ENFERMOS Juan de AVILA

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ENFERMOS:
El tema del dolor aparece continuamente en la doctrina avilista: tribulaciones, pobreza,
persecución... Es un tema frecuente en la dirección espiritual (epistolario) y en la predicación.
Pero la clave es siempre el amor de Cristo crucificado. Por esto, Juan de Ávila mira más a la
persona (al enfermo o al que sufre) que a la enfermedad o a la tribulación en sí misma. En cada
enfermo está Cristo esperando, tanto para santificarle, como para estimular a otros hermanos a
la caridad. La acción apostólica deberá, pues, derivar a ese campo de caridad, que es prioritario,
y se concretará en hospitales, cofradías, obras de misericordia...
El servicio a los enfermos, especialmente en los hospitales, debe ser prioritario, por
encima de intereses de personas e instituciones, aunque sean cofradías. Los servicios
establecidos para los enfermos no son para enriquecer a los cofrades, sino "remedio para pobres
y enfermos" (Trento I, n.43). Habrá que "proveer a las necesidades de los verdaderos pobres no
sólo en lo temporal, sino muy particularmente en lo espiritual" (Toledo I, n.30).
Las obras de misericordia llega a todo género de pobreza y de enfermedad, pidiendo al
Señor "salud copiosa de nuestras enfermedades" (Ser 37, 987). La actitud de misericordia nace
en el corazón al contacto con los enfermos. La venida de Cristo en la Eucaristía es un estímulo
para entrar en sintonía con los que sufren: "No hay hombre rico, si tiene misericordia, que entre
en un hospital donde hay muchos enfermos necesitados, que no se le muevan sus entrañas con
misericordia, y eche mano a su bolsa, y conforme a su posibilidad y caridad que Dios le dio, y
necesidad de los pobres, les haga merced... No, Señor, no venís vos en balde" (Ser 40, 91ss).
Pero la enfermedad llega a cualquier género de personas, ricas y pobres. Es entonces el
tema del dolor o sufrimiento, que se presenta como una visita del Señor. Se alienta al enfermo a
sufrir por amor: "Y pues Cristo con amor le visita, vuestra señoría con amor le salga al camino y
le ofrezca de buen corazón los trabajos de la enfermedad, los cuales Él recebirá como un muy
precioso don, así por ser cosa que mucho duele como por ser ofrecidos con humilde obediencia.
Y cuanto más padeciere su cuerpo, tanto más se goce su ánima; porque tanto queda ella más
rica, cuanto el cuerpo afligido" (Carta 14, 77ss).
Es toda una pedagogía sanitaria la que usa el Maestro para convencer al enfermo sobre
el valor de su enfermedad, si la lleva con amor. "Amad, y desearéis padecer; dóblense vuestros
amores, y sufriréis doblados dolores" (Carta 24, 143s). "Y entenderá entonces el valor de la
enfermedad y dolores que nuestro Señor agora le envía, y mirarlas ha como a simiente de su
gozo, y a camino de su descanso, y a cosas que le acarrearon a Dios" (Carta 17, 36ss). Para ello
se necesita mirar los trabajos "con ojos de fe, cotejándolos con lo que de ellos saldrá" (ibídem,
41s).
Las cartas del Maestro a las personas enfermas, están llenas de unción. Las consuela e
invita a ver el significado del dolor, mientras alienta a cuidarse y pedir la curación, si es
voluntad de Dios. Después de invocar la "consolación del Espíritu Santo", invita a considerar
que las enfermedades "si afligen el cuerpo, enriquecen el ánima"; a la luz de la pasión de Cristo,
hay que asumir las enfermedades "por prenda de ser hijo, pues Dios se ha con él como Padre"
(Carta 144, 1ss). Aconseja leer "libros de buena doctrina, y el confesar y comulgar a menudo",
orando al Señor y "a su Madre sagrada" o a algún santo, para ser fiel a la voluntad de Dios
(ibídem, 71ss).
Durante sus años de retiro en Montilla (1554-1569), ya enfermo, el Maestro dio ejemplo
de paciencia en medio de los sufrimientos. Oraba así: "Señor, crezca el dolor y crezca el amor,
que yo me deleito en el padecer por vos". Los últimos días de la enfermedad fueron muy
dolorosos, con el regalo del "vino generoso con que Dios obsequia a sus amigos" (según él
mismo afirmaba). Su punto de apoyo era la Eucaristía, que pedía con ansiedad: "Denme a mi
Señor, denme a mi Señor". Murió (1569) puesta su mirada en Jesús crucificado, cumpliendo lo
que él mismo había aconsejado: "No penséis reinar con El, si primero no padecéis con El" (Ser
5 -1-, 202s).
Estudios: B. MORÁN, La enfermedad en la ascética del Beato Mtro Juan de Ávila (Madrid
1951).
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