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Flexibilización y precarización del trabajo
en Argentina: VIOLACION DE LA NORMATIVA CONSTITUCIONAL.
CIET (CENTRO DE INVESTIGACION Y ESTUDIOS DEL TRABAJO - UNR)1
Un espectro recorre el mundo: el espectro de la precarización laboral
y el desempleo masivo. El fantasma del paro se cierne una vez más
sobre las sociedades industriales como si se tratara de un vendaval
que amenaza con arrancar de cuajo las raíces mismas de las que se
ha alimentado hasta ahora la integración social….
Fernando Alvarez Uría y Julia Varela2
Nadie duda que el primer, y más importante, derecho humano es el derecho a la
vida. Pocos recuerdan que, en una sociedad capitalista, el derecho a la vida es
inescindible del derecho al trabajo. En realidad, la posibilidad de un trabajo digno
es la contracara del derecho a la vida, sin él la vida queda reducida a una dudosa
supervivencia biológica, fuera de todo vínculo social.
Como ustedes sabrán, Argentina reformó la Constitución Nacional en el año 1994
y estableció que los tratados internacionales sobre Derechos Humanos tienen
rango constitucional. Luego veremos alguno de ellos, pero destaquemos que en
nuestra Constitución, desde el año 1957, el articulo 14 bis referido a Derechos
Sociales menciona claramente al trabajo y a sus condiciones como un bien
protegido.
Art. 14 bis.- El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes,
las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor;
jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo
vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de
Trabajo Elaborado Por Efimia Lagiu, Norma Valentino Y Mirta Tavella para el ciclo “Del derecho y del
reves de la modernidad”, 10 de septiembre de 2007
1
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las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección;
protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público;
organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en
un registro especial.
Queda garantizado a los gremios: concertar convenios colectivos de trabajo;
recurrir a la conciliación y al arbitraje; el derecho de huelga. Los representantes
gremiales gozarán de las garantías necesarias para el cumplimiento de su gestión
sindical y las relacionadas con la estabilidad de su empleo.
El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que tendrá carácter de
integral e irrenunciable. En especial, la ley establecerá: el seguro social
obligatorio, que estará a cargo de entidades nacionales o provinciales con
autonomía financiera y económica, administradas por los interesados con
participación del Estado, sin que pueda existir superposición de aportes;
jubilaciones y pensiones móviles; la protección integral de la familia; la defensa del
bien de familia; la compensación económica familiar y el acceso a una vivienda
digna.
No está de más, conocer acerca del salario mínimo vital y móvil, éste se define en
la Ley 20744 de Contrato de Trabajo Titulo IV de la Remuneración del Trabajador
Capítulo II
Del salario mínimo vital y móvil
Art. 116 (Concepto). Salario mínimo vital, es la menor remuneración que debe
percibir en efectivo el trabajador sin cargas de familia, en su jornada legal de
trabajo, de modo que le asegure alimentación adecuada, vivienda digna,
educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento, vacaciones
y previsión.
Podemos apreciar, respecto del Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales de la Naciones Unidas, de 1966, (ratificado por nuestro país
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en 1986, durante la presidencia del Dr. Raúl Alfonsín) que los Estados firmantes
se comprometen a dar efectividad a los derechos reconocidos en el mismo:
“toda persona (tiene derecho) a un nivel de vida adecuado para sí y su familia,
incluso alimentación, vestido y vivienda adecuado y a una mejoría continua de las
condiciones de existencia”. Aún más, reconoce el derecho de toda persona de
estar protegida contra el hambre así como el derecho a la seguridad social.
1988, tomando como base la constatación realizada por la
En
Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) respecto de la “relación orgánica”
entre los derechos civiles y políticos con los derechos económicos, sociales y
culturales, se firma el Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre
Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
conocido como
el Protocolo de San Salvador. No se trata solamente de
entenderlos desde una perspectiva materialista (como recursos materiales) sino
en su función de límites al Poder. De allí, su dimensión política. Insistimos en que
la distinción que suele hacerse entre los derechos civiles y políticos y aquéllos no
obedece a razones jurídicas sino históricas; en tanto su surgimiento es producto
de la lucha social y política. Por ello, deben ser considerados como integrados
en un “todo indisoluble”.
Se puede afirmar que el respeto por los DD.HH. señala la eticidad de cualquier
sistema político. Y por ello, resulta imprescindible complejizar el análisis tomando
en consideración la violencia , que se ejerce al violarlos. El sujeto responsable de
ello es el Estado, o mejor expresado, el grupo político a cargo de la gestión de
esa institución a la que llamamos “Estado”.
En este sentido, hoy más que nunca (debido a expresiones de cierto sector de la
sociedad, que dice ante los medios de comunicación que “los de los derechos
humanos defienden a los delincuentes”) es necesario aclarar que cualquiera de los
derechos mencionados como indisolubles –civiles, políticos, económicos, sociales,
culturales, a la autodeterminación de los pueblos y a su desarrollo, a la paz y a la
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conservación del medioambiente-
adquieren status como “derecho humano”
cuando se los “vulnera desde el Estado”.
Retomando el tema que nos ocupa en este diálogo: el derecho al trabajo como
derecho humano, señalemos que han sido sucesivos gobiernos argentinos ( que
desde 1976 y con mayor énfasis en los ‘90), a través de su legislación y sus
políticas públicas, violentaron por acción y omisión este derecho.
Nos
centraremos en los cambios ocurridos en los ’90, como parte de la implantación
del modelo neo-liberal
Por “acción”, en diversas formas, por ejemplo:
1- por las Leyes de Flexibilización Laboral que anularon derechos propios del
Estado Social, es decir aquéllos que cimentaban la sociedad salarial.
2- por la adopción de políticas económicas desindustrializadoras y prescindentes
del trabajo nacional (como el Plan de Convertibilidad) que generaron el
desempleo, la precarización de las condiciones laborales de los ocupados y la
pobreza.
3- porque como empleador, el Estado aplicó a sus trabajadores,
la misma
flexibilización* y precarización* que consintió en la actividad privada.
4- también el futuro y la vejez de los que viven de su trabajo fueron severamente
afectados por la privatización del sistema previsional.
Y por omisión, por el no ejercicio del poder de policía en el ámbito laboral,
permitiendo
de hecho la super precarización/explotación de los trabajadores
ocupados, al punto de comprometer con su actitud no sólo el salario sino la salud
y la vida de los mismos.
La cuestión de la centralidad del Estado respecto de los derechos humanos, trae
aparejada en su contracara la noción de ciudadanía y,
específicamente, la
necesidad de la práctica de una ciudadanía social que exija la institucionalidad
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política de estos derechos, o lo que es lo mismo, el imperio de la Ley en esta
materia.
Sin embargo, a nuestro parecer, se observa una débil, cuando no ambigua,
posición en la práctica ciudadana.
Es aquí donde deseamos llamar la
atención acerca de la dificultad , por parte de la sociedad civil, para asumir
y distinguir responsabilidades respecto a la impunidad, en el sentido de
plantearse hasta qué punto no ha sido ella misma cómplice, al re-negar2 del
Terrorismo de Estado.
Y de un modo semejante, ha “naturalizado”
3
la
desigualdad social, que promueve apreciaciones indiscriminadas acerca de
las causas por las que acontecen los hechos (inseguridad y delitos),
tomando los efectos como causas, aislándolos de las condiciones sociales
en que se producen. Se realiza entonces, una lectura de la realidad que
soslaya la responsabilidad colectiva con respecto a los mismos. Tal como
acertadamente lo expresa Calderón, F:
(la) “.... pobreza ha sido despojada tanto de una dimensión ética
cuanto de una dimensión sociológica y transformada en un paisaje...”
“... La Pobreza
o la ausencia de derechos económicos sociales
existentes en la región constituye el retrato de una sociedad que no
logra universalizar derechos ni enraizar la ciudadanía en las
prácticas sociales” 3
Pobreza que en esta región se vio agudizada desde los años ’70 (del siglo XX).
Hasta entonces “pobres” eran aquellos que debían vivir de un trabajo cuya
remuneración no les permitía alcanzar ciertos niveles de consumo. A partir de la
década de los ’80, comienza a jugar en la definición de la pobreza un nuevo
componente estructural: el desempleo, con su correlato de marginación. En los
2
Modo de defensa en que el sujeto rehúsa reconocer la realidad de una percepción traumatizante. Negación
de una percepción. (Laplanche, J – Pontalis, J: Diccionario de Psicoanálisis, Barcelona 1974)
3
Entendemos por naturalizar a la acción –propia del imaginario colectivo- de considerar como obra de la
naturaleza a ciertos fenomenos sociales e históricos tales como la desigualdad social.
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años ’90, y ahora en el marco del Terrorismo de Mercado, la problemática en
Latinoamérica gira alrededor de “pobreza y exclusión”: junto con el trabajo
desaparece,
se flexibiliza y precariza el instrumento privilegiado -sino el único-
de inserción social en una sociedad capitalista.
Trabajo y Capitalismo: su nudo histórico
Luego de la 2da. Posguerra, la socialización capitalista (trabajo-consumo-trabajo),
colocó al trabajo como eje estructurador de la vida de los sujetos, los que
consciente y deliberadamente buscaron su inclusión en la sociedad por el
mecanismo del empleo. Se trataba de sociedades que tendían al pleno empleo,
con tasas muy bajas de desocupación de corta duración.
El reconocimiento de categorías excluidas transitoriamente de la actividad laboral,
institucionalizó -bajo la forma del Estado Social- la intervención pública. En los
países desarrollados la acción del Estado intentaba atenuar las diferencias
sociales utilizando el seguro de desempleo y la capacitación de la mano de obra
desocupada, para mantenerla en condiciones de rápida reincorporación.
En América Latina, y muy particularmente en las sociedades del Cono Sur que
conocieron una tasa de salarización importante, y que en nuestro país fue
históricamente de alrededor del 70%,
la movilidad social ascendente era un
hecho. Y así como era previsible escalar en las categorías socio-ocupacionales
dentro de la fabrica o el banco, de la misma manera se ascendía en la escala
social, vía casa propia, auto y el estudio de los hijos.
Tal como expresa Murillo:
“...un modo de vida en el que la subjetividad se constituía en una familia, con
padres que trabajaban, familias que protegían, un barrio que ampliaba el espacio
de la casa que, como el vientre materno, preparaba de modo acogedor a los niños
para salir a un mundo en el que el tiempo implicaba una cierta previsibilidad y los
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espacios estaban claramente delineados. El interior de la casa, las calles amigas
del barrio y los lugares del club, se complementaban y constituían en su
espacialidad ordenada y previsible, unas subjetividades cuyo tiempo podía
transcurrir en una carrera esperable, en un decurso de vida más o menos
confiable” (Murillo, S., 2004:3-7).
A mediados de la década de los años ´70, la crisis estructural del capitalismo, con
su secuela de inflación y dificultades en la rentabilidad, reorientó las condiciones
de la acumulación conformando un espacio global para el capital financiero y el
término globalización se impuso en los análisis económicos.
Gracias a la
revolución tecnológica basada en el desarrollo conjunto de la informática, la
industria satelital y la industria de las comunicaciones (telemática) grandes flujos
de fondos monetarios pueden desplazarse territorialmente,
avasallando la
legislación laboral protectora de cada nación. Se impone entonces otro escenario
para la utilización de la fuerza de trabajo en el cual se multiplican nuevas formas
de contrato laboral, mucho más precarias para los trabajadores, algunas
deliberadamente construidas por la legislación -como los contratos de duración
determinada, los contratos a prueba, las pasantías-, otras como formas puras de
degradación de la relación salarial típica (trabajo en negro sin ajustarse a las
exigencias de la Ley), el trabajo a domicilio en su modalidad tradicional o el que
permite y facilita la tecnología informatizada : intermitente, mal pago y sin
cobertura social.
Se rompió así, el vínculo entre “condición salarial y representación social del
trabajo como empleo”, típica de la sociedad salarial. Está claro que la
manipulación ideológica de la noción de flexibilidad, permitió ocultar los aspectos
negativos –precarización del contrato y de las condiciones de trabajo-, destacando
en cambio virtuales aspectos positivos, que supuestamente aumentarían la
autonomía del trabajador y renovarían las estructuras organizativas de las
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empresas. Se menciona así, a la sociedad “flexible” que impulsa un régimen de
acumulación flexible desde 1973 y promueve una nueva división de los mercados
y mercado del trabajo, llamados “globales”.
Recordamos que a mediados de los años ‘60 se da entre los trabajadores un
fenómeno conocido como “crisis de aversión al trabajo”, es decir de asco al
trabajo, que afecta a los colectivos de trabajadores en Europa provocando una alta
tasa de rotación. Este fenómeno es atribuido a la alienación producida por la
organización Taylorista-Fordista de los procesos de trabajo, que implicaban largas
jornadas realizando repetitivamente las mismas operaciones.
Se buscó entonces “devolver su atractivo al trabajo” flexibilizando esas rígidas
rutinas. Surge de allí la noción de flexibilización con una connotación positiva para
los trabajadores. Ambas situaciones convergen sobre la necesidad de cambiar el
“compromiso fordista”, que expresaba la relación Capital-Trabajo en ése período :
altos salarios que aseguraban el consumo que a su vez aumentaba la producción.
Ese “compromiso” se concretaba a través de las Convenciones Colectivas,
Negociaciones Paritarias entre las grandes corporaciones empresarias y los
Sindicatos por Ramas de Actividad; y a las que el Estado homologa, es decir
otorga fuerza de ley.
Formaba parte del compromiso fordista un derecho laboral protector (tuitivo)que
consideraba que en la relación Capital-Trabajo éste último está desfavorecido y
por lo tanto hay que favorecer para volver esa relación más equitativa.
Poco tiempo después los efectos de la crisis desatada en 1973 con el incremento
de los precios del petróleo (consecuencia de la formación de la Organización de
Países Exportadores de Petróleo – OPEP) compromete severamente la tasa de
ganancia del capital industrial.
Cuando la crisis, posterior a 1975, pone en cuestión la tasa de ganancia del
Capital, éste vuelve sus ojos hacia el Salario en vistas a disminuirlo, y así
recuperar esa ganancia. Es entonces cuando el derecho laboral “fordista” y las
Convenciones Colectivas muestran su “rigidez“, según se dijo. Fue preciso
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entonces “desregular”, flexibilizar ese derecho, volver precario el contrato de
trabajo.
Las altas tasas de desocupación fueron incentivadas además de la crisis, por el
desarrollo
de nuevas tecnologías informatizadas para la industria, que
reemplazaron mano de obra.
Los años ‘90: La Violación del Derecho Humano al Trabajo en Nuestro País
En nuestro país, las políticas implementadas por la dictadura militar (1976) para
salir de la crisis internacional del capitalismo se tradujeron en una gran
transferencia de ingresos desde los sectores asalariados hacia el capital
concentrado.
En palabras de Abramovich,V., “ El programa de la dictadura nacional (1976) que
viene a concretar esta transformación se impone mediante el disciplinamiento
represivo de los sectores populares cuya expresión más acabada son los 30.000
desaparecidos, la intervención de los sindicatos y una caída del salario real del
40% en el período 1976-82 respecto del período 1971-75...”4. Y una caída del
Producto Bruto Interno (PBI) del 15%.
Desde entonces, la situación se caracteriza por una triple conjunción: fuerte
concentración del ingreso, regresividad en su distribución y agudización de la
pobreza.
En marzo de 1991, se puso en marcha un nuevo plan económico, denominado
por sus autores “de Convertibilidad” cuyo objetivo era la reforma estructural de la
economía a la que se debía “desregular”, incluyendo al Mercado de Trabajo, para
el que se establece la prohibición de otorgar cualquier aumento de salario no
fundado en la productividad. La intención es pasar de un régimen con regulación
estatal a otro librado “al mercado”.
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Como telón de fondo, los golpes hiperinflacionarios (1989) funcionan como
“disciplinadores” sociales para que encuentre poca resistencia entre la ciudadanía,
el desmantelamiento de los derechos que protegían a los trabajadores. En esa
misma línea se tomaron medidas para disminuir la capacidad de conflicto y la
resistencia de los sindicatos (por ejemplo, la Reglamentación del Derecho de
Huelga) a la vez que concurrentemente, se ponen en marcha :
1. La Reforma del Estado: consistió en la privatización de Empresas Públicas
prestadoras de servicios, la reducción del número de efectivos en el resto de la
Administración Nacional; la revisión de Convenios Colectivos en el área estatal; la
reforma tributaria y la descentralización. Se reducen los aportes patronales a las
obras sociales mediante un decreto del Poder Ejecutivo Nacional y se privatiza el
Régimen Previsional.
2. Desregulación progresiva del régimen de relaciones laborales: mediante las
Leyes referidas al Empleo (1991, 1993, 1995), que establecieron, entre otras
medidas, la obligación de negociar salarios por productividad; la autorización para
realizar Convenios Colectivos por empresa, la posibilidad de incorporar
trabajadores con contratos a tiempo determinado en diversas modalidades
(llamados de “promoción al empleo”). No menos importantes fueron las reformas
realizadas sobre el régimen de Seguridad Social (además de la privatización del
Sistema de Jubilaciones y Pensiones) tendientes a disminuir las contribuciones
patronales al sistema, así como la nueva Ley de Accidentes del Trabajo, que
contempla la creación de empresas mandatarias para gestionar los riesgos del
trabajo y la reducción –en la misma ley- de los montos máximos indemnizatorios.
Ninguna medida refleja mejor el énfasis del gobierno por reducir los costos
laborales que la disposición de la nueva ley de Accidentes del Trabajo que
prohibía a los trabajadores recurrir a la vía del juicio civil para reclamar la
indemnización por el daño, medida que ha sido declarada inconstitucional en
numerosos fallos y en el año 2005 por la Corte Suprema de la Nación. Este
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proceso de flexibilización-precarización del trabajo continuó pese al cambio de
gobierno en 1999 con el Presidente Dr. F. De la Rúa, quien impulsó una nueva
reforma laboral (Ley Banelco) y se vio coronado en el año 2001, cuando Domingo
Cavallo como Ministro de Economía logró la aprobación de la Ley de Déficit
“Cero”, que impuso la reducción directa de salarios y jubilaciones.
Para finalizar, algunos datos actuales:
Del informe de la CTA5, surge que en uno de los períodos de mayor bonanza
económica (2003-2005) que ha vivido nuestro país en los últimos 25 años, el
60,7% de la fuerza laboral en Argentina está precarizada.
En ese mismo bienio,
de los dos millones y medio de personas que ingresaron al mercado laboral, el
70% es informal o para decirlo vulgarmente está en “negro”. El mismo informe
agrega que la brecha salarial entre trabajadores formales e informales es de 2,7
veces a favor de los primeros. Aún para los “formales”, las formas de precarización
o de vulnerabilización, siguen vigentes mediantes los contratos de pasantía y/o a
tiempo determinado. Llamativamente, el 82% de estos asalariados está
concentrado en el Estado, circunstancia que deja sin esperanzas a los
trabajadores del sector privado. Pero lo que es aún más grave, es que ese 82%
muestra la persistencia de los postulados neo-liberales dentro y fuera del Estado,
lo cual comprueba que el trabajo es tomado como mercancía y no como derecho
humano.
En el Suplemento Económico (Cash) del diario Página 12 del 26 de agosto de
este año, aparecen nuevas cifras:
La desocupación (agosto 2007):
8,5%
Ocupados 14.500.000
De esos ocupados, 14% (2 millones) son indigentes según la categorización de la
OIT (vendedores ambulantes, meretrices, mendigos...)
10% (1 millón y medio) están sub-ocupados:
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40% (5 millones 800 mil) están en negro.
Es decir, está precarizado el 64%
Sabemos que hay interesantes iniciativas legislativas que apuntan a revertir este
estado de cosas, como los proyectos presentados por el diputado Dr. H. Recalde.
Pero, se encuentran “demorados” en el Senado.
Pero además, economistas como E. Kritz, señalan otra problemática: la del
empleo de corta duración. Problema que afecta a 2/3 de los trabajadores
desocupados.
Se lo conoce como “rotación recurrente”, fenómeno que se repite en muchos
sectores productivos. Estos trabajadores van de empleo precario en empleo
precario, sin poder mantener ningún trabajo. Como dice Kritz, se los podría
caracterizar como la máxima expresión de la precariedad laboral.
Para finalizar, queremos dejar como reflexión las palabras de Julia Varela y
Fernando Alvarez Uría.
“....el mundo por venir debe y puede ser un mundo
mejor que éste en el que nos ha tocado vivir, entre otras cosas
porque contará con una experiencia acumulada, porque estará
construido sobre la larga e interminable lucha de los ciudadanos y de
los pueblos por hacer coincidir la justicia con la ley, los sueños de
libertad e igualdad con la organización efectiva de una vida social
articulada en torno al respeto de todos los seres humanos”.
Fernando Alvarez Uría y Julia Varela
BIBLIOGRAFIA:
Abramovich, V:
Alvarez Uría, F. y
Varela, J.:
Página 12 de 13
Derechos Humanos en Argentina, Informe 2004 (CELS), Ed.
Siglo XXI, Buenos Aires 2004. Cap. VII - pág 326.
Prefacio en Los Parados de Marienthal, de Lazarsfeld P.,
Jahoda, M. y Zeisel, H – Ed. La Piqueta, Madrid, 1996.
Antunes, R.:
Adiós al Trabajo – Ediciones Herramienta - Buenos Aires,
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Calderon, F.:
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Ferrajoli, L.:
Derecho y Razón, Madrid, 1995 citado en Abregú, M. y
Courtis, C. (Comp) La Aplicación de los Tratados sobre
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Estudios Legales y Sociales (CELS) – Del Puerto, Buenos
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Laplanche, J –
Pontalis, J.:
Diccionario de Psicoanálisis, Ed. Labor, Barcelona 1974.
Mészáros, I.:
Producao Destrutiva e Estado Capitalista – Sao Pablo,
Ensayo, 1989, citado en Adiós al Trabajo, de Antunes R,.
op.cit.
Murillo, S. :
“Luna de Avellaneda o cómo entronizar lo dado. Subjetividad,
muerte y cultura política” en Perspectivas Sistemáticas, Año
16, Nº 83, Buenos Aires, septiembre-octubre , 2004, págs. 3-7.
Vezzetti, H.:
“La Memoria Nos Involucra” en Diario Página 12, Buenos Aires
08- 07-1999
Notas:
2
“El efecto Marienthal” ,prefacio a la edición española de los ”Parados de Marienthal” de Lazarsfeld P., Jahoda, M. y
Zeisel, H.
3
Calderón, F. 1999
4
Abramovich, V. 2004
5
Publicado por diario La Capital, Rosario, 16-04-2006
Página 13 de 13
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