Santa María del Valle. Arte y devoción en torno a la patrona del

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ISSN: 1696-344X
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Santa María del Valle. Arte y devoción
en torno a la patrona del Convento de Clarisas de Zafra
Juan Carlos R UBIO MASA
Con el acróstico laudatorio «Corona de flores de Nuestra Señora», fechado en
el convento de Santa María de los Ángeles de Zalamea de la Serena a primero
de enero de 1777, el «devoto y pequeñuelo hijo del seraphín Françisco» fray
Pedro Díaz Mancera saludaba a la «hermosa» y «peregrina» imagen de la
Virgen del Valle del convento de Santa Clara de Zafra, al comienzo de una
novena que había compuesto en su honor1.
A lo largo de los cuatro años que había sido predicador en el convento,
fray Pedro se había ido aficionando a contemplarla, pues la consideraba
adornada de singular hermosura y perfección. A poco de marcharse a Zalamea,
sintiendo su ausencia y lejanía, se aprestó a dejar que la pluma escribiese los
dictados del corazón. El fruto fue una fervorosa novena que sustenta en el
versículo «Tota Pulchra es María», cantado diariamente por sus hermanos de
religión: «contiene en sí esa antiphona tanta dulzura y suabidad que me parece
a mi –explica el franciscano– no solo robará y encantará a los devotos amorosos
corazones sino aún a los más rebeldes y obstinados si con atención reflexionan
en ella». Con sus palabras convertidas en oración, buscaba extender el culto a
la venerable imagen mariana en un tiempo que se antoja ya poco propicio. El
manuscrito nunca llegaría a publicarse, si bien las clarisas lo cuidarían con
esmero en su archivo conventual, donde aún se encuentra.
LA INVENCIÓN DE LA IMAGEN
La novena a la Virgen del Valle cuenta con un largo «prólogo al lector» en el
que se ensalzan las «grandezas y glorias de María Santísima» y refiere cómo a
través de su singular imagen revirtieron sobre la comunidad y monjas clarisas
DÍAZ MANCERA, fray Pedro, Novena a María Santísima del Valle cuya imagen se venera en el
religiosísimo y noble convento de la esclarecida Madre y Señora Santa Clara de la siempre Ilustre Villa
de Zafra. ARCHIVO DEL CONVENTO DE SANTA CLARA DE ZAFRA (en adelante ASCZ),
Biblioteca Antigua. Vid. documento 1.
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© CENTRO DE ESTUDIOS DEL ESTADO DE FERIA
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de Zafra. Para ello se sirve literalmente de la crónica que el también franciscano
fray Joseph de Santa Cruz escribiese algo más de un siglo antes2.
Ya en 1670, cuando Santa Cruz visita el convento, era vieja una leyenda
en la que se relataba que ciertos signos divinos habían propiciado la
construcción del convento y cómo la imagen de la Virgen del Valle, que había
permanecido mucho tiempo enterrada, había sido encontrada al iniciarse las
obras. Pero dejemos que sea el propio cronista quien nos cuente el origen
fabuloso del monasterio: «mucho antes de la fundación, dos casados de la villa
de Zafra, personas de mucha oración y virtud, vieron que desde el sitio, donde
después se edificó el Conuento, se leuantaua hasta el Cielo vna escala por
donde subían muchas almas en trage y insignias de Religiosas, y alcanzando
estos dos casados al efecto de la visión y el Conuento fundado, se mandaron
enterrar en él. Y de todo ay antigua tradición».
A renglón seguido, Santa Cruz pasa a narrarnos la invención de la
imagen mariana: «Al abrir los cimientos se halló vna Imagen de piedra blanca
de la Virgen nuestra Señora, y un letrero también que dize: Sancta María del
Valle ora pro nobis. Y assí quedó el Conuento con la vocación de Santa María
del Valle»3.
Un documento dieciochesco del archivo conventual es aún más preciso
a la hora de relatar el suceso: «Estando por mandado del Sr. Duque de Feria
cabando para hacer los cimientos de este convento les advirtió el sonido de la
hazada, dava en alguna parte, que devían registrar con la vista; así lo hicieron
y vieron la santísima imagen de Nuestra Señora del Valle, lastimado un pico de
el manto con el azadón como oy día tiene menos el hermosísimo aliño de su
manto señal que nos trae a la memoria el milagroso hallazgo» 4. Una
representación gráfica de lo narrado aparece, dentro de una cartela, en un
lienzo pintado en 1776 para la celda abacial y al que, más adelante, nos
referiremos (lám. 9).
Leyenda, hechos históricos y objetos artísticos, sin embargo, no tienen
encaje5. La documentación evidencia que el monasterio fue fundado en 1428,
2
SANTA CRUZ, fray José de, Chrónica de la Santa Provincia de S. Miguel de la Orden de N.
Seráfico Padre S. Francisco, Madrid, por la viuda de Melchor Alegre, 1671.
3
Ibíd., p. 521.
Noticias de las tres traslaciones que ha tenido la santísima y milagrosa imagen de Nuestra Señora del
Valle. ASCZ, Miscelánea. (Vid. documento 3).
5
Varios han sido los escritores zafrenses que lo han intentado. En esta nota solo nos referiremos
al precursor, a Vivas Tabero, que lo pretendió para acabar creando más confusión, si no
hilaridad. El texto en el que se ocupa de los orígenes del convento y de su imagen titular es
una sarta de disparates: «La iglesia se edificó –dice– sobre las ruinas de una mezquita
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por los que fueran primeros Señores de Feria, no para dar respuesta a un designio
divino, manifestado en visiones de cariz místico, si no con la intención de
saciar la vocación religiosa de sus hijas Isabel y Leonor, y de que su iglesia y
coro sirvieran de panteón del linaje nobiliario que con ellos se iniciaba.
Fue, además, el monasterio una creación tardía en sus vidas: Gómes I
Suárez de Figueroa y Elvira Laso de Mendoza, hasta entonces, habían visto sus
posesiones extremeñas como un apéndice de las que poseían en Écija, por lo
que habían llegado a dotar en 1413 una capilla funeraria en el convento
dominico de aquella ciudad. Mas, quince años después habían mudado de
parecer, si bien dejaron constancia de su querencia andaluza al poner el
convento bajo la advocación de la patrona ecijana, a la que tenían una acendrada
devoción.
Por otro lado, sabemos que la imagen de la Virgen fue entregada al
convento por Elvira Laso, como no podía ser de otra manera, como imagen
titular que presidiera la puerta de su iglesia. Y puede colegirse del asiento:
«una imagen de Nuestra Señora de alavastro, dos mil maravedís», recogido en
el inventario de bienes donados en vida por la primera Señora de Feria al
convento6.
No sabemos en qué momento se pudo forjar la leyenda, pero sí que durante
toda la Edad Moderna era creencia firme en el convento. Aún, las monjas
recuerdan que, sus antiguas hermanas, les contaban que el hallazgo de la Virgen
tuvo lugar en el torreón de la esquina suroeste del convento; y que la placa de
mármol con la inscripción SANTA MARÍA DEL VALLE, que en posición
invertida aparece en el exterior hacia la calle Toledillo, era la que se encontró
con la imagen.
árabe, convertida después en capilla bajo el patrocinio de Nuestra Señora del Valle, que se
arruinó a principios del siglo XV. Al abrirse los cimientos el año 1428, se encontró una
preciosa imagen de alabastro» con la inscripción citada. Y para que todo cuadrase, en un
arranque xenófobo, considera «probable que esta milagrosa imagen fuese enterrada por los
cristianos de Zafra, cuando los hijos de Agar se disponían a mancillar esta villa con sus
sacrílegos ritos y sus inmundas plantas...». Cfr. VIVAS TABERO, Manuel, Glorias de Zafra o
recuerdos de mi patria, Madrid, 1901.
Testamento de Elvira Laso de Mendoza (25 de agosto de 1459). ARCHIVO DUCAL DE
MEDINACELI, Sección Feria, leg. 56-1. El asiento notarial es escueto pero suficientemente
elocuente, como ponen de relieve en sus comunicaciones RODRÍGUEZ LIÁÑEZ, Laureano,
«Dos fundaciones clarianas bajo patronato de la Casa de Feria: El Valle de Zafra y La
Concepción de Fregenal», Anuario de Investigaciones de Hespérides, III, Jerez de la Frontera,
1996, pp. 123-146 y MAZO ROMERO, Fernando, «El Monasterio de Nuestra Señora del
Valle de Zafra, fundación de los Suárez de Figueroa», Cuadernos de Çafra, III, 2005, p. 121.
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LA VIRGEN ALABASTRINA
La imagen de la Virgen del Valle (lám. 1-6), que desde comienzos del siglo XVIII
preside el retablo mayor de la iglesia conventual, es una obra gótica, de 92
centímetros de altura, esculpida en alabastro: una descripción antigua decía
que era «de piedra fina, que, en tocándola con alguna cosa, suena como una
campana»7. La blancura del alabastro solo se altera con toques de policromía y
dorado en zonas puntuales.
Representa a Nuestra Señora coronada con su Hijo sentado sobre su
brazo y cadera, lo que le obliga a adoptar una pose sinuosa, con un leve sesgo
hacia su derecha y una ligera inclinación del pecho y la cabeza hacia atrás,
para contrarrestar su peso; curvatura que acentúa el óvalo del manto que bordea
su rostro. Con sus largos dedos índice y pulgar adelantados sostiene, de modo
extravagante (lám. 5), el tallo dorado de una rosa roja, sobre la que se ha posado
un pajarillo al que el Niño acaricia suavemente.
La Virgen está efigiada de pie, cubierta con vestidura talar estampada de
esvásticas o molinetes dorados y perfilados de negro, y rematada con fimbrias
doradas. Muestra escotadura cuadrangular cerrada con seis botones dorados,
sobre la que asoma una camisa de finos dobleces, todo rematado con una orla
dorada. Su cintura se ajusta con un ceñidor dorado con su hebilla, decorado
con cuadrifolias rojas, que cuelga por debajo de las rodillas con remate
puntiagudo. Y sus mangas ceñidas con larga abotonadura. El manto, que
envuelve su cabeza, cae delicadamente sobre sus hombros para recogerse en
los antebrazos, aunque mientras uno cuelga, el otro es sostenido al otro lado
creando mórbidos pliegues curvilíneos que acaban fundiéndose con los
verticales de la falda. Se decora con estrellas doradas y cuadrifolias verdes. Los
extremos del manto, que se unen a su izquierda, forman al caer serpenteantes
dobleces, lo mismo que el ruedo de la túnica, cuyas plegados de exquisita
plasticidad, dejan asomar los zapatos oscuros y apuntados que calza. Todo
ello acentuado con una fimbria dorada.
El rostro sonriente de la Virgen, que se apoya en un cuello poderoso8 y se
rodea de una ordenada y oscura cabellera, parece dirigir sus enormes ojos, su
mirada entre ensimismada y compasiva hacia el fiel, en un alarde de idealización
propia de un arte amable y tierno. Quizá, ese ignoto artista que la creó quiso que
en este semblante se viesen reflejados los versos del Cantar de los Cantares:
«Palomas son tus ojos/ a través de tu velo;/ tu melena, cual rebaño de cabras,
7
«Noticias de las tres traslaciones…».
8
«Tu cuello, como torre de marfil». Ct 7,5.
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que ondulan por el monte Galaad/ (...) Tus labios, una cinta de escarlata,/ tu
hablar, encantador./ Tus mejillas, como cortes de granada/ a través de tu velo»9.
El Niño lleva vestiduras similares a la de su Madre, si bien se muestra
con sus pies descalzos y se cubre con una clámide o manto corto, que se cierra
con dos gruesos botones sobre el hombro derecho y se decora con molinetes
dorados. En su mano el grueso libro de la Vida, que se representa con cubiertas
y lomo oscuro y redondeado, del que emergen tres nervios, que como los cantos
y el cierre metálico van dorados. Su rostro muestra un mohín risueño, que no
alcanza la gracia de la que está dotado el de la Madre, mientras adelanta su
mano derecha para acariciar al pajarillo posado sobre la rosa.
La historiografía, tradicionalmente, ha venido considerando la imagen
de la Virgen del Valle como obra del siglo XIII al XIV10, sino mucho más antigua11.
Sin embargo, es una pieza más tardía, esculpida en la primera mitad del siglo
XV12, quizá en su tercera o cuarta décadas. Y así lo creemos, pues nos parece
que es razonable pensar que la imagen se esculpiese entre 1428 y los primeros
9
Ct 1, 3.
En MÉLIDA ALINARI, José Ramón, Catálogo Monumental de España. Provincia de Badajoz,
Madrid, 1926, t. II, p. 449, se señala que «por el carácter de la escultura corresponde al de
la imaginería del siglo XIII al XIV». Croche, en un intento de conciliar documento artístico y
fábula, dice que «puede provenir del siglo XIII y así justificar la antigua leyenda que se
cuenta en torno a su descubrimiento, cuando se comenzaran a abrir los cimientos del
monasterio», cfr. CROCHE DE ACUÑA, Francisco, Zafra, una lección de Historia y de Arte,
Badajoz, 1980, p. 93; la idea aparece más desarrollada, al añadir datos de Mélida y de Vivas
Tabero, en El Monasterio de Santa María del Valle de Zafra «Santa Clara». Guía de su Historia y su
Arte, Zafra, 1990, p. 36. Como esculpida en el siglo XIII es considerada en ANDRÉS ORDAX,
Salvador (dir.), Monumentos artísticos de Extremadura, Salamanca, 1986, p. 646; o en PIZARRO
GÓMEZ, Francisco Javier, Zafra. Arte y Ciudad de Señorío, Salamanca, 1987, p. 21.
10
Donde Vivas Tabero anda muy despistado es en la descripción de la imagen y en su
cronología. De la Virgen del Valle llega a decir que «su rostro es hermoso y algo moreno,
acaso por la mucha antigüedad»; que «está sentada, teniendo los pies sobre un estradito»;
y que «no puede negarse que la imagen venerada pertenece a la época visigoda». Para ello
asevera que «por rudimentarias que sean las nociones de arqueología sagrada, en cualquiera
que con algún detenimiento haya estudiado las obras de aquel tiempo, resentidas por la
decadencia que dominaba en todas las manifestaciones del arte, no podrá menos de descubrir
en ella los rasgos característicos de las esculturas del primer periodo cristiano». Cfr. VIVAS
TABERO, op. cit., p. 221.
11
Si Pilar Mogollón no se decanta, dejando la escultura como heredera «del estilo de las
Bellas Madonnas germánicas y bohemias surgidas alrededor del año 1400" (Cfr. MOGOLLÓN
CANO-CORTÉS, Pilar, «Escultura», en FERNÁNDEZ LÓPEZ, J. y PIZARRO GÓMEZ, F.J.
(Coord.), La España Gótica. Extremadura, Madrid, 1995, p. 48); Tejada Vizuete viene a
considerarla como esculpida «antes de que llegara la mitad de ese bien asombroso siglo
XV», cfr. TEJADA VIZUETE, F., «Las más primitivas imágenes de la Virgen en tierras de la
Baja Extremadura (II)», Guadalupe, nº 732, 1995, p. 23.
12
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años de la década de los treinta, al tiempo que se iniciaba la edificación del
convento; Pero, también, debemos considerar el año 1446, como término ante
quem, pues tenemos certeza que la comunidad clariana ya estaba instalada
entonces en el convento. No podemos, sin embargo, descartar como fecha extrema
de su esculpido el año 1459, el de redacción del testamento de Elvira Laso,
donde aparece el asiento de la Virgen alabastrina citada líneas atrás13.
Una publicación reciente sobre la Virgen del Valle, la patrona de Écija,
plantea la posibilidad de que la imagen de Zafra estuviese inspirada en ella; y
no sería extraño si tenemos en cuenta el origen ecijano de los Feria y su devoción
a dicha imagen andaluza, de la que está documentado que se realizaron
reproducciones14 . Sobre la Virgen del Valle de Écija, que es una imagen gótica
tallada en madera y policromada en el siglo XIV, pesaba la tradición de ser
retrato de San Lucas15, lo que le confería un especial valor como icono mariano,
que pasará a las imágenes que en ella se inspiren. Así, entre la Virgen de Écija,
obra del siglo XIV, y la zafrense se advierten ciertas semejanzas en la curvatura
que adoptan, en el gesto y en la sonrisa que manifiestan; pero la circunstancia
de que la primera, para ser vestida, haya perdido el Niño y sus dos brazos y en
lo que resta se observen claras diferencias con la de Zafra, impiden una
comparación formal adecuada. No obstante, teniendo en cuenta la época,
podríamos concluir que la imagen zafrense no es una copia literal, sino que se
ha producido una adaptación del modelo a las corrientes estéticas de la primera
mitad del Cuatrocientos16.
La Virgen del Valle de Zafra está relacionada con la tipología de las
Schöne Madonnen, las Bellas Vírgenes, surgida en el último cuarto del siglo XIV
en el arte centroeuropeo, pero pronto difundida por toda Europa como expresión
Vid. RUBIO MASA, Juan Carlos, El mecenazgo artístico de la Casa Ducal de Feria, pp. 52, 58-59.
MARTÍN OJEDA, Marina y GARCÍA LEÓN, Gerardo, La Virgen del Valle de Écija, Sevilla,
1995, pp. 29, 209 y 285.
13
14
Según la tradición, la imagen, traída de Oriente a Roma, fue regalada por el Papa San
Gregorio Magno a San Leandro, obispo de Sevilla. Tras su muerte, paso a manos de sus
otros tres hermanos: primero, de San Isidoro, que se la envió a San Fulgencio, obispo de
Écija, para terminar en el convento fundado por Santa Florentina. Comenzando, desde
entonces, a denominarse del Valle por encontrarse en la ribera izquierda del Genil, a corta
distancia de la ciudad. Ibíd., p. 24.
16
Desde el punto de vista formal, la Virgen del Valle de Zafra debe ponerse también en
relación con la imagen alabastrina de San Juan Bautista conservada en La Parra, que fue
donada por los Suárez de Figueroa para la ermita de su nombre.
15
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escultórica del Gótico Internacional, un arte refinado, exquisito y cortesano, cuya
producción alcanza los años centrales del XV. Se trata de una serie de estilizadas
imágenes de la Virgen en las que se funden una belleza insólita y sutil con una
comedida gestualidad. Vírgenes que, para sostener sobre su cadera al Niño, se
incurvan e inclinan en un difícil, pero elegante y gracioso equilibrio. Cubiertas
con ropajes de copiosos, delicados y curvilíneos plegados, estas imágenes
idealizadas evidencian el gusto de los comitentes por un arte amable que desea
llegar a los fieles a través de los sentidos. Que busca llenarlos de gozo ante la
contemplación de unos rostros sagrados sonrientes, o de ardor místico ante la
delicadeza y la ternura de los humanizados gestos de la Madre y su Hijo.
Imágenes que, sin embargo, están plenas de simbolismo, impreso tanto en las
propias figuras como en los objetos que portan.
La imagen zafrense es una versión occidental de la Hodigitria bizantina
o Virgen Conductora, un modelo iconográfico difundido durante el gótico, que
conmovía el alma de los fieles y en cuya formación tuvo mucho que ver el
franciscanismo.
Al aparecer tocada con corona dorada, la imagen adquiere un carácter
regio, como corresponde a la Reina del Cielo. Pero también la corona es emblema
de martirio y de recompensa: como los mártires cristianos, María desde el
medievo aparece coronada, pues si no sufrió martirio físico, sí lo padeció en su
corazón; de ahí que en las Letanías Lauretanas (c. 1500) se le aclame ya como
Reina de los Mártires.
Precisamente a esa amargura alude la rosa que porta en su mano derecha:
si la rosa blanca en el simbolismo cristiano es atributo de su concepción virginal;
cuando es roja, los místicos, la entiende teñida de la sangre que fluye de las
llagas de Cristo. Ahora bien, el significado puede ser más amplio, así San
Bernardo llega a comparar a María con la rosa roja por su caridad. La Virgen,
en un sentido u otro, se encarna en la rosa17, de ahí que los dominicos divulgaran
la devoción mariana por excelencia: el rosario18.
Sobre la rosa, como decíamos, aparece un pájaro que el Niño acaricia. La
representación de una rosa y un ave en estas imágenes marianas es muy
frecuente en la plástica gótica, véanse como ejemplos cercanos la Virgen de los
Genoveses o la Virgen de la Antigua de la Catedral de Sevilla, decayendo su
uso en épocas posteriores. Si la rosa es María, el ave es un atributo que se ha
explicado de diferentes maneras: para unos representa a la paloma del Espíritu
17
«Como plantel de rosas en Jericó». Si 24,14.
REAU, Louis, Iconografía del arte cristiano. Introducción general, Barcelona 2000, pp. 162163.
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Santo; para otros recuerda un pasaje evangélico apócrifo que relata un supuesto
milagro de la infancia de Cristo en el que doce pajarillos de barro cobran vida19;
si bien, lo más probable, es que aluda al alma humana, pues con un pájaro se
identifica ya desde el Antiguo Testamento: «¿cómo decís a mi alma: huye, pájaro,
a tu monte?»20. El pájaro sobre la rosa alude, pues, al fiel que busca el auxilio de
la Virgen para alcanzar la misericordia de Cristo: un Jesús Niño que porta el
libro de la Gnosis. Cristo el omnisciente, el omnipotente, el que conoce las
almas y las sana con solo tocarlas (lám. 6).
Seguramente aquel fraile dieciochesco, que citamos al principio, devoto
enamorado de la Virgen del Valle, se inspiró en ella para escribir la parábola
siguiente: «Havían enseñado a un paxarillo a decir Ave María. Este pobrezillo
se descuidó y le arrebató un alcotán. Llebábale por los aires y le iba hincando
las uñas; y quitándole la vida. El triste paxarillo comenzó a decir lo que sabía,
sin saber lo que decía: Ave María, Ave María, Ave María. Y al decir estas
palabras, o prodigios de el Altisimo, cayó muerto el alcotán y el paxarillo quedó
libre y sano. ¡O Reina de todo lo criado! Que aun hasta de aquellos que no te
conocen los faboreces porque eres su Reina. O cristianos si quando nos hallamos
de el alcotán de el infierno levantaramos la voz y dijeramos Ave María, como
nos faborecería mejor la Virgen Santísima pues es nuestra Reina, nuestra Madre
y toda nuestra esperanza»21.
AMICTA SOLE: RETRATOS DIECIOCHESCOS
La imagen alabastrina de la Virgen del Valle fue concebida para presidir el
pórtico de la iglesia del convento. Y allí, en un «nicho muy curioso» sobre la
puerta, estuvo hasta 167822. Desde antiguo se había tenido a la imagen por
milagrosa, véanse sino los prodigios recogidos por fray José de Santa Cruz en
«Después de esto, Jesús tomó el barro de los hoyos que había hecho y, a la vista de todos,
fabricó doce pajarillos. Era el día del sábado, y había muchos niños con él. Y, como uno de.
los judíos hubiese visto lo que hacía, dijo a José: ¿No estás viendo al niño Jesús trabajar el
sábado, lo que no está permitido? Ha hecho doce pajarillos con su herramienta. José reprendió
a Jesús, diciéndole: ¿Por qué haces en sábado lo que no nos está permitido hacer? Pero Jesús,
oyendo a José, batió sus manos y dijo a los pájaros: Volad. Y a esta orden volaron, y,
mientras todos oían y miraban, él dijo a las aves: Id y volad por el mundo y por todo el
universo, y vivid». PseudoMateo 27, 1.
19
20
Sal 11,1.
DÍAZ MANCERA, Fray Pedro, Vida Maravillosa de las obras, hechos y virtudes de Sor María
Josefa de San Francisco, religiosa de velo blanco en el Convento de la esclarecida Madre y Señora Santa
Clara de la villa de Zafra. ACSC, Biblioteca Antigua, p.90
21
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su crónica del monasterio23, y las monjas, que la habían perdido de vista por la
clausura, se contentaban con tener en la capilla otra imagen de talla «copia de
la hallada de piedra». Pero, en agosto de aquel año, una enorme tormenta
obligó a las monjas a refugiarse en el coro y allí, entre oraciones y súplicas,
quisieron ver la gracia de la Virgen del Valle descender sobre ellas al librarlas
de un rayo que con todo su aparato eléctrico penetró en la capilla mayor sin
producir apenas destrozos. En agradecimiento, acordaron colocar la imagen
en el retablo principal, en el hueco del ático, desplazando de allí un lienzo de la
Santísima Trinidad. Para ello, el escultor Joan de Vargas se encargó de fabricar
un «tabernáculo y nicho»24, que fue dorado, así como «lo que hiço de daño una
centella», por el sevillano Diego Antonio Vizcaino25.
Mas el sitio, por su altura, era poco apropiado para el aseo y adorno que
las monjas querían dispensar a su Patrona; por lo que en 1711 decidieron
«bajarla a un nicho encima del sagrario, donde se adornó, como está al presente».
La reforma no ha quedado reflejada en los libros de cuentas, por lo que
desconocemos su autoría. Consistió en reducir las dimensiones originales de
la hornacina, para adecuarla al tamaño de la imagen medieval, en vestir con
espejos su paredes semicirculares y su cascarón, y cubrirlo con un dorado
dosel cónico, del que pendían cuatro velos o colgaduras26. Su misión era ocultar
la imagen «por el mayor culto y veneración». Entonces, la invisibilidad era una
forma de entender la majestad; de ahí que solo se manifestase a sus devotos
cuando éstos encendían «doze luces en su obsequio, que no se descubre con
menos decencia»27.
Cuando las monjas conocieron que la imagen iba a permanecer velada a
sus ojos, decidieron encargar una copia en un lienzo y colocarla en el coro, en
el respaldo del sitial de la abadesa (lám. 7). Se trata de una pintura al óleo que
es una interpretación idealizada de la imagen alabastrina y el ornato que
mostraría en su nueva hornacina. Así se representa con facciones más
naturalistas y se acompaña de una serie de piezas, presumiblemente de platería,
23
SANTA CRUZ, Op. cit., p. 526.
«Más se la reciven en data quinientos y cinquenta reales que pagó a Joan de Vargas,
escultor, por el tabernáculo y nicho que hiço para Nuestra Señora del Valle». ASCZ, 4, 2,
Libro de cuentas de 1649 a 1681, cuenta de 1678, f. 339 ro.
25
«Más tres mil reales que pagó al dicho Diego Antonio Viscaino por adereçar y dorar lo que
hiço de daño una centella en el retablo del altar mayor de dicho convento y dorar un nicho
que se hiço para Nuestra Señora del Valle sobre dicho retablo…» Ibíd., f. 338 vo.
24
En el convento aún se conservan algunos de estos velos, son cortinas realizadas con telas
de damasco carmesí bordadas en oro.
26
27
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que la dotaban de un significado mariano más acorde con los tiempos. Lo que
contemplamos en el lienzo es una aparición celeste, en la que la imagen sobre
nubes, con nuevas coronas y cetro, se orla con una ráfaga en 8, mientras sus
pies descasan sobre una media luna, en cuyo centro aparece un querube.
Estamos pues ante la mujer apocalíptica: la representación de María como
Amicta sole. En el Apocalipsis de San Juan hay un pasaje en el que se narra como
«una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo
sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza»28. Estos signos suelen
asociarse a la iconografía inmaculadista, pero aparecen en otras advocaciones
desde época bajomedieval. Quizá los molinetes o esvásticas y las estrellas de
las vestiduras de la Virgen puedan interpretarse en este sentido.
El óleo lleva a la parte inferior una inscripción en letras capitales que
recuerda las indulgencias concedidas por el obispo pacense Francisco Valero y
Losa (1706-1715) a los que, arrepentidos de sus pecados, rezasen ante la imagen:
EL ILL[USTRISIMO] S[EÑO]R D[O]N FRAN[CIS]CO BALERO OBISPO DE
BADAJOS CONZEDIO QVARENTA/ DIAS DE INDVLGENCIA A TODAS
LAS PERSONAS QVE HIZIEREN VN ATO/ DE CONTRICION I REZAREN
VN AVE MARIA DELANTE DE ESTA SOBERANA/ IMAGEN DE NVESTRA
SEÑORA DEL BALLE
En 1776, la clarisas encargaron otro lienzo de la Virgen del Valle, con
destino a la celda de la abadesa (lám. 8). Este es de mayor tamaño que el anterior,
pero similar en composición, atributos e idealización de la imagen, a la que
vemos adornada con un collar de perlas y anillos. Pero en conjunto volvemos a
encontrarnos con la mujer vestida de sol, con la mujer apocalíptica; si bien, en
vez de reposar sobre nubes, lo hace sobre una peana plateada.
En el cuarto inferior aparecen tres cartelas enmarcadas con rocallas de
tono añil. En una, la de la izquierda, se representa el «Hallasgo de esta Gran
Reyna», como dice su inscripción; por lo que vemos a dos albañiles que, al
tiempo que abren una zanja, encuentran la blanca imagen mariana. Las otras
dos llevan inscripciones, la central alusiva al descubrimiento de la imagen y su
patronazgo sobre el convento; y, la otra, a las indulgencias concedidas por los
obispos de Ávila y Badajoz a los que rezasen ante la imagen:
«Verd[ade]ro R[etra]to de N[uestr]a S[eñor]a del VALLE/ Tutelar Patro[n]a
del Conv[en]to d[e] Relig[iosa]s d[e] S[an]ta Clara d[e] Za/fra y Venerada en la
Igle[si]a y Capilla Mayor de d[ic]ho/ Conv[en]to cuya Ymag[e]n fue hallada al
abrir los Ci/mientos de este Monasterio en el año de 1428»
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Ap 12,1.
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«Los S[eñores] Il[ustrísi]mos D[on] Mig[ue]l Fer/nando Merino ob[is]po de
Ávila/ y Don Man[ue]l Pérez Minayo, ob[is]po/ de Badajoz concedieron cada/
uno 40 días de indulg[enci]a a to/das las personas que con/ verdadera devoción
y afec/to rezasen una Ave Ma/ría ante esta soberana/ y milag[ro]sa ymagen»
En el dorso, el lienzo lleva anotado con una caligrafía preciosista lo
siguiente:
«Esta Ymag[e]n se hizo el año/ de 1776 siendo Ab[ades]a su Escla/va D[oñ]a
María de la Estrella Porto (tachado)/ Portocarrero para la celda/ de la Abadía».
Y debajo un anagrama de difícil resolución, pero que intuimos sea la
firma del artista, porque a continuación existe una F y un punto, que entendemos
es abreviatura de fecit (lám. 10). Hemos buscado en la documentación conservada
en el archivo conventual de esos años alguna anotación referida al lienzo, pero
todo ha sido infructuoso; por lo que, a sabiendas de lo aventurado que es, nos
atrevemos a proponer como desarrollo del anagrama el nombre de Fran[cisco]
Armida.
En ambos lienzos, el de 1711 y el de 1776, hemos visto que la imagen se
rodea de varios objetos de platería, que de ser representaciones de piezas reales
solo alguna, y con dudas, nos ha llegado. Eso sí, la imagen posee un ajuar
similar, que apenas se le coloca actualmente.
Las alhajas más antiguas parecen ser el cetro, de plata dorada, y la media
luna, de plata en su color con tres querubes dorados. Fabricadas seguramente
a comienzos del siglo XVIII, aparecerían ya en el lienzo de 1711. A estas piezas
se las añadiría en las últimas décadas del siglo o en las primeras del siguiente
unas hojas y unas estrellas, respectivamente, adornadas con rutilantes cabujones
de cristal coloreado para que hiciesen juego con las nuevas coronas de la Virgen
y del Niño; que no son las del cuadro de 1776.
De comienzos del siglo XIX son la ráfaga y la peana, ambas de plata en
su color y de fabricación cordobesa. La primera es obra de 1816, con punzón
del platero Antonio Ruiz de León; y la segunda, fechada en 1827, de Francisco
de Paula Martos. En ambas, el contraste es Vega y llevan el León de Córdoba.
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DOCUMENTO 1:
1777, enero, 1. Zalamea de la Serena.
Acróstico que encabeza la «Novena a María Santísima del Valle, cuya imagen se
venera en el Religiosísimo y noble Convento de la esclarecida Madre y Señora Santa
Clara de la siempre ilustre Villa de Zafra», manuscrito de Fray Pedro Díaz Mancera.
Archivo del Convento de Santa Clara de Zafra. Pp. 4-5
«Corona de Flores de Nuestra Señora
Sol hermoso y brillante cuyos Rayos vivifican.
Aurora que nos dio al sol de Justiçia.
Norte que ha de seguir quien busca a Christo.
Cuello o Aqueducto por quien nos favorece la Majestad de Jesucristo.
Trono de la Deidad que todo es Gloria.
Altar donde se ofreçe el Pan de Vida.
Madre de Dios dulzísima y amable.
Archivo en quien Dios puso sus tesoros.
Relicario que el Agnus Dei ençierra.
Imán atractiuo de nuestros corazones..
Árbol de vida cuyo fruto es Christo.
Diadema ilustre a quien la gracia esmalta.
Esposa del Espíritu Divino.
Luna sin menguantes de la culpa.
Vara pura y fecunda en flor diuina.
Arco de el çielo que la paz anunçia.
LLave que abre los tesoros çelestiales.
Esperanza nuestra en todo contratiempo.
Oratorio çelestial en donde los pecadores encuentran el consuelo
de su corazón.
Reina a quien çielo y tierra reberencian.
Alibio de Jesús y de sus penas.
Panal cuya dulzura es milagrosa.
Redentora con Christo de los hombres.
Oráculo divino que nos anuncias la paz entre el hombre y Dios.
Nube que nos llovió el maná del çielo.
Odorífero nardo con cuyo fragrante olor nos libertamos de todo
género de pestilencia.
Bienaventurada entre todas las mugeres.
Iris divino que paz al mundo anunçias.
Senda que lleva al hombre al paraíso».
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DOCUMENTO 2:
Finales del siglo XVIII. Zafra.
Acróstico dedicado a la Virgen del Valle con el que se inicia la «Vida Maravillosa
de las obras, hechos y virtudes de sor María Josefa de San Francisco, religiosa de velo
blanco en el Convento de la esclarecida madre y señora Santa Clara de la villa de
Zafra», manuscrito de fray Pedro Díaz Mancera.
Archivo del Convento de Santa Clara de Zafra. P. 1
«Dedicatoria a María Santísima de el Valle
Sacra y preexcelsa emperatriz.
Árbol de la vida, cuyo fruto es Christo.
Norte que ha de seguir quien busca a Christo.
Tierra Virgen que das ciento por uno.
Archivo en quien Dios puso sus thesoros.
Madre de Dios dulcísimo y amable.
Árbol de vida cuyo es Christo.
Relicario que le Agnus Dei encierra.
Iris de Paz entre Dios y el hombre.
Arca que nos escapa de el diluvio.
Diadema ilustre a quien la gracia exmalta.
Esperanza nuestra de todo contratiempo.
Luna sin los menguantes de la culpa.
Vellón lleno de celestial rocío.
Abogada nuestra en todas ocasiones.
LLeno marabilloso de todas las virtudes.
Estrella que nos guía y nos alumbra».
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DOCUMENTO 3:
Mediados del siglo XVIII. Zafra.
Nota acerca de la invención de la imagen de la Virgen del Valle y los diferentes
lugares en que fue venerada en el Convento de Santa Clara.
Archivo del Convento de Santa Clara de Zafra. Miscelánea.
«Noticias de las tres traslaciones que/ ha tenido la santísima y milagrosa
imagen/ de Nuestra Señora del Valle./
Estando por mandado del Sr. Duque de Feria cabando/ para hacer los
cimientos de este convento les advirtió el/ sonido de la hazada, dava en alguna
parte, que devían registrar/ con la vista; así lo hicieron y vieron la santísima
imagen de Nuestra Señora del Valle, lastimado un pico de el manto con el
azadón/ como oy día tiene menos el hermosísimo aliño de su manto/ señal
que nos trae a la memoria el milagroso hallazgo. Esta santísima/ imagen fue
colocada sobre la puerta de la iglesia en un/ nicho muy curioso. Como las
religiosas la perdieron de/ vista por su clausura mandaron hacer otra imagen
de talla/ copia de la hallada de piedra por no poder vivir sin fi/xarse en aquel
sol del cual sentían vivificarse sus espíri/tus mirándose en su Madre y patrona,
entreteniéndose sus/ ansias en esta pequeña imagen de talla sin olvidarse la
her/mosísima de piedra, siempre quexosa la voluntad de las/ religiosas de no
tenerla a la vista, para emplearse en sus aseos y aliños qué inventaba su grande
deboción./ Sucedió por el año/ de 1688 por agosto una grande tempestad de
truenos y/ relámpagos, la qual puso a la comunidad en grande apuro/ de
temores de ser hundidas y hechas zeniza por/ los rayos y zentellas que oían
caer en el Castellar./ Estando en esta tribulación en el choro todo era imbocar a
su Madre/ y patrona Nuestra Señora del Valle pidiéndole si las libraba/ del
peligro que les amenazaba ponerla donde tubieran sus deseos la satisfazión en
alguna manera. Estando en esta/ aflicción, entró con grande estruendo un raio
o zentella en/ la iglesia con claridad espantosa y rodeando el altar maior, le
parecía se ardía como lo pensaron algunas religiosas// que tuvieron ánimo,
aunque deslumbradas de la grande cla/ridad y fuego que las embestía, pasó de
la iglesia, sin dexar/ mas destrozo que señal o vestigio muy corto de aver
pasado por/ allí. Esto motivó á la Comunidad á desear la maior decencia de su
patrona y Madre y discurrieron sacarla del nicho de encima/ de la puerta de la
iglesia y ponerla en lo alto del retablo del/ altar maior con el aderezo que se
pudo según la corta capacidad/ que había en aquel sitio. Andando el tiempo
por los años de 1711 impacientes los deseos de la comunidad de no poder asear
ni adornar/ a la santísima imagen de Nuestra Señora del Valle intentaron
baxarla/ a un nicho encima del sagrario donde se adornó como está al presente.
Y siempre nuestro deseo no satisfecho deseando si fuera/ posible que fueran
nuestras manos las que asearan a Su Magestad y a su/ hermosísimo Niño y
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conociendo la prelada que por el mayor/ culto y venerazión de la imagen se le
avían de poner velos/ y por consiguiente tapar aquel simulacro divino dispuso
co/piarla en un lienzo y ponerla arriba en la silla de la prelada/ para que lo sea
de esta debotísima comunidad a quien piden esperar/ y consiguen inumerables
beneficios espirituales y temporales./ Y todos los que en el lugar se encomiendan
a esta santísima imagen como afirman los que vienen a cumplir novenas y
mandar decir/ misas en el altar mayor, corriéndose quatro velos y encendién/
dose doze luces en su obsequio que no se descubre con menos decencia./ Son
muchísimos los beneficios que Su Magestad haze a las esposas de/ su Hijo
santísimo en este convento asistiéndolas a la hora de la muerte/ en todas las
ocasiones que le piden su fabor a la imagen que preside/ el choro quando falta
la prelada le toman las religiosas/ por la mañana licencia para hablar y a la
noche después de mai/tines le toman la bendición rezando un Ave María y un
acto de/ contrizión, para ganar la indulgencia que concedió el señor Obispo/
de Badajoz en esta imagen y en la original. De suerte que/ ha tenido esta
devotísima imagen tres traslaciones prece/diendo novenarios y sermón con
muchas fiestas y rego/cijos. Es la imagen de piedra fina, que, en tocándola
con/ alguna cosa, suena como una campana».
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1 y 2. Imagen de la Virgen del Valle. Vistas frontal y lateral
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3. Imagen de la Virgen del Valle. Detalle
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4. Detalle de la imagen de la Virgen del Valle
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5. Imagen de la Virgen del Valle. Detalle de la mano derecha
6. Imagen de la Virgen del Valle. Detalle de la rosa, el pájaro y la mano del Niño
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7. Coro de las monjas. Detalle de la silla abacial. Lienzo de la Virgen del Valle de 1711
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8. Celda abacial. Lienzo de la Virgen del Valle de 1776
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9. Celda abacial. Detalle del lienzo de la Virgen del Valle de 1776
10. Celda abacial. Dorso del lienzo de la Virgen del Valle de 1776.
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