Ortega y Gasset Suelen distinguirse dos etapas en la obra de Ortega, aunque esta división no supone ninguna ruptura, sino que mas bien expresa una continuidad en la que lo único que cambia son los centros de interés. En la primera, Ortega, se distancio del neokantismo de sus maestros Alemanes, rechazo la herencia del idealismo, aunque también se opuso al realismo. A este le reprocha su ingenuidad, su creencia en lo dado; al idealismo, le reprocha que en el fondo siga siendo realista, ya que sigue considerando las ideas como cosas, y las piensa como entidades, como cosas fijas y plenamente constituidas. La superación del punto de vista del idealismo se efectúa, partiendo del dato fundamental que es el de “Mi vida”. Por otra parte, también se opuso a la tesis idealista según la cual las cosas se deben acomodar a las funciones del pensamiento. Aunque es cierto que el realismo ha conducido a la razón a buenos resultados en el estudio de la realidad natural, fracasa cuando ha de entender al hombre, ya que el hombre no es una cosa, el hombre no tiene naturaleza sino solo historia. Es preciso volver a pensar radicalmente, fuera de los esquemas del realismo y del idealismo. Para ello es preciso pensar la realidad realmente radical que es la vida, ya que tanto la misma naturaleza como el intelecto son relativos a ella. La vida reúne en si misma ambos aspectos: intelecto y naturaleza. Pero la razón capaz de pensar esta realidad radical que es la vida no es ni la razón pura ni la mecánica ni la fÃ−sico-matemática sino la razón vital. Esta posición sustenta que ningún saber concierne directamente a las cosas mismas, sino a nuestra actitud hacia ellas, Ortega rechaza la creencia en un ser en si de las cosas independientemente de nosotros, de esta manera afirma que el ser da las cosas debe entenderse a partir de su relación con nosotros. Por ello concibe el saber como un “Saber a que atenerse”. Esta reivindicación de la vida no debe entenderse a la manera irracionalista que aboga por unos oscuros instintos o impulsos, sino que la vida debe entenderse como realidad radical y el raciovitalismo como una teorÃ−a de la realidad. Pero, y ahÃ− es donde enraÃ−za el perspectivismo orteguiano, esta unidad que engloba en sÃ− la naturaleza y el intelecto se nos aparece siempre en perspectiva. El ser del mundo no esta dado, sino que es siempre perspectiva. La perspectiva aparece asÃ− como una condición epistemológica para captar la autentica realidad; “Donde esta mi pupila no hay ninguna otra”. El Yo y el mundo forman una totalidad concreta e indivisa, cuyo núcleo es la vida del hombre. La vida humana no es cosa, ni materia, ni esencia, ni es algo dado; el hombre no es una res cogitans, sino una res dramática, una unidad dramática de Yo y mundo, es decir, del Yo y su circunstancia “Yo soy yo y mi circunstancia” Pero aunque el ser del mundo es perspectiva y el Yo es circunstancial, ello no aboca en absoluto al mero relativismo. Para evitar tal posibilidad Ortega intentara conciliar la multiplicidad de perspectivas en la unidad de la verdad, lo que le conduce a la reflexión sobre la historia. Por ello, la razón vital es fundamentalmente razón histórica, ya que la circunstancia es siempre circunstancia histórica concreta y el Yo es siempre un ser que se encuentra en el mundo, que se caracteriza por su temporalidad. Un Yo que es proyecto, futurización, en su circunstancia concreta. En consonancia con esta caracterización del raciovitalismo como razón histórica (termino que habÃ−a sido creado por Dilthey) se abre la segunda etapa de su pensamiento, en la que predomino la interpretación de la historia y de la sociedad. El hombre no tiene naturaleza, tiene historia, y esta dimensión histórica es el órgano por el que el hombre se puede conocer asÃ− mismo. 1