La grandeza de la vida y la arquitectura

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La grandeza de la vida y la arquitectura
ecientemente, la lista del Patrimonio Mundial de la
UNESCO ha nominado varios edificios del maestro estadounidense Frank Lloyd Wright para formar parte de ese
elenco de obras merecedoras de una protección que, sin
embargo, la mera pertenencia a esa lista no garantiza.
Wright es uno de los clásicos. Bien, los americanos dirían que es
“el clásico”, ya que le confieren buena parte del mérito que en Europa se da a Walter Gropius o Peter Behrens como fundadores de
una nueva manera de pensar la arquitectura en el siglo XX. La figura
personal de Frank Lloyd Wright
ha llegado incluso a oscurecer
su obra, y acabó convirtiéndose
en un icono popular que llegó
a inspirar el personaje del joven
arquitecto Howard Roak, protagonista de la novela “El manantial”, que fue llevada al cine
con Gary Cooper en el papel de
Roak.
Podemos imaginar a Wright
sentado en la butaca de su cine
favorito, asintiendo levemente
mientras veía a Gary Cooper
como un sosias más que adecuado para su persona. Porque
Wright era un librepensador y
una personalidad, ante todo. Su
historia es digna del mejor guión de hombre-forjado-a-sí-mismo
de película de Hollywood.
Entró al servicio de Louis Sullivan, verdadero precursor del Movimiento Moderno en Estados Unidos y “padre” de los rascacielos
en Chicago. Cuando Sullivan vio que Wright dedicaba su tiempo libre a proyectos personales, le intentó obligar a depositar todo su
potencial en la empresa, ante lo cual Wright cogió su sombrero y
salió por la puerta para nunca más volver.
Se casó tres veces, tuvo siete hijos naturales y una hija adoptada.
Abandonó a su primera mujer causando un revuelo en la moral
local –era por aquel entonces un puritano 1903–, huyendo a Europa
con la mujer de un cliente, Edwin Cheney, hasta que consiguieron
los papeles del divorcio de ella.
Ese viaje y estancia en Europa supuso un cambio de rumbo para
Wright, que hasta entonces no había sino jugueteado con la idea de
ser arquitecto. Cuando volvió al continente americano fundó Taliesin, su particular estudio-taller en Wisconsin. Eso fue la base de la
columna de su leyenda, y el fuste de la historia llegaría cuando un
sirviente de Taliesin incendió la casa hasta los cimientos y asesinó a
hachazos a siete personas, entre las que se encontraban la amante
de Wright, sus dos hijos, un jardinero y dos trabajadores más.
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En cuestión de meses comenzaron las obras para reconstruir Taliesin, y el cuerpo del propio Wright, insomne, demacrado y literalmente ciego por la inmensa tristeza. De ese pozo volvió a salir al
esposarse con Miriam Noel, fanática de su arquitectura y que luego
se descubriría como esquizofrénica. Poco después, se le encomendaría el encargo del Hotel Imperial de Tokio en 1913, raro honor
para un occidental. La obra sobrevivió al gran terremoto de 1923 y
a los bombardeos aliados en 1945, pero poco pudo hacer ante la
presión inmobiliaria en 1968 y, finalmente, fue demolido.
Wright fundó su segundo estudio-taller, Taliesin West, en
pleno desierto de Arizona, lugar donde los alumnos, como
ejercicio de curso, debían crear
un habitáculo que les serviría
como tal durante el curso.
Existe, además, una cierta leyenda negra sobre las condiciones de los estudiantes, o incluso
su
papel
como
trabajadores del propio estudio, ya que el centro contaba
con un sistema parecido al
aprendizaje de las logias medievales.
Y luego está su obra. Es difícil
pasar por encima de todo lo
contado, sus excentricidades y sus despropósitos, y fijar la vista en
los edificios diseñados por él. Sin embargo, puede ser uno de los
arquitectos más famosos para el gran público, al menos a la hora
de reconocer la casa sobre la cascada, Fallingwater, o el Museo Guggenheim de Nueva York
Pese a su accidentada biografía, no hay que olvidar que Wright
supuso el principio de lo que se denominó “El siglo americano” de
la arquitectura; supo coger ideas e influencias tanto de Europa
como de Asia y colaboró en el desarrollo del lenguaje formal del
imperio capitalista de Estados Unidos.
Actualmente, existen mil sitios y monumentos en la lista de
patrimonio mundial de la UNESCO, entre los que se encuentran
edificios tan emblemáticos como la casa de la ópera de Sydney,
de Utzon; o la ciudad de Brasilia, de Costa y Niemeyer; o la acrópolis de Atenas. A esa ilustre lista se sumarán las obras del Templo
de la Unidad, la casa Robie, la propia Fallingwater o el centro cívico
del condado de Marin, todos ellos obra de Frank Lloyd Wright. No
obstante, y como ya se ha dicho, esa lista no puede proteger nada
por sí sola, y la imágenes de los Budas de Bamiyan saltando por
los aires bajo el régimen talibán en Afganistán eran buena prueba
de ello
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