La vida de Jesús, sus Palabras y su hacer, inspiran a quienes lo siguen, su forma de estar en el mundo anunciando el Reino. Quien desee ser profeta hoy siguiendo al Señor debe tener: Un espíritu crítico para anunciar y denunciar. Una mente que sueña para hacer el bien a todos Un corazón radical dispuesto a sembrar el amor al estilo de Jesús Una mano siempre abierta para servir con el estilo del Señor. La amistad con Jesús no tiene complicaciones. Jesús no llama solo para Él. Llama para que se haga lo que Él hizo, para que se salga del egoísmo, de la vida fácil y sin sentido. Anunciar el Reino es tarea de valientes. Es morir como el grano de trigo para convertirse en pan para los demás. Es estar dispuesta a dar la vida porque solo así se manifiesta el amor. Jesús llama con una propuesta concreta: "Sígueme", es decir, llama a ir con Él, a recorrer su camino y por tanto exige una gran confianza en Él. Confianza total, entrega completa a su persona antes que a su causa. Jesús no dice "ven a hacer esto o aquello", sino a seguirlo y a obrar como Él. El Señor llamó a los primeros discípulos: Juan, Andrés, Pedro y Natanael, Jn 1,35-51; llamó a la Samaritana Jn 4, 1-42; a Zaqueo Lc 19,1-10; al joven rico Mc 10,17-32. Los llamamientos de Jesús fueron en ocasiones muy diversas, con expresiones muy distintas y, desde luego, frente a la invitación de Jesús hubo también, respuestas muy diversas. Se puede decir que el "sueño", esto es, la invitación de Jesús, se encontró con los "sueños", o sea las aspiraciones, proyectos de cada una de las personas. ¿Estarías dispuesta a abandonar tu tierra como Abraham para mostrarles a otros la Tierra Prometida? ¿Te crees capaz de dejar familia, y comodidades para formar una nueva familia y vivir el estilo de vida que propone Jesús en el Evangelio? Hay que ponerse en búsqueda! Dios habla a través de distintos signos, hay que aprender a escucharle, a descifrar su "clave". Uno de los grandes retos en la vida es el de encontrar el lugar al que nos sentimos llamados. ¡Pues claro que no somos súper-héroes!, o al menos no hemos de poner esa excusa, porque a veces por miedo a decir sí, lo hacemos y creemos quedar tranquilas. Hemos encontrado lo que buscábamos sin necesidad de entregar el currículo vitae a un montón de empresas; porque nuestra vida, nuestro camino es de sobra conocido por Dios, ya estamos “fichadas” y no es necesario que pongamos cosas bonitas para rellenar el papel, porque es así como Dios nos quiere, tal cual somos. Hemos tropezado con la felicidad, la encontramos... no la dejemos escapar. La vocación es llamada al servicio de la comunidad, a trabajar en la viña, en el mundo. Hay distintas posibilidades, en puestos diferentes. Hay muchas tareas a realizar, ya que cada una tiene diferentes dones que le han sido dados para poner al servicio de todos (Efesios 4, 1-13). ¿Cómo? Cada una tenemos caminos diferentes pero es eso mismo, lo que hace que podamos enriquecernos las unas de las otras. Recuerda que el camino lo hacemos solas, es decir, que nadie decidirá por ti y que has de ser tú la que escriba tu propia historia. También yo he sido llamada con un nombre propio, con unas cualidades que me enriquecen como persona, con unas aspiraciones que me impulsan a caminar sin descanso y también con algunas limitaciones que retardan mi marcha; he sentido muchas veces que me ha llamado... cuando mis padres pensaron en mí, ya me habías llamado... Siento tu llamada, me seduces Señor, y este don lo acepto con amor. Quieres que sea alguien que anuncie tu Evangelio para quien vive triste y no es feliz. Quiero anunciarte a los niños/as y los jóvenes con mi modo de vivir, ser testimonio de tu amor, viviendo en fidelidad. No me dejes Señor, vive junto a mí para poder caminar.