EL PROFETA ISAÍAS

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EL PROFETA ISAÍAS
El libro de Isaías es probablemente el más conocido y representativo de toda la literatura
profética. Su dominio del lenguaje, su belleza poética y la riqueza de sus imágenes lo
convierten en un clásico de la literatura universal. A nivel teológico, sus oráculos
mesiánicos, los poemas de la consolación y el nuevo éxodo, los cantos del siervo, los
himnos a Sión, etc. hacen de él uno de los libros más densos del Antiguo Testamento y el
más citado o aludido del Nuevo Testamento. Sin embargo, más que una sola obra, el
libro de Isaías es una compleja colección en la que se dan cita, al menos, tres profetas,
conocidos convencionalmente como Primer Isaías, Segundo Isaías y Tercer Isaías.
El descubrimiento de los “tres Isaías”
Hasta el final del s. XVIII, prácticamente nadie había puesto en duda que el profeta
Isaías, personaje histórico de la segunda parte del s. VIII a. C., era el autor de todo el
libro que lleva su nombre. Sin embargo, la crítica histórico-literaria aplicada
minuciosamente a toda la Biblia y, en particular, al libro de Isaías hizo que se empezase a
cuestionar esa convicción secular, a partir de una serie de indicios que agrupamos, de
forma resumida, en tres grupos:
— Indicios históricos: En Is 1-39 se nos habla del profeta Isaías en el contexto histórico de
la segunda mitad del s. VIII a. C., de los reyes de Judo contemporáneos a su ministerio, y
de Asiria, el imperio dominante de la época. Pero, a partir de Is 40 nos encontramos en
un contexto histórico muy distinto:
se habla de Ciro (Is 44 2s; 45 i; véase Is 41 2), rey persa de la segunda mitad del s. VI a.
C.; se invita a los israelitas a salir de Babilonia (Is 48 20; 55 12) y a volver a Jerusalén (Is
40 lss). Estamos, pues, en la época del destierro, unos 150 años después de las últimas
fechas seguras del ministerio del profeta Isaías. Y a partir de Is 56 tenemos la impresión
de estar de nuevo en Jerusalén, una vez que ya ha pasado la primera euforia del regreso.
— Indicios literarios: Estas notables diferencias cronológicas van acompañadas de claras
diferencias de lenguaje y estilo. Al estilo conciso, sobrio y contenido, con abundancia de
asonancias y metáforas de Is 1-39, sucede en Is 40-55 un estilo más ampuloso, retórico y
apasionado, de construcciones más desarrolladas y géneros proféticos muy distintos.
Finalmente, en Is 56-66 observamos un notable descenso del nivel poético.
— Indicios teológicos: Las diferencias no son menores en el plano teológico. La mayoría
de los temas dominantes de Is 1-39 (denuncia social, anuncios de condena, oráculos
mesiánicos, teología dinástica, etc.) desaparecen en Is 40-55 o son tratados con otro
enfoque (tema del “resto”), mientras que aparecen temas inéditos (Dios creador, nuevo
éxodo, oráculos de consuelo, cantos del Siervo, etc). A su vez en Is 56-66 se incorporan
nuevos temas y preocupaciones (el culto, el sábado, el templo, relación con los
extranjeros, preocupaciones escatológicas).
Este cúmulo de indicios y diferencias ha llevado a formular la hipótesis, casi unánimente
aceptada, aunque con diferencias de detalle, de tres profetas diferentes, que viven en tres
épocas diversas y producen tres obras independientes y distintas entre sí.
1. Is 1-39: Libro de Isaías, profeta del s. VIII a. C. (Primer Isaías).
2. Is 40-55: Obra de un profeta anónimo del exilio (Segundo Isaías).
3. Is 56-66: Obra de un profeta anónimo posterior al exilio (Tercer Isaías).
En nuestra edición asumimos esta posición generalizada y presentamos el libro de Isaías,
diferenciando cada una de sus tres partes con su introducción correspondiente.
PRIMER ISAlAS (Is 1-39)
1. Contexto histórico
La vida y ministerio del profeta Isaías se desarrollan en la segunda mitad del s. VIII a. C.
En el ámbito internacional, la época queda definida por la expansión y supremacía del
imperio asirio que con sus reyes Teglatfalasar III (745-727 a. C.), Salmanasar V (726-722
a. C.), Sargón 11(721-705 a. C.) y Senaquerib (704-681 a. C.) somete sucesivamente a los
distintos reinos y territorios del Oriente Próximo. Este dominio afecta también a
Palestina: los reinos independientes de Israel y de Judo sufrirán las consecuencias de la
presión asiria, saldada con funestos resultados, pues supondrá la conquista de los
oráculos de salvación no es difícil imaginar que en este nuevo contexto de paz tengan
cabida algunos oráculos, como Is 2 2-4; 111-9; 32 1-5.15-20, que entreabren un futuro de
paz internacional y de asentamiento de la justicia y el derecho, de la fraternidad y el
bienestar.
3. La obra de Isaías
Como hemos podido comprobar en nuestra reconstrucción de la actividad del profeta,
sólo es posible fechar una pequeña parte de Is 1-39 y contextuarla en su vida. Es el
núcleo del libro, escrito probablemente por el mismo Isaías (Is 30 8). Ello no impide que
Otros muchos textos no datados sean también suyos. Del resto de los oráculos, algunos
fueron recogidos y escritos por sus discípulos (Is 8 16), Otros pertenecen a su escuela o
fueron readaptados posteriormente. Un último grupo de oráculos son mucho más tardíos
y fueron incorporados a la obra de Isaías por el editor que organizó el libro tal como nos
ha llegado. El resultado de este complejo proceso redaccional queda ahora estructurado
en las seis partes que componen Is 1-39:
1. Is 1-12: Oráculos sobre Israel y Judá, que recogen buena parte de la predicación del
profeta bajo Jotán y Ajaz e incluyen una unidad autónoma conocida como “libro del
Enmanuel” (Is 7-12).
2. Is 13-23: Oráculos contra las naciones extranjeras, que en parte se remontan al mismo
Isaias.
3. Is 24-27: La gran escatología, colección tardía, muy posterior al profeta.
4. Is 28-33: Oráculos contra Judá, que recogen buena parte de la predicación de Isaías
durante los años 705-701 a. C.
5. Is 34-35: Pequeña escatología, también posterior á Isaías.
6. Is 36-39: Apéndice histórico, duplicado de
2 Re 18 13-20 19.
4.El mensaje de Isaías
El mensaje del profeta Isaías estuvo marcado por dos constantes, especialmente
determinantes:
la experiencia de su vocación y la preocupación por la realidad concreta de su pueblo.
Estas constantes configuran las líneas maestras de su mensaje.
— En el momento de su vocación (Is 6), Isaías tuvo acceso a una doble experiencia: la
santidad de Dios, manifestada en su soberanía y transcendencia, y la condición pecadora
de sí mismo y de su pueblo. Puesto que ambos extremos son incompatibles, el encuentro
pleno entre Dios y su pueblo sólo será posible con la conversión y la desaparición del
pecado. Por eso, su predicación irá encaminada a denunciar ese pecado y a proponer el
conocimiento auténtico de Dios.
— El pecado se hace particularmente evidente en el orden social: codicia, lujo, orgullo,
injusticia, opresión de los débiles, etc. La denuncia social de Isaías entronca con la de
Amós (gana en altura poética y pierde en contundencia) y desemboca en el ámbito
religioso: culto e iniquidad son incompatibles (Is 110-17).
— El pecado también se manifiesta en la esfera política: la amenaza asiria pone en
evidencia el miedo del pueblo y de sus dirigentes, que, al buscar alianzas y ayudas en
otros pueblos, delatan su falta de confianza en Dios. Isaías, conocedor y simpatizante de
las tradiciones teológicas de Judá (elección de Jerusalén y promesa dinástica), sabe que
Dios se ha comprometido con la ciudad y con la dinastía davídica; pero este compromiso
no es incondicional: exige la respuesta del pueblo, concretada en una actitud de fe, de
calma y confianza.
— Pero la denuncia del pecado y el anuncio del juicio y del castigo correspondiente no
son la razón de ser de la actividad profética de Isaías: su objetivo último es la llamada a la
conversión, el cambio de conducta, la vuelta al Señor, como condición previa de su
perdón (Is 118: luego, venid y discutiremos) y de una nueva vida de justicia y misericordia
(Is 116-20).
— La esperanza mesiánica de Isaías aparece como una relectura y proyección al futuro de
la “promesa dinástica”. El “ungido” (=mesías) anunciado por Isaías estabilízará el trono
davídico; implantará la justicia y el derecho, y posibilitará el conocimiento de Dios, que es
la condición pasa hacer posible un futuro ideal, pacífico y paradisíaco (Is 2 2-4; 9 1-6; 11
1-9) que se abre a la esperanza.
SEGUNDO ISAÍAS (Is 40-55)
1. El contexto histórico
El panorama histórico que se intuye detrás de Is 40-55 es bien distinto al que conocemos
de Is 1-39. La situación internacional ha experimentado un cambio espectacular: en
menos de un siglo ha caído el imperio asirio y se adivina inminente la caída del
neobabilónico. El imperio asirio, tras una larga decadencia, es sustituido por el imperio
neo- babilónico que con su gran rey Nabucodonosor (605-562 a. C.) invade Judá, ataca
por dos veces Jerusalén y finalmente la destruye (587 a.
deportando a Babilonia a lo más selecto de la población judía. Sin embargo, su dominio
durará poco más de medio siglo. El persa Ciro aparece en el horizonte, conquista
Ecbátana. la capital de Media (550 a. C.) y derrota a Creso, rey de Lidia en Asia Menor
(546 a. C.). Tras estos primeros éxitos marcha contra Babilonia, donde entrará triunfante,
ayudado por los mismos babilonios que se han vuelto contra su rey Nabonido y saludan a
Ciro como libertador (539 a. C.). Los pueblos avasallados por Babilonia, entre ellos los
judíos deportados, se verán también favorecidos por Ciro, quien mediante un decreto de
liberación permite retomar a Palestina a los judíos que lo deseen (véase Esd 1 2-5).
En este marco histórico, y más concretamente entre los primeros éxitos de Ciro (546 a.
C.) y su conquista del Babilonia (539 a. C.), se desarrolla el ministerio y la obra del
profeta anónimo conocido como Deuteroisaias o Segundo Isaías.
2. Actividad profética del Segundo Isaías
A decir verdad, carecemos de datos explícitos sobre la vida y actividad de este anónimo y
misterioso profeta. Todo lo que podemos llegar a saber hay que entresacarlo de su obra
reunida en Is 40- 55. Esta nos revela a un personaje fervoroso y optimista, solidario con la
suerte y sufrimiento de su pueblo, y con una profunda fe en Dios como señor de la
historia. Es, sobre todo, un gran teólogo, buen conocedor de las antiguas tradiciones
proféticas y teológicas de su pueblo (especialmente las tradiciones del norte, Oseas y
Jeremías) y, al mismo tiempo, abierto al mundo religioso y cultural de su entorno, y
particularmente atento a los “signos” de su tiempo. Este profeta ejerce su ministerio en
Babilonia, entre los judíos desterrados, a finales del exilio. A partir del giro que
experimenta su obra de 1s49 en adelante, es posible adivinar dos etapas en se ministerio:
— En una primera etapa, su predicación (contenida fundamentalmente en Is 40-48) tiene
por objeto anunciar a los desterrados la liberación del yugo babilónico por medio de
Ciro, instrumento y “siervo” de Dios, y la vuelta inminente a la propia tierra. Para ello, ha
de enfrentarse con múltiples resistencias entre los propios israelitas, unos desanimados
por el aparente olvido y abandono de su Dios (Is 40 ); Otros escandalizados por la
elección de un libertador extranjero y pagano (1s45 8-lo); y otros, finalmente,
deslumbrados y seducidos por los dioses babilónicos, a los que agradecen su propio
bienestar (Is 41.24; 42 17; 4421). En definitiva, un pueblo sordo y ciego (Is 42 18-20) que
se resiste a creer en su Dios y a esperar un futuro nuevo.
—-Los caps. 49-55 parecen introducir un cambio sustancial en la predicación del
profeta, que hacen pensar en una segunda etapa inmediatamente pos- 1 ior a la primera
repatriación del 537 a. C., caracterizada por la decepción del profeta respecto a los
protagonizan el primer regreso. En vista de ,‘ su predicación parece dirigirse ahora a un
o reducido dentro del pueblo, un “resto”, que ‘experimentado el rechazo e incluso la
persecución por parte de los suyos y, aún así, ha permaneJo fiel. En esta segunda parte
(Is 49-55) el mensaje concentra en tres aspectos: los cantos del siervo del Señor, la
restauración de Sión y la conversión de las naciones paganas al Dios de Israel.
3. La obra del Segundo Isaías
El conjunto de Is 40-55 ofrece una mayor sensación de unidad y coherencia que el resto
del libro de Isaías (Is 1-39 y 56-66). Su autor, magnífico teólogo, es también un destacado
poeta que domina los recursos. de la lengua (amplias construcciones, efectos sonoros,
variedad de imágenes) y los géneros proféticos (oráculos de salvación, anuncios de
salvación, himnos, pleitos judiciales, diatribas, cantos, etc.). En todo el conjunto de su
obra es posible identificar una sólida estructura bipartita, enmarcada por un prólogo y un
epilogo en perfecta inclusión:
Prólogo (Is 40 i-u): La Palabra de Dios, que se cumple siempre, anuncia un nuevo éxodo.
Primera parte (Is 40 12-48 22): Liberación de Babilonia y retorno a Jerusalén.
Segunda parte (Is 49 i-55 5): Restauración de Jerusalén y misión del siervo del Señor.
Epílogo (Is 55 6-13): La eficacia de la palabra y el nuevo éxodo.
4. Los cantos del siervo del Señor
Por los problemas que plantean y por su especial significación posterior, los llamados
“cantos del siervo’ merecen particular atención y tratamiento aparte. Aunque se discute la
extensión de alguno de ellos, estos cantos son cuatro: Is 42 1-4(5-9); 49 i7(8-13); 50 4-9;
52 13-53 12, todos en tercera persona, excepto el tercero, en que el siervo se presenta en
forma autobiográfica. Algunos estudiosos piensan que son independientes de su contexto
actual, pero la opinión más generalizada admite que fueron compuestos por el Segundo
Isaías.
En Is 40-55 aparece con relativa frecuencia la expresión “siervo/servidor’ (“ébed’). De las
19 ocasiones que aparece en singular y expresando una especial relación con Dios, 14
parecen referirse a Jacob-Israel. Las cinco restantes (cuatro de ellas en los cantos) no son
fácilmente identificables. Tratando de responder a la pregunta que ya planteara el
ministro etíope a Felipe en FIch 8 M: de quién dice esto el profeta, de sí mismo o de
otro?, se han dado tres tipos de respuestas:
Interpretación colectiva: Como de hecho sucede en la mayoría de los casos de la 40-55,
esta expresión designaría a Israel como siervo de Dios. Así lo entendió la versión de los
LXX en Is 42 1 y, en buena medida, la interpretación judía precristiana. Otros piensan
que se refiere a un grupo selecto, el “resto” cercano al profeta, que habría recibido la
misión de reunir a los supervivientes de Israel y de llevar la luz a las naciones.
— Inteipretación IndividuaL Entre las numerosas figuras individuales que se han
propuesto, merecen cierta consideración Jeremías (abundancia de paralelos con su vida
“sufriente” y con sus “confesiones”), Ciro (presentado como “ungido” de Dios en Is 451
y. llamado por él a ejercer una misión similar a la del siervo) y el mismo profeta (bien
reflejado en muchos de los rasgos del siervo, sufrimientos incluidos). Aquí entraría
también la interpretación mesiánica propugnada por algunas corrientes judías y cristianas.
— Interpretación mixta: Los cuatro cantos, al igual que el resto de Is 40-55, hablarían de
varios siervos: Israel en su conjunto, un grupo reducido de israelitas, Ciro y el mismo
profeta. Esta diversidad es un claro indicio de la dificultad del problema de su
identificación.
Entre las primeras comunidades cristianas se aplicaron a Jesús, especialmente, los cantos
primero (Mt 12 18-21) y cuarto (Mt 8 17; Lc 22 37; Hch 8 32), mientras que algunos
rasgos de la presentación del siervo parecen estar a la base del bautismo y la
transfiguración. Ello no impidió que también se aplicasen al pueblo de Israel (Lc 1 54) o
a los discípulos de Jesús (Mt 5141639; Hch 1437; 26 17s).
5. El mensaje del Segundo Isaías
A pesar de la relativa brevedad de su obra, el mensaje del Segundo Isaías es uno de los
más ricos, densos y variados de todo el cuerpo profético. Con el evidente riesgo de
simplificarlo y empobrecerlo, tratamos de sistematizarlo en sus grandes líneas teológicas.
— La fuerza de la palábra de Dios: Desde el principio (Is 40 5.8) hasta el final (Is 55 io-ii),
formando una gran inclusión, la palabra del Señor preside todo el libro y el proceso
liberador que en él se anuncia. Como mandato, como anuncio, como llamada, como
realización y cumplimiento de las nuevas hazañas, la palabra es la auténtica protagonista
del libro.
— El nuevo éxodo: Es el gran tema de fondo de todo el libro. La antigua acción salvifica
de Dios en Egipto se convierte en paradigma y modelo de la nueva liberación. Como
entonces, Dios se adaptada de su pueblo, lo rescata y lo hace salir, esta vez no de Egipto
sino de Babilonia; lo conduce a través del desierto y lo introduce en su tierra, la tierra de
las promesas. Pero este “nuevo éxodo” supera al antiguo, porque el mismo Dios está
personalmente presente en todo el proceso liberador. En él, el desierto ya no tiene el
carácter de prueba y dilación, pues se ha convertido en un auténtico paraíso que facilita la
marcha festiva de la comunidad litúrgica.
— Dios creador: El protagonista del nuevo éxodo es el Dios libertador o rescatador (el
término técnico “goel” aparece a menudo como título divino, véase Is 4114; 43 14; 44
6.24; 47 4; 48 17; 49 7.26; 54 s.s), que se identifica con el Dios creador (el verbo “bará”,
que designa. la acción creadora de Dios, aparece 16 veces). Anterior a todo, Dios es el
origen de todo, pues él solo lo ha creado (Is 44 24). Su poder creador abarca tanto el
nacimiento y la elección del pueblo (Is 43 1.7.15) como el nuevo éxodo, designado
también como creación (Is 41 20; 487): Dios pone así su poder creador al servicio de su
plan salvador. Este poder creador se manifiesta especialmente en el cumplimiento de
todos sus designios y promesas y es sello de garantía de las nuevas promesas, argumento
que late en las polémicas y litigios contra los dioses e ídolos de Babilonia (Is 40 12-26; 41
21-29; 446-8; 46 1-7).
— Justicia y salvación: La constancia y fidelidad de Dios en el cumplimiento de sus
promesas y designios se atribuye a su “justicia” (la expresión aparece 28 veces), entendida
como la misericordia fiel por la que Dios mantiene su plan salvifico, hasta el punto de
que justicia y salvación se identifican con frecuencia (Is 45 8.21; 46 13; 515- 6.8). Esta
salvación tiene dos claras manifestaciones: por un lado se define como liberar, libertar,
rescatar, por otro lado, significa reagrupar, reconfortar, consolar (término éste
especialmente significativo, que ha dado nombre a toda la Óbra como “libro de la
consolación”). El destinatario de la acción salvadora es el pueblo, frecuentemente
invitado a volver, buscar, escuchar a su Señor y a alabar, exultar, aclamar, alegrarse en
Dios poi la acción realizada.
— Universalismo: Aunque el destinatario prioritario de la salvación es Israel, sin embargo
no es el único. La acción de Dios va dirigida a todos los pueblos, pues antes que a Israel
creó a la humanidad (is 45 t2), y antes de hacer alianza con Abrahán la hizo con Noé (Is
54 9). Una gran variedad de sinónimos reflejan este universalismo: la humanidad, toda
carne, la multitud, los pueblos, las naciones, las islas lejanas, los extremos y confines de
1a tierra, etc. Todos están bajo el cuidado. de Dios, todos dependen de él y todos son
destinatarios de’ su luz y de la invitación a la alegría de la salvación (Is 45 22-24; 55.-s).
-Jerusalén, esposa fiel y ciudad universal: Otro de los temas dominantes en el Segundo
Isaías es-la restauración y nueva situación de Jerusalén, objetivo último de la vuelta de los
desterrados. Con imí, genes procedentes de Oseas y Jeremías, se describe su restauración
como el reencuentro conyugal entre Dios-esposo y la ciudad-esposa: la infiel volverá a ser
recuperada por su marido, la viuda tendrá protector, la estéril dará a luz nuevos hijos. En
cambio, no se alude al templo ni a las tradiciones teológicas jerosolimitanas. La ciudad
futura, reconstruida y hermoseada, abrirá sus murallas a nuevos hijo procedentes de las
naciones extranjeras, y se convertirá en hogar de fraternidad y justicia.
TERCER ISAÍAS (Is 56-66)
El paso de 15 55 a Is 56 marca una nueva ruptura (aunque no tan radical como la
producida entre Is 39 e Is 40), que da paso a una nueva unidad autónoma, caracterizada
por la aparición de nuevos temas y géneros, tono más pesimista y una mayor
heterogeneidad de materiales. Al mismo tiempo se advierte una cierta continuidad y
algunas semejanzas con Is 40-55: los temas del éxodo, la salvación futura, la nueva
Jerusalén; vocabulario común, determinadas repeticiones... Ello explica que los primeros
críticos atribuyeran todos los capítulos de Is 40-66 a un solo autor. Hoy día hay cierto
consenso en considerar Is 56-66 como una obra distinta de Is 40-56, Sin embargo, las
posiciones se dividen al determinar su autor:
— Para algunos estudiosos, se trata de una recopilación posterior de unidades sueltas y
distintas entre sí en cuanto a autores, lenguaje y contenido. La heterogéneidad del
material reunido, la diversidad de temas, géneros y estilos impiden que Is 56- 66 se pueda
atribuir a un solo autor, por lo que se invoca la pluralidad de autores.
— Sin embargo, un buen número de estudiosos siguen afirmando la unidad de autor. Para
unos se trata del mismo Segundo Isaías, vuelto del exilio y enfrentado a la nueva situación
y sus problemas; para otros se trata de un discipulo de aquel o de un profeta anónimo,
inspirado en Is 40-55, que habría compuesto la mayor parte de estos capítulos.
Finalmente, el editor del libro habría incorporado nuevos añadidos posteriores.
1. Contexto histórico del Tercer Isaías
A nivel internacional estamos en el mismo contexto del comienzo de la- época persa
(véase la introducción a Is 40-553. Sin embargo, a nivel interno, la situación ha
experimentado en muy pocos años un cambio brusco y radical. Los primeros repatriados
no han encontrado precisamente un paraíso, sino una tierra empobrecida y en minas.
Los trabajos de reconstrucción del templo se detienen apenas concluidos los cimientos y
los repatriados han de contentarse con restablecer el altar para reanudar un culto
elemental. Por otra parte, las expectativas de liberación se han visto defraudadas en buena
medida, porque la liberación anunciada sólo ha afectado al ámbito religioso, mientras se
mantiene la dominación política y económica. Además, la comunidad que afronta la tarea
de la restauración está dividida y compuesta por muy diversos elementos:
— Los judíos llegados del exilio (véase Esd 2; Neh7);
— Los judíos que habían quedado en el país, muchos de ellos fieles, pero otros
entregados a prácticas idolátricas: todos han de modificar su situación predominante, lo
que provocará conflictos religiosos y sociales;
— Los extranjeros, tanto los residentes durante el exilio, como los que llegan tras el edicto
de repatriación (Is 60 9-10; 61 5; 66 20) con grandes dificultades para integrarse.
— Los judíos que no vuelven inmediatamente, dando origen al fenómeno de la diáspora;
aún así se los tendrá en cuenta (Is 76 14; 62 io), pensando en su futura integración con la
comunidad reunificada (Is 568).
A esta situación compleja y dificil, a este grupo heterogéneo y a menudo desunido, y a los
múltiples problemas que provoca la ardua tarea de la restauración se ha de enfrentar este
anónimo profeta, al que conocemos como el Tercer Isaías.
2. Actividad profética del Tercer Isaías
Según se desprende de la lectura de su obra, el objetivo último de la actividad profética
del Tercer Isaías parece ser la formación de un pueblo o comunidad de justos que
agraden y sirvan a Dios. Sin embargo, el profeta se ve enfrentado a cuatro grandes
dificultades: la decepción y el desánimo provocados por el retraso de la liberación plena;
el mal casi endémico de la idolatría; la división y el enfrentamiento de los distintos grupos
que habitan Judá; y el desprecio a los extranjeros. A todo esto habría que añadir otra
dificultad “estructural”: la pobreza de recursos y medios con que se encuentran los
repatriados. Las lineas maestras de la predicación del Tercer Isaías tratan de dar
respuesta a estás dificultades.
— El profeta pretende acallar los reproches contra Dios (retraso de la salvación, olvidoy
abandono del pueblo: véase 1s59 1-8), denunciando el pecado en sus distintas
manifestaciones, como el Verdadero obstáculo para la llegada dé la salvación, y
reafirmando la fidelidad de Dios, manifestada en su poder creador, capaz de anunciar
realidades nuevas (Is 57 14-21; 60 19-22; 6517-25).
— Ante el problema de la idolatría, ,ahora agravada con nuevas formas (sacrificios
humanos, empleo cultual de animales impuros, nigromancia, culto a Molok), el profeta
polemiza con motivos conocidos: impotencia de los ídolos y falsos dioses, poder del Dios
verdadero, amenaza del juicio (Is 57 3-13; 651-7).
— El problema más lacerante es el provocado por la división y el enfrentamiento de los
distintos grupos: injusticias, crímenes, opresión y explotación del prójimo, perversión de
la justicia, prácticas cultuales incoherentes, etc. El profeta denuncia con fuerza la
situación, proclama la incompatibilidad de la alianza con las divisiones, del culto con la
injusticia y establece las condiciones de la auténtica relación con Dios y con el prójimo (Is
58 1-12; 59 1-8; 66
1-4).
— Ante el problema del rechazo y desprecio de los extranjeros, el profeta abre una
profunda reflexión con tres tipos de conclusiones: castigo de las naciones que se obstinan
en el mal (Is 63 3-6; 66 15- 16.24); las naciones y los extranjeros reunidos en tomo a
Jerusalén (Is 60 3-1115-17; 615-9; 62 2-8); los extranjeros acogidos como miembros de
pleno derecho (Is 56 3-7), con acceso incluso a la dignidad del sacerdocio (Is 6621).
En este breve esbozo de la predicación y el mensaje del Tercer Isaías cabe subrayar la
aparición de temas ya conocidos y apuntados en Is. 40-55, especialmente lo relativo al
nuevo éxodo, la centralidad de Jerusalén, la salvación por venir olas polémicas contra los
ídolos. Pero es mayor el espacio que ocupan los temas nuevos, como la denuncia de los
pecados sociales y cultuales; la importancia del sábado, del ayuno y del templo; las
liturgias penitenciales; el juicio escatológico y la nueva creación.
3.La obra del Tercer Isaías
Según lo apuntado al principio, al hablar de la atribución de Is 56-66 a un autor diverso,
parece dato que algunos de los materiales no pertenecen a este profeta, sino que se
trataría de reelaboraciones y añadidos posteriores. Entre los textos considerados como
tardíos hay que mencionar: Is 56 i- 631-6; 63 7-64 u; y 66 18-24. Todos los demás, a
excepción de algunas breves glosas y transiciones redaccionales, se remontan al profeta.
Lo que resulta más difícil de delimitar son los criterios de división y la estructura de todo
este conjunto. Algunos autores han conseguido identificar una estructura concéntrica que
organizaría toda la obra de Is 56-66 en torno a un núcleo central, constituido por el
capítulo 61 (misión del profeta y restauración), pero resulta excesivamente complicada y
disgregadora. Por otro lado, en el libro hay dos secciones especialmente coherentes y
unitarias en Is 60-62 y 65-66. A partir de este dato, proponemos una división en cuatro
partes:
1. Is 56-59: Sección caracterizada por los oráculo los de denuncia y preponderancia de
temas cultuale.
2. Is 60-62: Dos amplias unidades sobre la nueva Jerusalén enmarcan la misión del
profeta. Predominan los oráculos de restauraclon.
3. Is 63-64: El juicio de las naciones introduce una extensa meditación histórica que
culmina en liturgia penitencial.
4. Is 6566: Sección final en la que alternan los temas del juicio escatológico, de la
restauración y la nueva creación, culminando en la reunión de todos los pueblos.
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