La Miami Symphony: Noche transfigurada y gloriosa

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Publicado el domingo 08 de abril del 2012
La Miami Symphony: Noche transfigurada y gloriosa
Daniel Fernández
Miami Symphony Orchestra y su director Eduardo Marturet.
CORTESÍA / Miami Symphony Orchestra
La música es un milagro, el
idioma de lo que no se puede
decir de ninguna otra
manera, la promesa de que
algún día seremos realmente
buenos, amorosos, humanos.
Por eso hace falta algo más
que virtuosismo y técnica
para lograr ese efecto que
diferencia un buen concierto
de uno inolvidable. E
inolvidable fue el concierto
ofrecido por la Miami
Symphony y su director
Eduardo Marturet en la
noche del domingo primero
en el New World Center de
la Playa.
La primera parte de la noche
fue una sorpresa, pues se presentó la Noche transfigurada, op.4 , de Schoenberg, en su
versión original para sexteto de cuerdas, en lugar de la que se esperaba y más frecuente,
para orquesta de cuerdas. Sin embargo, la obra, amenamente presentada por el primer
violín Daniel Andai, concertino de la Miami Symphony, resultó idónea en el marco
acústico de este teatro maravilloso, sobre todo, dadas las proporciones orquestales y la
intensidad energética de la segunda oferta de la noche.
Junto a Andai, David Southorn, como segundo violín, Yael Hyken y Dominic Johnson,
en las violas, y Aron Zelkowicz y Konstantin Litvinenko, en los chelos, ofrecieron una
tersa versión de esta obra que ocupa un lugar muy especial en la literatura de cámara.
Inspirada en un misterioso poema (publicado en el programa de mano), este sexteto logra
reproducir ese mundo de la noche que puede ser transfigurado por el amor. Tan
apropiados como el lugar resultaron estos intérpretes que dejaron bien claro la calidad de
solistas que ostentan muchos de los integrantes de esta orquesta. El suspenso con que el
público escuchó la pieza y la ovación final fueron el justo agradecimiento a un trabajo
exquisito de interpretación y entrega.
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No obstante, donde la noche habría de transfigurarse con colores inusitados fue en la
segunda parte, dedicada a la monumental Sinfonía no. 1, en re mayor , de Mahler. Aquí
las palabras se quedan muy cortas, porque cuando la música canta, todas las artes sobran.
Con fuerzas más abundantes que de costumbre, y en especial, la presencia de ocho
trompas impecables, esta obra sonó en este teatro como pocas veces en su historia. Y
quizá podría decirse: “como nunca”; porque no estamos hablando de un simple trabajo de
acople y profesionalismo; no fue solamente el resultado de un profundo estudio de los
planos sonoros, la compleja armonía, los juegos dinámicos, los cambios de tempi … Aquí
hubo algo más, ese algo que no siempre está presente y que rara vez hay una palabra para
identificarlo… Marturet y sus músicos ejecutaron un ritual sagrado y temible, la
encarnación de una obra de arte que desde el tiempo, desde la eternidad, vuelve a la vida
y nos toca el alma, el corazón, lo que sea que de bueno tenemos dentro.
Quizá por eso al final había tantos con lágrimas en los ojos, quizá por eso se levantó todo
el teatro a dar una ovación que era también ritual y ceremonia, la identificación del
público con los creadores. Pero si hay que definir de alguna forma el milagro de esa
noche y su “transfiguración”, habría que ir detallando el exquisito trabajo que fue desde
el efecto apagado de las trompetas en off hasta el crescendo final con los ocho trompas de
pie ya todo pulmón reforzando los metales y la percusión. Todos bajo el conjuro del
hechicero en el podio. La energía, la intensidad, el dolor de la obra, iban en el aire como
una presencia física, como el dardo divino que traspasa, transfigurando. Transfigurada
quedaba la noche: La gloria de Mahler y de Eduardo Marturet.•
El próximo concierto de la Miami Symphony será los días 21 y 22 de abril: 'A Night at
the Opera', con arias de famosas óperas. Para información y entradas: (305) 275-5666 y
www.themiso.org.
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