Llevar la cruz La cultura hoy descalifica a quienes pretendan hablar de cruz, de sufrimiento, de seguimiento. Y en la misma línea, de profetismo. Son palabras vedadas, borradas del léxico normal. Te pueden llevar al siquiátrico, o a la tortura, al menos, quedas excluido de prebendas. Un cristianismo barato, una fidelidad que asegure privilegios, no tiene nada que ver con Cristo. Y Jesús nos exige cargar con la cruz. Es condición sine qua non del seguimiento. Fácil: No hay cristianismo sin cruz. Esto tiene una explicación que resulta clara: Él va adelante con la suya que asume la totalidad de todas las cruces, pero que cuenta con la mía y a tuya y la nuestra, la del día a día, para actualizar así su obra redentora. Hay el peligro de contentarnos con un cristianismo a la carta. Cada uno lo vive a su gusto, capricho y antojo. Olvidamos la radicalidad evangélica: Un Jesús exigente, excesivo, lacónico: “Sígueme, y sígueme con tu cruz”. Esto comporta renuncias, desprendimientos, violencia, rupturas, desgarros en la propia vida y en el mismo tejido familiar. Pablo nos habla del bautismo como un morir en acto primero, para luego, y sólo después de lo primero, participar de la nueva vida. Una vida que tiene sus exigencias: La hospitalidad (primera lectura) y sus gratificaciones: Un vaso dado al otro te da el boleto para el Reino. El discipulado pasa por la cruz, pero también por un simple vaso de agua fresca. Tan exigente este Dios nuestro, pero tan humano. Cochabamba 26.06.11 jesús e. osorno g. mxy [email protected]