Tema 4 Iglesia, ¿en el mundo o fuera de él? Comentario de texto A. LINAGE CONDE, La vida cotidiana de los monjes de la Edad Media, Madrid 2007, XV-XVII. L as principales reglas monásticas de los primeros siglos medievales contenían el esqueleto de la reglamentación de la vida de los monjes en el monasterio y algunos principios de espiritualidad. Sin embargo, la carta magna de los monjes occidentales y uno de los textos más jugosos y excelsos de la cultura europea es la Regla de Benito. Esta regla está inevitablemente basada en algunas anteriores, sobre todo en la conocida como Regla del Maestro, una extensísima obra que triplica a la de Benito y de la que no tenemos constancia fehaciente de su autor, pero con la que coincide la de Benito en amplias porciones —nada menos que en toda la primera parte, que contiene, entre otras cosas, su teoría espiritual—. BENITO (480-547) había nacido en Nursia, en la región de la Umbría, y su vida transcurre en un territorio muy limitado, entre el Lacio y la Campania. Cuatro años antes del nacimiento de Benito había sido depuesto el último emperador romano de Occidente, RÓMULO AUGÚSTULO, derrocado por ODOACRO, jefe de los hérulos (antiguo pueblo germánico), por lo que su vida transcurre en el llamado, con razón, primer periodo bárbaro italiano. Siendo niño se implantó la monarquía ostrogoda (y arriana) de TEODORICO, y unos años antes de su muerte tuvo lugar la invasión reconquistadora bizantina. Tras concluir los estudios elementales, Benito marchó a Roma para realizar los superiores y, al cabo de poco tiempo, decidió abandonarlos y retirarse al campo, llevando una vida eremítica 1 en Subiaco —donde años después fundaría doce monasterios—. En 529, a medio camino entre Roma y Nápoles, sobre las ruinas de un templo pagano, funda el monasterio de Montecasino, en el que escribe su Regla y comienza el verdadero papel del monacato en la vida económica y social de la Edad Media. Hasta la difusión de la Regla de Benito cada comunidad se gobernaba por un conjunto de reglas, o partes de ellas, integradas en una «regla mezclada», amalgamadas en un manuscrito que manejaba el abad. Pero, este texto formado por setenta y tres breves capítulos pasó a ser adoptado en infinidad de cenobios2, dando origen al fenómeno más importante del monacato occidental: el benedictinismo. La Regla de Benito, acaso sin que su autor se lo propusiera expresamente, pasó a ser la norma única de los monasterios que se fueron dejando regir por ella. La regla reforzaba valores como el de la vida en común, la discreción, la prudencia, la humanidad y, en el aspecto espiritual, ofrecía un camino asequible para el conocimiento de Dios a través de una vida de oración y trabajo en unión de sus hermanos y bajo la autoridad del abad. Desde el monasterio de Montecasino, el benedictinismo se extendió por toda Europa, viéndose, además, favorecido por el poder del Imperio Carolingio. 1 2 «Eremítico» procede de «eremita», es sinónimo de ermitaño. «Cenobio» (del gr. κοινόβιον, vida en común) puede entenderse aquí como monasterio. Para CARLOMAGNO (742-814) era necesaria una reforma monástica que diera la uniformidad que, a comienzos del siglo IX, brillaba por su ausencia dándose casos de monasterios de un particularismo muy acentuado. Pese a la expansión en los siglos anteriores de la Regla de Benito, la variedad de normas era enorme. Algunos concilios hablaban de la necesidad de adoptar la Regla, que constituía una norma flexible y adaptable a las diferentes formas de vida monástica, para restablecer la vida regular3. Carlomagno pide, en 790, el texto original de la regla a Montecasino para convertirla en la oficial de todos sus territorios. Así, siendo emperador LUIS I EL PIADOSO, tercer hijo de Carlomagno, otro San BENITO, el de ANIANO, desarrollaría la Regla de Benito para promulgar una capitular que debía servir a todos los monasterios del Imperio como norma. De esta manera, el benedictinismo fue conociendo en diversos momentos y lugares toda una serie de reformas que fueron dando origen a distintas familias y casas. A principios del siglo X en la finca de Cluny, en Borgoña, donada por GUILLERMO III, duque de Aquitania, al abad BERNON, de Baume, el 2 de septiembre de 909, se fundó el monasterio del mismo nombre, que se convertiría en el estandarte de una orden que alcanzaría gran relevancia a lo largo de los siglos X y XI. La Orden de Cluny tenía como ideal inspirador la liturgia solemne, hasta el punto de tener que liberar a los monjes de la dependencia del trabajo manual por lo largo de los oficios en los que incluso llegaban a la fatiga física. La economía que llegó a implantarse en Cluny en los siglos XI y XII se alejaba mucho de la autosuficiencia de la propugnada en la Regla de Benito: hasta la comida corriente debía comprarse fuera por la escasa dedicación de los monjes al trabajo manual. Así pues, la organización cluniaciense, que se distinguía por su centralismo en torno al monasterio principal, determinó la creación de oficios que no se citaban en la Regla, con casa y presupuesto aparte. En el primer cuarto del siglo XI, ROMUALDO funda en Italia el yermo de Camaldoli, en la diócesis de Arezzo, la Orden de la Camáldula, de origen puramente eremítico, que llegó a convertirse, a mediados de siglo, en la cabeza de una familia de eremitas y cenobitas muy austera que a pesar de ello también adoptó la Regla de Benito. La misma vida mixta de soledad y comunidad es la de la Cartuja, fundada por BRUNO († 1101), un canónigo de Colonia, en la Grande Chartreuse, junto a Grenoble, en 1084. A diferencia de la Camáldula, en la Cartuja no es posible llevar una vida estrictamente solitaria. La esencia de su vocación es la soledad, pero los actos de comunidad son tan difíciles de dispensar como el resto de obligaciones. Al igual que la Camáldula, la Cartuja combinó la vida eremítica y la cenobítica aunque fue un instituto monástico que se extendió mucho más. Según el DRAE: «regular2. (Del lat. regulāris).1. adj. Ajustado y conforme a regla. [...] 5. adj. Se dice de las personas que viven bajo una regla o instituto religioso, y de lo que pertenece a su estado». 3