Recordando las experiencias - AMORC

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Recordando las experiencias
Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.
Todos hemos escuchado frecuentemente la pregunta, ¿por qué todos los seres humanos tienen
que sufrir experiencias desagradables? Tanto la filosofía como la religión se han ocupado de
esta pregunta. En términos de la filosofía Rosacruz, tratamos de analizar este asunto sobre la
base de la ley de Karma; es decir, tenemos algunas experiencias que actúan como eslabones en
una cadena que nosotros mismos hemos formado. La cadena se va formando eslabón por
eslabón, y el esfuerzo, las emociones, y los sentimientos son los elementos que entran en la
fabricación de esa cadena, constituyendo su fortaleza.
De todos modos, en la memoria que el hombre se forma en su vida presente, hay muchas
experiencias que no debe olvidar. Desafortunadamente, a veces no nos damos cuenta de que
todas las experiencias merecen conservarse, para derivar de ellas fortaleza y orientación en los
momentos difíciles. Sobre nuestras experiencias podemos basar nuestra estabilidad y también
nuestro desarrollo. Frecuentemente la memoria del hombre es corta, y además tiene la
tendencia de dirigir la atención hacia las cosas agradables, o las que satisfacen algún deseo.
Cuando el hombre se siente cómodo, cuando se siente protegido y con suficiente calor, le resulta
fácil olvidarse del frío penetrante que pudo haber sufrido en otra época. También puede
olvidarse de que en ese mismo momento es posible que otros hombres estén padeciendo frío.
Cuando estamos satisfechos después de una buena comida, rápidamente nos olvidamos de las
torturas del hambre que tal vez hubimos de sufrir en otro tiempo.
Cuando estamos en compañía de amigos afectuosos, que nos comprenden y están listos a
ayudarnos, resulta muy fácil olvidar que hay mucha gente triste y solitaria, y que, también
nosotros, pudiéramos vernos en tales circunstancias. Cuando el hombre goza de la prosperidad,
tiende a olvidarse de que las circunstancias imprevistas que caen dentro del marco de la
posibilidad, pudieran cambiar repentinamente el panorama mundial, afectando
inevitablemente su propio bienestar o comodidad.
Cuando gozamos de paz tenemos la tendencia a olvidar que el precio de la paz es mantener una
actitud tolerante y comprensiva, que pone de manifiesto nuestra amabilidad hacia las demás
personas, y nos olvidamos de que el requisito principal para mantener la paz es cultivar
activamente un claro sentido de justicia.
Cuando la vida se muestra fácil para el hombre, el hombre se despreocupa. Cuando las cosas
van bien el hombre fácilmente cae en el hábito de hacer lo que le resulta más conveniente, sin
darse cuenta de que en esto puede estribar que pierda una felicidad eterna para atravesar un
período de infelicidad y arrepentimiento. Las personas que hacen lo que les resulta más
conveniente, lo que “les viene en gana”, son las que se sumergen completamente en una vida
objetiva, egoísta, sin preocuparse jamás de escuchar la tenue voz silenciosa que se oye en lo
profundo del alma y que, indirectamente, es la voz de Dios.
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