Los judíos ungían a sus reyes en nombre del Señor; así fue ungido David, antecedente de la realeza de Cristo (2 Sm 5,3). Con palabras tan repetidas como cargadas de belleza, Pablo, nos introduce en el Reino del Hijo querido de Dios (Col 1,13). Y Lucas, en el fragmento en que se narra la crucifixión del Señor, nos señala que la cruz es el auténtico trono de Cristo, “El Rey de los judíos”, a quien invoca el buen ladrón pidiendo asilo en su Reino (Lc 23,36.43). LLAMADOS A ANUNCIAR TU REINO, QUEREMOS REINAR CONTIGO, SEÑOR. Más allá de los triunfos fáciles conseguidos con golpes de suerte o de fortuna, o con el trabajo y esfuerzo de cada mañana; más allá de la belleza de tu mensaje que nos cautiva con dulces o exigentes palabras…, queremos anunciar y proclamar con la propia vida, desde el altar de la cruz, tu reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida… LLAMADOS A ANUNCIAR TU REINO, QUEREMOS REINAR CONTIGO, SEÑOR. Abrazados, con humildad y esperanza, a nuestra cruz de cada día; sabiendo que seguirte será fuente de incomprensiones, sabiendo que, como discípulos, no hay otro camino que el del Señor, unidos a nuestros hermanos de comunidad…, queremos anunciar y proclamar con nuestra propia vida, desde el altar de la cruz, tu reino eterno y universal: el reino de la verdad y de vida, el reino de la santidad y de gracia… LLAMADOS A ANUNCIAR TU REINO, QUEREMOS REINAR CONTIGO, SEÑOR. Con el evangelio por bandera, sin más fuerza que la confianza en nuestro Dios, sin más armas que el amor que nos has dejado en tu mandamiento…, queremos anunciar y proclamar con nuestra propia vida, desde el altar de la cruz, tu reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz. … PORQUE TÚ ERES NUESTRO ÚNICO DIOS Y SEÑOR.