Hacia Tierra Firme La Escuadra Naval L a vida a bordo de los buques de guerra se preveía como aquel destello que emitía esa luz o chispa luego de un proceso en el que se incluían considerables factores. Así nos hacían verlo, así lo sentíamos. Nos habíamos convertido en el producto de un largo período de capacitación, de adiestramiento, de entrega, tanto de instructores como de Guardiamarinas. Salíamos del cascarón. Ahora la realidad sería diferente. Los flamantes Alféreces de Fragata comenzarían una nueva vida, el reto para el cual durante cuatro años y medio, fuimos formados. Sería la primera vez que pisaba un buque de guerra, con una profesión a cuestas, apenas en su etapa inicial. –Guardiamarinas, ustedes no tienen idea cómo es la vida a bordo, quienes tengan el honor de ser trasbordados a las Fragatas disfrutarán hasta música ambiental en circuito cerrado. -Replicaba, a pocos días de graduarnos, uno de nuestros recordados instructores, el Capitán de Corbeta Fabricio Mendoza. Pocos como él, convencido de que la razón de ser de la Armada era la Escuadra, nos decía, con jocosa apariencia y orgullo naval militar que, inclusive, la muerte del soldado de superficie es muy distinta a la muerte de un soldado de tierra, en combate. –Imagínense queridos Guardiamarinas, mientras un infante de marina esté en su trinchera, sucio, enlodado y hambriento esperando la bala final; yo estaré con mi tenida blanca alfa, puesto mi gorra y 81