Para leer la reseña de la obra escrita por Memo Ánjel clic aquí

Anuncio
SOBRE PATRICK MODIANO, IDENTIDADES Y PÉRDIDAS
(Un asunto de huir sin saber en qué dirección: Calle de las tiendas oscuras)
Por Memo Anjel.
No soy nadie, solo una silueta…
Patrick Modiano. Calle de las tiendas oscuras.
Un problema
Huir, esa parece ser la cuestión, la herencia del siglo XX, la etiqueta que llevamos
encima para escapar a los dispositivos o situarnos en algún rincón en el que no nos
vea nadie. Y en la huida, por las calles y los campos, a la orilla del mar y en la
habitación, una pregunta crece y permanece en la garganta: ¿quién soy yo que no
sea el del espejo o las fotografías? Porque la identidad no es un asunto de formas
embutidas en trajes o puestas en escenarios o vitrinas sino algo de muy adentro
que requiere de raíces, tradiciones, un lenguaje para leer el mundo y algunos
fragmentos de historia que se críen en nuestro interior para darnos un lugar en la
tierra y bajo los cielos. Pero huimos y no percibimos nada. Es el problema de ir
ensimismados, buscando en los bolsillos lo que ya no está ahí, eso que se gastó sin
saber adónde.
La identidad, lo que nos permitía una diferenciación y una situación, se está
esfumando. Hoy todos quieren ser otros, estar en lugares ajenos, negarse en la
memoria y buscar ansiosamente olvidos en las promesas que hacen los avisos y
las películas de ciencia ficción o de muñequitos. Y en esto de desmemorizar lo que
nos pasa, porque ya el pasado no es una habitación segura, aparece la amnesia,
este espacio en blanco que nos libera de culpas y, en contraprestación, nos ubica
en la edad de la inocencia. Pero en la amnesia no se puede vivir: somos los
referentes que creamos, los caminos que conocemos y las preguntas que nos
confrontan. Todavía no somos un robot.
En La misteriosa llama de la reina Alona, Umberto Eco plantea el caso de un hombre
que lo ha olvidado todo, menos el lenguaje. Y el lenguaje lo atormenta porque le
habla de cosas y situaciones que ha olvidado. Para recuperarse, se va a un lugar y
allí se da a la lectura de revistas viejas de moda y de cómics. Y de alguna manera
se recupera en la fantasía, las falsificaciones y las mentiras de cada tiempo.
Una novela negra
Los detectives privados de las novelas de policías reciben encargos para investigar
crímenes, pérdidas o situaciones que los agentes secretos del Estado no logran
resolver. O que los clientes de los detectives privados no quieren que resuelvan:
hay cosas muy personales. Y en Calle de las tiendas oscuras, se habla de una de
estas oficinas. Funcionó por un tiempo bajo la dirección de un alemán, Hutte, pero
al momento de comenzar la novela el negocio se está cerrando. Hutte se jubila, no
quiere saber más de asuntos turbios y mejor se va. Yéndose, cree que se larga de
sí mismo. Y su ayudante, un hombre sin memoria, sin nombre (Hutte lo ha nombrado
Guy Roland), acepta que esta etapa de su vida se acaba de borrar. Total, queda
libre para buscarse él mismo. Queda con la llave de la oficina y con acceso a cientos
de directorios telefónicos, que son un buen material para realizar investigaciones
pues cada nombre que aparece en esas páginas tiene una dirección. Y si hay una
dirección, la persona de ese nombre estuvo ahí. Y como nadie vive solo, otros
también estuvieron ahí. Cucarachas al menos.
Guy Roland (nombre sonoro que no pertenece a quien lo tiene), se da a su propia
búsqueda y esta comienza en definir quién es un personaje borroso que aparece en
una foto que posee un ruso. Podría ser él. El asunto de las fotos obsesiona a
Modiano1, pues allí hay caras y cada una, de encontrarlas, tiene algo que decir. Las
caras hablan, tienen ojos y boca, orejas. Y en esas caras hay una memoria. Pero,
las memorias son cambiantes, recuperan lo que les interesa y dejan, escondidos en
algún lugar, lo que molesta, que aflora de vez en cuando y se pasa mal con ello.
1
En algunas de sus novelas el eje son las fotografías, ese espacio congelado de tiempo en el que tantas
cosas fueron posibles.
Buscarse a sí mismo abordando identidades ajenas posibles, ayudarse incluso de
embajadas latinoamericanas y de hombres como Porfirio Rubirosa2 (que aparece
escondido), es el método de Guy Roland que, como no sabe quién es, asume
situaciones que no le pertenecen y las vive con intensidad para que sean ciertas, al
menos por un tiempo. Pero él no puede ser otro, ni siquiera aquel de la cara que
aparece borrosa en la fotografía. Y al no ser a pesar de ir siendo en lo ajeno, al final
deja de buscarse. Se ha construido una memoria con identidades ajenas y con esto
se basta para ir perdido pero sin asustarse. Una novela negra a lo Patrick Modiano,
Premio Nobel de literatura 2014, nacido en Boulogne-Billancourt el 30 de julio de
1945, hijo de un judío sefardí de origen italiano y de una actriz belga, etiquetas
suficientes para que haya nacido en Francia y no sea francés. Cosa que no le
preocupa porque la memoria es un asunto de invenciones (lo que no pasa)
mezcladas con lo que pasa.
Las identidades perdidas
Del siglo XX se salió mal. Demasiado sospechoso en las aceras y los bares, mucha
gente negada a la memoria que los muerde, buscando olvidos y asumiendo
personajes tomados de los avisos y carátulas de revistas; demasiados sitios que ya
no son y una historia fragmentada que no se arma bien porque en lugar de pegar
se despega o alguien se la traga como quien come papel. Y en medio de todo esto,
números de teléfonos y nombres, señal de que en las calles hay alguien, hubo
alguien, se fue alguien, entró alguien. Y estos alguien podrían ser uno mismo o la
contraparte. O nadie, y solo es un sujeto que ocupa un espacio por un rato y
después lo deja vacío.
Y esto de las identidades perdidas, de los nacidos en ninguna parte y ciegos a los
orígenes, es un asunto de huir buscando los espacios que no son. Y así se huye
dando al trabajo más contenido del que tiene, a los otros menos posibilidad de la
que brindan, a las ilusiones credibilidad siempre y cuando no toquen la realidad y a
2
Yerno del dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo y tenido y mantenido en el ambiente señoril de
Europa como the latin lover.
la memoria un espacio que toque emociones y no pasado real, ese que aunque
huyamos siempre va pegado a los talones.
Del siglo XX heredamos el cambio del nombre por el de un número, la clonación en
la moda y en los oficios, la sensación de estar encerrados creyendo estar al otro
lado de la alambrada. Y las apariencias, que nos colocan en el lugar deseado pero
no vivido. Y así vamos por una calle de tiendas oscuras, comprando ilusiones y
asustándonos con los libros de Patrick Modiano, que nos sitúan. Claro que en esto
de huir a nadie le importa situarse: la identidad es un fluir, nada concreto. Nos hemos
perdido y por ahí vamos. Y detrás de nosotros vamos nosotros mismos, y esto es lo
que asusta.
Descargar