Cuadernillo 53

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53 – Historia de la Iglesia
ZUINGLIO Y CALVINO
La herejía ha conquistado otros pueblos
europeos... En algunas regiones de Suiza la
ha predicado Ulrico Zuinglio. Este hombre
no cree en la misericordia de Dios y en su
infinito amor que llega a perdonar al pecador que sinceramente se arrepiente. Para
Zuinglio no existe más que un total pesimismo. El hombre no puede hacer el bien,
ya que ni el bautismo le cancela el pecado
original.
LOS HUGONOTES
Las doctrinas de Calvino llegan hasta Francia. De ellas se aprovechan algunos nobles
para derrocar la monarquía reinante. Los
calvinistas franceses toman el nombre de
hugonotes. Sus jefes son el príncipe de
Condé y el marqués de Coligny. El trono y
el catolicismo dependen de las manos del
duque de Guisa. Durante estos años reina en
Francia Catalina de Médicis, en nombre de
su hijo Carlos IX, menor de edad.
En otras regiones suizas los habitantes son
sinceros católicos. No pueden asistir inactivos ante la avanzada de la herejía. Por lo
cual, se unen en una armada y se enfrentan a
los seguidores de Zuinglio en la batalla de
Kappel. Es el 11 de octubre de 1531. Ese
día los católicos consiguen una gran victoria. La doctrina de Zuinglio no se difundirá
en Suiza; pero seguirá en-raizada en algunas
ciudades como Zurich, Berna y Basilea.
La noble soberana —para evitar probables
desórdenes— concede cierta libertad a los
hugonotes, pero apenas descubre que éstos
han organizado una conjura para asesinarla
y quitar la corona a sus hijos, pierde totalmente los estribos y ordena que sean exterminados. El 24 de agosto de 1570 (esta
terrible fecha es recordada por la historia
con el nombre de «Noche de san Bartolomé»), millares de hugonotes son asesinados.
Naturalmente la Iglesia desaprueba semejante locura.
Siempre en Suiza, pero en la zona del lago
de Ginebra, otro hereje propaga sus ideas.
Es Juan Calvino, un hombre ambicioso.
Poco a poco consigue adueñarse del poder
civil y gobierna la región como un tirano. Es
un maniático de la tristeza y el horror.
Prohíbe con la fuerza toda clase de diversiones. Su furor llega hasta eliminar las
coloridas cintas con que las niñas adornan
sus cabellos.
La herejía no encuentra buen terreno en
Francia. Enrique IV, aunque en un tiempo
fue hugonote, cuando sube al trono vuelve
al catolicismo. Sus sucesores seguirán luchando contra los hugonotes, que finalmente, abandonarán la patria y se refugiarán en
las colonias de América septentrional, sobre
todo en Canadá, donde fundarán varias
comunidades.
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EL PERIODO DEL CONCILIO DE
TRENTO
Era necesario mitigar la separación entre
protestantes y católicos. Por eso el papa
Julio III abre nuevamente el concilio de
Trento. Los padres conciliares exponen
con la mayor claridad la doctrina sobre la
Eucaristía. «Jesús —afirman— está presente substancial y realmente bajo las
especies del pan y del vino, que consagrados, se convierten en su carne y en su
sangre».
FELIPE II
En el brevísimo pontificado del papa Marcelo
II —duró solamente veinte días— tiene lugar
un importante acontecimiento artístico. ¿Habéis escuchado alguna vez una misa cantada
por varias voces? Este tipo de canto fue instaurado por un gran músico: Pedro Luis de
Palestrina. El papa Marcelo quería prohibir la
música en las ceremonias religiosas. Su temor
se fundaba en que a veces la música constituía
un buen motivo para divertirse. Pero cuando
escuchó una misa a seis voces quedó tan profundamente conmovido que cambió de idea.
También exponen la doctrina sobre el
sacramento de la Penitencia, afirmando
que ha sido instituido por Jesús y que es
indispensable para limpiar las culpas graves (al contrario de cuanto dice Lutero) y
utilísimo para purificar a las almas de las
culpas veniales. También se confirma la
doctrina sobre la Unción de los enfermos.
Un siglo más tarde se introducirá un rito
especial con el acompañamiento del Viático, para acrecentar el culto del Santísimo.
Durante el pontificado de su sucesor Pablo IV
se asiste finalmente a un acuerdo en el mundo
de la política. El emperador Carlos V firma la
tregua de Vaucelles (3 de febrero de 1556)
con el rey Enrique II de Francia, poniendo
punto final a una larga guerra. El emperador,
anciano y cansado abdica en favor de su hijo
Felipe, que de este modo se convierte en rey
de España y de las enormes colonias de América.
Esta vez son las guerras y las violencias
quienes imponen una nueva suspensión
del Concilio. Mauricio de Sajonia —
enemigo del emperador Carlos V— invade
el Tirol. Sus ejércitos amenazan a Trento.
La interrupción tendría que ser breve... Sin
embargo, durará diez largos años. Todo
ello por el mal cariz que tomarán las relaciones entre católicos y protestantes y por
la Incomprensión de algunos soberanos
cristianos.
Carlos V, tras haber abdicado, se retira al
monasterio de Yuste. Allí pasará los últimos
años de su vida, vigilando continuamente la
herejía y alentando a su hijo a mantenerse
firme contra ella. Morirá el 21 de septiembre
de 1558. Carlos V quedará en la historia como
el último gran monarca que supo gobernar en
tiempos tan difíciles un imperio tan enorme.
Un año más tarde, otro gran pontífice sube a
la cátedra de san Pedro: Pío IV.
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