Algunas cuestiones sobre el duelo y la melancolía 1 Sara Rotbart En los textos de 1915 Freud ubica a la melancolía incluída en el campo de las neurosis narcisistas. Éstas presentan dificultades transferenciales y al mismo tiempo se ubican como límite a la terapia analítica. Las nociones que se mencionan en los textos preanaliticos como duelo y libido, (en la melancolía hay un duelo por la propia libido) van a adquirir precisiones conceptuales, ya que Freud en esta época, va a desplegar una teoría a cerca de la colocación de la libido, va a situar el estatuto del ”si mismo propio” y va a precisar las operaciones que se ponen en juego en el duelo. El eje de “Introducción del narcisismo” que permite interrogarnos a cerca de nuestro tema es La constitución del yo y en “Duelo y melancolía”: la identificación con el objeto perdido. ¿Podríamos hablar en esta época de una constitución más endeble del yo en la melancolía? Con “Introducción del Narcisismo” sabemos que a la fase del autoerotismo inicial (donde prevalece la satisfacción de las pulsiones parciales) es necesario que se agregue una nueva acción psíquica, para que surja el cuerpo como unidad, retomando la definición que Freud extrae de Nacke: con el narcisismo el individuo da a su propio cuerpo el trato que le daría a un objeto sexual , el yo pasa a ser el objeto de la libido, instaurando la serie de la elección de objeto, aunque persiste un resto autoerótico. En la operación de la identificación y el reconocimiento especular interviene el ideal del yo como instancia simbólica; (insignias y emblemas paternos) que se asienta en la identificación primaria como marca, ésta última va a ser retomada en (El yo y el ello, Psicología de las masas, Tótem y Tabú). Lacan plantea que el yo como instancia se ubica en una línea de ficción. Con la introducción de lo imaginario, plantea en “El estadio del Espejo”: “es que la forma total del cuerpo, gracias a la cual el sujeto se adelanta en un espejismo a la maduración de su poder, no le es dado sino como una gestalt, es decir en una exterioridad donde sin duda esa forma es mas constituyente que constituida...” ...le da fundamento una forma de causalidad, que es la causalidad psíquica misma: la identificación, esta es un fenómeno irreductible y la imago es esa forma definible en el complejo espacio-temporal imaginario que tiene por función realizar la identificación resolutiva de una fase psíquica, esto es, una metamorfosis de las relaciones del individuo con su semejante.( “A cerca de la causalidad Psíquica”.) En “El yo y el ello” (texto de 1923), el cuerpo propio es un sitio del que pueden partir simultáneamente percepciones internas y externas. Es visto como un objeto otro. El yo es sobre todo una esencia cuerpo, no es solo una esencia superficie, si no él mismo, la proyección de una superficie. 1 Presentado en el marco de la investigación “El dolor psíquico. Aspectos estructurales y fenoménicos”.UBA (o sea que el yo deriva en última instancia de sensaciones corporales, principalmente las que parten de la superficie del cuerpo. Cabe considerarlo, entonces, como la proyección psíquica de la superficie del cuerpo, además de representar, como se ha visto antes, la superficie del aparato psíquico. La noción de superficie alude en este caso a la idea de un espacio geométrico; una extimidad y no al borde exterior del cuerpo. Retomando”Introducción del Narcisismo”: El valor de los conceptos de libido yoica y libido de objeto reside en que provienen de un procesamiento de los caracteres íntimos del suceder neurótico y psicótico. Los parafrenicos muestran dos rasgos fundamentales de carácter: el delirio de grandeza y el extrañamiento de su libido respecto del mundo exterior (personas y cosas) sin sustituirlas por otras en su fantasía como sucede en las neurosis de transferencia. Esta última alteración los hace inmunes al psicoanálisis, los vuelve incurables para nuestros empeños. ¿Cuál es el destino de la libido sustraída de los objetos en estos sujetos? El delirio de grandeza nos indica el camino. Nació a expensas de la libido de objeto. La libido sustraída del mundo exterior es conducida al yo. En este momento dentro de las neurosis narcisistas Freud describe a la megalomanía, pero todavía no diferencia paranoia, esquizofrenia y melancolía. En la conferencia 26, Freud plantea en relación a las neurosis narcisistas: “Siempre nos ocurre que tras un breve avance tropezamos con un muro que nos detiene. También en las neurosis de transferencia tropezamos con barreras y resistencias pero pudimos desmontarlas pieza por pieza, en las neurosis narcisistas la resistencia es insuperable, a lo sumo podemos arrojar una mirada curiosa por encima de ese muro para atisbar lo que ocurre del otro lado, por tanto nuestros presentes métodos técnicos tienen que ser sustituidos por otros, todavía no lo logramos sustituir. No puede establecerse en ellos: la renovación del conflicto patógeno y la superación de la resistencia de represión. En la conferencia 28, Freud ubica como límite de la terapia analítica y a la posición interpretante del analista: la falta de movilidad de la libido que no quiere abandonar sus antiguos objetos y la rigidez del narcisismo. Duelo y melancolía – Mientras que con el trabajo del duelo se produce la separación y es vencida la pérdida de objeto, en la afección de la melancolía no triunfa la pérdida y la operación del duelo se complica por el conflicto de ambivalencia y la tendencia regresiva. “El duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc. A raíz de idénticas influencias, en muchas personas se observa en lugar de duelo, melancolía (y por eso sospechamos en ellas una disposición enfermiza). El duelo muestra los mismos rasgos que la melancolía: desazón dolida, desinterés por el mundo exterior, pérdida de la capacidad de amar, inhibición, pero falta en el la perturbación del sentimiento de si. El talante dolido va a ser legitimado y precisado cuando Freud ubique el estatuto económico del dolor. El trabajo que el duelo opera consiste en el desasimiento de toda la libido que se enlazaba con el objeto pero se observa que el hombre no abandona de buen grado una posición libidinal, ni aun cuando su sustituto asoma. Se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de energía de investidura mientras que el objeto perdido continúa en lo psíquico. Cada uno de los recuerdos en que se la libido se anudaba al objeto son clausurados, sobreinvestidos y en ellos se consuma el desasimiento de la libido. El mundo exterior se vuelve pobre y vacío. Una vez cumplido el trabajo del duelo se vuelve libre y desinhibido. La pérdida del objeto no queda fuera de la conciencia. La inhibición melancólica aparece como algo enigmático y no se logra esclarecer lo que absorbe al enfermo, se ubica una extraordinaria rebaja en su sentimiento yoico, el yo mismo se vuelve pobre y vacío. Freud ubica el delirio de insignificancia predominantemente moral, el yo se presenta como indigno, se hace reproches, espera repulsión y castigo. Falta el pudor en presencia de los otros, hay una franqueza que se complace en el desnudamiento de si mismo. El conflicto psíquico queda ubicado entre el yo y la conciencia moral, esta instancia criticadora lo toma como objeto. Los autorreproches son reproches contra el objeto de amor, que desde este han rebotado sobre el yo propio. En relación a la elección de objeto y a diferencia del duelo donde hay sustitución del objeto, en la melancolía la investidura de objeto resultó poco resistente, fue cancelada y la libido se retiró sobre el yo. Ahí no encontró un uso cualquiera, sino que se estableció una identificación con el objeto perdido. La sombra del objeto cayó sobre el yo. El yo es juzgado como el objeto abandonado. Queda alterado por la identificación. El mecanismo en las neurosis narcisistas consiste en la sustitución de la investidura del objeto de amor por la identificación narcisista con el mismo. En este momento no se acentúa la megalomanía, sino la rebaja del sentimiento yoico. En la identificación narcisista de la histeria la investidura de objeto no es cancelada como en la melancolía, persiste y se exterioriza en acciones e inervaciones singulares. Si el amor por el objeto se refugia en la identificación narcisista, las tendencias sádicas provocan el automartirio melancólico, inequívocamente gozoso. La angustia de empobrecimiento deriva del erotismo anal arrancado de sus conexiones y mudado en sentido regresivo. El complejo melancólico se comporta como una herida abierta, atrae hacia si desde todas partes energías de investidura (que en las neurosis de transferencia se ubican como contrainvestiduras). El dolor anímico va ser análogo al dolor corporal y Freud se interroga por su estatuto económico. En el punto c de la addenda de “Inhibición, Síntoma y Angustia”, Freud plantea en relación a esta cuestión: El dolor corporal consiste en una elevada investidura narcisista. El paso del dolor corporal al dolor anímico corresponde a la mudanza de investidura narcisista en investidura de objeto. La representación-objeto que recibe de la necesidad una elevada investidura, desempeña el papel del lugar del cuerpo investido por el incremento de estímulo. La continuidad del proceso de investidura y su carácter no inhibible producen idéntico estado de desvalimiento psíquico. Si la sensación de displacer que entonces nace lleva el carácter específico del dolor, en lugar de exteriorizarse en la forma de la reacción de angustia (reacción frente al peligro de la pérdida de objeto), cabe responsabilizar como factor al elevado nivel de las proporciones de investidura y ligazón con que se consuman estos procesos que llevan a la sensación de displacer. El carácter doliente del duelo armoniza con la explicación que acabamos de dar, a saber, la elevada e incumplible investidura de añoranza del objeto en el curso de la reproducción de las situaciones en que debe ser desasida la ligazón con el objeto.” Bibliografía - Freud, S. “Introducción del Narcisismo” Lacan, J. “El Estadio del Espejo” Lacan, J. “A cerca de la causalidad psíquica” Freud, S. “Duelo y Melancolía” Freud, S. “Conf. 26” Freud, S. “Inhibición, síntoma y angustia; addenda”