Los objetivos del ALCA

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Capítulo Segundo
Los objetivos del ALCA
Introducción
Del contexto descrito en el capítulo anterior, del examen de los borradores,
de la experiencia acumulada en los 10 años de vigencia del TLCAN y de los
elementos y textos que se han ido filtrando acerca del contenido del proceso
de discusión del tratado –todos ellos inequívocamente convergentes– resultan transparentemente los objetivos del ALCA. Ellos son:
a) Establecer un orden económico neoliberal en todos los países del hemisferio.
b) Definir una suerte de «constitución política» del capital trasnacional en
dicho hemisferio, otorgando privilegios extraordinarios, permanentes e
irreversibles a las compañías trasnacionales.
c) Erosionar de manera definitiva las potestades soberanas de los estados
nacionales.
d) Llevar a cabo, en los hechos, una anexión económica del hemisferio a la
economía norteamericana con la consecuencia, prácticamente inevitable, de una acentuada dominación política.
Estos cuatro objetivos armonizan y se complementan perfectamente entre
sí. Los examinaremos uno a uno.
1. Primer objetivo: Un orden económico neoliberal
en el hemisferio
Nadie ignora la receta básica del neoliberalismo: apertura, desregulación,
liberalización, privatización, flujo libre de capitales, extensión de los dere-
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chos de los inversores. El ALCA es «más de lo mismo» o –debiéramos
decir– «mucho más de lo mismo».
La estrategia diversificada a que hemos hecho referencia en el capítulo
precedente ha arrojado hasta el presente, en el sentido que interesa a nuestro
examen, estos resultados convergentes pero no homogéneos: un conjunto
de acuerdos y tratados regionales y bilaterales genéricamente inscribibles
bajo el concepto de «libre comercio» y diferentes niveles de apertura, liberalización, desregulación, control del movimiento de capitales y
privatizaciones. La realidad muestra que en cada país, sobre la matriz de la
presión de los organismos multilaterales de crédito, la cooperación irresponsable o la corrupción de una buena parte de nuestras élites gobernantes,
la gravitación ideológica del llamado «pensamiento único» que dominara
la escena en la última década, y la estrategia multifrontal y elástica de Estados Unidos en el área de las negociaciones comerciales, el esquema neoliberal
ha alcanzado distintos grados de concreción, dependiendo de un conjunto
de condicionantes entre los que destacan la importancia y el peso del movimiento popular, la fortaleza de los sindicatos, el grado de conciencia política de la población, la capacidad de reacción, resistencia y movilización de
la sociedad civil, y el grado de incidencia y capacidad de convocatoria de la
oposición política.
La falta de homogeneidad complica las operaciones, en especial al capital trasnacional. Lograr establecer un sistema común, con reglas de juego
idénticas en todos los territorios es una meta estratégica evidente, cuyas
finalidades son aumentar la libertad de acción, las posibilidades de elección
y la rápida migración de un lugar a otro del capital trasnacional y las inversiones, a la vez que facilita la organización y la administración, y disminuye
los costos operativos.
Para alcanzar el grado de homogenización pretendido, las corporaciones norteamericanas necesitan eludir los «riesgos» del juego democrático
en la interna de cada país. El paradigma neoliberal que dominó la escena
internacional en la década de los 90 está totalmente desacreditado y
deslegitimado en el hemisferio y en el mundo a causa de sus efectos
unívocamente devastadores: incrementos nunca vistos de la pobreza y la
marginalidad, concentración inaudita de riqueza, grave deterioro de los aparatos productivos locales, crisis económico financieras serias en varios países. Sería muy difícil o imposible continuar implementando las políticas
neoliberales al interior de cada país a través del libre juego democrático –
aún con todas las limitaciones que exhiben varias democracias latinoamericanas. Es necesario alcanzar la meta –este primer objetivo– eludiendo lim74
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piamente la riesgosa travesía del debate democrático. Un tratado internacional negociado en secreto es el instrumento ideal para lograrlo.
El ALCA se orienta a consolidar la liberalización mediante una apertura
creciente de nuestras economías que, de aprobarse el tratado, dejaría de ser un
instrumento de política local sujeto al control de los diferentes estados miembros, para pasar a tener un estatuto legal supranacional e idéntico en toda el área.
Pretende asimismo consolidar la desregulación, con igual propósito. Las
políticas que los distintos gobiernos pudieran seguir –desregulando en mayor o menor grado, manteniendo restricciones en algunos sectores, estableciendo nuevas normas o limitaciones o estímulos en otros, conforme a sus
intereses y a los objetivos nacionales– no serán ya posibles si el tratado
entrara en vigencia: una desregulación general y amplia quedará legalizada
en un tratado internacional, y no habrá vuelta atrás.
Al abrir nuestras economías al máximo y liberalizar completamente el
comercio hemisférico, al eliminar las regulaciones nacionales e impedir el
establecimiento de nuevas normativas de contenido restrictivo o funcional
al desarrollo doméstico, quedará abierto el camino para la privatización total, la ocupación irreversible en los hechos de las economías sometidas por
parte del capital privado trasnacional. Prácticamente ninguna actividad, ningún tipo de producción, ningún género de servicios quedaría fuera del alcance de las disposiciones del ALCA.
Es el neoliberalismo en su máxima expresión, elevado ahora a la jerarquía de ley internacional. La «receta» y sus «soluciones» se harían obligatorias e ineludibles. Los impactos que generará una situación de ese tipo,
suscitarían con seguridad reacciones de diverso calado e intensidad de parte
de la sociedad civil y el estamento político, pero el tratado no podría ser
denunciado ni fácilmente modificado. El neoliberalismo hecho ley estaría
así al abrigo de la contestación democrática, y los gobiernos de las naciones
de las tres Américas, atrapados en un dilema de hierro cuyos términos probables serían, en un extremo, el incumplimiento o la violación del tratado
(con todas sus consecuencias) y en el otro, lisa y llanamente la represión.
Esto también explica el secreto de las negociaciones.
2. Segundo objetivo: La constitución política
del capital trasnacional
A través de diversos mecanismos y normas establecidas con claridad y rigor
draconiano en los borradores, el ALCA compone una verdadera constituEl contextoLos
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ción política para el capital trasnacional. Las grandes corporaciones se aseguran privilegios extraordinarios que quedan consagrados también como
ley internacional –es decir irreversible e inmodificable–, son equiparadas a
los estados soberanos o situadas en una posición aún superior a la de éstos,
en un régimen de libertad absoluta y garantías totales.
Entre los intereses de estas corporaciones –cuya razón de existir es el
lucro y la acumulación de ganancias– y los intereses nacionales de los países miembros del tratado, existen contradicciones insalvables. El ALCA las
resuelve todas. Todas a favor del capital trasnacional.
Los instrumentos que conducen a este resultado son conocidos: el principio del trato nacional, el de nación más favorecida, los nuevos conceptos
de inversión y expropiación. Sólo que en el ALCA tienen una formulación
inédita e inaudita. Con ello se redondea un estatuto de inmunidad para las
trasnacionales y los inversores extranjeros y un sistema que ajusta las últimas tuercas mediante disposiciones en materia de solución de controversias. Los estudiaremos uno a uno en los párrafos que siguen.
a) El principio transversal del trato nacional
En los acuerdos de comercio clásicos y en los tratados de libre comercio
conocidos, hasta hace relativamente muy pocos años, el principio de trato
nacional significaba que las mercaderías extranjeras, una vez traspasada la
frontera e ingresadas al mercado nacional, debían ser tratadas en forma idéntica que las de producción local. En el ALCA, ese principio se extiende no
sólo a los bienes y mercaderías, sino también a los servicios y las inversiones. Ningún resquicio de la economía nacional queda fuera de su alcance. Es
una extensión extraordinaria y novedosa del concepto, pero no es la única.
b) El principio transversal del tratamiento de nación más
favorecida:
Este principio –utilizado en forma frecuente en las negociaciones y tratados internacionales– significa que todas las ventajas, privilegios y beneficios concedidos a cualquier país se aplican automáticamente al país al que
se otorga este estatuto. En el ALCA, el principio se extiende a las empresas y los suministradores de bienes y prestadores de servicios; las ventajas
y beneficios otorgados a cualquier país, por cualquier razón, se extienden
no sólo a los restantes estados miembros, sino además a todas las empre76
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sas, corporaciones e inversores con sede o base en cualquiera de los otros
países, en forma automática e incondicional. No existe selectividad posible. Basta otorgar una ventaja a un tercer país, o a una empresa cualquiera,
para que inmediatamente todos los países miembros del tratado y todas las
empresas originarias de éstos gocen del mismo privilegio, con el mismo
alcance, en las mismas condiciones. Se trata de otra extensión fenomenal
de un concepto que, además y bien mirado, contradice la lógica que en su
momento llevó a definirlo internacionalmente como herramienta de negociación.
c) La garantía inmunidad total a las inversiones respecto de
cualquier política estatal selectiva, restrictiva o regulatoria.
Esta garantía apunta a otorgar las máximas seguridades, la máxima libertad
y una autonomía total a las empresas trasnacionales y a los inversores en
general. Se logra este resultado mediante tres mecanismos:
•
una nueva definición del concepto «inversión»
•
una ampliación extraordinaria del concepto «expropiación»
•
la creación de mecanismos de resolución de controversias de carácter
privado, que excluyen a los sistemas jurídicos nacionales e internacionales.
El concepto clásico de «inversión»: se amplía hasta el límite de lo imaginable. Bajo el ALCA serán consideradas inversiones no sólo los capitales
o los bienes materiales, sino además la propiedad intelectual, las marcas,
los permisos y concesiones estatales (aunque hayan sido obtenidos gratuita
o fraudulentamente) y hasta los títulos y documentos financieros. Una inversión será considerada tal aún cuando no se halle vinculada a la producción de bienes o a la prestación de servicios. La única relación obligatoria
prevista es la que asocia inversión y obtención de ganancias, no importa
cuál sea el mecanismo para lograrlas. De este modo la especulación pasa a
integrar el elenco oficial de las inversiones, y queda al margen de las posibilidades de control estatal.
Por otra parte, se prohíbe establecer exigencias dictadas por el interés
nacional y en particular los «requisitos de desempeño», tales como cuotas
mínimas de exportación, porcentajes de contenido material o mano de obra
nacional, preferencia por bienes producidos en el territorio nacional o serEl contextoLos
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vicios prestados por empresas nacionales, proporción entre los volúmenes
de importación y exportación, reglas o garantías de transferencia de expertise,
know how o tecnologías en sus acepciones más extensas.
A su vez el concepto generalmente aceptado de expropiación es extendido más allá de cualquier lógica, salvo la que responde al interés de
las grandes corporaciones. Ya no se entenderá como expropiación solamente la adquisición forzosa de instalaciones, bienes o mercaderías por
parte del estado huésped y dispuesta por éste conforme a su legislación,
por razones de utilidad o necesidad pública –que obviamente quedan prohibidas–. En el ALCA se entiende como expropiación o equivalente de
expropiación cualquier proceso, hecho, o acción así como la adopción de
cualquier medida que tenga como consecuencia la disminución de las
ganancias y aún la privación o disminución de ganancias futuras esperadas por los inversores.
Para dar una idea más ajustada de esta prolongación inadmisible del
concepto de expropiación, debe tenerse presente que aún el «descontento
social» no controlado adecuadamente por el gobierno, está previsto en el
ALCA como causal para fundar una demanda indemnizatoria. Se busca así
atar las manos a la sociedad civil y al sistema político, y reforzar el papel del
estado como gendarme social, alentando la represión.
Solución de controversias: cuando se produce un conflicto entre un
estado y una empresa o un inversionista extranjero, el ALCA inhibe la intervención de los tribunales nacionales e internacionales de justicia. Serán competentes para juzgar y decidir en estas controversias tribunales privados,
integrados por 3 jueces designados por las partes, que aplicarán las reglas,
criterios y procedimientos establecidos en el Centro Internacional para la
resolución de disputas en materia de inversiones del Banco Mundial, y la
Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional.
Los fallos serán inapelables. Los tribunales funcionarán fuera de los distintos países, seguramente en Washington o Nueva York como ha ocurrido en
el caso del TLCAN.
3. Tercer objetivo: Erosionar las potestades soberanas de los
estados nacionales
Este tercer objetivo se complementa con el anterior, constituye la otra cara
de una misma moneda. La concesión de un estatuto de mayor poder, mayor
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libertad y mayor autonomía para las grandes corporaciones y los
inversionistas, tiene como contrapartida necesaria la limitación del poder,
la libertad y la autonomía de los estados nacionales. Las propuestas contenidas en el ALCA apuntan claramente a debilitar la soberanía de los estados
en beneficio del capital trasnacional.
Pero, aunque parezca absurdo, la propuesta que surge de los borradores
del ALCA va mucho más allá.
Consecuencias del nuevo estatuto del capital trasnacional
Los principios de trato nacional y nación más favorecida, extendidos en
la forma que hemos descrito, impedirán a los estados de hecho y sobre todo
de derecho, utilizar esos instrumentos en forma selectiva y de acuerdo a sus
propios intereses, limitando sin duda algunas de las potestades propias de
su condición soberana.
Ya no será posible proteger un sector de la economía, favorecer otro,
estimular un tercero en función de los intereses nacionales. Todo beneficio,
privilegio, ventaja o protección otorgado a una empresa o rama de actividad
nacional, se extenderá automática e incondicionalmente a los inversores y
empresas extranjeras.
Tampoco será posible estimular determinados tipos de inversiones extranjeras para promover el desarrollo de algún sector de actividad de interés
nacional, obtener transferencia de tecnología o perseguir algún otro objetivo legítimamente definido por el gobierno, porque cualquier beneficio, privilegio o ventaja concedidos a un tipo de inversión, se extenderá automática
e incondicionalmente a todos los inversores y empresas.
La nueva definición de «inversión» incluye cualquier tipo de actividad
o servicio, incluso los que hoy son prestados por el estado. Cualquier
regulación que se pretenda realizar en defensa del interés nacional o, más
concretamente de la salud, la higiene o el bienestar de la población; cualquier disposición de protección del medio ambiente, cualquier requisito
que desee imponerse para limitar o condicionar las actividades económicas por cualquier causa o motivo de interés del estado o de la población,
caerá dentro del nuevo concepto de «expropiación», extendido a la disminución de ganancias presentes o futuras y dará lugar al reclamo de
indemnizaciones que el estado deberá pagar. Este tipo de situaciones, que
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corresponden al esquema «inversor versus estado» ha adquirido un gran
desarrollo bajo las disposiciones del TLCAN, que el ALCA reproduce.
Los inversores y las corporaciones han usado los nuevos derechos reconocidos en el TLCAN para demandar a los países por violaciones al tratado,
por ejemplo, a causa de la aprobación de nuevas normas estatales y aún
locales en materia ambiental y de salud pública, como también a causa de
decisiones judiciales domésticas que les resultaban perjudiciales. Cabe agregar que este mecanismo no existe ni siquiera en la OMC. En este ámbito,
para lograr resultados de alguna manera semejantes, las corporaciones deben, ante todo, convencer a sus gobiernos para que inicien procedimientos
del tipo «estado versus estado», donde la disputa se desenvuelve entre dos
entes soberanos de idéntica jerarquía internacional y en la que juegan
multitud de otros factores que quedan de lado en las confrontaciones en
los tribunales privados del TLCAN. La consecuencia inevitable es la pérdida de facultades regulatorias por parte de los gobiernos nacionales,
estaduales y municipales, para no afectar los sacrosantos intereses del capital internacional, aún en materias tan sensibles y significativas como las
que hemos reseñado.
Ningún sector de actividad económica escapa a esta lógica, prácticamente ninguna razón de estado habilita a tomar medidas, aprobar leyes o
reglamentaciones, establecer límites –por más necesarios o razonables que
fueran–, que tengan como consecuencia restringir el lucro de las corporaciones e inversores. Cualquier norma que implique alguna forma de «distorsión de las reglas de libertad y apertura total» del mercado, y que tenga
como efecto afectar directa o indirectamente las ganancias actuales o esperadas de aquéllos, hará posible entablar una demanda contra el estado infractor. El pleito será inalcanzable para la jurisdicción de los tribunales nacionales e internacionales y será dirimido en el ámbito desfavorable de los
tribunales privados. A esta perspectiva se la ha designado gráficamente como
«campo de juego inclinado».
Como se ha visto, estas limitaciones a las potestades soberanas de los
estados abarcan no solo las normas de carácter nacional sino también las
que puedan adoptarse en los ámbitos municipal y local. El objetivo es
obtener libertad absoluta para el capital trasnacional, con la contrapartida
de la impotencia de los estados miembros para cumplir con sus cometidos
básicos, orientar la economía y llevar adelante un proyecto nacional de desarrollo. Los estados y los gobiernos municipales quedarán maniatados y
de rodillas ante el capital trasnacional.
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Consecuencias de la ampliación del campo de acción del capital
trasnacional
Conforme al borrador del ALCA, prácticamente todos los servicios en todos los niveles (nacionales, municipales, locales) quedan disponibles para
la libre competencia en régimen de mercado abierto. Sólo quedan excluidos los servicios no competitivos y de carácter no comercial, cuyo ejemplo
clásico es el Banco Central de cada país.
Todos los servicios en que existe un sector público y un sector privado,
quedan abiertos al libre mercado. Ejemplos comunes en nuestros países: la
salud, la enseñanza, las telecomunicaciones, el suministro de energía eléctrica y aún los combustibles. Se trata de una apertura forzada, que elude
limpiamente el control democrático y anula la posibilidad de resistirla o
modificarla, como se ha hecho y se sigue haciendo en países como Uruguay. No hay referéndum contra un tratado internacional, y si, mediante
una interpretación de las normas se llegara a él, el cierre o la limitación del
régimen de libre competencia en relación a un servicio o un elenco determinado de servicios sería interpretado como una restricción prohibida, una
expropiación en el nuevo sentido de privación de ganancias actuales o esperadas, y daría lugar a la demanda de una indemnización millonaria.
Esta apertura forzada complementa las nuevas normas en materia de
trato nacional y prohibición de medidas que favorezcan a las empresas públicas o restrinjan la competencia, formando un todo armónico que garantiza la plena libertad a los inversores y la imposibilidad de evitar una invasión
masiva en todos los rincones de la economía, tomada ésta en su sentido más
amplio.
Como medidas complementarias, para terminar de soldar el nuevo sistema, el ALCA agrega:
a) la creación de instituciones encargadas de vigilar y preservar la libre
competencia
b) la prohibición de los monopolios estatales
c) la prohibición de establecer monopolios públicos basados en decisiones
políticas
d) la autorización de los monopolios privados, sustentados en la extensión
de la legislación en materia de derechos de propiedad intelectual.
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El acceso del capital trasnacional a los servicios y el instituto de la
«delegación»
La definición de «servicios» del ALCA no tiene prácticamente limitaciones. Simplemente un servicio es un servicio, y queda abierto a la libre competencia. Alcanza que una rama de actividad e incluso un bien, un conjunto
de bienes o de recursos sea definido como servicio, para que sea considerado
tal y por lo tanto accesible a las empresas trasnacionales y pasible de
privatización.
Quedan entonces incluidos en esta definición, sin excepciones, los rubros
clásicos, es decir, los servicios profesionales, los financieros, la banca y los
seguros, el transporte, la producción y suministro de energía en todas sus
formas, las comunicaciones en todas sus variantes, la salud, el suministro
de agua potable, la educación y hasta la previsión social. Pero los textos que
están siendo objeto de discusión van bastante más allá:
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•
La biodiversidad y los recursos relacionados con ésta son concebidos
como «servicios».
•
Las funciones inherente al aparato estatal, son calificadas como servicios, lo que incluye la justicia, la seguridad pública (el ejército, las cárceles, la policía y las tareas conexas), los servicios públicos de estadísticas, la recaudación y administración tributaria, las labores de fiscalización etc. Estas actividades se identifican como «servicios gubernamentales», pero se establece que los estados pueden «delegar» al menos en
forma parcial estas funciones. «Delegar», aquí significa «tercerizar» y
por esta vía, casi inevitablemente, privatizar. El desguace del estado se
completa por este mecanismo que queda abierto también a la voracidad
del capital trasnacional, dejando en sus manos a través de la tercerización,
aspectos básicos y esenciales de la vida social, la seguridad nacional y la
gestión económica.
•
También establece el borrador que los gobiernos podrán delegar «facultades reglamentarias, administrativas u otras de carácter gubernamental», alcanzando un extremo difícil de concebir, en cuanto encierra la
posibilidad de transferir a agentes privados, extranjeros, de enorme poder económico e inmunes ante la acción estatal, algunas de las facultades y prerrogativas que han sido hasta ahora privativas del estado y son
universalmente consideradas como derivaciones naturales de la soberanía. Es el principio del fin del estado de derecho.
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un camino hacia la anexión
Regulación de las compras del estado
El círculo de hierro que reducirá los estados nacionales a su mínima expresión si el ALCA entrara en vigor, se completa con la restricción implacable
de las potestades soberanas para realizar gastos y llevar a cabo las compras
de bienes y servicios (en la amplísima acepción del borrador) que aquéllos
requieren para su funcionamiento.
También las compras del estado, a su vez, deben abrirse a la competencia internacional a la que habrán de otorgarse idénticas condiciones, ventajas y beneficios que a los proveedores locales. Esta medida implica modificaciones muy importantes del sistema de adquisiciones de los estados, en
perjuicio de los productores nacionales. El objetivo, nuevamente, es dejar el
camino expedito para la penetración en todos los resquicios disponibles de
la economía nacional, exponiendo a los proveedores locales a una competencia tan ruinosa cuanto imposible con las poderosas trasnacionales.62
El sueño neoliberal
El conjunto de institutos, normas y nuevos derechos de los inversores y las
corporaciones que hemos venido estudiando permitirán hacer realidad el
sueño del neoliberal más fundamentalista que podamos imaginar.
Abierta sin límites la actividad económica en sentido lato, privado de
potestades regulatorias esenciales para la conducción de la vida social, la
persecución de objetivos nacionales y aún la defensa de bienes esenciales
como el ambiente, la salud, el trabajo y la alimentación adecuada de la
población, ¿qué papel se reserva para nuestros estados bajo las disposiciones del proyectado ALCA?
No es difícil imaginarlo, y siendo breve, el inventario es sencillo. La misión
básica de los nuevos estados «post ALCA» será la de controlar a la población, supervisar la preservación de las condiciones más favorables para los
negocios y beneficios de los inversores, las corporaciones y los especuladores,
reprimir las reacciones, conservar el orden interno –salvo que se optara por
delegarlo a alguna eficiente megacompañía de seguridad–. Conservará –nos
62. En Uruguay, una disposición de este tipo haría inaplicables algunas normas vigentes del
TOCAF: no podrían realizarse licitaciones públicas para la adquisición de bienes o la contratación de servicios limitadas al elenco de proveedores radicados en el territorio nacional; no
podría exigirse antigüedad y responsabilidad probadas en plaza a dichos proveedores; sería
imposible mantener las normas que otorgan preferencia –en caso de igualdad de precio y
calidad– a la producción nacional respecto de la ajena, o a los productos extranjeros cuando
existen condiciones de reciprocidad.
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dirán– intactas sus potestades legislativas y regulatorias, pero –la respuesta
es clara– éstas estarán condicionadas en forma de que sea imposible afectar
de ningún modo, directa ni indirectamente, la obtención de beneficios al precio
que fuere, la transferencia de ganancias, el saqueo de lo que permanezca en
pie de las economías de los distintos países de la región.
4. Cuarto objetivo: La anexión económica y política
a Estados Unidos
Es obvio que la economía dominante del hemisferio es la norteamericana, y
que las empresas trasnacionales que resultarán las principales beneficiarias
del ALCA tienen origen y su sede en ese país.
Las asimetrías y desequilibrios existentes entre la economía estadounidense y cualquiera de los países del hemisferio, tomados uno a uno o aún
todos en conjunto, son evidentes y por demás conocidas. La entrada en
vigencia del ALCA tendrá un solo resultado imaginable: la anexión económica en condiciones de mayor o menor indefensión de todas las economías
del hemisferio a la de Estados Unidos, el acceso inmediato, libre, no regulado y garantizado a todos los recursos, a todas las actividades económicas, a
todos los servicios que serán encarados con propósito de lucro y de acumulación de capital.
Rápidamente, nuestros gobiernos perderán su autonomía; bajo el imperio de una ley internacional –el tratado– que estará fuera de su alcance modificar, en un campo ferozmente clivado a favor de las corporaciones y el
capital, la economía más potente del hemisferio ocupará progresivamente
todos los espacios disponibles o convenientes en las de sus vecinos más
débiles, asumirá el control de la mayor parte de las actividades productivas
y los servicios que generen beneficios, y transferirá éstos a sus cofres. A la
anexión económica, seguirá inevitablemente la anexión política. Ningún
país así saqueado y controlado en su sistema productivo y en los elementos
básicos de su funcionamiento, debilitado y reducido a una expresión mínima en su capacidad soberana, podrá resistir las presiones políticas –o las
amenazas militares– de la nación más poderosa de la tierra.
Estas afirmaciones no son gratuitas ni carecen de base, ni de antecedentes.
En un estudio referido al TLCAN, John W. Foster y John Dillon 63 escribieron:
63. John W Foster es Investigador Principal en el Instituto Norte-Sur de Ottawa, Canada;
John Dillon es un investigador de la justicia económica global en Kairos, Iniciativa Canadiense por la Justicia Ecuménica.
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«Para Canadá, el TLCAN junto con su predecesor, el acuerdo bilateral de
libre comercio con Estados Unidos 64, representa la era de una
supraconstitución, una estructura limitante que no sólo liga a Canadá con su
vecino del sur, sino que limita la democracia doméstica por la vía de priorizar
y proteger la hegemonía del mercado y los derechos de propietarios e
inversores. Hace mucho tiempo ha habido abogados de la integración económica… quienes argumentan que los acuerdos de libre comercio conducen a
la unificación de aduanas, mercados y, finalmente, a la unión política».65
Los mismos autores citan las palabras del entonces Representante Comercial de Estados Unidos, Clayton Yeutter, referidas al acuerdo bilateral
entre ambos países que precedió cronológicamente al TLCAN: «Los canadienses no comprenden qué han firmado. En veinte años serán absorbidos
dentro de la economía norteamericana… El libre comercio es sólo el primer paso en un proceso que lleva a la creación de una sola economía en
América del Norte.»66
El análisis de Foster y Dillon concluye con una reflexión inquietante:
«Factores políticos externos, quizás no imaginados por los arquitectos del
TLCAN han aparecido en los dos últimos años para complicar las relaciones (con Estados Unidos). Un Canadá multilateralista confronta ahora a
un vecino unilateralista, intervencionista y agresivo. Estados Unidos es más
sensible a amenazas, reales o imaginarias, a su seguridad y sus intereses.
Quienes vinculan las diferencias políticas con consecuencias en el plano
económico argumentan que el único rumbo consiste en erradicar la autonomía o la divergencia».67
«Erradicar la autonomía o la divergencia» es una forma elegante de denominar la sujeción política. Tal es la situación por la que atraviesa un país
poderoso como Canadá, al cabo de 10 años de aplicación del primer tratado
de «libre comercio», hermano de sangre del ALCA. De la hegemonía económica –facilitada por un acuerdo como el TLCAN–, tarde o temprano, «la
fuerza de los hechos» empuja hacia la absorción política.
64. Se refiere al acuerdo de libre comercio entre EEUU y Canadá, que cronológicamente
precedió al TLCAN o NAFTA y constituyó una «medida preparatoria» respecto de éste.
65. Foster, John W y Dillon, John: «NAFTA at nine».
66. Foster, John W y Dillon, John: «NAFTA at nine», op cit.
67. Foster, John W. y Dillon, John: «NAFTA at nine».
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