historia de venezuela

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LIBRO DONADO POR:
T X jS k S a J Ù M
RESUMEN
D JJ L A
HISTORIA DE VENEZUELA.
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RESUM EN
DE LA
HISTORIA DE VENEZUELA
D ESDE E L AÑO D E
-1797
1850,
H ASTA E L D E -
POR
RAFAEL MARIA BARALT Y RAMON DIAZ.
TIEN E AL FIN UN ¡ÍR E VK BOSQUE/O HISTÓRICO QUE COMPRENDE LOS A-ÑO3
RE
i 831
HASTA
1837.
A caso el m o m e n to e n q u e 'lo s a c to re s (do u n a r e v o lu c ió n )
van á e x p i r a r , es el m as p r o p io p a ra e s c r ib ir la h is to r ia ,
p u e s e n ló n c e s se p u e d e re c o g e r el te stim o n io d e ello s sin
p a r tic ip a r d e to d a s su s p asio n e s.
M. A. T u i e r s , H istoria de la revolución francesa.
TOMO PR1MEKO.
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i
PARIS
I M P R E N T A D E H. FOURNIER Y COMP'S
CALLE P E SÀINT-BENOIT , í\0 7.
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RESUMEN
DE
LA
HISTORIA DE VENEZUELA.
ANOS DE 1 7 9 9
4 IS IO ,
No entran en el plan de n atu raleza las proporciones desm edidas
de sus seres, pues tiene todo en ella tam año lijo así en el orden
m o ra l, como en el físico; p or m an era que u n a nación acrecida
con las conquistas m as allá de sus lindes p ro p io s, es u n m o nstruo
político q ue perece luego. ¡ C uánto mas aquellas que hicieron ad ­
quisiciones , no de tierras adyacentes y contiguas , sino de lejanos
paises separados de ellas por inm ensos m ares allá en m undos nue­
vos 1 La E spaña, q u e despreciándolos consejos del ilu stre Jim énez
de Cisnéros , prefirió la América d istan te á la vecina B erbería : la
E spaña que apreció en m as el oro y p lata dei P erú y de Méjico que
la conservación del P o rtu g a l, se hallaba en este caso. Sus posesio­
nes coloniales, veinte y seis vezes m ayores q u e su propio territo rio ,
m as estensas que las británicas ó ru sas en el Asia , eran u n a mole
inm ensa que sus hom bros debilitados por la edad y los achaques
no podian sostener p o t m ucho tiem po. Cómo d u ró sobre ellos tan ­
tos años sin ejércilo y m a r in a , sin frutos ni m anufacturas p a ra
cam biar sus p ro d u ccio n es, es lo que causa verdaderam ente adm i­
ración y pasm o ; si no es que reflexionando en los m o tiv o s, halla­
m os m as ocasion p ara indignarnos que para sorprendernos.
HIST. JIOD.
Pues ¿ qué fue lo que im pidió p o r siglos u n a revolución refor­
m adora en América ? La despoblación, efecto de u n a ind ustria es­
casa y del comercio esclusivo : la falta de com unicaciones interiores
que aisla las com arcas: la ignorancia que las em b rutece y amolda
para el yugo p e rp e tu o : la division del pueblo en clases que diver­
sifican las costum bres y los intereses : el h ábito morboso de la ser­
v idum b re , cim entado en la ignorancia y en la superstición reli­
giosa, ausiliares indispensables y fieles del despotism o : la cátedra
del Evangelio y los confesonarios convertidos en trib u n as de doctri­
n as serviles : los penin su lares revestidos con los prim eros y los m as
im portantes Cítrgps,da la república : 'los am ericanos escluidos de
e llo s , ño por las le y e s. sino por la política m ezquina del gobierno.
Política por cierto m enos hábil de lo que generalm ente se lia creí­
do (I) : que se reducía al principio cómodo y fácil de no p ro d u ­
cir para no tener que c u id a r; y cuyo resultado fué prolongar la
dependencia p ara hacer mas larga y sangrienta la separación.
La historia de esta es la que ahora va á o c u p arn o s; arduo y
magnífico argum ento que será desem peñado algún dia por hábiles
plum as , y que no es ni puede ser en la nuestra sino u n débil y des­
colorido bosquejo. V ariada y continua sucesión de triunfos y reve­
ses : glorias, errores y m iserias propias y ajenas : héroes que brillan
y desaparecen : otros que usaron la espada con que levantaron el
edificio p ara m inarlo y d estru irlo : el m ayor de todos leg islad o r,
so ld a d o , creador de n a c io n e s, derribado por la v oluntad de sus
conciudadanos : leyes y gobiernos que se suceden u nos á otros al
compás de las revueltas civiles : e n lin , el grande y nuevo espectá­
culo de u n pueblo que conquista la libertad ántes de com prenderla
y que se forma p ara ella en las batallas, req u ieren otro pincel y mas
am plio cuadro que aqueste hum ilde y reducido.
C aram ente com pran las naciones sus m ejoras cuando obtienen
estas por m edio de la fuerza , pues las revoluciones que purifican
y fecu n d an , tam bién p o r largo tiem po trastornan , dejando en la
sociedad hondas cicatrizes q ue.despues se m iran con espanto. Todo
cambio en el orden de Io^ pueblos lleva consigo u n a pena, que es
roayor..á proporciop que el gobierno derrib ad o cuenta mas años
d e,existen cia; siguiendo en esto como en todo.la asociación hum ana
una«regla constante de la naturaleza. Nada de lo .que existe perece
sin d o lo r„ y así ¡ cuantas c o stu m b res, cuántos in te rese s, cuántos
sentim ientos y esperanzas no se oponen al aniquilam iento ó m odi-
ficacion de un sistem a q ue las favorecía ! Y p or esto sucede q u e las
innovaciones victoriosas no- alcanzan jam as á- destru ir com pleta­
m ente y por sí m ism as los efectos q u e p rodujeron-las prácticas an ­
tiguas. El tiem po y ’solo el- tiempo es el' que puede perfeccionar la
o b ra de lás revoluciones, sustituyendo léi á l e i , costum bre á cos­
tu m b re , sentim iento á sen tim ien to ; pues q u e rer d estru ir ju n to con
los abusos á los hom bres que los m antienen , es hacer im posible el
triu n fo , que n unca es completo si 110 10 acom paña la m oderación ,
y ren u n ciar á la gloria útil, quo no puede existir; sin la clemencia.
Pero antes que la sociedad se regenere hai u n período de verdadera
confusión en q ue m ezcládb 16 antiguo y lo m oderno liasta el m o ­
m ento- de c o n fu n d irse, hierven , se agitan1y combaten ; período
difícil que-tiene d e 'g u e rra y de paz, y e n que el partido vencido
se deBénde del vencedor , no ya en-el^fcampo de'batallá , sino en el
seno mismo de la sociedad q u e le p ertenecía. Esa época sordam ente
a g ita d l es la qtfepOne á prueba lá m ayor sab id uría de u n gobierno,
pues en ella es- donde se forman* los proyectos, m onstruosos, las
leyes inicuas con que se abusa dél triu n fo y los rencores que p e r­
p etú an la cru eldad : de ella salen los asesinatos ju ríd ic o s, los de­
güellos en las p risio n e s, las calificaciones odiosas; y e lla , en fin ,
ó deja la sociedad dividida en bandos irreconciliables , ó p rep ara
el'dom inio esclusivo de un partido , mas cru el siempre que el de
u n hom b re solo. Y1de aq uí viene que siendo m ui difícil de suyo la
em presa de escribir una h isto ria, es dificilísim a la de escrib ir la
d e 'u n pueblo recientem ente conm ovido; po rq ue los hechos que se
som eten al juicio de las gentes fu tu ra s pasan p or los ojos in te re ­
sados de las p resen te s, e n tre elogios exagerados , críticas in ju stas,
envidias y v én gan zasí Mas ¿ qué im porta-? E studie y m e d ite los su ­
cesos el!historiador, con calma- y se re n o , como si pertenecieran á
las rem otas edades, y él lós viera desde lá brilla del sepulcro : no á
pretesto de ostentarse im parcial riegue á diestro y siniestro ver­
d ad es'in ú tiles y am argas que m anchen lás familias ó tu rb en el re­
poso publicó-, p rim e ra de los bienes-despues d e la libertad : aparte
la'vista d é riá ú re l1, d e la toga , ‘d e l'p o d é r .y d e l-o ro ; y no vea en el
g ú é rre ro , en e E ro á g is tra d ó /e n -e l’ p repotente y en el rico -sin o
hom bres m as ó m énos'dignoV de'estim a*, según que« supieron mas
ó rn en o s ser ú tilé s 'y graíidéV: no sé entusiasm e sino p or lá v irtu d :
no-quem e incienso-sino e'ñ el a ra de lá p a tria ': no diga en fin como
.Yoltaire al m u erto la verdad "y. m iram iento a f vivo-, sino verdad
compasiva al que cubrió la tu m b a , v erd ad terrible , tronadora al
que vive y oprim e. Esto haga y d uerm a tran q u ilo , porque si peca,
no será por erro r del corazon , sino del entendim iento.
Y
ahora volvamos á nuestro asunto p rin c ip a l, indagando qué
causas p ro d u jero n la revolución política de V enezuela, y cuáles
fueron sus obstáculos y sus efecios.
Personal y m ezquino resentim iento contra los ingleses y desacor­
dado carino hácia los deudos propios fuero n el origen de aquel tan
famoso cuanto desgraciado pacto de fam ilia e n tre la Francia y la
E sp a ñ a , por el que separándose Cárlos 111 del sislem a de n e u tra li­
dad q u e habia sido el blanco del gobierno p re c e d e n te , se mezcló
eu las reyertas de las cortes de San Jám es y de Versálles. El fué el
q ue produjo la cooperacion que dió España de acuerdo con la F ran ­
cia á la em ancipación política de la A m érica-británica, la p rim era y
m as p -di-rosa de las repúblicas del N uevo-M undo. ¡ Cosa singular !
Los dos ausiliares mas grandes de la revolución de los E stadosUnidos e ra n príncipes apegadísimos al d espotism o, y sus estados
fueron lo s prim eros que se resintieron del influjo de la n ueva po­
tencia que habian co ntribuido á crear y engrandecer. Las teorías
políticas del siglo x v m , realizadas tan b rillantem ente en aquel
p u e b lo , con tribuyeron m ucho , en efecto , á la revolución que
costó á Luis XVI el cetro y la vida ; y el levantam iento é indepedencia de las posesiones españolas en A m érica, reconocen p or causas
principales el ejem plo de lib ertad que con sus propias m anos les
ofreció Cárlos 111 , el abandono en q u e q uedaron po r efecto dfe la
g u erra y las represalias inglesas.
M inistros previsores é ilustrados conocieron con anticipación el
m al y aun aconsejaron el rem edio. El conde de Aranda habia fir­
m ado como plenipotenciario español et tratad o de j 7 8 5 , por el cual
se Teconoció la independencia de los Estados- U nidos, y de vuelta
á la P enínsula dirigió á Cárlos III u n a esposicion en que deploró
los efectos que iba á pro d ucir la em anicipacion de aquella co lo n ia ,
y predijo su fu tu ra prepotencia. Juzgábala tan azarosa á la conser­
vación de las posesiones españolas, q u e aconsejó al rei el despren­
derse de ellas en favor de tres infantes de su fam ilia, que serian
reyes de M éjico, del Perú y de C o sta-firm e , reservándose el títu lo
de em perador y la posesion de C u b a , de Puerto-R ico y de algún
otro te rrito rio , p ara q u e sirviesen como de escalas y factorías al
com ercio español. Este p artid o propuesto en o tro tiempo á Fe­
lipe V por el ingeniero francés Vauban , fue corno entonces d e­
sechado.
Tanto mas estraiía era la conducta de la m adre p a tria en este
p u n to , cuanto que no era desconocida por aquel tiem po en las co­
lonias la idea de insurrección , y quizas ni au n la de independencia.
Desde la época de los conquistadores se m anifestaron m ui clara­
m ente u n a y o tra en el P erú . E rcilla cantó en versos elegantes la
fam osa rebelión de los araucanos en el siglo x v i , y á principios
del x v ii sucedió en Potosí el alzam iento de Alonso Ibáiiez procla­
m ando libertad. Los indios ch u n c h o s, habitadores de las altas m on­
tanas de los Andes y confinantes p or el oriente con las provincias
peruanas de Tarm a y Jauja , to m aro n las arm as en 1742 y pusie­
ron al virei en grande apuro : de resultas m uchas familias de la
tribu quedaron desde entonces sustraídas de la obediencia del go­
b iern o . Y e n -1765 la? sublevaciones de M éjico, de Quito y de
Puerto-R ico fueron tan graves, como que las autoridades se vieron
depuestas y m altratadas en los dos prim eros lu g ares, y en el otro
quedó destruida la factoría real de tabacos.
D urante esa mism a gu erra en que Cárlos III daba lecciones de
insurrección á sus c o lo n ias, tu v o sobre la tranq uilid ad de estas el
gobierno serios motivos de alarm a. F u era de la conspiración del
Socorro en 1791 , descubierta y prontam en te sufocada, de otras
conmociones del m ism o género en la Nueva G ranada y tam bién en
Méjico , o currió el mismo año la de O ruro en el P erv í, en que T u pac-A raaro, descendiente de los antiguos em peradores del p a i s ,
allegó u n grande ejército proclam ando lib ertad de gabelas y servi­
cios personales. En realidad este m ovim iento y m uchos de los refe­
ridos carecían de tendencia republicana, y no tenían m as objeto que
desprenderse del trab ajo de las m inas y de o tras cargas o n ero sas;
pero no era difícil p rev er que en ánim os tan bien dispuestos á la
desobediencia germ inaría fácilm ente la sem illa del ejem plo , m ayor­
m ente cuando los medios em pleados p ara sufocar aquellas rev ueltas
eran , m as que p ara e so , servideros p ara p rep arar otras nuevas.
T upac-A m aro, p or ejem plo , vencido p or el general español Don
José del V alle, fue hecho prisionero y pereció eú el suplicio con
toda su fam ilia , escepto u n sobrino suyo llam ado Diego, que logró
escapar (2).
Despues de la contienda fueron frecuentes los avisos de los vireyes
del P erú , Méjico y Santafé, particip an d o á la corte que en la ca-
»beza.de los americanos empezaban a ferm en tar principios de lib er­
tad peligrosísimos á la soberanía de España. Y cuando á p e s a r de
estos hechos y de infinitas autoridades respetables q u e en apoyo de
ellos pudieran citarse , se quisiese aun negar el influjo que a tr ib u i­
m os al paso de C irios I I I , forzoso será convenir p or lo ménos en
q u e e! gobierno español escitó por sí á la independencia su sv a sta s
posesiones del continente am ericano, haciéndolas su frir los horrores
d e « na gu erra devastadora (5).
Cárlos IV 110 corrigió los errores de su antecesor ; ántes bien en
su reinado de triste y vergonzosa recordación p ara E sp a ñ a , se aceleró la época d e la em ancipación am ericana. V erdaderam ente el
estado del reino á su advenim iento al trono 110 e ra nada lisonjero.
El espíritu de reform as é innovaciones que atorm entaba la Francia
y a u n empezaba ya á agitar la P en ín su la, de ta l suerte liabia a te r­
rad o á Cárlos 111 y sus m in istro s, q u e asustados d e J a m archa se­
guida hasta e n to n c e s, suspendieron las reform as hechas en varios
•ram os de la adm inistración p ú b lica, y dedicaron todos sus cuida­
dos á m an ten er una som bría y rigorosa vigilancia en el in terio r del
E stado. La nación estaba exhausta , y u n a d euda enorm e , fruto
am argo dé las g u erras-an terio res, .gravitaba sobre ella. En estas
'circunstancias fué cuando C árlos'IV ,-en edad ya m a d u r a , con no
vu lg ar in stru c c ió n , recto , pero d é b il, subió al solio de sus m ayo­
r e s , acom pañado del conde de F lo rid ab lan ca, célebre m in istro de
su padre y á;q u ien este al m o rir le había recom endado.
El nuevo so beran o , incapaz de tener voluntad propia , siguió el
-impulso, d el reinado a n te rio r en Ja dirección -de los negocios \ ó ,
»mejor d ic h o , F lo rid ab la n c a, enemigo de los ingleses y p artid ario
ac é rrim o del poder absoluto, guió estos por la m ism a senda. Mas
á poco los sucesos de Francia h u bieron d e m o d iü c a r la diplom acia
de su vecina y aliada. La íovolucion que andando el tiem po d eb ia
’tra sto rn a r todas las1nacio n e s, se avanzaba triu n fan te y am enaza­
d o ra, nialiiiriendo-los privilegios y1linajes : los decretos de la asam ­
blea con stituy en te'privan de sus bienes y preem inencias al clero
•y la nobleza : ia «m igración empieza : Luis XVI restituido á Paris,
de donde se habia fugado, acepta en 1791 u n a constitución en­
teram en te dem ocrática q u e no deja al trono sino una tsn u e
som bra de p o d e r: en fin , una g u erra terrible se p rep ara en tre d ó s
principios viejos y otros nuevos en q u e se proclam a la lib ertad en
m edio dedos h o rro res de la an arq u ía.
Ligado el gobierno de España al de Francia desde la guerra de
sucesión por vínculos de alianza y parentesco, y , gracias á los
Barbones, distinguido entre los mas enemigos de la libertad raeio'íial de los pueblos, no podia quedarse espectador tranquilo de un
movimiento que dislocaba el antiguo orden de cosas , y que acaso
preparaba á los reyes una triste lección en la persona de Luis X.VI.
Floridablanca se disponía para la guerra, y sin dúdala habiia lle­
vado á efectoicon el carácter duro y tenaz que le era propio, sin
su caida del ministerio en 1792.
Ocupó su lugar el conde de Aranda, su rival, bien conocido eu
Espalia por su gran capazidad , por la espulsion de los jesuítas.,
siendo ministro de Cárlos III y por algunas tentativas contra la in­
quisición. Este sugefo habia sido muchos años embajador de España
en la corte de Francia , y era amigo de los filosofes y enciclopedis­
tas,; por lo cual se creyó que su elección seria del gusto de los.revolvedores de Paris. En efecto, la buena inteligencia se restableció
entre los dos reinos vecinos, y Luis XVI cediendo al impulso de uua
.revolución que apenas comenzaba, escribió de su puiio y letra á Cár­
los IV una caria en que le manifestaba su sincera adhesión al pació
político y la necesidad de conservar la paz, como única garantía de
sosiego para la Francia, y de seguridad para su corona. Y como en
aquellos momenlos el Austria y la l’rusia se aparejaban ála guerra^
suplicaba á su real deudo desechase la política hostil de las otras
cortes y cotí su influencia y mediación le ayudase á manlener la
tranquilidad, objeto predilecto.de sus votos y esfuerzos. Que hu­
biese podido tomar y conservar España esta actitud conciliadora
entre principios é intereses tan opuestos.como los de la antigua
monarquía y las doctrinas democráticas de la revolución francesa,
es dudoso, aun suponiendo que Luís hubiese continuado en él
trono; mas no puede negarse que entonces le convenía una estricta
neutralidad para con iodos , y que este plan era el que Aranda se
proponía seguir., por lo menos hasta que lo permitiesen los sucesos.
Pero este .ministro no era amado de la corte ni del pueblo. La pri­
m era temia de él que se hiciese campeón de las nuevas ideas y las
introdujese en España ; y el otro recordando sus opiniones filosó­
ficas y sus amistades, manifestaba menos repugnancia.por la guerra
que por la herejía de que.parecía estar inficionado. Entre tamolOs
acontecimientos se sucedían allende los Pirineos con una rapidez
espantosa. Jll.ejército austro-prusiano penetró en Francia precedido
de uu manifiesto áiap ar que imprudente furibundo, en que el duque
de Brunswick, su jefe, se permitió algunos desahogos contraía
revolución francesa y sus secuazes. En mala hora fue y peor sazón,
porque exasperados los revolvedores, acometieron el palacio real
eH 0 de agosto de 1792, pusieron preso en el Temple á Luis XVI,
degollaron en los primeros dias de setiembre á los presos por opi­
niones políticas, proclamaron la república eu un congreso nacional
reunido al intento y llamaron á las armas al pueblo francés. Los
prusianos vencidos en Vaimy, los austríacos en Gemape , el Rin
Lasta Maguncia ocupado , conquistada la Bélgica y el territorio
libertado de enemigos, probaron d la Europa consternada que la
Francia, lejos de haberse debilitado con sus desórdenes, era un
gigante frenético cuyos arrebatos terribles amenazaban de muerte la
propia vida y la ajena.
La prisión de Luis XVI determinó por un momento la política de
España. Aranda fue despedido ; pero la neutralidad que aconsejaba
se adoptó y propuso á la Convención, á trueque de salvar al mo­
narca, despues de haber solicitado inútilmente á la Inglaterra para
que se uniese á la política de España. La conducta de la corte de
Madrid en la ocasion presente es tanto mas digna de elogio, cuanto
que sola entre los gobiernos europeos manifestó por el desgraciado
rei de Francia una simpatía generosa en que no tenia parte el vi­
llano Ínteres de negociar con su desgracia. Pero todo fue inútil, por­
que según parece un gran crimen era necesario á los autores de la
revolución para fijar el carácter de esta, y constreñir al pueblo á
seguir sin vacilar un solo y amplio camino. Luis XVI pereció en el
cadalso, y España é Inglaterra unidas declararon la guerra á la re­
pública ; guerra imprudente de parte de la primera, pero en la que
Carlos IV se comprometió siguiendo por la primera y única vez el
impulso del pueblo. Lleno este de indignación al saber la muerte
del bueno y desgraciado jefe de la casa de Borbon, levantó un grito
general de venganza que resonó en todas las ciudades y arrastró al
rei mal su grado á la lid en que iba á entrar toda la Europa (-V).
No nos incumbe referir los sucesos varios de esta guerra desgra­
ciadísima para España, y que terminó en 1795 por la deshonrosa
paz de Basilea. Carlos IV viendo á los austríacos arrojados al otro
lado del R in, y que la Prusia se arreglaba con los franceses, sin
contar para nada con sus aliados, desistió de proseguir una guerra
caballeresca y ruinosa que sin objeto alguno consumía las fuerzas
nacionales. Mas el escarmiento sobrevino despues de grandes desas­
tres de que se aprovechó la Francia republicana para obtener la
cesión de la parte española de Santo Domingo, conquista primera
de Colon en América. Este tratado valió el título de Príncipe de la
Paz al ministro y favorito de Cárlos IV Don Manuel Godoy, nombre
que desgraciada y vergonzosamente figura en todo el reinado de
aquel príncipe , y que los españoles asocian con justicia á la ruina
de la monarquía. Era este Don Manuel descendiente de una familia
ilustre de Estrem adura, y cuando no se le conocía aun sino como
guardia de corps de los monarcas, habia ya ganado el afecto entra­
ñable del rei y de la reina. El hombre que debia amancillar el ho­
nor de Cárlos IV fue amigo de él desde que este era príncipe de
Asturias ; y Cárlos III, previendo acaso el mal de España y el de
su hijo juntamente, le desterró de la corte, á la que volvió despues
de su muerte. Igualmente débil é indolente que Juan II, no tuvo Cár­
los IV como aquel rei de Castilla la fortuna de poner su cariño en
objeto merecedor y digno. Godoy era sin duda gentil y apuesto en la
persona, punteaba la vihuela con primor y montaba bien y linda­
mente á caballo. En eslo y en la ambición insaciable é indecorosa
de valido semejaba por cierto á Don Alvaro de L una; pero por lo
que toca á la intrepidez, habilidad é ingenio, no puede ni siquiera
mencionarse al príncipe de la Paz, cuando se hable del famoso con­
destable de Castilla. Ni la historia antigua ni la moderna presentan
sin embargo ejemplo alguno de un valimiento tan constante, tan es­
candaloso y tan poco merecido. Pero basta de Godoy, y solo añadi­
remos que desde la caida*de Floridablanca y de Aranda, presidió sin
rival en el Consejo de España y fué realmente el monarca.
Por una inconsecuencia fácil de esplicarse con el deseo que tenia
Godoy de conservar á toda costa su tranquilidad, su favor y sus pla­
ceres, compró Cárlos IV la amistad de la república francesa al pre­
cio de una alianza monstruosa en que se renovaron las basas del
antiguo pacto de familia. Este fué el tratado de San Ildefonso, fir­
mado el -18 de agosto de 1796, siendo plenipotenciarios el príncipe
de la Paz y el ciudadano Perignon. Verdad es que la Inglaterra,
contra la que esclusivamente se dirigía el convenio, habia hecho
traición á los españoles en Tolon ; que en -1794 habia tratado con
Jos Estados-Unidos de América con agravio de los intereses de la Pe­
nínsula ; qué hacia activamente el contrabando en las costas de
España ; que no cesaba de infestar las de la América del S u r, or-
— 40 —
ganizando el fraude y corrom piendo á los naturales del pais. i ’ero
jao fue en venganza de estos agravios ni p a ra (precaver otros nuevos
q ue la corte española se hizo esclava del D irectorio, poniendo á su.
disposición las fuerzas del p u e b lo y la voluntad del.m onarca.,Fu,é
porque exhausta y desorganizada con la gu erra pasada, no podia
resistir al ascendiente de su pujante v e c in a ; .porque Godoy sobre
.todo am aba la paz y no se cuidaba para ello de que fuese desven­
tajosa ; y aun p orque, según se dice., le dio el D irectorio esperanzas
.de colocar en el trono de Luis XVI u n o de los .príncipes de la dinas­
tía. española.
Sea de esto lo que f u e r e , la nación conducida de erro r en erro r
p o r u n favorito ignorante, sufrió a h o ra de los ingleses.m ales por Jo
m enos iguales á-los que le habían hecho los franceses, til desgra­
ciado com bate naval del Cabo de San Vicente, u n déficit,horroroso
de las rentas públioas, las derram as, que son u n a consecuencia ne­
cesaria de la pobreza del era rio , m uchos desastres reales en m edio
de uno que otro triun fo .mas glorioso que ú til, y la pérdida d e .la
isla de Menorca en Europa y la.de T rinidad en América, fueron los
fru tos principales de la g uerra empezada en 4 796 y concluida eu
4 802 por el tratado de A m iens, que .aseguró á la In g laterra la po­
sesión definitiv-a de la s e g u n d a ; y,esta isla fue ¡precisamente el ar­
senal de donde salieron las arm as q u e a rreb ataro n á España su co­
lonia de Venezuela, como lo verem os ahora m ism o.
En m edio del entusiasm o que m ostró la generosa nación espa­
ñola para re c h a z a rá los franceses de su territo rio en la época de la
g u e rra contra la república, era fácil ver que las ideas rep u b lican as
ferm entaban en m uchas cabezas y corazones p e n in su lare s, llenos
de fuego y energía p or una p a r te , é indignados por o tra de la d e­
bilidad del m o n a rc a, de la im pudencia del valido y.del sum o des­
a c u e rd o con que se prolongaba aquella inú til y desastrada conlien,da. Esta disposición de los espíritus, fom entada por la F rancia, n o
paró en m eras.palabras. Form áronse ju n ta s republicanas y de estas
se pasó ó tram ar-un a conspiración formal que debía estallar el día
de San Blas, 5 d e febrero d.e 4 7 9 6 , y .cuyo objete era d e rrib a r 'la
jjvonarquía y p o n e r en lugar suyo un gobierno dem ocrático sem e­
ja n te a l q u e entonces gobernaba , ó , m ejor d ich o , tiranizaba á la
-Francia. El plasto-señalado áila rev«kitíion era 'largo, y p or una to r­
peza verdaderam enle sin gular s e ’escogió p ara llevarla á cabo el
tiem po en que Carlos ¡IV había hecho-,ya la.paz.eon lairepública.^El
— t i ­
pian fue descubierto , y sus a u to re s, .condenados á m u erte como
reos de alta tra ic ió n , -debieron la ^ id a .á la .intercesión del em baja­
d o r francés en Madrid.; pero no-escaparon de presidio y encierro á
.bóvedas en algunos puertos.m alsauos<de América.
Juan .Bautista ,Picornell, Manuel C ortes’G am pom ánes, Sebastian
Andrés y,José Laz eranicóm plices principales de acuella co n sp iraicion ; hom bres .ilustrados, los.dos prim eros.m ayorm ente, y de con­
dición arrojados y em prendedores. E n la G uaira estuvieron presos
algún tiempo,, m ién tras s e je s destinaba.á su s encierros respectivos;
-pero desde su llegada á lines dei-1796 pusieron >los medios de o b iten er la lib e rta d , -y.al fin .la- consiguieron. Anunciáronse desde lu e­
go como «mártires de i la causa re p u b lican a, tan halagüeña á todos
los.corazones : ,como víctim as.de aquel despotism o.español qu ed o s
.desastres de la g u e rra , los .indignos-nom bram ientos de-G odoy, su
escandaloso-valim iento y u n a m ayor sum a de luzes en el p u e b lo ,
,em pezaban á hacer igualm ente: despreciable queiodioso. La sim pa­
tía que con esto inspiraron lesisirvió p a ra 'o b te n e r algunas comodi­
dades : luego se les dejó com unicar librem ente con lo d o s; y de
aq u í vino que propagando los sencillos y fáciles principios políticos
de la revolueion francesa, infundieron<en el ánim o de m u ch osijó venes ardientesiy ansiosos de novedades el deseo de verlos ^reinar en
su.pais. lEstímulo e ra y m u i grande para cabezas am ericanas la'fam a esplendente, el nom b re m ájico del pueblo singular que en aque­
llos m om entos aterra b a la/E uropa, y p ara hacerlo mayor¡scde u n ie ­
ron circu n stan cias.q u e, gracias á-Ios errores del gobierno-español,
presentaban como posible yifáeil el'proyecto. .Conrebausilro directo
d ed a Fiancia-no podia contarse, ¿.p esan d e da analogía d e los .prin­
cip ios, pues la España era su ,a lia d a ; mas este era inconveniente
de poca m onta teniendo en T rinidad un: alm acén de arm as y ausilios de to d a especie q u e la (Inglaterra ab riría ¡sin cuenta n i ¡razón á
ios revolvedores1de la CostadSirme. Sir Tomas Picton , gobernador
d e Ja isla, habia recibido u n despacho en q u e su gobiernode reco ­
m endaba favorecer y ausiliar la independencia d e las colonias espa‘iiolas, y ju ntam en te el comercio clandestino que.con ellas m ante­
n ía , sin pretender por eso n in g u n a especie de so b eran ía n i aponerse
al.ejercicio de los derechos políticos,»civiles ó religiosos d esp u eb lo .
■Este despacho llegóduego á noticia dedos conspiradores y m a s tarde
"á la de'todos, cuando en 26 d e ju n io d « 1797 fu é im p re so y circula­
do por orden de Picton. Demas de eso ¿qué podian tem er d el ¡impo­
— 12 —
tente y necio gobierno de E sp añ a, ora enemigo de la revolución
francesa, ora poniendo á disposición del Directorio sus hom bres, su
d in e ro , sus n av io s, y constituyendo la nación en provincia de la
F ran c ia? La cosa era hacedera, el m om ento oportuno, y no de hom ­
b res p ru d en tes ag uardar á que u n nuevo cambio en la política vaci­
lante de Cárlos IV produjese la paz con la G ran Bretaña y la ru in a
de la e m p re sa , inseparable de la eooperacion de esta potencia. Un
m al h a b ia , y era que los republicanos españoles no entendían de
sep arar las colonias de la dependencia de la m etrópoli, sino solo de
cam biar su gobierno ; pero claro está que sem ejante delicadeza era
u n a p u ra necedad , porque ¿cóm o podian establecerse en América
instituciones dem ocráticas, y conservarse la obediencia á la m adre
patria, sujeta siem pre al régim en de la antigua m o n a rq u ía ? ¿ ó
cam biaría España su sistem a de gobierno solo porque Venezuela
hubiese destruido el que tenia ? El proyecto pues se form ó, porque
este obstáculo no podía im pedirlo, y como paso previo se resolvió
d a r la libertad á los encarcelados, p ara que pudiesen ir á buscar
ausilios estranjeros.
E fectivam ente, el 4 de ju n io de 1797 por la noche se fugaron
P ico rn e ll, Campománes y A n d ré s, p orque Laz habia sido rem itido
ya á su presidio. Los dos prim eros favorecidos por los oficiales y
tropa de m ilicia de la G uaira, se m antuvieron ocultos en uno de los
cuerpos de g u ard ia, y luego en el pueblo de Macuto hasta el 23 del
mism o mes que se fueron á Curazao y seguidam ente á Guadalupe.
Andrés se dirigió á Caracas buscando la protección del cónsul fra n ­
cés y fue aprehendido. Qué hicieron despues de salvados para ausiliar la e m p re sa , no sa b e m o s: acaso nunca p reten d iero n ellos se­
riam ente o tra cosa q ue evadirse, em pleando el m edio convenido ,
que una vez libres olvidaron.
Mas sin ellos la revolución habría p rendido, porque los cóm pli­
ces no fueron m olestados. E vidente era que aquellos- reos no ha­
b ían podido fugarse sin ayuda de m uchos ; mas no lo com prendió
así el gobierno, y se contenió con m andar hacer algunas averigua­
ciones que á nada condujeron. P or lo que libres los conjurados para
poder entregarse á sus m aquinaciones, en breve las eslendieron
grandem ente ; siendo lo m as p a rtic u la r que el plan era sabido de
casi todos los h abitan tes de la G u a ira , y de él hablaban sin m ayor
reserva, anunciando que u n dia del enero de 1798 habría u n gran
trastorno en el país.
Así estaban las cosas cuando u n com erciante de Carácas de nom ­
b re Don Manuel Montesinos y Rico, deseando hacer prosélitos, se
franqueó indiscretam ente con su b a rb e ro , que Jo era un m ancebo
pardo llam ado Juan José C hirínos. Contió este el secreto á otros
dos jóvenes de su mismo oficio y de com ún acuerdo resolvieron
consultar el caso con su confesor Don Domingo L ander. Este com u­
nicó la ocurrencia á otro clérigo llam ado Don Juan Vicente E che­
v erría, am bos al provisor Don Andrés de M anzanares, y el provisor
al capitan general Don Pedro Carbonell.
La prim era providencia, como era n atu ra!, fué la prisión de Rico
y la ocupacion de sus p ap e le s; p or donde se vino en conocimiento
de la tram a y del objeto de los conspiradores. Llenáronse, pues, de
estos las cárceles y tam bién de los que por el pro nto se juzgaron
tales por in d ic io s ; m as el entero conocim iento de la conjuración
con sus p o r m enores y los reos prin cip ales, no se obtuvo sino en
v irtud de u n consejo del obispo frai Antonio M arti. Propuso pues
el prelado que se ofreciera perdón y olvido á todos los conjurados
que se delataran á sí m ism o s, y hecha la publicación del ind u lto
con la m ayor solem nidad, empezó la desconfianza á oprim ir el áni­
m o de los revolvedores. Todos tem blaron á la idea de ser preveni­
dos y denunciados por otros, y tem iendo llegar tarde para su p ro ­
pia salvación, corrieron de tropel á ponerse en m anos de las auto­
ridades. P rontam ente hubo en las prisiones públicas considerable
núm ero de personas encerradas en v irtud de su espontánea confe­
sión , y en tre ellas eclesiásticos, m ercad eres, a g ricu lto res, oficiales
m ilitares de todas arm as, veteranos y de m ilicias, soldados, cab o s,
sargentos, a rtesan o s, b la n c o s, p ard o s, am ericanos y españoles. V
así, apenas haliia trascurrido un mes desde la p rim era denuncia ,
cuando ya C arbonelW eeia á la corle que todos los cómplices esta­
ban presos á escepcion del capitan retirad o Don Manuel Gual y de
Don José M aría España, q ue se habían fugado á las colonias estranjeras : que el sosiego público no seria alterado de modo alg u n o , y
que el re i tuviera á bien d ar alguna recom pensa á sus im portantes
servicios en aquella difícil coyuntura. Que así (p ara decirlo de pa­
so) concluían siem pre las representaciones de los vireyes y capita­
nes gen erales, cuando su buena suerte les d eparaba una co njura­
ción , u n denuncio ó u n a m áquina cu alqu iera con que ostentarse
libertadores de la provincia.
Luego q u e las autoridades españolas respiraron del p rim e r sobre-.
salto, no retu vo á la audiencia'el pu d or p ara faltar á sus promesas.
Las declaraciones de los'que se 1habían presentado eran -dim inutas ,
artificiosm y form adas soto para g o z a r á la sombra de ellas del
in dulto concedido en nombre del r e i , ocultando como segura­
m ente oeuttaban la m ayor parte de los hechos. Es! o decla ró aquel
tribunal» en IG d é agosto del mismo año, ordenando en consecueucia q u e 1los indultados fuesen desterrados-á España y P uerto-R ico,
con prohibición d e volver jam as-á Venezuela. El inventor d e -la
traza no dijo una palabra.
La causa de los que no tuvieron la fo rtu n a-d e1ser indultados se
siguió, pero sin ninguna actividad'. Guai y España, reconocidas co­
m o cabezas de la conspiración, habían escapado. Los otros era n 1m e­
nos delincuentes : había en tre ellos hom bres h acen d ad o s, de m u ­
chas am istades y connotaciones ; quiénes de cierto ra n g o : las ór­
denes de la corte prevenían que se ahorrase el derram am iento d e ’
sangre ; así q u e , los trib u n ales entraron luego en el c arril de su
o rd in aria lentitu d , pasándose dos años ántes de p ro nu nciar senten­
cia alguna. Todos interpretab an esta tardanza y descuido como au^
gurio d e 1una am nistía g en eral, y por lo ménos nadie esperaba ver
term in ad o el proceso con escenas sangrientas.
En esta situación se hallaban las cosas cuando á principios de
•1799 llegó á C arácas-el general Dòn M anuel de G uevara V'asconcélo s, nom brado sucesor de Carbonell. Llevaba encargo de hacer
concluir el proceso de la conspiración y facultad discrecional para
gobernar la tie rra , pacificarla y m an tenerla obediente, p ara lo cual'
se le dieron e n tre otros ausilios el prim ero y parte dèi segundo ba­
tallón del regim iento de la Reina. Vasconcelos no perdió tiempo.
Poco despues de su llegada fueron condenados á m uerle, ahorcados
y descuartizados’seis de los conjurados principales, siendo de notar
q u e A ndrés y Laz, inventores y fautores de la conspiración , y ademas
re in c id en tes, fueron soló-enoerrados en las bóvedas de Puerto-C a­
bello y-Panam á, de donde al fin salieron libres algunosanos despues.
Uno de los m uertos-fue José-María España*, á-quien su-m ala es­
trella hizo abandonar el asilo de-Trinidad para reu n irse á ‘su esposa
en la G uaira. Disfrazado en carbonero u n as vezes., otras oculto en*
su propia casa ó en la de un p ebre negro que le am aba1, b'u rló al’- '
gtm tiem po la vigilancia de sus enem igos, h a stó q u e en u n » de-las,i
visitas nocturnas que hacia á su esposa fue d escubierto' porcunas*
m alas m ujeres que m oraban vecinas..Sucedió esf& en la-no ch e del
— 45 —
29 de abril de 4799 : nueve dias después fue ahorcado en la plaza
de Caracas : su cabeza se m andó colocar en la G uaira m etida en
una jau la de liierro, y sus m iem bros destrozados puestos en escar­
pias, fueron distribuidos entre varios pueblos y caminos.
De este m odo acabó la revolución de Gual y España, así llam ada
del nom bre de sus prom ovedores principales. Que fuese oportuno
el m om ento, adecuados los medios y suficientes los recursos p ara
llevarla á cabo, se ha dudado y aun negado por m uchos que tildan
de im prud ente y absurdo el designio de aquellos p atriotas. Ello es
cierto que el p u e b lo , elem ento necesario de^odo cambio político ,
no estaba dispuesto para u n a revolución sem ejante, pues es dudoso
que siqu iera com prendiese su objeto y fun dam en to s; m as ha de
advertirse que la In glaterra favorecía el proyecto, que sus navios
interceptaban las com unicaciones con la Península , y q u e España
sin arm a d a , sin ejército, sin dinero no podia oponer á la emanci­
pación de sus colonias sino u n a d é b il'é incierta resistencia.
Ni fueron ellos Ibs únicos que así pensaron. Don José C aro , en ­
viado á E uropa en 4 798 por los patriotas dél P e rú , solicitaba de los
gobiernos de F rancia é Inglaterra algunos socorros p ara subleva1aquel vireinalo contra España. O tro lanío pedia p ara su p atria el
ilustrado ciudadano Don Antonio N a riñ o , n a tu ra l de la N u ev aG ran ad a, tan nom brado despues en la historia de su revolución.
Y mas hábil q u e ellos el caraqueño Don Francisco M iranda, con u n
nom bre europeo y con eslensas y poderosas relaciones, concertaba
en el antiguo m undo la m anera de d ar al nuevo u n gobierno independieiide y republicano. Los hechos de este hom bre form an uno
de los episodios mas interesantes de la historia m oderna de Vene­
zuela. Y por eso, au nq u e su cin tam en te , vamos á referirlos.
Nació p o r los años de 4 7 30 de u n a fam ilia rica de Carácas (5)
¿in clin ad o desde su ju v en tu d á la c a rrera de las arm as, quiso tom ar
servicio en clase de c a d e te ; pero hallando alguna oposicion en los
nobles del p a is , á quienes estaban reservadas tales p la z a s, pasó á
la P enínsula y a llí,p o r influjo de su fam ilia obtuvo el grado de caT
pitan.
Cuando la España y Ja Francia d eterm inaron tom ar parte, en la
guerra de la,G ran B retaña,con sus colonias, se hallaba.M iranda.en
la p arte del ejército español que fue destinada á la América del
N o rte ; y allí el trato con personas ilustradas y. aquella escena tan
nueva como grandiosa de regeneración política, abrieron su enten-
_
16
—
dim ienlo á la luz de la libertad y encendieron en su pecho el deseo
de ver dichosa por los m ism os medios á su palria. Idea generosa q u e
le d u ró cuanto la vida, y fue de allí en adelante el móvil principal
de todas sus acciones.
Despues de aquella g u erra fue destinado á serv ir en la isla de
Cuba á las órdenes del capitan general Don Ju an Manuel de Cagí­
gal, hom bre am ab le,bu en o é ilu strad o , que reconociendo el m érito
de M ira n d a , le llevó á su lado en calidad de ayudante de c a m p o , y
form ó con él u na am istad de que le dió siem pre y en todas ocasiones
finas m uestras. Algunas especulaciones m ercantiles en que ambos
en tra ro n con las isla s'W itá n ic a s, dieron pretesto d sus enemiges
p ara acusarlos de q ue in ten tab an en treg ar la H abana á los ingleses;
y de aq u í se originó un a larga persecución que los dos amigos su­
frieron de distinto m odo. Cagígal p acien tem en te, p or estar ménos
com prom etido , p or su calidad de españo l, p o r su edad y su grado
en la m ilic ia ; circunstancias todas que le aseguraban de m ejor tr a ­
tam iento y le im ponían la obligación de ser p ru d en te. Pero M iran­
da q u e habia previsto las dilaciones del ju ic io ; que conocía el p o ­
d er de sus enem igos y su inferioridad para lu ch ar con ellos, no
quiso agu ard ar los efectos de u n a justicia tardía ni consum ir los
m ejores ano í de su ju v e n tu d en Ja secuela de u n proceso. A sí,
m ién tras sus m alquerientes se p reparabau á arru in a rle con aquella
c a u s a , en que solo al cabo de diez y ocho años vino á reconocerse
su inocencia y la de C agíg al, empleó el tiem po en re c o rre r la E u­
ropa , en perfeccionar sus conocim ientos estudiando las institucio­
nes de los pueblos, y en prepararse p ara la grande em presa patrió ­
tica que constantem ente m editaba su esp íritu . E ntonces visitó la
In g la te rra , tan renom brada p o r sus leyes, la P rusia que Federico
habia hecho tan famosa por su táctica y sus g u erras, el Austria tan
sabia y tan d esp ótica, la m uelle Italia q u e hoi lleva la librea de
sus antiguos esclavos, y la T u rq u ía ya caduca. De C onstantinopla
pasó á Klierson con cartas de favor para el príncipe W iasemsky, así
del em bajador de Rusia , como del in tern u n cio im perial Mr. Bou!liakow , á q uien habia sido recom endado desde Viena por el em pe­
ra d o r José II. W iasem sky le in tro d u jo al trato y en la am istad del
p ríncipe Potem kin , con q u ien hizo el viaje de la T aurida , y este
m in istro y favorito de C atalina II quedó tan prendado de su vasta
erudición y sus m a n e ra s, que h ablando de él con elogio y ad m ira­
ción en todas ocasiones, inspiró á la em peratriz el deseo de cono­
cerle. E strañas cosas se dijeron entonces y au n se repiten hoi acerca
de la predilección que m ostró esta gran señora p o r el viajero ame­
ricano ; pero M iranda las contradijo siem pre como discrelo caba­
llero , y 1 1 0 hai por cierto necesidad de levantar irrespetuosam ente
la púrp u ra que cubre las flaquezas de Catalina p a ra esplicar su fa­
vor hacia ios hom bres de m érito, cuando ella sabia juzgarlos y p re­
m iarlos.
Fué pues convidado nuestro dichoso caraqueño á pasar á I<iow,
donde se hallaba la e m p e ra triz , y despues de tres meses de m an­
sión en la corte, continuó sus viajes p o r la R usia, hasta que S. M.
volvió á San Petesburgo. fa lta n palabras para espresar la acogida
y trato verdaderam ente singulares que aquel hijo ilustre de América
tuvo de los rusos. Calalina le invitó á Jijar e n tre ellos su resid en ­
cia ; pero habiéndole com unicado M iranda sus proyectos de lib e rta r
la p a tria , los aprobó Catalina y aun le anim ó á realizarlos con la
oferta de u n a eficaz protección de su p arte. Rasgos m ui notables de
su m unificencia fueron el p erm itirle u sar del uniform e de coronel
de la m ilicia r u s a , la licencia de g irar á cargo del real tesoro para
sus gastos personales y la siguiente carta circu la r en que le reco­
m endaba á todos sus em bajadores. « Q ueriendo S. M. 1., decia, d a r
t, a Don Francisco M iranda u n a p ru eb a relevante de su singular
(i aprecio y del Ínteres p artic u la r que toma por é l , encarga á V. E.
« haga a este ofleial un a acogida proporcionada al aprecio con que
« ella le disting u e.— Le trib u ta rá V. E. todas las atenciones y cu i«' dados posibles : le d a rá asistencia y protección siem pre qu e la
« necesite y cuando él q u iera re c la m a rla ; y le fra n q u e a rá , en fin,
» en caso necesario un asilo en su palacio. »
Despues de h a b e r empleado algunos años en estos diversos viajes,
volvió M irandaá In g la te rra , donde su amigo el gobernador Pownal
le presentó á Mr. P itt. El p rim er uso que hizo de aquella in tro d u c­
ción y del p artic u la r agasajo con que le recibió el m inistro in g lé s ,
fué proponerle un plan p ara la em ancipación política de todas Jas
colonias españolas. Esto fué en 1790 , tiem po en que la corte de
Madrid y la de San Jam es altercaban sobre la posesion de la bahía
de Nootka y las islas de C úadra y V ancouver, donde la segunda h a ­
bía m andado form ar establecimientos, y que la p rim era m irab a como
pertenecientes al im perio de Méjico. El proyecto de M iranda fué
pues bien acogido al p rin c ip io ; pero como la Inglaterra á p<jsar de
las hostilidades dé España n o quiso e n tra r en g u e ria con ella en
H 1S T . ¡ b o d .
2
— J8 —
m om entos de estar com prom etida en Paris la suerte de las naciones
de E u ro p a, se prestó á te rm in a r acu ella desavenencia por m edio
de una negociación am istosa, y e l plan de insurrección fu e diferido;
si bien P itt, previendo acaso lo fu tu ro , dió e s p e ra n z a ste que 110
perm anecería p or siem pre relegado al olvido.
La revolución francesa üjaba entonces la atención del m u n d o ,
y de todas p artes ocu rrían los observadores á presenciar los sacu­
dim ientos de u n pueblo frenético que in u n d ab a en sangre ajena y
propia el cam ino de la lib e rta d , sin poder acortarlo. -El deseo de
aprovechar ta n útiles lecciones, y tal vez la esperanza de que la
Francia republicana hiciera en favor de la América del-S ur, lo que
la F rancia m onárquica habia hecho p o r los Estados-Unidos, decidie­
ron á M iranda á trasladarse al continente. Los girondinos tenian
entonces m ucho influjo en la asam blea leg islativ a; y como en tre
aquellos hom bres contaba M iranda algunos compañeros de la g u er­
ra a m e ric a n a , obtuvo por su m edio fácil acceso com los encargados
del gobierno de la república. Instado vivam ente po r el m in istro de
guerra Servan para que tom ase servicio en el ejército, aceptó el
grado de m ariscal de campo , precisam entc„en ocasion que e l'te rri­
torio francés era invadido p o r el lado de Champagne.
En recom pensa de algunos servicios im portantcsique prestó en la
gu erra contra la P ru sia , fué ascendido á teniente g e n eral, y en las
cam panas de -1792 y -1795 dividió con los m as afamados guerreros
de Ja F rancia el honor de rechazar los ejércitos prusianos c im pe­
riales y el de conquistar la Bélgica. Hasta entonces fué M iranda bien
servido p or la fo rtu n a ; pero el mal éxito del bloqueo de M aestricht
en que m ilitaba á sus órdenes el rei actual de los franceses; la pér­
dida de la batalla de N erw inde en que m a ulaba la izquierda del
e jé rc ito , y m as que todo la caida de los g irondinos, le perdieron
en la opinion. Tratado como cómplice en la itraicion de D um ourier,
hubo de com parecer an te el abom inable trib u n al revolucionario.
« Esta m onstruosa institución acababa de nacer y conservaba toda« vía algunas de las formas-pretectoras de laiinocencia y de la v irtu d .
« El negocio de M iranda fué debatido en once sesiones consecuti« v a s , y el p u eb lo , q u e al principio concurrió á ellas prevenido
o contra el acusado., vino á tom ar p o r fin en su favor el m as activo
« Ínteres. Cada testigo con trario daba lugar á una discusión de que
« p or 1<^común salia M iranda con honor, porque en el plan de d e 0 fensa que se ihabia trazado consideraba cada cargo como si formase
— 19 —
(t por sí so lo u n pequeño proceso que se esforzaba en ■ganar antes de
« proceder al exám en de o tro nuevo. El resultado .fué que no h a« biendo dejado acreditar ninguna deposición c o n tra ria , cuando
« podía ser debilitada ó contradicha, encalló la acusación, tanto por
« la bondad de la causa como p o r lo ingenioso de la defensa. M i« ra n d a fué absuelto p or unanim idad : cada ju ra d o , cada juez al
« em itir su opinion anadia algún elogio en favor-del acu sad o , y
« aquel general cuya cabeza se pedia con furor-poco á n te s, fué lle « vado en triunfo basta su habitación (6). »
Cuando M iranda servia con D um ourier en los Paises B ajos, fo r­
m aron los jefes, republicanos el proyecto de sublevar á España -y á
sus colonias ju n ta m e n te , introduciendo en ellas los principios de la
revolución francesa. El .conocido talento de M iranda y la circuns­
tancia de ser nacido en la América esp añ o la, llam aron sobre él da
atención en los.m om entos de b u scar u n jefe con quien reem plazar
á Desparbésen.Sanf.o.Domingo. « Un rayo de luz me ba herido, d e « cia el famoso Brissot, y he indicado á Miranda : él aplacará los
« m iserables disturbios de las co lo n ias, re d u c irá á esos blancos tu r(i bulentos y será el ídolo de la gente de color. Y en s e g u id a ; cuán
« fácil no será hacer q u e se revelen las islas españolas ó b ien el
«continente am ericano! Inraáirálo entóncesá Ja cabeza de doce m il
<i hom bres de tropas veteranas que existen actualm ente en Santo
« D om ingo, y*de diez á quin ce m il valientes m ulatos que p odrán
« reclu tarse en nuestras colonias. Todo nos asegura un resultado
« fav o rab le: á.M iranda le servirá su nom bre cu an to -u n * ejército , y
« prenda del triunfo son para nosotros.sus talen to s, su valor y su
« ingenio,(7 )». Los m inistros se ap resuraron á acoger.la indicación
de Brissot , y aun,lia de.confesarse que en este proyecto habia con
qué,d eslu m b rar la am bición de u n hom bre o rd in a rio ; pero M iranda
q ue pensaba c o n .m a d u re z , desconfió al principio de la p re c ip ita cion co n.q ue se resolvía.en m ateria ta n -g ra v e , y m as obediente á
la voz del patriotism o qu e á los estím ulos de la g lo ria , tem ió hacer
u n don funesto á su país introduciendo en él los desórdenes que
asolaban á.S an to Domingo, com binados con los .principios a n á r­
quicos.de la dem ocracia francesa..A sí fué qu e , lejos de acalorar el
p ro y ecto , le opuso ser,ios-obstáculos, y bien pro nto quedó este ol­
vidado en tre la muLtitud de acontecim ientos im portantes q u e se su ­
cedían con increíble rapidez en aquella época torm entosa.
— 20 —
A unque el triunfo de M iranda habia sido tan completo en el tri­
b u n al de la revolución, y bien que despues de aquel suceso viviese
retirad o sin mezclarse en las cosas p ú b lic a s , sus enemigos no qui­
sieron dejarle en paz. Siendo imposible pro b arle ningún delito que
justificase la p ersecución, obtuvieron de la comision de seguridad
general ur.a orden p ara en cerrarle como sospechoso en los calabo­
zos de la Forcé. Diez y ocho meses anduvo el ilustre venezolano de
prisión en prisión pidiendo en vano u n juicio que le diese á cono­
cer el crim en que se le im p u ta b a , y no pudiendo o b te n e rlo , d iri­
gió en fin a la Convención un escrito notable p or el vigor y la
verdad de sus conceptos. « O soi culp ab le, d cc ia , y se comete un
« crim en contra la sociedad dejándom e im p u n e , ó soi inocente y
« entonces se u llraja á la sociedad, reteniéndom e en prisión sin ju i—
« ció ¿ qué digo? sin m otivo que pueda honestam ente confesarse...
n Cualesquiera que hayan sido en la época de m i m ando las in trin gas que estuvieron á punió de com prom eter el b u en éxilo de la
« revolución francesa, es evidente que no hai en toda la nación un
o solo hom bre m énos sospechado que yo de h ab er tom ado p arte en
« aquellas m an io b ras; porque nadie ha dadode su conductauna cuen« ta m as sev e ra... Pero los mas encarnizados en perderm e o curren
« de nuevo por arm as al arsenal de la c a lu m n ia , y desde esa fora taleza inaccesible á la inocencia m e asestan sus tiros *cual cobar« d e s , ocultando el rostro . Según ellos m is cajas de libros eslaban
« llenas de fusiles, las m em orias de m is viajes eran corresponden« cias con el estranjero. Pues lodo fué registrado y por do q u ie ra
« se en contraron solo m entiras y calum nias. Necesario fué buscar« m e entonces delitos en el porvenir, á fin de quitarm e el medio
<( de pro b ar que no ex iste n , y supusieron q u e proyectaba u n viaje
« á Burdéos. Cambon lo anunció así en la trib u n a de la Convención,
« y au n que no exislia n i podia existir indicio alguno de sem ejante
« viaje, Pache dió con tan ridículo pretesto la orden de p renderm e.
« Curioso es ver las acepciones diferentes y contradictorias que con
« respecto á m í se han dado á la palabra sospechoso. Desde luego
« y como u n pretesto para p e rseg u irm e , fui sospechoso por a tri« huírsem e complicidad con D um ourier. Cuando quedó probado
« que léjos de haber sido cómplice suyo fuera su víctim a, m e hice
« sospechoso por un republicanism o racional y no revolvedor. Poco
« despues lo de sospechoso se entendió con respecto al federalism o,
— 21 —
« y Iioi que esta circunstancia no puede servir ya de pretesto á la
« opresion, la calificación de sospechoso so me da con relación al
« capetismo. »
D urante esta persecución tuvo M iranda á Champagneux p o r com ­
pañero de cautividad , y como no eran am ig os, los elogios que este
hace del carácter de a q u e l, pueden verse como u n testim onio de
verdad y como u n hom enaje trib u tad o á la justicia. « Una conver­
tì sacion in te re sa n te , conocim ientos variados y profundos y los prin« cipios de una au stera v irtu d , m e hicieron p referir la sociedad de
« M iranda á la de casi todos los otros p risio n e ro s... sus estudios se
« contraían particularm ente á la ciencia de la g u e rra ... y puedo
« decir que jam as he oido d iscu rrir á ninguna persona en aquella
« m ateria con ta n ta profundidad y solidez... Me hablaban con tanta
« variedad de las disposiciones de este estranjero p ara con la F ran« eia, que, deseando conocerlas, procuraba dirig ir hácia aquel punto
« n u estra conversación. Siem pre m e ha parecido que nos estim aba
« poco y qu e preferia á los ingleses, coyo gobierno no cesaba de
« elo g iar... Hablaba con adm iración de los héroes que habian com « batido por la libertad de la América del N o rte , y lo que contaba
« de los usos y costum bres de sus h abitantes m e hacia á vezes par« ticipar de su entusiasm o. En general observé que M iranda tenia
« predilección por los hom bres ju sto s y virtuosos, y como p reten o dia que el gobierno ingles y au n m ucho mas el am ericano los
« hacian ta le s , era n atu ral que los prefiriese á todos los dem as.
o Por las razones contrarias tenia un profundo ho rro r á los h o m « bres que se habian apoderado en Francia del gobierno. Cuando
« h a b la b a de R obespierre, de D an to n , de C allot, de B a rriè re , de
« Billaud y otros fundadores del régim en revolucionario , su len ­
ii gua se hacia elocuente con la cólera y la indignación. Por el cons« tante estudio que hice del cará c ter y de los principios de M iranda,
o d u ran te nuestro com ún cautiverio , puedo asegurar que si sus
« viajes ad o rn aro n su espíritu , no dieron patria á su corazon : que
« á pesar de sus elogios al gobierno ingles y al am erican o , prefería
« el suelo de la F ra n c ia , y que en m edio de las ponderaciones que
« hacia de Londres y F iladelfia, no h abría dejado de h ab itar entre
« nosotros si á ello no se hubieran opuesto las órdenes del gobier« no (8) ».
Miranda en efecto fue puesto en lib ertad con prevención de dejar
luego el territo rio francés. Diósele sin embargo para p re p arar su
— '22 —
v iaje algún respiro q u e el halló modo de prolongar según lo d e­
m and ab a el arreglo de sus negooios; de m anera que au n estaba en
F rancia á fines de 1797. En este tiem po fueron á encontrarle á Faris
varios sud-am erícanos que se decían comisionados por los p atriotas
de Méjico y do otras regiones im portantes do la América esp añ o la,
p a ra concertar con él los medios de llevar á cabo la independencia
d e aquellos países. Despues de algunas conferencias se decidió en ­
tre ellos que M iranda pasaría á In glaterra y haría á aquel gobierno
propuestas capazes de decidirle á darles la asistencia necesaria p a ra
lo g rar el grande objeto de sus deseos. El escrito que se redactó y
puso en manos de M iranda contenía en sustancia : Que. fe pediría á
la Inglaterra la m ism a protección y ayuda que la España, en m edio
de la p a z , había, dado á las colonias inglesas, y que por esa asis­
tencia pagaría la América del Sur á la Inglaterra la sum a de treinta
m illones de libras esterlinas : quo se propondría u n a alianza defen­
siva en tre la G ran B retaña, los Eslados-Unidos y las naciones que
se form aran en la América del S u r, y que se asegurarían á la Ingla­
te r ra grandes ventajas en el comercio de los países que se lib erta­
ra n . A los Eslados-Unidos se les cederían ¡as Floridas y a ellos y á
la Inglaterra todas las islas españolas, esceptuando solam ente ¡a de
C uba. Este docum ento está fechado en Paris el 22 de diciem bre d e
-1797.
M iranda pasó inm ediatam ente á Londres y en el siguiente en ero
tuvo lugar su p rim era conferencia con M. Pitt. Sus proposiciones
enco n traro n una acogida tanto mas favorable, cnanto que en aquel
tiem po estaba en arm onía con los planes del m inistro inglés hostili­
zar á la España en sus establecim ienios u ltram arino s. Así fue que
b ien pronto estuvieron ajustadas las condiciones, y se avanzaron
tanto los p re p ara tiv o s, q u e el general 'Miranda en una carta queescrib ió en abril á M. Hamilton (el m ui lam entado legislador de
los Estados-Unidos) le decía: « Parece que el m om ento de nu estra
« em anicipacion política se acerca , y que el establecim iento d e la
« libertad sobretodo el continente del'N ueva-M undo nos es confiado
« por la Providencia. El único peligro-que preveo es la in trod u c« cion de los principios franceses que envenenarían nu estra lrber« tad en su cuna y acabarían por d estru ir bien pronto la v uestra.»
E n otra carta que escribió al mismo en el mes de octubre , deja
e n trev er varias de las condiciones estipuladas con el m inisterio
inglés. «-V uestros deseos en alguna- m anera se"h an re a liz a d o ,
—
25
—
« dice, pues se ha convenido aquí que no se empleen en las opera« dones terrestres otras (ropas ausiliares que las am ericanas fran« queadas p o r vuestro g o b iern o , m ientras que las fuerzas m a ríti« m as serán puram ente inglesas. Todo e ilá allanado y se espera
« solamente el Jiat de vuestro ilu stre presidente p ara p a rtir como
« el rayo. » La proposicion hecha á los Estados-Unidos era que
aquel gobierno sum inistrase 4 0 .0 0 0 hom bres, obligándose ía Ingla­
te rra á d a r buques y el dinero necesario ; pero el presidente Adams
difirió su respuesta á pesar de las instancias de los amigos de Mi­
ra n d a , y la m edida fue en consecuencia pospuesta.
A principios de -1801 ¡d orante la adm inistración de lord Seym outh,
halló M iranda la ocasion de revivir el proyecto ; y aun estabam ya
m ui adelantados sus prep arativ o s, cuando nuevam ente se les dio
de m ano, p o r haberse firmado los p relim in ares de la paz de Atniens,
D eclarada guerra á Francia en -1805 , el negocio del Sur-América
entró en los planes del m inisterio in g lé s , y se tom aron medidas
p ara llevarlo a cabo ían luego como Ja paz que aun subsistía coa
E spaña, fuese in terru m p id a, lo cual ocu rrió en 1804. estando otra
vez M. Pili á la cabeza de la adm inistración. Lord Melville y Sír
Home Popham fueron-com isionados entonces p a r arreg lar con M i­
ran d a todos dos procedim ientos y porm enores de la em p resa; y ya
se lisonjeaba nuestro infatigable venezolano de ver realizados-sus
d e se o s, cuando los aeontecim icnlos d e Europa y los em peños con­
traídos p or la Inglaterra con motivo de lad e rce ra coalicion, le obli­
garon á poner á u n lado el proyecto.
M iranda creyó entonces desvanecida en aquel'pais toda esperanza
de buen éxito. Variosr desterrados de C aricas y Santafé q u e vaga­
b an poM os Estados-Unidos y por la isla de T rin id ad , ansiosos de
volver á la patria , le instaron poi que abandonase la E uropa donde
tan lenta en protegerlos se m ostraba la fo r tu n a , é intentase algún
esfuerzo'contando con la'A m érica sola. Cedió M iranda á sus ruegos
y á la propia im p acien cia; p era ántes de dejar; ¡a In g laterra p a ­
rece obtuvo,la certid um b re de q u e , si n o le daba aquel gobierno
un a asistencia activa, por lo m énos-im pediria el q uem ingun cuerpo
de tropas francesas ó españolas pasase el Océano para oponerse á
sus proyectos.
H abíanse suscitado por aquel tiem po ¿algunos altercados: e n tre la
España y los' Estados-Unidos con- motivo» de la* L u isia n a; y -esto
inducia á creer que no seria difícil á'M iranda o btener desg ob iern o
— 24 —
am ericano el ausilio suficiente para im poner respeto al pequeño
núm ero de tropas que había en las guarniciones españolas y ofrecer
á los habitantes de la Costa-firme algunas apariencias de seguridad ;
en cuyo caso le era dado esperar que el desarrollo de la opinion le
sum inistraría los medios de com pletar su o b ra por m edio del pueblo.
Dirigióse pues d la América del N o rte , y á su llegada tuvo la m or­
tificación de saber que el negocio de la Luisiaoa se liabia arreglado
am istosam ente y que no le era perm itido contar con ayuda nin­
guna pública por p arte del gobierno. Pero no se desanim ó, á causa
de haberse visto acogido cordialm ente p o r el presidente y secreta­
rio s, los cuales eran sab e d o n s del objeto de su v ia je , y porque
m uchas personas ricas y de in d u jo tom aron de su cuenta, el ayu­
d arle.
E fectivam ente, el coronel W . Smiih reclu tó hasta doscientos
jóvenes de b uenas fam ilias, en tre los cuales se hallaba un hijo
su y o , y M. Odgen , m ercader de N ew -Y ork, puso á la disposición
d e M iranda dos corbetas arm adas en gu erra y adem as fusiles y m u ­
niciones de todo género en gran copia. Uno de estos bajeles se ha­
llaba á la sazón en Santo Domingo y debia reu n irse d la espedicion
en aquel mismo p u n to ; lo cual im portaba al general tanto m as ,
cuanto que era el m ejor de ellos y m ontaba trein ta cañones poco
mas ó m énos. Pero la fatalidad que seguia obstinadam ente los pasos
de M iran d a, no le abandonó a q u í ; antes bien ya próximo d conse­
g u ir sus d e se o s, vino u n nuevo contratiem po á em barazar su
logro.
Y
fué que el em bajador e sp añ o l, noticioso de estos a p resto s,
reconvino de connivencia al gobierno de los E stados-U nidos; y este,
no contento con negar el hecho , ordenó que se formase causa á los
dos súbditos suyos favorecedores de la em presa. Mas el Jurado,
absolvió d los acusados d pesar del empeño que tomó el gobierno
en hacerlos c o n d e n a r; em peño tanto mas injusto, cuanto que quedó
probado h aber tenido conocim iento de los m anejos de M iranda ,
sin d ejar siquiera entrever la mas pequeña desaprobación. No una
sola vez sino dos se llevó este asunto á tela de juicio ; y en ambas
fué tan satisfactorio p ara M iranda el resu ltad o , cuanto que los
juezes declararon su em presa digna de aprobación y ausilios. Y eso
q ue el gobierno , negándose á lo q u e solicitaban los defensores de
Odgen y de S m ith , im pidió q u e varios dependientes suyos sabe­
dores del plan y sus preparativos se presentasen á declarar ; en lo
—
23
—
cual por satisfacer á la corte de España, no tuvo rebozo el gabinete
W ashíntong en p riv ar á dos ciudadanos respetables de u n medio
legal de justificación. El ruido de esta causa perjudicó sin em ­
bargo á la espedicion de M iranda , pues el capitan del bajel que
debia reu n írsele en Santo D om ingo, se negó á aco m p añ arle, en la
duda de q u e su arm ador fuese condenado ó absuelto ; y el general
so vió en la necesidad de c o n tratar en lugar de la corbeta dos gole­
tas p e q u e ñ a s, que eran solo trasportes.
Con ellas y la nave m ayor que sacó d e los E stados-U nidos, sus
doscientos jóvenes am ericanos y pocos hom bres m as que allegó en
H aití, guió á la Costa-firme, creyendo e n co n trar desapercibidos á
los españoles. Mas no filé así. Vasconcelos había recibido avisos del
em bajador de su nación en Norte-Am érica , y se habia prevenido
al lance con fuerzas de m ar y tie rra ; p o r lo que cuando Miranda
llegó á las costas de O cum are el 25 de marzo de -1806 , se vió súbi­
tam ente acome'tido por dos bergantines de g u erra que depues de
un rciíido com bate le apresaron las dos goletas , obligándole á h u ir
con la corbeta á T rinidad. G rande alarde hizo de este insignificante
triunfo el capitan general. Las proclam as y el re trato de M iranda
fueron quem adas por mano del verdugo en la plaza m ayor de Ca­
racas : su cabeza puesta á talla p or trein ta m il pesos que debían
pagar los vecinos ; y mas tarde la inquisición de Cartagena le d e ­
claró solem nem ente enemigo de Dios y del re í, indigno de recib ir
pan , fuego ni asilo.
Pero m ientras los españoles perdían su tiem po en estas inútiles
m anifestaciones de odio , solicitaba M iranda en T rinid ad el ausilio
de las autoridades inglesas y m ayorm ente el del alm irante Ale­
jandro Cochrnne , que m andaba la escuadra estacionada en las islas
de Barlovento. Y aq u í ocurre el justificar al general de haberse com ­
prom etido á poner al gobierno de su p a ise n m anos de los ingleses ,
como lo propagó la calum nia. La única capitulación celebrada en
aquella co n yuntura por M iranda con autoridades b ritá n ic a s, fecha
en la Barbada á 9 de j u n i o , contenía que las provincias que se
fueran libertando concederían al com ercio b ritánico los mismos
privilegios y franquicias que tuvieran los naturales : que estas v en ­
tajas solo podrían hacerse estensivas á los Estados-U nidos : que el
comercio con las o tras naciones q u ed aría sujeto á u n derecho adi­
cional de diez por ciento sobre las im p o rtacio nes; y que las potencias
coligadas entonces co n tra la G ran B retaña serian escluidas de toda
— •26—
comunicación» yi trafico con el país em ancipado. En cambio Lord
Cocrhane daria«una corbeta' y dos bergantines de g u erra , baria
frente á cualquiera fuerza«naval que aportaseien aquéllos m ares y
p erm itiría reclutar. ingleses para la espedicion en la isla de T rin i­
dad.ú otras. Convención esta curiosa , si-las-h ai, en*que'la>avari­
cia británica, m anifestaba sin ;reb o zo sus>protensionesial comercio
esclusivo que ántes tuviefa la m adre »España; pero «que Miranda ,
colocado en una d u ra alte rn a tiv a ,-a c e p tó con la cláusula de que
seria cum plido hasta dondo’pudrera e ste n d ersesu auto rid ad : modo
am biguo si se quiere ,<pcro que salvaba-á u n tiem po su ’responsabilidad y los derechos de su>pais.
Mui cerca de cinco meses despues de su«descalabro fren te á Ocum are avistó Miranda la Vela de Coro', llevando quinientos hom bres
á bordo de quince buques-de diferentes géneros y portes, algunos
propios para proteger eLdesem barco¡ D iferid o'este p ara treinta y
seis horas despues de la llegada ,pop efecto dé las b risa s, acaso por
la ignorancia del piloto , tuvieron tiem po-los a g en te s'd el gobierno
español para d ar la alarm a e n 4 o d a la costa y p rep arar su defensa.
El dia Io de agosto por la noche rem aro n atrevidam ente los botes
hácia>tierra , á pesar del'vivo-fuego q u e hacían sobre ello s'm il dos­
cientos hom bres indios y españoles que estaban á pelear en la m a ­
rin a . No lo contestaron los agresores basta que .formados en la playa
se avanzaron al enemigo y con dos descargas de los fusiles los p u ­
sieron en completa dispersión. Un fortín y m as de veinte cañones
con sus alm acenes y repuestos cayeron e rrp o d e r del vencedor , y
e s t e , lib re de toda oposicion , entró en Coro al am anecer del día
siguiente.
M iranda tuvo el digusto de no ver en aquella ciudad m uestra algu­
n a directa ó ‘indirecta de cooperación por p arte de los vecinos, n i de
las auto rid ades; acaso porque la»pequeñez de su fuerza, el compo­
nerse de estranjeros y :las calum nias esparcidas acerca d e s u s in te n ciones alejaban d e él y d e s u em p resala sim patíafy la confianza. P ara
desvanecer en lo posible esta m ala disposición dé los ánim os, publicó
proclam as osponiendo el plan y objeto d e d a esp ed icio n , y. abrió
u n a correspondencia.am istosa, con el obispo de' M érid a, q u e .á la
sazón se> h a lla b a ia llí; tam bién con el .cabildo y-con lo s’principales
vecinos, re tirados, todos á u n lugar- poco distante,, de nom bre Buenavisla. ,De n atla(s¡rvió esto [»aTaitatraefse partidarios y a u silio s; como
tam poco'paraüengrQ sar-susj filas Jo s repetidosíavisos'.queidióiá-'las
— 27 —
islas inglesas dél estado d e las-cosas, pidiendo-m as cficazes socorros.
R etiro sée irtre ta n lo -á la ‘Vélaíde-Coro , queriendo e v itar al.v e■eindarioide Ja-ciu d ad , en caso de un reres, Jasj venganzas del go­
bierno, ó p o rq u e , noticioso de los preparativos que hacia el capitan
general «para sal irle ai-encuentro , quisiese -estarsienipre al aicanze
de su s‘bajeles p ara llevar á otros puntos- el ataque.^Poeos^diasdespues se'trasladó á-Ia isla de Orubu , para aguardar allí-los-ausílíos
pedidos, y una-vez-alcanzádos, em p ren d er u n a cam pana e n fo rm a ,
en tran d o p o r el Rio del H a c h a ; desengañado y a d e lo poco que debia
esperarse en-unaccoperaeion ciega é irreflex iv ad e los pueblos, Los
ausilios ingleses fueron p o rsu -m al insuficientes, pues consistieron
solo en' tres'b u q u cs de g u e rra que- le1 envió Lord Gochrane. Estos
mismos de luego á luego so 1© retira ro n , ju n to con los que ante­
riorm ente se Je d ie ro n , p or haberse divulgado- la noticia d e una
paz cetebrada-con España. Paisa e ra ; p ero , m ientras sc d e sc u b ria la
verdad , M irand a, abandonado p or todos, hubo d c-ren u n ciar defi­
nitivam ente á su m alhadada espedieion, lo cual hizo em barcándose
con-los pocos amigos quede q u edaban , para regresar á*Trinidad ,
de donde pasó duego á Europa. Y allí le dejarem os p o r ah o ra.
Apenas tuvo Vasconcelos la-nueva de que su enemigo habia d es­
em barcado en Coro, cuando hizo poner en a rm asío d a la'provincia,
y é l-m ism o s e trasladó á V alencia, donde m ui pronto estu viero n
reunidos mas d e-8.000 h om b res, de los cuales eran veteranos dos
batallones y 2 0 0 franceses que en su ausilio había pedido á Guada­
lu p e ; los d em ás, -milicianos. Allí m ism o-supo el reem b arco -d e
M iran d a; seguidam ente la disolución de su fu erza; y en to n c e s/tra n ­
quilo acerca-de la invasión , se dedicó á castigarla. Diez prisioneros
cogidos en el com bate naval fueron pasados p o rla s arm as en P uertoCabello, y-cuarenta y tres destinados á varios, presidios. Mui p ro ­
bable es que en tre los prim eros se hallase el hijo del-eoronelS m ith,
cuya vida no quiso el padre rescatar con la vileza de denu nciar los
cómplices yam igo s de M iran d a, como se lo propuso el em bajador
español- en -N orte-A m érica.
Profundam ente tran q uila quedó despues de esto Venezuela , y
no <poeo satisfechas* las>auloridades de la buena disposición de los
naturales á conservar su dependencia de la-m ad re-p atria. Pocos
esfuerzos, ¿-qué decim os ?’ la sola'-manifestacion de suiim periosa
voluntad-bastó á-Vasconcélospara o b te n e r del pueblo cuanto quiso :
ham bres ^ d in e ro . Ricos yipobres,vnobl0s y plobevo& se ap resuraro n
— 28 —
mas ó menos á m anifestar con hechos positivos su zelo y su lealtad,
y jam as acaso pareció mas firm e que en aquella ocasion el lazo que
u n ía á España y su colonia. Y sin em bargo n o estaba léjos el m o­
m ento de su separación com p leta, y el de aquella g u erra larga y
cru da en q u e u n a y otra, cual si fuesen antiguas enem igas, hicieron
alarde de cu a n ta saña y crueldad puede caber en pecho hum ano.
No se cam bian de u n instante á otro las costum bres y el carácter de
u n pueblo sin gravísim os motivos de injusticia y opresion, y como
estos tenían su origen en la m etró p o li, fuerza es buscarlos en ella,
donde en efecto á poco andar los verem os produciendo en tre otros
resultados el de la em ancipación del continente am ericano.
La paz de Tilsit concedió á B onaparte u n a intervención oficial en
los negocios de E sp a ñ a , y su inm ediato resultado fue la invasión
de Portugal y el tra ta d o de F o n tain eb lau en que se daba p or des­
tronada la casa de B raganza y se dividían sus estados en tres p o r­
ciones : la p rim e ra con el título de Lusítania setentrional seria p a tri­
m onio del reí de E tru ria , en cambio de la Toscana que quedaba
reu n id a al im perio : Alenlejo y los A lgarves se d arían en toda so­
beranía al P ríncipe de la P a z ; y la parte cen tral, que era la tercera,
q u ed aría como en depósito en manos de B onaparte hasta la cele­
bración de la paz general. Merced á Godoy, desvanecido con la idea
de poner sobre sus sienes una c o ro n a , esle infausto tratado fue
cum plido según las m iras de Napoleon , atento tanto á perfeccionar
su bloqueo c o n tin e n ta l, cuanto á poner su pié arm ado en E sp a ñ a ,
p a ra so rp ren d erla y conquistarla. Nada al parecer e ra mas fácil
desde el m om ento en que las tropas francesas hubiesen ocupado el
territo rio y sus m ejores plazas fu e rte s, lo cual consiguieron fácil­
m ente en unos lugares por so rp re sa , en otros por condescendencia
de las autoridades y en varios p or órdenes de la corte. Ya no fue
dudoso el plan del pérfido aliado de la España : el mismo Carlos IV
desengañado al fin, vió p atentem ente el designio que tenia B onaparte
de d estro n arle, p a ra poner en su lu g ar u n m iem bro de su fam ilia;
y entonces adoptó la determ inación de em igrar á América, siguiendo
el ejem plo de la casa de Braganza. Medida acertada h u b ie ra sido
y la única que h u b iera podido conservar , si .no á la corona , á la
fam ilia rea! de España, sus posesiones u ltra m a rin a s; pero el infausto
valido, q u e había conducido la nación á tal punto de m iseria, fué
entonces la verdadera causa de que no se cum pliese. Él la pro p u so ,
y eso bastó p a ra que el p u e b lo , in terp retán do la como u n a rd id
— 29 —
dirigido á conservarle al lado y en la gracia de los m o n a rc a s, se
am otinara p a ra e sto rb a rla, y au n intentase d arle m u erte.
¡ Asombrosa c e g u e d a d ! Carlos IV p ara salvar la vida de aquel
hom bre, á q u ien parece le ligaba u n destino de vergüenza y de
oprobió, abdicó la corona en su hijo F ern an d o , qu e poco an tes se
la liabia qu erid o a rreb ata r po r la fuerza ; y esta n u ev a d eb ilid ad ,
como todas las del m onarca , p r o d u jo , si.n o el m o tiv o , la ocasion
de u n nuevo daño. Napoleon que apenas buscaba ya pretestos p ara
poner en obra su proyecto de apoderarse de la España, se negó á
reconocer á F ern an d o so pretesto de que la ren u n cia habia sido for­
zada ; y entonces fue cuando se vió el viaje de toda la fam ilia real
de España á Bayona, para com prom eter en m anos de su enem igo la
decisión de sus q uerellas. El resultado fué que el hijo devolvió al
padre la corona, el padre la regaló á Napoleon y este á su herm ano
José.
Tanto u ltraje hecho á una gran nación p o r aquel audaz y pode­
roso soldado q ue ju g ab a con las coronas de los reyes, y las escenas
sangrientas del 2 de mayo en que M urat llenó de luto al pueblo de
Madrid, p rod u jeron Ia luciia que m inó el p o d er colosal de .Napoleon
y concluyó p o r la restitución de F ernando al trono de sus m ayores.
Mas entre tanto las provincias, sin cabeza que guiase sus esfuerzos
patrióticos y desconfiando de la ju n ta suprem a que gobernaba bajo
el influjo de M u r a t, se proclamaron al levantarse restituid as á su
soberanía p rim itiv a , y confiaron su ejercicio á ju n tas provinciales.
Estas se u n iero n p or m edio de u n a alianza ofensiva y defensiva á la
Inglaterra , d eclararon guerra á la Francia y la sostuvieron digna­
ra en,to hasta que las necesidades del ejército y de la adm in istra­
ción hicieron precisa la formación de un gobierno general que e je r­
ciese el poder ejecutivo. Este fué el origen de la famosa ju n ta cen­
tral instalada en A ranjuez el 25 de setiem bre de \ 808.
M ientras qu e estas cosas pasaban en E sp añ a, la A m érica,cuyas
delaciones com erciales con la m etrópoli estaban casi in terrum p id as,
«o tenia otras noticias que aquellas que los víreyes ó capitanes ge­
nerales tenían á bien com unicarle, ménos porque tem iesen conm o­
ciones peligrosas, que p o r reservarse el derecho de arreg lar su con­
duela á los sucesos de Europa. Pruébalo así la resolución que to ­
maron todos ellos, con escepcion del de Méjico, de ju r a r obediencia
a José B onaparte, apenas supieron las cesiones de Bayona ; conducta
innoble, tanto como fué generosa la del p u eb lo , decidido por d o
—
5 0 -. —
q u iera á hacer.causa com ún,con la m ad re p atria..p a ra .rescatar del
cautiverio á la fam ilia.real.
P o r el m es de julio de 1808 llegaron*;! la G uaira cierto s.co m isionados de M u r a t, nom brado lu g ar-te nien te del r e in o , y tenian
p o r objeto hacerle reconocer como tal en V enezu ela, según despa­
cho que al efecto llevaban del real y suprem o consejo de Indias.
Vasconcélos no existia, y Don Ju an Casas, su sucesor, recibió á los
franceses, conferenció con ello s, y según la costum bre no com uni­
có al pueblo sino u n a parte de las noticias.recibidas, exagerando.el
poder de Napoleon y la com pleta'sum isión de España. Mas.sucedió.,
q ue las im prudentes vociferaciones y fanfarronadas de. .u n .oficial
francés en lu gar público, y la lectura q u e .d ió de u n a 'g a z e ta de:
B ayona.en p ru eb a de sus dichos , revelaron la m al .disfrazada, vio­
len cia.h ech a á los reyes; Con este m otivo se trabó .de.razon esiei
francés con algunos oficiales criollos y españo les, y acalorados es­
to s , salieron por las c a lle s,v ic to re a n d o .á Fernando VII y apelli­
dando g u erra y venganza contra los franceses. Conm uéveseiel p u e ­
b lo , cunde el entusiasm o : la suerte de la ,re a l fam ilia red ucid a ácautiverio en,prem io de su noble confianza, esciía. en todos los cora-'
zones la m as viva indignación.: lib ertarla es el-v o to de t o d o s p e r ­
m anecer unidos álíspaiía.el se n tim ien to g en eral.; y como >tem iesen;
no sin ra z ó n , la deslealtad de las au to rid ad es, se dirigieron en g ra n
n ú m ero á ¡a casa del gobierno.y obligaron al capitan general.á ju-*
r a r con ellos ohedieneia-y fidelidad.al rei F ernando. Los comisio­
nados franceses escaparon á d a rá s penas del fu ro r d e l,p u e b lo , es­
condidos en casa de un ciudadano resp etab le, y á la .m edia noche i
salieron p ara la G uaira concuna escolta que,les dió el gobierno para
su seguridad. Un b uq u e de. g u erra,in g lés llegado al m ism o;tiem po
aum enté la b u en a disposición del pueblo hacia la España,, si bien
puso en confusiones y perplejidades al capitan general no bien,de­
cidido todavía acerca del partido .que debia.tom ar.
Los,ingieres an uncia ban la’insurrección .de la Península contra
N apoleon, la creación de u na ju n ta, e n Sevilla, y.la alianza celebrada con la G ran .B re ta ñ a, en cuyo nom bre.ofrecian a l capitan gene­
ra l toda especie de ausilios,, con .tal, que m antuviese el pais en la
obediencia d é la legítim a dinastía española. Don Juan Casas,¡á quien
la opin io n. del pueblo tan uniforme,.y .enérgicam ente m anifestada,
h ab ia im puesto re s p e to , n o se atrev ió á .decidir por tsí,solo :en 5tan
ard u a co yuntura, au n q u e inclinado,de.corazon.á.los franceses,\y se;
— —
51 ' ¡ -----------
asoció-con .algunas personas nota]jlés?yde autoridad para oir su dic­
tam en. P eto itavnpoeorellos quisieron jtofflar sobre sid a responsabi­
lidad, y propusieron la «formacíon -de-una ju n ta .á que. concurriría
un m iem bro'por>cada unoide lo sítrib u nales; corporaciones y clases
dé la sociedad, queellos mismos eligieron. Reuntóseicn efecto el 17
de ju lio . Algunos m iem bros q u is ie ro n q u e aquella »junta se consi­
derase com o perm anente y soberana* fundándose en el-ejemplo de
España y en la m ism a organiüacíoli q u e sede lmbia d a d o ; pero otros
sost.fi vieron q u e , componiéndose ide 'individuos nom brados por el
gobierno, (iiO'pijdia ten er aquel-carácter; p o ric u a n to su s derechos á
la soberanía debían derivarse de la elección de las clases y corpo­
raciones, del pueblo en fin cuyos poderes ib an a ejercer. Como p re­
valeciese este dictam en, la. juntasse ocupó únicam ente-en-tratar del
asunto especial p ara'q n e había sido n e u m d a , tom ando en conside­
ración los-despachos conducidos por los franceses y los que en
nom bre del gobierno b ritánico babian enviado el alm irante Coliucour y el vicealm irante-Gocbrane. Leídos -eslos papeles , la p lu ra li­
dad dedos votantes opinó por que se obedeciesen los-despacbos del
real y suprem oiconsejo de Indias, y así p o r el pronto lo acordaron,
si bien despues revocaron este acuerdo, resolviendo definitivam ente
110 hacer .novedad en ebestado de las cosas, tantoipor tem or de los
ingleses, cuanto del pueblo.
Las vacilaciones y anaaüosdel gobierno y de<6us consejeros, ,y la
conducta oscura y floja d é la ju n ta p rodujeron en !a poblacion u n a
grande efervescencia ; y de, aq u í el no ocuparse las gentes sino en
los negocios de España, el propalarse rum ores de traiciones y m o­
tines, el desconfiar todos del capitán general y-el ver-este en todas
parles revueltas y conspiraciones¡<En estos casos .todotlo que no sea
adoptar una línea de conducta.clara y franca,, es p erp e tu a r con la
inceriidum bre el peligro ; y q u erer co rtar este despues con violen­
cias, tanto vale .como aum entarlo a l. infin ito .,Esto hizo Casas. Sin
forma de. juicio n i.o tra ¡prueba que .una sim ple delación condenó á
los presidios de¡Puerto-Rico á (res^noüos.nolables,.cabezas,supues­
tos de.uu .motín,, rechazó al dia .siguiente 27 de Julio la propuesta
que le.hizo el ayunlam ienlo .de c o n stitu ir una ju n la como las de
España,, y no m as larde que el 28 m anifestó hallarse dispuesto á
convenir en el proyecto. .Dudoso es que Casas obrase de b uena fe
al hacer esta psom esa ; pero-es-io cierto q u e el »cabildo form ó u n
plan de gobierno y lo s o m e tió i su aprobación.
— 52 —
En esto llegó á Caracas u n com isionado de la ju n ta de Sevilla, y
presentó al ayuntam iento el dia S de agosto pliegos en que aquel
cuerpo, titulándose suprem a au toridad de España y las Indias, con­
firm aba en sus oficios á todos los em pleados y les exigia la recono­
ciesen en el carácter que se habia dado. El cabildo quiso en trar á
deb atir sobre la legalidad del poder que se atrib u ía una ju n ta cuyo
origen no era á la verdad m ui p u ro . Pero Cásas les fué á la m an o ,
declarando que él 110 habia ido alíí ¿ b u s c a r discusiones sino obe­
diencia, y la obtuvo por supuesto sin réplica ; m ayorm ente por Ha­
berse sabido que su in ten to era obligarlos á ello con la fuerza a r­
m ada. Im prudente h u b iera sido, y lo que es m as, in ú til cualquiera
oposicion , porque la ju n ta de Sevilla se habia ganado el cariíio de
todas las au to rid a d es, m anteniéndolas astutam ente en sus oficios.
No m u i contentos de esta violencia y recordando una prom esa
del capitan general varios sugetos respelables, criollos y eu ro p eo s,
pidieron se form ase en Carácas u n a ju n ta conservadora de los de­
rechos de F ernando V II, conform e al plan presentado poco antes
p o r el ayuntam iento. De acuerdo estaba esta solicitud con el ejem ­
plo d e España. Se fundaba en igual derecho que el que asistía á las
provincias de la m adre p atria p ara regirse por sí mismas, á falla de
un gobierno g e n e ra l, y proponía una m edida de sana política ,
aten to q ue de la inquietud del pueblopodia re su ltar un trastorno, y
valia m as conceder lo que realm ente no habia modo de im pedir.
Siguiendo Cásas sin em bargo los consejos del regente de la audien­
cia Don Joaquín de M osquera, m andó arrestar y form ar causa á los
q ue suscribieron la p e tició n , resu ltan d o que u n o fué enviado á la
Península , algunos puestos en lib erlad por haberse llam ado á e n ­
gaño, y otros obligados á resid ir fu era de la ciudad.
G obernada pues en nom bre de la ju n ta de Sevilla y por las auto­
ridades del régim en antiguo estuvo Venezuela hasta el -15 de enero
de \ 809, en que se reconoció la soberanía de la ju n ta c e n tr a l; ju n ta
q ue en lu gar de form ar la regencia según las leyes del r e in o , ó de
convocar p ara ese fin las C o rle s, resolvió ser ella m ism a el poder
ejecutivo. No nos loca decidir acerca de su gobierno en tre sus d e ­
tractores y su ilu stre panegirista (9 ); peiro ello es cierto que este
erro r fué m as tarde la ocasion de la independencia de América, q u e
otras medidas suyas contribuyeron grandem ente á prom over.
Agradecida la ju n ta central á los cuantiosos y oportunos ausilios
pecuniarios que gratuitam ente por la m ayor parte dieron á España
los am ericanos, espidió su m em orable decreto de 22 del mismo
m e s , por el cual se declaraban p a rte esencial é integrante de la
m onarquía sus vastos dom inios ultram arino s. No era esto en v e r­
dad conceder á la América u n derecho nuevo, pues ni la m ente n i
la le tra de la legislación española de Indias , n i los decretos de sus
m onarcas consideraban los paises liispano-am ericanos como colo­
nias, ea el sentido que otras naciones de E uropa han dado á tal p a­
la b ra desde el siglo x v i. La novedad de esta declaratoria consistía
en reconocer el principio de u n a perfecta igualdad en tre los n atu ­
rales de unos y otros reinos, «olvidado, como dice Toreno, p o r las
« m ism as causas q u e destruyeron y atropellaron en España sus pro« pias y m ejo 'es leyes. » Dispuso pues la Central que los re in o s,
provincias é islas que form aban los dom inios de América tuviesen
epresentacion nacional é inm ediata, constituyendo parte de ella por
m edio de sus correspondientes diputados. Al efecto m andó que cada
ayuntam iento nom brase tres individuos de en tre los cuales se sa­
caría uno po r la suerte. El virei ó capitan general coa el real acuer­
do procederían á elegir tres personas de la to talid ad , y seguida­
m ente los insacularían , teniéndose p or diputado del vireinato ó
capitanía general el prim ero que del cántaro saliese. De dos vicios
graves adolecía esta disposición, pues n i el pueblo tenía p arte d i­
re c ta ó indirecta en la elección de sus d ip u tad o s, n i Ja América
u n a rep resentación proporcional á la que enviaban á la ju n ta las
provincias de España. Tal como e ra , fué sin em bargo aceptada en
•Venezuela, si no con jú b ilo , por lo m énos con la satisfacción de ver
justificado p o r u n acto solem ne y espontáneo de la p rim era auto ri­
dad de la m etrópoli, el derecho que ya había reclam ado de tom ar
p arte en el gobierno : derecho cuya posesion se deseó entonces m as
Vivamente que n u n ca, por lo mismo que era m ezquino é im perfecto
el m edio im aginado p o r la ju n ta central g u b ern ativ a. Otro acto de
este cuerpo concurrió de luego á luego á d esarrollar en las cla­
ses principales del pueblo el anhelo p or constituir u n a au toridad
propia que gobernase la ti e r r a , conservándola unida á la Penín­
sula.
Y
fué el nom bram iento del brigadier Don Vicente de E m paráii
por gobernador y capitan general de V enezuela. Este oficial español
era un hom bre in stru id o y valeroso que se habia distinguido como
capitan de navio en la m arina real. N om brado com andante m ilita r
de Puerto-Cabello, dejó alti gratos recuerdos de su n o m b re, y m ereu i s i . aioD.
,
—
54
—
ció ser ascendido al gobierno de C um aná, que desem peñó con h o ­
n o r y justicia. En tiem po de la guerra de los ingleses tom ó sobre sí
el a b rir aquel p u e rto al comercio de las colonias e stra n je ra s, y á
pesar de las vociferaciones de sus ém ulos, consiguió que la corte
aprobara con elogio una m edida que m antuvo la abundancia y el
sosiego en la provincia. Esta conducta y su honradez á toda p ru eb a
le granjearon el afecto de aquella comarca venezolana ; p o r m anera
q u e cuando se tuvo noticia de su nom bram iento para el m ando ge­
n e ra l del pais, solo pocas perscnas lo sintieron. V erdaderam ente
eran estas las m as instruidas y v a lio sa s, y no carecían de justos
m otiv os p a ra ver en la elección de E m paran un grande obstáculo
al logro de sus proyectos. El nuevo capilan general era en efecto u n
h o m b re capaz de g obernar p or sí y, aun qu e atsnto y ccrtesáno en
sus m odales, violento de genio y propenso á sacudir el freno de las
rey es cuando la ocasion pedia m edidas énergicas de seguridad ó
precaución. Iban algunos hasta tacharle de adicto á los fra n c e se s,
con motivo de haLer debido en gran p arte sus ascensos á Napoleon,
p o r influjo del célebre m arino español M azarredo; si bie¡) nos pa­
rece absurdo, el tem or de que un honrado caballero como E m paran
fuese capaz de hacer traición á su p atria, burland o la confianza con
que le habían honrado los centrales.
Mas es lo cierto que todas las providencias que espidió desde el
de mayo en que llegó á V enezuela, fueron desacordadas y vio­
le n tas. Noticioso de que algunas personas lenian en su poder im ­
presos relativos á una ju n ta gubernativa establecida en Q uito el -Í0
de agosto, los tra tó como reos de Estado : m andó hacer u n a l ^ a
general en toda la provincia , y sin forma de juicio condenó al tr a ­
b ajo de obras públicas á una m u ltitu d de hom bres b u e n o s , so co­
lo r de v a g o s: de m ano poderosa desterró sin form arles causa á va­
rio s sugetos respetables, y e n tre otros á Don Miguel José Sanz, que
era entonces asesor del consulado : fom entó con tan ta im prudencia
com o inm oralidad las delaciones y chism es, designando un lu g ar en
su propia casa p ara recib ir escrilos anóüim os : em barazó el com er­
cio y com unicación de unos pueblos con o tr o s , exigiendo pasapor­
tes á toda clase de personas : hu m illó al ayuntam iento despreciando
sus acuerdos é introduciendo en su seno m iem bros que aquel
cuerpo rechazaba ; y finalm ente, cuando no revocó, dejó sin efecto
las determ inaciones de la audiencia y de la curia eclesiástica, si no
se acordaban con sus fines.
AÑO DE f i g f i O .
Tanta violencia cansó al fin el sufrim iento de todos , y así crio­
llos como españoles se dieron prisa á d e rrib a r á E m paran del m an­
do, no p orque entrase en su plan la m ira de separar la colonia de
]a m adre patria , sino únicam ente p or form ar un gobierno análogo
al de esta. La revolución de Gual y España m anifiesta que la inde­
pendencia n o e ra u n a idea desconocida en el p a is ; m as solo pocos
la tenían, si bien los m as nobles, ricos é ilustrados. P o rq u e á decir
verdad las clases mas num erosas del pueblo, m iserables ¿ig n o ran tes,
n i siquiera concebían el seniido de la p a la b r a , m ucho menos la
conveniencia de v ariar un orden de cosas á que las apegaban varias
y fuertes sim patías. G uardáronse pues los principales conspiradores
de d eja r traslu cir en sn proyecto u n pensam iento que lo habría
hecho im p o p u la r, y desde luego aseguraron que su único fin era
conservar los derechos de Fernando V II, im pidiendo que E m paran
vendiese el pais á los franceses, despues de haberlo d isg u stad o ,
con su despotism o, del gobierno español. Diversos planes se p ro ­
pusieron y m editaron con aquel objeto desde el enero de -1810 ;
todos arriesgados é inciertos. Despues de m uchas conferencias y
discusiones en que m as se hablaba que se prevenía, se convino al
fin en em plear el batallón de m ilicias de los valles de Aragua, cuyo
^o ro n el era el m arq ues del Toro, y seducido este cuerpo, d estitu ir
por su m edio á E m paran, sorprendiéndole en la noche del -Io al 2
de ab ril. Cuando todo estaba p rep arad o , listos los hom bres y las
arm as, designado á cada cual su puesto y convenidas las señales, se
vieron presos por orden del capitan general, á q u iea el caso habia
sido denunciado. Con cuyo m otivo observarem os que E m p a ra n ,
desdiciéndose del carácter que se le a trib u ía, usó en esta co yuntura
de u n a clem encia verdaderam ente intem pestiva, pues sin profun­
dizar m ucho en el neg o cio, y aparentando 110 ver en él sino u n
acaloram iento pasajero de cu atro jóvenes m ilitares, se lim itó á con­
finar los principales en M aracaibo, M argarita y otros puntos d e la
provincia.
Lo que entonces causaba m as in q u ietu d era la falta total de n o ­
ticias de E sp añ a, p o rq ue, según se hizo entend er á tod os, la única
—— 56 —
em barcación que hubiese aportado á la G uaira, no llevaba papeles
oficiales. Ocupado se hallaba E m paran en esplicar sem ejante nove­
dad con el rigo r de la estación y las pocas utilidades del com ercio,
cuando llegaron dos buques a la G uaira y á Puerto-C abello. Por
ellos se supo vagam ente la disolución de la ju n ta central y Id d is­
persión de sus m ie m b ro s; cuya noticia fue confirm ada el -18 de
a b r il, con la añ ad id u ra de q u e á eseepcion de Cádiz y la 'isla de
L eó n , todo el resto de la Península estaba en poder de los fran ­
ceses.
Con esto subió de p u n to la in q u ietu d , cundiendo rápidam ente
p o r todas las clases d el pueblo : los españoles m ism os tem erosos y
sobresaltados, m anifestaron altam ente su desconfianza del gobierno :
los criollos revivieron sus pasadas pretensiones y ganaron fácil­
m ente partidarios. La ocasion era propicia y los conspiradores, p ara
n o m alograrla, se reu n ieron en la noche del mismo dia. Se contaba
con los principales jefes y con varios oficiales de la tropa que g u ar­
necía la ciudad : el ca b ild o , com puesto casi en partes iguales de
españoles y am ericanos, debia d a r el p rim e r paso provocando u n a
discusión con el capitan g e n e ra l; lo demas saldría de suyo , fiando
en la fuerza el o c u rrir á las contingencias no previstas que pudiesen
im p ed ir la ejecución del plan. La generalidad no soñaba siquiera
en separarse de la acuitada m ad re p atria ; pero babia opinion por
u n cambio en el g o b iern o , acalorados todos con la idea de im ita r
e n ello la conducta de España y de d e rrib a r á E m para n , á q uien
los m as odiaban y te m ía n , afectando creerle adicto á los franceses.
Fiel á su p ro m esa , se reu n ió el ayuntam iento en la m añana del
■i 9 de ab ril, con achaque de asistir á los oficios religiosos del Jueves
Santo en la iglesia catedral. Entonces se insinuó p o r algunos de
los conspiradores la necesidad de ocuparse en las novedades que
co rrían , á fin de acordar los medios de aplacar la efervescencia p o ­
p u la r y atender á la seguridad com ún q u e ellos veian, según d ije­
ro n , alterada. Para esto debia el cuerpo declararse en sesión estrao rdin aria con usurpación de ajenas facu ltad es, pues tocaba única­
m ente al capitan general la convocatoria á cabildo en casos sem e­
jantes. Sí E m p a ra n , hecha esta observación , se h u b iera negado a
p resid ir en u n a ju n ta ilegalm ente reu n id a, se trasto rnara sin d u d a
la revolución, y obligados los revolvedores á d iferirla ó atropellar­
la , acaso la m alograran sin rem edio. Pero E m p aran no viendo pe­
ligro en p arte a lg u n a, pasó p or alto la inform alidad del caso y se
—
57
—
presentó m u i confiado y sereno en la casa cap itu lar al p rim er lla­
m am iento que se le hizo. P or el p ro n to sin em bargo supo corregir
el desacierto, elud iend o h ábilm ente las prim eras dificultades. H a­
blóse de los sucesos de E sp a ñ a , del peligro en que se hallaba la
América, de cu án to convendría organizar en Venezuela un gobier­
no propio q ue la preservase de la a n a rq u ía , velase en su defensa
y conservase los derechos de su legítim o m onarca. A todo contestó
victoriosam ente E m paran, diciendo ser cierto que la ju n ta central
se habia disuelto , pero no q u e se hallase el reino sin g o b ie rn o ,
habiéndose establecido un Consejo de Regencia. Que no hubiese
m iedo de ver alterado el sosiego público n i despedazado el pais por
la an a rq u ía , no existiendo partid o s ni bandos enemigos. Y final­
m ente, que en lo de establecer u n gobierno distinto, tuviesen cuenta
n o fuese ello alguna sujestion m aliciosa, hija de la am bición ó de
la n o v e lería , y q u e en todo caso con venia no in te n ta r innovación
pequeña ó grande hasta la llegada de dos enviados de la regencia
que ya estaban en el pu erto de la G uaira. A m uchos p arecieron sa ­
tisfactorias las razones de Em paran y ju sta su opinion : este sin
aguar-lar respuesta se dispuso á salir : los conjurados al n o tar la
disposición desfavorable de ios ánim os, quedaron a tu rd id o s , y m al
su grado, mollinos y presagiando ya desdichas le siguieron.
El m om ento era crítico. Malogrado el lan ce , se habia puesto al
capiian general en el secreto de la m áq u in a que se tra m a b a , y éí
no era ho m b re de re p a ra r m ucho en los medios de cortarla. Si
entrab a en la iglesia todo estaba p e rd id o , p orque de allí espediría
cautelosam ente la orden de p ren d er á los conjurados. Lo cual e ra
fácil, pues de estos unos se hallaban desparram ados por la ciudad,
y los principales obligados por sus oficios á perm anecer en el te m ­
p lo . Entre tanto cam inaban, y n o siendo grande la distancia que
m ediaba e n tre las antiguas casas capitulares y la m etro p o litan a, se
hallaban ya á sus puertas. En este instante varios grupos de con­
ju rad o s reunidos en la plaza cierran el paso á la comitiva de Eropara n , y u n hom bre llam ado Francisco Salías ag arra á este del brazo
y g rita que vuelva con el cabildo a la sala capitular. Repiten
los conjurados la m ism a voz : el p ueblo sin saber de qué se trata
presiente un alboroto, y según su costum bre, lo atiza y a u m e n ta ,
prorum piendo en los mism os clam ores : la tro p a dispuesta p ara
escoltar la procesión del Jueves S a n to , corre á tom ar las arm as y
hace vacilar u n m om ento la resolución de los am o tin a d o s; pero
— 58 —
luego las depone y se dispersa por m andato de su jefe : así que
E m paran, abandonado por la fuerza y llevado en vilo por el popu­
lacho , se ve en la necesidad de regresar á la sala del ayuntam ien­
to. En el camino u n cuerpo de guardia que estaba al paso le niega
los honores m ilitares debidos á su clase, y esta circunstancia le des­
concierta totalm ente, abriéndole por fin los ojos sobre la estension
del m al y el peligro verdadero de su situación.
No opuso ya por tanto ningún inconveniente cuando los doctores
Juan G erm án Roscio y Félix Sosa propusieron la form ación de u n a
ju n ta suprem a ; siendo tal su tu rb ació n , que ni siquiera, le ocurrió
observar que aquellos dos señores (ornaron asiento en cabildo de
m ano poderosa, titulándose diputados de! pueblo : no m b re desco­
nocido en la legislación española y sobradam ente indicativo del es­
p íritu que anim aba aquella tram a. Tai respeto se tenia aun á la
antigua m ajestad de las autoridades españolas, que á pesar de todo
lo sucedido, todavía consintieron los m unicipales en hacer á Em ­
paran presidente de la ju n ta suprem a que debia form arse, ponién­
dose de nuevo y con in au dita ceguedad y torpeza en tre sus m anos.
Ya Roscio habia empezado á redactar el acta de la sesión en este
sentido, y la revolución iba otra vez ¿m alog rarse, cuando apareció
en la escena el hom bre q u e debia fijar su m archa n aciente y 'vaci­
lante. Fué este el doctor José Cortes M adariaga, n atu ra l de Chile
y canónigo de la catedral de Caracas ; genio atrevido y em prende­
d o r; de condicion apasionado y vehem ente; instruido y dotado de
un a elocuencia verdaderam ente tribunicia , sin arte ni m étodo,
pero concisa, anim ada y tro n an te. En el confesonario estaba cu an ­
do dos ó tres personas le llevaron la noticia de la últim a debilidad
<de los m unicipales, y viendo que lodo estaba perdido, corrió desa­
lado al ayuntam iento y se anunció como diputado del pueblo y del
c le r o , títulos que para sus fines se dió él mismo , cual hicieron
otros. Como entró en la sala, se sentó, y escusando preám bulos y
circunloquios inútiles, dijo como daba lástim a ver á hom bres ten i­
dos hasta entonces por de b uen sentido, poniendo la revolución y
lo que es mas, sus propias vidas á la m erced de Em paran , el cual
si disim ulaba por el m o m en to , era p ara vengar después m ejor el
u ltra je hecho á su autoridad : como era rem atada locura pensar en
contenerle por medio de u n a ju n ta luego que se vie&e con el poder
de d errib arla : y por fin, como e ra indigno de hombres p rincipales,
animosos y honrados como ellos p erd er el fruto de u n proyecto e n
— 59 —
que m irab an , no la propia am b ició n , sino la felizidad del pueblo.
Despues desm intió osadam ente algunas de las noticias que el capitan general había com unicado sobre España , ofreció las pruebas
de ello en cartas que tenia de la P enínsula, le atrib u y ó el deseo de
m an ten er, con fines torcidos, el desasosiego del pueblo, y concluyó
pidiendo su deposición como m edida de seguridad, y por ser ese el
q u e re r del pueblo y del clero. Venidas las cosas á este punto , co­
noció Em paran no q u ed arle otro recurso que el de apelar á la m u ­
ched u m b re que cercaba las casas capitulares, y así, m anifestando
algunas dudas acerca de la legitim idad de los recientes d ip u tad o s,
íalió al balcón y preguntó en alta voz al pueblo si estaba contento
con su m ando. Mui astuto era M adariaga para lib rar el resultado
de aquel ard uo negocio en la m udable é inconsecuente voluntad de
la p le b e ; p o r lo q u e saliendo al balcón con E m paran , m ien tras
este hacia su pregunta, él indicaba á la tu rb a la respuesta, hacién­
dole señas á hurtad illas. Los conjurados que estaban mezclados con
el p u e b lo , gritaron no le queremos \ el pueblo pro ru m p ió tam ­
bién no le queremos. E m paran disim ulando su bochorno dijo con
despecho, pues yo tampoco quiero triando : estas palabras se pu­
sieron como u n a ren uncia voluntaria en el acia que le despojó de
la autoridad : y M adariaga y la revolución triu n faro n á no m b re ,
decian, y por voluntad del pueblo de Caracas.
Ya uo hubo en nada em barazo, ni diticuliad alguna. Asociado el
ayuntam iento con varias personas á quienes llam ó á su seno en ca­
lidad de diputados de las corporaciones y clases, de tím ido q u e
Labia sido , osó desconocer la au to rid ad de la reg en cia, declarando
qu e las provincias de Venezuela en uso de sus derechos naturales
y políticos procederían al establecim iento de un gobierno que e je r­
ciese la soberanía en nom bre y representación de F ernando V íf.
Seguidam ente depuso á los o id o re s, m énos como enemigos del n u e­
vo orden de cosas, que por h aber dem ostrado en las varias o cu r­
rencias de aquel dia una energía que no tuvo el jefe superior. Lo
mism o hizo con m uchos em pleados civiles y m ilitares á quienes
adem as hizo prestar ju ram en to de que no in ten ta ría n cosa alg u n a
co n traria á la revolución. Puso el mando de las arm as y los puestos
de m as im portancia en personas conocidas por su inclinación á
aquellas novedades, A los indiv id u o s'd e tropa m andó d ar p rest y
sueldo doble , conservando el suyo á lo s em pleados y m ilitares d e ­
puestos. Finalm ente el capitan g e n e ra l, el in te n d e n te , el a u d ito r
—
40 —
de g u erra y algunos oficiales superiores fu ero n espulsados del te r­
ritorio pocos dias despues.
Todo esto era n atu ra l y puesto en razón, pues la revolución que
se comienza debe perfeccionarse por u n d eb er im perioso de propia
Qonservacion. E l nuevo gobierno (q u e fué el m ism o ayuntam iento)
se ocupó luego en organizar de u n modo diverso todos los ram os
d e la adm inistración pública. Nombró letrados p ara com poner u n
trib u n a l superior de justicia en lugar de la au dien cia; y como los
m iem bros del cabildo se habían elevado á u n rango tan superior á
las funciones de su prim itiv a institución , creo con el nom bre de
juzgado de policía u n cuerpo que rigiese las dependencias del ser­
vicio m unicipal. Otro de sus cuidados principales fué el de en v iar
em isarios á las provincias de C o ro , B arín a s, M aracaibo, Barcelona,
M arg a rita, Cum aná y Guayana p ara poner en su noticia el suceso
y convidarlas á la unión por el bien y la seguridad de todos. Una
m isiva dirigió á los ayuntam ientos de todas las capitales de la Amé­
rica esp añ o la, esplicándoles su conducta é invitándolas á im ita r su
ejem plo. A los m ilitares que liabian cooperado al b uen éxito de la
re v o lu c ió n , concedió, como era ju s to , algunas recom pensas; y
atendiendo d rodearse de hom bres valiosos y de confianza, encargó
el m ando superior de las arm as a l coronel F ernando T o ro , h e r­
m ano del m arq u es, que habia sido educado en España y e ra u n
sugeto de instrucción y valor. D espues, aplicando la atención á
objetos mas elevados, resolvió poner la m ano en los abusos de
la legislación y del gobierno, y empezó con gran discernim iento á
d e stru ir los principales. Libertó del derecho de alcabala los a rtí­
culos de prim era necesidad : abolió el odioso trib u to de los indios :
prohibió la introducción de esclavos en V enezuela : derogó las re ­
cientes ordenanzas sobre vagos, y coronando esta obra reform adora
con creaciones esenciales, m andó form ar u n a sociedad patriótica
p ara el fom ento de la ag ricu ltu ra y de la in d u s tr ia , y estableció
u n a academ ia de m atem áticas para la instrucción de los jóvenes
m ilitares.
Las provincias de B arcelona, C um aná y M argarita reconocieron
prontam ente el nuevo gobierno y enviaron sus diputados á la ju n ta .
Lo mismo hizo la de Barínas y sucesivam ente las otras con Jas solas
escepciones de Coro y Maracajbo que se declararon som etidas á la
regencia y unidas á la suerte de España. Barcelona se desdijo poco
d esp u es, proclam ando el gobierno establecido en C ádiz; pero p o r
— 41 —
sí m ism a volvió luego sobre sus p aso s, haciendo inoficioso el uso
d é la s arm as que se habían destinado á som eterla. No así Guayana,
que por influjo de los españoles y de los m isioneros capuchinos se
retractó de su p rim er acuerdo, envió presos á E spaña, á la H abana
y á P u erto -R ico 4 los amigos de las recientes novedades, y m as
tarde opuso u n a tenaz resistencia á las arm as de Carácas. Esle con­
tratiem po fue compensado con el reconocim iento que hizo M érida
del gobierno de la c a p ita l, separándose de Maracaibo.
Los comisionados que envió la ju n ta á esta últim a ciudad y á la
de Coro fueron recibidos como enemigos p or las autoridades espa­
ñolas. Despreciado el carácter pacífico de su m isión, los trataro n
cual pudieran á traid o re s, rem itiéndolos á las m azm orras de P u e r­
to-Rico. A esta conducta y á 'la s proclam as en que el com andante
m ilitar de Coro Don José Ceba líos exhortaba los pueblos á descono­
cer el nuevo g o b ie rn o , correspondió este enviando contra aqu ella
provincia algunos cuerpos de tropa al m ando del m arques del Toro,
quien p o r lo pronto situó en C arora su cuartel general. Estos fue­
ron los prim eros amagos de aquella g u erra despues tan c r u e l, en
que olvidados iodos los respetos de la sangre y de la hu m anidad ,
se despedazaron e n tre sí los am ericanos y los españoles con una sa­
ña sin ejem plo. Así qué , la revolución fom entada por los desbar­
ros del gobierno p e n in s u la r, y el despotism o y desacuerdo de las
autoridades españolas, vino á ensangrentarse por la im prudencia de
estas. Difícil es juzg ar si eniregada á sí mism a h ubiera progresado
hasta el pu n to de desconocer la soberanía de la m adre p a tr ia ; pero
claram ente verem os dentro de poco que las provocaciones y las hos­
tilidades aceleraron su m arch a y la afirm aron, dándole con el m ovi­
miento y la exasperación unas fuerzas que acaso nunca h u b iera
encontrado de otro m odo.
La ju n ta quiso poner de su parte la razón y las apariencias.
Para ello escribió á la regencia diciéndole que los am ericanos,
iguales en un todo por las leyes á los otros españoles, habían debido
proceder como ellos en ¡guales circunstancias, estableciendo un go­
bierno provisional hasta que se formase otro sobre basas legítim as
para todas las provincias .del reino : que careciendo el de la reg en ­
cia de tan esenciales requisitos, lo desconocía, si b ien protestando
íu e proporcionaría á sus herm anos de E uropa los ausilios que p u ­
diese p ara sostener la santa lucha en que se h allab an em peñados,
y que en Venezuela hallarían p a tria y amigos los que desesperasea
de la salud y libertad de E spaíía.
Urgida por la necesidad , habia la ju n ta desde los prim eros dias
de su gobierno declarado el comercio lib re con todas las naciones,
y poco despues llevó sus m iram ientos y atenciones por la Gran B re­
taña hasta el punto de concederle (a reb aja de un a cuarta parte de
los derechos de im portación y csportacion que se cobraban á los
otros estranjeros. Tan generoso é im p ru d en te proceder le valió m u ­
chas felicitaciones p or p arte de los gobernadores de las colonias y
algunas arm as que por su d inero le franquearon ; con lo que a n i­
m ada a mayores pretensiones , envió un comisionado á Inglaterra,
cuyo objeto era solicitar la protección de aquel gobierno para re ­
sistir en caso de una invasión al enemigo c o m ú n , é im petrar su
m ediación con el de España para q u e no se tu rb ase la paz en tre
los habitantes de uno y otro hem isferio, herm anos por la sangre y
p o r los intereses. Esta m isión im portante fue confiada al coronel
Simón Bolívar y á un hom bre tu rb u le n to y de trastien d a , llam ado
Luis López Méndez.
Mas á pesar del talento de estos comisionados y de los beneficios
hechos por la ju n ta al comercio británico , la Inglaterra , aliada
entonces de la E spaña, no pudo d ar ni dió en efecto sino contes­
taciones evasivas. Dos grandes fines se descubrian en ellas : uno el
de la defensa contra Francia y los socorros á la m adre p a tria , por
que la lib ertad de esta y la destrucción de Napoleon eran los ú n i­
cos intereses del m om ento : otro el de m an ten er las relaciones co­
m erciales que tan gratuitam ente se le h abían franqueado. No liga­
da , según decia, por ningún com prom iso á sostener u n país de la
m o narq uía española contra o tro cualquiera por m ateria de opinio­
nes , y tem iendo que los comisionados im plorasen el ausilio de la
F ra n c ia , contem porizó con los españoles y los am ericanos cuanto
pudo , puesta siem pre la m ira en su comercio, móvil y objeto de su
política interesada y m udable.
En verdad la conduela observada por el gobierno de la G ran
B retaña en la em ancipación de las colonias españolas no fué guiada
p o r ningún principio noble. Ya la hemos visto en otros tiem pos seguir
con infatigable constancia el proyecto de poner u n pié en ellas p ara
asegurar á su comercio factorías y m ercados. Mas tard e e n tretu v o
á M iranda con falsas e sp e ra n z a s: despues sus em p lead os, penetra*
— 45 —
dos del m ism o e s p ir ita , v endieron algunos m ezquinos ausilios á
aquel ilustre venezolano al precio de condiciones q u e equivalían al
comercio escinsivo. ¿Y qué hacia m ientras que por el órgano de
estos empleados declaraba que no p retendía nin g u n a soberanía eu
el país como recom pensa de sus servicios ? Atacaba á Buenos-Aires,
no con la m ira de favorecer la independencia del p a ís , sino para
apoderarse de él en beneficio propio. Ahora no reconoce la ju n ta
de C aracas, po rque esta se ha anticipado á concederle m as de lo
que pudiera desear y p o rq u e necesita de la España, que p or u n tr a ­
tado firmado en Londres el año 1809 dió varias franquicias tem ­
porales á su com ercio. Andando el tiem po la veremos ofrecer p ara
estenderlas la sum isión de las colonias reveladas ; y al fin reconocer
la independencia de estas, cuando ya nada tenia q u e esperar de su
antigua y generosa aliada.
No puede uno cansarse de ad m irar la estraña torpeza que desde
los tiem pos mas rem otos dirigió los consejos del gobierno español
en sus relaciones con las colonias. En el enero de este año dijo la
regencia en un a proclam a : « Desde este m om ento, españoles am e« ricanos, os veis elevados á la dignidad de hom bres libres : no sois
« ya los mism os que á n te s , encorvados bajo un yugo m ucho m as
« duro m ientras m as distantes estabais del ceniro del poder : m ira« dos con in d ifere n cia, vejados por la codicia y destruidos por la
« ignorancia. » El 4 de ju lio supo el m ovim iento de Caracas y el 4o
de agosto declaró vasallos rebeldes á los venezolanos y en estado de
bloqueo la provincia. De este modo la m ism a au to rid ad que ju sti­
ficaba tan precisa y solem nem ente la conducta de aquel/os hom bres,
les declaraba poco despues la g uerra con igual im previsión que in­
justicia.
Verdad es que este decreto de bloqueo era condicional. Don An­
tonio C ortabarria, m inistro del consejo si;prem o de España é Indias,
Magistrado anciano y respetable, fue nom brado con facultades om ­
nímodas : el cual asistido de algunos buques de g u e rra y con órde­
nes para re u n ir las tropas de P uerto-R ico, Cuba y C artagena, fue
prevenido de no em plear el medio de la fuerza sino cuando los d e
Persuasión no bastasen. Llevaba instfucciones relativ as, no solo á
Venezuela sino tam bién á las isla s, á Santafé y aun á la N ueva
España, debiendo o b ra r de acuerdo con el gob ernado r de Maracai­
bo Don F ernando Miyáres, nom brado capitan general de Venezuela
€n recompensa de h ab er m antenido aquella provincia ea la obe­
diencia de España. En diciem bre espidió C ortabarria u n despacho
p reviniendo al p resid en te de la ju n ta de Caracas y á todos los de­
m as em pleados procediesen inm ediatam ente á reconocer y ju ra r
obedien cia á las cortes generales y cstraordinarias de la nació n ,
instaladas el 24 de setiem bre en Ja Isla de León. Prom etía perdón
y el olvido de todo lo pasado, según u n decreto de las mismas cor­
tes fecha -15 de o ctu b re , en que sin em bargo se d ejaba á salvo el
derecho de te rc e ro ; fó rm u la por la cual se han q uerido muchas
vezes resarcir los perjuicios de p articu lares, sin hacerse cargo que
los procedim ientos judiciales á que da lugar son la ru in a de los
com prom etidos en las rev u eltas civiles. N inguna se verifica jam as
sin daño directo ó indirecto de u n a parte de la sociedad ; y ofrecer
á u n tiem po perdón y resarcim ien to s, es a b rir la p u erta á las re ­
clam aciones interm inables de la codicia ó de la venganza, y cerrar­
las al som etim iento voluntario de los sublevados.
No fu é , e m p e ro , esta la razón que tuvo presente la ju n la para
negarse como se negó a reconocer las cortes estraordinarias. Para
ella no habia otra legítim a au toridad que la de Fernando V i l , y
según sus principios debía reh u sar hom enaje á todo otro poder que
se arrogase la soberanía en Ioí reinos de España ; pues desde el
m om ento en que como provincia libre de la m onarquía, Venezuela
h ab ia em pezado á gobernarse por sí m ism a según hicieron las d e­
m as en ausencia del r e i , ejercia un derecho que solo debia cesar
con el regreso de esle. A pocos convencerá este argum ento ; p or­
que si una p arte de la nación pudo en los prim eros m om entos de
trasto rn o y desgobierno llevar á sí la au to ridad s u p re m a , solo de­
bió ser m ientras de conform idad con las leyes y según propia pro­
mesa, se establecía el poder superior que debia reg ir la república :
este p o d e r , verdadero y le g ítim o , eran las cortes generales. Pero
otros m otivos quitaban al proceder de la ju n ta este aire de in co n ­
secuencia.
Ya hemos visto que la cen tral espidió 1111 decreto llam ando á su
seno diputados de las provincias de A m érica, y tam bién que esta
representación escasa y ficticia , como justam en te la llam a Toreno,
no satisfizo los deseos de un as'co m arcas declaradas p o r un decreto
suyo y p or las leyes com unes partes integrantes de la m onarquía.
La breve gobernación de esta ju n ta dejó sin efecto la m edida ; y así
en la convocatoria á cortes hecha p or ella no tuvieron p arte alguna
las colonias. De aquí vino acaso el que desestim ándose su im p o r­
— 45 —
tancia y derechos, se les acordase solam ente una representación
supletoria, y que la regencia á m ucho hacer concediese despues á
los ayuntam ientos la facultad de elegir u n diputado p or cada p ro ­
vincia , siu necesidad de acudir a la aprobación ó escogimiento de
las autoridades superiores. Este m étodo aum entó u n poco m as el
núm ero de diputados am ericanos, y tenia la ventaja de p riv ar á los
vire yes y capitanes generales de interv en ció n directa en el nom ­
bram iento ; pero vista la com posicion de los cabildos, su poca im ­
portancia y el poder ilim itado de aquellas autoridades, nadie pudo
juzgar libres sem ejantes elecciones. Ni a u n cuando lo h u b ieran sido
satisficieran el ju sto deseo de los am ericanos por u n a representación
legítim a y proporcionada; p rim ero, porque el núm ero de sus d ip u ­
tados, aunq u e au m en tad o , e ra tan pequeño que no podia in flu ir
en las c o rte s ; segundo, porque su elección carecía de todos los ca­
racteres que la constituyen verdaderam ente pop u lar. « Regiones
estendidas como las de América, con variedad de castas, con desvío
entre estas y preocup acio n es, ofrecían en el modo de ejercer con
igualdad los derechos políticos, problem as de no fácil resolución.
Agregábase Ja falta de estad ísticas, la d iferente y confusa división
de provincias y distritos y el tiem po que se necesitaba p ara desen­
m arañ ar ta l lab erinto, cuando la pronta convocacion de cortes no
daba vagar, n i p ara p ed ir noticias á América n i para sacar de entre
el polvo-de los archivos las mancas y parciales que p u d ieran a v e ­
riguarse en E uropa » (10). A lo cual observarem os que estas faltas,
que lo e ra n .d e la in cu ria del gobierno e sp añ o l, d ab an razón del
hecho pero no lo justificaban ; m ayorm ente cuando puede dudarse
q u e todas ellas fuesen igualm ente insuperables. No sabemos por
qué hasta ahora se ha desconocido la posicion verdadera de Jas co­
lonias respecto de sus m etrópolis hasta el p u n to de creer posible
u n a igualdad perfecta de derechos e n tre ellas. La nación q u e p ri­
m ero consagró en sus leyes este p e n sam ien to , generoso m as que
c u e rd o , fue la España ; y sin em bargo su gobierno , en gran p arte
p o r necesidad, la contradijo constantem ente en la p ráctica. Esto
p ru e b a que en efecto es im posible re g ir con u n sistem a idéntico
paises distantes e n tre sí, diferentes en el clima y en las produccio­
nes, opuestos, por los in te re se s: así q u e , hai ta n ta tem eridad en
exigir de la m adre p atria u n a liberalidad a b s o lu ta , como en h allar
desacordada y crim in al Ja tendencia q u e á sacudir su yugo han m a­
nifestado siem pre las colonias. A questa es u n a g u erra constante y
—
r
e
­
convenida, á vezes solapada, á vezes d e scu b ierta; pero inevitable,
p o rq u e está en los intereses de unos y otros contendientes.
E n tre tanto el poder y au n la popularidad de la ju n la de Caracas
se Labia aum entado considerablem ente. Ella no había usado mal
de la au toridad de que se revistió : al poner la mano en las basas
del edificio social, corrigió con discerm im iento y oportunidad a b u ­
sos graves y realm ente onerosos : sus m edidas de seguridad fueron
p ru d en tes y la conducta que observó con los vencidos generosa.
Sin em barg o'd e esto , guiándose por la opinion de sus m iembros
principales, quiso d a r u n a p ru e b a de desprendim iento, convocando
á u n congreso n a c io n a l; y este paso , m u i avanzado ya en el ca­
m ino de la independencia absoluta , f u e , como puede creerse, m ui
elogiado p o r los republicanos , y calorosam ente acogido por m u ­
chos que , sin p rev er sus consecuencias, deseaban v er abierta otra
p u e rta á su am bición. Demas de esto los enemigos del nuevo orden
de cosas habían tenido la im prudencia de prom over reacciones
estem poráneas y m al urdidas , que pron tam en te sofocadas fortifi­
caron la revolución y desarrollaron sus principios hostiles á la
m ad re p a tria . Una de ellas cuyo objeto e ra reconocer el consejo
de re g e n c ia , fué delatada á la ju n ta por los españoles Don M anuel
Ruiz y Don José M ires, capitanes del regim iento de la Reina. De la
investigación judicial resu ltaro n autores principales de ellas los
herm anos peninsulares, Don Francisco y Don Manuel González de
l i n a r e s , ricos y honrados com erciantes de Carácas : cómplices
criollos liabia cinco de poca m onta y crédito ; el resto eran m erca­
deres y agricultores españoles mas ó m enos hacendados, pero sin
grande consideración ni influjo. La cansa se determ inó absolviendo
á u n o s , desterrando p erp etu am en te á otros y condenando á m u i
pocos á encierro en las bóvedas de Puerto-C abello y de la G uaira.
N adie perdió la vida con este motivo , y la j u n t a , ostentando u n a
clem encia ju sta por o tra p arte y m u i del caso, creyó dar á sus ene­
m igos un a grande idea de su fuerza en aquella lección de sabiduría
y de pru dencia.
P o r suerte esta causa vino á term inarse pocos dias ántes que
llegase á Carácas la noticia de u n horrib le asesinato perpetrado en
Quito en las personas de algunos patriotas ; que así em pezaban á
llamarse. los adictos á las ju n ta s populares y á la independencia ame­
rican a. P or do q u ie ra , sin convenio an terio r e n tre sus diversas
p a rte s , habían estallado m ovim ientos análogos al de C arácas, en
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47 —
(oda Ja vasta esícnsion d e l N uevo-M undo. Eu ju lio im itó Sautafé
de Bogotá el ejem plo de la capital de 'Venezuela. Quito prim ero
q u e ninguna o tra ciudad esíableció en agosto de -1809 y sin efusión
de sangre u n a ju n ta cuyo p rim er acto fué ju ra r obediencia y fide­
lidad al rei F ern an do. En aquel tiempo eran poco comunes las ideas
de juntas pop u lares, y los quiteños viendo q u e nadie los seguía y
qne en algunos lugares se prep arab an á atacarlos, em pezaron á caer
en desaliento. Así fué que dos derrotas insignificantes bastaron p ara
acabar la efím era existencia de la ju n ta , y el conde Ruiz de Cas­
tilla fué repuesto en su au toridad de presidente, m ediante u n a ca­
pitulación en que ofreció bajo el sagrado de su palabra u n olvido
absoluto de lo pasado. Pocos días despues llegaron en su ausilio
algunas tropas que le enviaban los vireyes de la N ueva-G ranada y
del Perú ; con Jo cual violando su prom esa, m andó p rocesar á cuan­
tos habían tom ado parte en la revolución. P rontam ente fueron
presos mas de sesenta individuos de lo mas n o b le , rico y principal
de Q u ilo : la causa se seguia con inusilada actividad , y pedida por
el fiscal pena de m u erte y confiscación de bienes contra m uchos de
ello s, pasó al virei de Santafé , á quien tocaba pro n u n ciar senten­
cia. E ntre tanto se hallaba el pueblo en grande agitació n , vejado
de mil m aneras por las tropas ausiliares. El conde fingió creer que
sem ejante efervescencia provenia de ideas tra sto rn ad o ras, y dió
orden para q u e los presos fuesen pasados á cuchillo tan pronto
como se sintiese el mas pequeño m ovim iento. Para esto á cada
in stan te habia una alarm a provocada p o r el m iedo ó la m alignidad
de las autoridades, so pretesto de conspiraciones; las tropas lim eñas
habían pedido licencia para saquear y en algunos barrios se habían
notado graves demasías del soldado. P or fin el 2 de agosto de \ 810
seis hom bres desesperados, salidos de la p le b e , y arm ados so la­
m ente de cuchillos, atacaron repentinam ente el cuartel de los lim e­
ños ; oíros tres dieron tam bién de sobresalto sobre u n presidio
u rb an o . Em péñase con esto u n a lucha desigual en que el pueblo
no tom a p arte alguna : los acom etedores son m u e rto s, degollados
veinte y ocho de los presos principales é infam em ente asesinadas
por la desenfrenada soldadesca ochenta personas del pueblo, entre
las cuales se contaban varios niños y m ujeres. El saqueo de las mas
ricas casas fué ordenado en seguida, y el gobierno español , enga­
ñado por las falsas relaciones de sus agentes, creyó prem iar una
— 48 —
hazaña en esta insigne a tro zid a d , concediendo prem io y reconpeusas á los que la habían ordenado y cum plido.
La relación de estos acontecim ientos pro d u jo en Caracas una
indignación estraordinaria. El p u e b lo , m ovido en p arte de propio
im pulso y en p arte obedeciendo al de algunos revolvedores exage­
rados, se dirigió en grupos num erosos al palacio de la ju n ta , p i­
diendo á gritos la espulsion de los españoles y canarios. M ostrán­
dose el cuerpo compadecido del trágico Cu de aquellos am eri­
canos , les decretó honores fú n e b re s, y á esto añadió algunas p ro ­
m esas generales de atender á la seguridad é intereses del com ún.
Con esto se disolvió pacíficam ente el tu m u lto : pero la ju n ta ,
tem erosa de que re p itié n d o se , fuese origen de trastornos y an a r­
q u ía , dispuso p ara la noche de aquel mismo dia (21 de octubre)
la espulsion de José Félix R ib a s, tres herm anos suyos y José María
G allegos, á q uienes se suponía atizadores del p u eb lo ; m edida in ­
ju sta si se qu iere, p or la falta de form alidades ju d ic ia le s, pero de
saludable energía en aquellos m om entos delicados. Hizo ella con
todo u n a im presión d esag ra d a b le , p orque los castigados tenían
num erosas connotaciones en el país ó era n hom bres queridos del
pueblo por las prendas de su carácter y de su espíritu. En favor
de ellos se alegaban los servicios que bab ian prestado á la revolu­
ción , el principio de seguridad violado despóticam ente en sus p e r­
sonas y el m otivo m ism o de su espulsion, tan honroso, d e c ía n , á
su patriotism o como conveniente á la causa general. Ello es verdad
que la ju n ta cometió u n a le n ta d o , pero m ayor au u era el q u e se le
pedia en el destierro de los canarios y españoles, que im pidió con
su entereza.
Estas cosas, sin em bargo, ocuparon poco tiem po la atención de
la ciudad , p orque otras mas serias novedades vinieron luego á ser
e l objeto esclusivo de todos los cuidados. El ejército de occidente
a l m ando de Toro atacó el 28 de noviem bre las tropas españolas
que se h allaban fortificadas en la plaza de Coro , logrando desalo­
ja rla s de u n re d u c to , q uitarles u n cañón de grueso calibre y au n
p e n e tra r en u n b arrio de la ciudad. Este p rim ero y feliz ensayo de
las arm as am ericanas acaso h u b iera sido completo si en el m om ento
mism o del ataque no h ubiera sabido el general que Miyáres con
tropas de Maracaibo m archaba á largas jorn ad as p ara atacarle p o r
la espalda. Bien h u b iera podido entonces el m arques em bestir con
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49 —
todas sus fu e rz a s, ó d ejar frente á la plaza una parte de estas y con
el resto salir al encuentro de su nuevo e n e m ig o ; pues cinco m il
h o m bres.que tenia ( H ) bastaban para u n a ú otra cosa. Pero des­
confiaba de su tr o p a , bisoña y mal arm ada : él mism o era nuevo
é inesperto soldado : la artillería que tenia no era de b alir :
moria de sed el ejército y no había modo de reponer las provisio­
nes : habiéndose internado cincuenta leguas en un pais enemigo ,
sin repuestos, alm acenes, ni cuerpos de ap o y o , era evidente la
pérdida de aqu ella mal organizada m u ch ed u m b re al p rim er reves
que le infu n diese.d esalien to ; y por ú ltim o , el gobierno que le
liabia ofrecido la cooperacion de algunos buques de guerra p ara
llam ar la atención del enemigo p or la c o sta, le liabia com pleta­
m ente abandonado. Levantó pues el campo incontinenti y dos dias
despues halló á Miyáres que con ochocientos hom bres de iu Tan le ría
y caballería habia tom ado posiciones en !a Sabaneta, y le cerrab a
el paso. Cargados vigorosam ente los realistas, se pusieron en
fuga , dejando en poder del m arques algunos prisioneros y uua
pieza de cam paña; m as como no fueron perseguidos, le p icaron
luego la retaguardia hasta C arora, á donde llegó sin pérdida con­
siderable. Dejadas en esta ciudad y en la de B arquisim eío pequeñas
guarniciones para cu b rir las fro n teras, se retiró Toro á Caracas
con el resto de sus tropas y así acabó la jo rn ad a de Coro, origen
de m uchos m ales públicos y de no pocas calum nias contra el jefe
que la m andó y el gobierno q u e la dispuso. E rrores hubo sin d u d a
en el plan y en su ejecución ; pero si bien se co n sid era, n in g ú n
cargo puede hacerse por ellos á personas que jam as habiau em ­
puñado las arm as , « siendo así que no se debe exigir de los hom bres
y de las opiniones sino lo que pueden hacer racionalm ente en cada
época o (12).
Causó este suceso desagrado general y m iedo en m uchos ; pero
la llegada de M iranda al terrilo rio de V enezuela, aseguró á todos,
cam biando en regocijo el duelo. Su vuelta á la patria habia sido
anunciada por Bolívar desde Londres ; pero como la ju n ta creyó
contradictorio gobernar en n om bre de F ernand o VII y d ar asilo á
aquel ardien te rep u b lic an o , proscriplo p o r la m o n a rq u ía , hizo
circular órdenes á los puertos para im pedir su desem barco. Llegado
a la Guaira , todavía quiso desprenderse de él la ju n ta confiándole
una dependencia diplom ática, pero el pueblo le hizo saltar en tierra
de m ano poderosa, y en Carácas fué recibido con singulares m u esuist. S o e .
i
— so —
tras de honor y de respeto, y aclam ado por todos padre y red en to r
de la p atria. Tam bién el g o b ie rn o , queriendo entonces m anifestar
entu siasm o, le nom bró teniente general y ordenó que se bizcasen
y destruyesen todos los documentos con que la adm inistración an ­
terio r in ten tara m anchar su buena fama. Así debía de se r, lau to
por el m erecim iento de este h o m b re , cuanto por los diyersos sen­
tim ientos que inspiraba. Los que no conocían su carácter ju sto á u n
tiem po y enérgico , le tom aban por un trib u n o rebosando en ideas
trastprnadoras y violentas : enemigo de lis papa y decano de los
patriotas am ericanos, debía necesariam ente prom over la indepen­
dencia del país, descartando embozos y tardanzas. De aq uí el u n ír­
sele por el p ro nto la mozedad inquieta y revolvedora que deseaba
m ov im ien to, »ovedades y conmociones. El pueblo b a jo , sujeto
cuando es ignorante á recibir todas las influencias sin rete n e r n in ­
guna , vitoreaba u n gran pom ljre sin curarse de sab er p ara qné
serviría. Próxim a la ju n ta á abdicar su poder en m anos de un con­
greso n a c io n a l, veía sin tem or u n a capazidad que hubiera podido
m enoscabarlo, y e] parlido de los hombros m oderados, ,que abom i­
n ab a las vias de hecho, hallaba en él u n a garantía de cord u ra y
de orden. Solo la envidia m u rip u ró por Jo bajo, y tem blaron algu­
nas ambiciones desenfrenadas.
A Bolívar se debió esclnsivam ente este viaje de M iranda. El n e ­
gociador de la ju n ta en Londres creía como todos que su célebre
com patriota era el hom bre que n e cesítala la reyolucion ; y p.or eso,
tom ando sobre sí el separarse de algunas in sjru ccion rs secrelas, le
llevó consigo como u n a adquisición p recio sa, Je, dió hospitalidad en
su propia casa y contribuyó sobre todo á estender y afirm ar su in ­
fluencia , elogiando calorosam ente su m érito y virtudes. De u n as y
o tro era ju e z idóneo B olívar, q u e a u nq ue joven tenia el ajm a y el
entendiniento formados con la m editación y el esludio. Menos
in stru id o que su ilu stre huésped , había como él viajado por los
principales países de la Evjrppa y por algunos de América con no
com ún p rovecho, estudiando p o r'd o q uiera el esp íritu , la legis­
lación y la fuerza dq los pueblos. N aturalm ente le llevó este exámei)
á pen sar en la suerte de su p atria cuando, profundam ente afligido,
vió la inm ensa distancia q u e separaba su im perfecto estado socjal
del de esas naciones europeas tan brillantes y opulentas. Él habia
visitado la España , y aun hecho larga mansión en la corte : conocía
y estim aba el carácter del pueblo tanto como despreciaba las tor­
—
54. —
pes ideas de sus g o b ern a n te s; y á u n tiem po lastim ado de la m adre
p atria y de la co lonia, juzgaba necesario rom per su Union y separar
sus destinos. El Nuevo-M updo no debia esp erar para m ejo rar su
condieion á que u n a p arte del antiguo , carcom ida de abusos , se
regenerase. A guardar el bien de gobiernos absolutos que jam as se
co rrig en , era insigne desacu erd o ; y la revolución que á España
convenia y q u e tarde ó tem prano debia d eclararse, no había fosmado a u n en aquel suelo desgraciado sus prim eros elem entos. ¿ Los
tenia América p ara lu ch ar con su m e tró p o li, debilitada m as no
destruida ? Esos m ism os pueblos q u e él deseaba hacer p asar del
rango de colonias al de naciones independientes ¿ habían llegado al
punto de m adurez ó instrucción que eran necesarias para conocer
el precio de la lib e rta d , d efenderla , y fu n d arla en u n gobierno
m edianam ente organizado? Graves dudas eran estas y que por
m ucho tiem po le tuvieron vacilante e n tre sus principios y senti­
m ientos p a trió tico s, y el tem or d e encender en su p atria in ú til­
m ente el fuego de las g u erra s civiles. Bien se le alcanzaba que los
pueblos se educan p a ra la lib ertad con las rev o lu cio n es; que estas
em piezan por las clases principales y acaban p or el vulgo ; q u e , en
f i n , siendo la espada la única q u e obtiene concesiones de la tira­
n ía , no b a b ia m edio en tre com batir ó ser esclavos. Pero al mismo
tiem po ¡ cuán te rrib le no es la idea de la sangre derram ada en
fratricida contienda para el-que ha de favorecerla ! No se tratab a
aquí de perfeccionar el g o b iern o , sino de establecerlo sobre basas
n u e v a s ; ni de p ro d ucir en el pueblo u n sacudim iento m om entáneo,
sino de conm overlo profundam ente p ara conquistar con él la lib e r­
tad y la soberanía. Pero escitar actividad y ambición en la plebe
que dorm ía el sueño de la servidum bre, era provocar u n a torm enta
cuyos estragos podian d e rrib a r la obra y al o b re ro ; m ayorm ente
cuando u n a vez dado el p rim er -paso en el camino de las revueltas
populares , no es siem pre posible el detenerse , volviendo el rostro
á la corriente. B o lív ar, p u e s, aunque considerado en la p a tria ,
hijo de u n a noble fa m ilia, rico y con talento , no quiso ser de los
prim eros en proel am ar la revolución y la guerra. Estúvose mucho
tiem po á observar la m arch a-d e los n e g eeio s, el carácter de los
hom bres que los dirigian , el espíritu del pueblo y los recursos n a ­
cionales. Poco satisfecho de algunas de estas cosas, vió sin em bargo
ser necesario acabar lo em pezado, no fuera que se entregasen por
defecto de valor y espíritu á la venganza del gobierno e sp a ñ o l,
— 52 —
pudiendo d ar un tiento á la fortuna. Mas ni aun entonces q u is o ,
confiando dem asiado en las propias y no probadas fuerzas, lib ra r
la suerte de la p atria en su im pericia ; y cuando otros con m enos
m érito y m odestia p rocuraban hacer triu n fa r descabelladas am b i­
ciones de todo g é n e ro , él se olvidaba de sí mismo basta el p u n to
de elevar u n a capazidad que debia hacer menos necesaria la suya.
6 La conducta de Bolívar con el antiguo general de la repú b lica
francesa prueba en efecto un espíritu noble y elev ad o , em in en te­
m ente patriótico y superior á las m iserias de la e n v id ia ; y era
tanto mas a d m ira b le , cuanto que existiendo en lre el carácter y
sentim ienlos de los dos, notables sem ejanzas , no estaban unidos
sin em bargo p or m utuas y profundas sim patías. El joven Bolívar ,
ele g a n te , lijero , dotado de una asom brosa m ovilidad en la acción
y en e! pensam iento , en cu b ría como César, bajo esterioridades
am ables y al parecer insustan ciales, una alm a de fu eg o , enérgica
y constante , profunda y atrev id a inteligencia , la intrepidez activa
y em prendedora del tr ib u n o , el valor seren o del soldado. Con se­
m ejantes dotes y favorecido hasta entonces de la fortu n a , habia
aprendido á no d u d a r de n a d a , creyendo que todo era posible á
quien sabia pensar y com batir. Un instinto invencible le hacia
m irar con h o rro r las anarquías p o p u la re s, hijas de las rev o lu ­
ciones : y sin hab er presenciado las que in u n d aro n en sangre el
suelo fra n c é s, tem blaba á la sola idea de verlas reproducidas en
su patria. Para él no habia dicha posible sino en el o rd en , y para
conseguirlo, mas q ueria u n menoscabo de la libertad, que un peli­
groso esceso de ella.
M iranda tenia como él las virtudes del valor y constancia ; igual
in g e n io , superior instrucción. Grave en su p o rte , severo en sus
costum bres y reservado en p alabras y confianzas, m as respeto
inspirab a que cariñ o. Muchas desgracias y contrariedades habían
acibarado su existencia; m as de u n desengaño habia arrancado d e
su corozon dulces ilusiones, y ya en el últim o tercio de su v id a ,
no era el mism o hom bre que en m ejores dias viajó para in stru irse
hasta los hielos de Rusia y peleó en los dos m undos por la lib ertad
de los pueblos. En uno grande, culto y poderoso donde el estable­
cim iento de la lib ertad h ubiera sido hacedero, M iranda, sencillo y
pu ro republicano , h ab ria dado ejem plo de virtudes y sacrificios
heroicos : en las torm entas de la trib u n a h ab ria lucido como sus
amigos los famosos y desgraciados g iro n d in o s: en el ejército h ab ria,
como lo h izo , preferido á la traición de D oum urier el juicio del
trem endo trib u n a l de la revolución fran ce'a. Pero apegado por
carácter y p o r educación á las reglas absolutas : acostum brado á
ver la disciplina como la única prenda del tr iu n fo : mal hallado
con las conmociones populares que le tra ía n á la m em oria los h or­
rores de aquel terrible trasto rn o : y becho con la edad mas rígido
y severo, M iranda era de lodos los hom bres el menos á propósito
p ara Iransigir con los p a rlid o s , l olera ríos y vencerlos. Muchos
años ausente de la p atria , sus h o m b res, cosas y opiniones le eran
desconocidos. A poco de exam inarla c u idad o sam en te, llegó á p er­
suadirse que en su s u d o la libertad republicana era im po sib le;
que la educación y las costum bres la hacian incapaz de soportar
un 'estado social sem ejante al d é lo s pueblos cultos ; y q u e á lo m a s
•que podia estenderse su conquisla m oral era á obten er u n gobierno
en que estuviesen com binadas las formas protectoras de la lib er­
tad con algunas de la m onarquía. De acuerdo en esto con Bolívar,
habia entre los dos una grande diferencia : el uno ardiente , e n tu ­
siasta, rebosando en espíritus fecundos de ju v e n tu d , flexible y
p o p u la r, tenia todas las cualidades necesarias á un jefe de p a rtid o ;
el otro p ru d en te, frió, decaído con la e d a d , rígido y menos amado
q ue tem ido, era mas propio p ara detener en su m archa la revolu­
ción que para d arle ensanche. Ambos tenian amigos y valedores
poderosos: am bos crédito, virtudes y escelentes intenciones : de
ninguno puede decirse con justicia que en sus pensam ientos sobre
la cosa pública entrase p or m as en algún tiem po la propia am bición
q u e el patriotism o.
Y
ostos eran los dos hom bres mas notables de la revolución ve­
nezolana : otros que lo eran m énos iremos conociendo como nos
avancem os en ella.
A N O DE 1 1 8 1 1 .
E l decreto de la regencia sobre bloqueo de las provincias vene­
zolanas dejaba á cargo y voluntad de C ortabarria el llevarlo á efecto
cuando lo tuviese á bien. Aquel comisionado al hacer su com unica­
ción á la ju n ta , le habia enviado libres los tres diputados suyos
presos por las autoridades españolas cuando fueron á solicitar la
— S4 —
Union de Coro y Marcaaibo, y aun q u e este paso de justicia y po lí­
tica se debió menos á su buena voluntad que á la interposición del
alm irante C ochrane, no lo agradecieron por eso menos en Caracas.
Mas como de nada sirviese eso para lograr los Gnes que se propo­
n í a , apeló á las vias d e rig o r, m andando ejecutar e! bloqueo , el
cual debia com prender las costas de C aracas, Barceíona y Curnaná*
A falta de buques de g u e rra suficientes para abrazar tan estenso
li to r a l, dió patentes de corso : envió al continente personas de su
confianza encargadas de prom over guerras y sublevaciones,, y él
se quedó en Puerto-R ico form ando y disponiendo tram as contrá
el gobierno de Caracas. ¿ Cómo e strag arem o s, p u e s , el ráp id o
curso que tomó la revolución liacia u n rom pim iento absoluto co»
la España y la m anera cruel como después se hizo la guerra ? Entre
todas las h o stilid ad e s, ningunas son tan odiosas como las que se
ejercen en los m ares contra la propiedad desarm ada : el robo p ro ­
tegido y autorizado por un gobierno contra los súbditos pacíficos
de o tr o , aum enta y generaliza el mal de la contienda sin hacerla
p o r eso decisiva : pone las arm as en mano de hom bres crueles ,
escoria casi siem pre de las sociedades ; y ú til solo para ellos, tiene
esta gu erra u n carácter repugnante de in ju stic ia ,, inm oralidad y
cobardía. Y ¿ qué resultado p rodujeron las oscuras conspiraciones
q ue con fanático zelo prom ovía el comisionado á fin de conm over
el te r rito rio ? Fatales casi todas ellas para sus a u to re s , hicieron
suspicaz y cauteloso el gobierno, provocaron terribles represalias
y sem braron odios que m as tarde dieron triste eoseclia de sangre y
abom inaciones.
Llegó e n tre tanto el 2 de marzo destinado á la reunión del con­
greso. Las elecciones para diputados se habían hecho legal y pací­
ficam ente en las provincias que reconocían la autoridad de la ju n ta ;
y p rodujeron un estrem o contentam iento en el partido <jue aspi­
ra b a á la independ en cia, porque fundándose en el voto p opular ,
ú nica fuentelegítim a de la soberanía, se encam inaban derecham ente
á u n sistema de organización que equivalía p ara V enezuela á la
conquista de todos sus derechos políticos. No obstante se observó
en ellos gran m oderación y una perfecta libertad ; en tanto g ra d o ,
q ue sin distinguir de sentim ientos y opiniones,, fueron elegidos in ­
distintam en te republicanos y realistas americanos y españoles,
atendiendo solo al crédito y valor de las personas. Dependió esto
así de que las facciones, á pesar del comienzo de la g u erra c iv i l,
— 55 —
no estaban declaradas ni aun perfectamente definidas todavía ;
como dé la ignorancia que reinaba acerca de cuerpos parlamenlarios, y de los médios de obtener un gran número de votos que sos­
tuviesen en ellos determinados intereses.
Eílo es que generalmente hablando los mienbros de aquel cuer­
po fueron lós mejores y más ilustrados de la sociedad venezolana de
aqu'el tiempo. Estaban en él Miranda y el m arques del T o ro , sugetb el segundo mui estimado por la blandura y suavidad de su
genio y por su liberalidad caballerosa. Estraño á la política y la
guerra, no era hombre con quien pudiébe Contarse para campañas
militares ni párlamentarias; pero teniéndo valor personal, estenso
y merecido crédito de amor puro á su patria, era un apoyo precioso
para toda causa de orden y justicia. En las filas de los patriotas fi­
guraba también Lino Cletnente, oficial instruido que había ser-'
vidó con distinción en la marina real : de carácter bueno y honrado,
pero d éb il; si bien no carecía de firmeza en materia de opiniones
políticas. Juan Germán Roscio que ya hemos visto poco enérgico el
\ 9 de abril en su combate con Emparan : varón de gran virtud y
doctrina, paca el consejo escelente , en la acción nulo. Francisco
Javier Yánéz era un joven abogado lleno de fervor y de zelo, em bebibo en las doctrinas religiosas y políticas de los filósofos france­
ses, y aéérrimo enemigo de todo linaje de tiranías. Como todos los
hombres profundamente convencidos , cuyas opiniones se han foríhado en la soledad del gabinete y á escondidas de un gobierno opre­
sor, Yánéz poseia las suyas con rigidez, ténázidad y exageración;
Cualidades que formaban un contraste singular con su índole sua­
v e , complaciente y flexible. Versado en varios ramos de las h u ­
manidades y sobré todó én la historia colonial, determinado par­
tidario de las idéaá democráticas, y persuadido como muchos pa­
tín 1 is ilustrados dé su fácil aplicación á Venezuela, no disimulaba
Di su odio al gobierno liispario-amériéano, ñi su entera déci’sion por
1p "ausa de la independencia. Mirábañlé por esto con razón como
o de los jefes principaleá del partido republicano; y por lo d e mas poseia cuanto éía necesario para merecer este renómbre : hon­
radez á toda pru'eba, constancia, energía y firmeza en lós princi­
pios ¿apílales. Abogado íómo este y lanilVicñ desembozado republi­
cano era Antonio Nicolás Briceño, á quien las gentes llamaban poí
m al nombré el diablo, con alusión á su carácter. Teñíalo eii efecto
dé bíbúce; freíd y denodado cual ninguno iiombré dé movimiento
— 56 —
y acción, Briceno era indispensable á un partido necesitado de me­
didas decisivas , porque lleno de convicción y desprendimiento, no
escondía ni la persona ni los bienes en los momentos del peligro ;
pero con estas cualidades y un verdadero y profundo patriotismo
■era mui posible que sus pasiones le arrebatasen á escesos peligrosos
en que so color del bien y libertad del pueblo se infringiese la ju s ­
ticia. Tenia asiento también en la asamblea Francisco Javier TJztáriz , joven literato de feliz organización, en quien brillaban con
toda la gracia de la naturaleza las cualidades mas amables del alma,
las mas heroicas del corazon , la mas brillantes de la inteligencia.
Ya sabemos que fue uno de los pocos hombres que á pesar del ri­
gor de la administración colonial, sin modelos ni estímulos, se aplicó
al estudio de las ciencias y las artes, guiado tan solo de su noble
instinto. Republicano de corazon y admirador entusiasta de la legis­
lación política de los Estados-Unidos, deliraba en la grata idea de
verla establecida en su patria, y á esta crecer libre y dichosa á la
sombra de un gobierno paternal. Repugnaban la sangre y las vio­
lencias á su espíritu ju sto ; pero estando persuadido de la bondad
de la causa, y creyendo oportuno el momento para hacerla triun­
far, proponía medidas fi ancas y decisivas que (¡jasen el sentido de
la revolución, definiendo y separando los partidos; que era torpeza
según él perder las ventajas de una resolución valerosa, por obser­
var una conducía vacilante y confusa que impediría el triunfo sin
estorbar el castigo. Esto que decia en el congreso era hombre capaz
por su valor de sostenerlo en el campo de batalla; ejerciendo por
ello y por sus luzes una grande influencia en aquel cuerpo. Faltá­
bale empero la actividad y la fuerza arrastradora de un jefe de par­
tido , y también el espíritu de la am bición, fuente de virtudes y
de crímenes. Por último Martín Tovar, segundón del conde del
mismo nombre, figuraba en la prim era línea de las filas republica­
nas. Este hombre verdaderamente raro era del número de aquellos
que ejecutan el bien con la misma naturalidad que lo conciben ó,
por mejor decir, en quienes la virtud no es esfuerzo sino instinto ;
é instinto tan seguro, que en medio de las revueltas, desmanes y
trastornos de las revoluciones, permanece inalterable, y tan dis­
tante de la exageración como de la debilidad. Tovar en efecto no
desmintió jamas de este carácter cuyo fundamento debió ménos á
la educación que á la naturaleza. Concebida una idea, formada una
convicción, esta convicción y esa idea eran las de toda su vida, y
— 57 —
á ellas dedicaba sin ostentación ni alarde el pensamiento y la ac­
ción , los liienes y la vida. En un hombre de ménos buena f e , de
menos pura y sólida conciencia, esta cualidad, basa de energía ó
de obstinación y despotismo, hubiera desarrollado sin duda una
índole ambiciosa, predominante y alta n e ra , tan peligrosa como
intolerable; pero en Tovar, si había orgullo, era el de obrar rec­
tamente , é incapaz de mezclar con la causa pública un solo pensa­
miento interesado, no lenia la rigidez que casi siempre comunican
á las opiniones las miras personales. Ningún prestigio fascinador
tenia parte en la influencia que ejercía, ni en el respeto y amor coa
que se le miraba. Riquísimo en dotes del ama, carecía en la persona
de las que al vulgo encantan y arrebatan , y también del don de la
palabra , prenda segura de dominio sobre las asambleas y las tu r­
bas. Así en Tovar la sola virtud modesta y sin eslraíios atavíos su­
plía por las prendas esteriores, por la ardiente elocuencia de la tri­
buna y por la exageración que en todos tiempos ganó poder y opi­
nión á los caudillos populares. Por desgracia un esceso de m odera­
ción y de templanza le hacia inadecuado para dirigir una revuelta
cuyos resultados inevitables debían ser la completa subversión del
orden existente y el desencadenamiento de las pasiones brutales.
Una energía puramente pasiva, el valor sereno pero inactivo, y la
gravedad de una virtud estoica no son propias de los tiempos tem­
pestuosos; y por eso el ciudadano eminentemente justo de la revo­
lución venezolana, el hombre de la organización y de la paz, no era
el que estaba llamado á presidir en los trastornos y en la guerra.
Otros sugelos respetables también p ofsus virtudes, pero ménps pro­
minentes por su ciencia y por la importancia de sus servicios poste­
riores, se hallaban alistados entre los republicanos: muchos se in­
clinaban al partido de España, y la mayoría á conservar las cosas en
el estado en que se hallaban.
Con estas disposiciones se instaló en la capital el congreso el día
prefijado, componiéndose de cuarenta y cuatro diputados correspon­
dientes á las provincias deC arácas, Barínas, Barcelona, Cum aná,
Margarita, Mérida y Trujillo. Ninguna duda ocurrió acerca del mo­
do de constituirlo, ya en una cámara común é indivisa, ya en dos de
personas privilegiadas y del estado llano. Prefirióse el primer par­
tido ó , por mejor decir, ni aun siquiera se mencionó el segundo ,
ora porque como sabemos no pasaban de seis los títulos de nobleza
que habia en Venezuela, y el clero, aunque respetado, era poco po-
— S8 —
deroso ; ora porque nó bien détérminadós los poderes de los repre­
sentantes y él objeto de su reunión , tod&s las cla'se's andaban con
ella mas perplejas y éOrifriéas tfric aftiMciOSais. A mas dé que siendo
ese el primer cííso que sé'ófré'fcis de tatíMñá rio'ved a d , rio habia regla
n i costumbre' que segiíir,- y tos que M m ar’ón éf regfafííénÉO' de elec­
ciones prefirieron ál méÉódó póí cierto vátfió é inaplicable de lás an­
tiguas eoftes ésp aíolas/’é! efue íééíeMémétíté* Mínán' seguido las de
Cádiz.
El primer paso qué' dió él córigíeSo' despuc’s de elegidos Sus em­
pleados, fué él de nombraír tréS individuos párá que ejerciesen el po­
der ejecutivo y otros tres fiara qué supliesen por los primeros en los
casosdeenférmedEfá'éSó de íftfS'étteiaS, estableciendo ademas iin con­
sejo qiie les consultase, sin qriedár ofe’ífgádos a seguir sus pareceres.
Los tres principales fueron* Baltasar Pá'dron, jurisconsulto de cré­
dito; Juan Esealoñ'a, Oficial dé Milicias, á qóíeii la junta suprema
habia lreehorcoronel,- y GíiS(óba*I Mendoza, abogado. Elección acer­
tadísima. Padrón, a'tfiicfue'd’é ááiftíó apocado, era hoínbre bueno y
tenia concepto público. ínSífj'íéiOií riirii lim itada, jáicio sólido y
fecto, integridad á toda píuéba , y con mucho val oí1un carácter de­
cidido y enérgico, eran las eú'álidá'des' más sobresalientes de Esca­
lona. Por lo que toca á Meikfoza, nadie podia én Venezuela dispu­
tarle el saber ni la víiftüd piSblfcá y privada. Era natural de Trujillo
y pertenecía á una faffli'lia rriúí respetable dé aquella ciudad. Afi­
cionado ai foro, hizo con gran' tálenlo y estraordinaria aplicación
sus estudios en Carácas, y habiendo recibido en Santo Domingo el
título de doctor y el1 pét íniso de ejeícér la abogacía, fijó su resi­
dencia en las provincias de Occidente, donde se distinguió por su
inteligencia y erudición, tanto como por la pureza de su manejo.
Aun no era abogado? cuándo' la real; audiencia le n’Oriibró protector
de los indios de la provincia de Barínas; oficio noble arinqué im pro­
ductivo que desempeñó hasta' t*8-10 cbn igual desinterés que acierto.
Comenzó la revolución ,• y Mendoza , patriota* ardiente y denodado ,
no vaciló un momento en entregarse' á §8 cofr'ierite , nías dudoso
que otros muchos del porvenir y sacrificando al bien posiíde de su
patria las esperan&s1que potíia fundar, ba’jó un gobierno estable­
cido, en su m érito acreditado y emineriteV Aprecióse éstfe como era
justo en Caráca's, á criya j tirita cOnétfr'rió Mend'óza coVño' diputado
d e Baríftas. Allíycomo ya ántés etf está próviriéiá, fritefOn útilísimos
sus consejos en riíéditf&é la mespéfíericia qtfé’ hacia vacilante y
— 59 —
oscura la peligrosa carrera f e la emancipación; y pof eso, aunque
forastero , pobre y rodeado de hombres verdaderamente' im portanfes, faé aclamado sin oposición y eO»'júbilo de todos miembro del
poder ejecutivo; Mendoza én efecto feard una a te a fuerte 5 un es­
píritu* elevado'; fue modelo de virtudes domésticas y, como tilas
tiírde decía de él Bolívar, de. bondad útil. üiv defecto' poco notable
•en tiempos de orden y sosiego, pero gravísimo ew los ífgitados y're­
vueltos ¡ em'páftaba el brillo dé tan bertas cualidades ;• cual era el
escesó de austeridad, que hace áspera y desapacible te conducta
pública, privando de popularidad á caracteres n&bilísitBos. É l no
transigía ni cotí él' crimen ni cón- los- abusos, cHálesqttiera qué
fuesen la ocasión, las- personas y las circonsÉaneias.. Pero este de­
ber de ciega; y severa justicia; indispensable al magistrado, tiene
pór desgracia muchas' modificaciones eri las epodas dé trastornos y
conmociones populares , á las cuales debe’ atender el hombre pú^
blico por el bien mismo de la píílria.
Aplaudióse pufes esta elección; y Uwto mas f cúaáto q‘ue ella es­
tablecía el prim er ensayo de gobierno propro que sé hubiese visto
hasta éutiónces en América. Por lo mismo causó grande alarma en­
tre los realistas, á quienes ya traía desazonados el pó'íte y ópiniones de la soeiédad patriótica. E sla jú n tá , bien así como en Francia
la de los jacobinos y otras ta les, había conseguido «traerse una
gr&n diéntela de activos y bulliciosos oyentes ,• lisonjeando las in­
clinaciones populares y defendiendo' audazmente los principios de
libertad é igualdad tan caros al pueblo ; por donde poco-á poeo es­
tendió su influencia sobre las clases móbiles é ¡a q u e ta s, y aun
ejerció una mui grande sobre la mozedad republicana.»Miranda á
su llegada á Carácas fué nombrado-presidente de ella-, y aun des­
pués de reunido el congreso1frecuentó, como' otros muchos dipu­
tados , las sesiones. Resonó sft r'ecinto coa discusiones atrevidas so­
bre la conveniencia de romper enteramente todo' vínculo’ de- Union
con la m etrópoli;. presentábase en toda su desnudez la conducta
opresiva del gobierno colonial; h'ablabáse con entusiasmo dé la mar­
cha feltáy progresiva de los Estados-Unidos, y se presagiaba1á Vé»eíuélay con solo: áu querer, la-misma Sirerte^ El pu;ebto'á fos'prin­
cipios oia atóúdto éstie lenguaje desusado en que 110 se ahorraban
injurias á la: respetada madre España; rúas poco á poto le halagó la
idea de tener parte en-un gobierno semejante á aquel que'le p in Wban come* el último-yaaias b['i'llanteesfuerz¿rdel' saber human©',
— 60 —
y se acostumbró fácilmente al pensamiento de la guerra y los tras­
tornos. La im prenta restituida á sus funciones ordinarias, segundó
el esfuerzo de los oradores populares, inculcando los principios del
gobierno representativo y los de libertad política, civil y religiosa.
Desde que en los paises estranjeros se supo el movimiento del 1 9
de a b ril, previendo sus consecuencias, se dirigieron á Venezuela
muchos sugetos ilustrados, ansiosos de sostener su noble causa,
con miras acaso mas honradas que las que algunos han supuesto.
De este número fue Williams Burke, irlandés católico, á quien se
permitió publicar en la gazela del gobierno una serie de discur­
sos bajo el título de Derechos de la América del Sur y de Méjico;
obra en que con una razón superior y mucha cordura habló sobre
la tolerancia religiosa y las instituciones políticas, según los prin­
cipios de la filosofía. Las hostilidades vinieron pues á quedar de
hecho declaradas entre las ideas antiguas y las nuevas, entre cuan­
tos por afecto, hábito ó Ínteres sostenían el gobierno colonial, y los
que aspiraban á derrocarlo por patriotismo verdadero, ó por deseo
de m edrar en las revueltas.
El congreso por su p a rte , intimidado con la popularidad de la
ju n ta patriótica, y vieudo el decidido apoyo que le prestaban m u­
chos de sus m iem bros, toleraba el porte descomedido de aquel
cuerpo, y aun se dejaba influir por él en los negocios. Jóvenes a r­
dientes formaban por do quiera reuniones mas ó menos clandesti­
nas, acaloraban la plebe, reunían armas y se preparaban á la guerra
en nombre de la libertad. Las clases ántes oprimidas y vejadas b u ­
llían y se remolinaban en (orno de la bandera reformadora que les
prometía gozes y derechos. Aquí la tendencia era á destruir lo pa­
sado, y á arrebatar algo á los que todo poseían ; partido de am bi­
ciones ascendentes cuyo instinto es el trastorno, y que no repara ni
en el fia ni en los medios. Como en todos los pueblos que viven por
siglos despojados y tranq uilos, y luego se sublevan queriendo re­
cobrar derechos y poder, la revolución babia empezado por las cla­
ses ilustradas, primeras en apercibirse del mal y en detestarlo. El
destino de estas es preparar el camino á las que en pos de ellas,
mas activas y menos ilustradas, se precipitan en la lid, impacientes
de probar sus fuerzas y reclamar su parte en el despojo. Vivamente
empujadas por los que no teniendo nada quieren adquirirlo to d o ,
de conductoras pasan á ser conducidas; y en vano quisieran, una
vez conseguido su objeto, contener el torrente y mediar entre la
— 64 —
ambición y la propiedad, ó por lo ménos conservar el primitivo in­
flujo y una porcion de libertad ; porque si marchan, es en fuerza
ya de ajeno impulso, y si se detienen, sucumben ahogadas por la
misma acción que han promovido. Por aquel tiempo, sin embargo,
esta generación ilustrada, prudente y generosa, no había hecho aun
lo bastante para cum plir su tarea, y apoderada del poder, queria,
como era natural, retenerlo y fundarlo sobre basas sólidas y, si po­
sible fuese, indeslructibles.
Pero valga la verdad. La revolución estaba aun mui lejos de te­
ner un carácter p o p u la r; aquel carácter tan imponente siempre y
á "vezes tan terrible , ante el cual son pequeñas todas las resisten­
cias y miserables todas las intrigas. Esa misma clase de hombres
elevados, con talento, cultas costumbres y riqueza, estaba dividida
entre patriotas capazes de abnegación y sacrificios, y otros que de­
seaban solo conservar en buena paz y sosiego lo adquirido : allí los
Bolívares, Mirandas, Tovares, Toros, Ribas, Mendozas, Brícenos y
oíros varios : aquí los empleados subalternos con algunas escepciones, el clero con mui pocas. Lanzados muchos en 'os primeros mo­
vimientos por versatilidad, por novelería ó por principios de justi­
cia y conveniencia, cejaron luego cuando vieron que progresaban é
invadían, temerosos de revueltas en que poco ó nada tenían que
ganar y todo que perder. La mayor parte de los españoles y todos
los canarios que engañados ó ciegos dieron mano amiga al 19 de
abril, concibieron los mismos rezelos y se prepararon, 110 ya á
aguardar tranquilamente el oleaje de la revolución, sino á ponerle
diques. El pueblo, ese ente que cada partido define á su m anera,
que todos creen tener á su disposición, que todos llaman en el mo­
mento del peligro, que todos olvidan despues de la victoria y con
quien todos en fin procuran justificar su conducta y disculpar sus
errores, fluctuaba aquí por lo general entre sus hábitos perezosos
Yserviles, y el deseo de novedades, la curiosidad, y la afición á des­
truir; sentimientos innatos en las turbas.
La guerra era inminente, y estalló en breve, comenzando como
efa preciso por conspiraciones del partido débil. Dieron los catala­
nes la señal en Cumaná, apoderándose la noche del 5 de marzo del
Astillo de San Antonio que domina la ciu dad, con propósito de
°cupar el dia siguiente la batería de la boca del r i o , para lo cual
contaban con la ayuda de los artilleros. El plan se frustró por la
Actividad y energía del gobierno, que ganando por la mano á los
enemigos, se aseguró de la batería y estrechó vivamente á los del
fuerte. Rindiéronse estos salvas las vidas, mas no la libertad ¡ al­
gunos fueron encerrados en las prisiones de Ja Guaira y Puerto-Car
b e llo ; los menos culpados espclidos del pqis. Mas ántes se había
hecho sin buen éxito una tentativa de insurrección en Maturin, di­
rigida por los misioneros capuchinos.
El malogro de estas reacciones mal calculadas y peo? dirigidas
empeoraba la situación de los negocios sin beneficiar la causa de los
realistas. Conocieron por ellas los patriotas que ya no era posible
con sus enemigos, ningún avenimiento : que era preciso volver al
estado de cusas alterado el 19 de abril por medio de un someti­
miento incondicional que los entregaría indefensos á la venganza
española, ó hacer frente al peligro y arrostrarlo completo, decla­
rando la independencia. En semejante alternativa resolvieron adop­
tar el último partido, que era al fin el mas noble, el mas digno de
su valor y, bien considerado, el mas seguro. Se tentaría la fortuna
en el campo de batalla. Si probaba favorable, la gloria estaba al­
canzada, la libertad de la patria ad q u irid a; si adversa , reeibirian
la m uerte ea generosa lid , no en los cadalsos. De lodos modos la
emancipación política del pais llevaba consigo la ventaja de colocar
á los españoles, á los canarios y á los naturales que les fueian adic­
tos ó contrarios en la necesidad de descubrir sus verdaderos senti­
mientos. El nombre de Fernando V II, invocado por el nuevo go­
bierno , habia dado origen á simuladas protestas de adhesión y fi­
delidad que 6in comprometer las opiniones y conciencia de los rea­
listas, facilitaba» las trazas con qué embarazaban en secreto la
m archa del gobierno y loa odios que mas tarde produjeron una
guerra de esterniinio.
Grande y justa ira encendió en los pechas de los republicanos el
saco y quema de Cabruta, ejecutados el *2 de abril por los realistas
de Guayana, y se añadió entonces el deseo de la venganza á los
motivos de suyo poderosos, que los impulsaban á dar un golpe de
m uerte al poder* español en América. El congreso sin embargo re ­
sistía, dudando si seria tiempo de dar el grito de la independencia,
y previendo al ver el encarnizamiento de los realistas, el cúmulo
de horrores que iban á seguirse de la guerra entre los dos partidos.
Por otra parle, si recordaba la conducta de la regeneia, las hostili­
dades y conspiraciones constantes que fomentaba Cortabarria, los
robos de propiedades venezolanas hechos por el gobernador de
—
P9 —
Puerto—JRícq , y l¡a aclilpd Jipíjijl de Maracajjjo, Coro y fíuayana,
clararnejjt.e yeia r¡o íeper la revoUiciop otro predio (Je sahjiJ que su
audazia. Lg (jup pqpa jjn ániin# .ejevado es rnQtiv.o de y.alpr y gran­
des respjuciopes, para el pyjsiiánipa.e lo es 4« njjedo y vacil^ciopes :
así había en gl congresjo rapt-lios bpnjbres qq& se. apoyafegp ea
aquellos mispjos hechas para prpponpr el rpírocesp como solo útil
y posible. A esta dívisjon por causif de cQjjardí^ se unía la divisjoji
por causa de ppinion.eg, pup$ pomo
hepips digho, h%bja d ip u ta
dos que las tenigp piuj opuestas. Pasaba entre tanto el tiempo en
inútiles disciisippcs sobre punios secundarios dp administración gu­
bernativa y ecopóffijpa, rniputras que el npgo¡cio cepita) de la jn-p
dependencia ó de Ja sumisión se diferja. Cpp esto prpgrpsaljan Ja
incerlidumhre y los .desasosiegas ; los rcpyljJípanos mas rezelosos
por ser los que mas sp habían a yen turad o en la em presa débanse
por engañados y vendidos; Jos repletas pgra qujenes cada momento
de dilación er.a una ventaja, trataban
prplgng/y;]a j osteníabaa
mayor satisfacciop y confianza cada dja.
Era llegado julio. Tres meses lialjian pasado sin cómbales de a r­
mas e;jtre los I)eligpr;in¡p3, y ¡o que es ma§, sin conato^ de conspir
raciones. El comisionadlo regio, como buen hombre de pluma, creyó
que con manifiestos, con enredos y las piraterías odiosas de sus cor­
sarios era si]{jciente para afajar lps progresos del trasto rn o : eu
Guayana no habip jefe alguno papaz de concebir un plan andas ni
fuerzas con qijp ejefipt.qrío. Cpbálíos era un oficial valiente y hon­
rado, pero pocq h á b il; carecía de tropgs veteranas, y ya por igno­
rancia ó por desidia, i]Q s^có el pqctidQ fjue pudjera dpi valor, cons­
tancia y decisión de los coríanos : ¡V]iyáre§. el ea pifan general, era
en cuanto .4
un ppbrp jiprn^re coi) mas vanidad que tálenlo.
La inmpyilidaíl inconcebible de e^ips jefeg pppdiijo en los realistas
el mismo, efepíp que la del congreso en jps patriotas. Juzgáronse
abandonados y perdida siu remedio la ocasiop que Ijit) á las manos
se les lialiia venjclp de apabar cpn sus cppjrarios, á (iegpp qpp es­
tos, viejido libre el caippp, volvieron cqn redoblado ardor á su
proyecto. Dícese que los diputados republicanos atizArog el fuego
de la sociedad patriótica y se convinieron con ella en que para un
cierto día concurriria á la barandilla del congreso, acompañada del
mayor número de personas que pudiese re u n ir; y ero con el fin
de sostener y aplaudir sus opiniones en la cuestión de la indepen­
dencia que definitivamente iba á tratarse. Poco creíble es este ama-
— 64 —
ñ o , atento que esos hombres no tenían necesidad de él, formando
para entonces la mayoría del congreso ; pero ello es cierto que el
5 de julio, abierta la discusión, llenaba un gran golpe de gente las
tribunas y galerías de la asamblea. Nunca tanta se habia allí visto,
ni jamas se observara en los oyentes el porte descomedido que en
la ocasion tuvieron. Vítores y aplausos ruidosos y sin fin resona­
ban cada vez que lomaba ó dejaba la palabra un diputado repu­
blicano : las opiniones equívocas eran acogidas con risotadas, sil­
bos y amenazas. Los realistas han dicho constantemente que algu­
nos furiosos mostraron y aun blandieron con terribles ademanes á
la vista del congreso armas de todas clases que llevaban escondi­
das ; por donde intimidada la asamblea vino en declarar la inde­
pendencia del país, no de su propio movimiento y voluntad, sino
verdaderamente oprimida por plebe cohechada. Falso es, porque ya
hemos dicho que la mayoría de la asamblea era republicana, y
ademas la conducta posterior de casi todos los que firmaron el acta
memorable de aquel d ia, probó que en ella estaban consignados
sus verdaderos sentimientos. Los partidos en todas parles son los
mismos : impacientes por llegar á su objeto, violentos si se les re ­
siste, crueles si se les inspira m iedo, mas y mas exigentes si se les
complace : por do quiera el hombre es hom bre, y en sus revolu­
ciones, guerras y levantamientos se ha manifestado con los mismos
errores y las mismas flaquezas. Mayormente, por desgracia, lo ve­
remos luego ; mas téngase como verdad probada que si la asam­
blea no estuvo entonces apoyada con la opinion general de todo el
pueblo b a jo , tenia á su favor la de la gente noble, rica, ilustrada
y valiosa, á la que ya se debia el -19 de abril.
El congreso declaró, p u e s, que las provincias de Venezuela re­
presentadas en él formarían una confederación de estados lib res,
soberanos é independientes, absueltos de toda sumisión y depen­
dencia de España, pudiendo como (ales darse la forma de gobierno
mas conforme á la voluntad general. Hé aquí la famosa acta, dig­
na por su importancia de conservarse íntegramente en los anales
de la historia patria.
— 65 —
ACTA DE INDEPENDENCIA.
EN EL NOMBRE DE DIOS TODO PODEROSO.
« Nosotros los representantes de las provincias unidas de
Ca ra ­
y T ruj i l l o , que forman la Confederación americana de Venezuela en el
continente meridional, reunidos en congreso, y considerando la
plena y absoluta posesion de nuestros derechos, que recobramos
justa y legítimamente desde el 19 de abril de 1810, en consecuen­
cia de la jornada de Bayona, y la ocupacion del trono español, por
la conquista y sucesión de otra nueva dinastía, constituida sin nues­
tro consentimiento; queremos antes de usar de los derechos de que
nos tuvo privados la fuerza por mas de tres siglos, y nos ha resti­
tuido el orden político de los acontecimientos humanos, patentizar
al universo las razones que han emanado de estos mismos aconteci­
mientos, y autorizar el libre uso que vamos á hacer de nuestra so­
beranía.
No querem os, sin em bargo, empezar alegando los derechos que
tiene todo pais conquistado para recuperar su estado de propiedad
é independencia ; olvidamos generosamente la larga serie de males,
agravios y privaciones que el derecho funesto de conquista ha cau­
sado indistintamente á todos los descendientes de los descubrido­
res , conquistadores y pobladores de estos paises, hechos de peor
condicion por la misma razón que debia favorecerlos; y corriendo
un velo sobre los trescientos' años de dominación española en Amé­
rica, solo presentaremos los hechos auténticos y notorios que han
debido desprender y han desprendido de derecho á un mundo de
otro, en el trastorno, desorden y conquista que tiene ya disuelta la
nación española.
Este desorden ha aumentado los males de la América, inutilizán­
dole los recursos y reclamaciones, y autorizando la impunidad de
los gobernantes de España, para insultar y oprimir esta parte de la
nación, dejándola sin el amparo y garantía de las leyes.
Es contrario al orden, imposible al gobierno de España, y funesto
á la Am érica, el que teniendo esta un territorio infinitamente mas
estenso, y una poblacion incomparablemente mas num erosa, de­
penda y esté sujeta á un ángulo peninsular del continente europeo.
Las sesiones y abdicaciones de Bayona ; las jornadas del Escorial
cas,
C d u a n á , B a r ín a s , M a r g a r it a , B a r c e l o n a , M é r id a
B IS T . H O D .
e
— 66' —
•y de Aranjuez, y las órdenes del lugar teniente duque de Berg á la
América, debieron poner en uso los derechos que hasta entonces
habían sacrificado los americanos, á-Ia unidad é integridad de la na­
ción española.
Vénezuela ántes que nadie reconoció y conservó generosamente
esta integridad por no abandonar la causa de sus hermanos, miéntras tuvo la menor apariencia de salvación.
La América volvió á existir de nuevo, desde que pudo y debió
lomar á su cargo su suerte y conservación ; como la España pudo
reconocer, ó n o , los derechos de un r e i, que liabia apreciado mas
su existencia que la dignidad dé la nación que gobernaba.
Cuantos Borbones concurrieron a-las inválidas estipulaciones de
Bayona, abandonando el territorio español , contra la voluntad de
los pueblos, fallaron, despreciaron y hollaron el deber sagrado que
contrageron- con los españoles de-ambos m undos, cuando con su
sangre y sus tesoros los colocaron en el trono á despecho de la casa
de Austria ; por esta conducta quedaron inhábiles é incapazes de
gobernar á un pueblo libre, á quien entregaron como un rebaño de
esclavos.
Los intrusos gobiernos que se arrogaron la representación nacio­
nal , aprovecharon pérfidamente las disposiciones que la buena f e ,
la distancia, la opresion y la ignorancia daban á los americanos
contra la nueva dinastía que se introdujo en España por la fu erza,
y contra sus mismos principios, sostuvieron entre nosotros Ja ilu­
sión a favor de Fernando, para devorarnos-y vejarnos impunemente
cuando mas nos prometían la libertad, la igualdad y la fraternidad;
en discursos pomposos y frases estudiadas, para encubrir el lazo de
un a representación amanada, inútil y degradante.
Luego que se disolvieron, sustituyeron y destruyeron entre sí las
varías formas de gobierno de España, y que la lei imperiosa de la
necesidad1dictó á Venezuela el conservarse á sí misma, para ven­
tilar y conservar los derechos de su rei, y ofrecer un asilo á sus her­
manos de Europa, contra los males que les am enazaban, se desco­
noció toda su anterior condacta, se variaron los principios , y se
llamó insurrección, 'perfidia é ingratitud á lo mismo que sirvió de
norma á los gobiernos de España, porque ya se les cerraba la puerta
al' monopolio de administración que querían perpetuar á nombre
de un re i imaginario.
A pesar de nuestras protestas, de nuestra moderación, nuestra
—■ 67 —
generosidad, y de la! inviolabilidad de nuestros principios, contra
la voluntad de nuestros hermanos de Europa, se nos declara en es­
tado de rebelión ; se nos bloquea; se nos hostiliza; se nos envían
agentes á amotinarnos unos contra otros, y se procura desacredi­
tarnos entre todas las naciones del mundo, implorando sus ausilios
para deprimimos.
Sin hacer el menor aprecio de nuestras razones, sin preseníarlas
al imparcial juicio del mundo, y sin otros juezes que nuestros ene­
migos, se nos condena a una dolorosa incomunicación con nuestros
herm anos; y para añadir el desprecio á la-calumnia se nos nom­
bran apoderados contra nuestra espresa voluntad, para que en sus
cortes dispongan arbitrariam ente de nuestros intereses, bajo el in­
flujo y la fuerza de nuestros enemigos.
Para sufocar y anonadar los efectos de nuestra representación,
cuando se vieron obligados á concedérnosla, nos sometieron á una
tarifa mezquina y diminuta, y sujetaron á la voz pasiva de los ayun­
tamientos , degradados por el despotismo de los gobernadores, las
formas de la elección : lo que era un insulto á nuestra sencillez y
buena fe, mas bien que una consideración á nuestra incontestable
importancia política.
Sordos siempre á los gritos de nuestra justicia, han procurado los
gobiernos de España desacreditar todos nuestros esfuerzos, decla­
rando criminales, y sellando con la infam ia, el cadalso y la confis­
cación, todas las tentativas que en' diversas épocas han hecho al­
gunos americanos para la felizidad de su pais, como lo fué la que
últimam ente nos dictó la propia seguridad, para no ser envueltos
en el desorden que presentíamos, y conducidos á la horrorosa suerte
que vamos ya á apartar de nosotros para siempre : con esta atroz
política han logrado hacer á nuestros hermanos insensibles á nues­
tras desgracias, armarlos contra nosotros, borrar de ellos las dulces
impresiones de la amistad y de la consanguinidad , y convertir en
enemigos una parte de nuestra gran familia.
Cuando nosotros fieles á nuestras promesas sacrificábamos nues­
tra seguridad y dignidad civil, por no abandonar los derechos que
generosamente conservamos á Fernando de B orbon, hemos visto,
q ue á las relaciones de la fuerza que le ligaban con el emperador
de los franceses,- ha añadido los vínculos de sangre y am istad, por
los que hasta los gobiernos de España h a n 1d e c l a r a d o ya:su ‘resolu­
ción de no reconocerle sino condicionalmeute.
—
68 —
En esta dolorosa alternativa hemos permanecido tres años en una
indecisión y ambigüedad política, tan funesta y peligrosa, que ella
sola bastaría á autorizar la resolución que la fe de nuestras prome­
sas, y los vínculos de la fraternidad nos habían hecho diferir, hasta
que la necesidad nos ha obligado á ir mas allá de lo que nos pro­
pusimos, impelidos por la conducta hostil y desnaturalizada de los
gobiernos de E spaña, que nos ha relevado del juram ento condi­
cional con que hemos sido llamados á la augusta representación que
ejercemos.
Mas nosotros que nos gloriamos de fundar nuestro proceder en
mejores principios, y que no queremos establecer nuestra felizidad
sobre la desgracia de nuestros semejantes, miramos y declaramos
como amigos nuestros, compañeros de nuestra suerte y partícipes
de nuestra felizidad , á los que unidos con nosotros por los víncu­
los de la san gre, la lengua y la religión, han sufrido los mismos
males en el anterior orden ; siempre que reconociendo nuestra a b ­
s o l u t a i n d e p e n d e n c i a de é l, y de toda otra dominación estraiía,
nos ayuden á sostenerla con su vida, su fon una y su opinion, decla­
rándonos y reconociéndonos (como á todas las demas naciones) en
guerra enemigos, y en paz amigos, hermanos y compatriotas.
En atención á todas estas sólidas, públicas, incontestables razones
de política que tanto persuaden la necesidad de recobrar la digni­
dad natural que el orden de los sucesos nos ha restituido : en uso
de los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos para des­
tru ir todo p acto, convenio ó asociación que no llena los fines para
que fueron instituidos los gobiernos, creemos que no podemos ni
debemos conservar los lazos que nos ligaban al gobierno de España,
y que como todos los pueblos del mundo, estamos libres y autori­
zados para no depender de otra autoridad que la nuestra, y lomar
en tre las potencias de la tierra el puesto igual que el s e r s u p r e m o
y la naturaleza nos asignan, y á que nos llama la sucesión de los
acontecimientos humanos y nuestro propio bien y utilidad.
Sin embargo de que conocemos las dificultades que trae consigo,
y las obligaciones que nos impone el rango que vamos á ocupar en
el orden político del mundo, y la influencia poderosa de las formas
y habitudes á que hemos estado, á nuestro pesar, acostum brados;
también conocemos que la vergonzosa sumisión á ellas, cuando po­
demos sacudirlas, seria mas ignominiosa para nosotros, y mas fu­
nesta para nuestra posteridad que nuestra larga y penosa servidum­
— 69 —
bre, y que es ya de nuestro indispensable deber proveer á nuestra
conservación, seguridad y felizidad , variando esencialmente todas
las formas de nuestra anterior constitución.
Por tanto, creyendo con todas estas razones satisfecho el respeto
que debemos á las opiniones del género hum ano, y á la dignidad
de las demas naciones, en cuyo número varaos á entrar, y con cuya
comunicación y amistad contamos : n o s o t r o s los representantes de
las Provincias Unidas de Venezuela, poniendo por testigo al s e r
s u p r e m o de la justicia de nuestro proceder, y de la rectitud de
nuestras intenciones ; implorando sus divinos y celestiales ausilios,
y ratificándole en el momento en que nacemos á la dignidad , que
su providencia nos restituye el deseo de vivir, y m orir libres :
creyendo y defendiendo la santa católica y apostólica religión de
Jesucristo, como el primero de nuestros deberes. NOSOTROS, pues,
á nombre y con la voluntad y autoridad que tenemos del virtuoso
pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo, que sus
Provincias Unidas son y deben ser desde hoi de hecho y de dere­
cho Estados libres; soberanos é independientes, y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la corona de España, ó de
los que se dicen ó-dijeren sus apoderados ó representantes, y que
como tal Estado libre é independiente, tiene un pleno poder para
darse lá forma de gobierno que sea conforme á la voluntad general
de sus p u eb lo s; declarar la guerra, hacer la paz, formar alianza,
arreglar tralados de comercio, límites y navegación ; hacer y eje­
cutar todos los demas actos que hacen y ejecutan las naciones li­
bres é independientes. Y para hacer válid a, firme y subsistente
esta nuestra solemne declaración, damos y empeñamos mutuamenmente, unas provincias á otras nuestras vidas, nuestras fortunas y
el sagrado de nuestro honor nacional.
Dada en el palacio federal de Carácas, firmada de nuestras ma­
nos, sellada con el gran sello provisional de la Confederación y
refrendada por el secretxrio del Congreso, á cinco dias del mes de
julio del año de mil ochocientos once, primero de nuestra indepen­
dencia.
Juan Antonio Rodríguez Domínguez, presidente diputado de
N utrias— Luis Ignacio Mendoza , vicepresidente diputado de la
villa de Obispos — Por la provincia de Carácas, Isidoro Antonio
López Méndez, diputado de la capital— Fernando Toro, diputado
de Carácas— Martin Tobar Ponte, diputado de S. Sebastian —
— 70 —
Juan Toro, diputado de Valencia—Juan Germán Roscio, dipu­
tado por Calabozo—Felipe Fermín Paul, diputado de S. Sebastian
— José Angel Alamo , diputado de Barquisimeto —Francisco Ja­
vier de U ztáriz, diputado por S. Sebastian — Nicolás de Castroy
diputado de Carácas— Francisco Hernández, diputado de S. Car­
lo s —Fernando de Peñalver, diputado de Valencia— Gabriel Pé­
rez de Pagóla, diputado de Ospino —U no de Clemente, diputado
de Carácas—Salvador Delgado, diputado de Nirgua — El Marques
del Toro, diputado del Tocuyo—Juan Antonio D ias Argote, di­
putado de la villa de Cura —Juan José de Maya, diputado de S.
Felipe —Luis José de Cazarla, diputado de Valencia—José Vi­
cente TJnda, diputado de Guanare —Francisco Javier Yánes, di­
putado de Araure— Por la provincia de Cumaná, Francisco Javier
de M ais, diputado de la capital—José Gabriel de Alcalá, dipu­
tado de la capital— Mariano de la Coba, diputado del Norte —Juan
Bermúdez, diputado del Sur— Por la provincia de B arínas, Juan
Nepornuceno Quintana, diputado de Acbaguas— Ignacio Fer­
nández, diputado de Barínas—José de Zata y B uzi, diputado de
:S. Fernando —José Luis Cabrera, diputado de Guanarilo— Ma­
nuel Palacios, diputado de Mijagual— Por la provincia de Barce­
lona, Francisco de Miranda, diputado del Pao— Francisco Policarpo Ortiz , diputado de S. Diego—José María Ramírez, dipu­
tado de Aragua— Por la provincia de M argarita, Manuel IHácido
M aneiro, diputado de M argarita—Por la provincia de Mcrida ,
Antonio Nicolás Briceño, diputado de Mérkla— Manuel Vicente
de Maya, diputado de la Grita —Francisco lznardi, secretario. »
De este modo se vió que la colonia menos rica y p o b la d a, así
como la menos favorecida del gobierno español, fué la prim era en
rom per sus vínculos de vasallaje. Las otras de luego á luego im ita­
ron este ejemplo, y el viejo tronco del poder metropolitano, herido
en sus raizes y despojado de sus ram as, vino á desaparecer del
suelo de América que antes cobijaba con su sombra. Mas tal res­
peto inspiraba todavía , que esta resolución largamente diferida en
Venezuela, se procuró justificar de cuantas maneras fué posible,
ora en sus gazetas, ora por medio de prolijos manifiestos. El prin­
cipal de estos lo publicó el congreso el 50 del mismo ju lio , f en él
fueron mencionadas la historia «agrada y la profana, los principios
-del derecho.y la filosofía, las violencias de la conquista y los errores
— 7A —
de la adm inistración; todo para probar que la Américadiacia bien
en separarse de la m adre patria. Polémica ociosa que no impide
las guerras y atiza los odios y los rencores con violentas é injustas
acriminaciones. Los españoles por su parte contestaron entonces
con igual ó mayor acrimonia, y despues no se han cansado de re ­
petir las mismas ó diferentes razones, alegando entre o tras, dos
mui sin g u lares: las de ingratitud é incapazidad en los pueblos co­
loniales. Obsérvese que la cuestión sobre el derecho con que ,el
gobierno peninsular hizo Ja eonquisla de América era impertinente
cuando sus poseedores legítimos habían desaparecido del todo en
muchos lugares, y en o tro s, reducidos á.tribus miserables, se ha­
llaban imposibilitados para recuperar la propiedad del territorio.
Mas es ridículo que los amigos del gobierno colonial aleguen en
favor de laposesion española, la conquista, la ocupacion pacífica de
muchos siglos y el silencio de los indígenas : como si la usurpación
fuera m ejor cuanto mas vieja, y como si la sumisión y el silencio
de los indígenas no hubiera provenido de su esterminio. ¿Quién
ha podido jamas poner en duda el derecho que tiene un p u eb lo ,
á no depender de otro pueblo? ¿Cómo puede concebirse una razón
plausible para que el gobierno de un pueblo esté fuera de su ter­
ritorio? ¿Como puede ser natural y legítimo que un pueblo sea
administrado por otros que sus propios hijos ? Hoi las conquistas
de los españoles están en manos de sus descendientes sin otro de­
recho que el m ui legítimo de la emancipación , que es tan juslo-en
las naciones como en los individuos. El territorio de América habia
caido por usurpación , ó lo que es lo mismo , por conquista, en
manos de los europeos, sin que el resultado justificase el motivo.
Verdad es que muerto el poseedor legítimo por el usurpador vio­
le n to , vino á quedar este apoderado de su patrocinio, sin duda
alguna con mas derecho que otras naciones que no habían tenido
ni el trabajo de conquistar ni el de m atar ; pero desde el momento
en que mezcló su sangre con la poca indígena que q u ed aba, ó de
cualquiera otra m anera fundó sobre las ruinas del pueblo prim i­
tivo el pueblo co’ooial, claro está que formó el verdadero poseedor
del territorio , porque este no es del que lo u s u rp a , sino del que
nace en él, lo usa y beneficia. Pero estas, digámoslo otra v e z , son
inútiles cuestiones. A falta de un regulador eficaz entre las nacio­
nes, la fuerza se ha puesto en lugar de la ju sticia, y en ocasiones
sus hechos se tienen como derechos por el bien de'las sociedades.
— 72 —
La paz de eslas exigió que la usurpación de España fuese recono­
cida, porque ya estaba consumada; la emancipación de las colonias,
una vez cum plida, ha debido tener opcion al mismo privilegio;
mayormente cuando le asistió para reclamar su libertad é inde­
pendencia un derecho que no tuvo la conquista.
Pero hoi que vemos conseguida esa libertad é independencia, y
en Venezuela un pueblo constituido sobre el sólido cimiento de
leyes bienhechoras por todos y para todos sancionadas : boi que sus
progresos en la senda política, moral y material revelan que en su
seno se ha efectuado un desarrollo de ciencia, de virtud y de ener­
gía : hoi que colocada por su prudencia y valor á la cabeza de las
repúblicas su d-am ericanas, puede recordar con justo orgullo la
gloria de su propia libertad y la de la libertad dada á otros pue­
blos : hoi en fin , que no la separa de su estado colonial sino un
espacio de treinta años , que es un momenlo en la vida de las so­
ciedades, lo que nos mueve a asombro es recordar que en la época
de su prim er congreso n acional, no habia en ella ninguno de los
elementos que constituyen el poder y la grandeza de los pueblos.
Hemos visto ya lo que era como colonia : factoría mal adminis­
trada , clausura sujeta á todas las obediencias, estrechada entre
todas las restricciones. Los conquistadores asolaron su suelo, una
compañía de tiranos mercaderes lo empobreció, sus gobernantes 1c
corrompieron ; y así, á la ferozidad del soldado se siguió la avaricia
del logrero, aliados uuo y otro de magistrados por lo común igno­
ran tes, suspicazes y cautelosos, atentos solo á dividir para sujetar.
¿Mas para qué cansarnos? El gobierno metropolitano no dejó una
sola institución que se apoyase en los principios verdaderos de la
ciencia política ; una doctrina que no inculcase la obediencia ab ­
soluta ; una idea que no fuese un ataque á toda libertad.
¿Con qué contaban pues los republicanos de 1811 para formar
un pueblo independiente y soberano en aquel pais de servidumbre?
¿Con qué para retar al antiguo coloso de España? Ni opinion y
fuerzas en el interior, ni aliados en el esterior : nada teuian. Y
debian crear soldados y caudillos para guerrear, recursos pecunia­
rios para vivir, ideas, instituciones, cuanto se necesita, en fin, para
form ar una sociedad; obra la mas complicada, difícil y sublime del
ingenio humano. Mayor acaso que todas estas era una dificultad
que desde el principio hasta el fin de su trabajo se presentó cons­
tantemente a aquellos hombres valerosos : cada paso suyo debía
— 75 —
contrariar un hecho antiguo defendido por las pasiones, los inte­
reses y las esperanzas que en su rededor se habían form ado; y
como todo debía ser, á mas de nuevo, opuesto á lo existente , toda
conquista debia costar un combate en que la victoria se comprase
al precio de la sangre.
Por fortuna sus enemigos, siempre imprudentes y desalumbrados,
siguieron en su malísimo sistema de emplear para combatirlos
conspiraciones mal tramadas en que el triunfo fácilmente adquirido
robustecía cada vez mas la nueva causa. La declaratoria de inde­
pendencia babia abierto los ojos á los realistas y causádoles un gran
despecho; pero en Jugar de reservar sus fuerzas para cuando los
escesos inseparables de toda revolución hubieran desacreditado
aquella , quisieron atajarla en los primeros instantes de su violen­
cia, y eso con medios inadecuados y torpes. Tal fué la conspiración
que se llamó de los Canarios.
Estos hombres perfectamente bien hallados en el país, con deu­
dos y familia los mas de ellos, se habian manifestado al principio
mui adictos á la revolución , ignorando acaso que ninguna puede
hacerse sin grandes sacrificios. Luego al punto vieron su desengaño
en los medios que se emplearon para reparar el mal de los prim e­
ros derroches, y temiendo por sus bienes, amenazados de onerosas
derramas, empezaron á desear el restablecimiento del gobierno
antiguo. Eran generalmente ignorantes, y debían quedar rezagados
en la marcha nuevamente emprendida : superticiosos, y debia in ­
disponerlos la tendencia reformadora de la revuelta. Con lo cu a l,
los manejos de los peninsulares y el temor de comprometer con su
conducta la seguridad de sus deudos en Canarias, de amigos se con­
virtieron luego en enemigos de los republicanos y formaron el d e­
signio de destruirlos por medio de otra revolución p arala cual, sin
embargo, no tenían jefe, ni armas adecuadas, ni esperanza de cooperacion , ni plan concertado. Reuniéronse el
de julio en una
Pequeña llanura llamada el T eque, que está al norueste de la ca­
pital. Estaban caballeros en m uías, armados de trabucos y de sa­
bles ; el pecho llevaban algunos defendido con hojas de la ta , y
tremolaban entre ufanos y medrosos una bandera en que estaban
Pintados la Virgen del Rosario y el rei Fernando VII. El resultado
correspondió á estos peregrinos preparativos, pues enterado el go­
bierno del asunto desde la noche anterior, envió contra aquellos
pobres hombres un piquete de soldados que de luego á luego y sin
— .74 —
.ninguna resistencia los prendieron y aherrojaron. Algunos diasdespues fueron Jos mas culpables condenados á muerte por Jos tribu­
nales y ejecutados : castigo demasiado severo acaso de un proyecto
.fistravagante y ridículo.
Entonces sin embargo fue creido necesario, como remedir» de
conspiraciones, en ocasion de-haber estallado una en Valencia, mas
peligrosa que la anterior. Valiéndose de iguales medios que en Ca­
racas, lograron en efecto los agentes de Cortabarria poner en insur­
rección aquella ciudad. Desconocióse la autoridad del congreso y
se proclamó á Fernando Vil : díjose que la religión estaba ultra­
jada, y en su defensa se armaron casi todos los vecinos, llevando
al cuello imágenes y escapularios, como ya lo hicieran los canarios.
A la noticia de esta revuelta, envió el gobierno algunas tropas al
mando del general Toro, y aunque este al principio logró desalojar
los enemigos de los puestos avanzados que teniau en el cerro de los
Corianos, cerca de la Cabrera, fue luego á su vez rechazado hasta
.Maracay, desde donde pidió refuerzos á Caracas. Miranda fue en­
tonces nombrado para tomar el mando de Ja tropa y dió principio
á las operaciones arrojando á los españoles de una fortificación que
habían levantado en el cerro del Morro : seguidamente intimó ren­
dición á la plaza con suaves condiciones. Aceptadas estas por Jos
jefes españoles, se ajustó luego al punto una capitulación en virtud
de la cual entró Miranda en la ciudad el -15 de julio. Tero ¡ cosa
singu lar! Por falta de convenientes precauciones quedaron con sus
armas los rendidos y, ó porque viesen en el descuido de Jos vence­
dores una coyuntura favorable para destruirlos. ó porque la sumi­
sión hubiese sido aparente, salieron délos cuarteles y dando sobre
las tropas de Miranda, las obligaron á retirarse desordenadamente
.á Guacara. La fortuna de estas y su jefe fue la noche, que siendo
m ui oscura, favoreció su movimiento; y con todo perdieron el ba­
gaje , las m uniciones, parte del armamento y el hospital, sobre el
cual se ensañaron los enemigos hasta el punto de degollar á los en­
fermos. Despues de esta traición continuó la guerra con nueva ac­
tividad por espacio de algunos d ia s, Jjasía que el 12 de agosta
.atacó Miranda la ciudad con todas sus fuerzas. Defendiéronse los
,de adentro valerosamente ; pero reducidos para el -15 al recinto de
h plaza mayor, perdida la flotilla que tenían en el lago y no pudiendo contar con socorro alguno de fu e ra , se dieron á partido
sin condiciones, por-liaber rechazado Miranda las quo.le propusi«-
— 75 —
ron. Así se term inó aquella corta aunque sangrienta campana que
costó al gobierno mas de 800 muertos y -1500 heridos, sin contar
los muchos americanos que perdieron la vida peleando en las filas
de los españoles. Miranda no quiso deshonrar su triunfo con la
v e n g a n z a , castigando por sí mismo y á-usanza m ilitar á los autores
de la perfidia que estuvo á pique de perderle. Fueron sí presos,
juzgados y condenados á muerte por los tribunales; pero el con­
greso , im itando la clemencia del general, los indultó luego de la
pena capital conmutándola por otras. Ejemplo este de las contra­
dicciones que se observan con frecuencia en los partidos, de la
misma manera que en los hom bres; porque ¡cuán diferente no era
esta conspiración de la de los isleños, de quienes se triunfó sin der­
ramar una sola gota de sangre !
Con la sumisión de Valencia se creyó alejado por mucho tiempo
el mal de la g u erra; pero otro no menos grave afligía ya el naciente
estado, y era la pobreza : mal que parece inherente á todos los go­
biernos fundados por medio de revoluciones en que se altera el sis­
tema entero de la administración. Habíanse gastado sin ninguna
economía gruesas sumas de dinero que se hallaron el -19 de abril,
ya depositadas en manos de varios comerciantes para ser enviadas
á la Península, ya sobrantes de la alcabala, las aduanas y el taba co.
Toda alteración en el orden público produce inmediatamente la
paralización del comercio interior y esterior, porque el primer sen­
timiento que inspira es la desconfianza. Desterrar esta por medio
de un respeto profundo á la propiedad y evitando las contribucio­
nes estraordinarias por medio de una severa economía , es en se­
mejantes casos la mas sana manera de impedir el deterioro de las
rentas públicas y la estagnación de los fondos particulares. Pero
¿cómo evitar el derroche en aquellos primeros momentos en que
revuelta y confundida la sociedad quiere cada uno sacar de ella su
jirón? ¿Cómo impedir el establecimiento de nuevos empleos para
los ambiciosos, el pago de las opiniones que. se venden y la satis­
facción de innumerables necesidades que asaltan á toda obra nueva
y trabajosa ? De aquí viene que pasados pocos dias despues de un
cambiamiento político, muchos revolvedores se han enriquecido,
d gobierno se ha arruinado y el azote de em préstitos, derram as y
donativos se descarga sobre el pueblo sin mas fruto que el de h a­
cerle enemigo de la revolución. Entre los diversos arbitrios inven­
tados para salir de apuros en casos semejantes, el peor sin duda
— 76 —
alguna es el de sustituir el num erario con billetes que representen
su valor ó , mejor dicho, con una moneda de papel. De este ecliij
mano el congreso para poner en circulaciou un millón de pesos
fuertes, b?jo la hipoteca de la renta del tabaco ; hipoteca nula é
irrisoria, porque sus productos no se reservaron en cantidad pro­
porcionada para cubrir la sum a, ni por ellos se cambiaba el papel
según la voluntad de los particulares. Allí como en todos los países
donde se ha intentado plantear ese desacierto económico, fueron
unos mismos los efectos. El numerario desapareció , porque nadie
queria trocar realidades por ilusiones : los precios de todas las co­
sas subieron, porque era necesario buscar una compensación á las
pérdidas que se veían como inevitables, disminuyendo de hecho el
valor del p a p e l; los comestibles de prim era necesidad escasearon,
porque al fin nadie queria recibirlo , á pesar de las severas penas
im puestas al que lo rehusase; y se siguió el ham bre, la ruina de
los pobres , la deserción del soldado, á quien el gobierno pagaba
una sum a puramente nom inal, los escesosde la plebe y el descré­
d ito del gobierno.
Por fortuna todos estos males no se desarrollaron al principio con
la espantosa energía que tomaron despues , y el congreso confiando
en el porvenir con todo el candor de la inesperancia y de la buena
fe , continuaba discutiendo la constitución política que debia darse
al nuevo estado. Asunto fué este de largas y acaloradas discusiones
en que se citaron las instituciones republicanas de otros pueblos,
procurando acomodarlas á las circunstancias peculiares del de Ve­
nezuela. Fácil es concebir que los legisladores se inclinaron con
preferencia á esta especie de gobierno, pues por una parte el pais
no tenia elementos aristocráticos de gran estension y fuerza, y por
otra la revolución se había hecho por los hombres mas ilustrados
de todas las clases, sin distinción de tim bres y riqueza. La grande
invención política del mundo m oderno, es á saber , el gobierno
popular representativo, donde se consagra la igualdad de derecho
y el triunfo constante de la opinion pública, donde la voluntad
general constituida en soberano es la que tiene facultad para que­
r e r , juzgar y ejecutar, donde en fin existen la democracia sin
desorden , la aristocracia sin privilegios, la m onarquía sin despo­
tism o, fué , p u e s , la que aspiraron á plantear en su patria , ora
Vevados de su belleza, ora animados por el magnífico ejemplo de
la primera y mas pujante de las repúblicas de América. Así opi-*
naba el mayor número de diputados , y entre ellos los mas jóvenes
y elocuentes, Uztáriz, Yánez, Rosció, cabezas llenas de entusiasmo,
corazones idólatras de la libertad. Otros á quienes Miranda dirigía,
no menos puros patriólas, aunque desconfiados, y acaso mejor
instruidos en la situación del pais , deseaban el sistema republi­
cano, pero con modificaciones mas favorables á la fuerza del go­
bierno, que á la del pueblo. Así, según ello s, era preciso á fin de
conseguir la energía que necesitaba la revolución para luchar contra
los diversos obstáculos que iban á embarazar sus progresos ; a*í
para regir un pais cuyas circunstancias morales y políticas no te­
nían la mas pequeña analogía con las del pueblo que se queria
tomar por modelo en la legislación constitucional. Los EstadosUnidos del Norte , deciau , eran república ántes de su separación
de la madre patria , tanto por sus ideas como por sus costumbres :
allí la intervención de los ciudadanos en los negocios públicos y en
el establecimiento de las contribuciones , la responsabilidad de los
agentes del poder, la justicia administrada por jurados, la teoría en­
tera de la libertad, fué aprendida, practicada y perfeccionada durante
la época colonial, no solo á ejemplo de la metrópoli, sino con su con­
sentimiento : allí el puritanismo (la mas democrática de todas las
sectas) estableció las creencias políticas y religiosas mas liberales
cou el entusiasmo y la fuerza del fanatismo perseguido , con el zelo
laborioso de una idea que funda una patria ; a llí, creado y dis­
puesto todo de antemano para la libertad y la independencia, no
hubo nada que a lte ra r, nada casi que añadir , cuando la emanci­
pación constituyó en derecho el hecho ya preexistente de la sobe­
ranía. ¿ Qué semejanza se hallaba, pues, entre aquel pueblo y el
venezolano ? Y si como era evidente no existia la mas pequeña,
¿cómo se quería regir al uno con las mismas instituciones que en
c' otro prosperaban por haber sido introducidas desde sus prime­
ros años coloniales ? Locura rem atada era pensar que el mejor de
to<los los sistemas políticos se mantuviese por sí m ism o, sin el
aPoyo de la nación; y esta no tenia ni opiniones form adas, ni tan
Quiera la capazidad necesaria para comprender la estructura de
Utl gobierno que no fuera el sencillo y claro despotismo.
Razones escelentes q u e , como era n a tu ra l, fueron desatendidas
eQ el primer calor de la revolución , pues no era posible que deteDléndose esta en el comienzo de su c a rre ra , manifestase una cor­
a r a que solo puede conseguirse con la esperencía. Cou los partidos
— 78 —
no valen razones, sino heclios: mas se los irrita cuanto mas se pro­
cura convencerlos. Atentos solo á alean/,ar el objeto que una vez se
propusieron, todo hecho, toda idea ioterpuesta entre él y ellos es
un obstáculo, todo obstáculo un crimen. Así Miranda y sus parciales
sin recabar cosa alguna del cong.'eso, se hicieron sospechosos para
con los republicanos exagerados, y estos haciendo plegar á su: im­
pulso la opinion, triunfaron completamente. La constitución de­
cretada y firmada e l'21 de diciembre fué obia de sus manos.
Adoptóse pues el sistema fed e ra l, la sociedad de sociedades,
como dice Montesquieu, y entraron á componerla las siete provin­
cias que habian enviado diputados al congreso, reservándose cada
una el derecho de gobernarse por sus propias le y e s, y cediendo
una parte de su soberanía para Constituir u n jefe común y un con­
greso general encargado de ciertos y determinados negocios.
Ningún código político antiguo ni moderno se aventaja al vene­
zolano de -18 1 1 en la filantropía de sus principios, en el respeto
consagrado á los derechos individuales y populares, en las precau­
ciones tomadas contra el despotismo. Pero jam as nación alguna
adoptó una lei constitucional menos apropiada á sus circunstan-i
c ia s, mas en contradicción con sus intereses, ménos revoluciona­
ria , en fin.
Reconocido como basa del gobierno el sistema repr esentativo, se
declaró que la soberanía ó el poder de arreglar ó dirigir los inte­
reses de la comunidad residia esencial y originariamente en el
p u eb lo , y debía ejercerse por medio de apoderados elegidos con­
forme á la constitución. Ese poder, dividido según los atributos de
la sociedad, en legislativo, ejecutivo y ju d ic ia l, debia eslar con­
fiado á diferentes cuerpos, independientes entre s í , para impedir
la tiranía.
En un pueblo donde reunidos los habitantes estableciesen las
leyes y diesen curso á todos los asuntos de la administración p ú ­
blica, el gobierno seria esencialmente democrático. En el sistema
popular representativo , donde el ejercicio de la soberanía no re ­
side en la nación, sino en las personas á quienes ella lo ha dele­
gado, el gobierno es esencialmente electivo. El congreso no con­
cedió sin embargo á todo hombre indistintam ente el derecho de
nombrar ó ser nombrado diputado, porque es claro que la igualdad
absoluta no existe en pafte alguna. Se exigieron en el ciudadano
ciertas condiciones de naturaleza, residencia, propiedad1, estado,
— 79' —
profesion y luzes, como garantías de acierto en la elección y de*
Ínteres por la república. La justicia de este método era evidente,
porque conservaba á la sociedad el derecho con la restricción, y á
nadie se negaban los medios de conseguir la facultad.
La verdadera y única igualdad posible consiste en que todos los
ciudadanos tengan unos mismos derechos, y de aquí se deriva otro
atributo esencial del gobierno republicano : la alternación en las
funciones públicas. Utiles ú onerosas, deben todos por los mismos
medios y con las mismas condiciones desempeñarlas. En semejante
s'stema todo pues debe ser temporal y transitorio en materia de
empleos.
No hai lei sin pena : no puede haber libertad para el pueblo con
inviolabilidad para el gobernante. De otro modo seria la nación
esclava de los poderes que ha constituido. Si estos abusan de la lei
para oprimir, de las armas para subyugar, debe haber medios lega­
les para contenerlos y castigarlos. La constitución proveía de rem e­
dio al m a l, y en estremo cautelbsa y prev iso ra, multiplicó las
precauciones para impedirlo. Ninguna- medida violenta y tum ul­
tuaria se debia emplear con todo para ello. Libertad de elecciones
en periodos determ inados: derecho de petición : de acusación: el
de escribir, imprimir y publicar los pensamientos y opiniones; hé
aquí las reservas generales. Pero como el poder que tiene en sus
roanos la fuerza es el que se halla siempre con mas medios y dis­
posición para aumentarlo con perjuicio del estado, añadiéronse
0(ras peculiares al' ejecutivo. A semejanza del primer consulado
francés, debia ejercerse por tres individuos en la misma forma y
•Dañera que ya estaba de antemano establecido: durarían estos
cuatro años en el ejercicio de sus funciones, al tia de los cuales
serian reemplazados : necesitaba de previo aviso , consejo y con­
sentimiento del senado para concluir tratados y negociaciones con
¡as potencias estranjeras y para el nombramiento de empleados di­
plomáticos , y juezes de la corte suprema de justicia ; para con­
ceder grados militares y otras recompensas honoríücas ó pecunia­
rias : para continuar la guerra defensiva y para em prender la ofen­
siva : debia dar cuenta anual al congreso del estado de la nación :
11(J podia presentar al cuerpo legislativo proyectos de lei formados
,J redactados como ta le s : su sanción , en fin , era necesaria á las
leyes para que tuviesen fuerza de ta le s , á ménos que el congreso'
— 80 —
insistiese en llevarlas á efecío como habían salido de sus m an o s,
en cuyo caso serian válidas.
Así por estas restricciones cuanto por las facultades concedidas
al congreso general, era este cuerpo el que por escelencia ejercía
la soberanía común. A él en efecto estaban confiadas las relaciones
estranjeras, la defensa de los estados confederados, la conservación
de la paz pública contra las conmociones internas , ó los ataques
esterio res, el arreglo del comercio esterior y el de los estados entre
s í, el alistamiento y conservación de los ejércitos, la construcción
y equipo de bajeles de g uerra, la celebración de tratados y alian­
zas con otras naciones , la guerra y la p az, la imposición de con­
tribuciones indispensables para estos fines ú otros convenientes á
la seguridad , tranquilidad y felízidad com ún, con plena y absoluta
autoridad para establecer las leyes generales de la Union y para juz­
gar y hacer ejecutar cuanto en ellas quedase determinado y r e ­
suelto. Dividíase en dos cámaras cuya voluntad se requería para la
formación délas leyes ; pero que discutían separadamente sus dis­
posiciones. Eran libres é inmunes sus miembros durante las sesiones
periódicas del congreso é irresponsables en todo tiempo por las opi­
niones que emitiesen.
En la estructura del gobierno se procuraba sin embargo que el
poder ejecutivo y el judicial conservasen la independencia necesaria
para no ser instrumentos ciegos de las pasiones del congreso. Para
ello tenia el primero facultades propias adecuadas á su instituto de
ejecutar, mandar y dirigir : el segundo, confiado a u n tribunal
supremo , conocía privativamente de ciertos negocios generales de
justicia, con absoluta separación de los demas poderes públicos.
Este era el gobierno común. El particular de cada estado ó pro­
vincia confederada debia tener por basa los principios fundamen­
tales del sistema político adoptado, y ser aprobado por el congreso.
En todo lo que por'el pacto federal no estuviese espresamenfe dele­
gado á la autoridad general de la confederación , conservaría cada
u n a de las provincias que la componían su soberanía, libertad é
independencia; y en uso de ellas tendría el derecho esclusivo de
arreglar su gobierno y administración territorial bajo las leyes que
juzgase convenientes, con tal que no fuesen de las comprendidas
en la constitución, ni se opusiesen ó perjudicasen á los pactos
federativos que en ella se establecían.
—
SI
—
Un capítulo relativo á los derechos del hombre señalaba Jos qne
el nuevo gobierno reconocía en toda la estension del nuevo estado.
En él se decía que el pacto social aseguraba á cada individuo la
posesion y goze de sus bienes, sin lesion del derecho que ios demas
tuviesen á los suyos. Ningún ciudadano seria reconvenido e n ju i­
cio , acusado, detenido , preso ni castigado, sino en los casos y
forma determinados por la lei. Todo hombre debia presumirse
inocente basta que fuese declarado culpable con arreglo á las leyes.
La casa de todo ciudadano seria un asilo inviolable , fuera de algu­
nos pocos casos en que la autoridad podía penetrar en ella bajo su
responsabilidad. Todos los estranjeros de cualquiera nación que
fuesen se recibirían en el eslado, y sus personas y bienes gozaríande la misma seguridad : los españoles y canarios no estaban esclui-dos ni aun de la candidatura presidencial, con tal que se hubiesen
hallado en Venezuela al tiempo de la independencia política, que
la hubiesen reconocido y ju ra d o , y contribuyesen á sostenerla.
Todo tratamiento que agravase la pena determinada por la lei era
un delito. El uso de la tortura quedaba abolido perpetuamente.
Ninguna sentencia pronunciada por traición contra el estado ó por
cualquiera otro delito arrastraría infamia á los hijos y descendien­
tes del reo. No habría fuero alguno personal : la naturaleza de las
m aterias determinaría los magistrados á quienes perteneciese su
conocimiento ; y los empleados de cualquier ramo se sujetarían á
su juicio como los demas ciudadanos.
Un capítulo de disposiciones generales daba fin á la constitución.
Ordenaba una de ellas la creación de escuelas, academias y colegios
para la instrucción de todos los ciudadanos indistintamente. Revo­
cábanse las leyes del anterior gobierno que coneedian ciertos trib u ­
nales , protectores y privilegios de menor edad á los indios, los
cuales quedaban igualados á los demas venezolanos en deberes y de­
rechos. El comercio inicuo de neg ro s, prohibido ya por la ju n ta
suprem a, quedaba solemne y constitucionalmente abolido. Del
mismo modo que anuladas en todas sus partes las leyes antiguas
que imponían degradación civil á una parte de la poblacion libre
de Venezuela, conocida hasta allí con la denominación de pardos ,
y estos restituidos al goze de los derechos que les correspondían
como á los demas ciudadanos. Los títulos de nobleza , los honores
ó distinciones hereditarias se declaraban estinguidos: la duración
HIST. MOD.
g
— 82 —
de un empleo ú oficio dependería de la buena conducta de los que
los sirviesen.
El mismo dia de la declaratoria de la independencia adoptó el
congreso para la república el pabellón am arillo, azul y rojo que
enarboló Miranda sobre las costas venezolanas en su espedicion de
\ 806. Ahora disponia que en todos los escritos oficiales se añadiese
á la era común la colombiana , palabra que aquel gran patriota
empleó el primero en honor de Colon, para significar los países
que se libertasen en el Nuevo-M undo del yugo colonial.
(i Confiamos, dijo al concluir, confiamos y recomendárnosla
« conservación é inviolabilidad de esta constitución á la fidelidad
« de los legisladores, del gobierno, de los juezes y empleados de la
« Union y de las provincias, y á la vigilancia y virtudes de los
« padres de familia , m adres, esposas y ciudadanos del oslado. »
Vano encargo que no debía salvar las nuevas instituciones de la
tormenta que se preparaba, moyormeníe cuando sus propios de­
fectos debían acelerar su caida. Aun ántes de ser promulgadas se liabian concitado enemigos en el seno mismo del congreso. Miranda ,
persuadido de su ineficazia, Jas firmó en calidad de vice-presidente
del cu e rp o , pero con reparos acerca de varios puntos importan­
tes : ocho diputados clérigos unos , otros devotos , protestaron al
estampar su nombre contra la disposición que abolia el fuero ecle­
siástico. El prim er artículo de la constitución declaraba que la re ­
ligión católica , apostólica, romana era también la del estado , y la
única y esclusivade los liabitantes de Venezuela. Mas iodo eslo no
satisfizo los deseos del clero, apegado como todas las clases privi­
legiadas tanto á la teoría de su institución, como á los privilegios de
sus personas. Entre estos el que mas ¡es interesaba era el fuero, ver­
dadera barrera que al separarle del pueblo y del gobierno le ponía
fuera del alcanzo de la justicia pública , le constituía poder inde­
pendiente en la sociedad, y á Ja influencia de sus funciones, gran­
des y de profunda im portancia, añadía la esencion aristocrática
d é la inviolabilidad. El clero, pues, quedó disgustado con la cons­
titución.
Grande era con todo la confianza que tenia el congreso de verla,
no solo adoptada por los diferentes estados de la Union, sino plan­
teada sólidamente en el pais, respetada y dichosa. Lo primero se vio
luego del todo realizado. El partido republicano de las provincias
acogió la consiitueion con el entusiasmo y regocijo que debían ju s­
— 85 —
tamente inspirar sus disposiciones filantrópicas y la nueva carrera
que abría á nobles am biciones; pero pronto veremos que la suertp
no favoreció con igual resultado la segunda parte de aquel voto.
Con mas esperiencia ó mayor conocimiento en la historia de las
revoluciones, él mismo hubiera podido preverlo. La desarmada y
pobre Venezuela liabia arrojado la prenda del combate á su antigua
y poderosa señora en un momento en que, atacada esta sobre su.
propio territorio por un enemigo formidable, necesitaba de íoda su
fuerza y energía para conservar su independencia. Mas esa lucha
no podia prolongarse muchos años, según eran de estraordinarios y
violentos el esfuerzo y la reacción, la ambición del usurpador y el
patriotismo del pueblo. Vencedora ó vencida, España debía repo­
sarse y volver su atención hacia aquellos antiguos dominios que ha­
bían constituido su grandeza. La regencia había heredado de 1a
fugitiva y desacreditada junta central un poder que apénas se es—
tendía d pocas leguas de Cádiz ; y la regencia encargó á Cortabarria
la ejecución de proyectos hostiles con recursos y fuerzas escasas, ó
ningunas. Las cortes estraordinarias se habían reunido en un tiempo
poco menos calamitoso, cuando la libertad del suelo era un pro­
blema hasta para los mas confiados; y las cortes estraordinarias,
lejos de aceptar la propuesta que les bizo Inglaterra de mediar en­
tre ellas y las colonias rebeladas, diferian de un dia para otro el
considerar tan importante negocio. Verdad es que la nación m e­
diadora, llevada siempre de propio ínteres, pedia su comercio di­
recto con las provincias alteradas, y que España no podia variar de
un golpe el sistema mercantil de sus establecimientos ultram ari­
nos , sin causar por el pronto y repentinamente el mas completo
trastorno en los intereses fabriles y comerciales de sus súbditos
peninsulares ; pero esto debia probar que ella contaba con m ante­
n er su dominio en América, sin variar un ápice del sistema que
hasta entonces la rigiera. La amenaza, pues, estaba hecha : el golpe
por hallarse diferido no debia ser ménos fuerte y destructor. Ade­
mas, la guerra civil estaba comenzada, la sangre habia corrido en
el campo de batalla y en el cadalso. Unas provincias arrastradas
por la novedad, el ejemplo de Carácas y los esfuerzos de unos cuan­
tos hombres de acción y energía, se manifestaban adictas á las r e ­
formas : otras trabajadas en sentido contrario por los realistas, se
habían opuesto al m ovim iento; y mas entusiasmo se notaba ep
«stas que en aquellas. El estado interior del pais era alarmante. E l
— 84 —
trabajo había perdido su actividad, ora con motivo de la organiza­
ción de tropas, ora porque los espíritus distraídos con las pasiones
políticas, liabiau desviado los brazos de sus ocupaciones habitua­
les. El comercio esterior estaba atacado á un tiempo por la descon­
fianza y los corsarios : el interior por la desconfianza y el papel
moneda. Este, falsificado con facilidad, se habia aumentado considerablemenle y producido miseria y escesos. Cou él se pagaba á los
empleados públicos y á la tropa : con él se pagaban los réditos y
las deudas : con él todo lo que 110 podía cambiar de precio por vo­
luntad del poseedor ; así que, los agentes del gobierno, el soldado, los propietarios, los trabajadores de jornal ajustado, los acreedores
de cualquier especie y otras clases de personas, perecían ó se arru i­
naban viéndose obligados á recibir por el valor nominal una mo­
neda ficticia que en el cambio no valia sino la décima parte de la
acuñada. No acostumbrado el pueblo a los trabajos y fatigas de la
guerra, huia de la recluta : ajeno á aquellas novedades, mui igno­
rante para comprender los principios, mui indolente y perezoso
para conmoverse fácilmente, o ía , veía y se estaba quieto ó procu­
ra b a esconderse. Hervían las tramas secretas y las seducciones de
Cortabairia á proporcion que todas estas causas aum entaban el
núm ero de deccontenlos, y el congreso no podia oponerles ni opinion pública, ni fuerzas materiales.
Evidente era , pues, la necesidad de una acción fuerte que apli­
casen el gobierno, la policía y las ideas revolucionarias á los hom­
bres y á las cosas, para hacerlas concurrir al logro de un intento
arriesgado y combatido. Era preciso agitar las pasiones, crearlas,
por mejor decir, para circunstancias enteramente desconocidas; y
eso no era dado al indujo de leyes nuevas, mui buenas, pero flojas
y de dudosa aplicación. Obstáculos estraordinaríos requieren poder
estraordinario : una (arca inmensa pedia esfuerzos gigantescos.
« Vuestra conducta, decía el congresoá los venezolanos, dará al
« mundo el primer ejemplo de un pueblo libre, sin los horrores de
a la anarquía ni los crímenes de las pasiones revolucionarias... Si
« la Europa no tuviese nada que adm irar en vuestra constitución ,
« confesará por lo ménos que son dignos de ella los que lian sabido
« conseguirla sin devorarse entre s í.»Veinte años despues de escritas
estas palabras, Venezuela, ya independiente de España, libertadora
de otras naciones, llena de glorias marciales, mucho mas ilustrada,
é instruida con numerosos ensayos legislativos, no podia lisonjearse
— 85 —
d e poseer un gobierno sólidamente establecido. ¡ Ciega confianza
de aquellos hombres buenos, puros, é ínespertos ! Su poder ejecu­
tivo repartido entre tres individuos y su democracia representativa,
cuando la guerra era inminente, el trastorno seguro y el pueblo ti­
bio ó mal dispuesto, eran sueños vanos que un terrible desperta­
miento iba en breve á disipar.
ANO DE 1 8 1 3 .
Era llegado febrero de 1812 y designada Valencia por capital del
estado, suspendió sus sesiones el congreso el dia \ 5 para reunirse
en aquella ciudad el I o de marzo.
La guerra civil suspendida en el occidente, continuaba en las ri­
beras del Orinoco. Desde principios del año anterior habia desti­
nado el gobierno algunas tropas á ocupar y guarnecer las poblacio­
nes de la orilla izquierda de aquel rio, aunque con orden de eslar
solamente sobre la defensiva. Así en efecto permanecieron muchos
meses, sin mas fruto que ver relajada la disciplina y considerable­
m ente disminuidas las tilas por la deserción y las enfermedades. En
esta inacción y descuido las sorprendió el enemigo, atacando á la
vez los pueblos de Santa Cruz y de la Soledad : apoderado de ellos,
obligó á los patriotas a retirarse á Tabasca y á la villa del Pao de
Barcelona.
Con esta ventaja cobraron energía los realistas, hasta el punto
de hacer frecuentes y devastadoras correrías en tierras de Cumaná,
Barcelona y Barínas : dueños del rio, sorprendían con mucha faci­
lidad las poblaciones indefensas, y sin daño alguno se retiraban
*uego cargados de despojos. Su actitud llegó á ser tan amenazadora,
que el gobierno conoció la necesidad de organizar un ejército ca­
paz de infundirles respeto, y para ello exigió á cada provincia su
contingente de hombres, armas y dinero, y nombró jefes instruidos
que diesen á aquellas tropas nuevas la conveniente organización y
disciplina. Tres coroneles españoles (Francisco González Moreno,
Manuel Villapol y Francisco Solá) que habían tomado parte en la
revolución, fueron enviados á Guaraña con gente de Cumaná, Bar­
celona y Carácas. A esla operacion debían concurrir algunas fuerzas
de mar suministradas por Cumaná y Margarita.
Mientras que las tropas de tierra se acercaban por varias direc­
ciones á la orilla izquierda del Orinoco, entraba en el rio la escua­
drilla, compuesta de diez y nueve lanchas cañoneras, por el caño
d e Pedernales. En el lugar en que esíe se junta con el de Macareo,
encontró algunas embarcaciones de guerra que allí habiau apostado
los realistas para disputarle el 'paso, y con ellas trabó combate el
27 de febrero. Fué el éxito adverso para los tspañoles, los cuales
huyeron á Guayana la V ieja, dejando una goleta en manos de los
patriotas. Estos viendo libre el paso, continuaron subiendo el rio
en busca de las tropas de tierra, y encontrando en Barrancas las de
Moreno y Villapo!, las trasladaron i las inmediaciones de Angos­
tu ra. Las que mandaba Sola habian pasado casi al mismo tiempo á
la orilla derecha, ocupando el pueblo de M uiaco. Otra escuadrilla
española se presentó allí, dando muestras de querer hacer un des­
embarco ; pero habiendo entrado su jefe en conferencias con el
republicano, de quien era amigo y compatriota, se retiró luego rio
abajo, y Solá continuó su marcha hasla Angostura, á cuyas inm e­
diaciones se reunió con los otros jefes en los primeros dias de marzo.
Empeñados estaban los republicanos ea su errado sistema de
querer hacer la guerra por medio de negociaciones, guiados siem­
pre por el principio de ahorrar el derramamiento de sangre ; prin­
cipio humano, sin duda, por la intención que lo dictaba, pero cruel
en sus efectos y perniciosísimo en aquellas circunstancias. Un par­
tido débil, sin caudillos conocidos y respetados, amenazado de va­
rios enem igos, debe triunfar de ellos prontam ente, supliendo la
fuerza del número con la energía ; pero capitular en vez de com­
batir es declararse im potente, dar tiempo al contrario para volver
de su prim era sorpresa, prolongar la luc^a é inutilizar los sacrifi­
cios destinados á salvar la nación. Así sucedió aquí. Lejos de aco­
m eter la ciudad, que no podia oponerles larga resistencia, malgas­
taron el tiempo los jefes haciendo inútiles intim aciones, enviando
y recibiendo parlamentarios y discutiendo transacciones que los es­
pañoles les hacían entrever como posibles para entretenerlos mien­
tras se preparaban a castigarlos. Para esto los patriotas habian te­
nido la imprudencia de despachar sus bajeles rio abajo á ocup arla
ensenada de Sorondo en la ribera izquierda, pocas leguas al este de
Guayana la Vieja. Esta operacion, aunque tuviese por objeto velar
los movimientos de los buques españoles que se habian guarecido
del cañón de la fortaleza, era absurda, por cuanto dejaba espedita
]a comunicación entre ellos y los que se habían retirado á Angos­
tura despues de la entrevista .de su jefe con Solá. Conocieron los
realistas el error y al paulo se aprovecharon de é l : juntaron sus
fuerzas navales en Guayana la Vieja y el 26 atacaron en Sorondo
las fuerzas sutiles republicanas. Estas, aunque superiores en el nú­
mero, eran mui inferiores en la calidad y porte de las embarcacio­
nes. Pelearon sin embargo valerosamente hasta que apenas hubo
quedado hombre v íy o sobre c u b ie rla : algunos lograron escapar ar­
rojándose al agua y ganando á nado la ribera : los buques todos
quedaron en poder del vencedor.
Los jefes que estrechaban á Angostura dieron m uestras de querer
aprovechar la ausencia de la armadiila española para acometer la
p laza; pero todo se redujo á una sorpresa intentada sin fruto con­
tra el prim er puesto avanzado del enemigo. Con este motivo hubo
en los dias siguientes algunas escaramuzas insignificantes que se
prolongaron sin lance ninguno decisivo basta el 28, dia en que vie­
ron llegar la escuadrilla vencedora llevando á remolque la vencida.
Creyéronse perdidos les patriotas, viéndose sin retira d a; y debde
entonces se Manifestó en su campo la confusion y el desorden. Em­
prendióse la retirada el 29 : Villapol logró salvar su división lle­
vándola áltfaturin, donde se fortificó : Moreno y Solá abandonaron
las suyas en el pueblo de Tapaquiri, pretestando que iban á buscar
embarcaciones para trasladarlas á la orilla izquierda del rio. Nunca
volvieron; y su tropa vagando por allí sin cabeza que la guiase,
sin mantenimientos y siu esperanza de sa lu d , se víó obligada á
rendirse á discreción.
Tampoco en el occidente de la república se habia mostrado la
fortuna favorable á la causa de los americanos. El brigadier Don
Juan Manuel Cagigal habia llegado á Coro llevando consigo algunos
jefes militares, armas, pertrechos y dinero para hacer la guerra á las
provincias sublevadas. Con estos ausilios se creyó bastante fuerte
Cevállos para tomar la ofensiva , y destacó una partida al mando
del coronel Julián Infanle p a n hacer un reconocimiento en terri­
torio de Carora. En el valle de Bai agua encontró izquierdo un des­
tacamento de patriotas, lo sorprendió y derrotó, tratando con cruel­
dad á los prisioneros. Algunos corianos se adelantaron intrépida­
m ente hasta Carora, donde mandaba el comandante Gil un cuerpo
de 600 republicanos; pero atacados á su vez y deshechos, esperLmentaron una justa represalia. Cevállos á pesar de esto no llevó
—
88 —
mas adelante la invasión, y el repliegue de su cuerpo avanzado
hizo creer que por aquel punto las hostilidades iban nuevamente
á suspenderse.
Mas entre los jefes que liabia llevado á Coro Cagigal se hallaba
un capitan de fragata, llamado Domingo Monteverde, natural de
Canarias ; hombre este sin talento ni instrucción, poro en estremo
petulante, confiado y vano. Deseoso de m andar y hacer p ap el, dá­
base mucho movimiento para llamar la atención hácia su persona,
de modo que Cevállos, hombre sencillo y de pocos alcanzes, le es­
cogió entre muchos para que con una partida de 250 hombres
fuese á proteger cierta revolución que á favor de los españoles se
tram aba en el pueblo de Siquisique. Tuvo esta lugar el -15 de mar­
zo , acaudillada por el indio Reyes Vargas á quien el gobierno de
Venezuela había hecho capitan sin ningún merecimiento : así fue
que Monteverde sin haber hallado oposicíon en su camino ocupó
aquel pueblo el l 7, y viendo considerablemente aumentada su tropa
con la del infiel cacique, marchó rápidamente sobre Carora. En esto
traspasaba sus instrucciones, que le mandaban esperar en Siquisi­
que nuevas órdenes ; y esta primera desobediencia debió'ser también
su última hazaña y el término de su carrera, si la ciega fortuna no
se hubiera empeñado en protegerle, convirtiendo en aciertos sus
m as torpes errores. El comandante Gil que, como se ha dicho, man­
daba la guarnición de Carora, era un oficial intrépido c inteligente:
sus tropas, superiores en número y armas á las de M onteverde,
podían ser ausiliadas de Barquisimeto, en donde se hallaba con el
grueso del ejército republicano el coronel español Diego Jaló n ,
partidario de la revolución : en todo caso tenían hácia aquella ciu­
dad una retirada fácil y segura, al paso que la pérdida de todos los
españoles era inevitable si esperimentaban un reves, habiéndose
internado mucho en pais enemigo, con débiles fuerzas y á gran dis­
tancia del cuerpo principal. Pero quiso la buena suerte del isleño
que cuando atacaba á Carora, una cruel dolencia privaba á los in ­
dependientes de su jefe. Afligidos y desconcertados estos, no atina­
ron á defenderse : la resistencia fué débil y completo el triunfo de
Monteverde, el cual ocupó la ciudad seis dias después de su entra­
da en Siquisique.
Cuando la noticia de estos sucesos llegó á Caracas , se hallaba
aquella desgraciada ciudad y todos los pueblos situados cerca de la
gran cordillera hasta Mérida en'la mas espantosa desolación. El 26
— 89 —
de marzo era Jueves Santo : todos los templos se hallaban henchi­
dos de gente que acudia según costumbre á las pomposas ceremo­
nias del culto católico : el día estaba puro y sereno : una luz b ri­
llante hacia mas que nunca hermoso el cielo no siempre alegre de
Carácas; y á pesar de la pobreza pública y de las divisiones políti­
cas, un pueblo numeroso unido por las mismas creencias y doctri­
nas religiosas parecía haber olvidado por un momento su situación
y sus desavenencias. A las 4 y 7 minutos de la tarde se estremece
repentinamente la tierra con una violencia espantosa : pocos se­
gundos despues los templos, Ids edificios públicos mas importantes
crujen, se desquebrajan y caen con fragor tem eroso, sepultando
debajo de sus ruinas millares de habitantes. Fué aquello como el
eíeclo del rayo, pronto, terrible, inevitable. Barrios enteros de Ca­
rácas, el caserío todo en otras partes vinieron á tierra. La Guaira,
Barquisimeto y Mérida no ofrecían á la vista sino un monton confuso
de escombros y despojos humanos. San Felipe habia desaparecido :
Valencia y otras poblaciones lloraban también estragos infinitos de
aquella inesperada catástrofe. Rara familia no tuvo que lamentar
la pérdida de alguno de sus miembros : otras enteramente pere­
cieron. Los que quedaron con vida se ocuparon en remover las
ruinas para estraer y quem ar los cadáveres. Estrañas y dolorosas
escenas interrum pían con frecuencia esta triste faena ; que á vezes
en aquellos cuerpos horriblemente mutilados reconocían hombres
Y mujeres las prendas de su amor ó de su am istad. El miedo y la
confusión eran generales, y como la mayor parte de los habitantes
se establecieron en las plazas y los campos, temerosos de un nu e­
vo tem blor, los malhechores se regaron por do quiera, y á tantas
lastimas añadieron el robo y los crímenes.
Dictó el congreso para remediar estos males variaa providencias
mas ó menos acertadas. Hallábase reunido, como hemos dicho, en
la ciudad de Valencia, y por las últimas elecciones perfeccionadas
con arreglo á la constitución, quedaron nombrados para ejercer el
poder ejecutivo, como principales, los ciudadanos Fernando Toro,
Francisco Javier Uztáriz y Francisco Espejo ; como suplentes de es­
tos Francisco Javier Maiz, Juan Germán Roscío y Cristóbal Men­
doza. La m edida mas importante que adoptó en aquellas circuns­
tancias fué la de autorizar por un decreto al poder ejecutivo para
1<ie ejerciese todas las facultades que la constitución atribuía á los
grandes poderes. Esto equivalía á crear una dictatura con todos
— 90 —
sus inconvenientes y sin ninguna de sus ventajas, si se atiende á
que el ejecutivo, menos numeroso que el congreso, no estaba por eso
libre de la lentitud que ocasionan las formalidades de la discusión
y las opiniones encontradas de sus miembros. Disolvióse luego, em­
plazándose los diputados para reunirse de nuevo el 5 de julio.
Fuerte suma de atenciones tuvo entonces á su cargo el gobierno
en situación liarto calamitosa. El disgusto causado por el papel
moneda había crecido de punto con la certeza de que el erario,
cada dia mas empeñado, carecía de fondos para amortizarlo : el
pueblo que á los principios lo recibía con repugnancia, despues
lo rehusaba abiertamente á proporcion que la nueva causa com­
batida por los hombres y por la naturaleza, veia crecer á su
rededor los enemigos. De estos el mas terrible era el fanatismo
escitado en la imaginación ardiente del pueblo por algunos m a­
los sacerdotes. Castigo del cielo era según ellos el terremoto.
¿No habia sucedido precisamente el mismo dia en que dos años
ántes fueron depuestas y desterradas las autoridades españolas?
¿No se veian libres de sus estragos las poblaciones que resistiendo
á la seducción se babian conservado fieles al monarca? Por una
casualidad singular ambas cosas eran ciertas; pues en Maracaibo,
Coro y Guayana, como tan distantes de la cordillera, no se hicie­
ro n sentir sus efectos. Colíjese pues cuánto partido no sacarían de
estas circunstancias unos hombres mirados como oráculos por la
tu rb a ignorante y crédula en los mismos instantes en que una es­
pantosa desgracia la habia confundido y aterrado. Qué frutos habia
sacado la revolución del sistema tímido y flojo con que quiso hacer
la guerra á sus contrarios, lo hemos visto ya. Pues al descrédito de
sus armas se unió la pérdida de muchos soldados en el terremoto.
Ochocientos hombres acuartelados en Caracas perecieron to do s: lo
mismo sucedió á las tropas que estaban en la Guaira y á mas de mil
quinientos voluntarios que habia en Barquisimeto y San Felipe. El
ham bre, que por sí sola basta para hacer odioso un gobierno á los
ojos de la m u ltitu d , hacia sentir ya sus rigores.
Tal era la situación de las cosas cuando Monteverde insfado por
algunos clérigos y enterado de la destrucción de Barquisimeto y de
las tropas, marchó rápidamente sobre la eiudad y la ocupó sin re­
sistencia e l ‘7 de abril. Jalón, á quien sus amigos sacaron mui mal­
tratado de entre las ruinas, se hizo trasportar a San Carlos, y su
segundo el coronel Florencio Palácios, que se hallaba con poca gente
en la villa de A raure, fue sorprendido y hecho prisionero por una
partida destacada al intento del campo de los realistas.
Eu Barquisimeto se detuvo algún tanto Monteverde desenterran­
do pertrechos y arm am ento, y allegando gente : mil soldados tenia
ya cuando llegó al pueblo de San José ( dia 25) que dista mui poco
de San Cárlos. Allí acreció sus tropas con varias partidas que se de­
sertaron de las Illas republicanas, conducidas por sus mismos ofi­
ciales. Tenia Jalón en San Carlos -1500 hombres, la mayor parte
reunidos de p risa , sin organización ni disciplina; pero como él no
estaba en capazidad de mandarlos, los confió á su segundo el co­
ronel Miguel Uztáriz y al mayor general Miguel Carabano, los
cuales salieron (dia 25) al encuentro del enemigo. En lom as re ­
ñido de la pelea, y cuando esta se declaraba ya por los patriotas, el
escuadrón del P a o , en lugar de cargar bajó las lanzas y á escape se
pasó á los realistas. Esta vileza decidió de la jornada. La mayor
parte de la gente republicana pereció sobre el campo de b atalla; y
Uztáriz con m ui pocos se retiró á Valencia.
M érida, Trujillo y otros pueblos del occidente empezaron á
declararse por la causa del r e i , y el invasor reforzado con muchos
desertores, animado con tan felizes principios y cubierta la espalda
con las comarcas que acababan de abrazar su partido, se disponía
a seguir adelante. Túvose entonces por cierto que un hombre solo
con ilimitada autoridad debia conducir la g u e rra , y la terrible dic­
tadura se presentó á la imaginación de todos como el único medio
de energía y por consiguiente de salud. Adoptólo el poder ejecutivo
delegando todas sus facultades en el marques del T oro; pero habien­
do rehusado este sugeto encargarse de la autoridad absoluta, fue
puesta la suerte de la revolución en manos de Miranda. Aceptó este
la peligrosa confianza con el título de Generalísimo , que juzgó mas
modesto que el de Dictador, y de este modo vino á quedar suspen­
dida la constitución no pasados tres meses despues de promulgada.
Puso Miranda en Maracai su cuartel general y empezó á reunir
y organizar algunas tropas. El coronel Uztáriz fué nombrado gober­
nador de Valencia, y recibió órden de observar los movimientos de
Monteverde y defender la ciudad, si era posible. En Barínas se
■mandó reunir una fuerza considerable de caballería, y á Barcelona
y Cumauá te despacharon comisionados para aprontar ausilios de
buques, hombres y m antenim ientos; porque el papel moneda (único
recurso del gobierno), léjos de servir para el sustento del soldado.,
— 92 —
contribuía mas que todo á disgustarle y á fomentar la deserción.
Tan grande y escandalosa era ya esla, que Uztáriz se vio aban­
donado por sus soldados en términos de no tener fuerza alguna que
oponer al enemigo. Instruido de ello Miranda, pasó á Carácas, y
eficazmente ausiliado por la legislatura provincial, logró allegar
algunos hombres que se pusieron luego al punto en camino para
socorrer á Valencia. En marcha estaban cuando en la noche del
50 de abril se oyeron repetidos cañonazos que semejaban un com­
bate. Mas tarde se supo que aquellas detonaciones eran producidas
por la erupción de un volcan que reventó en la isla de San Vi­
cente; pero como no esíaban acompañadas de ningún movimiento
sensible en la tierra, se creyó entonces que podría ser algún desemJbarco de tropas enemigas en la Guaira ú otro punto de la costa, y
se dispuso que los ausilios despachados retrocedieran apresurada­
m ente para poner á cubierto la ciudad de una sorpresa. Como viese
Uztáriz que no se le socorría y que el enemigo cada vez mas fuerte
se avanzaba para atacarle, tomó la resolución de retirarse á la Ca­
b rera. Monteverde ocupó pues á Valencia sin oposicion el 5 de
mayo.
E> generalísimo regresó entonces apresuradamente á Maracai,
donde el peligro hacia necesaria su presencia. Para este tiempo sus
propios esfuerzos , la actividad de los patriotas y la enérgica con­
ducta de la legislatura provincial de Carácas, habían logrado im ­
prim ir cierto grado de movimiento á la opinion, escitando el pa­
triotismo de la juventud. Esta, como que siempre está dispuesta á
lanzarse la prim era á los peligros, se alistó alegremente en las filas
y avivó por un momento la esperanza de los republicanos. Mu­
chos estranjeros amigos de la causa americana hicieron generosos
donativos, ó se presentaron á tomar las armas. De solo franceses
se formó un cuerpo que se puso á las órdenes del coronel Ducaylá.
Peregrinos de la liberlad este y sus compañeros, eran restos de
aquella terrible revolución que despues de haber asombrado y ven­
cido á la E uropa, fué á su turno asombrada y vencida por uno de
sus hijos. Huyendo del imperio unos, otros desterrados, hallábanse
en las colonias, esperando acaso el resultado de la gran lucha que
debía decidir de la suerte del m u n d o ; pero apénas fueron conoci­
dos los movimientos de Venezuela, acudieron á serv irla, ora lle­
vados de su natural afición á la guerra, ora obedeciendo á sus pro­
pensiones revolucionarias, ora en fin porque los alucinase la idea
— 93 —
de hacer fortuna eu las ricas colonias hispano-americanas. Ademas
de los franceses se contaban uno que otro aleman de distinción y
algunos ingleses, enlre los cuales figuraba Sir Gregor Mac-Gregor,
recomendado al gobierno de Venezuela por el duque de Kent. Ad­
mitido al servicio, obtuvo el mando general de la caballería.
Uno de los primeros cuidados de Miranda fue el de asegurarse de
la plaza de Puerto-Cabello, poniéndo en ella un oficial de su con­
fianza. Aquel punto era sumamente interesante bajo todos respec­
tos. Si Monteverde tenia la imprudencia de avanzarse hacia Cara­
cas, podía una parte de la guarnición bajar al valle y atacarle por
la espalda, poniéndole entre sus fuegos y los de M iranda; operacion
tan hacedera, cuanto que el jefe realista no tenia fuerza para impe­
dirla bloqueando la plaza ó destacando un cuerpo de tropas para con­
tener la salida. En aquel punto estaba ademas el parque del ejército,
y en un caso desgraciado serviría de refugio á los patriotas, con­
servaría en sus manos la mas im portante fortaleza del país, les da­
ría tiempo para rehacerse y les facilitaría un punto de apoyo para
emprender nuevamente la guerra. Para defender la plaza escogió,
pues, Miranda al oficial mas activo é inteligente de su ejército , al
coronel Simón Bolívar, ya conocido y respetado entre los m ilitares
por su bizarra conducta en el ataque de Valencia. Luego atendió
el generalísimo á estrechar á Monteverde, y para ello cubrió el
punto de los Guayos con un fuerte destacam ento; pero cuando da­
ba prisa á los aprestos del ejército y comenzaba ya á moverlo para
buscar al enem igo, supo que el cuerpo avanzado habia sido batido
el día 8 por la deslealtad de algunas compañías que se habían pasa­
do álos realistas. Retrocedió con esto á Maracai y entonces dispuso
fortificar los puntos de la C abrera, Guayca y Magdaleno, el p ri­
mero para impedir á Monteverde el paso por el norte de la laguna
de Valencia, los dos últimos para estorbárselo por el sur. Puso en
dios fuertes guarniciones; y habiendo observado que todos los re­
veses de los patriotas provenían del desaliento y la traición, se pro­
puso adoptar un sistema de guerra defensiva, para dar tiempo á
?ue alguna circunstancia favorable cambiara la mala disposición de
l°s ánimos. Monteverde despues de su pequeño triunfo de los Gua­
bos, logró también desalojar los destacamentos que guarnecían la
altura llamada de los Corianos y el cerro de Ocumare. Menos afor­
tunado en los ataques que por tres vezes dirigió contra las fortiíl-
— 94 —
caciones de Guayca, fué siempre rechazado coa notable quebranto
de su gente.
Otras ventajas sin embargo le consolaron de este contratiempo.
Destinado por él Don Eusebio Antoiíánzas á hacer una entrada en
las llanuras de Caracas, ocupó el 20 de mayo á Calabozo, el 23 á
San Juan de los Morros. Una acción sangrienta le hizo dueíío del
p rim e ro , y los vencidos todos perecieron: los defensores del se­
gundo fueron pasados á cuchillo, y el pillaje de esta poblacion y la
inmediata de Cura tienen pormenores q u e , á no estar probados,
parecerían increíbles. Ni las mujeres ni los niños pudieron encon­
trar piedad. Complacíase el capitan Antóñánzas en perpetrar el cri­
men con sus propias m anos, siendo el primero en poner fuego á
las casas y. en alancear á los desgraciados que salían huyendo d®
las llamas. Allí empezó la horrible celebridad de su nombre y la
serie no interrum pida de atrozidades que mancharon despues la
guerra entre los dos partidos.
Embarazosa y angustiada era por cierto la posicion del generalí­
simo. Sabia él que tenia enemigos personales entre los hombres mas
influyentes del pais : que su elección, aunque necesaria, no habia
sido bien recibida por todas las provincias; y que por tanto no ins­
piraban sus disposiciones aquella confianza tan necesaria para ha­
cerlas eíicazes, y sin la cual ningún gobierno puede sostenerse lar­
go tiempo. Para vigorar su autoridad im aginó, pues, rodearse
de aquellos mismos hombres que se la habían conferido, y con
este objeto obtuvo que los miembros del poder ejecutivo se trasla­
dasen á Maraeai. Otras varias personas pertenecientes ya al con­
greso, ya á la legislatura y gobierno peculiar de Caracas, también
concurrieron á aquel p u n to , y de todas formó un consejo que le
consultaba según la gravedad de los casos. Apoyado de este modo,
dispuso en i 9 de marzo la promulgación de una lei que se llamó
m arcial , en virtud de la cual solo quedaban esceptuados de tomar
las armas los ordenados in sacris y mui pocos empleados de la ad­
ministración civil. Otro decreto suyo ofrecía la libertad á los escla­
vos que se alistasen y sirviesen en el ejército por el espacio de diez
anos, haeiendoálos amos la promesa de indemnizarlos en mejores
circunstancias. En consecuencia de estas disposiciones se formaron
luego varios cuerpos de tropas, colecticias es v erd ad, pero que le
dieron una gran superioridad numérica sobre el enemigo. Mucho
— 95 —
sin embargo disminuía la importancia de esta ventaja el precio á
que la habia comprado. La libertad de los esclavos, sobre violenta,
era perjudicial en aquellas circunstancias. Ella atacaba la propie­
dad é indisponía contra la revolución á la clase mas valiosa de
aquella sociedad, es á saber, la de los agricultores : combatida por
estos, no-podía producir mas fruto que el de reunir á sus filas unos
cuantos hombres inmorales y cobardes: -y en los momentos en que
todos los ciudadanos eran llamados á tom ar las arm a s, privaba de
brazos útiles é indispensables al campo y aum entaba la miseria y
el desorden.
Promediaba ya el mes de junio y ningún suceso favorable pro­
tegía las armas de los patriotas. Monleverde entre tanto se m ante­
nía tranquilamente en el pais sin ser atacado,y eso le proporcionaba
la ventaja de cubrir á Valencia y reforzarse, mientras que su con­
trario , obligado por razones políticas á mantenerse en la mas es­
tricta defensiva , sufría todos los inconvenientes de este sistema ;
el primer reves que le forzase á perder te rren o , debia en efecto
multiplicar considerablemente los apuros de Miranda. Pronto se
vio. El destacamento que defendía el punto de Magdaleno fue
desalojado por los españoles, y de resultas las alturas mismas de
Maracai fueron ocupadas por eslos. El generalísimo se v eía, pues,
cortado en sus posiciones, y fue necesario retirarse.’ Llamó á la
guarnición de Guayca, abandonó la Cabrera que ya era in ú til, y
con toda la fuerza emprendió su marcha á la Victoria en la noche
del 17 , depues de haber puesto fuego á los ricos depósitos de víve­
res y municiones que habia formado en Maracai. Animado Monteverde con este movimiento que tenia todas las apariencias de una
fuga precipitada , se adelantó rápidamente hasta San M ateo, y aun
sin esperar la llegada de todas sus tropas, dispuso que algunas
compañías se apoderasen por sorpresa de la Victoria y se mantu­
viesen en ella á todo trance. Fueron en efecto cogidas de sobresalto
las guardias avanzadas délos republicanos y ellas y los invasores
llegaron juntos y mezclados en gran confusion al campamento.
Debió esta vez Miranda su salvación á la pericia y valor de algunos
oficiales que con sus vozes y su ejemplo consiguieron deteuer á los
fugitivos, y embistiendo con los realistas, los obligaron á retirarse
desordenadamente basta Cerro-grande. Reforzados allí y viendo
que no se les perseguía, lograron rehacerse , hicieron cara al enen^Eo y sé mantuvieron en aquella posicion, perdiendo así los p&-
— 96 —
triólas el fruto de una vicloria que pudo ser compleía r si Miranda
hubiera sabido aprovecharla moviendo el grueso de sus fuerzas.
Volvió Monteverde á la Vicloria el 29 y en el sitio del Pantanero
sostuvo con los patriotas un vivo tiroteo que duró mas de dos horas.
Perdió en él mucha gente , consumió la mayor parte de sus muni­
ciones , y obligado á desistir de su intento, regresó á Cerro-grande
y San Mateo.
Hasta aquí Monteverde á pesar de su torpeza natural, habia cono­
cido su posicion y procedido con arreglo á e lla ; sobre todo habia
tenido el buen sentido de dejarse conducir por los sucesos, á vezes
m ejor guia que el talento. Una conspiración feliz aum enta sus fuer­
zas , y se avanza : la m uerte de un buen jefe desorganiza una (ropa
mal dispuesta de suyo, y la dispersa : deja el terremoto sin defen­
sores a un pueblo, y lo ocupa : la traición y el acaso le conducen
sucesivamente a San Carlos y Valencia : la timidez de su ene­
migo y la precisión de atacar para no ser destruido, le hacen dueño
de los desfiladeros ; y por último de Maracai y San Mateo. En toda
esta marcha no hai mas que un poco de arro jo , mucha fortuna y
u n inconcebible desconcierto en las medidas militares de los repu­
blicanos. La razón que movió á estos á adoptar el sistema pura­
m ente defensivo , no podia ser peor : con* fuerzas inferiores á las
del enemigo , hubiera sido necesario ; pero pudiendo oponer
5.000 hombres á 5.100 y atacarlos por el norte ó por el sur de la
laguna en combinación con las tropas de Puerlo-Cabello, era una
falta indisculpable atrincherarse delante de ellos como silos temiese,
abandonarles sucesivamente el terreno en vez de defenderlo con te­
nacidad, y no romperlos y desbaratarlos por medio de un esfuerzo
simultáneo y violento en Cerro-grande al principio y despues en el
Pantanero. La fortuna no favorece á los tím idos: la opinión no está
nunca con los débiles : ¿ de dónde pues se esperaba ese aconteci­
miento que debia cambiar en favorable la disposición ya adversa de
los án im o s, cuando se dejaba avanzar al enemigo, se le daba
tiempo y lugar para vigorizarse, se le permitia ocupar una grande
estension de tarreno poblado y con recursos , y cuando en conse­
cuencia de todo esto cundía el desaliento y la división en el ejérci­
to, única base y apoyo del gobierno? Inconcebible, inconcebible co­
sa; y tanto mas lameníable, cuanto que la situación de Monteverde
liego á ser desesperada depues de la acción del Pantanero. Su tropa
quedó reducida en aquella ocasion á 300 hombres disciplinados,
— 97 —
á quienes mas bien embarazaban que servían algunos vecinos mal
armados que habia reclutado en los pueblos del tránsito. Ascendía
su repuesto de municiones de guerra á cuatro mil cartuchos de
fusil; y ni de ellos, ni de armas, ni de gente podia proveerse en
Coro que de todo carecía y estaba á 80 leguas de distancia. Espe­
rarlos de Maracaibo y Puerto-Rico, mas distantes , era absurdo
siendo el tiempo corto por demas y el caso urgente. Una ju n ta de
oficiales aconsejó la retirada , y la hubiera emprendido á no dete­
nerle la vaga esperanza de una sublevación que se tram aba en
Puerto-Cabello. Claro es, pues, que el mas pequeño esfuerzo de los
patriotas habría bastado para ponerle en una completa d e rro ta ;
por no intentarlo se perdió el pais, se retardó el triunfo de la revo­
lución y murió Miranda entre cadenas.
Hasta cierto punto esplica la indecision de este jefe el estado en
que por aquel tiempo se hallaba la capital de la república. En
efecto , los esclavos de Curiepe y otros puntos de la costa y valles
orientales habían tomado las armas el 24 de ju n io , y con el pretesto de defender los derechos'de Fernando V II, andaban come­
tiendo todo género de atrozidades. Bien pronto formaron un grupo
respetable , y tanto mas temible , cuanto que aquellos miserables
no reconocían ninguna autoridad ni cabeza que los guiara, obrando
cada uno por su cuenta y sin otro plan ni acuerdo que su ciego
instinto de venganza y destrucción. Habían ya ocupado varios pueblos
de la costa , y Canicas , desprevenida, se iba á ver en gran peligro
si el generalísimo no le acudia con algunas fuerzas, atento que por
virtud de la lei marcial no habian quedado en ella muchos hombres
capazes de lomar las armas. Este motin tuvo su origen en las suges­
tiones de algunos españoles y americanos realistas que empezaron
lanzando,en él á sus propios siervos; resultado ruui natural del de­
creto que los privaba de su servicio , pues debiendo perderlos de
uno ú de otro m odo, la cuestión se reducía a hacer con ellos daño
Y no provecho á los patriotas. Gran cuidado y zozobra causó á Mi­
randa este suceso, y tanto que juzgando altamente comprometida
con él la suerte de la provincia, se afirmó mas y mas en el propó­
sito de no moverse ni mucho ménos aventurar una batalla. Debia
haber hecho lo contrario. Ilai casos en que Ja verdadera prudencia
aconseja poner en contingencia io que se posee para recuperar lo
que se ha perdido, y son aquellos en que esto es casi todo. Amena­
zado por dos enemigos á un tiempo, debia caer sucesivamente sobre
HIST. MOD.
7
— 98 —
ellos con el grueso de sus fuerzas, antes que dividirlas ó desmora­
lizarlas con la inacción. Cada momento que se pierde en una cir­
cunstancia crítica es una nueva desgracia , y esperar á recibir el
golpe pudiendo prevenirlo, es entregar vo'untariamente el triunfo
á su contrario. M as, valga la verdad , los anos y los trabajos ha­
bían liecho perder mucha parte de su energía al antiguo veterano
de la república francesa, y la envidia de unos jefes, la oposicion
solapada de otros, la insubordinación de casi todos le traian dis­
gustado en estremo y aun casi persuadido de ser imposible hacer
triunfar con ellos la república. Por oíra parle la traición había sido
la causa prin cipal de los reveses esperimentados , y contra la trai­
ción no valen precauciones. La opinion se pronunciaba por do
quiera contra aquel orden de cosas, acaso prem aturo. ¿Cómo
liacer convertir á un fin único los discordantes elementos de aquella
revolución, sus fuerzas heteiogéneas y las nuevas ambiciones que
aspiraban á invadirlo todo?
Sea lo que fu ere, Monteverde, duoiio de sus movimientos, dejó
las tropas en las posiciones que ocupaban frenie á la Victoria y se
trasladó á Valencia . donde tuvo el gusto de saber que las cosas ha­
bían sucedido á medida de su deseo. A las tres de la tarde del día
último de junio enarboló el castillo de San Felipe en Puerto-Cabello
una bandera ro ja, proclamó á Fernando VII y despues de algunas
intimaciones inútiles que hizo á la plaza y recibió de ella, comenzó
á: cañonearla. La traición fue cometida por un oficial de milicias
llamado Francisco Fernández Vinoni, de acuerdo con parte d é la
tropa, el presidio y varios icos de estado que estaban allí presos.
Dominando el castillo á la plaza y sus baterías, era imposible la
defensa. B olívar, sin em bargo, fuera de sí con el suceso que iba
á decidir de la suerle del p aís, se mantuvo tres días cruzando inú­
tilmente sus fuegos con los de San F elipe, con gran daño de la
poblaeion. El 4 de julio supo que los españoles de Valencia, noti­
ciosos del'caso, se adelantaban hácia la plaza : poco despues, que
los destacamentos avanzados se pasaban al enemigo, conducidos
por sus propios oficiales. ISo había mas que un caso posible de sal­
vación , y era que las tropas de la Victoria obtuviesen una ventaja
decisiva sobre sus contrarios; pero M iranda, ignorante dé lo que
pasaba en' Puerto-Cabello, persistía en su empeño de estarse á
esperar sobre la defensiva. El día S se introdujeron los enemigos
por el cam ino de Aguacaliente, derrotando un piquete quelo cubría
— 99 —
en el sitió del Palito: esta via y la de la moníaüa quedaron francas
para las tropas españolas. Comprendió Bolívar que si los invasores
atacaban la ciudad no seria posible resistirlos, porque la defensa
debia hacerse en la batería de la Princesa, bañada por los fuegos
del castillo. Resolvió pues enviar á su encuentro casi toda la tropa
de que podia disponer , para dar un tiento á la fo rtu n a, y juntando
200 soldados, los puso á las órdenes de los coroneles españoles
Mires y Jalón. En San Esteban encontraron estos dos jefes al ene­
migo y fueron completamente derrotados : Jalón quedó prisionero:
Mires y siete soldados regresaron á la plaza. Quedábanle á Bolívar
40 hombres y con ellos intentó todavía defenderse en el Trincheron,
ya fuera del recinto am urallado, porque los habitantes habían
capitulado con el castillo, para evitar la ruina de la poblacion.
Abandonado el dia 6 por aquellos últimos com pañeros, y viéndose
reducido á ocho oficiales, tomó la resolución de embarcarse en Borburata. Por fortuna suya el bergantín Zeloso, mandado por el es­
pañol-Martiarena , habia podido salirse de Puerto-Cabello el dia de
la revolución y en’él se trasladó á la Guaira. Pocos diasdespues
participó á Miranda desde Caracas los varios incidentes de aquel
suceso desgraciado.
Tanto cuanto los realistas b r ;o , cobraron temor los patriotas-,
viéndose privados de la plaza mas importante de la provincia y con
ella de sus parques y almacenes. Murmuróse al principio , y por
cierto injustam ente, contra' el jefe que la mandaba ; mas luego
contra e l que proporcionó aquella inmensa ventaja á Monteverde,
dejándole respirar y cobrar fuerzas. Pondéranse estas por el miedo;
por el odio, por la traición : cunde el desaliento : la tropa deserta
con escándalo , mucha gente principal y de nota sigue su ejemplo.
Miranda consternado've ya á los negros invadiendo á Carácas y en­
trándola á sangre y fuego , como lo habian hecho en otras partes:
conociéndb que lós'jéíes del ejército desconfían de él y le odian ,
llega á persuadirse que son capazes de comprar su ruina al precio
de una calamidad pública: cree qué no hai opinion ni virtud p a­
triótica en aquella turba reunida por la coaccion, la novedad ó la
esperanza.del botin : que no hai pueblo allí ni hai principios, y qué
el triunfo por consiguiente era imposible. Por mas exageradas quií'
parezcan'estas reflexiones, no es difícil concebir que ellas pudieron
y aun dbbieroir olirar fuertemenlC’en un homb’re irritado con lá
oposición dé sús conmilitones y prbfütidamente resentido con‘las
— -100 —
repetidas defecciones de la tropa y la mui reciente de sugetos im­
portantes que abandonaron su campo y se pasaron al enemigo. Por
lo dem as, de ninguna otra manera ( pues no habia traición ni co­
bardía ) puede esplicarse la prisa que se dió Miranda á cap itu lar,
siendo aun superior en fuerzas al enemigo y pudiendo restablecer
su fortuna con un golpe atrevido de energía.
En vano fue que sus tropas obtuviesen un pequeño triunfo sor­
prendiendo y derrotando el 12 de julio algunas tropas avanzadas
del enemigo, pues el generalísimo, léjos de cobrar ánimo, se apre­
suró á aprovecharse de aquella circunstancia para procurarse me­
jores condiciones, y propuso á Monteverde una suspensión de hos­
tilidades. Desde Valencia contestó el jefe español, ofreciendo con­
ceder una capitulación, sin perjuicio de que sus tropas continuaran
aproximándose á Carácas. Tan d u ra , desusada é insolente preten­
sión fue tolerada, porque á todo trance se queria cap itu lar; y á
pesar de la indignación de algunos jefes, envió el generalísimo a
Valencia dos comisionados para que arreglasen con el envanecido
isleño los términos del aju ste , pasando él entre tanto á la Guaira
con el fin de preparar algunos buques. Esto sucedía el 16. Durante
su ausencia de la Victoria, comenzó á manifestarse á las claras el
descontento de muclibs oficiales que calificaban de cobarde, absurda
y aun traidora la conducta de Miranda. Decian que en el territorio
libre tenia la república mas de 6000 soldados; fuerza suficiente ,
no solo para resistir, sino para aniquilar á Monteverde : que la
deserción de la (ropa, el descontento y la división provenían del
miedo que se habia tenido al enemigo y de la desconfianza que se
manifestaba al ejército : que la victoria restableceria el crédito del
gobierno y conciliaria al generalísimo el respeto, si no la amistad
de todos, al paso que un descalabro, por completo que fuese, no
les baria perder mas que una capitulación cuya basa precisa debía
s e rla sumisión entera del pais. Tan exactas y juiciosas parecían
estas razones, que mui pronto ganaron séquito en el campamento
y ya se hablaba de romper los tratados y deponer al generalísimo
cuando regresó este de improviso , é impuesto de lo que pasaba ,
mandó arrestar á varios je fe s, depuso á otros y á todos impuso
respeto.
En esto se hallaba cuando recibió los artículos de una capitula­
ción ajustada por sus comisionados y el jefe español, el cual solo
concedía cuarenta y ocho horas para la ratificación. Creyendo sin
—
^04
—
embargo que era necesario aclarar ó modificar algunos p u nto s, dis­
puso que el marques de Casaleon pasase á Valencia con poderes
suficientes para poner térm ino al negocio. Así lo verificó este con
fecha del 24. Bien quisiera Miranda tomarse tiempo para consultar
al gobierno de los estados, mas como Monteverde le amenazase con
rom per los tratos si no contestaba favorablemente dentro del corto
espacio de doce horas, ratificó las capitulaciones el dia 25. Por ellas
ofreció entregar al jefe español todas las provincias de la confede­
ración que aun permanecían sujetas al gobierno republicano, así
como el armamento, pertrechos de guerra y cualquiera otro artículo
de pertenencia nacional; comprometiéndose Monteverde por su
parte á respetar la libertad, seguridad y propiedad de fas personas,
cualesquiera que hubiesen sido sus opiniones ó conducta en la re ­
volución. Para cumplirla por su parte nombró el generalísimo á
u n oficial del ejército venezolano , el cual á pretesto de arreglar
los términos de la entrega del pais y del armamento , tuvo la
debilidad de suscribir una serie de artículos que le dictó Monteverde.
Decia el primero de eslos : « el comisionado del ejército de Ca« rácas pone por condicion de este pacto, que la ejecución y cum« plimiento de cuanto se ha estipulado anteriorm ente, así como la
« ocupacion y posesion del territorio de la provincia de Caracas ,
n debe pertenecer esclusivamente al Sr. Don Domingo Monteverde,
« con quien se ha iniciado este convenio, no accediendo los pueblos
« de Caracas á ninguna variación en esta parte. » La idea de esta
cláusula singular pertenece por supuesto á Monteverde, el cual se
proponia sacar de ella gran ventaja. IVo debe haberse olvidado que
cuando salió de Coro fué con el solo objeto de proteger la insur­
rección de Siquisique. Perdonóle fácilmente Miyáres su trasgresion, viéndola justificada por la fortuna; pero como no tuviese
gran confianza en su capazidad y su c a rácter, dispuso que Cevállos
se pusiera á la cabeza de la espedicion, miéntras él pasaba á PuertoRico para verse con Cortabarria. Fué Cevállos al cuartel general
de Monteverde y le presentó las órdenes que te n ia; pero este ,
uniendo á la insubordinación la m e n tira , se negó á obedecerlas,
pretestando que tenia otras posteriores y reservadas de Miyáres
en oposicion con las primeras. Por el punto en que vamos de
esta historia, es decir, ratificadas ya por Miranda las capitula­
ciones , recibió Monteverde un oficio del capitan general en que le
— 102 —
pedia cuenta de sus operaciones, porque habiendo llegado á,PuertoCabello desde el 21 y viendo que nuestro conquistador .no le con•sultabapara n a d a , empezó á dudar si querría alzarse,con el .mando
de mano poderosa. Así sucedió en efecto. Monteverde se negó á
reconocer su autoridad en los países conquistados por é l , 'le acon­
sejó que se trasladara á otro punto del territorio, y no pudiendo
alegar esta vez órdenes secretas, exhibió como razón de todo, el ar­
tículo que hemos copiado; artículo inadmisible, porque el ejecutor
de un convenio no puede añadir á este nuevas condiciones ; por­
que no Jfué ratificado por Miranda como parte de la capitulación ,
y porque á haberlo sido, su tenor no constituía ni podía constituir
á Monleverde capitán general, sino mero cumplidor de lo estipu­
lado. Aquí tenemos, pues, á este hombre que desconocía la legi­
tim idad del gobierno republicano , porque emanaba de la fu e n te ,
en su concepto im pura, del pueblo, queriendo fundar ahora en
la voluntad de ese mismo pueblo el origen de su poder y la desobe­
diencia á sus jefes. El pacato Mijares se trasladó á Coro sin decir
p a la b ra , y algún tiempo despues contestó á sus justas quejas el
gobierno español nombrando á Monteverde por capitan general de
Venezuela y dándole el título de Pacificador.
La Victoria fue ocupada por los españoles el dia 26 : el 29 Carácas. Monteverde habia apresurado su marcha á sugestión del go­
bernador republicano Juan Nepomuceno Quero, que se quería con­
graciar con él, y los patriotas, casi sorprendidos con su súbita apa­
rición , dejaron precipitadamente la capital y se dirigieron á la
Guaira con el intento de embarcarse : uno de ellos era Miranda.
Mandaban en el puerto Manuel María Cásas y el doctor Miguel
P eñ a, el primero como jefe m ilitar, el segundo como gobernador
político, colocados ambos por el generalísimo. Aquel, desde que se
iniciaron las capitulaciones se habia dirigido secretamente á Mon­
teverde ofreciendo someterle la plaza y ejecutar sus órdenes. Dióle
el pérfido isleño la de prender á AJiranda é impedir la salida de la
«migración ; porque siguiendo el principio de que no hai tratado
posible entre una nación y sus súbditos rebeldes, nunca tuvotel
pensamiento de cumplir unos ajustes á cuya ejecución no le ligaba
otro vínculo que su palabra de honor. Pero ¿ cómo ejecutar esta
insigne felonía con la guarnición republicana y en medio de muchos
jefes y oficíales que se.habían reunido allí para embarcarse? ¿ Cómo
cohonestarla ? Para ello se empezó a correr la voz de que Miranda
— \ 05 —
había recibido dinero de los españoles como precio de su desgra­
ciada capitulación. Añadíase que á bordo de un buque surto en la
ra(?a habia deposiiado muchos miles de pesos, con los cuales pen­
saba ir se á pasar el resto de su vida en paises estranjeros, despues
de haber vendido á su patria. Cuidóse de insinuar hábilmente tales
infamias en el.ánimo de los militares, y estos exasperados ya hasta
lo sumo y un animes, en atribuir á Miranda las desgracias sucedidas,
se indignaron al considerar que el autor de ellas intentase escapar,
dejándolos entregados á su suerte. Si el generalísimo, decian, con­
fía sinceramente en la ejecución de lo pactado, no debe precipitar
su salida : su deber, su pueslo, el honor le obligan á no poner el pié
á bordo hasta que la emigración se haya embarcado. Si por el con­
trario sabe que los españoles se burlarán de la capitulación, es
justo que sufra el castigo de su perfidia. De todos modGs es preciso
gue dé cuenta de su conducta á sus compañeros y que se aclaren
las dudas que la presentan bajo un aspecto odioso y criminal. Exal­
tados hasta este punto, fue fácil hacerles convenir en la prisión del
generalísimo. Cásas y Peña firmaron la o rd en , y en la noche de
50 Bolívar, Tomas Montilla, José Mires, Miguel Carabano y el fran­
cés Chatillon le arrestaron en su casa y seguidamente le conduje­
ron al castillo de San Cárlos. El desgraciado anciano se hallaba
m ui ajeno de sospechar semejante tropelía. Su conducta militar y
política podia mui bien haber sido torpe, floja y perjudicial, pero
su conciencia no le acusaba de ningún crimen. Pobre habia ido.á
servir la revolución, pobre salia : su alma era demasiado pura para
¡haber concebido siquiera el villano pensamiento de vender á su pa­
tria ; y sus erro res, hijos solamente del entendim iento, no le ha­
bían privado 111 de su propia estimación ni de la ajena. Tal era el
juicio que co i mucha razón podia formar Miranda de sí mismo.
Por lo demas, modesto y resignado, se sometió valerosamente a su
suerte, y comprendiendo, acaso respetando , el motivo que haci
obrar á sus compañeros, los siguió sin m urm urar y aun sin diri­
girles la palabra. Y en verdad así él como ellos no veían en aquel
arresto sino una detención qs'.e duraría lo que durase el embarco y
él tardadase en esplicarse.
Mas ¡ cuál no seria su sorpresa y la de todos los patriotas cuan­
do habiendo querido trasladarse á los bajeles en la mañana del 54,
entendieron que no se les .permitía hacerlo 1 Cásas y Peña los ha­
bían efectivamente engañado. JVliéntras este llevaba á Monteverde
— 104 —
la noticia de la prisión do Miranda, aquel, obedeciendo las órdenes
recibidas, cerraba el puerto , echaba á pique una goleta que habia
dado la vela y en la cual perecieron algunos pasajeros, detenia en
tierra mas de cuatrocientas personas comprometidas en la revo­
lución y, según dice Montenegro, Cornelia la bajeza de denunciarlas
-al comandante Cervéris que le relevó en la tarde de aquel aciago
dia. En cuanto á esíe perverso español, cuyo nombre cargado de
maldiciones figuró despues al lado del de Antoñánzas, procedió lue­
go á poner en prisión á muchos americanos distinguidos, no sin
haber hccho desembarcar y apropiádose sin vergüenza ai escrúpulo
sus ricos equipajes, como percances de la guerra. El generalísimo
fué conducido á las bóvedas y en ellas se encerró también á varios
republicanos eminentes, líoscio, M adariaga, M ires, Juan Pablo
Avala y otros cuatro patriotas venerables fueron mas tarde rem iti­
dos á Cádiz y luego encerrados en los presidios de Ceuta. Miranda,
trasladado á los calabozos de Puerto-Cabello, gimió allí muchos
meses maltratado por infames carceleros, injuriado por un gobier­
no aun mas infame. Desde allí escribió á la regencia un memorial
-en que despues de haber esplicado su conducta, delató la violacion
del convenio y pidió justicia en favor de sus desgraciados compa­
triotas. ¡ Nobilísimo documento ! Ninguna queja se ve en él contra
sus personales enem igos; ni una palabra, ni la mas pequeña alu­
sión á su arresto en la Guaira ó á las personas que lo hicieron. Si
habla de violencias , deplora solo las que sus conciudadanos han
sufrido ; si pide reparaciou, es para ellos ; si se indigna, es contra
el miserable que los La oprimido : olvidado de sí, generoso, magn á n ic x ', fué en las cadenas, como todas las almas fu ertes, mas
grande que jamas liabia sido. Tanta virtud no pudo sin embargo
conmover á sus indignos enemigos. El gobierno de España, á pesar
de los principios liberales que habia proclamado, no tuvo empacho
en hacerse cómplice de Monteverde, manteniendo encarcelada á la
ilustre víctima. El año siguiente fué trasladado á Puerto-Rico, lue­
go á Cádiz, seguidamente al arsenal de la Carraca. Allí, devorado
por los pésares, ignorante de cuanto pasaba en su p atria, solitario
y triste, murió el 14 de julio de -1816.
Dueños los españoles de todo el territorio y de las armas y per­
trechos, dispersadas las tropas de la república, acabado su gobier­
no y desanimados los patriotas hasta el punto de desear una p er­
fecta reconciliación que pusiese término á la g u e rra , debió Mon-
— 4 05 —
íeverde aplicarse á pacificar los ánimos ganándolos á su causa por
la clemencia ; misión augusta con que el vencedor justifica la vic­
toria y se Ia l|ace perdonar por el vencido ; medio infalible de per­
petuar sus frutos. M onteverde, sin embargo, menos cruel que dé­
bil, se dejó arrastrar por malos consejos, abusó de la fo rtu n a ,
amancilló su propio honor violando sus prom esas, holló las leyes
de su patria para oprimir y vejar al pueblo que le habia ayudado
á triunfar y sembró en On en los corazones americanos el rencor y
la implacable saña que alimentaron despues por muchos años una
guerra de esterminio y de horrores.
Los isleños de Canarias residentes en Venezuela habían tomado
una parte activa en la revolución. Los mas ricos de entre ellos
ofrecieron donativos al gobierno, lo sirvieron con esmero y espon­
taneidad , solicitaron y obtuvieron el título de acendrados patrio­
tas y ocuparon empleos distinguidos en el congreso, en los minis­
terios, en los tribunales y en las juntas. Mas á pesar de esta con­
ducta supieron aprovecharse de la debilidad y estupidez de su pai­
sano Monteverde para rodearle y dirigirle. Una vez dueños de su
ánimo y árbitros de su poder, usaron de él para oprimir á los pa­
triotas y aun para perseguir á muchos americanos y españoles que
se habian mantenido fieles al antiguo régim en, cuando ellos ayu­
daban á destruirlo.
Acabamos de ver cuál fue el proceder del pacificador con los
padres de la revolución. Despues ya no buscó pretestos para violar
los tratados. Diariamente eran encarceladas unas personas, otras
espuestas en cepos á la vergüenza pública y á la befa de la solda­
desca. Órdenes premiosas circuló á todas las provincias para que se
remitiesen á los calabozos de la Guaira y Puerto-Cabello todos los
sospechosos. Agentes suyos regados por do quiera decidian con esta
vaga é inresti icta calificación de la libertad de los habitantes, y mui
pronto mas de -1500 personas de las mas distinguidas del pais ge­
mían en las prisiones. Y es lo mas singular que uniendo la burla á
la opresion, decia en sus proclam as: « Una de las cualidades carac« terísticas de la bondad , justicia y legitimidad de los gobiernos es
« la buena fe de sus promesas y la exactitud en su cum plimiento...
« las mias son sagradas y mi palabra es inviolable. Oísteis de mi
(l boca un olvido eterno y así ha sucedido.»
Una de, la provincias que mas sufrieron por consecuencia de la
reconquista fue la de Cumaná. lié aquí con qué motivo. Desde que
— H06 —
.se tuvieron en Barcelona las.primerasjioticias de .las ventajas obte­
nidas por JMouteverde, comenzaron los españoles que allí había á
.tramar .una revolución para restablecer el gobierno'del rei. Tuvo
•esta lugar .el i dé ju lio, y luego dieron principio sus autores ala
reunión de tropas para defenderse,ó in v a d ir,.según el caso lo pi­
diese. A imitación de Barcelona,se formaron algunas partidas en d
in terior de la provincia. Cuando en.Cumana.se tuvo noticia de es­
tos movimientos, se dispuso .una espedicion de mil hombres y diez
y ocho buques para someter á Barcelona, y ya liabian desembarcado
las tropas en el pueblo de Piritu cuando se supo el principio de la
negociación de paz entre Miranda y Mouteverde. Un consejo de
guerra acordó en consecuencia que la (ropa regresaría á la capital
de la provincia ; pero en el acto de efectuar el reembarco y cuando
solo quedaban cincuenta hombres en .tierra, fueron estos sorpren­
didos por los barceloneses y casi todos aprisionados ó muertos. No
ya entónces.un objeto ¡político, sino el deseo de la venganza, arregló
la conducta de los invasores. Apoderáronse del fortín (el Morro)
que defiende la entrada del rio Neveri y pusieron cerco á la ciu­
dad,manteniéndola estrechada,por espacio de ocho dias. Acaso hu­
bieran conseguido apoderarse de ella por fuerza ó por convenio ;
■roas allí mismo se recibió noticia oficial de la capitulación ajustada,
y no siéndoles dado com batir, levantaron el sitio y se pusieron en
-camino para Cumaná.
Casi al mismo tiempo que ellos llegaron dos comisionados de
Monteverde, encargados de exigir la sumisión de la ciu d ad ; y como
muchos pueblos de la provincia hubiesen proclamado ya al rei, so­
metiéronse sin dificultad los patriotas, de acuerdo con la legislatura
provincial. En la dada de que los cumaneses aceptaran la capitula­
ción, Monteverde no había nombrado funcionarios públicos; y sus
enviados, reconociendo la buena fe de los republicanos, dejaron
subsistentes por el momento lodas las autoridades. No se pasaron
muchos dias sin que se presentaran síntomas de graves alborotos.
JLos peninsulares (casi todos catalanes) no podían llevaren pacien­
cia el mando de los patriotas, n i estos sufrir las demasías y el tono
.destemplado y altanero de sus contrarios. Próximos ¡estaban ya unos
y otios d un rompimiento formal cuando llegó mui á prppósito el
coronel Don Emeterio .Ureña, .nombrado por -Montevcrde-para ^ o iberaar la provincia.
Decimos mui á propósito, porque Ureña era el hombre mas apa-
— rl 07 —
rente para mantener la-paz y el buen orden en medio de los parti­
dos: con índole .bondadosa y afable, tenia un carácter firm e, un
corazón -humano sin debilidad y el entendimiento despejado : la
educación y el irato de la buena sociedad habían desarrollado tan
venlajosas dotes y lieclio de él un perfecto caballero. Amábanle ¡por
tanto cuantos le conocían, y Cum anáJe recibió como.la,mas ¿segura
prenda de reconuliacion. Si lodos los hombres que entonces man­
daron en las provincias.reeonquistadas se hubieran parecido á este,
es probable que la revolución, mui desacreditada ya por sus erro­
res y desgracias, acabara perdiendo sus pocos partidarios ; pero
l'reña era un ente raro en aquella época calamitosa. Su moderación
le atrajo el odio de sus paisanos, y como siendo incapaz de.some­
terse á s u predominio.se hallaba siempre interpuesto entre ellos y
los objetos de su encono, fué calumniado con furor por aquellos
miserables. No lo ignoraba él ; pero, lejos de arredrarse, consagró
todas sus fuerzas á tranquilizar el ánimo de los americanos, ha­
ciendo observar puntualmente Jas capitulaciones, y aun fué el p ri­
mero en obedecer los decretos de las cortes, publicando el dia -15
de octubre la constitución española. Furiosos los catalanes, envia­
ron comisionados á Caracas para pedir su deposición ; y aunque
en ella no convino por el pronío Monteverde, ordenó esle al gober­
nador que prendiese y remitiese á la Guaira á todas las personas
que hubiesen tomado parte en la revolución. Rehusó Urería noble­
mente ejecutar aquel atentado contrario al convenio, á las promesas
publicadas y á la constitución de Ja monarquía. Auu hizo m a s;
pues sospechando que sus razones no tendrían mucho peso en ,Ia
poco escrupulosa conciencia del pacificador, pidió consejo á Ja a u ­
diencia sobre lo que convendría ejecutar si esle insistía en su .in­
justa pretensión. Aplaudió el tribunal su conducta y calificó de
imprudente éilegal la de M onteverde; pero este, mas empeñado
que nunca en su sistema de persecución, comisionó á Cervéris para
que ejecutase el odioso mandato.
Llegó esteá Cumaná el -15 de diciembre y tu . o buen cuidado4e
ocultar el objeto de su viaje hasla que se hubo asegurado del-apoyo
de los calalanes y el de algunos oficiales dé la guarnición. Enton­
ces distribuyó partidas de gente armada por las calles, y en medio
de la noche cayeron estas de sorpresa sobre los pairiolas y mania­
tados llevaron á ¡os cuarteles á cuantos señaló el odio ó la venganza.
Cuando quiso el gobernador en la mañana siguiente libertar á los
— -108 —
presos y hacer respetar su autoridad , le contestó Cervéris con las
órdenes que habia tenido secretas, y para escarnecerle le pidió gri­
llos y buques de trasporte para los arrestados. No quedó entdnces
á Ureña otro partido que ocurrir de nuevo á la audiencia pidiendo
,el castigo de tan injusto é irregular comportamiento. El tribunal le
mandó proceder contra Cervéris por via ju ríd ic a ; pero Monteverde
confirmó á este los poderes que le habia dado, mandó que los pre­
sos fuesen remitidos á la Guaira y P uerto-C abello, y haciendo uso
de una orden en que la regencia le autorizaba para obrar según las
circunstancias, puso fin á los virtuosos esfuerzos de Ureña, sepa­
rándole del gobierno. Entonces no tuvo límites el desenfreno de
aquella gavilla de hombres crueles é inmorales : toda persona rica
fue patriota á sus ojos, todo el que como ellos no perseguía, cons­
piraba ; y en breve, estendiendo la opresion y la rapiña á todas las
clases, crearon un partido que no habia.
Las mismas escenas se repetían en todo el pais reconquistado,
principalmente en Carácas, donde Monteverde cercado por sus pai­
sanos, á un tiempo consejeros y ejecutores de sus disparatados
mandatos, contribuía mas que nadie á desencadenar las pasiones
de los unos y á hacer mas lastimoso el padecimiento de los otros.
En vano clamaron los oprimidos, reconvino la audiencia, aconse­
jaron los hombres prudentes : el despotismo se declaró sin fren o ,
la opresion insensata, insaciable la rapazidad. Apoderóse aquella
gente ruin y codiciosa de todos los empleos de Ja milicia, de las ju ­
dicaturas y ayuntam ientos, holláronse las leyes y las costumbres,
se fingieron motines para m ultiplicar las confiscaciones, arrestos y
destierros, formáronse listas de sospechosos, y para coronar tanta
demencia se estableció una junta de proscripciones en que los isleüos satisficieron sus pasiones mezquinas. « En el pais de los cafres,
« dijo en aquella ocasion un magistrado español en ejercicio, no po« dian los hombres ser tratados con mas desprecio y vilipendio. »
Así pues se cumplieron la capitulación y las promesas. Eu cuanto
á l a constitución española, Monteverde la juró el -19 de noviembre,
el 5*de diciembre se publicó y el 8 del mismo fue adoptada por el
pueblo y el clero. El -H se mandaron prender todas las personas
contenidas en las listas de proscripción y al promediar el mes habia
ya mas de -1200 encerradas en solo la Guaira y Puerto-Cabello.
Para formarse idea de aquel desorden, baste decir que los arrestos
se ejecutaban las mas vez^s por informes verbales y que estos de-
— 409 —
cidian del embargo de bienes y de ]a espatriacion. Reos habia que
no tenían causa formada : otros que fueron presos sin conocimiento
ni mandato de la autoridad : muchos carecían de acusación, por­
que los esbirros no podían dar razón del motivo del arresto : igno­
rábase el lugar en que muchos estaban encerrados, y los hubo en
fin que fueron puestos en libertad por orden de la audiencia, á
consecuencia de no haberse podido averiguar quién los redujera á
prisión. Jamas pudo aquel tribunal form ar un estado de los bienes
secuestrados, ni hacer dar cuenta á los depositarios, ni obligarlos á
entregar sus productos en tesorería, ni saber á punto lijo el número
de los encarcelados. Todo eslo lo dijo el año siguiente en un infor­
me que contiene ademas estas notables p alab ras: « Los espedienBtes que diariamente llegan á nuestro conocimiento son otros tan«tos comprobantes de los desórdenes con que se pone á toda prueba
«la paciencia de estos habitantes oprimidos por la arbitrariedad y
« el despotismo... El tribunal ha procurado acercarse á examinar
«los motivos que podían asistir al capitan general para una con« ducta tan estraordinaria, tan injusta y tan impolítica, que tiene
* sobresaltados los pueblos , descontentas todas las familias, prófu« gos y errantes mil individuos que andan vagando de pueblo en
« pueblo y de monte en monte, huyendo de su feroz persecución,
«exaltado el espíritu de facción en todos los partidos, y ofendido y
«desautorizado á este trib u n a l, y no encuentra verdaderamente
9 otros fundamentos que error y preocupación. Se equivocan las
>quejas y clamores de los oprimidos, y tal vez el resentimiento de
« los que en el nuevo orden de cosas han perdido su consideración
11ó su modo de vivir, con el espíritu de rebelión y de conspiracio11»es; se quiere que repentinam ente se cambie la opinion, las in* filmaciones y los deseos de los que estaban empapados en los prin* cipios de la democracia , como si fuera posible que los errores
11del entendimiento se disipasen de otro modo que á fuerza de
c tiempo, de convencimiento y de dulzura : se exige en fin que se
11bese la mano que castiga, que no se sienta el peso que oprime, y
* que se adoren con respeto servil los grillos que se quieren poner
" hasta al mismo pensamiento, sin hacerse cargo que el hombre no
" puede dejar de serlo en sus sentimientos y en sus pasiones
11 que se acabó dichosamente la época en que era esclavo del ca6 Pricho del que mandaba, y que es mas útil al gobierno conocer
(t los quejosos para zelarlos ó reparar sus agravios, que crear ene­
— lio —
a migos ocultbs que minen y despedázen tal vez -el estado. »
Tal’fué el1modo inicuo y torpe con que el ingrato Monteverde
persiguió á los pueblos que con su adhesión le habian dado la
victoria, y preparó la resistencia que debia mas tarde arrebatarle sus
frutos. Venezuela toda habia vuelto al estado colonial. Las juntas,
los congresos, las constituciones, la independencia, todo habia
desaparecido como sombra vana, sin dejar en el pais ninguna im­
presión de su efímera existencia. Los mejores patriotas estaban pre­
sos ó emigrados : otros llenos de miedo habian transigido con los
enemigos- : algunos villanos difamaban sus propias opiniones adop­
tando y sosteniendo las contrarias. A parte de las bajezas que hacia
cometer el temor de una tiranía que degradaba hombres-y cosas,
el pueblo inclinado al antiguo régimen y amedrentado con los re­
cientes desastres, apoyaba coa su inercia al partido vencedor. Hasta'
lospatriotas mas firmes habian perdido la esperanza de que jamasse
moviera el pueblo, en favor da la independencia, al entusiasmo de
la guerra y de lbs generosos sacrificios, tan distantes de su carácter
desidioso y de sus muellfes costumbres. Tal era el'estado de las co­
sas á fines de mayo. Mas para los últimos dias del añ o , graciasá
Monteverde, la independencia dél pais era ya’mas posible que el
í 9 dfe abril de \ 810 y el 5 de julio de J 8 11.
ANO D E 1 8 1 3 .
Efectivamente, tanta desvariada sinrazón debia al fin cansar la
paciencia do las; gentes, y bien- considerado todo, lá inquietud y
embarazos de la revo'ucion v- auirlós horrores de la guerra eranpreferibles á aquelliractiva persecución en que tanto mas parecía
encarnizarse el vencedor, cuanto mas postrado y humilde se mos­
traba el vencido. Tal es el' efecto de las venganzas que ejerce un
partido sobre* otro : irritan el valor, inflaman la colera, hacen olvi3ár los reveses, y cuando se cree liaber con ellos apagado la es­
peranza; renace estarnas viva'en- los pechos conmovidos y exasperadós!con-lh violencia. Un partido vencido y castigado con' oprobio
é injusticia1, no se acaba : es:preciso perdonarlo ó destruirlo ; Csta
es la1constante leecion de la esperiéncia.
Fué Cumaná' la primera provinciá que dió muest as1dé reacción-.
SAM‘ff ¡IA©® SSÂ.3BÏÏM©*
— tu
—
Huyendo de Cervéris se liabian retirado muchos hombres-á los bos­
ques ó á las tierras del interior, otros vagaban por las costas bus­
cando ocasion dé trasladarse á las colonias neutrales y un pequeño
número consiguió refugiarse al islote de Chacachacare, peñasco
perteneciente al gobierno de Trinidad y que forma con la punta
oriental de la península dé Paria el' mas grande de los canales lla­
mados Bocas de Dragos. Cuarenta y cinco patriotas eran estos últi­
mos, todos jóvenes, intrépidos y desesperados. El principal de ellos
se llamaba Santiago Marino, mancebo rico y gallardo natural de
Margarita, amigo ardiente de la revolución y valeroso ; pero aficio­
nadísimo al m an d o , á la ostentación y á las revueltas. Otro era
Josc Francisco Bérm údéz, mozo inquieto, turbulento y petulante,
de una audazia imponderable. Ni en valor, ni en pasiones irasci­
bles y violentas, ni en ambición cedía un punto á este ManuePPiar,
natural de Curazao, que desde mui temprano tomó partido con los
patriotas y , como otros muchos paisanos suyos, sirvió con zelo.
Manuel Valdesno era mas que un soldado alegre lleno depundonor
militar, menos republicano que enemigo de los españoles, tan dis­
tante dé la ambición como de las virtudes políticas, fuera del pla­
cer, á todo lo demas indiferente. Allí también se hallaban el coman­
dante de ingenieros José Francisco Azcúe, un marino estranjero de
nombre Juan Bautista Videau , Bernardo Bermúdez, hermano de
José Francisco, valiente como él, pero reposado y juicioso : Agus­
tín Armario y otros varios que figuraron' después en la terrible
guerra que se preparaba. Iodos ellbs habían tomado activa parte
en la revolución , y eran'conocidos en el'pais por su ’arrojo y sus
servicios á aquella causa desgraciada.
Fiando sin duda en la buena acogida que debia hacerles Ya opinion pública, mui cambiada ya contra los españoles ; y acaso, en
p e los soldados americanos se les reu n irían , concibieron aquellos
temerarios el estraordinario proyecto de desembarcar en Gñiria y
sorprender un destacamento de 500 hombres que allí tenian los
realistas : para ello no contaban con ninguna especie de recursos,
) todas sus armas eran seis fusiles. Mandaba á los realistas Doir
Juan Gabazo, oficial de marina á quién liabian liecllo odiosísimo
sus piraterías en las costas venezolanas. La confianza dé M íiriño,
s¡n embargo, y la de sus compañeros se vió dichosamente realizada:
Pues compuesta de solo güireños la guarnición del puerto, aban­
donó á sus jefes luego que se presentaron los patriotas. Dueños así
— i!2 —
estos de la plaza, se proveyeron de fusiles, cañones y pertrechos,
y viendo cosiderablemente aumentada su (ropa, resolvieron sacar
de su ventaja el partido posible sin dar vagar ni respiro al enemigo,
Maturin, situado á orillas del Guarapiche, era un punto importante,
así por su posicion casi intermedia entre el Orinoco y la costa de
la península de P a ria , como porque allí habia depositado Viilapol
el parque que salvó su división en la rota de Guayana. A ocuparlo
destinó Marino á Bernardo Bermúdez, y á José Francisco le ordenó
situarse con 75 hombres en el puerto de Irapa. Los dos hermanos
desempeñaron sus encargos con acierto y pronlitud. Atacado el se­
gundo en su puesto el dia 4 5 por 400 hombres que mandaba Cer­
véris. los derrotó completamente persiguiéndolos hasta dispersarlos.
Cien hombres con que los españoles guarnecían á Maturin no se
atrevieron á esperar á Bernardo, y este ocupó la plaza á principios
de febrero.
No podia volver la gente de su asombro al ver estos movimientos
y tenia por cierto que aquellos mozos imprudentes iban á perecer
todos en la loca empresa que habían acometido. Tal era también el
juicio de Antoñánzas que habia reemplazado á Ureña en el gobierno
de Cumaná : seguro de destruir con facilidad á un puñado de hom­
bres insensatos, públicamente se congratulaba del triunfo y habla­
ba ya de repetir sus horribles venganzas. Marino entre tan'o , si­
tuado en Irapa, empleaba sus pocos soldados en sostener el punió
contra los ataques de una escuadrilla española que dominaba el
golfo, y en inquietar á Yaguaraparo donde se hallaba Cervéris con
400 hombres. En aquel puesto un ataque combinado de las fuerzas
terrestres y marítimas realistas le hubiera sin duda alguna ani­
quilado ; pero por dicha Cervéris era un iusigne cobarde, mui igno­
rante ademas, y el comandante de los buques no podia hacer nada
solo. Era llegado marzo y, firmes los patriotas en su p uesto, más
bien que flaquear se vigoraban diariamente.
Noticioso Monteverde del desembarco de Mariño, habia enviado
en ausilio de Cumaná 500 hombres al mando de un vizcaíno lla­
mado Don Antonio Zuazola; y como para este tiempo se hubiesen
estendido ya varias partidas de Maturin en dirección al norueste,
se le ordenó salir á réchazarlas. Batiólas en efecto Zuazola en el
sitio de los Maqueyes, y e lt 6 de marzo en la villa de Aragua. Digno
subalterno de Antoñánzas, cometió en el tránsito las mayores vio­
lencias , persiguiendo sin distinción como enemigos á cuantos ame-
•— -i -1o -ricanos encontraba, quemando las casas, talando las sementeras.
A los prisioneros pasó por las armas, y luego llamó de paz á los
vecinos de la villa que temerosos andaban á leva y monte por la
tierra. Muchos escarmentados coalas pasadas perfidias no se fiaron :
otros inocentes y candorosos se presentaron con sus familias, tanfo
mas tranquilos, cuanto que eran gente quieta que no se habia me­
tido en nada. Hombres y mujeres, ancianos y niños fueron desore­
jados ó desollados vivos. A quiénes, hacia quitar el cutis de los
pies y caminar sobre cascos de vidrios ó guijarros : á quiénes, ha­
cia mutilar de uno ó dos miembros ó de las facciones del ro stro ,
haciendo mofa despues de su fealdad : á quiénes, mandaba coser
espalda con espalda. No siempre eran unos mismos los suplicios :
variábalos y combinábalos de mil maneras, para procurarse el gus­
to de la novedad. Las fieras matan por necesidad, por instinto;
solo el hombre mata por placer, y Zuazola era el mas fiero y atroz
de los nacidos. Sucedió entonces q u e un niño de doce años se le
presentó ofreciendo su vida por salvar la de su p a d re , apovo de
numerosa y desvalida familia. Hízolos m atar á entram bos, áníes
al hijo. Obra penosísima y larga seria referir por menor las aírozi<Jades de aquel monstruo. Pero ¡adm írese hasta qué punto ciegan
á los hombres mas pacíficos é inofensivos las pasiones políticas!
Nuestro feroz vizcaíno obtuvo con motivo de sus crueldades el tí­
tulo de valeroso y bueo vasallo : muchos cajones de orejas que en­
vió á Cumaná fueron recibidos con salvas y algazaras por los cata­
lanes ; y estos pobres hombres conocidos antes por su modestia y
honradez adornaron con ellas las puertas de sus casas, y las pusie­
ron en sus sombreros usándolas á modo de escarapelas.
Los derrotados que escaparon de los Magueyes y de Aragua, y
muchos patriotas que andaban por los bosques huyendo de Cervéris, Zuazola y Antoñánzas, se reunieron en M aturin, donde por
ausencia de Bernardo Bermúdez m andaban Piar y Azcúe. Viendo
«ntre tanto el gobernador de Cumaná que Zuazola, entretenido con
*us asesinatos, no hablaba de marchar contra aquella guarida, ob­
jeto ya de serias inquietudes, dispuso que el gobernador de Barce­
lona Don Lorenzo d é la Hoz saliese á destruirla. Don Lorenzo en
efecto se reunió á Zuazola y á la cabeza de 4 500 hombres atacó el
20 de marzo á Maturin. Piar no podia resistir con 500 hombres
escasos el ímpetu del enemigo. Cedió pue el cam po, pero poco á
Poco, en buen orden, haciendo uso de, unos cuantos ginetes valeroh is t . k o d
.
8
—
11 4
—
sos para detener á su contrario encarnizado en perseguirle. En este
movimiento la tropa colecticia é indisciplinada de La Hoz hubo de
seguir desbandada el alcanze, ufana con la pequeña ventaja conse­
g uida, y creyendo que Piar se retiraba acobardado. El momento
era oportuno para castigar su presunción. Los patriotas á una se­
ñal del jefe volvieron caras , y dando de firme sobre los confiados
realistas , los desbarataron y rompieron de tal manera, que mui
pocos lograron escapar de la derrota. El H de abril volvió La Hoz
á acometer á Maturin con tropas de refresco que le llevó el tenien­
te coronel Don Remijio Bobadilla. Juntos tenían al pié de 4 600
hom bres ; pero fueron rechazados con mayor pérdida en armas y
soldados.
Unas tras otras llegaron á Caracas las noticias de estos descala­
bros á turbar el regocijo y las locuras de Monteverde y sus amigos.
Tanto él como ellos se hallaban entonces ocupados en activar la
persecución ; para lo c u a l, protestando el descubrimiento de hor­
ribles conspiraciones, habían creado una comision militar encarga­
da de seguir sumariamente las cansas. Con este motivo habia tra­
bado nuevas disputas de competencia con e! tribunal superior de
ju sticia, que pedia el cumplimiento de las leyes comunes y la ob­
servancia de la constitución política de la monarquía. Prohibién­
dose en efecto por esta que ninguno fuera juzgado por comisione
especiales, es claro que la audiencia alegaba con razón ; pero Mon­
teverde declaró que consideraba la ciudad en estado de sitio, bien
que no hubiese en (oda la provincia un solo enemigo arm ado, y
para imponer silencio á todos hizo púLlico en 15 de marzo un des­
pacho del secrelario de la guerra, que hasta entonces había tenido
oculto. En él aprobaba el gobierno de España su conducta y tamhien un plan que nuestro pacificador habia formado para perfec­
cionar la reducción de Venezuela. Consistía el tal pían en pasará
cuchillo todos'los insurgentes perlínazes que osasen resistir con
las armas á las tropas del rei. Los que hubiesen admitido empleos
ó cooperado de cualquier modo á sostener la revolución, debian
ser juzgados como reos de estado y condenados al último suplicio :
á los que hubiesen ausilíado con dinero ó efeelos a! gobierno re­
publicano, se les confiscarían las dos terceras partes de sus bienes,
á menos que no probasen haber sido violentados. Este era el plan
de Monteverde ,• aprobado por el gobierno constitucional de Espa­
ña ! Júzguese ahora de la capszidad y don de acierto de uno Y
otro. Calló, por supuesto, la audiencia en vista de aquella autori­
zación, y el capitan general siguió atropellando, confiscando y tras­
tornando á mas y mejor, hasta que los sucesos de oriente llegaron
á distraerle de tan odiosa ocupacion.
Furioso con los desastres esperimenlados y atribuyéndolos á la
ineptitud de sus tenientes, resolvió trasladarse en persona al
teatro'de la guerra, firmemente persuadido de que su presencia
bastaría para componerlo todo. Con este intento tomó en Caracas
260 veteranos que la regencia habia destinado á Santa-M arta;
agregó á ellos algunas tropas de Coro y varios soldados de marina,
y el 27 de abril se embarcó en la Guaira, dejando al coronel T iscar para mandar en su ausencia. El dia 5 de mayo llegó á Barce­
lona é inmediatamente publicó una proclama en que decía : « Con
(i la misma facilidad con que se disipa el humo al impulso del
« viento, así desaparecerán los facciosos de M aturin, por el valor
« y la fortaleza de los soldados del rei que tengo el honor de con« ducir á la victoria. » Es singular el instinto que tienen los par­
tidos para conocer las pasiones y sentimientos de sus contrarios.
Los patriotas, lejos de asustarse con las amenazas de Monteverde,
hicieron mucha burla del estilo oriental de su secretario , y decían
que su ridicula confianza en la victoria no era mas que miedo.
Verdad es que el jefe español para aquel tiempo no las tenia todas
consigo; pero acaso era menos miedo que vanidad su jactancia,
porque á decir verdad él se creía ya insigne capitan.
Despreciando los consejos de muchas personas que le instaban
para que retardase el ataque hasta reunir mas tropas, y sobre todo
aquellas que tenían conocimiento práctico del terreno, aceleró sus
marchas y el 2a de mayo se presentó frente á Maturin con una
fuerza de 2000 hombres. Así que hubo llegado á tiro de canon ,
se detuvo y envió á decir á los de la plaza « que si en el término
« de dos horas no se entregaban y reconocían á su legítimo sobe« ra n o , serian abandonados al furor irresistible de sus soldados. »
Piar y Azcúe habían formado con dos cañones de pequeño calibre
que tenían, dos baterías para cubrir las avenidas de la plaza , y
confiaban mucho ademas en 500 ginetes colocados de tal modo
que podían cargar de flanco al enemigo y arrollarlo al primer
indicio de desorden que notasen. Todo ménos valor faltaba en
su cam po, pero todo lo suplía el patriotismo del soldado^ y la
general resolución de correr los azares de la guerra ántes que mo-
— 416 —
rir Mámente asesinados. Sn contestación á Monteverde fué análoga
á estas disposiciones. « Habia pasado el liempo , le dijeron , en que
« sus promesas podían engañar á los am ericanos, y los jefes, los
(i soldados y el pueblo de Malurin estaban resueltos á perecer de« fendiendo su libertad. »
Hé aquí ahora cómo cuenta Monteverde el combate que se siguió:
« Atacamos (dijo en un oficio al coronel Tiscar) atacamos á Matu« riu con una intrepidez asombrosa: se rechazó su caballería por
« tres vezes; pero por último los enemigos arrollaron la nueslra,
a y ambas el cuerpo de reserv a, lo que causó una dispersión
« general. Yo escapé de milagro y he pasado trabajos que nadie se
« podrá figurar: pero felizmente lo cuento. El punto de Maturin
« es de la mayor consideración, no como me lo habían pinlado
« siempre : su posicion es la mas diabólica.
Lo que hubo de cierto fué q u e Monteverde sin examinar su posi­
cion, sin averiguar la fuerza del enemigo , sin tomar en fin ninguna
medida m ilitar, marchó contra los maturiuenses como contra un
rebaño de ovejas. Piar hizo jugar sus cañones con acierto y opor­
tunidad : á los primeros tiros cayeron muertos algunos enem igos: á
los segundos empezaron á arremolinarse y cobrar miedo. Gente
Lisoña que jamas habia visto guerras y no tenia ni aun los hábitos
de la disciplina, fácilmente fué desordenada con el estrago de la ar­
tillería. La caballería lanzada entonces contra ella aumentó la con­
fusión, y se siguió una derrola completa. Tendidos quedaron en el
campo 479 hom bres, entre los cuales 27 oliciales, y por despojos
cinco cañones, m ultitud de fusiles y pertrechos, seis mil pesos en
plata, otras cosas de valor y el equipaje de Monteverde.
Por lo que loca á esle cuitado, debió la vida á su pronta fuga y
al ausilio de un hombre práclico que le servia de guia. Salvo apénas, empezaron á afligirle otros temores. Su derrota le habia hecho
p e rd e rla cabeza, y ya se figuraba verse privado del mando por los
mismos medios que el Jo liabia arrebatado á Cevállos y á Miyáres.
Voló pues á Carácas, y haciendo un crimen á Tiscar de sus propios
temores, 1c reemplazó con el brigadier F ie rro , hombre apocado y
nulo en quien tenia confianza. A estas medidas agregó otras con­
ducentes á asegurarse la obediencia , y despues marchó acelerada­
mente á V alencia, donde hacia necesaria su presencia una terble tempestad que amenazaba en el ocidente de Venezuela.
Para la mejor inteligencia de esta historia se lince necesario re­
—
U7
—
troceder un poco y aun recorrer rápidamente los acontecimientos
de la Nueva Granada desde el año de -18 10.
Allí la revolución siguió hasta cierto punto la misma marcha que
en Venezuela : junta de gobierno en la capital y varias provincias,
oposicion de otras que se declararon por el sistema antiguo, arresto
y deposición del virei y las demas autoridades espaiíojas, descono­
cimiento de la autoridad de la regencia , todo fue igual hasta aquí.
Del mismo modo que en Venezuela se levantaron tam bién dos par­
tidos, uno que previendo guerras y trastornos de todo género,
gueria en el gobierno unidad, concentración y en ergía; otro de
pequeños ambiciosos que querian hacer un estado de cada una de
aquellas provincias. Cualesquiera que hayan sido sus erro re s, am­
bos son bien escusables. Nada hai mas natural que buscar la fuerza
cuando se necesita, y desear el poder cuando parece que está en
nuestra mano conseguirlo sin crim en. Este era el caso allí. El re­
publicano Antonio N ariño, decano de los patriotas de la Nueva
Granada , amigo de Miranda y admirador de sus principios, creía
como él que en la América hispana no liabia hom bres, luzes ni
recursos suficientes para plantear el gobierno federal, el mejor si
se quiere , pero el mas difícil de todos los gobiernos : que derro­
cado el poder español se levantarían multitud de ambiciones y par­
tidos cuya misma impotencia acarrearía la anarquía : que lo m a s
importante en países tan pobres é ignorantes no era proclamar
teorías incomprensibles para la generalidad, sino el principio sal­
vador de la revolución , la salud de todos, la Unidad en el pensa­
miento , en la voluntad y en la acción. Fácil es concebir lo que Jos
otros contestaban á estas consideraciones. Que nada impedia hacer
un ensayo del escelente gobierno que proponían : que á él debian
su inaudita prosperidad los Estados-Unidos del norte : que ¿ cuál
et'a el beneficio que resultaría á las provincias de derribar el go­
bierno español y provocar la guerra , si en lugar de un gobierno
liberal que concediese á cada una de ellas la soberanía , se las hacia
depender de una lejana capital y se preparaba el peor de todos los
despotismos, en al lo es el de las armas ?
De estas y otras muchas razones discutidas con la violencia pro­
pia del asunto y de la situación, pasaron luego los partidos á una
ruptura abierta que ocasionó muchos desastres. Nariño, presidente
del estado de Cundinamarca, cuya capital era Bogotá , era el jefe
do los centralistas. Todas las demas provincias con escepcion del
— 4-18 —
istmo ae Panamá y la de Santa Marta, se liabian declarado por la
federación. La primera de eslas permaneció fiel al gobierno español.
la otra, despues de haber constituido «na ju n ta , proclamó también
la causa real. Con intrigas y algunas vezes con la fuerza logró Ñariño que muchas comarcas pertenecíanles á Jos otros estados se
separaran de sus gobiernos uniéndose al de Bogotá. Casanare, Tunja
y Pamplona, irritadas de esta conducta, hablaron de unirse á Ve­
nezuela ; pero IVariiio , lejos de separarse por es(o de su plan , in ­
tentó mas decididamente que nunca llevarlo á efecto por medio
de las armas. Con este objeto puso en marcha algunas tropas al
mando del coronel Baraya, con dirección á Tunja y Pamplona ,
pretextando temores de invasión por parte del gobierno español de
Maracaibo, y realmente con el designio de conseguir la agregación
de aquellas dos provincias. Baraya, sin embargo , creyendo como
todos entonces que el mejor medio de restablecer la concordia era
reunir un congreso general, abandonó el partido de Nariño y
se puso á las órdenes del gobierno de Tunja.
Eslo sucedía en ocasíon de estar ocupados los valles de Cúcqta
por las tropas de Maracaibo á las órdenes del coronel Don Ramón
Correa, y cuando los realistas de Sania María , en guerra ya con
Cartagena, habían invadido y ocupado el alto Magdalena.
A pesar de estos embarazos Nariño no desistió de su propósito.
Por el contrario, envió tropas al Socorro y él mismo se dirigió
contra Tunja. Ocupó esta ciudad sin resistencia; pero de allí á
poco la noticia de reveses esperimentados por sus armas en aquella
provincia, le decidió á concluir un tratado en que se estipulaba la
reunión de n a congreso general, dejando á la decisión de este el
punto de agregación de territorios, que habia dado origen á la
guerra.
De regreso á Bogotá renunció Nariño la presidencia del estado
de Cundinamarca. Un levantamiento popular le restableció despues
en ella con el poder de dictador. Para esto el congreso general re u ­
nido en Leiva el 4 de octubre de 1812 con diputados de todas las
provincias libres , declaró que no reconocía en calidad de dictador
á Nariiío. A esta determinación intempestiva é im prudente se
onieron dicterios y groseras injurias contra la persoua de aquel
importante ciudadano; el cual, agriado hasta lo sum o, convocó á
una junta general en Bogotá. Esta declaró qiie Nariño debía con­
tinuar en el gobierno con las mismas facultades absolutas que se le
— A \9 —
hab'an concedido : qae no se obedecieran las órdenes del congreso j
y que Cundinamarca no entraría en la confederación. Los medios
conciliatorios empleados despues de esto fueron inútiles, y la guerra
empezó. El congreso para atender á su seguridad y a la del go­
bierno de la Union , acordó trasladarse de Leiva á la ciudad de
Tunja, y Na riño se puso en marcha contra la misma ciudad. Der­
rotado en el alto de la Virgen, regresó de prisa á Bogotá, temeroso
de alguna tram a de sus enemigos interiores, y allí fué cercado por
las tropas delcongreso e! 24 de diciembre.
La posicion de Nariíío era angustiada. Conociéndola, propuso
transacción en términos convenientes, decorosos, quizá hum ildes;
pero rechazados duram ente por Baraya, general en jefe de las tro­
pas del congreso , resolvió defenderse hasta la última estremidad¡.
Cava les cosió á los federalistas su necia presunción. Los bogotanos
exasperados sostuvieron á su jefe , y aprovechándose de un ataque
mal dirigido contra la plaza, derrotaron completamente á Baraya
y destruyeron su ejército. El dictador 110 abusó de la victoria.
Léjos de eso , convino en un tratado de paz y amistad por el cual
quedó Cundinamarca independiente de la confederación, y el con­
greso representando las demas provincias lib re s; estado de cosas
precario y falso que no podía subsistir, pero que obligó á adoptar
el horror á la guerra civil y la igualdad de fuerzas de los conten­
dientes. Este tratado se firmó en 50 de marzo de 1815.
Volvamos ahora un poco atras. En febrero do ib 12 llegó á
Porto-Belo el brigadier Don Benito Pérez, nombrado por la regencia
virei de Santafé. Establecióse en Panamá , y con algunos ausilios
de dinero y armas que obtuvo de la Habana consiguió atropar en
Sania Marta una fuerza de \ 300 hombres que se estendió hasta
O caí) a , logrando cortar toda comunicación del interior por el
Magdalena y batir algunas fuerzas que envió contra ellos Cartagena.
En tales circunstancias muchos pueblos de la provincia empezaron
á abandonar la capital, y pronto se declararon por el rei los de
Sábanas desde Ayapel hasta Lories, incluyendo á Tolú y el fuerte de
Zispatá en las bocas del Sinú. Entonces quedó Cartagena en una
especie de bloqueo.
Acordaron por esta razón los que gobernaban la plaza tratar con
el virei, haciendo intervenir al vicealmirante inglés del apostadero
de Jam aica, para garantir las personas de sus comisionados.
El arreglo no tuvo lugar y los apuros de Cartagena se aumentaban»
— 4 20 —
cuando m u i oportunam ente p a ra salvarla arribaro n á sus playas
m uchos venezolanos que huian del pacificador de Venezuela. El
p rincipal de ellos era Bolívar.
Ya liemos visto como habia caído por traición el joven coronel
en m anos de M onteverde. Poco tem ido liasta entonces y general­
m ente am ado en su p a tr ia , obtuvo poderosas recom endaciones para
el capitan g en eral; y e ste , m u i lorpe para p e n e tra rla s pasiones y
el espíritu de aquel h om bre , le vio con mas indiferencia que á
otros m uchos patriólas infinitam ente m enos peligrosos. Esto y la
circunstancia de h a b er contribuido á la prisión de M iranda ( con­
siderado como el alm a de la rev o lu ció n ), esplican por qué no tuvo
la suerte que este ó por lo menos ¡a de M adariaga, Ayala y otros.
Mas nada era para Bolívar h ab er conseguido que se le dejase en
V enezuela : él q ueria salir de ella á lin de po ner por obra vastos
proyectos que revolvía en su m ente, y 110 paró hasta conseguir u n
pasaporte para Curazao. Obtuvo esta difícil concesion po r m edio de
u n honrado español llam ado Don Francisco Itu rb e, grande y b u en
amigo suyo, que osó responder por su conducta. A sí, por u n o de
aquellos juegos caprichosos de la fortuna que confunden con fre­
cuencia el saber h u m an o , dos realistas dieron lib ertad al héroe
qu e debía d e stru ir el poder español en la América del Sur.
Poco despues de estar en Curazao supo Bolívar que sus bienes ,
h arto cuantiosos, habían sido confiscados ; c(>n lo cual apresuró el
viaje (qu e ya tenia re su e lto ) á G artagena. A esta ciudad llegó a
principios de octubre de 4 812 , acom pañado de José Félix Ribas ,
de Manuel Cortes Cam pom ánes, uno de aquellos fogosos españoles
de la conspiración de San Blas, de los herm anos Miguel y F ernando
C arabaño y de otros varios oficiales distinguidos. P ara fines del
año se hallaban reunidos en aquella ciudad casi todos los venezo­
lano s que habian escapado de la tiran ía de M onteverde, y m uchos
estranjeros, principalm ente fran ceses, que habian tomado p a rte en
la defensa de la independencia am ericana.
Bolívar se proponía nada m enos que lib e rta r á Venezuela p o r
m edio de la Nueva G ranada , em presa q ue , atendido el estado d e '
las co sa s, parecía descabellada au n á los mas confiados. Porque
si la p rim e ra , no tan dividida in terio rm en te y con u n a pobla­
ción mas g u errera, habia su cu m b id o , cómo resistiria la segunda?
idénticos eran sus erro rres, m enores sus medios de defensa, m ayo­
res sus peligros. A estos podia oponer Bolívar su espada y sus
— -121 —
talentos, pero sin influjo ni mano en el gobierno ¿ cómo apagaría
el fuego de las disensiones civiles y reformaría el sistema político
adoptado ? En estas circunstancias hizo lo que pudo. Ofreció sus
servicios al gobierno para combatir contra sus enemigos y se sirvió
del ejemplo de su patria para presentar á la Nueva Granada una
severa lección de escarmiento. Con este objeto publicó un mani­
fiesto en que esplicó mui por menor la conducía de Monteverde,
y ademas una memoria relativa a las causas que habían, en su con­
cepto, producido la ruina de la revolución en Venezuela. Estos es­
critas, los primeros de Bolívar en materias políticas, son unas de
sus mas notables producciones. Este hombre singular poseía entre
sus talentos el de escribir con raro desembarazo, fuerza y gracia,
y en el segundo de aquellos opúsculos probó que tenía igualmente
el ojo certero de un buen político, la energía de un hombre de
revolución y los vastos y atrevidos proyectos de un guerrero. Por
dos respectos igualmente importantes interesa á la historia aquel
escrito : el primero, porque esplica con verdad y claridad un suceso
notable : el segundo, porque nos revela su modo de pensar acerca
de varios puntos capitales de la potítica am ercana. « El mas con« secuente error que cometío Venezuela , dice , al presentarse en el
« teatro político, fue sin contradicción, la fatal adopcion que hizo
í del sistema tolerante : sistema improbado como débil é ineficaz
« desde entonces, por todo el mundo sensato, y tenazmente sos« tenido hasta los últimos períodos , con una ceguedad sin ejemplo.
« Las primeras pruebas que dió nuestro gobierno de su insen« sata debilidad, las manifestó con la ciudad subalterna de Coro,
« que denegándose á reconocer su legitim idad, la declaró in su r* gente , y la hostilizó como enemigo...................
« Los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los
5 que podían ensenarles la ciencia práctica del gobierno, sino los
5 que han formado ciertos buenos visionarios q u e , imaginándose
* repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política,
* presuponiendo Ja perfectibilidad del linage humano. Por manera
* que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dia8 léctica por táctica y sofistas por soldados. Con semejante sub* versión de principios y de cosas el orden social se sintió estre* mámente conmovido, y desde luego corrió el estado á pasos
' agigantados á una disolución universal, que bien pronto se vid
* realizada.
_
422 —
« De aquí nació Ja impunidad de los delitos de estado cometidos
« descaradamente por los descontentos, y particularm ente por nues« tros natos é implacables enemigos los españoles europeos, que
« maliciosamente se habían quedado en nuestro p a is, para tenerlo
« incesantemente inquieto, y promover cuantas conjuraciones les
« permitían formar nuestros juezes , perdonándolos siem pre, aun
« cuando sus atentados eran tan enorm es, que se dirigían contra
« la salud pública.
« La doctrina que apoyaba esta conducta lenia su origen en las
« máximas filantrópicas de algunos escritores,que defienden la 110
« residencia de facultad en nadie , para privar de la vida á un
« hom bre, aun en el caso de haber incurrido este en el delito de
« lesa patria. Al abrigo de esta piadosa doctrina, á cada conspira*
« cion sucedia un perdón, y á cada perdón sucedía otra conspíra« cion que se volvia á perdonar ; porque los gobiernos liberales
« deben distinguirse por la clemencia. Clemencia crim inal, que
« contribuyó mas que nada á derribar la máquina que todavía no
« habíamos enteramenle concluido.
« De aquí vino la oposicion decidida á levantar (ropas veteranas,
« disciplinadas, y capazes de presentarse en el campo de batalla, ya
« in stru y a s, á defender la libertad, con buen suceso y gloria. Por
« el contrarío , se establecieron innumerables cuerpos de mi ici?s
« indisciplinadas, que ademas de agotar las cajas del erario nacío« nal con los sueldos de la plana m ayor, destruyeron la agicul« t u r a , alejando á los paisanos de sus lu g a re s; é hicieron odioso
« el gobierno que obligaba áestos á tomar las arm as, y á abando« n ar sus familias.
« Las repúblicas, decían nuestros estadistas, no han menester
« de hombres pagados para mantener su libertad. Todos los eiu« dadanos serán soldados cuando nos ataque el enemigo. Grecia,
« Rom a, Venecia, G enova, Suiza, H olanda, y recienlemente el
« Norte de América, vencieron á sus contrarios sin ausilio de tro'
« pas mercenarias, siempre prontas á sostener al despotismo y i
« subyugar á sus conciudadanos.
# Con estos antipolíticos é inexactos raciocinios fascinaban á 1®
« simples : pero no convencían á los prudentes que conocían Jíiett
« la inmensa diferencia que hai entre los pueblos, los tiem pos, Y
« las costumbres de aquellas repúblicas y las nuestras. E llas, «s
« verdad que 110 pagaban ejércitos permamentes ; mas era porque
i en la antigüedad no los h a b ia , y solo confiaban la salvación y
<i la gloria de los estados en sus virtudes políticas, costumbres
g severas y carácter m ilita r, cualidades que nosotros estamos
ti mui distantes de poseer. Y en cuanto á las modernas que han
« sacudido el yugo de sus tiranos, es notorio que han mantenido
« el competente núm ero de veteranos que exige su seguridad : es-4
« cepíuando al Norte de América, que estando en paz con todo el
« mundo , y guarnecido por el m a r, no lia tenido por conveniente
4 sostener en estos últimos años el completo de tropa veterana que
« necesita para la defensa de sus fronleras y plazas.
« El resultado probó severamente á Venezuela el error de sa
« cálculo; pues los milicianos que salieron al encuentro del ene« migo , ignorando basta el manejo del a rm a , y no estando habi« tuados á la disciplina y obediencia, fueron arrollados al comenzar
« la última cam paña, á pesar de los heroicos y estraordinarios es« fuerzos que hicieron sus jefes , por llevarlos á la vicloria : lo que
« causó un desaliento general en soldados y oficiales, porque es
« una verdad m ilitar q u e , solo ejércitos aguerridos son capazes de
« sobreponerse á los primeros infaustos sucesos de una campaña.
* El soldad o bi s o b o lo e r e e todo perdido, desde que es derrotado
« una vez ; porque la esperiencia no le ha probado que el valor, la
« habilidad y la conslancia corrigen-la mala fortuna.
« La subdivisión de la provincia de Carácas, proyectada, discutí« da y sancionada por el congreso federal, despertó y fomentó una
* enconada rivalidad en las ciudades y lugares subalternos contra
« la capital; la cual ( decian los congresales ambiciosos de dominar
* en sus distritos) era la tirana de las ciudades y la sauguijuefa deí
“ estado. De este modo se encendió el fuego de la guerra civil en
« Valencia , que nunca se logró apagar con ¡a reducción de aquella
* ciudad ; pues conservándolo encubierto , lo comunicó á las otras
« limítrofes, á Coro y M aracaibo: y estas entablaron comunicaciones
* con aquellas y facilitaron por este ñiedio la entrada de los es« pañoles que trajo consigo la caida de Venezuela.
La disipación de las rentas públicas en objetos frívolos y per­
ju d ic ia le s , y particularm ente en sueldos de infinidad de o fiel—
* nistas, secretarios, juezes, magistrados, legisladores provincia-*
* les y federales, dió un golpe mortal á la república, porque la
* obligó á recurir al peligroso espediente de establecer el papel
—
124 —
« m oneda, sin otra garantía que la fuerza y las rentas imaginarias
« de la confederación......
« Pero lo que debilitó mas al gobierno de Venezuela fué la
« forma federal que adoptó, siguiendo las máximas exageradas de
« los derechos del hom bre, que autorizándolo para que se rija por
« sí mismo, rompe los pactos sociales , y constituye á las naciones
(i en anarquía. Tal era el verdadero estado de la confederación,
o Cada provincia se gobernaba independientemente; y á ejemplo
« de esta s, cada ciudad pretendía iguales facultades alegando la
o práctica de aquellas, y la teoría de que lodos los hombres y todos
o los pueblos gozan de la prerogativa de instituir á su antojo el
« gobierno que les acomode.
■ « El sistema federal, bien que sea el mas perfecto, y mas capaz
« de proporcionarla felizidad humana en la sociedad, es no obstante
« el mas opuesto álos intereses de nuestros nacientes estados, ge« neralmente hablando , todavía nuestros conciudadanos no se ha« lian en aptitud de ejercer por sí mismos y ampliamente sus de« rechos; porque carecen de las virtudes políticas que caracterizan
« al verdadero republicano : virtudes que no se adquieren en los
« gobiernos absolutos, en donde se desconocen los derechos y los
« deberes del ciudadano.
« Por olra p a rte : ¿ qué pais del mundo por morigerado y. repu­
lí blicano que sea , p o d rá, en medio de las facciones intestinas y de
« una guerra esterior , regirse por un gobierno tan complicado y
« débil como el federal? No es posible conservarlo en el tumulto
« de los combates y de los partidos. Es preciso qué el gobierno se
« identifique, por decirlo a s í, al carácter d é la s circunstancias,
« de los tiempos y de los hombres que lo rodean. Si estos son prós« peros y serenos, él debe ser dulce y protector; pero si son ca« lamitosos y turbulentos, él debe mostrarse terrible, y armarse
« de una firmeza igual á los peligros, 'sin atender á leyes ni
« constituciones, ínterin no se restablece la felizidad y la paz.
« Caracas tuvo mucho que padecer por defecto de la confedera« cion, que lejos de socorrerla le agotó sus caudales y pertrechos;
# y cuando vino el peligro la abandonó á su suerte, sin ausiliarla
« con el menor contingente. Ademas le aumentó sus em barazos,
a habiéndose empeñado una competencia entre el poder federal y
(i el provincial, que dio lugar á qug los enemigos llegasen al cor?« zon del estado antes que se resolviese la cuestión, de si deberían
—. 125 —
« salir las tropas federales y provinciales á recnazarlos, cuando ya
t tenían ocupada una gran porcion de la provincia. Esta fatal con« testación produjo una demora que fué terrible para nuestras
0 armas, pues las derrotaron en San Carlos sin que les llegasen los
t refuerzos que esperaban para vencer.
« Yo soi de sentir que mientras no centralicemos nuestros goj biernos americanos, los enemigos obtendrán las mas completas
s ventajas ; seremos indefectiblemente envueltos en los horrores
t de las disensiones civiles, y conquistados vilipendiosamente por
<i ese puñado de bandidos que infestan nuestras comarcas.
a Las elecciones populares hechas por los rústicos del campo y
t por los intrigantes moradores de las ciudades, añaden un obst táculo mas á la práctica de la federación entre nosotros : porque
1 los unos son tan ignorantes que hacen sus votaciones maquinal<m ente, y los otros tan ambiciosos, que todo lo convierten en
í facción, por lo que jamas se vio en Venezuela una votacion libre
j y acertada ; lo que ponia el gobierno en manos de hombres ya
t desafectos á la causa , ya ineptos, ya inmorales. El espíritu de
a pSrtido decidía en todo, y por consiguiente nos desorganizó mas
« de lo que las circunstancias hicieron. Nuestra division, y no las
« armas españolas, nos tornó á la esclavitud:
a El terremoto de 26 do marzo trastornó ciertamente tanto lo
« físico como lo m o ra l; y puede llamarse propiamente la causa iu« mediata de la ruina de Venezuela; mas este mismo suceso habría
e tenido lugar sin producir tan mortales efectos, si Caracas se lm « hiera gobernado entonces por una sola autoridad, que obrando
* con rapidez y vigor hubiese puesto remedio á daños, sin trabas
“ ni altercados, que retardando el efecto de las providencias,
* dejaban tomar al mal uti incremento tan grande que lo hizo in « curable.
« Si Caracas en lugar de una confederación lánguida é insubsisE tente hubiese establecido un gobierno sencillo, cual lo requería
1 su situación política y m ilitar, tú existieras ¡ oh Venezuela! y goI zaras hoi de tu libertad.
« La influencia eclesiástica tu v o , despues del terrem o’. o , una
“ Parte mui considerable en la sublevación de los lugares y ciu II dades subalternas, y en la introducción de los enemigos en el
11País, abusando sacrilegamente de la santidad de su ministerio
* enfavor de los promotores de la guerra civil. Sin embargo, debe-
— ^ 26 —
« mos confesar ingenuamente, que estos traidores sacerdotes se ani« maban acom eterlos execrables crímenes de que justamente se les
ii acu sa, porque la impunidad de los delitos era ab solu ta ; la cual
« hallaba en el crongreso un escandaloso abrigo , llegando á tal
« punto esta injusticia, que de la insurrección de la ciudad de
« Valencia, cuya pacificación costó cerca de mil hom bres, no se
« dió á la vindicta de las leyes un solo reb elde, quedando todos
« con v id a, y los mas con sus bienes.
« De lo referido se deduce que entre las causas que ban produ« cido la caida de Venezuela, debe colocarse eu primer lugar la
« naturaleza de su constitución, que repito, era tan contraria á sus
« intereses, como favorable á los de sus contrarios. En segundo,
« el espíritu de filantropía que se apoderó de nuestros gobernan« tes. Tercero , la oposicion al establecimiento de un cuerpo m i« litar que salvase la república y repeliese los choques que le daban
« los españoles. Cuarto : el terremoto acompañado del fanatismo
# que logró sacar de este fenómeno los mas importantes resultados;
« y últimam ente las facciones internas que en realidad fueron el
« mortal veneno que hizo descender la patria al sepulcro.
« Estos ejemplos de errores e infortunios no serán enteramente
« inútiles para los pueblos de la América meridional que aspiran á
« la libertad é independencia... »
Bolívar concluía proponiendo como medida indispensable de se­
guridad para la Nueva-Granada la reconquista de Caracas.
o Es una cosa positiva que en cuanto nos presentemos en Yenete zuela, senos agregarán millares de valerosos patriotas,que .suspi« ran por vernos parecer, para sacudir el yugo de sus tiranos, y
« unir sus efuerzos á los nuestros, en defensa de la libertad.
« La naturaleza de la presente campaña nos proporciona la ven­
ce taja de aproximarnos á Maracaibo por Santa M arta; y á Barínas
« por Cúcuta. »
No poco, en el estado calamiloso en que se hallaban los asuntos
del Magdalena, se holgó el gobierno de Cartagena del oportuno ar­
ribo de los venezolanos. Todos ellos fueron inmediatamente acogi­
dos con muestras infinitas de benevolencia y eslima : una vaga
prevision de triunfos y glorias alentó el desmayado espíritu públi­
co, y para colmo de fortuna los primeros pasos de todos ellos jus­
tificaron la confianza que se tenia en su valor y en sus talentos.
Campománes destinado á pacificar á Sábanas, penetró por los pufi-
— -127 —
blos insurreccionados, derrotó al jefe español Rebustillo cerca del
arroyo de Manco-Mojan, luego en el sitio de Oveja, obligándole á
buscar refugio en la provincia de Santa Marta. Enviado Miguel Carabaño á las bocas del Siriú, tomó por asalto el fuerte de Zispatá y
redujo á la obediencia del gobierno de Cartagena todos !os pueblos
alterados del contorno.
Poco ántes d é la acción de Manco-Mojan, que aconteció e l l 2 de
noviembre, el aventurero francés Pedro Labatut, habia tomado por
asalto las fuertes posiciones enemigas de Sitio-Nuevo, el Palmar y
Sitio-Viejo. E H 8 de noviembre arrebató á los españoles, por fuerza
también, el punto de Guaimaro, y nombrado por el gobierno del
estado jefe de la estensa línea que señala el Magdalena, emprendió
y consiguió la conquista de la provincia y plaza de Santa Marta. A
las órdenes de este jefe fué puesto Bolívar, con nombramiento de
comandante del pequeño pueblo de Barrancas á la ribera izquierda
del Magdalena ; pero mientras Labatut obraba sobre Santa^Marta,
él se preparó á atacar la villa de T enerife, fortificada por los espa­
ñoles para obstruir la navegación del rio. Intimóle en efecto la
rendición, y habiendo huido los que la guarnecían, hizo su en­
trada en ella con una pequeña fuerza el 25 de diciembre. Dueño
de aquel punto importante y de alguna artillería y buques que allí
cayeron en su poder, continuó rio arriba hasta Mompox , batiendo
y dispersando las partidas que infestaban la márgen oriental del
Magdalena.
Zeloso Labalut del buen éxito de su ten ien te, alegó ante el go­
bierno que no habia recibido órdenes suyas para emprender aquella
espedicion, y pidió que se le juzgara en consejo de guerra por ha­
ber osado vencer sin su permiso. Grande empeño puso en ello el
francés, furioso al verse privado de una gloria que en su concepto
1e correspondía ; pero los jefes d eC arlag en a, á quienes aquellas
ventajas sacaban de la incomunicación en que oslaban con los de­
mas estados granadinos, sostuvieron y animaron á Bolívar; tanto
m as, cuanto que en el Ínteres de Labatut por la disciplina m ilitar
supieron distinguir un gran fondo de envidia, y que no Ies pesaba
tener una reputación mililar que oponer á la de aquel violento y
codicioso aventurero.
Los españoles poseían todavía á G uam al, el Banco y el Puertotteal de Ocaña eo el alio Magdalena. Bolívar resolvió ocuparlos, y
Para ello organizó una pequeña fuerza que no ascendía entonces á
— 428 —
quinientos hombres. El enemigo huyó del Banco, fue derrotado en
Chiriguaná con pérdida de cuatro buques de guerra que habia in­
troducido por el rio César, de artillería, fusiles y pertrechos; y
estas ventajas proporcionaron la ocupacion de Tam alam eque, la
del Puerto-Real y finalmente la de la ciudad de Ocaña. Con esto
quedó libre el estado del Magdalena : los realistas poseían todavía
la provincia de Rio-Hacha y el valle de Upar en lo interior de la
de Santa Marta ; pero reducidos á un pequeño núm ero de hombres
acobardados, ignorantes y sin recursos, no inspiraban temor nin­
guno.
A pesar de esto amenazaban grandes peligros á la Nueva-Gra­
nada.
« Despedazada interiormente por partidos opuestos y encarniza« dos, carecía de fuerza física y moral que oponer á sus enemigos.
« Por el sur trataba de invadirla Don Toribio Montes, presidente de
« Q uito, quien obraba como independiente del vireinato de San« tafé, y podia disponer con prontitud de todas las fuerzas y recur« sos que teuia aquella rica, poblaba é industriosa sección de la
« América del Sur. Se sabia que el brigadier Don Juan Sámano
« estaba al norte de Quito con mas de quinientos hombres : en
« Pasto existía una fuerza respetable , y del valle de Palia con los
« pueblos contiguos de Almaguer y demas podian sacarse quinien« tos hombres escelentes para caballería y tropas lijeras. Por el
« norte Don Domingo Monteverde, despues de reconquistar toda
« la república de Venezuela , tenia fuerzas'm as que suficientes y
« un flanco dilatado por donde atacar la Nueva-Granada ; así era
« que esta se veia próxima á ser invadida por el norte , por el
« oriente y por el sur d distancias inmensas en que las tropas no
« podían ayudarse en el caso de un reves.
« Eran mui pequeños los medios de las nuevas repúblicas para
« repeler á sus invasores. E n Popayan habia solo trescientos hom« bres : en Tunja quinientos : mil en Cartagena y las fuerzas de
« Nariño que ascendían á igual numero. Estas observaban á las del
« congreso, paralizándose mutuamente : por otra parte, los recursos
« se habian disipado en las guerras civiles ó en pagar multilud de
« empleados que exigían las soberanías provinciales; gobiernos
<( generalmente débiles y anárquicos, que por lo común nada ha« cian en favor de la independencia, y que se juzgaban felizes
« cuando mantenían en paz los diferentes partidos con que la am-
— 129 —
« bicion de mando despedazaba las provincias; si en tales circuns« tancias dos mil hombres bien disciplinados y bajo las órdenes de
« un jefe emprendedor atacan la Nueva-Granada, no hai duda al« guna que la hubieran subyugado, incluyendo la plaza de Carta« gena. A esto se añade que ninguno de los gobernantes ni de las
« provincias, ni d é la confederación, habia desplegado talentos poi lílicos capazes de apoderarse de la revolución y de dirigir su
(i curso. Tampoco se veian medidas capitales y en grande. El traer
* armas de fuego y municiones de toda clase solicitándolas de E u i< ropa ; el disciplinar muchas tropas , inslruir oficiales y acopiar
o recursos para sostener el ejército, eran puntos que babian descui0 dado las provincias. Los jefes ponian todo su conato en formar
« leyes y constituciones ingeniosas; en escribir papeles elocuentes,
« y en no vulnerar la libertad civil, cuando se necesitaba obrar con
« una energía revolucionaria. Las consecuencias de semejante sis« tema fueron demasiado funestas á la libertad é independencia de
* la república.
« La única provincia que se hallaba en aquellas circunstancias
« con mas seguridad era la de Cartagena. Es cierto que continuaba
« el demérito del papel m oneda, y que esto ponia trabas al tráfico
« y á la circulación interior, pero habiéndose franqueado el comer« cío con las provincias internas, por la ocupacíon total del Magda« lena y la espulsion .de los realislas de Santa María , ya comenzaba
« á circular el numerario que habia faltado el año último. Los cor« sarios principiaban también á introducir las ricas presas que ha« cian de los buques españoles; y que aum entaron considerable<i mente la riqueza y las comodidades en aquella plaza.
« Pero la política del gobierno de Cartagena, despues de las vic* torias de Labatut y del coronel Bolívar sobre la provincia de
« Santa Marta , ni fue justa , ni propia para asegurar las ventajas
(l conseguidas. En vez de proclamar la libertad de Santa Marta p er11 mi tiendo á sus moradores que organizaran un gobierno repre* sentativoy concediéndoles fuerzas bastantes para sostener su auto“ ridad contra los enemigos internos, el presidente de Cartagena,
' con acuerdo de la legislatura provincial, mandó observar la cons11 titucion de aquel estado : introdujo el papel moneda que los de
* Santa Marta detestaban, y conservó á Labatut como jefe m ilitar y
* político de aquella provincia : en una palabra, trató á los pueblos
11 hermanos que habia libertado de la tiranía como si fueran una
H I S I . >101).
g
— 150 —
ii verdadera conquista. Labatut que solo era un soldado aventurero
a que buscaba su fortuna en la América del Sur, y no la gloria, se
(i dedicó á enriquecerse rápidamente multiplicando las vejaciones,
(i los robos y los insultos aun de los primeros ciudadanos de
o Santa Marta. Estos escesos debían producir el descontento del
<i pueblo y el odio al gobierno republicano. Pronto veremos las
« consecuencias desgraciadas que se originaron de la política mez« quina y ambiciosa de Cartagena. »
Tal era la situación de aquel pais cuando el coronel Manuel Cas­
tillo , jefe militar de Pamplona, pidió ausilio á Bolívar que se ha­
llaba en Ocaña, para hacer frente á Correa. Nada deseaba tanto el
venezolano como acercarse á Cúcuta, pero dependiendo del gobier­
no de Cartagena, fué necesario solicitar su permiso. Creyendo sin
em bargo obtenerlo, se ocupó en tomar informes de la posicion del
enemigo y de sus fuerzas, así como en reunir fusiles y municiones
de que Castillo absolutamente carecía. La autorización para la empresa llegó en fin, y Bolívar, despues de haber anunciado al presi­
dente de Cartagena y al del congreso general el proyecto de llegar
hasta Caracas, se puso en marcha con <500 hombres de Mompox y
algunos compatriotas sujos emigrados. Nada puede verse mas di­
choso que su movimiento por el fragoso camino que atraviesa la
cordillera y se dirige á la antigua ciudad de Salazar de las Palmas.
Por medio de estratagemas y relaciones de falsos espías hizo aban­
donar á los enemigos la fuerte posicion del alto de la Aguada, la
ciudad de Salazar, el punto de las Arboledas, la altura de Zagual
y la de San Cayetano. Persuadido Correa de que le atacaba una
división mas fuerte que la suya, concentró sus tropas, ya mui dis­
minuidas con marchas y reencuentros, en la villa de San José de
Cúcuta. Tenia 800 hom bres: Bolívar 500, incluyendo dos compa­
ñías del batallón de Castillo que se le unieron por el camino de las
Arboledas; La inferioridad de sus fuerzas no desanimó al jefe vene­
zolano ; á n te s, firme en la creencia de que la celeridad y audazia
desconcertarían al enemigo ■inspirándole un terror profundo, re­
solvió marchar sobre, él y no parar hasta vencerle ú obligarle á
abandonar£ el país. Púsose pues en ¡marcha desde San Cayetano,
atravesó con solo una cauoa.el caudaloso rio Zulia y al amanecer
del 28 de febrero ocupó las alturas situadas al occidente de la villa
de.Sao José. El jefe español perdió su tiempo queriendo tomar al
republicano por la espalda y estableciéndose metódicamente;en.es-
— 15-1 —
tendidas posiciones, para envolverle. La pequenez de las fuerzas
contendientes hacian ridículo y pernicioso ese sistem a, pues las
diseminaba sin provecho; Bolívar teniendo á la mano toda la suya,
conoció que allí no debia tratarse sino de echarla sobre los puntos
débiles del enemigo por medio de un rápido m ovim iento , estando
seguro de que en ninguno de ellos podia oponérsele una resistencia
proporcionada. Procediendo de acuerdo con este plan , cambió su
línea para impedir que le cortasen, desalojó seguidamente á Correa
de sus puestos, y ordenando inmediatamente una carga á la bayo­
neta , le puso en completa derrola. Los resullados de esta acción
fueron inmensos. El jefe español se retiró por el camino de San An­
tonio de Táchira á la Grita, dejando libres los valles : su artillería ,
fusiles, pertrechos y cuantos efectos tenia en la villa fueron aban­
donados , y junto con ellos cayó en poder del vencedor un gran
botín de mercaderías que los comerciantes de Maracaibo babian
remitido á Cúeuta , creyendo segura la conquista de la ¡Nueva-Gra­
nada. Ella valió particularm ente á Bolívar el empleo de brigadier,
el título de ciudadano de la Union y el mando en jefe de la division
de Cúcuta. Esta se reforzó luego con la fuerza de Castillo y subió
á mas de mil hombres bien armados.
Tan felizes principios animaron mas y mas á Bolívar para seguir
á Venezuela , y con este intento despachó al corone! José Félix Ri­
bas á Tunja y Bogotá en solicitud de ausilios para su ea.presa , así
del congreso general como del gobierno de Cundinamarca. Al prer
sidente de la Union escribió pidiendo el permiso de llevar las tropas
de la confederación, y á Ribas dió facultad para entiar en cuales­
quiera tratados y estipular las indemnizaciones que Venezuela de­
bería satisfacer á la' Nueva Granada en el caso de ser libertada por
sus armas. Graves obstáculos seoponian sin embargo á sus proyec­
tos. Ni el congreso ni Nai iiío tenian los medios suflcientes para ayu­
darle, visto el estado de division interior en. que se hallaban y el
riesgo inminente de una invasion por el sur. Grande sin duda<era
el concepto de ingenio, actividad y valor que Bolívar se habia gran­
jeado con la reciente cam paña; pero eso no impedia que á los ojos
de todos la idea de conquistar á Venezuela con un puñado de hom­
bres pareciese descabellada-y temeraria. Las tropas que había lle­
vado de Cartagena y sus compatriotas tenian en él una ciega con­
fianza y. juraban acompañarle á todas partes ; mas esta gente por
todo com ponía'400 y pico dehom bres, á tiempo que las granadi-
— -152 —
ñas, que sobre no conocerle eslaban dirigidas por jefes rivales, eran
numerosas y se manifestaban opuestas. Entre estos jefes, Castillo,
que habia sido mui amigo de Bolívar, le era entonces contrario, y
su oposicion embarazaba la empresa mas que todo. Zelos de auto­
ridad en el granadino, y en el venezolano una índole poco sufrida
y harto voluntariosa, dieron origen á rencillas y altercados que mui
pronto degeneraron en declarada enemistad. El primero décia dej
segundo que no ponia orden en la división : que lodos los recursos
y el botin tomado en Cúcuta se disipaban locamente ; y por últi­
mo , que en la temeraria empresa de libertar á Venezuela sin las
tropas y elementos necesarios, iba á sacrificar los soldados de. la
Union y á comprometer la seguridad de la Nueva Granada. Bolívar
acusaba á Castillo de haber introducido la discordia y la insubordi­
nación , en lugar de dar ejemplo de respeto y obediencia como se­
gundo jefe de la tropa : de ser inepto é incapaz de ejecutar ningu­
na cosa de provecho ; y de hacer gastar miserablemente el tiempo
con sus alegaciones intempestivas. Por lo que respecta al botin de
C úcuta, decia, y con razón, que para conseguir la cooperacion de
los momposinos, les habia ofrecido ántes de la acción el saqueo de
la villa : que verificado este, se recogieron para la caja m ilitar mas
de 500.000 pesos, con los cuales estaba manteniendo y equipando
las tropas, y que si la espedicion contra Venezuela no.se retardaba
inconsideradamente, dejaría una gran suma todavía á beneficio del
estado. Así en efecto se verificó luego.
La mala política del congreso aumentó el mal queriendo conci­
liar, en lugar de decidir. Bolívar por su parte hizo á la patria el
m as grande de los sacrificios, el del amor propio, escribiendo al
coronel Castillo cartas amistosas en que le convidaba á la reconci­
liación y cedia sobre algunas de sus pretensiones; pero tuvo la
mortificación de verse desairado por su enem igo, el cual aspiraba
solamente al mando en jefe de la división que había llevado á Pam­
plona , y afectaba obrar con independencia absoluta en el Rosario
de Cúcuta, donde residía.
Al fin el congreso, vencido por la constancia de Bolívar, consin­
tió en que este penetrase en el terrilorío de Venezuela y arrojase
d los enemigos de las provincias de Mérida y Trujillo. Mas no sin
condiciones. Debía estar siempre á las órdenes del gobierno de la
L’nion., no adelanfar en sus marchas sin formar un consejo de
guerra en que se examinase la posibilidad de la empresa ; el e jér-
rito no tendría otro carácter que el de libertador de Venezuela; el
gobierno de esta seria restablecido bajo el mismo pié que tenia al
tiempo de la invasión de Monteverde ; y finalmente prestaría ju ra ­
mento de obediencia y fidelidad al congreso de la Nueva Granada
y al poder ejecutivo de la Union. Bolívar prestó en efecto el ju ra­
mento que se le exigía ante el cabildo de la villa de San José de
C úcuta; y aunque conocía el origen de aquella suma descon­
fianza con que se le tratab a, lo sufrió todo en silencio, á trueque
de empezar la jornada.
Su primer paso fué enviar al coronel Castillo con 800 hombres
para atacar á Correa que se habia atrincherado en la angostura de
Ja G rita; empresa fácil y de pocos días en que aquel jefe perdió
m ucho tiempo so color de prepararse para la campaña. « De cami« no en Táriba , dice Restrepo, celebró el consejo de guerra que
« habia prevenido el congreso, haciéndole fuera del territorio de la
« Nueva Granada contra lo que él mismo habia opinado, y sin la
<i asistencia del general y de las demas personas que tenían conoci(i miento del estado de la opinion de los pueblos de Venezuela. El
« resultado de este consejo, de que altamente se agravió el general
« Bolívar, como de un esceso notorio de su segundo, fué, que se re■«presentara al congreso ser m u i peligroso atacar á Venezuela
« llevando tan pocas fu e r z a s , y que estas sin duda serian sa~
« orificadas si se avanzaban mas allá de Mérida, bajo el man« do de B o lív a r , cuyas empresas eran temerarias y sin orden
« alguno. El consejo concluía pidiendo al congreso que á la mayor
« brevedad enviara al general Baraya para que m andaseel ejército.»
A pesar de aquella decisión hija del miedo y de la mala voluntad,
las repetidas órdenes de Bolívar se cumplieron al fin, y el enemigo,
arrojado fácilmente de sus posiciones el 4 5 de abril, abandonó tam­
bién la Grita y Bailadores, destruyendo las municiones y los mon­
tajes de su artillería , que no pudo conducir.
Una parle de la división estaba pues en marcha, y la campaña
se habia abierto con una ventaja de importancia en el territorio
que se creía tan difícil invadir. Sin embargo no habían acabado
para Bolívar los obstáculos y sinsabores. El gobierno general, fiel
á su sistema de neutralidad entre los jefes, dió orden á Castillo para
transigir las desavenencias con su rival, y prevalido de esto el jefe
granadino, dejó las tropas en la Grita y Bailadores al mando del
sargento mayor Manuel Ricaurte. Este declaró que no podía p e r-
—
Í54
—
manecer indiferente entre Bolívar y Castillo que era su amigo y
compatriota, y se fue á Cúcuta. El mando recayó entonces en el sar­
gen to mayor Francisco de Paula Santander que se habia distinguido
'en la acción del dia -f 5 ; pero imbuido este joven oficial en las ideas
de Castillo, no quiso ó «o acertó á poner órúen en la tro p a , des­
moralizada ya hasta el último punto con tan criminales reyertas.
La deserción era escandalosa, y aquel cuerpo avanzado se hubiera
sin duda alguna disuelto, si Bolívar no reemplazara á Santander
con el oficial venezolano Rafael Urdaneta. « Eran tantas lasdificul« tades y contradicciones que el general Bolívar esperimentaba pa« ra emprender su marcha sobre Venezuela, que repetidas vezes
« hizo renuncia del mando en jefe, y pidió que se le permitiera ir á
<i Tunja á dar razón de su conducta, y que si esto no era asequi« ble, se le concediera el permiso de seguir á Venezuela con las
« personas que quisieran acom pañarle, proveyéndole el congreso
« de armas y municiones. Llegó á enviar á Tunja al doctor Fran« cisco Soto con esta m isión.» (15) Por último el gobierno nombró
a! brigadier Joaquín Ricaurte por segundo del ejército y aceptó la
renuncia que Castillo hizo de todos sus empleos. Con lo cual, libre
Bolívar de incomodidades, se dispuso á avanzar sin mas demora.
Aquí es donde comienza la historia heroica de Venezuela. Sean
cuales fueren los errores que una vez pasados los peligros engen­
draron la p az, el ocio m ilitar y la am bición, no deben olvidarse
aquellos dias en que un puñado de hombres valerosos osó concebir
y ejecutar con inauditas proezas la libertad de la patria. Justos son
muchos cargos, es verdad, porque cometieron errores que eran una
consecuencia de la exaltación de las pasiones y de las mismas diflcultades que tenian que vencer; pero la ingratitud que quiere ha­
cer de ellos crímenes irremisibles á los creadores de la república,
es mil'vezes mas od osa que la conducta de estos en tiempos poste­
riores, aciagos para su gloria.
Emprendió Bolívar su marcha á Venezuela con 500 hombres,
restos de una escelen te división de mil, que las desavenencias de
Castillo y la conducta de Santander habían, como se ve, casi estinguido. Eran estos los fieles momposinos, 100 hombres que Nariño
habia facilitado y los cuadros del 5o, 4° y 5o batallones de la
Union que el congreso concedió. Por fortúnalos oficiales compen­
saban la falta de número en la tropa. Uno de ellos era U rdaneta,
joven oficial venezolano á quien Bolívar encontró sirviendo en la
Xucva-Gfanada, donde hiciera sus primeras armas. Reuniósele en
Cúcuta con los restos del tercer batallón de la Union , de que era
comandante, y fue nombrado por mayor general de la espedicion.
De ella eran también el comandante A'tanasio Jiraldot y el capitan
Luciano D'EIuyar, bizarros granadinos que la amistad de Urdaneta
determinó á seguir la empresa. El segundo jefe Ricaurle so quedó
en Cúcuta, lo mismo que Santander y otros varios ; pero acompa­
ñaba a Bolívar José Félix R ibas , uno de los jóvenes mas heroicos
de la rovolucion venezolana.
Permaneciendo aun en Mérida el jefe español Correa , ordenó
Bolívar la marcha liácia aquel punto ; pero los realistas lo abando­
naron, retirándose hasta la altura de Ponemesa en Escuque. Y co­
mo los habitantes, libres ya de la fuerza que los oprimía, hubiesen
depuesto las autoridades realistas y le llamasen con instancia, do­
bló las jornadas , y entre vítores y aplausos de aquel pueblo, tan
patrióla entonces como siem pre, hizo su entrada en él en I o de
junio. El dia 5 del siguiente mes declaró que según las órdenes del
congreso granadino, restablecía el gobierno republicano en la pro­
vincia, bajo la misma forma que tenia ántes do la invasión de Monteverdé. Harto contrario á sus bien fundadas opiniones acerca del
pais y sus destinos era aquel paso, y mas en circunstancias de ser
preciso Obrar con vigor y‘-prontitud en los negocios de la g u e rra ,
difiriendo para mejor ocasion el tratar de los políticos, vanos y
ociosos cuando no se fundan en la fuerza que da el triunfo. El au­
mento y organización de su pequeña fuerza ocupó luego todos sus
desvelos; y en ello anduvo afortunado, gracias al entusiasmo que
habían inspirado sus victorias, y al movimiento y actividad que él
sabia comunicar á cuanto le rodeaba. Entre otros ausilios que en­
tonces recibió, fué do los mas útiles y oportunos una compañía de
milicias de infantería, mandada por el capican Vicente Campo
Elias, español que hizo despues grandes servicios á la causa de la
independencia; y la de un piquete de caballería á las órdenes del
ffiayor Ponce, también español. Mucho mayor número de hombres
habría en la ocasion adquirido, si no fuera que careciendo de ar­
mas , se veia en la dura necesidad de despedir á infinitos que se
presentaban de buena voluntad á servir en sus filas.
Como el punto en que nos hallamos de nuestra historia marca
aquella época en que la guerra, hasta entonces fatal solo para los
americanos, va á tomar un carácter sangriento y atroz para ambos
— í5 6 —
partidos , se hace necesario retroceder algún tanto para referir los
sucesos que determ inaron ó , mejor d ich o, forzaron á Bolívar á
adoptar el cruel pero necesario sistema de las represalias. Aun se
hallaba en San José de Cúcuta cuando el coronel venezolano Anto­
nio Nicolás Briceño (el mismo que liemos visto en el congreso de
4811) formó con un cuadro de oficiales y algunos elementos de
guerra que habia llevado á su costa de Cartagena, un pequeño
cuerpo franco, así de estranjeros como de hijos del pais. Pensaba
Briceño obrar independientemente en la invasión de Venezuela y
aun habia formado con sus oficiales el compromiso de dar muerte
á todos los españoles y canarios que cayeran en sus manos, par­
tiendo sus bienes entre ellos, la tropa y el estado. Combatió Bolívar
los planes é ideas del fogoso ex-constituyente, haciéndole ver el
mal que liaría á la causa que defendían la inmoralidad de aquel
convenio, en el cual se hallaba también la promesa de dar un gra­
do militar al que presentase un cierto número de cabezas españo­
las. Ademas de esto tenia Bolívar el temor de que internándose
Briceño en Venezuela con aquel puñado de hombres bisoños, inespertos y malamente dirigidos, proporcionara á los enemigos un
triunfo fácil, origen de desaliento y desmayo en los patriotas. Va­
liéndose pues de la am istad, de la razón y aun de la autoridad que
legalmente ejercía, logró hacerle desistir ó , lo que es mas cierto ,
fingir que desistía de sus proyectos insensatos, y le permitió si­
tuarse en la villa de San Cristóbal, como lo habia pedido, para dis­
ciplinar sus reclutas.
Fuera ya del alcanze de Bolívar, la prim era diligencia de Briceño así que hubo llegado á S. C ristóbal, fué publicar un edicto de­
clarando la guerra á m uerte y ofreciendo la libertad á los esclavos que
m ataran á sus amos canarios ó españoles. Y queriendo inspirar mas
terro r con ju n la r la ejecución á la am enaza, mandó pasar por las
armas á dos de estos, honrados y pacíficos que habia en la villa,
enviando á Castillo una de las cabezas y la otra al mismo Bolívar.
El coraje del general al ver el atroz presente con que aquel frené­
tico hacia burla de sus órdenes é insultaba su autoridad, es ménos
para dicho que para pensado. Luego al punto dispuso que otro ofi­
cial pasase á reemplazarle y le enviaje preso á Cúcuta para que
fuese juzgado en consejo de guerra; mas no bien supo Briceño
aquella disposición, abandono á S. Cristóbal con su pequeña fuerza
que consistía en mui pocos aunque buenos oficiales, y algunos pé­
— m
—
simos ginetes allegados en los pueblos granadinos de Bochalema y
Chinácota , gente aquesta que en su vida habia montado á caballo.
Entróse pues por la montaña de S. Camilo, con el intento de no pa­
rar hasta Guasdualito; y así como salió á lo llano supo que el jefe
español Don José Yáñez con una columna de 300 hombres se habia
dirigido sobre el pueblo de A rauca. para batir algunas tropas repu­
blicanas de Casanare. Favorable le pareció, y lo era en efecto, se­
mejante coyuntura para llegar sin tropiezo al lugar de su destino,
y aun para cooperar con los casanareños á la destrucción del ene­
migo común. Hizo la traición que se malograra su buen deseo, por­
que advertido Yáñez de sus intenciones y fuerzas por unos hateros
que le dieran hospedaje, volvía ya aceleradamente en su demanda
cuando acababa apenas de ponerse en marcha.
Al avistar ¿ su contrario, conociendo Briceño , como adverti­
do, su mala posicion, ordenó la retirada; mas no eran sus sol­
dados los que podian ejecutarla ordenadamente en inmensas y
desabrigadas llanuras, y al frente de u n enemigo superior. El re­
pliegue en efecto no fué desde el principio sino una fuga precipi­
tada y confusa en que , perdida toda formación m ilitar, procuró
cada cual salvarse como pudo. Pocos oficiales bien montados y gine­
tes pudieron conseguirlo : Briceño y otros siete fueron cogidos pri­
sioneros : todo lo demas quedó m uerto en el cam po, sin oponer
lam as pequeña resistencia. El desenlaze de este drama estrafalario
y odioso fué correspondiente á sus principios, pues el comandante
español de Barínas Don Antonio Tiscar mandó fusilar á Briceño y á
sus compañeros , en justa represalia, es verdad ; mas no puede
decirse lo mismo de varios vecinos inofensivos á quienes por sus
connotaciones ó amistad con el cabeza de aquella loca empresa hizo
matar también , sin haberles probado que tuviesen la mas pequeña
parte en ella.
En Mérida recibió Bolívar la noticia de estas ejecuciones, y en­
tonces fué cuando concibió el mas grande y trascendental de sus
Pensamientos revolucionarios: el de la guerra á muerte. De hecho
estaba esta declarada y se hacia por los españoles con nofable vio­
lencia : las matanzas en el P erú, en Quito , Popayany Méjico: las
mas recientes y horribles de Antoñánzas y Zuazola: las proscrip­
ciones y latrocinios de Monteverde : la conducta de Tiscar con los
Vecinos de Barínas : las leyes españolas en fin, que condenaban á
W uerte'irremisible á los rebeldes, todo demostraba que el patriota
americano no podia esperar de sus enemigos olvido ni .perdón.
Cierto es también que la generalidad de los .militares venezolanos
habia recogido la prenda de aquel combate sin misericordia : Bri■ceño últim am ente, y imas ántes en el-Magdalena Miguel Carabano
y Campománes dieran de elIo>ejemplo, escandalizando ál 'puebla
y á las tropas granadinas, opuestas á semejantes represalias. Estos
■oficiales, no solo (procedieron sin autorización, sino que fueron
reprendidos por el gobierno-granadino y poí'Bólívar mismo; pero
al cabo dos hechos decisivos en la cuestión estdban dem ostrados:
uno que los españoles eran agresores en la guerra á muerte : otro
que las tropas venezolanas estaban dispuestas á aceptarla y hacerla
con igual rigor que sus contrarios. Todo se reducía pues á saber si
los am ericanos, declarados traidores por la regencia y-degollados
sin piedad en todas p a rte s, se vengarían oscuramente de sus'ene­
migos , ó si añadirían al placer ó la justicia de la venganza, la útilidad depublicarla con franqueza; de hacer de ella una l<4 al -ejér­
cito y al p u eb lo ; de separar á los españoles de los venezolanos; de
inspirar ánimo en estos, en aquellos terror ; de dar en fin sobre
sus fuerzas, su valor y decisión una idea formidable, capaz de
atraerles la confianza de los unos y el respeto de los otros. Aunque
todas estas consideraciones eran de una verdad y una fuerza irre­
sistible, Bolívar no quiso dar todavía á su resolución un carácter
definitivo y solemne. Contentóse por el pronto con publicar una
proclama ( 8 de ju n io ) en que amenazaba á los realistas coii un
odio implacable y una guerra de estermiúio. Vacilaba aun su sen­
sibilidad : acaso quería dar tiempo á que sus enemigos variasen de
conducta : y sobre todo ignoraba las crueldades ejecutadas por ellos
en las provincias orientales.
Mas no bastaba amenazar; era preciso apoyaren el triu n fó la
osadía, para no darle el aire de una ridicula fanfarronada. Así
que, inmediatamente dispuso .marchar sobre Trnjillo y comisionó
•á D’Eluyár para desalojar á los españoles de las'posiciones que ocu­
paban en Ponemesa. Correa no aguardó'el ataque y-se embarcó en
Moporo para Maracaibo; de modo que la vanguardia dé los patrio­
tas al mando del coronel Jiraldot hizo su entrada sin oposicion en
■Trnjillo. Aun quedaba en Carache un cu erp o 1de 430 enemigos
mandados por el marino español Cañas. Destinado c'ontra el Jiraldot,
le alcanzó en el sitio de Agúa-obispos, y después de un combate
íeñido , le batió com pletamente, tomándole cien1p ris io n e ro ss u s
— M'59
armas todas y sus municiones. En menos deam mes conqúisló pues
Bolívar dos provincias venezolanas ; y desde su entrada en el ter­
ritorio granadino hasta el tiempo en que vamos líabia derrotado
varias vezes á los enemigos por sí ó .por sus 'tenientes, con fuerzas
inferiores, y libertado el estenso pais-que’ media etttre Tenerife y
Trujillo.
Ensesta eiudad quedaba term inada'la mision«que ‘le habia con­
fiado el congreso; pero afortunadamente para Venezuela, una
comision nombrada por esle para, dirigir-las operaciones militafes
no habia-podido reunírsele. Detenerse allí para'solicitar el permiso
de pasar adelante ó para esperar á los comisionados, era eSporter el
éxito de la campaña : primero, porgue era mui probable que el con­
greso no consintiese en ello : segundo, p o rq u e ra ’C om ision com­
puesta de un abogado , un canónigo y un¡coronel con talento, pero
rutinero y m etódico, no podia cuando m a s sino -emSarazarle y
a b u rrirle : tercero, en (¡n , porque'la-celeridad en sus operaciones
era la única cosa que podia compensar la- pequeñéz de sus fuerzas
y la escasez de sus recursos. La rapidez es en la guerra , bien así
como en todo negocio hum ano, la mitad de la fortuna, porque
esta no se compone sino de previsión y actividad. El que se anticipa
á su-enemigo , le destruye antes de estar preparado. Sobrecoge el
prim er golpe no-esperado, los otros repelidos sin ce¿ar, descon­
ciertan , abaten y hacen perder con el valor la esperanza. Con la
actividad se multiplican las fuerzas y se obtienen á menos costa las
victorias , porque el pavor las falicita. Bolívar desobedeció, si se
quiepe, al congreso , pero salvó á sú p atria, tomando sobre sí la
responsabilidad de marchar adelante en lugar de consumir en la
inacción sus recursos y dar lugar á que los enemigos, repuestos de
los primeros sustos y quebrantos, volviesen sobre él y le acabasen.
Otra causa le impulsó d tomar esta atrevida resolución. Hasta
entonces no habia conocido sino imperfectamente los males que
afligían á su pais, pues allí por la primera vez fué donde supo los
crímenes de'Cervéris, Zuazola y Antoüánzas, las demasías de los
catalanes y canarios, y la conducta siempre débil y siem pre trai­
dora de M onteverde, 'cuando se trataba de oprimir ó-vejar á los
americanos. Creció pues con esto su deseo de continuar su marcha,
pareciéndole tanto mas propicia la ocasion , cuanto que el esceso
mismo de la tiranía realista debia -hacerle hallar amigos y socorro
por doiquiera entre sus víctim as, ansiosas de venganza. Masen
— 440 —
este crítico momento juzgó también necesario establecer igualdad
en una lucha que hasta entonces se habia hecho con mucha des­
ventaja para los americanos. Las autoridades españolas violaban
las capitulaciones y tratad o s, porque según ellas ningún pacto con
traidores podía ser obligatorio para leales súbditos del rei. El sis­
tema contrario adoptado y seguido por los patriotas en este punto
y en el degüello de los prisioneros, hacía menos aventurado com­
b atir contra ellos que por ellos. Pedia pues la justicia que el peligro
fuera uno para todos y que la elección de causa dependiera de la
opinion de cada cual, no del menor riesgo de cierto partido en una
lucha desigual con su contrario. Y luego, hacer la guerra á muerte
sin declararlo, era dar á las víctimas de una represalia necesaria el
derecho de quejarse del horrible engaño que hasta entonces habiaii
usado los realistas. Bolívar en fin , ya resuelto á tomar la gran me­
dida redentora, publicó en Trujillo el -15 de julio el famoso decreto
en que declaraba la guerra sin cuartel, o Españoles y canarios,
« d e c ia , contad con la muerte aun siendo indiferentes, si no
« obráis activamente en obsequio de la libertad de la América.
« Am ericanos, contád con la vida aun cuando seáis culpables. t>
No se podia espresar en menos palabras , ni mas concisas , ni mas
enérgicas aquella terrible necesidad. Esas palabras eran de aquellas
con que el hombre fuerte , de grande espíritu y profundas pasio­
nes , domina y arrebata las almas inferiores, y á pesar suyo las
conduce á ejecutar los vastos fines que él solo es capaz de concebir
y pretender.
Luego que Bolívar llegó á Trujillo se ocupó en restablecer el go­
bierno republicano, como ya lo habia hecho en Mérida , y en au­
m entar su reducida tropa. Consistía aquesta entonces en 500 hom­
bres que formaban la vanguardia al mando de Jirald o t, y en 500
de la retaguardia, que estaba aun en Mérida á cargo de Ribas. Si­
tuados de este m odo, la posicion de los patriotas era en estremo
falsa , porque tenian á su costado izquierdo la plaza de Maracaibo
que en cualquier tiempo podia invadir el territorio desde Cúcuta
hasta Trujillo : á la derecha estaba Barínas , donde Monteverde
liabia hecho reunir á las órdenes de Tiscar mas de 2600 hombres,
con el intento de invadir la Nueva Granada : al frente estaba el
mismo Monteverde con todas las tropas que le habían servido para
sujetar á Venezuela y con los recursos de todo género que podia
sacar de las mas ricas provincias: Coro, en fin, por otro lado,
—
\h\
—
fiel á los realistas y mandada por Cevállos, amenazaba siempre.
Necesario era un patriotismo tan decidido como el de las provincias
de Mérida y Trujillo para decidirse á tom ar parte en las operacio­
nes de Bolívar, sabiendo que al m ovérselas fuerzas libertadoras
podían y debian ser invadidas por cualquiera de sus flancos; y
también un espíritu tan heroico como el de Bolívar y sus conmili­
tones para proseguir alegremente una campana q u e , aunque
abierta con felizidad, parecía deber tragarse hombres y cosas á n tes de llegar á término dichoso.
Siendo entre tantos peligros mas inmediato que ninguno el de
Barínas, salió Bolívar con la vanguardia hacia Guanare por el ca­
mino de Boconó, miéntras que Ribas para seguir este movimiento
emprendía la marcha desde Mérida por las Piedras y ¡N'iquitao,
guarecido de los montes.
Al salir Bolívar de Trujillo habia dejado allí al mayor general
Urdaneta con 50 hombres de tropa, para poner en marcha una
parte del material de la división que quedaba rezagada. Esta cir­
cunstancia fué causa de que el mayor, desempeñada ya la comision,
se encontrase con Ribas en Boconó y pernoctasen allí juntos. Esa
misma noche supieron que 800 enemigos á las órdenes del coman­
dante español Marti acababan de llegar desde Barínas á ¡N'iquitao
por el camino de Caldera. Este movimiento había sido dispuesto
por Tiscar en la falsa creencia de que Bolívar habia seguido de
Trujillo al Tocuyo, via de C arache, y para interceptar sus comu­
nicaciones con la Nueva Granada. Era indispensable que Marti
supiera luego al punto , ó con mui poca dilación el error de su jefe
y la marcha de los patriotas; y en ese caso por torpe que se le su­
pusiese, debia tomar una de dos resoluciones , igualmente fatales
para estos : una la de regresar por el mismo camino á reforzar á
Tiscar, amenazado por Bolívar : otra enviar aviso al primero y
picar la retaguardia del segundo, cogiéndole irremisiblemente
entre dos fuegos/Por el contrario, batido M arti, los republicanos
dejaban libre su! espalda, y el gobernador de Barínas entregado d
sí m ism o, resistiría con suma dificultad al esfuerzo de sus huestes
reunidas y victoriosas. Pero ¿cómo atacar á 800 hombres con 550,
la mayor parte indios de M érida, insubordinados y bisoños ? Resol­
vieron hacerlo / sin em bargo, los dos jóvenes p atrio tas, con razón
Persuadidos de que la importancia de los resultados á que el
_
142 —
triunfó debia conducir, justificaba sobradamente aquel prudente
arrojo.
AI pié de la cordillera-que separa de las llanuras de Barínas la
comarca de TNiquitao, liai un espacio de tierra abertal'que llaman
las, Mesifas, corlado por zanjas y grietas abierlas por el curso de
las aguas. Este fué el punto donde se encontraron los dos cuerpos
enemigos al siguiente d ia , y en él se trabó un combate que duró
desde las nueve de la mañana hasla las cinco de la fard e, con un
encarnizamiento igual á la importancia que daban los combatientes
á su 1resultado. Por fia1vencieron los patriotas : todas las arm as dé
los realistas quedaron en su poder y obra de -550 prisioneros que
por ser americanos agregó Ribas á sus tropas , reemplazando ven*
tajosamente con ellos á los indios de M érida, que despues del cóm­
bale se fueron d sus casas cargados de botín. Aquel dia fué tan
glorioso como útil á las armas republicanas : él decidió de la cam­
paña. Bolívar al saber de sus tenientes la nueva de tan feliz jo r ­
nada, apresuró sus marchas sobre Barínas; pero T iscar, que tam ­
bién habia tenido noti< ia de ella por algunos fugitivos , abandonó
al punto la ciudad1, retirándose a N u trias, vivamente perseguido
por Jiraldot. No creyéndose seguro a l l í , se embarcó para Angos­
tu ra, dejando saqueada la-poblácion. Mucha parte de su gente se
dispersó y otra con Yáiíez descendió desde Guasdualito por el'interio r de la actual provincia de Apure y se encerró en San Fernando.
Y m iéntrasde este modo huian,despavoridos los enemigos, dejando
libre ta provincia de Barínas , organizaba Bolívar el gobierno de
esta y preparaba su hueste á nuavas lides.
La ocupaeion de Barínas y Guanare abrió un. vasto-campo de
esperanzas y recursos-al ejército libertador. Allí se comenzaron á
reu n ir y d montar los» primeros cuerpos de cabállería , y se dió
principio á la organización de la in fantería, empezando por crear
el batallón de Valerosos Cazadores al mando del comandante español
Santinelli; aunque-á decir verdad-lodo se requeia á ju n tar los
hom bres, armarlos y nom brarles oficiales quW los pusieran en
m archa, sin disciplina n i ejercicios. porque toao dependía enton­
ces de la celeridad en los movimientos, y no habia tiempo que per­
der. Tomadás-estas-disposiciones y las que exigía la defensa de Ba­
rínas p a ra d -c a so dé que fuese invadida-por las-tropas de Yánez,
dispuso Bolívar que Ribas siguiese, no i ya su marcha trasversal
—
U5, —
hacia Guanare» con la división victoriosa)en N iquitao, sino una
directaj y progresiva al Tocuyo por els camino de Biscucuy y el
Humucaro-alto. Las tropas de Jiraldot debían regresar de N utrias,
y élmismo con -ellas seguirta.por Guanare el «camino de las llanu­
ras hacia Ospino, Araure y, San; Garlos. Urdaneta fué llamado
á Guanare y allí nombrado por Bolívar jefe de vanguardia.
Taii despartimiento de sus reducidas fuerzas en dos líneas tra ­
montanas una de otra:, aunque peligroso con espertos enemigos,
probó escelente; a-Bolívar por torpeza dé estos. Al »principio ju z­
gando que.'él y todas sus tropas se dirigían por las lla n u ra s, se
apresuraron los realistas¡á. cerrarle el p a s o ': el>jefe español Don
Francisco Oberto, que cubría á Barquisimeto con una columna
de SOOánfantesy 190 ginetes, tomó posiciones en la villa de A raure:
otro cuerpo de 1200 hombres al mando del coronel*Don Julián
Izquierdo ocupó la villa.de San Cárlos. En.esta situación los dos
jefes realistas se podían dar-fácilm ente la mano : reunidos en
Araure y previniendo á Bolívar, les hubiera sido fácil destruirle
con una masa imponente de mas de 2 0 0 0 1hom bres, ántes que
Ribas hubiera,podidosalirles á la espalda.por la angostura de Bar­
quisimeto ó embestir á San Garlos por* la montaña del Altar. Otro
partido tenían, y era el de caer, también juntos sobre Ribas, batirle
á-su,salida>al valle do Barquisimeto y regresar á Araure ó á S a n
Cárlos por los caminos indicados; si no preferían«salir por Nirgua
al camino :que media entre San Cárlos ¡y Valencia, logrando la ven­
taja de reunirse áMonteverde. Todo era-tanto mas .hacedero, cuanto
que Jiraldot no se habia reunido aun,¿ Bolívar (n i se reunió hasta
San Cárlos muchos dias despues) y. este no tenia á la mano
sino una avanzada de 10 0.infantes y 50 caballos al mando de Urdaneta.
Un esceso de confianza en las fuerzas respectivas, y su habitual
indolencia y desunión' perdió en esta vez á los realistas. Oberto al
saber, el .movimiento de R ibas, se creyó , como lo era en efecto,
mas fuerte que é l , y abandonando su posicion de Araure, prefirió
al caminO'de Acarigua y.Sanare , el de Sarare¡para interponerse
entre él. y Barquisimeta^ Así,1o consiguió", encontrándole «I 22 de
jnlio*n diSÍtió de Ios-Horcones, que demora-entremedias de aquella
ciudad y-del Tocuyo. Ribas-no-tenia sino SOO soldados; cerca del
doble su enemigo, y ademas - d osj p i e z a s 'de-artillería- y escelentes
p o sic io n e sn o titubeó-sin embargo un-momento en atacarle. El
choque íué crudo , pero pronto y decisivo el éxito en favor de los
p atrio tas: los realistas se dispersaron arrojando las arm as, y todo
cayó en poder del vencedor.
Este triu n fo , así como el de Niquitao, fuá de una importancia
c a p ita l: él aumentó hasta un grado estraordinario junto con la
confianza de los republicanos, el terror de sus enemigos. Bolívar
que empezaba ya á tener en su fortuna la confianza que jamas le
abandonó despues, habia enviado á Urdaneta contra O b erto ,
creyendo á este en Araure todavía. Afortunadamente para el mayor
general y su avanzada , el jefe español habia marchado ya para
Barquisimeto, y’con este motivo siguió á San Carlos el republicano,
reforzado para aquel tiempo con algunos piquetes de caballería que
de Barínas y Guanare le llevara el comandante Teodoro Figueredo.
De este modo Izquierdo supo á un tiempo la rota de los Horcones
y la aproximación de las tropas de Bolívar. Desde entonces perdió
la cabeza el jefe español, y sin averiguar la fuerza de sus enemigos
n i prepararse á ninguna especie de defensa, emprendió la retirada
hácia Valencia. En el Tinaquillo recibió orden de Monteverde para
regresar á San C árlos, y aunque rehusó obedecerla , por creerla
de imposible ejecución, se detuvo en aquel punto para re c ib ir,
como en efecto recibió , refuerzo de hombres.
Esta circunstancia fué causa de que Bolívar, despues de su en­
trada en San Cárlos el 28 de ju lio , se detuviera allí dos dias espe­
rando la llegada de las tropas que habia dejado á retaguardia.
Reunidas estas, pasó revista á 2500 hombres llenos de brío y buena
voluntad, y con ellos emprendió su marcha contra Izquierdo , que
habia hecho ascender su división á 2800 soldados ,1amayor parte de
m ui buena infantería. La descubierta de los republicanos encontró
el 51 las avanzadas enemigas en unas alturas que separan las tier­
ras llanas que decimos Sabana de los Pegones, de las del Tina­
quillo. Consiguió el mayor general no solamente desalojarlas, sino
hacer gran núm ero de/prisioneros; pero cuando pasó al otro lado,
vió que toda la huesie enemiga estaba en buena ordenación de ba­
talla , y apercibida para ella. Convenia el combate á los patriotas,
así para impedir que se juntasen á Izquierdo nuevas fuerzas con
Monteverde, como para utilizarse de la ventaja que oirecia el ter­
reno á los movimientos de la caballería, en la cual se fundaba la
principal esperanza de aquella jornada. Toda Ja atención de Urda­
neta se dirigió pues á entretener al enemigo para impedirle la re-
— 445 —
tirada , m ientras llegaba Bolívar. Así en efecto sucedió. Y cuando
todos los patriotas estuvieron reu n id o s, conociendo Izq u ierd o ,
aunque tarde, su e rro r de haberlos esperado en aquel sitio, cambió
su formación y en colum na cerrada tomó la vuelta de Valencia. En
T año pretendieron los republicanos desordenar ó detener siquiera
á los realistas con rigorosas cargas de cab allería, porque rechaza­
dos siem pre, veian con dolor que apenas u n pequeño espacio de
llanura separaba ya á sus contrarios de la serranía. El dia entre
Janto se p a s a b a , y aquella victoriosa retirada iba á complicar las
operaciones , á poner en contingencia la cam paña y acaso á a rre ­
batarles gran parte de sus frutos. En oeasion tan peligrosa se ocur­
rió al medio de m ontar en las ancas de los caballos los mas infantes
que posible fuese, para que , ausiliados por sus fuegos , pudiesen
los ginetes intentar un grande esfuerzo. En efecto U rdaneta, Jirald o t, D’E lu y ar, Figueredo y otros jefes dirigieron este movimiento,
y cuando estuvieron cerca del enem igo, apearon inopinadamente
sus peones. Sobre el desorden y confusion que produjo la prim era
descarga, se lanzaron sobre las filas enem igas, penetraron hasta el
centro de las colum nas, las arrollaron , las acuchillaron , hicieron
«n ellas horrible m ortandad. Tan impetuoso fue el e m p u je, que
los enemigos quedaron á retaguardia , situados por consiguiente
entre la caballería y la infantería de los patriotas. Izquierdo, mal­
herido cuando peleaba valerosamente en medio de los suyos, fue
levantado del campo de batalla y llevado á San Carlos, donde m urió
poco después. H om bres, arm as, p arq n e , bagaje , todo cayó en
poder de B olívar, no habiendo podido escapar sino un oficial á
caballo, que llevó á Monteverde la noticia del suceso. La campaña
estaba concluida.
El ejército republicano hizo noche en el sitio de las Hermanas,
y al amanecer del 4 .° de agosto emprendió su marcha hácia Valen­
cia , cuya ocupacion juzgaba Bolívar que le seria disputada por
Monteverde. Pero aterrado este con tantos contratiem pos, é igual­
mente pusilánime en la adversidad que fiero en la ventura, huyó
el mismo dia á encerrarse en P uerto-C abello, llevando consigo
250 hombres de infantería y algunos caballos. En su fuga precipi­
tada apenas se dilató lo suficiente para escribir á F ie rro , m andán­
dole defender la capital; orden vana é insensata, alentó que ya no
habia en pié ningún cuerpo de tropas capaz de resistir en parte
alguna á los patriotas.
BIST. 3I0D.
— -146 —
Tan cierto e r a , que Bolívar , ocupada que fué Valencia el 2 ,
arregló el gobierno de la ciu d ad , dispuso las operaciones que de­
bían emprenderse contra Puerto-Cabello , y encargando de una y
otra cosa á Jiraldot, se puso luego en marcha hacia Carácas. No
condenemos su impaciencia por gozar en la tierra natal del triunfo
merecido : en esta ocasion á su justísimo deseo se unia la necesidad
de libertar aquella considerable poblacion , la de utilizarse con sus
muchos recursos, la de aniquilar en fin el foco principal de las
intrigas de los enemigos.
Al llegar á la Vicioria encontró varias personas respetables de la
ca p ita l, que Fierro enviaba á su encuentro pidiéndole la paz ; en
la cual convino concediéndole una honrosa capitulación. Pero por
la cuenla el jefe español no quería sino ganar tiem po, ó por ven­
tura le decia la conciencia que no debian atenerse á la fe de otros
los que tan mal habían guardado la suya. Ello es cierto q u e , te­
miendo á Bolívar todavía mas que Miranda temió a Monteverde,
el mismo dia en que se ajustaba el tratado se embarcaba él en la
Guaira para Puerto-Cabello, abandonando villanamente sus tropas
y partidarios á la merced del vencedor.
Este entró en Carácas el dia 7 eu medio de los vítores y aplausos
de un pueblo numeroso que le apellidaba libertador de su pais.
Un aiío antes habia salido de aquella ciudad oscuro y desconocido,
bajo la proíecciou de un español mas honrado y bueno que valioso,
y con seguro de ese mismo Monteverde que hoi huia despavorido
de su encuentro. Por lo pronto, repugnándole manchar el triunfo que
acababa de obtener, con crueles represalias, ó violar su decreto de
guerra á m u e rte, privándolo de sus grandes efectos, concibió una
idea piadosa y justa para salvar un crecido número de españoles y
canarios de todas clases, que la fuga de Fierro habia dejado sin
ninguna garantía de seguridad en su poder. Fué la de nombrar
una comisioiTcompuesta en gran parle de estos mismos infelizes,
á fin de que pasando á Puerto-C abello , pidiesen á Monteverde la
ratificación del convenio que les salvaba la vida. Pero el bárbaro
caudillo de los realistas, despues de haber comprometido á aquellos
hombres con sus tropelías y violencias, los entregó sin piedad al
rigor del vencedor, negándose á todo avenimiento. F ie rro , según
é l, no habia tenido facultad para hacer el tratado, y por su parte
« jamas convendría en unas proposiciones impropias del carácter
« y espíritu de la grande y poderosa nación á que pertenecía, » Así,
— m
—
cuando la mísera España defendía á duras penas su propio territoríio, psrdia sus colonias por la ignorancia, la crueldad y el or­
gullo de los hombres que con tan poco discernimiento habia enviado
á gobernarlas.
Oíros negocios no menos importantes ocuparon también*los pri­
meros días de la entrada de Bolívar en Caracas. En el 8 anunció
por una proclama el restablecimiento d cla república, bajo las auspi­
cios del congreso granadino. Por otra convidó á los eslranjeros á
establecerse en el'pais con sus industrias, ofreciéndoles ilimitada
pro'eccion. Y deseoso en fin de conciliar ¡a libertad política y civil
de los ciudadanos con la energía que necesitaba el gobierno , in ­
vitó á los hombres de saber y patriotismo para que le dieran su
parecer sobre la forma provisional que conviniese dar á la admi­
nistración.
Con este motivo presentó Francisco Javier üztáriz un proyecto
que fué adoptado con algunas modificaciones. Por él se disponía
que el poder ejecutivo residiese en el general en jefe del ejército :
que se estableciese en Caracas un supremo tribunal de justicia y
que todos los ramos de la administración corriesen á cargo de va­
rios magistrados dependientes del supremo director de la guerra.
En cada provincia habría un gobernador m ilitar, otro político:
aJemas varios corregidores para el servicio municipal y la admi­
nistración de la justicia ordinaria, quedando los cabildos con mui
escasas facultades. Este gobierno,, que en realidad no era otra cosa
que la dictadura , debía regir hasta-la conclusión de la guerra; y
así lo participó Bolívar al congreso de la Nueva G ranada, dándole
cuenta de los motivos que liabian impedido el restablecimiento
del sistema federal.
En aquel tiempo los republicanos estaban divididos en dos par­
tidos principales : u n o , aferrado á las divisiones provinciales,
aspiraba á hacer triunfar el federalismo, no bien convencido de
que este hubiese-sido causa de las desgracias del p a is, ó por lo
dénos no queriendo confesarlo : otro profesaba el principio de la
unidad y la concentración en el gobierno, como único medio de
fuerza y consistencia. A la cabeza de aqueste se hallaba Bolívar ,
manifestando siempre con enérgica franqueza su repugnancia pro­
funda y decidida por la constitución del año undécimo. Sostenía
que sin unidad é indivisibilidad n o podía haber salud para la pa­
tria : que-un estado homogéneoen idioma, religión, producciones)
— -148 —
usos y costumbres no podía adm itir el sistema federal sino en un
instante de delirio, y echando en el clvido sus mas caros intereses:
que un estado amenazado de una guerra larga y sangrienta se per­
dería irremisiblemente rigiéndose por é l ; y finalmente, que cuando
la situación política, física y m ilitar de Venezuela no aconsejasen
rechazarlo , convendría por lo menos diferirlo hasta q u e , libre y
tran q u ila, pudiese con mayor espacio y reflexión dedicarse á pen­
sar en el gobierno mas conveniente á su ventura. Al frente del
otro bando se veian algunos patriotas distinguidos, pero ilusos,
que ya creían conseguida la independencia; que no renunciaban
por ningún desengaño á seguir el ejemplo de los norte-americanos,
atribuyendo solo á las leyes su prosperidad; y que sin confesarlo
temian ya en Bolívar el vasto ingenio y la ambición que siempre lo
acompaña.
El partido de Bolívar.triunfó como liemos visto, porque él es­
taba de parte del instinto general que en los peligros inclina á la
unidad y la fuerza ; pero no rué sin grande oposicion de los gober­
nadores d é la s provincias, y particularm ente del de Barínas, que
armó con este motivo y de oficio gran disputa. En esta ocasion le
decía Bolívar con fecha -15 de agosto : « A nada ménos quisiera
« prestar m ateria que á las sospechas de los zelosos partidarios del
« federalismo, que pueden atribuir á miras de propia elevación las
« providencias indispensables para la salvación de mi p a is ; pero
« cuando pende de ellas la existencia y fortuna de un millón de ha« hitantes y aun la emancipación de la América entera , toda con« sideración debe ceder á objeto tan interesante y elevado. Lamento
« ciertamente que reproduzcáis las viciosas ideas políticas que en« tregaron á débil enemigo una república entera, poderosa en pro(i porcion. Recórrase la presente cam paña, y se hallará que un
« sistema mui opuesto ha restablecido la libertad. Malograríamos
a todos los esfuerzos y sacrificios hechos si volviéramos á las embaa razosas y complicadas formas de la administración que nos per« d ió .... ¿ Cómo pueden ahora pequeñas poblaciones impotentes y
« pobres aspirar á la soberanía y sostenerla....? En la Nueva Gra« nada la lucha de pretensiones semejantes á las vuestras degeneró
« en una abominable guerra civil' que hizo correr la sangré ameri« cana, y hubiera destruido la independencia de aquella vasta re« gion sin mis esfuerzos por conseguir una conciliación y el reco« nocimiento de una suprema auloridad. Jamas la división del po-
— -149 —
« der ha establecido y perpetuado gobiernos; solo la concentración
« lia infundido respeto, y yo no he libertado á Venezuela sino para
« realizar este mismo sistema. ¡ Ojalá hubiera llegado el momento
« de que pasara mi autoridad á otras m an o s! Pero mientras dure
« el peligro actu al, á despecho de toda oposicion llevaré adelante
« el plan enérgico que tan buenos sucesos me ha proporcionado__
« Si un gobierno, descendiera á contentar la ambición y la avaricia
(i humana , pensad que no existirían pueblos que obedeciesen. Es
« menester sacrificar en obsequio del orden y del vigor de nuestra
« administración las pretensiones interesadas ; y mis innovaciones,
ii que en nada se esceden de la práctica del mas libre gobierno del
(i mundo, serán sostenidas á toda costa, por exigirlo mi deber y mi
« responsabilidad. »
Este lenguaje de Bolívar y la autoridad absoluta que aceptó de
manos de una ju n ta incompetente para delegársela, hallarán acaso
censores h o i , que ya mui distantes del tiempo en que usaba de uno
y otra, no nos hacemos cargo fácilmente de las penosas circunstan­
cias que por todas partes Je rodeaban. Dígase lo que se quiera en
punto á la legalidad, lo que no tiene duda es que la dictadura era
absolutamente necesaria , y que para el pais fué una gran fortuna
que Bolívar tuviera bastante arrojo para apoderarse del mando, y
habilidad bastante para hacerla respetar en su persona. Los acon­
tecimientos que se sucedieron lo irán probando mas y mas á cada
paso , sin necesidad de largos y enojosos comentarios.
En las felizes operaciones militares de las provincias de oriente
vamos á ver de ello una demostración palpable. Volvamos pues á
anudar la narración de lo ocurrido en sus com arcas, las cuales
perdimos de vista desde que Monteverde, escapado como él decia
de milagro, volvió á Carácas mollino y m altrecho, despues de la
rota de Maturin en 25 de mayo.
La impotencia de los españoles en Cumaná dejó á Marino el
tiempo necesario para reunir sus mejores tropas y disponer el ata­
que que meditaba contra aquella plaza. Un inconveniente al pare­
cer invencible se le presentaba en la falta de marina que oponer á
la española con que Dan Francisco de Salas y Echeverría infestaba
la costa de Güiria y el golfo de Cariaco ; pero á este suplió el patrio­
tismo de los margaritenos. Causados estos de sufrir la tiranía del
coronel Don Pascual M artínez, uno de los hombres mas crueles de
aquel tiempo, tomaron las armas el 5 de junio y capitaneados por
— 150 —
el joven José Rafael Guevara, proclamaron el i establecimiento de
Ja república. Martínez corrió á encerrarse en el castillo de Pam,patar; pero atacándole a llí, le rindieron é hicieron prisionero.
.Entonces fue cuando, puesto en libertad el coronel margariteño
Ju a n Bautista Arizmendi, tomó este caudillo , despues tan célebre,
el mando de la isla. De él supo Marino lo ocurrido ; y lo que es
m a s, de él recibió la espontánea promesa de socorros oportunos y
abundantes. No fué aquella oferta v a n a , pues bipn pronto estu­
vieron armadas y equipadas tres goletas y otros ljuques menores
hasta catorce, que á las órdenes del comandante Jóse Bianchí par­
tieron á bloquear a Cumaná. También envió á IVíariño armas y
municiones, con las cuales se vió este de allí á poco en estado de
asediarla plaza, como lo hizo, colocando en el sitio de Capuchinos
su cuartel genera!.
Desde aquel punió y despues de diez ataques en que habia salido
siempre victorioso, dirigió el último dia de julio al gobernador
Antoñánzas una intimación para que rindiera las armas en. el tér­
mino de dos horas, á lo que contestó con arrogancia el espaüol,
diciendo que imitaría el ejemplo de Sagunto. Pero mui otra era su
intención , pues aunque tenia 800 hombres y abundante artillería
de grueso calibre , un terror pánico se habia apoderado¡en todas
partes de aquellos malos servidores del rei. Así fué que poniéndose
inmediatamente á bordo de la escuadrilla que tenia en el puerto.,
se trasladó á la boca del rio , desde donde pensaba aprovechar el
prim er descuido de Bianchi, y fugarse para alguna colonia inme­
diata. Para mandar en Cumaná nombró al sargento mayor Don
Juan N’epomuceno Quero, venezolano que habia abandonado la
=causa de los patriólas y á quien ya vimos llamando á Monteverde
■desde Carácas en tiempo de Miranda. Antoñánzas quiso engañar á
su comisionado diciéndole que entretuviera al enemigo miéntras
él iba á buscar ausilios para defender la plaza; pero este que uo
era ni lerdo, ni un Leónidas, aceptó el encargo, no para sostener
la bravata del gobernador, sino para im itar su ejemplo. En con­
secuencia el primer cuidado suyo fué enviar al campo de Marino el
2 de agosto un parlamentario con propuestos de ajuste y rendición;
pero lejos de aguardar el resultado, se díó prisa á embarcarse con
sus Oficiales y tropa , despues de haber inutilizado los pertrechos'y
clavado los cañones que no podia llevar consigo. Apercibido Marino
del engaño en el momento mismo en que acababa de firmar con
— 454 —
el enviado de Quero las condiciones del tratado, se trasladó inme­
diatamente á C um aná, desclavó un canon y con él hizo grande
estrago en los fugitivos. Ei gobernador no habia podido aun salir
del puerto, por lo que reunido á Quero, siguieron juntos en ocho
embarcaciones para ganar el m a r ; pero Bianchi que estaba á la
mira, los persiguió.con tanta eficazia, que apresó cinco de e llrs ,
escapando solo mui averiadas tres con Antoñánzas y su teniente. El
primero iba malherido y de resultas murió de allí á poco en Cu­
razao. Así por esto como por las dificultades del em barco, cayeron
en manos de los patriotas muchos españoles de los mas odiados por
sus persecuciones contra los hijos de Cumaná. Y como estos agra­
rios estaban tan recientes y tan escitadas las pasiones, fueron luego
condenados á m uerte y ejecutados cuarenta y siete de ellos. Un
instinto terrible de guerra á muerte , al cual daba fuerzas el deseo
déla venganza y alimento el desorden, se manifestaba por do
quiera. Igual suerte que aquellos desgraciados tuvieron en Marga­
rita Don Pascual Martínez y veinte y ocho de sus compañeros, tan
luego como, restablecidas las comunicaciones con el continente,
se tuvo noticia en la isla de las crueldades de Zuazola , Antoñánzas
y Cerveriz.
Este ultimóse hallaba con 400 hombres en el pueblo de Yaguaraparo cuando supo la pérdida de Cumaná. Forzado á retirarse, se
embarcó al punto para Guayana en la escuadrilla de Echeverría ,
poniendo antes el sello á sus crímenes con un acto de crueldad que
costó despues la'vida á muchos centenares de españoles. Se recor­
dará que. el comandante Bernardo Bermúdez fué encargado por
Marino de la ocupacion de Maturin. Despues de aquella feliz espedicion regresaba á Guiria por el golfo de Paria en una canoa, y
encontrando un buque español, lo abordó y tomó ; pero poco m as
adelante fué atacado ásu turno y hecho prisionero por Echeverría.
Conducido á Yaguaraparo, le mandó Cerveriz pasar por las armas
junto con otro compañero. Despues de la ejecución se halló que
Bermúdez, si bien gravemente herido , no estaba muerto, y cuando
los soldados se disponían á acabar con é l , se interpusieron varías
personas y alcanzaron que Cerveriz ofreciera perdonarle. Condujéronlc al hospital y allí se hallaba mui postrado cuando las noti­
cias de Cumaná encendieron de nuevo el furor en el pscho del jefe
español, y por su orden fué Bermúdez asesinado en el lecho.
Este suceso fué causa de que el otro Bermúdez, destinado p o r
— -i 52 —
Marino al ataque de Y aguaraparo, sabiendo en el camino la desas­
trada suerte del lierm ano, jurase esterm inar á cuantos enemigos
cayesen en sus manos. Y de hecho , cumpliendo su amenaza coa
b árb ara exactitud, pasó por las armas en Cariaco, Carupano y
Rio-Caribe gran número de personas, acaso inocentes, granjeán­
dose desde entonces el renombre de sanguinario.
Cuando Marino vio rescatada toda la parte oriental de la provin­
cia, pensó en dirigir sus armas contra Barcelona, donde se hallaba
el mariscal de campo Don Juan Manuel Cagigal, destinado por
Monteverde á su defensa. Pusiéronse en marcha Jos patriotas con­
ducidos por el comandante Piar ; pero el jefe español, á cuya no­
ticia habían llegado ya los sucesos de occidente , juzgó con razón
inúiil la resistencia en aquel punto descubierto y sin apoyo , pre­
firiendo retirarse á Guayana y conservar en ella á su partido una
basa esencial de operaciones. Muchos oficiales le acompañaron ; y
dos que despues se hicieron m ui célebres, José Tomas Bóves y
Francisco Tomas Moráles, se entraron por los llanos de Caracas
con una división de caballería.
El primero de estos hom bres, cuyo apellido verdadero era Ro­
dríguez, natural de Jijón en A sturias, habia sido pilotín de pro­
fesión , y juzgado por algunos actos de p iratería, se vió condenado
á ocho años de presidio en Puerto-Cabello. Los respetos y vali­
miento de unos honrados comerciantes españoles de la Guaira , lla­
mados los Jóves, obtuvieron que aquella pena le fuera conmutada
por la de confinación á Calabozo, á donde retirado en efecto se
dedicó por algún tiempo al oQcio de m ercero, no ya con su antigua
nombre , sino con el de Bóves que se impuso entonces por ver­
güenza del propio ó por gratitud hácia sus bienhechores. En esto
ocurrió la revolución, y así como otros muchos españoles, tomó
parte en ella Bóves con calor ; pero un acto de injusticia le arrojó
mas tarde en el partido opuesto, repleto el pecho de odio y de
venganza. Y fué el caso que fingiendo mirarle como desafecto, un
juez inicuo que quería despojarle de sus bienes, le condenó á ser­
v ir de soldado en el ejército, mandándole tener en la cárcel hasta
que fuese conducido á su destino. Allí se hallaba cuando Antoñánzas ocupó la ciudad el año 1812, y desde entonces abrazó la carrera
m ilita r, reuniendo los llaneros y formando con ellos Ja caballería
de los realistas.
El canario Moráles, rastrero y bajo desde los principios, habia
— 455 —
comenzado por soldado y asistente del teniente coronel español Don
G a s p a r de Cagigal. Escasos los patriotas de veteranos cuando
o c u rr ió la revolución de 19 de a b r il, elevaron á Moráles á teniente
de milicias urbanas, creyendo que para ello era bastante título eí
haber servido á un sugeto estimado y respetable. Pero él tardó en
hacer traición á aquel acto de confianza lo que lardó la ocasion en
presentársele, habiendo sido uno de los mas activos cooperadores
de la revolución que hicieron los españoles en Barcelona el dia 4 de
julio de -1842. Desde entonces continuó sirviendo con un grado
subalterno hasta la época en que vamos, en que, siguiendo á
Bóves, se llamó su segundo en el mando independiente con que
iban á alzarse en las llanuras.
Por lo dem as, nada podía verse mas desemejante que el carácter
de estos dos hom bres, á pesar de algunos hechos aislados que pa­
recían confundirlos. Bóves era sanguinario; feroz Moráles. El
primero, del mismo modo que Bermúdez , quería lavar con sangre
una injuria recibida, y pagando m uerte con m u e rte, ejercía una
represalia autorizada por el decreto formidable de Trujillo : una
necesidad política, el h áb ito , que embota la sensibilidad, y acaso
una disposición n atu ra l, sin la cual ese hábito raras vezes se ad­
quiere, le conducían como u n torrente á la destrucción de cuanto
se le oponía; pero conservando en medio de aquellos estragos su
carácter indolente y fiero de m arino, mataba y pasaba, sin dete­
nerse á ver cómo espiraban sus víctimas. Moráles, solo comparable
á Zuazola, era como él desapiadado por placer, cruel por instinto.
Humilde ademas y villano, unia este á sus entrañas de fiera las
de avaro, y en ocasiones solamente por despojar destruía; á tiempo
que Bóves, despreciando cualquiera cosa que no fueran las armas,
dejaba á la soldadesca el infame provecho del bolín. V aliente, im ­
petuoso y terrible, era siempre el primero en el peligro. El coraje
de Moráles no era otra cosa que el del tigre , que acecha su presa
y al descuido se abalanza sobre ella y la devora : astuto sí, en sumo
grado , activo , infatigable ; únicas cualidades q u e , aprendidas en
la escuela de Bóves, le asemejaron á él y le procuraron despues
la rápida é inmerecida fortuna que tuvo entre los suyos.
Mariño ocupó á Barcelona el 4 9 de agosto, y creyendo libre la
provincia, destruidos sus enemigos y term inada su tarea m ilitar,
desdeñó como Bolívar perseguir á los fugitivos que se habían me­
tido en el piélago de las llanuras. Ya veremos despues de cuán
—
4 5 4
—
deplorables consecuencias fué seguido este error ; si puede llamarse
tal el no haber adivinado los grandes recursos de aquellos desier­
to s, desconocidos hasta entonces. Por lo demas el libertador de
oriente tenia que hacer arreglos importantes en la administración
pública y en la organización de sus fuerzas , á fin de dar á una y
otras la forma que con venia á las circunslancias. Las mismas causas
p rodujeron, bien así como en Caracas, los mismos efectos. La
necesidad de la energía y de la concenlracion , sentida y recono­
cida por el mayor número, f.>é combatida por unos pocos hombres
b e l l o s , pero desalum brados, que querian el imperio de las leyes
allí donde apénas podia contener la fuerza á la anarquía. Sucum­
bieron también : Marino , reconocido jefe supremo de las provin­
cias orientales, nombró á Piar por su segundo y envió comisionados
á Bolívar para poner en noticia de esíe sus triunfos y tratar con él
del sistema que convendría adoptar para’el gobierno de Venezuela.
Es claro, pues, que esta se hallaba dividida en dos grandes distrilos m ilitares, y que, escapada felizmente del federalismo, pa­
recía deber caer bajo el azote de una doble dictadura. El ejemplo
ademas era temible : ¿ quién impediría que cada jefe m ilitar imi­
tara en su provincia la conducía de Marino-y de Bolívar , y que el
estado dividido en*porciones fuese, no ya una confederación de
pueblos, sino un conjunto desordenado de monstruosas satrapías?
Sobre todo, la unidad tan deseada estaba destruida y con ella el
nervio de la guerra.
Lejos sin embargo de arredrar á Bolívar de su propósito este em­
barazo, le añadió fuego y a'as para proseguir en él. Mas activo que
nunca, atendió á todo y sobre todo dictó, sino las mejores provi­
dencias, por lo menos las que mas convenían á su situación y á la
del país. Las rentas estaban destruidas y ju nto con ellas la agricul­
tura y él comercio. Sus tropas no habían recibido paga alguna, ni
estaban bien armadas ni vestidas: la guerra, Jéjos de haberse aca­
bado, no estaba ni siquiera diferida. De semejantes situaciones no
saldrá nunca nadie con medios ordinarios. La mejor guerra es aque­
lla que pagan nuestros enemigos : Bolívar, pues, coníiscó á los es­
pañoles y canarios emigrados sus bienes, é impuso multas á los des­
afectos que habían permanecido en el p a is; esta era ademas una
medida de represalias. Los españoles habían hecho ántes lo mismo
con los bienes de los patriotas, y estos acababan de recuperarlos
por el valor del ejército : Bolívar dispuso en consecuencia que el
— H55 —
quinto de ellos perteneciese al gobierno, en justa compensación de
sus esfuerzos. En fin., cuando estos medios, los donativos y una
contribución m ilitar que estableció no fuesen suficientes, los ciuda­
d a n o s suministrarían al ejércilo las vituallas y remonta necesarias,
según la distribución de las justicias.
Los pasados triunfos no inspiraron ni un instante á Bolívar la
necia confianza que muchos de sus compatriotas tenian ó afectaban.
Por el contrario en medio de ellos le ocupaba, sobre todos, el cui­
dado de la libertad del pais, que él veía mui poco segura todavía.
Las provincias de Mérida, Barínas y Trujillo, por las cuales no ha­
bia hecho mas que pasar, se hallaban indefensas, y en sus comar­
cas había poblaciones conocidamente desafectas á la causa de la in­
dependencia, tales como Bailadores, Achaguas, Pedraza, Carache
y otros : Coro, Maracaibo y Guayana amenazaban todavía : las lla­
nuras estaban cruzadas en todas direcciones por partidas de realis­
tas que impunemente se entregaban á los mayores escesos : en las
tierras de occidente el indio Reyes Vargas capitaneaba un cuerpo
franco ; y Puerto-Cabello en fin subsistía aun en poder de Monteverde. Este era el punto que Bolívar deseaba con mas razón arran­
car de mano de los españoles, pues pudiendo estos de un momento
á otro recibir ausilios, se hallarían en capazidad de renovar la guer­
ra á las puertas mismas de la capital.
Dispuso pues que Urdaneta con las tropas contramarchase á Va­
lencia donde estaba ya la división Ribas puesta á cargo de Jiraldot,
y él mismo, desprendiéndose de los halagos de la capital, le siguió
luego para acordar en ju n ta de los principales jefes el modo de
poner sitio formal á la plaza de Puerto-Cabello. Para ello habia ya
pedido á Marino su m arina é indicádole también la necesidad de
enviar á las llanuras de la provincia de Caracas una de sus divisio­
nes, á fin de dispersar las partidas de foragidos que las infestaban.
Poco despues de su salida de Caracas, los esclavos y otra gente
déla ínfima plebe, instigados y dirigidos por algunos españoles ¿
proclamaron al rei y entraron á saco los pueblos de Santa Lucía,
Santa Teresa y Yare. Dispersados al principio por las tropas del
gobierno, volvieron luego á juntarse en mayor número, de manera
Que el 6 de setiembre alcanzaban a 800 hombres los que se halla­
ban reunidos en San Casimiro de Guiripa., donde los atacó y dis­
persó el ciudadano José Francisco Momilla. Guareciéronse de los
bosques los que pudieron escapar, y en una época posterior de lás­
— 456 —
timas y desórdenes sin cuento, asolaron sin piedad aquellos valles,
A este nuevo inconveniente, á la. insalubridad del clima en las
cercanías de Puerto-Cabello y á la carencia de marina y de medios
Para batir un recinto am urallado, se unió luego para embarazar
el proyecto de Bolívar otra grave dificultad, cual fué la desmem­
bración forzosa de su ejército. El aum ento rápido de la partida de
Bóves empezaba á inspirar serios tem ores, y para contenerle fué
necesario enviar 600 hombres á Calabozo al mando del teniente
coronel Tomas Montilla.- Otros tantos al cargo del oficial Ramón
García de Sena pasaron á los pueblos de occidente con el objeto de
reprimir á Réyes Vargas. Ambos tenían orden de ocurrir contra
San Fernando de Apure y asegurar el territorio de Barínas. Redu­
cida con esto la fuerza sitiadora á 800 hom bres, formó de ella
Bolívar dos columnas y se puso en marcha contra Puerto-Cabello
luego al punto.
A poca distancia de Valencia, en la llanada y hácia el norte, está
situado el pueblo de Naguanagua, en donde se dividen los dos ca­
minos que se dirigen á Puerto-Cabello : uno que dicen de Aguacaliente por atravesar el abra de aquel nombre : otro que tramonta
de sur á norte la cordillera y conduce directam ente á la plaza por
el vallecico de San Esteban , contiguo á ella. Este no tenia ningún
inconveniente; el o tro , cerca ya de Puerto-Cabello , era barrido
por los fuegos de tres baterías construidas en la cresta de un monte
que desprendido de la cordillera va á fenecer á corta distancia de
la marina, al sur de la boca del rio San Estébau. Partiendo de la
falda del monte, las dos baterías, ó propiamente los dos malos for­
tines llamados Vigías alta y baja, eran las prim eras; la otra mas há­
cia la cima tiene nombre Mirador de Solano.
La prim era columna al mando de Jiraldot tomó el camino de
Aguacaliente, y llevaba orden de despejar todo el territorio hasta el
pié de las V igías: el valeroso granadino hizo m a s, pues se apoderó
de esias á viva fuerza, obligando á sus defensores á refugiarse al
Mirador. Por el camino de San Esteban marchó el mismo Bolívar
con la otra columna al mando de Urdanela. Este se apoderó de la
parte de la ciudad llamada pueblo esterior, porque está fuera de
las fortificaciones, y la conservó á pesar de los fuegos de estas, de
los buques y del M irador, hasta que habiendo conseguido alguna
artillería de Iá G u aira, hizo cesar coa ella el fuego de los bajeles
enemigos.
— (57 —
Tal era la situación de las cosas cuando el la noche del 29 de
agosto hicieron estos una salida contra los sitiadores, poniendo al
mismo tiempo en juego toda Ja artillería de los baluartes. No con­
tentos los patriotas con rechazarlos, quisieron volverles alarma por
alarma, y á este fin enviaron el 5! dos compañías que entrando
por unos escom bros, fuesen á abrir sus fuegos sobre las cortinas
del pueblo in te rio r, simulando un asalto. Pocos instantes despues
ofrecía la plaza la imágen de un incendio, porque creyéndose los
españoles sorprendidos é ignorando el punto del ataque, dispara­
ban con increíble actividad su artillería. Esta acción temeraria
costó la vida á los dos capitanes de las compañías y á mucha parte
de estas, pero no fué enteramente in ú til; porque Zuazola que m an­
daba el Mirador de Solano, juzgando tomada la p la za, perdió el
seso con el miedo y abandonó el puesto, descolgándose con los suyos
por las murallas. Apercibidos al siguiente dia los soldados que es­
taban en Ja Vigía alta, de Ja evacuación del M irador, lo ocuparon
y persiguieron á Zuazola en los montes inmediatos : el 2 le halla ron é hicieron prisionero.
Entre los muchos hombres que devoró la revolución americana,
ninguno tenia mas merecida la muerte que este cruel vizcaíno. A
pesar de esto y de la solemne amenaza de esterminio hecha en T ra ­
jino, quiso Bolívar perdonarle, por salvar á Jalón que gemia desde
el año anterior en los calabozos de Puerto-Cabello. En consecuen­
cia propuso un canje entre Jos dos, y aun añadió repetidas vezes la
propuesta de dar tres y aun cinco prisioneros realistas por cada uno
de los patriotas. Ya ántes habia sido rechazada por M onteverde, y
en la ocasion presente tuvo la misma su e rte , porque aquel insen­
sato persistía en su sistema de no tratar con los insurgentes, y á él
sacrificaba el ínteres mismo de su causa y la vida de los suyos. Así
sucedió con Zuazola, el cual pagó por fin sus crímenes ahorcado al
frente de la plaza. No u n o , sino varios jóvenes é interesantes ofi­
ciales patriotas hizo m orir Monteverde en represalias; y sea dicho
de paso, la guerra á muerte, mitigada considerablemente hasta allí,
adquirió entonces Ja saña implacable que jamas Ja abandonó des­
pues.
Todo anunciaba que el sitio debia ser largo y penoso para los
patriotas. Las fiebres que reinan siempre en las cercanías de Puer­
to-Cabello, destruían sus filas por m om entos, sin esperanzas de
Beemplazo, porque aumentados los cuerpos francos enemigos en las
— -j 58 —
llanuras de Caracas, ocupaban una parte del ejército, á tiempo que
la renovación de la guerra en occidente comprometía la seguridad
de varías provincias importantes. Verdad es que por este lado una
señalada victoria habia de nuevo coronado las armas de la re­
pública. García de Sena con sus 600 hombres se puso en demanda
de Reyes Vargas, que con 1.000 soldados andaba haciendo danos
por la tierra ; y habiéndole encontrado e N 5 dé setiembre en los
Cerritos-blancos (sitio entre Quíbor y Barquisimeto) le derrotó com­
pletamente. Por este lado, pues, el peligro estaba deslruido ó ale­
jado ; mas por otro un contratiempo inevitable , aunque previsto,
llegó para obligar a Bolívar á levantar el sitio de la plaza.
La correspondencia de parliculares de Cádiz y algunas personas
procedentes de allí habían anunciado una espedicion contra Vene­
zuela, compuesta de varios buques de guerra y otros de trasporte
con mil doscientos hombres de desembarco, que componían el re­
gimiento de Granada al mando del coronel Salomon. Con razón se
pensaba que hallándose en el mar cuando los rápidos triunfos de
las armas republicanas pusieron á Bolívar en posesion de) territo­
rio , desembarcarían en la Guaira, por ignorar el estado de las co­
sas. De acuerdo coa este acervado pensamiento, se concibió el
proyecto de apoderarse de ellos por medio de una estratagema ; y
al efecto Ribas, á quien Bolívar habia confiado el mando m ilitar de
Carácas, pasó á la Guaira con todas las tropas de que pudo dispo­
n e r , hizo enarbolar en los b alu artes'la bandera española, y él
mismo y sus oficiales de plana mayor vistieron el uniforme de sus
enemigos y se dispusieron á recibirlos con fingida amistad. El fin
era atraerlos y á medida que fueran desembarcando, desarmarlos.
E N 5 de setiembre estaba efectivamente á la vista la espedicion : el
mismo dia entró en el puerto y surgió : poco despues el segundo
jefe de la tropa, Marimon, y quince granaderos desembarcaron con
pliegos para el comandante de la plaza y con el fin de tomar lengua
del p a ís ; pero ya fuese por señal ó aviso amigo, ya por impruden­
cia de los patriotas, Marimon, sospechando que le engañaban, rom­
pió la conferencia, reunióse á sus soldados y se dispuso á ganar de
nuevo los bajeles. Entonces se trabó una lucha desigual que sostu­
vieron bizarramente los españoles, hasta que muertos diez de ellos
rindieron las armas junto con su jefe los restantes. A los-tiros y al­
boroto de la pelea apercibiéronse de su peligro' las embarcaciones
y picando anclas se salieron sin haber recibido mayor daño de los
— 4'59 —
fuegos de la plaza. El dia 46 entraron en Puerfo-Cabello. Lossitiadores que esperaban ansiosameate el éxito de la operacion , tuvie­
ron el disgusto de ver llegar la escuadra española mucho antes que
el aviso de lo ocurrido. No habiendo pasado ellos nunca- de 800
hombres, era imposible que pudieran mantenerse al raso frente á
una fuerza superior, con toda la movilidad que le daba su marina y
disponiendo de gruesa artillería. Bolívar ordenó , pues, la rearada
hacia Valencia el dia 47, y calculando con razón que el enemigo le
seguiría para aprovecharse de la inferioridad de sus fuerzas, m a­
niobró de modo que la confianza que ya lenian se aumentase. Su
objeto era atraer á los enemigos fuera de la cordillera á lugar
donde careciendo ambos de cañones, pudiese él suplir con los ca­
ballos la desventaja en el número. Dióle aquel guslo e l presuntuoso
Monteverde, moviéndose á fines del mes por el camino de Aguacaliente ; pero mas torpe aun de lo que Bolívar se habia imaginado,
hizo alto en las Trincheras con el grueso de su gente, enviando 500
hombres de su vanguardia á tomar posicion en el cerro de Bárbula.
Esté se halla en el ramal de montes de Guataparo, uno de los dos
que circuyen la llanada de Valencia. De este modo venían á quedar
separados ambos cuerpos realistas por un espacio de dos leguas ;
error que por no figurársele á Bolívar creíble, no aprovechó pron­
tamente, pues parecía que de intento procuraba Monteverde la des­
trucción de aquella escelente tropa. Con ella re u n id a , un hombre
hábil, emprendedor y valeroso se habría lanzado rápidamente á
Valencia, arrollado los cuerpos indisciplinados y enfermos de Bolí­
var, dádose la mano con Yáñez y Bóves, marchado sin obstáculo á
Carácas, conquistado otra vez el país.
Figurándose Bolívar que aquella estraña disposición de los con­
trarios encubría alguna zelada, empleó dos días en practicar varios
reconocimientos y en provocar al enemigo' para hacerle bajar á la
llanura de Naguanagaa. Por fortuna si la prudencia oblígó'á Bolí­
var á ser lento en aprovecharse de la torpeza de Monteverde, este
fué mas remiso todavía en corregirla, de m anera que al tercer dia
(50 de setiembre) se vió embestida la vanguardia española por tres
columnas. Mandaban estas Jiraldot, D’Éluyar y ürdaneta. Llevan­
do el arma al brazo treparon la montana, pusieron en fuga á los
realistas, mataron á muchos é hicieron crecido número.de prisio­
neros. Mas,'aunque fácil, fué comprada esta victoria con una pér­
dida sensible por estremo en aquel y otro cualquier tiem po; pues
— 460 —
como plantase el bizarro Jiraldot con su propia mano el pabellón
tricolor sobre las posiciones enemigas, un balazo en la frente le
derribó sin vida al suelo.
Tanto y tan profundamente lastimó á Bolívar la m uerte prema­
tu ra de aquel joven valeroso, que en un decreto de la misma fecha
ostentó el grande aprecio que habia hecho de su persona y el res­
peto que queria se tributase á su m em oria. Ordenó que todos los
venezolanos llevaran luto por espació de un m e s : que su familia
gozara de una pensión perpetua igual al su eldo que él tenia : que
su corazon fuese llevado en pompa triunfal á Carácas y colocado
en un mausoleo que debia erigirse en la iglesia metropolitana : que
su nombre se inscribiese en los registros públicos como bienhechor
de la patria. Tanto y mas, si cabe, merecía aquel ilustre granadino,
incomparable en el valor, sin igual en la obediencia, pió, humano,
generoso. La primera vida notable que segó la m uerte en el ejér­
cito republicano, fué también la mas hermosa y la mas llena de
esperanzas.
Quisieron los granadinos ser destinados en cuerpo á la primera
función de armas que hubiese, para vengar la sangre de su heroico
compatriota. No solamente lo consintió Bolívar, sino q u e, como
hábil en sacar partido de todo, acaloró cuanto pudo aquel noble
sentimiento ; para lo cual dispuso que con ellos y el núm ero de
venezolanos suficiente para completar mil hombres, marchara D’Eluyar contra los españoles; D’Eluyar, am igo, hermano de armas y
digno competidor de Jiraldot. Con hombres semejantes y an im a­
dos de tales seniimientos, el triunfo era seguro ; y en efecto, ata­
cados los enemigos el dia 5 de octubre, fueron completamente der­
rotados en el sitio de las Trincheras. M onteverde, herido de una
bala en la ca ra, corrió á encérrarse en Puerto-Cabello. El sitio se
restableció y Jiraldot quedó vengado. Entonces fué cuando Bolívar,
reposando u n instante de la inquietud que le diera la espedicion
española, concedió un ascenso á los jefes y oficiales que le habían
acompañado en aquella campaña m emorable; primero y merecidísimo galardón de sus fatigas.
Estos felizes sucesos dieron tiempo á Bolívar para ocuparse se­
riam ente en los medios de disipar la nube que se formaba en las
llanuras. Allí Yáñez y Bóves, conociendo los primeros el gran pro­
vecho que podia sacarse de sus habitantes, procuraron atraerlos á
su partido con toda clase de halagos y promesas. Nada por otra
— -161 —
parte era mas fácil que determ inar á los llaneros á tomar parte en
una lucha que desde el principio se presentaba favorable para ellos;
pues ni se les obligaba á la disciplina de un cuerpo reglado, ni ha­
bía límites en el desorden y el pillaje. La organización militar era
nula entonces en unos y otros contendientes : la velozidad con que
se sucedían los acontecimientos no daba respiro para aiender á
crear ejércitos según los principios de la guerra ; y esta causa , al
impedir la formación de buenos infantes y artilleros, daba á los ca­
ballos una conocida superioridad en aquellas planicies inmensas,
áridas, secas y abrasadas, cuando no cubiertas por las aguas. Los
ataques del llanero, rápidos y violentos, aunque poco ordenados,
eran mui propios para sobrecoger y desbaratar unas masas informes
de peones no acostumbrados á resistirlos é incapazes de oponerles
el continente firme y el valor sereno que dan á la infantería la con­
fianza en sus fuerzas y la disciplina. Derroíado, el llanero se des­
bandaba para reunirse de nuevo en puntos señalados de antemano,
haciendo inútil la persecución. Por el contrario, en un cuerpo
puesto en fuga, el estrago que causaba era infinito. Sus armas se
reducían á una lanza ó una espada; cuando m as, un trabuco : u n
calzón corlo que apénas pasaba de las rodillas, ninguna especie de
calzado, una camisa que les cubria medio m uslo, ancha , holgada
y sin ceñirla , y un gran sombrero redondo de alas grandes, que
por lo común era de paja , componían el vestido de los mas aco­
modados. A esta sencillez en el modo de armarse y abrigarse, cor­
respondía la del alimento : en campaña estaba ordinariamente re­
ducido á una ración de carne sin sal y sin pan.
Yáñez y Bóves eran á cuál mas á propósito para reunir estos
hombres y conducirlos al combate : intrépidos ambos, olvidados de
toda idea de lo bueno y de lo malo y desapegados á la disciplina,
reunían en sus personas los dos grandes resortes que hacen mover
á un pueblo nómade y guerrero : el valor personal y la astucia, sin
los cuales no hai respeto hácia el jefe ; y la dureza que autoriza el
desenfreno. Así el primero, retirado á San Fernando de Apure, te­
nia ya atropados dos batallones á que impuso nombres Sagunto y
Numancia, y varios escuadrones de caballería. El segundo recorría
las llanuras al promediar setiembre con un cuerpo considerable.
Distantes, sin embargo, y zelosos uno de otro, no se liabian reuni­
do para atacar á los patriotas, y aun parecían estar convenidos en
obrar por diferentes vias : Yáñez se habia reservado las llanuras de
B IS T . M O D .
44
— -162 —
la provincia de B a rín a s: Bóves las de la provincia de Caracas, liste
últim o fué el que abrió la cam paña con u n a ventaja de impor­
tancia.
Ya sabem os que Montilla Labia sido destinado d oponérsele. En­
terad o de que su enemigo habia aparecido en el cam ino que con­
duce del Calvario á Calabozo llevando 700 hom bres de caballería
casi todos, dispuso q u e con 600 infantes saliera á batirle el teniente
coronel Carlos P a d ró n ; p e ro este encontró á Bóves en el caño de
Santa C atalina, peleó débilm ente y quedó derrotado. Hizo Bóves
te rrib le m ortand ad en los fu g itiv o s, de los cuales solo unos pocos
con P adrón lograron e sca p ar, dirigiéndose á la villa de Cura. El
m ism o cam ino tom ó Bóves, y ocupada luego la poblacion, fué puesta
á saco.
Perdidas pues las llan u ras, reducido á lim itados puntos de la cor­
dillera y em barazado con u n sitio, Bolívar, á favor de sus triunfos
recientes no habia hecho m as que resp irar un instante. Conocíalo
el y tem blaba al considerar que M onteverde, dueiio aun de una
gran parte del brillan te regim iento de G ranada y con buques, podia
desem barcar esa tropa en ( o ro, reu n iría a Cevállos y o tra vez apo­
derarse da todo el occidente. Por fuerza tuviera entonces que le­
v an tar el sitio, pues hallándose con pocas tropas, no le habria sido
posible m antener una p arte de ellas frente á Puerto-Cabello y con
el resto acudir á Coro , Calabozo y Barínas. Pero afortunadam ente
lo que él veia tan claro, M onteverde no lo veia absolutam ente ; por
lo que sin perder tiem po dispuso un nuevo plan de ataque general.
U rdaneia, ya b rig a d ie r, fué destinado al m ando de las provincias
de occidente con 700 h o m b res de infantería y un escuadrón, y lle­
vaba orden p ara in c o rp o ra r á sus lilas los cuerpos de milicias de
San Cárlos y las tropas vencedoras en los Cerrilos-Blancos, que á la
sazón guarnecían á B arquisim eto. El teniente coronel Campo Elias
con mil fusileros debía salir de Ja villa de C u ra , re u n ir algunos
cuerpos de caballería en San S eb a stia n , Chaguaramas y otras po­
blaciones, y a ta c a rá Bóves y á Moráles que organizaban en Calabozo
un grueso ejército. La línea de Puerto-C abello quedó á cargo de
D’Eluyar, y el general en jefe en tre ella y Valencia.
Campo Elias era un hom bre tan activo y valeroso como Bóves.
Bien pronto, habiendo reu n id o -1500 ginetes, salió con ellos y sus
mil infantes al mando de Miguel l ’ztáriz, en dem anda de su contra­
rio , y eu el sitio de Mosquitero le presentó la batalla el \ 4 de oc-
— -?65 —
tubre. Bóves que tenia ya 2.000 hombres de caballería, á cuya ca­
beza estaba él mismo, y 500 peones regidos por Morales, la aceptó
gustoso y lleno de confianza. Al principio le fué favorable la for­
tuna, pues haciendo cargar rápidamente el ala izquierda de los pa­
triólas con gran golpe de caballos, la envolvió y alanzeó en un ins­
tante. Pero el ardor del cuerpo vencedor cambió el aspecto de las
cosas. Campo Elias, atento á todo y sereno, cuando lo vió separarse
de las masas enemigas, encarnizado en la persecución, dispuso para
un ataque simulláiieo y general ioda su fuerza, y puesto á su frente,
cayó como un rayo sobre Bóves, despues de una descarga bien diri­
gida de su infantería. Nada resistió aquel choque : infantes, ginetes
ciaron prim ero, luego se desbandaron, y quince minutos despues de
aquel conflicto estaban casi todos muertos, porque no se dió cuartel
á nadie. Bóves y Moráles lograron escapar, aunque mui inal herido
el segundo , y acompañados de solos treinta hombres á caballo se
refugiaron al pueblo del Guayabal, sobre la orilla izquierda del
Apure. Los perseguidores del ala derrotada que volvieron al campo,
pagaron su imprudencia con la vida ; o tro s, advertidos con tiem­
po, se reunieron despues, junto con algunos dispersos, á sus jefes.
Dos circunstancias deplorables hicieron estéril este sangriento
triunfo en que el feroz Campo Elias mató á centenares los am eri­
canos, contra el tenor espreso del decreto de Trujillo. Esta cruel­
dad y laq u e usó á su entrada en Calabozo contra vecinos indefensos,
fueron una de e lla s ; porque los llaneros resentidos, abandonaron
sus pueblos y se reunieron á Bóves, buscando en él un vengador.
Otra fué la crudeza del invierno, que manteniendo inundadas las
llanuras, impidió á Campo Elias la persecución del enem igo; con
lo cual pudo este tranquilamente rehacerse en sus guaridas.
Él mismo dia en que las armas republicanas obtenían esta victo­
ria contra el mas peligroso de sus enemigos, recibía Bolívar en Ca­
racas un gran testimonio de gratitud nacional por sus importantes
servicios. Las autoridades civiles y el cabildo se reunieron en la
casa municipal, y de común acuerdo, en medio de los vítores y
aplausos del pueblo , le aclamaron por capitan general de ejército
y le dieron ademas el título de Libertador, con el cual le conoce
hoi la historia americana. Aceptó Bolívar con profundas muestras
d e aprecio estos honores que sus compañeros de armas, de oriente
y occidente confirmaron luego con su aprobación y su obediencia.
Necesarias eran una y otra para hacer válido un nombramiento ema­
—
464
—
nado de autoridad incompetente ajuicio del agraciado mismo ; pero
la nación lo aplaudió, el ejército de antemano había reconocido en
Bolívar la suprema potestad militar y política , sus oficiales hábian
recibido ascensos de sus manos , y á nadie entónces ni despues se
le ocurrió la ridicula idea de rechazar el título cuando estaba ejer­
cida sin oposicion la autoridad que él conferia. Por lo demas Bo­
lívar, modesto ó entendido, ensalzaba en todas ocasiones el mérito
de sus guerreros, atribuyendo á sus servicios la reputación que ha­
bia ad qu irid o ; y para hacer estensivo á ellos su glorioso dictado,
instituyó el 28 de octubre la orden de Libertadores, como prem ia
y estímulo de las virtudes militares.
Amigo decidido y constante del orden, Bolívar habia sido llevado
á Caracas por la necesidad de arreglar la comisaría del ejército, pro­
veerla de fondos, mejorar la condicion del soldado y arreglar el
ejé rc ito ; pero en medio de estas ocupaciones administrativas no
menos útiles que las de campana , hubo de dejar precipitadamente
la capital á principios de noviembre por algunos sucesos desgracia­
dos que ocurrieron en los pueblos de occidente.
Despues que García de Sena obtuvo el cosloso triunfo de los Cerritos-Blancos, llevó la división que m andaba á liarquisimeto, donde
el mal estado de su salud le obligó á dejarla bajo las órdenes del
teniente coronel Miguel Yaldes. Por aquel tiempo salió de Coro el
brigadier Cevállos con una fuerza de 1500 hom bres, y se dirigió
derechamente contra los patriotas. Al saberlo se replegó Yaldes
hacia Yaritagua ; pero con tal desgracia , que alcanzado a llí, fué
derrotado. Esto sucedió á mediados de octubre.
A este desastre que desbaraiaba el proyecto confiado a Urdanela
y comprometía la seguridad de las tropas de Valencia y de la línea
de Puerto-Cabello, se unió allí mismo la pérdida completa de la
provincia de Barínas. Despues de la fuga de Tiscar, quedó infesiada
aquella comarca .por varias partidas realistas que el teniente coronel
Francisco Olmedilla habia logrado dispersar para fines de octubre ;
pero por ese mismo tiempo salió Yáñez de San Fernando con una
división de 2300 hom bres, y habiendo derrotado varios cuerpos
francos de patriotas en Banco-largo, Nutrias, Guanare y otros
punios, se dirigió al fin contra Barínas. Abandonóla el gobernador
por no tener fuerzas con que defenderla y se retiró á San Cárlos
con algunos pelotones de caballería, incapazes por entónces de
oponer una grande resistencia. En esta ocasion emigró de Barínas
—
\ 65
—
al abrigo de las tropas republicanas un número considerable de
vecinos con sus familias, huyendo de las inanditas crueldades con
que por do quiera señalaba Yáñez su pasaje. Despues se repitió
este ejemplo en distinlos parajes con grave daño de las poblaciones
y no poco embarazo del ejército, cuyas marchas y maniobras estor­
baba una m ultitud de gente inútil , á la que era preciso custodiar
y defender.
Cevállos, poco activo esta vez, había contramarchado á Barquisimeto despues de la acción de Yaritagua, mientras Valdes con
sus restos se dirigía por el camino de San Felipe bacía Valencia.
Tal fue la causa por que , llegado Urdaneta al Gamelotal ( sitio que
demora en la falda de la montaña del Altar que mira hacia Barquisim eto) , halló que no podía contar con ninguna parte de las fuer­
zas que hubiesen escapado en Yaritagua. Esto, la falta de un cuerpo
franco de San Cárlos , que no habia podido reunírsele por hallarse
en operaciones distantes hácia las llanuras, y las ventajas que el
enemigo habia sacado de su reciente victo ria, hacían dudoso el
«sito de una batalla con las solas tropas que te n ia ; por lo cual de­
cidió permanecer en el Gamelotal y dar parte al Libertador del
estado de los negocios. E ste, aprobado lo dispuesto, ordenó que
se le esperase, y luego al punto se puso eu marcha , habiendo
antes enviado de refuerzo el batallón Aragua, mandado por el co­
ronel Florencio Pa'ácios. Impaciente por llegar á las manos con el
enemigo , no quiso aguardar otros cuerpos que debían reunírsele,
siendo uno de ellos el escuadrón de Soberbios Dragones á las órde­
nes del coronel Luis Rívas Dávila. Llegó por Bn Bolívar, y puesto
el campo eu movimiento, hizo su entrada el día -10 por la ma­
ñana en el pueblo de Cabudare, una legua distante de Barquisimeto.
Desde allí se descubría el sitio llamado el Campamento , que es
una gran casa situada en la estremidad oriental de la ciudad. Para
subir á aquel punto era preciso , yendo por el camino r e a l, sufrir
los fuegos del enemigo; pero Bolívar observó que semejante incon­
veniente se podia evitar tomando la vereda de Tierra-blanca , que
desde Cabudare conduce al camino que va de Santa Rosa á Barqui­
simeto. Por ese atajo dispuso , p u es, subir á la mesa en que estaba
situada la ciudad, y sin esperar Jos cuerpos que debian reunírsele
por retaguardia, marchó sobre el enemigo sin obstáculo basta po­
nerse bajo de sus fuegos. La infantería , compuesta de 1200 hom­
bres de los batallones Aragua, Caracas y parte de Agricultores de
— -166 —
la misma ciudad, se dividió en tres cuerpos : el del ala dereclia al
mando de Florencio Palacios, el centro al del teniente coronel José
Rodríguez, la izquierda al del coronel Ducaylá. Dos piezas de cam­
pana que salieron de Valencia con Urdaneta iban dirigidas por el
subteniente Santiago Mancebo. La caballería , que 110 alcanzaba á
200 hom bres, y se componía de piquetes de Ospino, G uanare,
Barínas y Agricultores de Caracas, era mandada por Fernando Guzman. El enemigo, mui superior en todasarmas, tenia 2000 infantes,
9 piezas de artillería y 500 caballos. Con los primeros y los cañones
se bailaba Oberlo apoyado en el Campamento : los ginetes, á cuya
cabeza estaba Cevállos, ocupaban el espacio que hai desde allí á
las primeras casas de la poblacion.
Formados los patriólas y preparados al com bate, se abrieron los
fuegos, y el Libertador ordenó á la caballería que cargara á la
enemiga. Hízolo en masa con rara felizidad y la envolvió , lleván­
dola en derrota basta el eslremo opuesto de la ciudad, en cuyos
templos echaron los soldados á vuelo las campanas en señal de vic­
toria , huyendo Cevállos hasla la Laguna de la Piedra sobre el camiuo de Carora. Pero por una desgracia cuyo origen no está aun
bien averiguado , cuando el combate entre una y otra infantería
se declaraba ya en favor de los patriotas, oyóse inopinadamente
el toqne de retirada , y la temerosa voz de « sálvese el que pueda »
recorrió todas las filas. Los cuerpos fueron envueltos al intentar el
repliegue, y ningún esfuerzo de Bolívar, Urdaneta y los demas
jefes pudieron impedirlo, pues los soldados, sobrecogidos de un
pánico terror , botaban los fusiles para huir con mas comodidad.
La caballería que, como se ha dicho, iba victoriosa , volvió al
campo y sorprendida al ver la derrota de la infantería , siguió el
movimiento de esta en desorden tam bién, hácia el camino por
donde habia entrado al empezar la batalla. Salvó á los patriotas de
la persecución del enemigo, ya rehecho, la oportuna llegada del
escuadrón de Rívas Dávila al rio de Cabudare, pues los dragones
le contuvieron valerosamente cubriendo desde entonces la retirada»
Esta funesta batalla costó á los patriotas mil hombres heridos óm uertos, entre ellos muchos oficiales distinguidos.
Los restos de la división llegaron tranquilamente por la noche á
la entrada de la montaña del Altar. Allí determinó Bolívar pasar
en. persona á San Cárlos para hacer mover el cuerpo franco de
aquella villa, reunir en Valencia las tropas que pudiese y volver
— ¡67 —
e n demanda del enemigo. Urdaneta entre lanto juntaría los dis­
persos y en la mañana del siguiente día marcharía á San Carlos,
donde mas adelante habían de reunirse.
El dt'saitre de los ¡atriotas en Barquisimeto sugirió á Monteverde
el pensamiento de hacer una diversion con las tropas que tenia en
Puerto-Cabello, y para ello dispuso que el coronel Salomon saliera
con \ 200 hombres y atravesando la cordillera de) nordeste de Va­
lencia, se entrara por los valles de A ragua, ó bien hiciera alto en
Guacara, para llamar hacía aquel punto la atención de los patriotas.
En efecto sobre las alturas de Vijírima á seis leguas de aquella ciu­
dad, apareció Salomon el 20 de noviembre ; pero procediendo con la
habitual lentitud y cautelas que los otros jefes españoles , lejos de
descender á la llan u ra, tomó aiií posiciones y fortificó su campa­
mento.
En aquel momento estaba Bolívar en Valencia dictando algunas
medidas para reunir tropas con que hacer frente á Cevállos ; pues
era natural que este y Yáñez se reunieran para hacer mas seguro
y pronto el buen éxito de la campaña. Al saber el movimiento de
Salomon , ordenó que el general Ribas acudiera de Caracas con los
hombres que allí pudiera ju n ta r , y él mismo se dirigió á la llanura
que está al pié de la montaña : llevaba algunas tropas que organi­
zaba en Valencia el coronel Villapol y otras que separó del sitio de
Puerlo-Cabello. Llegó Ribas primero el 25 con 300 hombres de
infantería , en gran parte compuesta de estudiantes y 200 ginetes
que pertenecían al cuerpo de Agricultores; pero \iendo la superio­
ridad de las fuerzas y la escelencia de las posiciones enem igas,
resolvió esperar la reunion de los otros cuerpos que debía conducir
al campo Bolívar en persona. Reunidos en efecto de allí d poco,
pasaron los patriotas en revista 2000 hombres entie infantes y gi­
netes. Esto fué el 2 í : y en este d ia , como en el anterior , todo
estuvo reducido a movimientos que tenían por objeto sacar al con­
trario de sus montes y breñas , proviniendo de ellos varias escara­
muzas parciales de poco resultado ; pero el 2 3 , dejando Salomon
su cam pam ento, amagó b a ja r , y entonces se trabó pelea reñida y
muí costosa para los unos y los otros. El jefe español perdidoso
retrocedió, volviendo á ocupar la cima de la wontañn : -cuando fué
de noche, hizo disponer grandes fogatas, como si quisiese ilumi­
nar el campamento, y emprendió luego su retirada hacia PuerloCabello.
— -168 —
Despues de este acontecimiento que los patriotas celebraron como
un triunfo , Ribas se retiró á Caracas y Bolívar volvió á sus pre­
parativos para la campaña de occidente. En virtud de sus órdenes,
dejó Campo Elias eu Calabozo una guarnición de -1000 hombres al
mando del teniente coronel Pedro Aldao, para observar á Bóves,
y con el resto de su división se dirigió á San Carlos. Hacia el mismo
punto marchó el Libertador el
y bien pronto, gracias á su infa­
tigable aclividad, se vió allí reunida una fuerza de 5000 soldados,
ó poco menos.
Sulidividióse esta en cuatro cuerpos principales : unode vanguar­
dia á las órdenes del leniente coronel Manuel M anrique, compuesto
del batallón Valerosos Cazadores : otro , dicho del centro , man­
daba el coronel Florencio Palacios, y á él pertenecía un batallón
que se llamó sin nom bre, por haber sido formado con los restos
de la infantería destrozada en Barquisimeto : el tercero, ó de reta­
guardia regia V illapol, y componía sus filas parte de los soldados
vencedores en Vijírima. Estas tres divisiones formaban la primera
línea de batalla, bajólas órdenes del general Urdaneta. El batallón
Barlovento, vencedor en Mosquitero, formaba la reserva á las
órdenes del comandante Campo Elias. Rívas Dávila y su escuadrón
eran la escolta del general en jefe, y el resto de la caballería es­
taba mandado por el coronel Pedro Briceíío.
El l.° de diciembre se pasó revista al ejercito , que se acampó
fuera de poblado : el 2 pernoctó en Camoruco. Hasta entonces la
dirección que llevaba era sobre Barquisimelo, suponiendo allí to­
davía á Cevállos é ignorando la ocupacion de Araure por Yáñez ;
porque de aquel tiempo en adelante puede decirse que los patriotas
no tenían noticias del enemigo sino cuando se encontraban con él.
No se podia mantener espionaje, porque no habia con quién : el
país habia hecho una sublevación general en favor del r e i , con
escepcion de mui pocos pueblos amedrentados y débiles, llegando
las cosas á tal estremo de hostilidad, que toda persona hallada
fuera de las lilas podia ser y era en efecto reputada por enemiga.
Impuesto Bolívar de que Cevállos habia pasado por Sarare á
reunirse con Yáñez en A raure, cambió de plan y se dirigió sobre
él á este último punto , dejando en Camoruco dos cuerpos de ca­
ballería para asegurar las comunicaciones con San Cárlos ; precau­
ción esta á que le obligó el estar ya el pais intermedio cubierto de
partidas y guerillas enem igas, y mui fuerte entre otras la famosa
— H69 —
de Carlos B lanco, que en todo este año y el siguiente m antuvo
aquella villa en constante zozobra. El 5 pasaron los p atriotas eí
rio Cojédes y pernoctaron en el pueblo de Agua-blanca, en medio
de una m ontaña : el 4 acam paron frente al pueblo de A raure en
la llanura.
Este pueblo está situado en la suave pendiente que arran ca desde
la planicie de su nom bre hasta donde se dice la G alera , que es el
término superior del re c u e s to , y desde allí se form a o tra planicie
mas elevada que term in a en las vegas del rio Acarigua. El enemigo
ocupaba la G alera, quedándole p o r consiguiente á sus pies el pueblo
de Araure y divisando el cam pam ento de Bolívar. Al am anecer del
S se observó q u e los realistas no estaban en sus posiciones, y se
empezó á d u d ar si h abrían bajado al pueblo ó retirádose. Para
descubrir la verdad se dispuso q u e la vanguardia reforzada con
200 caballos m archase al sesgo sobre la derecha y subiese á la Ga­
lera por el punto m as fácil que se presenlase á la v is ta , p ro cu ­
rando averiguar si el enemigo estaba en la llanada alta de Acarigua,
sin em peñar con él acción ninguna. El resto del ejército se dirigió
entre lanto hácia el pueblo , y reconocido que el enemigo no lo
ocupaba, se dió orden á todas las divisiones para que siguiesen el
camino real á la G alera.
Mientras eslo se e jec u tab a, M anrique descubrió al enemigo
apoyado sobre la costa del rio Acarigua ; mas no presentándole los
españoles todas sus fuerzas, se fué aproxim ando para descubrirlo
mejor, y cuando m enos lo esperaba fué atacado p or u n grueso
cuerpo de caballería que le obligó á com batir. Aun perm anecía el
cuartel general en el pueblo cuando se oyeron tiros de cañón á
cierta d istan cia, y habiendo reconocido U rdaneta lo que era, movió
en ausilio de la prim era su segunda división. Por m as celeridad
que se dió á este m ovim iento , no pudo ser opo rtun o. La vanguar­
dia estaba d estru id a: envueltos p o r la caballería, todos los cazado­
res fueron alanzeado s, sin que u n o solo de ellos ( eran 5 0 0 ) vol­
viese cara para h u ir. Cuanto pudo conseguirse fué ofrecer u n apoyo
a la caballería de v an g u ard ia , á M anrique y seis ó siete oficiales
que por estar m ontados se salvaron al abrigo de los nuevos cuerpos
que avanzaban.
Este suceso hizo la posicion de los patriotas m u i em barazosa. Se
habia perdido el m ejor cuerpo de in fa n te ría , y a u n q u e en la línea
de batalla debian e n tra r los vencedores en M osquitero y V ijirim a ,
— -170 —
tenían el batallón sin nombre formado de dispersos y con poca
disciplina. La caballería era toda colecticia y solo los dragones de
R ibas Dávila ofrecian esperanzas. Desde el campo hasta SanCárlos
estaba todo plagado de guerillas que interceptaban la s co-nunicaciones y eran suficientes p or su n úm ero p ara uo d ejar escapar á
nadie en caso de u n a d erro ta. iNo se contaba con ninguna reserva,
y el enemigo que tenia al frente , m andado por jefes intrépidos,
había m archado ■victorioso desde Coro y desde Apure. Así q u e , la
batalla que iba á em peñarse en aquel dia con la desventaja de un
reves tan co n sid era b le , podía m irarse como decisiva p ara la repú­
blica y de vida ó m u erte para los venezolanos com batientes.
Por fortuna el enem igo, tímido siem pre en -m ed io del triunfo,
hizo replegar sus colum nas vencedoras , cubrió su espalda con el
bosque del rio Aearigua y formó su línea de cómbale colocando en
el centro la in fan tería, diez piezas de artille ría al fre n te , y á los
costados dos grandes y estendidas alas de jin etes. Algunos m ator­
rales salientes hacia la sabana le daban la facilidad de ocu ltar cual­
q u ier m ovim iento q u e con estos in ten tara.
Los patriotas tuvieron . p u e s , tiem po sobrado p ara volver en sí
y disponerse. Su segunda división se form ó en batalla allí donde
habian m uerto los cazad o res, y sucesivam ente en traro n en línea
la retaguardia y la reserva. Estos cuerpos fueron puestos al mando
de U rdaneta. A su espalda se colocó la caballería con orden de
acuchillar á los que volvieran caras, y Bolívar quedó de reserva con
el escuadrón de R ívas Dávila. Todo esto se hacia ya bajo los fuegos
de la artillería enem iga. La m archa en (¡n se em prendió con gran
orden y silencio, deteniéndose cuando las lilas se desordenaban y
siguiendo de nuevo á paso mas tardo que lijero. A tiro de pistola
se m andó em pezar el fu e g o , á tiem po que dos partidas de caballe­
ría m andadas por los capitanes Nicolás Briceño y Mateo Salcedo
recibieron orden,de apoderarse de Jos cañones que cubrían las alas
enemigas. Ejecutóse esta operacion b izarram ente, y cinco m inutos
de un fuego vivísimo bastaron p ara desordenar la infantería rea­
lista ; pero en el interm edio el ala izquierda de los enem igos hizo
u n m ovim ien’o general soi>re la retaguardia de los patriotas pre­
tendiendo envolver su infantería. La segunda línea de Bolívar que,
como hemos d ic h o , era toda de caballería colecticia, no supo m a­
n io b ra r , y ya cejaba próxim a á ser d estruida , form ada en batalla,
cuando el L ibertador m andó avanzar los dragones sobre la colum na
de caballería de los españoles; y como esta m archaba de flanco ,
los primeros soldados acuchillados volvieron caras , em barazando
y trastornando á los de atra s. Esta operacion fué decisiva, p o r­
que libre con ella la línea de ginetes republicanos q ue no habia
podido m aniobrar , fue dirigida en masa por Urdaneta sobre el ala
derecha de los enem igos, m andada por Yáñez. Este , inactivo hasta
entóneos , viendo la derrota del resto del eje rc ito , plegó y h u y ó ,
sin liac?r la resistencia que debia esperarse de su valor. Todo fué
obra de pocos m inutos y la victoria estaba conseguida.
El enemigo dejó en el campo m as de 1000 m uertos y todo el
tren m ilitar : la pérdida de los p a trió la s, sin contar la de los caza­
dores, fué insignificante. Pocos prisioneros se hicieron por el pronto,
atento á que los restos de la in fan tería enem iga se refugiaron á los
bosques del rio y la caballería huyó al escape por diferentes direc­
ciones. En la persecución de la larde se logró dispersar e s ta ; y
habiéndose situado el cuartel general con algunos cuerpos en la
Aparición de la Corteza, allí se cogieron por la noche 000 hom bres
de infantería que tom aron aquel cam ino, m enos frecuentado que el
real, para salvarse, ignorando el m ovim iento de los patriotas. A
ningún español ni canario se dió cu artel. Muchos de ellos escapa­
dos antes por acaso ó perdón se hallaban a llí, y en los prim eros
momentos de te rro r creyeron salvarse subiéndose á los árboles ;
pero los infelizes caian de ellos m uertos á balazos.
Cevállos no paró hasta G uayana, donde se em barcó, apareciendo
algunos meses despues en Coro : Yáñez fué á rehacerse en San F er­
nando de Apure y sus dispersos re-pectivos p rocuraron volver á los
Puntos de partida. Desde el mismo campo de batalla dispuso Bolí­
var que la división Villapol y el batallón Barlovento, m andado in ­
terinamente por el teniente coronel Andrés Lináres, m archasen d i­
rectamente á Barquisim elo ; q u e todo el material de guerra tom a­
do al enemigo se trasladase á S. Cárlos escoltado por alguna caba­
llería; y que Urdaneta con los ginetes de Harinas, el escuadrón Dra­
gones y el batallón sin nom bre, que en el acto de la acción habia
recibido el de Vencedor en A raure, siguiese hasta G uanare con el
objeto de com pletar la persecución del enemigo. Despues de estos
arreglos co 't.ram archó hácia Valencia, p ara atender á las opera­
ciones que debían em p rend erse en las llanuras de Caracas por Ca­
labozo.
Separado de él U rdaneta en la Aparición de la'Corleza, continuó
— -172 —
su m a rc h a h a sta G uanare, en donde, conform e á sus instrucciones,
confirió el m ando de la provincia de Barínas al teniente coronel
Ramón García de Sena. Este, llevando consigo u na división com­
puesta del Vencedor en A raure y la caballería de B arínas, entró ea
esta ciudad sin oposicion, p or haberla abandonado cobardemente
e l catalan Don José Puy que la m andaba. Perseguido hasta Nutrias
p o r el capilan Francisco C onde, fué á refugiarse á San Fernando,
dejando lib re u n a com arca q u e aun en el dia pronuncia con hor­
r o r su nom bre. Por lo que hace á U rdaneta, habia recibido el man­
do del ejército de occidente al separarse de Bolívar, y siendo una
d e sus principales atenciones la ocupacion de la provincia de Coro,
re tu v o cerca de su persona al escuadrón Dragones y con él se mo­
vió p or el Biscucuy, lo sllu m u caro s y el Tocuyo hasta Barquisimeto,
á donde llegó el 24 de diciem bre. El distrito m ilitar de su mando
com prendía todo el pais que se estiende desde San Carlos hasta las
rib e ras del Araúca p o r las lla n u ras, y desde B arquisim eto hasta Cúcuta por la serran ía, quedando á sus órdenes todas las fuerzas que
o b ra b a n en aquel vasto territo rio .
Si en estas circunstancias M arino y sus g u erre ro s, Ubres de toda
atención, hu b ieran querido com binar sus esfuerzos con los de Bo­
lív a r, ¿ q u ié n puede d u d ar q u e los enemigos de la república habrían
quedado enteram ente d estruidos? El oriente estaba tranquilo : el
occidente acababa de ser reconquistado : solo se m antenía en pié
am enazador y hostil el incansable Bóves en las llan u ras de Carácas,
y era im posible, ó p o r lo m enos im probable, q u e se resistiera con­
tra u n ejército aguerrido y num eroso. Nadie ha puesto nunca en
d u d a el valor de M arino, acreditado brillan tem ente en todas oca­
siones, y ciertam ente en su carácter no entraba la vil emulación,
q u e le hiciera ver con gusto la ru in a de su com petidor, para real­
zar con ella el propio m érito. Por otra parte no puede alegarse pa­
ra su inm ovilidad, n i ignorancia de los sucesos ni repugnancia de
Bolívar á su cooperacíon. Por el contrario solicitóla este siempre
con el mismo em peño y tenazidad q u e ponía en todas sus cosas,
h asta el estrem o de ser creíble la hipérbole de un contemporáneo
re s p e ta b le , testigo presencial de los sucesos. (1 4) « Las súplicas
« del Libertador estaban e s c rita s , dice, basta con la sangre der« ram ada en nuestros campos de batalla. » Ni hai palabras para
esplicar las delicadas atenciones con que le tratab a y el esqui­
s t o tacto con que lisonjeando su am or propio, p ro cu rab a hacer
— ns —
para su viaje á occidente su gloria y conveniencias. N om bra­
do Bolívar en Caracas general en jefe y L ibertador, dió parte de ello
á Marino, pidiéndole m odestam ente su aprobación y la de sus com ­
pañeros ; é in stituida la orden de L ibertadores, fué destinada por él
rica venera al héroe del o rien te . La conducta de Marino no se puede
esplicar sino por su am bición. Colocado efectivam ente en u na posi­
ción análoga á la de Bolívar, nom brado jefe suprem o de oriente p or
las provincias de Barcelona, Cum aná y M argarita, y con u n b u e n
ejército á sus órdenes, no q u eria ser ménos que su com petidor :
lejos de e s o , aspiraba á g obern ar separadam ente las provincias
orientales, del m ism o modo q u e este gobernaba las occidentales, y
antes de co n cu rrir á la destrucción total del enemigo com ún, qu eria
que su autoridad fuera reeonocida por Bolívar de u n modo term i­
nante. Al efecto habia enviado tres comisionados al L ib e rta d o r; pe­
ro ausente de la capital y ocupado en sus preparativos' m ilitares
contra Yáñez y Cevállos, no habia podido este e n tra r en conferen­
cias todavía. El tiem po eu tre tanto se pasaba sin pensar en el a rr e ­
glo, y el L ib ertado r, ora porque de propósito lo ev itase, o ra p or­
que no entendiese au n el sistem a de M arino, prolongaba indefini­
damente su ausencia de Caracas. De aq u í el creer los diputados y
su comitente que se les engañaba : de aquí el an un ciar aquellos su
partida, el dilatar este sus so c o rro s: de aq u í en fin, el constante
escribir de Bolívar á unos y otro esplicando sus em barazos enojo­
sos, y prom etiendo el aju ste apetecido y con tanto em peño dem an­
dado. Mas adelante direm os cuál fué e s te ; p o r ahora vamos á ver
las consecuencias que produjo la conducta de M arino, sin por eso
decidir que sus pretensiones al m ando del o riente fuesen m as ó m e­
nos bien fundadas qu e las de B olívar al m ando de occidente! Tan m a­
tos nos parecen un as como otras por lo que respecta á la legalidad ;
so’-o que el poder absoluto de Bolívar filé necesario y bien em plea­
do en favor de la república, á tiem po que el de Marino la perjudicó
valer
considerablemente.
Esías disensiones sordas, tanto peores cuanto m as disim uladas,
Produjeron desde luego el malísim o efecto de d ejar á Bóves tra n ­
s i ó en sus guaridas. Em barazado Bolívar con Yáñez, Cevállos y
Monteverde, no podia oponerle grandes fuerzas, ni ménos perseSQirle, pues, como se ha visto, tuvo que llam ar en su ausilio á
Campo Elias. Bien quisiera él que Marino se encargara de destru ir*° j pero á pesar de sus ruegos el jefe del o riente continuó en su
— -174 inacción, dando tiempo á q u e el famoso y cruel asturiano se levan­
tase mas form idable que nunca.
En efecto, despues del te rrib le descalabro que le h izo sufrir su
paisano Campo Elias, se re tiró , como hemos visto, al Guayabal, y
allí se dedicó activam ente á re p a ra r sus pérdidas. A Morales, aun­
q u e herido , le envió á G uayana, y este le llevó algunos oficiales,
\ 00 infantes, 500 fusiles, un canon y gran repuesto de municiones.
Las crueldades de Campo Elias habian aum entado sus filas; pero
él las elevó á un núm ero considerable con u n a m edida qüe anadia
al descontento el cebo del latrocinio. Y fué la de pu b licar una cir­
cu lar en que prom etía el pillaje de todas las poblaciones patriotas
á los individuos que se le u n ie ran , sin distinguir entre estos de cla­
ses, estado ó condicion. Con tales m edios reu n ió prontamente
4 .0 0 0 caballos, y el 8 de diciem bre atacó á Aldao en el paso de
San ¡Marcos ( IÜ o -G u a rico ). Aldao, que era español y au n q u e há­
b il m ilitar arrebatad o y terco, en lu g ar de replegar con sus mil
hom bres delante de a niel torrente irresistible, quiso hacerle frente,
llevado de un arrojo perjudicial é in o p o rtu n o ; crim inal pudiéra­
mos decir, pues no es virtuoso ningún sacrificio tem erario. Con una
palabra queda, esplicado el resultado de esta acción. Aldao y sus
m il hom bres perecieron heroica, si bien in ú tilm ente : con él mu­
rió el teniente coronel Rafael Castillo, oficial distinguido y valeroso,
y tam bién su segundo Carlos P a d ró n , tres vezes balido y última­
m ente sacrificado porB óves. Este ocupó en seguida á Calabozo.
F ué aqueste sueeso el últim o de grande im portancia ocurrido en
este año fecundo y tem pestuoso. Al finar, las cosas estaban bien
confusas é indecisas.
La batalla de A raure habia hecho á los patrio tas dueños otra vez
del occidente : B arínas estaba ocupada y sus llanuras no tenian mas
enemigos que algunos guerrilleros insignificantes. Coro, abierto á
todos rum bos, debia sucum bir de luego á luego, pues no tenia fuer­
za alguna que oponer á las que contra él guiaba U rdanela. Trujillo
se m antenía tran q u ila, sin m as aiencion que la de los enemigos de
Carache, pueblo rival suyo y adicto siem pre á los realistas.
La provincia de Mérida sufría las incursiones y violencias de los
jefes españoles encerrados en M aracaibo. Desde la en trad a del ejér­
cito libertador en sus comarcas y la vuelta á Cúcuta de C a s t il lo ?
sus parciales, quedó el coronel S antander guarneciendo los v a lle s
con algunas tropas. Este jefe d errotó varias g uerrillas enemigas en
— -175 —
L o m a -p elad a, San F austino, Capacho y el rio Z u lia ; pero el capi­
tán español Don B artolom é Lizon logró re u n ir u n a fuerza de \ .000
hombres, y con ella le destruyó com pletam ente el -12 de octubre
en el Llano de Carrillo, del otro lado del Tachira y de Pam plonita.
Esta victoria puso d los españoles en posesion de Pam plona, p ri­
mera ciudad al norte de la N ueva-G ranada, los hizo dueños de los
valles de Cúcuta, y en cierto modo los constituyó árbitros de la
provincia de M érida, donde muchas poblaciones se m ostraban fo­
gosamente adictas á su causa. Q uisiéramos poder evitar la triste
y enojosa necesidad de h ab lar siem pre de las crueldades cometidas
por los realistas en esta guerra h o rrib le; y aun p o r eso hemos
procurado no individualizar los hechos, ateniéndonos en lo posible
á consideraciones generales. Bien podríam os en la ocasion presente
poner bajo los ojos de n u estro s leclores u n cuadro abom inable de
las de Lizon en los valles de Cúcuta, pues no fueron en nada infe­
riores á las de Bóves, Moráles y oíros v a rio s ; pero creem os q u e
esta espresion basta p ara d a r idea de ellas sin escándalo ni exage­
ración.
El sitio de Puerlo-C abello se continuaba con vigor. M ariiío, tan
avaro de sus fuerzas terrestres, habia enviado á P iar, segundo jefe
del oriente, con algutios buques á b loquear la plaza, y esla senlia ya
los efectos del ham bre. Ademas se hallaba privada de sus m ejores
defensores con la pérdida de! regim iento de G ranada. Salomon,
como hemos visto, habia vuelto á Puerto-C abello despues de los
reencuentros de V ijirím a; pero escaseando las vituallas é instando
Cevállos por refuerzos, se decidió M onteverde á hacerle salir de
nuevo el 4 de diciem bre. T orpe siem pre é im previsor el llam ado
capitán general de Venezuela, señaló la m archa de aquel cuerpo
por entre ¡Nirgua y M onialvan, lo cual fu e causa de que se hallase
cortado cuando al cabo de m uchos dias llegó al punió prevenido.
No podia seguir á Coro por im pedírselo el ejército, ya vencedor en
occidente, ni volver á Puerto-C abello p or estar los pasos suficien­
tem ente guarnecidos y fortificados. En este conflicto se dirigió Salomon por el cam ino de la costa hacia Coro, sufriendo trabajos y
Privaciones indecibles. Llegó en fin ; pero tan acabado, que su b r i ­
llante regim iento estaba reducido á 400 hom bres.
Tantos erro res y desaciertos cansaron al fin la paciencia de los
defensores de la plaza, y el 28 de diciem bre depusieron á Monteverde, que mas tarde (8 de enero de -1814) se retiró á Curazao.
— -176 —
Nunca mas volvió al territorio este hombre nulo y débil, á cuya
conducta desbaratada y sin principios debe atribuir España mucha
y mui principal parte en la pérdida de Venezuela. Ella creó y fo­
mentó un partido casi del todo aniquilado : ella autorizó con el
ejemplo y el premio el desenfreno de los caudillos realistas : nue­
vamente encendió el fuego de la guerra y produjo en fin la que se
hizo á m uerte y los horrores de todo género que fueron su triste
consecuencia. En medio de esto Monteverde no tenia una sola cua­
lidad brillante en virtud de la cual pudiera la historia perdonarle
sus errores. Cualquiera de sus conmilitones, aunque tan malos
unos, tan ignorantes oíros, valia mas que él en cuanto á las dotes
del entendimiento.
El o rien te, en verdad , estaba intacto : algunas disensiones civi­
les ocurridas en Margarita se habían sufocado, y Marino prometía
grandes ausilios para la próxima cam paña; pero la poblacion se
hallaba m ui dividida; en algunos pueblos habían ocurrido subleva­
ciones peligrosas; innumerables partidas de guerrilleros desapia­
dados recorrían y devastaban el territorio; el Apure-estaba en armas
para volver sobre Barínas, y Bóves con 4000 llaneros próximo á
caer sobre los valles de Aragua-,-como u n azote de lo alto. ¿Con­
servaría Bolívar con un puñado de hombres la vasta línea de ope­
raciones que abrazaba, ó reuniría todas sus fuerzas en la provincia
de Carácas, abandonando el occidente ? No habia mas que estos
dos partidos y el último era absurdo á todas luzes.
ANO DE 1 8 1 4 .
La posesion misma de los territorios en que las armas republi­
canas habían vencido, era incom pleta: el occidente estaba con­
movido á pesar de la victoria de A raure, porque no habiendo po­
dido los patriotas llevar la persecución de los vencidos mas allá de
la orilla derecha del rio de la Portuguesa, y la izquierda del de
A pure, quedó siempre la provincia de Barínas amenazaba por
Yáñez , que habia vuelto á situarse en San Fernando. Allí se ocu­
paba en reunir gente con los ausilios de G uayana, y protegido por
la interposición de Bóves entre él y la capital. Este último, despues
de la derrota de Aldao, vió considerablemente aumentados sus gru­
— -177 —
p o s; que no merecían oíro nombre aquellas masas de caballería sin
disciplina ni orden. A estas poderosas causas de alarma se unía la
noticia de que nombrado el brigadier Cagigal por capitan general
de Venezuela , debia llegar mui pronto con tropas españolas: noti­
cia que por sí sola hacia bastante daño, pues animadas con ella
las partidas realistas, infestaban el terrilorio hasta el punto de
interceptar los caminos principales del in te rio r, y m antener en
una especie de bloqueo , tanto á Valencia y los pueblos inmediatos,
como á Barquisimeto, donde se hallaba con su división el general
Urdaneta.
Tales eran las circunstancias en que el Libertador debia abrir su
nueva campana contra enemigos poderosos y , menester es decirlo,
inmorales, pues abundando solo en espírítu de violencia y pillaje,
asolaban el p a ís, pervertían las costumbres y hacían de aquella
contienda una guerra de bandidos. Hallábase ademas escaso de
hombres y recursos , pues con ser fértiles y ricas las provincias
que ocupaba , habíanlas empobrecido y agostado el trajín de las
tropas y .las hostilidades. Sobre todo á la de Caracas, que casi sola
había sostenido el peso de ellas con su sangre y sus recursos. De
su partido municipal solamente había sacado Bolívar setenta y
cinco mil pesos, á tiempo que loda la provincia de Barínas había
contribuido apenas con veinte y cinco m il; y ya hemos visto que
lo mas florido de su juventud y sus mas ricos propietarios visitaron
también los campos de batalla. ¿ Qué importaba que Cumaná y
Barcelona estuviesen tranquilas, repletas de gente y de recur­
sos? Ellas no reconocían la autoridad de Bolívar, y se estaban á
m irar sus heroicos esfuerzos como si nada les interesase el resul­
tado. ¡ Tiempo perdido sin provecho, y que despues costó lagrimas
amargas á los rem isos, y por desgracia también á los que fueron
diligentes!
Pero era hombre Bolívar hecho, como el fuego del cielo, para
b rillar en medio de las tem pestades; cuanto mas desgraciado, mas
grande. Y no se diga que una necia confianza le cegaba hasla el
eslremo de ver como evidente el triunfo de la república; lejos de
eso, su espíritu luminoso y penetrante habia medido ya la estension
del peligro que la amenazaba. Seguro, empero, de sí mismo, no lo
estaba, si va á decir verdad, del pueblo que d triun farle ayudara,
de aquel cuyo afecto mas apetecía, de Caracas, en fin, objeto
constante de su am or, mas no de su confianza ilimitada en aquel
uisi-, s:od.
jo
— 178 —
tiempo. Para ponerlo á una nueva prueba, fuese á él, y de su
orden convocó el gobernador político Cristóbal Mendoza á los veci­
nos mas notables, á todos los padres de familia y á las corpora­
ciones: su fin era dar cuenta de lo que liabia hecho durante la
dicladura, acaso pedir nuevos ausilios, y sin duda cerciorarse por
s í mismo del estado y fuerza de las operaciones. Reunidos efectiva­
mente el 2 de enero en el convento de S. Francisco, concurrió á la
junla el Libertador acompañado de sus secretarios, y cada uno de
estos leyó el informe relativo al ramo administrativo de su cargo.
Terminada esta cuenta , propuso ti gobernador que se confirmaran
á Bolívar los poderes de dictador, menos porque fuese necesaria se­
m ejante formalidad (visto que existia el motivo de habérselos confe­
rido), cuanto por darle en ello un testimonio de afecto, aprobación
y confianza. Los miembros de la junta y un concurso inmenso de gen­
te que llenaba las naves, el coro y las tribunas del templo, acogieron
con una viva y prolongada aclamación el deseo manifestado por el
gobernador ; y Bolívar vió entonces lleno de gozo que el pueblo de
la capital le queria y estaba dispuesto á sostenerle. Con repugnan­
cia sin embargo , á lo que él aseguraba, se resolvió á continuar
mandando, o pues el honor á que únicamente aspiro, les dijo, es el
« de continuar combatiendo á vuestros enemigos , y no envainaré
« jamas la espada miéntras la libertad de mi patria no esté comple« tamente asegurada.» Nunca promesa fué mejor cumplida por
hombre alguno; mas en cuanto a la autoridad, su venerable me­
moria nos perdone , él la amaba como lodos ¡os que han nacido
para ejercerla dignamente.
L'n nuevo y mas grande embarazo que le suscitaba el oriente
apresuró el regreso de Bolívar a Valencia : y fué una orden dada á
Piar por Mariíío para que se volviera á Cumaná con la escuadrilla.
Al mismo tiempo se supo que el coronel Arrioja, dependiente tam­
bién del jefe oriental, habia desaparecido con un cuerpo de tropas
que m andaba, de los valles de Barlovento, revueltos entonces; y
en fm , que Marino mismo, próximo ya á partir en ausilio del oc­
cidente, liabia resuelto suspender su marcha. Sorprendido el Liber­
tador con estas cosas, llamó á Piar y á fuerza de ruegos obtuvo que
no diera cumplimiento á la orden recibida : despues escribió á
Marino un oficio sumamente curioso y que pinta al vivo sus angus­
tias. « Sin tem or, decía, de ser desmentido por el suceso, puedo
o asegurar á Y. E. que la rendición de Puerto-Cabello no podia
— -479 —
<i retardarse mas de quince dias, estando reducida la guarnición
a del castillo y plaza á los víveres almacenados con anticipación,
(i y que por muchos que sean no bastarán para el tiempo indicado.
« Las tropas de tierra cortan perfectamente la comunicación de la
« plaza con todos los valles inmediatos, y Ja escuadrilla en el m ar,
« no solo ha impedido la entrada de socorros, sino que ha apresado
(i algunos buques de Puerto-Rico que los conducían. En estos
« momentos no era mi desiguio quedar limitado á estas hostilida—
« des. Me proponía aum entar la triste situación de los sitiados,
« apoderándome del trinchero« y las vigías, y en consecuencia de
« la parte esterior del pueblo. La retirada de la escuadrilla echa
« por tierra el mas importante proyecto, y lo que es p e o r, deja
« libre la entrada de socorros á la plaza ; y siendo esta intomable
o para nosotros por fuerza de armas , jamas sucumbirá. Hé aquí
« cuál seria el resultado.de una medida que conspira con nuestros
o enemigos al éxito feliz de su defensa ; medida (permíiame V. E.
(i decirlo) estraordinaria, y cuya causa por mas que trabajo no
« puedo descubrir........ Repetidas vezes he implorado los ausilios
« de V. E ., primero para que marchando á cubrir con sus tropas á
« Calabozo, se impidiera el que los enemigos Ja ocuparan : segundo,
« para que destinándolas contra Bóves, cooperasen con las de Ca« rácas á su destrucción...... Permítame V. E. suplicarle también
« me revele las causas que han influido y que no conozco para
« unas determinaciones tan contrarias á las que hasta ahora había
<i adoptado , en tanto que á nombre de la comprometida libertad
« de la república le pido instantemente todos sus socorros para
« sostenerla. »
Esta comunicación fué enviada á Marino con emisarios especiales
encargados al propio tiempo de esplicarle las miras políticas del
Libertador y sus ideas acerca del gobierno general de las provincias.
Este era el punto capital que una vez arreglado debia facilitar todo
lo demas. Fuélo en efecto, al promediar de enero, del modo que
Marino apetecía, pues un tratado firmado y ratificado por ambas
partes reconoció la autoridad que ya te n ía ; si bien con algunas
modificaciones que, sin dism inuirla, conducían á mayor energía y
unidad en la defensa.
Estas empachosas transacciones no distrajeron sin embargo a
Bolívar de los cuidados m ilitares; y como el principial y mas u r­
— ISO —
gente de estos era el del terrible Bóves, había ya dispuesto que en
la villa de Cura se reuniera y organizara una fuerza respetable :
esta confió á Campo Elias , uno de sus jefes mas valientes y á quien
sobre todos ellos temia Bóves. Lástima es que no sepamos nada re­
lativo á los primeros años de aquel español sin g u lar, cuyo senti­
miento dominante era un odio mortal á sus conciudadanos, o Des« pues que á todos los m atara, solia decir, me degollaría yo mismo,
« y así no quedaría ninguno. » ¿Q ué desgracias, qué injusticias
inauditas esperimentó esa alma dura y fiera para formar un deseo
tan impío ? ¿ O era solo efecto de las crueldades que á cada
instante veía cometer á sus desapiadados compatriotas? Una y otra
cosa ignoramos; y no hai de averiguado sino que Campo Elias llegó
m ui joven á América, que avecindado a llí, casó luego, y por
últim o que cuando Bolívar em prendió su memorable campaña de
•I8-13 se desprendió de los brazos de su esposa y de sus hijos para
volar á los combates, que jamas abandonó despues.
Entre tanto la guerra se había encendido de nuevo en las pro­
vincias de occidente, y á Villapol sucedió Urdaneta en el trabajo
harto ingrato de perseguir y estirpar algunas partidas que infesta­
ban el territorio de Barquisimeto. Listo del todo el segundo para
invadir la provincia de Coro, se movió hacía el pueblo de Siquisique y en Baragua encontró á Réyes Vargas: queria el indio, no
cerrar el paso , sino impedir que los patriotas tomaran agua en los
únicos jagüeyes de la jornada de aquel dia. Esto produjo un choque
de poco momento porque Várgas no tenia sino 500 hom bres, los
cuales se dispersaron al fin y huyeron con gran pérdida. Ya se
lisonjeaba Urdaneta de llegar á Coro sin tropiezo, cuando se le pre­
sentaron dos comisionados que en tres días y tres noches habían
llegado desde Barínas con pliegos del teniente coronel García de
Sena. Decíale en ellos que Yáñez habia pasado el Apure con fuerzas
superiores, obligándole á encerrarse en la plaza de Barínas, la
cual se veria forzado á evacuar si no se le ausiliaba en el término
de quince días. No pudiendo con esto pasar adelante, volvió sobre
sus pasos acompañado de una pequeña escolta de caballería, orde­
nando á su tropa que le siguiera á grandes jornadas. Proponíase
tomar 200 soldados que guarnecían á Barquisimeto, y con ellos y
los mas que la fortuna le deparase en el tránsito, llevar á Barínas
un ausilio , si no suficiente, por lo menos oportuno. Y mientras
— 181 —
lo ejecutaba con la prontitud que exigía el peligro y permitían la
distancia y los malos caminos, conviene que digamos cómo se ha­
llaba García de Sena.
Efectivamente Yáiiez habia dividido en partes iguales una fuerza
de 2.000 caballos de que podía disponer : una confió á Puy y al
teniente coronel venezolano Remigio Ramos, para que atacasen á
Nutrías y Barínas ; con la otra debía marchar él mismo sobre el
cenlro de las provincias de occidenle. Puy atacó el 4 de enero la
prim era de aquellas dos ciudades, defendida por el capitan Fran­
cisco Conde. Resistió este bizarramente los primeros acometimien­
tos ; mas habiéndole llegado orden de García de Sena para retirarse
á Barínas, cumplióla en la noche de aquel mismo dia sin pérdida
alguna y en buen orden. Libre el camino de esta ciudad, siguieron
bacía ella los realistas y el 10 la sitiaron con 1.000 caballos : sus
defensores tenían 400 de estos y 500 infantes ; fuerza suficiente para
hacer frente al enemigo en campo raso, porque la pequeña inferio­
ridad numérica estaba compensada con la escelencia de la tropa y
la ventaja preciosa de la infantería. García de Sena, sin embargo, se
redujo al recinto de la plaza , fortiQcóla lo mejor que pudo y se li­
mitó á rechazar al enemigo cuando este le atacaba. Varias venta­
josas salidas hizo su caballería, ora por forraje, ora por reses ; mas
al fin la constante fatiga y lo malo y precario del alimento la des­
medraron mucho. Las vituallas empezaron d escasear de luego á
luego, y era preciso combatir para obtener el agua. Tal era sin em­
bargo el terror que inspiraba Puy y la idea terrible que los caudi­
llos españoles habian hecho concebir de la ferozidad de sus solda­
dos, que las tropas republicanas y con ellas los vecinos competían
en zelo y esfuerzos generosos por sustraer la plaza de sus rigores
inhumanos : las mujeres mismas, propensas de suyo al entusiasmo,
dóciles al ejemplo, y mas sufridas en general que el hombre , fue­
ron en aquella ocasion modelo de valor y de constancia. Con todo
eso las cosas habian llegado á un eslado en que la resistencia podia
aun prolongarse algunos dias, mas no indefinidamente. García de
Sena habia enviado emisarios d Urdaneta, y según dijeron ellos de
su parte, la plaza se defendería hasta por quince dias despues de
su salida : el último de estos era el 25 de enero. Mas Urdaneta, ac­
tivo y fu erte, podia eslar mui avanzado la via de Coro, en Coro
mismo : esta provincia , aunque incapaz de resistirse al jefe repu­
blicano , no carecía de defensores, y acaso lenia ocupado el grueso
—
182
—
de su fuerza : en fin , no había temeridad en suponer que la inva­
sión meditada por Bóves y un descalabro de las armas republicanas
hubiesen hecho necesaria la reunión del ejército en comarcas de Carácas ; y en cualquiera, de eslos tres casos el ausilio oportuno de
Urdaneta era imposible. Eslas dudas, la próxima reunión de Yáñez
á sus tenientes y la certeza de inutilizar completamente la caballe­
ría obstinándose en sostener la plaza, hicieron pensar á García de
Sena en evacuaría y así lo propuso el -15 en una ju n la de oficiales.
Muchos hubo que reprobaron enérgicamente el pensamiento : otros
propusieron atacar al enemigo : los vecinos clamaron por que
no se les abandonase : las mujeres, mas exaltadas, decian de la
evacuación que seria una insigne cobardía. García de Sena sin em­
bargo resolvió atenerse á su propio dictamen y al de la mayoría
del consejo de guerra ; pero engañando al vecindario, fingió que
por el pronto desistia de llevarle adelante. El dia -18 se preparó
como para hacer una salida, evacuó la plaza, dejó encargados
de custodiarla á unos cuantos hombres valerosos, y cuando estuvo
fuera, torció hácia Quebradaseca y Barinítas, metiéndose en la ser­
ranía. El enemigo-respetando esta retirada no la inquietó en ma­
nera alguna : prefirió echarse sobre la ciu d ad , degollar á sus
heroicos defensores, saquearla, quemarla despues, hacer hor­
rores.
El que puede retirarse impunemente delante del enemigo, puede
también combatirle ; y si esto era hacedero el 18, con mucha mas
vazon el dia 10. Dada esta posibilidad, el abandono cauteloso de la
poblacion y el sacrificio de los pocos hombres que quedaron para
su custodia, fué cruel, y como innecesario, inicuo. Semejantes sa­
crificios son justificables cuando salvan de inminente ruina un ejér­
cito, una ciudad, un estado : aquí 900 soldados que pudieron com­
batir huyeron, y el sacrificio no sirvió sino para hacer mas dolorosa
la pérdida de una poblacion de 10.000 almas. Por muchos respec­
tos merecía esta que se hubieran hecho para defenderla los majores esfuerzos : desde luego por la conveniencia de ocupar el mayor
tiempo posible las tropas de Yáñez, é impedir que libres de aten-,
dones se lanzaran sobre Sí>n Cárlos y complicaran mas y mas la po­
sición de Bolívar : también por el número desús habitantes, por su
patriotismo, por la clase de enemigos que la atacaban. Demas de esto,
á la generosa y útil resolución de combatir, debía incitar el honor
militar, el deber, la buena voluntad de las tropas y del pueblo : á la
— m
—
de sostenerla plaza dentro de su recinto, la advertencia hecha á Ur­
daneta de que podría conservarse hasta el 23 de enero. Las rozones
que hacían dudar de la oportunidad del ausilio, por plausibles
que fuesen, 110 podían valer sino para despues de aquel tiem po,
fijado por el mismo García de Sena. Y aun entonces la evacuación
solo hubiera sido disculpable por dos motivos : la incapazidad de
dar batalla al enemigo y la reunión de Yáñez á sus dos tenientes.
¡Ninguno de estos casos llegó, y el comandante de Barínas es justa­
mente responsable de haberla evacuado antes de. la época y sin
las circunstancias que debían hacerla precisa, antes también de po­
ner por obra los medios delibertarla. Error fué, mas no cobardía.
García de Sena murió despues gloriosamente en el campo de bata­
lla, y su memoria es por eslo y por sus anteriores servicios mui
digna de respeto.
Mientras que Puy se entregaba con el furor de las almas bajas al
placer de la venganza, trepaban los patriotas por los Callejones de
Mérída, camino acaso el mas áspero y difícil de cuantos hai en Ve­
nezuela. En llegando el 24 al pueblo de las Piedras, se vió que la
caballería no estaba en estado de servicio,, y fue preciso disolverla.
Allí se dieron á los infantes tres dias de descanso. E 11 la Puerla des­
pachó (50 de enero) García de Sena hacía Mérída dos compañías
á cargo del capilan Francisco Conde , y é l , dejando en Trujillo el
resto de su genle, tiró solo la vuella de Valencia.
Con doscientos hombres de infantería y catorce ginetes marchaba
Urdaneta á toda prisa por el camino real de Araure y Ospíno, cuan­
do al vadear la Portuguesa el 22 de enero salió del monte un ofi­
cial de los que García de Sena había dejado en Barínas y le conló
como este había abandonado la plaza cuatro días antes, y que lodos
sus compañeros y muchos vecinos habían sido pasados á cuchillo
por los españoles. Casi al mismo tiempo que esto oia se presentó
Yáñez, el cual, noticioso de la toma de Barínas, iba de marcha para
Ospíno. No intentó atacar de firme á los patriotas, porque estos pru­
dentemente se arrim aron á los m ontes; pero les mató cinco gine­
tes y todo el dia los entretuvo con escaramuzas. Al siguiente repa­
só Urdaneta el rio y emprendió retirada hacia Ospíno, donde liabia
nna pequeña guarnición al mando del teniente coronel José María
Rodríguez. A este dejó el jefe de occidente sus doscientos peones,
Y él con los nueve caballos que le quedaban siguió á Barquisimeto
Para poner en marcha sus tropas, considerando de la mas grande
— -184 —
importancia atajar los progresos de Yáñez antes que los españoles
de Coro tomasen nuevamente la ofensiva. Era urgente sobre todo
ausiliar á O spino, no fuese que sufriera la misma suerte que Ba­
rínas, y con él se perdieran 400 hombres que lo defendían. Como
llegóá Barquisimeto, dió orden al teniente coronel Manuel Gogorza
para que con 500 soldados del batallón de Valencia marchara ori­
llando los montes y á viva fuerza penetrara en Ospino, cuyos defen­
sores debían hacer para ausiliarle una salida. La operacion fué rá­
pida y felizmente ejecutada, de m anera que el 2 de febrero estaba
Gogorza á Jas inmediaciones del pueblo. El jefe de los realistas, que
lo tenia sitiado desde el día anterior, cargó entonces sobre los ausiliares á la cabeza de sus ginetes; pero la guarnición se abrió pa­
so, según lo convenido, y juntos ambos cuerpos tomaron la vuelta
del pueblo. Empeñado Yáñez en impedir su en trad a, redobló sus
esfuerzos, atacando con furor los cuadros republicanos. Fué em­
peño vano. Rodríguez y Gogorza oponían á Ja celeridad, al choque
de los caballos y á las terribles lanzas de los llaneros afamados,
la inmovilidad serena del infante, su horroroso fuego y la larga
bayoneta. Divididos en dos masas que m utuamente se apoyaban,
seguían ganando terreno lentamente. Yáñez lanzaba contra ellas á
sus intrépidos ginetes ; pero encontrando estos por todas partes un
fuego vivísimo y un m uro de hierro, remolineaban en torno de las
filas, caian ó á todo escape se reliraban para ponerse fuera del alcanze de los tiros. Duraba hacia algún tiempo este combate cuando
la muerte de Yáñez hizo cesar completamente el ataque de sus sol­
dados , los cuales se alejaron dejando su cadáver en poder de los
patriotas. Una bala quitó la vida á aquel feroz canario en el campo
del honor, y la historia, aunque condene sus escesos, no puede ne­
garle el prez de los valientes. Sensible es que los vecinos de Ospi­
no dividieran sus miembros fijándolos con escarpias en lugares
públicos, porque tales crueldades no honran á los pueblos, y con­
tribuyen á enconar mas las pasiones: verdad es que el tiempo era
crudo, y mui malo aquel hombre.
Despues de este suceso se situaron los realistas en Guanare, su­
cediendo á Yáñez en el m ando un español de humilde educación y
nacimiento, que despues adquirió alguna celebridad en las guerras
de Venezuela y de la Nueva Granada. Era este el teniente coronel
Don Sebastian de la Calzada, simple soldado del batallón de la Reina
el año de (8 1 0 , preso y encausado por aquel mismo tiempo con
— 485 —
motivo de un hurto, y libertado de galeras por el movimiento del
•)9 de abril y los desórdenes que se le siguieron. Qué moralidad y
qué principios tuviese hombre semejante, ya se dejará entender :
fué en efecto uno de los que mas saquearon la tie r r a ; y su dureza,
si bien ménos feroz que la de Yáñezy Morales, no produjo efectos
menos espantosos.
Urdaneta se ocupaba á (oda prisa en reu nir una fuerza respelable para tomar la ofensiva y recuperar la provincia de Barínas,
cuando una orden del Libertador llegó á quitarle los medios de
emprenderlo. Pedíale que le enviaseá vuelo un cuerpo desús me­
jores tropas, porque un suceso desgraciado acababa de poner en
peligro la provincia de Caracas y aun la existencia de la república.
Y
era la verdad. Bóves habia reunido en Calabozo una fuerza de
7000 hombres , y á fines de enero emprendió con ellos su marcha
h á d a la villa dé Cura, en tanto que para hacer diversión á los pa­
triotas tram ontaba el español Francisco Rósete la cordillera, por la
senda de los Pilones, y caia sobre los ricos valles del Tuy. Ahora
que se nos viene á las manos esle mal hombre de Rósete,
nos
ocurre pensar que es una cosa por estremo singular y mui desa­
gradable tener que pintar un monstruo en cada uno de estos cau­
dillos realistas. Este que aquí aparece oscureció con sus crueldades
inauditas la celebridad de Znazola. En el año de -1842 le encontró
Antonánzas con una miserable pulpería en el pueblo de Taguay,
sosteniéndose mas que de su industria de la beneficencia de los ve­
cinos. Su cualidad de español hizo que el prim er asesino de Cala­
bozo y de San Juan de los Morros le confiase el mando del pueblo
de Camatagua; y desde entonces nuestro pulpero, deponiendo el
esterior torpe y perezoso con que encubría su fingida humildad ,
no pensó ya sino en distinguirse por su zelo en Ja persecución de
los patriotas. Cuando el Libertador ocupó á Venezuela, se retiró al
interior de las llanuras y se hizo jefe de una partida de bandidos :
despues 110 cesó de hostilizar á O rituco, Cum atagua, Taguay y
los otros pueblos que están al sur de Ja cordillera ; aJiora la pasaba
por la primera vez para amenazar la capital, proteger la invasión
de Bóves y precederle en sus horribles venganzas. ¿ Cómo era posi­
ble que semejantes hombres llevasen á cabo ninguna obra de paz y
reconciliación ? ¿ Qué punios de conlacto habia entre ellos y los
jefes patriotas, por mas crueles que se quiera suponer á estos ? ¿ Qué
plan, en fin, m ilitar ó político podia salir de tales cabezas en bien
— A86 —
ele España y su colonia ? El uno era un anliguo p ira ta , el otro un
doméstico servil é ignorante : cuál de ratero liabia pasado á jefe
militar y este era un figonero soez. Y en tales hombres por desgra­
cia estaba la energía , la actividad, la mejor parte del mando : el
honrado Cevállos, el bueno, pió y clemente Correa sem antenianen
el estado subalterno de que jamas salieron, y como siempre, la vir­
tud fue modesta, el crimen atrevido.
Volvamos ahora á Bóves. Continuando este su marcha por el ca­
mino real de Calabozo á la villa de Cura, se halló el a de febrero
con Campo Elias que liabia tomado posiciones con 5000 hombres
en el sitio de la Puerta. Por espacio de una hora se mantuvo cob
igualdad la pelea ; pero la superioridad numérica de Bóves era mui
grande para que dejase do asegurarle la victoria, y sus huestes que
Ja fama exageraba, inspiraron en aquella ocasion álo s patriotas un
pánico terror. En lo mas vivo del combate el 5.° de la Union se puso
en fuga , y no fueron parte en contenerlo los esfuerzos de Campo
Elias, ni los de su propio comandante Francisco Yépes : este con
u n p o c o s valientes hizo rostro al enemigo y pereció allí gloriosa­
mente : con eslo el ala derecha de los patriotas quedaba cortada.
La izquierda lo fué luego al punto, pues un cuerpo de tropas en­
viado á tomar varias alluras que la cubrían se marchó para’la Vic­
toria sin disparar,un tiro : entonces el resto de la infantería so dis­
persó por varias partes, y los soldados que no perecieron en el
campo ganaron los monles para salir al mismo punto. La caballería
que era poca y m ala, huyó toda : Campo Elias con uno que otro
oficial y mui pocos peones y ginctes fieles y prácticos del terreno ,
salió á la villa de Cura ; y habiéndola encontrado desierta, siguió
con las reliquias de su tropa hasia la Cabrera.
Recibió Bolívar la mala nueva de este desastre estando en la lí­
nea sitiadora de Puerlo-Cabello. Inmediatamente dispuso que el te­
niente coronel de ingenieros Manuel Aklao fortificase la angostura
de la Cabrera y en ella á todo (ranee se hiciese firme Campo E lias:
que el teniente coronel Mariano Montilla, abriéndose paso por en­
tre las partidas enemigas con una escolta de gínetes bien montados,
llevase instrucciones al general Ribas, que habia salido ya de Ca­
racas y ocupado la Victoria con 1000 hombres : y que en el sitio
solo quedasen las fuerzas puramente necesarias á cargo siempre del
intrépido D’liluyar. Él mismo marchó luego á Valencia con la.gente
de que pudo disponer, pidió ausilios á Urdaneta y se preparó á
— -187 —
socorrer según el caso lo pidiese á uno ú otro de sus tenientes. El
enemigo entre tanto habia caido ya á los valles de Aragua y corta­
do de tal modo las comunicaciones entre los puestos patriotas, que
de una compañía enviada por Ribas desde la Victoria para llev ará
Bolívar la contestación al mensaje de Montilla y derrotada en el
tránsito, solo once hombres pudieron regresar á la plaza.
E H 2 de febrero á las ocho de la m añana atacó Bóves impetuo­
samente á la Victoria por los caminos de la villa de Cura y San Ma­
teo : sorprendió y mató las avanzadas que tenían los republicanos
en el Pantanero , y apoderándose de toda la poblacion , los redujo
al estrecho recinto de la plaza. Ribas tenia cinco piezas pequeñas
de campaña , escelentes oficiales y una tropa llena de espirita y
buena voluntad : parte de ella era el batallón de la Guaira, orga­
nizado, disciplinado y mandado por el teniente coronel Ramón
Ayala. üemas de eso la constante fortuna que le habia acompañado
siempre en todas sus empresas militares, inspiraba á los soldados la
mas ciega confianza; y así lo demostraron sosteniendo bizarramente
un vivo fuego en todas las bocacalles de la plaza, á pesar de las re­
petidas cargas del enemigo. Ocho horas hacia que duraba el com­
bate y la posicion de los patriotas, no Obstante su firmeza , empe­
zaba á ser comprometida, porque habiendo atronerado los realistas
las casas del recinto, empezaron á tirar de cerca sobre ellos, y ea
particular sobre los jefes : Ribas habia tenido ya tres caballos m uer­
tos, y á su rededor caian á cada instante muertos ó heridos sus
mejores oficiales. Eran las cuatro y media de la tarde, la mitad de
la gente republicana estaba fuera de combate y el enemigo reno­
vaba este incesantemente con tropas de refresco, cuando de repente
se levantó una densa nube do polvo en el camino de San Mateo.
Harto avisado Ribas para no conocer quién era el que llegaba en su
socorro, y también que su fuerza debia ser poco numerosa, dispu­
so que \ 00 ginetes y SO cazadores al mando de Mariano Montilla
salieran á recibirle para facilitar su entrada. Este jefe se abrió paso
valerosamente por entre las (ropas enemigas y llegó á liempo de dar
oportuna ayudadlos ausiliares, cercados ya por todas parLes. Sin
aquella sabia disposición de Ribas y la habilidad con que fué eje­
cu tada, acaso hubieran, peleando á la continua, perecido, pues no
eran mas de 220 ; si bien su jefe Campo Elias, haciendo roslro á
los realistas con su habitual coraje, les daba mucho en que en­
tender. La salida de Montilla, su ataque repentino y el nombre del
— -188 —
vencedor en Mosquitero proclamado como un grito de guerra por
las tilas, sobrecogió á sus contrarios de un profundo terror. Atento
á todo Ribas, se aprovecha de aquel momento favorable, sale de la
p laza, arrolla cuanto encuentra, y haciendo en los peones enemigos
fiero estrago, dispersa su caballería, la ahuyenta de todos los lugares
circunvecinos á que quiso acogerse y queda dueño del campo de
balalla. La noche puso término á la persecución, pero habiéndose
presentado de nuevo el enemigo al dia siguiente por el camino y las
alturas del sur de la villa, la completó el general republicano, obli­
gándolos á huir desatentados en todas direcciones. Unos treparon
por los cerros del Pantanero, tram ontándolos hácia el P a o ; otros,
cortados desde el dia anterior en el Calvario y la Calera, se entra­
ron por el abra del rio Aragua, y por allí anduvieron errantes
muchos d ia s; el grueso de su caballería se dirigió á la villa deCura
por el camino real, no sin ser gran trecho y vivamente perseguida.
Este reñido combate costó á los realistas una pérdida considera­
ble, doble de la de Jos patriotas : la de estos consistió en 100 hom­
bres muertos y mas de 400 heridos. Entre otros distinguidos oficia­
les perdió la república al valeroso Rívas D ávila, que recibió un
balazo en la plaza de la Victoria. Era natural de Mérida. .ió ven y
lleno de ardor, abrazó la causa americana desde el 19 de a b r il, y
á su zelo se debió el que aquella ciudad, siguiendo el ejemplo de
Carácas, depusiese las autoridades españolas. Nunca tuvo en la m i­
licia otro grado que el de coronel con que fué recibido desde su
entrada en ella. Mandando el escnadron de Dragones de Carácas
adquirió este su renombre de invencible : con él concurrió á casi
todas las funciones importantes de aquel tiempo : en Bárbula dis­
putó á Jiraldot la palma de la bravura; en Barquisimeto arrolló la
caballería enemiga y salvó Jas reliquias de los republicanos : en
Araure la victoria se debió en gran parte á su elevado esfuerzo.
Alma nobilísima del número mui corto por cierto de aquellas en
quienes el patriotismo es un culto de amor puro y de generosos sa­
crificios. Antes de espirar supo que Ribas habia quedado vencedor :
« Muero contento, dijo, viva la república » , y espiró por ella,
pensando en ella.
Bien que el heroísmo era tan común en aquel tiempo confuso,
tempestuoso y brillante, que en las últimas clases así como en las
primeras se v e ia ; cosa que esplica lo rápido y estraordinario de
algunas fortunas militares. En el detalle de esta acción al lado de
—
-189
—
Montilla, del teniente coronel Carlos Soublette, de Ayala, del coro­
nel Campo Elias y de otros -varios jefes, colocó Ribas el nombre de
dos soldados rasos, cuyo Yaior recomendaba. Otro de los suyos ha­
bía matado peleando á dos realistas y recogido sus fusiles. Cubierto
de heridas y sintiéndose m orir, reunió el suyo á los que habia ga­
nado, se echó sobre ellos y los cubrió con su cuerpo; mas como
entonces acertase á pasar por allí un compañero, le llamó y dijo :
i Estas armas que be adquirido al precio de mi sangre, llevarás al
genera!, como mi herencia. »
El mismo dia en que la acción de la Victoria salvaba á Carácas
de las venganzas de Bóves y Morales, empezaron en ella las san­
grientas ejecuciones que llevaron al sepulcro mas de 800 españoles
y canarios. Este hecho terrible se pinló entonces por los enemigos
de Bolívar como una atrocidad in ú til, hija solo de la venganza :
hoi mismo a’gunos de sus compatriotas lo ven ó afectan verlo como
una mancha que afea su carácter y deslustra sus acciones. Los que
hasta ahora han escrito con mas ó menos estension la historia pa­
tria, ó no Ib han mencionado, ó han pasado por él como sobre as­
cuas , ora porque lo reprobasen, ora porque aprobándolo no qui­
siesen decirlo, ora por no haber estudiado el punto con la profun­
didad que él exigía. La malanza de 800 presos es una cosa tan
espantosa, que en los tiempos ordinarios no hai cabeza que la con­
ciba por útil, ni espíritu que se atreva á defenderla como necesa­
ria. Mas de los hechos no se puede juzgar de una manera absoluta
sino con examen de la época y circunstancias en que se ejecutaron:
los hai tales que se reprueban cuando se consideran á la luz de los
principios; pero que son justificables cuando vistos á la luz de los
principios y los tiempos. Desgraciado el pais en donde sean necesa­
rios ; desgraciado mil vezes el hombre que los haya ejecutado; pero
si este cumplió un deber púldico inevitable, si se olvidó de sí mis­
mo para no pensar sino en la patria, si le hizo un bien, no se co­
meta la injusticia de llamar solamente cruel lo que también fué
necesario, inútil lo que fué provechoso; ni se quiera tampoco, por
rechazar toda consideración, imponer responsabilidad al que hizo
de sus sentimientos y sus principios un sacrificio generoso.
Hasta entonces el decreto de guerra á muerte habia sido para la
mayor parte de aquellos desgraciados una simple amenaza , fuera
del campo de batalla ; pues aunque Bolívar y otros jefes pasaron
algunos por las armas en diferentes p a rte s, fué siempre ó aquellos
— -190 —
que se habían distinguido por su espíritu turbulento y sanguinario,
y solo por tomar en ellos una represalia personal. Mientras la cle­
mencia no se opuso á la salud de la república, la clemencia se ejer­
ció por el Libertador y sus compañeros, violando el tremendo decx'et j de Trujillo. Mas las cosas habían variado mucho por desgra­
cia; y á punto (al, que rodeados por d o q u ie ra los palriotas de
enemigos, se vieron luego en aquel trance amargo y solemne de la
vida en que un deslino inexorable hace indispensable la muerte
de nuestros contrarios para asegurar nuestra propia salvación. Que
ese momento liabia llegado es indudable : Yáñez invade por Barínas
el occidente, los cuerpos francos de Coro respiran y se rehacen;
queda sin fuerzas Urdaneta; disminuyese la línea sitiadora de Puer­
to-Cabello ; Bóves se dirige á Carácas por la Victoria, Rósete por
Ocumare; yesos mismos hombres, traidores siempre y siempre
perdonados, maquinan al mismo tiempo en las prisiones de la
Guaira la ruina de sus clementes enemigos, de acuerdo con aquellos
ferozes partidarios. Y luego ¿quienes eran ellos? Los mismos que
habiendo en 18-10 quedado en sus empleos'y obtenido-otros nue­
vos, conspiraron contra la república en -18H : los mismos que en
el siguiente rodearon á Monteverde, le condujeron al perjurio y
ejercieron sobre los patriotas las mas irritantes tropelías : los mis­
mos que Bolívar, olvidando los recientes ultrajes , quiso salvar do
las represalias en 1815 por un movimiento de sublime venganza :
los mismos que el insensato Monteverde puso á discreción en sus
m anos, negándose á ratificar el tratado que los redimía : los mis­
mos que á tanta clemencia correspondían formando malas trazas
con los refugiados en las colonias, y lo que es m a s , con aquellos
crueles bandidos, vergüenza del nombre español y oprobio de la
humanidad. En el estado en que se bailaba Bolívar, la m uerte de
e¡>tos hombres era un golpe atrevido que le lanzaba sin remedio y
sin retirada en una guerra de exterminio ; pero él sabia que el que
siembra cobardías recoge tempestades, que el que se abate es opri­
mido, que el que recula hace, sin evitarle, mas fuerte á s u enemi­
go. Bonaparte tomó en Jaffa algunos miles de prisioneros, y no po­
diendo enviarlos á Egipto por falta de escolta, ni devolverlos á sus
contrarios sin aum entar el número de estos, los mandó pasar al filo
de la espada. Aquel grande hombre se decidió por la necesidad á
un acto terrible q u e , según T hiers, fué el único cruel de su vida.
Colocado Bolívar en peores circunstancias y no tratando de conser­
—
491
—
var una conquista in ju sta , sino de salvar á su patria, de una ruina
inminente, ha debido hacer por patriotismo lo que aquel insigne
capitán ejecutó con miras de ambición. ¿Podia conseguir el mismo
resultado sin darles m uerte? es decir ¿ podia mantenerlos en las
prisiones? Era, tal la situación de Carácas y la Guaira, que todas
las generaciones útiles del pueblo estaban en los ejércitos , y para
hacer el servicio de las poblaciones llamó á las armas un bando
del gobernador m ilitar á todos los niños desde la edad de 12 años
yá los adultos hasta la de sesenta, imponiendo pena de la vida al
que no se presentara.
Por ausencia del general Ribas era gobernador m ilitar interino
de Carácas el coronel Juan Bautista Arizmendi, y á él fué á quien
se dió orden de llevar á cabo la tremenda ejecución. Con harta
esactitud se cumplió , con harta crueldad también según d ic en ;
pero es preciso convenir en que paciencias de santos no hubieran
podido tolerar las demasías de los jefes realistas, y que á cada paso
nuevos atentados aumentaban hasta un punto indecible el encono
y la ira.
Hemos dicho que Rósete habia invadido los valles del Tuy. Con
efecto aquel monstruo ocupó á Ocumare el -H de febrero, y aun­
que no habia encontrado sino mui débil resistencia, trató á aquel
pueblo desgraciado del mismo modo que si le hubiera costado un
crudo asalto. Muchas personas (m ujeres y niños principalm ente,
porque los hombres liuian á los montes) se acogieron al tem plo,
asilo ordinario en aquellos tiempos calamitosos, en que los pueblos
cambiaban á menudo de señor por las vicisitudes de la guerra. De
hecho hasta entonces habia sido respetada la casa del Señor : á ella
llevaba cada cual cuanto tenia de mas precioso; y ya se viera á
Bóves, Yáñez y Antoñánzas detenerse á sus puertas ante un sacer­
dote venerable rodeado de débiles criaturas. Rósete el primero
violó el recinto sagrado, pues sus tropas, despues de haber robado
y saqueado el pueblo, derribaron á hachazos las puertas de la igle­
sia y regaron con la sangre de algunos ancianos el co ro , la nave
principal y el ara inisma de Jos altares; luego sacándolos en las
puntas de las lan zas, esparcieron por las calles y caminos sus
cuerpos mutilados. La fama de estos horrores se propagó tan rápi­
damente,-que cuando llegó Rósete al pueblo de Gharallave lo en­
contró desierto : Carácas se consternó sobre manera, y en los prime­
ros momentos de-sobresalto los vecinos y las autoridades hicieron
— H92 —
cortaduras, fosos y parapetos en todas las calles que rodean la
plaza mayor, con el intenlo de defender la ciudad á todo trance.
Desembarazado Ribas del mayor peligro, y viendo que Bolívar
( en marcha ya hácia los valles de Aragua con las tropas que habia
reunido en Valencia) bastaba para tener á raya las que Róves
organizaba de nuevo en la villa de Cura , tomó la via de los valles
del Tuy para atajar los progresos "de Rósete. Encontróle el 20 de
febrero en Charallave, y aunque guarecido de fuertes posiciones,
le espelió fácilmente de ellas y del pueblo despues de una hora de
fuego , poniéndole en completa derrota. Inmediatamente siguió Ri­
bas á Ocumare, donde-sabia que Rósete habia dejado una pequeña
guarnición ; pero esta huyó y los patriotas no encontraron allí sino
ruinas y el silencio del sepulcro : obra de trescientos cadáveres, la
mayor parte de niños y m ujeres, yacian insepultos por el pueblo
y sus inmediaciones. Un dolor profundo se apoderó de los repu­
blicanos al contemplar aquel cuadro de inútil y bárbara crueldad.
« Los horrores que he presenciado en este pueblo , escribía Ribas
« al gobierno, me hacen á un tiempo estremecer, y j urar un odio
« implacable á los españoles... Ofrezco no perdonar medio alguno
« de esterminarlos. » Así crecían los odios y la sangre con ellos.
Ni podia ser de otra manera, por cuanto la imprudencia de los
realistas aum entaba cada dia á punto de hacer creíble la ruina
completa del pais. Con trabajo dábamos asenso nosotros al princi­
pio á lo que muchos documentos de aquel tiempo y la relación de
contemporáneos respetables nos decian de las crueldades ejercidas
por aquellos h o m b res; á exageración lo teníam os, si va á decir
verdad, porque mas nos parecían arrebatos de cabezas enfermas
que cólera de gente racional. Mas al fin ha sido preciso creer en
fuerza de pruebas evidentes, examinadas con el ciudado y atención
de personas q u e , no habiendo tenido parte en los sucesos pasa­
dos. los ven sin ira, mas dispuestos á dulcificarlos que á a u m e n tar
su acíbar.
Ahora volviendo á Ribas, diremos que se apoderó entre otras co­
sas del equipaje de Rósete, en el cual se halló su correspondencia
con los otros jefes realistas. Por ella se adquirió el pleno conoci­
miento de sus planes y del concierto que con aquel movimiento, el
de Boves y deYáñez, tenia la revolución ya descubierta y castigada
de los prisioneros de la Guaira y de Carácas. Igualmente se encon­
tró un hierro figurando una P con que Rósete se proponía marcar
■MB© m
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— 193 —
en la frente á los patriotas y sus h ijo s; otro que se habia quitado.á
yáñez en la acción de Araure, y que llevaba con la misma intención,
figuraba una R.
Ribas dejó en Ocumare una pequeña guarnición y envió el resto
de su tropa á San Mateo, en donde habia puesto Bolívar desde el
20 su cuartel general. En Valencia habia quedado por jefe de las
armas el coronel Juan Escalona : D’EIuyar continuaba dirigiendo
el sitio de Puerto-Cabello. Muchas guerrillas enemigas infestaban
los contornos de la Laguna, y aunque algunas habian sido escar­
mentadas por Escalona y por el capitan Mateo Salcedo, seguían con
todo interrumpiendo el tránsifo por los caminos y manteniendo á
los pueblos en continuos sobresaltos. Apenas bastaba para hacer
frente á tantas atenciones la estraordinaria actividad de Bolívar,
siendo así que carecía de hombres, elemento el mas esencial de la
defensa. El plan que debió proponerse seguir y que en efecto si­
guió en aquellas circunstancias fué el de destruir á Bóves, no yen­
do á buscarle á las llanuras, donde aquel esforzado caudillo tenia
sobre él una ventaja conocida, sino atrayéndole á la cordillera,
donde el terreno hiciese menos útil el ausilio de su caballería : dis­
persada esta ó batida, Caracas se salvaba y los otros jefes realistas
plegarian, ó por lo menos le darian tiempo para reunir y organizar
nuevos batallones. Pero tal era el estado del p ais, que con haber
sido infinitos los esfuerzos que hizo para oponer á su contrario un
cuerpo de tropas numeroso, 110 pudo reunir en San Mateo mas de
-1.200 infantes y 600 ginetes; y eso despues de habérsele incorpora­
do Villapol con el socorro enviado de occidente. Cuatro piezas de
grueso calibre y algunas obras de campaña hechas á la lijera com­
pletaban los preparativos con que se dispuso á detener el impulso
de la pujante caballería de Bóves, fiado para vencerla en la indis­
ciplina de esta, en el valor do sus propias tropas y en la escelencia
de los jefes que le acompañaban. Allí estaban en efecto el modesto
y sereno Lino Clemente; Martin T ovar, probado ya en las lides
militares y tan completo en el valor como en la honradez; los dos
Montillas, jóvenes fogosos é inteligentes; el intrépido y cruel Cam­
po Elias ; Villapol, tipo perfecto del carácter español en toda su
belleza ; Florencio Palácios, mas arrojado que prudente, üerm ójenes Maza y Ricaurle, individuos de ese hermoso grupo de grana­
dinos en que se vió á un Jiraldot, en que estaba un D’Eluyar ; y
m sT . m od.
*5
—
194
— .
otros.m uchos, en fin , entónces unidos, obedientes, orgullosos de
servir bajo el mando de Bolívar.
Bóves entre tanto, no habiendo sido inquietado en la villa de
Cura, pudo reparar las pérdidas sufridas en el ataque de la Victo­
ria y ponerse nuevamente en campaña. Los descalabros padecidos,
lejos de hacer mella en su indomable valor, lo irrita b a n ; y esta vez
se proponía caer sobre sus enemigos y del todo aniquilarlos : tan
grande y,lisonjera era su esperanza de conseguirlo, que rebosaba
de contento al pensar que iba á m edir sus fuerzas por la primera
vez con Bolívar en persona, y que con él acabaría la independen­
cia. Tales eran sus pensamientos al m archar sobre San Mateo.
Hállase situado esle pueblo entre la Victoria y Ja ribera del lago
de Valencia, en una parle del espacio llano que dejan entre sí las
cordilleras: casi al ocaso le demora el pueblo de Turm ero y al sud­
oeste el de Cagua, edificado á la orilla izquierda del Aragua. Al
norte y sur de San Mateo corren dos filas de montes que lo domi­
nan en varias direcciones : en el primer rum bo hai dos pequeñas
alturas, la llamada del Calvario y otra en cuya cima habia una
«asa -propia de Bolívar; pues debe saberse que al pié del monte y
contiguo al pueblo hacia el oriente se hallaba el Ingenio, la mejor
»hacienda patrimonial del jefe republicano. Por el segundo y frente
á frente de las alturas nombradas habia otras dos que dicen co­
munmente cerros de la Punía del Monte. El Libertador hizo levan­
tar y mandaba en persona una trin.chera para interceptar el camino
real de la Victoria, que atraviesa el pueblo de San Maíco y corre al
pié de la casa alta del Ingenio y del Calvario ; y varias partidas de
infantería avanzadas defendían el pasaje del rio Aragua y las calles
mas próximas á la trinchera.
Bóves ocupó á Cagua el 23 de febrero con una fuerza de 7.000
hombres, en su mayor parte de caballería : allí permaneció el 26 y
'al siguiente dia intentó desalojar las avanzadas puestas en el rio ;
pero como le opusiese grande resistencia el mayor general Mariano
Montilla y la noche se acercase, ordenó Ja retirada y tomo posicio­
nes en las alturas de la Punta del Monte. Al rayar el alba del 28
empezaron á bajar las espesas é indisciplinadas huestes realistas y
iuego'atacaron á los patriotas con grande ímpetu y espantosa vozeTÍa. Fiero estrago y heroica resistencia halló el enemigo en las ca­
lle s próximas á la trinchera, y en esta un. fuego horrible dirigido
— Í9 5 —
por el Libertador y el impávido Lino Clemente. Era ya mediodía, y
el incansable Bóves, dando pruebas de un valor admirable, llevaba
él mismo nuevos soldados al a ta q u e , cuando Bolívar dispuso que
Villapol reforzase el Calvario é hiciese por aquel lado (el derecho de
su línea) diversión al anem igo.'La disposición fué útil, pues hácia
las dos de la tarde, cansados los realistas de hacer esfuerzos in ú ti­
les por el centro,»marcharon contra Villapol, apoderándose primero
de unas casas á cuyo abrigo podían sin pérdida ofenderle. Gran
quebranto en efecto le causaron, hasta que pudo parapetarse y co­
locar en batería un volanle de á 4 que le envió el Libertador; mas
con esto no logró sino respirar alg u n 'lan to , porque Bóves, dueño
siempre de las casas, y reforzado á cada instante, hacía llover sobre
él recio diluvio de b a la s : una de estas le derribó muerto a! suelo;
otra poco antes habia herido mortalmente á Campo Elias. Ya no
quedaba un oücial que mandase la pequeña fuerza del Calvario ;
pero al saber la d esg raciare Villapol su hijo P ed ro , que se habia
separado del campo herido , volvió á la pelea y restableció por un
momento la confianza. De hecho el intrépido mancebo logró que
los enemigos abandonaran las casas; mas á poco la agitación Irizo
brotar su sangre y cayó desmayado. Felizmente para los patrio tas,
Bóves fué herido en aquel momento, y como se acercase la noche,
suspendió el ataque y marcho á acamparse en las alturas. La iz­
quierda de los patriotas, situada en la casa de Bolívar al mando del
coronel Manuel Gogorza, habia atacado con buen éxito la derecha
de los realistas, que Moráles d irig ía; de modo que despues de diez
horas y media de encarnizado conflicto, el Libertador quedó victo­
rioso sobre el campo de batalla.
La pérdida de los republicanos en aquel dia fué de doscientos
tres hombres muertos y heridos : entre los primeros estaban Villa­
pol y dos oficiales: entre los segundos Campo Elias (que murió de
sus heridas diez y seis dias depues) y treinta oficiales. La.de los
enemigos fué considerablemente m a y o r; pues á pesar de haber
retirado del campo muchos muertos y heridos, Jas calles del
pueblo y los caminos quedaron empapados en sangre y cubiertos
de cadáveres.
El I.* de marzo estendió el Libertador la línea de defensa por !a
izquierda hasta su hacienda, situando u n cuerpo.de infantería con
el parque en la casa alta del Ingenio : en las plantaciones mismas
■se tendió la caballería, para'que cómodamente pastase de su abun­
— 496 —
dan te cañaveral dulce. Los combatientes conservaron sus respecti­
vas posiciones en los dias siguientes : el ejército de Bóves carecía
de municiones y no eslaba animado con la presencia de su imper­
térrito jefe , el cual se hacia curar en Ja villa d e C u ra; los patrio­
tas inquieíando a sus contrarios constantem ente, carecían sin em­
bargo de fuerzas suficientes para ocupar todas las alturas.
El jefe republicano comprendía perfectamente que aquellos gru­
pos de llaneros indisciplinados persistían en su empresa por adhesión
y respeto á su caudillo, mas que movidos de propia constancia y
oposícion ; por lo que llegó á formar el proyecto atrevido de apo­
derarse de Bóves en la villa de Cura, donde, según le habían dicho,
estaba acompañado de mui pocos. Para ello puso los ojos en un
oficial llamado Manuel Cedeño, valeroso en sumo grado y obediente;
al cual confió veinte hombres'escogidos y él encargo, arduo por
cierto, de sorprender al antiguo pirata entre los suyos. La guerra
acaso se hubiera term inado, si á la audazia del pensamiento cor­
respondiera la de acción; pero desgraciadamente Jos compañeros
de Cedeño después de liaber caminado gran trecho y tramontado
los cerros del Pa&, se negaron á acompañarle mas adelante, diciendo
(y así era la verdad) que sus caballos estaban despeados y Bóves
con gran golpe de gente prevenido.
Tras la mortificación de ver frustadosu proyecto, tuvo Bolívar
el 9 de marzo la mala nueva de haber vuelto Rósete á ocupar el día
6 á Ocumare ; y esto á tiempo que curado Bóves de su herida se
disponia á regresar para atacarle con mas vigor que nunca. Con
esto su posicion llegó a ser aparada por estrem o, pues á tiempo
que se veía sitiado por un enemigo infalígable y superior en fuerzas,
otro apellidando guerra de pillaje, sangre y fuego, amenazaba con
5000 bandidos la indefensa capital. En semejante apuro olvidó
generosamente Bolívar su peligro propio, por no ver sino el de
C aracas, y escogiendo entre sus tropas los mejores soldados, apartó
500 , los puso al mando de Mariano Monlilla y á las 2 de la tarde
del dia 10 los hizo marchar á vista del enemigo, con banderas des­
plegadas v tambor batiente. El objeto de esta bulla era para que el
enem igo, creyéndose atacado por la derecha, reforzase con sus
mejores cuerpos aquel lado y se mantuviese alerta y quieto mien­
tras Montilla caminaba tranquilamente á su destino. Así sucedió ;
con lo que burlados y al mismo tiempo ciertos de que Bolívar se
hallaba con poca fuerza, resolvieron los realistas atacarle el dia 44.
— 197 —
Mal sin embargo les salió el intento en aquella ocasion y otras
posteriores, pues fueron duram ente rechazados. E N 6 por la noche
dispuso el Libertador una salida contra algunos cuerpos de caba­
llería situados sobre el rio y el camino que conduce á Valencia, y
en la mañana del \ 7, destrozados por Maza y perseguidos por Tomas
Montilla, huyeron en confusion y desorden hasta Cagua, con pér­
dida mucha de heridos y de muertos.
Este descalabro escarmentó al enemigo en términos que ya no se
movió á cosa ninguna de importancia en los tres dias siguientes.
El 20 sin embargo se notó en su campo graa ruido de vozes, armas
y caballos, en términos que los patriotas, coligiendo de ello el
ataque general y simultáneo de su lín e a, se prepararon con su
acostumbrado valor á rechazarlo ; pero pocos instantes despues al
rumor sordo y confuso sucedieron algazara y vítores sin fin en que
el nombre de Bóves saludado por su hueste dió á conocer el motivo
de aquella insólita alegría. Restablecido ya de sus males el incan­
sable caudillo, volvia en efecto á tentar nuevos ataques contra su
tenaz é impávido contrario ; y desde aquel mismo d ia , incapaz de
contener la impaciencia que le atorm entaba , renovó sus cargas
formidables. La falta de municiones impidió , em p ero , que fuesen
de grave consecuencia , pues nada podia su valor y el de su gente
contra los parapetos en que Bolívar oponía á sus lanzas un fuego
horrible de canon y de fusil. Conociéndolo, dispuso que en la m a­
drugada del 25 una fuerte columna tomase por la espalda los cerros
en que los patriotas apoyaban su ala izquierda, y que tramontados
trascendiese á la casa alta del Ingenio y de sobresalto se hiciese
dueño del p a rq u e ; él en persona, como rayase el alba, bajaría con
el resto de su fuerza sobre San Mateo y atacaría todos los puntos ,
á fin de ocultar á Bolívar el im portante movimiento. Por esta vez
logró Bóves burlar la vigilancia de su enem igo, ejecutando su ope­
ración con (anta pericia como audazia. De dia era apenas cuando,
dada la señal del combate, descendió á la llanada é hizo acometer
por'todos lados, empleando para ello gran parte de las municiones
de reserva. Un vivo fuego de canon y de fusil se trabó entónces por
todo el largo de la lín e a : Bóves en persona discurriendo á caballo
por los puntos de mayor peligro , animaba á los suyos, los llevaba
hasta el pié de los formidables parapetos y allí los ayudaba á esca­
larlos , ó dirigía su p u n te ría, ó les indicaba él modo de utilizarse
del terreno. Jamas se le habia visto tan d iestro, tan valeroso, tan
activo : v demostraba su tenaz empeño que aquel dia lo contaba
como de m uerte ó de victoria. A tales esfuerzos opusieron el Liber­
tador,y sus tropas la-imperturbable serenidad. que lia distinguido
siempre al infante venezolano, y contra la cual se estrellaba el mo­
vimiento enérgico pero tumultuoso de los llaneros afamados., Ya
cedían estos cuando la columna enviada.contra la.casa del cerro se
dejó ver en las alturas y cambió esencialmente el estado de las
cosas , inspirando en los unos tanto brío cuanto en los otros des­
aliento.. De hecho el Libertador iba á ver perdido su parque, m uni­
cionado al enemigo y atacada por la espalda su ala izquierda : un,
instante de incertidumbre turbó entonces el ánimo de todos, y por
u n movimiento involuntario y simultáneo amigos y enemigos se
volvieron á m irar el éxito de aquella terrible acometida. En la casa
m andaba Antonio Ricaurte una pequeña fuerza incapaz.de oponer
m ui larga resistencia ; y á poco, en*efecto, reparando que los sol­
dados republicanos bajaban el recOesto en re tira d a , alzáronlos
realistas un grito.de alegría en seííal de triunfo decisivo. De repente
una terrible esplosion se dejó oir por todo el campo, y densa nube,
de humo cubrió los combatientes : disipada en b rev e, vio Bóves
que su espesa columna habia quedado reducida.á pocos soldados, y
á estos desatentados huyendo por la misma dirección que ántesllevaran. Los patriotas supieron al punto que Ricaurte, sacrificando
su noble vida por la patria, habia despedido á sus soldados y dado
fuego por su mano á los pertrechos, cuando vió la casa llena de
enemigos. Util fué cuanto glorioso esle magno Iiecho:de heroísm o,
pues aterrado Bóves con el estrago de sus, tropas por aquella parte'
y el que habían tenido las que en, persona conducía , hizo tocar la
retirada.y se recogió de nuevo á las alturas. Ninguno de los ataques
intentados contra Bolívar en San Mateo fué mas vivo,que aq u e l, nii
tan cosloso para los . re a lista s: muertos y heridos dejaron estos ens
el campo 800 hom bres, á tiempo que los patriotas solo tuvieronfuera de combate 95, y -15 oficiales entre e llo s..
Poco ántes de este gran suceso , otro harto feliz para los patrio­
tas-, si bien;comprado con mucha sangre, había tenido lugar en:
los valles de Ocumare. Acabamos de, vec que Bolívar-desmembró
su corta fuerza por defender la capital, en la q u e .R íb a s , enfermo
á la sazón, no contaba con fuerzas suücientes. La fama que todolo
exagera, daba.á Rósete fuerzas mas numerosas de las que tenia en
realidad;, y sus horribles crueldades, repetidas de boca en boca
— -199 —
llenaban de pavor los mas firmes corazones : ya creían en Caracas,
verle llegar de un momento á otro al frente de los esclavos suble—
vados, llevándolo todo á sangre y fuego. Nadie pensaba que en su
apurada situación pudiese Bolívar pensar en socorrerla, y creyóndose entregados á sí m ism os, juzgaron que era mas prudente ir á.
buscar al enemigo que aguardarle en el recintoindefenso delpoblado. Siguiendo este p la n , reunió Arizmendi 800 hombres y
con ellos salió en demanda de Rósete. Eran casi todos estudiantes,
y mancebos imberbes que nunca habian manejado las arm as; pero
que llenos de ar¡ior y patriotismo se creyeron capazes de arrostrar
todos los peligros. Dóciles al impulso quedes dió su jefe, ss lan­
zaron imprudentemente eii las fértiles vegas deí T u v , y el -16 esta­
ban á las puertas de Ocumare. Mas como no baste el valor sin la dis­
ciplina para compensar la desigualdad num érica, tres mil lanzas
manejadas por brazos vigorosos los desbarataron fácilmente , re­
gando casi todos con su sangre el campo que no pudieron defender.,
Arizmendi acompañado de uno que otro'oBcial llegó á la capital
con Ja triste nueva de aquel terrible caso; y todo fué entonces con­
fusión y angustia entre sus habitantes.
Afortunadamente Montilla acababa de llegar á ella , y Ribas', á
pesar de sus m ales, habló de ponerse á la cabeza de las tropas. Tal
era la confianza que el valor de este liom bre, su fortuna y pericia
m ilitar inspiraban, que inmediatamente formó una división ¡de
900 hombres llenos de zelo y esperanza, entre los cuales habia1
también muchos escolares. No podiendo m ontar á caballo, se hizo
llevar en una cama portátil. En esta disposición salió de Caracas el
y el 20 dió vista á Rósele que permanecía aun en Ocuraare. For.
una torpeza mui natural en la-profunda ignorancia del jefe realista,>
en vez de salir á lo llano, le esperó parapetado con los edificios;,,
y Ribas que solo temia su numerosa caballería, viéndola inutilizada,,
cargó sobre los realistas , prendió fuego á algunas casas, los arrojó
á viva' fuerza de o tra s, y al cabo de dos horas de fuego los puso encompleta derrota. Una carga de caballería intentaron por el costado,
izquierdo de. los republicanos, pero arrollados por el- teniente coro-,
nel José María: Jiménez y por Montilla., huyeron en todas direcciones dejando muclia gente de la suya herida y m uerta , y armas-,¡
ganado y caballos juntam ente. Rósete escapó despavorido, llevando;
consigo algunos pequeños grupos de ginetes bien montados. Ribas:
que quería destruirle, envió contra él por. el camino de los Pilones-
— 200 —
á Montilla y al coronel Leandro Palacios, y despues de dar arreglo
y ausilios á las infelizes poblaciones del T u y , volvió á Caracas que
Je recibió entre aclamaciones, apellidándole invencible.
Haciendo esta persecución y hallándose en la cima de la montaña,
avistaron los patriotas el 22 á las cinco de la tarde un cuerpo de tropas
á lo léjo s; y eran las comunicaciones que entónces existían tau
escasas, que dudando si serian amigos ó enemigos, fue necesario
avanzar con precaución para reconocerlas. Figúrese el le cto r, si
p u ed e, el júbilo que habría cuando ya mas cerca unos de otros
divisaron sus respectivos pabellones y cuando por la noche se abra­
zaron orientales y occidentales. Aquella gente pertenecía en efecto al
ejército de Marino, el cual no mui distante de aquel sitio é informa­
do de la derrota do Rósete en Ocum are, la liabia mandado en su
persecución al cargo de Bermúdez. Despues de aquel en cuentro
tomaron juntos los dos cuerpos la vuelta de Camatagua, y al si­
guiente dia se reunieron allí con el grueso de las fuerzas ausiliares.
Instado por el Libertador y en fuerza de los tratados ajustados
con é l , se liabia movido por Cu Marino de Cum aná, con ánimo de
llevar al occidente aquel socorro tan pedido y cada vez mas nece­
sario'. Conducía 5500 hombres, la mayor parte de caballería', en
cuatro columnas que mandaban los coroneles Valdes, Bermúdez ,
Arrioja. y el teniente coronel Manuel Izaba ; media brigada de arti­
llería y cuatro piezas de campaña iban dirigidas por un oficial espa­
ñol , de nombre Antonio Tanago, adicto á los republicanos. Desde
Aragua de Barcelona hubo necesidad de dar á estos cuerpos dife­
rentes direcciones para despejar de enemigos la estensa frontera de
la provincia de Carácas, en donde varias partidas de guerrilleros
desalmados cometían escesos inauditos : así Bermúdez marchó por
el Chaguaramal de Mayora y valle de la Pascua; Arrioja tuvo orden
de hacer un largo rodeo por C abruta, situada á la ribera izquierda
del Orinoco, Valdes se encaminó á Tucupido, cuyo párroco habia
sublevado á los indios en favor del r e i , é Izaba siguió con la re ­
serva la dirección de Bermúdez; el hato de Belen, situado al
oriente del Calvario, se designó por punto general de reunión.
Verificóse felizmente la operacion trazada, por Marino : Cabruta fue
tomada despues de una obstinada defensa que hicieron tropas rea­
listas dependientes de Bóves : Tucupido se som etió, y en AguaNegra y Banco de Corosito triunfaron los patriotas de algunos cuer­
pos francos que recorrían la tierra saqueando los pueblos y asesi-
— 201 —
nando siu misericordia á los vecinos. Próximo ya á efectuar su
reunión en Belen, recibió Yaldes orden de Mariíio para doblar sus
jornadas en dirección á San Rafael, Altagracia y Lezaiua, pueblos
que ocupaban varias partidas enemigas. Así lo hizo, derrotando el
-l-í de mareo á los realistas que intentaron impedirle la entrada en
el último de ellos. Dos meses invirtieron las tropas en aquellas in­
necesarias correrías hasta que, libre el pais, dispuso Marino que todo
el ejército continuase hacia Camatagua, para entrar por el camino
mas recto á los.valles de Aragua. Al llegar sus avanzadas á San
Casimiro el 21 , supo por algunos fugitivos la derrota sufrida por
Rósete, y mandó á Bermúdez que con medio batallón le saliese al
encuentro por el camino de los Pilones. Llegó á tiempo el valeroso
cumanes de cerrarle el paso , y con este motivo se trabó entre am ­
bos una furiosa pelea que duró todo el 2 2 ; mas como viese Rósete
que no podia vencer aquel estorbo y que Palácios se acercaba por
la espalda, se aprovechó de la oscuridad de la noche para dispersar
su tro p a, huyendo cada cual como pudo por el m onte, sin rumbo
cierto , á Dios y á la ventura.
La columna de Palácios, compuesta de 500 hom bres, hizo subir
la fuerza de Marino á 4 00 0; por lo' cual y estando cerca ya el
mayor peligro de la campaña, fué necesario hacer alguna alteración
en su arreglo. La vanguardia se confió á Palácios, como oficial mas
práítico del terreno; Montilla fué nombrado por jefe de estado
mayor. Despues de esto y de varias providencias relativas al abas­
tecimiento del ejército, se movió este de nuevo por el camino que
guia de San Sebastian á Cura.
Cuando Bóves supo la aproximación de Marino , pensó que ten­
dría tiempo de atacarle ántes que lograse entrar en las tierras que­
bradas y montuosas que separan de las llanuras los risueños valles
de Aragua. Con esta esperanza levantó el dia 50 el sitio de San
Maleo y con todas sus tropas tomó el camino que conduce de Cura
liácia las orillas del Guarico : viendo frustrado su prim er intento,
tomó el mayor empeño en llegar á la P u e rta , sitio que conocía y
donde otra vez triunfara del famoso Campo Elias; pero Marino,
dejando aquel campo de fatal recuerdo, se avanzó hasta Bocachica,
y allí tomó posiciones ventajosas. Tal fué el lugar donde el 51 de
marzo se encontraron, con fuerzas perfectamenle igu ales, si bien
Bóves hacia ventaja á su contrario ea su infantería lijera que no
bajaba de S00 hombres.
— 202 —
El general en jefe republicano habia dado órden á Montilla para
avanzarse con una pequeña fuerza de infantería-y caballería á reco­
nocer al enemigo-; per.o con prevención de retirarse á medida que
ellos avanzasen. Efectivamente, entre 9 y -10 de: la mañana apareció
Bóves formado en columna., y Montilla según sus instrucciones
rompió el fuego y empezó ¿ replegar sobre la línea de batalla con
un órden admirable. Habiéndose-hecho firme á cierta, distancia en
una posicion ventajosa, trataron- los realistas de cortarle desple­
gando sus alas.; pero reforzado por el mayor,delibatallon Barlovento
Anzuategui. rechazó tres vezes la caballería enemiga-, haciendo en
sus lilas grande, es'rago. El conflicto se hizo entónces general. Ber­
múdez atacó la izquierda'de Bóves~, y apoderándose de una altura
que habia ocupado, la obligó á huir en desorden : Palácios acudió
con el batallón de. Valencia en ausilio de Montilla y ambos arrolla­
ron á los realistas cuantas vezes intentaron de nuevo acometerlos.
Convencido Bóves dé la imposibilidad de hacer-mella en la dere­
cha y centro .de los patriotas, se arrojó con una audazia estraordinaria sobre el ala izquierda, donde se hallaba Marino; pero este
que previo su, movimiento y hizo ocupar con doscientos infantes el
camino que forzosamente habia de. seguir para ello su contrario. El
fuego de este corto destacamento y b I de un canon dela.misma línea
dirigido por Tanago. hicieron en los ginetes-enemigos tal estrago,
que confusos y amedrentados, huyeron despues de haberseclispersado. Nuevamente probó allí el caudillo de los realistas su ánimo
constante, su intrepidez y la inflexible tenazidad de su carácter.
Arrollado, batido por todas partes, volvía mas obstinado que nunca
á la pelea, y á las 5 d é la tarde.se batía aun con un coraje sin ejem­
plo. Faltáronle sin embargo las municiones, y mal grado suyo hur
bo de retirarse á las seis en calma y órden, sosteniendo su repliegue
corto trecho contraalganos escuadrones que le moleslaban.
También Mariño carecía-de pertrechos-, y esta fué la razon-que
dió para permanecer-constantem ente en -su s’ posiciones, negán­
dose á las instancias con que (Valdes ,■Bermúdez-y Montilla .le p :dieron repetidas -vezes permiso- para avanzar y desfruir comple­
tam ente al enemigo. Suva á decir verdad, tres, ó cuatro cartuchos
tenían los so'dados-; pero no se ignoraba que Bóves esíaba en el
mismo ó en peor caso , y cuando hubiera sido acertada ,tanta pru*
dencia durante la batalla-,.no era sino-muí intempestiva cuando el
enemigo emprendió su retirada. Sea lo que fuere , un.oficial que
— 205 —
fué testigo presencial del'suceso, que es juez idóneo en.Ja materia
ya quien nadie puede negar,entre otras cualidades la d a uua. hon­
radez y verazidad á toda prueba, el coronel José Félix Blanco, nos
dice: « lejos de. a pro vecharnos entóneos de Ja bella oportunidad de
«destruirle .cargando sobre él con todo nuestro ejército, em pren« dimos también u n a , vergonzosa retirada' por Jos cerros del Pao
a para salir á la Victoria; en ¡cuyo, escabroso tránsito perdimos mas,
«gente y mas caballos por Ja deserción y el-cansancio que por el
«fuego en-el com bate,de aquel dia. »
La pérdida de Bóves, aunque no bien averiguada, debió de, ser y
fué en efecto in m ensa: calculóse en-80.0 ó \ 000 hombres. La de los
patriotas ascendió á 200 y entre ellos tres-oficiales muertos y veinte,
heridos. Bóves prosiguió su retirada por Güigüe á Valencia, sitiada
ála sazon;por elejército.de Cevállos.-En aquel-tránsito le picó vivamentela retaguardia el teniente coronel Tomas--Mantilla, destar
cado al intento por Bolívar desde San Mateo, molestándole de .tal
suerte, que logró apoderarse de muchos caballos y equipajes, leo .
de Jos-mejores resultados de. aquella persecución fué el de hacer
regresar á sus hogares considerable número de familias que en pos
de sí arrastraba por Ja fuerza aquel terrible caudillo.
Tiempo es ahora.de q u e , volviendo Ja vista á otros lugares, di­
gamos la serie de desgracias que habia producido el sitio.de Valen­
cia por los realistas ■, y com o, despues de esfuerzos inauditos aun­
que desgraciados de valor y constancia, se hallaba.Urdaneta den­
tro de Ja plaza.i
Disponiéndose- estaba este jefehpara-salirrde:- Barquisimeto con
nuevas tropas en ausilio de Ospino, cuando supo la bella defensa de
aquel pueblo, Ja muerte de Yáñez y la retirada del enemigo hasta
Guanare. Juzgando t entonces con razón que .la, ven taja obtenida Je
daba tiempo-para organizar mejor Jas comarcas de-, occidente, se
detuvo y dió instrucciones-para, lo sucesivo.al jefc,da las armas de
Ospino. Era smobjeto. aumentar,las. tropas de. Ja línea.de Carora
con,reclutas de. aquella, ciudad y del pueblo de,A renales, formar
un cuerpo numeroso que obrase según lasscircunstaneias, ya por
el Jado del Tocuyo; ya por el de; Aroa y San Felipe, conservar á
Barquisímetoi como ciudad capital de-aquel-distrito, y sobretodo
atender á la seguridad de la línea de Carora, porque sin-ella cual­
quiera espedicion de Cocoj por pequeña que fuese, reuniría todos
los cuerpos-francos enemigos y.ilegaria á Barquisimeto con un eje,r-
— 204 —
cito , como tantas vezes habia sucedido. Para realizar este plan el
mayor de todos ios obstáculos era, sin duda alguna, el gran número
y fuerza de las guerrillas que infestaban el pais. La de Reyes Var­
gas habia reaparecido sobre Carora, reforzada de Coro por Cevállos:
la de Torralva devastaba sin piedad los contornos de Ospino, Araure
y Barquisim eto: el español José de la Vega mandaba un respetable
escuadrón que Calzada le confió y amenazaba desde Guanare : Car­
los Blanco hostilizabaá San C irios, y el famoso catalan Millet do­
minaba desde San Felipe á Yarilagua. Por todo eran -1500 foragidos
ávidos de sangre y de pillaje. En los puntos que los patriotas ocu­
paban para aquella fecha en el occidente no podían contar sino con
el territorio que materialmente pisaban sus soldados, siéndoles con­
traria casi en todas partes la poblacion, en términos que hasta el for­
raje debia hacerse como al frente del enemigo. Desde este tiempo en
adelante los republicanos (que no faltaban) de los pueblos del trán­
sito, hombres y mujeres tenían que seguir los cuerpos del ejército,
naciendo de aquí aquellas funestas emigraciones en que tantas ve­
zes se cebaron el ham bre, la miseria, el hierro y las enfermedades.
U Tales eran las cosas cuando Urdaneta recibió orden de Bolívar
para enviarle un cuerpo de sus tropas en consecuencia de la der­
rota de la P u e rta ; con lo que su situación, algo crítica y a , llegó á
ser desesperada ó poco menos. El socorro pedido marchó en efecto,
como ya sabemos, á las órdenes de Villapol; no sin sordos rumores
y aun críticas abiertas de yarios jefes y oficiales que se oponían á
él y aun pensaban en abandonar el occidente, retirarse por Mérida
á Guasdualito y emprender desde allí nuevas operaciones. Estos
proyectos quiméricos entonces penetró Urdaneta con tiempo, y
desentendiéndose de ellos ordenó que los 400 hombres de infante­
ría que estaban en Ospino marchasen á San Carlos y se pusiesen á
las órdenes de V illapol: este con 500 soldados de la misma arma,
dos compañías del escuadrón Dragones y su coronel Ríyas Dávila,
debia pasar por aquella villa, dejar en ella 500 hombres al mando
de Rodríguez y con el resto seguir de prisa á reunirse con Bolívar.
Todo se hizo felizmente.
Quedó pues Urdaneta en Barquisimeto reducido á 650 infantes y
u na compañía de ginetes en todo el occidente, y á los cuerpos
francos de O spino, Araure y San Carlos por el llano. Tenia sobre
sí la división de Calzada situada en Guanare y el ejército de Coro
sobre la frontera de C arora, y obligándole su nueva posicion á es­
— 203 —
trechar el círculo desús operaciones, concentró la fuerza en Bar­
quisimeto , conservó á Quíbor, de donde sacaba subsistencias, y en
Araure puso una avanzada, compuesta de las guerillas de aquel pue­
blo y el de Ospino, con órdenes de reunírseleen cualquier caso des­
graciado. Por lo que toca álo s enemigos, luego que observaron la
diminución de las fuerzas de Urdaneta , se fueron acercando en to­
das direcciones, y la tierra, contenida hasta entonces por la rapidez
y energía con que se obraba sobre las facciones, se declaró en abier­
ta hostilidad contra los patriólas. Nada hubo ya seguro fuera del
tiro de fu sil; no era posible conseguir un espía ni adquirir de modo
alguno noticias del enemigo; escaseaban las subsistencias; estaban
sitiados por el pueblo y las guerillas. Y, fuerza es decirlo, un escesivo rigor aumentó la oposicion del uno, y la crueldad de las otras.
En una recorrida hecha sobre Quibor, supieron los patriotas que
el ejército de Cevállos se movia de Carora con dirección á este pue­
blo, y entonces Urdaneta con el objeto de recoger algunos víveres
ántes que llegase, destacó el 7 de marzo una columna de 500 in ­
fantes y 25 dragones al mando del comandante Domingo Mesa,
quedándose él con \ 50 de los primeros y otros 25 de los segun­
dos. La columna llegó á Quíbor oportunam ente; pero Cevállos,
que tenia la facilidad de obtener noticias acerca de los movimien­
tos de sus contrarios, concibió y ejecutó la bella operacion de in­
terponerse entre los dos cuerpos, y de hecho, cambiando de direc­
ción sobre la marcha v se dirigió por mas corto camino hacia Bar­
quisimeto, á donde llegó con 1000 hombres en la mañana del -H
ile marzo , sin que ántes se hubiese tenido el mas pequeño cono - '
cimiento de su operacion. Si en aquel estado de guerra no hubiera
sido necesario estar siempre sobre las arm as, fueran los patriotas
completamente sorprendidos ; pero á la voz de alarma se empezó á
combatir y se combatió por mas de una hora, sacando ventajas do
los escombros de la ciudad, y del terreno, y de la desesperación.
Tan pequeña fuerza no podia resistir mucho tiempo : harto se hizo
con salvarla cuando muerto heroicamente el capitan Nicolás Briceiio que mandaba los giuetes, y envuelto por todas partes, apenas
veía Urdaneta medio alguno de retirada. Emprendióla sin embargo
abriéndose paso á la bayoneta, y tiró hacia Cabudare por el camino
real, con tal orden y en tan gallarda actitud, que en aquel pueblo
le dejó tranquilo el enemigo, despues de haberle perseguido buen
espacio inútilmente.
■■— '-206 •—
Noticioso Mesa de la loma de Barquisimeto, y viendo como im­
posible toda reunión con el cuartel general, replegó bácia el Tocuyo,
porque considerando poco temible su1 fu e rz a , pensaba acertada­
mente en proseguir su marcha con dirección á San Carlos.
Urdaneta entre tanto se aprovechó de la le n titu d ’de su enemiga
para seguir la misma ru ta,-b a tió en el tránsito varias partidas
de caballería que intentaron oponérsele, y por uno de sus jefes
prisionero supo que las’tropas de Guanare al m ando d e Calzada
eslabanya sobre San Cárlos, y que aquéllas partidas dependían de
su ejército. Esta noticia le puso, como era natu ral, en un grave
em barazo: sitiado San Cárlos en donde habia pensado encontrar
u n refugio, sin tropas suficientes para abrirse paso.hasta la plaza,
sin combinación con sus defensores y sin tener camino para diri­
girse á Valencia, consideróse, y con razón, perdid o.1Siguió sin
embargo su-marcha por-Ia montaña del Altar, en Camoruco dejó el
camino r e a l, y por una senda estrecha que costea el bosque guió
con dirección á unas plantaciones de caña que estaban á media legua
de San Cárlos.'Eia1media noche1y al rayar el alba se’prometia en­
trar en la villa. Para ello dejó su infantería en aquel sitio, con los
pocos dragones qné tenia’y-algunos paisanos patriotas que le acom­
pañaban completó el numero de veinte y cinco g in e te s , y tomado
■un práctico, le ordenó guiar [directamente al vado d el rio , hacia
la parte de la línea enemiga que juzgó ser la menos fuerte. El prác­
tico perdió el cam inoy-dedaró que no sabia dónde estaba; yá
todo esto cuando ya amanecía. Desesperado Urdaneta con este con­
tratiempo , siguió la prim era senda que halló á m ano, y- acertó por
una dicha verdaderamente r a r a á to m a rla que salia al paso que
buscaba. Vadeólo á la vista de un fuerte destacamento de enemigos
que estaba del otro lado, los cuales no teniendo rtoticia de que hu­
biese patriotas por allí, le dejaron1pasar en la creencia de ser aque­
lla tropa mi piquete de (su mismo ejército -que ejecu tab a alguna
comision. Ya d e lo tró lado'¡del t í o , prorumpicron los 'patriotas en
vivas á la república y. burla roñóla'persecución del'enem igo loman­
do las primeras calles de la villa.-1Nuevo peligro se 'presentaba, y
era que en' esta se ignoraba'qaiénes fuesen ,’’y en el prim er mo­
mento los tomaron por enemigos.: Ya se disponiaiv á hacerles fuego,
cuando habiéndose adelantado el jefe algunos pasos, fué reconocido
y con muestras infinitas de aplauso y regocijo ta lu d a d o . Faltaba
preparar la entrada de la infantería, y esto Mzo Urdaneta-feliz-
— 207 —
mente y al instante por medio de una -vigorosa salida, que llamando
la atención dél-enemigo hacia otra parte,- dejó libre el camino que
debian -seguir-sus com pañeros: estos eran cien infantes.
Mandaba en la plaza el español Pablo A rram barri, patriota deci­
dido, y en ella se hallaban también muchos sngétos respetables
del partido republicano : el doctor Juan José'M aya, gobernador
político r >el -anciano coronel Pedro BriceKo : él ex-gobernador de
Barínas.Manuel Pulido : Rodríguez, el valeroso defensor de Ospino :
el bizarro capifan granadino Antonio P aris, que perdió luego una
pierna en aquel sitio; y-entre otros el denodado y firme presbítero
Ramón Ignacio M éndez, que fué tiempo -despues arzobispo de Ca­
ricas. Una numerosa emigración de los pueblos de occidente se ha­
bia refugiado en la plaza, y sus defensores con menos de 500 hom­
bres de p e le a , ‘tenían qué hacer frente á 800 caballos y H000 in ­
fantes realistas que mandaba Calzada.
Ninguna noticia se tenia allí de Bolívar, porque toda comunica­
ción hacia Valencia estaba interceptada : vozes vagas ponderaban
las fuerzas enemigas que obraban sobre la provincia1de Caracas ; y
por el pronto Urdaneta y Florencio Palacios , que le habia acom­
pañado , concibieron el plan de permanecer sitiados todo el tiempo
posible, á.fin de retener al enemigo algo distante de Valencia y
hacer ménos angustiada lasituacion del fjército'fibertádor.
Calzada eon motivo1de la entrada del jefe de occidente, empezó
á activar sns operaciones, comenzando por situar gran golpe decente
en el r io , ¡ que está d un estremo del poblado ; por manera que no
habiendo en San Carlos mas agua que aqu ella, era preciso comba­
tir para obtenerla. Los primeros seis dias-fueion félizes los patrio­
tas en sus salidas, llevando siem pre, aunque á cosfa de sangre,
agua á la-plaza ; pero-el sétimo ya fué imposible conseguirlo , por­
que reunido Ccvállos ¿"Calzada , adquirió mas vigor la defensa del
rio y anuló -los ‘esfuerzos de Urdaneta. Para el àia «clavo la pobla­
ción fué embestida en forma : el enemigo atacó los ángulos de la
plaza y mayormente la torre de la iglesia-de San .Inan ; porque h a ­
llándose esta poco distante de aquel-punto y'dominándolo con sus
fuegos,-era, por decirio a s í , la'llave del sitio ; d em an e ra q u e contra
día se dirigieron los mayores esfuerzos de ios sitiádores.cSe- hallaba
defendida por un piquete dé infantería ;-pero claro está que esta no
Podía por si sola conservarse, faltándole el agua, si no se le embara­
zaban á Calzada las avenidas para impedir que á ella se acercase. Sa-
— 208 —
lieron ¡mes algunas partidas á batirse en las calles con el enemigo, y
. á cada instante habia que relevar oficiales y soldados muertos y heri­
dos en aquella incesante pelea , hasta que empeñada y disminuida
considerablemente la reserva, hubo de recurrirse al medio de des­
m embrar los puestos de la plaza. El combate duró obstinado seis ho­
ras, al cabo de las cuales el enemigo, por uua pusilanimidad incon­
cebible, retiró sus tropas en medio del dia y abandonó la empresa
dejando la torre en poder de los patriólas. Pero muchos y buenos
oficiales se habian perdido : la guarnición se dism inuía, á tiempo
que los sitiadores se aumentaban y el agua no podia adquirirse; en
tal estado, quimérica toda esperanza de recibir socorro, la conser­
vación de la villa era imposible.
Diéronse en consecuencia las órdenes necesarias para emprender
Ja retirada, y dejados en la plaza solo aquellos infelizes enfermos
que no podían moverse ni ser tampoco trasportados, hicieron los
patriotas con algunas guerillas un ataque falso, hácia la parte del
rio ; y por la opuesta, cuando vieron empeñados incautamente
á los realistas, emprendieron en buen orden la partida, guiando
liácia la sierra de Macapo. Tres dias despues llegaron felizmente á
Valencia.
Cevállos era el mas lento de los jefes realistas que figuraban en­
tonces. Su demora en San Cárlos dió tiempo á Urdaneta para comu­
nicarse con Bolívar, del cual recibió la orden siguiente :•« Defeno deréis á Valencia, ciudadano general, hasta m orir; porque es« tando en ella todos nuestros elementos de g u e rra , perdiéndola
« se perdería la república. El general Marino debe venir con el
« ejército de oriente : cuando llegue batiremos á Bóves é iremos
« en seguida á socorreros. Enviád doscientos hombres en ausilio do
« D’Eluyar á la línea sitiadora de Puerto-Cabello ,• á fin de que
« pueda cubrir el punto del Palito, por donde seria fácil á los es(i pañoles enviar pertrechos á Bóves que carece de ellos. #
Orden esta última prudente y necesaria, que al momento fué
cum plida; pero que redujo á mui pocos los defensores de la plaza,
siendo así que apenas quedaron 280 hombres. Por ser Valencia un
pueblo abierto á todos rum bos, con escasa guarnición entonces y
muchos contrarios, solo se pensó en defender el recinto de la
plaza: para lo cual se hicieron cortaduras, fosos y parapetos en
los ángulos, y se organizó una línea esterior de guerillas que obrasen
alrededor y protegiesen muchas familias y uno de los hospitales que
— 209 —
so bailaban fuera d é la ciudad. Lo mas importante era almacenar
vituallas; cosa difícil atento que no se encontraba una res á muchas
leguas de V alencia, y que la laguna, granero de la poblacion, esta­
ba cubierta de partidas enemigas. A esta necesidad se atendió ha­
ciendo salazones de burros y de m uías, y acopios de maiz para la
tropa : á los particulares se advirtió que hubiesen de proveerse por
sí m ism os: y muchas familias que quisieron irse á la línea de
Puerto-Cabello, recibieron para ello los ausilios necesarios. Con
lodo e so , todavía quedaron en la plaza personas inútiles, y entre
otras , cuarenta que acompañaban al arzobispo Don Narciso Coll y
Prat. Este dignísimo prelado cediendo á las súplicas de Bolívar y a
la voz de su propia caridad, había salido de Caricas con buen n ú ­
mero de clérigos á predicar Ja p a z , ó por lo ménos la mansedum­
bre y el derecho de las gentes á las partidas de bandidos que aso­
laban el pais. Desestimado su zelo y aun mal interpretados sus mo­
tivos, unos caudillos realistas le rechazaron duram ente, los mas
pagaron con burlas y sarcasmos sus exhortaciones, y los hubo que
le prodigaron malos tratamientos. En su sania cruzada perecierou
algunos sacerdotes á manos de impíos é inhumanos guerrilleros, y
el arzobispo, viéndola inútil, se retiró á Valencia despues de haber
sufrido trabajos infinitos. Mas tarde recompensaron los jefes espa­
ñoles su zelo y buenas intenciones calumniando su carácter y re ­
mitiéndole, como insurgente, preso á España.
Dispuestos apénas estos preparativos, se presentaron las prim e­
ras fuerzas enemigas frente á la plaza, y el mismo dia intimaron á
su jefe que se rindiese á discreción. Urdaneta contestó, como de­
bía , dignam ente, y señalando á cada cual su puesto, se preparó á
hacer una defensa vigorosa. Tenia á sus órdenes como gobernador
militar al valiente coronel Juan Escalona, como gobernador políti­
co al doctor Espejo : la artillería era mandada por el comandante
T aborda, y le acompañaba el general Joaquín Ricaurte, el c u a l,
como en otra ocasion hemos visio, fué nombrado segundo jefe del
ejército libertador cuando Bolívar salió de la Nueva Granada ; pero
no hábia entrado en Venezuela sino á principios de este año.
Los enemigos pusieron sobre Valencia una fuerza de 4.000 hom­
bres entre infantes y ginetes; pero sin artillería, porque la que en
San Cárlos dejaron los patriotas quedó inutilizada. Regíalos en jefe
Don José Cevállos. El coronel Salomon mandaba la infantería com­
puesta de los restos del regimiento de G ranada, de los batallones
B IST. H O D .
44
— 2iO —
Saguoto y Narnancia, y de alguna gente de Coro conducida por
Reyes Vargas, por el clérigo Andrés Torrellas y por otros jefes de
occidente. A 3a cabeza de ia caballería estaba el teniente coronel
Remigio Ramos.
La primera ventaja conseguida por el enemigo contra Valencia
fué la de hacer replegar la línea esterior de guerrillas, y con ella el
hospital y un número considerable de fam ilias: con esto la defensa
se hizo en solo la plaza mayor, escepto una que otra casa de fuera
de ella, que se sostuvo basta la terminación del sitio. Allí, como en
San C árlos, la gran dificultad era el agua, pues debiendo tomarse
esta del rio, situado á muchas varas de distancia, impedíalo el ene­
migo con fuerzas superiores fuera del alcanze del cauon. Por ma­
nera que poco se ganaba con rechazarle de las calles y plaza, mien­
tras careciendo de aquel elemento indispensable á la vida desfalle­
cerían los patriotas á medida que el tiempo se pasase. A los seis
dias de sitio dispuso Cevállos un movimiento general con todas sus
fuerzas, empeñándose principalmente en tomar con el regimiento
de Granada una bocacalle defendida por un obús y doce fusileros.
Ningún refuerzo se podia d a r á aquel punto sin esponer la defensa
de los otros, que también se hallaban atacados ; y así, con trabajo,
cogiendo un hombre aqu í, mas allá otro, se formaron dos partidas
de á diez soldados cada una, las cuales rompiendo paredes se apos­
taron en algunas casas, y de un lado y otro rompieron el fuego
sobre el enemigo, mientras el obús disparaba de frente. El regi­
miento, á pesar de sil valor y firmeza, hubo de retirarse perdidoso,
dejando el suelo cubierto de cadáveres, y Cevállos al ver frustrado
su ataque prin cip al, ordenó el repliegue de sus fuerzas á sus pri­
meras posiciones.
Con todo eso la angustia y miseria de los patriotas se aum enta­
ban : los combates habian reducido la guarnición á menos de la mi­
tad, y esta, estenuada por la sed y la fatiga constante, no podia ya
oponer ninguna resistencia á un nuevo asalto. El arbitrio de hacer
escavaciones para conseguir agua habia resultado inútil, y tomarla
del rio era imposible. La vecindad sufría por supuesto lo mismo que
la tro p a, y su desesperación partía de dolor el alma de aquellos
fuertes veteranos. Vióse á muchas personas frenéticas correr al rio
y recibir la m uerte al humedecer sus la b io s: mujeres jóvenes,
creyendo mitigar la sed con licores espirituosos, se embriagaban y
corrían desatentadas por la ciudad dando alaridos espantosos: m u­
_
-2U —
chos niííos y ancianos perecieron, y la vigilancia mas activa de los"jefes bastaba apenas .para m antener en su puesto al soldado, é im­
pedir los efectos de su furor sombrío y silencioso.
Reconocióse pues que si Cevállos renovaba el ataque al dia si­
guiente , seria imposible resistirlo , y en consecuencia se ordenó á
todos los oficiales que en caso de asalto clavasen las piezas y reple­
gasen con la tropa al cuartel de artillería, en donde estaba el gran
p irqu e del ejército : allí debía hacerse la últim a defensa hasta vo­
lar el edificio ántes que entregarlo al enemigo.
Tales eran el estado de Valencia y las resoluciones de sus defen­
sores , cuando á las H de la noche del 2 de abril supo Urdaneta
que Bóves se había reunido poco ántes á Cevállos con algunos g inetes que pudo salvar de la persecución de B olívar; y tam­
bién que ántes de la llegada de este pensaban los dos jefes realistas
dar un asalto á la plaza y tomarla á cualquier precio. Una victoria
conseguida sobre el mas fuerte de sus enemigos y la aproximación
del Libertador eran nuevas de grande importancia para los sitiados
y muí propias para reanimar su espíritu abatido ; así, se prepara­
ron con nuevo brío á resistir el ataque, esperanzando en que seria
el último que hubiesen de sufrir en aquel puesto. El enemigo, sin
embargo, léjos de intentarlo, tomó sus disposiciones para re tira rse :
á las 7 de la mañana del dia o reunió sus fuerzas á la falda del Morro
y poco después desfiló por el Guataparo abajo, siguió el camino del
Tocuyito y desapareció, sin que de la plaza se hubiese podido desti­
nar una sola guerrilla á perseguirle. Aquel mismo dia entró Bolí­
var con pocos oficiales en Valencia y dió á sus heroicos defensores
los justos elogios que merecía su constancia. Por la tarde empeza­
ron á llegar las tropas que habían hecho la persecución de Bóves,
y se supo que e s te , separándose de Cevállos, se había dirigido por
el Pao á Calabozo.
No tardó mucho el Libertador en dejar la ciudad para atender
con su acostumbrada actividad á cuanto le rodeaba. Con Marino se
vió el dia S en la Victoria y le aconsejó que siguiese á Valencia á
fin de hacer frente al ejército realista. Despues siguió á la línea de
Puerto-Cabello y la reforzó con nuevas tropas. Las subsistencias,
el ganado sobre todo, basa de la manutención de los ejércitos, an ­
daba escaso : él hizo acopios suficientes. Sus divisiones carecían de
vestuario, de armas; de organización : él proveyó á todo.
Cevállos entre tanto se habia retirado á San Cárlos, y Marino se-
— 242 —
gun sus instrucciones se dispuso á seguirle con 2.000 hombres de
infantería y caballería, orientales y occidentales. La calidad de estas
tropas, el buen espíritu que las animaba, su núm ero y jefes hicie­
ron concebir tan fundadas esperanzas de victoria, que los emigra­
dos de San Cárlos, Barínas y otros puntos las acompañaron en su
m archa para regresar á sus hogares; pero por desgracia desde la
salida de Valencia un sinnúmero de inconcebibles desaciertos com­
prometió de nuevo la salud de la república.
En el Tinaco debian hacer alto los patriotas, así para procurarse
víveres que no liabia, como para esperar el parque y alguna artille­
ría que se juzgaba necesaria por si el enemigo intentaba defenderse
dentro de San Cárlos. Por la noche em pero, uri falso aviso dado
sin duda por un espía del enemigo, determinó á Marino á con­
tinuar la m archa, en la creencia de que Cevállos habia evacuado
la villa retirándose hacia las riberas del Apure. Urdaneta que, co­
mo práctico del territorio en que iba á obrarse, instruido de los re­
cursos que podian sacarse de él y mas que todo de los m edios,
fuerzas y partido con que podian contar los enemigos, habia reci­
bido de Bolívar el encargo de hacer á Marino todas las indicaciones
convenientes, se opuso en vano á uua precipitación que dejaba atras
muchos socorros necesarios, por correr á ocupar una ciudad vacía y
sin recursos, dado caso que el enemigo la hubiese, como no era
probable, abandonado. A las diez de la noche marchó, pues, Marino
con la Caballería y ordenó á Urdaneta, que desempeñaba en aquella
división sus antiguas funciones de mayor g eneral, que le siguiese
de cerca con la infantería. La marcha fué lenta y al amanecer e N 6
de abril una partida de gineles uniformados tiroteó á la caballería
republicana en el paso del riachuelo de Orupe, tres leguas distante
de San Cárlos. No desengañado aun Marino de su e rro r con ver
aquel piquete de gente reglada, siguió su camino creyendo poder
entrar luego á San Cárlos , y á poco que hubo andado descubrió
2.500 enemigos formados en batalla fuera de la villa : su caballe­
ría estaba en las alas y el centro lo ocupaban los infantes.
Viéndose por su culpa en la necesidad de combatir sin municio­
nes de repuesto, mandó Marino formar la línea de batalla, pasando
ántes unos matorrales que dividen la llanura de Orupe de la del
A rao; esta era la que mediaba entre patriotas y realistas , llana
como la palma de la mano. Bermúdez ocupó la derecha apoyán­
dose en las últimas colinas que se desprenden d éla cordillera y se
— 245 —
pierden en la llanura : Valdes fué situado en el centro, y en la iz­
quierda los soldados occidentales, que decian división de Carácas,
para distinguirlos. Estos eran regidos por Tomas Montilla y el te­
niente coronel Ramón Ayala. Dos trozos de caballería cubrían las
alas y el restó quedó con el general en jefe para obrar según lo re ­
quiriese la ocasion. Llamóse reserva una compañía de infantería
mandada por el capitan Pedro Salías, que desde el amanecer habia
quedado á retaguardia para hacer frente á los gineles realistas, los
cuales, lejos de hacer por reunirse á los suyos, se quedaron al cos­
tado de los patriotas.
La actitud defensiva de estos era por cierUx poco conveniente
para un ejército que debia vencer pronto ó retirarse, atento que no
tenia ni municiones ni vituallas. Varias observaciones se hicieron
sobre eso á Mariño ; pero él creia que los enemigos le buscarían,
y se afirmaba en ese concepto al ver varias partidas que salian al
frente á provocar su hueste. Despues de algunas horas de inacción,
se tuvo por cierto que un cuerpo de ginetes realistas, destacado de
su línea hacia el ala izquierda de Mariño, bien que distante, tenia
por objeto obrar sobre la retaguardia de este, y entonces se reforzó
la reserva con cien hombres de infantería, dando el mando de ella
á Urdaneta. El día se pasó en escaramuzas y amagos de parte á parte
hasta las cuatro de la tarde en que un grueso cuerpo de caballería
atacó la división Bermúdez, la cual despues de haber hecho una
descarga cerrada cedió el terreno y se refugió á las colinas. Por el
claro que dejó Bermúdez pasaron los ginetes enemigos á retaguar­
dia de los patriotas : el mismo movimiento hicieron los que antes
habian amenazado la izquierda ; y de este modo dos cuerpos realis­
tas atacaban á Urdaneta á tiempo que la línea republicana estaba
inmoble. Mas 110 fué por mucho tiempo : el repentino choque de
los caballos euemigos sobre la retaguardia, la desordenó en mucha
parte, y cuando la reserva combatía y los rechazaba no embargante
su pequeño número y el embarazo de los emigrados, toda la caba­
llería de Cedeño huía despavorida con Mariño y casi todos los jefes
del ejército.
Todo se habría perdido si el jefe realista hubiera salido u n mo­
mento de su habitual ap a tía; pero se mantuvo (irme en sus posi­
ciones, sin disparar un tiro de fusil, y los republicanos se salvaron.
Desembarazada la reserva de los patriotas del enemigo, que al verse
rechazado por ella se incorporó á su línea de batalla, recibió Urda-
— 2U —
neta u n aviso de Ayala diciéndole que la línea estaba en desorden,
Y que de los jefes solo él por aquel flanco había quedado. Así era
la verdad; por lo que inmediatamente se dió orden á Bermúdez
para aproximarse á fin de emprender en la noche un repliegue ge­
neral. Entre tanto se averiguó que una partida de ginetes enemigos
había pasado en el tumulto persiguiendo á los patriotas fugitivos,
y se dispusieron emboscadas para atacarla á su regreso; 1© cual se
consiguió matando á muchos que volvían descuidados en la con­
fianza de que el ejército de Marino' habia sido destruido.
Todo al anochecer estaba en calma y era cierto que no habian
-quedado otros jefes de infantería que Bermúdez y Ayala; de caba­
llería el teniente coronel Martin Tovar. La infantería estaba casi
intacta ; pero ni habia comido ese d ia , ni tenia de dónde esperar
■vituallas, ni habia municiones de repuesto. Reuniéronse pues los
heridos del.cam p o , y sin dejar ningún trofeo al enemigo se em­
prendió la retirada á las diez de,la noche con dirección al Tinaco,
llevando la esperanza de encontrar allí al general en jefe y lá ca­
ballería. En el tránsito se recogieron varios heridos y entre ellos un
oficial oriental de nombre Calzadilla, que presentó muchas vezes
el pecho al enemigo por salvar al general en jefe. Al amanecer el
27 llegó Urdaneta al Tinaco; pero no encontró á Marino ni la ca­
ballería. En el riachuelo dél mismo nombre se vieron flotar cajo­
nes que habian contenido municiones de guerra por donde se
•vino en conocimiento de que e l’parque, llegado hasta a llí, habia
sido destruido por los fugitivos, bien para que no cayese en manos
de los enemigos, bien para servirse de las caballerías que lo con­
ducían. Ninguna esperanza de dar allí ración á las tropas, ni noti­
cias del general en jefe, á quien desde luego se daba ya como per­
dido. En tal situación resolvió Urdaneta pasar al sitio de las Palo­
m eras, en donde había algunos .sembrados y por ser posicion que
ofrecía ventajas para defenderse contra la caballería, dado que
fuese, como era probable, perseguido. Allí se encontraron ardiendo
las cureñas de los cañones, incendiadas por los fugitivos, y cuando
los soldados recogían para alimentarse algunas raizes , aparecieron
Marino y Cedeíio, los cuales habiendo quedado rezagados de sus
compañeros, se refugiaron á los bosques. Puesto Urdaneta á sus
órdenes, continuó hasta Valencia la retirada, protegida desde San
Cárlos.por la columna de Caracas. Cuarenla hombres muertos ó he­
ridos, y entre los primeros el teniente coronel Martin Penalver, fue
— 215 —
la pérdida de los patriotas en esta función peregrina en que la tro­
pa no se batió y los jefes salieron derrotados.
Imaginando el modo de asaltar á Puerto-Cabello estaba Bolívar
cuando recibió la n u e ra de esta retirada, no cual nosotros acaba­
mos de describirla, sino pintada por el miedo como una derrota es­
pantosa de la cual no habia escapado nadie. Cuál se quedaría al o ir
tales cosas, imagínelo el le c to r; pero no crea que por ello temió ni
dió la patria por perdida. Desistió, sí, de su empresa y voló á Va­
lencia preparado á vencer nuevas dificultades; no siendo pequeña
su alegría cuando llegaron los infantes, cuya aparición m iraron to ­
dos como un hallazgo venturoso.
Empezaban ya los patriotas á verse sin recursos. Carácas habia
dado ta n to , que hubiera rayado en tiranía exigirle nuevos sacrifi­
cios : hom bres, arm as, víveres, dinero salieron principalmente de
su suelo. Los valles de Aragua, aniquilados por la escursion de Bó­
ves, f V alencia, residencia del cuartel general por mucho tiempo
y teatro de tantas operaciones militares, nada podian ofrecer. Ape­
nas granos y raizes podia dar la lag u n a; pero para tomarlos era
preciso pelear con las infinitas partidas que plagaban sus contor­
nos. Desde este tiempo y hasta que se concluyó la campaña de este
año todas las tropas republicanas que no estaban en movimento
hacia algún punto de Jas llanuras, comían solo carne de burro ó de
muía : por m anjar esquisito se tenia la de gato ó de perro. En su­
ma , la situación de Bolívar en aquel momento no diferia de la de
febrero sino en que tenia ménos amigos y mas enemigos. Y como
aquella terrible guerra no podia dulcificarse por tratados ni con­
cluirse por negociacione?, era forzoso ó vencer ó m orir.
Hacia mucho tiempo que Bolívar habia aceptado esta terrible al­
ternativa : hijo de la g u erra, la miraba como un elemento de su
vida. Por lo dem as, el estado.de las cosas requería un grande es­
fuerzo , y la necesidad sola habría bastado para indicárselo, dado
que su genio no lo hubiera concebido. El mas próximo mal era el
tlel ejército de Cevállos, que despues de la equívoca victoria del
Arao mandaba en persona Cagigal como capitan general de la p ro ­
vincia. Habíase acercado hasta el Tocuyo y causaba á los patriólas
dos graves perjuicios: uno el de embarazarlos para la organización
de sus fuerzas: otro el de im pedir el descanso y convalecencia, de
la caballería. Y por eso, aunque el Libertador no había aun reci­
bido los refuerzos pedidos á diversos puntos, resolvió-atacar á s u
— 246 —
contrario, y se puso en marcha para presentarle batalla el 4 6 de
mayo en la ta rd e : al amanecer del 4 7 siguió hácia el Tocuyito, y á
poco de haber andado encontró á Cagigal preparado á recibirle.
Bolívar desplegó su ejército en balalla en una estensa lla n u ra,
apoyando su derecha á un bosque : el enemigo tendió su línea so­
bre el costado izquierdo de los patriotas, y en esta forma singular
que semejaba un martillo, su ala derecha compuesta toda de caba­
llería amenazó envolver á Bolívar por la espalda. Este ordenó en­
tonces que su línea hiciese frente á la del enemigo dando un cuarto
de conversión sobre el costado derecho y apoyando su espalda al
arbolado. Los realistas que ya se iban á las manos, fueron descon­
certados por aquella operacion y se lim itaron á atacar parcialmente
el ala derecha de los patriotas y su espalda por el bosque con tro­
pas lijeras, y el frente con un libio y mal sostenido fuego de arti­
llería. Bermúdez con una sola compañía de infantes ahuyentó del
monte á los peones realistas, y una fuerte lluvia que sobrevino en
aquel momento inutilizó los fuegos de ambas partes,'reduciendo la
pelea á meras escaramuzas de caballería al arma blanca. En estas
los oficiales mas valientes de uno y otro campo se retaban á com­
bate singular y salian füera de filas m iéntras sus compañeros esta­
ban á m irar el resultado. Semejantes desafíos eran entonces mui
frecuentes, como lo serán siempre en toda guerra civil, donde los
hombres, conociéndose personalmente unos á otros, aspiran á ven­
gar ofensas propias. Partidas sin disciplina eran las de aquellos gi­
netes esforzados, y sin embargo no se vió jamas que la traición ni
el dolo deshonrasen el valor. Los jefes y los soldados mismos se
combatían de muerte con lanza ó sable iguales, á caballo ó a pié :
toda hostilidad general quedaba entre tanto suspendida, y los dos
campeones solos en la arena peleaban hasta que uno ó entrambos
perecian. Acabada la contienda, el cadáver del vencido era retirado
del campo, si bien á vezes sus amigos, ciegos de cólera, se precipi­
taban hollando su cuerpo sobre los contrarios, y en sus filas hallaban
muchos la muerte ó la venganza. En la ocasion presente hubo al­
gunos oficiales patriotas que adquirieron justo renombre de diestros
y valientes: uno de ellos fué el maturinense Francisco Carvajal,
conocido por alusión á su fuerza y coraje con el apodo de tigre en­
caramado; José Gregorio Monágas, Genaro "Vázquez y otros varios
orientales y occidentales.
Viendo Bolívar que los enemigos á pesar de haber sido provoca­
— 217 —
dos permanecían inm obles, guarecidos de sus fuertes posiciones,
se retiró tranquilamente el 18 liácia Valencia, acampando fuera de
la ciudad. Este movimiento forzaba á los realistas, intimidados ya,
a buscarle ó retirarse á San Cárlos, y él podia en tanto aum entar
sus recursos, reunir las tropas pedidas á diversos puntos y aguar­
dar á Rívas que estaba en camino desde Caracas para incorporár­
sele. Un caso estraordinario llegó á turbarle y afligirle profunda­
mente en medio de sus grandes fatigas; y fué que toda la infante­
ría de o riente, seducida por sus sargentos, se disponía á desertar.
Una columna de 200 hombres fué la prim era que salió del campo
en el silencio de la noche , tomando el camino de San Diego. Mas
sucedió que el mayor general Urdaneta, informado oportunamente
del suceso, envió en su alcanze un escuadrón y dispuso que los je­
fes y oficiales se trasladasen en fel acto á sus cuarteles para impedir
que otros cuerpos siguiesen el ejemplo. No siendo los fugitivos
prácticos del terreno que pisaban , se perdieron por los bosques y
con facilidad se les redujo. Llegados á V alencia, se les colocó al
frente del ejército, y allí los cabezillas y un soldado de cada cinco
fueron fusilados. El mal ce só , pero el becho dejó con razón en el
pecho de Bolívar un grande sentimiento.
Por fortuna el enemigo, ignorante de este caso, continuó en sus
perplejidades y vacilaciones, debidas en mucha parte á la descon­
fianza con que Cagigal ( hombre de moralidad y o rd e n ) miraba
aquellos grupos sin disciplina, y mas que todo á los obstáculos que
encontraba su autoridad entré aquellos caudillos inm orales, vo­
luntariosos y perversos. Así q u e, al amanecer el 20 se presentó en
batalla á distancia de un cuarto de legua de los patriotas, pero
luego, reconocidas las posiciones de estos , se re tiró , procurando
atraerlos á paraje donde él pudiese escoger el terreno de antemano.
Dudó algunos momentos Bolívar si le perseguiría, no queriendo
engolfarse el el occidente por atender de cerca á Bóves que se re­
hacía en las llanuras de Carácas; mas al fin resolvió hacerlo en la
esperanza de llegar pronto á las manos. El 26 se puso pues en ca­
mino con dirección al Tocuyito y el 28 al amanecer halló al ene­
migo en la llanura que decimos Carabobo. Esta es por el sur el
término del valle de Valencia, y los realistas dando el frente á esta
ciudad tenían á su espalda la serranía de las Hermanas, que divide
la planicie de Carabobo de la de los Taguanes, y que arranca de la
—
2?f8 —
gran cordillera, á la cual por consiguiente^apoyaban ellos su ala
izquierda. Por la derecha limita á la planicie un espacio de tierra
abertal que vuelve hasta unirse con la serranía de Gnigue y que
divide á Carabobo de la llanura de Pao ; por-manera que situado
allíCagigal, no podiaser envuelto por sus costados n i por la espalda
sino por otro ejército que obrase en. combinación, mas no por el
que se hallabas encerrado en aquel campo. Al¡ frente del enemigo y
fuera del alcanze del canon atravesaba la llanura una zanja llena
de bosque, en. cuyos bordes se babian situado desde.la noche an­
terior las avanzadas de uno y otro ejército ; y como fuese preciso
pasarla para formar Ja línea de b atalla, se hicieron adelantar al
efecto Jas tropas lijeras. Los realistas dejaron, ejecutar tranquila­
mente á Bolívar esta peligrosa operacion, y á medio dia los patrio­
tas babian concluido los arreglos preliminares del combate.
El Libertador formó una línea compuesta de las divisiones Ber­
múdez, VaJdes y C aracas, mandada esta últim a por Florencio Pa­
lacios : á cada uno de sus flancos se colocaron un escuadrón de ca­
rabineros y despiezas de artillería. ViendO'en seguida el general en
jefe que el enemigo era m ui superior en caballería y que sus alas
podian envolverle, dispuso que se formase una segunda línea com­
puesta de las reservas de la primera y del resto de la caballería;
esta en el c e n tro , aquellas en las alas. Mandaba la primera línea
Drdaneta : en la segunda se hallaban Bolívar, Rívas, Marino y otros
jefes. La fuerza total ascendía á poco oías de 5.000 hombres.
Cagigal tenia formada su línea á Ja estremidad de la llanura, cu­
bierta la izquierda con la mayor parte de su-caballería y esta apo­
yada sobre un bosque y una pequeña altura que ocupaban 200 hom­
bres de infantería lijera con un canon : la derecha daha.á otra
altura cubierta, de tropas y estaba lambien¡ resguardada por caba­
llería. La reserva:compuesta del regimiento de Granada se.apoyaba
al bosque que tenia á su: espalda, y al frente de la línea se hallaban
colocadas, cinco piezas de artillería..Su fuerza tota!¡ era de 6.000
hombres.
Hasta entonces en ningún campo de batalla venezolano se habian
reunido ni tanto núm ero desoldados ni masi espertes jefes : en nin­
guno habian anunciado los preparativos mas Jirme resolución de
hacer una, obstinada resistencia ; por manera: que se vió á los rea­
listas dejar que se formaran tranquílala ente- s.as contrarios, como
—
2i » —
si despreciasen las ventajas del terreno y solo- quisiesen haberíos
todos juntos. Pues con todo eso nunca fué su oposicion-menos larga
y honrosa.
La una y cuarto seria cuando Urdaneta empezó el fuego á pié:
firme : un momento despues lo continuó avanzando lentam ente,
con órden y serenidad. El enemigo reforzó entonces su ala izquier­
da con dos escuadrones que tenia ocultos, y prolongándola suficien­
temente, quiso tomar por retaguardia la prim era línea de Bolívar;
pero observando este el m ovim iento, hizo marchar oblicuamente
una parte de la segunda al mando del coronel Leandro Palácios para*
prevenir al enemigo. Este entre tanto formó en columna mas de
500 ginetes y cargando denodadamente sobre la- derecha, logró
arrollar una parte del escuadrón de carabineros y pasar á reta-?
guardia de la primera línea : en- el mismo momento su infantería
rompía simultáneamente el fuego, y otro cuerpo de ginetes ama-«
gaba el resto de la segunda línea. La principal se condujo entónces
adtairablemente : sus prim eras filas sostuvieron el fuego al frente,
las otras dispararon á retaguardia sobre la caballería enemiga. Ar­
remolínase esta, vacila, y Bolívar que lo ve la hace cargar y acuchi­
llar por la suya : pocos escapan huyendo precipitadamente. En
tanto Palácios rechaza los ginetes del ala izquierda de Cagigal; los
cuales vuelven caras llenos de terror, y en su fuga rompen la línea
de infantería que trataba de protegerla. El desorden se comunica
entónces por do quiera : el jefe realista-quiere aun defenderse en
algunas alturas del centro, y es arrollado. La caballería de la dere­
cha y la reserva estaban aun intactas; pero cuando se disponía á
hacer con ellas el último esfuerzo, las vió huir-cobardem ente. La
batalla estaba perdida y era necesario que él mismo se pusiese en
cobro.
Los.realistas quedaron esterminados, por l'ó menos en su in fan -,
tería : esta, corriendo en tumulto por el camino de San Cárlos que
estaba á su espalda , fué m uerta ó hecha prisionera : los ginetes
ganaron por-la derecha el camino del Pao. Varios oficiales y entre
ellos el comandante del regimiento de Granada, quedaron-en ma­
nos de Bolívar; muchos mas murieron. Todala artillería enemiga,
SOO fusiles, 8 banderas, gran número de-municiones de g u erra,
todos sus papeles, 4.000 caballos, muchas monturas y fre n o s, sus
víveres y ganados, y un inmenso botin que hizo la tropa en sus
equipajes, fueron los trofeos de esta batalla que por quinta vez sal­
— 220 —
vaba a la república y en que los patriólas solo tuvieron \ 2 muertos
y 40 heridos.
Sin em bargo, en las circunslancias que rodeaban á los patriólas
antes de moverse de Valencia, la victoria de Carabobo, aunque tan
im portante, no era decisiva, porque Bóves rehecho ya con admira­
ble p ro n titu d , amenazaba invadir de nuevo los valles de la cordi­
llera. Ricas las llanuras en caballos y ganado, y no escasas de hom­
bres valerosos y robustos, tepia el jefe español cuanto necesitaba
para reunir y m ontar en poco tiempo cuerpos numerosos. Por el
Guarico, el Apure y el Orinoco recibia de Guayana fusiles y muni­
ciones para sus infantes, y las rejas de los arados y ventanas se
trasformaban por su orden en bocados para los caballos y lanzas
para los ginetes. Con tales medios y un desprecio absoluto por el
derecho de propiedad, reparaba fácilmente sus pérdidas y hacia la
guerra á la república con una actividad que sus contrarios no po­
dían rivalizar. Un rasgo mui particular de la conducta de Bóves,
era su indiferencia por el éxito adverso ó favorable de un combate;
lo cual se esplica por su propio valor, que le hacia no desesperar
de nada, por la facilidad de rehacerse, y mas que todo porque, juz­
gando útil á su causa la diminución de los am ericanos, reputaba
igualmente por enemigos á los que mandaba y á los que combatía.
Semejante sistema, aunque inhumano, pasaba por donosa ocurren­
cia en tre los españoles emigrados en Curazao y habia valido á
Bóves sus ausilios y encom ios, y el epíteto peregrino de festivo y
gracioso. Así es que no ahorraban sacrificios para poner en sus
manos cuantos recursos exigía su situación.
No ignoraba Bolívar los poderosos aprestos que hacia aquel cau­
dillo en Calabozo, donde se le habían ya incorporado los dispersos
de Bocachica y á donde sin duda alguna irian los ginetes fugitivos
de Carabobo ; pero escaso de hombres y cercado de enemigos, se
veia despues de una victoria forzado mal su grado á guardar la de­
fensiva. Por esto no bien hubo triunfado en Carabobo, volvió al
Tocuyito y allí determinó que Urdaneta con la división de Cará­
cas fuese en persecución de Cagigal, y que Marino se situara en la
.villa de Cura con \ .500 infantes, 700 caballos y ^ 00 artilleros,
creyendo que por lo ménos tendría á Bóves en respeto m ientras él
organizaba nuevas fuerzas y obtenía de Jos habitantes de Carácas
ios medios de vestir y alimentar á sus soldados. Ya hemos visto la
penuria y miseria en que se hallaban eslos, la pobreza de las pro-
— 221 —
vinciaSj el desconsuelo de todos. Pues á mas de esto los hospitales
de Caracas y Valencia estaban llenos de heridos y de enfermos que
morían por falta de pan y de asistencia. En Barínas se había visto
á las mujeres pidiendo combates : en el sitio de Valencia fueron
algunas heridas en el momento de llevar el agua que se quitaban
de la boca, para refrescar el canon republicano : en Carácas m u­
chas señoras principales recorrían aquellas casas de dolor, repartieodo ausilios y consuelos, y las m argaritonas, tan varoniles como
humanas, remitieron á la capital una suma considerable destinada
á la curación de los enfermos; pero (ales socorros apuraron bien
prouto los recursos de los contribuyentes , y como fuese nula la
agricultura por falta de brazo s, nulo el comercio por falta de con­
fianza y capitales, la tarea de Bolívar se hacia cada dia mas penosa.
Para é l, hombre activo, pero no violento, escaseaba todo : en el
campo de sus enemigos todo abundaba por medio de la fuerza.
Tal era el estado de las cosas cuando al promediar de junio se
movió Bóves de Calabozo con 5.000 hombres de caballería y 5.000
fusileros. Mariño al saberlo, lejos de retirarse, se adelantó con sus
2.500 soldados hasta el azaroso sitio de la Puerta y en él tomó po­
siciones el i 4. Al dia siguiente se le incorporó Bolívar casi al mis­
mo tiempo que Bóves se presentaba en el campo; y esfa circuns­
tancia fue fatal para la república. La mala disposición de los pue­
blos habia hecho que los patriotas no tuviesen noticias exactas de
la fuerza del enemigo, y Mariíío en la confianza de tener que ha­
bérselas con una proporcionada á la suya, tomó disposiciones para
combatir á todo trance. La llegada de Bolívar, ocurrida en los mis­
mos momentos que la de Bóves, no podía conducir á ninguna m o­
dificación en aquel plan, porque dado que hubiese querido reti­
rarse, el jefe español conociendo el error de sus contrarios, no les
tlió tiempo para hacerlo. Seguro de destruirlos con el impulso solo
(le sus masas, arremetió sin vacilar sobre ellos, y en pocas horas de
mortífero combate los destrozó completamente. Justo es decir que
sus disposiciones fueron buenas; que a ellas en gran p árte se debió
aquella ventaja. Escarmentado con los numerosos descalabros que
el Libertador le habia hecho sufrir en San Mateo, conocía que sus
guíeles jamas podrían vencer las formidables columnas cerradas
que aquel oponía siempre á sus em bates; y por eso, fiándose ya
raénos en ellas para acometer, entró en la acción con la infantería
al mando de Moráles, desplegada cuanto el terreno perm itía, en
— 222 —
tanto que ocultos en los matorrales y las quiebras algunos escua­
drones, se disponían á caer por derecha é izquierda sobre los ene­
migos. Siempre equivocado Bolívar acerca de la fuerza contraria, v
mucho mas cuando no veia sino una 'parte de sus ginetes, destimi
contra estos su caballería por el ala derecha de Bóves y á sus in­
fantes atacó desde una altura inmediata con algunos cañón es y «a
tív o fuego de »fusilería. Bóves avanzaba impávidamente como si
quisiese echarse sobre la líuea de Bolívar y sin dar muestras de
poseer mayores fuerzas» Entonces quiso el Libertador dar un golpe
■decisivo á su contrario, y para ello haciendo descender de una pe­
queña altura el batallón Aragua que estaba formado en columna)
lo hizo desplegar en batalla por el flanco izquierdo de la línea con­
traria, para envolverla y destruirla. No bien se ejecutó e§ta ope­
ración, cuando saliendo los escuadrones enemigos de su escondite,
dieron sobre aquel cuerpo por un lado, y por el opuesto de la líuea,
sobre el costado de la caballería que bregaba hacia algún tiempo
con la que hasta aquel momento habian tenido visible los realistas.
A esto se siguió la derrota mas complefa. El batallón de Aragua fué
alcanzado, perdiéronse los cañones, la caballería fué destruida y
un valeroso batallón de Cumaná que formó cuadro, dilató, pero no
pudo evitar su entera ruina. Mas de mil republicanos perecieron
en la acción, ó asesinados despues de cogidos prisioneros : entre
aquellos estaban el coronel Manuel Aldao y el comandante Antonio
María Freites: entre estos el secretario de estado Antonio Muñoa
Tébar y el desgraciado coronel Diego Jalón que habia sido canjead®
hacia algún tiempo por el teniente coronel Marimoh. Pérdidas estas,
entre tantas como en aquel dia se sufrieron, dolorosas en estremo
para los patriotas. Jalón, español y antiguo amigo de la indepen­
dencia americana, sufrió por ella con lealtad y c o n sta n c ia trabajos
tales, qne cuando salió de las mazmorras de Puerto Cabello, esiaban su cuerpo y su espíritu destruidos : convalecido apenas, con­
currió á la batalla de Carabobo y en ella hizo servicios im p o rta n te s;
hombre bueno, de escelente carácter y de un valor á to d a .prueba.
Y Tébar, joven, lleno de gracia, de talento y de instrucción, incan­
sable en el bufefe, impávido en Jas batallas, era el .hombre Días
querido del pueblo, del ejército y de Bolívar.
Este, Marino y otros jefes pudieron escapar y se dirigieron á Ca­
rácas. De paso por la victoria ofició el Libertador al coronel Escaona que mandaba en Valencia, previniéndole qúe á todo trance
— 22o —
defendiera la plaza, atento qüo «I pensaba poder sacar todavía al­
gunos recursos de la capital. No podiendo resolverse á desesperar
de la patria, fundaba esperanzasen las distantes tropas de Urdaneta
y en una división de orientales que desde el 23 de mayo babia en­
trado en el valle de la Pascua, derrotando algunas fuerzas enemigas
que sitiaban aquel pueblo.
Bóves en tanto, siguió el alcanze á los vencidos hasta la Victoria,
que ocupó el 16 : separada allí de su gente una división de 1.900
hombres, la puso á caTgo del capitan Ramón González, para que
siguiese á Caracas, y con el grueso de sus fuerzas se dirigió él sobre
Valencia al amanecer del -17.
Las \ I dé la mañana serian cuando llegó la vanguardia de los
realistas al sitio de la Cabrera. Este punto importante, comedio en­
tre Maracai y San Joaquín, es un pasaje estrecho qúése forma sobre
un istmo entre el lago de Valencia y la sierra costanera. En tiem ­
pos no mui remotos ese istmo estaba cubierto por las aguas, atento
qne el terromontero propiamente denominado la Cabrera y que por
su medio se une hoi á la cordillera, formaba entonces una isla. Por
él pasa el caminó real que conduce á Valencia, y en esta circuns­
tancia fundaron los patriotas la esperanza de defenderse. Para ello
hicieron á uno y otro lado fosos trasversales que cortaban el camino
por los rumbos de oriente y occidente desde el pié de la montaña
hasta la orilla del lago. Ademas construyeron ún fortín en el terro­
montero de la Cabrera, que entra todo en él, otro en la altura de
la tierra firme, y colocaron cuatro lanchas cañoneras á poca distan*
cia de esta, por el lado en que se creia deber atacar el enemigo. El
teniente de fragata Pedro Castillo, de nación canario, que estaba en­
cargado de defender el puesto, tenia en la Cabrera 250 hombres y
cíenlo á bordo de las lanchas mandadas por el alférez de fragata
Ildefonso Molero. Si hubiese abundado en fusiles, babria podi­
do arm ar muchos mas porque allí estaba reunida una numerosa
emigración de Cüra, Cagua, Maracai y otros pueblos. Todos estos
preparativos, fundados en lá falsa creencia de que la montaña era
inaccesible, ó bien en que el enemigo no atacaría sino por el
lugar donde se le esperaba, fueron perfectamente inútiles. En ob­
servando Bóves q ue se habian descuidado los patriotas eri las pre­
cauciones por el lado de la tierra firme, trepó el cerró hácia el norte
y bajó luego al istmo, no cortado en acuella dirección, burlando
así el fuego de ¡as lanchas y recibiendo de los fortines poco dañó.
— 224 —
Los patriotas, oprimidos por el número y viéndose sin retirada, su­
cumbieron casi iodos peleando mientras les duró el aliento : mu­
chos se ahogaron en el lago : otros lograron ganar á nado las lan­
chas ó trasladarse á las islas Tecinas con el ausilio de sus cabaüos.
De paso diremos que estos desgraciados patriotas, retirados á la
isla de la Aparecida, despues á lá del Burro y últimam ente á la
del Horno, se m antuvieron dueños de la laguna por el espacio de
cuatro meses, hasta que el ham bre y la división los obligaron á to­
m ar diversos rumbos, cayendo muchos en manos de los jefes rea­
listas y logrando otros escapar á las costas del m ar, donde se em­
barcaron para las colonias.
Bóves llegó al frente de Valencia el dia 19, y su prim er paso fue
ofrecer una capitulación a los defensores de la plaza; rechazada,
los atacó el mismo d ia , aunque sin fruto. Desde entonces quedó la
ciudad estecham ente sitiada, sin que pudiera Escalona deponer
las armas un instante según eran de frecuentes las acometidas del
enemigo. Luego empezó á faltarles todo lo necesario para mantener
la vida. El agua no se obtenia sino con mucho riesgo, y apénas para
m ui pocos dias alcanzarían la carne de las bestias de servicio y la
de perros y gatos que se habia hecho salar para sustento de la
tropa. Por un instante creyeron los sitiados que iban á recibir ausilios de Urdaneta; pero vamos á ver como en breve se desvaneció
aquella esperanza.
Este jefe al separarse de Bolívar recibió orden de perseguir á Csgigal hasta Barquisimeto, suponiendo que tomase el camino de Co­
ro, de despejar todo el territorio que dejase á su espalda, de reu­
n ir á su división la fuerza que con Meza estaba en Trujillo y de sa­
lir luego sobre Araure y Guanare, á fin de recoger cuantas reses y
granos pudiese, llevándolo todo á Valencia donde se carecía de es­
tos artículos. En cumplimiento de esta orden ocupó Urdaneta á
San Carlos el -Io de junio, dejó allí -100 hombres á las órdenes de!
valeroso comandante José María Rodríguez para asegurar sus co­
municaciones con el general en jefe, los equipajes, los enferm os,
los heridos y el parque sobrante, llevando solo las municiones que
juzgó necesarias para la correría que debia ejecutar. Con obra de
600 hombres que le quedaban continuó su marcha hácia B arquisi­
meto, y de allí pasó en persona al Tocuyo para despachar á Meza,
con escolta suficiente, la orden de incorporacion, porque una
compañía de caballería enviada poco ántes encontrara oposicion en
— 22b —
el sitio de los Horcones. Y en efecto, no habiendo pasado Cevállos
en su fuga de los pueblos del occidente , se hallaba ya algún tanto
rehecho y dando calor é impulso á sus guerrillas. P o rq u e, es pre­
ciso repetirlo, todo aquel pais era adicto á los realistas y cual­
quier facineroso se creía autorizado para atropar una partida, gri­
tar viva el re i, m alar y robar á discreción como en tierra conquis­
tada.
Vuelto Urdanela á Barquisimeto, se dirigió hácia Araure, llevan­
do ya consigo una numerosa emigración, pues bien puede decirse
que en aquel tiempo aciago la poblacion republicana de Venezuela
era ambulante. Pero apenas empezaba á ocuparse en la recolección
ele ganado y caballos, cuando llegó á sus oidos un confuso rum or
de los desastres ocurridos al Libertador sin que pudiese, en medio
de enemiga poblacion, averiguar lo cierto. Ciudadoso empero con
aquellas malas nuevas, se puso en camino para San Cárlos y ántes
de llegar á Camoruco ya le fue necesario batir dos fuertes partidas
enemigas que intentaron detenerle. IS'o teniendo caballería por
falta de remontas, su posicion era apurada en la tierra llana que
pisaba; y tanto mas , que Bemigio Bámos con 600 giuetes estaba
preparado á impedirle la entrada en la villa de San Cárlos. De h e­
cho en la llanura d élas B rujitasle acometió con denuedo; pero el
jefe republicano había tomado lan acertadamente sus disposiciones,
que rechazado el enemigo, entró al poblado con mui poca pérdida,
logrando á poco introducir con felizidad los enfermos y heridos, y
mas de mil personas emigradas que llevaba. En San Cárlos vieron
los patriotas confirmadas las tristes nuevas que ya tuvieran en Barfjuisimelo, y lodo con razón lo dieron por perdido. Urdaneta tenia
600 hombres escasos, y ya no podia contar con los cien soldados de
Rodríguez, en atención á que estos habían salido en ausilio de Es­
calona : no tenia equipo ni municiones, porque Rodríguez las llevó
consigo : pronto debia ser atacado por las fuerzas que los enemigos
organizaban en el occidente y en Barínas : el pais estaba todo su­
blevado, y mas de mil personas emigradas embarazaban sus movi­
mientos y aum entaban sus conflictos. No era imposible entrar en
Valencia, si emprendiendo marchas rápidas por caminos escusados
podia llegar á orillas de la ciudad, porque en tal caso 600 hom­
bres determinados se abrirían paso hasta penetrar en la plaza, pero
ni podia esa marcha hacerse con sigilo á causa de ser el pais todo
contrario, ni la entrada de aquella tropa en Valencia, dado que se
H IS T . 5IO D .
15
— 226 —
consiguiese, mejoraba el estado de la ciudad. Primero, porque no
era suficientemente numerosa para que, unida á la guarnición, pu­
diese hacer una salida y batir al enemigo : segundo, porque seis­
cientos consumidores m á sn e c e sa ria m e n te habian de acelerar la
rendición de una plaza que no debia esperar ausilios de otra par­
te. Así Urdaneta, despues de consultada la opinion de sus oficia­
les, resolvió volver atras, abrirse paso hasta el Tocuyo, reunirse
á la división de Meza y esperar noticias ulteriores de Valencia y
Carácas.
Hé aquí cómo se desvaneció para Escalona la esperanza de ser
socorrido por aquel lado. D’Eluyar por su parte, forzado á levantar
la línea de Puerto-Cabello, donde habia hecho inmortal su valor y
constancia, se embarcó el dia 24 para la Guaira con la gente que le
quedaba. Ninguna noticia se tenia de Bolívar, y para colmo de infor­
tunio se unieron á Bóves el 4 de julio las tropas de Cagigal, Cevállos y Calzada que llegaban del occidente y de Barínas. Reducido
Escalona al estrecho recinto de la plaza m ayor, como en otros tiem­
pos lo estuviera Urdaneta, se sostuvo sin embargo hasta el 9 en que
no viendo ya vislumbre de esperanza, resolvió capitular. Tuvo
efecto el tratado al siguiente d ia , ofreciendo Bóves por él respetar
la vida y propiedades de cuantos estaban en la plaza; y para dar
al acto mas solemnidad se celebró el sacrificio de la misa en pre­
sencia de los dos ejércitos, y tomó aquel caudillo español por testi­
go al. Ser Supremo de la inviolabilidad de sus promesas. Curiosa
circunstancia que nos revela á la vez la mala fe del tiempo y la au­
toridad que Bóves se arrogaba sobre Cagigal, presente en su campo
y capitan general de la provincia. Dos dias despues fueron asesina­
dos el doctor Francisco Espejo, el coronel Alcover, todos los oGciales
y sargentos y muchos particulares. Escalona logró escapar á favor de
u n disfraz y ausiliado de Cagigal, que con riesgo de su propia per­
sona le facilitó los medios necesarios para el caso. Imagínese pues
qué seria un ejército donde las mas sagradas capitulaciones se cum­
plían así y donde la autoridad principal no se atendía ni conside­
raba para nada por un guerillero au d az, rodeado de hombres tan
desalmados como él. Cagigal y Cevállos eran vistos en efecto con
desconfianza y odio por Bóves, M oráles, Calzada y sus bandidos:
hombres de fina educación, habituados al órden y á la disciplina
de las tropas de línea, y naturalmente buenos, no podian hallar lu­
gar entre la hez de Ta especie humana.
— 227 —
Cuando Valencia se rindió Bacía ya dos dias que los españoles ocu¡*
paban á Carácas. Al principio se habia manifestado Bolívar resuelto'
á defenderla , y con este designio se acopiaron agua y bastimentos
en el convento de Sau Francisco, en el seminario y otros edificios
que estaban comprendidos en el recinto de la parte fortificada, al
rededor de la plaza principal; pero mui pronto mudó de parecer
con sólidas razones. D^sde luego era no solo conveniente sino justo
alejar de Caracas los males inseparables de un sitio : ella era e!
centro de los recursos y de la opinion del pais, la que mas sacrifi­
cios habia hecho en favor de la causa republicana, la que en ade­
lante podia ayudarla con mas zclo y eficazia. Con posibilidad de
sostener ese sitio mucho tiempo, de ser ausiliado y de triunfar de
nuevo, semejantes- consideraciones habrían desaparecido ante la
gran necesidad de la salud com ún; mas no existiendo, como no
existia ninguna esperanza fundada de hacer una resistencia útil,
conservaban ellas su fuerza y su valor. Por otra parte la victoria
de Bóves habia mudado enteramente para los patriotas su línea de
operaciones. Invadida y conquistada la cordillera desde Carácas
indefinidamente hacia eí oeste, y privados de los socorros de las mas
ricas provincias, era preciso organizar en las del oriente una nueva
resistencia, porque ya n a existia aquel tiempo en que el Libertador
pudo contener á Bóves en San Mateo y Drdaneta esperar en Valen­
cia á que triunfara. Así que, despues de hecho un reconocimiento
infructuoso sobre González* en lá Ajuntas, emprendió Bolívar el‘
dia 6 de julio su retirada, tomando el camino que lleva á Barce­
lona por la montaña* de Capaya y la costa del m ar. Como por do
quiera, siguió entonces á las tropas una numerosa em igración;
pues Carácas, asombrada con lo que lá fama publicaba de los escesos de Bóves y sus tropas, se levantó poco menos que en masa,
para huir de sus furores. Imposible es recordar sin estremecerse
los desastres que esperimentó aquella pobre gente. El ham bre, las
enfermedades, los. animales dañinos de Ibs bosques y el hierro del
enemigo á porfía- se cebaron en e lla : las.familias que llegaron al
oriente siguieron la suerte-de las tropas, y como ellas perecieron ó
se desbandaron;: en, las colonias estranjeras vivieron algunas, ántes
hacendadas, una vida de estrem a pobreza, y cuando mas tarde lu ­
cieron para Venezuela diás m ejores, pocas pudieron1 celebrar su
ventura y tornar á ver’el cielo dé la patria. Esla imprudente emi-
— 228 —
gracion quitó á Caracas mas habitantes que el terremoto de 26 de
marzo de -1812.
Abandonada pues la poblacion, algunos buenos vecinos salieroa
al encuentro de González, pidiéndole que impidiese el saqueo y las
violencias. González, que era hombre b u e n o , no solo dió fácil y
favorable oido á sus ruegos, sino que apresuró su marcha por el
camino de Antimano, á fin de llegar prim ero que otro realista, jefe
departida y de nombre Machado, que avanzaba al mismo tiempo por
la ru ta de Ocumare. Nada menos se proponía este perverso que
entrar á saco y degüello el pueblo de Caracas. Ya habia robado el
del Valle, y en viaje para la capital asesinado al conde de la Granja
y á otro vecino respetable que salieron á recibirle; pero detenido
en el sitio del Mamón por una orden de González, pudo este entrar
prim ero que él á la capital é impedir losescesos que meditaba aquel
feroz bandido.
Cagigal entre ta n to , despues de haber perdido el tiempo y la
paciencia en atraer á Bóves á buen partido de obediencia y mansedunbre, dispuso que Calzada marchase al occidente en persecución
de Urdaneta y él se retiró á Puerto Cabello. Bóves, ambicioso de
suyo, y enseñado con el ejemplo de Monteverde , se apoderó del
mando, y disponiendo como jefe absoluto, ordenó que Moráles con
una fuerte división picase á Bolívar la retaguardia, y él mismo le
siguió el 26 , despues de haher nombrado por gobernador de Va­
lencia al oficial español don Luis Dato, y de Carácas al traidor
Don Juau Nepomuceno Quero. Sus actos mas aotables en los diez
dias que permaneció en la capital, fueron dos indultos que hizo pu­
blicar en -18 y 26 de julio y una orden que circuló en 25 á todos
los justicias mayores de los pueblos para que, por sí solos y sin la
intervención de ningún tribunal su p erio r, mandasen fusilar á
cuántos hubiesen tenido parte en la m uerte de los españoles p ri­
sioneros. Por de conlado semejante comision, dada á hombres ofen­
didos y por lo común ignorantes, debió producir y produjo en efec­
to terribles é injustas represalias. Árbitros de calificar el delito y
estimulados, ora por la venganza, ora por el deseo de enrique­
cerse con los despojos de sus víctimas, asolaron aquellos inicuos
juezes el pais, cebándose como de ordinario lo hacen el vulgo y la
tiranía en lo mejor y mas notable. Por todas partes se organizaron
bandas de asesinos que en el silencio de la noche sacaban de pobla­
— 229 —
do á los hombres con órdenes supuestas de la autoridad, y en pa­
rajes no mui distantes los degollaban sin misericordia. Entonces fué
cuando Cliepito González, jefe de los verdugos realistas de Carácas, hizo por siempre horrible su nombre y el de la cañada Cotisita :
entonces fué cuando la Victoria, San Mateo, Cura, Turmero y otros
pueblos conocieron otros hombres y otros sitios de horror y
maldición. ¿ Quién creerá que en aquellos dias aciagos fué la pron­
ta partida de Bóves un mal para Carácas? Pues ello es cierlo que
este inhumano hubiera cumplido su decreto con ménos ferozidad
que el cobarde é infame Quero. Aquel, como todo hombre valeroso,
tenia momentos de generosidad y aun de clemencia : era ignorante,
pero no indócil al consejo; y por una peculiaridad de su carácter,
oía con placer y deferencia el de las gentes honradas. Su antigua
profesión y sus desgracias le habian pueslo en relación con muchas
personas que le sirvieron y por las cuales conservó siempre una
profunda, gratitud. Así los jóves, Navas Spínola y Don José Domin­
go Duarte tenían sobre él un poderoso ascendiente, que pudo ser
mui útil á la vecindad, por cuanto frecuentemente y casi siempre
con éxito dichoso lo emplearon en beneficio del común. Pero Quero,
traidor y cobarde, no tenia mas anhelo que el de hacer olvidar sus
antiguas opiniones, borrándolas con sangre de sus com pañeros; sin
poseer la actividad y astucia de Moráles, era tan cruel como él; y
despues de haber renegado de la patria, no fué en el partido de sus
enemigos sino un oscuro m ilitar y un adulador perpetuo.
Con las tropas que el Libertador sacó de Carácas y las que pudo
reun ir en el tránsito, llegó á ju n tar hasta 2.000 hombres, que si­
tuó en el pueblo de Aragua de Barcelona. Hállase este en la orilla
derecha del río de su nombre que le demora al sur, y un espacio
de -14 leguas lo separa por el norte de la ciudad de Barcelona. En
compañía de Bolívar y con el carácter de segundo suyo en el m an­
do del ejército, estaba el coronel Bermúdez, á quien Mariño habia
despachado de Cumaná con mil hombres para ausiliarle. Ocupá­
base en hacer preparativos de defensa, construyendo algunas obras
de fortificacioD, cuando se presenló Moráles con 8.000 hombres, el
18 de Agosto. Conociendo Bolívar que convenía disputarle el paso
del rio, dividió su gente en tres cuerpos y siluó estos al frente y á
los dos lados del pueblo. Si los.realistas, huyendo del obstáculo
que se los oponía por el camino real, intentaban vadear el rio por
otra parle, debían cambiarse estas posiciones según, lo exigiera Ja
_
250 —
necesidad, si bien conservando entre sí orden análogo; porque ha
de advertirse q u e el rio forma una curva semicircular por el sur
del pueblo, donde debia hacerse la principal defensa. Bermúdez
quisiera que se abandonase el rio para encerrarse en Ja parte for­
tificada de la poblacion, dictamen poco meditado por cierto, atento
qu ed e ese modo se inutilizaba Ja caballería del ejército, escelente
por su calidad, mandada por buenos jefes, y mucha. Por desgracia
los desastres de la guerra, léjos de calmar, liabian reanimado las
divisiones provinciales, y en tierras de oriente, y con tropas y ofi­
ciales de Marino estaba Bolívar forzado á condescendencias nocivas
al servicio público; así en la ocasion presente, dejando gue Bernúdez modificase á su antojo el plan que habia trazado, se estuvo á
-mirar el combate, sin tom aren sus disposiciones preliminares parte
esencial ni decisiva.
Moráles ordenó el ataque por el punto en que el rio se cruza con
.el camino real, al mismo tiempo que u n a parte considerable de su
.fuerza intentaba el paso mas arriba por el flanco izquierdo de los
.patriotas. Un batallón que cubría este flanco y que bubiera podido
oponerse al designio del enemigo habia sido mandado retirar por
orden de Bermúdez, de m anera que las tropas del centro, cargadas
luego por el frente y de costado, hubieron de replegar sobre las ca­
sas. El ala derecha donde mandaba Bolívar, viéndose aislada, eje­
cutó el mismo movimiento : desde entonces la batalla, empezada
á las ocho de la mañana en el rio, se redujo al ataque y defensa de
las calles. Aposesionado Moráles del bosque que circuye en parte
la villa , hacia <Jesde allí un estrago horroroso en Jos patriotas al
mismo tiempo que por otros lados Jos estrechaba con grandes ma­
sas de infantería y caballería, tomándoles uno á uno sus puestos.
Las tropas republicanas no desmintieron por cierto en aquel dia su
valor lan nom brado; pero el fuego de los cañones y fusiles enemigos
reducía á cada instante sus filas por tal térm ino, que á Jas dos lio_ras de combate era visible la imposibilidad de sostenerlo mas tiem­
po contra lan porfiados y numerosos enemigos. Ya liabian muerto
los mas valientes oficiales; las calles estaban llenas de cadáveres;
Jos heridos, recogidos al templo, inundaban en sangre el pavimen­
to. Hácia la mitad del dia, el mejor cuerpo de caballería republica­
n o fué deshecho, y lierido mortalmente su jefe Francisco, Carvajal,
en el aclo de apoderarse de un canon enemigo. Túvolo en su poder algw itiem po, pe¡ o afrayesado de un.balazo. cayó ’ y su ‘gente, pe,di­
— 2o 1 —
do el ánimo, volvió cara y fué acuchillada. Aquel hombre estraordinario, que ya hemos visto haciendo alarde de su valor y destreza
peregrinas en combates singulares, habia hasta entonces rechazado
las numerosas masas de Moráles y aun inspirádoles un terror p ro ­
fundo. Por su lado, y para oprim irle, fué por donde eleuem igo pu­
so en acción todos sus recursos : la mejor caballería, el mayor nú­
mero de infantes, los cañones; todo inútilmente largo rato, porque
Carvajal manejando las riendas del caballo con la boca, y con en­
trambas manos una ó dos lanzas á la vez, no dejaba avanzar un
paso á su s contrarios. Victoriosos estos con su m u erte en el punto
de masdifícil acceso, era ya inútil disputarles por mas tiempo el cam­
po. Conociéndolo así Bolívar, se retirócon mucha parte de la gente
de Carácas por el camino de Barcelona; pero Bermúdez, para reparar
una prim era falta, cometió otra mayor, prolongando la resistencia
basta las dos de la tarde, por desesperación mas que animado de
ninguna esperanza racional. A esa hora la absoluta imposibilidad
de continuar la pelea le decidió á retirarse, y lo hizo por el cami­
no de Maturin, llevando consigo los restos de la caballería al man­
do de los comandantes José Tadeo Monágas, Pedro Zaraza y Manuel
Cedeño.
La pérdida de los patriotas fué grande en esta jo rn a d a : pero los
realistas tuvieron que comprar la.victoria con mí! hombres muertos
y mas de dos mil heridos. "Moráles pasó á cuchillo no solamente
los prisioneros sino una gran parte de la vecindad, sin respetar
cdadtni sexo, haciendo, como Ttosete, su mantanza en el recinto
mismo de la iglesia. Por esta razón los muertos de uno y otro
partido alcanzaron en aquel aciago dia á 4 700, todos americanos.
Persuadido Bolívar de que no podia conservar á Barcelona , la
evacuó inmediatamente dirigiéndose á Cumaná. A llí, reunido á
M arino, Ribas, Azcúe, Yaldes y otros jefes, conferenció con ellos
acerca del partido que fuese conveniente tomar en aquellas cir­
cunstancias. Algüuos querían defender la ciu d ad , pero la mayoría
de los caudillos principales decidió en jun ta de guerra lo contrario,
y Cumaná fué evacuada el 25 de agosto. La poca tropa que allí
habia marchó hácia Maturin : Bolívar y Marino se embarcaron coa
dirección á Margarita en la escuadrilla que mandaba Bianchi.
El motivo principal de esta determinación del Libertador faé el
de poner en salvo un gran tesoro que destinaba á comprar arm a­
mento para la formación de un ejército respetable. Porgue es preciso
— 252 —
ad v ertir que el alto clero de Carácas habia puesto en sus manos
p a ra o c u rrir á las urgentes necesidades de la república , todas las
joyas de las ig lesias, m uchas y preciosas. Habíalas llevado consigo
B o lív ar, y no considerándolas seguras en ningún punto del con­
tin en te , resolvió fiar aquel depósito al valor y fidelidad de los
m argariteños. Pero la rapazidad de u n aventurero convirtió en
daño suyo esas m ism as precauciones. Bianchi era u n a especie de
filibustero italiano que buscando á toda costa el m edio de enrique­
cerse , se habia puesto á serv ir en Venezuela p ara ten e r en sus
p u e rto s u n asilo , y en sus plazas u n m ercado para la venta de las
presas. Viendo en su poder tantas riquezas y que los confiados pa­
sajeros era n pocos, no pudo resistir á la tentación d e despojarlos, y
así lo declaró á ellos mismos con una desvergüenza inim itable.
Cediendo em pero á las reclam aciones de Bolívar y M a riñ o , Ies dió
p o r fin á vista de las costas de M argarita u n a pequeña parte de las
alhajas y dos buques de su escuadrilla p ara que siguieran á Carta­
gena.
Perdido el objeto que les habia determ inado á em barcarse , no
quisieron Bolívar y Mariño alejarse de la p atria ántes de p ro b ar de
nuevo la fortuna en el campo de b a ta lla , y p ara ello en lu g ar de
d irig ir su rum bo á las costas de la Nueva G ranada, guiaron á C am ­
p ano , á donde llegaron el 5 de setiem bre. P ara este tiem po los
caudillos m ilitares de la provincia habían dado u n decreto de pros­
cripción con tra ellos, p or h a b er abandonado el ejército, y la ciega
é insconslante p le b e , ju g u e te de algunos am biciosos, se amotinó
á la llegada de los ilu stres fu g itiv o s, que iban de nuevo á defen­
d erla : el nom bram iento que ya se habia hecho de Ribas y d e Piar
p a ra m an d ar las tr o p a s , como prim ero y segundo je f e s , esplíca
suficientem ente el origen y los m otores de estos m anejos crim inales.
R ib a s , que á la sazón se hallaba en Cariaco , acudió á Carúpano
el 4 , puso preso á Mariño y á su afia Bolívar dejó libre , pero des­
tituido . F o rtu na de am bos fué q u e Bianchi instruido del caso tu ­
viese la hum orada de proteger á aquellos hom bres despues de ha­
berlos ro b ad o , y se presentase reclam ándolos en actitud am enaza­
d o ra. El 8 salieron de Carúpano para Cartagena á tiem po que Piar
llegaba de M argarita con 200 h o m b re s , ansioso por reunirse al
c o m p añ e ro , y e n tra r en el ejercicio de su nueva au to rid ad . Así,
u n acto de insubordinación fué origen de los desastres de Aragua ;
u n o de am bición y m otín privó á la república del brazo y la cabeza
Sì © S I I
IF te sE
S&ÔmAf.
— 255 —
de Bolívar. Mas grande que todos fué el m al que causó dando
un ejemplo fatal á la disciplina y sem brando en los ánim os odios
y rencores funestos que despues p ro d u jero n ab u n d an te cosecha de
desgracias.
Cuando esto sucedía en C a rú p an o , estaban com batiendo con
Moráles los p atriotas de M aturin. Desde el 7 d e setiem bre se babia
presentado el sanguinario teniente de Bóves frente á la plaza con
una fuerza de 6490 hom bres é inm ediatam ente intim ó la ren dició n ,
haciendo como de costu m b re m u i honrosas proposiciones que no
debían cum plirse. Bermúdez tenia H000 ginetes y 250 in fa n te s :
con él estaban Pedro Z araza, depues tan célebre p o r su constancia
y su m oderación e je m p la r, Cedeño tan obediente como v alero so ,
el activo José Tadeo Monágas y otros m uchos jefes qu e preparaban
á Venezuela dias de gloria en su m ayor adversidad. Con acuerdo
de todos y de la tro p a se contestó á M oráles, como ántes se hiciera
á M onteverde : « que el pueblo d e M aturin prefería el csterm inio
# á la esclavitud, o
Desde el 8 desplegó el caudillo español sus tropas en guerrillas pa­
ra hostilizar la plaza de cerca, y ver si podia atra e r fu era de su recin­
to á los patriotas. C ontentáronse estos con oponerle otras que recha­
zaron ventajosam ente las suyas ; pero cansados de aquel sistem a de
guerra fatal p ara ellos, por cuanto el enemigo se reforzaba diaria­
mente , resolvieron tom ar la ofensiva , y el 12 atacaron á M oráles.
Al principio todos los esfuerzos de los republicanos se estrellaron
contra las masas im ponentes de los realistas, y au n hubo mom entos
en que la acción pareció de tal modo p e rd id a , q u e algunos cuerpos
se desbandaron y huyeron. A lentados, sin em bargo , con la voz y
el ejem plo de sus je fe s, y llevados de un im pulso de desesperación,
se arro jaro n á u n a sobre la in fan tería enem iga y á los doce m in u ­
tos de terrib le b reg a destrozaron la m ayor p arte y pusieron en fuga
la ca b a lle ría , q ue sus ginetes persiguieron el espacio de m edia
legua. De regreso acabaron con los infantes q ue se habian refugiado
en los b o sq u e s, llegando por esto la p érdida de los realistas á
2200 hom bres m uertos y á cerca de 900 prisioneros. Q uedaron
ademas en poder de Bermúdez A 5 0 ,0 0 0 c a rtu c h o s, 2100 fu sile s,
700 caballos ensillados, 6000 bestias en pelo y 800 reses de ganado
m ayor. Su pérdida fué de 74 m uertos y 100 heridos. Moráles con
los soldados que pudo salvar huyó por el cam ino de Barcelona hasta
Urica; donde se detuvo p ara esperar á q u e Bóves se le reu n iera.
— "254 —
€ o h las arm as adquiridas eu esta feliz jo m a d a y Í<M) hombres qne
llevó Ribas á M aturin 15 dias d e s p u e s , com enzaron los patriotas á
to m a r u n a a ctitu d respetable. B ien p ro nto log raro n organizar una
fuerza de 2200 infantes y 2300 ginetes. Esperábase adem as la in­
corporación «le P ia r, enviado p o r H íbas desde Cariaco con 800 hom­
a r e s sobre C um aná , para proteger y conducir á M aturin la emi­
gración deC aráeas. P iar ejecutó felizm ente la p rim era p arte de este
p l a n , pues habiendo derrotado e n la q u eb rad a d e los F railes á los
realistas xpie guarnecían aquella plaza, la ocupó el 29 de setiem bre;
anas no quiso despues a b a n d o n a rla , «orno le estaba p re v en id o , y
¿resolviendo de propia a u to rid ad h acer d efen sa en «31a, alimentó su
tropa hasta 20 0 0 hom bres m a l arm ados. Bóves, que se preparaba
« n Barcelona p a ra reu n irse á Moráles en U rica, m udó d e parecer
¡al saber lo s sucesos de C um aná y á toda prisa «e p u s o e n marcha
c o n tr a Piar. Esperóle este en la S abana del Salado el i 6 de oc­
tu b r e ; pero con tan m ala fo rtu n a , que ro ta y fugitiva su g en te,
pereció casi toda bajo la cuchilla de Bóves. La m ism a su erte tuvo
« n a gran parte de la «m igración refugiada en C u m an á, porque en
aquel hom bre «recia diariam ente con el hábito y las dificultades la
-sed de sangre a m eric an a : los com andantes m ilitares de los pueblos
y los jefes de partidas q u e reco rrían los campos recibieron orden
•de pasar p or las arm as á todos los p atrio tas que cayeran-en sus
.m a n o s, sin necesidad de exám en ni aviso. Males m ui graves pro­
d u jo «sta voluntariedad de P iar, y éTla hace v er com o u n a vez roto
el lazo de la disciplina m ilitar, se propagaba rápidam ente la desobe­
diencia y daban ejem plo de ella los m ism os q u e , creyéndose sin
■duda superiores á Bolívar, aspiraban á ocupar su lugar e n la guerra
y en la política.
La desgracia d e l llam ado segundo jefe del ejérc ito y la marcha
sde Bóves contra M aturin p or la se rra n ía de San A n to n io , llegaron
-á u n tiem po á noticia de Ribas y B erm úd ez, cuando se hallaban en
el sitio de G uacharacas, ya en -camino p ara atacar á Moráles en
U rica. Siem pre pro nto e l fogoso y violento Bermúdez á proponer ó,
m e jo r d relio , á im p o n er u n plan á sus jefes , propuso to rc er á la
derecha por los pueblos de Caicara y San Félix p ara ir al encuentro
de Bóves en la tie rra m o n tu o sa , -cuando R ibas q u ería que se con­
tin u ara en el p rim e r in ten to d e atac ar á M oráles antes que pudiera
reh acerse, y e n lu g ar-d o n d e pudiese o b ra r con v eata ja la caba­
llería. Otra vez 3a dívisio¡nde parecferes; Ja presunción y el orgullo
— 255 —
produjeron m ales infinitos , y o tra vez B erm údez , frenético eomo
de o rd in ario , con la c o n trad icio n , siguió sus caprichos sin curarse
un ápice de la obediencia. Ribas, viendo s u te rq u e d a d , retrocedió
con un escuadrón hácia M aturin, y el com pañero con el resto de las
tropas, casi todas o rie n ta le s, se dirigió contra Bóves. P ara espe­
rarle tom ó posiciones con su infantería en las altu ras d e los Ma­
gueyes y al pié de estas en terren o llan o hizo form ar la cab allería;
pero todo paró en vergüenza y daño de los patriotas. El 9 de n o ­
viembre se p resentó B óves, atacó con den uedo las a lta ra s y casi
sin trabajo los desalojó de e lla s , poniéndolos e n fuga. A ctivam ente
los persiguió despues, y acabara sin d u d a alg u n a con sus restos s i
Cedeño, q ue m andaba la cab allería, no le h u b ie ra co n te n id o ,
haciendo fren te y com batiendo en re tira d a todo' el dia • así prote­
gidos, los infantes se refugiaron p o r fin á M aturin.
Si se considera q u e la te rrib le d e rro ta sufrida po r Moráles en
este p u n to , habia no solo dism inuido sino desm oralizado su tr o p a :
que sus re s to s, d ado q u e se reorganizaran todos en U rica, no po­
dían form ar e n n ú m ero ni en calidad u n a fuerza capaz d e resistir
con ventaja á la q u e poco ántes Je venciera y con la victoria se
au m en tara: q ue B óves, m as a u d a z , activo é inteligente qu® su
segundo, llegaba con u n ejército re sp e ta b le , probado en lid e s ,
triunfador y lleno de confianza en su valo r y e n su je f e : y por fin ,
que de cualquier m anera que se raciocine , la opinion de Ribas en
cuanto al ataque de Moráles era la m as fundada y lisonjera ^ no
podemos m enos de deplo rar las fatales resultas q u e de ado ptar la
contraria, se sig u ie ro n , y de hacer responsable á Bermúdez d e la
pérdida definitiva del p a is, originada eselusivam eote de su desobe­
diencia y presu n ción.
Acabamos de ver en la ro ta de los Magueyes su inm ediato re su l­
tado; la reu nión de Bóves á Moráles en Urica fue el siguiente. De
h echo , el terrib le caudillo de los realistas ab andonó la persecución
de B erm ú dez, dejó tranquilos á los patriotas todo el resto del m es,
y sin d a r m uestras de q u erer to m ar la o fen siva, solo se ocupó e n
reparar las pérdidas de su te n ie n te , procurándose nuevos recursos
Y mas hom bres. Y esto hace v er hasta q u é p u n to fué completa la
derrota d e M aturin y euán sabio era el consejo de Ribas. Apro­
vechó este el respiro que Je daba su enem igo p a ra h a c e r algunos
p rep arativ o s, y en seguida, como le viese rem iso en el a taq u e y se
hallase con 5 0 0 0 ,h o m b res, cuya m anutención costaba penas in íi-
— 256 —
n it a s , resolvió tom ar la ofensiva, buscándole eu su s posiciones
¡Nueva disp u ta se arm ó entonces e n tre él y Bermúdez que quisiefo
esperar allí á los realistas para aprovechar las ventajas naturales
del te rre n o ; p ero su reciente desgracia y la confianza que inspira­
b an las v irtu d e s m ilitares de R ib a s, le obligaron á ceder esta vez’
si bien despues de producir con su porfía la separación de muchos
jefes. Ya el terrib le contagio de la desobediencia habia cundido y
era fácil predecir el térm ino de la rep ú b lica.
D isim ulando apenas sus zelos el u n o , y el otro su enojo, salieron
B erm údez y Ribas de M aturin para d a r á Bóves una batalla deci­
siva , y el S de diciem bre se hallaban y a bajando al valle de Urica,
donde los esperaba su enemigo con 7000 h o m b res, formados en
dos líneas paralelas é iguales de in fa n te s , con caballería á los cos­
tados. Al ver Ribas estas disposiciones y la superioridad de las
fuerzas q ue iba á co m b atir, com prendió que era necesario com­
p e n s a r las ventajas de Bóves con un grande arro jo de su p a rte ; y
al efecto, escogiendo <500 de sus m as valerosos g in etes, formó de
ellos dos cuerpos destinados esclusivam ente á ro m p er las filas ene­
m igas. El u no á cargo de Zaraza ocupó la izquierda de su lín e a : el
otro se situó á la derecha m andado p o r Monágas : la infantería
form ó eu el cen tro á las órdenes de los tenientes coroneles Blas
José Paz del Castillo y Andrés R o jas: á retag u ard ia de esta se hallaba
el grueso de la caballería, regida p o r el com andante Jesús Barreto
y algo m as lejos algunas compañías de re s e rv a : en fiu , tres piezas
de artillería fueron distribuidas á lo largo de la línea. L legados los
p atrio ta s á com petente distancia , dispuso Ribas q u e los cuerpos de
Zaraza y Monágas abriéndose im petuosam ente paso por am bos flan­
cos del e n em ig o , saliesen á retag u ard ia de su in fan te ría , y que
entonces volviendo caras la cargasen , m ién tras él y Bermúdez en
persona la atacaban por el fren te con la trop a de C astillo : la caba­
lle ría de B arreto debia au siliar al cuerpo d e giuetes que flaquease.
Un grado se ofreció á cada oficial y u n a recom pensa pecuniaria a
cada sold ad o, si la batalla se ganaba , y los jefe s, recorriendo las
l i l a s , d eclararon q ue la suerte de la república ib a á q u ed ar deci­
d ida en aquel dia. El instinto del soldado le hace concebir fácil­
m ente su verdadera posicion en el cam po de b a ta lla , y a s í, cono­
ciendo todos q u e allí se tra ta b a de la vida ó de la m u erte , propu­
siéronse , ya que no pudiesen v e n c e r, su cu m b ir gloriosam ente.
Bóves in m ó v il, como si le preocupase u n grave pensam iento , se
— 257 —
estuvo d a g u ard ar el a ta q u e , viéndose con sorpresa que p o r la
primera vez se abstuviese de p rev en ir á su enem igo. Valeroso em ­
pero , como s ie m p re , se colocó á la d e re c h a , p o r ser aquel flanco
el mas débil de su línea. Sobre él cayó Zaraza con tal ím p etu y
coraje, que sobrecogidos los re a lista s, volvieron la espalda en el
desorden m as c o m p le to ; entóneos fué cuando B óv es, despues de
haber hecho los m as heroicos esfuerzos p ara detener á los su y o s,
quiso re tira rse ; su caballo, indócil á la voz y el fre n o , se enca­
britó , y u n oscuro soldado republicano cuyo n o m b re jam as se h a
podido descub rir le atravesó el pecho de u n lanzazo, derrib án do le
en el acto m u erto al suelo. Este suceso debió decidir la acción eá
favor de los rep u b lica n o s; pero cuando Z a ra za. destruid a el ala
derecha de los enem igos, quiso cargar po r la espalda á su in fan ­
tería , vió que Monágas habia sido rechazado sobre la caballería de
Darreto y que am bos cuerpos en su fuga caian sobre los infantes
patriotas y los desordenaban. Viéndose solo y ce rcad o , á retaguar­
dia de M oráles, no tuvo m as rem edio que ab rirse paso p or la
fuerza; lo cual logró con p érdida de la m itad de su gente. P ara
entonces toda la caballería republicana estaba en fuga vergonzosa,
y la infantería, m andada solo p or Castillo, com pletam ente cercada
por el ejércilo contrario. Pereció to d a , to d a , desde su valeroso
jefe hasta el últim o so ld ad o , y Ribas y B erm údez regresaron casi
solos poco tiem po despues á M aturin.
A llí, con el últim o ejército de la república , pereció uno de sus
mas virtuosos é ilustrados hijo s, aquel licenciado Sanz que en u n a
época a n te rio r á la revolución hemos visto tan consagrado al ser­
vicio de su p atria. Perseguido por M onteverde , h a b ia gem ido m u ­
chos m eses en las m azm orras de la Guaira y en las de Puerto-C a­
bello, hasta que la audiencia española establecida en V alencia le
puso en libertad. Perdidas las provincias del centro y del occidente
por consecuencia de la batalla de la P u e rta , em igró á M argarita y
allí se hallaba cuando su amigo R ibas, deseando o ir sus consejos y
aun obtener su m ediación p a ra co rtar de raiz las disensiones de
'os jefes m ilita re s, le llam ó á su lado, haciendo valer á sus ojos el
bien que de ello se seguiría á la república. La víspera de la acción
de Urica se avistaron y conferenciaron-largo r a to , separándose
luego al em pezar la pelea. Con lá m u erte del ilu stre le tr a d o ,
fueron á m anos de Moráles sus preciosos trabajos lite ra rio s, y e n tr e ­
oíros una parte d e la historia de V enezuela, p ara cuya redacción
— 258 —
hab ia acopiado inm ensos m ateriales. Todos fueron destruidos.
Despues de la victoria reu n ió Moráles u n consejo de oficiales
con el fin ap arente de n om b rarle u n sucesor á Bóves en el gobierno
político- y m ilita r de las provincias que hab ian conquistado sus
a r m a s ; peco en realidad' para h acerse reconocer p o r tal é l mismo.
Así lo entendió y así lo dispuso la m ayoría : si bien algunos impru­
dentes se atreviero n á p roponer el reconocim iento de Cagigal; lo
cual pagó e l f e r o t can aria m andándolos asesinar pocos dias des­
pues.
Reconocido, p o r jefe del ejército y circulado q u e hubo algunas
órdenes p ara asegurarse de la obediencia de Carácas y otros pantos,
em prendió su m archa á M aturin y llegó frente á ella el -10 de
d iciem b re. Los p atrio tas tenían p or todo 300 infantes é igual nú­
m ero de caballos : la plaza estaba defendida con tres terraplenes y
dos b aterías q u e m ira b a n á las diferentes avenidas. E s to , el Guarapiche q u e le dem ora al n o rte y los terrenos pantanosos que lo
circuyen p or el n a cien te, hacían d¡e aq u e l punto u n b u en asilo;
pero como escaseasen los p e rtre ch o s, y el valo r, abatido con las
desgracias, comenzase ya á ab an d o n ar los á n im o s, h abría sido
abandonado.si Ribas y R erm ú d ez, de acuerdo esta v ez, no deci­
d ieran lo contrario.
Enorgullecido el sucesor de Bóves con el triunfo de Urica y con­
fiado en la superioridad de sus fu e rz a s, no quéria p e rd e r el tiem­
po haciendo á la: rebelde y beróica M atu rin u n sitio en fo rm a , sino
sobrecogerla p or m edio de u n asalto. Intentólo efectivam ente en la
noche del 10 p or el sitio del H ervedero con 1 S0& hom bres esco­
g id o s, precisam ente á tiem po q u e los p a trio ta s, desbando sor­
p re n d e rle , hacia» salir á Ceden» con u n a gruesa p a rtid a . Rechaza­
dos los realistas; p o r e l fuego d e los terrap le n es y b a terías, y
atacados en su m ism o c a m p o , reu n iero n sus esfuerzos para destruir
á Cédeño, y este hu b o de suspender- l a pelea y volverse', si bien
despues de haberles causado, una p érd id a considerable. A las siete
de la m añana del siguiente dia ordenó Moráles u n aco m etim ien to
general c o n tra lodos: los; puestos m a tu rin en sés, j e l com bate
ad q u irió entonces u n a gravedad: y encarnizam iento estrao rd ín ario s. B rillante .fué la defensa, de Ribas: y Bermúdez:, digna á todas
lu z e s de s ir valor tan c e le b ra d o ; mas, ¿ q u é podían- ellos contra
aquellas espesas y pujantes m asas, n o teniendo sino? u n p u ñ a d o de
soldados-para c u b rir un. gran, n úm ero d e avenidas y resistir ata-
Ì?T O 2 & @
ì& S A o
— 25» —
(jues incesantes y cada vez. m a s obstinados ? F altos adem as de per­
trechos, ni a u n con m as tropas hubieran podido hacer dudoso el
éxito de la pelea ; y a sí, apoderados los enenigos de todos los te r ­
raplenes y b aterías despues de h aber perdido i 000 h o m b re s , ocu­
paron á sangre y fuego el re c in to , degollando sin distinción de
edad ni sexo. La p equeña fuerza, rep u b licana que sobrevivió á la
brega te rrib le de aqu el d i a , se-dispersó com pletam ente : algunos
hombres se guarecieron? e a los bosques del Buen P astor : o tro s enlos pueblos de la costa : 200 á las órdenes de Bermúdez en la m on­
taña del T ig re , y Ribas con dos ó tre s oficiales occidentales tomó
la ruta de los llanos de Caracas,, tirando á reu n irse con; U rdanefa,
á quien suponía con fuerzas en comarca d e Barquisiroeto. Siguien­
do su cam ino el esforzado jefe de los re p u b lic a n o s, llegó en pocos
dias á los m ontes de T am anaco , cercanos al valle d e la P asc u a , y
allí, fatigado de la m a rch a , enferm o y tris te , quiso descansar
algunas horas y conseguir m antenim ientos del vecino pueblo. Con­
fió esta comision á u n negro esclavo su y o , que conocía p o r fiel y
valeroso r en¡ tanto que los co m p a ñ e ro s, rezelando no se: originase
una desgracia de. aquel paso im p ru d en te , le abandonaban despues
de haber procurado vanam ente decidirle á co n tin u ar la jo rn a d a .
El esclavo de Ribas llegó al p o b l a d o y desconocido p or la p eq ueñ a
vecindad,, tuvo la desgracia de in sp ira r fuertes sospechas, in te r­
rogado por. el juez.,, se c o n tra d ijo , y luego a l pu nto a to rm e n ta d o ,
confesó de plano la verdad, y condujo u n a m anga de esbirros á
donde estaba s u señor.. Cogieron á Ribas según es fama p ro fu n d a­
mente dorm ido v y despues que le h ab iero n m a n ia ta d o , le lleva­
ron al pueblo , escarneciéndole con obras y palabras in decen tes, á
las cuales u nió en b reve el. populacho sus oprobios asquerosos.
Hubo prisa de m atarle, porqu é las pasiones p o pu lares no aguardan
mucho tie m p o ; y de luego á luego, sin ap a ra to ni m ayor form ali­
dad el invicto guerrero rin dió la vida á m anos de la plebe v ily des­
almada. Su cabeza fué conducida á Carácas y, en u n a ja u la de
liierro,, colocada en el cam ino de l a G uaira con el gorro frigio que
usaba siem pre como em blem a de la, lib e rta d .
Las provincias orientales quedaron pu es de. u n todo som etidas
por las tropas de M oráles, á. tiempo que u n a escuadrilla bloqueaba
'as costas desde la T rin idad hasta. Ir a p a , p ara im pedir que los p a­
triólas saliesen del pais. Muchas fam ilias qu e se av en turaro n á
— 240 —
hacerse al m ar en busca de u n asilo e stra n je ro , fueron apresadas
y arrojadas al agua.
P ara aquel tiem po estaba tam bién som etido el occidente. Urdan e ta , como ya v im o s, obligado p o r la n ec esid ad , resolvió em­
p re n d e r desde San Cárlos su retira d a y lo verificó hábilm ente,
b u rlan d o la vigilancia y la persecución d e Rámos. Dejadas las
m ujeres y los niños de la em igración en aquella villa , y reunido
al com andante Meza en C am oruco, siguió mas desem barazado y
con m as fuerza su camino hasta C a b u d are, donde hizo alio para
p repararse á com batir en la creencia de que Cevállos le opondría
en Barquisim eto alguna resistencia. No fué a s í, porque el jefe
español evacuó la ciudad dejando lib re el p a so , y U rdaneta llegó al
Tocuyo sin m as m olestias q ue las q u e le causaban algunos cuerpos
francos enemigos.
En este últim o lu g a r se detuvo algunos dias po r si conseguía sa­
b er d e Bolívar, y cuando m énos lo esperaba se presentaron en su
cam pam ento unos cuantos soldados pertenecientes á los cien hom­
bres q u e Rodríguez sacó de San Cárlos en ausilio de Escalona. Aquella gente esforzada habia llegado hasta las pu ertas de Valencia,
y atacada p o r los enemigos p ara im pedirle la en trad a, hubo de to­
m a r la serranía, concibiendo el arrojado designio de retro ced er para
bu scar la división de o c cid e n te , sin saber á p u n to fijo dónde esta­
b a. Su m archa fué u n perpetuo co m b ate, sus trabajos infinitos. El
cam ino que debia seguir era p o r N irgua , San Felipe , Yariíagua y
B arq u isim eto , y en todo él de dia y de noche fueron perseguidos
y atacados p or las innum erables partidas que horm igueaban en el
te rrito rio , perdiendo soldados, oficiales y em igrados; marchando
p o r cerros y b o sq u e s, sin cam inos y escasos de vituallas. De aque­
llos -100 valientes 46 se reun iero n por fin á U rd an eta, conducidos
p o r el com andante L andaeta, pnes el día antes en las inm ediacio­
n es de Q uíbor habia m u e rto com batiendo el com andante Rodrí­
guez.
Las noticias que llevaban e ra n fatales. Por ellas y las que poco
despues dieron algunas personas del Tocuyo dignas de confianza,
quedó fuera de toda d uda la rendición de Valencia, el abandono de
la línea de P u erto -C abello , la evacuación de Carácas, la retirada
del Libertador p a ra o rie n te , el triunfo en fin de los españoles y la
destrucción de la república. Nada habia ya que esperar, n i era oca-
—
2m
—
sion de o tra causa que de ver cómo se salvaba aquella división de
occidente, resto precioso de tantos com bates, para ocasion m as feliz
ó al menos p ara que sirviese á un pais herm ano. Allí fue pues donde
se resolvió definitivam ente la retirada hasta ponerse bajo la p ro ­
tección de la Nueva G ra n ad a, m ientras que el L ibertador aparecía
por alguna parte.
Para ello empezó U rdaneta á poner orden en dos negocios im ­
portantes : la subsistencia y la organización de la tropa, cosas am ­
bas indispensables en todo tiempo y m ayorm ente en u n a re tira d a
al frente del enem igo. Lo prim ero consiguió deteniéndose algunos
dias en H u m u caro -b ajo , recogiendo ganado por las inm ediaciones
del Tocuyo, y qu ilándolo á las partidas enem igas que se h ab ían he­
cho dueños de aquellos territorios. Luego viendo q u e los m il h o m ­
bres qu e llevaba erap piquetes de cuerpos d ife re n te s, form ó (res
prin cipales, denom inados B arlo v en lo , Valencia y G uaira. Aquel
puso á las órdenes de Andrés Linares y José A n zu áteg u í, como p ri­
m ero y segundo jefes : el segundo á las de Miguel M artínez y Pedro
León T orres : el tercero á las de Domingo Mesa y Juan Salías. F o r­
m áronse tam bién dos pequeños cuerpos de caballería, y uno de a r­
tillería para el servicio de dos piezas de cam paña q u e ten ia. Varios
oficiales distinguidos y que despues sirvieron útilm ente á la re p ú ­
b lica, acom pañaban á U rdaneta en aquella jo rn ad a difícil á la p a r
que m eritoria. E ran e n lre otros el coronel Florencio Palacios y los
tenientes coroneles Miguel Yaldcs, Francisco Picón y Jacinlo L ara.
Especial m ención debem os tam bién hacer del presbítero José Félix
Blanco, capelian de aquella división. Este hom bre, secularizado m as
tarde y elevado p or su m érito á grandes puestos m ilita re s, habia
ejercido constantem ente en las tropas de la rep ú b lica su m inisterio
eclesiástico, y el de soldado y oficial cuando el caso lo exigía. Ilu s­
trado y fogoso, fué de los prim eros que se lanzaron en la revolución
y en la g u erra , hallándose por esta causa en la m ayor p arte de las
gloriosas cam pañas de la independencia : en Coro estuvo con el
m arques, en V alencia con M iranda, con Bolívar en San Mateo, en
Boca-Chica con M ariño. Bien pronto conocido p or fiel y v alero so ,
se echó en olvido su p rim er estado, y días adelante vistiendo el u n i­
form e m ilitar, empezó en las filas una nueva c arrera en q u e se dis­
tinguió á la par de los m ejores oficiales. Dos cualidades sobresa­
lientes hacían de Blanco un servidor útilísim o ; u n a la in te g rid a d ;
otra el instinto del orden y de la organización. Así Blanco logró ser
B IS T . MOD.
í6
—
É42
—
estim ado constantem ente en el e jé rc ito , no em bargante su genio
recio , su propensión al p u n tillo y la p a rte que tomó en algu­
nas desavenencias ulteriores que se declararon e n tre los caudillos
m ilitares.
Cuando se em pezaron á te n e r noticias de que los enemigos se
aprox im ab an al occidente, siguió su m archa U rdaneta liácia T ru jillo , dejó allí la división al m ando de Palácios y él solo se adelantó
á M érida por si lograba o b te n e r de aquella población algunos recur­
sos d e hom bres, d in e ro so vituallas. Proponíase en caso de lograrlo
volver á T rujillo , atravesar p o r Boeonó, caer de sobresalto sobre la
pro v in cia de B arínas y ponerse en com unicación con Casanare,
‘form ando entonces (que no e ra imposible) u n cuerpo respetable de
cab allería eu aquellas llan u ras, p ara em prender nuevas operaciones
co n tra los realistas. Pero cuando regresaba d e Mérida bastante sa­
tisfecho de su viaje, supo en T im otes que la división se retiraba de
T ru jillo p o rq u e Cal/.ada hab ia llegado al pueblo de Santa Ana. In­
corporóse pues á Palacios, qu e iba en m a rc h a , y continuó su reti­
rada hasta M érida, dejando en M ucuchíes ¡os 500 hom bres del ba­
tallón B arlovento como cu erp o avanzado. Dispuesto todo p ara per­
m anecer en aquella ciudád hasta que fuese obligado p o r el enemigo
á ab an d onarla, volvió U rdaneta á Mucuchíes.
En esta ocasion y en la capital de ¡a provincia se reun iero n á la
división de U rdaneta des oficiales que desde la evacuación de Ba­
rín as por García de Sena habían obrado constantem ente con peque­
ñas fuerzas por aq u ellos parajes ru n o era el capitan Francisco Con­
d e, que j a conocem os, y otro el capitan José Antonio Páez, que con
Unos cuantos ginetes se dirigió á M érida despues de la pérdida de
B arín as, luego que la caballería fué disuelta en e l’ pueblo de las
Piedras. A las dos com pañías de infantes que Conde m andaba se
líabian unido en M érida o b ra de ochenta indios m ucuchíes. Con
esta fuerza, trein ta hom bres de caballería á las órdenes del capitan
Antonio Ranjel y varios 'oficiales de la m ism a'arm a ¡ e n tre los cua­
les estaba P áez , consiguió Conde conservar en paz la ciudad y sus
c o n to rn o s, desde q ue á finés de febrero derrotó á Lizon en la ha­
cienda de Estanques", haciéndole reem b arcar'á toda prisa p ara Ala-,
racaibo.
Tropas dé la Nueva G ranada al m ando de sir Gregor M ac-G regor
habian despejado de enemigos el territo rio hasta el pueblo de Bai­
lad o res, donde á poco se reunieron con las fuerzas dé Mérida. Así
— 245' —
que, para la llegada de U rdaneta estaba esta provincia en teram en te
tra n q u ila, lisonjeándose de h ab er sido la menos m altratad a p o r la
guerra.
Calzada se detuvo en T rujillo mas de lo que se esperaba, pero al
fin se puso en m a rc h a , y en breve descendió del páram o de M u cuchíes hácia el pueblo del m ism o no m b re, en ocasion de hallarse
en Mérida U rdaneta. L inares, q u e ocupaba el p u n to con o rd en d e
no em peñar acción de g u e rra , tardó en retira rse, ó, m ejor d ich o ,
se encaprichó en 110 hacerlo ántcs de h aber reconocido y examina­
do al enem igo; de lo cual resu ltó un cóm bale en que fuó comple­
tamente derrotado. Toda la diligencia de U rdaneta-para protegerle
con el resto de las fuerzas de M érida, fué infructuosa ; si bien s i r ­
vió para recoger o b ra de doscientos dispersos que pudieron escapar
de la refriega. Las tro p as en traro n en Mérida al am anecer del dia
sigu ien te, y acto continuo se dispuso todo para co n tin u ar hácia
Cúcuta el repliegue.
Una inm ensa em igración se habia reu n id o en M érida y T rujillo
desde tiem po a n te rio r, tanto del occidente como de B arínas, y en
aquellos m om entos se hallaba ju n ta al lado de U rdaneta; mas como
ella no ofreciese inconvenientes p ara la reiirad a por estar franco el
camino hacia la Nueva G ranada, dejósele em prender viaje lib re ­
mente á vanguardia de las (ropas. E sta s, despues de a'gunos dias
de descanso en T árib a, llegaron felizm ente á San Antonio de Cú­
cuta, lug ar de la frontera.
Desde su entrada en T rujillo h a b ia U rdaneta dado cu en ta al go­
bierno de la Nueva G ranada del estado de Venezuela, y supo nién ­
dole poco instruido de los sucesos, detalló cuanto pudo las o p era­
ciones m ilitares y sus resultados hasta el punto en q ue él se encon­
traba. Hizo conocer la preponderancia del enemigo y cuán prob a­
ble era que, desem barazado Bóves d e la cam paña de oriente (dába­
la por perdid a), buscase en la Nueva G ranada p or la viá de C asanare ocupacion y entretenim iento para aquellas catervas de hom bres
acostum brados al ro b o , á la devastación y á la gu erra. P or lo
cual recom endó la formación de una fuerza respetable de caballe­
ría en Casanáre, y al mismo tiem po, q u e á él y á sus com pañeros se
les ausiliase y protegiese, disponiendo de ellos el go b iern o, hasta
q ue el general Bolívar, jefe de V enezuela, volviese á p resentarse.
En T áriba recibió U rdaneta satisfactoria contestación-á aquel oficio:
oí gobierno general residente en Tunja tom aba bajo su proleccion
— 244 —
los restos del ejército de Venezuela, ofreciendo asistirlos como tro­
pas g ra n a d in as; mas no teniendo oficial alguno de caballería de que
disponer p ara enviar á Casanare, auto rizab a al jefe venezolano para
em plear de su división los que pudiese. E n consecuencia de esto
dispuso U rdaneta desde San Antonio q u e varios oliciales de caballe­
ría , en núm ero de veinte y cinco, pasasen á Casanare á las órdenes
de Miguel Antonio V ázquez, con el objeto de organizar en'aquella
provincia un cuerpo respetable de ginetes. E ntre aquellos oficiales
se contaban dos herm anos Brilos de O spino, Genaro Vázquez de San
Antonio de A p u re, Antonio Ranjel de M crida, Miguel y Fernando
Figueredo de San C arlos, Unda y Francisco L uque de Guanare.
El capitan Páez se hallaba entonces en la salina de C hita, separado
del cuartel g e n e ra l, p ero U rdaneta le dió colocaciou en la lisia, y
ordenó que al paso por aquel lu g ar fuese incorporado á los demás.
El cuerpo form ado sobre esta basa y con otros elem entos que se le
fueron agregando, constituyó después el glorioso ejército de Apure.
La llegada de U rdaneta á la Nueva G ranada fué u n aconteci­
m iento de grave im portancia p ara aquel pais. Ya antes hemos visto
que p or consecuencia de la victoria de Nariño en B ogotá, quedó
esta separada de la Confederación, y el congreso residente en 'fun­
ja gobernando las dem as provincias. Del m ism o modo que la admi­
nistración se dividió el cuidado de la g u e r r a , encargándose Nariño
de hacerla á los realistas de P opayan, y el congreso á los del reslo
del e sta d o ; de donde resultó un caos general q u e produjo males
m uchos y de grande trascendencia. N ariño derrotado en el sur,
cayó prisionero en m anos de los españoles, y Santa M arta, hostili­
zando siem pre á Cartagena y á lodo el alto M agdalena, mantenía
vivo el fuego de la discordia civil por o tro lado.
T iem po era ya de tom ar u n a resolución d e fin itiv a, mayormente
cuando la desgracia del presidente de C undinam arca libertaba al
congreso de u n enemigo form idable. El ciudadano Manuel Bernar­
do Alvarez que había sucedido á N ariño en el g o b iern o , era ua
h om bre inofensivo, de plum a p u ram en te, ajeno de guerras y cosas
m ilitares; á m as de q u e nad a había en la com arca capaz de hacer
resistencia á aquellos soldados venezolanos aguerridos con dos años
de cruelísim os com bates. E l.co n g re so , p u e s, declaró su intención
de re u n ir p or la fuerza á la Confederación el territo rio de Cundin a m a ic a , y ordenó á U rdaneta que m archase contra ella; mas
cuando este se p rep araba á hacerlo, recibió u u oficio del Liberta-
BAKAIEX. Tarn®ASSETA.
—
245
—
dor en que le participaba los desastres del ejército de o rie n te , su
llegada á Cartagena y sn m archa á T unja p ara d a r cuen ta al go­
bierno general de su conducta. En Pam plona de allí á poco se vie­
ron en efecto los dos je fe s, siguiendo despues Bolívar solo para
Tunja, y U rdaneta luego al p u n to con la tro p a el m ism o rum bo.
Los heroicos esfuerzos hechos p o r Bolívar en Venezuela para d e­
fender la libertad de la república, su conducta adm inistrativa y eco­
nómica, y m ayorm ente la m o d estia, ó llám ese sagazidad, co n q u e
voluntariamente se som etía é l, siendo venezolano y dictado r en su
patria, al juicio de un gobierno estraíío, le granjearon afecto y grande
admiración d e p arte de los granadinos. Justo e r a , p o rq u e nin g ú n
hombre con tan escasos m edios de acción é igual nú m ero de difi­
cultades , dio jam as m ayores p ru eb as de valo r, ingenio y fortaleza.
IVo solo pues se aprobó cuanto habia hecho, sino que se le confió la
empresa de red u cir á Bogotá; la cual llevó á cabo felizm ente, es­
trechando la ciudad y rindiéndola el 12 de diciem bre p o r m edio de
una capitulación honrosa y útil para todos. El gobierno trasladó á
ella inm ediatam ente su a sie n to , y Bolívar p or su orden se dispuso
á bajar el Magdalena p a ra ob rar con tra S anta M arta, llevando la d i­
visión de U rdaneta, aum entada ya con algunos reclutas granadinos.
Cuando se em prendió la espedicíon de B ogotá, quedó la fron­
tera de Cúcuta cu b ierta por tropas del congreso, al m ando del m a­
yor S antander. Estrechado este p o r C alzada, se re tiró á un cam pa­
mento fortificado q ue se estableció á inm ediaciones d e Pam plona,,
en donde perm aneció hasta que arreglados los asuntos de C undinam arca, fué nom brado U rdaneta jefe general de la frontera. Los
realistas no habían avanzado u n paso m as allá de C ú cu ta, ántes
bien Calzada retrocedió p o r la m ontaría de San Camilo hácia las
llan u ra s, dejando á Remigio Rámos con u na colum na en los valles
de Cúcufa. Este mismo caudillo se vió de luego á luego am enazado
por U rd an e ta, y hubo de seguir aceleradam ente y perseguido el
camino de su j e f e , dejando lib res p or aquel lado los confines g ra ­
nadinos.
Tal fué p ara Venezuela el año de -18-14 , fecundo en com bates,
en v irtu d es, en crím enes y en profundas lecciones. B erm údez,
Piar y Rívas nos han dado con los ejem plos de la constancia y el
v a lo r, el funesto de la desobediencia : Marino el de la indecisión
y de la falta de energía : los pueblos el de la división y los zelos
provinciales. Por fortuna sobre todas las m iserias del am or propio,
— 246 —
sobre lodos los .m ales de Ja g u e rr a , sobre la nulidad , !a tibieza
ó la im p ericia, se-levantó u n hom bre superior cuyo esp íritu pene­
tró en el caos de la revolución y dio l u z á sus tinieblas. Ha caído ,
s í, p ero cual p u jante a tle ta , con la espada en la m a n o , dispuesto
a levantarse del suelo m as terrib le.
ANO DE 3 T 8 I 5 .
La España en tanto, poseedora otra vez de su colonia sin esfuerzo
propio y solo á costa de sangre am e ric a n a , se p re p a ra b a . libre ya
d e las arm as e stra n je ra s, á destinar contra ella u n a p arle de sus
tropas. No digam os E spaña, pues E spaña, como nación lib re , no
existia : alzada en m asa por u n m ovim iento tan.esp o n táneo como
genero so, consiguió p or prem io de sus sacrificios re stitu ir la liber­
tad al m onarca para q u e este la redujese á cautiverio. F ernando,
en efecto, que hizo á rb itro á Napoleon de sus disensiones parri­
cidas , y qu e pe entregó neciam ente en sus m anos para obten er la
corona de Cárlos IV , e n tró en España el 2 2 de m arzo de 18 1 4 , en
v irtu d de u n tratado que firmó en Valencey prom etiendo paz á
la Francia im p e ria l, y su prim era diligencia fue m an d ar prender á
dos re g e n te s, á u n gran n ú m e ro de diputados y á m uchos hombres
distinguidos, á quienes se creia jefes del partido lib eral. Las prisio­
n es se estendieron ráp id am en te á las p ro vin cias, en la noche del
-10 de m ayo se disolvieron las cortes de real o rd en , y en la m aña­
na del -11 se fijó uu.m anifiesto con títu lo d e decreto, en que se abo­
lió el nuevo orden de cosas, ordenando á la nación que volviese al
año de 4 808. P rom etióse, es v e rd a d , convocar á cortes según el
an tigu o m étodo ; pero fueron .prom esas vanas que el tirano violó
con inaudito descaro. Toda idea generosa de lib ertad fue combatida,
todos los hom bres que se habian distinguido p o r opiniones favo­
rab les á la m ejora política ó civil de Ja so c ie d a d , fueron persegui­
d o s : restablecióse la in q u isició n : se quiso en fin b o rra r del suelo
español hasta los vestigios de aquella noble revolución qu e tuyo por
m óvil y objeto principal rescatar á ese m ism o hom bre del cautive­
rio estranjero.
Al restablecimiento del antiguo orden d e cosas fué consiguientela reacción del partido liberal para reconquistar el poder, y algu-
— 247 —
ñas alm as fuertes la intentaron coa las a rm a s ; pero los vicios de la
servidum bre, profundam ente arraigados en el p u e b lo , y el ejército
vendido al trono, hicieron inútiles el valor y la v irtu d de los pa­
triotas. Mina, que m andaba los regim ientos de N avarra, su p atria,
hizo una tentativa infructuosa sobre Pam plona en la noche del 25
al 26 de setiem bre de i 814 , para restablecer el sistema de la cons­
titución y las cortes, y .tuvo que em ig rar á F rancia. Mas tard e otros
generales pagaron .con la vida el mism o in ten to. Y en lre tanto el
m o narca, cierto de que el pueblo le apoyaba po rq u e le sufria, con­
tinuaba tranquilam ente en el p lan antiguo de su casa y de todos
los reyes a b so lu to s: poder y goy.es para uno, opresion y privaciones
para todos.
lies ti luido á España p ara m al d e la nación el rei Don F er­
nando V II, pensó desde luego enviar al N uevo-M undo u n a esperclicion q u e le asegurase su d o m in io , y p ara jefe de ella nom bró á
Don Pablo M orillo, que prom ovido desde sargento de m arina á
m ariscal decam po d u ra n te la revolución, todavía recibió el grado de
teniente general, ora como prem io anticipado de sus servicios u lte ­
riores, ora para recom pensar su dócil sum isión al sistem a adoptado
por el rei.
La espedicion se preparó para el Rio de la P la ta , cuyas p ro vin ­
cias estaban en insurrección ; pero por causas no m ui averiguadas
todavía, se cam bió su destino, dando la vela de Cádiz p ara Cosíaíi n r .e el 18 de febrero de 1815. Componíase de 65 bu q u es de tras­
porte y oíros m enores, escoltados por el navio San Pedro A lcántara
de 74 cañones, llevando á su bordo los regim ientos de León, Vic­
toria, E strem adura, B arbastro, Union, conocido'despues p o r V alcncey, Cazadores de Castilla y el batallón del general ó Cazadores
de,infantería : lo s regim ientos de Dragones dé la Union y H úsares
d eF ern an d o V ll, de c a b a lle ría : u n e sc u ad ro n d e artillería con 18 pie­
zas : dos com pañías-de artillería de plaza : tres de zapadores y u n
par..;ue provisto de :todo lo necesario p a ra sitiar una plaza de se ­
gundo orden : el total de hom bres, incluyendo la m arinería, ascen­
día á 15.000. ,Los bajeles de la espedicion fondearon el 5 de a b r il
en P,uerio-Santo:á barlovento.de O arúpauo.
Cuando Morillo a rrib ó á las costas venezolanas, no encontró iUin
solo enemigo arm ado en lodo el territo rio : puede adem as decirse
q u e ja posibilidad de la resistencia habia desaparecido y con é lla ja
esperanza de restablecer la república. M o rales'd esp ees .de tomado
—
248
—
M alurin, ocupó á Cariaco, C arúpano y R io-C aribe : el -14 de febre­
ro redu jo á cenizas el pueblo de Soro y el siguiente dia tomó con
5 .0 0 0 hom bres á G iiiria, defendida p o r 500 al m ando de Bermú­
dez y Y ideau. Eslos jefes logaron escapar á M argarita, punto gene­
ral de reu nión de los patriólas fu g itiv o s; pero todos los que huye­
ro n á la costa fueron cogidos en tre Irap a y Q uebranta y pasados d
cuchillo, sin distinción de edad ni sexo. M argarita, donde goberna­
ba Arizm endi, una que otra p artida insignificante q u e vagaba e n .
las llan u ras, y algunos hom bres conslantes q u e se guarecieron de
los m ontes, lié aquí cuanto habia quedado de la república p ara opo­
n erse á 4 5 .0 0 0 soldados de Morillo y á 5 .0 0 0 q u e ya tenia Mo­
ráles.
Conceríadas e n tre am bos jefes las operaciones u lterio res y lle­
vando el segundo 5 .0 0 0 hom bres de sus tropas en u n a escuadrilla
de 22 velas al m ando de Don Juan G abazo, se d irig iero n á la isla
de M argarita con el mas bello y num eroso ejército q u e desde la
conquista hubiese visto reunido América. Los habitantes se halla­
ban ya enterados de la llegada de la espedicion española por el
equipaje de un buque de trasporte que habían apresado hacia pocos
d ias; y diversos pareceres se debatían e n tre ellos con calor por
aquel tiem po. B erm údez, siem pre el m ism o, q u eria q u e se defen­
dieran contra Morillo, y en esta opinion descabellada le acompa­
ñab an unos poscos oficiales orientales y occidentales cansados de h
vida, ó frenéticos con la desesperación. A rizm endi y los otros je­
fes refugiados allí determ inaron som eterse á los invasores, reco­
nociendo la absoluta im posibilidad que habia de resistirlos, deseo­
sos de salvar u n a num erosa y desgraciada em igración, y lal vez con
la esperanza de h allar m as adelante ocasion y medios de recu p erar
lo perdido. Deplorando entonces Berm údez un a resolución que ju z ­
gaba pusilánim e y fu n e s ta , se m etió en u n a p equeña em barca­
ción, pasó por en medio de la escuadra española com puesta en to n ­
ces de 85 buques, y despues de haber recorrido las islas de G rana­
d a, M artinica y Santóm as, se dirigió á Cartagena.
La flota surgió en la playa aplacerada de P am patar el 7 de abril,
y el 9 saltó en tie rra su jefe, precedido de u n a proclam a en que
prom etía perdón á los insurgentes y u n olvido absoluto d e lo pa­
sado. Todo quedó sometido : algunos patriotas desconfiados im ita­
ro n de luego á luego el ejem plo de Bermúdez y se refugiaron á las
A ntillas: Arizmendi, m ui bien tratado p o r M orillo, se m antuvo en
— 249 —
la isla, y se concedió pasaje g ratu ito á lo s em igrados que quisieron
trasladarse al continente. De estos, quince infelizesque deseando re­
gresará Barcelona se confiaron á Morales, fueron asesinados al lle­
gar al p u e rto ; m as p or lo qu e toca á M orillo, cum plió con exacti­
tud sus prom esas, y si se esceptúan algunas proclam as am enaza­
doras contra los fu turos reincidentes, usó p o r lo com ún de atentos
procederes con los natu rales q u e se le presentaron.
Nombrado Don Antonio H erraiz p or gobernador de la isla, y pu es­
to orden y arreglo en su adm inistración, dió la vela Morillo para
C um aná: allí dejó encargado del m ando político y m ilitar al coro­
nel de B arbastro Don Juan Cini, poniendo á sus órdenes el cuerpo
de su m ando y el regim iento de Dragones : luego, im paciente de
poner p or obra u n proyecto d e pacificación que m e d ita b a , dió la
vela p ara la G uaira y llegó á Caracas el -11 de m ayo. Su conducta
en M argarita y u n a nueva proclam a llena de prom esas halagüeñas,
le valieron un a acogida benévola au n de p arte de aquellos h ab itan ­
tes que se in clinaban en secreto al p artido de la independencia.
Morillo era d u ro y cruel por sistem a m as q u e p or inclinación :
distinto de M orales, Pu y , Antoñánzas y otros m onstruos que figuran
con fam a infernal en los fastos coloniales, n o estaba desprovisto de
sentim ientos generosos, y puede decirse q ue m ató po r precaución
mas que por ferozidad. Lo que le h acia m ayorm ente tem ible era su
profunda ignorancia en todas m aterias y la necesidad en q ue se
veia de o ir los consejos de algunos p erv erso s, sedientos de oro y
sangre am ericana. De estos el peor era el b rigadier de m arin a Don
Pascual E urile, su segundo en el ejército y jefe de su estado m ayor ;
sugeto de buen en tendim iento, pero cru el, rapaz y de-torpes in c li­
naciones. Tenia M orillo , es v e rd a d , dos cualidades que con fre­
cuencia m ancharon en sangre sus m a n o s : u n a la cólera, de que se
dejaba arre b a ta r fá c ilm e n te : otra u n a sum a desconfianza, rara p o r
cierto en u n hom bre de genio franco y de u n valor á toda p ru eb a.
Mas brillantes que sus dotes intelectuales y m orales era n sus dotes
guerreras. En ét no habia la ciencia p roíunda q u e com bina en el
gabinete un vasto plan de cam paña, n i la inteligencia ráp id a y lu ­
minosa que lo im provisa en el campo d e b a ta lla ; pero sereno en el
conflicto, enérgico y activo, m antenedor severo de la disciplina, y
querido del soldado, e ra, 110 ya u n general en jefe sobresaliente,
pero si un caudillo m u i propio p ara la g u e rra am ericana, donde
solo se o brab a con pequeñas fuerzas.
— ¡230 —
Plenam ente autorizado p ara todo, no-bien llegó á Carácas cuan­
d o 6c hizo cargo d e la capitanía genera!, en cuyo ejercicio se ha­
llaba Cagigal por órdenes recientes de la corte, dadas en consecueucia de rey ertas con M oráles. Este hom bre habia logrado indisponer
á Morillo contra su an te c e so r; lo cual se vio luego en los procede­
re s desabridos y.bronoos que despues usó con él, Y fué este mal
tan grave para La causa re a lista , cuan to q u e desde entonces quedó
separado del lado-de M orillo el único jefe espaiioL de,quien hubiera
podido o ir consejos de.m oderacion y m ansedum bre.
M ui pronto las esperanzas de pazitícacion q u e habia hecho conce­
b ir el ejército espedicionario, se vieron desvanecidas, y así los rea­
listas m oderados como los p atrio tas p u d ie ro n colum brar en el por­
v en ir la renovación de las hostilidades y aun acaso-el triunfo de la
causa rep u b lican a, tan abatida y desm edrada-entonces. Varias cir­
cunstancias graves dieron origen á este juieio.
La p rim era fue la querría d e l navio San Pedro Alcántara en la
isla de Coche el 2 4 de ab ril, perdiéndose con él gran cantidad de
m uniciones, a m a s -y pertrechos, y.la caja del ejército según algu­
n o s ; pues otros o pinan -que esta jam as salió de Cádiz, y que el in ­
cendio del navio íu é prem editado p ara e n cu b rir el ro bo.'S eadeello
lo que faere, lo:cierto :es que M o rillo , privado de recursos pecu­
niarios, empezó por exigir-de Carácas u n em préstito forzoso ó , m e­
jo r direm os, n n a c o n trib u d o n d e ,2 0 0 .0 0 0 p e s o s : sum a enorme
para aquel ¿iem po de escasez y m iserias, y m u i su p e rio r á la que
en los años trascurridos habia sacado de ella el general Bolívar.
Acostum brado e l soldado europeo al trigo, y no h abien do con qué
com prado por el pronto, «e conllseó la h arina de particulares, y se
prohib ió que los h abitantes y aun los oliciales comiesen otro pao
q u e el de casabe, ó de m aíz ; Morillo m ism o dió el ejem plo de esta
p riv ació n , no poniendo otro en.su m e s a ; lo icual.podia se r m ui bue­
n o p ara todo, .m énosrpara.justificar el despojo p erp etrad o . -DeliiaO
hacerse salazones .de .carnes para proveer .de m antenim ientos á cier­
to núm ero-de tropas que él q u ería conducir á Cartagena .; y para
ello se pidieron g an ad o s siirm a y o r form alidad que la yarasada co°
respecto al dinero y á la-harina.
O tra f u é J a .J u n ta d eísecnestros,.croada en 4 9 .é instalad a el
de m ayohájo la presidencia del brigadier Don S alv ad or Moxó, y®°
.tribunal llamado de 'Apelaciones-que ,se formó el.27, p a r a sustituir
al de la real audiencia, suprian d o p o r¡M orillo ,. r.La.propiedad y Ia
— 251 —
seguridad.de los venezolanos fueron atacadas con estas dos m edidas
im prudentes, q u e condenándolos á la m iseria y la opresion, los in ­
dujeron á b uscar en la gu erra su única esperanza d e 'sa lu d .
La te rc e ra , y sobre (odas la m as p e rju d ic ia l, fue el insensato
desprecio con q u e M orillo j sus oficiales afectaron ver á aquellos
valerosos soldados am ericanos que habian d estru ido la rep úb lica y
elevado sobre sus ruinas<;1 aniiguo edificio colonial. -Burlándose de
ellos dijo cierto dia el coronel de la Union Don Francisco M endiv il: (i Si eslos son los vencedores, ¿quiénes se rá n los vencidos? » Y
aquel dicho im pertinen te, repetido de boca en boca e n tre los espedicionarios, .llegó á oidos de M orillo p ara ser ap lau d id o p o r él y
elogiado repetidas vezes c o m o u n chiste.agudo y saleroso..EJ m enos­
precio y <la b u rla contra, tales liom bres era u n a insigne im p ru d en ­
cia : el .p rivar á.m uchos, -como se hizo, de su s despachos, y el des­
pedir á otros con ultrajes y desabrim ientos, u n a in g ratitu d escan­
dalosa. P or fo rtu n a 'e l pago lo recibieron aquellos soberbios luego
al p u nto, po rq u e los m as distinguidos m ilitares del pais, desechados
como enem igos, fu ero n á buscar en tre sus-herm anos am igos y ven­
ganza.
Acabados los aprestos .m ilitares y económicos de 'la espedicion
que se p reparaba con tra la Nueva G ra n a d a , partió por fin M orillo
de Puerto-C abello con 5 .0 0 0 soldados-españoles y 5 .0 0 0 de las tro ­
pas d e M oráles, dejaudo en Carácas p o r capitan general interino al
brigad ier Cevállos, teniente de rei de la plaza. Mera ap ariencia.de
capitan g e n e ra l, p orque obligado á seg uir los m alos'consejos de
Moxó y ro d eado de oficiales espedicionarios que le te n ia n en p o co ,
veia á cada paso desatendida su .au to rid ad y desairada su perso n a,
ni mas n i m énos q u e había sucedido á Cagigal. P or lo qu e hace á
este, p artió luego p a ra España, profundam ente resentido de los in ­
justos é inciviles procederes de M orillo, y presagiando ya la pér­
d id a ,d é la colonia,
N uevas providencias gubernativas y económicas 'hicieron esta
evidente.de a llí á poco aun p ara los h om bres m énos pensadores.
No contentos los españoles con su trib u n al de.apelaciones, creado
para ree m p laz ír la a u d ien c ia, establecieron uno .especial llamado
Consejo de g u e rra ¡perm anente, donde.en forma sum aria y-á usanza
m ilitar se ju zgaban los delitos de in fid en cia: presidíalo Moxó. El 19
de julio-em pezó o tro nuevo trib u n al llam ado de Policía á organi­
zar en toda la provincia el m as incóm odo y opresivo espionaje.
— 252 —
M andáronse form ar en todos los pueblos m atrícu las en que los
nom bres d e las personas debian i r acom pañados de observacione
reservadas sobre el carácter, vicios y virtud es de cada u n a : pro h i­
bióse el uso de toda clase de arm as, ya fuesen blancas ó de fuego,
incluyendo e n tre las prim eras los g a rro tes, y finalm ente se mandó
q u e n in g u n o , n atu ral ó e stra n je ro , pudiese hacer uso de c a rta s,
papeles ó im presos que recibiese, sin presentarlos antes á la policía,
especialm ente si procedían de las colonias estranjeras. Dos fempréslitos de á ^ 0 0 .0 0 0 pesos cada uno se exigieron de nuevo á la m í­
sera C aracas, y seguidam ente se im puso p o r u n año el fu erte g ravám en del diez por ciento sobre todos los productos líquidos de
fincas y propiedades, d e capitales en giro de comercio ú o tra forma
y sobre los diversos modos d e ad q u irir p o r in d u stria ú oficio, con
sola la escepcion de lo s sueldos de m ilitares en servicio activo. Esta
recaudación p rincipiaría en el enero del siguiente año.
D ebiéronse á Moxó todas estas o p re sio n e s: á su influjo y suges­
tión el consejo perm anente : á su autoridad las dem as, porque ha­
biendo obtenido Cevállos pasaporte para la Península, quedó desde
octubre hecho cargo de la capitanía general.. Aquel m al hom bre
p resid ia tam bién en el trib u n al de policía, era subinspector gene­
ra l de caballería y com andante en jefe de las o p eracio n es; p o r ma­
n era que la fu e rz a , la justicia, la hacienda estaban en sus m a n o s;
y jam as se habían visto en América despues de la conquista manos
m as autorizadas ni mas rapazes é inm orales.
Su avaricia no conocía freno, n i su salazidad decoro. No se vieron,
es verdad, al principio, las m atanzas de C otizita, las proscripciones
sangrientas de Bóves, los asesinatos de M o rales; pero revivida la
época aciaga de M onteverde, m ultiplicáronse los secuestros inicuos,
las denuncias, los arrestos y últim am ente las conspiraciones fingidas
p ara buscar pretestos al despojo y las violencias. Un m al que no
liabia existido en 1 8 1 2 añadieron á estos los espedicionarios ; y fué
el de un im púdico cinism o en m ateria de costum bres. Jefes, oficia­
les y soldados á ú n a , y como en tierra rend id a á discreción, fueron
en Caracas ni m as ni m énos lo que en otros tiem pos en Jaragua
R oldan y sus parciales.
Mas no eran esta vez los oprim idos, indiosjmansos é indefensos á
quienes se pudiese agraviar im punem ente. Por todas partes, como
se vio la in ju ria , se levantaron vengadores, y cuanto pecho hubo
noble y generoso, fué enemigo.
j:© s:s
ÎTADJK©
Îïi@ ÎÎÀ © ià S .
— 255 —
Ya hemos visto qu e despues de la d erro ta de M aturin algunos
patriotas valerosos y constantes se refugiaron á las llan u ras. Un co­
ronel, de n om bre R ivero, que defendía á Irapa con 400 hom bres,
escapó con m u i pocos á los bosques y en ellos se m antuvo reh a­
ciéndose : el capitau Jesús B arreto y el com andante Andrés Rojas
burlaron en las llanuras de M aturin la persecución del enemigo :
Cedeño vagaba p or el T ig re , rio de riberas arboladas que desem ­
boca al caño Manamo del Orinoco : en las llan u ras de Barcelona
estaba Monágas : Zaraza en las de la provincia de Caracas. Casi to ­
dos estos caudillos se pusieron luego en m ovim iento, no em bargante
la crítica situación en q u e se hallab an , la pujanza de los enemigos
y la actividad con que fueron perseguidos, p orque de todas partes,
exasperados los habitantes, corrieron á bu scar en sus filas venganza
y libertad.
Monágas y Cedeño al frente de ^ .5 0 0 hom bres atravesaron en
mayo el O rinoco p o r el pueblo de la P iedra y cayeron en seguida
sobre Mui taco, donde lograron d e stru ir 200 hom bres bien arm ados
que allí habia. Su in ten to era apoderarse de la provincia de Guayalia, como la m as im p ortante é indefensa de to d a s ; em presa im po­
sible p a ra hom bres indisciplinados, fallos de arm as y sin organi­
zación. Así, el teniente coronel espedicionario Don Nicolás C e ru ti,
que tom ó en ju n io el m ando d e la p ro v in cia, no tu v o m ucho que
hacer p ara dispersarlos, habiendo recibido u n ausilio de Barcelona
al m ando del teniente coronel G o rrín . Despues de varios reencuen­
tros poco in teresantes, los palrio tas se habian acercado m ucho á la
plaza de A ngostura ; p ero atacados en la noche del 22 p o r 2 .0 0 0
hombres á las órdenes de G orrín , quedaron privados de sus posi­
ciones. A proxim áronse o tra vez h asta ponerse á tiro de cañón del
p o b lad o; pero tuvieron que retirarse en dispersión con p érd id a
bastante y perseguidos. D esbaratados p or fin sus restos en el Mori­
chal de Becerro, y en el sitio de C araq u eñ o , se desbandaron com ­
pletam ente ; los m as fueron esterm inados p o r diversos destaca­
mentos , y separados en el rio Pao Cedeño y M onágas, regresó al
Tigre el p rim ero , y el segundo con \ 50 hom bres volvió sobre sus
pasos, con el in ten to de re u n ir algunos derrotados. Despues de m u ­
chos trabajos y bregas incesantes que este tu v o , se- reunieron en
julio nuevam ente los dos je fe s ; pero ridiculas disputas sobre m an­
do y la divergencia de pareceres acerca del territo rio en que con­
venia hacer la g u erra á los españoles, p rodujeron inm ediatam ente
— 2 5 í' —
su separación, repasando Mónágas á fines dél mismo m es el Orinoco
y volviéndose á la provincia de Barcelona con u n corto núm ero de
hom bres. Cedeño, fortalecido en Caicara y haciendo mas y mas
gente cada d ia , se m antuvo en sus posiciones todo el a ñ o , si no
triu n fad o r, am enazante:
Las guerrillas de C uinaná y Barcelona no p u d iero n progre­
sar. Una dé ellas com puesta de 200 hom bres fué dispersadá el 2 de
agosto en las a lta ra s de Morechito por el ten iente c o ro n el dé dra­
gones Don Ju an Solo : el m ism o dia destruyó en los bosques de
Urica otros pequeños cuerpos francos el teniente coronel López,
logrando poco despues qu e el p artidario rep ub lica no Canelón en­
tregase las arm as y tom ase partido con los españoles r e í venezo­
lano Manuel Villaroel que había organizado en C u m an acoaun a guerilla, se confió en un in d u lto ofrecido p o r el g o b ern ad o r de C um aná, y fué fusilado luego que se presentó al com andante militar
de Areo : el -Io de setiem bre batió Solo en Rio-Caribe u n a partida
qu e m and aba José Francisco Peñalosa, y este cogido prisionero,
fué pasado p o r las arm as el 29 del mismo en C u m a n á : ju n to con
ét sufrió la m ism a suerte el coronel R ivero, d errotado y cogido en
P u n ta de Piedra por el sargento m ayor de dragones Don Miguel
D omínguez. Estos repetidos descalabros eran tanto m as crueles para
los p atriotas, cuanto que u na orden de Sir Ralph Jam es Woodford,
gobernador de T rinidad, prohibió en 4 9 de agosto el envío de a r­
m as y pertrechos al continente. Y así, balidos, desarm ados y dis­
persos, llegó á ser por algún tiem po la g u erra co ntra ellos una es­
pecie de cazería en q u e , cual si fueran anim ales ferozes, los ma­
tab an .
La desgracia q u e persiguió á lo s patriotas en el orien te los acom­
pañó en la provincia de Carácas. Allí fueron derrotadas varías p a r­
tidas de Z araza, p o r e l‘teniente coronel espedicionario Don Ma­
nuel García de L u n a , en diferentes re e n c u e n tro s, dé los cuales el
p rincipal tuvo lu g ar el 9 de agosto en el sitio de M edrano, á las
inm ediaciones de Ipire> m uriendo allí el com andante de la guerilla republicana. La m atanza que hicieron los realistas fué es­
pantosa , en térm inos de causar adm iración que llevaran vivo á
Cáracas un hijo pequeñueló d e-Z araza, cogido en la persecución :
hasta el año de -1820 en que lo devolvieron á 's u p a d re , estuvo en
poder de las autoridades españolas. « A L u n a , dice M ontenegro,
« se le com prendió desde su entrada á las lla n u ra s , e n tre los n ía -
— 25S —
e vorfs malvados conocidos cu- Venczuelá-desde el arribo de los
a Belzares. » por fortuna- la feliz prevision de Urdaneta: resp ecío d e Casan a re ,
había dado á las arm as republicanas u n a visible superioridad en
aqueira distante provincia granadina. La m ayor p a rte de los esce­
l e n ¡es oficiales enviados á ella se habían puesto a las órdenes del
comandante Francisco O lm edílla, valerosísim o soldado q u e nunca
pudo ser destru ido enteram ente p o r los españoles, y á sus órdenes
marcharon á principios del año desde Cuiloto con -I2C0 hom bres de
caballería ¿ so rprender 600 realistas dependientes de C alzada, que
guarnecían á G uasdualito. Lográronlo e n .e fe c to , m alándoles 500
hombres y haciéndoles 228 prisioneros. Al d íá sig u ic n te la hueste
republicana en tró en la plaza, conducida por F ernando Figueredo,
teniente de O lm ed ílla, con orden.de este para alarizear á los re a ­
listas que en la acción habian caidO en su poder. Salvó á aquellos
infelizes de tal destino la entereza con que Páez:, com andante de
escuadrón por aquel tiem po, se opuso á la sangrienta ejecución, y
pidió á Figueredo hasta obtenerlo un mom ento de respiro para con­
sultar al jefe principal. Y como este accediese á las súplicas.y o b ­
servaciones del generoso intercesor, fueron puestos en libertad é
incorporados en las filas, d o n d e , agradecidos y fieles, sirvieron
útilmente.
Hallándose próxim o Calzada con fuerzas superiores , .retiróse 01nicdilla á C asanare, y el je fe español con :a rre g lo á las órdenes de
Morillo, se dispuso ¿ 'm a r c h a r desde Barínas por-el in terior de la
Nueva G ranada, p ara ponerse en contacto con.«I ejército espedicio«ario. Los p atriotas en núm ero de¡ h 0 0 0 ginetes m and ad os, no ya
por O lm edilia, sino p o r el general R icau rte, d errotaron á Calzada
en Cliire, acción en que perdió dos piezas dé artillería; toda su c a fiallería compuesta de 400 á 300 hombres y algnnos infantes. El
descuido de aquellos patriotas indisciplinados y su ansia por saquear
los equipajes q u e quedaron en el campo, dieron tiem po y medios á
Calzada para salvar 2 .0 0 0 hombres de infan tería. Con ellos, tra ­
montada1la cordillera-oriental de la N uera;G ranada,por el páram o
dé Cliiía,- descendió al Chitagá, en donde derro tó el 50 do noviem ­
bre á U rdáneta que salió á su encuentro con:tropas colecticias del
pais. Parte d é'las tropas vencedoras én Chire volvieron á GüasduaHto á las órdenes dél com andante M iguel G uerrero y al paso por las
llanuras dé la viílá dé A raaca'derrotaron á 400 hom bre? que encon­
— 256 —
traron allegando ganado. Un dia despues ocuparon á Guasdualilo ,
de donde salió huyendo el gobernador de B arínas, y el reslo del
año perm anecieron en aquella poblacion : tran q u ilas porque nadie
las in q u ie tó ; pero sin que lograsen a u m en lar sus filas con gente
voluntaria, á causa del terro r que inspiraba el bronco carácter de
Olmedilla y F ig u ere d o , que continuaron siendo los jefes princi­
pales.
M érida y T rujillo, abandonadas á sus propias fuerzas, se vieron
luego plagadas de guerrillas enem igas, ávidas de asesinatos y rapi­
ñ as. Seis de ellas en com binación con Réyes V argas, dispersaron
dos cuerpos francos patriotas, y el 24 de diciem bre en la Seibita y
en el Paso Real del Sequion cogieron prisionero á u n o de sus jefes
y á varios so ld a d o s: todos fueron m andados degollar y descuartizar
p o r aquel indio ingrato y cruel.
La m as b rillan te de todas estas reacciones, así como la mas feliz,
fué u n a sim ultánea y general que á fines del año tuvo lugar en
M argarita. Las im portantes consecuencias q u e pro d u jo, su carácter
singular y h ero ic o , y la útilísim a lección histórica q ue encierra,
m erecen que en ella nos detengam os u n m om ento.
M iéntras gobernó la isla H erraiz ningún disgusto tu rb ó la pro­
funda tranq u ilid ad de que gozaba, p o rq u e aquel hom bre justificado
y bondadoso no dio motivo de alteración ni queja d nadie : seguros
todos y respetados en sus haberes y personas, no pensaban en nue­
vas conmociones, y desarm ados con la clem encia y el sosiego, hasla
los m as firm es patriotas parecían adheridos de b uena fe al régimen
antiguo. Mas lo que ántes hem os dicho acerca de la repugnancia
con q ue veian los realistas los buenos procederes p ara con los pa­
triotas, se halla aq u í confirmado de u n modo patentísim o. Incapaz
H erraiz de prestarse al sistem a de secuestros y prisiones que ¡VIoxó
h ab ia organizado, hizo presente los m ales que de él se seguirían ,
reclam ó el cum plim iento de las prom esas de Morillo y con enérgica
franqueza llam ó verdaderos enemigos de España á los q u e con la ­
trocinios y violencias ponian las a rm a s , con la razó n , en manos de
sus enemigos ya reconciliados. La suerte de este h om bre fué la m is­
m a de U rena, de Cagigal, de Cevállos y de la audiencia : separóle
de su destino Moxó con aprobación de M orillo, poniendo eu su lu ­
g ar al teniente coronel Don Joaquín U rreiztiela, ho m b re de p rin ­
cipios opuestos á los de H erraiz, desconfiado, avaro y cruel.
No bien se hubo eslc aposesionado de su e m p le o , cuando (rato
— 237 —
de arrestar con perfidia á varios sugetos principales de la isla en u n
festín que dispuso el 24 de setiem bre para celebrar la caida y p r i­
sión de B onaparte. Por fortun a A rizm cndi, advertido en la víspera
de lo que se tram aba, huyó á los m ontes con u n o de sus h ijo s, y
allí, b u rlan d o las pesquisas de sus enemigos, concibió y puso p or
obra el designio de cspelerlos del pais. Luisa Cdccres su esp o sa,
aunque se hallaba en cinta, fue presa después y au n afligida con
inciviles trata m ie n to s; pero este me.lio empleado de propósito
para co n ten er al m arido, no sirvió sino para ir r ita r le , haciendo
subir de pu nto su odio y el deseo de la venganza. Así q u e , entrado
el mes de n o v iem b re , escribió á diferentes sugetos de la M argarita,
suponiendo hallarse en la isla B lanquilla con buques y 2 .5 0 0 hom ­
bres de desem barco, é invitándolos á reu n irse el -15 en cierto lu g ar
que designaba. Desgraciadam ente u n dia án tcs supo U rreiztieta la
tram a , y o cu rrien d o arm ado al p u n to de la c ita , m ató á m uchos
que ya estaban ju n to s ; si bien Arizmcndi, advertido de la sorpresa,
huyó y se escondió de nuevo. Lejos de acobardarse con esto, salió
del m on te en la noche del -15 y desde el valle de San Ju an se d iri­
gió con 50 h o m b re s, tres fusiles y 120 cariuchos al pu erto de
Juan G rieg o, cuya guarnición sorprendió y pasó á cuchillo el 16.
Aumentada allí su gente y arm ada con 80 fusiles que cogió á los
enemigos, m archó á la villa del N orte y ocupó su casa fuerte , no
em bargante la resistencia de Jos soldados españoles que la defen­
dían : mas de doscientos de ellos m u riero n , ora en el asalto , ora
sacriGcados por el p ueblo , de cuyo fu ro r solo m ui pocos pudieron
escapar.
Tal era y tan general el odio concebido contra los espedicionarios,
que en la tard e de ese m ism o dia contaba Arizmendi -1.500 hom ­
bres en su cam p o , arm ados unos con machetes y azadones , otros
con la n z a s, cuchillos y g a rro te s , pocos con fusiles : las m ujeres
m ism as, queriendo vengar las in ju rias de la esposa de Arizmendi y
su patriótica co n stan cia, anim aban á los hom bres y los acom paña­
ban al com bate. Faltaban arm as p ara Ja gente q u e de todos Jos
parajes de la isla acudia á tom ar parte en la pelea, y era com ún en
todos el anhelo p or la libertad y la resolución de conquistarla á
cualquier costa. Luego al punto Jo p ro b a ro n , pues atacados p or
U rreiztiela, le rechazaron herid o y con g ran p é rd id a , obligándole
á volver de prisa á la Asunción. Los m argariteños retrocedieron á
la villa del N orte y solo entonces los desengañó Arizmendi acerca
U IST. MOD.
47
— 258 —
de la espedicion prep arada en la B lan q u illa, sin que por eso des­
m ayaran u n punto su valor y fortaleza.
Mucha era precisa para que hom bres d e cam p o , m al arm ados y
bísofíos, osaran m edirse con aquellas aguerridas tropas españolas,
vencedoras de las m ejores del m undo ; si bien es cierto que la mas
esm erada disciplina nada puede contra el valor que in spira el pa­
triotism o y que, según la espresion de Napoleon, « u n a nación que
quiere ser lib re es invencible. » Ello es q u e Arizmendi, mas astuto
que organizador y hábil m ilitar, pero severo, incansable y tem ido,
logró fácilm ente m an ten er vivo y enérgico el espíritu.revoluciona­
rio , y que el 17 salió vicloiioso de dos ataques obstinados que le
diero n los realistas. Y lu e g o , anim ados lodos hasta lo sumo cou
tan próspero com ienzo, se dirigieron á la Asunción y lomaron el
ipoblado , quedando entonces reducidos los españoles al castillo de
Sarita Rosa y á las fortificaciones de Pam palar.
Cuál fuese el fu ro r y vergüenza de Moxó al recibir estas nuevas,
-se colige de la orden que inm ediatam ente dió á Jjrreizliela : o De« ¡ech a d , le d e c ia , toda hum ana consideración y haced fusilar á
« lodos los que cojáis con arm as, ó sin e lla s, y á los que los hayan
« ausiliado ó au siliaren,-precedido solo u n juicio verbal. » Urreizti e t a , mas violento que M oxó, declaró inú til con u n a guerra á
n m e ite general, el incom pleto ju icio que aquella orden exigía, y
m as aun con la.prevención que hizo á s u s tropas de saquear y que­
m ar los pueblos del Norte y de San Juan.
El resto del año se pasó en com bates poco decisivos, pugnando
los m argariteños p or espeler de sus posiciones am uralladas á los
realistas, y estos p o r d e stru ir á sus contrarios. El M de diciembre
rom pió U rreiztieta la línea de Arizmendi y se refugió en Pampatar,
dejando el castillo de Santa Rosa en m anos del oficial Don Fran­
cisco Maya : el
sufrieron los patriotas otro descalabro en el
asalto q u e in tentaro n contra esta fortaleza, y á su presencia fueron
degollados siete heridos que habian quedado al pié de las m u ralla s;
crueldad que dió motivo en la villa del N orte al degüello de
-15 oficiales y -178 soldados españoles q u e se hallaban prisioneros.
Así las pasiones exaltándose cada vez mas en unos y otros comba­
tien tes,p ro d u cían hechos ferozes, enteram ente ajenos de los pueblos
á que p e rte n e c ía n ; mas tal es siem pre la g u erra entre herm anos :
odiosa cuanto cru el. U rreiztieta de luego á luego, según la antigua
y vil usanza, puso á talla la cabeza de A rizm endi, y recibido un
=2"®AM S3. A E i BIS KE SS» E .
— 259 —
refuerzo de 230 hom bres de infan tería y -100 d ra g o n e s , hizo salir
algunas tropas de P am palar, las cuales esterm inaron indistintam ente
la vecindad y quem aron el caserío del valle del E spíritu Santo.
Y aq uí concluyen los sucesos m as notables ocurridos este año en
Venezuela, si bien antes que term inem os su bosquejo vamos á vol­
ver u n m om ento la vista hacia aquel hom bre' estrao rd inario á
quien la providencia habia escogido p ara cum plir el destino de su
patria.
Cuando el L ibertador pobre y vencido se presentó al congreso de
la N ueva-G ranada, pidiendo el examen y juicio de su conducta p ú ­
blica en el tiem po que d u ró su campaña y gobierno de V enezuela,
lodos los altos funcionarios se ap resu raron á trib u ta r el hom enaje
debido á su v irtu d y á su valor. H onrosa en estrem o fué la contes­
tación que recibió del ciudadano G arcía Rovira , presidente de la
confederación; pero es mas notable todavía la que le dió el del con­
greso g e n e ra l, Dr . Camilo T o r r e s , p orque en ella no solam ente le
justifica, declarando q ue aquel cuerpo no tenia cargos que hacerle,
sino que con notable sagazidad y como si leyera en el oscuro por­
venir, le anuncia « que aunque Venezuela hubiese sido ocupada
« por los españoles, la república existia en su persona. »
Tan ilustres testim onios de aprobación y aprecio no pudieron
sin em bargo ponerle á cubierto de la calum nia ; y m ientras se afa­
naba en la capital preparando su espedicion para Sania M arta, el
rencoroso coronel Manuel Castillo, que m andaba las tropas de Car­
tagena , pu blicaba coníra él u n horrib le lib e lo , no s (lamente para
tachar su conducta pública, sino para m an ch ar su honor en la vida
privada con im putaciones crueles y torpes tanto como injustas.
Castillo no podía perdon ar á su antiguo enemigo el que hubiera
desm entido sus pronósticos en la jo rn ad a de C úcuta á Caracas con
una serie de brillantes triu n fo s : no podia perdonarle aqu ella ge­
ne osidad del h om bre su p erio r con q u e Bolívar habia siem pre des­
deñado devolverle insulto por insulto y au n procurado la reconci­
liación. Tal fué en esta ocasion la conducta del noble hijo de
Caracas. Como su ejército debia proveerse de arm as y m uniciones
«n Cartagena , no vió en el libelo de Castillo otro mal que los obs­
táculos que su lenaz enem istad iba á oponer al servicio público. Y
p o r esto pidió y obtuvo del gobierno que Castillo fuese llam ado p a­
ra servir con el grado de general de brigada una plaza en el su p re ­
mo consejo de la guerra ; pero todo fue i m i t i p o r q u e Castillo a d ­
— 260 —
m itiendo el ascenso despreció el empleo que le alejaba de aquellos
lugares en que podia hacer m ayores males á Bolívar.
Este habia salido de Bogotá con 2 .0 0 0 hom bres y algún dinero,
p e ro no llevando m as que 500 fusiles, se detuvo en Mompox mien­
tras le llegaban de C artagena las arm as y pertrechos que el gobier­
no habia m andado p o n er á su disposición. Larga de escribir y eno­
josa de leer seria la relación de todo lo que hizo Bolívar para
aplacar la injusta saña de sus e nem ig o s, m as irritad a aun cuando
supieron que estaba nom brado por jefe de la espediciou preparada
contra Santa M arta. No solam ente fueron desobedecidas en Carta­
gena las órdenes del gobierno g en eral, sino q u e el de aquel estado
quiso oponerse á que las tropas de la Union tran sitaran por su ter­
rito rio , y aun dió órdenes á todos los pueblos para que no cum­
p lieran las disposiciones del L ibertador n i en cosa alguna le ausiliaran . En cu arenta dias que estas reyertas vergonzosas y crim i­
nales le hicieron p e rd e r en el m ortífero clim a de M om pox, tuvo
su pequeño ejército una baja de 800 hom bres y consum ió todos sus
recursos. Pensar en seguir contra los re a lista s, desarm ado como
estaba, h ab ría sido locura : retroceder e ra colocar al gobierno que
le habia em pleado en u na posicion em barazosa y d esairad a, y re­
n u n c ia r tam bién á la m as dulce de sus esperanzas : la de entrar
p o r Santa M arta y Rio-Haclia á M aracaibo, con el fin de em prender
nuevam ente la conquista de su p atria. En tan críticas circunstan­
cias resolvió que las tropas de la Union m archaran á ocupar la lí­
n ea del bajo M agdalena , que desde B arrancas hasta Sabanilla ha­
b ían abandonado las de Cartagena , proponiéndose con este movi­
m iento , no solo im p ed ir que cayeran en m anos de los realista»
aquellos puntos im p o rtan tes, sino acercarse él mismo á Castillo
para atraerle á un a entrevista q u e hasta entonces habia solicitado
en vano.
Interpretóse su conducta como una verdadera h o stilid ad , y el
gobierno y los jefes de Cartagena se prepararon á la guerra civil de
m ejor g a n a , ó por lo menos m as activam ente que ya lo hicieran á
la de independencia. Declaróse el estado en p eligro, como en los
dias de m ayor c o n flicto : fué suspendida la acción de las leyes y
depositada en el gobernador la suprem a autoridad : creóse una
ju n ta .d e seguridad pública con facultades ilim itadas para poner en
prisión ó d esterrar á todos los que se considerasen sospechosos de
am istad con el general venezolano. P ara m ejor d escub rir v ani­
— 261 —
quilar el partido que te m ía n , se ofreció pasaporte á los que no q u i­
sieran su frir el sitio de la p la z a ; pero léjos de darlo á los que se
atrevieron á p e d irlo , se los encerró en los calabozos de las forta­
lezas. Uno de estos fue el valeroso y fiel D’E lu y a r, que espulsado
luego á Jam aica , pereció en u n naufragio en ocasion de regresar
á fines del año p a ra tom ar p arte en la defensa de la lib ertad m o ri­
b unda de su p atria. O tra de las m edidas del gobierno de C artagena,
fue la de envenenar los pozos y algibes q ue hai desde T ern era hasta
la p la z a , á fin de im pedir q u e las tropas de Bolívar se aprovechasen
de e llo s , y d istrib u ir arm as por los pueblos y cam p o s, escitando á
los vecinos con proclam as incendiarias á que hiciesen contra sus
herm anos y lib ertad ores una g u erra de esterm inio.
Bolívar liabia avanzado hasta T u rb a c o , y allí convocó á u n a
ju n ta de gu erra p a ra hacer ren u n cia de la a u to rid a d : pero ha­
biendo ella declarado que solo le tocaba ad m itirla al gobierno su­
prem o de la U n ion, se resolvió que co ntinuara en el m ando m ien­
tras se le daba cuenta de todo lo ocu rrid o . Entonces aquel hom bre
paciente y constante se dirigió á los jefes de la p la z a , proponién­
doles algunas m edidas q u e le perm itiesen salir con honor del em ­
barazo en que se hallaba y qu e evitasen una contienda fra tric id a ;
pero su parlam entario fue recibido á balazos y la g u erra com enzó.
El jefe de la Union puso su cuartel general en el cerro de la Popa y
estableció destacam entos en C ru z-G ran d e, A lcibia, C ospique, Pasacaballos y otros puntos de im p o rtan cia, p ara form ar u n cordon
que privase á la ciudad de sus comunicaciones con el in terio r.
Nadie p o d rá figurarse que Bolívar in ten tara apoderarse de u n a
plaza bien fortificada, cual lo es la de C artagena, con poco m as de
-1000 hom bres m al arm ados y sin artille ría . No era esta en efecto
su in ten c ió n , sino que debiendo tom ar algún p a rtid o , se propuso
em barazar la entrada de vituallas, para ver si por librarse de aquella
molestia , los de C artagena le daban arm as y pertrechos para m a r­
char á Santa M arta. En este estado se m an tu v ieron las cosas por
mas de un m e s , basta que u n b u q u e de Curazao puso en noticia de
todos los partidos la llegada de Morillo á M argarita. A esta triste
nueva se unió la de algunas ventajas obtenidas en la Ciénaga p or
los realistas, la ocupacion de B arrau q u illa y la m as fatal au n de
Mompox. Solo entonces convinieron los jefes d é la plaza en tener
vistas con B o lív a r; pero todo p aró en que se suscitasen nuevas
dificultades y em barazos, p ara que dejase el m an do . Dejólo en
— 262 —
efecto , queriendo mas bien aparecer vencido por sus enemigos per­
sonales , que d a r á los com unes u n Iriunfo fácil con ulteriores tur­
baciones : sus tropas fueron puestas á las órdenes del general Flo­
rencio Palácios , para atender á la defensa del estado , y ¿I se em­
barcó el 8 de mayo con dirección á Jam aica. Poco despues le
siguieron Marino y otros varios jefes y oficiales venezolanos.
El prim er cuidado de Bolívar así que llegó á Kingstown f u : el
de publicar un manifiesto para justificar su conducta en la guerra
civil de Cartagena. D estituido de recursos p ara em prender una
nueva campaña en V enezuela, pero incapaz de perm anecer ocioso
y m ucho menos de poner la m ano y el pensam iento en cosa alguna
que no tuviera p or objeto la em ancipación de su p a tria , se ocupó
luego en escribir para la prensa periódica una serie de artículos,
en los cuales se propuso restablecer la verdad de algunos hechos des­
figurados pos los escritores esp añ o les, y prom over en las colonias
estranjeras opinion y sim patías en favor de la independencia ame­
ricana. Así empleaba sus o c io s, esperando la ocasion y buscando
los medios de volver á tom ar p arte activa en la g u e rra ’, cuando
u n gran crim en estuvo á punto de term in ar su gloriosa carrera.
Dícese que un español pagado por Moxó se habia trasladado á
Kingslown con el designio de asesinar al jefe republicano , y que
sus arles y m anejos lograron seducir á u n negro esclavo de este t
determ inándole á ser el instru m en to de aquella infam e alevosía.
Que el proyecto saliera de la m ala cabeza del capitan general inte­
rino de Caracas , no es cosa bien probada ; pero sí que el esclavo
se lanzó al crim en por estrañas sujestiones de personas enemigas
del L ibertador. Y fué el caso que este y un em igrado de Carácas
llam ado A m estoy, dorm ían en la misma habitación , el prim ero en
u na h am ac a, el segundo en una cama. Cierta noche se recogió
Amestoy m as tem prano de lo que s o lía , y buscando alivio contra
el c alo r, se acostó en la hamaca m ientras llegaba el compañero."
este cuando en tró y le vió d o rm id o , tuvo la generosidad de no tu r­
b ar su sueño , y sin hacer ruido se acostó lu e g o e n la cam a. Uua
hora habia pasado apenas cuando el esclavo , dirigiéndose á tientas
hacia la ham aca, dió de puñaladas á A m estoy, dejándole sin vida.
A prehendido , confesó su delito y fué ahorcado.
Bolívar perm aneció en Jam aica hasta fines del año. Habiendo sa­
bido que Luis Brion, dueño y capitan de la corbeta Dardo, habia
salido de Cartagena con algún a rm am en to , y que reu n ia en los
s c o ) a /s a i 5 jg j g 0
— 265 —
cayos de San Luis hom bres y víveres para volver á socorrer la plaza,
resolvió ser de la espedicion y se em barcó para reunírsele ; pero en
la Iravesía tuvo la mala nueva de h ab er sido ocupada Cartagena por
Morillo. Coníinuó em pero su viaje, y ausiliado por algunos co m erciantfs (sobre todo por el mismo Brion que puso ea sus ruanos
cuanlo p o se ía ), comenzó á re u n ir los em igrados y la mas gente
que pudo á fin de dar en Venezuela u n nuevo tiento á la fo rtu n a.
AÑO DE 1 8 1 © .
El levantam iento de M argarita y su heroica resistencia habian
llevado la esperanza y el valor á mas de u n pecho republicano de
los que en la tierra fronteriza suspiraban e n tre cadenas por la lib er­
tad , sin te n e r medios ó alientos para conquislarla por las arm as.
Pero lam bien habia dispertado y encruelecido la rabia de sus e n e ­
migos hasta u n eslremo verdaderam ente estrao rd inario ; porque no
eran ya Morales y A ntoñánzas, Yáñez ó Puy los que celebraban sus
triunfos con suplicios;, sino oficiales in stru id o s, acostum brados á la
guerra o rd e n a d a , m etódica y reg u lar de E u ro p a, casi todos de
honradas fam ilias y m uchos llenos de gracia y de talento. Ellos eran
los que gobernaban en C um aná y los que á fines del ano anterio r,
y m as aun á principios del presente , dieron en aquella poblacion
ejemplos db una crueldad igual y acaso superior á la de Bóves. Las
encarcelaciones a rb itra ria s , los despojos y el encierro en m azm or­
ras apartadas se-hicieron, p or supuesto, com unísim as. C uarenta y
tres personas entre las cuales se hallaban varios niños y m u jeres,
fueron puestas á bordo de u n buque para ser arrojadas al a g u a ; o r­
den atroz a que rehusó dar cum plim iento Don Francisco G arcía, co­
m andante deí b a je l; finalm ente , u n a señora principal de la ciudad
fué'azotada públicam ente y pase.ida por las calles por disposición
del coronel de dragones Don Ju an Aldama , gobernador dé la 1p ro ­
vincia.
¡ Cuán equivocados cam inan en las revoluciones los que creen
sofocarlas con tales procederes ! Puede alguna vez u n castigo se­
v ero , im puesto con o p o rtu n id a d , suspenderlas dias y a ñ o s, y aun
cortarías de raiz c u u id j el pueblo no t >ma parU1 en e lla s; pero aun
en este caso d e je ser im puesto con discernim iento, con ju s tic ia ,
— 264 —
de modo que alcanze á pocos, y que los m as hallen sosiego y bienes­
tar en la clem encia. ¿ Qué s u c e d e rá , p u e s , con un sistem a de ter­
ro r seguido p o r igual contra todo u n partido ? Que lo que era un
m otin se baga una revolución : que la g u erra llegue á ser u n a ne­
cesidad vital : que las pasadas injusticias se paguen con terribles
represalias : q ue exaltadas las pasiones, olvidados los lazos de la
sangre y violado el derecho de las g e n te s, no tenga la historia sino
ho rro res y crím enes que segar en la arena del com bate.
Con tales ejemplo? M argarita , léjos de ceder u n áp ic e , conti­
nuab a en su alzam iento mas y m as Drme á cada instan te, á tiempo
que U rre iztieta , causa principal de aquella g u erra , hacia por aca­
b arla grandes esfuerzos de valor y actividad. El 5 de enero salió
de P am palar al frente de 400 h o m b re s; en la tarde del 4 se pre­
sentó á retagu ardia d élas líneas con que los patriotas circunvalaban
el castillo de Santa Rosa y al am anecer el 3 logró p e n etrar en él
despues de un com bate sangriento , d u ran te el cual hizo incendiar
m ucha parte de la ciudad. G rande era el em peño que ponían los
españoles en re d u c ir la obstinación de los m argariteños ; y tanto,
qu e el brigadier Pardo , com andante de las provincias de oriente,
se trasladó en persona á P am palar con 600 hom bres al mando de
G orrín , á ün de hacer levan tar el sitio del castillo. E H 5 en efecto
m archó hácia la Asunción , y no em bargante la resistencia de los
p atrio ta s, se reunió á U rreiztieta. El resto de la poblacion fué in­
cendiado y tam bién de allí á poco el pueblo del Valle d e San Juan.
Arizm endi salió mal de u n ataque intentado contra el castillo de
Santa Rosa el 2 5 ; pero á pesar de los refuerzos que constantem ente
recibían los enem igos, conservaba sus posicio n es, aum entaba dia­
riam ente sus fuerzas y m antenía en tre sus tropas la esperanza del
triu n fo , prom etiéndoles un pro n to ausiíio de Bolívar.
No volvían de su asom bro las autoridades españolas al ver la
resistencia de u n puñado de hom bres sin arm a s, indisciplinados y
p o b re s , y en su rabia contra ellos im aginaban medios de represión
tan estravagantes como crueles. Así, en 2 9 de enero escribía Pardo
á Moxó diriéndole que la esposa de Arizmendi había dado á luz en
su prisión u n n u ev o m o n stru o y que convendría d e c a p ita rla , por
h a b er su m arido hecho m alar los prisioneros esp añ o le s: consultaba
adem as si debería privar de la vida á todas las m ujeres y niños de
Ja is la , siendo así q ue los patriotas se valían de ellas para in tro ­
ducirse en P am palar y tom ar conocimiento de lo que ocurría. Ante
— 265 —
estas ideas ferozes retrocedió asustada el alm a m ism a de M oxó, tan
dura y fie ra , y el plan del inhum ano b rigadier Pardo solo p aró en
que la esposa de A rizm endi, firm e siem pre en no q u erer acon­
sejar á su m arido la bajeza de re n d irse , fuese trasladada á Caracas
Y mas adelante á Cádiz , de donde se fugó anos d e s p u e s , p ara vol­
ver á la p atria. ¡ Honor á su c o n sta n cia !
El levantam iento de la M argarita fu é u n suceso de graves conse­
cuencias en la g u erra c o lo n ia l, y debe contarse p o r tanto en tre los
que mas influyeron en la independencia del pais. Mui d iestro y p re­
visor era Bolívar p ara no aprovecharse de él á toda p risa, ántes q u e ,
puestas en acción grandes fuerzas c o n tra aquella tie rra heroica á la
par qu e m ise rab le , se m alograsen los beneficios que iba á pro d u cir
su oposicioná los realistas. Así, m iéntras A rizm endi y sus caudillos
principales hacían esfuerzos inútiles p ara apoderarse de las fortifi­
caciones de P am patar y Santa Rosa , el L ibertador p rep arab a en los
Cayos u n a espedicion q u e su nom bre y el de los jefes q u e le acom ­
pañaban hacían solo fo rm id a b le ; no su fuerza y n ú m e r o , pues
constaba de siete goletas m ercantes arm adas en g u e r r a , 250 hom ­
b res de d ese m b a rc o , la m ayor p arte oficiales, u n p arq u e sin piezas
y m uchos fusiles. M andaba la escuadrilla con el pomposo títu lo de
alm irante el ya m encionado Luis B rio n , rico m ercader y arm ad o r
de C urazao, en q u ien la afabilidad , el ingenio sin g u lar y el atra c ­
tivo mágico de Bolívar p rodujeron tal efecto, q ue consagrado á su
servicio y al de la república , empleó por uno y otro de allí en ade­
lante sus haberes y persona. Iba como jefe de estado m ayor él ge­
neral M arino; como subjefe el coronel D oucudray H olstein, francés
p etulan te de m uchas palabras doradas y pocas obras b uenas, cuya
conducta hizo m ucho m al á los patriotas en C artag en a, y q ue sepa­
rad o v oluntariam ente de la espedicion poco d e sp u e s, fué reem pla­
zado p o r el teniente coronel Cárlos S oublette. Este o ficial, célebre
despues en la historia del p ais, entró al servicio de la república
desde el año de 1 S I 0 en clase de po rtaestan d arte del escuadrón
de caballería de Carácas. En la cam paña de -1811 fué secretario m i­
lita r de M iranda, y en la m u i aciaga de \ 8 1 2 .su p rim e r ayudante
de cam po. Perdido todo con la invasión de M onteverde , preso el
p rincipal caudillo de los p atrio tas y cerrados los puertos á la em i­
gración , se m antuvo en el territo rio hasta que ocupada Carácas
en -1815, se reun ió á Bolívar. N om brado entonces p o r secretario
m ilitar de R ívas, acompañó á este en las acciones de Y ijirim a, la
— 266 —
V icto ria, O cum are y C arabo b o ; despues de lá batalla de la Puerta
fué á Barcelona como m ayor general de la división Palacios, y desde
aquella ciudad1condujo' á Aragua las tropas de Caracas. Por conse­
cuencia del’ triu n fo de Morales sobre Bolívar y Bermúdez , pasó á
Cum aná y se em barcó para> M arg arita, en donde perm aneció hasta
la en trad a de Morillo. En Cartagena sirvió luego útilm ente defen­
diendo con gran bizarría el castillb de- la Popa, hasta q u e, resuelta
la e v ac u a ro n de la p laza, salió de la Nueva Granada en busca del
L ib ertad o r, á q uien logró reu n irse en los cayos de Haití. Ademas
de Soublette iban con Bolívar P iar, y el escoces M ae-Gregor, él co­
ronel Pedro Briceíío Méndez , secretario del’ general en jefe, y
u n granadino de gran capazidad y fa m a , llamado Francisco Anto­
nio Zea.
Tales eran los recursos que Bolívar llevaba para m edirse nue­
vam ente cou los españoles en e l'm o m en to q u e estos , dueños ya
de Vén< z a e la , conquistaban á poca costa el Nuevo reino de Gra­
nada , y cuando conservaban au n intacto en una y otra tierra el
m as brillante y num eroso ejército que hubiese visto América. En
la vieja Europa», dbnde la cu ltu ra y la riqueza han multiplicado
tanto los medios dé acción y m o v im ie n to , no podrán nunca con­
cebirse las dificultades que se oponían á estos proyectos estraordin arios de Bolívar, hijos- al perecer de la. presunción ó la locura.
Distancias inm ensas sin puentes p or lo com ún y sin c a m in o s: de­
siertos intran sitables : escasa p o b la r o n , ig n o ra n te , p arte de ella
enem iga : com pañeios ambiciosos á quienes la desgracia llevaba á
su lado como am ig o s, y q u e se declaraban enem igos á la prim era
luz de triunfó ó de esperanza : contrarios p u ja n te s, im placables,
activos : para estos los recursos d e den tro y fu era : p a ra él las
estrechezes. Regístrense Ibs anales-de las rev o lu c io n e s: véanse las
d e S u iza, H o lan d a ,’Estados-Unidos-, F ra n c ia ; todo en ellas favorecia la causa nueva contra-la antigua. Medítese luego con deten­
ción la em presa d e Bolívar y -h ab rá de confésarse que jam as suma
igual de em barazos se había opuesto á ningún proyecto hum ano :
que jam as caudillo popular tuvo m énos medios de-defensa y d e res­
guardo ; y finalm ente que nunca la constancia fué probada en su­
cesión m as larga de victorias y- reveses-.
Ya listo to do, dió B olívar Ja vela d el1p u erto d e Aqui»; el 50 de
m a rz o , y rem ontando sobre la isla d in am arqu esa de Santa C ru z ,
apresó eu sus cercanías un b u q u e m ercante español. La espedicion
— 267 —
recaló el' Io de mayo á los Testigos, el 2 apresó el bergantín y la
goleta de gu erra, Intrépido y Rita q u e bloqueaban á M argarita p or
el rum bo dé occidente, y el 5 surgió felizm ente en Ju an Griego. A
eítas prim eras ventajas se unió luego otra de consideración, pues
los realistas, asustados con la lleg ad a.d el L ibertador y juzgando
que llevab a u n ejércilo fo rm id ab le, abandonaron el castillo de
Santa Rosa en m anos de A rizm endi, q u e luego al punto lo hizo
demoler.
Seguidam ente los jefes y oficiales de la isla , m uchos vecinos de
ella respetables y los em igrados del con tinente se reu n iero n en la
iglesia dé la villa del N orte y, reconocieron á Bolívar por jefe su­
premo y á Marino por su segundo, dando con esto á las dañinas
ideas federales y á las pretensiones ambiciosas de ciertos jefes el
primer golpe que recibieron en beneficio del com ún. Esta reso lu ­
ción ú tilísim a , tomada el 7 de mayo con aplauso de todos los ver­
daderos p a trio tas, fué com unicada in m ediatam ente á los jefes que
sosten :an lá guerra en las provincias. Despues de lo cual Bolívar,
que habia propuesto en vano á Pardo la entrega de Pam patar, si­
guió inm ediatam ente á Já tierra firme á allegar tropas, encargando
la defensa de la isla al denuedo tan conocido de sus liijos.
El 4° de ju n io se aproxim ó á C arúpano y ocupó el poblado sin
gran resistencia de parte de los esp añ o les, los cuales se retiraro n
á Cariaco. Una vez en el c o n tin e n te , dictó el L ibertador varias pro­
videncias, encam inadas unas á m u ltip licar sus fu e rz a s, otras á
organizar m ejor el sistem a de guerra en las provincias. Cuéntase
entre las prim eras un decreto que llam aba los esclavos á las armas,
ofreciendo darles por el m ero hecho lib e rta d , con indem nización
á sus señores : en tre las segundas el encargo, dado á Marino para
organizar tropas en G üiria y á P iar en M aturin.
La tom a de Carúpano habia dado la alarm a á los realistas de Cumaná , provincia en donde m andaba el b rigadier Don Tomas Cires.
Bien h ub iera po d id o , obrando con rap id ez, caer sobre Bolívar y
despedazarle antes que este allegara gente bastante para re sistirle ;
Pero nadie sospechaba siq u iera que aquel hom bre habia llegado casi
solo a l continente. Por el c o n tra rio , la fama d e q u e llevaba u n po­
deroso ejército de negros se habia estendido p or do q uiera en tales
térm inos, que los españoles solo trataro n de re u n ir en Cumaná
grandes fu erz as, sin in te n ta r contra C arúpano ningún m ovim iento
decisivo. Cires salió de la capital dé la provincia el dia 5 de jun io
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y el 19 solam ente filé cuando-se puso á tiro de los p atrio ta s, re­
chazando u n pequeño cuerpo avanzado q u e m andaba el teniente
coronel Francisco de Paula A lcá n ta ra ; m as á pesar de esta ven­
taja se detuvo de n u e v o , esperando refuerzos, con lo cual dio
tiem po á q u e el L ibertador, conseguido plenam ente su o bjeto, sp
reem barcase el 29, haciendo inútiles sus tard íos aprestos.
G randes fueron los resultados q u e o btuvo Bolívar de su marcha
atrevida é ingeniosa á M argarita y Costa-firm e. Ya hemos visto que
á su llegada fué abandonado el castillo de Santa Rosa, lo cual pro­
dujo el bien de re u n ir las fu e rz a s, antes d iv id id as, de Arizmendi
co n tra las solas fortificaciones de Pam patar. Su au to rid ad habia si­
do reconocida en M argarita, el 25 lo fué por Monágas y otros jefes
de partid as. Tres dias despues u n a ju n ta general celebrada en Carú p an o bajo la dirección del juriconsulto Diego B autista Urbaneja,
pidió la u n id a d de gobierno y se adhirió á la voluntad d e la asam­
blea del N orte, con aquiescencia del ayuntam iento. Sus tropas ade­
m as se a u m en taro n hasta el n ú m ero d e -1000 h om bres : jefes
esp erto s, valerosos y de g ran nom bradía m arch aro n á reanim ar la
opinion y á hacer gente en las provincias del in te r io r ; y habiendo
pasado al c o n tin e n te , p a ra oponerse á su in v a sió n , las fuerzas que
o braban sobre M argarita, dejaron resp irar por algún tiem po aque­
lla tierra generosa m iéntras se aparejaba á nuevas y m as sangrientas
lides.
Ahora el plan de Bolívar era hacer u n a invasión en la provincia
de C arácas, aprovechando la co y u n tu ra de estar el general Morillo
en la Nueva G ranada con la m ayor p arte del ejército espedicionario,
y las fuerzas que habían quedado en Venezuela distribuidas en va­
rias guarniciones distantes en tre sí. Con tal designio guió para la
costa de O cum are á barlovento de P uerto-C abello, y el 6 de julio
tom ó tie rra en ella fe lizm en te, publican d o luego al pu nto el de­
creto sobre lib ertad de esclavos, y espidiendo u n o relativo á la
g u erra á m u e rte . Bolívar deploraba constantem ente el térm ino de
rigor y violencia á que habían sido llevadas las hostilidades en fuerza
de razones p o d e ro sa s: pruebas de ello son los m uchos casos que se
vieron de violar él mismo las disposiciones del decreto de T rujillo,
perdonando á m uchos españoles que cayeron en sus m an o s, ora en
las c iu d a d e s, ora en el cam po de b atalla. Los enemigos con quienes
al principio tuvo que com batir hicieron in ú til su clem encia : aque­
llos bárbaros llegaron á form ar y p o n e r p or obra el proyecto de
— 269 —
aniquilar la raza am e ric a n a , y su ferozidad exigia á cada in stan te
terribles represalias. Más cuando Bóves, y Yáñez, y Puy, y otros
Tales no existían : cuando en lu g ar de aquellas bandas indiscipli­
nadas , conducidas por los hom bres m as desapiadados que recuerda
]a historia, se veian tropas veteranas regidas por oficiales c u lto s ,
lien podia concebirse la esperanza de regularizar la g u e r r a , h a­
ciendo desaparecer p o r siem pre tan insólitos h o rro res. Creyéndolo
así Bolívar, quiso ser el prim ero que propusiese aquella providencia
saludable; pero desgraciadam ente el espíritu infernal de Moráles y
de E nrile im p erab a en los consejos de Morillo y au n habia pasado
á sus tropas y tenientes : creyendo segura la v ic to ria , dese­
charon los realistas el hum ano convite de B olívar; el decreto quedó
sin cum plim iento y las m atanzas contin u aro n .
Inm ediatam ente despues q ue desem barcaron las tropas en O curaaré, fue enviado Soublette con p arte de ellas á ocupar los valles
de Aragua por el cam ino que conduce á San J o a q u in ; pero esta
operacion in tentad a con 500 hom bres escasos, no dió n in gú n p ro ­
vecho. Soublette llegó á M aracai, retirá n d o se sin g ran resistencia
una com pañía de húsares que lo g u arn ecía; pero allí supo que Mo­
rales (enviado desde Ocaña p o r M orillo, cuando este supo el levan­
tamiento de M argarita) habia llegado á V alencia, y q u e Caracas
estaba ocupada po r m as de SOO hom bres de línea. Con esto decidió
retirarse y lo hizo en efecto p ara apoyarse á las faldas de los m ontes
por donde pasa el cam ino de O cum are. M oráles, que ya estaba en
marcha contra é l, reconoció inm ediatam ente sus posiciones con
000 h o m b re s, lim itándose á escaram uzas de gu errillas ; pero au ­
mentadas sus tropas e l l 5 con 500 soldados del teniente coronel
Don Manuel B a u z á , se dirigió p or la noche contra los p a trio ta s,
con ánim o de darles u n ataque en form a. Ya p ara entonces el jefe
republicano se habia situado en la cum bre de los A guacates, en
cuyo sitio se le incorporó Bolívar el mismo dia con algunos de los
cuerpos que habían quedado en O cum are ; mas á pesar del p u esto ,
que era b u en o , y de la reñida defensa que hicieron las tro p a s , la
acción se perdió y los patriotas se re tira ro n . T res cosas con tri­
buyeron al m alogro de esta im portante jo rn ad a : p rim e ra , que el
m ejor y mas fu erte cuerpo de la espedicion no llegó á tiem p o, p o r­
que habiéndose hecho cargar á cada soldado con u n b arril de m u ­
niciones adem as del fusil y del m o rra l, se hizo la m archa con sum a
lentitud : se g u n d a , u n falso inform e dado al L ibertador de que
— 270 —
cierta colum na enem iga ib a por u n cam ino escasado á interceptar
su comunicación con O cu m are: y te r c e ra , en O n, q u e un oficial
indolente ó cobarde abandonó el puesto q u é resguardaba el alj
d e re c h a , dando con ello ocasion á q u e los realistas cayesen de
frente y por el flanco sobre toda la línea. La re tira d a , em pero, se
ejecutó en buen orden y sin que el enem igo p e rsig u ie ra , por cuya
razón se llevaron hasta O cum are los heridos.
Pocas vezes.se habia visto Bolívar en m as d u ro aprieto : derro­
tad o , con pocas fuerzas., y tenien d o al fre n te u n enemigo formi­
dable. Podia re e m b a rca rse; pero ¿ á donde iria ? Et oriente estala
ya en a la r m a , G uayana prevenido : la tom a de M aracaibo no era
em presa para su fuerza y bu q u es. Coro se h allab a desguarnecido;
pero sus habitantes eran hostiles al partid o rep u b lic a n o , y loque
á los jefes de este convenia era p o ner el pié en tie rra am iga. Cará­
cas era esta tie rra , y se hacia preciso y u rg en te abandonarla.
Ju n tó se , p u e s, en O cum are u n consejo de g u e rra , y unáni­
m em ente .resolvieron los jefes m arch ar á C h o ro n í, reun irse al co­
m andante Francisco Piñango que organizaba allí u n batallón con
reclutas de la co m arca , b a ji r al valle de Onoto y seguir á los lla­
nos en dem anda de los cuerpos de caballería d e Monágas y Zaraza.
El Libei taílor aprobó como era de razón este plan sabio al par que
a tre v id o , cuyo resultado debia ser el de ligar todas las fuerzas re­
publicanas q ue übraban desparram adas en u n inm enso territorio;
.pero al m ism o tiempo declaró que se liallaLa resuelto á seguirlo,
dirigiendo la s tropas en persona. D eterm inación era «sta que no
cu adraba á los caudillos patriotas , los cuales deseaban que Bolívar
•se re e m b a rca se, á fin d e poder ellos o b ra r con m as lib ertad en la
arriesgada em presa que a c o m e tían , sin el cuidado de custodiar
u na persona tan in teresan te p a ra la causa de Venezuela y la única
que podia proporcionarles recursos esteriores si lograban el objeto,
ó preparar nuevas espedicíones caso que fuesen destruidos.
En ei puerto de O cum are solo habían quedado dos b u q u e s m er­
cantes y uno de guerra al m ando del francés V illa ret, porque
Brion con los otros que com ponían la escuadrilla estaba en Cura­
zao. En tie rra se hallaba u n parque cu an tioso , u n a im p re n ta y
otros objetos im portantes cuyo reem b arqu e era tan necesario como
urgen te. Bolívar quiso activarlo por sí mismo en unión del coman­
dante de artillería B artolom é Salón, dejando en O cum are á su ayu­
dante de campo Isidro A lz u ru , p ara que por su m edio l e advirtiese
C&IB.3E©<5>mic(S) M Ms=©iasi©®m
— 27-1 —
Soublette de cu alq uiera novedad. Como á las seis de Ja tard e ó po­
co ántes,llegó Morales con su s (ropas al P elad ero , posicion distante
de O cum are obra de tres leguas, é hizo alto con dem ostraciones de
:pasar allí la nocbe. Resolvióse em p ren d er la retira d a á las ocho y
se envió aviso d e s l io al general en ¡jefe-can A lz u ru ; pero e s te , ó
por a tu rd im ie n to , o p o r .so rp re sa , ó p o r m ala in teligencia, llevó
la alarm a á l a playa,anunciando que Los enemigos estaban entrando
en O cumare y las tropas republicanas en repliegue form al y a p re ­
surado. V illaret sin m as .ni m as picó an clas al punto y se puso á la
vela con los dos bajeles m ercan tes. Las personas q u e estaban en
tierra se arrojaron al agua en la mas grande consternación, y el
L ibertador, instado p o r u n a .parte de los que con él e sta b a n , y juzgando por otra im posible su incorporacion á Jas tropas, se em barcó
en el b uq u e de gu erra para seguir á 'Villaret,: en la playa q ued a­
ron abandonados g ran n úm ero de fusiles y pertrechos. Las perso­
nas que no pudieron g anar las em barcaciones que se llevaba el
francés y otras qu e no cupieron en la nave arm ada., llegaron á
Ocumare y,piisieron en conocim iento de.los jefes el desorden ocur­
rido. Estos enviaron inm ediatam ente al.coronel Miguel Borras para
desm entir las noticias de Alzuru y anunciar que Undivision aguar­
daría á los dispersos-basta las nueve de -la noche. R euniéronse en
efecto á el'a Salón., algunos soldados y el,m ismo Alzuru., q u e , para
decirlo.de paso, desertó despues.en C h o ro n í; y en llegando la bo­
ra prefijad a, se em prendió la m a rch a , dejando abandonados por
necesidad los heridos á la crueldad del vencedor.,Era im posible con­
ducirlos, porque el m ovim iento exigía una rapidez e stra o rd in a ria ,
y andaban tan escasas .las c a b a lle ría s, q u e cada .soldado llevaba
ademas de la m ochila y .el fusil el enorm e peso d s doscientos c a r­
iuchos. Puestas en m archa jas tropas ,,resolvieron-los jefes recono­
cer por g e n e ra ld e .la división á Mac-Gregor que se hallaba en Chorouí y á-quien encon traron-en Cata al día siguiente. Llegado que
liubierou a Choroní , guiaron hácia la a ltu ra de C um icurum a, ca­
m ino de M aracai, donde estaba situado ’Piñango con alguna tropa
colecticia, m iéntras q u e M oráles se en lreten ia en recoger los des­
pojos abandonados en la playa-de O cum are.
Los patriotas siguieron su cam ino tranq u ilam ente -hasta bajar al
valle de O n oto ,-don d e encontraron una colum na realista al m an ­
do de Q uero, da cual fue -derrotada sobre la m a rc h a , dejando
algunos prisioneros á quienes M ac-G regor dió generosam ente
— 272 —
libertad . Aconteció esto el 48 de ju n io . C ontinuaron su marelia
p o r el cam ino que conduce á los valles de A ragua, y e n la ttiótítaña de G üere encontraron p alpitantes aun 29 hom bres muertóá.
Estos infelizes habian sido sacados de Carácas p o r orden de Móíú
como p ara ser trasladados á V alencia; pero Chepito González,
autorizado p ara ello y m ovido de su genial fero zid ad, acababa de
degollarlos. Que en hecho tan atroz tuviese parte el capitan gene­
ral-, es cosa que u n a u to r v eríd ico , contem poráneo y bien instrui­
do en las cosas venezolanas de aquel tiem p o, da p or cierto, y que
m uchas y m u i fuertes razones c o rro b o ra n , según veremos luego.
Esa noche acam paron los p atrio tas al raso á orillas del m onte, y á
la m añana siguiente llegaron á la V icto ria, de donde á su aproxima­
ción se re tira ro n algunos húsares españoles con dirección al Con­
sejo. Allí p or la p rim e ra vez y con indecible jú b ilo supieron la
g u erra q u e hacian á los españoles los patrio tas de A pure y Casanare;
con lo q ue cobrando nuevos brios, contentos ya y llenos de espe­
ranza, salieron p or el fragoso cam ino del Hato y pernoctaron en la
hacienda de Santa Rosa perteneciente á la fam ilia Montilla ( estaba
entonces adjudicada á Moráles como secuestro de p a trio ta s). Desde
aquel p u n to , siguiendo las aguas del rio Pao, llegaron á San Sebas­
tian de los Reyes, en donde dispersaron las fuerzas q u e tenia á su
cargo el com andante Rósete. P or los papeles encontrados en la casa
del jefe español se im pusieron de la com pleta ocupacion de la Nue­
va G ranada p or Morillo y de q u e este general con el todo ó buena
p arte de su ejército volvía sobre Venezuela po r las llan uras de Ca­
sanare y Apure.
C ontinuaron los republicanos su m ovim iento p o r San Francisco
de Cara y Cam atagua y atravesaron el rio Orituco p o r el pasaje
llam ado del A rb olito; p ero antes de verificarlo y hallándose en el
sitio de la L a jita , com isionaron al coronel Ricardo Mesa para que
con buenos prácticos se adelantase en solicitud del general Zaraza
ó de alguna de sus p a rtid a s , á fin de inform arles de aquella m ar­
cha y de la escasez de caballería en que estaba M ac-G regor. Lásti­
m a fue que este no conociese el terren o que p isab a, porque su
ignorancia en negocio tan e se n c ia l, le puso en el caso de seguir
m alos consejos acerca de la disposición de aquel movim iento deli­
cado, com prom etiéndole en combates que p u dieron y debieron evi­
tarse . Desde que la división bajó el valle de Onoto, el teniente co­
ronel Tomas H ernández, n atu ra l de la V icto ria, influyó con él pa­
— 275 —
j a que la m archa se h ic iese, como se verificó , p or aquel pueblo;
y esto fué causa de que , descubierta y espedita la ru ta principal
que p o r la villa de C ura conduce á San S eb astian , los avisos del
jefe realista llegaran á esla poblacion ¿ules que los p atrió la s, y de
allí á todos los jefes españoles q u e obraban en las llanuras. Luego
que pasó el rio O ritu c o , todos sus com¡ añeros fueron de opinion
de d ejar á Chaguaram as á u n lado y seguir a Santa María de Ipire,
en donde se prom etían h allar algunos de los cuerpos francos de
Zaraza, m ayorm ente porqu e en C haguaram as había un fuerte de?,
(acamento de tro p as españolas, atrinch erad o en dos de las princi­
pales casas de la p la za , y á los patriólas no les convenia p ro v o cará
riñ a sino conservar su fuerza y m uniciones para ocasion mas opor­
tuna y decisiva. El general se dio p or convencido de todas aquellas
razones hasta que llegó al halo de las Palm as, sitio en donde debia
abandonarse el camino que conduce a C haguaram as; pero e n to n ­
ces, insistió por en tra r al p u e b lo , olvidando los motivos que había
para lo contrario y alegando otros m u i fútiles por cierto.
El com andante del destacam ento español sabia ya la m archa de
los rep u b lican o s; pero ignorando q u e estuviesen tan cerca , había
enviado á sus soldados á lav ar la ropa en u n a laguna que está á
las cercanías del pueblo. Fácil h u b iera sido sorprenderlos y ac a b a r­
los en tal desprev en ción; pero en lu g ar de m arch ar con cautela y
en silencio contra ellos, el coronel Teodoro Figueredo, que llevaba
la descubierta de caballería, hizo tocar m archa al clarin ; con lo que
advertidos del peligro, se recogieron y arm aro n p ara a g u ard ar á sus
contrarios. En vano trotó la in fan tería á fin de re p a ra r aquel in ­
concebible descuido : los españoles estaban ya en las casas fu erte s
y allí el rendirlos no e ra em presa del m om ento. Los republicanos
sin em bargo ocuparon el ,resto del p u e b lo , bloquearon perfecta­
m ente el destacam ento español y se apoderaron, con pérdida insig­
nificante, del estanco del tab aco , repartiendo e n tre la tropa sus
existencias en especie.
Creyeron los jefes que u n a vez conseguida la ú ltim a ventaja
(objeto principal q ue se habia propuesto Mac-Gregor en su m archa
á Chaguaram as), continuarían su m a rc h a ; pero el general tom ó
entonces á em peño re n d ir el destacam ento español, y el 28 de j u ­
lio le hizo u n a intim ación que , desatendida p o r su valiente jefe
Don Tomas G a rc ía , le puso en el caso de ro m per el fuego, so steU IS T . MOD.
18
— 274 —
niéndolo p or toda la noche y el siguiente dia : el resultado fue una
baja de ochenta hom bres y la quem a in ú til de diez m il cartuchos.
Aunque tarde, cayó con todo en cuenta de que aquella dem ora daba
m archas de ventaja ¿ las fuerzas que indefectiblem ente debian ir
en su persecución y levantó el campo en la noche del 2 9 , condu­
ciendo once hamacas con heridos y pasando o tra vez p o r el dolor
de abandonar los m as postrados. Una ventaja de consideración
consiguió, em pero, M ar-Gregor en Chaguaram as, y fue la incorpo­
ración del com andante Basilio B elisario, patriota d enodado, fiel* y
práctico del terren o , que desde entonces fue su guia principal.
Tan fatigada y rendida de ham bre estaba la tro p a, que el dia de
su salida de Chaguaram as 110 pudo hacer larga jo r n a d a : el 50 acam­
pó á cuatro leguas de distancia sin que se diese de com er á los sol­
dados. De aquí nacieron m urm uraciones entre estos, á tiem po qne
los jefes, disgustados con la conducta anterior de Mac-Gregor, m a­
nifestaron abiertam ente su resolución de deponerle. H iriéronlo así
en efecto aquella m ism a n o c h e , y bajo el m ando de Soublette se
continuó la m archa al dia sig u ie n te , haciendo alto á las once de
la nvuiana para d a r descanso y víveres á la división. El -10 de agostó
continuó el m ovim iento y por la-larde acam paron los patriotas en
el sitio del Socorro, lugar en el cual- fue repuesto Mac-C.regor en
el m ando con unánim e consentim iento de los jefes. ¿Q u é dió mo­
tivo á tan pro n ta variación en la conducta de estos? Hé aquí lo
que sobre ello cuentan testigos presenciales de crédito y saber.
Mac-Gregor era un hom bre valeroso hasta la tem eridad, entonces
jo v en , pendenciero, de índole irascible y obstinada : una enf rmedad cruel é incóm oda que á la sazón alteraba su sa lu d , daba por
desgracia á su porte aquel desabrim iento n atu ral, pero insufrible,
que los sanos hacen m al en no p erdonar á los enferm os. Y esto esplica suficientem ente su paso, por la V icto ria, su ataq u e á Chagua­
ram as, el disgusto de los jefes y su deposición. P ero en la altura á
que se hallaban los p atrio tas ya no había desvíos que tem er en la
m archa , y la próxim a reunión con los jefes de las llan uras exigia
que á la cabeza de aquella tro p a fuese un hom bre q u e tuviese la
elevada categoría de general del ejército, y nom bre y-crédito capazes do m an tener reunidos y obedientes á aquellos caudillos, zelosos
en estrem o del marido y de la au to rid ad . Ese hom bre necesario era
M ac-G regor, á quien por lo deir.as no podian negarse eminentes
— 273 —
prendas m ilitares. È rillan le en u n dia de b a ta lla , fiel y enérgico ,
era en cuanto á soldado uno de los mas valerosos de aquellos tiem­
pos, fecundos en ánim os fuertes y elevados.
En el Socorro se reunió á las:tropas el intrépido com andante J u ­
lián Infante con ochenta ginétes,* y m ui tem prano en la m añana del
2 se puso en m archa la infantería, quedando á retaguardia en el m is­
mo sitio del Socorro la caballería, para proteger el paso de la Que­
brada H onda, terren o áspero y barrancoso cuyo transitó requería
precauciones ; pero apénas aclaraba el dia cuando se descubrió una
columna enemiga q ú e á paso acelerado iba sobre los patriotas. Por
mas que estos activaron su m arclia , fue alcanzada y atropellada ia
retaguardia en el pasaje , con p érdida de algunos caballos. M acGregor se hallaba distante de aquel sitio, porque no perm itiéndole
el estado de su salud cam inar al paso de u n a tropa en retirada, s'é
había adelantado desde m ui tem prano sin poder prever aquel su ­
ceso. La falta, pues, del general y el brusco ataque d e los españo­
les (1200 én núm ero al mando de Quero) causaron al principio a l­
guna confusion, m ayorm ente porque ninguno de los jefes se atrevía
á tom ar sobre sí el d ar las disposiciones necesarias. El peligro, sin
em bargo, grande y com ún , inspiró á todos la b uena idea de d ir i­
girse á uiio salo por consejo, y Soublette, hecho eargo del m ando,
dirigió de p lisa y con a d erto los preparativos del com bate. Fué
el éxito de este dichoso en estrèm o para los patriotas : el nom bre de
Quero despreciado por los republicanos, corrió de fila én fila esor­
tando el ardo r de los soldados, y en aquélla ocasion debió en m u ­
cha parte el traido r, al sentim iento q u é inspiraba , la terrib le lee«ion de u n a derro ta. Los p atriotas tuvieron m ui pocos m uertos ;
pero entre ellos al bizarro com andante Francisco Piñángó.
Logrado el objeto de rechazar al enem igo, no se en tretuvieron
los patriólas en pe [seguirle , ántes aprovechando1el restò del d ia
continuaron su m archa hacia Santa M aría de Ipire, a donde llegafon felizmente el 5 de agosto. En aquel pueblo se reunieron á Z a­
raza que los aguardaba con SO C arabineros; el cual despues de h a­
ber reconocido á Mac-Gregor por jefe p rin c ip a l, recibió órdenes
para ju n ta r y organizar' de nuevo los escuadrones d e su brigada ,
que poco antes al mando de Monágas habían sido derrotados en la
provincia de Barcelona. Cubierta la retirad a por Zaraza, s e dirigió
Mac-Gregor al pueblo de San Diego de Cabrutica, punto que se es­
cogió como el mas á propósi;o para re u n ir el ejército qúe debia for-
— 276 —
m arse con las tropas de O cum are y las divisiones d e caballería de
Monágas y Zaraza.
Estos dos jefes babian continuado la g u erra en este aiío con su
h ab itu al tenacidad y m ejor éxito que en e lfan terio r, el prim ero en
las provincias de G uayana y Barcelona, el segundo en las llanuras
de Caracas, hostigando á los españoles con acom etim ientos, sorpre­
sas y correrías incesantes. Divididos, em pero, y con pequeñas fuer­
zas de sola caballería, sus operaciones no tu v ieron , n i podían tener
u n influjo decisivo en la guerra, si bien servían p ara distraer buen
núm ero de soldados en em ig o s, re u n ir á los patriotas dispersos y
m an ten er vivo el fuego de la lib ertad . Ademas de los cuerpos fran­
cos dependientes de estos célebres cau d illo s, había otros que infes­
tab an la provincia de C um aná y p rincipalm ente los bosques y lla­
nu ras interm edias entre M aturin y el Orinoco : estos eran manda­
dos p o r los coroneles Jesús B arreto y Andrés Rojas. En Dn, despues
de u n a serie de sucesos poco in te re sa n te s, cuya relación saldría
fu era de los lím ites que nos hemos p ro p u e sto , estos partidarios
y otros m uchos se habian re u n id o , con el objeto de d ar mejor
dirección y mas consistencia á sus operaciones, nom brando un jefe
al cual obedecieran todos. Recayó la elección en M onágas; Zaraza
fue nom brado p o r teniente suyo, y se instituyó un consejo de guer­
ra p e rm a n e n te , encargado de la adm inistración de la g u erra y del
juicio de los delitos m ilitares. Este arreglo se debió en su mayor
p a rte al zelo y esfuerzos del D1 Miguel Peña, que hasta entonces ha­
b ía servido á las órdenes de Z a ra z a , ayudándole con sus consejos y
su espada. P orque este hom bre á quien hem os visto haciendo tan
feo papel el año d e 18-1 1 en la prisión de M iran d a, tenia corazon
de soldado y cabeza de estadista. En -I8 Í5 , cuando el general Bolí­
v ar entró en V enezuela, desempeñó varios destinos im p o rtan te s,
e n lre otros el de com andante de los valles de Aragua, y despues de
la desgraciada batalla de la P u erta, léjos de abandonar á s u p atria ,
como lo hicieron algunos, creyéndola perdida p ara siem pre, se en­
cerró en Valencia.y peleó al lado de los m as esforzados. Persuadido
de q u e Bóves no cum pliría sus prom esas, fué de opiniou que todos
m uriera n defendiendo la plaza ó se abriesen un camino por entre
las filas enem igas; pero forzado por el parecer de sus com pañeros,
celebró á n om bre de la guarnición el convenio q u e puso á su país
natal en m anos de aquel fiero caudillo. Dos herm anos suyos fueron
po r orden de este asesinados, y é l, escapando como de m ilagro,
— 277 —
atravesó el vasto territorio que se estiende desde Valencia hasta el
Orinoco, donde reunido á Zaraza continuó haciendo la g u erra con
un furor igual por lo m enos al de sus contrarios. N om brado Moná­
gas jefe de aquellos cuerpos francos, sirvió á su'lado, se encontró en
todas las acciones que se dieron d e sp u e s, y en sabiendo la llegada
de Bolívar á M argarita, consiguió que inm ediatam ente se le recono­
ciese por jefe suprem o. Monágas le destinó en seguida á d a r cuenta
al L ibertador d e su fu erza, estado y proyectos; pero cuando des­
pues de trabajos inauditos llegó á G üiria, ya la espedicion de Ocum are habia partido, y él, m oribundo, se hallaba en incapazidad a b ­
soluta de pasar adelante. Apenas restablecid o , le envió Marino en
comision á T rinidad, pero sin recursos y en un estado im pondera­
ble de m iseria. Antiguos amigos de aquella is la , en donde antes
habia re s id id o , le socorrieron generosam ente; y a llí, ejerciendo
con m ucho crédito su profesión de abogado, perm aneció hasta el año
d e -1820.
Volvamos ahora á Mac-Gregor. Este se detuvo en San Diego el
tiem po necesario p a ra re u n ir las partid as de Zaraza y'M onágas, y
tam bién con el objeto de m ejo rar el personal y m aterial de la infan­
tería ; mas luego que am bos objetos se lograron, em prendió m archa
á principios de setiem bre liácia la villa de A ragua, donde estaba s i­
tuada u n a división española al m ando del ten ien te coronel venezola­
no Don Rafael López. En Jas cercanías del C haparro tuvo noticias de
que las tropas de A ragua se habian m ovido en su dem anda , y esto
le determ inó á suspender la m archa y buscar u n a posicion favora­
b le p ara aguardarlas. Prefirióse el sitio de los Alacranes, no m ui dis­
tante del pueblo m encionado, y que es u n a llan u ra sem brada á tre­
chos de pequeñas colinas q u e rem edan el oleaje del m a r : en la sua­
ve pendiente de u n a de ellas acam pó el ejército , ocupando desde
luego el orden en que debia com batir. La derecha se confió á Mo­
nágas con su brigada de c ab allería, la izq u ierda á Zaraza con la
suya : cada una tenia obra de 500 caballos. Ocupó el centro la in ­
fan tería, q u e para entonces pasaba ya de 600 h o m b re s : regíanla
los jefes de batallones y era considerada como la fuerza que direc­
tam ente m andaba el general M ac-Gregor. Form aban la reserva u n
escuadrón de caballería de la brigada Monágas y una colum na de
mas de 200 indígenas perteneciente á la m ism a brigada, que esta­
ban á cargo de los capitanes M anaure y Tupepe.
E n esta form ación se pasó la noche sin n o v e d ad ; p ero al siguien­
— 278 —
te día m ui tem prano (6 de setiem bre) se; descubrió al enemigo en
el pueblo del C h a p a rro ; luego se le vi ó poner en m archa y antes de
m ediodía asomó en « n a colina paralela á la que ocupaban l is patrio­
tas, y separada de esta p o ru ñ a suave ondulación que hacia el terreno
interm edio y que estaba cubierta de u n m atorral no m ui espeso r
la distancia e n tre las dos posiciones seria do 500 á 600 varas. Te­
niendo los patriotas la ventaja de estar situados de antem ano y en
orden de b a ta lla , pudieron m ui bien im pedir al enemigo su des­
pliegue y formación ; pero de propósito no quisieron hacerlo y le
dejaron llegar, colocar y estender su línea de u n modo análogo á la
suya : la in fantería en el centro y cubiertos los flancos por cohimji a s de caballería. López tenia m as infantes y menos ginetes que
Mac-Gregor, y su reserva se com ponía de una colum na de indíge­
nas de Chamariapa , arm ados de flechas.
No solo firm aro n su línea los realistas con perfecta tranquilidad,
sino que llegó la condescendencia de los patriotas al estre n n de
cons ’ritir que m ontasen dos .piezas de á 4.que conducían sobre acé­
m ila s , sin q,ue en tre tanto se hiciesen p or los com batientes otras
dem ostraciones hostiles que algunas escaram uzas de tropas lijeras
.en el comedio de sus posiciones. Al fin dió orden M ac-Gregor de
m arch ar de frente con el a rm a al brazo y sin d isparar un tiro ; lo
cual ejecutaron los republicanos con m ucha regularidad, aunque
le n ta m e n te , para conservar la alineación. Este m ovim iento, igual
al que otra vez em plearon los patriotas en A raure, tuvo aq u í el mis­
mo resultado. Luego que la línea republicana llegó al m ato rral, los
cazadores enemigos se reunieron á su in fan tería, y esta abriendo
.entonces sus fuegos, esperó á pié (irm e; pero fue para m o rir. Por.que cargada de frente á la bayoneta y envuelta por sus flancos á
causa de la derro ta de la caballería de am bas alas, casi toda pere­
ció con sus jefes y oficiales : apénas ochenta ó noventa hom bres se
hicieron prisioneros, los cuales por ser venezolanos, fueron incor­
porados en las filas de los vencedores. La caballería d e estos persi­
g u ió á la de López con poco fru to ; pero,habiendo quedado franco el
cam ino de Bar celona, se continuó la m archa hácia aquel p u n to, desj)ues de haber deslinado á Zaraza con p arte de.su brigada á Santa Ma­
ría de Ipire para observar los m ovim ientos de u n cuerpo de tropas
realistas que al marido de M orales estaba en m archa desde la p ro­
vincia de Carácas. El dia I 2 evacuaron los realistas á Barcelona en
Consecuencia de la balailaclel Alacran , em igrando m uchos vecinos
-
2.79
—
á la G uaira, á la línea del Uñare y á Cum aná : otros, queriéndose
aprovechar de la confusion producida por aquel suceso, tuvieron el
aturdim iento de proclam ar la hidepeudeuc:a ; por donde irritado
López, que estaba cerca, e n tró en Ja ciudad por la tarde alanzeando
cuanto se le puso por delante y llevándose luego para P íritu un botin
considerable. Monágas q u e desde el P ilar había sido destinado af
mismo p u n to p or Mac-Gregor, in ten tó c o rta rle , y en efecto llegó á
las m anos con él, m atándole setenta hom bres y recuperando p a rte
de lo robado. Mac-Gregor entró en B arcelona el 15 y encontró sus
calles llenas de cadáveres y despojos; poco despues se le incorpo­
raron Monágas y otras partidas.
La ocupacion de aquella ciudad fue u n suceso de grande tra s­
cendencia para los patriotas dentro y fuera del pais. La m archa de
un a colim r a de infantería desde el puerto de O cumare hasta San
Diego de C abrulica, y las victorias de Q uebrada-H onda y Alacranes,
hicieron revivir las esperanzas casi m u ertas de los amigos de la in ­
depen d en cia; y destruyeron la grande influencia q u e la autoridad
española habia adquirido por los desastres de los republicanos en
el ano de 18 1 i , y por la im portancia del ejército espedicionario. Bar­
celona puso á los patriotas en contacto con la isla de M argarita, de
donde recibieron m uniciones para la infantería y la artillería, dos
piezas de batalla y algún arm am ento : tam bién con el general l’ia r,
que á la sazón se hallaba sobre C um aná. Este activo jefe m archó
sin p erd er momento po r la costa con una división de infantería, y
en llegando á Barcelona tom ó el m ando de toda la fuerza , como
correspondía á.su grado superior.
Desplegando en aquella ciudad los patriotas toda la diligencia que
req u ería su situación, aum entaron , organizaron y ejercitaron los
batallones de infantería, m ontaron y pusieron en estado de servicio
c u atro piiezas de c a u p a ñ a y com pletaron el arm am ento de la ca­
ballería, Sabiáse que el general Morales se acercaba con una fuerte
.división de infantes y ginete.s, y au n q u e se contaba con que Zaraza
se incorporaría sin p e rd er de vista á los españoles, túvose p o r fin
noticia de la llegada de estos al pueblo del P ilar, distante seis le­
guas de Barcelona, sin q u e el caudillo patriota pareciese. Habia en
efecto p referido'quedarse á retaguardia de los enem igos; inconsi­
d erad am en te, porque allí no hacia nada, y e n la posicion de sus
com pañeros cualquier aum euto.de fuerza era interesante.
Desde el P ilar , siguiendo el cam ino de B arcelo n a, se en cuen tra
— 280 —
u n a m ontaña cubierta de árboles, y al salir de ella u n a llanura sa­
litrosa que se estiende hasta el m a r, corlada de m ontecillos en va­
rias direcciones. Mui al estrem o de esta llan u ra acampó el ejército
del general M orales en el paraje que llam an el Ju n cal, precisam ente
en la m ism a tarde que los patriotas, habiendo salido de Barcelona,
se situaban en la llanada á poca distancia de los reales españoles;
pero sin que Moráles lo advirtiese, no em bargante la p ro x im id ad ,
á causa de la caida del dia y p o r los montecillos q u e lim itaban la
vista. Los realistas supieron que P iar estaba á su fren te, cuando al
o tro dia (2 7 de setiem b re) dieron los patriotas antes de la salida del
sol el toque de alarm a : luego, arrollando sobre la m archa u n cuer­
po de caballería enviado para reconocerlos, se presentaron al des­
cub ierto , desplegando en batalla y á tiro de cañón del enemigo en
la salina del Juncal. El ejército de los republicanos se com ponía de
la división Mac-Gregor y de la que llevó P iar de Cumaná, al mando
esta del general Pedro María Freytes. Constaba de 2 .0 0 0 hom bres,
m as que m enos. El orden de batalla fué el mismo que tom aron las
tropas en la función de A lacran es; en el centro la infantería, en las
alas la caballería ; la artillería se situó al frente de la línea. Moráles
tenia 5 .0 0 0 h o m b re s, la m ayor p arte de escelente in fantería vete­
ra n a : su form ación, m ui singular p or cierto, consistía en u n trián ­
gulo com puesto de tres fuertes colum nas de infantes.
Principiaron el combate las tropas lijeras que cubrían el frente
de am bos campos, y la artille ría rep u b lican a que dirigió sus fuegos
sobre las colum nas enem igas. Una de caballería realista al mando
del venezolano Alejo M irab al, apoyada con algunos infantes que
regia el capitan tam bién venezolano Juan M esero u, m aniobraba
sobre la izquierda de Piar y am enazaba su retagu ardia. El general
republicano le opuso en persona la caballería de la izquierda y al­
gunas com pañías de in fa n te ría ; pero au nq ue cargó varias vezes
con singular denuedo á la colum na enem iga, siem pre fué rechaza­
do. D uraba el combate en estos térm inos Lacia m as de dos horas sin
q u e ocurriese nada de decisivo, cuando el resto de la línea marchó
sobre las tropas de Moráles y las puso en com pleía d e rro la , obli­
gándolas á retira rse en desorden sobre el pueblo de San Bernardino.
Si todas ellas no fueron m uertas ó hechas prisioneras en aquel dia,
debiéronlo á la colum na de la d erecha, la cual, au n despues de ba­
tido el cuerpo p rin c ip a l, continuó la pelea y fue causa de que se
suspendiese p o r algunos mom entos la persecución. Tam bién dicha
— 284 —
columna abandonó al fin el campo de b a ta lla , y habiendo cesado
absolutam ente el fuego en todos los p u n to s , recibió orden MacG regorpara c o n tin u a re n seguim iento de los enemigos, y P iar volvió
por la tard e á B arcelona. Moráles pasó el U ñare en dirección á P u rgiiey, luego siguió á Uchire y últim am ente po r la costa á la em bo­
cadura antigua del T n y , p o r donde descarga el Guapo en el d ia.
Por aquella com arca se en tretu v o algún tiem po , com etiendo actos
de in a u d ita c ru e ld a d , hasta q u e d e orden de Moxó se trasladó á
Orituco p ara re u n ir u n nuevo cuerpo de trop as. ’
¿ Dónde estaba y qué hacia e n tre tanto B olívar , origen y causa
principal de todos estos grandes resultados ? Vamos á volver u n
poco atras para d e c irlo , refiriendo brevem ente sus trabajos. P ara
e llo , recordando q u e le dejam os em barcado y en seguim iento de
Villaret, direm os que el 16 de ju lio alcanzó las dos em barcaciones
y recuperó lo que se llevaban sus c a p itan es, á la m anera que en
otra ocasion lo hiciera B ianchi, y á pretesto de adeudárseles algu­
nas c a n tid a d e s: inm ediatam ente despues se reu n ió á Brion en B on aire, y desde allí, tom adas algunas disposiciones relativas á la es­
cuadrilla, dió la vela p a ra G üiria en com pañía de Bermúdez que se
le habia incorporado en aquella isla despues de la salida de Ocum are.
La discordia entre estos dos hom bres crecia por mom entos, y no
era ya un m ero desacuerdo de voluntades, sino un odio profundo.
Insubordinación y violencias de Bermúdez le habian dado origen en
el cam po de C arabobo , lo au m entaron en Aragua d e sp u es, y últi­
m am ente en Cartagena. Bolívar que estim aba altam ente su valor y
prendas m ilitares, pero q ue no podía sufrir ni la bru talid ad de sus
m aneras, ni su índole voluntariosa y c r u e l, reh u sara ad m itirle en
la espedicion de los Cayos, y veia con pena que en la ocasion actual
volviese al continente. Allí su tu rb u len cia fué causa en efecto de
otro desacato hecho á la autoridad y de nuevas rey ertas p e rju d i­
ciales á la causa pública. El \ 6 de agosto llegó el L ibertador á Giiiria y el 22 fué desconocida su au to rid ad p or los habitantes del
pueblo y las tropas q ue en él tenia Mariño ; tram a form ada p o r este
general y p or Berm údez, con el pretesto de que el jefe suprem o habia
abandonado la espedicion de O cum are. El resultado de esta escan­
dalosa acción fué, p o r supuesto, análogo al que algún tiem po antes
habia tenido la de Carúpano , es d ecir, aprovechó solo á sus ejecu­
tores : Marino se hizo d ar el p rim e r'p u e sto , B erm údez el seg u n d o ;
2K2 —
siendo de. iiatar¡ademas que este,;no solo se propasó con Bolívar a p a ­
labras descom puestas y grandem ente ofensivas, sino que tiró de,1a
espada contra él. Y como aquel .puerto de Giiiria fu esc. la única vía
por donde pudiese el L ibertador reu n irse á las líeles tropas de MacG regor, Monágas y Zaraza,, eu viéndola cerrada, tomó el partido de
m archarse para Puerto-P ríncipe eu tla iti, Solos Bermúdez y Marino
en el m ando; que tanto habian anhelado., m archó el prim ero con
u na división á tom ar los pueblos de la costa p ara facilitar sus co­
m unicaciones con las llan u ras., .ocupó i Y aguarapo y sucesivamente
á R io-C aribe, C arúpano y C ariaco, recogiendo víveres , ganados,
arm a m e n to , y aum entando sus lilas con m uchos soldados españo­
les que abandonaron sus banderas : el segundo situó el 20 de se­
tiem bre su cuartel gen eral en el sitio del Cántaro y-principió á hos­
tilizar la ¡ilana de C um aná en com binación con las fuerzas m aríti­
m as de M argarita. Para cooperar á este sitio se puso P iar en m ar­
cha desd¡.‘ M aturin, destruyó en el tránsito varias partidas enemigas
j asentó por fin su campo en la Q uebrada de O rtiz. Entonces fue
cuan o, inform ado de la llegada de Mac-Gregor á B a rc e lo n a , voló
con sus tropas en su' ausilio y tuvo b u en a parte, en la batalla del
Juncal,
Antes de esto y tan luego como la división de O cum are llegó a
Barcelona, s u s je fe s y e o n ellos Monágas y otros famnsos partidarios
que con él estaban, com isionaron al Sr. Zea para p a s a rá Margarita
y de allí á las colonias estranjeras en solicitud de B o lív ar, á fin
de inform arle de lo ocurrido-hasta allí ¿ in v ita rle á que volviese á
dirigirlos. .Ignoraban entonces el suceso de G iiiria ; pero los
m argariteños que !o sabian llam aron tam bién al Libertador en 22
de setiem bre : Piar mism o, poco afecto á.su persona, se m anifestó
dispuesto á obedecerle : Zaraza y Cedeño le veneraban, y en gene­
ral los particulares de «todas las clases y el ejército veian en él la
única cabeza que pudiese dirig ir la política y .la g u erra, poniendo á
raya las am biciones tu rb u le n ta s que am enazaban n uevam ente la
ru in a de la patria.
Bolívar entre ..tanto, retira d o á .Puerto Príncipe, trab ajab a por
ap restar una nueva espedicionque,ofreció ausiliar el presidente de
H aití. Felizmente B rion, no habiendo'podido desem peñar u na co­
misión diplom ática iie,que le encargara el L ibertador para Méjico y
los Estados- Unidos, se Je reunió nuevam ente con sus buques, compo­
niendo estos y los de V illaret,una escuadrilla,respetable. A este au-
sitio param ente, casual.sé unió o tro debido esciusivam ente á su ze­
ta, y fué la.iuciu’poracioii de varios oficiales italianos¿pertenecientes
cal.cjérc to d eB o n ap arte, y que habían llegado á Haití con-el general .ejipníio! Francisco Jav ier Mina., Este hom bre,?despues de su in­
fructuosa tentativa p o r restablecer la constitución española, había
salido dé su país con la resolución de ofrecer su s «servicios á los
patriotas de M éjico; pero los oficiales estranjeros que le acompa­
ñaban dispusieron volverse á E uropa , ora porque los talentos del
general y,sus preparativos les pareciesen inferiores á la em presa ,
ora por,¡ue las revueltas civiles de Méjico y el desorden »de .los ne­
gocios les hiciesen rezelar u n contratiem po- Ello e s q u e .todos de­
clararon al general su resolución de volverse, y ya-lo rjba:n á v eri­
ficar cuando Bolívar en persona les habló, determ inándolos á seguir
al continente. Hecha esta preeiosa adquisición é im paciente por re ­
u nirse á los su yos, dió la vela del puerto de Jacm el el 21 de di­
ciem bre y llegó á Ju an Griego el 2 8 . Ese m ism o dia publicó una
proclam a m anifestando los m otivos de su separación y la necesidad
que habia de re u n ir u n congreso en M arg arita, á fin de establecer
una forma de g o b ie rn o , propia- de las c ircu n sta n cias, conforme al
voto de los pueblos libertados y capaz de d a r á los negocios un giro
m ejor-qu e el que tenían e..tónces. El 51 del m ism o m es arrib ó á
Barcelona y se puso á la cabeza de las tropas.
Y
ahora conviene que digamos rápidam ente cuál era .el estado de
las cosas en el m om ento de su llegada al territo rio .
Dos jefes -principales faltaban ya del campo de B arc elo n a: P iar
y Mac-Gregor. Este habia tenido nuevas disensiones-con sus com ­
pañeros , y cansadode e lla s, enferm o y-resentí do, se fué á-M arga­
rita y seguidam ente á las A ntillas, a b ald o n a n d o la tie rra . P i a r , so
pretesto d e,n o tom ar p arte.e n esros disgus o s , m archó con -1500
hom bres á . unirse con C edeño, que obraba en la provincia de
GUayana.
M arino so.habia visto en la necesidad de lev antar el sitjo de Cuinaná.p.ara recuperar á Carúpano y-,otros puntos del oriente que
varias partidas realistas liabiau in v ad id o y ocu p ad o ; m a s, resta­
blecido eff ellos el gobierno rep u b lican o , volvió luego á o c u p a r sus
posiciones frente á aquella plaza.
Reducidos los españoles en M argarita á las solas fortificaciones
de P am p aiar, y,distraídos c.w las hostilidades del continente, con­
tin u aro n U g u erra con. flojedad ?y sin .resultados decisivos. Por fio:,
— 284 —
hostigados p o r el infatigable Arizm endi, é inutilizada por este el agua
de los pozos, evacuaron la isla el 5 de n oviem bre, retirándose á las
costas de C um aná y de Caracas. Libre ya de cuidados el caudillo
rep u b lic a n o , m archó el 20 de diciem bre con 400 hom bres á Bar­
celona , encargando el m ando de M argarita al coronel Francisco
Estéban Gómez, uno de los m as valientes y dignos jefes m ilitares de
la isla.
E n todo este año Cedeño no habia cesado de hostilizar á los rea­
listas de G u ay an a, obteniendo sobre ellos ventajas de im p o rta n c ia;
y llegó á te n e r hasta -1500 hom bres de cab allería, con los cuales
se m antuvo triu n fa n te en las com arcas del Tigre y otras adyacentes.
Cuando P iar se le reu n ió á fines de noviem bre, quedó como teniente
de aquel jefe en el m ando de las tro p a s, y acordes ambos resolvie­
ro n in v a d ir la provincia de G uayana y tom ar de luego á luego su
■im portante capital.
E n las llan u ras de Casanare y del A p u re , algunos intrépidos
caudillos adquirieron por sus hazañas u n glorioso ren om b re. En
poco estuvo sin em bargo que las segundas se v ieran abandonadas
sin defensa á la m erced de los re a lista s, pues R icaurte se propuso
evacuar ¿ G uasdualito y retira rse á Casanare el -16 de fe b re ro , te­
m eroso de la gran fuerza con que el coronel Don Francisco López,
gobernador de B a rin a s, se m ovia contra él. No hacia m ucho que
el capitan José Antonio Páez habia d erro tado u n cuerpo avanzado
de esta tro p a , y según eran de valerosos y decididos los jefes y ofi­
ciales que acom pañaban á R ic a u rte , podia a se g u ra rse , si no el
triun fo , p o r lo rnénos una esforzada re siste n cia; m as ello fué que
R icau rte, acom pañado de G u e rre ro , de Miguel Yaldes y otros, se
encam inó á C asanare, llevando solo unos cuantos infantes. Páez
q ue habia ofrecido al vecindario de G uasdualito m antenerse á toda
costa en la com arca, manifestó deseos de quedarse, y el jefe, viendo
apoyado por m uchos este d ictá m en , no pudo ó no se atrevió á
co n tra riarlo . Vino de aquí el q u e n uestro audaz c a p ita n , conocido
ya en el ejército p o r su valor y b u en a suerte , reuniese en torno
suyo 300 hom bres de c ab allería , em pezando allí la serie casi no
in terru m p id a de prósperos sucesos que fueron origen y fundam ento
de su pronta y estraordinaria elevación. Es pues llegado el m om ento
de darle á conócer.
JNació cerca de la villa de A ra u re , y apenas tenia diez y seis años
cuando su p ad re le ényió á Cabudare con el encargo* de cobrar y
— 285 —
llevarle cierta cantidad de d inero, dándole p ara el viaje u n a m uía,
dos pistolas y u n a e sp a d a ; po rq u e n i a u n en aquel tiempo (4 8 07)
de sosiego y b ienandanza se podían atravesar en paz las lla n u ra s .
cuando se viajaba solo y llevando consigo el metal tentador. Páez,
sin em b a rg o , loco de contento al verse honrado con tam aña con­
fianza , y dem asiado joven p ara ser p ru d en te, desem peñó con h a rto
ruido su delicada com isión, y despues al regresar por Yaritagua
enseñó su depositó , haciendo de él alarde. Esta acción indiscreta
fué causa de que á poco an d ar se viese acometido por cuatro h o m ­
bres q ue creyeron fácil la em presa de ro b a r le ; m as el joven viajero
echó pié á tie rra con sus pistolas a m a rtillad a s, y am agando ora á
uno y ora á o tro , trató de contenerlos. Acosado al fin vivam ente ,
disparó u n a de ellas contra el bandido m as cercan o, y eso con ta n
buena su e rte , que le derribó m u erto al suelo. Los otros q u e no
contaban con sem ejante de'senlaze, se dieron á h u i r , dejando allí
tendido el cadáver de su m iserable com pañero. Y fué gran dicha
para Páez , pues su segunda pistola estaba vacía, y p o r diestro que
fuera en el m anejo de la e sp a d a , solo contra t r e s , nada podia.
Pero por m as que aquella m uerte fuese el resultado necesario d e
u n a ju sta d efensa, causó ella al inesperto mozo tal e sp a n to , que
im aginándose ya acusado , perseguido y sin m edios de justificar su
ino cencia, resolvió ocultarse internándose en las lla n u ra s, p ara
escapar de u n castigo q ue su te rro r 'le hacia ver inevitable. Bus­
cando m odo de ganar el pan h o n estam en te, se puso á servir en el
hato de la Calzada, perteneciente á Don M anuel P u lid o , cuyo
afecto y confianza ganó en b reve con su b u en com portam iento y
m ucha inteligencia en el desem peño de su oficio; de tal m odo, que
prendado de su m érito el rico propietario , le encargó de las ven­
tas de g an a d o , y a u n le facilitó medios con q u e hiciese algunas
especulaciones p or su cuenta.
Cuando estalló la revolución del I 9 de a b r i l , fué alistado en la
m ilicia de B arínas prim ero como so ld ad o, y despues como sargento
de c a b a lle ría, en cuyo empleo sirvió hasta q u e, perd id a Venezuela,
se retiró á su casa.' Al aproxim arse Bolívar en -18-15 fué llam ado á
ias filas por el jefe español T iscar con* el grado de c a p ita n ; pero
en lu g ar de acu dir á aquella in v itació n , corrió á u n irse con u n a
p artid a de patriotas que m andaba su antiguo patro no el teniente
coronel Manuel P u lid o , y organizó en aquella ocasion una com ­
pañía de g in e te s, con la cual hizo servicios im portantes.
Ocupada mas tarde la provincia de B arínas p or las tropas deYáíiez, cayó Páez en m anos de Puv , y ya en capilla p ara se rp a *
sado por las a r m a s , fue salvado p o r u n español amigo suyo, de
nom bre E scu ta so l, el cual con 600 pesos q u e dió á P u f le rescató
la vida, sin o btener stl lib ertad . Q uince dias habian pasado apenas
cuando volvieron á cargarle de hierros y á ponerle en capilla ; pero
el terro r q ue se'ap o deró de lo s'realistas al saber la derro ta de sus1
com pañeros eu A raure ,■ les hizo abandonar Iá ptáza á toda prisa y
en d eso rd en , po r ju zg ar que los vencedores estaban ya á las puer­
tas del poblado. Suspendidos con esto los ásesinatos, qtredó Páez
sin m as gi;arda; que,el a lc a id e , el c n a l, léjos d e o p o n e rse a su fuga,
le ayudó á lim ar sus grillos. En v ié n d o se 'lib re , soltó a los otros
presos , q u e en núm ero d e -H 5 estaban cómo él destinados aV su­
plicio , y lüego se unió á (Jarcia de S e n a . con quien- volvió á Barí­
nas once diasdospugs.
Cuando este jefe' republicano resolvió á su tu rn o abandonar la
plaza , fué Páez uno de los oficiales que mas enérgicam ente se opu­
sieron á aquella retirada. Disuelfca la caballería en él pueblo de las
P ie d ra s, siguió com o voluntario al capitán Francisco C o n d e, des­
tinado con o sabemos ¿¡socorrer la provincia de M érid a, y se halló
con él en la acción de' E stanques', donde fueron derrotadas las
tropas realistas que m andaba Lizon. Cuéntase que ert aquella jo r­
nada , dejándose llevar Páez dé su n atu ral a rd e r y no advirtiendo
que la persecución* habia sido m andada su sp en d e r, se halló de re­
pente á gran distancia de su c a m p o , j solo en m edio de los fugi­
tivos. Fingiéndose entónces jefe d e u n cuerpo de g in e te s, comenzó
á dar ó rdenes eñ alta v oz, como si quisiese envolver á los que
h u ian , con lo cu al logró qiie nraclios se escondieran en los montes,
Y otros , atro jan d o las a rm a s’, ’ se entregaran prisioneros. Mas con­
tinuando de este modo . se encontró de,m anos á boca en una vuelta
del caminó con u n realista llam ado José. M aría S ánchez, m aracaihero que tenia renom bre dé fu erte y valeroso. E stab a'arm ad o de
espada y c a rab in a, y lejos d a en tregarlas como sus com pañeros,
descargó la segunda á q u em a'ro p a sobre su c o n tra rio ; pero como
por dicha de este m arrase, e l-a rm a , re q u irió la espada y se dispuso
á atacarle de m as cerca. Páez en viéndole de aqu ella suerte , se
arrojó d e l caballo lanza en m a n o , y trab ó con él seguidam ente un
largo combate cuyo re su ltad o le fué del todo favorable.' Muerto
Sánchez y .enardecido mas- q u e tem plado con tan difícil triu n fo ,
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continuó aquella tem eraria peráécuciOti hasta que la noche le obligó
á suspenderla , volviendo al campo cargado de tro feo s, y llevando
muchos prisioneros ¿ quienes incorporó en las filas.
E ra ya grande por el tiem po en qúe vamos la confianza que in s­
piraban á la’ gente rep ublican a su v alo r y la habilidad con que
sabia conducirla en aqu ella-g u erra de astucias y de afanes ince­
santes. De hecho Páez tenia un g ran conocim iento práctico del ter­
reno que p isa b a1, y e r a , como debe serlo todo jefe de llan eros ,
afable y fam iliar én su trató con eTlós, d iestro en sus ejercicios é
indulgente. Cón estás prendas y ú n valor v e rd a d e ro , en ocasiones
impetuoso é im p ru d e n te , en ocasiones frío y c a u to , pero siempre
afortunado , es fácil'conéébir que Páez era entre todos los jefes de
guerrillas el mas á propósito para dom inar en aquellas llan u ras
donde los trem endos nom bres de Bóves y de Yáñez resonaban toda­
vía con m iedo de las gentes.
Luego que se vió d ueño de dirigirse por su s propios im p u ls o s,
resolvió b uscar al enem igo q u e R icaurte evitaba con su re tira d a ,
y como careciese de-noticias ciertas acercado su p aradero, se dirigió
háeia el pueblo dé-la Constitución el -16 d e febrero p or la tard e ,
creyendo e n c o n tr a rlé a llí; pero ú las tros lioras de m archa se p re ­
sentó 'López á su vista en ún sitio llam ado la Mata dé laiM iel, e n tre
los caños de Corosito y G iiaritico, á l a derecha del Apure. Tenia el
jefe realista dos piezas de'arl,illería y 1000 hom bres que desplegó
en batalla luego al punto¡ Estaba ya próxim a la noche y p or esta
razón quisieron m uchos com pañeros de-Páez qi*e se dejara la acción
para el siguiente d i a ; pero esta misma circunstancia le obligó á
m antener la opinion c o n tr a ria , tem iendo q u e m ochos de sus sol­
dados , al ver-la gran superiorid ad del enemigó', se aprovecharan
de la oscuridad para desertar. Dividió pues su gente en dos colum ­
n as, poniendo la que se com ponía d e granadinos á las órdenes del
capitan G enaro Vázquez y la- de venezolanos á las del capitan R a­
món Nonato Pérez. Nada hai mas triste-q u e u n com bate dado en
la oscuridad dé la n o c h e , porqué en él las hazañas pasan sin tes­
tigos y sin g lo ria; m u e re sin escitar compasion el que sucum b e;
no hai amigos que favorezcan , ñ i valen contra golpe enemigo el
valor ó la destréza. Tal fué la acción de la Mata de lá Miel. ¡Nonato
Pérez comenzó desordenando una p arte de Jas tro p as-en em ig as, y
Vázquez completó la derrota'dispersando un cuerpo de 400 ginetes
Y aíanzeando la infantería. Toda esa noche y los dias siguientes
— 288 —
persiguieron á L ópez, y el resu ltad o fué que en el campo quedaron
m uertos 400 realistas y en poder del vencedor 4 0 0 .prisioneros;
obra de 550 0 caballos y casi todas las arm as. En esta memorable
jo rnada , cuyo efecto principal fué salvar de u n a invasión á Casau a r e , perdió Páez -15 h o m b re s, tuvo 22 heridos y él mismo dos
caballos m uertos. Usó generosam ente de la v ic to ria , pues léjos de
hacer m al alguno á los p risio n e ro s, les dio lib ertad p ara que re­
gresasen á sus c a sa s; m as como todos eran venezolanos y en aquel
tiem po no habia m edio e n tre ser amigo ú enem igo, los que se apro­
vecharon de aquel perm iso volvieron á incorporársele algún tiempo
despues, y con ellos otros m u c h o s, ganados p or la fam a de su
buen proceder. E l gobierno de B ogotá, que consideraba las (ropas
de Páez como dependientes de C asan are, le envió el despacho de
teniente coro n el.
Cuatro meses despues, esto es, en ju n io , volvió López á pasar el
A pure c^n \ .2 00 ginetes y 400 in fa n te s; pero habiéndole salido
Páez al en cuentro cerca del M an tecal, se re tiró con pérdida de
hom bres y caballos. Cansado al fin el jefe patriota de corretear por
las llanuras en la ingrata faena de d ispersar g u errillas enem igas,
tan. pronto derro tadas como rehechas, pensó en acom eter u n a em­
presa de im portancia que diese celebridad á sus arm as. Esta fué la
tom a de Acháguas ; m as como saliese vano el inten to, se retiró con
sus tropas al pueblo de la T rinidad de A rich u n a , en época harto
desgraciada p a ra las arm as republicanas. P o rq u e habia dejado de
e x istir el gobierno granadino, y los p atrio tas que pudieron escapar
á la cuchilla de M orillo, h uyero n buscando asilo en las comarcas de
Casanare : arrojados tam b ién de allí p o r el b rig ad ier Don Miguel
de la T orre, se refugiaron al territo rio d e V enezuela, en u n estado
de m iseria lastimoso.
Los tristes restos que sobrevivieron á estas fatigas, u n a em igra­
ción considerable y varios jefes y oficiales distinguidos, así grana­
dinos como ven ezolan os, llegaron á G uasdualito y luego pensaron
en establecer u n gobierno que diese u n id ad y etícazia á los esfuer­
zos com unes, y los lib e rta ra de la an arq u ía. Con este fin celebraron
u n a ju n ta á la cual fué invitado P á e z , y en ella se nom bró por
presidente de la república al teniene tcoronel F ernando Serrano,
ex-go bern ad or de Pam plona : por consejeros de estado á los gene­
rales U rdaneta y Serviez y al Dr . Francisco Jav ier Y ánes; este ú lti­
m o era ademas secretario general de la gobernación. El m ando en
jefe del ejercito se confió al coronel Francisco de P aula S antander.
-V alga-la verdad : éste aparato de gobierno re g u la r en aquellos
desiertos, trazado p o r unos cuántos fugitivos sin súbditos ni tie rra
que m an d ar, era altam ente rid íc u lo , ilegal y, lo q ue es m as, em­
barazoso. S errano era un hom bre escelente ; pero siendo granadino
y hallándose en territorio venezolano ¿cu ál era la-rep ú b lica que
iba á dirigir? Y el ejército de Santander, granadino tam bién y des­
conocido en V enezuela ,- á la que jam as habia hecho el m as pe­
queño servicio, ¿dó n de estaba? Servier, francés de nación y oficial
granadino, no podía in sp ira r ninguna confianza, y los nom bres de
Urdaneta y Y án es, (an respetados en Venezuela y en la Nueva
Granada, poco valian p ara d ar au toridad y peso á aquel cuitado go­
bierno en m edio de hom bres sem ibárbaros, p ara quienes las v irtu ­
des civiles y aun las m ilitares de cierto orden 'elevado eran cosa
estrana y pereg rin a. Aquel tren d u r ó , p u e s, como era n a tu r a l,
mui poco tie m p o , p orque apenas llegó á la T rinidad de Ariehuma,
cuando varios jefes venezolanos pensaron en destruirlo, para poner
en su lu g ar lo q u e entonces c o n v en ia, es á saber, un jefe único y
absoluto que tuviese la confianza de los llaneros y los condujese á
la g u erra. Intentóse u n motin de tres escuadrones en tanto que
una ju n ta de oficiales se re u n ia p ara fingirse in tim id a d a , buscar
medios de apaoigaar la tropa y encontrarlos en la deposición de
Santander. Este cortó con tiempo el alboroto, presentándose en la
ju n ta y seguidam ente á dichos e scu ad ro n es; pero conociendo que
él no era el hom bre de aquellas circunstancias, renunció inm edia­
tam ente el m ando ante el presidente Serrano. La ju n ta , com puesta
de los coroneles Juan Antonio Paredes y F ern an d o F ig u ered o , de
los tenientes coroneles José M aría C arreüo , Miguel Antonio Váz­
quez, Domingo M esa, José Antonio P áez, y del sargento m ayor
Francisco C o n d e , pasó luego á elegir u n a persona que ocupase á
un tiem po el lugar de S antander y el de S e rran o , ó , m ejor dicho,
que fuese jefe absoluto en las llan u ras. La elecciou recayó en Páez,
caudillo de la ú n ic a fu e rz a que allí h a b ia; y eso la esplica. P o r lo
(lemas este hecho curioso qu e, m irado á la luz de las reglas m ili­
tares , aparece como u n a verdadera an o m alía, e ra m u i n atu ra l en
aquellas circunstancias. L a falta desde luego no consistía en la des­
trucción de aquella especie de g o b ie rn o , p orque habiendo sido
obra de u n a ju n ta sin autorización , debía d u ra r lo que durase la
voluntaria sum isión de los je f e s , de los oficiales y de la tr o p a , á
— 290 —
quienes estaba' reducida la rep ú b lica. Fácil era prev er que esa
obediencia no iria le jo s ; el m ism o S antander lo ha dicho. « D e« masiado preveía y o , escribía en -1857, q u e todo J ó que se estaba
« haciendo se desbarataría el dia q u é lo quisiese alguno de aquellos
o jefes que p or la analogía de costum bres debia ten er influencia
« sobre los llan eros; adem as, ya para entonces se m e habia tachado
« de enemigo de los ven ezo lan o s, con m otivo de las diferencias
« suscitadas en C úcuta en tre Bolívar y Castillo. »
Y
m as lejos : « reprim id a esta te n ta tiv a , yo no debia continuar
« m andando unos hom bres propensos- á la rebelión y en un pais
o donde se creia deshonroso q u e un g ran ad in o m andase á venezo« lanos. i) La verdad del caso es que S au tan der tenia contra sí fuer­
tes antipatías, que no era hom bre p a ra ta n to , y p o r fin q u e , au n ­
que dotado de una capazidad d istin g u id a, no poseía instrucción en
su ra m o , ni disposición n atu ra l para la g u erra : él e n trab a en el
núm ero de aquellos-Oficiales que los llaneros llam an de p lu v ia por
mal nom bre. Pero S errano, se d irá , q u e ejercía una autoridad
p uram ente civil y que adem as era h om bre bueno y respetado , ¿á
quién estorbaba? A todos por desgracia, pues no habiendo allí mas
república que un cam pam ento de soldados sem ibárbaros, su auto­
ridad suprem a em barazaba las operaciones de la g u e rra , m ayor­
m ente cuando él, ignorante é ignorado del pais, no podia dirigirla.
No ; el m al estaba en que salvando la je ra rq u ía m ilitar, fundam ento
indispensable de la disciplina, fuese l’áez á m an d ar oficiales de su­
perio r graduación en tre los cuales se hallaba un general venezolano,
h á b il, valiente y conocido por sus m uchos y em inentes servicios.
A es lo responde la h is to ria , que la elección de S antander estaba
en el m ism o caso ; que U rdaneta , aspirando solo á reun irse con
Bolívar donde q uiera que apareciese , no quiso tom ar parte en
aquellos negocios, y que por conocer dem asiado á los llanero s,
vio no ser él á propósito p ara m andar un cuerpo de ellos so lo s,
sin s u je c io n á régim en ninguno de ordenanza. Eucuanto á S ervier, estranjero y desconocido en el p a is, contribuyó por zelos
con U rdaneta á qu e no se pensase en él. Los oíros jefes, aunque
m ui dignos por su m érito de estim a y consideraeioi), no podian en­
tr a r en competencia con P á ez , idolatrado de su tropa, caudillo de
la única que existia, y renom brado por su valor y la constante fe lizidad q u e le habia acom pañado en todas sus em presas. El éxito
justificó el acierto de esta elección,-en que bien pudo liaber intriga,
—
291
—
pero donde no se vió violencia alguna. Por ei con trario nos consto
que varios sugetos valiosos (Servier fué de este n ú m e r o ) anduvie­
ron m ui solícitos en pro m ov er espontáneam ente el cam b iam ien to ,
y sucedió qú e los tales llegaron á lisonjearse de dirig ir con susconsejos á Páez ; pero este se esquivó de ellos luego al p u n to , de­
jándoles un tan to cuanto chasqueados y mollinos.
Elevado P áez , por la ju n ta que le habia n om brado jefe superior,
al grado de general de b rig a d a , se aplicó luego á re u n ir la mas
genle que pudo , á fin de hacer frente á López y, si posible fuese,
adq uirir en su estrem a p enuria algunos recursos. P orque es im ­
posible im aginarse basta qué punto llegaban las escasezes de los
hom bres que en aquel tiempo y en los posteriores hicieron la
guerra eu las llanuras. Los soldados estaban lan d esn u d o s, q u e se
veían en la necesidad de usar para cubrirse de los cueros frescos
de I-.s reses que m ataban : pocos tenian som brero , ninguno zapa­
to;. El alim ento ordin ario y único era la carne sin sal y sin pan.
A todo esto las lluvias eran frecuentísim as y los rios y caños creci­
dos habian inundado el territo rio . Faltaban caballos, y como estoj
son un elem ento indispensable del soldado lla n e ro , era preciso ante
todo b u scarlo s; a s í , los prim eros m ovim ientos tuvieron esta a d q u i­
sición por objeto. Los que generalm ente se conseguían , eran cer­
riles , y se am ansaban por escuadrones á usanza lla n e r a , es á sa­
ber, á esfuerzos de los ginetes ; siendo curioso el espectáculo que
ofrecían quinientos ó seiscientos de estos á la vez , bregando con
aquellos bravios anim ales. En d erred o r del cam po de ejercicio se
colocaban algunos oficiales m ontados en caballos m a n s o s, no con
el objeto de socorrer á Jos dom adores que c a ía n , sino con el de
correr tras los caballos que los habian d errib ad o , á fin de que no se
fuesen con la silla; si bien esta era por todo un fuste de palo con
correas de cuero sin adobar. «D eseábam os los riesgos, escribía
mudhos años despues u n testigo p re se n c ia l, p a ra acabar con gloria
ana vida tan am arga. »
Puesto en la necesidad de com batir, y siendo ú til hacerlo pronto
para ocupar siquiera la atención del so ld a d o , em prendió Páez la
m archa hácia Acháguus por las llanuras conocidas con el nom bre de
Cajón de A rauca, estando aun m ui cruda la estación. Andábase
con le n titu d , p o rq u e á la dificultad del terren o se u n ían los em ba­
razos de u na num erosa em igración y la necesidad de procurarse á
cada paso m antenim ientos p o r la carencia absoluta de acopios.
— 292 —
A quel grupo de h o m b re s, m ujeres y ninos sin hogar ni patria re­
presentaba á lo vivo la im agen de un pueblo nóm ade q u e , despues
de h aber consumido los recursos del pais q ue Ocupaba , levanta sus
tiendas para conquistar otro p or la fuerza. Dé este modo llegaron á
jos m édanos de A rag uay una, donde dejando la em igración bajo la
custodia de algunos ginetes. escogidos , incorpOTÓ Páez todos los
hom bres útiles en las filas de su hueste y se dirigió contra López,
á quien juzgaba en Acháguas. Mas á poco an d ar supo que el ene­
migo en núm ero de 17 0 0 soldados de caballería y 400 infantes se
hallaba en el hato del Y agual, con lo que torciendo su camino , se
interpuso e n tre él y la ciudad.
Llevaba Páez su gente dividida en tres colum nas m andadas por
los generales U rdaneta y S ervier, y por el coronel S a n ta n d e r; casi
toda arm ada de lanza ; m ui pocos de fusil ó carabina , con escasa
provisión de pertrechos. El dia 8 de octubre se avistó al enem ig o ,
y á pesar de la superioridad de sus fuerzas , no dudo Páez u n ins­
ta n te en m andarle atac ar. F u é largo y d u ro el c o m b a te ; glorioso
tam b ién en estrem o p ara los p a trio ta s, los cuales obtuvieron que
L ópez, abandonando su p o sicio n , rehusase al siguiente dia una
nueva pelea y se retirase perdidoso á A cháguas, despues de haber
em barcado en el Arauca, con dirección á San F ern an d o , su artillería
y sus heridos. Y como aun despues de este triu n fo eran los vencidos
m ui superiores en n úm ero á los v en cedo res, tuvieron estos que
conform arse con seguirlos de c e r c a , p ara tenerlos á la vista y po­
d er aprovecharse de alguna co yuntura favorable. No pensó López
en d efen der seriam ente la ciudad de A cháguas, antes la abandonó
el dia 13 despues de un corto tiro teo . Ocupada inm ediatam ente por
P áez, dividió este allí su gente en dos cu e rp o s, un o de los cuales
envió contra San F e rn a n d o ; á cargo del teniente coronel Miguel
G uerrero, y la o tra á sus órdenes continuó en seguim iento de López,
que se habia situado en San Antonio á la o rilla izquierda del Apure.
Páez ocupó el pueblo de A purilo , q u e está frente de aquel en la
m argen opuesta, y allí perm aneció algún tiem po sin poder pasar
adelante, p orque los realislas dom inaban el rio con cuatro lanchas
arm adas de artillería y m as de 4 00 hom bres. Y buscaba en vano
el modo de vencer aquel inconveniente para penetrar en la p ro ­
vincia de B a rín a s, cuando p o r uno de aquellos casos im previstos y
peregrinos que confunden la pru d en cia hu m an a, llegó á consum arse
la ru in a de López y su m u erte. Pues sucedió que queriendo Páez
— 295 —
castigar á un oficial de nom bre P eña p o r 110 h ab er oído bien una
o r d e n , le m andó pasar en u n a canoa con ocho soldados al otro
lacio del rio y atacar á Jos enem igos en (su m ism o cam pam ento.
E ra el 6 de noviem bre á las doce del d i a , y acaso esta últim a cir­
cunstancia fué causa de que la gente de.López estuviese descuidada.
Lo cierto es que Peña y sus inocentes co m p añe ro s, destinados á
u n a m u erte casi c ierla , tuvieron la fo rtu n a de p asar el rio sin ser
vistos, y cayendo de sorpresa sobre el cam po e n em ig o , in tro d u ­
jero n en él tal co n fu sio n , q u e sin pararse á contar el núm ero de
los agresores, huyeron todos los realistas por vías diferentes, cuáles
hacia N u tria s, cuáles con López mism o p o r el rio abajo en las em ­
barcaciones. Y como calculase Páez entonces q ue el jefe realista re­
m ontaría el A pure por la noche para dirigirse á N utrias , estableció
u n a emboscada de fusileros en u n a angostura del rio : disposición tan
op o rtu n a y acertada, q ue habiéndose en efecto presentado las em ­
barcacio nes á las n u e v e, se logró sep arar la q u e m ontaba López de
las otras t r e s , retrocediendo dos de estas, quedando u n a en poder
de.lo s p atrio tas y continuando aqu ella su viaje sola rio arrib a. Una
p a rtid a de ginetes, enviada poco.áutes p o r Páez á Banco-Largo, se
babia apoderado allí de una lancha y con ella salió al encuentro de
la de López. R etrocedió esta en to n c e s, pero fu é para caer en m a­
nos del esforzado coronel F rancisco A ram en di, que la abordó con
u n a canoa en que se hab ian em barcado él y oclio com pañeros.
Páez quiso en vano salvar al jefe español; p o rq u e las tro p a s, el
pueblo de Acháguas y sobre todo los indios de Canaviche que ser­
vían en el ejército, pidieron decididam ente su m u erte en venganza
de algunas crueldades que habia com etido en aquellos lugares.
Bien p ro nto tuvieron los patriotas hasta siete lanchas apresadas
á Jos realistas en las cuales pasó el ejército al o tro lado del A pure y
se dirigió hácia el pueblo de N úlrias. Ocupólo el 12 de noviem bre
sin oposicion, p orque los enemigos q u e allí babia huyeron hácia
B arínas. Desde aquel p u nto destinó Páez dos escuadrones de caba­
llería al m ando de U rdaneta, m enos p ara perseguir que para hacer
u n reconocim iento p o r la via del n o r te , ostentándose dueños de la
provincia hasta la serranía. Él' sé dirigió hácia San F e rn a n d o , y
un id o con .G uerrero en el sitio del R a b a n a l, procedieron ju n to s á
estrech ar el bloqueo de la p la z a , en .d o n d e m andaba el brigadier
Don Ramón C orrea.
Los prim eros dias de diciem bre se pasaron sin mas novedad que
— 294 —
,«n asalto intentado p o r los p a trio ta s, el cual se m ologró por la
traición de un d e s e rto r; pero al p ro m ed iar el mes dispuso Páez
pasar alguna gente á la orilla izquierda del r i o , p ara c o ita r las
com unicaciones de Sari F ernando con la capital. Los encargados de
esta operacion ocuparon el pueblo del G u ay ab al, y con este motivo
cayó en sus m anos un oficio de Correa para el com andante español
G o rrín , p o r el cual se supo q u e este jefe m archaba en ausilio de
la plaza con 500 g in e te s, 500 infantes y otros tantos caballos en
pelo p ara m ontar la gente d e C orrea. Luego al p u n to dispuso Páez
salir con tra e llo s, y á este fin , separando del sitio doscientos hom ­
bres escogidos, pasó á "nado el Apure p or el "Diamante y el caño
de A p u rito , cerca del G uayabal. Sin pérdida de tiempo se puso en
m archa para reunirse con ochenta hom bres que tenia de aquel
l a d o , y conseguido e sto , él d ia '18 á las I I de la m añana cayó so­
bre G o rrín , que p o r su mal se presentó en aquel m om ento. En el
p rim e r choque quedó deshecha la caballería esp añ o la , gran parle
de sus ginetes m u erto s, el resto en com pleta d is p e rsió n ; pero
cuando los vencedores volvieron sobre la in fa n te ría , la bailaron
form ada en cuadro y fueron in ú tiles cuantos esfuerzos se hicieron
para desordenarla. Por donde viendo Páez que le m ataban sin
fruto sus m ejores oficiales, h u b o de con ten tarse'con lo'hécho y
con q u itar al enemigo los 500 caballos que llevaba ; siguiendo p a­
triotas y realistas hacia San F e rn an d o , aunq ue p or distintos ca­
m inos. Llegó Páez u p o itu n am en le al Rabanal p ara ausiliar á Guer­
rero y rechazar juntos el d ía 20 u n a salida q u e intentaron los
realistas con el fin de p ro cu rarse ganados. Despues de lo c u a l,
habiendo sabido que Morillo y La Torre, bajaban de la'N ueva G ra­
nada , se trasladó á Acháguas para organizar algunas tropas con
que hacerles fr e n te , en tanto que G uerrero quedaba con el en­
cargo de hostilizar á Correa lo m ejor que pudiese.
Réstanos decir que U rdaneta reco rrió la provincia de B arínas,
-conforme á las instrucciones que te n ia , sin en co n trar oposicion on
p arte a lg u n a ; m as como p or los Callejones de Mérida apareciese
luego con fuerzas superiores el b rig ad ier Calzada, lnibo de regresar
á Acháguas. Y en sabiendo allí (q u e fué luego) la'feliz m árcha de
■Mac-Gregor, los triunfos dé las arm as republicanas y la probabili­
dad de que Bolívar se h a lla se 'e n Barcelona p ara aqu élla f e c h a ,
resolvió ir á u n ír s e le ; lo cual verificó despues de u n largo viaje,
venciendo m uchas dificultades y peligros. Esto mismo habian he­
— 205 —
cho ántes varios jefes y oficiales de in fa n te ría , y despues que él se
fueron los pocos q u é quedaban en la h u este de Páez : u n o s, como
Santander, C onde, B lanco, Carreíío y pocos m a s , lo hicieron con
p e rm iso ; otros se ausentaron sin él. Una especie de te rro r se habia
apoderado de ellos y de los em igrados q u e por allí v ag a b an , en
térm inos de hacerles m ira r con invencible repugnancia aquel gé­
nero de vida d u ro y azaroso. T e rro r m u i n a tu ral p or c ie rto , si se
atiende á las causas q u e le dieron o rigen. P ues en prim er lugar
aquellos hom bres no estaban acostum brados á la m iseria é intem ­
perie que sufre con resignación y aun alegría el h ab itan te de las
llanuras. Mas desagradables que esto eran los continuos sinsabores
á que los esponia su ignorancia en los ejercicios, usos y g u erra de
los llan ero s; con cuyo m o iiv o , ni estos los respetaban y obede­
cían , ni le s e ra siem pre posible obtener los dos elem entos indispen­
sables para consevar^aexistencia : carne y caballos. Pues ¿ q u é e n ­
tendían ni se les alcanzaba á ellos de dom ar u n p o tro , de enlazar,
tu m b a r y m atar u n a res? Demas de e s to , el estado perpetuo de
g u e rra en que se hallaba la c o m a rc a d la m is e ria , el encono de las
pasiones y el h á b ito , en fin, de las m atanzas y del ro b o , habían
•desarrollado 'por desgracia en la desalm ada soldadesca u n a gran
disposición al lattocinio y á las violencias. Poco tiempo despues
de la acción del Yagual fué Servier asesinado en el cuartel general
■deAcháguas por hom bres que no tuvieron ru b o r de os(entar*im punem ente sus desp o jo s; siendo ,1o mas singular del ca so , que
aq u el infam e crim en se-rugió de antem ano en el cam p o , y que
casi lodos lo e sp e ra b a u , sin h allar medios de im pedirlo. Meses
adelante el anciano J ira ld o t, padre del célebre Atanasio , y el te­
niente coronel Miguel Valdes tuvieron la m ism a s u e r te ; y aun q u e
Páez hizo fusilar inm ediatam ente al oficial asesino de estos últim os,
no estaba en su mano b o rra r la profunda im presión que estos h e ­
chos horrorosos hicieron en el ánim o de todos. P o rq u e , en verdad,
¿cóm o im pedir las violencias de innum erables partidas que reco r­
rían las lla n u ra s, n i las de m uchos hom bres m alos q u e , so color
de hacer la guerra á los españ o les, vagaban sin sujeción á n a d ie ,
cometiendo escesos in aud ito s? No podía estar el ojo del jefe en to­
das p a rte s , ni siem pre le era posible castigar aquellos crím enes ,
■ora porque los delincuentes evitaban con u n a fácil fuga la acción
de la ju s tic ia , ora porque esta Callaba ante caudillos poderosos y
<Je grande influencia, q ue -m uchas consideraciones m an d ab an re s-
= 296-—
p e la r. P á e z, sin em bargo, quiso al principio im pedir q u e los jefes
y oficiales de infantería que espontáneam ente se le habian reunido
con m otivo dé los azares de la g u e rra , le abandonasen, y aun.de
ord en suya eslúvo á punto de ser fusilado el joven y valiente oficial
granadino José M aría Córdova , ay udante d e campo del difunto
S e rv ie r; pero conociendo al fin q u e aquellos hom bres eran mas
em barazosos que útiles en u n cam pam ento donde no h ab ia u n sol­
dado de su a rm a , los.dejó ir á co n tin uar la g u erra de Guayana y
M aturin. El m ism o ru m b o siguieron los em igrados y con ellos
nuestro firm e patrio ta Y ánez, el intrépido presbítero Ramón Ignacio
Méndez y otros varios hom bres buenos y constantes que padecían
con gloria p or la p a tr ia , pobres y puros.
A sí, en aquella tierra donde poco ántes el h ierro de Bóves habia
im puesto u n profundo silen cio , se oía de nuevo el ru id o de la
g u erra : la v icto ria, esquiva á los patriotas años a l r a s , sonreía de
nuevo á sus esfuerzos generosos, y el p ueblo que ántes se mostrara
ingrato á los lib ertad ores, acudía á sus Glas ó liacia votos por el
triu n fo de su causa. Y ¿có m o n o , cuando cada dia m as fieros los
espedicionarios, despreciaban el ausilio de los q u e supieron vencer
sin ellos, haciendo mofa de sus nobles a n d ra jo s? Y ¿cóm o n o ,
cuando Moxó cada vez mas sediento de riquezas, inventaba diaria­
m ente nuevos latrocinios y arrancaba al pais con m ano de avaro y
de soldado sus postreros recu rso s? No contento con las derramas
im puestas ántes p o r Morillo y por él, exigió en febrero otro emprés­
tito forzoso de 2 4 .0 0 0 pesos p ara com pra de arm as y m uniciones:
en agosto publicó una cosa que llamó prospecto de suscripción
g e n e ra l y v o lu n ta r ia ; m edio pérfido de a rran car dinero en un
tiem po en que no darlo de cualquier modo que se exigiese, pasaba
p o r confesion de patriotism o. Y esto baste p ara d ar idea de su r a pazid ad.
P or lo que hace á su carácter sa n g u in ario , no le dio á conocer
basta que, llegado Bolívar á las costas de O cum are, se le vino á las
m anos una ocasion de desplegarlo tal c u al'era. Entonces ordenó al
famoso Chepito González que arrestase en la oscuridad de la noche
á m uchps vecinos honrados y pacíficos de Caráeas, y que sacándolos
con u n a escolta hácia los valles de A ragua, los asesinase en lugar
apartado y solitario. El abom inable e je c u to r, n o queriendo dejar
p a sa rla ocasion de satisfacer algunas venganzas personales, agregó
á la lista de Moxó el nom bre de otros desgraciados, haciendo subir
297 _—
SU n ú m e ro á cu are n ta. Hechas las prisiones, se puso luego en cam ino,
¡y como este pareciese dem asiado largo á su im paciencia, empezó á
cum plir desde la s A juntas su terrib le encargo, dando m uerte á va­
rios proscritos. Mas; sucedió que la noticia de esta atrozidad se e s­
parció bien pronto y llenó de consternación la ciudad : la audien­
cia, q u e habia sido restablecida de real o rden , y el consejo p erm a­
n e n te , presidido entonces por el teniente coronel D on-Feliciano
.M ontenegro, hicieron enérgicas reclamaciones para q u e se arrestase
al asesino án tes q u e com pletara su o b ra , ignorando q u e Moxó tu ­
viese p arte en ella. Todo en v an o , p o rq ue el capitan general se
hizo sordo á sus clam ores y á los del pueblo, y dejó pasar tiem po.
Amenazado por aquellos trib u n ales con un inform e ;reservado al
rei, cedió al f i n ; pero ya cuando el crim en habia sido consum ado
:en la m ontana de G üere. Allí m u riero n el am able José Luis L andaeta, los herm anos Carlos y Lucio Alba y otros artistas virtuosos é
inofensivos, incapazes de conspirar contra n ingún gobierno, y cuyo
único delito e ra entristecerse p o r el m al y alegrarse p o r el bien de
su patria. Solo dos de aquellos desgraciados venezolanos escaparon
con vida : los otros fueron degollados en las A juntas y en G ü e re ,
p u n to este últim o d o n d e , según rec o rd a rem o s, halló Soublette
veinte y nueve cadáveres. Al sab er Moxó q ue el consejo de g u e rra
perm anente h ab ia encausado á González y estaba á pu n to de pro­
n u n ciar contra él sentencia de m u erte, lo disolvió, destinando á s u s
m iem bros á diferentes com isiones; otro nuevo que form ó de c ria­
tu ras suyas, puso en seguridad al reo, confinándole á C oro, donde
vivió tranquilam ente algunos años.
Colíjase de aqu í cuál era la suerte de la capital de V enezuela, y
sépase que no les cupo m ejor á los otros pueblos dom inados p or los
espedicionarios, donde cada jefe de ellos, á rb itro de la vida y de la
fortuna de las fam ilias, lo hacia serv ir todo á su provecho ó á sus
placeres. Menos aborrecim iento in spiraban las atrozidades de Bóves y las de su conm ilitones que las violencias de Morillo y sus sec u a z e s, porque aquellas no estaban como estas acom pañadas del
m enosprecio y el deshonor. Bóves, aniquilando á sus víctim as, n o
dejaba de ellas sino u n recuerdo q u e el tiem po debia b o rra r tard e
ó tem prano. Los espedicionarios m arcáb an las suyas con el sello del
.oprobio, y envilecidas, las presentaban luego al escarnio de la plebe
y de la soldadesca. Un heclio, u n grande hecho, visible, claro, tan
grande como la A m érica, ofrece por sí solo la p rueb a y el resal-.
>298
—
tado de esta conducta. En -toda la vasta estension-de las-colonias
hispano-am ericanas el pueblo se m ostró desafecto á :la causa repu­
blicana : en V enézuela'Ia hostilizó de m u erte muchos anos. Pues el
pueblo concluyó p o r conquistar en m ása la independencia, y mui
luego, cam biada su opinion en teram en te, m aldijo hasta el nombre
de sus antecesores.
Mas j o ceguedad d e 'la s cortes I -¡ o desgracia del generoso pue­
blo e s p a ñ o l, encadenado siem pre al p o ste’d e ’la serv id u m b re , ju­
guete m iserable de los-reyes y -d e s u s .c r ia tu r a s ! M oxó, el rapaz
Moxó obtuvo de F ernando ÍVII el no m bram ien to de eapitan gene­
ral en propiedad, y fue condecorado por él con el grado de mariscal
de cam po : las mismas recom pensas o btuviera án tés Monteverde :
las-m ism as debía ob ten er u n día Moráles. Y las colonias en tantose
p erd ían , é iba á*ménos e l-c ré d ito y poder de E spaña,sin q u e en la
Península su p ie ra el pueblo, ni au n quizá el gobierno, el verdadero
estado de las-cosas.
ANO DE I 8 1 Í .
El L ibertador n o te n ia en la provincia de'B arcelona-m as enemi■gos que u n a corta partida situ ad a sobre el U ñ a re , fren te.al pueblo
de Clarines, á 'la s órdenes del eapitan Don Francisco Jim én ez, su­
b altern o de Moráles . y u na de indígenas de -Píritu y otros pueblos
que se le agregaron sucesivam ente. Esta circunstancia, las diversas
atenciones q u e p o r aquel tiempo ocupaban á los españoles en Guayana, Apure y C um aná, y la ausencia de M orillo, hicieron c re e rá
Bolívar b u e n a la ocasion de o c u p a rlo s valles de la provincia-de Ca­
racas , au m en tar su fuerza con-la poblacion de la com arca y aun
hacerse dueño de la misma capital. Mas que todas:Jas razones in­
d icada s, este deseo de e n tra r en C arácas, objeto constante de sús
pensam ientos y cuid ad o s, fue el que en la ocasion presente decidió
al L ibertado r á seguir el*plan poco justificable de u n a invasión al
pais en q u e ‘habia m énos probabilidad d o lm e n .éxito contra sus m ui
^pujantes enemigos. -El ataque h e ch o -el -dia 9 de ¡enero con 700
hom bres á las posiciones enem igas, fué tan desgraciado, que Bolívar-y Arizn¡endi volvieron á Barcelona con*mui pocos-soldados de­
jando en poder del enemigo m uchos p risio n e ro s, a riñas ly p e rtre ­
chos.
Rehacer estas fuerzas y alojarlas con la posible seguridad fué la
— 299 —
R eferente atención ¡del general Bolívar en,aquéllos momentos,=pues
g’demas de la d erro ta que acababa de su frir, tuvo noticias de q u e el
ijjíigadier Don Pascual Real movia -conlra B arcelona la colum na
ap añ ó la m andada organizar p or Moxó en O rituco : componíase
•$e 5.9 0 0 hom bres m as q ue m enos, y estaban en su s filas M oráles,
lieclio ya brig ad ier, y el coronel Don José'A idam a.’rodos los hom ­
bres capazes de to m a r las arm as fueron llamados al servicio en Bar­
celona y sus cercanías, recogiéronse'víveres,'se dispuso el convento
de franciscanos p a ra que sirviese de cuartel y ál mism o tiempo de
-punto de defensa , y se enviaron comisionados al general M arino
para p ersuadirle á q u e llevase sus fuerzas á Barcelona .••Bolívar le
"indicaba el plan de hacer frente á Real con s u s‘tropas reunidas, ó
flado que este 'h u b iese ocupado la ciudad, m an io b rar por la m a r­
gen d erech a del rio N everí en el concepto de q u e él se m an ten d ría
en el convento de San Francisco hasta su llegada.
M arino despues d e algunos ataques infructuosos contra C um aná,
habia situ ado su cartel general en la C an tau ra , y luego que oyó á
los com isionados d e Bolívar, reu n ió ‘los jefes de sus tropas y de co­
m ún acuerdo convinieron en e je c u ta re l m ovim iento á q u e se Ies
invitaba. El coronel Antonio José de Sucre quedó m andando en la
provincia de Cum aná, y M arino con el m ayor general Rafael Gue­
vara, B erm údez, Valdes, Armario y toda su fuerza d isp o n ib le , que
no escedia m u cho de '1 .200 hom bres, se dirigió el dia 20 á Barce­
lona, p a rte p or m a r y parte p o r tierra, designando el pueblo de Po­
zuelos p ara punto de reunión.
El 8 de fe b re ro , Reál con sus tr o p a s , engrosadas ya con 1:200
hom bres de C larines, entró en la ciu d ad , y sin dirig ir u n ataque
serio sobre el convento de franciscanos, lim itó sus operaciones á
escaram uzas en las calles que conducían á él, ocupando el puente y
la plaza m ayor con el grueso de sus'fueizas ; pero en la noche del
m ism o dia se re tiró fuera d é la poblacion y en seguida al P ilar, con
m otivo de la llegada de M arino á Pozuelos. Las fuerzas de este jefe
y de B olívar, reunidas in m ed iatam en te, hicieron u n movimiento
c H 4 sobre San B ernardino, en donde un destacam ento español q u e
ocupaba el convento lo defendió b rillantem ente contra la vanguar­
dia republicana. El 4 5 regresaron las tropas á"Barcelona,'-y e l‘2 l el
brigadier Real, abandonando él Pilar, se situó en P íritu ~y C larines.
Bolívar aguardaba,y deseába que el enemigo se volviese á atacarle
en Barcelona, po rq u e confiado en los medios q u e tenia para hacerle
— 500 —
resistencia y destruirle, se prom etía p o r resultado de este triunfo la
ocupaciou de Caracas, en donde creia en co n trar los recursos nece­
sarios para an iq u ilar las fuerzas españolas que ocupaban una gran
p a rte del territo rio . Pasóse em pero todo el m es de febrero y habia
tam bién trascu rrid o la m itad del de m arzo sin que, el enemigo hu­
biese hecho la m enor dem ostración de ataqu e.xo ntra.lo s p atrio ta s:
d e m an era que esta inacción del jefe español^ originada de la falta
de artillería de sitio, dejó sin resolver el problem a. Porque hacién­
dose cada vez m as escasos los m edios de subsistencia p ara las tro­
pas aglom eradas en B arcelo na, y no considerándose Bolívar con las
suficientes para com batir á los enemigos en sus posiciones, aunque
se creyese bastante fuerte p ara resistirle en las p ropias, determinó
con la anuencia de todos los jefes presentes en el cuartel gen eral,
evacuar la ciudad, traslada r á M argarita todos los efectos de guerra
existentes en ella y conducir las tropas a las llan u ras de la provin­
cia, para ligar sus operaciones con las de G uayana,,sin fijar ningún
p la n hasta q u e reconocidas p o r su persona las fuerzas de P iar y sus
recursos, viese si podia co n tar con ellas p a ra u n golpe de impor­
tancia. Ya el L ibertador habia concebido eL gran proyecto de regu­
larizar Jas operaciones de los diferentes cuerpos patriotas que exis­
tían en el país y bu scar un a base de operaciones que hasta entonces
n o poseían. Tenia p or cierto que esa base de operaciones,debia ser
la provincia de G uay an a, cuyas dos plazas fuertes estaban sitiadas
p o r el éjercito de P iar. Si este era suficiente , aceleraría la rendi­
ción de e lla s ; si n o , llam aría en su ausilio las fuerzas de Barce­
lo n a . Ocupada G uayana, se p ondría en com unicación p o r el Ori­
noco con las tropas de A pure, form ando entonces este la izquerda
de la línea. M aturin y la p arte lib re de la provincia de Cumaná
com pondrían la derecha, y las pequeñas divisiones de Zaraza y Monágas q uedarían obrando en las provincias de Carácas y Barcelona
com o cuerpos avanzados.
La resolución del L ibertador fué co n trariad a en p arte por las
autorid ad es m unicipales de la plaza, las cuales con el apoyo del ge­
n eral Pedro María Freites y del gobernador político Francisco Este­
b a n Rívas, p retendieron defenderla si se les dejaba el batallón Bar­
celona y algunas arm as y m uniciones. Esta pretensión era patrió­
tic a ; p ero indiscreta y nada m ilitar. B olívar, e m p e ro , d e s p u e s de
em plear sin fruto cuantas reflexiones le sugirió su ingenio y su esperien cia p ara d isuadir de ella al a y u n ta m ie n t o a l gobernador y
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al'-comandante de las arm as, no se atrevió á desatenderla. La faci­
lidad y prontitud con que Real sé retiró el dia 8 de febrero, hacia
creer á los barceloneses que lo mism o sucedería o tra vez, no pudiendo ó no queriendo com prender que un cuerpo qiie salia de la ciu­
dad por ser im posible perm anecer allí mas tiem po, y que no iba á
buscar al enemigo en sus posiciones p o r inferioridad de fuerzas, de­
bía necesariam ente en con trar m ayores inconvenientes p ara volver
á Barcelona cuando estuviese atacada. Bolívar sin em bargo, á fin de
precaver en lo posible los m ales que preveía, dejó con F reites u n a
guarnición de 700 hom bres p a ra defender la casa fuerte y proteger
obra de 500 personas de todo sexo que en ella se hallaban refugia­
das. Él m archó con u n a pequeña escolta de jefes y oficiales hácia
Guayana por fines de m arzo.
En las tropas que á las órdenes del general Mariño se d irig iero n
inm ediatam ente al Carito, existía u n principio de división m al disi­
mulado. Este jefe, soñando siem pre m andos suprem os y absolutos,
y con la m em oria puesta en los prim eros años de su au toridad, no
quería servir bajo las órdenes inm ediatas de Bolívar, y solo desea­
ba volverse á Cum aná con los cuerpos que de allá habia llevado.
De su p arte estaban uno que otro jefe y algunos oficiales; pero Soublette que era el jefe de estado m ayor, Bermúdez y Valdes, que en
otros tiempos habian preferido seguirle en oposicion á las m iras
de Bolívar, se hallaban ahora decididos á obedecer á este á todo
trance.
Situados en el C arito, quiso Mariño reorganizar su división d a n ­
do á U rd a n e la , por encargo especial del L ibertador, el m ando de
una colum na que estaba á cargo de A rm ario, y form ando con parte
de las dos restantes o tra q u e pensaba poner á las órdenes de su
secretario el com andante Rafael Jugo, adherido especialm ente á su
persona. U rdaneta, viendo la m ala vuelta q u e iban tom ando aq u e ­
llas cosas, rehusó el empleo qu e se le ofrecía, y q ue nadie repugna­
ba ; pero Jugo, po r no ten er igual c o rd u ra, fué causa de que opo­
niéndose á su colocacion Bermúdez y Yaldes, rom piese en declara­
da enem istad lo q u e hasta entonces no habia sido sino sorda oposi­
cion. La resistencia y el desorden subieron á pu n to que los cuerpos
movidos p o r sus jefes cogieron las arm as p ara desobedecer ab iertam enle. Para cohonestar la insu b o rd in ació n , llegó allí, no se sabe
cómo, la noticia de que Bolívar en su m archa p ara G uayana habia
sido atacado y m uerto p or u n a g u e rrilla , atribuyéndose en el acto
— 502r
la.su p u esta desgracia á traición concertada en tre’Marino y Jugo.
Calmóse algún tanto el m otin sin dejar de persistir- los jefes en su
oposicioo, llevándose el fu ro r contra Jugo al estrem o de q u e re r ase­
sinarle. U rdaneta, en cuya casa vivia, le salvó tom ando su defensa
y publicando que el L ibertador, según avisos de Monágas, habia
pasado por Santa Ana sin niuguna novedad. Y era cierto, porque
aunq u e efectivamení e fué atacado poco, despues de haber salido
de B arcelona, escapó con todos sus com pañeros, sin m as desgra­
cia que una herida hecha al valiente comandante- José María Carreno.
El resultado de este desorden fué que al am anecer el día siguien­
te se moviese toda la división sobre A rag u a , alejándose de Barce­
lona, y no pensando en estraer, como Bolívar ,1o habia ord en ad o ,
los elem entos de gu erra que allí estaban todavía, ni en d a r mano
amiga á sus valerosos defensores. Para este m ovim iento se pretestó
ser Aragua posicion mas m ilitar y abundante en recursos ; pero no
bien se hallaban en ella cuando se recibieron avisos del general
Freites, inform ando de la aproxim ación del enemigo y pidiendo los
ausilios del ejército para defen d erse. Los partes se repetían, y cada
vez mas urgentes, hasta decir en u n o de ellos que aquel habia de
ser el últim o , según como estaba la plaza rodeada de enemigos;
m as cuando se creia que la división iba á volver en ausilio de Bar­
celona, se oyó un toque de alarm a á m edia n o c h e , y se esparció
la voz de que el enemigo se aproxim aba á toda prisa. No habia tal,
sino que en aquella hora habían decidido evacuar á Aragua con
destino al C haparro las tres divisiones de B erm údez, Valdes y Ar­
m ario, dejando allí á Marino con la que debia m an d ar Jugo, la cual
se com ponía de un batallón de negros de G üiria. Efectivam ente se
fu e ro n , y luego despues Marino mismo tomó la dirección de Santa
Ana p ara seguir hácia C um aná con sus restos. U rdaneta, que habia
hecho m ucho em peño p o rq u e se socorriese á B arcelona, viéndose
solo, siguió al am anecer el movim iento de M arino, y al llegar á Santa
Ana le instó de nuevo por ir á Barcelona. Marino le dió en efecto
el batallón de G üiria, y Monágas, que se hallaba en aquel p u e b lo ,
200 hom bres de caballería. Con esta fuerza se movió hácía la c iu ­
dad ; pero al llegar con su tro p a á A ra g u a , encontró al oflcial Rai­
m undo F re ite s, herm ano del g en eral, y á otros dos que escapados
de la casa fuerte le dieron noticia d e la com pleta destrucción de los
patriotas y de ser ellos acaso los únicos qu e se hubiesen salvado.
— 505 —
No teniendo ya objeto su m a r c h a , resolvió U rdaneta volverse á.
Santa Ana á en treg ar las tropas que se le habian confiado ; y es de
advertir q u e á n tes de retira rse llegó tam bién á Aragua uno de los
cuerpos q u e habian m archado p ara el C haparro, y por él se supo
que los otros iban d etras dispuestos á ausiliar la casa fuerte. ¿ P o r
qué se determ inaron á hacer tarde lo que pudo y debió hacerse
tem prano con buen éxito? ¿ P o r qué la m archa precipitada del Ca­
rito á Aragua y la de Aragua al C h ap arro ? En vano se d iria que
este era el lu gar designado por Bolívar para que se le e sp erase; p or­
que él no entendía por esto que se desatendiese á Barcelona hasta
el punto de abandonarla á sus propios recursos; sino que el ejército
se procurase subsistencia en las lla n u ra s, dando á la plaza en caso
necesario pronto ausilio. La razón principal, la única, m ejo r dicho,
que hubo para la estrao rd in aria m archa al C h a p a rro , fué el tem or
que los jefes habian concebido de los designios de M arino, y la n e ­
cesidad en q u e estaban de fru strarlo s p ara no ver destruidos los
planes de Bolívar. Conseguido el o b je to , volvieron en socorro de
F re ite s; pero desgraciadam ente era ya tarde. Lo cual hace ver, con
todo y que no debe atrib u irse á m ala v oluntad de M arin o , como
hasta ahora se ha hecho , la pérdida de Barcelona y la suerte des­
graciada de sus defensores.
Perecieron los infelizes casi todos al fu ro r de Aldama , que fué
quien los atacó en la casa f u e r te ; no siendo esta o tra cosa que el
convento de San F ra n c isc o , situado al estrem o de la ciudad hácia
el lado por donde salen los caminos q u e van á P iritu y al Juncal.
El edificio principal era p e q u e ñ o ,a u n q u e con grandes p a tio s; pero
las p a re d e s, si bien suficientes para re sistir el fuego de la in fan te­
ría, eran absolutam ente inútiles p ara defenderse contra la artillería
Algo se hizo para arm ar y fortalecer el p un ió , practicando troneras
en las ta p ia s, y poniendocaíiones en los patios y en la azotea. In ú ­
tiles esfuerzos, que dieron motivo para que u n a m atrona venezo­
lana de m ucho e s p ír itu , m adre de varios oficiales m uertos en la
guerra , llamase con razón aquella casa fuerte , la casa d é b il; y el
resultado justificó su pensam iento.
Ya liemos visto que Real se habia m antenido m uchos días en
inacción por carecer de a r tille r ía , no habiéndole au n sido llevada
por su escuadrilla. Morales y A ldam a, aprovechándose de aquellos
dias de reposo, em pezaron á in trig a r q uerien do apoderarse cada
uno del m ando : el prim ero escribió á M oxó, díciéndole que Real
— 504 —
era u n pobre h o m b re , flojo, omiso, y que á Aldama no se le podía
ag u an la r de tu rb u le n to : este p or su p arte, que sabia de un pro­
ceso hecho al perverso canario en O rituco, le calificaba de insubor­
dinado y am b icio so , sin perdonar p o r supuesto al je fe , á quieu
igualm ente llam aba desidioso é inepto. El resultado de esta intriga
fué la prisión de Morales para responder de sus atrozidades recien­
te s , la separación de Real y el n o m bram iento de Aldama para ocu­
p a r su lug ar. Mal grave era este p ara los defensores de Barcelona ,
caso de ser vencidos, pues las arm as en m anos de h om bre tan ira­
cundo y desapiadado, d estru ían toda esperanza de salvación.
A ldama tuvo avisos oportunos de la salida de Bolívar para Gua­
yana é inten tó perseg uirle; pero no habiendo podido re u n ir con
p ro n titu d u n núm ero suficiente de caballos, resolvió llevar á efecto
la lom a de la casa fuerte de B arcelo n a, á cuyo efecto se puso en
m archa contra ella el 5 de a b r il, dejando solo en U ñare 600 hom­
b res á cargo del teniente coronel Don Feliciano Montenegro Colon,
nom brado de antem ano p ara gobernador de la plaza. El dia 5 ocupó
el caserío de la ciud ad y se puso en com unicación con la escuadri­
lla, recibiendo la a rtille ría que necesitaba : al am anecer del 7 p rin ­
cipió á batir el edificio, y hallando la brecha practicable poco des­
pues de m e d io d ía , lo tomó por asalto con p érd id a considerable.
Cebóse la espada de los vencedores con encarnizam iento indecible
en cuanto allí respiraba. Todos los q u e se hallaban en el recinto de
la casa fu e rte , no solo republicanos, sino hasta algunos prisioneros
realistas , fueron pasados á cu ch illo , sin o tra escepcion que la de
tres ó cuatro m u je re s, que los vencedores condenaron al oprobio.
F reites y Rívas que lograron a b rirse paso por entre los enemigos y
salir al c a m p o , fueron cogidos luego y enviados á C arácas, donde
Moxo ios m andó ahorcar : algunos aun q u e pocos individuos esca­
paron huyendo en tiem po : cincuenta heridos y enferm os que fue­
ro n recogidos en el hospital, debieron su salvación á M ontenegro,
así como algunos prisioneros tom ados en las cercanías, á los cuales
Aldama habia m andado pasar p or las arm as.
Tom ada Barcelona y separado Mariño de la división para volver
á C u m an á, quedó de hecho el general Bolívar reducido á o b rar cu
la provincia de G uayana. Por lo cual conviene digamos cuál era en
aquella com arca el estado de las cosas.
Ya hemos visto que el infatigable y valiente Cedeno se habia
m antenido el año pasado en los m ontes del Tigre y las llanuras
— 505 —
adyacentes. Hallando luego dificultades para la subsistencia de sus
tropas, se decidió á pasar el Orinoco y asentar su campo en paraje
donde pudiese estar con menos privaciones, y para ello se estable­
ció en C aicara, eficazmente ausiliado por la fam ilia de Rio-Bueno,
valiosa y de inllujo en aquel partido. Allí aum entó sus Iropas, y
acopió ganados y caballos. No existían en G uayana fuerzas en em i­
gas considerables, porque siendo teatro de la g u erra las provincias
interiores, se lim itaban los españoles á tener guarnición en las dos
plazas; m as la aparición de Cedeíio en la com arca les hizo pensar
en asegurarla y em pezaron á organizar fuerzas con q u e d estruirle
ó contenerle. La contienda em pero se lim itó á contados reencuen ­
tros de g u e rrillas, poco im po rtan tes y nad a decisivos, hasta q u e
Piar, unido á Cedeno con las tropas que sacó de B arce lo n a , dió
m ayor estension y actividad á las operaciones.
Desde luego P iar se propuso m arch ar sin dilación á Angostura,
em bestirla y tom arla ; pero la ejecu cio n .d e este proyecto, diferida
con motivo de la creciente de los rios, estuvo á punto de frustrarse
por nuevos disgustos y rencillas en tre jefes y oficiales. Siendo P iar
hom bre de genio duro y violento, 110 se cu rab a de ganar el afecto
de sus compañeros, y estos, voluntariosos é in su b o rd in a d o s, como
partidarios al fin , ó se separaban de él ó contrariaban sus proyec­
tos. Varios hicieron lo prim ero , y los restantes reunidos en ju n ta
de g u erra entraro n á considerar si convendría seguir en la em presa
com enzada. La influencia del valeroso coronel José Antonio Anzuátegui hizo decidir la cuestión en favor del proyecto, y si bien algu­
nos jefes y oficiales quedaron disgustados y se fu e ro n , los otros,
olvidando piques y m iserias, convinieron en acom pañar al general.
El 23 de diciem bre de 4 816 se puso este en m archa para el C aura,
en cuyas orillas se detuvo hasta lograr la construcción de em b ar­
caciones para pasarlo : los enemigos tenian del otro lado cuatro
com pañías parapetadas en tierra é igual núm ero de em barcaciones
m enores en el rio , bien arm adas y tripuladas.
Por la noche del 50 al 51 de diciem bre u n oficial de m arina lla ­
mado Rafael Rodríguez pasó cautelosam ente el C aura con (res hom ­
bres escogidos, en una mala y pequeña lancha que u n acaso deparó
á P iar ; sorprendió u n a avanzada del enemigo y logró apresar u n a
de sus em barcaciones á presencia del jefe español Fizgerald y de su
tropa : con ella volvió triun fan te al cam pam ento. El p rim ero de
enero se echaron al agua dos buquecillos m andados co n stru ir p o r
U IS T . E O D .
oa
— 506—
el general, nno de.Joscuales se inutilizó en el acto, pero fué reem ­
plazado por el que Rodríguez apresó . En am bos se em barcaron dos
piquetes de infantería para hacer rio arrib a su desem barco, á tiem ­
po q u e la a rtillería abría sus fuegos p or el frente y que Cedeño á
la cabeza de u n escuadrón se arro jab a al rio con dirección al paso
r e a l, donde estaban las fuerzas sutiles enemigas. Pero tanto estas
como las tropas d e ,tie rr a , despues d e,h ab er disparado algunos ti­
ros de cañón , huyeron vergonzosam ente como: sorprendidas de un
arrojo tal. Su infantería siguió en retirada hácia la ciudad de An­
gostura, viva y eficazmente perseguida p qr Cedeño hasta el pueblo
de San Pedro, distante del Caura legua y m edia.
Vencido el paso del rio y no habiendo ya inconveneniente para
seguir á ,A n g o stu ra, continuó P iar su m archa y llegó frente á la
ciudad el -12 de enero , estableciendo su cam po en el sitio llamado
del Juncal. No m as tarde q u e el -18 por la noche in ten tó u n asaltocon tra la plaza; pero rechazado con perdida considerable por las
fu<rz's de m ar y tierra que.la defendían , hubo de volver mal tre­
cho á sus cuarteles en la incapazidad de hacer un n uevo ataq u e. La
inacción á que le red u jo este suceso desgraciado y las noticias que
se re c ib ie ro n d e B olívar, despertaron las mal apagadas disensiones y
fueron causa de que algunos descontentos Je abandonasen para irse
á reu n ir al general en jefe del ejército. Entonces se le occurrió á
Piar el escelente pensam iento de ocupar las m isiones del C a ro n í; de
cuyo territo rio sacaban los de la plaza-ab un dantes provisiones y
donde él mismo podia rehacerse y descansar.. A sí, dejando frente
á A ngostura á los coroneles Teodoro Figucredo y Felipe Mauricio
M artin con la m ayor p arte de la cab a lle ría, m archó él con el resto,
la infantería y los jefes principales el 8 de febrero hacia los célebres
sstablecim ien'os d élo s capuchinos catalanes. A los nueve dias esta­
ban tomados todos e llo s , á pesar de la resistencia opuesta p o r lo?
realistas en baterías y atrincheram ientos levantados á las m árgenes
del Caroní. [.os que no fueron m uertos ó prisioneros se refugiaron
en las fortalezas de la Vieja Guayana , único pu nto q u e por aque­
llos,parajes continuaron dom inando los españoles hasta m as ade­
lante. P iar entró en la villa de Upala con toda su fuerza el -17 de
febrero é inm ediatam ente trató de utilizarse de-su conquista , lo­
mando dos medidas igualm ente decisivas que ¡m portanles. Una fué
la de re u n ir en el convento d e Carnache, á 22 m isioneros que en­
contró regados, por los p u e b lo ', privándolos al mism o tiem po de
— 507 •*— _
toda función adm inistrativa y religiosa/ Con es(o ios indígenas, que
aborrecían de m u erte á los p ad res, se decidieron p or el partido de
los in d ep en d ien tes, se alistaron en sus filas y les hicieron servicios ‘
de im portancia. Fué la segunda encargar al honrado y activo José .
Félix Blanco de la adm inistración de las misiones con título de co­
m andante general de ellas. Eran 46 ó 47 pueblos, q u e Blanco d iv i­
dió en cinco distritos, los cuales gobernó a c e rta d a y cuerdam enle
por medio de agentes civiles : de ellos sacó m as adelante grandes
recursos para la guerra , influyendo de un modo decisivo en la ocu­
pad- n de toda la provincia de G uayana. Pasados algunos dias, v o l­
vió Piar con sus tro p asa l sitio de Angostura y envió al L ibertador
aviso de todo lo ocu rrid o .
Este tuvo en efecto una entrevisia con Piar y regresó luego a!
C haparro , donde encontró las colum nas de Armario-,-Bermúdez y
Valdes . la nueva infausta de la casa fuerte y la novedad del vi ¡je
de Marino á Cumaná. Inm ediatam ente em prendió su m ovim iento
hacia el Orinoco y poco despees reunió sus fuerzas á las de Piar,
que se hallaba en el Juncal. D orante su ausencia , u n grande y glo­
rioso acontecim iento habia m ejorado considerablem ente la situación
de los patriotas.
Morillo habia bailado apénas resistencia en la Nueva G ran a d a ;
pero aun qu e aposesionado de ella á poca c o sta , tratóla como tierra
ganada palm o á p a lm o , en guerra desastrada ; ó n o , tratóla corar»
Irataria un am o cruel la gavilla do sus siervos sublevada.- Morales
y Bóves hubieran in distin tam en te degollado, saqueado ; pero é l ,
mas esquisito en su c ru e ld a d , m ató solo cuanto era ilustre por el
saber, el valor ó la v irtu d , violando p ara ello la am nistía conced d i
por uno de sus tenientes. T urbáronle en esta faena de abom inable
pacificación hecha bajo el influjo de E n rile , las noticias de Vene­
zuela , y á mediados de e n e ro de este año pisó su suelo p ara ver
palpiblem ente los efectos de sus desacuerdos políticos y m ilitares.
« Entonces, dice él mismo , tuve noticias sinceras y exactas del es« tado en que se hallaba : no era- la m ism a Venezuela quey<> había
o dejado con fuerzas suficientes p ara m an ten er su integridad. » Qué
diferencia en efecto 1 M argarita habia espelido á sus contrarios á
poder de a r m a s : las provincias de C u m an á , Barcelona-, y las lla­
nuras de la de Caracas estaban perdidas para los españoles en m u ­
cha parte : el espacio que m edia en tre él Apúre y el Arauca se ha­
llaba ocupado por las fuerzas de Páez. G uay an a, la-apartada é in -
— 508 —
teresante G uayana, tenia en P iar á las pu ertas de sus dos plazas
u u terible enemigo. De este m odo los p atrio tas, cambiada su basa
de operaciones, eran dueños de la segunda línea estratégica del
país y se hallaban en la m ism a posicion que tuvieron Bóves, Mora­
le s , Yáñez y Puy en otros tiempos. Merced á Morillo , los llaneros
eran y a'p atrio tas : m erced á M orillo, los habitantes de la serranía
continuaban siéndolo : m erced á M orillo, la g u e rra habia pasado
de civil á ser puram ente nacional. No m aldigam os su orgullo y sus
violencias , pues ellas dieron nacim iento á la p atria.
La Torre y Calzada, que precedían á Morillo en su m archa liácia
Venezuela , se reunieron en G uasdualíto á principios de enero. En
esos mismos dias el b rig ad ier Don Ramón Correa y el teniente co­
ronel Don Salvador Gorrín salieron de San F ernando con -1300 hom ­
bres de todas a rm a s , atacaron la línea de los patriotas y batieron
com pletam ente á G uerrero, obligándole á replegar sobre Páez, des­
pués de un sangriento com bate en que los patriotas tuvieron una
pérdida considerable. Levantado p o r consecuencia de este triunfo el
sitio de aquella plaza, la atención de La T orre y Calzada debia d iri­
girse á b atir á Páez , obstáculo el m ayor que se oponia á la ocupa­
ción del Apure y sus llan u ras. Cuatro m il soldados aguerridos de
todas arm as y en tre ellos H 0 0 de caballería al m ando del coronel
Remigio Ramos, era una fuerza capaz de in sp irar confianza á cual­
q u ier jefe, por tím ido que fuese ; tanto m as que La T o rre, valiente
de suyo , pundonoroso y em prendedor , anhelaba por distinguirse
noblem ente entre los suyos. A sí, continuó su m archa hácia el
pueblo de San Vicente , guiando por la derecha del Apure , siendo
su intento atacar á Páez , qu e á la sazón se hallaba en M anteca!. El
28 de enero se vieron en la lla n u ra de las Mucu rilas patrio tas y
re a lis ta s , estos con la gente que hemos d ic h o , aquellos con -1100
hom bres de caballería. El resultado del choque fué tan desventa­
joso para La T orre como honorífico p ara Páez, el cual dem ostró en
él su valor h abitu al y la pericia consum ada que siem pre ha poseido
en la guerra de p artidas. La formación del jefe realista fué la que
convenía al sitio y á la clase de enemigos con quienes tenía que ha­
bérselas : u n a fuerte y com pacta colum na de infantería, y la caba­
llería en las alas y á retag uard ia. Páez con solo ginetes no podia
atacar á tiro de fusil sin esponerse á ser destru id o totalm ente , y
p or eso su plan se redujo á separar de los infantes los caballo
enemigos. La presunción de Ramos y la poca práclica de La Torre
— 509 —
en aquella especie de combates, le facilitaron el logro de su intento.
Form adas dos colum nas con parte de su tropa , m andó Páez atacar
los flancos españoles, previniéndoles retirarse luego al punto como
si fueran rechazados, á fia de lograr q ue en el calor de la perse­
cución se adelantasen los ginetes enem igos y quedasen envueltos
con otras dos colum nas preparadas al in ten to . E sta sencilla m a ­
n io b ra tuvo el resultado que esperaba, y la caballería de La T orre
fu é destruida en un m om ento : solo escaparon los húsares eu ro ­
peos, po r haber avanzado con ménos celeridad y atu rd im ien fo que
los criollos m andados por Remigio Rámos. El jefe republicano
m andó en seguida quem ar la paja de la llan u ra , con lo eual quedó
esla en pocos instantes hecha un m ar de fuego. Felizm ente p ara La
T o r r e , su infantería pudo llegar en colum na cerrada hasta m eterse
en un pantano donde las llam as se d etu v ie ro n , p o r estar verde el
cam po; pero cuando em prendió la retira d a hubo de su frir repetidos
em bates de cab allería, hasta un lu g ar del Apure denom inado Paso
del F rió , distante u na legua del campo de batalla : allí cesó la p er­
secución, porque abrigados los enemigos del arbolado de la m árgen
derecha del rio , era im posible continuarla sin infantería ni arm as
de fuego. Hablando de esta acción escribia Morillo : « Catorce car<i gas consecutivas sobre mis cansados batallones me hicieron ver
« que aquellos hom bres no eran u n a gavilla de cobardes poco n u « m erosa, como m e habian inform ado. » Este jefe se incorporó a
La T orre en la m adrugada del siguiente dia y w itin u ó con él su
m a rc h a á San F e rn an d o , sin atrav esar el Apure , y á vista siem pre
de la caballería rep u b lican a: por fin Páez se retiró á San Ju an de
Payara , viendo que los enemigos escarm entados no q u erían em ­
p eñar nuevo com bate.
Morillo en electo, viendo . i r a peligroso para la causa real el
estado de las cosas , rio se curaba p o r el m om ento de u n a contien­
da formal en el A pure: su objeto principal era entonces la pacificación
■de las provincias o rie n ta le s, sobre todo la de aquella M argarita
cuyo alzamiento era para él un m otivo constante de m artirio . Luego
verem os hasta qué p u nto el rencor concebido contra ella fué causa
de su mas grave falta m ilita r : ahora le dejarem os por u n instante
en San Fernando, para seguir á La T o rre, que desde este punto se
dirigió á G uayana, bajando el A pure y el O rinoco.
P iar habia vuelto á las m ision es del C a ro n í, y su enemigo con­
cibió el proyecto de q u itá rse la s, por ser ellas el-único almacén de
provisiones que tuviese Angostura'. Esto y .u na peste de fiebres hor­
rorosa que á la sazón-afligía la .ciudad , le determ inaron á hacer
una salida hácia el hato llam ado F e rra n e ro , al-sur d e e lla , como
;si .fuese para coger ganados, y en realidad para llam ar la-atención
de Piar al propio p u n to . La T o rre , p u e s , fingió « n a gran necesidad
de sacar su ejército de l a ,p la z a , p a ra que su co ntrario pasase el
Caroní con su cab allería: su plan era salirle entonces al encuentro,
en la confianza de que cuando P iar estuviese cerca del hato Fer­
ranero , distante dos ó tre s jornadas del C aroní, y con sus caballos
estrop ead o s, le seria fá cil, h u rlándole la vuelta en una noche,
volver á la p la z a , em barcar su gente en bu qu es al inlento prepa­
rados y m eterse en las m isio n es por la baja Guayana, Estaba per­
suadido de que su enemigo no tenia caballos frescos disponibles para
presen (arle b atalla, por deber hallarse todos ellos m u i cansados con
el paso y repaso del C a ro n í: ni ju z g a b a á P iar capaz de una tras­
tienda y previsión cual se necesitaban pava p e n e tra r en el secreto de
un plan tan bien concebido como hábilm ente ejecutado.
Pero desgraciadam ente para La T orre y sus tr o p a s , P iar era mas
astulo de lo i|ue aquel se figuraba : apénas se le di ó parte de la sa­
lida de los realistas, puso en m ovim iento su c a b a lle ría , y mientras
esta pasaba el caudaloso Caroní, llamó á Blanco, le instruyó conQ>dei;cialmente del plan de La T orre, y del modo como pensaba frus­
trarlo. Lltiroam em e le ordenó que sin pérdida de tiem po reuniese
por lo menos quinientos caballos escogidos para rem ontar sus ginetes
en la repasada del Caroní y poder caer sobre La T orre en donde quiera
-que apareciese sobre el territo rio de las m isio n es. Sucedió lodo
com o ¡o habia im aginado. Al saber el jefe-español que tenia á su
enem igo m ui cercano, hizo al anochecer grandes fogariles entre los
dos cuerp os, y al favor de ellos b u rló , á su p are cer, la vigilancia
de Piar : m archó luego á la c a p ita l, em barcóse al siguiente dia y
m ui pronto estuvo en la Vieja Guayana. El jefe republicano por su
p a rte , encontrand o al am anecer lim pio el campo de La T o n e , lo
reconoció y á poco ver quedó convencido por la huella del-deslino
y ohjelo de su a d v e rsario ; por lo cualcontram archó para irle á en­
co n trar en las m ision es. Cuando llegó al rio y lo pasó frente al
pueblo llam ado C aro n í, ya el activo Blanco habia puesto en ca'in in o , no 5 0 0 , sino 700 caballos por la via recta'de Upala á Alta—
— su
—
g ra c ia : recibiólos oportunam ente, f rem ontada su caballería, se es­
tuvo á' esperar q u e llegasen sus cCntrarios,* resuelto á com batirlos
form alm ente.
En efecto , el -H de ab ril á vuelta de las dos’dé (a lard e se avis­
ta ro n realistas y patriotas e n tré los pueblos de San Miguel y de San
Félix , los prim eros era n ^ ti00 infantes y1200 ginetes, los segundos
500 'arm ados dé fufeil, ‘otros tantos'de flechas, 800 de lanza y cerca
d e '4 0 0 'de cabállería. La T orre hizo de su gente tres colum nas cer­
radas,-guarneciendo sus costados cotí tropas lijeras y c ab á lle ría :
■Piar adoptó una formación c o n tra ria ; estendió cuanto pudo su
línea de fusileros y flech ero s, y colocó en segunda tila á los iudios
-lanzeros.
Reconocidas por este las tres masas enemigas, resolvió con acuerdo
-de ios jefes co n tram arch ar, para establecer su línea’de batalla en
un bajo á inm ediaciones del pueblo, donde su derecha quedase bien
cu b ierta por un m o ric h a l espeso y fangoso ; pero ai em pezar á
m overse con este f in , cambió repentinam ente de o p in io n , m an­
dando que la línea se estableciese á la falda de u n a pequeña altura
que se halla próxim am ente al ocaso de San M iguel: en esta posi­
ción la izquierda de los patriotas debia quedar cub ierta p o r'u n a
barranca profunda é inaccesible y la derecha por el cerro. Otras
ventajas igualm ente im portantes proporcionaba ella todavía : u n a ,
q u e colocada la caballería á espaldas de este c e rro , y como em bos­
c a d a , podia caer de flanco só b relas colum nas enemigas : otra;*que
debiendo estas sub ir un declivio , recibían todos los fuegos de sus
contrarios, sin poder hacerlos gran daño con el suyo. La ocupacion
del puesto no pudo hacerse , em pero , tranq uilam en te, p oiq u e 1.a
T o rre , queriendo aprovecharse del instante de incertid um b re que
notó en sus c o n tra rio s, siguió sobre ellos á paso de ataq ue y con
arm a á d iscrec ió n , pensando sobrecoger y trasto rn ar su línea.
Los republicanos m archaban en tanto por el flanco izquierdo á
colocarse en e! puesto designado , lo cual lograron cuando La TOrre
estaba ya á tiro de pistola. En aquel crítico m o m en to , no habiendo
tiem po para ag uard ar las órdenes del je fe , el coronel José María
C h ipia, com andante del batallón B arlovento, m andó hacer alto á
su tr o p a , d a r frente al enemigo y a lin earse : el teniente coronel
José María Laudaeta repitió las m ism as vozes y añadió las de fu e g o ,
<cargu en á la b a yo n eta . La línea toda por una súbita in sp ira ció n ,
siguió los m ovim ientos indicados por aquellos dos serenos o fic ia le s:
— 512 —
los fusileros y flecheros dispararon sus arm as haciendo u n estrago
horroroso sobre las espesas colum nas enemigas : las alas se inclina­
ro n form ando casi un sem icírcu lo . donde quedaron encerrados los
realistas, y cuando los peones de todas arm as se lanzaron sobre
ellos, la caballería desem bocó‘por la falda del cerrillo y cayó como
u n rayo sobre su flanco izquierdo.
Los realistas sin perd er su form ación in ten taro n retira rse ; pero
en vano : á los pocos instantes, estrechados ya p o r todas partes,
no pu dieron hacer uso de sus fuegos. Casi ningún tiro se oyó despues : el ru id o era de bayonetas y de lanzas, y la brega silenciosa,
solem ne. De vez en cuando se oía la voz de algún oücial español
que anim aba á los suyos, y frecuentem ente la de fir m e C achiri
con que C e ru ti, gobernador de A ngostura y jefe del estado mayor,
q u e ria infundir ánim o á u no de los batallones. Pocos m om entos so
pasaron y ya 110 habia c o m b a te , sino terrib le degüello de realistas.
Muchos de ellos se arrojaron desalentados á la b a rra n c a , y los que
n o m urieron en la caid a , fueron hechos prisioneros : gran núm ero
p ereció en su puesto : no pasaron de 17 individuos los que á favor
de la noche y por estar bien m ontados se escaparon con La Torre
al pu erto de las Tablas. El núm ero de sus m uertos escedió de 500,
el de sus heridos de 200 ; y entre los prisioneros se contaban 7o je­
fes y oDciales. C e ru ti, tan denodado y b izarro , era de este nú­
m ero : pereció con todos sus com pañeros , pues á nadie , sino es á
los am ericanos, se dio cuartel en aquel dia. La pérdida de P iar no
fué de consecuencia : sensible sí, por la m u erte de Chipia y de Landaeta.
Este brillante' triu n fo , que dio á P iar h o m b re s, m u n icio n e s,
arm as, vestuarios y dinero, no dejaba sin em bargo indefensa á A n­
gostura , m ientras que los patriotas careciesen de fuerzas navales
con que balir las del enemigo y hacerse duelíos del curso del Ori­
noco. Conociéndolo Bolívar, dio orden á Brion p ara que de Marga­
rita fuese con la escuadra á re u n írs e le , y c i , renunciando á asaltar
por el pronto la c iu d a d , resolvió conducir todos los cuerpos de
infantería á las m isiones del C aroní, p ara com pletarlos y discipli­
narlos. El ejército se a c a n to n ó , p u e s , en San F é lix , San Miguel y
otros pueblos, m ientras A ngostura q uedaba observada por la caba­
llería á las órdenes de C edeño , para solo el efecto de im pedir el
que recibiera socorros por tierra . Ambas m edidas eran acertadas y
a seq u ib les: la seg u n d a , porque La Torre no tenia fuerzas con que
ML&MW31S IPHAIE.
batir á Cedeño en campo r a s o : la p rim era , p orque las m isiones
abundaban entonces en recursos y los indígenas se m ostraban mas
y mas afectos á la república desde que se vieron libres del regím en
monástico. Cuéntase que cuando Bolívar tuvo sus prim eras vistas
con Piar en G uayana y supo la prisión de los p a d re s , prorum pió
con harta indiscreción en estas palabras. « ¿ Y po r qué no los han
m atado? » No fué necesario mas para que dos oficiales venezolanos
que aun existen los hiciesen degollar b árb aram ente en Caruache
por una partida de indios reducidos, m ortales enemigos de aquellos
infelizes. El L ibertador cuando supo lo ocurrido concibió de ello
grande sen tim iento , y es cierto tam bién que los asesinos proce­
dieron sin orden de ninguna a u to rid a d , llevados de u n im pulso
sanguinario m ui com ún por desgracia en aquel tiempo. Si las pa­
labras que dejam os estam padas se v e rtie r o n , puede que aquellos
dos m iserables las in terp re taran como u n deseo de Bolívar y se d ie­
ran priesa de cum plirlo ; mas de cualquier m odo, u n ejem plar cas­
tigo ejecutado en ellos debió lavar la m ancha que tan abom ina­
ble crim en dejó im presa en el ejército , y e s penoso d ecir que
nunca se pensó en im ponerlo á sus au to res.
En tanto q u e las tropas se ocupaban en au m en tar su fuerza y m e­
jorar su disciplina, buscaba Bolívar los medios de com unicar con el
eslerior p o r las bocas del Orinoco , y para ello dispuso que el jefe
mas activo é imperioso del ejército estableciese u n astillero en el
puerto de las Tablas, p ara convertir en buques de guerra algunas
malas piraguas que pudieron conseguirse. En esto estaba Bolívar
cuando llegaron á su cuartel general dos noticias sum am ente g ra­
ves.
Una era que Morillo se habia reunido con Aldama o H 5 de mayo
en el C haparro, y tenia allí á su disposición de 5 á 6000 hom bres
con, los cuales se proponía pasar el Orinoco y b u scar la. fuerza de
ios patriotas para ofrecerles la batalla.
Otra, que M arino, volviendo á su m anía de m ando suprem o en
el ejercito, habia form ado u n a especie de revuelta. He aq u í cómo
pasó el negocio. Ya nos acordarem os que el canónigo M adariaga,
aquel osado trib uno de la plebe que en -1810 quitó el m ando á Em paran y encarriló la revolución, habia sido enviado preso á España.
Pues escapado este hom bre y con él sus com pañeros de la prisión
de Ceula, se fugó á G ibraltar y se em barcó luego p ara América, lle ­
gando á Pam patar en el a b ril de este año. Poco ó nada instruido
— *514 —
dé los sucesos q u í'h a b ia n o c u rrid o -e n c l pais, y desconociendo por
lo tanto sus hom bres y-sus c o sas, creyó'M ádáriaga que aquel era
au n el tiem po’d e las ju n ta s y dé los congresos,ideMas constituciones
y laS leyes: Así, ‘llegado apénas, pUBlieó u n manifiesto en que re­
com endaba -la'fo rm a c io u -d e 'u n gobierno nacional; em anado de la
vo lun taddel pueblo, y.proscribía las autoridades-m ilitares que habia
creado Ja revolución , como otros tantos despotismos.5-M arin o , que
estaba en acecho-de-una'ocasion favorable p ara’-asestar u n golpe á
Bolívar, ó po r lo m énos para hacerse in d ependiente de él, acogió
con entusiasm o á aquel fogoso apóstol de la'dem ocracia, y en-breve
poniéndose de acuerdo con él y-con otros personajes, formó en Ca­
riaco u na especie de congreso (así-por-lo menos fué llamado) revis­
tiéndolo con facultades d e poder legislativo. Ante este donoso con­
greso, com puesto de -10 individuos sin autorización, dim itió' MariBo
el cargo de segundo je fe ’del ejército, y lo que aun es mas curioso,
tuvo la peregrina ocurren cia de hacer un a ren un cia en ’nom bre de
Bolívar, suponiendo qu e él aprobaría aquella farsa. Hechas estas
dim isiones , y creyéiidose'’líam ado el congreso á restablecer el go­
bierno federal, nom bró para que ejerciesen el poder ejecutivo co­
mo funcionarios principales al in teresan te y m alogrado general Fer­
nando T o ro , inválido co n -m o tiv o 'd e heridas recibidas en el sitio
hecho á Valencia p or M irarida; id coronel Francisco Javier-Maiz y
al g en e ral'B o lív a r; como suplentes á Zea, á' Madariaga y al coronel
Diego Vallenilla.
■ Oíros nom bram ientos hizo e n 1el ram o ju d ic ia l. P ara recom pen­
sar á Marino de su desprendim iento patriótico , se le proveyó por
jefe superior del ejército; y á B rion, q u e habia m etido la m ano en
la traza , se le hizo alm irante. Seguidam ente nuestros legisladores
designaron la capital de M argarita-como residencia del-gobíerno fe­
d eral, tom aron juram ento de obédiencia-á los em pleados que ha­
bían nom brado y disolvieron el 9 de mayo la ju n ta para-poner en
cobro las p erso n as, atento que los-enemigos se acercaban. Lo ad ­
m irab le en este asunto no es la conducta d é M ádariaga , especie de
fanático político , p ara q u ien eran necesarias á loda cosía hasta las
apariencias de la legalidad; n i la de M arino, dado enteram ente á la
desastrada am bición de m ando, que hacia inútiles su valor y buenas
disposiciones. No : lo asom broso es ver á U rbaneja, á Zea, al hon­
rado y discreto m argariteño Manuel M aneiro, y á otros varios s u getos distinguidos p o r sus servicios, -como m ilitares y como p o líti-
— - 513 —
eos, asociando sus respetables nom bres á u n a traza que en el estado
de las cosas pudo ser tan peligrosa como aparecía ridicula. A bsur­
do seria a trib u ir á estos Lom bres em inentem ente patriotas desig­
nios contrarios á Ja causa que defendían ; acaso fueron solo m o ­
vidos de zelo p o r la libertad, de aquel zeló asom bradizo q u e el in ­
genio superior y la g ran fortu n a ofuscan, y que se coloca siem pre
al lad o 'd e l m érito secundario, p o r ser en realidad ménos (etüible.
Pues, como dice Thiers, en -u n a república-debem os perdonar á es­
tos enemigos del in g e n io , cuando vemos lo que este puede hacer
co n tra la lib e rtad que le ha dado el ser, que le ha n u trid o y llevado
á la celebridad y al poderío. Sea de ello lo que fuere , -n o so tro s,
ju zgan do solo del hecho, creemos que cuando M orillo se acercaba
al O rinoco á la cabeza de una fuerza doble de la que lenia Bolívar,
era n ec e d a d , crim en tal vez, se p a ra rle d e l m ando del ejército, so
color de ponerle en m ejor a c titu d , para dedicarse á las funciones
del gobierno, fingiéndose desconocer que en aquellas circunstancias
estas funciones no eran ni podian ser otras que las'd e com batir y
triu n fa r.
■ El suceso de Cariaco encontró simpatías en Guayana. Piar, que
no estaba gustoso con que o tro , aunque fuese Bolívar, mandase,
se prom etía ya suceder á este en la dirección de las operaciones en
la provincia de Guayana¡ y no faltó uno que otro m ilitar de elevada
-clase que alen tara sem ejantes pretensiones: mas todo paró en am a­
gos , p orque los jefes de divisiones y de c u e rp o s, los oficiales y la
tropa m ostraron uniform em ente y de la m anera m as term inante la
resolución de perm anecer bajo las órdenes de Bolívar. Este desco­
noció, como deb ia, la asam blea de Cariaco, y Morillo que en lugar
de m arch ar sobre Guayana. adoptó el necio pensam iento de d irigir
sus fuerzas contra las costas de Cumaná y la isla de M argarita, hizo
á Bolívar los dos grandes servicios de lib ertarle de ellas y del p re ­
tendido congreso. A dem as, Brion q u e por la cuenta no habia sido
m as que débil y condescendiente con Marino, se apresu ró á repa­
ra r su e rro r, y el* 5 1 de mayo salió de Pam patar, llevando al Liber­
tador lo único que necesitaba para ren d ir á G uayana, es d ecir, la
escuadra de su m ando y la escuadrilla sutil que regia el valiente
m argariteño Antonio Diaz.
En el m om ento que Bolívar supo la m archa de Morillo conira
M argarita, dió nuevo im pulso á la construcción de las em barcacio­
nes y consiguió en efecto que se equipasen cinco ó seis barquiebue-
— 516 —
lo s , cuya salida se dispuso luego. El pu erto de las Tablas está á la
parte superior de las fortalezas de la Vieja G uayana y los buques de­
bían pasar p o r delante de ellas para ir á la isla T órtola del Orino­
co, y á otros parajes en dem anda de la escuadra de Brion. Púsose
gran cuidado en que no los viese el en em ig o ; pero fueron sentidos
al pasar despues de la m edia n o c h e , anunciándolo así á la misma
liora el canon de los realistas. Y como Bolívar, á tiempo que la arroadílla se m ovía del p u e rto de las T ablas, m archase con una pe­
q u eña colum na á ponerse en com unicación con ella despues que
pasase de las fo rtalezas, al en ten d e r que la perseguían se acercó
cnanto pudo á la orilla del rio é hizo alto en el punto donde conje­
tu ró que debia haber surgido. Al am anecer se hallaron en efecto
los buques y Bolívar en el caño de C asacoim a, lugar paludoso al
oriente de las fo rtale zas, donde el L ibertador con todos los que le
acom pañaban empezó á activar la salida do las embarcaciones. Y
como estas tuviesen que vencer fuerzas navales españolas que la
esperaban á la desem bocadura del caño, dispuso que la tropa ocu­
pase la orilla opuesta á aquella en que él se h a lla b a , p or conside­
r a r que así se acercarían m as á la rib e ra del Orinoco y favorecerían
m ejor los esfuerzos de la escuadrilla. Pero sucedió que los realistas
desem barcaron u n a p artid a de infantería mas arrib a de la boca del
caño p ara atacar por tierra los buques que allí estaban refugiados,
lo cual lograron sin n in g una oposicion, porque el L ibertador se ha­
b ia quedado sin .u n solo soldado. Mui descuidados se hallaban é l ,
A rizm endi, S o u b lette, Pedro León T o rres, Jacinto L ara, Briceíio,
Méndez y otros jefes, cuando los tiros enemigos les ad v irtiero n del
in m in en te peligro que corrían : T orres y dos mas pudieron tomar
sus caballos y salir por el cam ino q u e los habia llevado á aquel p a ­
raje ; p ero los otros, m énos prevenidos ó serenos, no tuvieron mas
recurso que arrojarse al caño y á u n a rebalsa del Orinoco que entra
m u i ad entro en la tie rra . Así se salvaron : por cierto milagrosa­
m e n te , pues los españoles pudieron perseguirlos y cogerlos ; pero
acaso no sabian quiénes fuesen ellos, ó allí, como en m uchas otras
ocasiones, quiso el cielo conservar de un modo estraordinario la
vida de Bolívar. Por lo que toca á los realistas, luego que conocie­
ro n estar su tropa desem barcada atacando la escuadrilla republica­
n a , en traro n p o r el caño y la r in d ie ro n , dejando á los p a trio ta s,
com o án tes, §in un solo buque arm ado.
Mas pocos dias despues se reparó esta falta con la en trad a de las
— 5-17 —
fuerzas m arítim as de Brion en el Orinoco. Al tom ar el alm irante las
bocas, destacó con la debida anticipación tres fustas arm adas para
que recorriendo el caño de M acareo, penetrasen p o r él hasta el rio
y bajasen á encontrarse con la escuadra que por él debia rem o n tar;
pero llegado que hubieron las fustas al Orinoco, se encontraron con
las fuerzas sutiles del apostadero de la Vieja Guayana en núm ero
de once em barcaciones de portes superiores. Allí se empeííó u n com ­
bate en que los patriotas se batieron con su valor acostum brado ;
pero, m ui inferiores eií núm ero, fueron al fin derrotados y pasados
á cuchillo, escepto m ui pocos hom bres que en un esquife se salva­
ron y fueron rio abajo á encon trar la escuadra. Y aconteció que
como m archase á la vanguardia Antonio Diaz con otras tres fu stas,
al recibir la nu ev a de aquel d esastre, en que h a b ia perecido u n
hermano su y o , resolvió seguir forzando de vela en busca de los
enem igos, sin consultar p a ra ello al jefe de la escuadra. Los realis­
tas , enorgullecidos con su triunfo , bajaban ya y a poco se encon­
traron con Diaz en Pagallos. Allí nuevo com bate, en que el audaz
m argariteño y su gente, colocados en medio de los buques enemigos,
hicieron prodigios de valor. Por algún tiempo estuvo dudoso el re­
sultado, porque los españoles se batian con deuuedo ; pero Diaz h a­
ciendo fuego a (odas p a r te s , abordando ya uu b u q u e , ya otro , r
degollando sin piedad cuanto caia en sus m an o s, recobró sus tres
fustas, apresó algunos bajeles realistas y á los restantes causó tanto
daño é inspiró tal te r r o r , que 110 p araro n en su fuga basta g u are­
cerse de las fortalezas de la antigua Guayana. Su pérdida total ha­
bría sido irrem ediable si Diaz p u diera p e rseg u irlo s; pero su arm adilla quedó averiada en sum o grado y hubo de retirarse á Giiiria
con el fin de rep ararla. Este glorioso com bate abrió em pero la n a ­
vegación del Orinoco á los patrio tas, y Brion con sus naves le subió
hasta Casacoima, á donde fué Bolívar á encontrarle.
La llegada de la escuadra causó á los patriotas un regocijo im pon­
derable ; y en verdad con justísim os motivos, pues en ella iban las
fam ilias, deudos y amigos de m uchas personas del ejercito, y eran
sus buques lo único que se necesitaba p ara com pletar la cam paña
gloriosa de Guayana. Así, tan pronto como La .Torre supo en Angos­
tura que Brion estaba en el Orinoco y que las fuerzas sutiles espa­
ñolas se habían retira d o despues del combate de P ag allo s, evacuó
á Angostura y sucesivam ente las fortalezas de la Vieja G uayana. Ya
era en efecto im posible á los realistas sostenerse mas tiem po e»
— 518
aquellos parajes, sin esperanza de socorros te rre stre s, interceptada
la comunicación m arítim a y devorados por u n a ham bre estrema.
Bermúdez que hacia mucho tiem po eslaba dirigiendo el sitio, entró,
p u es, sin oposicion en el poblado el 17 d e ju lio á tiem po que los
enemigos se hacían á la v e la , llevando una num erosa emigración
Inm ediatam ente pasaron estos á las fortalezas de la antigua Guayana,
em barcaron la guarnición que allí tenian y vivam ente perseguidos
despues por la escuadra, em pezaron á desparram arse por los caños
que forman las bocas-del Orinoco. Los buques que conducían á La
T orre, al hum ano y .valeroso coronel Don Lorenzo Fitsgerald, últi­
mo gobernador de A ngostura, á los oficialesy á la tro pa, escaparon
salien d o á m ar a b ie rto ; pero la m ayor parte de los que llevaban
emigración fueron tom ados, y aun sucedió q u e m a s de uno de ellos
m etido en aquel laberinto no encontrase salida y se perdiese.
M ientras los españoles perdian con Guayana la posic:on m ilitar
m as im portan!e ó; digámoslo así, Ja llave del pais, completaba Mo­
rillo su inconcebible desacierto estrellando in ú tilm en te sus mejores
fuerzas contra la indom able M argarita. Ciego con el deseo de la
venganza , se habia encaprichado en considerarla como el foco y
b aluarte de la revolución, y afirm aba que una vez d estru id a, seria
la ru in a de esta inevitable. En verdad aquella pérfida isla, según él
la llam ab a, habia dado la p rim era el ejem plo de la resistencia y
del triunfo contra sus valientes tropas : le habia obligado á sepa­
rarse de las qne en el Juncal perdió Moráles : habia dado acogida,
socorro y fuerza m oral á Bolívar : !e habia hecho á él mismo regre­
sar de la Nueva Granada ; era en fin , si no el b alu arte de la revo­
lución , u n o de sus mas firmes apoyos. Que se b u rla se -a q u e lla
pobre tierra de sus amenazas, que con cuatro paredes mal a rtillad as
resistiese al im pulso de sus huestes., que su genle bisoña y sin a r­
m as le afrentase del otro lado de un canal estrecho,- eran ideas para
su orgullo y su valor insoportables.'A sí, ningún medio perdonó para
m archar contra la is la , acompañado de u n ejercito lucido y num e­
roso, prom etiéndose hacer en ella en escarm iento formida ble que
sonase en el m undo.
La probabilidad de la victoria se aum entó luego p a ra él con la
llegada (H9 de m ayo) al Morro de Barcelona de u n a escelente d i ­
visión de tropas p e n in su la re s, m andada p or el brigadier D oi José
de Cantera«. Este valeroso m ilita r llevaba cerca de 5 .0 0 0 hom bres
de lodas arm as y tenia orden para ausiliar algunas operaciones de
—
519
—
Morillo en Costa-Firm e, y pasar en seguida-al .Perú por, el-istm o de
Panamá ; viniendo,de aquí que el capitan general de Venezuela le
reuniese á su proyectada, espedicion y le. m andase-retroceder á C u maná para esperarle. A principios de;junio llegó él mismo á aquella
plaza , y como prelim inares de su .jornada dispuso la.ocupacion de
los.puebios'.m arítim os.de. la provincia; Cariaco y Carúpano fueron
en efecto,-tomadosien los dias 10 y -15 , despues de u na corta pelea
en que los-patriolaa perdieron i 50 h o m b re s, su arm am ento , oc!:o
piezas desarlillería y tres oficiales-prisioneros que luego fueron fu ­
silados : un o de' ellos era-Rafael Jugo.
¿D ónde,estaba y qué hacia entonces M arino, de quien dependían
estos pueblos y estas.tropas ? Vamos á decirlo y para ello recorda­
rem os que hace poco le dejam os á vueltas con el congresillo de Ca­
riaco. Form ado e ste , hubo necesidad de conseguir el asentim iento
de los jefes m ilitares de la provincia, y sobre lodo el de Urdaneta ,•
que se hallaba con unas.pocas tropas dependientes de él en tierra
de C um anacoa.H abiéndose negado resueltam ente U rdaneta á en tra r
en aquella tra m a , el comisionado que le envió Marino se puso de
acuerdo, con algunos oficiales é hizo desertar p or la noche todo el
batallón llam ado de G üiria con dirección d Cariaco : otro cuerpo le
quedab a , m andado por el teniente coronel G erónim o Sucre y el
m ayor Francisco Portero ; pero estos dignos oficiales y el coronel
Antonio Jo séS u cre que allí estaba, decidieron no solo negar á Ma­
rino la obediencia en su reciente calidad de generalísim o, sino m a r­
char á un irse con Bolívar. H iciéronlo así con U rdaneta y otros hasla
el núm ero de trein ta , guiando-para M aturin ; pero ántes de d ejar la
provincia.de Cum aná les salió Marino al encu en tro escoltado por un
cuerpo de caballería. Sus intenciones no eran hostiles, pues solo se
proponía.em plear para persuadirlos á quedarse con él los ruegos y
las exhortaciones ; mas habiendo linos y otras sido in ú tile s , re tro ­
cedió á Cariaco , en tanto que U rdaneta' seguía en alcanze de sus
com pañeros, que al acercarse M arino, se habian adelantado p or no
verle. R eunido con ellos atravesó los. desiertos que .median entre
M aturin y el Orinoco, y llegó despues de mil trabajos á Angostura
un dia ántes de la tom a de la plaza p o r B erm údez. Mas por des­
gracia no qu edaron en esto solo las consecuencias de aquellas m a­
n io b ras, pues-aprovechándose los enemigos de la ausencia del jefe
principal,..obtuvieron so b re Cariaco y C arúpano las ventajas que de­
jam os indicadas : por consecuencia de ellas se replegó Marino á
— 520 —
M aturin con algunos dispersos, en tanto que otros se dirigían á
G üiria. AHÍ por ahora los dejarem os, m ientras seguimos á Morillo.
El c u a l, aparejado ya para su gran jo rn ad a a M arg arita, dio la
vela de Cumaná con 5.0 0 0 soldados veteranos en veinte buques,
en tre los cuales se coníaban tres corbetas, cinco bergantines y otras
tantas goletas ; fuerzas de tierra y de m ar suficientes á su parecer
p a ra d estru ir aquel nido de rebeldes. Del -16 al I" de julio desem­
barcó sin oposicion en los Varales, en ocasion de no contar los margariteíios con m as tropas que -1.500 h o m b re s, m al arm ad o s, a las
órdenes de su gobernador el general Francisco Esteban Gómez ;
pero 400 infantes y 50 caballos destacados de esta pequeña fuer­
za con el coronel Joaquin Maneiro en observación de Morillo, bas­
taron para d isp utar á este el terreno en las altu ras de las Enicas, obligándole á perm anecer dos dias en la playa y en el cerro de
la Vela.
Despues de este esforzado comienzo, se retiró Maneiro al valle de
San Ju an , deseando que el enemigo le persig uiera para poder hacer
uso de su caballería ; pero acaso com prendiendo su intención se
abstuvo Morillo de dirigirse en su seguim ento por la llan u ra, y ori­
lló los m ontes la via del s u r , protegido por sus buques. Una junta
de g u erra presidida por Gómez habia resuelto que los margariteños
se retira ran á la línea del Caranay en el pueblo de San Ju an , con el
objeto de alejar de su m arina al jefe e sp a ñ o l; pero este con su re ­
ciente operacion desconcertó aquel plan , y despues de dos escara­
m uzas de poco mom ento en tró á l’o rlam ar el 25 de ju l io , penetró
en seguida hasta el valle del Espíritu Santo y finalm ente ocupó á
P am patar el dia 2 5 , replegándose los h abitantes á la Asunción sin
h aber tenido tiempo de d e stru ir las fortificaciones.
Persuadido Morillo de que los patriotas h abían cobrado miedo ,
y ansioso por com pletar la reducción de la isla con la toma de su ca­
p ital, se dirigió háeia ella el 51 de julio por la parte del norte, opues­
ta á Pam patar. Situada esta en terren o escabroso y defendida por
el arte y la n aturaleza, era preciso un reconocim iento form al ántes
de in ten tar u n a ta q u e , y para ello ocupó M orillo el cerro de Ma­
tasiete, desde cuya altu ra podía descubrir el campo y la ciudad : su
escuadra entre tanto llam aba la atención por los puertos de Manza­
nillo , Constanza y Juan G rieg o ; pu n to este sobre el cual tenia el
jefe español puesta su m ira. No era pues su objeto tra b a r por en­
tonces un com bate, pero em peñado al principio solo en tre las guer-
— 521 —
rillas de u no y otro b a u d o , fuéronle dando consistencia las provo­
caciones de los m argariteños y el enojo de Morillo, á pu nto tal, que
la brega llegó á ser u n a de las acciones mas reñidas y sangrientas.
Morillo tenia fuerzas sin proporcion m u i superiores á las de los
patriotas ; pero guarecidos estos de las malezas y q uiebras del te r­
reno, y poniendo en juego con habilidad los fuegos de sus b aterías,
se defendieron con u na obstinación q u e pasm ó al valeroso jefe es­
pañol, haciendo inútiles los brillantes esfuerzos de sus tropas. C o n -,
servaron estas sus posiciones, porque sus contrarios no tenían fuer­
zas para salir á disputárselas, pero en 7 horas y m edia de terrib le
conflicto fueron constantem ente rechazados de la ciudad con pérdida
considerable, « El com bate de M atasiete, dijo Morillo de oficio á la
« corte de España, fué sangriento y tenaz : los rebeldes se batieron
« desesperadam ente.......y estuvieron tan obstinados, que á pesar de
« las repetidas pérdidas que sufrían en las cargas de su caballería ,
« volvían á los ataques con tal fu ria , q ue m uchas vezes se les vió
(i mezclados con las tropas lijeras. »
El crecido núm ero de heridos, la necesidad de re tira r del campo
las arm as de estos y las de los m uertos, y finalm ente la falla de m u ­
niciones hicieron indispensable la retira d a del jefe español á Pam p a ta r. En cierto modo habia logrado su principal objeto , cual era
el de reconocer la Asunción ; y viendo ser p or aquel lado inacce­
sible , dispuso atacarla p or una dirección diferente de la a n te r io r ,
pasando por las inm ediaciones de P orlam ar, con ánim o de apode­
rarse del puerto de Juan Griego, donde tenían los p atriólas algunas
fuerzas m arítim as. De hecho el 6 d e agosto dejó á Pam patar y el 7
tom ó el pueblo de San Ju an y el Portachuelo, m ientras u n a colum na
de 400 hom bres se dirigia á la capital p or el cam ino de la Aguada,
á fin de intercep tar cualq uier ausilio que Gómez quisiese enviar á
Ju an Griego. Los m argariteños, como de costum bre, disp u taro n b i­
zarram en te el te r re n o ; pero habiéndoles sido imposible co n trarestar
fuerzas su p e rio re s, ni lograron socorrer el p u e rto , ni im pidieron
que Morillo lo ocupase el dia 8 en com binación con la escuadrilla.
Salvóse, em pero, el honor de las arm as republicanas, porque n unca
los h abitantes de aquella tierra se m ostraron m as h e ro ic o s, mas
dignos de su fam a. Tomados ya por los españoles el puerto y los
puntos fortificados, recobrólos su valiente guarnición dirigida por
el coronel Juan Bautista Cova, y por el capitan Ju an B autista Figueroa, sosteniendo p or 4 horas un com bate á todas luzes desigual,
HIST. MOD.
21
— 522 —
basta que reforzados los enemigos y volado u n repuesto de pólvora,
cedieron cl'cáiíipo y procuraron retira rse. « Todos los que sobreii vivieron á tan m ortífcra'rcíViega, dice u n escritor español parcial
« en estrem o, y mas que parcial hinchado y red u n d an te, todos los
(i que sobrevivieron á tan' m o rtífera refrieg a, huyeron de aquel
« campo de horror á refugiarse acunas lagunas inm ediatas de poca
ir profundidad : el general Morillo, q u e previendo este caso se babia
« situado con to d a'la cab allería'en aquella dirección para estermin n a r á los protervos que pu d ieran sustraerse á la furia de las bayo« netas, se arrojó sobre ellos y los pasó á lodos á cuchillo , sin que
(i nadie hub iera dado la m enor señal de tim idez n i‘cobardía, ni iin« plorado la clem encia del vencedor, sino un solo individuo. EPmis« mo M orillo, ciego de fu ro r eu aquel dia al ver ta n ta obstinaciort
a y despecho, fué el prim ero en el ataq ue dado p o r dicha caballería,
<ey al im pulso de su esforzado brazo rindieron 18 de ellos sus fero« zes alm as. » Llam e T orren te en buen hora ataque aquella perse­
cución y elogie al asesino de re n d id o s : á él le está bien. Nosotros
direm os que algunos oficiales y soldados escaparon y que el jefe es­
pañol, para gloria1e tern a de los m argariteños, escribió sobre la to­
m a de Ju an Griego cosas sorprendentes. « Estos malvados , d e c ia ,
« llenos de rabia y de orgullo con su prim era ventaja en la defensa,
« parecían tigres y se p resentaban al fuego y á las bayonelas con
ii u n ánim o de que no bai ejem plo en las m ejores tropas del m un« do ....... llegaron al últim o eslrem o de desesperación y apuraron
« todos los medios de defensa. No contentos con el fuego infernal
(i que hacian, arrojaban piedras de gran tam año, y como eran hom« bres m em brudos y agigantados, se les veia arro jar una piedra
« enorm e con la m ism a facilidad que si fuese m u i pequeña. » Estos
enemigos de estatura com ún que el valiente Morillo veia de un ta­
maño desproporcionado, se vengaban noblem ente de sus cruelda­
des destruyendo en un com bate 200 hom bres del batallón de la
reina Doña Isabel, que habia enviado sobre la Asunción m ientras el
atacaba á Juan Griego : tuvo lugar el reencuentro en P arag u ach i,
cuyo valle y el de la M argarita habia devastado aquella tropa.
Mas á pesar de lauto tesón, Morillo, rehaciéndose á cada instante
y teniendo la isla envuella casi en su to ta lid a d , hubiera triunfado
sin duda de sus esforzados h a b ita n te s , si Bolívar no los salvara con
la toma de Guayana. De hecho al saberlo Morillo espidió órdenes
á Aldama para que dejara la provincia de B arcelona, degollando
— 525 —
prim ero á' varios individuos que se habían acogido á un indulto
publicado dilles en aquella ciudad ; y así se hizo. El -10 de agosto
evacuó á Juan Griego y se retiró á P a m p a ta r, despues de h a b e r
destruido sus fortificaciones y m andado ejecutar atrozidades que
horro rizan . El 16 espidió u n decreto de bloqueo en que se com­
prendían las bocas del Orinoco y las costas de G üiria y M argarita.
U ltim am ente el -17, al mes cum plido de su d esem barco, evacuó la
isla para no volverla á pisar nunca , com pletando la in au d ita serie
de sus m aldades con la m uerte de otros indultados de Barcelona ,
ejecutada á bordo de dos buques de su escuadra. Estos infelizes,
para decirlo de u n a vez , eran p o r todos unos 500 h o m b res, á.
quienes M ontenegro con autorización de la audiencia y de Moxó;
concedió con la m ejor b u en a fe u n a am nistía : contados , sin em­
bargo , escaparon de m orir asesinados, p orque Morillo con diver­
sos pretesíos los separó de Barcelona para inm olarlos. El gober­
nador de lá provincia elevó en vano su queja hasta los pies deL
trono.
Llegó Morillo á la capital de Venezuela á principios de setiem bre
en ocasion.de bailarse en ella ejerciendo sus funciones de capilan
general interino el brigadier Don Juan Bautista Pardo. Moxó no
estaba ya en el territo rio . Destituido por Morillo y aun m andado
red u cir a prisión , se habia: fugado el 7 de julio de la G uaira para
E sp añ a, llevando consigo m uchas riquezas obtenidas con infames
latrocinios. No m enores fueron las que de igual m anera adquirió
E nrile en la Nueva G ranada y con las cuales se re tiró a la Península
en el año anterior , á co m p rar las recom pensas de la corte con r e ­
galos cuantiosos al rei F ern an d o y sus m inistros. El p rim er acto de
Morillo luego que llegó á Caracas fué m andar sobreseer en 1la causa
form ada por robos y m atanzas al brigadier Don Francisco Tomas
M orales, haciéndole poner en libertad con restitución de sus cargos
y em pleos. Desde julio habia recibido el Pacificador (así llam aban
los realistas á M orillo) un indulto espedido con motivo del m a tri­
m onio del m onarca español y del infante Don Carlos con dos p rin ­
cesas de P o rtu g a l: ahora en 21 de setiem bre fué cuando m an d ó 1
pu b lieailo con gran solemnidad y pompa , acompañado de una de
aquellas proclam as irrita n tes en que á vueltas de vergonzosas m en ­
tiras se repelian prom esas mil vezes violadas con escándalo inaudito.
Un gran conocim iento de la actividad de Bolívar, ad quirido á cosía
de dolorosas esp erien cias, le traia entre tanto m ui inq uieto, no
— 524 —
dudand o nn insíante que su te rrib le enemigo estaba preparándose
á alguna em presa de gran m om ento y resultado. Con este motivo
puso en m archa algunas divisiones y cuerpos Inicia los lugares
donde creyó-que el L ibertador caeria prim ero.
* Para esle tiempo sin em bargo el general Bolívar se hallab a por
su mal y el de la república ocupado en atajar los progresos de una
rebelión inten tada contra la au to rid ad suprem a de que se hallaba
re v estid o ; y eran la ambición y el orgullo insano de P iar los que le
suscitaban esta nueva am argu ra , cuyo origen debe buscarse en el
congresillo de Cariaco. Ya hem os visto que las ridiculas maniobras
de esta ju n ta tuvieron sim patías en G uavana, y que P iar principal­
m ente las vió con gusto, p or cuanto se prom etía obtener de Marino
el m ando su p erio r de aque! ejército. El vencedor de San Félix 110
pudo llevar en paciencia que el L ibertador le a rreb atara la satis­
facción de e n tra r triu n fan te en Guayana , aprovechándose de sus
trabajos , sin pensar que estos no perdían su m érito porque Bolívar
los perfeccionara, y que en realidad el plan concebido p o r Cedeño
y planteado p o r él debia precisam ente ser llevado á cabo p or el jefe
suprem o. P orque la tom a de A ngostura v ald ría poco si con ella 110
se ligaban las operaciones ulterio res de todos los cuerpos republi­
canos. Y ¿ quién sino Bolívar podía conseguir la obediencia do tan­
tos jefes rivales y am biciosos? ¿ q u ié n sino él podia hacer útil su
concurrencia al plan general de la ca m p a ñ a , im poniendo silencio
á sus eternas disputas sobre el ejercicio de ia autoridad y la direc­
ción de la g u erra ? Pero la vanidad irritab le y violenta de Piar le
cerró los ojos para que no viese estas verdades, y en seguida, como
se envenenase m as y mas con la propia sin ra z ó n , le condujo al
horroroso proyecto de d e stru ir al L ibertador y la república.
Su prim er paso fue pedir con la instancia mas eficaz u n perm iso
p ara separarse del ejército é irse á c u ra r d en tro ó fu e ra del terri­
torio : hom bre alguno de influjo con el L ibertador no quedó á
quien él no im portunase p ara o b ten er una licencia que este se
obstinaba en negarle, o ra po rq u e le creyese necesario en el ejército,
ora porque viendo su secreto d isg u sto , no quisiese aum entarlo
dándole un pretesto para q uejarse de ingratitud y deservicio ; mas
al fin fueron tantos y tan teuazes sus em peños, que Bolívar, mal su
g ra d ó , no pudiendo ya d esaten d erlo s, le concedió el 50 de junio
en San Miguel el retiro que solicitaba. No bien lo hubo P iar obte­
nido , cuando poniendo por obra su p ro y e c to , se fué á Upala y
— 525 —
comenzó á hablar ignom iniosam ente del L ib e rta d o r, tirando á m i­
n ar su crédito , á prom over la división e n tre los je f e s , la desobe­
diencia en la tr o p a , y lo que es mas , á reviv ir en el ejército la
proscrita y olvidada idea de co lores, concitando la g u erra en tre las
razas. Ocupada A ngostura , trasladóse P iar á e l l a , y cada vez m as
irritado y cieg o , escribió á varios jefes p ard o s, induciéndolos á
desconocer la autoridad del jefe suprem o y á establecer u n nuevo
órden de cosas conforme al p lan atroz y ab surdo que se proponía.
El L ibertador al principio le escribió am istosam ente , llam ándole
á ocupar su puesto en el ejército, bien que sin d a rs e por entendido
de sus tram as crim in a le s; pero viendo que estas con tin u ab an y que
despreciaba su clem encia, m andó p ren derle en Agostura. Piar al
saberlo se fugó á M atu rin , donde poniéndose de acuerdo con Ma­
rin o y algunos otros revoltosos , empezó á allegar gente. En n in ­
guna época de su vida dem ostró Bolívar m as habilidad y presencia
de ánim o que entonces. Piar era un hom bre au d az y fu erte, estaba
re se n tid o , y m editaba u sar arm as de u na naturaleza d estructora :
hom bres igualm ente ambiciosos é inquietos, igualm ente ignorantes é
in dó ciles, igualm ente enemigos de lodo freno y disciplina, podian
m ui bien, llevados del ejem p lo , de la fama del caudillo y de geniales
propensiones, u n irse á la em presa y levantar el pendón de la desobe­
diencia : la tropa, adicta á Piar, que la habia conducido á la victoria,
y m andada por jefes de su m ism a clase , no daba m ucha garantía
de subordinación y de lealtad : pueblo no habia : la m iseria era es.
pan to sa: ella y la peste producida por el sitio en Angostura tenian aba­
tidos los ánim os en el poblado y en las filas. En esta situación p ro ­
picia para hacer triu n far un a novedad cu alquiera que condujese á
variar el órden de cosas ex isten te, ¿cuáles eran los ausiliares de
Bolívar? Unos pocos jefes adictos de b uena fé á su persona, am i­
gos del órden y suficienteniente instruidos p ara ver en su conserva­
ción la m ejor esperanza de salud. Veamos con todo lo que hizo.
Su prim era medida fué poner á ias órdenes de U rdaneta en la
Vieja G uayana la división que se llam aba P iar, autorizándole para
m an ten er en ella la mas severa disciplina y p ara proceder en juicio
sum ario contra cualqu iera individuo que se m ostrase adicto á los
proyectos nuevam ente descubiertos. Despues convocó todos los ge­
nerales y jefes del ejército á u n a ju n ta de gu erra en que su au to ­
ridad fué reconocida de una m anera esplícila y solemne. Seguida­
m ente destinó á Cedeño y á varios otros jefes de los mismos que
— 526 —
P iar habia intentado s e d u c ir, p ara que con u n a colum na de caba­
llería siguiesen en su alcanze y le prendiesen. Escribió á todas p ar­
tes : envió comisionados por do quiera : á unos jefes halagó : de
otros (los mas tem ibles por cierto y sospechosos) hizo entera con­
fianza ; y por f i n , oponiendo á tan em inente peligro una propor­
cionada fortaleza , alentó á sus am igos, á s u s enemigos puso miedo
•y ánodos probó ser digno del puesto que ocupaba.
Esta p ru d en te conducta tuvo el efecto que podia desearse,
•y P iar , abandonado por to d o s, se fué á Aragua de C um aná , bus­
c a n d o la protección de los descontentos ad id o s á Marino. Cedeño
y los com andantes Ju an Francisco Sánchez y Ju an Antonio M ina,
encargados de p re n d e rle , le encontraron en aquella poblacionescollado por un cuerpo num eroso de caballería, á las órdenes del in ­
trépido Francisco C arm on a; pero instruido es(e de las órdenes del Li­
bertad or, no hizo resistencia alguna, y P iar fué luegoal punto arres­
tado y conducido á Angostura con todas las atenciones debidas a su
clase y su desgracia. Principiada luego y sustanciada la causa por
sus trá m ite s, se reunió el consejo de guerra de oficiales generales
en el alojam iento del alm irante Brion su presidente : eran vocales
los generales de brigada Pedro León Torres y José Antonio Anznáte g u i, los coroneles José Ucroz y José María Carroño , y los tenien.tes coroneles Judas Tadeo Piñango y Francisco Conde : fiscal el ge­
neral (Carlos S ou b lctte. defensor el coronel Fenando Galindo. El
tr ib u n a l, según las actas del p ro ceso , dió su sentencia en 15 de
octubre de 18 1 7, condenándole unánim em ente á m uerte, con de­
gradación m ilita r, por los crím enes de in o b ed ien cia, sedición,
conspiración y deserción. El jefe suprem o la confirmó en su prim era
p arte , n o.en la s e g u n d a , y el día siguiente por la tard e en lugar
público y á presencia de todo el ejército recibió P iar la muerte
con la misma serenidad é entrepidez que en todo tiem po y ocasión
habia m ostrado.
Tal fué el desgraciado térm ino á que se vio conducido Piar por
su índole inquieta y soberbia , y por el engreim iento de sus servi­
cios , realm ente esclarecidos, en la guerra de la independencia. Su
m u erte, por mas que dígan algunos ém ulos m iserables de B olívar,
que se han querido convertir en ecos de los re a lista s, fué justa , é
im puesta legalm ente. Los hom bres que denunciaron á Bolívar sus
proyectos presentando sus cartas , habían servido á sus órdenes ,
pertenecían á su división y eran s u s amigos ó sus h e c h u ra s ; tales
— 527 —
fueron Cedeño y su secretario el teniente coronel José Manuel Oli­
vares , S án ch ez, el coronel Manuel Salcedo y o íro s: entre los que
com pusieron el consejo de guerra , Brion , su paisano , debía tener
y tenia en efecío por él mas de un motivo de sim patía , ó p o r lo
m enos de consideración ; Torres y Anzuátegui habían sido ascen­
didos por él 4 generales despues de la batalla de San F é lix : e s lo s ,
los demás vocales y el fisca l, eran hom bres de verdad , valor y
conciencia, incapazes de com eter un vil asesinato : la ejecución en
Un fué p ú b lic a , bocha por sus propios soldados y en ocasion de ser
eslos m andados por jefes que , como B erm ú dez, no tenian el mas
pequeño interés en sancionar con su aprobación ó su silencio aquel
terrible escarm iento, si h u biera sido injusto.
P or lo que toca á sus efectos , esto severo castigo los produjo á
n u estro parecer m ui grandes en beueticio de la república , vigo­
rando la disciplina, afirm ando la autoridad suprem a, dando á am i­
gos y enemigos m ejor idea de aquel gobierno m ilitar, que hasta
entonces no había sido verdaderam ente otra cosa q u e un caos,
donde Bolívar so esforzaba en vano por introducir luz y orden.
Luego al punto se palparon estos buenos resultados. Mariiio La­
bia tenido algunos reencuentros poco dichosos con las tropas espa­
ñolas durante ¡a ausencia de Morillo en M argarita. Vuelto á Cum aná el jefe español despues de su in ú til espedicion á aquella isla ,
dispuso que el teniente coronel D. Francisco Jim énez m archase desde
C arúpano hacia G üiria á fin de re d u c ir los pueblos de la costa y
q u ita r á 'Marino los medios de com unicarse por ellos c;m las colo­
nias estranjeras. Jim énez salió de Carúpano el 20 de agosto y el
27 tom ó á Y aguaraparo despues de un sangriento asalto que costó
á los patriotas u n a pérdida de 250 hom bres , entre los cuales se
hallaban su com andante el coronel José M aría ¡Hermoso, dos jefes
de la misma graduación y varios distinguidos oficiales. No pudiend»
con lrarestar á fuerzas superi-ores, retiróse Marino á Punceres y
allí se hallaba cuando , declarado disidente en G uayana , recibió
Bermúdez el nom bram iento de com andante geueral de la provincia
de Cum aná y la orden de p ren d erle. El comisionado se situó en
Cumanacoa y Marino con 400 hom bres m archó á San Francisco
resuelto á desobedecer y resistirse á poder de a rm a s : hubo con este
motivo entre los dos jefes oficios, cartas particulares y recados en
que sin m iram iento ni recato alguno se insultaron á mas no p o d er;
pero al fin la reciente ejecución de Piar obró en el ánim o de Marino
— 528 —
y en el de sus oficiales lan buenos efectos, qu e dándose á partido,
convinieron los unos en abandonar á su jefe y este eu d ejar el
m ando y pasarse á M argarita. En esta ocasion Bermúdez acordán­
dose de su antigua am istad con M arino, obtuvo de B olívar que no
se le persiguiese, y el negocio quedó allí basta que nuevas tu rb u ­
lencias de su protegido le hicieron a rre p e n tir m as adelante de su
condescendencia y generosidad.
Sofocada de este modo aquella peligrosa conspiración , quiso Bo­
lív ar ántes de d a r esclusivam ente su atención á los negocios de la
g u e rr a , poner en el gobierno un cierto órden y arreglo que diese
fuerza y respetabilidad al poder público, l'a ra ello encargó la di­
rección de las provincias libres á jefes de su confianza, poniendo
así con beneficio de los pueblos una sola autoridad donde ántes
habia tantas como caudillos m ilitares. Creó u n consejo de estado
con voto deliberativo en m aterias adm inistrativas y económ icas,
pero solo de consulta en las gubernativas y de g u erra. Declaró como
residencia provisional de las prim eras autoridades y capital del
gobierno de Venezuela la ciudad de Angostura, y finalm ente para
in teresa r m as y m as á sus com pañeros en la lib ertad de la patria y
darles al mismo tiem po una ju sta recom pensa de sus servicios, dictó
u n a lei que rep artía entre ellos con reg la y proporcion los bienes
nacionales : esta disposición im p o rtan te espedida seis dias ántes de
la ejecución de P iar, da á conocer p o r su tenor y p or esta circuns­
tancia cuáles eran sus angustias y terrores.
Despues de estos arreglos y de otros hechos en el personal y ma­
terial del ejérc ito , volvió sus ojos á la g u e rra , objeto principal de
su misión pública y afición constante de su genio. Ya p ara esto h a ­
bían pasado los meses recios del invierno en las llanuras, y era lle­
gado el tiempo de poner en ejecución el proyecto de in v ad ir Ja p ro­
vincia d e C aracas, haciendo un esfuerzo sim ultáneo con las tropas
desparram adas hasta entonces por el territo rio sin combinación
alguna ni plan determ inado.
Desde la toma de A ngostura había el L ibertador dispuesto que
Z araza con algunas fuerzas m aniobrase en las llanuras de Chagua­
ram as, para observar las operaciones del enemigo en Calabozo y
O ritn co , recoger caballos y g an ad o s, y estar pronto para reunirse
al resto del ejército , que conduciría el jefe suprem o por sí mismo.
El general Páez debia llam ar fuertem ente la atención del enemigo
por la provincia de Barínas y disponerse á cooperar á Ja invasión
— 529 —
de la de Carácas según lo requiriesen los accidentes de la cam pana.
La escuadra estaba reparada, y gracias al zelo infatigable, á la ener­
gía é integridad con que Blanco habia sabido conservar las riquezas
de las m isiones, se liabian pagado con gran p arte de ellas á Brion los
créditos que, bajo su garan tía y la del gobierno, tom ara en las colo­
nias estranjeras p ara el arm am ento y sosten del ejército. Una pe­
queña espedicion naval se destinó al p u erto de G ü iria ; varios cuer­
pos salieron á reforzar á Zaraza p ara a b rir las operaciones po r las
llanuras de C arácas; finalm ente, U rdaneta recibió órdenes de dejar
el m ando de su división , re m o n ta r con cuatro embarcaciones a r­
m adas el O rin o co , fra n q u e a rla s bocas del Apure si por acaso esta­
ban ocupadas por el enemigo, y rem o n tar el Arauca para com uni­
carse con Páez.
Tales fueron las disposiciones prelim inares q ue tomó el Liberlador para empezar su c a m p a ñ a , con esperanza acaso m ui fundada
de conducirla á térm ino (lidioso ; m as cuando él mismo, pasado el
O rinoco, se hallaba en San Diego de C abrutica, supo que el cuerpo
de Zaraza con el cual iba á reu n irse, habia sido destruido el 2 de
diciem bre en el sitio de la Hogaza.
E fectivam ente M orillo, tem eroso de los proyectos del L ibertador,
habia desde noviem bre reunido en Calabozo el grueso de sus fuerzas,
com prendiendo en estas las de C a n tera c, el cual tuvo que m ar­
charse á Panam á con unos reducidos cuadros de caballería. Ignoraba
el jefe español los proyecfos de B o lív a r; pero como conociese la im ­
portancia de atacar á Páez en el A pure y á Zaraza en las llan u ras
de Carácas, ántes que pudieran reu n irse ó com binar sus operaciones
con Bolívar, dispuso su plan de esta m anera. Una división á las ór­
denes de Aldama recibió órdenes de engrosar la que m andaba en
rv'iítrias el coronel Calzada : reunidos estos dos jefes, debían atacar
á Páez : contra Zaraza destinó á La T o rre, el cual se dirigió con
este motivo hácia el C alvario, juzgando h allar á su enemigo al su r
de Chaguaram as ó al occideute de la provincia actual de Barcelona.
Él mismo , rezelando que Páez im pidiera la reu n ió n de las divisio­
nes Aldama y C alzada, se adelantó hácia C am ag u an , y como des­
pues supiese qu e aquel general habia hecho pasar la m ayor parte
de sus fuerzas á Ja orilla izquierda del A p u re, y situádolas enlre
San Antonio y San Jaim e , continuó su m archa con el designio de
atacarle en com binación con sus dos te n ie n te s, los cuales en efecto
se le reun iero n de allí á poco en el prim ero de aquellos dos
pueblos.
Páez burló el designio de Morillo , .porque noticioso de su apro­
ximación , se recogió á A chaguas, dió orden á los cuerpos que tenia
sobre N utrias para que se le reu n iesen , y luego em prendió ordena­
dam ente su retirad a liácia el Arauca. Menos p ru d en te y vigilante
Zaraza , andaba liarlo descuidado por el punto de A pam ate, mui
al centro de las llanu ras de la provincia de C aracas, cuando llegó á
su campo el coronel Julián Montesdeoca de p a rte del Libertador,
para decirle que su incorporacion á él debía verificarse en RioClaro , poco distante de San Diego de Cabrutica hácia el ocaso. Dicen
algunos que Montesdeoca en lugar de Rio-Claro indicó a Z araza,
p o r olvido, como punto de reunión el rio Santa C la ra , tributario
del Manapire , y situado próxim am ente entre Caicara y Chaguara­
m as. Sea de ello lo que fu ere , sucedió que La Torre siguiendo
rectam ente su camino , encontró a los patriotas en el sitio de la
Hogaza y derrotó con poco mas de 900 ho m b res la brillante divi­
sión de Zaraza com puesta de I 100 ginetes y obra de 1000 infantes
de los batallones formados con solícito esmero en la G uayana. Los
realistas perdieron 200 hom bres en lre m uertos y h erid o s, contán­
dose en tre los segundos el m ism o La Torre y el coronel Pedro Gon­
zález Villa : .pasaron de 4000 los patriólas m uerlos en aquel campo
de h o rro r y de vergüenza, y e n tre ellos el coronel jefe de estado
m ayor Miguel M artínez y otros distinguidos oficiales. Perdiéronse
igualm ente dos piezas de artillería , m as de 1000 arm as de fuego,
5 0 ,0 0 0 cartu chos, cosa,de ^000 beslias de toda clase, una im ­
p re n ta , b an d eras, cajas do gu erra , equipajes; si bieu algunas de
estas cosas y tam bién muchos heridos de uno y otro partido pere­
cieron entre las llamas , por haber prendido fuego á las gram íneas
secas de la llan u ra los tacos de la fusilería y artillería. Solo se salvó
huyendo ignom iniosam enteda m ayor parte de la caballería.
Cuan'io Bolívar-tuvo noticia de este triste su c eso , envió orden á
Zaraza p ara que continuase cubriendo con su caballería las llan u ­
ra s de Carácas : á M onágas, que ocupaba las de B arcelona, dijo
o tro .ta n to , y él volvió á A ngostura, em barcó todas las tropas que
llevaba, y rem ontando el Orinoco se reunió , como veremos en el
ario entrante , al ejército de Apure-, que m andaba Páez.
Por lo que toca á M orillo, no bien supo que el ^Libertador re­
—
551
—
m ontaba la prim era vez el Orinoco p ara reu n irse á Zaraza, cuando,
tem iendo po r La Torre , bajó hácia G uadarram a á larcas jornadas
para re fo rz a rle ; y dejó á A ldam a en el A pure con fuerzas superio­
r e s á las de Páez. linterado en el tránsito de la victoria de la Ho­
gaza , retrocedió á Calabozo para prepararse á mas recia cam p añ a,
porque como él solia decir « Bolívar triu n fan te seguía un itin erario
.« conocido : p erd id o so , no era posible acertar por dónde c a e ria ,
« m as que nunca activo y form idable. »
Estos son los principales hechos m ilitares ocurridos en Venezuela
el año 1817, sin hacer mención de algunos reencuentros de guer­
rillas, con los cuales, por ser de poco m om ento y consecuencia, no
hemos querido em barazar el rápido curso de nuestra narració n . De
esta , según creem os , puede fácilm ente deducirse que la situación
de los beligerantes lia tenido notables alteraciones. Verdad es que
au n subsistían en poder de los españoles las ciudades de la c o rd i­
llera, y con ellas la m ayor y m as rica parte de los recursos del pais;
¡pero la invicta M argarita, despues de h aber hum illado el orgullo
del Pacificador, es el arsenal de los p atriólas , su apostadero m arí­
tim o, el refugio de la em igración y el lugar desde donde u n a n u b e
de corsarios arm ados por nacionales y ostranjeros destruyen el co­
m ercio español de) continente y de las islas, La adquisición de G uayana es un acontecim iento capital y decisivo : con ella ha adqui­
rido Bolívar el m edio de invadir á su antojo los puestos españoleé,
en cualquiera p u n to de la inm ensa línea que abrazan el Orinoco y
sus grandes trib u ta rio s , se ha acercado á T rin id a d , lia conseguido
recursos de hom bres, de caballos y ganados, y se ha puesto en co­
m unicación con Páez. Ya los p atriotas no son una gavilla de guer­
rilleros rivales obrando cada cual de por s í, sin concierto ni plan
en un vasto territo rio , no reconociendo autoridad ni freno. Ya tie ­
nen á su cabeza un hom bre de vastas y profundas concepciones que
m ancom une sus esfuerzos, que d irija su valor im p ru d e n te , que
dé órden y respetabilidad á su partido : eso h o m b re , superior á
los reveses, echó con la espedicion de O cum are los fundam entos
de la segunda restauración republicana : con un grande y solemne
acto de justicia la afirm ó : con la creación de un consejo de estado,
el repartim iento de bienes nacionales y la designación de u n a ca ­
pital provisional, ha d a d o á un tiem po fuerza al gobierno, estím ulo
al valor, centro á su causa. El procede como si la independencia
estuviera ya conseguida, como si Venezuela fuera una nación sobe-
— 552 —
ran a : créelo en efecto, porque su vista es penetran te y lum in o sa;
y sus conciudadanos, confiando en sus pronósticos, se entregan con
él á la esperanza de un glorioso porvenir.
Mui lejos están los realistas de poder pronosticar á su partido
un destino tan dichoso. Suya es una grande porcion del te rrito rio ;
pero se han enajenado en gran p arte la v oluntad de los naturales, y
el núm ero de sus soldados españoles n o es suficiente para m ante­
nerlo en la obediencia. Carácas, el centro de sus recursos, la capital
del p ais, continua vejada, corrom pida y devastada p o r ellos. En
este año se han m andado cesar algunos de los gravám enes estable­
cidos anteriorm ente , y eslo sirve de pretesto para au m entar hasta
el 8 por ciento el oneroso derecho de alcabalas y establecer otras
imposiciones sobre diferentes ram os : báse formado u n a ju n ta de
abastos cuyo objeto es a p ro n tar 2 0 0 .0 0 0 raciones m ensuales : un
p résta m o fo r zo so de 2 0 0 .0 0 0 pesos ha acabado de a rru in a r las
fortunas de particulares. Agregúese á esto el desenfreno de la tropa
y de los oficiales en los p u eblo s, el trastorno en la adm inistración
de justicia y la ■violacion m as escandalosa de todos los derechos so­
ciales. El 21 de octubre publicó Pardo u n a instrucción ó reglam ento
p ara la d irecció n y gobiern o de los juezes y pueblos de la capita­
nía g e n e ra l; y en ella « se m anda cesar en e l uso d e los d iferen tes
to rm en to s q u e se h a b ía n in tro d u c id o (por los antecesores de
P a rd o ) p a r a a rra n c a r á los presos la co n fesio n de d elito s que
no h a b ía n c o m e tid o : se rep ru eb a n los hechos a tro zes ejecutados
en V e n e zu e la p o r los q u e se titu la b a n f i e l e s ; y se ordena juzgar
como delito de in fid e n c ia el h ab lar de igualdad. Sobre esto es in ú ­
til cualq uiera com entario.
ANO DE I S I S .
Las grandes operaciones m ilitares de este año em pezaron poi' un
asallo infructuoso que in ten tó Páez co n tra San r e m a n d o , despues
de Jo c u a l, siguiendo Jas instrucciones que Bolívar le habia com u­
nicado , se ciñó á m an ten er el s i ti e , y á enviar algunas guerrillas
esploradoras á las llan uras de Calabozo y de San Cárlos. A fines de
enero se le unió el L ibertador con m as de 2 .0 0 0 hom bres de escelentes tropas organizadas en Guayana y m andadas p or los mas dis­
tinguidos jefes y oficiales de la república.
—
555
—
Por consecuencia de esto el ejército republicano disponible p ara
la campaña ascendió á -1.500 infantes y 2 .0 0 0 ginetes aguerridos,
siendo m ucha parte de los últim os pertenecientes á la famosa ca­
ballería de Apure que Páez habia acostum brado a !a victoria. Poco
tard ó Bolívar en ponerse en m archa hácia C alabozo; y de hecho,
dejadas algunas tropas para co n tin u ar el sitio de San F ernando, y
pasado el Apure ,en em barcaciones lom adas á los enemigos por
Páez y Aramendi con 25 lanzeros y otros tantos carabineros, se acer­
có á p aso largo hácia Calabozo, presentándose delante de la plaza el
-12 de febrero. Gracias á la celeridad con que su m archa habia sido
ejecutada, hasta entonces no tuvo Morillo noticia alguna de la operaciou é intenlos de sus enemigos.
El jefe español no tenia en Calabozo m as caballería que el reg i­
m iento de Húsares de Fernando VII, situado en u n lugar que llam an
la Misión de abajo, á u n a legua co rta hácia el su r de Calabozo, y
aunqu e al presentarse Bolívar hizo todo lo posible por proteger
aquel cuerpo, no pudo lograrlo , y á su vista fué completam ente
d estruido . Entonces apoyó todas las fuerzas que le quedaban en la
poblacion, y que consistian en in fan tería, a las últim as casas de la
ciudad7 logrando de esle m odo o cu llar y favorecer la m archa de
u n regim iento de la m ism a arm a que estaba en la Misión de arrib a,
el cual se le incorporó sin mas p érdida que la de algunos rezag a­
dos. Los patriotas no atacaron á Morillo en su posicion, ni él hizo
m ovim iento alguno d u ra n te el d ia , pero p or la noche el ejército
libertador pasó el rio G uarico y fué íi acam parse en el pueblo del
Rastro, distante tres leguas al poniente de Calabozo. El regim entó
de Húsares de A pure quedó á caballo al frenle de la ciudad p ara
observar los movimientos del enem igo, cuya pérdida parecía inevi­
table, bien perm aneciese encerrado en la ciudad, bien se moviese
en q u alqu iera dirección, porque la inm ensa superioridad de la
caballería republicana hacia dueño a Bolívar del campo en llanuras
tan estensas y despejadas como las que rodean á Calabozo. Morillo
no tenia acopio de víveres, n i podia contar con ausilio de ninguna
de sus divisiones, porque nunca juzgó capazes á los patriólas de un
m ovim iento tan audaz. No habia, por tan lo, dado órdenes anticipa­
das para un evenlo sem ejante : n i pudo darlas en la ocasion, por­
que fué sorprendido. Grave falta cometió en aquella coyuntura
el general español. Bolívar habia m archado desde San F ernando
hasta Calabozo sin e n co n trar u n a sola p atru lla n i partid a de reco­
nocim iento1 perteneciente al ejército español' en mas de treinfa
leguas de llan u ías, y una guardia avanzada, única que tenian los
idealistas aislada y sin apoyo en el paso del rio O rituco, fué hecha
prisionera por su descuido y necia confianza.
Si>este grave e rro r de Morillo no tuvo las consecuencias que pu­
diera , se debió esto á les que com etió el ejército lib e rta d o r. En
p rim er lu gar el jefe suprem o no debió por m otivo alguno situarse
en el R a stro , siendo así que aquel cam ino no era el mas recto que
podia tom ar Morillo para ganar la serran ía. Que esta era el único
refugio de los realistas en tan ap u rad a situación, es evidente, por­
q u e , ¿ á qué punto de las llanuras irian sin caballería y con un
reducido n ú m ero de infantes? C onvenia, p u e s, interceptarles la
retira d a hácia el país m ontañoso de la provincia, y como podian in­
te n ta rla tanto por el cam ino del Rastro como por el;de Ortiz y aun
el del C alv ario , déjase enien d e r que lo m ejor era no separarse un
palm o de Calabozo , para velar en q u e por ninguno de ellos se es­
capasen. D espues, el coronel G uillerm o Irib arren que m andaba los
húsarés de A pure, se alejó de Calabozo en la noche del 15 y no pu­
do conocer el m ovim iento de los enem igos hasta el am anecer del dia
4 4. Las nueve de la m añana serian cuando se recibió el p rim er avi­
so de la retirada de Morillo en el cuartel g e n e ra l, y como el tal
aviso no daba u n conocim iento perfecto de la dirección que llevaba,
creyó indispensable Bolívar dirigirse á Calabozo con todas sus fuer­
zas. Este fué otro erro r m as grande, si cabe, que el prim ero, y del
cual pudo ap artarlo una sencilla reflexión. De los tres cam inos que
podia lom ar Morillo para g an ar la serran ía era evidente que solo
dos tenia á su disposición, estando cubierto el del Rastro por los re­
publicanos; y en la duda de cuál de los dos hubiese seguido,
era preciso tom ar desde el Rastro e! m as corto y directo de O rtiz ;
prim ero, porque si iba por él se le alcanzaría mas p ro n to ; se­
gundo, po rq ue dado que hubiese preferido d a r el largo rodeo del
Calvario ó cualquiera otro , se le salia al encuentro en el Som bre­
ro . Porque no era presum ible que Morillo guiase directam ente pa­
ra C h ag u aram a s; y si tal hubiera hecho, ¿quién im pedia q u e el
L ibertador ocupase sin obstáculo los val'es de Aragua y á Carácas
mismo?
Mediodía del -14 seria cuando B olívar se puso des le Calabozo en
m archa contra Morillo que, á toda p risa aunque en ord en , se diri­
gía al Som brero por las llan uras en una dirección paralela al G uári-
— 55 5 —
co. El general en jefe acom pañado de Páez'y dé toda la caballería
to m ó la vanguardia con el objeto de obligar al enemigo á hacer alto
y d ar tiem po á' que llegasen la in fan tería y los H úsares de A p u re,
que con ella iban. La caballería alcanzó á ios españoles en la lla­
n u ra denom inada de la U riosa, les dió varios choques y aguardó
en vano á los infantes, po rque estos al salir de Calabozo, en lugar
de m arch ar por la huella de los ginetes hácia el S o m b re ro , siguie­
ron equivocadam ente por el cam ino del Calvario, y ya era de noche
cuando apercibidos del erro r llegaron á la Uriosa. Así Morillo con
solo la pérdida de algunos hom bres m uertos en las cargas de la ca­
ballería , y la de otros cogidos prisioneros en el trá n sito , llegó al
Som brero : con lo que salvó su división ; pues si los patriotas le
eran superiores en la tierra llana á causa de la caballería, esa supe­
rio rid ad cesaba en la m ontuosa y quebrada p o r la escelencia de la
in fan tería española, sin igual p ara pelear en posiciones. Bien á su
costa lo esperim entó Bolívar cuando habiéndola atacado el dia t 5
por la m añana en el Som brero fué rechazado con p érd id a. Por la
tard e y poco mas abajo de dicho pueblo pasaron los patriotas el rio
G uárico, acam pando en sus riberas cerca de los reales enem ig o s;
pero Morillo que habia conseguido mas de lo que podia e sp era r,
continuó esa misma noche su m archa por C am atagua, San Sebas­
tian y villa de C ura, y recobró así o tra vez su basa de operaciones,
yendo á situarse enV alencia. A esta ciudad hizo ir la s divisiones que
obraban p or San Cárlos y B a rín a s, y algunas tropas qu e estaban en
Carácas al m ando del general La T orre recibieron orden de situarse
en las Cocuisas.
Despues de la acción del S o m b re ro , el general Páez con toda su
división de caballería, escepto el regim iento del coronel Genaro
V ázquez, regresó al Apure para hacer ren d ir la plaza de San F er­
nando, rem o n ta r sus escuadrones y v o lv erá las llan u ras de Carácas
á tom ar p arte en las operaciones generales. En los llanos de Cala­
bozo quedó el general Cedeño con u n cuerpo de caballería de su d i­
visión al m ando del com andante Blancas, y con algunos jefes y
oficiales para organizar escuadrones en el S o m b rero , G uardatinájas
y otros pueblos. Zaraza con otros cuerpos de la m ism a arm a que
habia conservado despues de la desgraciada acción de la Hogaza, se
reunió al cuartel general. Lo mismo hizo U rdaneta que iba de Guayana con una partida de oficiales estranjeros de los muchos que em ­
pezaban á llegar de E u ro p a , de propio movimiento ó contratados
— 556 —
por varios agentes que en ella tenian los gobiernos disidentes de Amé­
rica. En esto se pasaron dias, y el L ibertador, situado en el hato de
San Pablo cerca de O rtiz, convocó á ju n ta los generales que allí te­
nia para o ir su opinion sobre el plan de las operaciones sucesivas.
A lgunos, y entre ellos ü rd a n e ta , dijeron que pues se hallaban
dueños de la m ayor p arte de las llan u ras de u n estrem o al otro de
la re p ú b lic a , se debía ante todas cosas com pletar y asegurar la po­
sesión de todas ellas con la ocupacion de San F ern an d o , Barínas y
C asanare, m ayorm ente cuando M orillo, reducido á las cordilleras,
ten d ría q u e salir á buscarlos con la desventaja de ser inferior en
caballería y ten er que pelear co n tra tropas mas num erosas y fres­
cas. La m ayoría, em pero , conform ándose á los deseos secretos de
Bolívar, opinó p o r que se llevara la g u erra á los valles de Aragua,
puesta la m ira en la ocupacion de Caracas ; y su dictam en prevale­
ció. A pesar de las desgracias que se siguieron á esta determ inación,
no es justo rep ro bar solo por eso el plan adoptado p or el Liberta­
dor : acaso era el m as asequible, si se atiende á que m ucha parte
del otro (el sitio de San F ernando, por ejem plo, y la ocupacion de
los llanos de Carácas) se cum plia al mismo tiem po : á que seme­
jan tes comarcas no eran propias p ara hacer reclu tas de infantería,
y finalm ente á que obrando con c e le rid a d , se podia b atir separa­
dam ente á la Torre y á M orillo. El éxito desgraciado de u n a cam­
paña 110 depende siem pre de h a b er sido m alam ente co n ceb id a:
acasos im previstos é irrem ediables echan a p erd er los m ejores pla­
nes sin culpa alguna de q uien los d irig e , y este fué precisannente el
caso aquí. Movióse (8 de marzo) el ejército con dirección á la villa
de C ura, habiendo tom ado la vanguardia con un dia de anticipa­
ción toda la caballería al m ando de Zaraza. M orales, que se halla­
ba en dicha villa con un cuerpo de observación, replegó á Valen­
cia, y los gineles patriotas acompañados de 200 infantes ocuparon á
Maracai y cubrieron el p un ió de la C abrera. El resto del ejército
ocupó á la V ictoria, en donde Bolívar se le reunió pocos dias des­
pues, luego que hu b o dado personalm ente á Monágas y Z araza sus
instrucciones, y dispuesto lo conveniente para fortificar el desfilade­
ro confiado á su cuidado. E ntre las dos operaciones que Bolívar te­
nia que ejecutar, es á saber, la de com batir á Morillo ó á L aiorre,
prefirió la se g u n d a , sabiendo que el jefe español se habia m o ­
vido ya dé sus posiciones y estaba en el sitio de la Laja. Parecía in­
defectible el b uen éxito de este m ovim iento , pues u n a fuerte divi-
— 357 —
sion debia atacar á los realistas p o r la espalda d u ra n te la noche
siguiendo u n a trocha ig n o ra d a , á tiem po que o tra le com batiría
p o r el frente p ara cogerle enlre dos fuegos. Tal era el plan p rin ci­
pal ; pero cuando Bolívar se hallaba en el pueblo del Consejo d is­
poniéndolo todo para p rin cip iarlo , supo que Morillo hab ia sorpren­
dido en la m añana del 14 el destacam ento de la C abrera y tam bién
la caballería de Zaraza y M onágas, en ocasion de hallarse esta fo r­
rajeando en varias haciendas, tan descuidada como si h u b iera tenido
el enemigo á mil leguas de distancia. Mui pocos infantes escaparon,
y los g inetes, perseguidos vivam ente por M orales, se dispersaron ,
siendo lo p eo r que tropa , oficiales y generales siguieron el cam ino
de la villa de Cura, sin curarse de la in fantería que se habia in ter­
nado la via de Carácas, al m ando de Bolívar. Por fortuDa el coronel
M ateo Salcedo, tan fiel como valeroso, se dirigió á la V ictoria, dio
allí parle de lo sucedido á Urdaneta y este advirtió del peligro al
L ibertador. Fácilm ente se h ará cargo cu alq uiera de lo em barazosa
q ue con esto llegó á ser la posicion de los p a trio ta s, avanzados ya
sobre el cerro de las Cocuizas, con La T o rre á su frente y el ejército
de Morillo, lib re de todo obstáculo, á su espalda r no solo era im ­
posible e jec u tar la operacion proyectada, sino que si dilatab an m i­
nutos en retira rse, iban á verse encerrados entre los dos cuerpos
enemigos. Em pezaron, pues, el re p lie g u e , y llegados sin tropiezo á
la V ictoria, siguieron á la villa de Cura, tenien do la fo rtu n a de que
en la encrucijada de Cagua se les reuniese el general Monágas con
su caballería : esta y dos escuadrones de A pure que estaban con fa
infantería en el C onsejo, m andados p or el coronel G enaro Vázquez
y el com andante S ulb aran, era n los únicos ginetes que quedaban
en los valles ; todos los dem as se habían adelantado hasta San Juan
de los Morros.
Seguros ya en villa de C ura los p atriotas de que Morillo no podía
cortarles la retirad a, se entró á juzgar si seria m ejor esperarle allí y
em peñar u n a b a ta lla , ó si deberían c o n tin u ar la re tira d a hasta m as
allá de O rtiz, en donde ya te n d ría n reu n id a la cab allería de Zaraza
q u e el dia áutes (44 de m arzo) saliera de los valles. Razones habia
p ara d udar cuál fuese el m ejor p artid o , y en esta indecisión se pasó
el d i a ; hasta que p or la tarde supieron que Morillo se aproxim aba.
Entonces salieron de poblado y al anochecer hicieron alto, y se si­
tu aro n del modo siguiente : á dos leguas de la villa de1'C u ra se
acampó la caballería y desde allí hasta ceica de la qu eb rad a de SeUISTi MOD.
22
— 558 —
m en se colocó la in fantería en diferentes casas que habia én el ca­
m ino. En villa de C ura quedó el coronel Genaro Vázquez con su es­
cuadrón , cubriendo la retaguardia y no debia retira rse sino á la
vista del enem igo. De hecho, atacado á las ocho de la noche por la
vanguardia de Morillo al m ando de M orales, logró entretenerla en
las dos leguas q u e distaba el campo de los p a trio ta s, dando tiempo
á que eslos em prendieran su repliegue. Bolívar en efecto hizo desfi­
lar toda la caballería á tom ar la vanguardia, dejó á retaguardia un
cuerpo de infan tería á las órdenes del general Pedro León Torres
con encargo de relevar á Vázquez y al ser de d ia (16 de marzo) em­
pezó su retirad a lentam ente y en o rd en .
Mas fuese porque juzgó difícil según u n a observación de Urdanela aquel repliegue, ó porque su ard o r g u erre ro le incitase á com­
b atir, el Libertador m andó hacer alto á sus tropas del otro lado de
¡a queb rad a d e Sem en, las situó en una planicie de b u en tamaño
y se estuvo á esperar la llegada del enemigo. En aqu ella posicion,
colocada en p rim era línea la infantería y eu seguuda la caballería,
contaba Bolívar con -1000 hom bres de cada arm a. En los valles ha­
bía perdido sobre 500 entre m u erto s, h e rid o s, prisioneros y dis­
persos; pero Zaraza fue m andado llam ar á san Juan d é lo s Morros
y m uchos de sus cuerpos tuvieron tiem po de llegar al campo y to­
m a r parte en el com bate. Este, a u n q u e ventajoso al priucipio para
los patriotas por la destrucción de la vanguardia enem iga, se deci­
dió al fln en.favor de Morillo, el cual llegó oportunam ente á la pepelea, con dos batallones y u n escuadrón de artillería, y cargando
amenosamente á los republicanos, los hizo replegar, cuando per­
seguían á Ja desbandada los restos de Morales. Morillo fué herido
de peligro en esta ocasion y sus tropas tuvieron u n a pérdida de
800 h o m b re s, la m ayor p arte venezolanos. La de los patriotas en
am bos choques fue de 2 0 0 , si bien dejaron al enemigo varios des­
pojos de im p o rta n c ia , tales como la correspondencia de Bolívar y
Jos papeles del estado m ayor dei ejército, ü rd an eta, Valdes, Tor­
res y considerable nú m ero de oficiales fueron heridos en esta ac­
ción reñidísim a, q u e la situación de Morillo hizo por el pronto poco
decisiva en favor de su p artid o . P orque ocupados los suyos en so­
co rrerle y m ui desm edrados con la pérdida de aquel d ia , dieron
tiem po á que se salvasen casi todos los heridos y m ucha parte
de la infantería : la caballería Labia huido en desorden y llena de
te rro r cuando Bolívar se proponía renovar la pelea. Privado de su
— 559 —
co o peracion , se retiró á P a ra p a ra , reunió allí algunos d is p e rso s,
o tro tanto hizo en O rtiz, f en llegando al Rastro, envió un escua­
d ró n con el com andante Blanca á p roteger los reslos del ejé rc ito ;
pero este jefe, setenta de sus soldados y algunos rezagados que se le
habían unido fueron m uertos por el coronel Don Bafael López, el
cu al habia quedado con una colum na de gínetes p or los Tiznados
cuand o el ejército republicano penetró á los valles de Aragua.
Bolívar reunió en el Rastro casi todas las fuerzas q u e se re tira ­
ro n de Sem en, y no q ueriendo ceder á los enemigos la posesion de
las llan uras de la provincia de Carácas , empezó con su acostum ­
b rad a actividad á p ed ir ausilio á sus tenientes. Por fortu na Páez
e ra p ara aqu ella fecha dueño de la plaza .d e San Fernando .
obligados del ham bre, la evacuaron los realistas la noche del 6 de
m arzo. Su valerosa guarnición m andada por el heroico capitan ve­
nezolano Don José M aría Quero, filé alcanzada en su retira d a y h u ­
bo d e re n d ir las arm as despues de u n a resistencia b rillan te : su
jefe m alherido m urió á poco á pesar de los esfuerzos generosos que
se hicieron p o r salvarle. Libre de esta atención, voló Paez en socorro
de Bolívar con los cuerpos de caballería de que pudo disponer, y
desde aquel m om ento el ejército Libertador se halló en capazidad
d e d is p u ia r nuevam ente el terreno á sus contrarios.
La T o rre que de resultas de la herida de Morillo habia su b ro g a­
d o á este en el m ando, no persiguió inm ediatam ente á los patriotas,
d an d o tiem po con esto á que se rehiciesen, de modo que cuando el
20 de marzo se movió hácia Calabozo con 1500 infantes y u n escua­
d r ó n , Bolívar podia oponerle 2000 g in etes, m andados por P áez,
Monágas y Cedeño, y 800 soldados de infan tería. Una persona que
<?ra adicta al jefe español le dio desde Calabozo un inform e circu n s­
tanciado d e estas fuerzas, y él, conociendo el peligro q u e habia en
reco rrer las llanuras con pocos ginetes, retrocedió á Ortiz despues
de haberse avanzado hasta cerca del Rastro. Los patriotas le siguie­
ro n , y el 2 (> á. las once y media de la m añana se hallaban frente á
frente delante de aquel pueblo unos y otros contendientes. De aquí
se, siguió un com bate indeciso en que m urió Genaro Vázquez y por
consecuencia del cual la T orre se retiró hácia villa de Cura y Va­
lencia, no pudiendo por falta de caballos sostenerse en el distrito
d e Calabozo.
Perdido el objeto principal de la jo rn ad a, cual era el de u n a in ­
vasión á fas comarcas d e la c o rd ille ra , parece q u e Bolívar p no
— 5 -SO —
pensó sino en conservar la posesion de las llanu ras, y para ello dis­
puso que Páez m archase hacia el Pao con el designio de d e stru ir
u n a colum na que á las órdenes del b rigadier Real se habia situada
en aquella villa : Monágas fue enviado á la provincia de Barcelona
con un pequeño n úm ero de infantes y caballos : y en fin, él en p e r­
sona quedó en las llanuras de Calabozo ocupado en hacer frente al
terrible cuerpo franco del coronel López. No pen saba em pero insis­
ti r mucho en esta o p eracio n , pues su in ten to era reunirse á Páez
en San Carlos ó sus inm ediaciones y d a r á la fo rtun a u n tie n to en
comarca de Valencia. Con este objeto estableció el 15 de ab ril su
cuartel general en el sitio nom brado Rincón de los Toros á m edia
legua de San José de los Tiznados, é hizo ad ela ntar el -15 á Cederlo
con su división la via del Pao en dem anda de Páez : sus fuerzas
quedaron entonces reducidas á 700 hom bres de caballería que
m andaba Zaraza y á 500 soldados de infantería lijera.
Más sucedió q ue u n dia despues de la m archa de Cedeño fué Ló­
pez instruido de esta circunstancia p o r u n sargento desertor del
campo republicano, el cual le reveló al mismo tiem po el santo y se­
ña de la división, las fuerzas de esta y el sitio en q u e dorm ia el Li­
b ertad o r. López q u e , sin ser sentido, estaba como se ve m u i cer­
ca, determ inó sorprenderle en la noche de aquel dia y confió la
arriesgada operacion al capitan Don M ariano R enovales, hacién­
dole acom pañar por ocho hom bres valerosos. Renovales penetró en
el cam pam ento á favor de la o sc u rid a d , se encontró con el coronel
Francisco de P aula Santander que era subjefe de Estado m ayor y
rondaba el cam po, le dió la consigna, contestó á sus preg u n tas satis­
factoriam ente , y lib re con eslo de pasar a d e la n te , continuó hácia
el lugar donde Bolívar y otros tenían colgadas sus hamacas. Esta­
b an tan bien tom adas sus m edidas, y fué tal la serenidad y p reci­
sión con que las ejecutó , que habiendo llegado sin n in g ú n tropiezo
al sitio designado, disparó sus arm as á quem aropa sobre los que
dorm ían , y se retiró veloz y felizm ente, satisfecho con la idea de
haber dado m u e rte á B olívar.
Pero este se hallaba por suerte despierto cuando S antander exa­
m inaba á Renovales y, ó porque le moviese u n secreto presen ti­
m iento, ó porque creyese reconocer en la voz de este hom bre el
acento p enin sular, dejó casi desnudo la ham aca y se retiró á alguna
distancia : pocos m inutos despues oyó la descarga, y suponiendo con
razón envueltas sus tropas, huyó de aquel sitio sin atreverse á volver.
—
541
—
El cam pam ento presentó luego u n a escena de espantosa con fu ­
sión, donde todos exagerándose el peligro p o r su m ism a incertid u m b re , co rrian desalados y sin sab er á qué pu nto , cuáles como
volerosos para hacer frente al m al, cuáles como cobardes p ara evi­
tarlo huyendo. Al sobresalto causado por la descarga sucedió en
b reve el te rro r, cuando propagada de boca en boca se estendió por
todo el cam pam ento, prim ero la voz de que Bolívar habia m uerto ,
desp.ues la de h ab er sido arreb atad o y conducido prisionero a los
reales enemigos. De resultas de la descarga perdieron la vida el ca­
pellán Frai Esteban Prado y los coroneles Mateo Salcedo y F ern an ­
do G alin d o ; noble m ancebo este que siendo enemigo de P iar se en ­
cargó de su defensa y la hizo con calor y generosidad sublim es;
valentísim o soldado el o tro , m ui estim ado del ejército y del Li­
b ertad or. Y esta desgracia, contristando los ánim os, añadió n u e­
vos m otivos de am arg u ra y desconsuelo, en térm inos qu e confu­
sos y perplejos los jefes y los oficiales, llegó el dia sin que n in g u ­
no en aquel caso tom ara m edidas convenientes para evitar el m al
q ue se tem ia. Así que de nada sirvieron los efuerzos de Zaraza y
otros caudillos valerosos para contrarestar á López al am anecer del
-17. La tropa desanim ada no hizo casi resistencia, y á pesar de la
m u erte del jefe español al principio de la a cció n , los realistas a d ­
q u irieron sobre ella un triunfo fácil y com pleto. La m ayor p arte
de los infantes pereció y con ella su bizarro com andante Silvestre
P alacios, venezolano conocido p o r su b rav u ra en la gu erra de Es­
paña contra F rancia, y el sargento m ayor Mariano Plaza ay u d an te
de campo de Bolívar. El com andante Don Antonio Pía, sucesor de
López, cogió adem as 150 prisioneros, e n tre los cuales se hallaban
el teniente coronel Manfredo Berzolari, italiano ; los de igual gra­
duación José Francisco Portero y Juan de Dios M orales, y el capitan Florencio Tovar : todos ellos fu ero n fusilados, po r orden de
M orillo ya convaleciente, en diversas ciudades. Sobre lo cual o b ­
servarem os que cuando el Pacificador recibió su h erida en el campo
de Sem en « fu ero n, dice él m ism o, sus últim as órdenes, en m edio
de la cruel agonía de la m u e rte , salvar á los prisioneros y respetar
sus vidas, i)
Los dispersos del Rincón de los Toros encontraron á Bolívar y
siguieron con él hácia Calabozo. El fiel Cedeño, despues de h ab er
despachado p arte de su división á.reu n irse con Páez, acudió con el
resto en ausilio del L ibertador, y no hallando en el campo sino
—
542
—
m u ertos y despojos, siguió á Calabozo donde esperaba en contrarle.
Allí le dejó por com andante general de operaciones el jefe suprem o,
cuando pocos dias despues se dirigió á San Fernando. ’’
Mas afortunado Páez, liabia ocupado á San Carlos, haciendo re­
plegar á Real basla V alen cia; pero Morillo que deseaba alejarle de
aquellas lla n u r a s , para tener franca su com unicación con Barínas ,
reunió 200 ginetes y -1900 in fa n te s, los cuales puso á las órdenes
de La Torre para que saliera á encontrarle. Piúz tenia 1200 hom ­
bres de caballería y 530 de infantería, por lo que su Ínteres prin­
cipal consistía en atraer los enemigos á una llan u ra despejada, don­
de pudieran o b rar con desahogo sus ginetes. Lo cual logró com ple­
tam en te, llevando á la Torre desde Cam uruco hasta las planicies
de Cojédes , que habia previsto de antem ano para el caso; mas la
acción que allí tuvo lugar (2 de mayo) y en q u e ambos partidos se
atribuy en el tr iu n fo , fue por sus resultas m as favorable á los rea­
listas q u e á los republicanos.
Eslos alanzearon com pletam ente la caballería y p arte de la in ­
fantería de sus contrarios; pero el jefe español con el grueso
de la segunda formado en m asas im penetrables destruyó los infan­
tes de Páez, á pesar del adm irable denuedo con que ellos y Anzuátegui su je fe pelearon aquel d ia. Páez sin d ejar despojos al enem igo,
ni ser perseguido se retiró al Apure. La T orre, herido o tra vez, des­
tinó á Calzada con la 5a división á B a rín a s: el resto de los cuerpos
espedicionarios tomó cuarteles de invierno.
Pocos dias hacia que Páez estaba de regreso en San F ernando
cuando Bolívar situado allí despues de la desgraciada acción del
Rincón de los T o ro s, recibió la nueva de haberse perdido Calabo­
zo , y vió llegar á Cederlo fugitivo y m al trecho. Este general habia
evacuado la plaza al acercarse á ella Moráles al frente de la colum na
q u e antes m andaba el coronel Rafael L ópez; pero no contento el
jefe español con ocuparla el 15 de m ayo, siguió en dem anda de su
co ntrario y lo batió el 20 cerca de la laguna que dicen de los Pa­
tos, con fuerzas inferiores en nú m ero y calidad. Esie descalabro in­
concebible de cuyas resultas fueron degollados casi en su totalidad
250 infantes que m andaba el valeroso Pedro León T o rres, se debió
al m al com portam iento de su caballería y á la tibieza é insubordi­
nación de sus jefes principales. Grandes altercados tuvieron ellos
con tal m otivo en San F ern a n d o , donde Bolívar como era ju sto y
n atu ral m ando juzgarlos; pero todo quedó en am enazas, p o rq u e n a
— 343 —
habí;) llegado el tiempo en que la disciplina y el orden pen etraran
en las llanuras y enfrenaran la insoportable avilantez de sus g u e r­
rilleros principales. Si el mal que produjo esta nueva derro ta no fué
de gravedad, debióse á Páez que cori soto su guardia de honor sor­
prendió á Moráles e! 28 del mismo mes en el G uayabal, le mató
obra de 200 hom bres, le cogió m uchos prisioneros, arm as y caba­
llos, y finalm ente le obligó á retirarse hacia el Som brero.
Esta es la desastrada cam paña de 18 18, cuya consecuencia fué la
pérdida in ú til de varios jefes y oficiales distinguidos, de m as de mil
in fa n te s, de quinientos caballos, de arm as y m uniciones en gran
copia. Verdad es que San F ernando había sido tomado y que los re a­
listas sufrieron m ucho mas que los patriotas en el personal de su
ejercito ; pero los beligerantes quedaron en sus respectivas posi­
ciones, orgullosos con razón los unos de haber rechazado la in v a­
sión ; los otros con razón tam bién, avergonzados de ten er que re ti­
rarse á sus antiguos puestos. El efecto moral de una em presa de
este género frustada, debia ser grande y pernicioso ; y tanto mas í’e
tem er en las circunstancias de Bolívar y su p atria, cuanto que á una
y otro con m enor peligro am enazaban Morillo y sus huestes, que la
am bición y desenfreno de algunos de sus propios generales. La in ­
fan tería, basa esencial de todo ejército re g u la r, y arm a en que los
españoles libraban la conservación de su lín e a , estaba destru id a :
para em prender u na nueva espedido» era preciso reclu tar en las
provincias de O riente, y de estas Margarita na daba sino m arinos ,
G uavana habia ya enlregado fuertes contingentes, y Cumaná y B ar­
celona , ocupadas en gran parte por el en em ig o , bastaban apénas
p ara llenar las filas de los pocos cuerpos republicanos q u e en ellas
m ilitaban. Mas esta situ ac ió n , penosa de suyo y agravada po r la
falta de dinero, no era su p erio r á las fuerzas de Bolívar : ánlcs pa­
re c e q u e con las desgracias adquiría m ayor penetración su ingenio,
m ejor tem pl,' su e sp íritu , m as actividad su cuerpo. Lo que para
o ’ros eran dificultades insuperables, é! lo veia como inconvenientes
pasajeros : mas altivo á m edida que le abandonaba la fortuna , díríase que aspiraba á arrancarle por fuerza sus favores. Y esto es lo
q ue principalm ente distingue de las almas elevadas las com unes :
para unas y o'ras es un goze la felizidad ; mas solo para aquellas es
la desdicha ocasion de triunfos y grandeza.
Perdida, p u e s, la cam paña, volvió á Angostura poco despues de
haber sido Cedeíio derrotado en la laguna de los P a to s : á este ge­
--- 544 —:
n e r a l, al jefe de estado m ayor S oublette, al subjefe S antander y á
otros varios m ilitares distinguidos llevó consigo : Zaraza regresó á
su antiguo teatro de operaciones, y Páez con su escelente caballería
quedó encargado de la defensa del Apure.
Mas antes de ver los medios de que se valió p ara rep arar sus
pérdidas y volver con nuevo ard o r sobre los enem igos, digamos
cómo se hallaban las provincias de donde pensaba sacar todos sus
recursos.
La invicta M argarita gozaba tranq u ilam en te de la libertad que sus
arm as habían sabido conquistar tan noblem ente : sus naturales,
prácticos on la navegación é intrépidos m a rin o s , tripulaban gran
p a r l e de la e sc u a d ra ; las fuerzas sutiles que m andaba el bizarro
Antonio Diaz, y varios corsarios infestaban las posesiones españolas
en el m a r de las Antillas.
La capital de Barcelona se m antenía en poder d é lo s realistas,
pero sus llan uras eran recorridas en tedas direcciones p or los cuer­
pos franco? dependientes de Monágas ; las costas tenian que sufrir
constantem ente de los corsarios y no faltaban g u errillas q u e in te r­
rum piesen su com unicación con Cum aná.
E sta se hallaba p erd id a enteram ente. El ten ien te coronel Don E u ­
genio A rana habia ocupado el 8 de enero á C um auacoa, p u n to q u c
el coronel Domingo Montes evacuó p or no serle posible defenderlo :
lo recu peró después, es verdad, por h a b er vuelto Arana á C um aná;
pero ningún provecho sacó de ello para el servicio del pais. Por el
c o n trario , n uestro coronel, valiente como el C id , pero caprichoso
é ig norante, en lug ar de afirm ar y estender sus adquisiciones á costa
de los enemigos, suscitó nuevos em barazos al gobierno negando á
B erm údez la obediencia y declarando que solo reconocía por jefe
de la provincia al general M arino.
Pasóse el tiempo en inútiles porfías q u e sirvieron grandem ente á
los realistas, hasla que Bermúdez p or carecer de fuerzas con que
hacer e n tra r en su deber á aquel sedicioso, volvió á Guayana en de­
m an da de ausilios. M arino, llamado p o r sus a d ic to s, regresó de
M argarita y se aposesionó de Cariaco , donde en breve tiem po re u ­
nió obra de 400 hom bres. Que de nada p o r cierto le sirv iero n ,
p ues el español Jim énez salió de G üiria y m archando rápidam ente
sobre él, le atacó en Cariaco mismo y sus cercanías el 12 de m arzo.
Trabóse un sangriento com bate de cuyas resultas se vió Marino en
la necesidad de retirarse á Cum anacoa, dejando en el campo muchos
— 545 —
m uertos y despojos. Su fortuna fue q u e el intrépido y activo Jimé­
nez quedó m alherido y m urió de allí á poco en Cum aná, pues á no
ser así, le h abria obligado á reem barcarse á toda prisa.
El 8 de abril repasó Bérmúdez el Orinoco d e vuelta de Guayana,
llevando algunas fuerzas para o b ra r en com arca de C um aná, é in ­
m ediatam ente ofició á Marino invitándole á que reconociese su a u ­
toridad y se le reuniese con las fuerzas que m andaba. Negóse á ello
M arino, y con este m otivo hubo en tre los dos jefes tau desagrada­
bles altercado s, que estuvieron á punto de v en ir á las m anos con
sus fuerzas respectivas. A fortunadam ente U rdaneta se hallaba en la
provincia con instrucciones de Bolívar y facultad para arreg lar
aquellas co sas; con lo cual interviniendo á tiem po calm ó á los dos
jefes rivales , y obtuvo de Marino que cooperase con Bermúdez á
las operaciones ulterio res. Pero p ara ello se presentaba la gran d i­
ficultad de tener este el carácter de com andante general de la p ro ­
vincia , y el o tro un a graduación su p erio r en la m ilic ia ; circu n s­
tancia que debia im pedir la reunión de sus fuerzas y su franco y
sim ultáneo concurso al mism o plan. Así, á tiem po que Bermúdez se
movia contra Cum aná por la via de Cum anacoa, Marino por su lado
se acercaba á Cariaco y lo tom aba. Si uno y otro h u b ieran tenido
fuerzas suficientes, este m ovim iento habria sido m u i útil por cuanto
llam aba fu ertem ente la atención del enemigo hácia un p un to im ­
portante ; pero sucedió q ue los españoles superiores en núm ero
triu nfaron com pletam ente de Bermúdez el 50 de mayo en el Puerto
de la M adera, y que M arino á pesar de la ocupacion de Cariaco y de,
un a ventaja ad q u irid a el 24 sobre una colum na de G üiria y Carúp a n o , hubo de evacuar sus puestos y re tira rse á M aturin. Lo m is­
mo , antes que é l , hizo B erm údez, si bien se trasladó á Angostura
luego al p u n to .
Ya se hallaba allí Bolívar cuando aquel jefe llegó, y es fácil con­
cebir haáta qué p u n to le m olestaron é indispusieron tan fatales
nuevas. D isim ulando, em p ero , la indignación que le causaban las
rencillas y divisiones de sus jefes, hijas todas de u n a ambición mez­
q uina , dejó que Mariño allegase gente en M aturin y él se aplicó
an tes de todo á poner orden en varios ram os im portantes de la ad ­
m inistración. En 2 de ju lio espidió u n decreto fijando reglas para
im pedir el escandaloso contrabando que a rru in a b a al estado : en
5 del mism o sujetó la policía general y la m unicipal á los goberna­
dores com andantes generales de las provincias y sus subalternos.
Esta m edida form idable que ponia en m anos de los agentes inm e­
diatos del gobierno la seguridad de los ciu d ad an o s, era necesaria
en un tiem po de revueltas fecundo en traiciones y crím enes de todo
g én ero ; siendo así que el gobierno m eram ente m ilitar hasta a llí,
tenia que defenderse contra m uchas clases de enemigos. El decreto
contenía adem as ¡a Cláusula de constituir á los gobernadores p re­
sidentes de los a y u n ta m ien to s; por lo cual quedaron aquellos fun­
cionarios m ui asimilados á lo? antiguos capitanes generales. Final­
m ente , deseoso de prom over la em igración de extranjeros y de ga­
narse la buena voluntad de (os ya dom iciliados, decretó el dia 7
qu e ninguno de ellos pudiera ser alistado en el ejército sin su consentim ento, ni obligado á exhibir contribuciones, donativos ó em­
préstitos estraordinarios.
En m edio de estas ocupaciones adm inistrativas tuvo el -12 del
mismo julio una gran satisfacción con la llegada del alm irante y de
s a escuadra. Brion había salido del Orinoco el 5 de ab ril llevando
encargo de Zea, presidente del consejo, p ara reco rrer las islas estr a n je r a s , y poner á su bordo los elem entos de g u erra y los reclu­
tas que se habían pedido á In g laterra. P orque ha de saberse que
Bolívar y su consejo habian aceptado las propuestas de varios estran jero s sobre llevar tropas de E uropa bajo estipulaciones mas ó
m enos g ra v o sa s; pero que el eslado de los negocios hacia parecer
en sumo grado fáciles de ejecutar y necesarias. Los nom brados English y E lso n , ingleses de n ac ió n , fueron los que mas gente eu­
ropea ofrecieron llevar á C osta-Firm e. El prim ero prom etió mil
hom bres para linos de este año de -18 18, con tal que Venezuela re­
conociese y pagase los gastos de la espedicion, que Bolívar le hiciese
á él general de brigada, que se adm itiese á los oüciales en los mismos
grados que tuviesen en el ejército ingles, y que á ellos y á la tropa
se les declarase con derecho á las recom pensas nacionales ofrecidas
ya o q u e en adelante se ofreciesen á los hijos del pais. Poco mns ó
menos esfas mismas fueron las estipulaciones hechas con Elson y
o tro s; si bien'L uis 1 ópez Méndez, ag en te'd e la república en Lon­
dres, y m as que él los mismos enganchadores se tom aron la liber­
tad do ofrecer sin com petente autorización otras m uchas ventajas,
q ue despues fueron origen de disgusto. Decíamos, pues , que Brion
salió del Orinoco en dem anda de estas tropas. No las encontró, pero
tuvo noticias de que mui pronto llegarían ; y como adem as llevase
com prados p o r.cu en ta del gobierno 8 .0 0 0 fu siles, p e rtrech o s, un
-
547
—
tren de artillería y otros a rtíc u lo s , fué su arribo con ju sta razón
para Bolívar u n gran m otivo de consuelo, Y tan to m as, que Brion
con ilucia á su bordo desde M argarita una gente confidencia] del go­
bierno de fos Estados-U nidos, el cual iba autorizado p ara asegurar
al L ibertador de las favorables disposiciones de su com itente. Bueno
será decir de paso que los anglo-am ericanos jam as hicieron en favor
de la independencia do Jas colonias españolas u n a sola demosti a Iracion oficial que indicase la voluntad de ausiliarla ; pero Bolívar,
á quien no se ocultaba la política p u ram ente com ercial dé? gabinete
de W ashington, hizo g ran de alarde de la llegada de su agente p ri­
vado, por motivos igualm ente justos que fáciles de espücar.
Volviendo luego toda su atención á lo s negocios de g u e rra , que
jam as perdia de vista, nom bró á Marino p o r com andante general
de operaciones de la provincia de C u m a n á , en ocasion de habeí
sabido que aquel general habia organizado una fuerte colum na err
M aturin. Echando en olvido lo pasado, escribióle asegurándole de
su buena voluntad é invitándole en nom bre de la p atria á consa­
g ra r todos sus cuidados al santo fin do la independencia del p a is ;
m as como no ignorase lo fácil que era Marino á las sugestiones de
los que le rodeaban , le envió por jefe de estado m ayor al coronel
Francisco C on d e, del consejo de estado, hom bre h o n radísim o ,
fiel á toda p rueba y m odesto. E ntre tanto se organizaban en Upata
dos batallones con los nom bres de Rifles y G ranaderos, otro cuerpo
se creaba en Angostura , y en los pueblos de la provincia de Bar­
celona inm ediatos al Orinoco se allegaba gente á toda prisa : Monág as, Zaraza y Cedeño au m entab an sus escu ad ro n es; construíanse
vestuarios, acopiábanse ibuniciones de boca y g u erra : Giiayana en
fin se habia convertido en u n grande arsenal de donde Bolívar se
prom etía salir com pletam ente arm ado para com batir de firme á sus
contrarios.
Mas cu an d o , consolado en parte con la llegada de Brion y la
b uena disposición que hallaba en to d o s, se lisonjeaba de m arch ar
en breve contra M orillo, supo que las tropas de A pure habian des­
conocido su autoridad y lá del consejo d e g o b iern o , nom brando á
Páez general en jefe del ejército y director suprem o del pais. Él
in v en to r y fau to r principal de este m otin fué un coronel ingles de
nom bre W ilson que habia llegado á Angostura en febrero de este
ano y pasado luego á Apure con un cuerpo de caballería de su n a ­
ción á que decian húsares rojos. Este hom bre revolvedor á quien
— 548 —
el pais no debía servicio alguno d e im portancia y q u e apenas era
conocido en el e jé rc ito , quiso h acer á uno y otro la funesta dádiva
de la g u erra civ il; siendo lo m as singular q u e halló p ara su
proyecto favor y séquito en m uchos jefes y oficiales adheridos de
corazon á la persona y auto rid ad del general Bolívar. Mas estos
procedieron así p o r m ie d o : la c a b a lle ría , fuerza p rincipal de aque­
lla d iv isió n , por afecto á P á e z , nin g u n o p o r m iras desinteresadas
de bien público. C reyeron acaso q u e en las circunstancias en que
Bolívar se hallaba abandonaría la dirección de los negocios y aun el
p a is , ó se som etería á servir bajo las órdenes de uno de sus menos
antiguos subalternos : los ingratos q u erían pagarle sus servicios con
el destierro ó la ignom inia ; m as se equivocaron por fo rtu n a gran­
dem ente. El Libertador reprobó com o debia y altam ente el m o tin ,
dió órdenes enérgicas para re p rim irlo , echó en cara á m uchos de
sus débiles amigos la vileza de su co n d u cta, y como W ilson hubiese
tenido el atrevim iento de bajar á G uayana con el fin de ganar p ar­
tido para su causa, m andóle p ren d er, ju z g ar y despedir del servicio
y del pais. Las cosas de A pure q u edaron en aquel estado de in certid u m b re en q u e n i se obedece francam ente n i se desobedece á las
claras, po rq ue Bolívar detenido á gran distancia p or negocios
grav es, no estaba en estado de po d er castigar á los reb eld es. Pero
se habia hecho lo bastante para salvar la dignidad del gobierno y
el resto lo dejó el L ibertador p ara m as oportuna coyu n tura. P or lo
dem as, en aquella ocasion de triste m em oria solo un ho m b re pro­
cedió con rectitu d y e n te re z a , pidiendo al jefe del A pure permiso
de reg resar á A ngostura, por no acom odarse con sus principios
sem ejante insurrecció n. Este fu é un joven irlandés llam ado Daniel
Florencio O’Leary, alférez de los húsares ro jos, oficial de valor y
seso á quien Bolívar distinguió grande y ju stam ente desde entonces.
Por este tiem po fué cuando llegó á Guayana un comisionado de
Casanare p ara inform ar á Bolívar d e l estado de los negocios en
aquella provincia y pedirle un jefe que encargándose del mando
general regularízase las operaciones. Felizm ente esta solicitud esta­
b a de acuerdo con los planes que Bolívar habia concebido sobre la
N ueva G ran ad a, y los avisos del agente confirm aban otros que
Blanco le habia com unicado. P orque ha de saberse que despren­
dido voluntariam ente este beném erito sugeto de la ingrata direc­
ción de las m isio nes, se fué á C asanare, y exam inando con cuidado
el estado del p a is , dió al L ibertador útiles datos acerca de la opi-
D ä H E E IL IF ,® ‘ l l O & S l f .
— 549 —
uion que en él reinaba y los recu rso s q u e ten ia. P o r donde ascen­
dido Santander al grado de general de B rig ad a, fué despachado
con arm as y m uniciones á Casanare como jefe de operaciones, ó
mas bien como jefe de u n cuerpo avanzado que debía form arse
allí fiara in vadir m as adelante la Nueva G ranada. A com pañábanle
J a c in to 'L a ra , los tenientes coroneles granadinos Jo aq u ín P a rís,
Vicente González ; Antonio O bando, Francisco Vélez y otros varios
oGciales éscelentes. El 26 de agosto salió de A ngostura, y au n q u e
los disidentes de A pure quisieron d eten erle en C arib en , sucedió
que llegaron tard e al lu g ar d e la celada y él a rrib ó felizm ente á su
destino.
Poco án tes de esto habia dispuesto Bolívar que Berm údez saliese
del Orícono con las fuerzas sutiles de Antonio Díaz : este m ovim ien­
to debía ser ausiliado p or buques m ayores al m ando de Brion y
tenia por objeto ocupar á G ü iria, proteger el com ercio de Angos­
tu ra , priv ar á los realistas de Cumaná de los recursos que sacaban
de las costas de barlovento y favorecer las operaciones d e M arino.
Bermúdez en efecto entró á G üiria el 25 de agosto, haciendo
grande estrago en los enem igos y tom ándoles su escu ad rilla, va­
rias em barcaciones m erca n te s, fusiles y p e rtre c h o s; pero habiendo
querido asaltar á Rio-Caribe en 15 de o c tu b re , fu é rechazado con
pérdida y obligado á refugiarse en M argarita.
Otra desgracia, ocu rrid a tam bién en la provincia de Cum aná,
hizo p e rd e r á Bolívar la esperanza de redu cirla en aquel añ o , m alí
gastando los m uchos elem entos q u e con gran trabajo habia reun ido
p ara ello. Marino con u n a b rillan te división de m as d e m il q u i­
nientos hom bres de todas arm as y dos piezas de artille ría se puso
en m archa contra Cum aná desde M a tu rin , pero en lu g ar de seguir,
conforme á las instrucciones del jefe su p rem o , p or el cam ino de
C um anacoá, tom ó el de San Francisco y de C arip e, con el intento
de atacar prim ero á Cariaco. A esta falta unió la de acercarse al
p u eb lo con u n a pequeña p a rte de la fu e rz a , m iéntras el resto
estaba en c a m in o , resu ltando de ello que los enemigos le hicieron
sufrir nna d e rro ta com pleta. O bra de 500 m uertos dejó en el
campo de batalla y en la re tira d a , fuera de m uchos prisioneros y
dispersos, huyendo con m ui pocos hácia santa M aría, donde el
enemigo no quiso atacarle. El L ibertador, que p ara fines de octu­
b re habia pasado el Oricono para reu n írsele y activar las o p era­
ciones del sitio de C um aná, recibió esta triste n u ev a en el camino
— 550 —
y se volvió á Angostura lleao de aflicción. Habia en efecto motivos
de p erd er la esperanza y hasta el ju ic io , al per tantos errores y
desaciertos, hijos unos de presunción y deseo de m an d o , otros de
im pericia é indolencia incorregibles. Sin em bargo, las circuns­
tancias le obligaban á condescendencias perju d iciales; p o r la cual
nom b ró nuevam ente á B erm údez com andante general de la p ro ­
vincia de Cum aná y á Marino de la de Barcelona.
I£n m edio de sus trabajos y desgracias m ilita re s , no echó Bolívar
en olvido la organización del gobierno n a cio n a l; án tes quiso que
en este mism o añ o tan aciago se pusiesen los fundam entos de la
restauración de la república. T ara ello el m ejor medio e ra la con­
v o c a ro n de u n congreso, y esto propuso aj consejo de estado en
-10 de o ctu b re . « Y aunque el m om ento no ha llegado, le d ijo , en
<( que nu estra afligida patria goze de la tranquilidad q u e se requiere
« para deliberar con inteligencia y a c ie rto , podemos sin embargo
o anticipar todos los pasos que aceleren la m archa de la restau ra« cion de nuestras instituciones re p u b lic a n a s .J’o r ard u a que pa« rezca esta e m p re sa, no deben detenernos los o b stáculo s; otros
<( infinitam ente m ayores liemos s u p e ra d o ; y nada parece im posi(i ble p ara hom bres que lo han sacrificado lodo p o r conseguir la
« libertad, E n tanto que nuestros guerreros combaten , que nues« tros ciudadanos pacíficos ejerzan las augustas funciones d e la
« soberanía. » Otra vez habia hecho el L ibertador esta convoca­
to r ia , ántes de la tom a de G u ay an a, pero las atenciones de Ja
gu erra im pidieron que se realizara. Ahora las cosas no eran por
cierto lisonjeras : u na serie de reveses á cual mas sensibles habían
destru ido el ejército y puesto en m anos de los enem igos la in tere­
sante provincia de Ciunaná : la disidencia interior am enazaba
guerra -civil: nuevas am biciones hostiles á su a u to rid ad se habían
desarrollado á su abrigo : amigos pérfidos llevaban á su corazon
mas de un triste desengaño. Pues esto mismo y sus proyectos fu ­
turos hacían u rgente la m e d id a , p o rq u e co n tra sus enemigos de
toda clase un gobierno n a cio n a l, creado por él m ism o, era a u n
tiem po escudo y justificación.
Un tem or habia de q u e estos generosos esfuerzos p or la in d e ­
pendencia y Ja libertad se m alo g rasen ; y e ra el de que las pótentencias do Europa., cediendo á insinuaciones del gobierno español,
in terv in iesen en la lucha que ya este se reconocía incapaz de soste­
n er por sí solo con el nuevo co ntinente. Podia contarse con q u e la
— 551 —
In g la te rra m as fiel siem pre á sus intereses que. a sus alianzas,
cuando no se opusiese á este p la n , em barazaría su ejecución por
todos m edios, caso q ue llegase á adoptarse p ara restab lecer sin
modificaciones el régim en antiguo de comercio. Pero las ventajas
qu e sobre este p u n to podia a d q u irir la Gran B retaña no daban se­
guridad de n ingu n a alteración benéfica en el sistem a de gobierno",
antes era probable que p or obtenerlas conviniese en la re stau ra­
ción absoluta é incondicional del poder a rb itra rio . Y luego, la ne­
cesidad de hacer triu n fa r por do quiera la legitim idad ú om nipo­
tencia de los reyes ¿ no pondria á los gobiernos de la esclavizada
E uropa las arm as en la m ano para d e stru ir en su cuna las rep ú b li­
cas del N uevo-M undo? Era p ro b a b le , pues, la intervención, y no
pudiendo Bolívar oponer á ella o lra cosa que valor y energía, espi­
dió su famoso decreto de 20 de n oviem bre, que insertam os entero
como u n m onum ento de heroica resolución. •
« Sim ón Bolívar, jefe suprem o de la república de Venezuela.
C onsiderando que cuando el gobierno español solicita la mediación
de las altas potencias p ara restablecer su au to rid ad , d títu lo de re ­
conciliación, sobre los pueblos libres é independientes de América,
conviene declarar á la faz del m undo los sentim ientos y decisión de
Venezuela.
(i — Que aun q ue estos sentim ientos y. esta decisión se han m a­
nifestado en la república desde el 5 de ju lio de 181,1, y mas parti­
cularm ente desde los prim eros anuncios de la solicitud del gabinete
de M adrid, es del d eber del gobierno en q.uj<ti reside la representa­
ción nacional reiterarlos y declararlos legal y solem nem ente.
o— Que esta d eclarato ria franca y sincera, no solo es debida á as
alfas potencias en testim onio de cousideracion y respeto, sino indis­
pensable para calm ar los ánim os de lus ciudadanos de Venezuela.
(( — Reunidos en ju n ta nacional el consejo do estad o , la alta
corte de justicia , el, gobernador vicari t general de este obis¡ a d o ,
sede v aca n te , el estado m ayor general y todas las autoridades ci­
viles y m ilita re s, despues de liaber examinado detenidam ente la
conducta del gobierno e sp a ñ o l: liemos tenido presente :
(i —: -| o Que la idea de una reconciliación cordial jam as lia en­
trado en las m iras del gobierno español.
« — 2o Que habiéndosela propuesto la G ran Bretaña por dos
— 552 —
vezes desde los prim eros dias d e las desavenencias, la ha desechado
con desprecio de todos.
« — 5 o Que al m ism o tiempo que se trataba de reconciliación,
olla bloqueaba nuestros p uerlos, m andaba ejércitos co n tra nosotros
y tram ab a conspiraciones p a ra d estru irn o s.
« — 4o Que habiéndose som etido Venezuela bajo un a capitula­
ción so lem n e, apenas esta depuso sus a rm a s , cuando ella la violó
en todas sus partes, sacrificando m illares de ciudadanos, cuyos de­
rechos habia ju ra d o respetar.
« — 5 o Que haciéndonos u n a g u erra de esterm inio, sin respetar
el sexo, la edad n i la c o n d icio n , ha roto los vínculos sociales y ha
escitado u n odio ju sto é im placable.
o — 6o Que este odio se ha exaltado p o r las atrozidades que ha
com etido y p or la m ala fe con q u e nos m ira bajo todos aspeclos.
« — 7° Que toda la América, y m ui particularm ente Venezuela,
eslá intim am ente convencida de la im posibilidad absoluta en que se
halla la España de restablecer de n ingún modo su au toridad en este
continente.
« — 8° Que (oda la América está ya satisfecha de sus fuerzas y
de sus re c u rso s: conoce sus ventajas n atu rales y medios de defensa;
y está segura de q ue no hai sobre la tie rra p o der bastante para
ligarla otra vez á la E spaña.
« — 90 QUe cuando lo hubiese, está resuelta á perecer prim ero
que som eterse de nuevo á u n gobierno de sangre, de fuego y de es­
term in io.
« — \ 0o que hallándonos en posecion de la lib ertad é indepen­
dencia que la naturaleza nos habia concedido y que las leyes mis­
mas de España y los ejem plos de su historia nos autorizaban á r e ­
cobrar p or las a rm a s , com o efectivam ente lo hemos ejecu tad o ;
seria u n acto de dem encia y estolid'ez som eternos bajo cualesquiera
condiciones q u e sean al gobierno esañol.
o — P or todas estas consideraciones, el gobierno de V enezuela,
in térp re íe de la intención y de la voluntad n a c io n a l, ha tenido á
b ien p ro n u n c ia r á la faz del m u n d o la siguiente declaración :
(i — \o QUe ja república de Venezuela por derecho divino y hu­
m ano está em ancipada de la nación española y constituida en un
estado independiente, lib re y soberano.
« — 2o Que la España no tiene ju sticia p ara rc la m a r su om i-
,
nación , ni la E uropa derecho para in te n tar som eterla al gobierno
esparíol.
« — 5o Que no ha solicitado ni solicitará jam as su incorporacion
á la nación española.
(i — 4» Que no ha solicitado la m ediación de las potencias para
reconciliarse con la España.
« — 5° Que no tra ta rá jam as con la España sino de igual á igual,
en paz y en gu erra, como lo hacen recíprocam ente todas las nacio­
nes.
« — 6 o Que únicam ente desea la m ediación de las potencias e stranjeras para q u e interpongan sus buenos oficios en favor de la
h u m a n id a d , invitando á la España á aju star y concluir u n tratado
de paz y am istad con la nación venezolana , reconociéndola y tra ­
tándola como u n a nación libre, independiente y soberana.
¡i — 7o U ltimam ente declara la república de Venezuela que desde
el -19 de abril de i 810 está com batiendo por sus derechos : que ha
d erram ado la m ayor parte de la sangre de sus hijos : que ha sacri­
ficado lodos sus bienes, todos sus gozes y cuanto es caro y sagrado
e n tre los hom bres por recobrar sus derechos soberanos, y que por
m antenerlos ilesos, como la divina Providencia se los ha concedido
está resuelto el pueblo de Venezuela á sepultarse todo entero en
m edio de sus ru inas, si la España, la E uropa y el m undo se em pe­
ñan en encorvarla bajo el yugo español.
a — Dado en Angostura, á 20 de noviem bre de 18 1 S, año oc­
tavo de la independencia.
« S IM O N b o l í v a r .
»
Las autoridades españolas abru m ab an e n tre tanto con onerosas
exacciones los pueblos que tenían sujetos, y en la gazeta de Carácas
publicaban sem analm ente las mas violentas in ju rias contra los jefes
patriotas. Bolívar, por el c o n tra rio , se manifestaba cada vez mas
decidido á no tocar el delicado punto de las contribuciones, escollo
de toda causa nueva, y para hacer sus inm ensos aprestos em peñaba
solo su crédito, el de sus amigos y los bienes nacioi.ales. La deuda
pública cre c ia ,e s v erd a d ; pero los pueblos por el m om ento no su­
frían, y los acreedores eslranjeros eian otros tantos apoyos del go­
bierno en cuyo favor habian aventurado su fortu n a. El ejército, lle­
no de constancia y fervor, co ntribuía por su p arte á hacer asequi­
ble este sistem a, pues faltan palabras con que p in tar sus sufrim ienH IST. JIOD.
23
—
554
—
tos y elogiar debidam ente sus v irtu d es. En los años pasados á pesar
de sus triunfos estuvo en la m ay o r p enuria. Los m ercaderes y gran­
jeros ocultaban cuanto poseían : solo algunos vivanderos y buho­
neros acom pañaban con m il peligros y fatigas á las tropas para ven­
derles á peso de oro algunos artículos de m ala Calidad. Todo fal­
taba al oficial y al soldado, siendo así que del gobierno no recibían
uno y otro sino carne sin sal y sin pan, arm as, pólvora y proyectiles.
Siem pre acam paron al raso, ora inundase un invierno rigoroso las
llanuras y los valles, o ra los abrasase el sol de los trópicos. Allí jamas
usó el soldado de zapato, ni se cubrió sino con m antas. El oficial,
som etido al misnio régim en, p or lo común m archaba á pié, llevan­
do su saco á las esp a ld a s, y viviendo de los azares de la guerra.
Todos los ram os del servicio sufrieron en aquellos anos trabajosos;
pues el sueldo no se pagaba y los hospitales carecían de sum inis­
traciones y de m edicam entos. Y con todo aquellos hom bres heroi­
cos, entregados á los horrores de la desnudez, del ham bre y de la
g uerra á m u e rte , ni se enervaron con el sentim iento doloroso de
sus necesidades, ni rehusaron n u n ca m archar contra el enem igo, ni
jam as conspiraron. D óciles, valerosos y constantes , combatían y
esperaban en silencio, ciertos de que Bolívar no hub iera visto sus
m iserias si pudiera rem ediarlas.
A la gazeta de C ara ca s, ccnton insípido de m en tiras é inju rias
q u e redactaba el venezolano Don José Domingo Díaz, opuso Bolívar
el C orreo del Orinoco, periódico lleno de erudición y co m po stu ra,
que se publicó en G uayana y en el cual escribían los patriólas mas
distinguidos por su ciencia. De osle núm ero eran Z ea, Roscio y el
hábil hum anista caraqueño José Luis Ramos, patriota antiguo, fiel
y p u ro , cuyo único defecto era u n a modestia escesiva.
Por fin Bolívar se desprendió de G uayana, y á fines de este año
tem pestuoso bajaba ya el Orinoco con dirección á las llanuras de
A pure. ¿Q ué proyectos llevaba?
A NO DE
Lleva! a el proyecto de oponerse á Morillo en el teatro probable
de sus operaciones y el de consolidar el poder del gobierno entre
la s tropas epublicanas del Apure. Para lo prim ero envió por d e -
— 555 —
Jante m il hom bres de infantería al m ando del general Anzuátegui,
y ademas se hizo seguir p o r la división de Cederlo; con lo cual al
siguiente dia de su reunión con Páez y sus [ropas en San Ju a n de
P a y a rá , que fue el 16 de en e ro , contaba el ejército 2 .0 0 0 ginetes
y otros tantos infantes escelentes. Para lo segundo no tuvo m a sq u e
hablar, porque P á e z , harto buen patriota para no estim ar á aquel
grande hom bre, cedió, como todos cedían, al ascendiente irresisti­
ble de su fuerza m oral. Los envidiosos, los enemigos encubiertos
de la república, los chismosos y revolvedores, que habian sido causa
de la desavenencia, quedaron burlados al ver la reconciliación d e
los dos jefes; y l’olivar que no sabia hacer uada á m edias, dió á
Páez grandes testim onios de p articu lar afecto, sin dejar por eso de
hablarle en privada conferencia cual convenía al jefe de la rep ú b li­
ca. Como sello de esta alianza y en recom pensa de los m uchos ser­
vicios que había hecho al pais el célebre, caudillo del A pure, le
elevó entonces al gr^do de general de división. Allí mismo le dió
en seguida una gran p iu e b a de confianza ; pues como debiese rc u n iise el congreso en el m es de feb rero , se puso en m archa para
A ngostura, delegándole el m ando de todas las tropas.
No tard ó en presentarse La T orre frente á San F ernando con u n a
fuerza m ui superior á la de los patriotas por la diciplina y por el
núm ero de sus soldados. Así fue que Paéz no pensó en disputarle
los pasajes del r i o , pues no en trab a en tu plan em peñar un com­
bate, sino atraerle á los desiertos donde el llanero, con m enos n e­
cesidades que el español y m as práctico del terren o , debía gozar de
u n a inm ensa ventaja. En San Fernando se reunió Morillo á La Torre,,
y habiendo pasado revista á su e jé rc ito , com puesto de siete b ata­
llones, tres regim ientos de caballería y algunos escuadrones sueltos,
con una fuerza tolal de 6.5 0 0 hom bres, se puso en m archa contra,
los patriotas en ios prim eros dias de febrero. Paéz al saberlo em ­
prendió su retirad a hasta situ arse del otro lado del Arauca en el
paso del Caujaral, dejando á retaguardia algunas parlidas para in ­
quietar al enem igo y ah u y e n ta r el ganado q u e encontrasen en su
tránsito. La que m andaba el valeroso coronel A ram endi no dejaba
sosegar á los españoles un in stan te : o ra se les presentaba á v a n ­
guardia, ora á retag uard ia, tiroteándolos siem pre y desapareciendo
cuando le cargaba u n a fuerza s u p e r io r ; y por la noche los m an­
tenía en continuas a la rm a s, porque ó les q u itab a sus caballos ó se
los dispersaba soltando en tre ellos algunos potros cerriles con p ie­
— 556 —
les de ganado secas, atadas á la cola. Llegaron los realistas al paso
del C aujaral q u e Paéz habia fortificado con alguna a rtille ría ; mas
como no fuese prudente n i tal vez posible el trasladarse por allí á
la orilla d erecha, cuando solo conlaban para ello con pocas, pequeiías y débiles em barcaciones, dispusieron que una p arte de las tro­
pas escaram uzara allí con los patriotas, m iéníras otra iba á intentar
el pasaje p or el sitio llam ado M arrereíío. También lo encontraron
defendido; pero aparentando insistir en su empeíio de atravesar el
rio por aquellos dos puntos, lo verificaron algunos cuerpos por otro
lu g a r, en canoas que al inten to llevaron desde San Fernando.
E ntonces (4 de febrero ) continúo Páez su retirada hacia el Orino­
co : hizo pasar toda la infantería á la isla de la U rbana : él se situó
con los cuerpos qu e com ponían su guardia y dos escuadrones de
carabineros en los Congriales de Cunaviclie : el resto de sus ginetes
puso en las llan u ras de Rio-Claro , y u n a engorrosísima emigración
de diez mil personas q u e seguia el ejército se trasladó á A raguaqu en. No era el ánim o del jefe republicano sustraerse enteram ente
á la persecución de los realistas; sino entretenerlos y cansarlos con
rápidos m o virnientos, que la infantería y el tren de cam pana del
ejército espedicionario no podían seguir por aquellos desiertos. Solo
u n medio podía em plear Morillo p ara alcanzar á su contrario y
forzarle á com batir, cual era el de em plear co ntra él la caballería ;
pero este medio ponia en contingencia el único cuerpo que procu­
rab a subsistencias al ejército , y la su erte de este al m ism o tiempo.
Así que lentam ente y con m uchas precauciones se adelantaba pre­
cedido de 5.0 00 hom bres que form aban su vanguardia al mando
de Morales , cuando Páez , desem barazado ya de sus infantes y de
la em igración , volvia sobre .sus pasos para observarle mas de
cerca.
Hallábase Moráles el dia H de febrero en el hato de Cañafístola
y allí reposaba su tropa m iéntras u n o de sus escuadrones se ocu­
paba en recoger ganado. En eslo Páez , que do le perdía de vista,
apareció repentinam iente con -1200 hom bres de caballería, y sin
d ar tiempo á los ginetes enemigos p ara que se recogiesen al cam­
pam ento, los desordenó y alanzeó. Luego cargó sobre Moráles, y ya
se habia em peñado u n vivo tiro teo cuando se dejó ver á lo léjos
el cuerpo principal del ejército español. Entonces em prendieron
sil repliegue los patrio tas en dirección á Cunaviche, sin dejar de
observar á sus co n trario s; pero en la noche torcieron su m archa
55” —■
y al am anecer estaban situados á poca distancia p o r el opuesto
rum bo . Contram arclió Morillo y anduvo m uchos dias vagando por
aquellas soledades, em peñado cada vez mas en alcanzar á un ene­
migo q u e tenia siem pre á la v ista , que liuia delante de él como si
fuera su som bra y que le hacia sin em bargo u n grave daño a h u y e n ­
tándole el g an ado , única cosa que puede adq u irirse en el Apure
para la subsistencia de la tropa. Com prendiendo al fin que en
aquellas correrías por tierras despobladas y enfermizas se consu­
m irían sus tropas sin provecho, determ inó repasar el A rauca, y en
los prim eros días de m arzo puso en A ch águ as su cuartel general.
Tales fueron los prelim inares de la cam paña de este añ o , en que
el jefe español desplegaba un aparato de fuerzas form idable, con
resolución de d estru ir lo que él llam aba la gavilla de Apure. En
ellos dem ostró Páez u na pericia consum ada digna de ejem plo y de
m e m o ria , dando á conocer el modo como en aquella tierra puede
un capitan venezolano activo y d iestro , utilizarse de las ventajas
naturales p ara cansar y d e stru ir á u n enemigo sup erio r en núm ero
y en disciplina.
Otro adversario m as form idable a u n , pero de diverso g én ero ,
preparaba en tanto Bolívar á la causa española en el congreso de
Guayana ; m as form idable s í , porque sus pacíficos triu n fo s debían
cim entar el gobierno en la opinion, rein a del m undo. En las riberas
del O rinoco, en m edio de aquellas selvas prim itivas donde el in d í­
gena de América vaga aun libre y salvaje , iba el descendiente de
los conquistadores del Nuevo-M undo á re n u n ciar á la alianza de
sus padres, á m ejorar su obra, á d ar en fin á la tie rra del inm ortal
Colon su precio verdadero por medio de la lib ertad . Una asam blea
de hom bres buenos, em ancipados de la tutela colonial, ib a á re u ­
n irse por segunda vez, no á c rear la rep ú b lica, como ya lo hiciera
el m em orable congreso de Caracas , sino á lijar, según el pensa­
m iento de Bolívar, su fortu na incierta y vacilante, á d ar fin á su
peregrinació n y á c u rar las heridas de la gu erra al abrigo de insti­
tuciones generosas y fuertes. Gran d ía , fausto y m em orable fué
p o r cierto el 15 de febrero en q u e , instalada la asam blea, puso Bo­
lívar en sus manos la au toridad suprem a á que ella y la república
debían su existencia.
Nada se omitió para d a r á aquel grande acto la solem nidad que
m erecía, y sobre todo para im p rim ir en el ánim o de ios m ilitares
u n saludable respeto á los representantes del pueblo. Este benéfico
— 558 —
Objeto era el que Bolívar anhelaba m as por conseguir, dando el
prim ero ejem plo de voluntaria sum isión. A sí, 110 solo puso en
m anos del congreso el poder p ú b lico , sino que som etió á su juicio
Ja conducta q ue había observado en el curso de Ja g u erra. « Yo
« som eto, dijo, la historia de m i m ando á vuestra im parcial deci« sion : nada añadiré para escusarla ; ya he dicho cuanto puede h a« cer mi apología. Si merezco v u estra aprobación, habré alcanzado
« el sublim e título de buen ciudadano, preferible p ara m í al de
« L ibertad or que m e dió V enezuela, al de Pacificador que me dió
o C u n d in am a rca, y á los que él m undo entero puede d ar ». El
congreso confirmó unánim em ente los grados y empleos conferidos
por él d u ra n te su gobierno : mas tarde aprobó con espresiones de
gratitud sus m edidas políticas, gubernativas, y económ icas; y úl­
tim am ente le llam ó libertador, padre de la p a lria , te rro r del des­
potism o.
El fin de Bolívar al convocar y re u n ir esta asam blea, no era, ni
podía ser el de restablecer la constitución de - I 8 - H , mala en s í,
desusada é inaplicable á Jas circunstancias que entonces rodeaban
al estado. Que en los prim eros tiempos se quisiese halagar los in ­
tereses provinciales, dándoles, á costa de la seguridad g e n e ra l, un
grande en sa n c h e , se concibe ; pero que la rep ú b lica, defendida y
salvada por la unidad y concentración del poder, renunciase á este
sistem a para volver al que contribuyó á p e rd e rla , es un pensa­
m iento que jam as cúpo en la sana cabeza de Bolívar. Emigrado
se hallaba en J.tmáíca el año de -í 81 o cuando recorriendo en una
-caria inm ortal (15) las causas d é la s desgracias de la g u e r r a , el
-estado de los nuevos gobiernos am ericanos y sus motivos de futuro
•consuelo, manifestó sus ideas políticas con igual candor que preci­
sión y claridad. « Los »contecimienlos de la tierra firme nos han
« probado , decía a llí, que las instituciones perfectam ente rep re« senlalivas no son adecuadas á nuestro carácter, costum bres y lu« zes actuales. E11 Carácas el espíritu de partido tomo su origen
■« en las sociedades asam bleas y elecciones populares ; y estos par■* tídos nos tornaron á la esclavitud. Y así como Venezuela ha sido
« la república am ericana que m as se ha adelantado en sus instilu(i cíones políticas, tam bién ha sido el mas claro ejem plo d é la in (( eficazia de la forma dem ocrática y federal para nuestros nacientes
11 esta d o s.... En tanto que nuestros com patriotas 110 adqu ieran los
« (atentos y Jas virtudes políticas que distinguen á nuestros h e r-
— 559 —
m anos del Norte,, los sistemas enteram ente p o p u la res, lejos de
sernos favorables, temo mucho que vengan á ser nu estra ru in a ...
A pesar de este convencim iento, los m eridionales de este contiuente han m anifestado el conato de conseguir instituciones Iib erales, y aun perfectas; sin d uda p o r efecto del instinto que
tienen todos los hom bres de aspirar á la m ayor felizidad posible,
la cual se alcanza infaliblem ente en las sociedades civiles cuando
ellas eslán fundadas sobre las basas de la justicia , de la libertad
y de la igualdad. Pero ¿serem os nosotros capazes de m antener
en su verdadero equilibrio la difícil carga de una rep ú b lica? ¿ se
p u ed e concebir que un pueblo recientem ente desencadenado se
lanze á la esfera de la lib e r ta d , sin que como á Icaro se le deshagan las alas, y recaiga en el abism o? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente no hai u n raciocinio verosím il que nos halague con esta esperanza__ Yo deseo m as que
otro alguno v er form ar en América la m as grande nación del
m u n d o , m énos por su estension y riqueza que p or su libertad y
gloria. A unque aspiro á la perfección del gobierno de m i p atria ,
110 puedo persuadirm e que el Nuevo-M undo sea por el m om ento
regido por. u n a gran república ; como es im posible, no m e atrevo
á desearlo ; y m énos aun deseo u n a m onarquía universal de
América , porque este proyeclo, sin ser ú til, es tam bién im p ra c ticab le... No siéndonos posible lo g rar e n tre las repúblicas y rnonarqu ías lo m as perfecto y acabado , evitemos caer en an arq u ías
demagógicas ó en tiranías m onocráticas. Busquem os u n medio
en tre eslrem os opueslos, que nos conducirían á los mismos escolíos, á la infelizidad y al deshonor. »
Y aqu í entraba Bolívar á esplicar á su corresponsal en qué con­
sistía según él ese m edio difícil en tre u n a y otra forma de gobierno,
aplicándolo con algunas m odiücaciones á los principales estados de
Am érica. Duélenos no poder in se rta r aq u í e n tera aquella célebre
c a rta , donde con esquisito talento y una facilidad adm irable de espresion desarrolla Bolívar el plan de gobierno mas adaptable ácad a
sección independiente del N uevo-M undo, dem arca sus lím ites, p re ­
dice sus destinos. N inguno de los escritos q u e pos ha dejado aquel
grande hom bre, tau hábil para pensar como p ara espresar lo que
pensaba, es mas ingenioso que este, n i mas notable, así por la o ri­
ginalidad y exactitud de las ideas, como p or las que nos da de su
carácter y de su inteligencia. ¡ Cuán ad m irab le no debia ser y e ra
mi
«
«
«
«
«
«
«
«
«
¡i
«
0
«
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«
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«
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— 560 —
en efecto la de u n hom bre que veía en el porvenir libre y dichosa
á su patria en el instante mism o en que para el com ún de las gen­
tes estaba p erd id a sin rem edio! ¡ Cuán fuerte era el alm a y cuán
noble el corazon do aquel á quien las desgracias daban energía,
elevación y g ra n d e z a ! Mas ya que no podamos tran scrib ir todo el
docum ento, copiaremos parte de las palabras que tienen relación
con Venezuela y nuestro asunto. « La Nueva G ranada se u n irá con
« Venezuela, dice, si llegan á convenirse en form ar u n a república
« central cuya capital sea M aracaibo ó una nueva ciudad que cou
« el nom bre de L a s C asas ( en honor de osle héroe de la filantro« pía ) se funde entre los confines de ambos paises, en el soberbio
(i puerto de B ah ía-h o n d a.... Esta nación se llam ará C o lo m b ia , co <i roo un tributo de justicia y g ratitu d al descubridor de nuestro
o hemisferio. Su gobierno podrá im ita r al inglés : con la diferencia
« de que, en lu g ar de u n rei, h a b rá u n P o d e r eje c u tivo de elec« cion, cuando m as, v italicio , y jam as h e re d ita rio , si se quiere
« rep ú b lic a ; u na Cám ara ó Senado legislativo hereditario, que en
(i las íempesfades políticas se in terponga en tre los olas populares
(i y los rayos del gobierno, y u n cuerpo legislativo de lib re elección,
« sin otras restricciones que las de la cám ara baja de Inglaterra.
« Esta constitución p articiparía de todas las formas y yo deseo que
« no participe de todos los vicios. Como esta es m i patria, tengo un
(i derecho incontestable para desearle lo que en mi opinion e s m e « jo r. Es m ui posible que la Nueva G ranada no convenga en el re« conocim iento de un gobierno c en tral, porque es en estrem o adic« ta á la federación ; y entonces form ará p o r sí sola un estado que,
« si subsiste, podrá ser m ui dichoso, por sus grandes recursos de
« todos géneros. »
Esto escribía Bolívar en el abandono de la íntim a confianza,
cuando se hallaba solo, pobre y ausente de la patria. Sinceros eran,
pues, sus sentim ientos : n inguna m ira de política ó de Ínteres p e r­
sonal podia m overle, ni le movia en efecto, á ocultar otros que tu ­
viese. Demas de que esos mism os principios ú otros en estremo
sem ejam os habia él m anifestado ya, como sabem os, en los prim e­
ros arios de la revolución, cuando, encargado del poder suprem o,
descartó con energía las ideas del federalism o que algunos hom ­
bres buenos, pero ilusos, quisieron rev iv ir. Despues de esa época,
nuevos hechos y reflexiones mas poderosas habían afirm ado en su
m ente aquellas convicciones, dándoles la evidencia de verdades
— 561 —
dem ostradas. El conocía ya el pueblo, había tratado á sus com pa­
ñeros de arm as, veía sin ilusiones ni prestigios los elem entos de
aquella nueva sociedad ; y en ellos, así como en las conspiraciones
de qu e habia sido víctim a, creia hallar u n vicio radical con trario
al establecim iento de un sistem a puram en te dem ocrático. El deseaba
p ara su p a tria gloria y lib e rta d ; pero no entendía que esta fuese el
poder en la m uchedum bre, la espada en m anos de ciegos ó de niños.
Ahora que la república, por sus esfuerzos y los de sus com pa­
ñeros, se h allaba, si 110 triunfante, p o r lo m éuos en capazidad de
defenderse : ahora qu e, según sus exactos raciocinios, era llegado
ei tiempo de d a r al gobierno basas m as sólidas, propuso al congre­
so un proyecto de constitución en que rep ro du jo y desarrolló las
ideas anteriores por m edio de u n discurso elocuentísim o, digno de
figurar al lado de las m ejores producciones literarias. A sus a n ti­
guas ideas solo añadió Bolívar la de u n poder m oral que denom inó.
A reópago, com puesto d e d o s cám aras; una, que tenia á su cargo
la cen su ra , <1 castigando los vicios con el oprobio y la infam ia, y
<1 prem iando las virtudes públicas coa los honores » : otra, que
estaba encargada de la educación física y m oral de los niños desde
su nacim iento hasta la edad de doce años cum plidos. Así la im agi­
nación poética de Bolívar, rem ontándose á los antiguos tiem pos en
busca de lecciones y ejemplos p ara su p a tria , q ueria in tro d u cir
instituciones p arte griegas, p arte rom anas en una tie rra au u no
salida de la servidum bre. Efecto necesario de la firm e creencia
en que estaba de ser preciso educar para la libertad á: u n pueblo
cuyos ciudadanos no estaban en estado de gozarla. « La educación
« popular, decia, debe ser el cuidado prim ogénito del am or pater« nal del congreso. Moral y luzes son los polos de u n a rep ú b lica,
« m oral y luzes son nuestras prim eras necesidades. Tomemos de
« Atenas su Areópago, y los guardianes de las costum bres y de las
« (eyes; tomemos de.Rom a sus censores y sus trib u n ales dom ésti<( eos, y haciendo una santa alianza de estas instituciones m orales,
(i renovem os en el m undo la idea de u n pueblo que no se contenta
11 con ser lib re y fuerte, sino que q uiere ser v irtu oso . Tomemos de
u Esparta sus austeros establecim ientos, y form ando de estos tres
a m anantiales una fuente de virtu d , demos á nu estra república u n a
« cuarta potestad cuyo dom inio sea la infancia y el corazón ~de los
<1 hom bres, el espíritu p ú b lic o , las buenas costum bres y la m o ral
« republicana. Constituyam os este Areópago, p ara que vele sobre
—
562 —
« la educación de los niños, sobre la instrucción n a cio n a l; p a 'a
.* que purifique lo que se haya corrom pido en la repú b lica; que
« acuse la ingrati tu d, el egoisnao, la frialdad del am or á la patria,
o el ocio, la negligencia de los c iu d ad a no ^; q u e ju z q u e d e lo sp rin « cipios de corrupción, de los ejem plos perniciosos, debiendo c o r« re g irla s costum bres con penas m orales, como las leyes castigan
(« los delitos con penas aflictivas, y no solamente lo que choca con« ira ellas, sino lo q ue las b u r l a ; no solam ente lo que las ataca,
« sino lo que las d e b ilita ; no solam ente lo que viola la constitución,
« sino lo que viola el respeto público. La ju risdicción d e este iri—
« bunal verdaderam ente santo, deberá ser efectiva con respeclo á
o la educación y á la instrucción, y de opinion solam ente en los
« prem ios y castigos. Pero los anales ó registros donde se consignen
« sus actas y deliberaciones, los principios m orales y las acciones
« de los ciudadanos, serán los libros de la v irtud y del vicio : libros
o que consultará el pueblo p ara sus elecciones, los m agistrados pa« ra .sus resoluciones, y los juezes p ara sus juicios. Una institución
« sem ejante, por m as q u e parezca q u im érica, es infinitam ente mas
« realizable que otras que algunos legisladores antiguos y m oder« nos lian establecido con m énos utilidad del género hum ano. »
Sueiio de P iaton, vano á un tiem po y bellísim o.
El Areópago, visto p o r algunos diputados com o la id e a m as
f e l i z y p r o p ia p a ra in flu ir en la p erfecció n de las in s titu ­
ciones so c ia les, p o r otros com o -una in q u is ic ió n m o r a l n o m é ­
n o s fu n e s ta n i m én o s h o rrib le q u e la relig io sa , no fué acogido,
porqu e tratándose, dijo el congreso, de objetos tan interesantes al
estado y á la hum anidad, no debia fiarse d e s ú s teorías en pro ni
en contra del proyecto. Mandóse sin em bargo p u b lic a r, p ara oir
la opinion de los sabios, im prim iéndolo como un apéndice á la cons­
titució n .
L a q u e sancionó po r fin la asam blea contenia algunas disposicio­
nes en q u e m ui á lo léjoS se siguieron las opiniones de Bolívar. El
p oder legislativo debia ser ejercido por un congreso general divi­
dido en dos cám aras : una llam ada de Representantes, o tra de Se­
nadores : estos últim os se declaraban vitalicios, m as 110 hereditarios.
El poder ejecutivo seria confiado á u n a sola persona bajo la d en o ­
m inación de Presidente de la re p ú b lic a ; pero n o mas que por el
tiempo de cuatro años, aun qu e podia ser reelegido una vez. Esten­
díanse considerablem ente sus facultades; pero era personalm ente
— 563 —
responsable ante «1 congreso p o r los delitos de traición, conspira­
ción contra la constitución y el estado, venalidad, usurpación ó
m al uso de las re n ta s públicas. Un vicepresidente estaba princi­
palm ente destinado a sucedería en los casos de m u erte, destitución
ó renuncia. Lo dem as de este código constitucional tenia m ucha
sem ejanza co n el d e 3 8 H .
N inguna en lo sustancia] con el p lan propuesto p or el Libertador.
E ste q u ería u n p o der legislativo sem ejante al parlam ento británico
y que el senado h ered ita rio se compusiese de los proceres de la
independencia. Este cuerpo neu tro , por decirlo así, entre el pueblo
y el gobierno, ad el á él p or el ju sto Ínteres de su propia conser­
vación, y no debiendo su elección á uno n i á otro, sino al congre­
so, po r la prim era vez , seria el conservador de la re p ú b lic a , el
fu erte antem ural contra el cual serian im potentes los esfuerzos del
individuo qu e pugna con tra la m asa, y los d e la masa contra la a u ­
to rid a d . « P or o tra p a r te , d ec ia , los lib ertad o res de Venezuela
« son acreedores á ocupar siem pre u n alto puesto en la república
(f q ue les debe su existencia. Creo que la posteridad vería con sen ­
il tim iento anonadados los nom bres de sus prim eros bienhechores :
« digo mas, es del ínteres público, es de la gratitu d de Venezuela,
« es del honor nacional conservar con gloria hasta la úliim a poste« ridad una raza de hom bres v irtu o so s, prudentes y esforzados,
« que superando todos los obstáculos, .han fundado la república á
a costa de los m as heroicos sacrificios. Y si el pueblo de V enezuela
« no aplaude la elevación de sus bienhechores, no es digno de ser
o lib re, y no lo será jam as. »
En cuanto al poder ejecutivo, proponía que se aplicase al de
Venezuela el de In g la terra , en la persona de un presidente vitalicio
nom brado por el pueblo ó sus rep resen tan tes, irresp o n sa b le , é
inviolable. « Por exorbitante, decía, q ue parezca la autoridad del
<< poder ejecutivo en Inglaterra , quizá no es escesiva en la re p u ­
lí blica de Venezuela. Aquí el congreso ha ligado las m anos y hasta
a la cabeza á los m agistrados. Este cuerpo deliberante h a asum ido
<i u na parte de las funciones ejecutivas, contra la máxima de Mon(i tesq u ieu , que d ice, no d eber to m ar un cuerpo representante
<c ninguna resolución activa....... Nada es tan peligroso para el
o pueblo como la debilidad del ejecutivo, y si en un reino se ha
« juzgado necesario concederle tantas facu ltad e s, en u n a re p ú « .plica son estas infinitam ente mas indispensables. »
— 564 —
P or lo demás Bolívar aseguraba al pueblo en su proyecto el p re ­
cio de sus grandes sacrificios. « Un gobierno republicano ha sido
# es y debe ser el de Venezuela : sus b a sa s, la soberanía del pue« b lo , la división de los p o deres, la libertad civ il, la proscripción
« de la esclav itu d , la abolicion de la m o narquía y de los privile« gios. Necesitam os, an ad ia , de la igualdad para re fu n d ir, digá(i moslo a s í , en un todo los h o m b re s, las opiniones políticas y las
<i costum bres públicas. »
No nos toca exam inar á la luz de la ciencia política hasta qué
p u n to estas ideas de Bolívar eran exactas en la te o ría , y aplicables
á su pais ó á otros de América en la práctica. Ningún ensayo sufi­
cientem ente largo ha probado su bondad ó ineficazia : repelidas en
su p rim e ra aparición y mas lard e com batidas de m u erte, no puede
alegarse en su favor ni en su contra el testim onio de los hechos,
q u e en política, del mismo modo que en física, es irrecusable y
decisivo. G uardém onos, p u e s , de rep ro barlas solo p orqu e se opo­
n en á los principios norm ales del sistema de gobierno am ericano :
esto seria condenar, no ju zg ar. Y lu e g o , las repúblicas del NuevoM undo no han salido au n de su infancia tu rb u le n ta ; algunas,
com batidas de vicios interiores que parecen orgánicos, m ucho es si
prom eten u n a virilidad llena de achaques. Muchos presagios de
Bolívar se han cum plido : m uchos males se han originado de la
am bición m ilitar que él deseaba saciar desdé tem prano , evitando
con la m unificencia el crim en : m uchos trastornos reconocen en
A m érica por causa la fiebre periódica de las elecciones populares
aplicadas al prim er funcionario nacional. A sí, respetando sus con­
vicciones y haciendo justicia á su sagazidad, esperem os que el tiem ­
po decida entre el sistema que propuso y el que g eneralm ente se
ha adoptado : no corresponde sem ejante juicio á sus contem po­
ráneos.
Bolívar deseaba en estrem o la unión política de Venezuela,
Nueva Granada y Q uito, p ara form ar la gran república que él se
proponía llam ar Colombia ; pero á este proyecto se oponía la suje­
ción de aquellos territorios y tam bién la repugnancia de’ muchos
granadinos q u e , como era ju s to , no qu erían ligar á su p atria
con vínculos que rep ro b aría acaso cuando se viese lib re. Hubo
pues de conform arse el consejo de estado en su decreto de elec­
ciones para el co n g reso , con d a r á la provincia de Casanare (única
granadina que ocupasen las arm as republicanas) u n a re p re se n ta -
TisìrmAwm iPEÈmwjim
.
— 565 —
ciou igual á la que tend ría cu alq u ier provincia venezolana lib re
enteram ente ó en p a rle , en el concepto de q u e , como cada u n a de
estas (Caracas , B arcelona, C um aná, B arínas, G uayana y Marga­
rita ) debia ser representada por cinco d ip u ta d o s; sin q u e se en ten ­
diese q uedar por ello u n id a á Venezuela.
Casanare en efecto eligió á cinco respetables g ran ad ino s, e n tre
los cuales se contaban los señores Z e a , Vicente Uribe y José M aría
Y erg ara, de luzes y gran eapazidad; el p rim e ro , m ui hábil en la's
ciencias naturales y escritor elegante. Por lo dem as las elecciones,
aun que hechas m énos por los pueblos que por los so ld ad o s, bajo
el influjo om nipotente de los jefes-m ilitares, llevaron á la asam blea
hom bres respetables por su saber y patriotism o. Allí estaban Urbar.eja, Juan Martínez , Roscio y oíros jurisconsultos de c réd ito : el
presbítero Don Juan Ignacio M éndez, tan conocido por su in tre ­
pidez y su constancia , los generales Marino , U rdaneta , T orres y
Tomas M ontilla; C onde, Francisco Vicente P a re jo , Rafael V ergara
y Diego V alienilla, jefes m ilitares de escelente re p u ta c ió n ; y en
í i n , F ern an do Peiíalvez, que habia sido m iem bro del congreso
en ! S i i , sugeto este m ui recom endable por sus v irtu des públicas
y privadas, grande amigo de Bolívar y acérrim o partidario de sus
opiniones políticas. Patriota d ecidido, abrazó la causa de la in d e ­
pendencia desde el 19 de a b r i l , y la siguió desp u es, así en la p ró s­
pera como en la adversa fo r tu n a , con tesón ejem plar : encarcelado
por M unleverde, lib re luego á consecuencia de la invasión de 1815,
em igrado en seguida, volvió al territorio despues de la tom a de
Guayana , llev an d o, com pradas de su p ecu lio , arm as y u n a -im ­
p ren ta á los republicanos. Nadie mas honrado y modesto q u e é!,
nadie mas puro. « En On, el congreso, decía entonces al d uque de
o S ussex, u n m ilitar ingles respetabilísim o (-16), se compone de
(i hom bres m oderados y de b uen sen tid o , con las m ejores in te n « ciones p o sibles, é ideas racionales y practicables de lib e rta d ,
<i m ui diferentes de aquellas teorías desenfrenadas de los revolve(i dores fran c eses, que despues de h aber inundado la E uropa en
o s a n g r e , acabaron po r el despotismo absoluto. Jam as ha obrado
(i el general Bolívar mas acertadam ente, ni dado u n golpe tan d e (i cisivo'al gobierno español, como reuniendo la representación
a nacional. Esta es en efecto una m edida de g rande h om bre y de
« virtuoso c iu d a d a n o , que fija para siem pre su rep u tació n , y que
566 —
« vigorando el carácter nacional, asegura mui pronto á Venezuela
« su completa independencia. »
Antes de proceder á la formación de la carta con stitucional, al
arreglo del sistem a m ilitar, civil y económico, y á la liquidación y
amortización de la deuda pública que Bolívar habla recom endado
en carecid am en te, era preciso salir de la grave dificultad que sus­
citaba la renuncia de este c au d illo , y su resolución de do volver á
encargarse de la suprem a autoridad ejecutiva. Tan firm e parecía
este propósito , que en su discurso at congreso se habían notado y
adm irado estas palabras : « La continuación de la autoridad en un
« mism o individuo frecuentem ente h a sido el térm ino de los go« biernos dem ocráticos. Las repetidas elecciones son escencialas en
a los gobiernos populares , p orque nada es tan peligroso como dc« ja r perm anecer largo tiem po el poder en u n m ism o ciudadano.
« El pueblo so acostum bra á obedecerle y él se acostum bra á man« darle , de donde se originan la usurpación y la tiran ía. Un justo
« zelo es la garantía de la lib ertad republicana , y los ciudadanos
« deben tem er con sobrada r a z ó n , que el mismo m agistrado que
« los ha m andado m ucho tiempo los m ande perpetuam ente. # El
congreso, desentendiéndose de este aforism o p o lítico , decreíó que
Bolívar desem peñase interinam ente la presidencia de la república ;
pero él contestó negándose á ad m itir aqu ella dignidad « porque
« unad olo ro sa esperiencia había m ostrado cuán incom patibles eran
« las funciones de m agistrado y las de defensor de la república. »
« A dem as, a n a d ia , he reconocido en la práctica de los negocios
« públicos que mis fuerzas son insuficientes para soportar la formi« dable carga de un estado m ilitante , y al mismo tiem po en la ino fancia. Los representantes del pueblo deben saber que apéi as
« serian bastantes las facultades de todos nuestros conciudadanos
(i p ara com poner u n gobierno rep arad o r de tantas calamidades.
« ¿ Qué podrá , p u e s , reparar u n soldado ? »
Mucho había en esto de verdad ; pero el L ibertador sabia que
la reunión del congreso , por m ui favorable que fuese á la causa
republicana , no la m ejoraba hasta el punto de hacer innecesario
u n poder ilim itado en el directo r de la guerra. No repugnaba la
autorid ad m ilitar ; pero hablando de b uena fe , ¿deseaba él su se­
paración de la p o lític a , y q u ed ar sometido á d ar cuenta de sus
planes de campaña al m inisterio ejecutivo ? ¿ A qué quedaría este
fui,® sasesie ssg»âï®æg„
o67 —
•educido en u n tiem po en que su encargo único e ra , com o en o tra s
Spocas , com batir y trin n far si Dios q u ería ? Nos guardarem os m u­
cho de d e c ir, sin em bargo, que Bolívar qu ería con falsa m odestia
y sim ulado desprendim iento engañar á sus co n ciu da d an os; mas
bien creem os que su objeto era hacer ver á sus conm ilitones lodo
el respeto que tributaba á la au to rid ad del congreso , y obtener de
este actos solem nes, esplícitos y voluntarios de in sisten cia, q u e
vigorasen su poder y le diesen arm as contra las conspiraciones, la
envidia y la calum nia. Sea de ello lo que fuere , despues de vivas
instancias aceptó la presidencia y seguidam ente facultades mas.
am plias, así políticas como m ilitares en las provincias que fuesen
teatro de la guerra , con au to rid ad p ara delegarlas en caso nece­
sario. Cuando se hallase en campaña ejercería la potestad ejecutiva el
v icepresidente, y p or tal se nom bró al ciudadano Francisco An­
tonio Zea. El 26 de febrero organizó Bolívar el m inisterio de es­
tado , nom brando secretario de hacienda al Dr. Manuel P a la c io s,
de m arin a y g u erra al coronel Pedro Briceño M éndez, del in terio r
y justicia á Diego Bau tista U rbaneja.
Libre ya de este ciudado , dedicóse el congreso á sus despenden­
cias legislativas, en tanto q ue Bolívar con su acostum brada activi­
dad hacia los preparativos necesarios p ara la próxim a cam paña.
Desde el -16 de febrero habia llegado á A ngostura , conducido por
Elsorn, u n cuerpo de tropas reclutadas en In g la te rra ; y el mismo
dia se recibieron avisos de h ab er a rrib a d o á M argarita otros dos al
m ando de los coroneles English y Uzlar. Estos ausilios dieron m o­
tivo al L ibertador p a ra estender y com pletar su p lan de operacio­
nes , llam ando la atención del enemigo hácia diversos p u n to s ; y
para ello dispuso que U rdaneta pasase á M a rg a rita , reuniese la espedicion de ingleses á u n cuerpo de n atu ra le s q u e allí debía form ar,
y ausiliado p o r la escuadra de Brion , hiciese u n desem barco en las
costas de C arácas, tomase la capital y estendiese sus operaciones
por la retag uardia hasta ponerse en contacto con el ejército do
A p u re, q ue ib a á m and ar él en persona. Marino debia incorporarse
á B erm ú d ez, tom ar el m ando de la división de o riente y hacer por
aquel rum bo u n a poderosa diversión al enemigo. El coronel Ma­
nuel M anrique recibió el m ando de las tropas de Elsom y con ellas
y otros cuerpos recientem ente organizados en Angostura em prendió
su m archa al Apure para reun irse á Paez. L a mism a dirección tomo
él en 26 de feb re ro , rem ontando el Orinoco y el 17 t?e m arzo llegó
— 568 —
á Cunaviehe p or la U rbana y Aroguaquen. Poco antes de su llegada
(•M del m ism o) habia tenido lugar en la dehesa llam ada de la
Sacra Fam ilia u n porfiado reencuentro e n tre algunas tropas espa­
ñolas y o tras rep ublican as, costoso p ara am bas , desvenlajoso para
las últim as ; mas á pesar de este descalabro, Ja situación de Páez
era ventajosa é im ponente. Sus alrevidas g uerrillas habían m anteni­
do constantem ente el honor de las arm as en su perp etu a lucha con
los enem ig os, y lina de ellas tuvo el arrojo de pen etrar en San
F e rn an d o , m atando ¿ c u a n to s intentaron hacerle f r e n te , tomando
prisioneros á otros y llevándose el ganado que habia d en tro de la
plaza. Hostigado Morillo por estos cuerpos francos, «penas si podia
conseguir p ara sus tropas una escasa subsistencia : 1000 hombres
habia perdido á m anos de ellos y al rig o r del clim a. Así, aquel jefe
v a lero so , aventajado gu errero en su p a tr ia , su fría en las soledades
del A pure los mismos inconvenientes que destruyeron en España
las huestes famosas del im perio. Las bajas del ejército de Morillo y
los refuerzos que B olívar llevó al suyo igualaron las fuerzas de
los beligerantes en térm inos d e hacer desear á los patriotas u n a ba­
talla g e n e ra l: esto q ueria Bolívar , ó p or lo m énos llevar á su con­
trario á los d e sie rto s, p ara oprim irlo' con la caballería. Siendo
opuesto el pensam iento de M orillo, y no indicando n in g u n o de sus
m ovim ientos qu e quisiese salir de Acháguas , resolvió el L ibertador
b u s c a r le , para provocar un reencuentro general. Mas fueron des­
graciados sus prim eros pasos. Una partida destacada con el fin de
reconocer las posiciones enemigas , fué rechazada con pérdida en la
dehesa de S u re ro , y 500 realistas a-vanzados que tenia Morillo en
el trapiche de la G am arra al m ando del bizarro coronel Don José
Pereira , hicieron ésperim entar la m ism a suerte á 200 ginetes y
800 infantes enviados co ntra ellos. B o lív ar, pasado ya el Arauca ,
quiso ausiliar á los suyos ; pero P ereira que entendió su peligro y
ss veía sin fuerzas para hacerle fr e n te , se retiró á A cháguas, dis­
tan (e 4 leguas , uniéndose en el tránsito á Morillo que ya se habia
movido en su socorro. Estos dos incidentes fueron causa de que
B o lív ar, conform ándose con el dictam en de los otros g e n e rale s, y
m u i particularm en te con el de P áez, desistiese de d a r batalla al
enemigo , en consideración á la inferioridad de su in fan tería ; por
lo cual se dió prisa á repasar el Arauca en tanto que Morillo se dis­
ponía á hacer un m ovim iento general sobre su línea.
El \ , ° de abril se acercó éste por la orilla izquierda del rio á las
posiciones que el presidente ocupaba en la m argen d e re c h a : veinte
oficiales de caballería conducidos por Páez salieron á efectuar u n
reco no cim iento , y como encontrasen in opinadam ente u n cuerpo
de 200 ginetes que form aban la d escu b ierta realista , los atacaron
y pusieron en fuga , m atando a lg u n o s, cogiendo á otros prisione­
ros y obligando al m í o á guarecerse del grueso de su ejército.
Morillo hizo despues de este varios m ovim ientos de am ago á dere­
cha é iz q u ie rd a , como si quisiese atrav esar el rio , y el 2 á la hora
de m ediodía se puso casi al frente de B olívar fuera del tiro de ca­
ñón. Con el objeto de atraerle pasa el rio el general P á e z , acom ­
pañado de -I 50 hom bres de caballería e n tre jefes, oficiales y solda­
dos, y formado en tres pequeñas co lu m n as se avanza sobre el ene­
migo. Morillo m ueve inm ediatam ente todas sus fu erzas, pone en
acción los fuegos de su infantería y artillería, al m ism o tiempo que
sus ginetes cargan sobre los co n tra rio s, y se dirige precipitada­
m ente á la rib e ra dei r i o , esperanzando en o p rim ir con el núm ero
aquellas endebles colum nas. Páez se re tira e n tre tanto ordenad a­
m ente , dejando el paso del rio á su espalda , y M orillo que al ver
esto le cree perdido sin re m e d io , desprende del ejército toda su
caballería ( 1000 hom bres y entre ellos 200 carabineros) y dirige sus
fuegos sobre la ribera derecha, q u e defendían algunas tropas lijeras.
Mas tan luego como el denodado jefe de A pure conoce que los gi­
netes enemigos se han alejado co n siderablem ente de la in fan tería ,
vuelve c a r a , acom ete á sus perseguidores por su fren te y flanco en
pequeños grupos de á viente hombres cada uno, y sin darles tiempo
para volver de su asom bro y o rd en ar sus filas , los rom pe y des­
tro z a , haciéndoles considerable estrago. En vano opone el enemigo
la m as obstinada resistencia , ejn vano echan pié á tierra sus cara­
b inero s ; todo es i n ú i i l , porque sobrecogidos y desbandados m ue­
ren cuanlos se em peñan en hacer fren te á aquella terrib le acome­
tida. Páez los arrolla y va degollando á cuantos alcanza hasta las
lilas enem igas. La in fan tería en confusion se refugia al bosque , la
a rtillería deja de tro n a r y ia noche im pide m ayor estrago de las
huesles españolas. Perdieron estos 400 ginetes : los patriotas dos
individuos de tropa m u e rto s, dos de estos y tres oüciales heridos.
Jam as se había visto ni despues se vio en la guerra de la indepen­
dencia u n com bate mas desigual ni mas glorioso p ara las arm as de
la re p ú b lic a : com bate que seria increíble si no estuviera apoyado
en el testim onio de los amigos y de los enem igos de Páez y de m uí-
—
sn —
titu d 'd e doéom entos fidedignos. Él día siguiente espidió Bolívar un
decreto concediendo la c ru z 'd e Libertadores a todos los jefes, ofi­
ciales , sarg e n to s, cabos y soldados que Habían combatido en
aquella gloriosa acción de g u e r r a , que la historia conoce con el
nom bre de Q ueseras del Medió. M orillo se retiró precipitadam ente
á Acháguas.
Por lo que hace á Bolívar, desde que resolvió m antenerse en ac­
titu d defensiva según el dictám en de sus generales, desprendió del
ejército u n a brigada de caballería á las órdenes del coronel R a n je l,
con dirección al alto A púre, á fin de llam ar la atención del enem igo
sobre la provincia de Barínas. Despues de la acción de las Queseras
del Medio resolvió que la infan tería se acantonase en uno de los
pueblos de aquel lado del r i o , en donde fuese m as fácil a d q u irir
subsistencias y estuviese ménos al alcanze del enemigo, en tanlo que
Páez le acosaba con g uerrillas y le forzaba á repasar el Apure.
Todas estas m edidas estuvieron á p u n ió de frustrarse al em pren­
d er la m archa. Un regim iento de caballería á las órdenes del coro­
nel Cornelio Muñoz se hallaba en observación del cuartel general
español, y como la m árgen izq u ierd a del A ra u o ofrecía m as como­
didad que la derecha para la m a rc h a , pasaron á aquel lado algo
mas arrib a de las Queseras del Medio l.os cuerpos de infantería con
algunos de cab a lle ría , acam pando p or la noche sin novedad. Al
am anecer del siguiente dia se pusieron en m archa, y m ui poco
tiempo despues los piquetes de d escubierta observaron algunos sol­
dados á caballo que corrían por la llan u ra : mas prolijo reconoci­
m iento hizo ver que el ejército español oslaba cerca ; y en efecto
era Morillo que protegía con toda su infantería la recolección de
ganados, por no ser posible hacerlo sin el ausilio de (odas sus fu er­
zas. Este m om ento h u b ie ia sido de gran peligro para los patriotas,
si el jefe español supiera lo que estaba pasando á sii fren te ; pero
ig n orán d olo , tuvieron tiempo aquellos para repasar el Ara u c a , si­
guiendo entonces su m archa por la m árgen derecha. En el pueblo
de R incon-H ondo se acantonaron con solo los cuerpos del Altollano de Carácas, á las órdenes de los tenientes coroneles Juan
José Rondon y Leonardo In fa n te , y el general B olívar, despues de
haberlos revistado, se fue al bajo A pure, p ara acordar con Páez las
operaciones que debian em p ren d erle contra la provincia de Barí­
nas. Llegó en tre tan to el mes de m ayo, y convencido Morillo de la
inutilidad de sus esfuerzos en aquellos p a ra je s, pensó en buscar
— 57* —
o tro sim ejo resip ára;la su b sisten cia.d e sus tro p a s , q u e , al facili­
tarle la com unicación con el territo rio situado del otro lado d el1
A pure , ('ítuviesen menos sujetos a la ■inundacion que se acercaba.
A bandonó, pues, el cuartel general de Acháguas, envió á Baríuas la
5 .a d iv isió n , al Baúl la 2 .a, y él con,el resto de sus tropas pasó el
Apure con dirección á Calabozo, dejando la division-de vanguardia
sobre la P o rtu g u esa, á inm ediación de G u ad arram a, y la plaza de
San Fernando guarnecida y fortificada. El M de mayo publicó su
estado m ayor u n detalle de .las pasadas o p eracio n es, en que daba
por term inada la cam paña de aquel año.
Mas precisam ente entonces se p reparaba Bolívar á ata c ar la p ro ­
vincia d e B a rín a s , haciendo m over contra e lla 'la división de in ­
fantería situada en Rincon-llondo. Aquella tropa em prendió en
efecto su m archa, y al paso por el Manteeal incorporó á sus filas el
escuadrón del coronel Ranjel-, quese< habia hasta entonces m an te­
nido con ventaja desde dicho pueblo al de N utrias. Pasó en seguida
p o r el antiguó pueblo de Setenta, del todo a rru in a d o , y se dirigió
al paso de Q uintero, por donde debia atravesar el Apure ; pero no
en contran d o allí las em barcaciones que Páez habia dispuesto al in ­
ten to , cam pó íuera dél bosque de la rib e ra, en el hato de C añafístolo, á donde habian llegado ya el general Bolívar, Páez y todos los
cuerpos de caballería. El caudillo de A pure hizo presente en aque­
lla ocasion que el m al estado de los caballos podia com prom eter el
resultado de la m archa sobre Barínas, y que ántes de em prenderla
era necesario re u n ir todos los que tu v iera en dehesa el coronel
Nonato Pérez. Pareció exacta la ob serv ació n, y como este jefe se
hallase en G uasdualito, comisionóse al.m ism o Páez para que abo­
cándose con él, le diese orden de incorporarse al ejército con su es­
cuadrón y enviase.los caballos útiles.
En Cañafístolo recibió Bolívar nuevas m ui favorables de S antan­
d er ; y aq uí es el lug ar de hacer justicia á los servicios que en a q u e ­
lla ocasion prestó este jefe en'beneficio de su p a tria. Casanare era,
cuando él pisó su territo rio, el teatro de u n a funesta disco rd ia’ tres
jefes volu ntario sos, atrevidos é in subordinados acaudillaban cada
cual sus tropas, se disputaban el m ando superior y recíprocam ente
se desconocían. S antander tuvo el m érito de calm ar la agitación de
los ánim os y de inspirar á aquellos caudillos turbulentos ideas de
m oderación y de tem planza ; despues recabó de ellos el reco no cí-
572 —
m iento de su autoridad y, lo que au n parecía m as difícil, logró re ­
conciliarlos y unirlos en provecho de la causa pública. Emisarios
suyos recorrieron en seguida varias com arcas granadinas, pat a alentai- á los patriólas, regando á m anos llenas cartas é im presos en que
se refería por m enor el estado de las cosas : p ro n tam en te en fin .
con laudable actividad y zelo consiguió re u n ir b u en nú m ero de in ­
fantes y ginetes. Llegado á tan brillan te situ a c ió n . despachó al co­
ronel Jacinto Lara p ara que inform ase de todo al L ibertador, ase­
gurándole al mism o tiem po que la disposición d é lo s ánim os en las
comarcas granadinas era en estrem o favorable á la causa de la in­
dependencia. Lara llegó á Rincon-Hondo en ocasion de hallarse Bo­
lív ar en el bajo A p u re ; pero le habló en Cañafístolo y sus noticias
influyeron poderosam ente en el ánim o del L ibertador para d eter­
m inarle á p on er por o b ra el pensam iento que hacia tiem po m a d u ­
raba , de lib ertar la Nueva G ranada, abandonando la invasión de
Barínas. Una ju n ta de gu erra fué convocada inm ediatam ente : p re ­
sidióla el L ibertador y sus vocales Anzuátegui, Pedro León T ú rrcs,
el jefe de estado m ayor Soublette, Ranjel, Irib a rre n , Pedro Briceiio
Méndez, Ambrosio Plaza y M anrique, aprobaron con aplauso y e n tu ­
siasmo el proyeclo. Acto continuo m archó Ranjel á Guasdualilo
con el objeto de avisar de aquella resolución á Páez y de detener la
rem isión de los ca b a llo s: suspendióse la m archa á B a rín a s, y el
ejercitó se dirigió á M antecal. A llí, despues de h aber com unicado
órdenes é instrucciones á los generales q u e obraban en el resto de
Venezuela, se continuó la m archa á G uasdualito, pasando seguida­
m ente Bolívar el Arauca con los batallones Rifles, Bravos de Páez ,
Barcelona y Albion, u n regim iento de caballería llam ado Guias de
A pure, dos escuadrones de lanzeros del A lto-llano de Caracas y otro
de carabineros. Todos estos cuerpos, en el orden con que los hemos
enum erado, eran m andados por los ten ien tes coroneles A rturo Sandes y Cruz C arrillo, los coroneles Ambrosio Plaza, Rook, H erm ene­
gildo Mugica, Infante y R ondon, y el te n ien te coronel JuanM ellao.
La división de S antander continuó siendo considerada como la van­
guardia del ejército , y los cuerpos nom brados form aron otra que
se denom inó de retag u ardia á las órdenes de A nzuátegui. El gene­
ral Páez quedó en Apure para hacer frente al enem igo acantonado
en Barínas y ejecutar un m ovim iento p or la m ontaña de San Ca­
m ilo, en la dirección de C úcuta, á fin de in te rru m p ir las com uní-
— 575
cationes de Venezuela con la Nueva G ranada, y eooperaf á la c a m ­
paña por aquella p a r l e , ocupando á P am plona, y aun si posible
fuese, colocándose en Suata.
El í I de ju n io se avistaron Bolívar y S antander en Tam e : el
25 del mismo se reunió en Pore la división de Anzuátegui á la de
van guardia, com puesta de dos batallones y tres escuadrones casan a r e ñ o s : el ejército ascendió entonces á 2 JOO hombres d e pelea.
Veinte y seis dias empleó B olívar desde su salida del Mantecal hasta
agüe! pueblo, sufrien do con m otivo de la estación trabajos infini­
tos, m ui ménos sensibles p ara él y sus tropas venezolanas que p ara
las de ingleses, no acostum bradas á aquellas crudísim as fatigas. El
rigor del invierno era t a l , que apenas habia día ó noche qu e no
lloviese : los rios y caños hinchados salieron de m adre é in un daro n
las llan u ra s; baste saber q u e á las cu atro jornadas se habían in u ti­
lizado casi todas las caballerías que conducían el p arq u e y todo el
ganado que iba de repuesto. Urgia sin em bargo pasar a d elan te, á
fin de no d a r tiem po á q u e Morillo se apercibiese de aquel sabio y
atrevido m o v im ien to ; y por eso Bolívar, sin p erm itir á su tropa m as
que un breve descanso, se dirigió á la cordillera p or el cam ino de
¡Mórcete. La vanguardia desalojó con pequeño esfuerzo el 2 7 de j u ­
nio una avanzada de 500 hom bres que guarnecía la form idable
posicion de P aya, donde bien p u d ieran haberse defendido los ene­
migos contra diez m il contrarios. Con lo que ya pudo tratarse de
tram o n tar la serran ía, p a ra caer á la tie rra riq uísim a de T unja.
Mas ántes de em p ren d er este m ovim iento, quiso nuevam ente el
general Bolívar oir la opinion d e los principales jefes del ejé rc ito ,
ó, m ejor dicho, asegurarse de sus b u en as disposiciones para conti­
n u a r u n a em presa m as difícil y arriesgada de lo que á p rim era vista
parecía. Las tropas q u e llev ab a, a u n q u e aguerridas y constantes ,
acababan de hacer una m archa en estrem o p e n o sa , de la cual ha­
bian salido fatigadas y desnudas ; y la ru ta que debían seguir por
la m ontaña, atravesando páram os h orribles, espantaba con razón á
hom bres nacidos y criados en ardientes clim as. El llanero, fan fu erte
y tem ido en su pais, tem b laba á la sola idea de p asar los montes á
pié y sin abrigo, para acercarse al helado clim a de T unja : á todos
ellos dolia en el alm a haber de alejarse de sus llan u ras, y prim ero
triste s, despues m al enojados y reh a cio s, m u rm u rab a n de q u e se
les condenase á m u erte cierta é ingloriosa por lib ertar tie rra e stra n .
je ra . Los enemigos en tanto ^n u m ero so s, ag u errid o s y b ie n d isci-
— 574 —
jplinadós d o ran te sus tres años de pacífico dom inio, abundaban en
recu rso s de todo género y eran 'p ráctico s del terren o que pisaban.
'Colocados del otro lado de la co rd illera, asolaban el pais p ara p ri­
v ar de subsistencia á los p atriotas’, y si éstos en el estado de m iseria
én qu e se Veían esperim entaban una nevada al atravesar la sierra,
l no seria infalible la destrucción de aquel ejército, apoyo principal
dé la lib ertad de V enezuela? En fin, los jefes d e la caballería y al­
gunos de la in fan tería se m anifestaban descontentos, y él no quería
llevarlos contra su voluntad á u n a jo rn ad a decisiva en favor ó en
■co n tra de la república, según el lado á q u e se inclinase la fortun a.
Esto dijo B olívar á sus co m p añ e ro s, no sin d ejar conocer diestra­
m ente sus verdaderas in te n c io n e s; con lo que e llo s, m u i de suyo
dispuestos á se g u irlo em pezado, opinaron unánim em ente en favor
de la cam pana, dándole así el apoyo que él necesitaba para respon­
d er eñ todo Caso á sus conciudadanos. El em peño insensato de atri­
b u irse glorias ajenas lia'hecho decir á algunos h o m b re s, o ra que
liabian sugerido al L ibertador el pensam iento de ésta o p e ra c io n ,
o ra que ya en Casanare q u ería este v ariar de plan y á ellos se debió
q u e siguiese el prim itivo. Miserias todas de la v an id ad , hijas en
m ucha parte de la destreza con q u e aquel hom bre sin g u lar hacia
o b ra r á sus ag en tes, persuadiéndoles q u e ejecutaban sus propias
¡ideas, cuando sólo se m ovian por las que él les inspiraba.
Cier.o, pues, del buen espíritu q u e anim aba á sus jefes principa­
les, y p articularm ente á Santander y á los otros granadinos, siguió
s u m archa el L ibertador por la izquierda del to rren te que separa á
f*aya de Labranza-Brande, y tram ontó la cordillera por el páram o
•fie i'isb a . Cuando el ejército Hegó el 6 de julio á Socha, prim er pue’blo que se en cuentra en la provincia dé Tnnja á la falda opuesta de
los Aitdes orientales, su estado era por estrem o lastim oso. Un n ú ­
m ero considerable de soldados quedaron m uertos en el páram o al
rig or del frió : otro m ayor llenaba los hospitales, y e! resto no p o ­
día hacer la tnas pequeña m archa. Los cuerpos de caballería , en
cüya andazia y renom bre libraba el general su confianza y <¡ triunfo,
llegaron sin un caballo, sin m onturas, y hasta sin arm as, porque
« stas, como estorbosas al síildado en aquella angustiada situación,
eran po r él abandonadas. Igual su erte tuvieron la ¡municiones de
boca y g u erra, porque no ’hubo acémila que pudiese sa lir, ni
hom bre q u e .se detuviese á conducirla. Aquella g en te, mas que
•á tropa reglada, sé'mejaba eñ su profunda m iseria y.desconsuelo
— 375 —
n n » calerva de bandidos ¡fugitivos; siendo tal su desm ayo, q u e m u i
pocos levantaron los ojos y el corazón para salu d ar la herm osa
tie rra á que llegaban. Los granadinos de aquellos p arajes, algunos
jefes venezolanos que lo sco n o cian , y Bolívar j confiando en su fo r­
tu n a y m editando grandes p la n e s , no m as los vieron con am or y
arrobam iento.
T res dias em pleó ú tilm e n te en Socha el L ibertador, m ontando y
arm and o la caballería, reuniendo el p arq u e, poniendo en conmocion los pueblos y dirigiendo partidas c o n tra los realistas en todas
direcciones, á fin de entretenerlos y ganar tiem po. Dos encuentros
parciales de poco m om ento, m as bien adversos que favorables á los
p atrio ta s, d o le im pidieron llevar tran q uilam en te á efecto su p lan,
disponiendo el ejército para atac ar de firm e al enem igo. De hecho
el dia 4 ) las divisiones S an tan d er y Anzuátegui m arch aro n al
encuentro de los realistas, que hablan ya pasado el rio de Gámeza
é iban á buscarlos, esperanzando acaso en sorprenderlos ; mas
apenas tuvieron noticia del m ovim iento de los p a lrio ta s, retroce­
dieron con rapidez y en b uen o rd e n , rep asaro n el rio y tom aron
la form idable posicion de la Peña de Topaga. Desalojados de allí
despues de un largo y porfiado co m b ate, se relira ro n por fin á los
Moliuos del m ism o nom bre,, dejando á sus contrarios dueños de
G ám eza. Bolívar, sin em bargo, ocupó de nuevo sus antiguas posi­
ciones, ménos av an zad as, p ara esperar la legión británica y la
e n tra d a del general Páez por C úcnta, aprovechándose adem as de
aquella ven taja p ara d a r á su tropa algunos dias de reposo indis­
pensable.
El jefe que m andaba á los re a lista se ra el b rig ad ier español Don
José B arreiro, oficial que habiaem p ezad o su c a rre ra en la artillería
Volante y hecho estudios en el colegio de Segovia : mozo apuesto y
gallardo, lleno de pundonor y c o ra je , no escaso de conocimientos
m ilitares, pero nuevo en el m ando, con poca práctica en la guerra
del pais, y acaso incapaz de d irig ir convenientem ente u n cuerpo de
tres mil hom bres q u e se le confiaran p ara haeer fr e a te á Bolívar.
M orillo que le am aba le habia enviado pocos m eses ántes en ausilio
del virei Don Ju an S á m an o , dándole orden p ara que tom ase el
m ando de las tropas con agravio de;Ca!zada y otros jefes mas an ti­
guos, con lo que no poco se d ijo y m u r m u ró , naciendo de ello
tibiezas y disgustos. B arreiro, e m p e ro , desplegó m ucho valor y
zelo en aquellas circunstancias, allegó tropas, rep artió d in ero , y á
poder de castigos y recom pensas logró in tro d u cir en sus filas disci­
p lin a, m oralidad y confianza. E n tre lanto Bolívar, á pesar de la
ventaja obtenid a, se h allaba en u n a posicion bastante em barazosa,
pues no habiéndose intern ad o en el pais, carecía de los recursos
qu e h ubiera podido proporcionarle la b u e n a voluntad de los
pueblos, y el suelo qu e ocupaba estaba devastado, la gente dism i­
n u id a, creídos lodos de que aqu ella terrib le cam paña se prolon­
garía m ucho tiem po, aun dado el caso de q u e la fortuna la favore­
ciese. Inconvenientes graves que era preciso vencer p ro n ta m en te,
no fuera qu e, rehecho el enem igo, los estrechara contra la cordi­
llera obligándolos á tram o ntarla de n uevo; que seria lo mismo que
m o rir. De m as, que era urgente aparecer de im proviso en el centro
de la Nueva G ranada, o ra para im pedir q u e B arreiro reuniese sus
fuerzas , o ra para in s u rg iría s com arcas d e uno á otro estrem o.
Como la posicion de Gámeza en q u e tuvo lu^ ar el prim er com­
bate no podía ser forzada sino á costa de m ucha sa n g re , que el
general Bolívar no q u ería d erra m a r sino en un caso decisivo, de­
sistió del proyecto de invadir el valle de Sogamozo en donde se
había establecido el enem igo, y p o r u n a m archa de flanco apareció
en el de Zerinza. Este novim iento puso á B arreiro en la necesidad
de abandonar sus posiciones para c u b rir á T u n ja y Santa Fé, con
cuyo fin se situó en los Molinos de Bonza, lu g a r ventajoso para la
in fantería, y q ue el enemigo aparejó adem as p a ra la defensa con
algunas o bras d e cam paña. Bolívar apareció á su frente el 20 de
ju lio ; pero las m ism as razones q u e le habían inducido á aquel
m ovim iento le re tra je ro n de atacar á su c o n tr a rio , por lo cnal se
situó á su vista en la planicie de Bonza, provocándole de mil ma­
neras á una acción fuera de sus puestos. Todo fue in ú til, porque
B arreiro, aferrado en su sistem a defensivo, se m antuvo q u ie to ,
dando así tiem po para qu e Bolívar llevase á efecto la p arte m as
im portante de su plan, cual era la insnrrecion de los pueblos y el
abrigo y aum ento de sus tropas. Publicóse in m ediatam ente un
decreto llam ando los habitantes á las a rm a s ; »gentes activos p a r­
tieron del campo de Bonza á e je c u ta rlo ; acopiáronse víveres, reu ­
niéronse caballerías, recogiéronse lienzos para vestuario . En la
necesidad de hacer sensibles á los pueblos los bienes de la lib ertad ,
no era p ru d en te im itar la conducta de sus opresores. Por eso á
nadie se fo r z ó ; y sin em bargo aquellos buenos granadinos, pres­
tándose á todo con decisión y zelo sin ejem plo, acudían en partidas
— 577
p ara ofrecer graciosam ente sus bienes y personas. Feria m as bien
q u e cam p a m en to , pareció Bonza en los cuatro dias que allí estuvo
B olívar, según era de num eroso é incesante el concurso de gentes
de toda edad y sexo que llevaban noticias, v ív e re s, ropas y dinero.
Muchos h om bres se vieron despedidos por 110 tener Bolívar con qué
arm arlos : otros que fueron incoporados en las filas se adiestraban
-en los ejercicios m ilitaresá la vista del enemigo : m ientras unas (ro­
pas tiroteab an á este, otras descansaban y los reclutas en contin u a
instrucion aprendían á m anejar el fusil, á form arse en colum na, á
desplegar en batalla. E ntre lanío el joven B arreiro, conteniendo
sus propios im pulsos, veía estas cosas y no q uería im p ed irlas, por­
q u e obstinado en seguir el plan que o tra vez y en o tra tierra opuso
Fabio á A n íb a l, esperaba que los campos granadinos serian el
Capua de Bolívar y dé sus ham brientos y andrajosos com pañeros.
Mas el L ibertador no entendía de estarse en la inacción, y el 25
de ju lio , viendo que su contrario no se decidía, ordenó nn m ovi­
m iento general po r su flanco izquierdo sobre su retaguardia, para
forzarle á abandonar las posiciones q u e ocupaba ó atacarle p or la
e sp a ld a ; á cuyo fln guió por el cam ino del Salitre de Paypa, esgua■zando el Sogamozo. Barx'eiro se movió enlónces contra él y con tal
ím p etu, que le obligó á com batir en posicion desfavorable. P orque
es u n a hondonada paludosa llam ada Pantano d e V argas, circuida
casi toda de co lin a s, de las cuales se apoderó al principio de la
acción el e n e m ig o , é hizo llover sobre los patriotas u n fuego hor­
roroso de fusilería. Los infantes realistas así peninsulares como
criollos eran escelen tes; la caballería como siem p re , in ferior á la
repu blicana. Y á esto últim o se debió la salvación de B o lív ar;
pues como se hallase el ejército envuelto po r todas partes y fuesen
in ú tiles los esfuerzos que se hacían p a ra tom ar de frente y tiro á
tiro las posiciones enem igas, u n a colum na de ginetes al m ando de
Rondon las atacó po r un flanco , á tiem po q u e o t r a , tam bién de
ginetes á las órdenes del teniente Lucas Carbajal dispersaba y
alanzeaba su caballería, que p or el otro estaba á resguardarlas. La
infantería y particu larm ente el batallón Albion apoyaron de frente
y con denuedo este bien pensado y m ejor dirigido m o v im ien to , y
el enemigo desalojado de sus a ltu ra s abandonó el cam po y la vic­
toria. Salvóle de su total destrucción la noche q u e so b rev in o , y al
abrigo de la cual se retiró en b u en orden y sin ser perseguido hasta
las altu ras de P a y p a , donde tom ó nuevas posiciones. Esta acción
:im poi'tantísim a.bajo todos conceptos, costó á los realistas 500 hom ­
b res m uertos y heridos, bastan tes prisioneros, g ran copia de fusiles,
lanzas y otros m uchos despajos de-lodos géneros. Los patriotas
com praron la .victoria con
¿hombres m u erto s ó/U eridos,;.entre
los prim eros cinco y e n tr e los segundos diez y ocho,oficiales.
El m ovim iento del enem igo liizo que ¡Bolívar,siguiese sus pasos
•sin perderle de v is ta , ocupando nuevam ente.el campo de Bonza.
Desde allí estaba en contacto .con las. provincias del Socorro y de
P am p lo n a, á donde p artieran gobernadores nom brados por é l , á
fin de d e s tru ir la s colum nas c o n .q u e el enem igo reco rría su s co­
m arcas. Y dom inando los valleside Sogamozo y de Z e rin z a , , conti­
nu ó en .el p lan d e aum entar, su fuerza con la recluta que debia
producir la lei m a rc ia l, en tanto que se presenlaba uua coyuutura
favorable p ara caer de nuevo sobre-su contrario.
Gracias á la favorable disposición de Itfs p u e b lo s, el espionaje
estaba perfectam ente organizado , y sabedor Bolívar p or su medio
d e la situación del en em ig o , se .propuso ya atacarlo de firm e , con­
d u c ie n d o con vigor la ofensiva..E lidía 5 de agosto se movió contra
sus posiciones y logró destruirle los puestos avanzados y hacerle
p recipitadam ente ev acuar él pueblo de Paypa. Ocupólo en tanto
q ue.B arreiro seiguareeia de u n a a ltu ra que se ¡halla en la encruci­
jad a de los cam inos de T unja y, Sogamozo. El 4 perm anecieron los
dos cuerpos en sus respeotivas posiciones sin q u e los realistas
-intentasen ningún m ovim ien to ; pero .por la tard e contram archó el
L ibertador, y fingiendo que volvía á sus posiciones de Bonza, guió
p ara la ciudad de Tunja ¡p o r,e l camino de T oca, dejando á su
espalda todo el ejército .co n tran o . Esta operacion atrevida é inge­
niosa decidió de la cam paña.
Ocupóse á T u n ja el 5 de agosto haciendo p risiouera la guarni­
ción. Allí encontró Bolívar 600 ¡fusiles, u n alm acén de vestuarios
y paños, los hospitales, botiquines y m aestranzas ;,a lli aum entó su
fuerza con Jos m uchos ciudadanos q u e voluntariam ente corrieron
á las arm as, y allí, aliviado de sus¡privaciones el ejército;por la en­
tusiasm ada y.generosa vecindad, cobró,nuevos,brios y m ayor g ra ­
d o de confianza.»Elienem igo, dudoso al principio,de losíffiovimieaio s de.B olívar, siguióduego sus:huellas y se puso en im archa sobre
la ciudad, por el cam ino p rincipal de Paypa y el-páram o de Com­
b ita , acam pando el 6 p o r la m añ an a eri él puelsloide ’Motabita, ,á
leg u a y.m edia de T an ja . El-plan-de B arréirp..era'(y n o podía ser
— 379 —
otro) el de re u n irse á las tropas de la capital del v ire in a to , evi­
tando u n encuen tro con las de B olívar ; pero este, situado en T u n ­
ja é interp uesto e n tre él y el virei, observaba sus m ovim ientos,
am enazaba á todos lados y acechaba él morúcnto de caer sobre uno
ú otro jefe. B areiro á la Vista de T an ja m a rd tó el 7 de agosto á
efectuar su reu n ió tl, y el general B olívar, prevenido que debia eje*
c a ta rla , ó p o r Sám acá, alejándose dem asiado de Santa Fé, ó por el
puen te de Boyacá, si q ueria salvar al virei, esperó, con el ejército
form ado en lá plaza de T unja, á cerciorarse del intento del en e­
m igo, ¡para totfiar u n a resolución decisiva. Los espías iban y ve­
nían , b uen n ú m ero de hom bres se bailab an apostados en las a ltu ­
ras y cam inos; el estado m ayor, Bolívar m ism o, q uerían d escubrir
la verdadera dirección del enemigo. Súpola al fin, y en el m om en­
to hizo volar el ejército por la ru la principal bácia el p un to famoso
en que quedó p o r siem pre destru id o el poder español en la herm o­
sa tierra granadina : .este fué Boyacá.
A las dos de la tard e la prim era división del enemigo llegaba al
puente cuando se-dejó, ver la descubierta de caballería que prece­
día á los p atriotas : liízola atacar B arreiro creyendo q u e era u n
cuerpo de o b serv ació n ; pero de allí á unos instantes la infantería
de Bolívar se presentó en colum na sobre una a ltu ra que dom inaba
su p o sicio n , y entonces conoció ser necesario com batir de firm e ,
en batalla general. En el m om ento de -avistarse unos y otros belige■ra n te s , los realistas estaban formados á lá falda de la altu ra que
los patriotas ocupaban, su retag u ard ia liabia subido c n a p a rte del
cam ino persiguiendo la d escubierta de ginetes rep ub lican o s, y u n
cu arto de legua ó poco ménos-los separaba del p u en te de Boyacá.
La vanguardia de Bolívar hizo re tira r la de B arreiro al otro la ­
do del puente, y acto continuo todo el ejército republicano empezó
á descender de la a l t u r a ; la infantería p o r el recuesto, que e ra
suave, la caballería por eL cam ino. El enem igO 'enlre tanto habia
tom ado sus disposiciones :1a fuerza .principal estaba puesta en co ­
lum na sobré u n a altu ra fronteriza, con tres piezas de a rtille ría al
centro : dos cuerpos de caballería cu b rían sus costados, y en u n a
cañada que m ediaba entre las dos a lte ra s desp legó ‘un batallón en
guerrilla para im pedir el.acceso de Ir q u e ocupaba. T enia p o r to­
do 5 ,0 0 0 hom bres : tín tercio m énos los p atriotas.
Rechazando estos un amago que hizo B arreiro por la derecha,
m archaron sobre é l tendidos en batalla para forzarlo en su puesto ;
— 580 —
las colum nas de T u o ja y del Socorro, nuevam ente form adas, que­
daron en reserva. Inm ediatam ente se empezó la acciou en todos
los puntos de la línea.
A nzuátegui, q u e dirigía las tropas del centro y la derecha, de­
salojó de la cañada al enem igo, y con las prim eras atacó la fuerza
principal. Los realistas hacían u n fuego te r rib le ; pero Anzuátegui
con prontos y audazes m ovim ientos, b izarram ente ejecutados, en­
volvió la colum na enem iga por m edio de su infan tería al mismo
tiem po q u e el escuadrón de! Alto-llano la cargaba de frente. Desde
aquel m om ento los esfuerzos del general español fueron infructu o ­
sos : perdió su posicion. Una com pañía de granaderos á caballo ,
com puesta toda de españoles fué la p rim era que huyó : la infante­
ría quiso rehacerse en o tra altu ra y fué inm ediatam ente d e stru i­
da : u a cuerpo de caballería q u e estaba de reserv a aguardó á los
ginetes patriotas con lanzas en ristre y quedó despedazado ; casi si­
m ultáneam ente la izquierda del ejército m andada por Santander,
pasaba el puente y desbarataba la vanguardia de B arreiro : en lin,
el ejército español puesto en com pleta derro ta y cercado por todas
partes, rin dió las arm as y se entregó p risio n e ro , despues de hab er
sufrido u n a gran m o rtan d ad . Su desgraciado g efe, el coronel J i m én p z, segundo en el m ando de aquellas tro p a s, casi todos los
tenientes coroneles y m ayores de los batallones, gran n úm ero de
su b altern o s, 4 600 soldados, todo el arm am en to , m uniciones, a r ­
tillería y caballos quedaron en poder del vencedor; apenas se sal­
varon SO hom bres y en tre ellos algunos jefes y oficiales de caballe­
ría q u e huyeron án les de decidirse la acción.
Esta fué la batalla de B o jacá, corona b rillan te de una cam pana
qu e será inm ortal en los fastos de la rep ú b lica. En ninguna de las
m uchas que en su larga y gloriosa c arrera m ilitar concibió y eje­
cutó Bolívar, probó m as prevision, m as ingenio, m ayor audazia y
u n a tan consum ada pericia en el a rte difícil d« la gu erra : en n in ­
guna habían triuufado las arm as republicanas de u n modo mas de­
cisivo, y pocas vezes com batieron contra tropas tan disciplinadas y
aguerridas.
Sus consecuencias fueron inm ensas, p o rq u e destruido el ejército
español de la IVueva G ranada, quedaba esta líb re : Morillo cercado
en V enezuela, y Bolívar, mas fu erte y terrible que n u n ca, en dis­
posición de m arch ar hácia él con un ejército superior á cuantos
hasta entonces hubiese tenido la república. P o r lo que toca al vi-
— 58-1 —
rei, apenas tuvo el dia 9 noticia de la batalla de Boyacá, concibió
u n te rro r tan grande, que dejan d o cerca de u n m illón de pesos en
la casa de m oneda, y abandonando archivos, oficinas públicas y
depósitos, se dirigió á Honda p recipitadam ente con los m inistros
de la audiencia, otros em pleados, varios vecinos realistas y su
guardia de honor. En medio del aturdim iento y confusion de aque­
lla fuga vergonzosa, con que Sám ano ponia fin p o r sí m ism o á su
gobierno sangriento, el coronel Calzada enviado en su ausilio desde
V enezuela por Morillo, se retiró á Q uito con -í00 hom bres de vo­
luntarios de Aragón, m andados p or Don Basilio G arcía, y la capi­
tal aband on ad a, quedó a m erced del vencedor. A ella e n tró Bolí­
var el -10 de agosto entre las aclamaciones de un pueblo enajenado
de alegría que saludaba y bendecía su gloria, m as p u ra por cierto
rn a m e lla oeasion que en el año aciago de 1814. Dia verdadera­
m ente g ra n d e , de orgullo satisfecho, de noble am bición saciada,
fué aquel para el Isbei tador ; pues m arcaba el m as glorioso triunfo
adquirido sobre los enemigos com unes del estado.
Mas antes qu e digamos la profunda sabiduría con que supo a p ro ­
vecharse de esta victoria en beneficio de la p atria, nos conviene
volver la vista á Venezuela y referir cuál era allí el estado de las
cosas; para lo cual recordarem os que en ella debian o b rar tres
cuerpos principales : el de U rdaneta , el de Marino y el de Páez.
El prim ero de estos jefes-salió como sabemos para M argarita el
27 de febrero : llevaba por teniente al general Manuel Valdes y a d e ­
mas algunos oficiales ingleses y m uchos criollos que debian ser em ­
plea 'os en la creación y organización de nuevos cuerpos, y por ú n i­
co recurso para pagar las tropas y a b rir las operaciones, u n a orden
en que se m andaba al alm irante Bríon le proveyese de lo necesario.
En llegando á su destino encontró al general Englísli con parle de
¡a división de ingleses (el resto no ap o rtó á Venezuela sino meses
adelante), y al coronel Uzlar con ciento y cincuenta alem anes p er­
tenecientes al asiento de Elsom.
Ya hemos dicho cómo se form aron estas espediciones estrau je—
ra s ; y conviene saber por q u é, con ser tan b u e n a s, sirvieron en
ocasiones de em barazo, mas que de provecho. De ello fué causa el
espíritu de mala fe ó por lo m enos la foca ó ninguna previsión que
se empleó para form ar los engancham ienlos, la ignorancia de los
asentistas en p u n to al país y sus c o stu m b res, y acaso una fu erte
dosis de am bición y codicia que habia en el fondo de su zelo por el
— 582' —
bien y la gloria de la república. Ello es cierto que E nglish, em pe­
ñado en re u n ir g e n le , para pasar d e l1raugo de-ex-eom isarío de*
guerra del ejérek o an glo-hispino de l ord W rllington al de general
de brigada q ü e Bolívar le ofreciera, prom elió á sus conciudadanos
cosas que era absolutam ente im posible cu m p lir en elestn d o en que
se hallaban les •patriotas. Por ejem plo, u n a ración diaria en comes­
tibles, q u e las tropas criollas no alcanzaban jam as; el pré y paga>
corrienle todos los meses, cuando el ejército de la república servia
sin e llo s ; una gratifiéaeion pecuniaria á cada individuo al poner el
pié en tierra por la prim era vez en el pais, y en tre otras prom e­
sas, la m ui curiosa de que toda propiedad pública ó privada qu e se
encontrase en los pueblos lomados á fuerza de a rira s p or los espedicionarios, debia rep u ta rse como botín y repartirse entre ellos. L a
mas que de todo esto podía cum plirse, e ra lo de la ración, que en
efeelo se les dió a la europea m ientras estuvieron en M argarita;
pero los hombros que habían llegado á Venezuela bajo tales estipu­
laciones se consideraban coa derecho a exigirlo lodo, y de ah í re­
sultaron largos y enojosos em barazos para el jefe republicano, que
no tenia un ochavo de que disponer. El alm irante Brion era u n
hom bre verdaderam ente interesado en el bien de la patria y nunca
om itió el sacrificio de su caudal ni de su crédito para sostener la
escuadra y ansiliar el ejército; pero para ello habia contraido tanfuertes compromisos en las colonias estranjeras, que ya no tenia á
quién pedir, ni q uien le diera, llegando ¿ tal eslrem o sus apuros
que por h u ir de una n u be de acreedores que por do quiera le se­
guían, m ucho e ra si sacaba la (abeza fuera de la cám ara de su fra­
gata. Así pues, fueron indecibles las dificultades que se tocaron para
m antener esta espedicion los reeses que perm aneció en M argarita
hasla com pletarse, y para contener las continuas reclam aciones q u e
no á English sino á U rdaneta hacían las (ropas espedicionarias, ora
por medio de sus jefes, ora con arm a en m ano, pidiendo el c u m ­
plim iento de las eslipulaciones celebradas.
Mas no fueron estos los únicos sinsabores : otros ofrecieron el
general- Arizm endi, el gobernador Gómez y los-demas em pleados
m ilitares de la isla. Fué el caso que U rdaneta debia exigir de ellos
por orden de Bolívar un contingente de 500 hom bres p ara form ar
u n b a ta lló n ; pero a unq u e Arizmendi por lo pronto ofreció e n tre ­
garlos, puso luego em barazos alegando que los m argariteíios no
q u e d a n salir de la isla, sino hacer la g u erra a llí,' de cuyo se n tir
— S85". —eran'tam b ién Josioftciales de Jos cuerpos* Dióse cu en ta ai gobierno
de esta novedad, y eu ausencia de Bolívar, <¡ueya habia salido para
el ejército de Apure, contestó el vicepresidente, q u e el jefe d e la
ospedicion debia hacer cum p lir las órdenes que h a b ia llevado, por­
q u e de no hacerlo fallaría el plan de cam paña trazado por el Li­
bertador. Autorizado así ü rd a n e ta , instó de nuevo por la entrega
del co n tin g e n te ; mas entonces se o cu rrió en M argarita al ardid de
fingir que habia peste en la' isla, y los reliad o s establecieron un
cordón sanitario en tre el pu erto de Juan G riego, donde residía Urd an eta , y el resto de aquel pais. D escubierta la m en tira, echaron
mano de las vías de hecho.
En tan crítico y desagradable lance, Arizm endi y el gobernador
fueron convocados por ü rd an e ta á una conferencia, y como en ella
se disculpasen con la resistencia de los jefes de los cuerpos á dar el
contingenle pedido, se dispuso que todos estos m archasen presos á
bordo de un buque de guerra, quedando libres Arizmendi y Gómez
para entregar den tro de tres días los S00 hom bres de arm as. El
prefijado para recib ir la recluía am aneció Arizmendi en la ciudad
de la Asunción, reunido con Gómez y todos los hom bres de la isla
capazes de tom ar las a rm a s , y declaró por escrito que no podia
cum plir las.órdenes del gobierno. Tres dias se pasaron en contesta­
ciones; mas como al cabo de ellos se apercibiese Arizmendi de que
Ü rdaneta había tomado disposiciones p ara hacerle obedecer p or
fuerza, dejó á los suyos y fu é á escusarse con él á la villa del N orte,
diciendo que el gobernador Gómez y todos los dem as tenían la cu l­
pa. ü rd an e ta creyó que aquello era una nueva intriga para ganar
tiem po, y deseando co rtar el mal en su raiz, dió orden á Arizmendi
para que no se moviese del Norte : á su jefe de estado m ayor p re ­
vino lo conveniente para el caso de u n rom pim iento ; y él, con un
ayudante de cam po, se abocó en la capilal con Gómez : este y los
dem as disculparon la falla atribuyéndola á A rizm endi. Un rasgo de
energía e ra necesario y el jefe de la espedicion lo empleó o p ortu ­
nam ente para atajar aquel desorden, estraño p o r cierto en hom bres
tan patriotas y honrados como los m argariteños. G óm ez, á quien
m as que d ninguno pesaba ya sem ejante rey erta, licenció las tro ­
pas y eu el m om ento se ab rió un juicio sum ario p ara descubrir los
autores y prom ovedores del alboroto. V einte y siete jefes y oficiales
declararon unánim em ente contra A rizm endi; y el Dr . Andrés N arv arte, á q uien fué la causa,consultada, halló'com probada la falta y
— 584 —
necesaria la prisión de! reo. Deh e c h o , acto c o n tin u o , fué re m iti­
do á Guayana para ser juzgado.
Tales alborotos y el no haber llegado sino por partes y con m ucha
dilación los ingleses que fa lta b a n , retard aro n la e6pedicion en
térm inos de frustrar com pletam ente el proyecto de Bolívar; por
lo cual este, resuelta ya la invasión de la Nueva G ran ad a , previno
á U rdaneta que desistiendo del p lan an terio r de o p eracio n es, no
hiciese mas que p en etrar p or las proviucias de Barcelona y Cuman á, y ponerse á la disposición del g o b ie rn o , para aten de r á la de­
fensa del territorio d u ra n te su ausencia. Cuando U rdaneta recibió
ésta ord en ya tenia reu nid os obra de 1200 ingleses; pero carecien ­
do de víveres para ellos y la escuadrilla que debia traspo rtarlo s ,
o currió al arbitrio de los em préstitos y tuvo la buena suerte de
obtenerlos, b ajó la particular responsabilidad de algunos estranjeros.
No siendo ya de m ucha im portancia los 500 m argariteños, mandó
trip u lar con ellos algunos buques d e laarm ad a y de la flotilla; y por
fin, listo de u n todo, se dirigió el 15 de ju lio al continente, llevando
por jefe de estado m ayoral coronel M ariano Montilla. Este benemé­
rito o ficial, á quién hace m ucho tiempo hemos perdido de vista ,
había sido contrario al L ibertador en sus reyertas con Castillo eu
Cartagena, y perdida esta plaza, se fué a Méjico en com pañía del
general M ina. F ru stra d a la espedicion de aquel valiente y desgra­
ciado español, volvió á la p atria y se hallaba en M argarita, cuando
U rdaneta aportó á ella. Unia á eslos dos m ilitares u n a estrecha
am istad ; y como de allí a poco enferm ase el coronel ingles José
A lberto G ilm ore, jefe de estado m a y o r, fué nom brado M ontilla
para reem plazarle con general aceptación. El L ibertador aprobó
m as tarde su nom bram iento, y reconciliado con él, empleó sus ta ­
lentos en comisiones im portantes, q u e fueron desem peñadas digna­
m ente ; pues en verdad n ingún oficial venezolano de los entóneos
conocidos se le aventajaba en prendas m ilitares.
C areciendo U rdaneta de cab allería, escogió á Barcelona por
pu nto de d esem b arco , alentó que en el in te rio r de aquella p ro vin ­
cia se hallaba con fuerzas respetables el general M arin o , de cuyo
ausilio necesitaba para conseguir ganado, para m over su parque y
m o n tar sus oficiales. Al saber su aproxim ación el gobernador espa­
ñol S ain t-Ju st, evacuó la ciudad e H 7 , dejando abandonada la
guarnición de las baterias del Morro. La escuadrilla r e a l, proce­
dente de C um aná, se presentó el 18 frente á la ensenada de Pozue­
— 585 —
los, como provocando á com bate la patriota ; m as luego al punto se
alejó de allí, haciendo ru m b o a la Guaira y a Puerto cabello. Saint
Ju st p en etró el 2 2 sin ser visto por las calles de Barcelona y alanzeó algunos ingleses, pero habiéndose retirado á Pírilu en seguida,
dejó á U rdaneta dueño de la ciudad.
Despues de esto el principal cuidado del jefe republicano fue
buscar la com unicación con el ejército del in terio r regido entonces
por Bermúdez ; pero sem ejante com unicación era difícil por cuanto
todos los pueblos de la provincia q ue no estaban en la llan u ra se
bailaban ocupados por fuerzas ó autoridades españolas. De donde
vino que varios oficios enviados á Bermúdez fueron interceptados
por los realistas, los cuales noticiosos de la situación de Urdaneta,
le hostigaban incesantem ente con partid as de caballería, redu cién ­
dole al recinto del poblado. Su situación mala ya con tal m otivo, se
em peoró au n con la conducta de las tropas eslran jeras. Estas ea
efecto, despues de h aber qu erid o saquear á B arcelona, se manifes­
taban m as y m as descontentas cada dia con m otivo de habérseles
im p ed id o ; rehacías y dadas á la em b riag uez, el m o rig era rla s, el
contenerlas solam ente parecía em presa superior á todo esfuerzo,
m ayorm ente cuando el general English no se m ovía á hacer p a ra
ello u n a m era dem ostración de zelo ó de energía. Demás de esto
una proclam a q u e Morillo Ies había dirigido en idiom a ingles ofre­
ciéndoles servicio ó restituirlos á su pais, hizo titu b e a r su G delidad,
y em pezaron á d esertar en partidas con direcion al enem igo. ÍVo
conociendo, sin em bargo, el territo rio , ni paradero alguno tijo de
los españoles sino en la plaza de C um aná, á ella se dirigieron m u ­
chos soldados llevándose sus arm as. Cogidos algunos, fueron juzga­
dos inm ediatam ente y fusilados ; pero u n a fu erte p artida de ellos
hizo arm as con tra la guerrilla republicana del p u erto de Santa Fé,
que salió á su encuentro y costó trabajo redurcírlos : diez y nueve
fueron m uertos en el com bate, diez y ocho qued aro n prisioneros.
P or m as q u e , generalm ente h a b la n d o , los jefes y oficiales de
esta trop a fuesen sugetos de intachable honor, lealtad y b iz a rría ,
y p o r m as que m uchos de ellos se esforzasen en contener la d eser­
ción y el d e s o rd e n , sem ejante estado de cosas e ra v io len tísim o ; y
m as, porque a llí, sin provecho alg u n o , se estaban consum iendo
las raciones de la a rm a d a , únicas de que pudiese el jefe disponer.
H izo, p u e s , este perfectam ente cuando se rem barcó para dirigirse
á la provincia de C um aná con la probabilidad de encontrar en ella
HIST. MOD.
25
— 586 —
-algunos ausilios pedidos .de.antem ano á M aturin. .Salió de Barce­
lona el -Io de agosto,.y el 5 llegó aL puerto d eB o rd ó n es, donde se
.reunió coa 2 0 0 hom bres q u e m andaba Montes y acto continuo si­
guió por tierra contra la ciudad,, al mismo tiem po que Ja escuadra
hacia rum bo al golfo de Cariaco. Hasta aquí todo es n a tu r a l; inte­
ligible y bien pensado.; pero en verdad no lo es tan to el h aber he­
cho Ü rdaneta el mismo dia 5 u n ataque obstinadísim o contra las
baterías d e 'la plaza. Rechazado despues de m uchas horas de com ­
bate, renovó el 5 la mism a ten tativ a y hubo de retirarse con p ér­
dida de m uchos hom bres , sin h ab er alcanzado cosa alguna. Si su
•objeio.era m arch ar al in terio r, aquel asalto á nada conducía , y á
m as de inú til era te m e ra rio ; falta fue aquesta sorprendente en ca-pitan lan esperim entado y caulo, sino es q u e rpor distraer á los sol­
dados ingleses de sus malos p ensam ientos,„quiso deliberadam ente
ocuparlos d e aquel m odo. Por lo dem as, esa tropa estran jera, tan
inquieta y ta n .tu rb u le n la , se rportó.en la pelea-con valor heroico ,
digno de mejor, fortuna.
Despues de es!o, U rdanela que no habia pensado realm ente en
acom eter-la, plaza de una m anera form al, recibió, de M aturin el ga­
nado y las caballerías que ia b ia .pedido y se puso en .m archa para
aquella c iu d a d , habiendo an tes-d esp edid o la «escuadra y dado á
English pasaporte para -Margarita. Llegado á M aturin, recibió orden
del gobierno d e. G uayana para poner sus tro p as-á las órdenes de
M arino,, en consecuencia de u n suceso .sin g u lar que contarem os
luego.
Porque ántes conviene.que digam os algo de la división que m a n ­
daba el general B erm údez. Con ella abrió -Marino las operaciones
sobre oriente en el, mes de’, ju n io d errotando com pletam ente el
12 de dicho .mes al coronel Don Eugenio A ra n a ^ e n e l sitio de la
C anlau ra;, m as.sucedió que aun se h allab a.en eU cam po.de batalla
cuando recibió un despacho u rgentísim o,que le, llam aba á, ocupar
■su lu g a r,d e d ip u tad o , en, atención á que el gobierno habia n o m brado-por general en. jefe del ejército; de oriente.al.g/íneral B erm ú­
dez. Con este, m otivo la .división vencedora que„podia h aber segui­
do sin .obstáculo hasta B arcelona,,retrocedió á_San,-Diego de Cabrurtica, de d o n d eh ab ia .salid p ,, y B erm údez,que se hallaba en Cumanacoa se puso en m a rc h a ,p a ra colocarse á .la cabeza de ella. Inm e­
diatam ente. guió á B arcelona, p or.hallarse ya aLcabo de la situa­
ción, de Ü rdaneta^ pero llegó.tarde .para reunírsele y;luego al pun-
•—-387 —
(o se vio sólo y.con fuerzas inferiores al, frente del coronel P ereira,
q ue Morillo enviaba en ausilio de A rana y de Saiiit-Jiist. R etiróse,
pues, no ya por el cam ino que habia llevado,-sino p or el de la cos­
ta, y,llegó sin m ayor novedad á C um anacoa, desde cuyo punto
participó á U rdaneta lo ocurrido por m edio del coronel'A ntouio Jo­
sé de S ucre, su jefe de estado m ayor. Cum aná quedó mas ó ménos
hostilizada por estas tropas, Barcelona fué reocupada por los realis­
ta s y Pereira volvió á la provincia de Caracas, dejando a Arana con
« n a fuerte colum na en Onoto, á la rib e ra del Uñare.
Vengamos ahora al suceso que puso nuevam ente á Mariiío al
fren te del ejército de oriente;, es d ecir, vengamos otra,vez á las r e ­
vueltas interiores, á las conspiraciones.
El congreso, hasta entonces dedicado esclusiva y laboriosam ente
á sus tareas legislativas, las habia casi concluido para fines de agos­
to. El 15 de este mes íirm ó la constitución política de la república,
con calidad de q u e fuese sancionada p o r las provincias en el modo
p,y térm inos que e l!a m ism a prescribía, y el 24 creó un consejo de
. adm inistración de g u e rra , cuyo presidente.debería ser el del estado
ó en su defecto el m inistro del m ism o ram o . Ya antes habia m a n ­
dado establecer cortes de alm irantazgo en A ngostura y M argarita ;
arreglado el gobierno y adm inistración de las misiones del C aroní;
autorizado la venta de 500 leguas cuadradas de tierras, y la capi­
tulación de un em préstito de tres m illones de pesos sobre el c r é ,d ito del estado; sancionado u n a lei sobre confiscaciones, ■y .to m a­
do en fin varias providencias relativas al ram o judicial y principal­
m ente al de h acie n d a,.p ara aten d er á las necesidades del estado.
E ntre tanto la fuerza m oral del gobierno crecia, la causa re p u b li­
cana ganaba cada dia en la o p in io n m ayor sum a de respetabilidad,
y los buenos patriotas, haciendo votos por el triunfo de Bolívar, es­
peraban ver. en él asegurado el de la América.
De repente empezó á rugirse en Angostura q u e ^ l L ibertador habia sido derrotado com pletam ente .por las tropas de B arreiro y que
volvia á Venezuela casi solo, dejando m uertos ó en poder del ene.migo todos ios soldados q ue á la Nueva G ran ad a habia llevado. Al­
gunos diputados amigos de Marino y.derA iizm eudi á quienes traia
m ui molestos la.prisión del uno y la deposición dol otro, obras am ­
bas, según decian, de Bolívar, pronunciaron contra este en el con­
greso discursos acaloradísim os y aun llegaron á proponer, que se le
, juzgase como desertor, por haber em prendido la.cam p añ a de la
388 •—*
Nueva G ra n a d a , sin previo acuerdo y consentim iento de aquel
cuerpo. Provisto el L ibertador de facultades p a ra hacer la guerra á
su arb itrio , considerado el territo rio granadino como si fuese vene­
zolano, para las operaciones m iniares, y titulándose Bolívar, con
aprobación de la asam blea, capital) general de los ejércitos de una
y o tra tie rra , claro está que sem ejante opinion no era mas que cie­
ga y absurda m alquerencia. Considerada así por los sensatos, se
apaciguó luego aquella grita ; pero cómo había em peño de prom o­
v er una revuelta, el -14 de setiem bre se apareció el teniente coronel
Diego Moráles con la noticia de que los realistas, despues de haber
incendiado á San Diego de C abrutíca, se dirigían á toda prisa con­
tra la capital. Zea hizo re u n ir inm ediatam ente el consejo de admi­
n istración de g u erra, y ante él m andó com parecer al po rtado r de
la noticia, el cual m in tió, se contradijo y dió palpablem ente á co­
nocer que aquella era u na mal u rd id a estratajem a, inventada para
asustar la poblacion. Esto y la firm e y racional persuasión en que
el gobierno estaba, por com unicaciones de Berm údez, de no haber
enem igos capazes de tal em presa en la provincia de B arcelona, hi­
zo que Zea dejase las cosas como estaban sin hacer n in gu na nove­
d ad; si bien hubo m iem bro del consejo q u e creyó necesario el nom ­
bram iento de Marino para m andar en jefe el ejército de oriente.
E n pu rid ad de verdad este desdichado m ando era el m otivo verda­
dero de la farsa, p orque Marino no pensaba en otra cosa desde que
se vió relevado por Berm údez. F ué en verdad im prudente y aun in ­
ju sto el relevo de aquel jefe en el m om ento mism o de su triu nfo en
la C antaura, tan to m as cuanto que, obediente y sum iso, se presen­
tó al congreso y pidió se juzgara en consejo de g u erra su conducta.
Y es de notar q u e no solo se negó Zea á revocar la providencia, si­
n o q u e el congreso, alegando q u e con ella 110 se irro gaba agravio
alguno al general, insistió en q u e este ocupase su silla en la asam­
blea. De donde vino q ue resentido empezó á tra m a r u n a revuelta
con solo el fin de o btener su reposición, en lo cual le ayudaban ca­
lorosam ente algunos diputados. Así q u e, á pesar de la actitu d se­
ren a y confiada del gobierno, m uchos de ellos sin previa citación
se reun iero n en la tarde de aquel m ism o dia para a ten d e r, según
decían, á la seguridad de la capital, am enazada por los enemigos.
Los hubo que fueron arm ados con cierto d isim ulo; Mariño arrastró
sable, y sus am igos y los de A rizm endi, preso entonces en Guayana,
ocuparon la barandilla del congreso en adem an am enazador y tu r-
l í 'Í S l ^ .E í f c Q 'f á j
m>
o
— 589 —
búlenlo. La discusión fue acalorada y en ella se distinguieron, so­
bre todos, el secretario del in terio r é interin o de la gu erra U rbaneja y el doctor Domingo A lm u , este sosteniendo la idea de q u e se
nom brase un vicepresidente m ilitar y aquel com batiéndola con
laudable firmeza y bizarría. Era fácil, sin em bargo, conocer lo cam ­
biada que se hallaba la m ayoría de aquel congreso, ántes tan cu e r­
do y tan p ru d e n te , entonces tan olvidado de la razón y de la p ro ­
pia dignidad ; por otra p arte la caterva arm ada que ocupaba la b a ­
randilla y galerías.del congreso am enazaba propasarse á las vias de
hecho. El coronel Francisco Conde, com andante de la plaza, se
hallaba dispuesto á sostener á Zea, pero sus repetidos avisos habían
sido interceptados. Los g rito s, la confusion y el desorden se a u ­
m entaron en tanto por m om entos. Disculpemos pues al vice p resi­
dente de h aber dim itido ante aquel congreso degenerado su alta
dignidad : ciudadano pacífico y ajeno de tum ultos, no quiso ser
origen de u n a conmocion sangrienta, q u e creia in evitable, y p re ­
tirió en treg ar á otros el m ando q u e e ra im posible sostener sin m u e r­
tes y desgracias.
Despues de esto ya no hallaron los conjurados dificultad algu­
na para nada. N om brado A rizm endi p or vicepresidente, fué lle­
vado en triunfo desde la prisión al congreso p or los coroneles
Julián M ontesdeoca, Francisco Sánchez y otros jefes, y la mism a
tropa qu e le servia de custodia se convirtió al p u n to en guardia
de seguridad y honor de su persona. M arino, p o r supuesto, fué p ro ­
veído por general en jefe del ejército de o rien te y partió luego á
relevar á Bermúdez y á U rdaneta del m ando de sus divisiones re s­
pectivas.
Y como para servir de pretesto á aquellas vergonzosas m aniobras
se había fingido una invasión del enemigo, arm óse al p u n to un albo­
roto en la ciudad, llam ando el nuevo gobierno todos los ciudadanos
á las arm as y exigiendo de varios com erciantes u n em préstito fo r­
zoso de 4.00 0 pesos p a ra aten d er á los gastos de la gu erra. El tal
em préstito quedó c o b ra d o , la gu erra paró en b u lla y nadie habló
m as del negocio al cabo de tres ó cuatro dias. No había pues allí
n i verdadera lib e rta d , ni pueblo.
Poco despues de colocado en el gobierno (e l 2 \ d e setiem b re)
espidió Arizmendi un decreto declarando : « Que desde el m om ento
de su prom ulgación todos los cueros de ganado v a c u n o , cuales­
quiera que fuesen sus dueñ os, se declaraban como pertenecientes
— 590 —
al estado sin reserva ni escepcion; de los cuales, como tal propiedad
pública, él solo podría d is p o n e r.» La percepción tíel im puesto d u ­
raría « cu an to las circu n sta n cia s en que se h a lla b a i l'esta do »
y cesaría cuando el tesoro « se d esem ba raza se de sus em peños. »
Las infracciones se debían castigar con la exacción' de,l'duplo v a ­
lo r de lo o cu lta d o . Y autorizaba el decreto com o'm inistro del in­
te r io r é interino de la g u erra', Diego, Bautista Urbaneja. Esta vio­
lenta resolución fue seguida el 11 de octubre de una m u r generosa
hácia las tropas e s tra n je ra s , á las cuales se les confirmó por medro
de o tro decreto la prerogativa de gozar los mismos fueros preemi-*
nencias y derechos q u e las venezolanas y el goze de las asignaciones
hechas á estas sobre lo •; bienes nocionales ¡>or la leí de o ctub re de
\ 8-17. Por fin el 8 de noviem bre se dirigió Arízméndi á M aturin y
alli tom ó con su -g en ia l-a ctiv id a d varias-disposiciones opo rtun as
para co n tin u ar la g u e rra 1en la próxim a campañaV
A-todo esto j ya 'desde el 19 d e-setiem b re se había publicado
oficialm ente el b rillan le triu nfo o b ten id o en Boyacá y-todos estaban
al cabo de que Bolívar se hallaba en m archa hácia la-capital p ro­
visional d e la república. En efecto el sL ibértadór. despues de los
prim eros in stan tes dedicados al alborozo del pueblo’B ogotano,'se
dio como acostum braba á los arreglos adm in istrativ o s,-m ilitares y
económicos. Morillo habia destinado e n a u silio d<;-Bárreiro á Lato rre y él envió c o n tra-este á-Soublette. A nzuáiegui, ascendido á
general.d e división, persiguió á los enemigos q u e -huían de Santaíe
con dirección á N are. Plaza p ic ó -la retaguardia á Calzada , y en
Bogotá y otras comarcas libres se empezaron á crear batallones para
poner el ejército en un estado respetable. Siem pre con el pensa­
m iento de llevar al cabo su plan-favorito de re u n ir á Venezuela con'
la N ueva-G ranada,-publicó ei<8 dé setiem bre-una-proclam a' en q u e
decia-á los pueblos dé-esta com arca : a-desde los campos de Vene­
zu ela el g rito de Vuestras aflicciones penetró m is oidós-y be volado '
por.tercera- v-c tc o » el¡ ejército lib e rta d o ra ... El congreso-generad
residente en-G uayana, del cu al: em ana m i autoridad y~al que obe­
dece el ejército libertador, es en el diá»el deposito de la soltera nía
nacional de venezolanos y granadinos. Los reglaiaentes-y leyes que'
h a dictado este cuerpo legislativo son los mismos que o s - r ig é n y 1
los m ism os que he puesto en ejecución.1... La reu n ió n dé la N u e v a ,
G ranada y. Venezuela es el ard ien le-v o to de todos los ciudadanos ■
sensatos y de cuantos estran je ro s am an-y protegen la causa araerí-
— 594 —
cana. » Verdad era todo e sto , m enos que el congreso de G uayana
y sus d-'cretós debieseirconsiderarse como decretos y congreso g r n ad in o s; ánles bion aquella asam blea en varios ac!os suyos’ declaró
lo contrario ; m aj lo que hai de cierto es que la voluntad de B o­
lív ar en aquellos m om entos era una verdadera le i, poderosa, ir re ­
sistible, que ningún pensam iento de pueblo ó de individuo se h u ­
biera atrevido á q u e b ra n ta n Fundada en la gratitu d y la adm iración
qu e inspiraban sus servicios y su capazidad, á crim en se h u b ie ra
tenido el in ten to de re s is tirle ; m ayorm ente cu an d o -en aquella
ocasion e ra su deseo sano y conveniente, de verdadera salud para"
una y otra tie rra . Así, m ientras se declaraba solem nem ente la ap e­
tecida reunión , todos aprobaron el decreto q u e dió en 4 5 de se­
tiem bre creando un gobierno provisional para la Nueva-Granada y
encargando de é l , con título de vicepresidente, al ya general de
división Francisco de Paula S antander. Ju sta elección si se atiende
á los servicios que hábia prestado á la p atria este jefe granadino y
tam bién á su capazidad para el desempeño de aquella im portante
d ep e n d e n c ia ; pero fatal para- Bolívar por cuanto el hom bre que
así elevaba a l . poder- y á la g ran d eza, em pleó despues «no y otra '
p ara haceri'e d a ñ o ‘convirtiéndose en su mas c r u e l, constante é i i r
ju sto antagonista: Hecho esto, desprendióse de los halagos y honores
que á porfía le-prodigaban-los pueblos granadinos, y del 19 al 20
del mismo se puso en m archa p ara Angostura, á donde llegó inopinadam enie;'eM I de diciem bre.
Casi al m ism o tiem po que éf , e n trab a Arizmendi de regreso de
Matnrin*; pero ni este je f c n i sus amigos ó los de Marino recibieron
la mas pequeña reconvención. Bolívar" obró generosa y c u erd a ­
m en te como-si nada hubiese su ced id o , juzgando que las pasadas
m aniob ras, hijas- de la debilidad del" gobierno , cesarían entera­
m ente con la fuerza q u e á este daban Ios-triunfos adquiridos. Solo'
algunas amigos particulares suyos h u b iero trd e su frir el peso sofo­
cante de su desprecio; no méños que el de las recrim inaciones; y con
justicia , por que en ellos era traición lo q u e en sus enemigos veiá "
Bolívar como efecto de-venganza. M ontesdeóca'y Sánchez se vieron
en aquel trisie -c a so ;‘ siendo el según lo tan sensible á él, que m urió de sentim iento. Lástima de hom bre . m ui benem érito por
otra parte.
El mismo dia de su llegada se presentó el L ibertador en la sa la "
del-congreso é hizo u n a rápida-reseña dé sus operaciones m ilitares,
— 592 —
recom endó el m érito de sus compañeros de arm as y elogió con calor
y verdad la heroica conducta del pueblo granadino. Despues m anifesló que la reunión de este con el venezolano era el objeto único
qu e se había propuesto d esd esu s p rim eras arm as, el voto d élo s ciu ­
dadanos de am bos países y la garantía de ¡a libertad de la América
del S u r. « Legisladores, esclamó al co n c lu ir, el tiem po de d a r u n a
« basa fija y etern a á nuestra república ha llegado. A vuestra sa« b id u n ’a pertenece d ecretar este grande acto social y establecer
(i los principios del pació sobre el cual va á fun darse esta vasia
« república. Proclam adla á la faz del m undo , y m is servicios que(i d arán recom pensados. » El -17 de d iciem bre satisfizo el congreso
aquel fuerte y constante deseo de Bolívar en la siguiente leí fun d a­
m ental.
« El soberano congreso de Venezuela á cuya au to rid ad h an q u e ­
rido voluntariam ente sujetarse los pueblos de la Nueva G ranada
recientem ente libertados p or las arm as de la república. = Consi­
derando. = \ ° Que reunidas en u n a sola república las provincias
de Venezuela y do la Nueva G ranada , tienen las proporciones y
m edios de elevarse al mas alio grado de poder y prosperidad. =
2 .° Que constituidas en repúblicas sep arad as, p o r m as estrechos
<jue sean los lazos q ue las u n a n , bien lejos de aprovechar lanías
v en tajas, llegarían difícilm ente á consolidar y hacer resp etar su
soberanía. = 5°. Que estas verdades, altam ente penetradas por lodos
los hom bres de tálenlos superiores y de un ilustrado patrotism o ,
habían movido los gobiernos de las dos repúblicas á convenir en
su re u n ió n , que las vicisitudes de la g u erra im pidieron verificar.
= Por todas estas consideraciones de necesidad y de Ínteres recí­
proco , y con arreglo á u n inform e de u n a com ision especial de
diputados de la Nueva G ranada y Venezuela. = En el nom bre y
bajo los auspicios del Ser suprem o. = Ha decretado y decreta la
siguiente lei fundam ental de la república de Colombia. = Art. -í.°
Las repúblicas de Venezuela y la N ueva G ranada quedan desde este
dia reu nid as en u n a sola bajo el título glorioso de la República de
Colombia. = A rt. 2.° Su territorio será el q u e com prendían la an^
tigua capitanía general de Venezuela y el vireinato del Nuevo
reino de G ranada, abrazando u n a estension de 115 m il leguas
cuadradas enyos térm inos precisos se fijarán en m ejores circuns­
tancias. — A rt. 5.° Las detidas que las dos repúblicas han contraído
separadam ente, son reconocidas in so lid u m por esta lei como deuda
— 395 —
nacional d e C olom bia, á cuyo pago q u ed an vinculados todos los
bienes y propiedades del estad o , y se d estin aran los ram os mas
productivos de las ren tas públicas. — A rt. 4 .a El poder ejecutivo do
la república será ejercido por u u presidente y en su defecto p o r un
vicepresidente, nom brados am bos in terin am en te p o r el actual
congreso. — Art. 5 .° La república de Colombia se d ivid irá en tres
grandes d ep arta m en to s, V enezuela, Quito y C undinam arca que
com prenderá las provincias de la N ueva G ran ad a, cuyo nom bre
q ueda desde hoi suprim ido. Las capitales de estos departam entos
serán las ciudades de Carácas, Quito y Bogotá, quitada la adicción de
Santa F é .— Art. 6.° Cada departam ento ten d rá una adm inistración
superior y un jefe nom brado po r ahora p or este congreso con titulo
de vicepresidente. — A rt. 7.° Una n ueva ciudad que llevará el
nom bre del L ibertador B o lív ar, será la capital de la rep ú b lica de
Colombia. Su plan y situación se d eterm in arán p or el p rim e r con­
greso general bajo el principio de proporcionarla á las necesidades
de los (res departam entos y á la grandeza á que este opulento pais
está destinado p or la naturaleza. — Á rt. 8.° El congreso general
de Colombia se re u n irá el -I. “ de enero de 4824 en la villa del Ro­
sario de Cúcuta, que p o r todas circunstancias se considera el lugar
mas bien proporcionado. Su convocacion se h ará p o r el presidente
de la república el i .“ de enero de \ 820 , con com unicación del re ­
glam ento ffara las eleccio n es, que será form ado p o r u n a comision
especial y aprobado p o r el congreso actual. — A rt. 9.° La consti­
tución de la república de Colombia será form ada por su congreso
g e n e ra l, á quien se presentará en clase de proyecto la que h a de cre­
tado el actual y que con las leyes dadas por el mism o se pondrá
desde luego , por via de en sa y o , en ejecución. — A rt. \ 0.° Las
arm as y el pabellón de Colombia se decretarán po r el congreso ge­
n eral, sirviéndose e n tre tanto de las arm as y pabellón de Venezuela,
por ser mas conocidos. — A rt. -H ®. El actual congreso se pondrá
en receso e H 5 de enero de -18 2 0 , d ebiendo procederse á nuevas
elecciones para el congreso general de Colombia. — Art. -12.° Una
comision de seis m iem bros y u n p re s id e n te , qu ed ará en lugar del
congreso , con atribuciones especiales q u e se d eterm inarán p or un
decrelo. — Art. to ° . La república de Colombia será solemnem ente
proclam ada en los pueblos y en los ejércitos, con fiestas y regocijos
púb licos, verificándose en la capital el 25 del co rriente diciem bre
en celebridad del nacim iento del Salvador del m u n d o , bajo cuyo
—
59Í ----
patrocinio se lia. lograda, e tla deseada reu n ían por la coaI se rege­
n era el estado. — A rt. l t . ° El ann iv ersario d e esta-regeneración
política se celebrará ^ rp a tu a m e a íe con u n a fiesta n a c io n a l, en
que se prem iarán como e n las. d e Olim pia las -virtudes y las luzes,
— La presente let fundam en tal d a la república de- Colombia será
prom ulgada soletanem eote-ea los. pueblos y los e jé rc ito s, inscrita
en to los loa registros públicos y depositada en -to<k» los archivos
d e los cabildos., m unicipalidades y corporaciones así eclesiásticas
como seculares, — Dada en. el palacio d el soberano congreso de
Venezuela, en la ciudad de Santo Tom as.de A lig.tsturaú die& y siete
dias del mes de diciem bre del a ñ a d e ) Señor mil ochocientos diez
y nueve, noveno d e la independencia. — El presidente del congreso
F ra n cisco A n to n ia Z e a . — Jwan.Germ .an Rxrscio. — M anuel
Cedeño. — J u an M o ftíM z . — José E sp a ila . — L u is Tom as
P e r a z a . — Antonio- 31. B r i e e ñ o . --------- E u se b ia A fanador* —
F ra n cisco Conde. — D ieg o B a u tista t fban ejia. — J u an V icente
C a rd o so . — I g n a c io Muft&z. — O nofre Ltasalo. — D o m in g o
A lz a r a . — José T o m a r Maehackr. — Ramow- G arcía C á d iz. —
El d ip u ta d » secretarios — Diego- V a llen illa .
A unque Bolívar se abstuviese de m olestar á A rteroendi con que­
ja s de n in gu n a clase , no entendía sin em bargo de que-continuase
en el puesto que 1» violencia le había- dado. Aconsejóle, pues, que
renunciase. Y el -f7 nom bró el congreso nnárrim ente por presi­
dente de la república á-Sim ón B o 'ív a r, po ’ v iw p re ^ d e a te á F ra n ­
cisco Antonio Zea : Santander quedó en la vicepresidencia de la
N ueva G ran ad a, ftoácio fué electo p ir a ia d e Venezuela.
Grandes eran estos trabajos , pero com o Bolívar no se dorm ia en
la prosperidad, em pleó los -recursos q u e habia ad quirido con sus
triunfos para- disponarse-a la próxim a camparía. Veamos cuál era
ahora su nuevo plan de operaciones.
Cuando Morillo s u p o , dem asiado tard e por c ie rto , la m archa de
Bolívar á la Nueva G ranada, dispuso- el m ovim iento de, La T orre
hacia Cúrala- y el de Perem i hacia o riente ;<e í resto de sus tropas
conducida.' p or él en persona se dirigió háeia ei Tocuyo para a te n ­
d er desde allí á Merida- y T rujillo p o r u a la d o , á B arínas y Apure
p o r el otro. Conociendo la eslraordinaria actividad de su contrario
y el arrojo de los insurgentes , tem ía el jefe español* que Bolívar,
vencedor en la Mueva G ra n a d a , invadiese las-d w prim eras pro v in ­
cias, y que P áeztcay£ saxoa^u sterr& testg iiieteR s o b ra las-llanuras
— S í« —
de las segundas. Mas tard e realizó Bolívar el plan que con razo» le
suponía su enem ig o ; y de hecho Páez , no habiendo pasado á C úcuta según las instrucciones del L ibertador, se propuso hacer en su
distrito m ilitar una poderosa diversión á los realistas. A este fiu
pasó el Apure con ur,a parte de su caballería el \ I do julio , lle­
vando el propósito de atacar á N u tria * ; pero im pidiéndoselo las
aguas que habían hecho intransitables los cam inos , guió hacia el
pueblo ¡de la C ru z , dejando aquella p o b la d o s á su espalda. De
mucho* sirvieron sus incesantes co rrerías para ten er al enemigo en
perpetu as alarm as ; pero en ellas no o c u rrió m as que u n hecho de
arm as notable , cual fué la derrota que en 22 del mism o mes dió
Páez cerca del espresado pueblo de la Cruz á u n a partida de 350
in fan tes y algunoscarabineros m andados por el b izarro teniente co ­
ronel Don Ju an D uran. La actitud siem pre am enazadora del cau­
dillo de Apure y el apresam iento de la escuadrilla r e a l , hecho por
Antonio Diaz el 30 de setiem b re en el caño O nosco, determ inaroná los españoles á abandonar la plaza d e San Fernando en la n oel«
del 15 d e octu b re. Con lo que vuelto Páez á sus antiguas posicio­
nes, aparejó sus fuerzas p ara en trar en la nueva cam pana q u e Bo­
lív ar dispusiese.
Las tropas del distrito de Apure se au m entaron luego p o r los
cuidados del Libertador con algunos batallones nuevos que condujo
á Venezuela el general Soublelte. Este jefe habia sido enviado á
Cuenta , como sabem os para espeler á La T orre de aquellos valles
y cum plir otras dependencias im portantes. Lo prim ero llevó c u m ­
plidam ente á cabo desalojando á los enemigos d e sus posiciones y
derrotándolos el 23 de setiem bre en el alto de lasC ruzes. l’o. con­
secuencia de esto el jefe español se retiró á la G rita y Mérida , ) el
republicano , dejando según sus insirucciones á Carrillo con alguna
tropa en San Cristóbal, atravesó la m ontaña de San Camilo con m as
de -1500 reclutas gran ad inos, que , al cargo del coronel Justo Bric e ñ o , situó luego en Cuasdualiio á las órdenes de Páez. Con este
caudillo se vió en M an tecal, despues pasó á Angostura y de a llí á
Sania Bárbara , cerca de M aturiti. En este lu g ar encontró á A rizm e n d i, al cual com unicó órdenes del L ib ertado r, que aun no ha­
bia entrado en Venezuela ; y por enferm edad de Mariñ > al prin ci­
pio, luego por orden superior, tom ó el m ando d e las tropas de este
jefe. Así se ve q u e B o lív a r. ántes de llegar á A n go stura, habia
— 596 —
reforzado el ejército de Apure y conseguido poner el de o riente en
m anos fieles y seguras.
Desde los últim os dias de agosto habian empezado á llegar á Mar­
garita ciertas tropas irlandesas q u e el general D evereux habia re c lu ­
tado en Europa para el servicio d e V enezuela, y aunq ue en diciem ­
bre no se hallasen aun reunidas todas e lla s , dispuso el Libertador
q u e el coronel Mariano M ontilla llevase las que hubiese, en la escua­
d ra d e B rion, á Rio de Hacha ó S antaM arta, á fin de in v ad ir po r allí
el M agdalena. Las operaciones de este cuerpo debian ligarse con las
de otro qu e en Cúcuta iba á m an d ar ü rd a n e ta , y am bos o b rar si­
m ultáneam en te sobre el valle de U par.
A S oublette previno m a rch a r con todas las fuerzas de su m ando
á S anta C la ra , y q u e allí y en el pueblo de Santa Cruz las em bar­
cara para rem o ntar el Orinoco. Llegaron en efecto á A richuna y se
dirigieron á San Juan de P a y a ra , desde donde el general V aldes,
con los cuerpos de infantería que llevaba S o u b lette, se encam inó á
Sogamozo. O tro cuerpo á las órdenes del antiguo patriota José Mi­
r e s , entonces coronel, m archó tam bién á la Nueva G ranada. La
legión b ritán ica y u n batallón de infan tería venezolano, form aron
u n a brigada á las órdenes del coronel ingles Ju an B loset, la cual
quedó en Acháguas.
Diéronse instrucciones á Bermudez p ara c o n tin u ar la guerra en
el oriente ; Cedeño , Monágas y Zaraza las tuvieron p a ra dirig ir sus
m ovim ientos de acuerdo con el plan general de las o peracio n es,
que según se ve tenia por objeto re u n ir u n fuerte ejército p ara in ­
vadir á Carácas por occidente y m e d io d ía ; m andáronse com p rar
fusiles con u n a gruesa súm a estraida de la N ueva G ra n ad a, y se
atendió en fin á la seguridad d e A n g o stu ra, dejando en ella una
guarnición suficiente al cargo del coronel Francisco C onde, com an­
dante general d e la provincia de Guayana.
Dispuesto todo, salió Bolívar de la capital el 24 de diciem bre ,
encam inándose á la Nueva G ranada por G uasdualito , la m ontaña
de San Camilo y San Cristóbal. Setenta y cinco dias habia d u rad o
su famosa cam paña desde, que la em pezó en el M a n tec al, hasta que
la llevó á cabo en Santa F é d e Bogotá : trece solam ente perm aneció
en A ngostura , no en treg ad o á los placeres del triu n fo , sino consa­
grado sin descanso á los negocios públicos.
Colombia empieza a q u í , Colombia q ue despues estendió su fam a
— 597 —
p o r el m undo ; q ue llevó la lib e rtad con sus arm as victorias á una
gran parte de la A m érica; que nació , la sien ceñida de laureles ,
de un triunfo de Bolívar , y que con él m u rió , joven todavía. La
sangre venezolana d erram ada en Cartagena y Santa M arta, en Bom­
bona , Pasto y P ic h in c h a , reclama de nosotros u n recu erdo de la
gloria que adqu irieron m as allá del T áchira, m as alia del Ecuador ;
y como p o r o tra p a r t e , quedó luego ratificado el pacto fundam en­
tal de unión entre Venezuela , la Nueva G ranada y Quito, debemos
desde ahora con tin u ar u nida la historia de estos tresgrandes pueblos
colom bianos, hasta la época en q u e, vueltos á su estado prim itivo,
reasum ieron su so berranía y nacionalidad.
Lástima fue q u e el triunfo de B oyacá, tan favorable á la causa
de la independencia am ericana , hubiese sido m anchado por el ge­
neral Santander con u n acto de crueldad inú til y p or ello altam ente
crim inal : querem os h ablar de la m u erte dada en Bogotá p or su
orden , el -1-1 de octubre de este año , á B arreiro y á 58 de sus ofi­
ciales prisioneros. El general Bolívar habia propuesto á Sám ano un
canje de estos infelizes por algunos ingleses presos en Panam á y
p o r los patriotas detenidos en los calabozos de C artag en a, y al
efecto en agosto despachó con la pro p u esta á dos padres capuchinos.
El fiero virei ni siquiera quiso v er á estos pacíficos enviados ; pero
Santander lo ignoraba, cuando pretestando conspiraciones de los
prisioneros, y falta de tropas p a ra custodiarlos, y conmociones popu­
lares, y otras cosas, decretó aquella ejecución h o rrib le, en tiempos
m ui diversos por cierto de los prim eros años de la gu erra á m u erte.
Si tem ia las intrigas de B arreiro y sus com pañeros, ¿ p o rq u é no
los envió al ejército como el L ibertador se lo habia prevenido? Él
tenia á su disposición un a brigada de a rtille ría , u n escuadrón de
caballería y las m ilicias p ara custodiar á 59 hom bres vencidos ,
d e rro ta d o s, tem iendo por su vida é incapazes de conspirar en m e­
dio do un pueblo lleno de afecto p o r la causa triu n fa n te y seduc
t- ra de la libertad. Y dado q u e estos prisioneros proyectaran su
f u g a , ¿ com etían en ello u n c rim e n ? ¿ n o u saban al contrario de
un derecho respetable? El que tenem os á e x is tir, no nos autoriza
p ara m atar á nuestros enem igos, si de ellos podemos precavernos
conservándoles el don precioso de la vida. S í : el general Santander,
cuando hizo fusilar aquellos desgraciados g u e rre ro s, con aparato
de orquestas y alarde m ilita r , com etió u n a crueldad in ú til, q u e
á pesar de algunas opiniones e q u ív o ca s, fue reprobada p o r Jos
-SQ8 .hombres sensatos de loáos los partidos. « Me parece,¡escribía él m as
« tard e á. B olívar, que el pueblo q u e presencia la ejecución de u n
« realista hace sacrificios (por su lib ertad . Estos pueblos necesitan
« q ue se les com prom eta h a s ta q u e s e hallen b ien , bien p ersuadidos
« que,m u eren ,ah o rcad o s los que se dejen .coger de los españoles, n
Sea lo que fu e re.d e este siste m a , parodia estem poránea del de la
gu erra á m u erte, lo que hai de cierto es q u e S antander se m anifestó
m ui contrario á él, ,cuando m as con venia , es d e cir-e n los p rim e ­
ros anos .de la ,in d e p e n d e n c ia : que los.granadinos.se opusieron
siem pre á q ue en su tierra se llevase á e fe c to : que el congreso g e ­
neral de T u n ja reprobó fuertem ente q u e U rdanefa hubiese hecho
fusilar á algunos vecinos pacíficos y re sp e tab les, e n su en trad a al
pais el año d e -1844 : y que este ú ltim o-suceso, m u i conocido y
deplorado entonces, y la conducta de los oficiales venezolanos en
el M agdalena.sirvieron.de pretesto á Morillo p a ra-ejercer sus t e r ­
ribles represalias ¿obre-cuan to habia ,d efg ran d e y .noble en las co ­
marcas -granadinas.
NOTAS.
1. — Depons dice de ella maravillas con m ui poca reflexión , y lo que es
m as, contradiciéndose á sí mismo. Este autor, aunque generalm ente exacto,
no es siempre filosófico y gusta de paradojas. Prueba de ello es su singular
defensa de las encom iendas.
2. — Lista, H isto ria de E spaña ■Pueden consultarse sobre estos sucesos
preparatorios de la revolución de A m érica, los mui buenos Apuntes de
V a d illo, de quien hem os tomado estas y otras muclias noticias.
3. — M u riel, Adiciones á la historia de los Borbones de España, por
W. Coxe.
i . — Véase á L ista ; á Paquis, á Adams, historiadores de España.
5 — M. Thiers se ha equivocado llamándolo peruano.
6. — Champagneux. Edición de las obras de Madama R oland, año v i n .
Este hombre que por cierto no era amigo de Miranda, habla aquí como tes­
tigo presencial.
7. — Carta de Brissot á Dumourier.
8. — Champagneux , lugar citado.
9. — Jovellános.
10. — Toreno. Historia del levantamiento, guerra y revolución de España.
11. — Montenegro. Geografía gen eral, tomo i°.
12. — Thiers. Historia de la revolución francesa.
13. — Restrepo.
i í . — José F élix Blanco.
15. — Carta escrita por Bolívar á un caballero de Jamaica. Vida pública
del Libertador, t. 22.
16. — El coronel James Hainilton residente en Angostura.
FL\ DEL TOMO PRIMERO.
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