Los Principios de “Peter” y “Dilbert” Mediocridad e Incompetencia En el artículo escrito para el curso “Gestión Efectiva de Proyectos” titulado “Teoría de los Juegos” y cuyo propósito es explicar con más detalle como participa esta teoría en la toma de decisiones, se expone el llamado Equilibrio de Nash con varios ejemplos. En el artículo se comentaba que en el desarrollo de la teoría moderna de juegos surgen los equilibrios en estrategias mixtas (aquellas donde los jugadores pueden elegir aleatoriamente entre varias estrategias) y los casos de juegos de suma cero. John Forbes Nash, quien posteriormente ganaría un premio Nobel por la amplia gama de aplicaciones que tuvo el concepto en diversas ramas de las ciencias, demostró que cualquier juego con un número finito de estrategias tiene al menos un equilibrio de Nash. Los equilibrios de Nash se dan cuando las decisiones que se toman en los juegos hacen a la maximización de la ganancia posible para ambas partes o dan como resultado un juego de suma cero, donde todos ganan (o no pierden). En definitiva cuando en un juego de estrategia se logra un equilibrio. En el citado artículo si bien se exponen algunos ejemplos de este equilibrio, existe un ejemplo muy particular que fue publicado en la Newsletter de Mayo 2011, extraído de un artículo de Diego Navarro, sobre un equilibrio de Nash utilizado para explicar el famoso Principio de Peter. Para que todos los lectores del Blog no se pierdan la lectura de ese excelente artículo dejamos aquí el link correspondiente: “El principio de Peter en los Ig Nobel” No es el propósito del presente documento explicar los equilibrios en la teoría de juegos sino revisitar una vez más el famoso principio de Peter. Que es el principio de Peter ? “El Principio de Peter”, es un libro escrito por el catedrático de ciencias de la educación de la Universidad del Sur de California, Laurence J. Peter, en coautoría con el escritor y periodista Raymond Hull. Este último describe en la introducción del libro como él ha observado que, salvo raras excepciones, los hombres manejan chapuceramente sus trabajos. Ya no lo sorprende cuando un cohete no consigue despegar del suelo porque ha sido olvidado algo, porque algo se rompe, algo no funciona o algo estalla prematuramente. Hull ve por todas partes incompetencia pujante, incompetencia triunfante que llegó a resignarlo. Pensaba, sin embargo, que si se pudiera descubrir su causa, tal vez se encontrara un remedio. Así, pues, relata que empezó a hacer preguntas y recibió muchas teorías. Un banquero culpaba a las escuelas: "Hoy día los chiquillos no aprenden métodos de trabajo eficaces”. Un maestro culpaba a los políticos: "Con semejante falta de eficiencia en la sede del Gobierno, ¿qué puede esperarse de los ciudadanos? Además, se oponen a nuestras legítimas demandas de adecuados presupuestos de educación. Si pudiéramos tener una computadora en cada escuela...". Un ateo culpaba a las Iglesias: "... adormeciendo al pueblo con sus fábulas de un mundo mejor y distrayendo su atención de las cosas prácticas ... ". Un eclesiástico culpaba a la Radio, el cine y la televisión: "... muchas distracciones de la vida moderna han alejado a las gentes de las enseñanzas morales de la Iglesia". Un sindicalista culpaba a los empresarios: "... demasiado codiciosos para pagar un salario vital. Con este salario de hambre un hombre no puede tomarse interés por su trabajo". Un empresario culpaba a los sindicatos: "El obrero ya no se preocupa hoy día..., no piensa más que en aumentos de salario, vacaciones y pensiones de retiro." Un individualista dijo que los sistemas de seguridad social engendran una actitud general de despreocupación. Una asistenta social me dijo que la relajación moral en el hogar y la disgregación de la familia origina irresponsabilidad en el trabajo. Un psicólogo dijo que la represión temprana de impulsos sexuales produce un deseo subconsciente de hacer las cosas mal, como expiación por los sentimientos de culpabilidad. Un filósofo dijo: "Los hombres son humanos; siempre habrá accidentes." Una multitud de explicaciones diferentes, es tan mala como la ausencia de toda explicación. Cuando Hull comenzó a tener la impresión de que nunca comprendería a la incompetencia, entabló una conversación con el doctor Laurence J. Peter, un científico que ha dedicado muchos años al estudio de la incompetencia quien le explico de acuerdo a sus palabras, lo que para él era el más penetrante descubrimiento social psicológico del siglo: El Principio de Peter que confome al mismo: “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse” El principio de Peter, basado en el estudio de las jerarquías en las organizaciones modernas, afirma que las personas que realizan bien su trabajo son promocionadas a puestos de mayor responsabilidad, hasta que alcanzan su nivel de incompetencia. Como corolario de su famoso principio, Lawrence J. Peter deduce los dos siguientes: a. Con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones. b. El trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia. El principio de Peter fue deducido del análisis de cientos de casos de incompetencia en las organizaciones y da explicación a los casos de acumulación de personal, según el cual el incremento de personal se hace para poner remedio a la incompetencia de los superiores jerárquicos y tiene como finalidad última mejorar la eficiencia de la organización, hasta que el proceso de ascenso eleve a los recién llegados a sus niveles de incompetencia. Más cómico y controversial es el principio de Dilbert que alude a una observación satírica de los años 1990 que afirma que las compañías tienden a ascender sistemáticamente a sus empleados menos competentes a cargos directivos para limitar así la cantidad de daño que son capaces de provocar. El término fue acuñado por Scott Adams, un graduado MBA de la Universidad de Berkeley y creador de la tira cómica Dilbert. Adams explicó el principio en un artículo del Wall Street Journal de 1996. Adams amplió entonces su estudio del principio de Dilbert en un libro satírico de 1996 con el mismo título, que es lectura obligatoria o recomendada en algunos cursos de gestión y MBA. Aunque los académicos pueden rechazar la veracidad del principio, señalando que contradice las técnicas de gestión de recursos humanos tradicionales, se originó como una forma de sátira sobre un asunto muy discutido en el mundo empresarial. Desde entonces la teoría ha cosechado cierto apoyo de negocios y gestores. Por ejemplo, Guy Kawasaki de Apple Computer dijo: ”Hay dos tipos de compañías, las que reconocen que son exactamente como la de Dilbert y las que también lo son pero aún no lo saben”. El principio de Dilbert es una variación del principio de Peter, que trata sobre la práctica de las organizaciones jerárquicas de usar los ascensos como forma de recompensar a los empleados que demuestran ser competentes en sus puestos actuales, afirmando que, debido a esta práctica, un empleado competente terminará siendo ascendido a un puesto en el que será incompetente, y donde permanecerá. El principio de Dilbert, de otra forma, indica que los empleados incompetentes son ascendidos intencionadamente para evitar que produzcan daños (como reducir la calidad del producto, ofender a los clientes, a los empleados, etcétera). El Principio de Dilbert utiliza la idea de que en determinadas situaciones, los puestos superiores de una organización pueden tener muy poca relevancia en la producción real y que la mayoría del trabajo productivo y real en una compañía se hace por personas de la parte baja de la escala de poder. Alguna vez a todos nos habrá tocado corroborar que el principio de Peter se cumple en algunos casos. Por supuesto, es también posible ver a ambos principios explicados en este artículo en forma simultánea en una misma organización. No es mi propósito hacerme eco de dichos principios, sino solamente reflexionar sobre ellos. Esto a cuento de la mediocridad e incompetencia que suelo observar en distintos planos de este mundo. Está prohibida la difusión, transmisión, modificación, copia, reproducción y/o distribución total o parcial del presente Documento, en cualquier forma y por cualquier medio, sin la previa autorización escrita del autor, encontrándose protegidos por las Leyes de Derecho de Autor, Marcas, Lealtad Comercial, Bases de Datos y otras normas Asimismo, queda prohibido cualquier uso de los Documentos o parte de los mismos con fines comerciales. 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