LA NOVELA REALISTA Y NATURALISTA EN ESPAÑA

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LA NOVELA REALISTA Y NATURALISTA EN ESPAÑA
El Realismo fue un movimiento literario que pretendió dar fiel testimonio de la sociedad de la
época, sobre todo de la burguesía, a la que pretendía ofrecer un espejo en el que contemplarse,
alejándose del efectismo y la exaltación romántica de la primera mitad del XIX. El escritor se
documenta sobre el terreno, tomando apuntes sobre los escenarios, las gentes, la indumentaria, etc.
Ese deseo de exactitud se ejerce en la pintura de costumbres y de ambientes y en la pintura de
caracteres que profundiza en los temperamentos de los personajes. En ambos terrenos, la pintura
puede ir acompañada con frecuencia de una intención crítica social o moral; cuando no es así, el
novelista adopta una actitud de mero cronista. En uno y otro caso, se apoya en la tercera persona, la
omnisciencia y el monólogo interior para expresar la subjetividad de los personajes.
El género narrativo (y dentro de éste, la novela) era el cauce más adecuado para alcanzar los
objetivos de los escritores realistas. La nómina de grandes novelistas que da el Realismo es
amplísima: Stendhal, Balzac y Flaubert en Francia; Dostoievski y Tolstoi en Rusia; Dickens y las
hermanas Brontë en Inglaterra; Galdós y Clarín en España.
El movimiento naturalista supuso la intensificación de los postulados realistas hasta sus últimas
consecuencias. La doctrina de tal escuela quedaría fijada por el francés Émile Zola, que aplicó a la
novela realista ciertos elementos tomados de las nuevas doctrinas surgidas en la época: el
materialismo (que niega la espiritualidad del hombre y considera los sentimientos como productos
del organismo), el determinismo (que considera que el ser humano está determinado por las
circunstancias sociales y la herencia biológica) y el método experimental (que hace de los
personajes cobayas en manos del escritor que experimenta con ellos colocándolos en determinadas
situaciones y mostrando cómo sus actos son producto de su temperamento y de las circunstancias).
Todo esto lo hace el Naturalismo con una finalidad moral, incluso terapéutica, mediante la
denuncia social y la indagación en los mecanismos que provocan las pasiones humanas, para
ponerlos al descubierto y así intentar evitar su carácter nocivo. De ahí su predilección por los
aspectos más desagradables y sórdidos de la realidad. Por sus páginas desfilan tarados, alcohólicos,
psicópatas, que obedecen sin saberlo a sus impulsos primarios, si bien sus reacciones difieren según
sean aristócratas, burgueses o proletarios.
Técnicamente, supone la pretensión de máximo rigor en la observación de la realidad y en la
documentación realista, y no suele buscar argumentos o desenlaces para sus historias, que se
limitan, generalmente, a recoger “trozos de vidas”.
Si bien las ideas de Zola fueron ampliamente conocidas en nuestro país, ideológicamente apenas
influyó en nuestros novelistas, que no podían admitir ni el determinismo ni la abolición del libre
albedrío humano (salvo casos aislados como Blasco Ibañez, llamado por algunos “el Zola español”
gracias a obras como La barraca y Cañas y barro, ambientadas en el mundo rural valenciano). Sí
influyó el Naturalismo en lo formal, en la técnica: descripciones más minuciosas y documentadas,
menor intervención del narrador y mayor presencia de las palabras y los pensamientos de los
personajes, así como la entrada de ciertas realidades en la novela (la denuncia de miserias
materiales y morales, la pintura de ambientes turbios o de situaciones escabrosas, etc.). En este
aspecto destaca Emilia Pardo Bazán (aunque paradójicamente fuese la más férrea crítica de la ideas
naturalistas), que, en novelas como Los pazos de Ulloa y cientos de cuentos, compuso un intenso
cuadro de gentes y paisajes de su Galicia natal.
Asunto distinto es el de la novela realista. El ascenso de la burguesía trajo consigo, como antes
en el resto de Europa, el desarrollo de la novela: la influencia de los grandes representantes del
realismo europeo era grande entre nuestros escritores, y no hay que olvidar la tradición realista de la
novela española del Siglo de Oro, sin olvidar el costumbrismo de la primera mitad del XIX, factores
todos ellos que posibilitarán la consolidación de la nueva estética y de autores como Alarcón,
Pereda, Valera, Galdós, "Clarín” o los ya mencionados Blasco Ibañez y Emilia Pardo Bazán. Todos
ellos pueden dividirse en dos sectores:
a) los escritores tradicionalistas, que impondrán ciertos límites al realismo, eliminando lo más
áspero e idealizando más o menos la realidad. En este grupo incluiríamos a Pedro Antonio
1
de Alarcón (autor de El sombrero de tres picos), José María de Pereda (que ofrece una
visión idílica de la naturaleza y las gentes sencillas de su tierra, Santander, en obras como
Sotileza y Peñas arriba), la ya mencionada Emilia Pardo Bazán o Juan Valera (cuyo
realismo se orienta sobre todo hacia lo psicológico y el análisis de personajes, sobre todo
femeninos, tal y como demostró en Pepita Jiménez, su obra más importante, la historia de
amor entre un seminarista con escasa vocación y una joven viuda, la que da título a la
novela).
b) Los progresistas, más audaces y críticos: Blasco Ibáñez (de él ya hemos hablado) y, sobre
todo, Galdós y Clarín.
4.1. Galdós
La carrera literaria de Galdós, iniciada en 1870 con La fontana de oro, se puede dividir en
distintas etapas (Episodios Nacionales1 aparte): en las novelas de tesis, Galdós supeditó la trama
novelesca a sus ideas políticas (con las que defiende la libertad, la tolerancia y el progreso),
condicionado por la situación política que llevó a la Restauración de la monarquía, en novelas como
La fontana de oro o Doña Perfecta; en la etapa de las novelas contemporáneas es donde Madrid se
constituye en su espacio preferido y donde pretende convertir a la burguesía en el gran modelo y la
fuente inagotable de su mundo novelesco. Pero la burguesía española se había transformado en una
clase ociosa que no generaba riqueza y se limitaba a vivir de las rentas acumuladas o heredadas,
refugiándose en un sistema político (el bipartidismo y la monarquía) que impedían el siempre
anhelado por Galdós proceso de modernización de España. Cuando se dio cuenta, su discurso
novelesco se volvió contra ese bloque y contra ese sistema político. Un ejemplo significativo es la
que quizá sea su mejor novela, Fortunata y Jacinta, donde termina acaparando todo el
protagonismo Fortunata, una mujer de las clases más bajas; luego llegará la etapa espiritualista, en
las que Galdós sacará de Madrid la acción. Al ir perdiendo la burguesía protagonismo, cambia
también el espacio que le era propio, la ciudad (así sucede en Misericordia [1897], cuya acción
transcurre en los más apartados arrabales, limpios de aire y luz). Además, Galdós comenzará a
mezclar el realismo con lo maravilloso y fantástico, ya en sus últimas novelas como El caballero
encantado (1909) o La razón de la sinrazón (1915), lo que llevará a pasarse de la novela al drama:
Realidad, su primera obra teatral, es estrenada en 1892 e inaugura una extensa producción teatral
que sólo interrumpe en 1918, dos años antes de su muerte.
4.2. Clarín
Leopoldo Alas, “Clarín” es el autor de la considerada frecuentemente como mejor novela
española del siglo XIX, La Regenta (1885).
La obra transcurre en Vetusta, una ciudad de provincias (verdadera protagonista de la obra y que
muchos identifican con Oviedo, la ciudad natal de Clarín) que representa a la sociedad española del
período de la Restauración, con su inquietud por el mantenimiento de las apariencias, sus luchas
internas, su hipocresía, su orgullo, etc. Es en este ambiente asfixiante donde vive la protagonista,
Ana Ozores, es una joven bella y sensible, recién casada con don Víctor Quintanar, mucho mayor
que ella. Pronto se ve acosada por el donjuán de la ciudad, Álvaro Mesía, y por el magistral de la
catedral, don Fermín de Pas (símbolo de la corrupción eclesiástica que también denuncia Clarín). El
eje temático de la novela será el enérgico y virulento choque entre la imposición de una realidad
mezquina (la realidad de Vetusta) y un inquietante deseo de trascenderla. Ese intento de
trascendencia acaba materializándose, en el caso de Ana Ozores, en adulterio, al ceder a la presión
de don Álvaro y tras rechazar a don Fermín de Pas. Don Víctor, que descubre la infidelidad de su
esposa, desafía a don Álvaro y muere. Ana acaba siendo rechazada por toda Vetusta: el intento de
transgresión conduce al fracaso.
Influenciado (que no dominado) por el Naturalismo, Clarín utiliza un lenguaje medido,
meticuloso y exacto; merced a la presencia de un narrador que les deja hablar directamente a través
1
Escritos entre 1873 y 1912, son narraciones breves sobre los acontecimientos históricos más importantes en la España
del siglo XIX, mezclados con episodios de la vida cotidiana de personajes ficticios, cuyas vidas conforman la trama
2
del estilo indirecto libre o del monólogo interior, las reflexiones de los personajes cobran una gran
importancia2.
Frente a la fecundidad galdosiana, Alas se presenta como el novelista español del XIX de menor
producción, pues sólo escribió dos novelas extensas: La Regenta (1885) y Su único hijo (1890).
Como otros muchos novelistas de la época, también Clarín cultivó con profusión el cuento, terreno
en el que, manteniendo las constantes básicas de su obra (visión critica e inconformista de la
realidad y estilo sencillo y natural), creó algunos de los representantes más destacados del género,
como los titulados Pipá, Doña Berta o ¡Adiós Cordera!.
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A todos estos rasgos naturalistas hay que añadir la identificación por parte de Clarín del ambiente social con los
individuos, a los que condiciona y determina hasta llegar a coartar su libertad. Prueba de ello es el rasgo climático que
determina la vida de los vetustenses: la lluvia, que les obliga a vivir guardados en sus casas o chismorreando en la de
vecinos y amigos, haciendo una ciudad inhabitable, murmuradora, somnolienta.
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