a nosotros que estamos sedientos, Dios nos llama

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Queridos hermanos y hermanas,
Podríamos resumir las tres lecturas diciendo: a
nosotros que estamos sedientos, Dios nos llama “venid”,
y nos dice “os saciareis de vida”.
Con qué belleza y poesía se expresa la primera lectura:
“Oíd, sedientos todos, acudid por agua” (agua = signo
de vida). “Comeréis bien, saborearéis platos
sustanciosos” “Venid a mí: escuchadme, y os saciareis
de vida”.
A partir de estas palabras, estructuro mi homilía en
tres partes:
a) Nosotros los sedientos
b) Dios que llama
c) Dios que sacia
A) Nosotros los sedientos. Tenemos sed. Sed de
libertad, sed de plenitud, sed de felicidad, sed de
realización personal, sed de estar bien. Tenemos tanta
“sed”. Un perro no tiene sed, la persona humana está
llena de sed.
¿Por qué tenemos tanta sed? Porque Dios nos ha
diseñado para que las tengamos. Porque la “sed” nos
lleva a buscar, a preguntarnos, hacer camino, a mirar
dentro nuestro, a querer vivir la vida a fondo, a sacar a
la vida todo el “meollo”. Y todo esto apunta a Cristo.
Dios ha puesto en nosotros esta “sed”, lo que pasa es
que podemos saciar la sed por caminos equivocados.
Como dice poéticamente la primera lectura: “¿por qué
gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo
que no da hartura?”. ¡Sed mal saciada!
A diario, veo cosas que me entristecen profundamente.
Ayer una noticia en La Vanguardia: “En España hay más
de cuarenta mil mujeres explotadas sexualmente”.
Dedicadas a la prostitución obligatoriamente. ¡Qué
drama para ellas! Pero pensemos en sus clientes, que en
una semana pueden llegar a los dos millones de
hombres (cuarenta mil por ocho servicios diarios por
seis días). Éste es el pan que no alimenta, la comida que
no satisface. Tienen la sed de felicidad, de plenitud,
pero no encuentran el camino para saciarla
adecuadamente.
Estos días abundan en la tele, algunas teles, reportajes
de fiestas en lugares turísticos. Fiestas donde hay
alcohol, mucho alcohol, sexo, mucho sexo, música, y
drogas de toda clase (aunque esto último, no lo
enseñan). Y nos lo muestran como una gran felicidad
para las personas. Lo mismo de antes “lo que no
alimenta” “lo que no da hartura”.
Hoy en día, asistimos a un oscurecimiento de la verdad
del hombre, de lo que hace feliz al hombre, de lo que
da sentido a su vida... Si hay este oscurecimiento
¿quién pondrá luz? ¡Dar luz para que la gente pueda
saciar su sed!
b) Ante todo esto Dios que grita. “Acudid por agua,
también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo,
comed sin pagar vino y leche de balde” “Inclinad el
oído, venid a mí”.
¡¡Dios nos llama!! Dios, otro domingo continúa
llamándonos, no se cansa de llamarnos, para que
vayamos con Él. Qué bonito hacer esta experiencia:
descubrir que Dios me llama a mí, personalmente, que
me espera. Pienso que sólo en el silencio, podemos
realmente alcanzar la profundidad y las implicaciones
de una frase tan sencilla como “venid a mí”.
C) Nos llama para saciarnos, Dios se ofrece para
saciar nuestros anhelos más profundos. Como decía
antes: “Comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos”
“...os saciareis de vida”. Expresiones poéticas pero no
irreales. El cumplimiento de estas palabras se da en el
evangelio. El evangelio nos ilumina el qué de estas
expresiones.
El milagro de la multiplicación de los panes y los peces,
nos remite a la eucaristía. Las palabras “tomando los
cinco panes....alzó la mirada al cielo, pronunció la
bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos;
los discípulos se los dieron a la gente”, son palabras
muy eucarísticas.
¿Qué es este “comer bien”? ¿qué son los platos
sustanciosos? ¿qué nos saciará de vida?. Sólo hay una
respuesta posible: Cristo, Cristo hecho manjar,
eucaristía, es la cosa buena, lo bueno y mejor, lo que
sacia nuestra vida.
Hecha esta experiencia, entonces experimentamos lo
que decía San Pablo en la segunda lectura: nada no nos
separará del amor de Dios, manifestado en Cristo.
Resumiendo podemos decir que gracias al Cristoeucaristía, nos sentimos saciados de nuestra sed y
esto nos lleva a que nada no nos pueda separar del
amor de Dios manifestado en Cristo. Que así sea...
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