ENCERRADA En el silencio que reinaba se oyó un suave

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Encerrada
ENCERRADA
En el silencio que reinaba se oyó un suave chasquido. Sabrina se sobresaltó. Enseguida
pensó que otra persona había entrado a utilizar el cuarto de baño. No sabía el porqué,
pero nunca le había inspirado confianza aquel lugar, por eso cuando se encontraba con
alguien allí, se sentía más tranquila. Terminó de hacer lo que la había llevado allí y
salió. La oscuridad reinaba en todo el aseo. Buscó el interruptor y lo apretó, la estancia
se iluminó al momento. Ahora que podía orientarse mejor, se dirigió a la puerta, tiró del
pestillo hacía abajo, ésta no se abrió.
_ Vaya, parece ser que falla el picaporte –dijo en voz alta.
De nuevo lo intentó, esta vez con un poco más de fuerza, pero seguía sin poder abrirse.
Se acordó que alguien había entrado, esperaría a que saliera y entre ambas lo
intentarían. Giró sobre sus talones para poder ver mejor a su compañera de encierro
cuando saliera, pero lo que vio frente a ella la hizo asustarse un poco, todas las puertas
estaban abiertas y en su interior no se veía a nadie. Durante un instante intentó pensar
que lo que podía haber sucedido, lo primero y más probable era que aquel suave ruido
había sido el del pestillo cerrándose. Recordó el día que era: 28 de diciembre, los Santos
Inocentes, también se acordó lo que habían contado mientras tomaban café. En la
empresa había un grupo que era muy dados a gastar bromas a los nuevos empleados, era
como una especie de bienvenida y ese año ella había sido la única incorporación a la
plantilla. Si era eso lo que estaba pasando, lo único que tenía que hacer era sentarse y
esperar a que fuera a sacarla de allí y así demostrarles que aguantaba bien las bromas.
Los minutos pasaban muy lentos, algo que comprobaba mirando su reloj con demasiada
frecuencia. Cuando pasaron 15 de estos, no había oído nada que le hiciera sospechar que
pronto saldría de allí, esto hizo que se empezará a poner nerviosa. Aunque sabía que era
inútil, se acercó hasta la puerta para hacer un nuevo intento, de nuevo no obtuvo el éxito
deseado, como broma ya estaba empezando a ser bastante molesta. Llevaba ya allí más
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de media hora y eso ya sobrepasaba su nivel de lo aguantable, por un instante pensó que
si gritaba, la podían oír desde fuera y la abrirían, pero si lo hacía, eso supondría que no
aguantaba; aunque eso se estaba
empezando a ser cierto. Los nervios se estaba
empezando a apoderar de su estado de ánimo, el cual había pasado de serena y
expectante a enfadada. Intentó respirar hondo y así no alterarse más de lo que empezaba
a estar.
_ Es un edificio grande, y tarde o temprano, tendrá que venir alguien. Ahora lo que debo
de hacer es tranquilizarme, esto no es más que una broma y así es como me lo debo de
tomar.
Retrocedió y se sentó en el inodoro, recostando la espalda contra la pared. Cerró los
ojos y empezó a respirar de manera acompasada. Esto dio el resultado deseado, se relajó
de tal manera que la hizo olvidarse del pequeño receptáculo en el que se encontraba. De
repente sintió como algo frío le rozaba la mano. Sabrina abrió los ojos sobresaltada. El
lugar estaba sumido en la más profunda oscuridad, esto la inquieto, alargó la mano hasta
el interruptor y lo presionó con suavidad. La pequeña sala se iluminó, con esa poca luz
se orientó para poder encender la general. Ahora que ya podía ver, se dio cuenta que el
baño seguía vacío, respiró hondo y dijo en voz alta:
_ Sólo ha sido imaginación mía.
Notó un movimiento a su lado y giró la cabeza para ver , al hacerlo se encontró frente a
una joven de pelo muy largo y excesivamente delgada, su rostro inexpresivo y pálido la
miraba fijamente sin apenas parpadear. Se asustó un poco, pero importaba, aquella
extraña mujer iba a ser la encargada de sacarla de allí. Deseosa por marcharse, rompió
el frío silencio que reinaba, intentando disimular el miedo que sentía.
_ Pensé que me iba a tener que quedar toda la tarde aquí -Animada se acercó de nuevo
hacia la salida, comprobó que seguía cerrada. La miró muy seria y añadió-. Abre la
puerta, por favor. Ya estoy harta de estar aquí metida.
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Su acompañante no articuló palabra, una maléfica sonrisa se dibujó en sus labios.
Sabrina se asustó más, no era capaz de decir nada, solo se limitó a mirar con
detenimiento a su compañera de encierro; llevaba un oscuro vestido que la quedaba
demasiado ancho y tan largo que no le dejaba ver las piernas. Las manos las tenía
ocultas bajo unas mangas demasiado grandes. Su mirada se detuvo en su cara, a un
primer golpe de vista le resultaba familiar, no sabía donde la había visto, pero sabía que
la conocía. Cerró los ojos un instante intentando acordarse, pero seguía sin poder
recordarlo, de repente sintió una fuerte presión en su cuello. Abrió los ojos con rapidez
y vio que de la amplia manga asomaba una mano esquelética que la cogió con fuerza la
garganta y la estaba levantando del suelo como si fuera una pluma. Sabrina comenzó a
patalear en el aire aterrorizada, con sus manos agarró a las opresoras intentando
liberarse de ellas, pero no pudo. Aquella garra la tenía fuertemente sujeta y con lentitud
iba cortándole la respiración. Su cuerpo comenzó a temblar. Probó a articular alguna
palabra, pero lo único que se oyó fue un horrible ruido silbante que salió de su boca. La
garganta se le empezó a resecar, quiso tragar saliva para aliviar esa sensación, pero no
pudo, comenzó a sentir como si un fuerte peso le presionara el pecho, aquella fuerte
mano impedía que entrase el oxigeno a sus pulmones. Sabrina siguió luchando contra
aquel lazo mortal, sentía como la sangre golpeaba con fuerza las venas de sus sienes y
los ojos se le salían de las órbitas; las únicas que se seguían moviendo eran sus piernas
que daban un sin fin de patadas al vacío. Poco a poco fue perdiendo las fuerzas, sus
brazos que cayeron inertes a lo largo de su cuerpo y sus piernas se fueron parando
lentamente. De su garganta salió un gutural ronquido mientras su cabeza caía inerte
hacía delante.
Había pasado ya algo más de una hora desde que Sabrina había ido al baño, Teresa, su
compañera, se estaba empezando a poner nerviosa, no era normal que tardara tanto y
mas yendo sola. La buscó por la oficina por si había venido y se había entretenido
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hablando con alguien, pero no la encontró. Decidió ir a buscarla. Caminó con cierta
rapidez por el pasillo hasta llegar ante la puerta e intentó abrirla, ésta se resistió un poco,
para poder hacerlo, tuvo que dar un fuerte empujón. Cuando lo consiguió entró, el lugar
estaba sumido en la más profunda oscuridad. Alargó la mano y encendió la luz. No
encontró nada fuera de lo normal, todas las puertas estaban abiertas salvo una. Dio por
sentado que Sabrina estaba allí. Se acercó y golpeó con los nudillos.
_ ¡Sabrina! -llamó en voz alta, pero nadie contestó. Insistió de nuevo-. ¡Sabrina! Soy
Teresa, ¿estás bien?
Siguió sin obtener respuesta alguna, al final abrió la puerta. Lo que vio la hizo asustarse
un poco. Allí, sentada en el inodoro se encontraba su compañera, tenía la cabeza
apoyada sobre el pecho. Se acercó y la dio varios golpecito en el hombro, pero ésta no
cambió de posición.
_ “Se habrá mareado. Seguro que es una bajada de tensión por estar aquí metida” –
pensó- “será mejor mojarle un poco la cara”.
Se acercó hasta el lavabo y se mojó las manos, giró sobre sus talones y frente a ella se
encontró con la joven extremadamente delgada y pelo muy largo, la cual había
extendido su delgado brazo cogiendo a Teresa por el cuello y aprensándola con una
fuerza asfixiante...
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