24 Los platos preparados La falta de tiempo libre de las sociedades económicamente desarrolladas se deja notar en la dieta, pues la laboriosa comida casera va cediendo terreno a la comida preparada. Muchos consumidores del mundo occidental disponen de poco tiempo para cocinar y se ven obligados a hacer comidas rápidas a lo largo de la jornada laboral o a la vuelta del trabajo. Esto ha favorecido el consumo creciente de platos preparados, que permiten comer al estilo casero en apenas unos minutos. Curiosamente, la legislación española no se ha hecho más precisa a medida que el mercado de los platos preparados se diversificaba, de manera que productos tan dispares como una lasaña congelada o una tarrina de estofado servida en el mostrador del supermercado deben atenerse a la misma normativa, vaga e insuficiente. Expliquemos la trascendencia que esta indefinición tiene para el consumidor, escogiendo un producto cualquiera, como pueden ser los populares palitos rebozados de merluza: la ley no distingue denominaciones diferentes en este producto, que permitan discernir entre distintas calidades, por lo que el mismo nombre sirve para una barrita con un 70% de pescado y otra con un 70% de rebozado, o para un relleno consistente en un picadillo de merluzas "baratas" de categoría inferior o para un filete entero de merluza del Atlántico sin defectos. En una palabra, muchos platos preparados se merecerían tener su propia legislación. Etiquetado Los platos preparados se venden no sólo envasados, sino también a granel y cada vez es más frecuente que los supermercados les dediquen una sección. • Las etiquetas de los envasados deben incluir una denominación, que suele corresponderse con el nombre popular o consagrado por el uso para cada tipo de plato (por ejemplo, "cocido madrileño") o bien a un nombre ideado por el fabricante (como "delicias del mar"), en cuyo caso debe añadirse una breve descripción que nos aclare si estamos ante un plato a base de carne, pescado, etc. Eso sí, debe especificarse si se trata de platos cocinados o tan sólo precocinados: – Los primeros están parcialmente OCU hechos y es el consumidor quien debe completar su preparación culinaria antes de comerlos; sería el caso, por ejemplo, de un salteado de verduras congeladas, que debe rehogarse en la sartén hasta que esté definitivamente en su punto. – Los segundos se venden terminados y listos para el consumo, a falta como mucho de un recalentamiento. Un ejemplo de este tipo de platos son los pollos que se compran asados. Además, en función de cómo se conserven y presenten al público los platos preparados pueden ser: – "De consumo inmediato": sólo pueden venderse en las 24 horas siguientes a su preparación y deben exponerse en recipientes cerrados mantenidos constantemente a más de 65 ºC. – "Refrigerados": se mantienen a una temperatura máxima de 3 o 4 ºC y se venden en los 5 días siguientes a su preparación. – "Ultracongelados": deben conservarse a una temperatura de – 18 ºC (el corazón del producto debe estar, como mucho, a – 10 ºC). No se pueden descongelar antes de su venta ni tampoco recongelarse una vez que han alcanzado la temperatura ambiente (vea la ficha nº 25). – “Conservas”: están esterilizadas y se pueden conservar a temperatura ambiente (vea la ficha nº 25). A veces, los productos rebozados abusan de la costra y escatiman el relleno, el ingrediente más caro. • Los ingredientes deben enumerarse en orden decreciente según su peso. Si algún ingrediente aparece resaltado en la etiqueta por medio de imágenes o palabras, en la lista de ingredientes debe aclararse el porcentaje que representa su peso con respecto al peso del producto (por ejemplo, si se trata de un "salpicón de marisco", habrá que especificar qué tanto por ciento de marisco contiene realmente ese salpicón). • Siempre debe señalarse la fecha de caducidad o de consumo preferente. • Las instrucciones de preparación son obligatorias, si no ponerlas puede llevar a un uso incorrecto del producto. • Es obligatorio indicar el peso del producto, aunque lo ideal es que se señale también el número de raciones o unidades del envase. Esto es fundamental en el caso de la comida que se reconstituye con líquido, como las sopas deshidratadas, cuyo peso en seco no es en absoluto orientativo. Saber comprar La venta a granel El primer consejo a la hora de comprar platos preparados es precisamente evitarlos cuando se exponen a la venta en inadecuadas condiciones de conservación. Tenga en cuenta que normalmente se trata de comida muy manipulada que, en muchos casos, va a consumirse sin calentar, factores ambos que aumentan el riesgo de contaminación microbiológica. Por eso es fundamental leer los termómetros de los expositores que los contienen y comprobar que sus temperaturas son poco favorables a la proliferación de bacterias: OCU Las fotos publicitarias de los envases tratan de ofrecer una imagen seductora de los platos preparados, cuyo aspecto real puede resultar decepcionante comparado con ellas. No les preste atención. Los platos preparados que se venden a granel deben exponerse adecuadamente, para no convertirse en el caldo de cultivo perfecto para las bacterias. – Nunca compre platos preparados expuestos a temperatura ambiente. Los que se vendan calientes deben estar a más de 65 ºC; los refrigerados, a menos de 8 ºC (entre 2 y 4 ºC si llevan crema o nata, pues son más sensibles a los riesgos microbiológicos). – Los platos preparados congelados deben exponerse a –18 ºC (en general, la temperatura de los arcones cerrados es más fiable que la de los abiertos). – Compre los platos preparados en último lugar, para que no pasen mucho tiempo a temperatura ambiente. – Deseche los envases dañados y los productos atravesados por banderillas o palillos. Tampoco son fiables los productos cocinados que se muestran junto a otros crudos ni los que empiezan a dar señales de deterioro: lechuga lacia, superficies resecas, mayonesa que amarillea... Esto es doblemente importante en el caso de los productos que se toman sin calentar, como son los sandwichs, las ensaladillas o los pasteles. Los platos envasados • No se deje seducir por las fotos que ilustran los envases, ya que suelen ser imágenes en las que el producto está "favorecido" y muestran ostensiblemente los ingredientes más caros, mucho menos abundantes en la realidad. Lo realmente ilustrativo es leerse la lista de ingredientes pues nos permite conocer la composición real del plato y comparar productos que aparentemente son del mismo tipo, pero pueden variar enormemente debido a la ausencia de leyes que obliguen a los fabricantes a cumplir unos mínimos: por ejemplo, en una lasaña, el relleno de OCU carne puede superar el 50% del peso total o ser sólo un 15% cubierto por una abundante capa de besamel. • El etiquetado nutricional no es obligatorio, aunque suele aparecer en los platos preparados y resulta muy útil para comparar productos del mismo estilo. Recuerde que los valores nutricionales de los platos precocinados pueden variar sensiblemente durante el tratamiento previo a su consumo: unas croquetas congeladas serán mucho más grasas y calóricas una vez fritas que recién salidas del paquete, estado al que se refiere la información nutricional. Cómo conservar Los platos preparados son muy distintos unos de otros en su composición y en su forma de conservación, por lo que no hay consejos que sirvan para todos: consulte la ficha nº 25, referente a las conservas y los congelados y las fichas nº 11 y 12 , en las que se explica lo concerniente a la comida casera, al fin y al cabo, muy parecida a los platos preparados fuera de casa. Qué riesgos Los riesgos de los platos preparados, dejando aparte su especial sensibilidad a la contaminación microbiológica, apuntan sobre todo al desequilibrio nutricional que su ingesta regular puede entrañar para el consumidor. Es decir, que por más que se asemejen a la comida casera, su valor nutritivo no es equiparable al de ésta y no deben convertirse en sus sustitutos. Un salteado de verduras industrial, por ejemplo, será mucho más pobre en vitaminas que uno preparado por usted con verduras frescas. En general, estos productos pecan de exceso de sal o de azúcar, exceso de aditivos y uso de grasas poco saludables. ¿Las consecuencias? – Tomar mucha sal puede provocar un aumento peligroso de la presión arterial en buena parte de las personas que padecen hipertensión. Además, una dieta salada puede causar gastritis atrófica (inflamación de la mucosa estomacal) y agravamiento de las enfermedades que provoquen una retención anormal de agua (insuficiencia renal crónica, insuficiencia cardiaca, problemas circulatorios). – El exceso de azúcar puede traer, entre otros, problemas de obesidad o caries. – Las "grasas vegetales" que suelen aparecer en el etiquetado de los platos preparados son a menudo mixers industriales, es decir, mezclas de grasas baratas en las que predominan los ácidos grasos saturados, que favorecen un aumento del colesterol "malo". Cuando se usan aceites de calidad como el aceite de oliva o el de girasol, se anuncian claramente en el etiquetado, pues son del agrado del consumidor. – El uso generoso de aditivos en los platos preparados no siempre está justificado: los conservantes sirven a veces para frenar los riesgos microbiológicos de una manipulación poco cuidadosa; los colorantes y los potenciadores del sabor crean la ilusión de que se están tomando ingredientes de fundamento, en realidad ausentes o muy escasos. Información elaborada por el equipo de OCU