4.- La Península Ibérica en la Edad Media: los reinos cristianos

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4.- La Península Ibérica en la Edad Media: los reinos cristianos
4.1. La Península Ibérica en la Edad Media: Los primeros núcleos de resistencia cristiana.
Los primeros núcleos de resistencia surgieron en las zonas montañosas del norte
peninsular. En la franja cantábrica tras la batalla de Covadonga en 722, Don Pelayo comenzó
a consolidar un reino cristiano. Sus sucesores adoptaron el titulo de reyes, destacando: Alfonso
I, que amplió sus dominios desde Galicia hasta el País Vasco; o Alfonso III, que llevó la
frontera al Duero y la capital a León (Reino Astur-Leonés). No obstante, la expansión fue
frenada por las constantes aceifas del Califato, en especial las de Almanzor. Dentro del reino
existían dos zonas con amplia autonomía: Galicia y Castilla. Esta última era un condado
dependiente de León, que se independizó en el s. X con Fernán González, convirtiéndose en
reino en el s. XI con Fernando I (1035-1065).Castilla y León atravesaron épocas de unión y
separación, hasta la unión definitiva en 1230 bajo Fernando III, creándose así la Corona de
Castilla.
En la zona pirenaica surgieron otros núcleos de resistencia dependientes en un primer
momento de los francos: Navarra, los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza y la Marca
Hispánica. Navarra surgió a comienzos del s. IX como reino vascón de Pamplona al norte de
Navarra, cuando Iñigo Arista se independizó de los francos. A comienzos del s. X Sancho
Garcés I llevó sus fronteras hasta el Alto Ebro, pasando a denominarse Reino de Navarra. El
mayor esplendor de Navarra llegaría en el s. XI, cuando Sancho Garcés III incorporó Aragón,
Sobrarbe, Ribagorza y Castilla a Navarra. Aragón se independizó de los francos con Aznar
Galindo en el s. IX. Era un pequeño territorio montañés con capital en Jaca, que durante los s. X
y XI permaneció unido a Navarra. Su primer rey sería Ramiro I (1035-1068), aunque seguiría
unido a Navarra hasta la muerte de Alfonso I el Batallador en 1134. Finalmente en la zona
nororiental estaba La Marca Hispánica, un territorio dependiente de los francos compuesto por
varios condados, el más poderoso de todos, el de Barcelona, integró a todos los demás en su
órbita (s. X), cuando Borrell II se independizó de los francos. En 1137 Aragón se unió por vía
matrimonial al Condado de Barcelona, surgiendo la Corona de Aragón.
4.2. Principales etapas de la Reconquista.
Conocemos como Reconquista el proceso de enfrentamiento y expansión cristiana a
costa de los territorios musulmanes (722-1492). Fue un proceso discontinuo donde se alternaban
guerras con largos periodos de paz y los avances dependían de la fortaleza islámica. Podemos
distinguir 5 etapas. Una primera fase del s. VIII al s. X: superioridad islámica, es cuando se
forman los primeros reinos cristianos en el norte que realizan modestos avances, salvo el Reino
Astur-Leonés, que reunió las zonas sin presencia musulmana, desde Galicia al País Vasco, con
el Duero como frontera sur; y el Reino de Navarra, que alcanzó el Alto Ebro. Una segunda fase
del s. XI a mediados del XII: se produjo un gran avance cristiano en el que los reinos
cristianos occidentales llevaron la línea fronteriza hasta el Tajo, y los occidentales recuperaron
el valle del Ebro. Destacan dos hitos esenciales, la conquista de Toledo en 1085 por Alfonso
VI de León y Castilla, y la de Zaragoza en 1118 por Alfonso I el Batallador de Aragón.
Portugal surgía como un reino independiente en 1139. Al acabar esta etapa, los almorávides se
habían desmoronado. La tercera fase se corresponde con la segunda mitad del s. XII: supuso
la conquista de los cursos alto y medio del Júcar, Turia y Guadiana. Las coronas de Castilla y
Aragón firmaron el Tratado de Cazola en 1179, donde ambas dinastías se reconocen y se
reparten futuras conquistas, cerrándole a Navarra cualquier posible vía de expansión hacia el
sur. Al final del periodo la victoria almohade en Alarcos (1195) contra Alfonso VIII de
Castilla frenó el avance. La cuarta fase durante el s. XIII: supuso un gran avance para los
cristianos a raíz de la victoria sobre los almohades en las Navas de Tolosa (1212). Castilla
incorporó el valle del Guadalquivir cuando Fernando III el Santo tomó Córdoba y Sevilla; y
Alfonso X el Sabio ocupó la región gaditana desde 1262. Por su parte Aragón avanzó hacia
levante, cuando Jaime I el Conquistador ocupó Baleares, Valencia y Murcia, habiendo de ceder
esta última a Castilla por el Tratado de Almizra (1244). Portugal a su vez ocupó el Algarve. La
quinta fase durante los siglos XIV y XV: significó la supervivencia hasta 1492 del Reino de
Granada, gracias al pago de tributos y a los problemas internos de los cristianos.
4.3. Los reinos cristianos en la Edad Media: las formas de ocupación del territorio y su
influencia en la estructura de la propiedad. Modelos de repoblación y organización social
Para afianzar las conquistas tras la ocupación militar, los reinos cristianos siguieron
procesos de repoblación de las nuevas tierras. Los efectivos demográficos con los que
contaban y la densidad de población islámica en las zonas ocupadas, entre otros factores,
determinaron los modelos de repoblación y una estructura de propiedad de la tierra con el río
Tajo como línea de división, ente una España latifundista al sur y minifundista al norte.
Los sistemas de repoblación usados por los cristianos fueron diferentes a lo largo del
tiempo. La repoblación por presura del s. VIII al X: utilizada al norte del Duero y en el
piedemonte pirenaico. Consistía en conceder tierras a cualquier colectivo que las fuera a ocupar
y trabajar, ya que según el derecho romano quien cultivaba un terreno se convertía en su
propietario. Se realizó a iniciativa de grupos de campesinos, de los nobles o monasterios y dio
como resultado la existencia de medianas y pequeñas propiedades. La repoblación concejil del
s. XI al XII: aplicada entre el Duero y los montes de Toledo, en el sector occidental; y en el
valle del Ebro, en el oriental. La dirigieron las autoridades mediante la concesión de cartas
pueblas o fueros, que regulaban el reparto de tierras y privilegios y establecían unas normas de
convivencia en los concejos. Dieron como resultado propiedades medianas libres, y la aparición
de tierras y bienes comunales. La repoblación de las Órdenes Militares (Santiago, Alcántara,
Calatrava y Montesa) en la primera mitad del s. XIII: afectó al valle del Guadiana (la Mancha
y Extremadura), en el sector occidental; y a Teruel y norte de Castellón, en el sector oriental;
zonas extensas y poco pobladas en cuya conquista habían participado estas Órdenes, a las que se
les daba el territorio que ellas dividían en encomiendas. Eran grandes latifundios ganaderos. Por
último, tenemos la repoblación por repartimiento en la segunda mitad del s. XIII: aplicado
en el valle del Guadalquivir y en el litoral levantino, desde Castellón a Murcia. Consistió en la
apropiación masiva de grandes propiedades por parte de la Iglesia, la nobleza o las Órdenes, en
pago por su colaboración en la conquista.
En cuanto a la sociedad, en el periodo comprendido entre los s. VIII y X era totalmente
rural, con una economía de subsistencia, sin comercio ni moneda ni grandes ciudades. A partir
del s. XI la sociedad empezó a cambiar, se produjo un gran crecimiento demográfico, agrícola,
ganadero y apareció la Mesta y grandes ferias y mercados. Las ciudades crecieron poco, pero se
dinamizaron y aparecieron numerosos artesanos y burgueses que aumentaron el comercio.
Además culminó el proceso de feudalización, alcanzando la Iglesia y la nobleza un inmenso
poder a costa del campesinado.
4.4. Diversidad cultural en los reinos cristianos en la Edad Media: cristianos, musulmanes
y judíos.
El rasgo más característico de la sociedad medieval fue su extraordinario pluralismo.
Así, habitaban mozárabes( cristianos) en territorio musulmán, mudéjares (islámicos) en
territorio cristiano, y judíos en toda la península. A principios del s. IX se descubrieron los
restos del Apóstol Santiago en Compostela, y desde entonces, sobre todo a partir del s. XI, la
ciudad se convirtió en uno de los mayores centros de peregrinación de la Cristiandad. Por el
Camino de Santiago penetraron en los reinos cristianos numerosas influencias occidentales,
como la arquitectura románica o la reforma eclesiástica propagada por benedictinos y
cistercienses, que construyeron numerosos monasterios. De la Iglesia dependió la cultura escrita
en gran parte, para la liturgia y el canto, los estudios bíblicos y teológicos emplearon el latín.
Pero también se fueron generalizando las lenguas romances que evolucionan del habla a la
literatura escrita. El castellano nos ofrece el Poema del Mío Cid, las obras del Mester de
Clerecía, de Gonzalo de Berceo y sobre todo la obra de Alfonso X el sabio y sus colaboradores.
El gallego cultivó la poesía lírica. En Cataluña, donde el provenzal era la lengua de la
poesía trovadoresca, este fenómeno fue más tardío: a partir del siglo XII aparecerá una
literatura escrita en las “Homilías d´Organyà que luego consolidarán en el siglo XIII
Ramón Llul y las crónicas de Bernat Desclot y Ramón Muntaner.
Por otra parte, y según avanzaba la Reconquista, cada vez se hacia más notable la
influencia cultural musulmana. Buena muestra de la colaboración cultural entre religiones fue la
Escuela de Traductores de Toledo, fundada en el s. XII y con su mayor apogeo en el reinado
de Alfonso X el Sabio (segunda mitad del s. XIII). Allí se traducían textos del árabe al latín y
posteriormente directamente al castellano, contribuyendo a su difusión y fijación gramatical.
Gracias a este esfuerzo se pudieron recuperar numerosos textos que contenían el saber de
griegos, romanos, persas, hindúes, musulmanes y judíos, que a su vez fueron difundidos por
Europa gracias al Camino de Santiago. Por último, cabe destacar la introducción, primero en la
península y luego en toda Europa, de los números arábigos en sustitución de los romanos.
4.5.- Los reinos cristianos en la Edad Media: manifestaciones artísticas. Del románico Al
gótico
El románico
La renovación cultural y espiritual europea que acompaña al progreso material y el
despegue económico del siglo XI tras las el rechazo de las invasiones normandas y húngaras es
el ambiente de desarrollo y difusión del románico. Propagado por los monjes de Cluny es
también reflejo de la cultura monástica y de la fuerte, sobria y austera religiosidad de la época.
La arquitectura se manifiesta en templos, monasterios y castillos símbolos del poder de
los señores feudales laicos y eclesiásticos. Las peregrinaciones y las cruzadas contribuyeron a su
difusión durante el siglo XII.
Desde el punto de vista técnico, la mayor aportación fue el sistema de cubiertas que
supone pasar de la basílica con techumbre de madera a un edificio abovedado en el que hay que
resolver las enormes fuerzas oblicuas que se generan. Las iglesias convierten la planta basilical
en una cruz latina con una o varias naves terminadas en ábsides semicirculares y una nave
transversal o crucero. En las iglesias de peregrinación, las naves laterales se prolongan por el
crucero y el ábside formando la girola con multitud de capillas. La bóveda de cañón o de aristas
con gruesos muros, pocos vanos y gruesos contrafuertes producen la sensación de estatismo y
austeridad y crean un interior en penumbra que favorece el recogimiento y la oración.
En la primera mitad del siglo XI encontramos las primeras obras de arquitectura
románica en San Pedro de la Roda, monasterio de Ripoll (Cataluña), en el monasterio de Leyre
(Navarra) y en las catedrales de Jaca y Huesca (Aragón). En la segunda mitad del siglo,
utilizando tal vez el oro de las parias, se construyen San Isidoro de León y San Martín de
Fromista (Palencia). El románico tuvo su eje en el Camino de Santiago, extendiéndose más allá
de la ruta en las catedrales como las de Seo de Urgell y Gerona en Cataluña y las de Salamanca,
Zamora o Toro en Castilla. El estilo culmina en la iglesia de peregrinación de Santiago de
Compostela.
Abstracción, simbolismo e idealismo al servicio de la expresión de emociones y de la
enseñanza religiosa son los rasgos más destacados de la escultura y pintura románicas. En las
arquivoltas y tímpanos de las portadas formadas por arcos de medio punto se muestra la
naturaleza divina de Cristos, Vírgenes y Santos representados con rasgos desmesurados y poco
humanos o realistas. Los capiteles de las columnas de iglesias y claustros de monasterios
representan una gran variedad de escenas y personajes bíblicos, fantásticos e infernales a veces
que enseñan las verdades y el temor religioso a una población mayoritariamente analfabeta
La portada del monasterio de Ripoll, los relieves de los capiteles del monasterio de
Santo Domingo de Silos y el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago son algunas de las
obras maestras de la escultura románica peninsular. Las pinturas de las bóvedas del Panteón
Real de San Isidoro de León, el Cristo de San Clemente y la Virgen de Santa María (en las
iglesias de Tahull) son las muestras más representativas de la pintura al fresco integrada en los
techos y las paredes de los altares.
El gótico
Durante el siglo XII se va produciendo la sustitución del románico por el gótico que se
desenvuelve entre los siglos XIII y XV. Es el arte de una nueva época de crecimiento urbano,
auge comercial y protagonismo de la burguesía. En la arquitectura, junto a las catedrales,
aparecen obras de carácter civil como palacios, lonjas y ayuntamientos que reflejan esta
realidad histórica. Siguen siendo obras colectivas en las que se revolucionan las técnicas
constructivas anteriores con arcos apuntados, bóvedas de crucería cubriendo plantas con varias
naves y con arcos arbotantes que contrarrestan sus empujes y los envían a los contrafuertes.
Desde París, se difunde en el siglo XII por los monjes cistercienses el nuevo estilo –como se
refleja en el monasterio de Poblet en Tarragona o el de Las Huelgas en Burgos- que culmina en
el siglo XIII con un equilibrio entre elementos decorativos y constructivos. Es entonces cuando
la elevación y luminosidad se corresponden con el poderío, riqueza y esplendor de las
monarquías reconquistadoras y el auge ciudadano y ofrecen monumentos religiosos como la
catedral de Burgos con sus capillas como la del Condestable, la de León con sus magníficas
vidrieras inspiradas en las de Reims o la de Toledo con su doble girola.
En los siglos XIV y XV, los edificios góticos ganan en esbeltez, se multiplican los
elementos decorativos, se complican las bóvedas: es el gótico flamígero. Es también la época de
la expansión de la arquitectura civil.
En el siglo XIV Aragón sobresale la enorme catedral de Palma de Mallorca, las de
Gerona, Barcelona, la singular de Santa María del Mar. El gótico flamígero culmina con la de
Sevilla.
En la arquitectura civil destacamos obras como el la Salón del Tinell del antiguo Palacio
Real de Barcelona, las Puertas de Serranos de Valencia; y castillos y palacios como el de
Peñafiel (Valladolid), Valencia de Don Juan (León), Almansa (Albacete), Manzanares el Real
(Madrid), el Alcázar de Segovia y el Palacio del Infantado en Guadalajara. A lo largo de los
siglos posteriores, en las iglesias y catedrales se hicieron añadidos que hoy reflejan la mezcla de
estilos medievales y posteriores.
La aproximación a la realidad, como creación divina, se muestra en el naturalismo de la
escultura y pintura: se transmiten sentimientos de dolor, amor o resignación a través del
Crucificado, la Virgen con el Niño, la Piedad o El Calvario. La inspiración francesa aparece en
la humanización de las figuras e imágenes labradas en las arquivoltas, tímpanos y parteluces de
las portadas como en las de Burgos y León. Luego, la escultura se independiza del marco
arquitectónico como en la Virgen Blanca (León), el Doncel de Sigüenza o en los sepulcros de la
Cartuja de Miraflores de Gil de Siloé.
La pintura fue escasa, de influencia francesa, italiana o de asimilación del mudéjar
(techo de la catedral de Teruel). El retablo propició la difusión de la pintura en tabla. Las
miniaturas de Las Cantigas son un buen exponente de la pintura gótica
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