Factótum 14, 2015, pp. 86-96 ISSN 1989-9092 http://www.revistafactotum.com Acción e intención: el silogismo práctico según Von Wright Daniel Rueda Garrido Universidad Normal de Hebei (China) & doctorando en UNED (España) E-mail: [email protected] Resumen: Se discuten las aportaciones de dos opuestas tradiciones filosóficas para la comprensión de la acción humana: la tradición teleológica (desde Aristóteles a Wright, Anscombe y Ricoeur) y la del positivismo (desde Galileo a Hempel, Russell, Whitehead). Desde este marco conceptual, el artículo se centra en la valoración crítica de la relevancia dada por Wright al silogismo práctico de estirpe aristotélica como modo de dotar de un procedimiento comprensivo y unitario a las ciencias humanas y sociales. Palabras clave: acción humana, silogismo práctico, comprensión, explicación, Von Wright. Abstract: This paper discusses the contributions of two opposite philosophical traditions regarding to the understanding of human action: the teleological tradition (from Aristotle to Wright, Anscombe and Ricoeur), and the positivism (from Galileo to Hempel, Russell, Whitehead). From this conceptual framework, it makes a critical reading on the relevance given by Wright to the Aristotelian practical syllogism as a way of providing a comprehensive and unitarian procedure to the human and social sciences. Keywords: human action, practical syllogism, understanding, explanation, Von Wright. 1. Introducción Los estudios acerca del hombre y de la sociedad se confinaron desde el siglo XIX al rango de ciencias humanas y sociales. Así, se entienden como una extensión de las ciencias de la naturaleza, exigiendo para ambas un mismo alcance, si bien hacia diferentes objetos. De este modo, se traslada a estas ciencias advenedizas el legado de la explicación y de la predicción, características, ambas, de la ciencia de los fenómenos naturales. El problema a dirimir es el de la adecuación entre método y tema. ¿Es apropiado para el estudio del hombre el método explicativo de las ciencias de la naturaleza? ¿Podrían responder a un mismo patrón explicativo los fenómenos naturales como los procesos químicos, los movimientos lunares o los cambios de estado, y los fenómenos humanos y sociales como la asistencia a clase, el abrir una puerta o el convocar un meeting de trabajo? ¿No llevará esta homogeneización metodológica a una RECIBIDO: 30-09-2015 ACEPTADO: 07-12-2015 radical deshumanización de los estudios del hombre como advirtiera Foucault1 entre otros? Von Wright señala dos tradiciones bien delimitadas que han cubierto el panorama de las ciencias en lo que respecta al estudio metodológico de la relación entre la ciencia humana y natural (Wright, 1987: 17–56). • • Por un lado, la tradición de corte científico– humanista iniciada por Galileo, a la que llama positivista. Sus mayores exponentes serían A. Comte y J. S. Mill. Sus características: (i) Monismo metodológico. (ii) Canon o ideal metodológico matemático. (iii) Explicación causal por subsunción. Por otro lado, la tradición inspirada en Aristóteles, de corte anti-positivista a la que llama hermenéutica. Sus mayores 1 Foucault (1997: 344) hace un amplio desarrollo del problema de la cosificación del hombre por las ciencias humanas, centrándose en el uso conceptual del lenguaje. Así, denuncia la dirección objetual que toman las ciencias del hombre: “lo propio de las ciencias humanas no es la dirección hacia un cierto contenido [...] es más bien un carácter puramente formal: el simple hecho de que están en relación con las ciencias a las que el ser humano se da como objeto.” Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2015) 87 Daniel Rueda Garrido exponentes serían Dilthey, Weber, y Droysen. Hay que recordar que este último investigador fue el que realizó la distinción entre explicación y comprensión por primera vez como métodos de la ciencia y de la historia respectivamente; así como, en una tercera distinción, a la filosofía le correspondería el conocimiento. Sus características son: (i) Diversidad metodológica. (ii) Método hermenéutico para el campo de las ciencias sociales. (iii) Explicación teleológica. Esta distinción entre los diferentes métodos de la tradición galileana y aristotélica será realizada también por otros autores como Taylor (VVAA, 1982); pero, a juicio del científico y filósofo Toulmin, dicha distinción es gratuita, pues la definición de explicación causal que toma Taylor es la que emplean los lógicos y no la que se da en la tarea científica real, así la demostración que éste da en torno a la imposibilidad de que una acción intencional pueda tener subyacente a ella una explicación mecanicista está arraigada en una confusión de los conceptos. Por tanto, podría decirse, según Toulmin, que tanto la tradición pregalileana como la post-galileana hacen uso de explicaciones teleológicas: De manera que la diferencia entre explicación ‘teleológica’ y explicación ‘mecanicista’ no corresponde –como afirma Taylor– a la diferencia entre una física medieval basada en Aristóteles y la física moderna basada en Galileo, Descartes y Newton. Según la definición de Taylor del término ‘teleológico’, tanto la física pregalileana como la post-galileana emplean explicaciones teleológicas. (Toulmin, 1982: 45) De modo que Toulmin considera que hay un estrecho puente de comunicación entre los dos tipos de explicación. Hempel distinguirá entre los dos métodos explicativos de las ciencias. Ambos métodos serán interpretados en clave de causalidad humeana y cobertura legal: el método natural será el nomológico deductivo,2 y el método de las ciencias sociales será el llamado método probabilístico inductivo (que no es propiamente un método, sino más bien un 2 Dicho método consiste en explicar un acontecimiento E (explanandum) señalando varios acontecimientos anteriores o simultáneos (o incluso posteriores) E1, …, En, y lanzando varias leyes L1, …, Ln de las cuales, junto con el explanatum, se siga el acontecimiento E. procedimiento para justificar expectativas y predicciones). Brevemente expondré el concepto que estará en juego en todas las discusiones acerca de la explicación en las ciencias humanas; me refiero a la idea de causa de Hume. Causalidad humeana3 se llama a aquella que satisface estas dos condiciones: Hay causalidad entre dos términos A y B cuando (cf. Wright, 1983: 53): (1) A y B son términos lógicamente independientes, (2) A y B están conectados por una ley universal. Siempre que suceda A, le ha de seguir B. El último bastión de este repaso histórico lo constituirá la filosofía del lenguaje, la cual transcurre a lo largo del siglo XX en dos bandas paralelas aunque opuestas en sus presupuestos: una sería la afín al positivismo; fraguada por Russell y Whitehead, siendo secundados por el primer Wittgenstein y el Círculo de Viena. Y la otra sería la inspirada por el Wittgenstein posterior, el de las Investigaciones filosóficas; estos últimos se enfrentarían plenamente al positivismo.4 Autores destacados en esta línea serían Anscombe, Winch o el mismo Wright 2. Análisis de la acción y la intención La aportación que Wright, en Explicación y comprensión, hace en ese estado de cosas es la elaboración de un método alternativo al de cobertura legal para las ciencias humanas y sociales. Así, junto a Anscombe, y recurriendo a las fuentes clásicas de la filosofía, tomará el silogismo práctico aristótelico para una explicación conceptual de las acciones humanas.5 3 Idea de causa en Hume: “un objeto seguido de otro, cuando todos los objetos similares al primero son seguidos por objetos similares al segundo. O en otras palabras, el segundo objeto nunca ha existido sin que el primer objeto se haya dado.” (Hume, 1995: 114) Esta definición de causa significará para Wright el inicio de la confusión de las explicaciones causales, puesto que se mezclan sin distinción las condiciones de suficiencia y las de necesidad, respectivamente, aunando así bajo el título de explicación causal dos tipos de explicaciones diferentes (Wright, 1987: 63). 4 Sobre la continuidad o la ruptura entre el Tractatus y las Investigaciones filosóficas hay mucha literatura. En un interesante artículo de Vásquez Rocca (2006: 4) se defiende la continuidad fundamental del sentido de la filosofía de Wittgenstein, aun sobre evidentes contrastes modales: “En efecto, en la Investigaciones Filosóficas, su última obra, Wittgenstein continúa siendo fiel a su tesis del Tractatus de lo que los (sic) “problemas filosóficos” se originan en un mal entendido de la lógica de nuestro lenguaje. Sin embargo, lo que marca la distinción entre los así llamados primer y segundo Wittgenstein es la variación que sufre su modo de concebir la “lógica de nuestro lenguaje”, y, con ello, los abusos de los cuales ésta puede ser objeto.” 5 Wright (1987: 49): “Es un principio del presente trabajo la tesis de que el silogismo práctico provee a las ciencias del hombre de algo durante mucho tiempo ausente de su metodología: un modelo explicativo legítimo por sí mismo, que Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2015) Factótum 14, 2015, pp. 86-96 El elemento fundamental del silogismo, que además servirá como diferenciador en las explicaciones teleológicas propiamente dichas, es el reconocimiento de una intencionalidad en la acción. Esto, como dice J. V. Arregui, será la nota peculiar de lo que sea una acción humana.6 O más aún, como expone Wright, la explicación de una acción presupone la comprensión previa de la conducta como acción. El seno mismo de una acción es intencional. 7 El recurso al silogismo práctico: en Aristóteles el silogismo está inserto en un enfoque moral irrelevante para la teoría de la acción que intentan plasmar Wright y Anscombe, por lo que es obviado por estos. La forma aristotélica del silogismo es una proposición universal (primera premisa), una proposición particular (segunda premisa) en relación lógica con la primera, y una conclusión, que es la acción misma dada por las premisas.8 Así Aristóteles pone el siguiente caso: “Comer frutos secos es bueno para todos los hombres” (P1). Y “aquí hay un fruto seco” (P2). “Entonces, lo como” (Acción). La proposición general será, para la explicación intencionalista, una intención (o un deseo). La premisa intermedia vendrá dada por las creencias del sujeto (o aptitudes). Y La conclusión práctica será la acción. Así quedará por el momento el modelo de silogismo empleado por Wright y Anscombe. Sin embargo, aún quedan muchos cabos que atar. Comienzan los problemas: • • El primer problema es delimitar qué sea una acción intencional y cuál sea su reconocimiento; es decir, el análisis de la acción, los tipos de acciones y el método usado. El segundo de los problemas que hay que enfrentar es el de la legitimidad de la conexión entre intenciones y acciones en la inferencia práctica; para ello habrá que deslizarse por el ya arcaico problema de la interacción mentecuerpo, dirimiendo la postura de Wright dentro de dicho debate. constituye una alternativa definida al modelo de cobertura legal teórico – subjuntiva.” 6 Arregui (1984: 242): “A fin de cuentas, en la cuestión de la intencionalidad de la acción está en juego la peculiaridad de lo humano.” 7 Wright (1987: 153, cf. 1983: 32): “Explanation of action follows after understanding behaviour as action.” 8 Lo cual es el tema central del Libro VII, Capítulo III de la Ética a Nicómaco de Aristóteles. No obstante, sobre la problemática de la identificación entre la acción propiamente dicha y la conclusión del silogismo, ver García Ninet (2007). 88 • El tercer problema será el de la consideración del alcance de la explicación teleológica o intencionalista en las ciencias sociales y la historia. Qué papel juega el silogismo práctico en el conocimiento histórico y social. Veamos la explicación causal de la acción, fundada en el método condicional o de los condicionales. Definición básica de condición suficiente: “siempre que ocurra p, ocurrirá así mismo q; la presencia de p basta para asegurar la presencia de q”. Definición básica de condición necesaria: “Toda vez que ocurra q ha de ocurrir así mismo p; la presencia de q exige o supone la presencia de p” (Wright, 1987: 62). Esta distinción entre condicionales da lugar a dos tipos de explicaciones causales diferentes: las que responden a ¿por qué necesariamente? y las que responden a ¿cómo fue posible? Condicional de suficiencia y condicional de necesidad, respectivamente. Así Wright registra cuatro tipos de explicaciones en función de la pregunta por las causas suficientes o por las causas necesarias de algún acontecimiento. Estas explicaciones son: (1.a) (1.b) (2.a) (2.b) Las Las Las Las cuasi–teleológicas. causales. cuasi–causales. teleológicas. La diferencia entre ambos grupos es que el primero depende de la efectividad de las conexiones nómicas, mientras que el segundo no. Siendo las del primer grupo explicaciones del tipo: ¿por qué necesariamente? Y las del segundo explicaciones del tipo: ¿cómo fue posible? Explicar teleológicamente una conducta consiste, podríamos decir, en identificar en ella un objeto de intención. (Wright, 1987: 144) Por esto las explicaciones cuasi– teleológicas son aquellas en las que se aprecia una cierta intencionalidad, sólo que la conducta o explanandum, de una u otra forma, está subsumido bajo una ley general, lo cual les hace formar parte de las explicaciones causales. Del mismo modo las explicaciones cuasi–causales aun sin mostrar ningún tipo de objeto de intención pertenecerían a las explicaciones teleológicas en tanto que no están subsumidas bajo ninguna relación nómica. De estos modos de explicación que se han Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2015) 89 Daniel Rueda Garrido mostrado se conjetura ya las dimensiones esenciales de la acción, y que ahora vamos analizar, esto es, el aspecto interior y exterior. Descomposición de la acción. Abanico de conductas revisadas por Wright: • • • • Acción como actividad (operativity, activi forme): • Interna: intencionalidad. • Externa. Se subdivide en (a) inmediata (resultados), (b) remota (consecuencias). Actos mentales: carecen de aspecto externo. Abstención (abstention). Se subdivide en (a) interna: intención: reposo, (b) externa: remota: consecuencias. Reacciones (reflex action): carecen de aspecto interno (conductismo) ¿Cuándo nos encontramos ante una acción intencional? Sencillamente tanto para Wright como para Anscombe, basta con reconocer una intencionalidad en la conducta.9 Este reconocimiento es el que otorga su sentido propio a la acción. El profesor Arregui lo expresa así: Que una acción tiene sentido significa, entre otras cosas, que tiene un carácter propositivo, y, por tanto, se puede encuadrar en un silogismo práctico. (Arregui, 1984: 241) Wright, sin embargo, considera posible una explicación causal de la acción. De esta forma, el resultado de ésta, que sería la acción misma, tomaría el lugar de causa de los efectos de la acción, que serían las consecuencias (Wright, 1987: 90). Pero la relación entre la acción y su resultado es intrínseca, lógica y no causal, por lo que: si el resultado no se materializa, la acción no ha sido simplemente ejecutada. El resultado es una parte esencial de la acción. Constituye un grave error considerar a la propia acción causa de sus resultados. (Wright, 1987: 91) No obstante, Wright, acepta el concepto de acciones básicas propuesto años antes por Danto. Estas acciones básicas serían aquel “género de acciones de las que no es verdad decir que se ejecutan mediante la 9 Wright (1987:140): “La conducta adquiere su carácter intencional del hecho de ser visto por el propio agente o por un observador externo en una perspectiva más amplia, del hecho de hallarse situada en un contexto de objetivos y creencias.” realización de alguna otra cosa” (Wright, 1987: 92). Del mismo modo, Ricoeur explica las acciones básicas tomando la distinción realizada por Anscombe entre el saber-qué y el saber-cómo, que responden, respectivamente, al tipo de conocimiento por causas y al conocimiento sin observación, haciendo corresponder este último al conocimiento que se tiene de las acciones intencionales: [las acciones básicas son] aquellos de nuestros actos que derivan del repertorio de lo que cada uno sabe cómo hacer, sin recurrir a una acción mediata de orden instrumental o estratégico que se hubiera debido aprender de antemano. (Ricoeur, 1996: 94) Así, el movimiento de mi brazo para coger este bolígrafo no ha venido causado o ejecutado por la ejecución de otro movimiento, como podría ser el de mis neuronas en el neo-córtex para hacerme mover el brazo, simple y llanamente muevo el brazo. De este modo, decimos de nuevo que: cuando digo que abro la ventana […] el cambio de posición de la manija, etc., es el resultado de mi acción, la consecuencia es el cambio de situación de la ventana. (Wright, 1987: 91) La silueta del silogismo práctico en estos contornos es el siguiente: El razonamiento práctico aristotélico –dirá Anscombe(1991: 114)– es aquel que “está esencialmente vinculado con lo que puede resultar de distinto modo”. El silogismo consiste en la descripción de la conexión lógica entre un objeto de intención y la acción. Apunta hacia la explicación del por qué alguien hizo alguna cosa determinada tomando la perspectiva teleológica de su propósito para tal fin y sus actitudes epistémicas requeridas por la situación (Wright, 1983: 30, cf. Oriol Salgado, 2004; García Ninet, 2007). Este tipo de inferencias prácticas o intencionales puede darse mediante dos clases de argumentos. 1) Argumento retrospectivo: va de la conclusión a las premisas. 2) Argumento prospectivo: nos lleva de las premisas a la conclusión. Esta última clase de argumentos sería una declaración de intenciones si es transcrito en primera persona; o una predicción si es narrado en tercera persona. La inferencia práctica en Anscombe parte de un deseo o intención; Wright, sin embargo, acusa a la intención de no ser Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2015) Factótum 14, 2015, pp. 86-96 lógicamente correlativa con la acción. Del «querer algo (wanting)»,10 no se sigue con corrección lógica el que se haga ese algo. La inferencia práctica: «quiero x», que defendiera la popular discípula de Wittgenstein, presenta una grave desconexión lógica. Así alguien podría intentar hacer algo que piensa que no podrá llegar a hacer, o incluso en el sentido de la incontinencia o akrasía aristotélica (cf. García Ninet, 2007), y por tanto en un plano más moral, alguien puede hacer algo que no quería hacer. Por esto Wright señala la necesidad de un concepto lógicamente más fuerte que el de querer o intentar; este concepto será el de pretender o proponerse hacer algo, ya que la sentencia «Yo pretendo el fin E», no sólo tiene mayor fuerza de conexión con la subsiguiente acción, sino que integraría la sentencia «Yo quiero el fin E», lo que no ocurriría al contrario (Wright, 1983: 20). La inferencia práctica completa y corregida que ofrece Wright tiene en cuenta, para que pueda establecer una relación lógica con la acción, tanto los requisitos para llevar a cabo su propósito y la persistencia en él como el factor tiempo, los impedimentos externos, el juicio y las actitudes epistémicas del agente. Con todo ello la inferencia práctica resultante es la siguiente: P1 A se propone de ahora en adelante11 dar lugar a p en el momento T. P2 A considera de ahora en adelante que, a menos de hacer a no más tarde de T’, no estará en condiciones de dar lugar a p en el momento T. C Por consiguiente, A se dispone a hacer a no más tarde de cuando juzgue llegado el momento T’ a no ser que se halle imposibilitado. (Wright, 1987: 125-132) Verificación de la inferencia práctica: En el desarrollo del silogismo por parte de Anscombe, el desvelamiento de una 10 En el análisis que hace Ricoeur (1996: 46) de la teoría de Anscombe sobre el wanting, se establece, sin embargo, la fuerza lógica de ésta con respecto a la acción: “En todos los casos, hay una implicación lógica (logical envolvement) entre desear y hacer; tener ganas de algo implica, lógicamente, el obtenerlo. Lógicamente significa que, en nuestro lenguaje, tener ganas y hacer se pertenecen mutuamente; siguiendo una cadena lógica de implicación, se pasa de “tener ganas” a “tener ganas-dehacer”, a “tratar (triying) de-hacer” y, finalmente a “hacer” (doing).” 11 La continua referencia a la variable “tiempo” en las inferencias de Wright, muestra la importancia que éste les asignó en la explicación de la intención; también para P. Ricoeur el carácter temporal de la intención se presentara revelador en su fenomenología de la acción. 90 intención en la conducta dada vendrá proporcionado por la respuesta a la pregunta por qué. Para esta filósofa, como para Wright, el que una acción sea intencional hace referencia a una forma de descripción de los hechos. Por eso la intencionalidad de una acción hace referencia a la manera en que el actor la describe: una acción será intencional cuando la respuesta que el agente dé ante la pregunta «¿por qué?» sea: 1) sencillamente la mención de un suceso pasado relacionado con un juicio de valor (bien o mal); 2) la interpretación elaborada de su acción, y 3) la mención a algo futuro, es decir, con vistas a algo ulterior (Anscombe, 1991: 83).12 Sin embargo, para ambos, Wright y Anscombe, aunque el conocimiento de la intención es intrínseco en el agente que efectúa la acción, este conocimiento, como dijera Wittgenstein en sus Investigaciones filosóficas, no puede tener visos de demostración, puesto que es más que conocimiento una intuición. En tal caso el conocimiento por introspección sería un conocimiento en tercera persona. La reflexión sobre mis propias intenciones y movimientos será entonces un conocimiento sobre mí mismo como el que pudiera tener un espectador ajeno. Por tanto, no serviría para verificar las premisas de una inferencia. La verificación que propone Wright es tomada necesariamente como una valoración ex post actu. Únicamente puede efectuarse a posteriori.13 La verificación de la inferencia es un juego de interdependencia entre la verificación de la conclusión y la de las premisas. La descripción de la acción dada en las premisas ha de implicar lógicamente la conclusión para que ésta pueda ser verificada, y las premisas quedarían verificadas mediante la identificación de algún ítem de conducta descrito como intencional en las mismas premisas. Esto sería lo que Wright llama la corrección del argumento de la conexión lógica. Más adelante Wright (1983) desarrollaría el aspecto del determinismo de la acción con respecto a los movimientos internos del hombre y los impulsos externos. En Explicación y comprensión (primera edición de 1971) apuntaba que la acción intencional se parece al uso del lenguaje 14 puesto que ambos presuponen un marco de referencias 12 Anscombe (1991: 53): “Acciones intencionales son aquellas a las que puede aplicarse algunos de los sentidos de la pregunta ¿por qué?” 13 Wright (1987: 142): “Sólo cuando ya ha tenido lugar la acción y se confecciona un argumento práctico para explicarla o justificarla, damos con un argumento lógicamente concluyente. La necesidad del esquema de inferencia práctica es, cabría decir, una necesidad concebida ex post actu.” Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2015) 91 y criterios. Ese marco conceptual al que nos adherimos desde pequeños son las instituciones, las costumbres, el lenguaje, etc. Ese bagaje que tomamos de la comunidad de vida será el que determine también la interpretación de nuestras acciones. Según lo dicho arriba, se pueden tomar dos patrones o modelos de explicación de la acción: 1) explicación intencionalista, 2) explicación por requerimiento. En 1) el tipo de explicación se centra en los determinantes de la intención. Estos son o bien un deseo (determinante interno) o bien un deber dado por su role (determinante externo). En 2) se trata de explicar los determinantes de la acción. Estos son o bien los objetos de la intención (determinantes internos) o bien las reglas (determinantes externos). En este sentido la acción está determinada por lo que Wright llamara normative pressure (la presión normativa o de las normas). Otro determinante de la acción serían, afectando en sentido negativo, las habilidades. 15 Estas sesgan el campo de acción del agente, mientras que los demás determinantes impulsan a la acción. Los determinantes externos tanto de la intención como de la acción nos hacen participar en formas institucionalizadas de conducta.16 Por tanto, en la medida en que vivimos en sociedad estamos predeterminados a realizar ciertas acciones; seguir reglas y normas, como es sabido que sostiene Wittgenstein en Investigaciones, es entrar en el ámbito público, y es en ese ámbito donde la codificación de las acciones les da sentido a éstas: no es posible seguir una regla privada. De este modo la acción deviene inteligible. La forma de vida en que están sumergidas las acciones de los hombres provee a estas de su sentido propio; y es a la luz de estas como hemos de entender el silogismo práctico. La comprensión de una 14 Wright (1987: 39): “Cabría decir que la conducta intencional se parece al uso del lenguaje. Es un gesto por el que doy a entender algo. De la misma manera que el uso y la comprensión del lenguaje presupone una comunidad lingüística, la comprensión de la acción presupone una comunidad de instituciones, prácticas y aparato técnico, en la que uno llega a introducirse mediante aprendizaje y entrenamiento. Se la podría llamar seguramente comunidad de vida. No podemos comprender o explicar teleológicamente una conducta que nos resulte absolutamente ajena.” 15 Wright (1983: 48): “Abilities delimit the “horizon” or “domain” or “range” of a man’s freedom to act (...) are either “innate” or else determined by biological and physical factors, or they are acquired.” 16 Wright (1983: 38): “Response to verbal and other symbolic challenges is participation in various institutionalized forms of behaviour or practices.” Daniel Rueda Garrido sociedad está en relación directa al tipo de prácticas que realizan y aprenden a realizar sus individuos constituyentes, y así un lenguaje se aprende no por explicaciones teóricas, sino por adiestramiento. Conocer un idioma es una habilidad práctica en cuanto se trata de aprender a usar unas reglas. (Arregui, 1984: 140) Así conocer un determinado comportamiento humano es encuadrarlo en una determinada inferencia intencional que responde a unas determinadas prácticas y costumbres sociales. Al despliegue esquemático de pautas aprendidas, intenciones determinadas y limitaciones internas y externas para la acción será a lo que Wright llame “lógica de los eventos”. 17 Del mismo modo se puede insistir en que una acción no encuentra su significado o sentido recurriendo a misteriosos ambages interiores del hombre, sino como inserta en una serie de prácticas compartidas e institucionalizadas; al fin y al cabo, el sentido viene del seguimiento de una regla. Así, y en paralelo con la comparación realizada por Wright con respecto al lenguaje: El significado no viene dado por un misterioso y oculto proceso mental. Una palabra deviene significativa en el uso que los hombres hacemos de ella. (Arregui, 1984: 188) De alguna manera, ser capaz de realizar unas determinadas acciones guarda una estrecha relación con la capacidad de dar razones para la ejecución de éstas. Puesto que si, como dice Toulmin, la capacidad de dar razones parece estar claramente asociada con la aplicación de un proceder aprendido, y este tipo de aprendizaje es el que nos coloca dentro del mundo de la acción humana, tiene sentido concluir en este aspecto que no es posible concebir una acción intencional que no pueda ser justificada racionalmente. Por tanto, siguiendo la línea de Toulmin, tanto las razones que el agente da como la acción realizada son fruto de un aprendizaje previo; aprendizaje que está basado en premisas, y que por eso puede ser expuesto racionalmente. Así, el lenguaje, en tanto que institución impuesta y heredada, modularía y determinaría el conjunto de las acciones que 17 Wright (1983: 50): “This interplay between situational change intentionality, ability, and a motivational and normative background I shall call the logic of events.” Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2015) Factótum 14, 2015, pp. 86-96 pudieran llamarse intencionales, acercándonos en buena medida a la concepción del Tractatus de Wittgenstein en la que el lenguaje impone sus lindes a los hechos, de manera que “la proposición es un modelo de la realidad tal como nos la pensamos” (Tractatus, 4.01). Así también, más explícitamente: “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo. La lógica llena el mundo; los límites del mundo son también sus límites” (Tractatus, 5.6-5.6.1). Esto viene a justificar el uso del silogismo práctico como método de conocimiento de la acción humana, de manera que hacemos lo que hacemos porque pensamos lo que pensamos, y pensamos lo que pensamos porque vivimos como vivimos.18 En esta misma tesitura, y recurriendo así mismo al pensamiento wittgensteiniano, Winch hará notar la estrecha implicación que existe entre el seguimiento de reglas y los modos de vida que aquellas configuran, así como el comportamiento social al que esto da lugar, siendo estas tres coordenadas los elementos de juego del estudio sociológico; de manera que pueda esperarse en función de ese “mecanismo” una cierta regularidad de acción: lo que hago ahora puede comprometerme en el futuro sólo si mi acto de este momento implica la aplicación de una regla. (Winch, 1971: 50) 3. El problema de la conexión entre acción e intención El viejo problema de la causación mental en la acción humana19 queda trasladado por Wright al plano conceptual. Aún sin negar que las conductas puedan tener una causa humeana,20 propone que el conocimiento directo que se tiene de nuestra conducta es 18 He encontrado también en Ricoeur (1990: 111) esa concesión de fuerza al lenguaje en tanto que impulso al mundo de la vida: “No es que todo sea lenguaje, como se dice a veces con exceso en concepciones en que el lenguaje ha perdido su referencia al mundo de la vida, al de la acción y al del intercambio entre las personas. Pero si bien no todo es lenguaje, nada en la experiencia, accede al sentido sino con la condición de ser llevado al lenguaje. La expresión: “llevar la experiencia al lenguaje” invita a considerar al hombre hablante, si no como equivalente del hombre en sentido estricto, sí, al menos, como la condición primera de ser hombre.” 19 Problema que ya definiera Hume (1995: 111) y que ha dejado en herencia, junto con Descartes, a los siglos posteriores. Expresa así la dificultad de conocer empíricamente el principio de causalidad: “Pero no somos capaces de observar o representarnos el vínculo que une movimiento y volición, o la energía en virtud de la cual la mente produce este efecto.” 20 Wright (1987: 153): “La interpretación de una conducta como acción es compatible con que la conducta tenga una causa humeana.” 92 en clave de una acción propia. El elemento contrafáctico que refuerza el argumento de Wright es que, de no haber actuado el agente, la acción no se hubiera ejecutado por ningún proceso causal: Por consiguiente cabría decir que la base conceptual de la acción consiste, de una parte, en nuestra ignorancia (inconsciencia) de la intervención de causas y, de otra parte, en nuestra convicción de que únicamente tendrán lugar determinados cambios de situación cuando lleguemos a actuar. (Wright, 1987: 154) Así la posición causal de la conducta es admitida pero su fuerza de ser no puede establecerse a priori, no es una relación de necesidad, es en todo caso una evidencia empírica. El que yo levantara mi brazo tuvo que ser necesariamente porque yo levanté mi brazo; sin embargo, aunque se puede considerar que una causa humeana hizo que mi brazo se levantara, yo no puedo confirmarlo puesto que uno no tiene esa certeza si no es a posteriori. Observar la causa sería dejar que se levantara mi brazo pero no hacer que mi brazo se levante.21 Así, advertir que la causa interviene comporta dejar que ella alce mi brazo (“ante mis propios ojos”) y darle opción de hacerlo es incompatible con levantar el brazo por mí mismo. Se trata de un punto lógico. (Wright, 1987: 153) De este modo el entramado filosófico de Wright hace frente al problema mente– cuerpo defendiendo una suerte de relación conceptual de integración entre los determinantes internos (intención, propósito) de la acción y la acción misma, dando lugar a la definición de acción como aquella conducta comprendida bajo el aspecto de intencionalidad.22 La relación conceptual entre la acción y la intención es registrada en las explicaciones intencionales del silogismo práctico. De tal manera que el lenguaje juega también en esta controversia un papel conciliador: la acción humana es tomada en su doble aspecto como un todo conceptual, de manera que tanto acción como intención 21 Acerca del aspecto de la adscripción de la acción al agente me remito a los estudios tercero y cuarto del magnífico libro Ricoeur (1996), donde se hace uso del concepto de Strawson de “particular de base” como el “sujeto” al que se le atribuyen los predicados. 22 Wright (1983: 42) “The relation between what I have called internal determinants of an action and the action itself is thus neither a relation of entailment nor a causal relation.” Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2015) 93 Daniel Rueda Garrido quedan intrínsecamente relacionadas desde el prisma de la relación lógica–conceptual. Así Wright se mantiene en la misma línea que Wittgenstein, para quien con palabras del profesor Arregui: La voluntariedad, pues, no es un evento mental, sino que lo que convierte a unos movimientos en voluntarios es su carácter y su ámbito, es decir, toda una situación. (Arregui, 1984: 240) Una visión alternativa y completamente opuesta será la que desarrolle el estadounidense Donald Davidson, sobre todo en Action and events (1989) donde defiende explícitamente su doctrina del monismo anómalo como él mismo lo denomina. Es un monismo porque propone concebir la relación entre la intención y la acción desde un enfoque puramente causalista, redescribiendo el par mencionado en términos de acontecimientos o eventos: así nuestras intenciones o razones para actuar serán tenidas como eventos mentales y nuestras acciones simplemente eventos físicos.23 De esta manera esquiva el requisito imprescindible para la consideración de la causalidad en sentido humeano, a saber: acción e intención han de ser lógicamente distintas e independientes. Por tanto la redescripción de una acción ha de ser en términos de eventos que del mismo modo estén interrelacionados en función de una ley general.24 Esta ley, como bien esclarece Ricoeur, no tiene por qué ser conocida, sino que al decir esto Davidson está pensando en una relación causal débil, regida por la costumbre y no por la subsunción bajo una ley explícita y determinada.25 Es claramente apreciable el abismo que separa a este tipo de explicación causalista de la consideración conceptual que realiza Wright. Tanto para uno como para otro es rotunda la negación acerca de la existencia de leyes causales mentales; aunque para 23 Así una acción intencional sería “un fragmento de conducta cuyas causas son razones, en virtud de las cuales resulta justificado” (Davidson , 1992: 15). 24 Davidson (1989: 14): “To describe an event in terms of its cause is not to confuse the event with its cause, nor does explanation by redescription exclude causal explanation.” En cierto sentido, el materialismo de Davidson es un materialismo débil, pues admite la existencia de estados mentales como las creencias y las intenciones aunque bajo una redescripción materialista. 25 Ricoeur (1996: 62): “Davidson reconoce - dirá Ricoeur - que hay ahí una versión débil de la definición humeana de la causalidad. Esta tiene en cuenta, ciertamente, acontecimientos singulares, puesto que no invoca más que la semejanza entre lo que llama ‘objetos’; pero, por otra parte, mantiene la regularidad en la repetición; un nexo causal puede ser observado así sin que se conozca la ley subyacente.” Davidson, sí se dan, de hecho, leyes causales físicas que abarcan los eventos mentales en su redescripción física, lo que hace que la concepción nomológica que presenta sea parcial y difusa, y, en este sentido, es anómalo el monismo que Davidson propone. Así, no siempre que un sujeto X tenga la intención A llegará a hacer A. Sino que, como hemos visto en Wright, la intención de hacer A por parte de un sujeto X vendrá posibilitada por un conjunto de estados de cosas, y, así mismo, la elección de hacer B para dar lugar a A estará en relación directa con las consideraciones contextuales y el acatamiento de reglas o patrones de conducta. Esto significa que el sujeto X podría haber tomado otra suerte de elección para conseguir su propósito A. Davidson, por lo tanto, defenderá que una explicación sobre la acción deberá estar sometida a una causalidad en términos físicos, de manera que la redescripción de una acción intencional podrá estar sometida a una ley general si se toman como eventos tanto la acción como la intención. De este modo las razones primarias, como él llama a las razones originarias de la acción, causarán y justificarán la acción del agente.26 Queda pues patente, a través de la comparación con este monismo anómalo de Davidson, que en la explicación intencional de Wright la conexión entre acción e intención no está sometida a una relación nómica, y menos aún es una conexión entre acontecimientos independientes, sino que más bien, como hemos venido desarrollando, con más o menos fortuna, el tipo de conexión que defiende es conceptual e integradora; la acción intencional es un único acontecimiento, si se quiere, constituido por dos aspectos, uno interior y otro exterior, conjuntados en una misma descripción. 4. La explicación intencionalista en las ciencias sociales y la historia Se trata en las líneas siguientes la distinción que realiza Wright, en función de la aclaración del sentido de las acciones humanas, entre los nombres «explicación» y «comprensión» como métodos exclusivos y excluyentes de las ciencias naturales y de las ciencias sociales. Explicar se había venido tomando desde la distinción realizada 26 Ricoeur observa dos graves atenuaciones en la doctrina de Davidson: 1) la atenuación de la dimensión temporal en la intención y 2) la atenuación en la referencia al agente de la acción. Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2015) Factótum 14, 2015, pp. 86-96 por Droysen como la forma peculiar de exposición de las ciencias naturales, entendiéndose por dicho método científico la subsunción de un caso particular a una ley universal; mientras que la comprensión había sido relegada al ámbito de las ciencias humanas siendo su función la de analizar el comportamiento humano en arreglo a diferentes enfoques como el social o el histórico. Lo que viene a desmantelar Wright es esa ajustada concepción de dichos términos, insistiendo en que el comprender como el explicar pueden darse tanto en las ciencias naturales como en las ciencias humanas. Sugiere pues que es posible la compatibilidad de ambos métodos siempre y cuando se respete en sus características propias la dinámica del objeto a estudiar. Por consiguiente no deja de ser equívoco decir que la oposición entre comprensión y explicación señala la diferencia entre dos formas de inteligibilidad científica. Aunque bien podría decirse que el carácter intencional o no intencional de sus respectivos objetos indica la diferencia existente entre dos tipos de comprensión y de explicación. (Wright, 1987: 160) La cuestión es, por tanto, aclarar en qué sentido se dice tanto comprender como explicar. Se puede establecer la comprensión de algo en el sentido de que “es un caso parecido a” o en el sentido de “quiere decir o significa”. En el primer caso estaríamos hablando de un tipo de explicación causal y en el segundo de una explicación teleológica. Con respecto a los modos de explicación, también hace esta distinción entre las basadas en condiciones suficientes, propias de las ciencias naturales y las basadas en condiciones necesarias, propias de las ciencias humanas.27 La confusión entre estos dos conceptos llevó en las explicaciones sociales e históricas a fuertes determinismos como los de Hegel y Marx con sus procesos de acabamiento histórico. Por tanto, la tarea de Wright se encardina fundamentalmente en la disgregación de esta peligrosa e inefectiva absolutización de la explicación causal en todos los ámbitos de la ciencia. Las ciencias humanas deben desarrollar su propio y peculiar método de estudio, y este será aquel que tenga como primordial enfoque la 27 Estos condicionales responderían como se ha visto mas arriba a las preguntas: ¿por qué necesariamente? y ¿cómo es que fue posible? respectivamente. 94 intención Wright: humana. Con las palabras de Ha sido una de las principales tesis de este libro la de que se deben disociar como absolutamente distintas, la causalidad en el ámbito de la naturaleza, y la causalidad, si estamos dispuestos a utilizar esta denominación, en el ámbito de la acción humana sea individual o colectiva. (Wright, 1987: 187) Por tanto, la explicación propia de las ciencias humanas y sociales ha de ser una explicación teleológica que desenmascare el propósito que ejercía de telos en una determinada acción humana.28 Así el silogismo práctico analizado por Wright dirigido ex post actu, descenderá al entramado de premisas motivacionales de las acciones humanas inmiscuidas en un hecho concreto. De este modo se irá eslabonando una cadena de silogismos interrelacionados; la conclusión de un silogismo (una acción determinada) tomada como una premisa mediadora, posibilitará (actuará como transfondo motivacional) la construcción de otro silogismo (Wright, 1987: 167-8). A este tipo de explicaciones mediante inferencias enlazadas no las llamará teleológicas propiamente sino que las incluye en el tipo, visto más arriba, de explicaciones cuasi–causales, de manera que aunque no están bajo la tutela de ninguna ley universal, tampoco están referidas a la intencionalidad de una acción propiamente sino que expone en un todo intencional un conjunto de acciones causadas unas por otras.29 La explicación en historia y en ciencias sociales ha de ser vista, según lo dicho, como una interrelación constante entre acciones e intenciones viniendo unas posibilitadas por las otras y las otras por las unas: Unos acontecimientos “hacen posibles” en historia otros acontecimientos cuando promueven una reorganización de objetivos al dar a los agentes nuevas oportunidades de actuación. (Wright, 1987: 181) 28 Wright (1987: 191): “Si una acción es susceptible de explicación teleológica, lo es en un sentido determinado, a saber, determinado por ciertas intenciones y actitudes cognoscitivas de los hombres.”. 29 Ricoeur (1996: 102) también interpreta y expone la explicación cuasi – causal de Wright: “En efecto, cada silogismo práctico es una acción efectiva que introduce un nuevo hecho en el orden del mundo, del cual provoca, a su vez, una cadena causal; entre los efectos de ésta, surgen nuevos hechos que son asumidos, en cuanto circunstancias, por el mismo agente o por otros agentes.” Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2015) 95 Daniel Rueda Garrido En este sentido, fue el autor británico, Collingwood, quién estableció con mayor fuerza el método y la labor propia de la ciencia histórica. En el estudio de la historia uno trata con acciones humanas pretéritas, no simplemente con acontecimientos estancos. Así, Collingwood, se alza en la defensa de un método histórico apropiado a su tema de estudio, desechando la metodología causalista de las ciencias naturales. Reclama la intencionalidad como un aspecto esencial de las acciones pasadas: El historiador –dirá Collingwood– no se queda jamás con uno de estos aspectos con exclusión de otro. Lo que investiga no son meros acontecimientos (por mero acontecimiento quiero decir uno que sólo tiene exterior y no interior) sino acciones, y una acción es la unidad del exterior y el interior de un acontecimiento. (1972: 209) Así también, en relación a la cita mencionada, Collingwood, se revela como un claro precedente del enfoque Wrightiano, considerando ambos que tanto la acción como la intención forman un todo intrínseco, siendo este en sus dos aspectos el objeto esencial de las ciencias humanas. La acción revela una intención que otorga un sentido global a la acción misma: Concebir un propósito o formar una intención es ya una actividad práctica. No es pensamiento que forma una antesala a la acción; es la acción misma en su etapa inicial. (Ricoeur, 1996: 299) 5. Conclusión En las páginas de arriba se ha desarrollado la concepción de Wright sobre la acción intencional en diálogo con otros autores de la tradición positivista y hermenéutica o filosófica. Se ha insistido en la importancia del silogismo práctico aristotélico para comprender las acciones según un fin dado que el sujeto considera positivo para sí mismo, viendo asimismo las claras dificultades que le presentan a esta interpretación los motivos de akrasía. Además, se ha expuesto la consideración de Wright de que tanto acción como intención conforman una unidad con dos caras (interior y exterior) y que se diferencian así de los fenómenos de causalidad, siendo por ello propios de las ciencias no causales, es decir, las humanas y sociales. Sin embargo, este autor modificó su concepción sobre la intención, como hemos visto, a partir de su Practical reasons (1983), y en concreto en su estudio «Determinism and the study of man», en respuesta a sus críticos, resolviendo disociar el silogismo práctico de su explicación de las ciencias humanas e inclinando todo el peso argumentativo hacia la identificación de la intencionalidad de la acción dentro de su marco conceptual y social propios (contexto particular), sustituyendo su explicación teleológica por una explicación esencialmente intencional. Así el estudio de la acción pasa a ser el pleno estudio de las determinaciones e influencias que se descubren en la acción individual como participación en una determinada comunidad y unas determinadas prácticas institucionalizadas. 30 De todas formas, si bien Wright se retracta de su explicación de la acción mediante fines, deshaciendo el compromiso de su argumentación con el método del silogismo práctico, no obstante, aún siendo más globalizadora la renovación del enfoque de su pensamiento, el silogismo en cuanto que reconstrucción ex post actu guarda su aplicabilidad en el marco de un estudio de las determinaciones epistémicas e intencionales de una sociedad dada. Pues parece claro que seguir una regla es seguir unas pautas y actitudes determinadas y prefijadas socialmente que, no obstante, forman parte de una praxis humana concreta. Es así que el hacer y el tener intención de hacer de los individuos es lo que constituye, bajo este punto de vista, una comunidad social, y es, asimismo, el estudio de estas acciones e intenciones lo que lleva al desvelamiento de las determinaciones e influencias bajo las que vive una sociedad dada. 30 Wright (1983: 36): “This consists in working one’s way from considerations of individual action to considerations of the factors which influence (“determine”) the individual’s conduct as a member of a community, in the context of institutionalized human relationship.” Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2015) Factótum 14, 2015, pp. 86-96 96 Referencias Anscombe, M. (1991) Intención. Barcelona: Paidós. Arregui, J. (1984) Acción y sentido en Wittgenstein. Pamplona: EUNSA. Collingwood, G. (1972) Idea de la historia. México: FCE. Davidson, D. (1989) Action and events. Oxford: Clarendon press. Davidson, D. (1992) Mente, mundo y acción. Barcelona: Paidós. Foucault, M. 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