una biopsia del endometrio antes de iniciar
el tratamiento hormonal. La hormona progestina (progesterona sintética) suele ser el tratamiento elegido, tanto para eliminar la hiperplasia si la hay como para detener la hemorragia anormal. Yo suelo recetar progesterona natural para este mismo fin. Si la mujer tiene faltas de reglas y desea quedar embarazada, suele recetarse el medicamento para la fertilidad Clomid, que engaña al cerebro y a los ovarios para
que produzcan una ovulación.60
Un subgrupo de mujeres con este trastorno tienen sobrepeso. No ovulan regularmente, en parte
debido a que la grasa corporal produce demasiado estrógeno. El estrógeno estimula excesivamente el
revestimiento uterino y puede producir anovulación. A veces estas mujeres tienen un trastorno llamado
síndrome de ovario poliquístico, en el cual los ovarios desarrollan un engrosamiento de la pared externa,
bajo la cual muchos óvulos, parcialmente estimulados y no expulsados, forman quistes. En los exámenes
por ultrasonido, los ovarios aparecen agrandados y presentan en ellos múltiples quistes pequeños. (Es
interesante observar que las personas intuitivas médicas señalan exactamente esto mismo cuando hacen
su lectura de estas mujeres.) Los estudios han demostrado que el riesgo de irregularidades menstruales
es dos a tres veces mayor en mujeres obesas que en las que tienen un volumen corporal normal.61 Un
cambio dietético para disminuir el exceso de grasa corporal puede servir para bajar los niveles de estrógeno.
Un estrés constante, una dieta rica en alimentos refinados y pobre en nutrientes, y la falta de exposición a la luz natural, son factores que pueden ser causa de hemorragia uterina disfuncional. A muchas de mis pacientes les ha ido bien con solo hacer cambios en el estilo de vida y en la dieta. Algunas
hacen estos cambios además del tratamiento hormonal.
Programa de tratamiento alternativo
Mi plan de tratamiento suele incluir una o más de los puntos siguientes:
•
•
•
•
Mejorar la dieta (véase cap. 17 y la dieta recomendada para dolores menstruales en pág. 163).
Suplementos multivitamínico-minerales y ácidos grasos esenciales. Estos ayudan a metabolizar el exceso
de estrógeno y equilibrar las hormonas prostaglandínicas. (Véase información sobre ácidos grasos esenciales en pág. 166).
Progesterona natural. Esta se puede tomar por vía oral o transdérmica. La dosis depende de los síntomas; normalmente es de 50 a 200 mg diarios por vía oral, desde mitad de ciclo hasta el comienzo de la regla (por lo general los días 14 a 28 del ciclo), durante al menos tres meses. Para la administración transdérmica usa una crema de progesterona al 2 por ciento, un cuarto de cucharadita una o dos veces al día, los mismos días. También se puede administrar progesterona natural
en supositorios, por vía vaginal o rectal, durante treinta días o más, según la paciente.
Compresas de aceite de ricino. Se aplican en el bajo abdomen al menos tres veces por semana, 60 minutos
cada vez. Este programa deberá seguirse durante un mínimo de tres meses, y pasado ese tiempo se
puede reducir a una vez a la semana. No hay que ponerse compresas mientras se está con regla abun-
dante.
El aceite de ricino (llamado también de castor o de palma Christi) se ha usado durante cientos de años por sus propiedades curativas. Las compresas de aceite de ricino son un tratamiento
que solía recetar el intuitivo médico Edgar Cayce para muchos y diferentes trastornos. A mí me
las dio a conocer la doctora Gladys McGarey, que las ha usado en su práctica médica durante
más de cuarenta años. Se preparan empapando un paño de lana o franela de algodón doblado en
cuatro con aceite de ricino prensado en frío. La franela empapada en aceite se coloca directamente sobre la piel del bajo abdomen y se cubre con un trozo de plástico (de bolsa de plástico por
ejemplo). Sobre la compresa se aplica calor, por ejemplo una bolsa de agua caliente o una almohadilla eléctrica. Sobre la fuente de calor se puede colocar una manta o toalla para sujetarla. Yo
prefiero una fuente de calor no eléctrica y recomiendo una bolsa de agua caliente. La paciente entonces permanece una hora echada con esto sobre el bajo abdomen. Le pido que durante el tratamiento preste atención a los pensamientos, imágenes y sentimientos que surjan y los anote en
un diario. Estudios preliminares sobre las compresas de aceite de ricino realizados en la Facultad
de Medicina George Washington indican que estas mejoran el funcionamiento del sistema inmunitario.
•
•
•
Terapia de luz. Determina cuál fue el primer día de tu última regla con la mayor exactitud posible. (Tal
vez tengas que limitarte a suponerla.) Desde los días 14 al 17 del ciclo, duerme con una lámpara normal de mesa de noche encendida en el suelo, al lado de la cama, con bombilla de 100 vatios, y con una
pantalla que haga reflejar la luz en el techo y pared, pero que perturbe lo más mínimo tu sueño. Haz
esto durante seis meses. En un estudio realizado con dos mil mujeres, más del 50 por ciento regularon
sus ciclos, antes irregulares, a un ciclo regular de 29 días haciendo esto.62
Acupuntura y hierbas. La acupuntura y las hierbas pueden solucionar la hemorragia uterina dis-
funcional y muchos otros problemas ginecológicos. Así como hay muchos estados emocionales y
disfunciones de la energía que podrían disponer el escenario para trastornos menstruales, hay
muchos tratamientos orientales, apropiados y específicos, con acupuntura y con hierbas, que se
pueden recetar. Cuando una mujer busca tratamiento de acupuntura y de hierbas orientales para
su trastorno menstrual, es posible que reciba uno de entre muchos diagnósticos, algunos de los
cuales son: insuficiencia de riego sanguíneo del corazón, bazo o hígado; insuficiencia de chi; sangre estancada; chi estancado. Según sea su historial o síntomas físicos, así como el examen físico,
se seleccionarán los puntos concretos de acupuntura y las hierbas apropiados para su trastorno.
La mujer que se sienta atraída hacia ese método debe buscar un practicante de medicina oriental
adecuadamente formado y con quien ella se sienta segura.
Meditación y reducción del estrés. Cualquier modalidad que reduzca el estrés puede servir para regular los periodos menstruales, debido a la profunda relación que existe entre el estrés emocional o
psíquico y el desequilibrio bioquímico.
Historias de mujeres
DEBORAH: RUPTURA DE LAZOS FAMILIARES. Deborah tenía 17 años cuando salió de su casa para estudiar
en la universidad. Según su descripción, su familia era «de clase media baja y no orientada a la educación universitaria». De hecho, ella era la primera persona de su familia que se iba de casa por algo que
no fuera casarse. Su familia no estaba de acuerdo con que viviera lejos de casa y querían que fuera a visitarlos todos los fines de semana.
Durante su primer año en la universidad, Deborah conoció a muchas personas interesantes que
la entusiasmaban; se le abrió todo un mundo de retos intelectuales y posibilidades profesionales. Se sentía más feliz y satisfecha que nunca. Desgraciadamente, su madre, temiendo perderla, comenzó a llamarla todas las noches para decirle que era una fracasada y que jamás triunfaría en nada si continuaba en la
universidad. La amenazó con llamar al decano para que le rescindiera la beca y no le quedara otra opción que volver a casa.Deborah se deprimió y por primera vez desde su menarquia comenzó a tener reglas irregulares. Le venían dos o tres veces al mes, o pasaba dos o tres meses seguidos sin regla. Para
sentirse mejor consigo misma, comenzó a correr como forma de hacer ejercicio. Al principio esto la hizo
sentirse más fuerte físicamente, más independiente y más al mando de su vida. Pero el ejercicio no le
regularizó los periodos menstruales; en realidad contribuyó a largos periodos de amenorrea (nada de
reglas). Fue a ver a un ginecólogo y este le dijo que el examen pelviano era completamente normal. El
motivo de su problema, le dijo, era que «andaba tonteando con demasiados tíos». Dado que en esos
momentos no estaba relacionada con ningún hombre, no se sintió ayudada por el médico y no volvió a
ver a un ginecólogo en los once años siguientes.
Sin embargo sí consultó con un acupuntor, que le recetó hierbas chinas además de acupuntura.
Estos tratamientos le regularon las reglas en dos meses, pero muy pronto descubrió que tenía que tratar
la fuente de su depresión, que le volvía cada vez que tenía que dejar de correr debido a alguna lesión.
(Comprobó que la menstruación volvía a la anormalidad tan pronto dejaba los tratamientos de acupuntura y de hierbas.) Se dio cuenta de que la fuente de sus problemas era su relación con su madre, y finalmente se trasladó de estado, lejos de las continuas llamadas telefónicas de su madre, para romper el
control de esta sobre su vida.
Cuando vi a Deborah por primera vez, se estaba recuperando de la adicción al ejercicio y de la
relación con su madre. Había comenzado una psicoterapia y estaba explorando esos problemas. Le recomendé un seminario intensivo para aprender a conectar con sus sentimientos, una dieta de alimentos
integrales, crema de progesterona natural y un suplemento de calcio y magnesio. En los seis meses siguientes se regularizaron sus periodos menstruales a cada 28-29 días, y se le acabó la depresión. Ha roto
los lazos con su familia de origen, que estaban en la raíz de su problema, y su vida se está equilibrando
en todos los aspectos.
DISFUNCIONAL Y HEMORRAGIAS DISFUNCIONALES. Donna, profesora universitaria de 42
años, vino a verme con un historial de seis meses de reglas irregulares; tenía reglas de dos semanas seguidas, después nada durante seis meses, después unos pocos días con pérdidas pequeñas, etcétera.
También le venían ataques de ansiedad y depresión intensas que le duraban tres semanas, alrededor del
tiempo en que le comenzaba la irregularidad. Una biopsia endometrial reveló hiperplasia quística y
adenomatosa, anormalidad relacionada con la anovulación (no ovulación).
La madre de Donna también había tenido periodos menstruales anormales y cambios de estado
de ánimo pasados los cuarenta, pero había decidido que «todo esto es cuestión de hormonas y simplemente hay que aguantarlo». Donna estaba bastante segura de que su madre había tenido problemas no
resueltos con su padre, ya que el recuerdo que tiene de su abuelo, cuando ella era niña, es el de una persona a la que le asustaba ir a casa.
Donna me contó que había estado teniendo sueños y recuerdos sobre abusos sexuales por parte
de sus tíos. «Me aterra la idea de que si le cuento a alguien lo que ocurrió o lo que creo que ocurrió, Dios
me va a castigar —me dijo—. ¿Puedo obligarme a tratar este asunto más rápido?» Como le ocurre a muchas mujeres, tenía la impresión de que simplemente tener los hechos, quién, qué, dónde y cuándo, le
serviría para solucionar las molestias y continuar con su vida de una vez por todas. Pero no es así como
funciona la curación de la vida. Tenemos que permitir que el trabajo de curación siga su curso suave,
gradual y respetuosamente.
La educación de Donna la llevaba a pensar: «Todo en la vida es culpa mía. Vivo pensando que
estoy loca y que debo haberme inventado este asunto». La tranquilicé diciéndole que en esta cultura a las
mujeres se las ha llamado locas durante siglos por decir la verdad, y que lo que le estaba pasando era
muy normal, dada su historia. Decidió entrar en un grupo de supervivientes de incesto para con su ayuda trabajar en resolver su propia negación y la de su familia. Pasados varios meses de trabajo, se le practicó otra biopsia de endometrio, para comprobar si había células anormales, y resultó perfectamente
normal, como también las hormonas de la pituitaria. Poco a poco se habían ido regularizando sus periodos menstruales.
Tratar sus traumas emocionales fue lo que realmente «curó» los problemas menstruales de Donna. Sus reglas, mediante su irregularidad, le habían comunicado su sabiduría corporal. La sangre menstrual le llamó la atención hacia la curación que necesitaba hacer en su relación con su familia, su sangre.
DARLENE: REGLAS IRREGULARES DESDE LA MENARQUIA. A Darlene, profesora, la vi por primera vez como paciente cuando ella tenía 32 años. Estaba casada, no tenía hijos, y desde la pubertad mostraba un
largo historial de hemorragia uterina disfuncional. Pasaba largos periodos de tiempo sin regla, seguidos
por hemorragia casi continua durante un mes y después pérdidas pequeñas infrecuentes. Tenía problemas de ansiedad continua y ataques de pánico si se veía obligada a estar fuera de casa un periodo largo.
DONNA: FAMILIA
Su matrimonio era una fuente de infelicidad más que de agrado. Generalmente estaba nerviosa, tenía
problemas para dormir y sufría de frecuentes dolores de cabeza.
Su infancia y adolescencia habían sido estresantes. Su padre y al menos un abuelo eran alcohólicos, aunque había muchísima negación respecto a esto en su familia. Su madre, su abuela materna y una
prima habían tenido problemas de hemorragia uterina que habían llevado a histerectomías. Su tía y otra
prima tenían cáncer de útero y también les habían practicado histerectomía.
El motivo de venir a verme fue para trabajar la fertilidad. Dado el cuadro de hemorragias, le hicimos una biopsia endometrial, que reveló hiperplasia endometrial. Para tratar este trastorno le recetamos elevadas dosis de progestina sintética. Sin embargo, a diferencia de muchas mujeres que siguen este
tratamiento, no se le detuvieron las hemorragias. Después del tratamiento con progestina se le practicó
una segunda biopsia y esta vez se encontró la anormalidad de hiperplasia quística y adenomatosa. El
siguiente paso sería legrado quirúrgico con dilatación para estar seguras de que no tenía cáncer de útero.
Pero a Darlene la aterraba esta intervención y me suplicó que le diera un tratamiento alternativo.
Al ver su fuerte reacción, cedí y le recomendé compresas de aceite de ricino en el bajo abdomen, tres a
cuatro veces por semana, para mejorar su sistema inmunitario. Yo sabía que eso le daría la oportunidad
de reflexionar al menos tres veces por semana sobre su trastorno y los mensajes que este quería transmitirle. Acordamos que si eso no le cambiaba las células, seguiríamos adelante y haríamos el legrado quirúrgico.
Pasadas dos semanas le hice otra biopsia de endometrio. El tejido era normal, en consonancia con
la primera fase de su ciclo menstrual. Darlene estaba eufórica y lloró de alivio. Durante esos meses había
cambiado su bioquímica ayudándose de biofeedback, que hacía para el insomnio, dolores de cabeza y
ansiedad. Comprendiendo que su matrimonio no había sido saludable para ella, se separó de su marido,
comenzó el proceso de divorcio y se lió en un romance mediante el que satisfacía sus necesidades sexuales, lo que resultó ser profundamente sanador para ella.
Tres años después, cuando vino a verme para su examen anual, me contó que estaba desarrollando una sensación de poder alrededor de su ciclo menstrual que le resultaba nuevo y muy estimulante. «Tengo los pechos más grandes —me dijo—; me siento poderosa y camino como si supiera los secretos del Universo. Creo que durante años mi familia se ha sentido aterrada de mi poder. Recuerdo que
pensaba eso cuando era pequeña. Aunque tener este poder me parece algo nuevo, también me parece
algo que he sabido desde hace mucho tiempo». Darlene ha recuperado su conexión con el femenino universal y con su sexualidad. Al hacerlo, ha roto el ciclo de hemorragias irregulares que duraba generaciones en su familia.
Reglas excesivamente abundantes (menorragia)
Algunas mujeres sangran tan copiosamente durante sus menstruaciones que rutinariamente manchan la
ropa aun llevando uno o dos tampones más una compresa. La sangre les pasa a la ropa incluso durante
el segundo o tercer día de regla. Incluso las hay que no pueden salir de casa esos días debido a la hemorragia tan abundante. Una de mis pacientes decidió hacerse una histerectomía después de mancharse la
ropa y manchar la tapicería del asiento del avión en dos viajes de negocio que hiciera a Europa.
Este tipo de hemorragia tan abundante se llama menorragia. Las mujeres que sufren de este trastorno tienen reglas regulares pero muy copiosas. Con el tiempo la menorragia puede ser causa de
anemia (pocos glóbulos rojos) si la mujer no toma suficiente hierro en la dieta o si su cuerpo no puede
reponer la sangre que pierde cada mes. La menorragia puede estar causada por miofibromas, por endometriosis o por adenomiosis. Excepcionalmente está relacionada con un problema tiroideo. Algunas mujeres sangran abundantemente sin ningún motivo aparente.
Las reglas crónicamente abundantes pueden estar relacionadas con estrés constante del segundo
chakra, por problemas, entre otros, de creatividad, relaciones, dinero y control de los demás. Una de mis
pacientes que tenía a veces reglas muy abundantes, observó que esto le ocurría cuando estaba dolida y
necesitaba llorar. «Cuando sangro así —dice—, «creo que es como si la parte inferior de mi cuerpo llorara las pérdidas que he sufrido en mi vida». Cuando se tomaba el tiempo para prestar atención a los diferentes problemas que estaba teniendo y se permitía sentir las desilusiones y la pena, tenía reglas normales. Otra paciente, que sufría de fuertes dolores todos los meses y sangraba profusamente, comenzó a
pensar que el dolor uterino estaba relacionado con su fuerte necesidad de espacio creativo en su vida.
Empezó a reservarse una hora al día para hacer escultura. Cada vez que lo hacía, conectaba con la alegría
de crear por crear y poco a poco le fue disminuyendo el dolor pelviano y la cantidad de sangre cada mes.
La adenomiosis, causa común de reglas abundantes, es un trastorno en el cual las glándulas que
normalmente se desarrollan en el revestimiento del útero o endometrio, penetran en las paredes del útero. (A veces llamada endometriosis interna, la adenomiosis se presenta junto con miofibromas y/o endometriosis, pero no siempre.) Este trastorno puede invadir de sangre el interior de la pared uterina en
cada periodo menstrual, lo cual es causa de menstruaciones dolorosas y muy abundantes. La pared uterina se esponja y congestiona con sangre, lo cual causa un trastorno en el cual los músculos uterinos no
pueden contraerse normalmente para disminuir la hemorragia.
Generalmente se puede sospechar de adenomiosis por la historia de la mujer y por una característica sensación de que el útero está «pantanoso» al palparlo en el examen pelviano. Sin embargo, sólo
se puede hacer un diagnóstico definitivo por resonancia magnética nuclear o por biopsia de la pared
uterina, que supone sacar quirúrgicamente un trozo de útero, o extirparlo todo entero.
Tratamiento
Como para todos los trastornos mencionados en esta sección, las modalidades que cambian el campo
electromagnético que rodea el cuerpo y desbloquea la energía de la pelvis, pueden tener un efecto beneficioso en la menorragia. La acupuntura, la meditación y el masaje están entre esas modalidades.
•
•
•
•
Cambio de dieta. Esté o no causada la menorragia por adenomiosis, la mujer puede responder bien
a una dieta que equilibre sus eicosanoides, disminuya los efectos del exceso de insulina y reduzca el exceso de estrógeno en circulación.
Suplementos. Para las reglas muy abundantes, sobre todo durante la perimenopausia, prueba con
los siguientes suplementos diarios: vitamina E (100-400 UI) y vitamina A (5.000-10.000 UI).63 Al
parecer la vitamina A regula el nivel de estrógeno; la vitamina E previene el exceso de coagulación y mantiene más normal el flujo; se pueden tomar dosis de vitamina A en dosis de hasta
100.000 UI diarias pero sólo durante tres meses, porque hay riesgo de toxicidad (aunque 5.00010.000 UI de vitamina A está dentro del margen no tóxico, es mejor no tomarla si estás tratando
de quedar embarazada.) Se ha demostrado también que la vitamina C con bioflavonoides (500
mg diarios) y la vitamina A disminuyen la pérdida de sangre menstrual.64 Yo recomiendo también un buen suplemento multivitamínico-mineral que contenga cantidades adecuadas de todas
las vitaminas, ya que estas tienden a funcionar de modo sinérgico.
También suele ir bien eliminar todos los productos lácteos (incluso los desnatados) durante al menos tres meses.
Medicamentos. A las mujeres cuya menorragia no responde a la dieta o que prefieren otras opciones
suele irles bien una progestina sintética para controlar la hemorragia. Normalmente yo receto de 5 a
10 mg de Provera o Aygestin, tomados una o dos veces al día durante las dos últimas semanas de cada ciclo menstrual. En muchos casos también pueden ir bien las píldoras anticonceptivas. Asimismo
se puede usar progesterona natural, tomada por vía oral o aplicada en la piel en forma de crema. La
dosis depende de la gravedad del problema. Para progesterona oral, desde el día 14 al 28 del ciclo: 100
mg cuatro veces al día en los casos más graves; 50 mg dos veces al día en los casos más benignos. Para
la crema de progesterona: media cucharadita dos veces al día en las zonas suaves de la piel: pechos,
cuello, cara, abdomen, parte interior de los muslos, brazos o manos. Seguir la dieta reseñada en el
capítulo 17 suele disminuir o eliminar con el tiempo la necesidad de progestina o progesterona. Algunas mujeres han seguido este tratamiento durante meses e incluso años como alternativa a la histerectomía.
Los inhibidores de la prostaglandina como ibuprofén (Advil o Motrin), naproxeno sódico
(Aleve) o ácido mefenámico (Ponstel) también han ido bien a algunas mujeres para disminuir la
hemorragia menstrual.65 Es mejor tomar estos medicamentos una o dos veces al día durante tres
o cuatro días antes de que deba comenzar la menstruación y continuar tomándolos durante los
días en que la regla es normalmente más abundante.
Cirugía. La ablación endometrial, en la que se cauteriza el revestimiento del útero, es un trata-
miento quirúrgico para las mujeres cuya menorragia no ha respondido a ninguno de los demás
tratamientos. Es una excelente alternativa a la histerectomía y controla eficazmente la profusión
de sangre en más del 85 por ciento de los casos. Se puede practicar sin hospitalización, o con una
estancia de una noche en el hospital.66 Las mujeres que optan por esta operación, deben ser concienzudamente exploradas antes para estar seguros de que el trastorno va a responder, porque
no en todas da resultado. Otra opción es la histerectomía.
Sanar nuestra historia menstrual:
Preparar a nuestras hijas
Muchas mujeres, como aquellas de las que he hablado en este capítulo, le han dado la vuelta completa a
sus dolorosas experiencias menstruales y han comenzado a recuperar la herencia que les corresponde: su
sabiduría corporal y menstrual. Cuando una mujer hace esto transmite a la generación siguiente una
imagen corporal y una relación con su cuerpo más positivas. De esta manera se libera ella y libera a otras
de la degradación patriarcal de lo femenino, y con ello aumenta enormemente la posibilidad de sanar los
ciclos de todas las mujeres.
Durante demasiado tiempo a las chicas se les ha presentado el ciclo menstrual únicamente desde
el punto de vista de la relación sexual y de la posibilidad de quedar embarazadas sin darse cuenta. La
mayoría de las niñas no están preparadas emocionalmente para comprender la plenitud de su sexualidad femenina mientras no sepan y comprendan el funcionamiento de su útero, trompas de Falopio, ovarios y la naturaleza cíclica menstrual. Recuperar la sabiduría menstrual supone que las mujeres imaginemos una manera nueva y positiva de pensar y hablar sobre la experiencia menstrual, con nosotras
mismas, con nuestras hijas y con los hombres de nuestras familias. Además, supone educarnos a nosotras mismas y educar a los demás acerca de la sexualidad femenina. Muchas tenemos maridos que expresan su inquietud por la pubertad de sus hijas. Al parecer los padres tienen una sensación, muy antigua y probablemente no analizada, de necesitar proteger a sus hijas de otros hombres y chicos. Si esta
protección realmente diera resultados y sirviera a las mujeres para sentirse seguras en sus cuerpos femeninos, podríamos sentirnos muy felices de ella. Sin embargo, en la realidad, los padres sencillamente no
pueden proteger eficazmente a sus hijas, y las niñas y mujeres no pueden y no deben continuar buscando hombres para que las protejan y mantengan.
Muchas mujeres me han contado sobre la falta de apoyo que encontraron en sus padres al llegar
a la menarquia: «Tan pronto como tuve mi primera regla las cosas cambiaron entre nosotros. Mi padre
jamás volvió a abrazarme ni a acariciarme. Ya no fue la misma nuestra relación, nunca más». Una mujer
que tenía miofibromas uterinos recordó que una vez, cuando tenía catorce años y estaba muy arregladita
para salir con un chico, su padre le gritó: «¡Eres una guarra, una puta!». Hacía años que no recordaba
eso. Cuenta que se sintió como si esas palabras le penetraran el cuerpo y se quedaran allí, influyendo en
su modo de sentirse consigo misma como mujer durante los veinte años siguientes.
Desde el nacimiento se nos adoctrina con la idea de que nuestros cuerpos están sujetos a la mirada posesiva de otras personas y expuestos al comentario y observación públicos. Hacemos desfilar a
nuestras hijas pequeñas ante las miradas de los demás y con frecuencia las vestimos como si fueran pequeños confites para agradar. Uno de mis colegas nos explicó que cuando su hija de trece años se sentó a
la mesa, el hermano mayor comentó: «Veo que hemos tenido la visita del hada de los pechos». Él lo contó riendo a carcajadas, pero me imagino que su hija no lo encontró nada divertido.
Para muchas chicas de esta sociedad, la pubertad ha sido una época de pérdidas. Cuando mi hija
mayor tenía once años y yo la estaba metiendo en la cama una noche, me dijo que la preocupaba una
cosa. Tenía un bulto en el pecho que le dolía y la asustaba. Me pidió que se lo examinara. Eso hice, y vi
que bajo el pezón izquierdo le estaba comenzando a asomar el pecho; el primer signo de pubertad. Le
dije que eso era normal y que no tenía nada de qué preocuparse. ¡La felicité!
Más tarde esa noche entró en mi habitación; no podía dormirse.
—¿Podemos hablar? —me preguntó.
—Por supuesto.
Le pregunté qué la preocupaba y se echó a llorar.
—No quiero crecer —me dijo.
La abracé y le conté que yo recordaba haber sentido lo mismo. Hacía años que no lo recordaba.
Pero al verla ahí en mis brazos, en el umbral de la pubertad, recordé la profunda tristeza que me produjo
la idea de crecer. Recuerdo que no quería irme de casa jamás; no quería que mi vida cambiara nunca.
Estuvimos allí sentadas en la cama hablando de eso, teniéndola abrazada.
Después de un rato le pregunté si quería hablar de eso con su padre.
—Sí —dijo, y le preguntó—: Papá, ¿alguna vez te sentiste triste por crecer?
—No —dijo él—, hasta estos últimos años.
Los tres nos echamos a reír por su respuesta. Después de otros minutos de reconocer los sentimientos de mi hija hacia la pubertad, nos dio las gracias y se bajó de la cama, feliz. Esa experiencia fue
para mí un fabuloso ejemplo de cómo nuestras emociones, cuando las respetamos y expresamos, pasan
naturalmente por el cuerpo y se marchan.
Mi hija no ha vuelto a tocar este tema desde entonces, pero sé que lo hará si siente necesidad de
apoyo. Su tristeza ha sido para mí un reto en el sentido de cómo podemos ayudar a nuestras hijas a pasar de ser niñas a mujeres con alegría y respeto. Ahora creo que en un cierto grado profundo y no expresado, ella sabe que pasar de la inocencia de la infancia a la pubertad no es una perspectiva totalmente
feliz en una cultura en que el cuerpo femenino es un artículo de consumo. Cuando trabajamos juntas
para crear nuevos ritos de pasaje para las mujeres, debemos reconocer que avanzar también significa
dejar marchar y llorar lo que se pierde.
Ciertamente, no podemos llevar a nuestras hijas a un espacio donde nunca hemos estado. No
podemos ofrecerles curación en aspectos en los cuales todavía estamos profundamente heridas nosotras
mismas. Si todavía llevamos en nosotras generaciones de vergüenza por los procesos de nuestros cuerpos femeninos, no podemos esperar transmitirles a nuestras hijas amor por sus cuerpos. Necesitamos
nuevas maneras de pensar acerca de todo esto. Cada una de nosotras debe crear nuevas ceremonias y
nuevos ritos de pasaje para nuestras hijas. Pero antes de poder hacer esto eficazmente, debemos reconocer y apropiarnos de nuestras experiencias, por poco alentadoras y dolorosas que sean, y trabajarlas.
¿Cómo podríamos pensar de otra manera acerca de nuestros ciclos? ¿Cómo podríamos celebrar
nuestro periodo menstrual, nuestro periodo de poder, nuestro periodo de conexión con el ser femenino
global? Tamara Slayton ha hecho de la redención del ciclo menstrual la obra de su vida. Creó la Fundación Salud Menstrual y la empresa Nuevo Ciclo. Además de servicios educativos, su empresa fabrica el
equipo La Muñeca Se Hace Mujer, para ayudar a madres e hijas (o padres e hijas, o cualquier otra combinación de progenitores) a armar juntas una muñeca para celebrar la menarquia de la niña, eligiendo
juntas telas, abalorios y cualquier otro adorno.
Tamara dirige seminarios con niñas adolescentes, en los cuales se le da cera color rosa a cada niña para que modele un pequeño útero, con ovarios, óvulos y diferentes tipos de flujo cervical, rojo para
la sangre y blanco para el flujo fértil de mitad de ciclo. Después se hace una gráfica del ciclo mensual y
estos flujos. Esos ovarios pequeños de cera rosada contienen puntitos de cera verde que representan los
óvulos. Combinando así el proceso creativo artístico, el uso de las manos y la mente al mismo tiempo,
con información sobre el ciclo menstrual, podemos recuperar el vínculo entre nuestro ciclo físico y nuestra creatividad. ¿Te das cuenta de lo diferente que es esto de la «educación sexual»? Es imposible que las
chicas integren la sexualidad mientras no comprendan y respeten sus propios ciclos y ritmos interiores.
Tamara ahora dirige un programa de formación para mujeres, para que puedan ser educadoras de salud
menstrual en sus comunidades. Su trabajo está teniendo un efecto muy positivo en la vida de jóvenes
(mujeres y hombres) del país y del extranjero.
Hace unos años asistí el parto de mi sobrina y guardé su cordón umbilical; lo enrollé en un tubo
de cartón de papel higiénico y lo puse a secar junto a una ventana asoleada. (Si es invierno se puede hacer esto en un horno a temperatura suave.) La larga y delgada espiral de fibra que quedó es un poderoso
símbolo del vínculo que unía a esta niña con su madre. Le voy a regalar este cordón cuando llegue el
momento de su paso a mujer. Algunas tribus de indios norteamericanos trenzaban el cordón umbilical
en las crines del cuello del primer poni que tenía la niña, como protección. En muchas otras culturas se
da un uso especial al cordón. A mis hijas las fascinó este cordón y me preguntaron por qué no había hecho lo mismo con los de ellas. Les dije que en esos momentos no se me había ocurrido. Ahora lamento no
haberlo hecho.
Las adolescentes de hoy en día son «fértiles bombas de tiempo», porque no tienen ningún conocimiento de sus ciclos, y usan la sexualidad y la relación sexual como rito de pasaje. 67 Yo aconsejo enseñar a todas las chicas adolescentes a hacer el amor consigo mismas, para que no sientan la necesidad de
chicos adolescentes para desahogarse. Cuando enseñamos a nuestras jovencitas el respeto por sus cuerpos y sus ciclos, y cuando nosotras también nos sanamos en estos aspectos, contribuimos a romper los
ciclos de maltrato y abuso que han durado siglos.
Después de leer un artículo sobre el trabajo de Patricia Reis con la Diosa y los cuerpos femeninos,
Marge Rosenthal recordó que ella había creado un mito para explicar el ciclo menstrual a su hija. En una
carta a Patricia Reis, escribió:
Cuando mi hija tenía cuatro o cinco años y yo tenía molestias premenstruales y andaba en busca
de algo positivo sobre los dolores, el mal humor y todos los demás placeres de ser mujer, inventé
los Menstruos de la Diosa. Esto surgió de una situación espontánea: mamá malhumorada, la pequeña preguntándose por qué y yo deseosa de darle una respuesta creíble.
Le dije que una vez al mes los Menstruos de la Diosa visitaban el cuerpo de la mujer y
que la diosa era muy misteriosa. A veces se introducía en nosotras sin previo aviso, y a veces se
hacía anunciar por fuertes tirones dentro del cuerpo. Le expliqué que cuando los seres humanos
sangran es señal de enfermedad o herida, pero que la sangre que nos produce la diosa es una reafirmación de la vida; es una limpieza de nuestro cuerpo. Le dije que la llegada de la diosa es un
momento de celebración, un momento para comprar flores o algo pequeño y especial, sólo para
nosotras las mujeres.
Le expliqué que el mal humor se debía a que yo no escuchaba a mi cuerpo. Si hubiera
prestado atención a los tirones habría sabido ser más amorosa conmigo misma (¡y tal vez habría
tomado un par de aspirinas!). Gracias a que hice esto comprendí todo el valor positivo de crear
nuestras propias diosas. Me creé una pequeña diosa para hacer asociaciones positivas con el ciclo
menstrual. Es una diosa muy vital y enérgica que nos gasta bromas en el cuerpo, llegando adelantada o retrasada, callada o tormentosa, dándonos tirones o revolcándose en nosotras, pero una
vez que reconocemos su presencia se alegra mucho de instalarse silenciosamente y esperar, hasta
la próxima vez.
Al acercarme a la menopausia, sé que echaré de menos a la diosa. Habrá llegado el momento en que ella se quedará en la juventud que compartimos y yo me marcharé para dejar que
el siguiente espíritu entre en mi cuerpo. ¿Cómo se llamará ella?, me pregunto.
Crear salud a lo largo del ciclo menstrual
Sentada en silencio, pregúntate: «¿Cuál es mi verdad personal sobre el ciclo menstrual? ¿Cómo me hace
sentir esta información? ¿Qué mensajes acerca de la menstruación y las hormonas he aprendido de mi
familia? ¿Qué información he transmitido a las mujeres más jóvenes de mi vida? ¿Qué me digo a mí
misma sobre mi periodo menstrual? ¿Qué puede enseñarme este?». Al margen de tu grado de conocimiento y crecimiento, sé amable contigo misma.
Durante los tres meses siguientes, lleva un diario lunar, destinado concretamente a observar los
efectos de tu ciclo menstrual en tu vida. Síguele la pista a las fases de la Luna (suelen aparecer en los
diarios, en almanaques y calendarios). Observa si notas alguna correlación entre tu ciclo y las fases de la
Luna. Fíjate en si ansias comer ciertos alimentos durante la fase premenstrual. ¿Cuáles son esos alimentos? ¿Te sería tan agradable darte un buen baño como tomar ese exquisito helado de frutas?
Dedica un tiempo a sintonizar con y afirmar tu naturaleza cíclica. Escribe una corta entrada en tu
diario cada día. Las recompensas de hacer eso serán inconmensurables. Te sentirás conectada a la vida
de un modo totalmente nuevo, con un mayor respeto por ti misma y tus magníficas hormonas.
Celebra los Menstruos de la Diosa a tu manera especial y única.
Descargar