15 ARTICULOS UNA PERSPECTIVA PARA EL ANALISIS DEL FENOMENO POLITICO Luis Barros L. Sociólogo. Docente del Instituto de Sociología de la U. Católica. Ximena Vergara Socióloga. Docente de la Escuela de Trabajo Social de la U. C. y del Instituto de Ciencias Sociales y Desarrollo de la U. C. de Valparaíso. El quehacer científico construye su interpretación de la realidad a partir de una cierta orientación o perspectiva. Entregamos aquí nuestra perspectiva para el análisis de la realidad política. Ella se Inspira fundamentalmente en las condepciones weberianas acerca del poder y la dominación (1). Cabe aclarar, eso sí, que lo que expondremos a continuación corresponde a las categorías de análisis, a los conceptos construidos para aprehender la realidad política, los que en ningún caso se confunden con ésta. Son medios de que se vale el centista para lograr conocimientos, lógicamente consistentes con respecto a la perspectiva adoptada y que deben ser sometidos continuamente al juicio empírico como vía única de ir evaluando su valor explicativo. Tales categorías o conceptos entrañan una racionalidad propia a la construcción teórica e imputan un sentido determinado a la acción de quienes participan en un proceso político dado. En consecuencia, cabe distinguirlos del sentido que los diversos grupos atribuyen concientemente a sus acciones. Si el cientista debe ir más allá de la interpretación de sus propios actos, así como del proceso político, explicitan los actores del mismo, es en la medida que tales Interpretaciones están teñidas de la subjetividad de quienes actúan en lo político, subjetividad que, a diferencia de aquella implícita en una perspectiva científica, no pretende generar conocimiento, sino justificar una determinada acción. El elemento ideológico también está presente en una perspectiva científica, sólo que ésta es consciente al sesgo que ello implica y, por consiguiente, está dispuesta a revisar continuamente sus afirmaciones a través del juicio empírico a que se somete. El objeto propio de estudio de la Ciencia Política corresponde al campo de la toma de decisiones. No se trata, empero, de cualquier tipo de decisiones, sino de aquellas que están orientadas a condicionar históricamente el conjunto de una sociedad en la medida que adoptan el carácter de normas socialmente sancionadas *y para cuya implementación se consulta, en última instancia, el empleo de la coersión física. Ahora bien, la Ciencia Políticá no se interesa en las decisiones per se, sino en la com(1) Max Weber, economista, sociólogo y fi4ósofo alemán, es uno de !los pensadores que más ha influido sobre el pensamiento sociológico contemporáneo (1864-1920). Una de sus preocupaciones fundamentales fue el poder. Su afán por comprender este problema, universal a toda sociedad, lo llevó a revisar las manifestaciones históricas del mismo en diversos tiempos y contextos culturales. Para ello contó con una erudición que, valga la expresión, es atribvible sólo a un intelectual alemán. Tal es así, que su concepción del poder y de lo político tiene la riqueza de hallarse construido a partir de un estudio muy acucioso de la experiencia que la humanidad ha hecho de esta dimensión de ¡o social. 16 prensión de los mecanismos sociales subyacentes a ella y en los obstáculos que encuentra su implementación. Esto es, ella se interesa en las relaciones de poder subyacentes en la toma de decisiones y su puesta en práctica. Las decisiones, cualesquiera sean, no se toman en el aire ni porque sí. Una decisión persigue a través de influir y, en última instancia, obligar a los demás, una meta determinada, meta que no es sino la traducción práctica de ciertos ideales e intereses que animan a quienes así deciden. No concebimos el uso del poder por el poder. Si se busca influir y, en último término, mandar sobre los demás, es porque se quieren realizar socialmente ciertos ideales e intereses. Estos pueden ser de índole moral, económica, estética, etc. Y a ellos no puede atribuirseles un sentido peyorativo en cuanto son la expresión de la manera particular en que, en un momento dado, los hombres se relacionan entre sí y con el mundo en general, así como del significado que le otorgan a dicha realidad. Por ende, hablar de intereses, es hablar de algo connatural al hombre. Ellos ,fluyen de la necesidad que para sobrevivir tiene el hombre de estar permanentemente en relación con el mundo y de su capacidad, en cuanto tal, de dar significado, es decir un valor simbólico a la realidad. Si de tales necesidades surgen intereses y, para la implementación de éstos, alternativas de organización práctica, es en la medida que dichas necesidades encuentran su definición última a nivel axiológico. El hombre en su capacidad de construir significados, de crear una realidad simbólica, confiere a su necesidad intrínseca de relacionarse con el mundo una connotación de valor. En otras palabras, asocia a esta necesidad una cierta creencia, un cierto deber, de suerte que ya no se trata de sobrevivir por sobrevivir, sino de hacerlo con una determinada manera de ser. Esta manera de ser es eminentemente social en cuanto en su origen está la relación necesaria del hombre con su medio, es decir, con los demás hombres y el mundo. Son estos ideales e intereses los que informan un determinado proyecto de dominación que no es otra cosa que una manera de organizar lo político, lo económico y lo social que se presenta como conveniente y justificado. Esa forma de organización surge como alternativa práctica y eficaz de llevar a cabo los intereses de toda índole que, en un momento y espacio dados, es decir, históricamente, sustentan ciertos grupos sociales. De allí que un proyecto de dominación no tenga una realidad sui géneris, sino que exista en la medida que pueda ser predicado para ciertos grupos. Los intereses, cualquiera sea su naturaleza, vayan estos de los intereses materiales a los propios de una identificación con ciertos principios morales, sólo cobran significación social en la medida en que se afinquen en ciertos REVISTA PE TRABAJO SOCIAL grupos y, por consiguiente, comiencen a orientar la manera de ser y actuar de los mismos. Ahora bien, ¿por qué para dichos grupos orientados a la acción por una determinada manera de ser, aparece como necesaria la traducción práctica de sus intereses y esa traducción toma neéesariamente la forma de un proyecto de dominación? En otras palabras, ¿por qué la necesidad de la implementación práctica trasciende los límites del grupo que la alimenta para pretender abarcar al conjunto de la sociedad a que pertenece el grupo en cuestión? Estas interrogantes nos conducen a la raíz misma del problema del poder, es decir, del por qué la necesidad de influir sobre e incluso mandar a los demás. Es preciso buscar la respuesta haciendo una doble consideración. La primera se podría designar como aquella de la competición. Ella apunta a que puede ocurrir, y de hecho así ocurre históricamente, que coexistan en un mismo tiempo y espacio grupos informados por distintas maneras de ser y para los cuales la manera de ser del otro es un obstáculo o riesgo para su propia expresión. Ahí se sitúa, precisamente, el origen de la necesidad de influir sobre el otro en el sentido de que haga suya la manera de ser propia. Y, en caso de que ello no se logre, de disponer de los recursos para concluir por imponérsela. La segunda consideración radica en que, haciendo incluso abstracción de la competición, siempre quedará en pie la cuestión práctica, tanto administrativa como técnica, de traducir una determinada manera de ser en una organización social que exprese los ideales e intereses que la informan. El logro de tal objetivo supone encarar satisfactoriamente el problema de movilizar en dicho sentido y a nivel de la acción, al menos una parte considerable de los miembros de la sociedad. Esto en la medida que constituyen recursos eficientes para realizar las metas que persigue la dominación. He aquí, escuetamente, las razones del por qué de la necesidad social del poder y de la dominación, cualquiera sea el contenido y la forma histórica que ellos asumen. Si algunos deben dominar sobre los otros, es por razones de competición y por razones de organización. La dominación, cualquiera sea su contenido social (vale decir, los ideales e intereses que está expresando) debe encarar dos problemas cruciales. Por una parte, hay la necesidad de crear un cierto consenso en torno a las metas que informan y dan sentido a la dominación. He aquí el problema de la legitimidad. Por otra parte, es necesario crear las instituciones que definan nor- ARTICULOS mativamente, y según los fines perseguidos por la dominación, cómo serán las relaciones entre los hombres, y entre éstos y los recursos materiales. Ello corresponde a los aspectos jurídicoformales de la dominación. El problema de la legitimidad es de importancia capital y en la eficiencia de su solución se juega la existencia misma de la dominación. La legitimidad es aquella que permite a quienes dominan dar por supuesta la obediencia a sus mandatos. Ello en la medida que estos aparecen a los ojos de los dominados como algo natural que debe respetarse y que no se cuestiona. Esta subordinación tácita a quienes mandan, más allá Incluso del contenido de sus mandatos, es la esencia misma de la legitimidad. Ella está presente en el acatamiento incondicional del siervo a los mandatos del señor, del súbdito a las órdenes del monarca, del ciudadano a las disposiciones de los poderes del Estado. Si bien los fundamentos de la legitimidad varían históricamente, lo que hay en ella de constante es la predisposición de quienes son dominados a supeditar su acción sin reparos a las disposiciones de quienes mandan. En consecuencia, que una dominación aparezca como legítima, significa que ella podrá ejercerse en condiciones de estabilidad y sin la necesidad de imponer sus mandatos mediante el recurso de la fuerza. El poder legitimado no necesita expresarse descarnadamente; él adopta una nueva cara que le permite otorgar a su mandato una connotación ética: aquella de la autoridad. Las instancias por las cuales el poder se reviste de autoridad, o más bien, las instancias de legitimación, no sólo varían históricamente, sino que también aluden a diversos factores y mecanismos dentro de un mismo contexto de dominación. En general, la legitimidad se afinca en factores y mecanismos de naturaleza axiológica. El poder asume el carácter de autoridad en la medida que a su origen se le asocian ciertos valores, los mismos que se supone se realizarían a través de su ejercicio. Así, por ejemplo, la autoridad del monarca es tal por derecho divino y se supone que son estos mismos valores religiosos los que están informando el contenido de sus mandatos. La autoridad presidencial es tal en cuanto sus personeros son elegidos por el pueblo y se supone que actuarán para este mismo pueblo, expresando así los valores democráticos. Con todo, los valores que informan la legitimidad de una dominación dada admiten variaciones. Estas variaciones pueden obedecer no sólo a diferencias en el contenido de los valores, sino también a los mecanismos a través de los cuales ellas operan. La monarquía parlamentaria 17 de la Italia de fines de siglo pasado descansaba en los principios del dogma liberal. Esta fuente de legitimidad, sin embargo, era propia de ciertos sectores sociales y no de otros. La obediencia a la autoridad por parte de los campesinos Italia. nos, sobre todo aquellos de las regiones meridionales, poco tenía que ver con la Ideología liberal. Ella radicaba fundamentalmente en la religión católica y en los valores Implícitos en la relación paternalista que constitula la experiencia cotidiana del campesino sometido a la voluntad del terrateniente. Lo anterior ilustra cómo la legitimidad pone en juego diversos valores, Incluso contradictorios entre sí. Más aún, estos valores no siempre se sirven de los mismos canales de expresión. Ellos pueden manifestarse sea a través de una doctrina, vale decir de un cuerpo de Ideas y principios para cuya difusión se consultan vías institucionales (por ejemplo, la educación formal, la prensa, etc.), sea mediante la experiencia vivida de un tipo de relación social que entraña ciertos valores que no alcanzan el estatuto doctrinario ni están formalmente institucionalizados, como es el caso del paternalismo. Cabe señalar que la legitimidad puede apelar también a criterios no axiológicos. Para ciertos sectores sociales, puede arraigarse en la satisfacción de ciertos intereses contingentes. Un caso típico sería la legitimidad vía concesión por parte de quienes dominan de prebendas o privilegios. Por último, si bien el problema de la legitimidad atañe fundamentalmente a la relación entre dominantes y dominados, también concierne a los sectores dominantes en cuanto tales. Esto apunta al hecho de que quienes dominan no definen su dominación como algo transitorio, sino más bien como algo perdurable. Esta suerte de atemporalidad de la dominación no se justificaría por la mera mantención de un orden de cosas que asegurara privilegios. Después de todo, una generación podría pensar "después de mí el diluvio". Sucede que las metas mismas de la dominación se confunden con ciertos valores que trascienden sus intereses contingentes.. Son estos valores que se postulan como universales los que hacen que los grupos dominantes perciban su dominación como necesaria y desarrollen la voluntad de perpetuarla. Revestida de este carácter ético ella aparece como natural y, por ende, predicable para generaciones futuras. Si a los ojos de los dominantes su dominación careciera de toda connotación moral, su ejercicio supondría puro maquiavelismo. Sólo en los momentos de crisis su práctica adopta tal carácter, es decir, hace prevalecer descarnadamente sus Intereses contingentes. 18 La cuestión de la legitimidad no debe ocultarnos un hecho fundamental para la dinámica de los procesos políticos. Bástenos, por ahora, acotar lo siguiente. Por una parte existe la posibilidad de que ciertos grupos o sectores sociales presionen a la dominación en el sentido de que consulte intereses que originalmente no consideraba. Esta lucha induce a modificar el contenido social de la dominación sin alterar, al menos en sus bases, la legitimidad del orden establecido. Estas acciones de tipo reivindicativo, según su contenido y la naturaleza de los grupos que las suscriben, afectan con mayor o menor intensidad las condiciones generales de la dominación. Así, por ejemplo, muy distinto será el efecto de la presión frente a la empresa de un sindicato por un alza de salarlos, que la presión ejercida sobre el gobierno por una confederación nacional de trabajadores con miras a una redistribución del Ingreso. Por otra parte, hay la probabilidad de una lucha tendiente ya no a reivindicar nuevos ideales e intereses dentro de la dominación, sino a destruir sus bases mismas y a reemplazarlas por una organización adecuada a un proyecto distinto. Este tipo de acción entraña una crisis de legitimidad; en otras palabras, ciertos grupos y sectores sociales adhieren a valores cuya realización aparece como contradictoria con respecto al orden vigente. REVISTA DE TRABAJO SOCIAL ciones acerca de quienes son ciudadanos electores y elegibles. No basta, empero, definir las posiciones de autoridad; es también necesario regular las disponibilidades de recursos administrativos y técnicos con que las autoridades contarán para hacer efectivos sus mandatos. Tenemos así los estatutos administrativos que establecen desde la dotación de funcionarios y la delegación de autoridad que recae en el cuerpo burocrático, hasta la designación de quiénes son los propietarios de los medios administrativos. Esto último apunta a un rasgo genérico de los Estados modernos, cual es el de sancionar como privativo de la autoridad la propiedad y el control de los medios de coersión física o recursos de fuerza. Por último, el Estado en tanto organización formal no se limita a convenir sobre la autoridad y su ámbito, sino que sanciona además formas de asociación para influir legítimamente sobre la autoridad. Para ello, se formulan normas con respecto a las formas que deben adoptar ciertas asociaciones para actuar politicamente, sea como medio de acceder a la autoridad, sea como medio de ejercer presión legítima sobre ella. Así, por ejemplo, los estatutos que vienen a regular la constitución y actividad de los partidos políticos, de los sindicatos, de las asociaciones gremiales, etc. Corresponde ahora discutir brevemente los aspectos jurídico-formales de la dominación. Para Hemos dicho que el Estado aparece como ello fijaremos nuestra atención en el Estado en un conjunto explícito de normas que vienen a prácticay tanto institución que organiza formal reglamentar las relaciones sociales. Cabe pregunmente la dominación en el mundo contemporáneo. tarse: ¿qué determina el contenido de esas noraparece Estado Desde el punto de vista formal el mas? ¿En torno a qué se regulan las relaciones como un conjunto explícito de normas que vienen sociales? de Dentro a reglamentar las relaciones sociales. estas normas las más fundamentales son aquellas El aspecto jurídico-formal del Estado no que definen la autoridad y el ámbito de su incumsu contenido social. Cualesquieocultarnos debe bencia. Las constituciones políticas son las que organizativas que adopte, el formas las sean ra posiciolas fijan cumplen con esta función. Ellas las relaciones de domisiempre expresa Estado nes desde las cuales cualquiera decisión tomará nación. Es decir, los ideales e intereses de quiesancionado. el carácter de mandato socialmente nes dominan, tamizados eso sí, por las posibles En otras palabras, establecen las posiciones presiones que ejerzan los sectores dominados, cons. las imbuidas de autoridad. Así, por ejemplo, como por la observancia de los criterios de tituciones modernas distinguen entre los llama- así Por consiguiente, desde la perspeclegitimidad. calila dos tres poderes del Estado prescribiendo social, el Estado aparece contenido su de tiva dad de autoridad para los cargos de ejecutivo, como una síntesis de las relaciones entre los delimilegislador y magistrado. Al mismo tiempo sectores dominantes y su cuerpo de funcionarios; tan qué compete decidir a cada cual, estable- y entre ambos y los sectores dominados y cuyo ciendo así las relaciones que las autoridades sentido es el de implementar un proyecto deterdeben mantener entre sí. De allí los regímenes minado de dominación. El Estado es una asociapresidencialistas o parlamentarios, la autonomía ción política y como tal debe predicarse para un del poder judicial, etc. Se Incluye además la de- conjunto de individuos que perciban la necesidad finición de cuáles son los canales de acceso a las de organizarse a partir de una cierta comunidad posiciones de autoridad, cuáles son los requisitos de intereses. En el caso del Estado, estos inteque deben llenar los personeros que servirán reses son los propios del proyecto de dominación tales posiciones. Es el caso de las diversas moda- en vigencia sustentado por los grupos dominantes lidades electorales para llenar los cargos ejecu- y legitimado por el resto de la sociedad. La natutivos y legislativos, de las distintas reglamenta- ARTICULOS raleza misma de los Intereses en juego determinan el grado de generalidad de la organización estatal. Ella cubre, en tanto asociación, a todos los miembros de la sociedad, prescribiendo para ellos maneras de ser y de hacer adecuadas a los fines perseguidos por la dominación. Conviene, eso si, repetir que el Estado es la expresión de una cierta dominación. En otras palabras, el Estado organiza el poder de ciertos grupos sobre otros, poder que pese a su legitimación como 19 autoridad no pierde su rasgo esencial, a saber, la Imposición de la voluntad propia sobre terceros. De manera bastante apretada hemos expuesto cuál es nuestra perspectiva para el análisis del fenómeno político. Huelga indicar lo somero de esta exposición, así como su nivel de generalidad. Nuestra intención en todo caso, no va más allá de ofrecer un marco de referencia que introduzca al lego a una reflexión más compleja acerca de lo político.