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III DOMINGO DE PASCUA, 4/5/2014 Hechos 2, 14.22­33; Salmo 15; 1Pedro 1, 17­21; Lucas 24, 13­35. La liturgia de la Palabra de este domingo, en el Evangelio, nos devuelve a la tarde del día en que resucitó Jesús, y es la tercera aparición de Jesús resucitado a la que se hace referencia en Lucas, tras aparecerse a las mujeres y a los apóstoles, lo hace ahora a dos discípulos: a Cleofás, y siguiendo el comentario de este pasaje del P. Gregorio Iriarte, omi, a su mujer María la de Cleofás. Este relato nos invita a considerar que Jesús Resucitado también puede estar con nosotros en el camino de nuestra vida. Los discípulos caminan, salen de Jerusalén, ciudad donde habían matado a Jesús, buscando la seguridad de su hogar en Emaús (por eso podemos pensar que era un matrimonio, por esto y porque discutían por el camino, ya que María había visto la tumba vacía y Cleofás no la creía). Nosotros en la vida caminamos, muchas veces acompañados por los que nos quieren y queremos, con quiénes compartimos la vida. Caminamos buscando seguridades, queriendo construir de manera estable nuestro futuro, y en ese caminar discutimos con los nuestros, pues no siempre tenemos los mismos criterios ni vemos las cosas de la misma manera. En ese caminar y en ese discutir, Jesús Resucitado se hace presente, camina con ellos, y ellos le dejan que les hable, le escuchan. La Palabra de Dios la tenemos siempre ahí, para poder escucharla, leerla, meditarla y dejar que oriente nuestras decisiones. Cierto que muchas veces no es fácil saber que nos quiere decir, y tener claro como debemos interpretarla, por ello, hemos de orar pidiendo al Señor que nos abra el entendimiento para saber interpretar lo que nos dice, y con la oración, debemos escuchar esa Palabra. La oración y la escucha de la Palabra nos debe hacer sensibles hacia las necesidades de los demás. Ellos salieron buscando su seguridad, al llegar a Emaús son conscientes de lo que necesita el desconocido que les acompaña: no es seguro caminar de noche, no tiene donde alojarse, ni donde cenar, y le acogen en casa, no como un simple huésped, sino que le ofrecen presidir la mesa, partir el pan. Cuando oramos, escuchamos la Palabra, y nos hacemos sensibles a la necesidad del otro, compartiendo con Él lo que tenemos, es cuando podemos reconocer la presencia de Jesús Resucitado en el camino de nuestra vida. Así lo ha vivido siempre la comunidad cristiana, una comunidad que cree en Jesús Resucitado, y que le pide, como se hace en el salmo 15 que él nos oriente, nos guíe en nuestro camino, en el sendero de la vida. Pero no basta con esto, si creemos en Dios Padre, en el Dios que resucitó a Jesús, como nos dice Pedro en su carta, debemos ser conscientes que creemos por Jesucristo, y esto nos debe llevar a vivir conforme sabemos que él lo hizo y como él espera de nosotros, siendo testigos de la Resurrección de Cristo y dando testimonio de ella como nos muestra que Pedro lo hizo en el día de Pentecostés y se nos narra en la primera lectura. Feliz domingo y aprovechar este día para dar testimonio de Cristo Resucitado. 
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