Cuerpo de Cristo, Cuerpo entregado

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EL SEÑOR NOS SIENTA A SU MESA
Juan Carlos Fernández Menes (Diario de León, 28-V-2016)
Con la Resurrección, la comunidad cristiana pasa a encontrarse con Jesús con una
experiencia sensible, sino como vivencia sacramental. Se presenta en los símbolos de pan y
vino, alimentos de la vida diaria, que se convierten en la persona misma de Jesús, Pan de Vida.
El Crucificado está con nosotros cunado nos reunimos para celebrar la Misa: "Cada vez que
coméis de este pan y bebéis de la copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva".
En la Eucaristía Jesús nos incorpora a su cuerpo que es la Iglesia. La comunión con
Cristo se convierte en comunión fraterna entre nosotros. Comulgar es recibir a Cristo en
nosotros y llevarnos a integrar la comunidad de los fieles, para vivir no como egoístas, sino
como hermanos, en actitud de servicio, como, como Jesús nos enseñó en la última cena con
lavar los pies a sus discípulos. Es un impulso para sorprender al mundo con la novedad del
amor fraterno, que nace de la Eucaristía como de su fuente. Participar en la resurrección de
Cristo es superar la muerte de nuestros egoísmos, ansias de poder, apego al dinero... Así se
descubre el valor de la fraternidad. Es proclamar la muerte del Señor en todos los que
continúan su "pasión" en el dolor y la injusticia. ¿Dónde está Cristo? "Tuve hambre y me
disteis de comer, estaba preso y fuisteis a verme... Cuando lo hicisteis con uno de los
pequeños, conmigo lo hicisteis".
¿Qué queda de este día que brillaba más que el sol? Queda todo cuanto hagamos con
amor y entrega. La Eucaristía, desde la fe y la comunión con Cristo, nos urge a la caridad, nos
compromete a luchar contra el mal del mundo. Somos el pueblo que camina al encuentro del
Señor, quien se identifica con los necesitados. Caminamos en la Iglesia, la Iglesia de todos,
que lucha contra el pecado y la muerte e intenta que la justicia de los hombres se acerque cada
vez más a la justicia de Jesús: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros
como yo os he amado”. No podemos comulgar con Cristo sin comulgar también con los
hermanos. Es un sacrilegio compartir el Cuerpo de Cristo si nos cerramos a compartir vida y
bienes con el necesitado. Hoy es el Día de Caridad: celebramos el amor de Dios que muere y
se nos da en alimento y celebramos que nuestra identidad está en la caridad fraterna. Por eso
hoy es una buena ocasión para examinarnos acerca de si damos a la comunión su debido valor.
No el valor que nosotros hayamos podido atribuirle, sino el que el Señor quiso darle: que sea
signo eficaz de nuestra unidad y manantial vivo de la caridad.
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