Mundo laboral y vocabulario bananero en el Pacífico Sur de Costa

Anuncio
Mundo laboral
y vocabulario bananero
en el Pacífico Sur
de Costa Rica
Gabriela Villalobos Madrigal
“...los conquistadores españoles nunca
pudieron imaginarse que el oro que buscaban
con fervor tan desconsiderado y a costa
de tanto derramamientos de sangre, varios
siglos después iría a explotarse en forma de
fruta dorada, precisamente en esos odiados
sitios palúdicos que atravesaban al buscar
vanidosamente el metal precioso.”
Hakan Arvid Mörne. Viajero finlandés.
Pacífico Sur, 1948
Agradecimientos
Un agradecimiento especial a Don Santos Castellón, de cuya memoria e interés se alimentó gran parte de esta investigación.
Gracias también a los que con sus historias, fotografías y objetos le dieron vida a este
folleto: Alcides Mora, Alvaro Bolaños, Alvaro Castro, Antonio Gutiérrez, Bruce Masís, Cecilia
Bolaños, Enid Barrantes, Franklin Obando, Heliodoro Medina, Henri Rojas, Hernán Quirós,
Ismael González, Jorge Gómez, Jorge Gutiérrez, José de la Cruz Obando, Leonardo Castillo,
Margarita Reyes, Mayra Gómez, Roberto Matarrita, Marisol Sequeira y Rafael Medina. Así
como a algunos antiguos trabajadores bananeros del Hogar de Ancianos de Palmar Sur.
Este folleto no hubiera sido posible sin la iniciativa y colaboración del Consejo Local del
Área de Conservación Osa-Subregión Diquís (CLACOSA) y su Directiva: Dagoberto Rodríguez, Santos Castellón, Elizabeth Chavarría y Jaime González. Ni tampoco sin la diligencia de
Marjorie Marchena, coordinadora de la Unidad Ejecutora de ASDI, organización que aporta
los recursos para la publicación.
634.772
V716m
Villalobos Madrigal, Gabriela
Mundo laboral y vocabulario bananero en el
Pacífico Sur de Costa Rica.--1.ed. -- San José, C.R. : Museo
Nacional de Costa Rica; CLACOSA, 2006.
24 p. : il.; 18 x 11cm.
ISBN: 9977-972-12-5
1. BANANO 2. PACIFICO SUR (COSTA RICA)
3. TRABAJADORES – COSTA RICA I. Título
Investigación:
Gabriela Villalobos Madrigal. Departamento
de Antropología e Historia, Museo Nacional de
Costa Rica.
Asistentes de investigación:
Zachary Kerbow y Hansi Rojas.
Imagen portada:
Cortador y conchero recolectando un racimo de
banano de la variedad Gros Michel, Pacífico Sur,
1939. (Colecc. Bruce Masís)
Imagen contraportada:
Dibujo de varias décadas de antigüedad
ubicado en la actual empacadora de plátano de
SURCOOP en Finca 6, anterior empacadora de
la Compañía Bananera.
Diseño y diagramación:
León Coto.
Impresión:
Imprenta Amerrique.
Financiamiento publicación:
Autoridad Sueca para el Desarrollo Internacional
(ASDI-Extensión Comunal). Fideicomiso Área de
Conservación Osa (ACOSA)
Producción editorial:
Museo Nacional de Costa Rica y Consejo Local
del Área de Conservación Osa-Subregión Diquís
(CLACOSA).
Presentación
Contenidos
Presentación. . . . . . . . . . . . . . 3
El Pacífico Sur:
una larga historia. . . . . . . . . . 5
La llegada de la Bananera. . . . 5
Del manager en Boston
al parcelero en la finca . . . . . . 6
Día a día en la plantación. . . . 8
La maldición de los bananales:
las enfermedades . . . . . . . . . 10
Mañana hay corta . . . . . . . . 11
Del bananal
a la empacadora . . . . . . . . . 13
Camino al muelle:
del río al ferrocarril. . . . . . . .15
La carguía . . . . . . . . . . . . . . 17
La vida en el cuadrante. . . . . 18
Trabajadores en lucha. . . . . . 21
Del apogeo al abandono. . . . 22
Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . 24
Gracias a la ejemplar construcción de un proceso de coordinación y confluencia de sinergias que
estamos consolidando con un conjunto de sectores
sociales, públicos y privados, entre los que hay que
destacar al más que centenario Museo Nacional de
Costa Rica y, su excelente equipo humano, nuestra
organización: el Consejo Local del Área de Conservación OSA de la Subregión Diquís (CLACOSA),
Palmar Sur, como entidad comprometida con los
procesos de sostenibilidad ambiental y valoración de
nuestra herencia cultural y natural; con humildad y
respeto presenta esta publicación como una ofrenda
dedicada a los emblemáticos trabajadores bananeros:
miles de hombres y mujeres que a casi 70 años de
haberse instalado la “Compañía Bananera de Costa
Rica”, protagonizaron un período fundamental de la
historia; moldeando los elementos básicos de la idiosincrasia y la cultura que identifica a la mayoría de las
poblaciones del Pacífico Sur del país.
Esta publicación es un pequeño e importante
esfuerzo de recuperación del mundo laboral y el vocabulario utilizado en la producción bananera, reflejado
en sus múltiples actividades, oficios, tareas y procesos
productivos.
El vocabulario que es parte importante de la expresiones y de la cultura de los pueblos, establece una
relación directa con las formas económicas, políticas
y sociales que caracterizan a una sociedad determinada, en un momento histórico específico. Como tal es
una parte integral de la cultura; no es un proceso que
se da por generación espontánea. Su peso es producto del valor histórico de la realidad y cotidianidad de
la estructura y la superestructura de un sistema social
concreto.
Aspiramos a que esta publicación, producto de
un corto pero intenso período de investigación realizado por la historiadora del Museo Nacional de Costa Rica y la iniciativa de las sociedad civil organizada,
tanto en su estilo, diseño y contenido sea considerada
por el lector como un aporte a los procesos de apropiación y valoración de nuestra herencia cultural y
del rescate de la memoria colectiva de los pueblos.
Dagoberto Rodríguez Pérez
Presidente
Consejo Local del Área de Conservación OSA
Subregión Diquís
Operaciones de la Compañía Bananera en el Pacífico Sur de Costa Rica.
Lugares como Osa, Quepos, Boruca y Coto
deben su nombre a los caciques indígenas de
la región al momento de la llegada de los españoles. Mientras tanto, Diquís es el palabra indígena para designar al gran río, el Térraba, este
último, también, nombre de un grupo indígena
de Sur: los térrabas.
Otros nombres de lugares menos antiguos no
lograron sobrevivir, como es el caso de Hato
Viejo, actual Buenos Aires; o El Pozo, hoy día
Puerto Cortés, que cambió su nombre en honor
al ex-presidente León Cortés, quien en 1936
construyó una bodega en el lugar. Mientras
tanto, otros nombres fueron parcialmente modificados, como es el caso de Palmar de los
Indios, actual Palmar Norte.
En el mundo bananero cada división estaba
organizada en distritos con sus respectivas fincas. En la División de Quepos estaban las fincas
Anita, Bartolo, Cañas, Cañitas, Capital, Cerritos,
Cerros, Damas, El Negro, El Paso, El Rey, Llorona, Marítima, Mona, Pastora, Portalón, Quebrada,
Ríos, Roncador, Savegre y Silencio. Además en
Parrita existían las fincas bananeras de Asis, El
Tigre, La Palma y Los Ángeles. Con los números del 1 al 20 se bautizaron las fincas en Palmar
Sur, mientras que de la 41 a la 63 eran las fincas
de Coto. En el Distrito Esquinas las fincas se llamaron con el nombre de las siete provincias de
Costa Rica, además de Finca Jalaca y Finca 18.
En Puerto González (que era más bien un puesto
de aduana fronterizo y no un puerto) las fincas tenían nombres de árboles como Caucho, Cenizo,
Laurel, Mango y Tamarindo.
El Pacífico Sur: una larga historia
Las palabras no son solo un medio para contar la historia del Pacífico Sur, son en sí mismas historia viva, crónicas de
los habitantes de esas tierras, de los que vinieron, de los que
se quedaron y de los que se fueron. Ellas narran la vida cotidiana, los trabajos y los diversos orígenes de los pobladores de
la región que durante buena parte del siglo XX vivieron a la
sombra de los bananales.
En busca de las huellas que dejan las palabras, las más
antiguas halladas provienen de los habitantes indígenas que
desde hace miles de años han poblado estas tierras, los mismos que hicieron con sus manos las famosas esferas precolombinas del Delta del Diquís.
Después de que los conquistadores españoles fracasaron
durante el siglo XVI en su intento de dominar la región, la
presencia española en la época colonial se limitó a las misiones
franciscanas fundadoras de los pueblos indígenas de Boruca,
Térraba y Cabagra. Aunque diezmados, explotados y olvidados, los indígenas persistieron y se han mantenido principalmente en el cantón de Buenos Aires.
En el siglo XIX llegaron a la región pobladores de Chiriquí en Panamá, así como del Valle Central y algunos de Nicaragua; ya sea en la costa, en la orilla del Térraba o tierra
adentro comenzaron a pescar o a sembrar productos de subsistencia difíciles de comercializar por la falta de medios de
comunicación terrestres. A pesar de esto, para inicio del siglo
XX estos pobladores, cuya cantidad sobrepasaba los 2 mil, comercializaban arroz y ganado entre otros productos mucho
antes de que la Compañía Bananera arribara al Pacífico Sur y
modificara drásticamente el paisaje natural, económico y cultural de la región.
La llegada de la Bananera
Antes de que en 1936 la United Fruit
Company (UFCO) se trasladara del Atlántico al Pacífico, en Quepos y Parrita ya
había desde la década de 1920 pequeños
y medianos productores independientes
de banano. Uno de los principales fue
Agathon Lutz y su empresa Pirris Farm
and Trading Company. A la mayoría, la
Compañía los terminó desplazando.
Desde 1928 la Compañía había comenzado a hacer estudios de factibilidad en
la zona sur. Posteriormente, ampaVenancio Mora, líder indígena
a la llegada de la Bananera. rada en los contratos bananeros con
el gobierno de 1930, 1934 y 1938
(Colecc. Cristino Lázaro)
Esfera de piedra precolombina en el
Parque de Palmar Sur.
Boruca en la época colonial, dibujo de
Figueroa, siglo XIX. (Archivo Nacional)
Palmar de los Indios a inicios de la
década de 1920. (Archivo Nacional)
obtuvo la concesión para construir y controlar los ferrocarriles y los muelles de Quepos y Golfito. También se apoderó de
tierras, ya fuese valiéndose de terceros, haciendo denuncios o
comprando terrenos ya inscritos legalmente.
Cuando la UFCO llegó a la zona cambió su nombre al de
Compañía Bananera de Costa Rica para protegerse de las leyes
antimonopolio. Después, en 1969, se fusionó con otras empresas dando origen a la United Brands. La compañía transnacional también producía bananos en otros países de Centro y Sur
América. Costa Rica, después de Ecuador llegó a ser en algunas
ocasiones el segundo productor de bananos en el mundo.
Finca de Aghaton Lutz en la década
de 1920. (Revista Costa Rica de Ayer
y Hoy)
Era común ver a los mandadores
o capataces montados en mulas
supervisando el trabajo en el bananal.
(Colecc. Bruce Masís)
El time keeper o apuntador era el asistente del
mandador que elaborada el reporte de las horas
diarias trabajadas por
cada persona. Los trabajadores revisaban al día
siguiente el reporte en la
papaya, especie de pizarra o casillero colocado
en la pared de la oficina.
Esta denominación se
debía a que originalmente los reportes eran en
papel amarillo.
Del manager en Boston
al parcelero en la finca
La región no solo comenzó a llenarse de bananos, sino
también de nuevos pobladores. Las historias familiares de los
habitantes de la zona sur nos hablan de como estos trabajadores arribaron de diversos lugares, algunos del Valle Central,
en donde poco a poco se estaba agotando la frontera agrícola;
otros llegaron de Guanacaste, también huyendo de la pobreza.
Muchos venían desde Panamá, Nicaragua y Honduras. Tanto
extranjeros como nacionales llegaron atraídos por los salarios,
comparativamente más altos que el de un jornalero en una
hacienda cafetalera o el de un peón ganadero.
Para ocupar los puestos de mando en la Compañía también arribaron los estadounidenses, que aunque pocos, impregnaron con el inglés el vocabulario de los trabajadores de
la región, sobre todo, el ligado al mundo administrativo, al
sistema de jerarquías y a los procesos laborales.
Las principales divisiones de la Compañía en el Pacífico
Sur eran Quepos, donde se produjo banano hasta 1956, Golfito y Puerto González, esta última, que por su posición fronteriza, se manejó bajo las normas panameñas hasta entrada la
década de 1950. En la División Golfito los principales distritos
eran Palmar Sur, Coto y Esquinas. La Compañía comenzó a
producir banano en Palmar Sur a partir de 1938, producción
que abandonó en 1956 y retomó a mediados de la década de
1960 hasta 1985. La producción en Coto y Esquinas inició en
la década de 1940, aunque en Esquinas fue abandonada dos
décadas después.
Desde Boston, donde estaba el manager de la Compañía
partía una muy elaborada organización administrativa. A la
cabeza de las divisiones en cada país había un gerente general
seguido de los superintendentes por áreas. Como responsable
de la producción en las fincas había un mandador asistido por
dos time keeper. El mandador planeaba el programa del trabajo general de la finca y daba las respectivas ordenes al capataz
Pacífico Sur, finales de la década de 1930. (Colecc. Bruce Masís)
La primera variedad de Musa que reinó en el
Atlántico y también en el Pacífico americano
hasta finales de la década de 1950 fue la Gros
Michel (Musa acuminata). Esta tan añorada variedad era conocida también como Patriota o
Martinique en Jamaica. Su fruto era grande, de
dulce sabor, de cáscara dura y de maduración
homogénea, podia alcanzar 10 metros de altura
por lo que el racimo era susceptible de quebrarse y de sufrir por los vendavales. Pero su gran
debilidad era el incontrolable Mal de Panamá.
A partir de los sesentas se comenzó a sembrar en el Pacífico Sur el Valery (o Robusta) del
subgrupo Cavendish. Esta variedad tenía un
fruto más pequeño y una altura menor por lo
que era más fácil de cortar y podía sembrarse
con mayor densidad por hectárea (1750 plantas
mientras que el Gros Michel 700). Clave era su
mayor resistencia al Mal de Panamá, aunque
era más susceptible a la sigatoka, una enfermedad mucho más cara de controlar.
Un elemento fundamental del Valery tenía que ver
con la delicado de su cáscara y lo fácil que se
manchaba, además era más variable en el tamaño de los dedos de las manos. Estas fueron razones importantes para venderlo empacado, pues
en la época anterior cuando el Gros Michel era el
rey, era vendido por racimos enteros y pagado
según el número de manos.
Otra variedad que se trató de experimentar fue
con Cocus, muy similar al Valery pero con hojas
más cortas y extendidas. Se empezó a sembrar
en Palmar y aunque era muy resistente a los vientos también era muy vulnerable al Mal de Panamá
y no tuvo la debida aceptación en el mercado.
A partir de la década de
1960 la deshija, chapia,
deshoje y limpieza de
los zanjos de parcelas
de aproximadamente 8
Ha comenzó a ser realizada por los parceleros.
Los capataces repartían
entre los mismos trabajadores de la Bananera
esta labor extra o fajina
para que fuera realizada
fuera del horario normal
y entregada en el tiempo
que exigía el contrato.
Palea en zanjas con
pala carrilera.
o foreman quien en la mañana siguiente debía distribuir las labores diarias entre los trabajadores. En el campo las cuadrillas
estaban bajo la responsabilidad de un encargado, las cuales
eran constantemente supervisadas para que brindasen el mejor cuido en el menor tiempo posible al racimo de banano, el
oro verde de la región.
Día a día en la plantación
En el traslado de las plantaciones bananeras del Atlántico al Pacífico, la primera víctima silenciosa fue la naturaleza.
De un medio ambiente de gran biodiversidad y poco impactado, del cual nos quedan algunas zonas protegidas, se pasó a
un mar verde de miles de hectáreas de monótonos bananales.
Dos cosas eran fundamentales para iniciar una plantación bananera: talar el bosque y hacer drenajes. En un terreno
virgen después de la socola o desmonte del tacotal (matorral
alto), se cadeneaba, es decir, se medían los puntos a sembrar
con cadenas con marcas alternas de argollas y chapas y se
procedía a hacer el estaquillado.
Como el banano se producía por rizomas, en los viveros
se esperaba que las plantas tuvieran unas 6 pulgadas de grosor
en el tallo para ser capadas o cortadas por un seleccionador.
Extraída la raíz por un arrancador era llevada a la planta procesadora en Coto 46 conocida como La Peladora, ahí, esa raíz
era pulida, pelada para quitarle lo sucio y lo inútil y cocinada
durante unos 10 minutos para desinfectarla.
Esa cepa de banano de alrededor de 8 libras de peso era
puesta en los hoyos y se le aplicaba en forma circular el fertilizante
conocido como uria, posteriormente, cuatro veces al año, se le
seguiría aplicando fertilizantes. A la semana la planta empezaba
Corte de chira en plantación bananera
de COOPETRABASUR.
Punta de la chira cortada para la
respectiva contabilidad.
a ver la luz y al mes, cuando ya la planta había alcanzado un
metro era rebautizada como banano en bandera. A cada hoja
nueva en la punta de la planta se le llamaba candela.
Cuando el banano tenía dos meses o dos meses y medio
comenzaban una serie de minuciosos cuidados, -sobre todo
cuando se cambió a la variedad Valery en la década de 1960-,
con el objetivo de que llegase a la mesa del consumidor un
banano de dulce sabor, bello color, del mayor tamaño posible
y de sedosa cáscara sin ninguna mancha que lo afeara.
Primero un trabajador se dedicaba a rodajear la planta, lo
cual consistía en limpiarle la hierba en un radio de 0,50 m a 1m.
Poco después, la planta también era deshojada, es decir, las hojas
viejas y enfermas eran cortadas, así como la capota y la placenta,
hojas que por su posición podían llegar a dañar el racimo.
Para tener una producción constante se realizaba un
muy delicado proceso llamado deshija que consistía en dejar
de la cepa un primer tallo más grande llamado madre, después
el segundo llamado hijo y un tercero llamado nieto, los tres
cortados en una posición llamada pata de gallo. De los tallos
que se iban a cortar o no, se dejaban los cola de burro de hojas
angostas, enrolladas y puntiagudas y se quitaban los hijos de
agua u orejones, como se les conocía en otro países, de hojas
grandes y que nacían más alejados de la cepa.
Otro labor que realizaba los zoneros, como a veces se les
decía a los trabajadores bananeros, era la de deschirar, embolsar y apuntalar. Cuando del extremo del racimo nacía la chira,
-especie de bulbo morado-, esta se cortaba y se conservaba su
punta para llevar la contabilidad del trabajo del peón y de los
racimos que podían cosecharse en las próximas semanas, para
lo cual también comenzaron a ponerse en los racimos cintas
de diversos colores por semana.
Un proceso que también se hacía era cortar las llamadas
manos de mono que eran las dos o tres últimas manos deformes que nacían cerca de la chira en la variedad Valery. Además se aprovechaba para ponerle al racimo bolsas de polietileno impregnadas de plaguicidas par protegerlo de los insectos
y para evitarle daño en las cáscaras. Por último, también se
apuntalan las plantas con bambú, con mecates de nylon y en
una época se trató de hacerlo con unos alambres llamados
cocalecas. Esto se hacía porque el peso de los racimos podía quebrar las plantas pero especialmente porque los fuertes
vientos podían destruir una plantación entera.
Si en el invierno el agua en exceso tenía que ser drenada,
en verano la planta exigía riego, pues a diferencia del Atlántico,
el Pacífico tiene una estación seca más marcada. Para el riego la
Compañía usaba un sistema de torres de unos 7 mts de altura
con pistola giratorias que podía abarcar hasta 100mts y completar los 360 grados en unos 20 minutos, para lo cual los aguadores tenía que abrir y cerrar las llaves durante el día y la noche.
Sistema de riego con pistolas a mediados
de la década de 1950. (Revista Costa
Rica de Ayer y Hoy)
Efectos de un vendabal en la década de
1950. (El Pacífico)
En la creación del sistema
de drenajes de los bananales, los zanjeros con
sus palas de cabo largo y
sin puño conocidas como
carrileras, primero hacían
los boquetes o zanjas
pequeñas, después los
zanjos y por último se hacía con dragas los canales que desembocaban
a un río. Además, periódicamente también tenían
que destaponar o recavar
las zanjas llenas de tierra
o ramas.
10
La maldición de los bananales:
las enfermedades
Cuadrilla de pericos fumigando a
mediados de la década de 1950.
(Revista Costa Rica de Ayer y Hoy)
Los pericos tenían que regar las hojas de las plantas con el rostro vuelto
hacia arriba y a pesar de
que usaban sombrero,
inhalaban el líquido, este
caía en sus ojos y era absorbido por su cuerpo.
Por ser un trabajo poco
gustado, a pesar de ser
muy bien pagado, esta
labor era realizada por
trabajadores nuevos del
Valle Central o por trabajadores muy viejos, que
en muchas ocasiones
también vivían en cuadrantes aparte.
La plantación de banano como cualquier monocultivo
a gran escala es muy vulnerable a las enfermedades. El
primer gran enemigo que la Compañía nunca pudo vencer
fue el Mal de Panamá, un hongo que endurecía el tallo,
ponía amarillas y marchitas las hojas y afectaba la calidad
del fruto. Aunque se trató de controlarlo por varios medios,
incluido inundaciones, esta enfermedad se convirtió en una
de las principales causas del abandono del Atlántico por
la Compañía y del cese de la plantación a mediados de los
cincuentas en Palmar y en Quepos.
Para finales de la década de 1930 surgió otro enemigo:
la sigatoka amarilla, un hongo que también atacaba las hojas
y como consecuencia dañaba el fruto. No siendo suficiente,
a mediados de la década de 1970 también arribó la sigatoka
negra, todavía más dañina y cuatro veces más costosa en el
combate que su antecesora.
Casi una cuarta parte de la fuerza laboral de la bananera
se dedicó a esa guerra, como General, a la cabeza de la misma,
estaba el Spray Master o jefe de fumigación que tenía como
principal arma al sulfato de cobre o caldo bordelés. Entre los
sectores y tramos del bananal este líquido era bombeado por
medio de tuberías a las cuales se conectaban las mangueras,
las más antiguas y gruesas llamadas mongas, las posteriores y
más delgadas apodadas pachucas. Cual ejército disciplinado
todas las cuadrillas tenían que trabajar al mismo tiempo para
evitar rupturas en los tubos o desbalances en la presión.
Los trabajadores llamados manguereros arrastraban las
mangueras y cambiaban las boquillas mientras los pistoleros,
atomizadores o regadores irrigaban las hojas. Este proceso
pringaba mucho, por eso las vestimentas de los trabajadores
terminaban verde azuladas, de ahí el nombre de pericos. Hasta
1962 este proceso de hizo por el anterior método manual,
pero cuando se cambió la base del líquido a una aceitosa esto
permitió el uso de irrigación aérea, primero con helicópteros,
y poco después con aviones que trabajaban en conjunto con
los banderilleros que en tierra señalaban con banderas las
zonas a fumigar.
Otra enfermedad que desde finales de la década de
1940 hizo sus primeras apariciones fue el moko, causado por
una bacteria difícil de detectar que provocaba la pudrición
del corazón del tallo, ponía amarillas las hojas y dañaba
directamente el racimo. Era muy contagioso, por eso los
mokeros llevaban consigo un cuchumbo o tambuco, especie
de funda de metal donde cargaban formalina para limpiar
los cuchillos usados y así no transmitir la enfermedad a
11
otra planta. Si los mokeros detectaban una planta enferma,
la derribaban y le aplicaban uidón, nombre en inglés del
químico Weedone. Los restos los cubrían con un plástico
y hacían una corta preventiva de unos 10 metros de radio
aproximadamente a la cual nadie podía acercarse. Otros
soldados en la guerra contra las enfermedades eran los
gusaneros, así se les decía a los que aplicaban dos veces al
año el nematicida en el suelo con una especie de jeringa para
combatir los parásitos en las raíces de la planta. En ocasiones
se les decía también perros a las cuadrillas que se dedicaban a
“olfatear” las enfermedades en el bananal.
Contrastante era la salud de los bananales en
comparación con las enfermedades de los trabajadores. Los
pericos fueron los primeros de una larga lista de trabajadores
bananeros afectados por la contaminación con agroquímicos,
junto a otras víctimas todavía más silenciosas: sus esposas
o las lavanderas que también tenían contacto constante
con las vestiduras contaminadas. Esto sin mencionar los
grandes problemas de infertilidad en la tierra, producto de
los derrames del tristemente famoso caldo bordelés, salvador
de bananales, victimario de seres humanos.
Mokero cortando una planta infectada
durante la década de 1950. (Revista
Costa Rica de Ayer y Hoy)
Mañana hay corta
La orden de corta llegaba de Boston generalmente al
finalizar la semana, en ella se decía la cantidad de racimos
a cortar, su destino y el momento del embarque. Esta orden
iniciaba una cadena mundial cuyo primer eslabón eran los
países productores, la cadena continuaba con los transportistas,
pasaba por los maduradores, como se les llamaba a los que
distribuían a los mayoristas en cada país, y por medio de los
detallistas llegaba en la mesa de cada consumidor. De esta
cadena obtenían más ganancia los países que compraban la
fruta, que los que la producían y exportaban.
Según fuera el lugar a donde se iba a exportar el
banano, así era el grado de la fruta a cosechar. El grado,
calibre o vitola, como se le conocía en otros países, se
media por el diámetro de la fruta que estaba en función de
su madurez. En general eran dos los grados principales,
el estadounidense más grueso y el europeo, un poco más
delgado, después cuando el banano se comenzó a exportar
a Japón el calibre era todavía más pequeño. Antiguamente
tres cuartos, tres cuartos completos y lleno eran las medidas
usadas, pero este último ya no era exportable por estar
cercano a la maduración.
En los primeros años el sistema usado para saber el
calibre era poner un racimo a la vista de todos para que se
supiese cuál grado cortar, un método muy diferente a la
exactitud milimétrica con la que se trabajó después. El día de
Cortador con chuza en proceso de
corta del banano, década de 1940.
(PALMATICA Quepos)
12
corta era un día “sagrado”, donde no importaba si era lunes
o domingo. La cuadrilla de trabajadores iniciaba su labor
con la primera luz del día, el cortador con una chuza, -un
metal cortante en forma de media luna ajustado a una vara-,
realizaba un primer corte a la mitad del tallo para que el racimo bajase lentamente en su camino a la espalda del conchador, después separaba el pinzote de la planta con un corte de
machete o rula para que el racimo se terminara de posar en
el hombro del conchador, el cual tenía una almohadilla para
recibirlo y no causar maltrato a la fruta, la cual podía llegar a
pesar entre 80 y 90 libras. Entre el momento de la corta y su
refrigeración en los barcos no podía pasar más de 48 horas
porque la fruta comenzaba su proceso de maduración.
Los extremos se unen. Junto a un
conchero aparece Richard Nixon,
vicepresidente de Estados Unidos en
una visita a Golfito a mediados de la
década de 1950. (Revista de Costa
Rica de Ayer y Hoy)
Talvez una de las figuras más emblemáticas del mundo de los
bananales era el conchador, que debe su nombre a que ponía
su espalda, llamada concha, para cargar el racimo de banano.
Cuando se producía el Gros Michel, por el gran tamaño del
fruto el conchero recibía en ocasiones el auxilio de un conchero extra, llamado también garrobero, quien con una caña
de bambú enganchaba el racimo en la base de la chira para
que éste bajara con poca velocidad y en forma horizontal y así
evitar que el pinzote se quebrara.
13
Del bananal a la empacadora
Los racimos en su travesía desde el bananal tuvieron
como primer medio de transporte a las mulas. Se les llamaba muleros a los encargados de transportar el banano al
ferrocarril, así como de ensillar y cuidar las mulas. Cuando
los racimos debían cruzar ríos se utilizaba el andarivel, un
sistema de cable o tranvía aéreo movido por motor, y en
ocasiones, manualmente.
Posteriormente se fue imponiendo el monorriel para sacar la fruta a su punto de transporte. Los carreros colocaban
el racimo en el cable, en una especie de gancho con rodines
llamado rola hasta completar un tren de 20 a 25 racimos, los
cuales eran separados con varillas para que no chocasen. Los
trenes inicialmente eran acarreados por los propios trabajadores, después por tractores conocidos como chapulines que
podían jalar grupos de hasta 250 racimos. Finalmente los cables transportadores de racimos fueron movidos por máquinas fijas. Aunque el sistema de acarreo se modernizó, se podía
encontrar varios de estos métodos conviviendo a la vez según
fuere la ubicación de la finca.
Antes de la época de las empacadoras, en los puntos de
carga existían bacadillas donde el racimo se desinfectaba y se
le quitaba los restos del caldo bordelés con que eran fumigados. Posteriormente una de las transformaciones más importantes que se dieron en el mundo del trabajo de la plantación
bananera fue el establecimiento de las empacadoras a partir de
1963. La época de la exportación de banano por racimos enteros llegó a su fin, no solo por la introducción del Valery, sino
también porque los requerimientos de calidad eran mayores y
había aparecido la competencia de otras empresas productoras de banano en el Atlántico.
Las empacadoras eran edificios sin paredes, con techos de zinc, armadura de hierro y piso de cemento. Un
lugar bullicioso donde se abrió un espacio laboral a las mujeres y a los jóvenes. Cuando llegaba el arañero, o sea, los
trenes de racimos desde la plantación eran recibidos por el
quitabolsas o deschingador
quien además de las bolsas
En la bacadilla había una
le quitaba las cintas a los raplataforma con un balancimos. Desde ese momento
cín y dos tanques, uno
aparecían en escena los
con bisulfato de sodio y
chequeadores que revisaban
el otro con agua corrienla calidad de la fruta, por lo
te donde el balancinero
que nunca les faltaba en su
haciendo con su cuerpo
mano un medidor para recontrapeso con el racimo
visar el largo de los dedos o
sumergía varias veces la
un calibrador para medir el
fruta en cada recipiente.
grosor de los mismos.
Muleros transportando banano.
(PALMATICA, Quepos)
Sistema de andarivel. (Tesis Flora
Guido)
Balancinero laborando en una
bacadilla. (PALMATICA, Quepos)
14
Empacadora a finales de la década
de 1960. (Ministerio de Educación
Pública)
Dibujo antiguo de la empacadora
bananera de Finca 6.
Uno de los principales sellos con el que se
exportaba el banano de la Compañía.
Después de que el desflorador
quitaba las pequeñas flores secas
en los extremos de los dedos, el
desmanador cortaba del racimo las
manos de bananos con el curvo,
especie de cuchillo mediano en forma
curva. En este proceso el pinzotero
recogía los pinzontes o virotes, como
se le decía en el Valle Central, el
barredor limpiaba la empacadora y
el tractorista o chanchero tiraba los
desechos de la fruta.
Como el principal sistema de Calibradores, los primeros
empaque consistía en hacer cajas con de empacadora y el tercero
42 libras de peso aproximadamente usado en el bananal durante
y con no más de 15 manos por caja, la corta.
el selector cortaba gajos o cluster de
entre 3 y 7 dedos, y quitaba y separaba en pilas la fruta de
primera, segunda y de desecho.
Posteriormente de que el banano pasaba por las pilas
con agua clorada, el sacador de fruta las extraía y se las daba
al panero o bandejero que las ponía en bandejas de 60cm por
60cm aproximadamente. A partir de este momento, el banano
continuaba su camino deslizándose en fajas transportadoras.
En su trayecto un sellador colocaba el sello de la Compañía en
algunos de los dedos, en seguida, el ditanero aplicaba Ditano
para evitar la proliferación de hongos en la corona del cluster
donde venía el corte.
Antes de que el banano fuese empacado, un pesador
confirmaba que el peso era el requerido. Después los
abastecedores surtían al empacador de las cajas donde dentro
de bolsas plásticas se colocaba la fruta. Listas las cajas los
esquibadores o estibadores terminaban el duro trabajo de
poner en el vagón del ferrocarril la fruta para que continuase
su minuciosa travesía.
En los primeros tiempos de las empacadoras se trató de usar
cajas de madera, pero se terminaron usando las de cartón elaboradas en una fábrica ubicada en Coto 49.
Como las cajas no venían armadas, en la empacadora el armador las preparaba para que el cajero las engrapase, mientras que
el laterista les colocaba en el interior una pieza llamada lateral.
15
Camino al muelle: del río al ferrocarril
En un inicio la producción bananera se valió de los ríos
para el transporte de la fruta, sobre todo del Térraba, donde
barcos de importante calado podían entrar aguas arriba hasta
Puerto Cortés, punto obligado en el sistema de comunicación
con el Valle Central que implicaba viajar por el litoral Pacífico
pasando por Puntarenas. Si bien era cierto que desde finales
de la década de 1930 ya había algunos aeropuertos en la región construidos por la Compañía, su costo era prohibitivo
para la mayoría.
En 1961 se inauguró el puente sobre el río Térraba
construido por la compañía estadounidense Foster William
Bros, puente que hasta hace poco era el más grande del país.
Su construcción estableció una comunicación directa por medio de la Carretera Interamericana con el Valle Central, lo que
tuvo como consecuencia un cambio cultural importante en la
región y el golpe de gracia para los balseros quienes hasta entonces habían sido los dueños y señores del río.
Tan imponente como es el puente sobre el río Térraba,
así eran sus llenas, inundaciones que significaban pérdida de
vidas, de viviendas y de plantaciones enteras. La más famosa
llena de la cual guardan memoria los antiguos habitantes de
la región fue la de 1955, aunque también la región se vio muy
afectada por el huracán Juana en 1988.
El éxito de la Compañía Bananera tanto con el Atlántico
como en el Pacífico dependió en gran medida del control sobre los ferrocarriles y de los muelles. A inicios de la década de
1940 se inició la construcción de la línea férrea, cuya main line
Construcción del puente sobre el río
Térraba, 1959. (Colecc. Henri Rojas)
Transportando bananos cerca de Puerto
Cortés, 1939. (Colecc. Bruce Masís)
La Gran llena de 1955 en Puerto Cortés.
(Revista Costa Rica de Ayer y Hoy)
16
Tren de carga, década de los cincuentas.
(Colecc. Henri Rojas)
Taller ambulante de reparación
mecánica, finales década de 1930.
(Colecc. Alvaro Castro)
Máquina de vapor en Quepos, década
de 1940. (PALMATICA, Quepos)
(línea principal) comunicó
La reparación y manteniGolfito con Palmar Sur y con
miento de la línea férrea
Puerto González. En Quepos
estaba en manos de los
la Compañía también constrabajadores llamados
truyó una línea férrea que
cusucos (armadillos) que
fue levantada en la década de
se transportaban gene1960. El ferrocarril recorría
ralmente en moto car.
los ramales de las fincas hacia
Los cusucos tenían en
las empacadoras donde había
ocasiones que levantar
que recoger la fruta para ser
líneas provisionales solo
llevada al muelle.
para movilizar las dragas
Las primeras máquinas
(grandes máquinas para
que llegaron a la región fueextraer materiales de ríos
ron las de vapor, de las cuao puertos).
les algunas se conservan en
Golfito y Palmar Sur. Luego
la Compañía trajo otras más grandes de color amarillo que
funcionaban con diesel. Las máquinas de ferrocarril eran manejadas por el maquinista con el apoyo de un fogonero. Un
despachador tenia bajo su responsabilidad el control del tráfico
ferroviario de la División. Las ordenes de tren, con sus horarios y rutas específicas eran coordinadas por el conductor con
la ayuda de los brequeros, quienes acoplaban o desacoplaban
los carros, movían las palancas para que entraran los trenes a
los desvíos y hacían señales a los maquinistas con lámparas en
la noche o banderas en el día, especialmente en las vueltas o
puntos con problemas de visibilidad.
Había distintos trenes, el más importante, el de transporte de bananos que salía desde Golfito iba por todas las fincas recogiendo banano; en ocasiones con 40 vagones regresaba al muelle alrededor de las 5 de la tarde para que iniciase
la carguía. Otros trenes eran el de pasajeros, más rápido que
el de carga o local, porque este último tenía que repartir los
productos y materiales en los poblados.
17
La carguía
Cuando la Compañía llegó al Sur utilizó inicialmente el puerto de Puntarenas para sus grandes embarques y a
Puerto Jiménez y Puerto Cortés para manejarse en las zonas
productoras. Pero como ocupaba puertos de altura propios
que le permitiera la llegada de barcos de gran calado inició
la construcción de los muelles de Quepos y de Golfito, este
último terminado en 1941 y considerado en la época uno de
los mejores de su tipo en Centroamérica.
Como ya mencionamos, antes de la creación de las empacadoras el banano Gros Michel era exportado en racimos
enteros. En esa época cuando se iban las últimas luces del
día, unos 400 trabajadores iniciaban la carguía o carguilla, si
era necesario durante toda la noche e incluso la madrugada,
hasta que las bodegas del barco estuvieran llenas, sobre todo
si era un día de bloqueo, como se le llamaba en la década de
los cincuenta a los días de mayor embarque, que generalmente
eran los miércoles. En una carguía un barco podía ser cargado
hasta con 70 mil racimos de banano.
Después de que las locomotoras espoteaban o colocaban
los vagones dentro del muelle los carreros sacaban la fruta de
los vagones para colocarlos en los hombros de los concheros
de tierra quienes llevaban los racimos a una tarima para colocarlos en las máquinas alimentadoras. En la tarima, los hojeros
le quitaban las hojas y la basura al racimo y los pinzoteros cortaban los extremos de los racimos para que fueran uniformes
y facilitaran la estiba. También entraban en escena los doctores
que con sus instrumentos de “cirugía” arreglaban desperfectos de los racimos como las manos maltratadas o ligaban con
tafetán cualquier ruptura del pinzote. También había barredores encargados de mantener limpio los lugares donde se estaba
cargando la fruta.
Posteriormente los alimentadores colocaban los racimos
en las fajas de las cuatro grandes máquinas movidas por electricidad. Estas tenían cadenas y cintas de lona que formaban
una especie de cunas en constante movimiento donde se ponían los racimos para que subiesen a los barcos.
Ya en el barco, dos recibidores colocaban en la espalda de
los concheros de abordo los racimos que eran llevados a los estibadores en la bodega. En varias parte de este proceso siempre
había inspectores revisando la calidad del banano, sacando para
el mercado local la fruta que no cumplía con las normas de calidad. Durante la carguía los trabajadores se alimentaban en la
papota ubicada a un costado del muelle. Al terminar la jornada
entregaban la tarjeta de trabajo perforada por el chequeador,
para que según un cálculo hecho a partir del tonelaje del barco,
se les pagase inmediatamente e iniciara la espera de otra carguía en los barcos de la gran Flota Blanca de la Compañía.
Concheros en Golfito, 1958. (Revista
Costa Rica de Ayer y Hoy)
Máquinas cargadoras de banano,
Golfito. (Revista Costa Rica de Ayer
y Hoy)
Embarcación de la flota blanca en
Golfito. (Revista Costa Rica de Ayer
y Hoy)
18
La vida en el cuadrante
Golfito, finales década de 1940. (Tesis
Flora Guido)
Quepos, finales década de 1940. (Tesis
Flora Guido)
Procesión en Palmar Sur, alrededor
de la década de 1950. (Colecc.
Margarita Reyes)
La Compañía no solo diseñó cómo debía trabajarse en
los bananales, también estructuró y controló la vida cotidiana
de sus trabajadores. En la organización de las viviendas se reproducían las diferencias sociales del mundo bananero; la ubicación y aislamiento espacial, el diseño habitacional y los colores de las casas dejaban muy claro las jerarquías existentes.
En primer lugar estaba la zona americana o blanca,
en ella vivían los más altos empleados de la gerencia separados del resto de los trabajadores. Tenían a su disposición
un campo de golf, piscina, cancha de tenis y su respectivo
Club Americano.
La siguiente era la zona amarilla donde vivían los empleados de rango intermedio, puestos que en un inicio estaban
en manos de extranjeros, pero que poco a poco incluyeron
una mayor cantidad de costarricenses.
Por último teníamos la zona gris, la de los trabajadores
que vivían en cuadrantes alrededor de una plaza. En ellos había una mayor densidad de viviendas y menor privacidad, especialmente porque para ciertos conjuntos de casas las duchas
y los servicios sanitarios eran compartidos.
Los diseños de estas casas venían directamente de las Oficinas Centrales de la Compañía en Estados Unidos. En ocasiones
las casas llegaban por piezas rotuladas para armar según las instrucciones. En términos generales los diseños se caracterizaban
por techos con fuerte inclinación, grandes aleros para la sombra,
circulación del aire y pisos separados del suelo para hacer frente
a las inundaciones y evitar al máximo los insectos.
Entre los diseños existentes estaban las casas tipo “H”
para la alta administración, las tipo “E” para los mandadores,
las tipo “F” para los timekeeper y las tipo “K” para los foreman. También estaban los baches, las casas unifamiliares, las
bifamiliares de dos plantas y las two room de dos plantas pero
divididas al medio.
Cuando los primeros trabajadores comenzaron a construir las fincas vivían en campamentos con muy pocos servicios básicos. Lugares muy hacinados fueron los barracones de
dos pisos, donde vivían arriba los solteros y abajo las familias.
Poco a poco se dio una menor presencia de barracones y un
mayor uso de casas unifamiliares, resultado en parte de la presión de los mismos trabajadores.
Según se tratase del cuadrante principal de un Distrito
o de una finca alejada, así era la mayor o menor presencia
de agua, electricidad y servicio de recolección de basura. En
las fincas se encontraba un comisariato, un dispensario y una
escuela. Indispensables en las fincas eran las fonderas que generalmente en sus propias casas vendían comida, en especial
a los trabajadores solteros. Este era de los pocos trabajos que
19
podían realizar las mujeres en las fincas bananeras, situación
que cambió cuando se abrieron las empacadoras y se comenzó a contratarlas.
En las viviendas de la Compañía cualquier reparación,
cambio de bombillo o aplicación de pintura no la realizaban los
que vivían en ellas sino una cuadrilla que atendía dichas necesidades. El mantenimiento los jardines y de las cercas, generalmente de amapolas, era realizado por los yarderos o jardineros,
no solo por un asunto estético sino para evitar la proliferación
de insectos y enfermedades, por eso en ocasiones se fumigaron con DDT las casas de habitación. Aunque estos servicios
eran prácticos para los trabajadores, la otra cara del asunto
era que las familias no podían sembrar, ni tener animales en
su “propia” casa, lo cual iba en contra de una práctica cultural
de las familias de origen campesino. Con estos servicios “Mamita Yunai” profundizaba el control y la dependencia de los
trabajadores hacia ella.
La salud era un gran problema en el mundo bananero,
había malaria (que poco a poco se fue erradicando), disentería, parásitos intestinales, picaduras de serpientes y problemas
generados por la misma dinámica laboral como cortaduras e
intoxicación con agroquímicos. También había gran incidencia de enfermedades venéreas y la región tristemente destacaba por los altos índices de tuberculosis. No es casual que
se consideraba que la vida útil de un trabajador bananero era
de unos 12 años. Para atender los problemas de salud había
dispensarios en las fincas y en los lugares céntricos clínicas y
La familia Rojas, igual que
muchas otras migraron de
las fincas bananeras del
Pacífico a las del Atlántico.
Finca 7, década de 1950.
(Colecc. Henri Rojas)
Baches en Golfito.
Los baches eran las viviendas de los trabajadores solteros, su nombre
viene de la palabra en
inglés bachelor, que significa soltero.
20
Trabajadores frente a un comisariato,
1953. (Colecc. Henri Rojas)
Comisariato de Golfito durante una venta
de juguetes, finales década de 1950.
(Revista Costa Rica de Ayer y Hoy)
hospitales que fueron manejados por la Compañía hasta que
se traspasaron a la Caja Costarricense de Seguro Social a mediados de la década de 1970.
En términos culturales el estilo de vida norteamericano
era el modelo a seguir, un entorno enajenante que se reflejaba
en el antiguo sistema educativo de la Compañía que seguía los
programas educativos estadounidenses. En un inicio existieron dos tipos de escuelas, la americana para los hijos de los
administradores y la escuela para los hijos de los trabajadores,
en las cuales a veces solo se podía llegar hasta tercer grado si
estaba ubicada en una finca alejada.
Al principio los maestros tenían que traerse de afuera y
eran pagados por la Compañía. La misma manejó la educación en sus fincas hasta la década de 1980, aunque siguiendo
los programas oficiales del Ministerio de Educación Pública.
En los pueblos civiles (adyacentes pero que no estaban bajo el
control de la Compañía) comenzaron a formarse centros de
educación secundaria, aunque eran pocos los hijos de los
trabajadores bananeros que podían continuar con esos estudios.
La monotonía del diario trajín se rompía los días de pago,
generalmente dos veces al mes cuando llegaban a las fincas los
cajistas en los carros pagadores a distribuir los salarios. Ese
día aparecían los vendedores ambulantes, muy populares en la
zona, pues el grado de aislamiento de las fincas no facilitaba
la movilización de los trabajadores fuera de ellas ni más allá
de los pueblos civiles ubicados en las cercanías. Allí se dirigían
muchos de los trabajadores los fines de semana a divertirse
en cantinas, en bailes o en burdeles. En días como esos no
iban a faltar los pleitos con machetes propios de un entorno
Croquis de Palmar Sur.
21
donde el concepto de masculinidad machista estaba muy
arraigado, existía toda una
subcultura de hombres que
hacían carrera de peleadores
conocidos en toda la región,
casi leyendas por la fama que
sembraron, por ejemplo, un
Mercedes Cubillo, al cual, al
parecer, la Compañía movilizaba entre fincas para que informalmente pusiese “orden”
en las mismas.
Para el disfrute del
tiempo libre también existían
los Clubes Americanos y los
Clubes de Trabajadores donde se proyectaban películas estadounidenses y mexicanas. Con
respecto a los deportes, en la Zona Americana había canchas
de tenis, campos de golf y piscina. En los cuadrantes de los
trabajadores existían canchas de fútbol y algunas de béisbol.
Una actividad que también se realizaba como pasatiempo era
el huaquerismo, en una región famosa arqueológicamente no
solo por sus esferas de piedra, sino también por la presencia
de oro indígena.
Los comisariatos en un inicio fueron manejados por
la Compañía. A mediados
de 1940, se podía comprar en el comisariato de
Golfito el arroz a ¢0,30 la libra, frijoles a ¢0,35, azúcar
a ¢0,30 y manteca a ¢1,80
la libra. Los productos alimenticios eran uno de los
principales gastos de los
trabajadores bananeros,
sobre todo si tenían una
familia numerosa.
Trabajadores en lucha
Un mundo con grandes diferencias sociales, genera
grandes conflictos sociales, y eso era el Pacífico Sur de Costa
Rica. Una región que se movía al ritmo de la Compañía Bananera, de cuya formas de operar en los países tropicales se
originó el irónico nombre de “Banana Republic”. Esta región
fue uno de los principales bastiones del movimiento sindicalista en Costa Rica, en donde destacaron organizaciones como
FETRABA, FOBA, FUTRA o la UTG. Estas organizaciones
vivieron persecución sindical, a veces con apoyo del Estado,
despidos de sus dirigentes sindicales, uso de estrategias desmovilizadoras de la Compañía, como la creación de sindicatos
blancos para contrarrestar a los sindicatos rojos; o como se
hizo en una época, uso de los arreglos directos entre patrono y
trabajador en lugar de convenciones colectivas para evitar negociar con los sindicatos. Un contexto de conflicto en donde
las organizaciones laborales también cometieron errores tácticos en las negociaciones y se vieron afectadas por la relación
de verticalidad con el Partido Comunista.
En un inicio los trabajadores no tenían derechos laborales, después la Compañía tuvo que acatar, aunque fuese
en parte, los estipulados en las Garantías Sociales y el Có-
Club de trabajadores, 1957. (Revista
Costa Rica de Ayer y Hoy)
Desfile previo a un partido de fútbol
en Coto, 1958. (Revista Costa Rica
de Ayer y Hoy)
22
Carro pagador en Coto a mediados de
la década de 1950. (El Pacífico)
El líder comunista Manuel Mora en
el Pacífico Sur. (Colecc. José de la
Cruz Obando)
digo de Trabajo de la década
de 1940. Es cierto que las
En las bananeras había
una diversidad de formas
condiciones laborales de la
de pago, estaban los saCompañía Bananera en el
larios mensuales, también
Sur eran mejores que las de
estaban los trabajadores
algunas de las fincas banaque laboraban por pieza
neras que se establecieron
y tarea, o sea, a destajo.
en el Atlántico a partir de la
Cuando se trabajaban
década de 1950. Pero, aún
horas extras eran llamaasí, los manchados o cabitos
das rojas, porque en el
(porque algunos trabajadoregistro eran anotadas en
res nicaragüenses habían
ese color.
sido cabos de la Guardia
Nacional) -como también se
les llamaba a los trabajadores bananeros-, experimentaban serios problemas laborales.
Motivos de protestas sociales fueron los conflictos por
los salarios, el irrespeto a los derechos laborales y las malas
condiciones de vida. Los trabajadores bananeros sufrían un
gran desgaste físico generado por agotadoras jornadas laborales de hasta 13 horas y algunos que trabajaban por contrato
eran despedidos a los tres meses antes de que adquirieran los
derechos laborales.
En la Bananera se dieron fuertes movimientos huelguísticos, donde los muertos y la represión no estuvieron ausentes,
en especial durante la década de 1950 y la de 1970. Se vivieron huelgas como la de 1952 donde se conquistó el derecho
de seguro contra accidentes de trabajo; la de 1955, la única
declarada legal; la del aguinaldo en 1959, cuando la Compañía no quiso pagarlo; o la de 1971, cuando se firmó la primera
Convención Colectiva de Trabajo. Otra huelga fue la de 1984,
movimiento de 72 días que le permitió a la Compañía justificar el abandono de la producción bananera en la región.
Del apogeo al abandono
Isaías Marchena, uno de los principales
líderes sindicales bananeros.
La Bananera en el Pacífico Sur repitió en 1985 lo que
había hecho cincuenta años atrás en el Atlántico, dejó a una
región y a sus habitantes en el abandono. Desde la década de
1950 la Compañía había iniciado un proceso de transformación productiva con la siembra de palma africana en Quepos.
Con el nombre de PALMATICA la Compañía produce este
aceite, materia prima de la Compañía NUMAR. El problema
es que ésta actividad solo necesita de una tercera parte de la
mano de obra que se ocupaba en una plantación bananera.
A mediados de la década de 1970 la Compañía empezó
a bajar su producción de banano y a aumentar el número de
hectáreas sembradas con palma africana. Desde 1956 la Compañía vio como la competencia aumentó cuando la producción
23
bananera volvió al Atlántico con la Standard Fruit Company y
después a mediados de la década de los sesentas con BANDECO y COBAL. Estas empresas, a diferencia de la Compañía,
se centraban en la comercialización, dejando gran parte de la
producción en manos de productores locales.
La Compañía también estaba enfrentando problemas
por el agotamiento de suelos, el alto costo del combate contra
las enfermedades y las elevadas cargas sociales si se comparaba con Ecuador donde la mano de obra bananera era mucho
más barata. Además, el principal mercado de la Compañía
era la costa pacífica del Estados Unidos, donde solo podía
colocar 10 de los 14 millones de cajas que producía al año, y
el resto, comercializado por el Atlántico, tenía un alto costo
en transporte.
La huelga de 1984, mal manejada por los sindicatos,
le dejó millones de dólares de pérdidas a la Compañía, pero
también fue el pretexto oportuno para que ésta abandonara la
actividad bananera en la región. El desempleo en la zona llegó
a duplicar la media en el país, la pobreza rondó por todas partes, muchos migraron en busca de trabajo, algunos poblados
se quedaron sin comunicación porque la Compañía levantó las
líneas férreas. Ante esto, el gobierno tomó algunas medidas,
como la creación del Depósito Libre de Golfito y el impulso de
proyectos productivos que no tuvieron mucho éxito.
A pesar de todo, las comunidades del Sur no se dan por
vencidas. Si en un momento de la historia trabajaron para
generarle riqueza a una gran compañía transnacional, es la
oportunidad de que lo hagan para sí mismas.
Palma africana en la zona sur.
Plantación de plátano de SURCOOP.
Trabajadores bananeros de Finca 7,
década de 1950. (Colecc. Henri Rojas)
24
Bibliografía
Aguilar, Marielos. Clase trabajadora y organización
sindical en Costa Rica, 1934-1971. San José:
Porvenir, FLACSO, ICES, 1989.
Autobiografías Campesinas. Heredia: Escuela de
Planificación y Promoción Social, Universidad
Nacional, 1977.
Cabral, Juan Carlos; Carcanholo, Reinaldo y Meton, Héctor. Algunos aspectos de la actividad
bananera en Costa Rica. Heredia: Fundación
Ebert-Cedal, 1976.
Camacho, Carlos. Configuración espacial y discurso
ideológico en el enclave bananero. Costa Rica:
Tesis de Licenciatura en Antropología Social,
Universidad de Costa Rica, 1982.
Cerdas, Ana Luisa. “El surgimiento del enclave bananero en el Pacífico Sur” Revista de Historia.
No.28. Julio-Diciembre 1993. Pp.117-159.
Contreras, Fernando. Evolución Histórica del Enclave Bananero en Costa Rica. Costa Rica:
Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad
de Costa Rica, 1974.
Corrales, Francisco y Badilla Adrián. El Paisaje
Cultural. Delta del Diquís. San José: Museo
Nacional de Costa Rica y UNESCO, 2005.
CSUCA. El universo bananero en Centroamérica.
Costa Rica: EDUCA, 1977.
“El Carguío” Costa Rica de Ayer y Hoy. No.7 JunioJulio, 1951.
Ellis, Frank. Las transnacionales del banano en
Centroamérica. San José: EDUCA, 1983.
Fallas, Carlos. Mamita Yunai. San José: Soley y Valverde, 1941.
Guido, Flora. La región bananera del Pacífico y su
influencia en la economía del país. Costa Rica:
Tesis Facultad de Pedagogía, Universidad de
Costa Rica, 1947.
Hernández, Carlos. “Del espontaneísmo a la acción
concertada: los trabajadores bananeros de
Costa Rica: 1900-1955.” Revista de Historia.
No.31. Enero-Junio 1995. Pp.69-125
Kepner, Charles y Soothill, Henry. El imperio del
banano. México: Ediciones del Caribe, 1972.
Marquart, Steve. “Pesticidas, pericos y sindicatos
en la industria bananera costarricense, 19381962.” Revista de Historia. No.47. Enero-Julio 2003. Pp.43-95.
Mendoza, Arnoldo y Zúñiga, Carlos. El movimiento
sindical costarricense en la década de los años
ochenta: El caso de la zona bananera del Pacífico Sur. Costa Rica: Tesis de Licenciatura en
Sociología, Universidad de Costa Rica, 1991.
Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. La historia del Pacífico Sur contada por sus pobladores. San José: MCJD, 1990.
Ministerio de Educación Pública. El cultivo del banano en Costa Rica. San José: Asesoría General de la Segunda Enseñanza, 1968.
Orozco, Omar. Historias de mi querido Golfito. San
José: Mirabell, 1997.
Popenoe, Wilson. Cultivo del banano en la zona
del Caribe. Serie de Agricultura No.113-114.
Washigton: Unión Panamericana, 1936.
Quesada, Miguel Angel. Entre silladas y rejoyas.
Viajeros por Costa Rica de 1850 a 1950. Cartago: Editorial Tecnológica, 2001.
Ramírez, Victoria y Quesada, Juan Rafael. Evolución
histórica de los cantones: Osa, Golfito, Corredores y Coto Brus. San José: MCJD y OEA, 1990.
Largaespada, Solmar. Desarrollo histórico del Cantón de Aguirre. Quepos. San José: Universidad
de Costa Rica, Cátedra de Desarrollo Económico y Social de Costa Rica, 1975.
Soluri, John. “Consumo de masas, biodiversidad y
fitomejoramiento del banano de exportación,
1920-1980”. Revista de Historia. No.44. Julio-Diciembre 2001. pp.33-66.
Soto, Moisés. Cultivo y comercialización del banano en Costa Rica. Costa Rica: Universidad de
Costa Rica, Escuela de Fitotecnia, 1981.
Stagno, Bruno y Ugarte, Jimena. Arquitectura en el
trópico. Enclaves bananeros en Costa Rica. San
José: Instituto de Arquitectura Tropical, 2003.
Valverde, Luis Alberto. Condiciones económicas del
obrero bananero costarricense (1955-1980).
Universidad de Costa Rica. Escuela de Trabajo Social, 1981.
Vindas, Francisco. Vocabulario del Banano. Costa
Rica: Tesis de Licenciatura en Filología Española, Universidad de Costa Rica, 1971.
Descargar