Unidad 2 - tras

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Unidad 2 de 2º de Bachillerato
Lengua Castellana y Literatura
Contenidos
-Connotación y denotación.
-Subjetividad y objetividad en el texto.
-Los géneros periodísticos (información, opinión y mixtos).
I. CONNOTACIÓN Y DENOTACIÓN
Las palabras son símbolos, es decir, signos en los que no hay ninguna relación necesaria entre
su parte física (lo que oímos o leemos: el significante) y aquello a lo que se refiere la palabra (lo
que significa: el significado). En español, a una gran extensión cubierta de árboles se la llama
“bosque” y en inglés “Wood”: el significado es el mismo, pero, como la relación entre las
palabras y lo que significan es arbitraria (una palabra significa lo que significa porque así lo
acordaron los hombres entre los que surgió y se desarrolló una lengua), los significantes de la
palabra son diferentes en cada lengua.
Como la relación entre el significante y el significado de las palabras es arbitraria, esta relación
puede variar a lo largo del tiempo dentro de una lengua. Una palabra puede ampliar su
significado y también empobrecerlo: en el siglo XVII, “gato” llegó a referirse al animal, a un
ladrón y a la bolsa en que se guardaba el dinero; hoy, ha vuelto a perder parte de esos
significados, los de “ladrón” y “bolsa”, y ha ganado alguno nuevo, como el de “herramienta
para levantar peso”.
Una de las causas de esta variación en el valor de las palabras se encuentra en la connotación.
Toda palabra tiene un significado objetivo que todos reconocemos, sea quien sea el hablante
que la use. Este es el significado que se llama denotativo y, cuando lo usamos, usamos la
palabra con denotación, sin segundas intenciones de ningún tipo. Sin embargo, a veces le
adjudicamos a algunas palabras un valor subjetivo, es decir, las usamos con la intención de
ridiculizar, insultar, alabar, emocionar, etc., para lo que alteramos su significado denotativo.
Entonces hacemos un uso connotativo de la palabra y se produce el fenómeno lingüístico
llamado connotación.
Éstos son algunos ejemplos de denotación y connotación:
-rojo: “color” (significado denotativo); “persona de ideas políticas de izquierdas” (significado
connotativo);
-perro: “animal” (significado denotativo); “persona perezosa” (significado connotativo);
-bicho: “animal muy pequeño, habitualmente un insecto” (significado denotativo); “persona
malintencionada” (significado connotativo);
-pesado: “cualidad referida a la densidad de un objeto” (significado denotativo); “persona que
insiste en un tema cuando ya no es necesario” (significado connotativo);
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-lunar: “zona más oscura en la piel, de tamaño muy pequeño y forma más o menos
redondeada” (significado denotativo); “hecho o circunstancia que constituyen motivo de
vergüenza para una persona” (significado connotativo).
Ejercicios: el reconocimiento y explicación de palabras usadas con un sentido connotativo se
realizará sobre los textos seleccionados al final de la Unidad.
II. SUBJETIVIDAD Y OBJETIVIDAD EN EL TEXTO
Como se vio en la Unidad I, los textos subjetivos presentan las tesis, las opiniones o los
sentimientos de quien los escribe, por oposición a los textos objetivos, en los que se exponen
hechos o ideas sin que el autor deje ver lo que piensa al respecto. La objetividad y la
subjetividad de un texto dependen sobre todo de su género (científico, humanístico, etc.) y del
tema del que se ocupe (la física, la historia, la filosofía…), pero se distinguen por un uso propio
del lenguaje que indica de manera inmediata al lector si encuentra ante la simple exposición
de un asunto o ante la visión particular que, de ese asunto, tiene quien escribe.
Los rasgos lingüísticos que caracterizan la objetividad son:
-La tercera persona verbal.
-Oraciones enunciativas que se limitan a exponer un asunto (función referencial).
-Oraciones con se, con valor impersonal (“Se debe obtener un resultado equivalente al de la
ecuación previa”) o de pasiva refleja (“Se coloca el compuesto obtenido en el recipiente de
aluminio”).
-Empleo exclusivo de adjetivos descriptivos o especificativos, cuya función es delimitar y
precisar el significado del sustantivo: “genética mendeliana”, “masa corporal”, “gen recesivo”,
“pronombre personal”, etc.
-Oraciones adjetivas de relativo con valor especificativo, como los adjetivos: “La membrana de
la célula contiene receptores, que son moléculas de proteínas más (…)”.
-Complementos del nombre con de, también con valor especificativo: “el hierro líquido de su
núcleo”, “el campo magnético del Sol”…
-El indicativo, modo verbal de la realidad: “Cuando el ARN mensajero llega al lugar donde debe
ser sintetizada la proteína, entra en juego otro (…)”.
-La utilización del artículo con valor generalizador (el artículo indica que no se refiere a un
elemento concreto, sino a todos los de una misma clase): “El panda, un pariente lejano del
mapache, perdió su auténtico pulgar en (…)”.
-La exposición en presente, que destaca el carácter universal del asunto tratado: “En la
pantalla, las ondas se unen, se interfieren constructivamente y producen una línea brillante”.
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-La denominación de procesos o fenómenos naturales mediante nombres abstractos: “En los
superconductores no hay calentamiento y la corriente eléctrica, una vez iniciada, fluirá para
siempre. Hasta hace poco, ese comportamiento sólo podía verse en los materiales mantenidos
a temperaturas de unos pocos grados por encima del cero absoluto”.
-La precisión obtenida gracias a los tecnicismos, que a veces son palabras creadas
expresamente para una disciplina (“nucleótidos” en el ejemplo) o palabras ya existentes que
adquieren un significado muy preciso, diferente del habitual (“bases”, “cadenas” y “azúcares”
en el ejemplo): “La molécula de ADN está formada por dos cadenas de nucleótidos. Las bases
se unen entre sí a través de las cadenas, mientras que los azúcares y los fosfatos se unen entre
sí a lo largo de cada cadena”.
Los rasgos lingüísticos que caracterizan la subjetividad son:
-La primera persona: “Siento repetirlo de nuevo y sobre todo por mí, ya que cada vez se
toleran menos las opiniones discrepantes de las tendencias globales” (Javier Marías, “Que no
se acabe la rabia”, artículo que puede leerse en la Unidad I).
-Las oraciones interrogativas (especialmente las retóricas), dubitativas, desiderativas y
exclamativas: Insisto en preguntarme: ¿contra cadáveres?”; “Formar o sentirse parte de una
minoría o mayoría oprimidas parece ser el mayor timbre de gloria” (está expresada como
dubitativa, aunque en el fondo afirma lo que dice) (Javier Marías, ídem).
-Los adjetivos valorativos, que, en lugar de describir o precisar el sustantivo, revelan lo que
piensa o siente al respecto quien escribe: “Lo mejor que uno puede desear para el año nuevo
son felices sobresaltos, maravillosas alarmas, sueños imposibles, deseos inconfesables,
venenos no del todo mortales y cualquier embrollo imaginario en noches suaves” (Manuel
Vicent, artículo seleccionado en la Unidad 1).
-Los sufijos diminutivos y aumentativos: “Dar “consuelo” a sus “herederos” –a veces directos y
aún vivos, pero a veces traidísimos por los pelos o imaginarios– no deja de ser una falacia
bienintencionada” (Javier Marías, ídem).
-Los prefijos superlativos (super, hiper, sobre…): “Siempre podremos limitarnos a buscar la
verdad de las palabras, ¿pero no es la sobreactuación de quien nos habla una prueba de sus
esfuerzos por engañarnos?”.
-Las frases hechas con sentido valorativo: “Lo que se logra con todas estas actitudes justicieras
inútiles, con estos brindis al sol, (…), es transmitir indefinidamente las culpas más execrables”
(Javier Marías, ídem).
-Las expresiones que indican opinión (creo, ciertamente, sin lugar a dudas, quizás…): “Lo que
se logra (…) con esta simbólica persecución de los asesinos que por desgracia escaparon a la
justicia humana –y me temo que no hay otra–, es transmitir indefinidamente las culpas más
execrables” (Javier Marías, ídem).
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-Los determinantes indefinidos y los adverbios cuantificadores (muy, mucho, poco, etc.):
“Como si no hubiera suficientes casos que juzgar, con los responsables vivos y a menudo
impunes, se pretende con cada vez más frecuencia que se abran causas contra cadáveres”
(Javier Marías, ídem).
-Las figuras retóricas (la ironía, el sarcasmo, la metáfora, el símil, la hipérbole, etc.): “Formar o
sentirse parte de una minoría o mayoría oprimidas parece ser el mayor timbre de gloria a que
se puede aspirar hoy en la tierra. Aunque uno haya tenido la fortuna de vivir en una época en
la que los de su nacionalidad, raza o sexo ya no han sido oprimidos por nadie” (ironía); “Lo que
pasó pasó, y no hay quien lo rectifique ni lo repare ni enmiende. Lo que otros hicieron no lo
hemos hecho nosotros, y no somos quiénes para excusarnos por los actos no cometidos. Creer
lo contrario es de una soberbia infinita, y sin embargo hoy lo parece creer el mundo entero”
(hipérbole). Los dos ejemplos pertenecen al artículo ya citado de Javier Marías.
-Los signos ortográficos que indican o sugieren algo que se sobrentiende (comillas, puntos
suspensivos, etc.): “No hablemos de nuestro país; en Rusia, tras la reciente condena “política”
de Stalin por parte del Presidente Medvédev” (Javier Marías, ídem).
III. LOS GÉNEROS PERIODÍSTICOS
En los géneros periodísticos, hay que distinguir entre los géneros informativos y los géneros de
opinión y mixtos.
Los géneros informativos
Dentro de los estilos periodísticos, los géneros informativos son los géneros en los que se
presenta la información desnuda, sin comentario alguno del periodista. Destacan:

La noticia: consiste en el relato de un acontecimiento reciente de interés general. El
periodista debe reflejar lo sucedido de una manera objetiva, sin opinar sobre los
hechos. Suele ser breve y concisa y se centra en los datos más importantes. Ha de
responder a estas preguntas: qué (el suceso), cuándo (el momento en que ocurre),
cómo (el modo), dónde (el lugar), por qué (la causa) y quién (el autor o protagonista
del hecho). La noticia se estructura en tres elementos: el titular (es una frase breve y
llamativa, que pretende captar el interés del lector), la entradilla (es un resumen de lo
más significativo de la noticia) y el cuerpo de la noticia (amplia la información de la
entradilla).

El reportaje: relata hechos de interés actual en torno a un único tema. Añade a la
información la investigación y la documentación referida a un acontecimiento y su
interés reside en el tratamiento en profundidad del tema, no en su actualidad.

La entrevista: consiste en un diálogo en el que un periodista obtiene una serie de
respuestas de un personaje al que interroga. Su interés radica en la información y
opiniones del personaje entrevistado, bien porque el personaje destaque por su
importancia en algún campo concreto, bien porque el personaje haya sido testigo o
protagonista de hechos destacados.
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Los géneros de opinión y los géneros mixtos
En los géneros de opinión predomina el comentario sobre la información. Destacan:

El editorial: presenta una opinión sobre un tema de actualidad y revela de forma
explícita la línea ideológica del periódico. Su contenido es responsabilidad del director
del periódico o del consejo de redacción, por lo que aparece sin firma.

El artículo de opinión: es una modalidad en la que un autor, que puede ser un
colaborador habitual del periódico, da su visión personal sobre cualquier asunto.
Muchas veces, el autor es un especialista en el tema que trata.

La columna: es un comentario firmado sobre algún tema de actualidad, que aparece
siempre en el mismo lugar del periódico y ocupa el tamaño de una columna. Los
columnistas suelen ser escritores de prestigio que colaboran con regularidad en el
periódico.
Los géneros mixtos reúnen características de los géneros informativos y de los de opinión.
Sobresalen:


La crítica cultural: informa y ofrece una valoración sobre novedades del mundo de la
cultura y de los espectáculos. La realizan especialistas en los distintos campos
culturales: cine, literatura, música, teatro, etc.
La crónica: es una elaboración personal del hecho informativo, realizada por alguien
que ha sido testigo de los sucesos. A los elementos de la noticia, se añade la
interpretación personal del autor. Admite descripciones de ambientes, personajes y
anécdotas. Según el asunto tratado, se pueden distinguir crónicas de guerra, políticas,
deportivas, locales, de viajes, etc.
EL LENGUAJE PERIODÍSTICO
En el lenguaje periodístico es necesario distinguir entre el estilo informativo y el estilo de
opinión.
El estilo informativo
La información consiste en la difusión objetiva de sucesos de actualidad con interés para el
receptor. El estilo se caracteriza por:

La objetividad: para resaltar la importancia de los hechos narrados, se emplean la
tercera persona, las construcciones impersonales o pasivas, los verbos en modo
indicativo y los adjetivos especificativos descriptivos.

La precisión: en la noticia se intenta presentar los hechos del modo más conciso
posible y sin retoricismos innecesarios, por este motivo se emplean construcciones
nominales y términos de significado preciso y denotativo.

La claridad: para llegar a todo tipo de lectores, la información debe estar redactada
con sencillez, por lo que predominan un léxico sencillo y variado, los sinónimos y
antónimos pertenecientes a un mismo campo semántico, los organizadores textuales y
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los nexos oracionales que marquen con claridad las relaciones temporales, causales y
de consecuencia entre los hechos.

La captación de la atención del receptor: el receptor sólo lee las informaciones que le
resultan especialmente atractivas, por eso en los titulares, al contrario que en el resto
de la noticia, predominan las figuras retóricas y se eliminan todos los elementos
oracionales que no sean imprescindibles, como los verbos o los artículos.
El estilo de opinión
La opinión analiza, juzga y valora la información que transmite, por eso el estilo de opinión
suele ser muy personal. Sin embargo, presenta algunas características generales:

La subjetividad. La interpretación ideológica o personal de los hechos se aprecia en el
empleo de la primera persona del singular, en la preferencia por los adjetivos
valorativos, en el predominio del léxico connotativo y en la inclusión de términos
relacionados con la formación o la actividad profesional del autor.

La intención analítica. La información se analiza con el fin de convencer al lector para
que acepte las ideas del autor al respecto, de modo que la argumentación resulta
fundamental en este tipo de textos. Por esta razón, abundan los recursos de repetición
léxicos y semánticos, las construcciones oracionales subordinadas (imprescindibles
para el desarrollo de las ideas) y los operadores oracionales que dejan entrever la
actitud del emisor ante los contenidos (efectivamente, por supuesto, tal vez…).

La presión ideológica. El autor, llevado por su deseo de influir sobre el lector, adapta
su estilo a lo que cree que sus lectores esperan de él, por lo que puede construirlo a
partir de argumentos por oposición (lo que está bien frente a lo que está mal), de
formulaciones hiperbólicas y retóricas, y de recursos literarios.

Su léxico se destaca porque:
o
Sobresale la ambigüedad y la polisemia, con el uso de un vocabulario
anfibológico.
o
En el tratamiento de determinados asuntos, abundan los términos
aparentemente sinónimos: lengua-habla/ competencia-actuación.
o
Suele ser abstracto. Sus mecanismos de formación son:
 Por sufijación a partir de adjetivos o verbos: bondad, esperanza.
 Lo + adjetivo: lo bello.
 Mediante el sufijo –ismo: marxismo, capitalismo.
o
El vocabulario está cargado de elementos valorativos que reflejan el
pensamiento de quien escribe: libertad, igualdad.
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V. TEXTOS PARA COMENTAR
Texto I
"He luchado contra el dominio de los blancos, y he luchado contra el dominio de los
negros". Nelson Mandela
Menos mal que aquellos ocurrentes aficionados del Atlético de Madrid se limitaron el
domingo pasado a celebrar la muerte del sevillista Antonio Puerta. Imagínense si se les hubiera
ocurrido la barbaridad de corear la palabra mono a un jugador negro del equipo rival. En vez
de quedarse en una riña local, el asunto hubiera provocado la furia de la UEFA y la FIFA, la
prensa de países más políticamente correctos que España (por ejemplo, Inglaterra) hubiera
emitido aullidos de indignación y al Atleti le hubiera caído una sanción del copón.
No hay nada peor para las autoridades del deporte que el racismo contra gente de origen
africano. Esto los fans ingleses lo han entendido muy bien. Tienen la inteligencia de
comportarse con impecable cortesía racial hacia los jugadores negros, volcando toda su
crueldad hacia -entre muchos otros- los judíos, las mujeres, los homosexuales y los muertos.
Algunos (los del Arsenal, por ejemplo, cuando juegan contra el judío Tottenham)
recuerdan, con sonrisas burlonas, las cámaras de gas del holocausto nazi; otros se meten a lo
bestia con futbolistas supuestamente gais; casi todos insultan, de manera espectacularmente
obscena, a las mujeres. Y muchos tienen la costumbre de celebrar tragedias en las que han
muerto jugadores o seguidores de equipos rivales. (..).
No hay límites. Salvo en el terreno de los insultos netamente raciales. ¿Por qué? ¿Por qué
los negros reciben una protección especial? ¿Por qué la FIFA, UEFA y las asociaciones
nacionales no imponen multas también a los clubes cuyos seguidores insultan descaradamente,
de manera igualmente fea, a otros representantes de la especie?
Es curioso. Huele, incluso, a racismo. Porque lo que esta discriminación a favor de los
negros esconde, de manera no muy disimulada, es una actitud ofensivamente paternalista,
como si las personas negras fueran unos niños indefensos con limitada capacidad cerebral.
Recuerda a aquellos que mantienen, en un contexto algo más dramático, que la culpa del
genocidio en Ruanda, en el que murieron un millón de personas, no fue tanto de los que
repartieron los machetazos como de los antiguos colonizadores belgas por haber exacerbado
deliberadamente la división tribal. Si uno se detiene a reflexionar un instante ve lo absurda y
denigrante que esa esta manera de pensar.
Todo lo cual no es un argumento a favor de que se dé luz verde a los insultos raciales en
los campos de fútbol. Al contrario. Es una llamada a la igualdad. Las mujeres, los judíos, (…) los
familiares y amigos de Antonio Puerta (…) tienen los mismos derechos a recibir protección que
aquellos que nacieron con sangre africana en las venas. No puede ser peor decir "me cago en
los negros" que "me cago en tus muertos". Pero, en cuanto a aceptabilidad social hoy en día, al
menos en los campos de fútbol, pareciera que sí, lo cual nos ofrece un buen ejemplo de cómo la
ciega sumisión a lo políticamente correcto conduce no solo a la idiotez, a veces, sino a la
injusticia y a la desigualdad.
Sólo los negros se salvan. John Carlin. El País, 9 de octubre de 2011
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Texto II
Mi joven amigo se sentó en un sofá de la sala de mi casa, se estrujó las manos, sonrió
como si no pasara nada y soltó: "Te lo comuniqué en algún mensaje, ¿no? Que mi padre murió
de repente, de un ataque al corazón. A los 60 años. Recién jubilado, después de pasarse casi
toda la vida trabajando dieciséis horas diarias para sacar adelante a sus hijos, para darnos algo
de nivel".
(…)
"No queda nada de él. Nada", se indignó. Le tomé de las manos. Quedas tú, quise decirle,
queda la vida que tú transmites, la familia que crearás, el amor que ya das. No podía. La ira le
ensordece y retarda el duelo que le reconciliará su orfandad. Porque es cierto que la vida vence
a la muerte, en cierto sentido: aquí estamos, aquí estaréis cuando nosotros ya no estemos, y así
sucesivamente. Pero qué doloroso resulta asumirlo.
Pocos días después, una muy querida amiga me hablaba de cómo está perdiendo poco a
poco a su padre, víctima de la locura senil, que ha tomado su cerebro por asalto. Ella es un
poco más mayor que mi amigo, ha tenido ya sus dosis de sufrimientos y de luchas, y más que
ira -aunque también un poco: contra la enfermedad siente culpa porque ve en su padre a un
desconocido.
"Lo es", le dije. "Cuídale, pero no te culpes por preferir al otro, aquel que te precedía, que
sabía más que tú, que te guiaba". Le conté mi secreto para pechar con las ausencias y con los
deterioros: haz una casa para resguardar a tu padre de verdad de ese extraño en que le ha
convertido la última de las colonizaciones. Escóndete con tu verdadero padre en esa casa, le
dije, y no permitas que nadie te lo arranque.
Parecería, por lo que he escrito hasta aquí, que soy una experta en manejar muertes. Y
no. Lo que soy es experta en buscar salidas. Ocurra lo que ocurra, siempre estoy cavando,
siempre estoy con el pico y la pala, perforando el alud, sacudiendo la mina, peleando por una
raja de luz, por una espiga de aire. Todo ello no servirá cuando la propia enfermedad y la
muerte consiguiente que la vida me tiene asignadas lleguen para implantar su oscuridad y su
violencia. Pero, entre tanto, el movimiento de desenterrar hacia delante me llena de sentido la
jornada: y he aprendido que con eso debería bastarme.
Para distraerme un poco de estos pensamientos tristes pero imprescindibles me pongo a
googlear: elijo el día de hoy -el de ustedes, 8 de mayo- y la reseña de acontecimientos, de
nacimientos y defunciones me proporciona un buen sopapo de realidad y, a la vez, de ilusiones.
Resulta que hace 105 años nació Roberto Rossellini, y hace 131 murió Flaubert. Tal día como
hoy, en 1931, se reconoció por primera vez en España a las mujeres como elegibles, y la
Alemania nazi -1945- firmó la rendición incondicional.
Entre fechas y nombres señalados y vidas notables, el ronco motor que hace girar el
mundo, los millones de seres que lo habitaron por un breve momento del Tiempo, alimentando
el movimiento de la rueca.
Todo esto lo hablé con mi amiga, y algún día, espero, mi joven amigo lo entenderá. Entre
tanto, a una y a otro, a ustedes y a mí misma, dejo la última frase de El puente de San Luis Rey
(la novela de Thornton Wilder), que tanto me consuela: "Hay una tierra de los vivos y una tierra
de los muertos, y el puente que los une es el amor, lo único que sobrevive, lo único que tiene
sentido".
Aunque el amor a los que se van duela tanto.
Casa para los muertos. Maruja Torres. El País, 8 de mayo del 2011
Texto III (propuesto para Selectividad)
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A no pocos fumadores, ex fumadores y no fumadores les han podido parecer
demasiado drásticas las recientes medidas contra el tabaquismo, pero hay que admitir que se
atienen a una obviedad de la cultura actual: casi todo aquello que no es efectista carece de
efecto social. Gracias a esta ecuación, la ley ha obtenido en estos días resultados
espectaculares. El impacto mediático impulsa el cumplimiento de la inhibición personal. Así, los
expertos opinan que la venta de cigarrillos disminuirá este año en torno al 10%, como ocurrió
en Italia o Irlanda el año pasado.
Las 55.000 muertes atribuidas al tabaco anualmente en España legitiman la
intervención del Gobierno sobre ese hábito privado. El Comité de Prevención del Tabaquismo
espera que medio millón de españoles abandonen su consumo en este primer año de aplicación
de la ley, y que el número de adolescentes que comienzan a fumar se reduzca en 70.000. Otro
factor de legitimación de la norma es que el 70% de los 10 millones de fumadores dice en las
encuestas que desearía dejarlo, aunque un porcentaje similar confiesa haberlo intentado sin
éxito al menos en una ocasión. Pero la evidencia indica que es una adicción vencible, sin el
dramatismo de otros abandonos.
El carácter súbito y radical de la prohibición ha suscitado una amplia casuística; ¿es un
lugar de trabajo la cabina del camionero?, ¿lo es un domicilio particular para la empleada de
hogar? En el límite: ¿puede fumarse en un tanatorio? No se puede; pero, ¿podría alguien hacer
de ello un conflicto personal, exigir la aplicación estricta de la ley? No es difícil imaginar
situaciones en las que sería razonable una cierta flexibilidad, pero si la norma entrase en su
detalle, pronto la excepción se haría norma y la ley sería papel mojado.
La tolerancia no debería esperarse, por ello, de la norma o de su aplicación por las
autoridades, pero sí de los ciudadanos en sus relaciones personales. Para que las discusiones
familiares, vecinales o laborales a cuenta del tabaco no produzcan ansiedad adicional en los
fumadores dispuestos a dejar de serlo, ni irritación que empuje a fumar a quienes nunca lo
habían hecho o habían conseguido dejarlo.
"No fume (por favor)", El País, enero de 2006.
Texto IV
Se supone que el castigo más duro que te puede imponer la ley, además de arrancarte la
vida y la tortura mental que debe sufrir el reo al que se le demora la condena o aun tiene
esperanzas de que llegue el indulto, es quitarte la libertad. De aquella excelente película
titulada Cadena perpetua aún me impresiona más que la paciencia, la inteligencia y la
inquebrantable determinación para lograr fugarse algún día del personaje que interpreta Tim
Robbins, la sombría historia de un anciano que lleva casi toda su existencia en el trullo, su
pavor a la soledad que le espera en el mundo exterior y el consecuente ahorcamiento de este al
salir un día del trabajo. En la cárcel era alguien, estaba integrado en una sociedad, disponía de
afectos, llevadera rutina, costumbres, autodisciplina, cierto calor. Sin embargo, la libertad solo
le ofrecía desamparo y estupor.
Pienso en ese trágico personaje de ficción ante la noticia de que un hombre lleva 35 años
en la cárcel sin haber cometido delitos de sangre, sin haber matado ni agredido a nadie. Y a
diferencia de aquel anciano suicida, Miguel Francisco Montes ha intentado cumplir un montón
de veces con el sagrado deber de todo preso. O sea: escapar. En la calle le esperan dos hijas y
una hermana, esas cosas que espantan a la desolación, que pueden hacer enormemente
deseable la libertad. Ese hombre sufre cáncer y hepatitis. Ha intentado quitarse la vida varias
veces. Quiere salir. No le dejan.
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Historias como esta provocan estupefacción, vértigo y terror en cualquier ser humano con
dos dedos de frente ante el funcionamiento de esa cosa tan surrealista llamada justicia. Que a
un fulano como De Juana Chaos, autor de veintitantos asesinatos, de gente a la que
desconocía, sin motivos personales, fríamente, en nombre de su oprimida patria, le haya salido
cada muerto por menos de un año de trullo, o que alguien que se cargó a su esposa y a su
pequeño hijo se le disminuya la condena por buen comportamiento a niveles íntimos, algo que
utiliza posterior y presuntamente para enviar al cementerio a su nueva esposa y a un cuñado,
mientras que un tipo que jamás derramó sangre ajena padezca algo con síntomas de condena
perpetua, emparenta a la justicia con el caos más peligroso. Pobres de los débiles, los que
disponen de nada para negociar con ella.
¿Justicia? Carlos Boyero. 10 de abril del 2011
Texto V
Hasta el más cateto sabe que debajo de una corona real, de un uniforme militar o
diplomático, de una toga, de una mitra o de un fajín presidencial puede haber un
imbécil, un bocazas o un mediocre, al que hay que soportar por la dignidad del cargo.
Las altas instituciones del Estado anidan en palacios adornados con mármoles, sitiales,
cornucopias, banderas, escudos, cortinajes y servidores entorchados, aparte de garitas,
controles de policías con metralleta y en caso necesario con cañones y carros de
combate. Ese espacio en apariencia hermético y acorazado no es más que una
fantasmagoría por donde se mueven los cuerpos desnudos y las almas desvalidas de los
personajes que ejercen el poder. Hoy la tecnología ha derribado todas las barreras y
ha llegado a las entrañas de estas jerarquías cuyos secretos y debilidades hasta ahora
solo estaban al alcance de mayordomos, secretarios y amas de llaves, únicos seres
capaces de ejercer la traición. Ya no existe defensa posible. Los ministros y diputados
en el Parlamento, los banqueros en las juntas generales, los entrenadores de fútbol en
el banquillo, los jueces en el tribunal, los militares en los desfiles, en el momento de
hablar en privado se tapan la boca con la mano como recomiendan que cubras tu
código al marcarlo en el cajero automático. Es solo el principio. Como una serpiente
viscosa e invisible ha penetrado la alta tecnología informática en nuestra vida. A través
del teléfono móvil llega por el oído al cerebro para volcar nuestros pensamientos en la
red a merced de la curiosidad y chismorreo universal. La física cuántica se ha
despeñado desde el átomo hasta el fondo del abismo y antes de llegar a la Nada se ha
encontrado con la materia oscura que no es otra cosa que el gran cementerio de todas
las almas desnudas de los muertos. Cuando esa serpiente lábil decida alimentarse solo
de este caudal, va a causar estragos y nadie estará a salvo. Fondos reservados, la
doble vida de reyes o tenderos, laberintos de la política, informes confidenciales,
amores nefandos, crímenes y conjuras, preparativos de guerra, todo ese acervo maldito
será molturado por la informática en un disquete que podrá adquirirse en los grandes
almacenes. Al final, seremos libres cuando estemos todos atrapados.
Desnudos. Manuel Vicent. El País 5 de diciembre del 2010
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