Helena Eurípides (484-406 a.C.) “Es de los pocos dramas euripideos de data conocida: 412 a.C., según sabemos por unos escolios a las Tesmoforiantes de Aristófanes (vv. 1012 y 1060-1061). Frente a la versión mítica usual de que Helena fuera la causante de la guerra de Troya y de todas las desgracias ulteriores, varias voces literarias se levantaron entre los griegos. Estesícoro, en su Palinodia (Fr. 192-193 PMG) dice que no fue Helena, sino un similacro de ella, lo que llegó a Troya. Heródoto (II 112-120) recoge la noticia de que Helena había permanecido en Egipto con el rey Proteo, que se la devuelve intacta a Menelao cuando éste regresa de Troya. Eurípides asume parcialmente esas versiones míticas anteriores y aporta muchos elementos propios. Helena, en resumidas cuentas, no ha ido a Troya, sino que se ha quedado en la corte de Proteo, rey de Egipto. Ha disfrutado de su protección durante diecisiete años, pero, muerto tal rey, su hijo Teoclímeno la asedia y requiere en amores. Se ve obligada a refugiarse en la tumba de Proteo. En tal punto comienza nuestra pieza. El prólogo lo inicia Helena. Vive en el palacio de Proteo, adonde la llevara Hermes envuelta en una nube. Se presenta Teucro que habla de Troya y de la desaparición de Menelao. En el episodio primero aparece Menelao, náufrago revestido de harapos. En un segundo prólogo refiere cómo ha llegado hasta allí y ha salvado a su esposa, a la que ha ocultado en una gruta. (El espectador es consciente de que se trata de una falsa Helena). Se entera de que Helena mora en palacio, gracias a las palabras de una anciana. El siguiente episodio (vv. 528-1106) recoge el reconocimiento mutuo de los esposos y la preparación de la huida, con la ayuda de Teónoe, hermana de Teoclímeno y célebre profetisa. En el episodio posterior Helena se presenta con un falso náufrago, que en realidad es Menelao, hace creer a Teoclímeno que ha cedido y que ya lo ama, y le sugiere que, muerto Menelao, conviene ofrecerle los ritos debidos: sepultar en el mar un peplo vacío arrojándolo desde una nave situada a cierta distancias de la orilla. Tras otros sucesos, un mensajero (vv. 1526-1618) informa a Teoclímeno de la huida de los esposos. Éste, al saberse traicionado, quiere matar a Teónoe, pero aparecen como dei ex machina los Dioscuros, hermanos de Helena, calman al rey Teoclímeno y dan una explicación etiológica: Helena, tras morir, será una diosa y Menelao pasará a la isla de los Bienaventurados. Mucho se ha escrito sobre si estamos ante una verdadera tragedia. En verdad la unidad trágica se resiente: los motivos míticos se amontonan, la ironía trágica es evidente, los dioses aparecen, pero su intervención en la acción dramática es mínima. Es el azar, la fortuna (Týchē) lo que ocupa el lugar primordial en el curso de la acción. El hombre no es víctima de los designios divinos, ni se empeña en realizar su voluntad a toda costa, sino que, más bien, resulta ser juguete del azar. En la estructura dramática, especialmente en la distribución del reconocimiento y la intriga, hay gran semejanza con la tragedia antes estudiada (sc. Ifigenia entre los Tauros). En ambas, Eurípides rompe, de cierto modo, con la vieja concepción de lo trágico, abriendo nuevas vías a la creación literaria. La importancia del amor y de la vida individual, el tema del doble, la princesa prisionera y luego liberada, la mujer alejada de su esposo, la separación de los amantes, en suma, son motivos literarios de elevado rendimiento en la literatura helenística e imperial, como bien puede comprobarse en los temas dilectos de la Novela. Por otro lado, Eurípides muestra en esta pieza su pacifismo, quizás como alegato literario contra las calamidades de la terrible guerra del Peloponeso. Si leemos los versos 1151 y ss. nos convencemos de que son del todo inútiles las guerras, las discordias sin fin entre ciudades y la efusión de sangre humana. Aristófanes en sus Tesmoforiantes (411 a.C.) parodió en no menos de 72 versos nuestra obra. Cita 12 versos textualmente y 10 parcialmente. La Comedia Media utilizó con frecuencia el mito de Helena. El cínico Diógenes de Sínope hizo una parodia trágica de tal tema literario. Goethe tomó diversos motivos en su Fausto. En nuestro siglo E. Verhaerens le sacó partido literario (1910) y R. Strauss (1928) escribió una famosa ópera sobre tal mito.” Juan Antonio López Férez Historia de la Literatura Griega Cátedra. Madrid. 1988, 370-371