Thomas Hobbes: en defensa del absolutismo

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Miguel Ángel Peña
Febrero, 2009
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Una construcción a partir del egoísmo: el hombre es lobo del hombre
Thomas Hobbes: en defensa del absolutismo
Mediante el contrato social, los hombres se despojan de sus derechos en favor del Estado1
El hombre individual y social, y por tanto, la psicología, la antropología, la política, la ciencia
del Estado y de la sociedad, son sus grandes temas. Hobbes (1588-1679) parte de la igualdad
entre todos los hombres, pero tiene una concepción pesimista del ser humano: “homo
hominis lupus” (el hombre es lobo del hombre). El estado de naturaleza es un estado de
guerra y sólo la instauración de la sociedad civil y de un poder absoluto puede traer paz y
evitar el caos.
La
Revolución Puritana, comandada por
Oliverio Cromwell, y dos guerras civiles (16421649) marcan un importante giro histórico en el
siglo XVII inglés. La clase media, los
comerciantes y los farmers, respaldaban al
partido parlamentario y aborrecían el alto clero
anglicano y las simpatías episcopales de los
realistas, que parecían poco diferentes del
catolicismo romano –en el cual se veía no
solamente un contenido religioso sino también
político en los intentos hegemónicos de España y
Francia, dos enemigos de Inglaterra--.
El partido parlamentario ganó: contaba con
recursos económicos y financieros superiores. La
flota –la New Model Army— estaba de su lado y
comabatió con invencible fe en su causa. El 30
de junio de 1649 cayó la cabeza del rey Carlos I
y con ella, la doctrina de los derechos divinos del
rey rodó por el suelo.
Señala al respecto Chevallier: “Una cabeza de
rey cortada: espantoso sacrilegio que pudo ser cometido sin que el fuego del cielo aniquilase
inmediatamente a los culpables. Inglaterra, desde que cayera de las manos fuertes y hábiles de los
Tudors en las inhábiles y febriles de los Estuardos, sólo conocería convulsiones. El furor de las
disensiones religiosas -entre protestantes y católicos, entre protestantes anglicanos y disidentes (o
puritanos)- agravaba el furor de las pasiones políticas, formando el conjunto de una mezcla
indisociable e incendiara”.2
1651. Cromwell reina sobre Inglaterra transformada en República (Commonwealth). Es entonces
que aparece en Londres un libro, de extraño título: Leviatán, o la Materia, la Forma y el Poder de
un Estado Eclesiástico y Civil. Continúa Chevallier señalando que “Leviatán” es un monstruo
bíblico del que habla el Libro de Jo, precisando que “no hay poder sobre la tierra que se le pueda
comparar”.
1 Ver también en este Portal: Thomas Hobbes: un filósofo en la tormenta
2 Chevallier, Jean-Jacques; As Grandes Obras Políticas, de Maquiavel a Nossos Dias. Brasilia, Editora
Universidade de Brasilia, págs. 64-65. Traducción libre del autor.
No menos extraño -comenta el autor citado- es el frontispicio que adorna el libro. Se ve apareciendo
en medio cuerpo por detrás de las colinas, -dominando un paisaje de campos, bosques y castillos
que preceden de manera imponente a la ciudad-, un gigante coronado. Se ha dicho que recuerda a
Cromwell. La parte visible de su cuerpo está compuesta de millares de pequeñísimos individuos
aglomerados. Con la mano derecha empuña una espada y con la izquierda una cruz episcopal.
Abajo, emblemas en contraste, unos de orden temporal o militar y otro de orden espiritual o
eclesiástica: un fuerte, una catedral, una corona, una mitra un cañón...3
Un enigma. ¿Qué significa? El propio Hobbes nos aclara: [el] gran LEVIATÁN, o más bien
(hablando con más reverencia), de aquel dios mortal, al cual debemos, bajo el Dios inmortal,
nuestra paz y nuestra defensa. Porque en virtud de esta autoridad que se le confiere por cada
hombre particular en el Estado, posee y utiliza tanto poder y fortaleza, que por el terror que
inspira es capaz de conformar las voluntades de todos ellos para la paz, en su propio país, y
para la mutua ayuda contra sus enemigos, en el extranjero.
Los pactos sin espada no son más que palabras
El Leviatán (1651) no es una apología de la monarquía Estuardo ni una gramática del gobierno
despótico. Su importancia radica en la circunstancia de ser la primera teoría general de política en
idioma inglés.
Thomas Hobbes nació en Westport, Inglaterra, en 1588 y murió el 4 de septiembre de 1679.
Hobbes fue tutor de un hijo de Lord Cavendish, una de las familias más aristocráticas de Londres y
gracias a ello tomó contacto con científicos de primera línea: Bacon, Harvey, Descartes y Galileo.
Personalidad muy controvertida, su pensamiento ha perdurado a pesar de que sus libros fueron
quemados en varias oportunidades. En 1666, su obras se lanzaron a las llamas por considerarlo ateo
y tras su muerte, volvieron a ser quemadas públicamente.
Hobbes va a desarrollar un pensamiento pesimista con respecto al ser humano: El hombre es lobo
del hombre se transformará en su frase más célebre. El hombre es malo y esgoísta, (porque las
pasiones de los hombres son, por lo común, más potentes que su razón ) capaz de despedazar
incluso a sus semejantes si no está sometido a un gobierno superior que reuna en sus manos el
poder absoluto. En realidad, fue un observador despiadadamente crítico de los hechos de su tiempo
en el cual Inglaterra vivió tremendas convulsiones políticas y cruentas guerras civiles.
Pero dada la naturaleza humana, se sabe perfectamente que, no obstante el temor de la muerte y los
precetos de la razón, no será observado tal acuerdo a menos qe un poder irresistible, visible y
tangible, armado del castigo, obligue a esa observancia a los hombres atemorizados. Como un eco
de Maquiavelo, los pactos sin espada (sword) no son más que palabras (words). Como señala el
propio Hobbes:
Las leyes de naturaleza (tales como las de justicia, equidad, modestia, piedad y, en suma, la de
haz a otros lo que quieras que otros hagan para ti) son, por sí mismas, cuando no existe el
temor a un determinado poder que motive su observancia, contrarias a nuestras pasiones
naturales, las cuales nos inducen a la parcialidad, al orgullo, a la venganza y a cosas
semejantes. Los pactos que no descansan en la espada no son más que palabras, sin fuerza
para proteger al hombre, en modo alguno. Por consiguiente, a pesar de las leyes de naturaleza
(que cada uno observa cuando tiene la voluntad de observarlas, cuando puede hacerlo de
modo seguro) si no se ha instituido un poder o no es suficientemente grande para nuestra
seguridad, cada uno fiará tan sólo, y podrá hacerlo legalmente, sobre su propia fuerza y maña,
para protegerse contra los demás hombres.
3 Chevallier, Jean-Jacques; cit. Pág. 66
El hombre lobo del hombre
El Leviatán (1651) no es una apología de la monarquía Estuardo ni una gramática del gobierno
despótico. Tal vez diríamos poco si afirmáramos que su importancia radica en la circunstancia de
ser la primera teoría general de política en idioma inglés. Aún más, en tiempos que todos los
teóricos del absolutismo hacían reposar su legitimidad en un supuesto origen divino, Hobbes
invierte los términos y lo pone con los pies en el suelo. El poder absoluto nace del consentimiento
de los hombres. Señala Chevalier: “Sustentaba el absolutismo sin el mínimo recurso al derecho
divino de los reyes, por argumentos puramente racionales y positivos, por una inversión de la
subversiva teoría del contrato”.4
En cuanto a la doctrina del Estado, Hobbes parte de la igualdad entre todos los hombres, pero tiene
una concepción pesimista del ser humano: homo hominis lupus (el hombre es lobo del hombre).
Locke (unos cuarenta años más tarde) va a concebir el estado de naturaleza como un estado de paz
y armonía y el contrato es concebido para perfeccionar ese estado natural. Para Hobbes, en cambio,
el estado de naturaleza es un estado de caos. Concurrencia, desconfianza recíproca, avidez de gloria
o de fama tiene por resultado una lucha perpetua. El contrato o acuerdo entre los hombres es para
abandonar ese estado de caos y ganar en paz y seguridad.
Para el autor del Leviatán, los tres motores de la discordia entre los seres humanos son:
a) la competencia que provoca agresione por la ganancia;
b) la desconfianza, que hace que los hombres se ataquen para alcanzar la seguridad;
c) la vanagloria, que los enemista por rivalidades de reputación.
Esta situación natural define un estado de perpetua lucha, de guerra de todos contra todos (bellum
omnum contra omnes) según la tremenda fórmula de Hobbes.
El hombre no es un ser sociable.
La sociedad es fruto de un cálculo interesado
Señala Sabine: “De esta exposición de los motivos humanos se sigue como cosa natural la
descripción del estado del hombre fuera de la sociedad. Todo ser humano está movido únicamente
por consideraciones que afectan a su propia seguridad o poder y los demás seres humanos le
importan sólo en la medida en que afectan a esas consideraciones”. Como, en términos generales,
todos los individuos son iguales en vigor y astucia, ninguno puede estar seguro de su situación,
mientras no exista un poder civil que regule su conducta, es una “guerra de todos contra todos”. Tal
situación es incompatible con cualquier forma de civilización: no hay industria, navegación, cultivo
del suelo, construcción, arte letras, y la vida del hombre es “solitaria, pobre, desagradable, brutal y
breve”. Igualmente no hay justicia ni injusticia, derecho ni ilegalidad, ya que la norma de la vida
consiste en que “sólo pertenece a cada uno lo que puede tomar y sólo en tanto que puede
conservarlo”. Al parecer Hobbes creía que la vida entre los salvajes se aproximaba en realidad a esa
situación, pero no le preocupaba la exactitud histórica de la descripción. Su finalidad no era la
historia sino el análisis”.5
Como señala Chevallier, bajo pena de destrucción de la especie humana, es preciso que el hombre
abandone tal estado: en esto consiste realmente su liberación y su salvación. El hombre posee la
posibilidad de abandonar tal estado. Esta posibilidad consiste parcialmente en sus pasiones,
parcialmente en su razón. Algunas de sus pasiones lo inclinan para la paz: en primer lugar, el temor
a la muerte. La razón, que es apenas un cálculo, le sugiere convenientes artículos de paz, que le
4 Chevallier, cit. Pág. 81
5 Sabine, cit., pág. 343
permitan entrar en acuerdo con otros hombres.6
Este es el origen, para Hobbes, del contrato, pacto o acuerdo que lleva a los hombres a dejar el
estado de naturaleza para transferir todos sus derechos a un soberano (que en el pensamiento de
Hobbes puede ser una monarquía o una asamblea pero manifiesta su preferencia por una
monarquía). Si el egoísmo domina en el estado de naturaleza, es el mismo egoísmo (una razón de
cálculo) que lo lleva a ese pacto a cambio de seguridad como el bien más preciado.
Para Aristóteles, el hombre era naturalmente sociable, naturalmente ciudadano (zoon politikon,
animal político). La sociedad política es un hecho natural. Estupidez, responde Hobbes. La
naturaleza no colocó en el hombre el instinto de sociabilidad; el hombre sólo busca compañeros por
interés, por necesidad. La sociedad es fruto de un pacto, pero ante todo, de un cálculo interesado.7
El Estado: un monstruo que devora a los individuos
Al despojarse los hombres de su poder, lo asume íntegramente el Estado que ejerce ese poder sin
limitaciones; es una maquinaria poderosa, un monstruo que devora a los individuos y ante el cual
no hay ninguna otra instancia. Hobbes no encuentra nombre mejor que el de la gran bestia bíblica:
Leviatán. Y agrega: De esta institución de un Estado derivan todos los derechos y facultades de
aquel o de aquellos a quienes se confiere el poder soberano por el consentimiento del pueblo
reunido...
En su concepción de absolutismo, Hobbes rechaza toda división del poder (como en el denominado
gobierno mixto, donde el Parlamento adquiere preponderancia frente a la monarquía) . Si el poder
se divide, deja de ser absoluto. Igualmente su pensamiento está muy lejos de nuestra democracia
representativa. En el pacto fundamental de Hobbes hay transferencia toal, no hay delegación de
poder
La doctrina de Hobbes tuvo una gran influencia en el siglo XVII y suscitó en su tiempo, dos tipos
de reacciones:
-una representada por el Patriarcha de Sir Robert Filmer, trata de salvar el absolutismo
monárquico de los Estuardos mediante la teoría del derecho divino de los reyes, fundada en la
idea de que ningún hombre ha nacido libre sino sometido a una autoridad paterna, de la que se
deriva la legimidad del gobierno paternal y patriarcal de los monarcas;
-la otra reacción que se enfrenta a su vez con la de Filmer, es la de Locke, que sustenta los
principios de la libertad y el parlamentarismo y se corresponde con los principios de la segunda
Revolución inglesa de 1688.
Hobbes es considerado uno de los teóricos del absolutismo. Sin embargo el pensamiento de Hobbes
no debe confundirse con los totalitarismos del siglo XX y sus diversas formulaciones: en la visión
nazi el origen del gobierno está en el espíritu del pueblo (el volksgeist), más que en una creación
deliberada mientras que los fascistas atacan la teoría contractual porque ven en el Estado un hecho
natural anterior a todos los derechos del hombre. Por lo tanto, en ambas corrientes es impensable un
estado de naturaleza formado por hombre libres en la plenitud de sus derechos (y por tanto, con
capacidad para llegar al consentimiento, fundamental en el contrato). Hobbes es autoritario pero no
totalitario. La creencia hobbesiana en el laissez faire es exactamente lo contrario del Estado rector
de la economía. El autoritarismo en el Estado hobbesiano se concentra en la esfera política y sólo en
ella. No invade la esfera privada de los individuos.
6 Chevallier, cit. Pág. 69
7 Chevallier, cit. Pág. 70
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