TEMA 5: DIOS PADRE, HIJO Y ESPÍRIU SANTO 1.- Nuestra experiencia 1.1. NUESTRAS PREGUNTAS Los cristianos mantenemos que el misterio de la Trinidad es el centro de nuestra fe. Un misterio que supone una compleja tarea de comprensión, pero que encuentra en la realidad humana su esencia y su explicación existencial. Fijémonos cómo lo presenta el Misal Romano, en su Prefacio de la Santísima Trinidad: “Con tu Único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor, no una sola Persona, sino tres Personas en una sola naturaleza. Y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo, y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad.” Leyendo este texto, tendríamos que detenernos en cada palabra y en cada frase, haciendo un esfuerzo intelectual que nos ayuda a aclarar la centralidad de nuestra fe. Pero, dada las limitaciones racionales, ¿cómo asimilarlo? ¿cómo comprenderlo? 1.2. EL TESTIMONIO DE LA PALABRA Y DE LA IGLESIA A Dios nadie lo ha visto nunca, el Hijo Unigénito que está en el seno del Padre, él nos lo ha revelado (Jn 1,18). La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo, esté con todos vosotros (2 Co 13,13). Por la gracia del bautismo “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la muerte, en la luz eterna (cf Pablo VI , Credo del 2.- La propuesta de la Fe 2.1. QUIÉN ES DIOS PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO Jesucristo dio a conocer la verdad a los Doce paso a paso. sí mismo al Eterno Hijo de Dios. Al final de su ministerio, prometió Divina, el Espíritu Santo, en su lugar. Finalmente después de su términos explícitos, enviándolos: "id y enseñad a todas las del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,18). Primero, les enseñó a reconocer en que el Padre enviaría otra Persona resurrección, reveló la doctrina en naciones, bautizando en el nombre Compendio núm. 48: “La Iglesia expresa su fe trinitaria confesando un solo Dios en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las tres divinas Personas son un solo Dios porque cada una de ellas es idéntica a la plenitud de la única e indivisible naturaleza divina. Las tres son realmente distintas entre sí, por sus relaciones recíprocas: el Padre engendra al Hijo, el Hijo es engendrado por el Padre, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo”. Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, nos mostró este misterio con su propia vida. Él amaba desde el Padre, e invitaba a ese amor a todos, por ello nos dejó al Espíritu Santo que es quien sigue moviendo los corazones en la Iglesia para que se cumpla el mandamiento nuevo y el Padre Nuestro. San Agustín, gran filósofo y teólogo, “estrujándose” la cabeza para comprender este misterio, lo intentó plasmar humanamente de una forma sencilla e inteligible, mostrando que el misterio de la Santísima Trinidad constituye un nudo de relación, donde el Padre es el amante, el Hijo el amado y el Espíritu Santo el flujo de amor entre el Padre y el Hijo. Es decir, el Padre derrama su amor sobre el Hijo, se siente amado incondicionalmente, y éste acoge este amor y responde amando, y así se produce esta relación recíproca que es el Espíritu Santo, cuyo don más preciado es el amor. De ahí el mandamiento del amor realizable desde el Espíritu Santo. Podríamos hacernos una imagen de la Trinidad: imaginemos tres fósforos. Los encendemos. Ahora unimos las llamas. ¿Cuántas son? Una sola. ¿Cuántos fósforos hay? Tres. En la Eucaristía, el sacerdote canta la aclamación cristológica: “Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén”. 2.2. LA ESTRUCTURA DEL CREDO El Credo (también llamado Símbolo de la Fe) se divide en tres partes: primero habla de la primera Persona divina y de la obra admirable de la creación; a continuación, de la segunda Persona divina y del misterio de la Redención de los hombres, finalmente de la tercera Persona divina, fuente y principio de nuestra santificación. En el relación del “Hijo Único “Esta síntesis de la fe no ha sido hecha según las opiniones humanas, sino que de toda la Escritura ha sido recogido lo que hay en ella de más importante, para dar en su integridad la única enseñanza de la fe” (S. Cirilo de Jerusalén, catech. ill. 5, 12). Credo se habla de la Hijo con el Padre: de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos.” Y del Espíritu Santo: “que procede del Padre y el Hijo”. Porque es igualmente Dios se añade que “recibe una misma adoración y gloria”. 3- Reflexión y Diálogo ¿Cómo entiendes el misterio de la Santísima Trinidad? ¿Cómo plasmarlo en palabras y obras? ¿De qué manera estamos viviendo en nuestras parroquias, movimientos, comunidades, este misterio de relación? ¿Cómo podemos bañar nuestras relaciones de amistad, de trabajo, de familia, con ese amor, esa relación íntima de la Trinidad? 4.- Desde la Fe respondemos 4.1. PROFESAR LA FE Comprobar que la estructura del Credo tiene tres partes dedicadas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo respectivamente, tal como lo recitamos. Rezamos juntos la oración Gloria al Padre.., pausadamente, fijándonos en la alabanza a cada una de las Personas de la Santísima Trinidad. 4.2. HACER VIDA NUESTRA FE El Padre nos amó tanto que envió a su Hijo y él al Espíritu Santo, de forma que estuvieran para siempre con nosotros. Hacer revisión de nuestras relaciones con los demás, concretando modos de amar como Dios nos amó a nosotros en la Santísima Trinidad. 4.3. CELEBRAR LA FE Escuchar con especial atención la aclamación cristológica, respondiendo Amén recordando que al responder así decimos al Misterio de la Trinidad “Así sea”. Participar activamente y con alegría, como testimonios, en los bautizos, que se realizan “en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. 4.4. ORAR CON LA FE “Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén”