P. Rodrigo Molina, inspirador de la Cruzada Mariana (II) Ayer, 28 de

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P. Rodrigo Molina, inspirador de la Cruzada Mariana (II)
Ayer, 28 de abril, el P. Molina inspirador de la Cruzada Mariana y Fundador de la de
la Asociación Católica Unión Lumen Dei, cumplía su 9º aniversario de fallecimiento.
Continuamos con un extracto de un capítulo de su vida “Creyó en el Evangelio” en
torno a su amor y devoción a la Virgen Santísima.
Devoción a la Señora (II)
Siempre alentó a sus hijos a profundizar en el privilegio de María como Mediadora
maternal de todas las gracias. Quería que nosotros contribuyéramos a que esta
verdad fuera definida por el Santo Padre. Le disgustaban profundamente las
corrientes teológicas que zapaban -como él decía- los privilegios y grandezas de Santa
María. Él, por el contrario, siguiendo a los santos y al Magisterio auténtico, la elevaba
al puesto excelso que le corresponde como Madre de Dios y Madre nuestra. Así, con
la profundidad que le caracterizaba, estuvo estudiando durante muchos días y horas
qué títulos poner siempre junto a su imagen, que mejor la definieran. Diseñó un
cuadro con la imagen de Nuestra Señora del Encuentro con Dios -Patrona de la Unión
Lumen Dei- y estos títulos de amor por él tan pensados. Realizado el cuadro, quiso
que cada uno de sus hijos del Seminario lo tuviera en el lugar más destacado de su
camarilla. Así se hizo. Y los títulos quedaron así:
NUESTRA SEÑORA DEL ENCUENTRO CON DIOS
Santa María Virgen Inmaculada
Madre de Dios y nuestra
Corredentora en el dolor
Asunta al cielo
Reina a la diestra del Rey
Mediadora universal de todas las gracias.
¿Por qué este cúmulo de dones a Santa María?
Porque a la ELECCIÓN de Dios respondió
ofreciéndose incondicional para ser sólo pura y limpia Alabanza de Dios
«…Tú eres el Santo, Tú que habitas en la ALABANZA de Israel (= la Hija de Sión =
Santa María)» (Salmo 22, 4)
Si en Lumen Dei se respira por doquier una devoción inmensa a la Madre de Dios, era
sólo el reflejo del amor que hacia Ella albergaba el corazón de nuestro Padre Molina.
Poco antes de fallecer, en sus últimos días en el Seminario, mandó a los sacristanes
corrigieran la dirección del foco que iluminaba al Santísimo. El haz de luz, tras
impactar en la Custodia, hacía sombra a la imagen de Nuestra Señora del Encuentro.
¿Podía hacerle sombra el Hijo a su Madre? Como estas, podríamos seguir
multiplicando anécdotas sobre su amor tierno a la Santísima Virgen. «Dios creó a
Santa María -afirmó- para amarnos con un corazón de madre». Como preciosa
herencia, nos ha legado en estos últimos años la advocación de Nuestra Señora del
Encuentro con Dios y un precioso estudio teológico sobre la misma.
En la reunión de la Consulta del pasado 11 de abril, dos semanas antes de dejarnos,
afirmaba: «¿Y la Virgen? Ayuda adecuada (de Jesús). Porque la Virgen es decretada
con el uno y el mismo decreto. Casi no habría que nombrarla porque no la hay que
separar de Cristo. Decir Jesucristo y decir Virgen es lo mismo. Por eso Ella está
buscando constantemente el encuentro con Dios. Es la definición mejor de la Virgen. Y
no hay otro camino porque así lo decretó Dios. Ha querido hacer partícipes de la
redención a una sola carne, al varón y a la mujer». En esta su sentencia -a primera
vista, casi atrevida- seguía como siempre la enseñanza de la Tradición y el Magisterio.
Concretamente, sus palabras eran el eco de lo que enseñara S.S. Pío XII en la Encíclica
«Munificentissimus Deus» y de la habitual y riquísima contraposición que los Santos
Padres hicieron -ya desde San Ireneo- entre el Nuevo Adán y la Nueva Eva respecto a
nuestros primeros padres.
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