Textos sobre el Espíritu Santo “Permanecer juntos fue la condición que puso Jesús para acoger el don del Espíritu Santo; presupuesto de su concordia fue una oración prolongada. Así nos da una magnífica lección para toda comunidad cristiana. A veces se piensa que la eficacia misionera depende principalmente de una esmerada programación y de su sucesiva aplicación inteligente mediante un compromiso concreto. Ciertamente, el Señor pide nuestra colaboración, pero antes de cualquier respuesta nuestra se necesita su iniciativa: su Espíritu es el verdadero protagonista de la Iglesia. Las raíces de nuestro ser y de nuestro obrar están en el silencio sabio y providente de Dios.” Benedicto XVI, Domingo 4 de junio de 2006 "Me gusta aplicar al Espíritu Santo un verso del salmo 16. Considero dicho salmo como la profesión de lealtad de un sacerdote en su consagración, o de un levita en su dedicación, Y como confesión de su experiencia espiritual. El verso dice: 'Bendigo al Señor que me aconseja; aun de noche me instruyen mis entrañas» (Sal 16, 7). Por encima de muchos consejeros humanos, este orante cuenta con Dios como consejero personal a cuya voz hacen eco las entrañas instruyendo desde dentro. Están sintonizadas y resuenan. En otras palabras, el consejo del Espíritu provoca la respuesta interna, resonante y consonante del creyente. De este modo, enseñanza y consejo son asimilados y personalizados. Es decir, no permanecen como algo abstracto y genérico, sino que se individualizan y personalizan en cada ocasión." Luis Alonso Schökel, SJ: Al aire del Espíritu, Sal Terrae, 1998, pg. 62 “La segunda generación de cristianos -la de san Pablo-, que no había convivido físicamente con Jesús, no se considerará inferior a la primera. Pablo afirma que más importante que conocer 'a Cristo según la carne' (2 Cor. 5, 16) es poder decir ya 'no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí' (Gal. 2, 20), puesto que tengo su mismo Espíritu. En el Espíritu nos hacemos contemporáneos de Cristo, y viendo en el Espíritu al Hijo, vemos también al Padre: 'El que me ha visto a mí, ha visto al Padre' (Jn. 14, 9). Es decir, que 'el Espíritu nos muestra al Verbo (...) que nos conduce y lleva a su vez hasta el Padre'. Los Padres griegos ilustraban su idea de la Trinidad con tres estrellas, pero no formando triángulo como los latinos, sino una tras otra. La primera Estrella (el Padre) presta su luz a la Segunda (el Hijo, 'luz de luz', como decimos en el Credo), y luego a la Tercera (el Espíritu Santo, 'que procede del Padre y del Hijo'), de manera que para el ojo humano las tres estrellas aparecen como una sola.” Luis González-Carvajal: Esta es nuestra fe, Narcea, 1982, pg. 100 "Sin el Espíritu, Dios está lejos, Cristo pertenece al pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia es una simple organización, la autoridad es dominio, la misión es propaganda... Pero, en el Espíritu, el cosmos bulle y gime con los dolores del Reino, se hace presente Cristo resucitado. El evangelio es fuerza de vida, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad es servicio liberador, la misión es Pentecostés" Ignacio IV Hazim, patriarca de la Iglesia greeco-ortodoxa de Antioquía. "Si la confianza del corazón estuviera al comienzo de todo... La confianza en Dios, la fe, es una realidad muy sencilla, tan sencilla que todos pueden acogerla. Es como un salto retomado al infinito. No lo olvides: Dios no se impone nunca con una voluntad amenazadora. Cristo no desea jamás el tormento para nadie. Si para ti vivir de Dios significara tener miedo de Él, interrógate. Dios es sólo Amor (1 Jn 4, 16). La voluntad de su amor no es como una ley duramente esculpida en tablas de piedra. Por el Espíritu Santo ha sido grabada en lo íntimo de¡ corazón humano (Jr.31, 33; 2 Cor 3, 3). Un día comprendiste que, sin tú saberlo, un sí había sido grabado en lo más profundo de tu ser. Y elegiste avanzar en pos de Cristo, esa elección que nadie puede hacer por nadie. En silencio, en presencia de Cristo, has comprendido su palabra: Ven y sígueme, yo te daré dónde reposar tu corazón. Hete aquí empujado a la audacia de un sí hasta el último aliento. Este sí te expone, no puede ser de otro modo. (Hno. Roger de Taizé: Amor de todo amor, pg. 57) "Lo que realmente está en juego es la apertura a lo invisible, la experiencia del Trascendente, el encuentro con el Espíritu, que es Señor y dador de vida y capaz de suscitar la novedad de Dios incluso en los corazones o ambientes más cerrados, apesadumbrados y esclerotizados". Cardenal Martini, Arzobispo de Milán en Carta Pastoral: Tres narraciones sobre el Espíritu El cristianismo es la explosión del Espíritu... El Espíritu es el alma de los creyentes... El Espíritu antecede a la Palabra y la Palabra antecede a la teología... ¿Quién es entonces el Espíritu Santo? Es el que hace posible toda gracia v toda Palabra que está en la comunidad. Es la esperanza de los elegidos. El Espíritu Santo es el que va siempre delante abriendo caminos. Un creyente es el que recibe la filiación en el Espíritu. El hombre vive porque el Espíritu da la vida v posibilita a Jesús en nuestras vidas. Siendo una imagen nueva Jesús aparece ante la égida del Espíritu, que está muy presente: nadie puede decir que Jesús es Señor si no es por el Espíritu Santo; nadie puede decir que Jesús ha resucitado si no es por Espíritu, y nadie puede hablar de salvación si no es por el Espíritu Santo... Cuando el Padre nos dio a su Hijo se quedó mudo. Pero... el Espíritu Santo es el que define la palabra... (Mons. Romero Pose) "Dios vivo, tu Espíritu está sobre cada uno de nosotros y, así como el almendro comienza a florecer en primavera, tú haces florecer incluso nuestros desiertos interiores. Cristo, por tu continua presencia de Resucitado, nos ofreces una fuente donde tomar todo el sentido de nuestra existencia. En la fuente de tu presencia, tú nos permites pasar de la desconfianza o de la duda a la confianza en ti y en el prójimo. Y nuestra existencia encuentra sentido en el don de sí. Cuando incluso creyéramos estar solos, tú estás ahí. Si hay en nosotros como una duda, y si no experimentamos casi nada de tu presencia, tú nos amas aún más. Cuando te olvidamos, continuamos amándote. Nuestro corazón, nuestro espíritu, nuestro cuerpo, son como tierras sedientas de ti. Y la sed de tu presencia nos alumbra incluso cuando pesa sobre nosotros la cruz de las adversidades... Y nuestro corazón se atreve a decirte: tú, Cristo, el Resucitado, nos amas de tal manera que tu presencia nunca desaparecerá. (Meditación del Hno. Roger: Pascua 1988) “Obviamente, subrayar la exigencia de la unidad no significa decir que se debe uniformar o aplanar la vida eclesial según una manera única de actuar. En otro lugar, san Pablo invita a "no extinguir el Espíritu" (1 Ts 5, 19), es decir, a dejar generosamente espacio al dinamismo imprevisible de las manifestaciones carismáticas del Espíritu, el cual es una fuente de energía y de vitalidad siempre nueva. Pero para san Pablo la edificación mutua es un criterio especialmente importante: "Que todo sea para edificación" ( 1 Co 14, 26). Todo debe ayudar a construir ordenadamente el tejido eclesial, no sólo sin estancamientos, sino también sin fugas ni desgarramientos. “Benedicto XVI, Audiencia 22 de noviembre 2006