De nuevo sobre la castellanización del resultado mediopalatal de -ly

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DE NUEVO SOBRE LA CASTELLANIZACION
DEL RESULTADO MEDIOPALATAL DE —LY—
EN EL LEONÉS MEDIEVAL
Vicente José MARCET RODRÍGUEZ
Universidad de Salamanca
A lo largo del siglo XIII es cuando se inicia en la escritura la sustitución del resultado
mediopalatal /y/ procedente de —LY— y grupos análogos por el resultado prepalatal castellano
111. Una vez que se produce la palatalización de la geminada lateral latina —LL— , algunos
dialectos peninsulares, para evitar la confluencia con el resultado de los grupos — LY— ,
—K’L— , — G’L— y —T’L— , cuya evolución en toda la Romania Occidental había sido
también una lateral palatal, / 1/, modifican la realización de la palatal procedente de estos últimos
grupos deslateralizándola y dando lugar a nuevos sonidos centrales. Así, mientras que en la
periferia peninsular, el gallego-portugués, parte del asturiano, el aragonés y el catalán mantie­
nen el primitivo resultado lateral, el leonés hablado al sur de la Cordillera Cantábrica y el
castellano adoptan para —LY— un resultado mediopalatal y prepalatal respectivamente1.
A la peculiaridad que de por sí supone la evolución de —LY— en el leonés, debemos añadir
la coexistencia a lo largo de la Edad Media de varias tradiciones gráficas empleadas para la
representación de este resultado mediopalatal2. Así, nos encontramos con que en las primeras
1 Para los diversos resultados de —LY— y grupos análogos en la Península y en otras zonas de Europa, c f.
Alonso, Dámaso, O b r a s C o m p l e t a s , I. E s t u d i o s L i n g ü í s t i c o s P e n i n s u l a r e s , Madrid, Gredos, 1972, págs. 115-120. En el
caso concreto de los distintos resultados que — LY— ha dado en los dominios actuales del leonés hablado al norte y al
sur de la Cordillera Cantábrica, c f . Borrego Nieto, Julio, «Leonés», en Alvar, Manuel (ed.), M a n u a l d e d i a l e c t o l o g í a
h i s p á n i c a . E l e s p a ñ o l d e E s p a ñ a , Barcelona, Ariel, 1996, págs. 139-158; Catalán, Diego, L a s l e n g u a s c i r c u n v e c i n a s d e l
c a s t e l l a n o , Madrid, Paraninfo, 1989, págs. 64-71, 76-79, 84-85 y 94-99; García de Diego, Vicente, M a n u a l d e
D i a l e c t o l o g í a e s p a ñ o l a , Madrid, Cultura hispánica, 1959, págs. 158-159 y 181-182; Martínez Alvarez, Josefina, «Las
hablas asturianas», en Alvar, Manuel (ed.), M a n u a l d e d i a l e c t o l o g í a h i s p á n i c a . E l e s p a ñ o l d e E s p a ñ a , Barcelona, Ariel,
1996, págs. 119-133; Menéndez Pidal, Ramón, E l d i a l e c t o l e o n é s , León, Diputación Provincial de León, 1990 [1906],
págs. 42 y 43; Zamora Vicente, Alonso, D i a l e c t o l o g í a e s p a ñ o l a , Madrid, Gredos, 1996 [1967], págs. 146-149.
2 Para las grafías empleadas durante la Edad Media en la representación de los distintos resultados de —LY— en
la Península, c f. Menéndez Pidal, Ramón, O r í g e n e s d e l e s p a ñ o l , Madrid, Espasa, 1999 [1926], págs. 52-55, § 5, y 274280, § 80; y Mancho Duque, M" Jesús, «Sobre las grafías representantes de LY, K’L y T ’L en los D o c u m e n t o s
l i n g ü í s t i c o s de Menéndez Pidal», en A c t a s d e l I I I C o n g r e s o I n t e r n a c i o n a l d e H i s t o r i a d e l a L e n g u a E s p a ñ o l a , I, Madrid,
Arco / Libros, págs. 133-145. Este último artículo está centrado en las grafías «anómalas» que aparecen en la
documentación en castellano de diversa procedencia peninsular.
VICENTE JOSÉ MARCET RODRÍGUEZ
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décadas del siglo XIII, al ser el gallego-portugués la lengua romance peninsular más prestigiosa
(y colindante además con el leonés), son las grafías de la tradición escrituraria gallega (ll, l, y,
en menor medida, Ih) las que mayoritariamente se emplean en las escribanías leonesas para la
representación de un sonido que en el leonés de principios del siglo XIII supuestamente ya
había dejado de ser lateral. Junto con las grafías de la tradición gallega, es también muy usada
en estas primeras décadas la grafía etimológica li3.
Ya en el segundo tercio de siglo, empieza a imponerse en la documentación leonesa el
empleo de la grafía y, más acorde con la pronunciación mediopalatal que supuestamente había
dado —LY— en leonés. En un período muy corto, la grafía propiamente leonesa se convierte en
la grafía claramente mayoritaria, y su hegemonía se prolonga de forma indiscutible hasta el
último tercio de siglo, cuando, como consecuencia del prestigio político y cultural que va
adquiriendo Castilla, y de forma paralela el castellano (favorecido por la labor «normalizadora»
llevada a cabo por Alfonso X), las grafías de la tradición castellana (/, j, g, gi4) empiezan a ser
usadas cada vez con mayor asiduidad por los escribas leoneses, de tal forma que en las dos
décadas finales del siglo XIII éstas rivalizan en León seriamente junto con la grafía y en la
representación del resultado de —LY—567.
En una comunicación presentada en las Terceras Jornadas de Reflexión Filológica, celebra­
das en la Universidad de Salamanca en febrero de 2002, tuvimos la oportunidad de hablar sobre
el proceso de sustitución de la norma gráfica leonesa por la castellana a lo largo del siglo XIIIs.
Si en aquella ocasión nos centramos en la progresión de este cambio, comprobando que se trata
de un cambio rápido mediante el cual, en el estrecho margen de dos décadas, las grafías
castellanas pasan de tener una presencia muy esporádica a disputarse el predominio con la
grafía leonesa, en esta ocasión pretendemos detenernos en las peculiaridades que rodean dicho
proceso1.
Para nuestro estudio nos hemos servido de un corpus integrado por noventa y cinco docu­
mentos notariales compuestos entre 1234 y 1260 y conservados en el archivo de la catedral de
León8; la mayoría han sido redactados en el primitivo concejo de León, con lo que la variante
lingüística que predomina en ellos es la del leonés central.
3
Para el uso de las tradiciones latina y gallega en la documentación leonesa,
c f.
Marcet Rodríguez, Vicente José,
L a r e p r e s e n t a c i ó n g r á f i c a d e a l g u n a s c o n s o n a n t e s p a l a t a l e s e n l a d o c u m e n t a c i ó n n o t a r i a l d e la c a t e d r a l d e L e ó n
(trabajo de grado inédito), 2001; y Marcet Rodríguez, Vicente José, «La representación gráfica de LY, K’L,
G’L en la documentación medieval leonesa: las grafías arcaizantes», en R e s D i a c r h o n i c a e , I (en prensa).
4 Para el valor del dígrafo g i (donde i sería una marca de palatalidad) como /z/ y no como /zj/, c f . Carrasco
Cantos, Pilar, E s t u d i o l i n g ü í s t i c o d e l F u e r o d e Z a m o r a , Málaga, Universidad de Málaga - Universidad de Salamanca Colegio Universitario de Zamora, 1987, pág. 103; Marcet Rodríguez, V., L a r e p r e s e n t a c i ó n g r á f i c a d e a l g u n a s . . . , o p .
c i t . , págs. 46-48; y Orazi, Veronica, E l d i a l e c t o l e o n é s a n t i g u o , Madrid: Universidad Europea - CEES ediciones, 1997,
pág. 333.
5 La frecuencia en el empleo de las distintas normas gráficas en el entiguo reino de León en el siglo XIII es
también tratada por Cabrera, Carlos, «Reconsideraciones sobre el problema de — LY— , — K ’L— , — G ’L— y —T ’L—
en el antiguo leonés», A n u a r i o d e E s t u d i o s F i l o l ó g i c o s , 1991, XV, pág. 56; Ma J. Mancho, «Sobre las grafías...», o p . c i t.,
págs. 136 y 137, Morala, José Ramón, «Los fonemas /z, y/ en la documentación medieval leonesa», A c t a s d e l II
C o n g r e s o I n t e r n a c i o n a l d e H i s t o r i a d e la L e n g u a E s p a ñ o l a , Madrid, Pabellón de España s.a., 1992, vol. I, págs. 207217 (págs. 209 y 210); y R. Menéndez Pidal, O r í g e n e s d e l e s p a ñ o l , o p . c i t . , págs. 277 y 278, § 503.
6 Marcet Rodríguez, Vicente José, «Sobre la sustitución de [y] < —LY— por [z] en la documentación notarial leonesa
a lo largo del siglo XIII», presentado en las T e r c e r a s J o r n a d a s d e R e f le x ió n F il o ló g ic a , Salamanca, 2002 (en prensa).
7 Algunas de estas cuestiones estaban ya apuntadas en Marcet Rodríguez, Vicente José, «Cruce de tradiciones
gráficas en la documentación medieval leonesa», presentado en el congreso L a h i s t o r i a d e la L i n g ü í s t i c a e n t e x t o s y e n
c o n c e p t o s , Potsdam, 2001 (en prensa).
8 Los documentos están tomados de Ruiz Asencio, J. M. (ed)., C o l e c c i ó n d o c u m e n t a l d e la C a t e d r a l d e L e ó n ,
V I II ( 1 2 3 0 - 1 2 6 9 ) , León, Centro de Estudios e Investigación «San Isidoro» (CECEL) —Caja España de Inversiones—
Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León - Archivo histórico diocesano de León, 1993.
(1 2 3 4 -1 2 6 0 )
De nuevo sobre la castellanización del resultado mediopalatal de —LY— en el leonés medieval
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En nuestro corpus la tradición escrituraria castellana tan sólo aparece en seis documentos9,
repartida en las siguientes voces: conceio (doc. n° 2063), conseio (doc. n° 2063), encruzeiada
(doc. n° 2100), fiio/fijo (registrada con i en el documento n° 2100 y con j en los n° 2004 y 2062),
meior (doc. n° 2025), muier/mugier (la primera forma en el documento n° 2025 y la segunda en
el 2160). Las grafías castellanas más frecuentes, dentro de su escasa aparición, son i y j (ambas
con nueve ejemplos), mientras que la grafía gi sólo aparece en una ocasión, y g en ninguna.
Es bastante frecuente la aparición en un mismo documento de dos tradiciones gráficas, e
incluso de tres. En nuestro corpus, la tradición castellana se emplea en solitario en los documen­
tos n° 2063 y 2160; en los documentos n° 2025 y 2062 comparte la representación del resultado
de —LY— con la tradición leonesa, y en el n° 2004 lo hace con la tradición latina; en el
documento n° 2100 están presentes las tres tradiciones gráficas10.
Si observamos ahora los términos que a lo largo del corpus recogen en alguna ocasión
alguna de las grafías castellanas observamos que su número no es muy elevado, seis. Esta
misma circunstancia tiene lugar en los cerca de cuatrocientos documentos del siglo XIII conser­
vados en el Monasterio de Carrizo y analizados por Carlos Cabrera, en los cuales la tradición
castellana sólo se aplica a cinco voces con —LY— en su étimo11. Una situación idéntica se
repite, en líneas generales, en el Fuero Juzgo12, en los Fueros de Zamora13, Salamanca, Ledesma
y Alba de Tormes14, en los documentos centrales recopilados por Staaff15 y en los documentos
salmantinos estudiados por Federico de Onís16. En todos estos escritos el número de voces que
sucumben al empleo de grafías castellanas es bastante reducido; pero comparten otro hecho
común, estas voces son, por lo general, las de aparición más usual. Esta circunstancia ya la pone
de manifiesto C. Cabrera al decir que «llama la atención el hecho de que la castellanización
afecte especialmente a palabras de uso extendido y frecuente y que, por el contrario, la norma
gráfica leonesa se mantenga con mayor fuerza en voces menos abundantes»17.
Así pues, nos encontraríamos con que la tradición castellana parece no aplicarse indistinta­
mente a cualquier término sino que, cuando aparece en textos leoneses, lo hace, por lo general,
en un grupo relativamente reducido de palabras, las de aparición más frecuente, con lo que
parece también que nos encontramos ante una castellanización que podríamos denominar «se­
lectiva». Se trataría, además, de una selección doble, pues quedan fuera no solamente las
palabras menos frecuentes, sino también las voces cuya /y/ no procede de —LY— , sino de
—I— , —DY— , —BY— .
9 Esto supone un porcentaje del 3’65 %, bastante similar a la frecuencia de uso (6’06 % ) que tienen las grafías
castellanas en los documentos de la zona central analizados por E. Staaff. C f. Staaff, Erik, E t u d e s u r I 'a n c i e n d i a l e c t e
l é o n a i s d ’a p r è s d e s c h a r t e s d u X H I e s i è c l e , Upsala, Almqvist & Wiksell, 1907, págs. 230-231. La frecuencia de uso de
la grafía leonesa en nuestro corpus es del 75’05 %, y en el de Staaff, del 71’97 % .
10 En el corpus analizado por Staaff, esta circunstancia se produce en cuatro documentos de la zona oriental y
en dos de la zona central (E. Staaff, É t u d e s u r l ’a n c i e n . . , o p . c i t . , págs. 226-235); también se da, logicamente, en
documentos de mayor envergadura, como son, por ejemplos, los fueros: c f . Alvar, Manuel, E l F u e r o d e S a l a m a n c a .
L i n g ü í s t i c a e H i s t o r i a , Granada, Consejo Superior de Investigaciones Científicas - Universidad de Granada, 1968,
págs. 56 y 57; P. Carrasco, E s t u d i o l i n g ü í s t i c o . . . , o p . c i t . , págs. 192; V. Orazi, E l d i a l e c t o l e o n é s a n t i g u o , o p . c i t . ,
págs. 341-343.
11 C. Cabrera, «Reconsideraciones sobre...», o p . c i t . , págs. 51-62.
12 V. Orazi, E l d i a l e c t o l e o n é s a n t i g u o , o p . c i t ., pág. 343.
13 P. Carrasco, E s t u d i o l i n g ü í s t i c o . . . , o p . c i t . , págs. 185 y 186.
14 Para los ejemplos en estos tres fueros, c f. M. Alvar, E l F u e r o d e S a l a m a n c a . . . , o p . c i t . , págs. 56, 57, 117, 133
y 134.
15 E. Staaff, É t u d e s u r l ’a n c i e n ..., o p . c i t ., pág. 230.
16 Pascual, José Antonio, «Variación fonética o norma gráfica en el español medieval. A propósito de los dialectos
hispánicos centrales», C a h i e r s d e l i n g u i s t i q u e h i s p a n i q u e m é d i é v a l e , 1996-1997, n° 21, págs. 89-104 (pág. 96).
17 Cabrera, C., I b i d e m , pág. 62.
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VICENTE JOSÉ MARCET RODRÍGUEZ
José Antonio Pascual ya hace referencia a esta última circunstancia en un artículo de 1990,
al decir:
En la parte leonesa del dominio hispánico, tanto — K’L—•, — LY— , como
—DY— habían evolucionado, por distintos caminos, a «y». En la sustitución de las
soluciones leonesas por las castellanas que tuvo lugar a lo largo de la Edad Media, la
«y» leonesa procedente de — K’L—, —LY— terminó reemplazándose por «j» en una
gran parte del antiguo territorio leonés, mientras que la «y» procedente de — DY— se
mantuvo igual. Por este motivo las formas leonesas muyer, paya, se convirtieron en
mujer y paja, a la vez que rayo mantuvo su antigua pronunciación. Al superponerse
el castellano sobre el leonés en ese antiguo territorio, la «y» de este último se repartió
en «y» y «j», adaptándose a los resultados que — K’L— , —LY— / —DY— habían
tenido en castellano» (pág. 69)18.
José Ramón Morala señala que una posible causa de que la /y/ procedente de —DY— y
grupos análogos no participe de la sustitución por la /z/ castellana que experimenta la /y/
procedente de —LY— podría ser el intento por parte del sistema de mantener en romance la
diferencia existente entre los dos grupos latinos una vez que, presumiblemente, ambos habrían
confluido en su evolución en un resultado mediopalatal /y/. Según esta propuesta, una vez que
el resultado de — LY— se hubiera deslateralizado dando lugar a una /y/, el sistema habría
reaccionado debilitando la /y/ ya existente procedente de —DY— hasta hacerla desaparecer19.
Sin embargo, el profesor Morala se muestra finalmente más inclinado a suponer que el
hecho de que la /y/ procedente de —DY— no participe en el proceso de sustitución que afecta
a la /y/ proveniente de —LY— se debe a que ambos grupos no habrían confluido, al menos en
el siglo XIII, en su evolución20, y para ello propone para —LY— un resultado prepalatal /z/.
Basa esta hipótesis, además de en la no castellanización de las voces con una /y/ procedente de
—DY— , en una serie de confusiones gráficas que tienen lugar entre el resultado procedente de
—LY— y la /s/21, pero no así entre este último sonido y la /y/ procedente de — DY—22.
Ahora bien, hay dos factores que consideramos deben tenerse en cuenta. Estas confusiones
gráficas son relativamente escasas, pues, en sus estudios sobre la documentación leonesa del
siglo XIII, J. R. Morala23 y J. A. Pascual24 tan sólo han hallado once ejemplos de este fenómeno
18 Pascual, José Antonio, «Los derivados salmantinos del leonés estoyo», Voces, 1990, I, págs. 63-70. Esta
sustitución tan ordenada tuvo sus excepciones en aquellos términos exclusivos del leonés, pues en estos casos, los
hablantes leoneses «sin el apoyo de la solución comparativa castellana, acudieron normalmente al sonido que tenía una
frecuencia más alta en este dialecto» (pág. 69). Es lo que sucede en los casos de estojo y rebojo.
19 J. R., Morala, «Los fonemas /z, y/...», op. cit., pág. 212.
20 Apoya esta hipótesis en una serie de diferencias de tratamiento gráfico que se observan en la representación de
los resultados de —LY— y — DY— . Conf. J. R. Morala, «Los fonemas /2, y/...», op. cit., pág. 212, y las observaciones
al respecto en V. Marcet, La representación gráfica de algunas..., op. cit., págs. 122-129.
21 Para ejemplos, cf. J. R. Morala, «Los fonemas /2, y/...», op. cit., págs. 213-216; J. R. Morala, José Ramón, «Las
sibilantes en la documentación medieval leonesa», Actas del XIX Congreso Internacional, d e Lingüística e Filoloxía
Románica, A Coruña, Fundación «Pedro Barrié de la Maza, conde de Fenosa», 1989, vol. IV, págs. 99-119; y Pascual,
José Antonio, «Notas sobre las confusiones medievales de las sibilantes», L E A , 1988, X, págs. 125-131.
22 Este mismo argumento es también sostenido por M. Ariza, quien dice: «Si realmente los resultados de I y de LY
fuesen un único fonema, sería esperable que hubiese ejemplos de grafías con x procedentes de I». Ariza, Manuel, Sobre
fonética histórica del español, Madrid, Arco / Libros, 1994, pág. 155. Este autor posteriormente reconoce que esta
confusión gráfica podría responder a un intento por parte del sistema de impedir la igualación de los fonemas
procedentes de —LY— y — I— (según Ariza, /y/ e /P/ respectivamente), mediante la conversión de /y/ < — LY— en
/S/. Cf. M. Ariza, Sobre fonética..., op. cit., págs. 154-157, especialmente la pág. 156.
23 J. R. Morala, J. R., «Las sibilantes...», op. cit., y J. R. Morala, «Los fonemas /z, y / . . . » , op. cit.
24 J. A. Pascual, «Notas sobre...», op. cit.
De nuevo sobre la castellanización del resultado mediopalatal de —LY— en el leonés medieval
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(siete de los cuales corresponden al empleo de x en lugar de y, y los cuatro restantes a la
confusión inversa)25. Sí se han documentado ejemplos, todavía más escasos, en los que se
emplea la grafía x en lugar de y para representar el resultado de —I— y de —GY— . Se trata de
las voces maxorino y saxio, que aparecen ambas en un documento de Sandoval de 1185. Sin
embargo, hemos de ser cautos a la hora de tener en consideración estos ejemplos, pues, como
indica el propio J. R. Morala, este documento «se trata de una copia, sin fecha, de un original
desaparecido, por lo que no deben tomarse en cuenta»26.
Pensamos, además, que a la hora de tratar de explicar un fenómeno de confusión gráfica (y
puede que también fonética) que tiene lugar en el leonés durante el siglo XIII y en el que están
implicados el resultado de —LY— , por un lado, y la sibilante sorda /s/, por otro, no debería
olvidarse la peculiar situación que estaba atravesando el resultado de —LY— , supuestamente
lyl, en esos momentos, esto es, su sustitución por otra sibilante, en este caso sonora, 111. Esta
circunstancia es tenida especialmente en cuenta por J. A. Pascual, quien, tras considerar la
posibilidad de que el ensordecimiento de las sibilantes tuviese su inicio en el leonés (así como
también en el aragonés y en los dialectos mozárabes), sugiere que estos dialectos, «que tenían
una /1/ o una lyl donde el castellano disponía de /z/, habrían adoptado este último fonema
castellano acudiendo a su correlato sordo /s/»27, con lo que «llegarían a neutralizar así —como
lo hizo después el castellano, al generalizar esta situación por los territorios periféricos— una
oposición entre 111 y /s/ de escaso rendimiento fonológico»28.
Si admitimos que el empleo de la grafía x en voces leonesas con base —LY— , frente a la
ausencia de confusiones con la lyl procedente de —LY— , es fruto de una sustitución incorrecta,
y no del ensordecimiento del resultado de —LY— , que bajo este supuesto debería tener
necesariamente una realización prepalatal, y no mediopalatal, puede cobrar fuerza la idea de la
castellanización selectiva, que en nada se opone a la confluencia de resultados entre —LY— y
—DY— .
Nos encontramos, por un lado, con que, al menos en el segundo tercio del siglo XIII, la
sustitución de la supuesta mediopalatal leonesa procedente de —LY— por el sonido prepalatal
castellano no ha afectado a la mediopalatal procedente de —DY—29. Pero, tampoco puede
olvidarse que, en ese mismo período de tiempo, la castellanización no ha alcanzado a todas las
voces con —LY— en su étimo, sino únicamente a las más frecuentes. Este último dato nos
induce a suponer que nos encontraríamos ante una castellanización selectiva cuyo criterio de
selección no estaría en la realización mediopalatal o prepalatal del resultado de —LY— en el
leonés, sino en el conocimiento previo por parte de los escribas leoneses de que las voces que
castellanizan tienen efectivamente en Castilla una pronunciación prepalatal.
Lógicamente, esta propuesta deja fuera del proceso de sustitución a todas las voces con un
sonido mediopalatal procedente de —DY— , pero no porque este sonido sea o no distinto al que
haya dado en su evolución leonesa el grupo —LY— , sino porque el resultado de —DY— ha
sido también en castellano una fricativa mediopalatal, al igual que en leonés30. Tampoco partici­
25 Si bien, tampoco puede olvidarse que, pese a su escasez, estas confusiones se documentan prácticamente a lo
largo de todo el siglo XIII (desde 1228 hasta 1298), así como en diversos lugares (León, Carrizo, Sandoval, Zamora y
Salamanca).
26 J. R. Morala, «Los fonemas /z, y/...», o p . c i t . , pág. 214.
27 I. A. Pascual, «Notas sobre...», o p . c i t . 1988, pág. 129.
28 I b i d e m , pág. 130.
29 Si bien esto no es totalmente cierto, pues se han documentado ejemplos aislados. V id . nota 35.
30 Apoyamos esta hipótesis en las palabras de J. A. Pascual antes mencionadas: «Al superponerse el castellano sobre
el leonés en ese antiguo territorio, la «y» de este último se repartió en «y» y «j», adaptándose a los resultados que — K’L—,
—LY— / — DY— habían tenido en castellano»; J. A. Pascual, «Los derivados salmantinos...», o p . c i t., pág. 69.
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VICENTE JOSÉ MARCET RODRÍGUEZ
parían de esta sustitución, como ya se ha señalado, las voces con —LY— de las cuales los
escribas leoneses no tuvieran constancia de que en Castilla pronuncian una prepalatal donde en
León articulan una mediopalatal.
La sustitución de y por las grafías castellanas en las notarías leonesas no se produce de
forma indiscriminada, sino que es un cambio muy lento llevado a cabo prácticamente palabra a
palabra3132.No se trata de la sustitución de una lyl por una /z/ en todos los casos, independiente­
mente del origen del sonido o de la palabra en la que éste se encuentre, sino del cambio de una
pronunciación mediopalatal por otra prepalatal en todas aquellas voces leonesas que poseen una
lyl y para las cuales existe un homólogo castellano con /z/. No se trataría de un «préstamo»
fonológico, sino de un «préstamo» léxico-fonético; es decir, al menos en un primer estadio de la
castellanización, el reemplazo de un sonido mediopalatal por otro prepalatal no puede ir desli­
gado del conocimiento de la existencia de un término castellano (homólogo de uno leonés) en el
que esté presente dicho sonido prepalatal.
Todo esto nos permite formular una posible hipótesis sobre la forma en la que se llevó a cabo
el proceso castellanizador del resultado leonés de —LY— . En las primeras décadas de la
castellanización, la sustitución se produciría únicamente (o principalmente) en aquellos voca­
blos de los cuales los hablantes leoneses tuvieran constancia (ya fuera visual o auditiva) de que,
efectivamente, en castellano se pronunciaban con /z/. Se trataría de un grupo bastante reducido
de términos, el de los más frecuentes, pues precisamente sería su mayor frecuencia de aparición
en los escritos tanto castellanos como leoneses lo que permitiría su más pronto conocimiento
por parte de los escribas leoneses. En un segundo momento, en el cual el proceso de
castellanización estaría muy avanzado, prácticamente consolidado, es precisamente el descono­
cimiento (o la inexistencia) de un modelo comparativo concreto en castellano (casos de los
supuestos *estojo y *rehoyo)22 la causa de que, ante la duda, los leoneses recurrieran «al sonido
que tenía una frecuencia más alta en este dialecto»33, esto es, [z].
Ahora bien, reconocemos que la pulcritud y precisión con las cuales se lleva a cabo la
sustitución de la lyl leonesa por la /z/ castellana, en un proceso en el que prácticamente no se
produce ninguna castellanización incorrecta, pueden generar cierto recelo, pues, sería esperable
cierta vacilación en la escritura, al menos en las zonas más distantes de Castilla. Podrían pasar
por ultracorrecciones, por vocablos castellanizados erróneamente, las formas estojo 34 y rebojo
mencionadas por J. A. Pascual; una situación idéntica podría ser la del Magorga que registra­
ba J. R. Morala35 excepcionalmente en un documento de 1235, así como la de aquellos otros
31 Aunque referidas a la propagación en la escritura de los diptongos en el leonés medieval, pensamos que pueden
ser igualmente válidas para la cuestión de! reemplazo de la [y] leonesa por la [z] castellana las siguientes palabras de
Luis López Santos: «desde un ángulo lingüístico, un proceso de invasión extraña nunca ataca a toda una articulación,
sino a palabras sueltas»; López Santos, L„ «La diptongación en leonés», Archivum, 1960, X, pág. 292. Lo mismo puede
decirse de las palabras de Alonso Zamora Vicente al hablar de la sustitución de las formas sanabresas con [1] por las
castellanas con [í] y señalar que se trata de una «sustitución no fonética, sino léxica»; A. Zamora Vicente, Dialectología
española, op. cit., pág. 148.
32 Cf. J. A. Pascual, «Los derivados salmantinos...», op. cit.
33 J. A. Pascual, «Los derivados salmantinos...» op. cit., pág. 90.
34 Pascual registra la primera aparición de estoyo, con y, en 1303, en un documento redactado en León; con la
forma estojo aparece un siglo más tarde, en otro documento compuesto en León en 1419 (J. A. Pascual, «Los derivados
salmantinos...», op. cit., pág. 63).
35 J. R. Morala, «Los fonemas /z, y/...», op. cit., pág. 212.
D e n u ev o sob re la ca stella n iza ció n del resultado m ed iop alatal d e — LY— en el leo n és m ed ieval
799
casos en los que la grafía i se aplica para representar la evolución de — DY— y grupos
análogos36.
Por otro lado, al considerar que la castellanización se llevó a cabo palabra a palabra se
entiende mucho mejor la presencia de las tradiciones escriturarias leonesa y castellana en un
mismo documento (como sucede en el documento n° 2062, donde aparece fijo al lado de coneya
y vieya), incluso en un mismo término (como ocurre en los documentos n° 2025, donde
encontramos muyer y muier, y n° 210 0 , en el que se registran las formas filios, fiyo yfiios).
Si se admite la teoría de que la sustitución del resultado propiamente leonés de — LY— por
la forma castellana se produjo en sus comienzos afectando «a palabras sueltas», y no a todo el
conjunto de voces con —LY— en su étimo, nos encontraríamos con que, en el caso concreto del
documento n° 2062 la castellanización habría alcanzado a fijo, pero no a coneya y vieya,
precisamente, quizás, por tratarse estas últimas de voces de escasa frecuencia. Pudiera ser que el
copista tuviera conocimiento (visual o auditivo, o ambos a la vez) de que la voz leonesa fiyo,
que él pronuncia /fiyo/, en Castilla se escribe fijo y se pronuncia /fizo/, pero, al mismo tiempo,
ese conocimiento no se extendería a las voces coneya y vieya, de escasa representatividad en los
textos legales, con lo cual, castellaniza la primera pero, prudentemente, mantiene la redacción
tradicional leonesa de las segundas.
En el caso del documento n° 2025, siguiendo con nuestra suposición, podemos pensar que la
castellanización de muier y meior, frente a la conservación de la grafía leonesa en fiyo y
conseyo, se debe al desconocimiento por parte del copista de que en Castilla las dos últimas
voces pueden, al igual que muier y meior, grafiarse con i y/o pronunciarse con /z/. La alternan­
cia de normas escriturarias en una misma voz, muyer, parece indicar la coexistencia armónica de
normas, la leonesa y la castellana, coexistencia que puede darse únicamente en el plano gráfico
o también en el plano fonético. En el primer caso, tanto muyer como muier se pronunciarían /
muyér/, con lo que nos encontraríamos ante un caso de poligrafismo: las grafías i e y con un
mismo valor /y/, a las cuales también habría que añadir la grafía li, conservada como arcaísmo
en algunas voces, en las cuales es evidente que ya ha perdido su valor lateral. En el segundo
supuesto, la alternancia sería también fonética; en la pronunciación común de los leoneses,
podrían coexistir para la evolución de —LY— 37 una solución mediopalatal autóctona y otra
prepalatal foránea, de mayor o menor (o puede que simplemente igual) prestigio, pudiéndose
usar las dos, tanto en el habla como en la escritura, de manera indistinta. Ahora bien, esta
coexistencia de soluciones no se daría a nivel general, es decir, no alcanzaría a toda la articula­
ción de — LY— , sino que estaría reservada únicamente a aquellas voces de las cuales el copista
tuviera conocimiento de que en Castilla tienen una redacción y/o pronunciación distinta a la
leonesa.
Esa misma coexistencia de normas se daría en el documento n° 2100; en el plano gráfico la
coexistencia sería triple, pues en él encuentran representación las tres tradiciones escriturarias:
la leonesa (fiyo), la castellana (fiios, encruzeiada) y la latina (filios). En el plano fonético, serían
dos las tendencias que se alternan: la leonesa con su resultado mediopalatal, /fiyos/, y la
36 Como sucede en el documento n° 2063. En estos casos cabría la posibilidad bien de que se tratara de un
documento redactado por un escriba de origen gallego, en cuya lengua de origen estos grupos tienen un resultado
prepalatal, o bien de que la grafía i se estuviera empleando con su primitivo valor [y], práctica que, según J. A. Pascual,
siguió siendo relativamente frecuente hasta bien avanzado el siglo XIII. Cf. Pascual, J. A., «La lengua del registro
antiguo: algunos problemas gráficos y fonéticos», Propiedades del cabildo segoviano, sistemas de cultivo y modo de
explotación de la tierra afines del siglo Xll¡, Salamanca, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 1981, págs. 169184 (pág. 172), y Pascual, «Los derivados salmantinos...», op. cit., pág. 69.
37 Sin que esos hablantes sean conscientes del origen — LY— tanto de [y] como de [2],
80 0
VICENTE JOSÉ MARCET RODRÍGUEZ
castellana, con su desarrollo prepalatal característico, /fizos/. El valor de la grafía li en filios se
lo disputarían, en nuestra opinión, los fonemas /y/ y /z/.
Recapitulemos; los datos que extraemos de los documentos analizados parecen sugerir que:
1. Entre 1230 y 1260 la castellanización del concejo de León fue muy lenta y superficial,
como puede observarse en la escasez de ejemplos documentados. La castellanización, lógica­
mente, se siente de manera más profunda y temprana en los territorios más orientales, mientras
que se vuelve cada vez más superficial y tardía a medida que nos desplazamos hacia el oeste38.
2. El hecho de que la castellanización no afecte a todos los términos con base —LY— , sino
sólo a unos pocos, y casi siempre los mismos, puede indicar que se trató de un proceso de
expansión gradual, que afectó en un primer momento (segundo tercio del siglo XIII) a las voces
de uso más frecuente39. Este fenómeno se documenta todo a lo largo del siglo XIII en textos de
muy variada procedencia.
3. La naturaleza de las palabras que son castellanizadas podría indicar que en el proceso de
castellanización jugó un papel importante la vía escrita, especialmente en los dominios del
leonés más alejados de Castilla. Pensamos que prueba de ello es el hecho de que los usos
gráficos castellanos se apliquen desde fecha muy temprana a voces como conceyo y ayeno, muy
frecuentes en la escritura, y no a otras voces como uieyo, trabayo, oyo o paya, muy poco usuales
en los documentos notariales y otros textos legales, pero, pensamos, de uso bastante general, en
mayor o menor grado, en la lengua hablada, las cuales conservan durante todo el siglo XIII (a
juzgar por los textos centrales y occidentales cotejados) su primitiva redacción leonesa.
4. Si entendemos que se trata de una castellanización llevada a cabo, en un principio, de
forma selectiva, podría explicarse el hecho de que la sustitución de /y/ por /z/ afecte únicamente
a la mediopalatal evolucionada de —LY— , y no a la de —DY— , pues el resultado de ésta
última había sido también mediopalatal en castellano. En un principio, también quedan discri­
minadas en este proceso las voces con un sonido mediopalatal procedente de —LY— de cuya
existencia en el dialecto vecino no tienen conocimiento los escribas leoneses40.
5. La alternancia de tradiciones gráficas en un mismo documento en estos primeros años de
la castellanización podría interpretarse como un caso de poligrafismo o bien reflejar la coexis­
tencia en el leonés de dos pronunciaciones, dos soluciones fonéticas para un mismo origen: una
natural, /y/, y otra importada, IH. Sin embargo, de igual forma que las grafías arcaizantes, y
sobre todo la etimológica, esconden en la mayoría de las ocasiones una pronunciación
mediopalatal, no puede descartarse tampoco la posibilidad de que también bajo las grafías
castellanas subyazca en algunos casos, especialmente cuando comparten espacio con la leonesa
y, la solución /y/ característica del leonés41.
Finalmente, queremos apuntar que en la discriminación que sufre el resultado de — D Y— en
el proceso de sustitución de la /y/ leonesa por la /z/ castellana, quizás podría haber desempeñado
38 Esto se aprecia claramente en los documentos estudiados por E. Staaff (Étude sur l ’ancien..., op. cit., pág. 229331 ), y por Menéndez Pidal (Orígenes del español, op. cit., págs. 276-278, § 503), así como en los diversos manuscritos
conservados del Fuero de Zamora (P. Carrasco, Estudio lingüístico..., op. cit., págs. 184, 185, 192 y 193).
39 El empleo de las grafías castellanas en voces de aparición menos frecuente tiene lugar principalmente en textos
de redacción más tardía y/o notablemente castellanizados. Tal es el caso del coneios que aparece en el Ms. S del Fuero
de Zamora, el ouegeyros y el tagaritagen del Ms. E del mismo fuero, y la encruzeiada del doc. n° 2100 de la Catedral
de León (en cuyo anverso se emplea en dos ocasiones más la grafía i para reflejar el resultado de —LY— , en fiios).
40 En el caso concreto de los documentos notariales, podemos suponer que las voces con base — LY— de escasa
frecuencia no abandonan la primitiva grafía y porque no aparecen en los textos castellanos o castellanizados que llegan
a los escribas leoneses, y, por lo tanto, no pueden ser tomadas como referencia ni dar pie a la sustitución. Los términos
con una [y] procedente de — DY— no reciben las grafías extranjeras porque en estos mismos textos castellanos
aparecen grafiadas con y, luego tampoco pueden mover a los escribas a su castellanización.
41 C f. J. R. Morala, «Los fonemas /1 , y/...», o p . cit., pág. 209.
D e n u evo sob re la castellan ización d el resultado m ed iop alatal d e — LY— en e l le o n é s m ed ieval
801
también un papel importante una distinta articulación de los resultados de —LY— y —DY— .
Admitiríamos esta posibilidad sólo en el supuesto de que ésta tuviera un carácter fonético, no
fonológico42. Así, podríamos encontrarnos con un fonema /y/ articulado como la actual [y]
castellana en los casos en los que procediera de —DY— , y como una mediopalatal rehilada
cuando tuviera su origen en —LY— .
Uno de los lingüistas que han sugerido esta posibilidad ha sido Dámaso Alonso43, para quien
pudo «haber causas desconocidas que, en lejana época, mantuvieron la —y— de mayo mientras
se operaba la serie muller > muyer > muzer. Es posible que la —y— de mayo y la del castellano
prelit. muyer no hayan sido siempre iguales; es posible que la —y— < —1— < — lj—, etc.,
tuviera desde el principio algún rehilamiento»44. Este rehilamiento de /y/ habría surgido del
proceso de deslateralización de /H/, tanto en León como en Castilla; ahora bien, en castellano,
se habría acentuado (adelantando con ello ligeramente su punto de articulación) hasta dar lugar
finalmente a una /z/, mientras que en el leonés al sur de la Cordillera, se habría debilitado, dando
lugar a distintos grados de rehilamiento, más o menos acusados según las zonas, aunque sin
alcanzar el grado de intensidad que tuvo en castellano (salvo en los zonas lindantes a Castilla).
El resultado mediopalatal de la capital sería posiblemente uno de los menos rehilados dentro
del leonés, pues así se explicaría el que se escogiera la grafía y, empleada previamente para la
representación de la evolución mediopalatal no rehilada de —DY— , para reflejar en la escritura
el sonido resultante de la deslateralización de /1/. El prestigio del que gozaría la capital leonesa
explicaría asimismo que el uso de la grafía y se extendiera y generalizara de forma mayoritaria
por todo el reino al sur de la Cordillera, incluso en aquellas zonas donde el rehilamiento de la /
y/ resultante de /1/ la asemejara mucho más a la /z/ que a la /y/ procedente de —D Y— . Y, junto
con la grafía, también es muy probable que, desde la capital, se propagara al resto del primitivo
reino esa /y/ caracterizada por su muy escaso o nulo rehilamiento, desplazando a las restantes
soluciones de articulación más rehilada.
La solución menos rehilada sería la característica del leonés más septentrional, mientras que
aquellas caracterizadas por un mayor rehilamiento serían las propias del leonés más occidental
y meridional, el hablado en las zonas más próximas a Castilla y de más reciente colonización,
respectivamente. Esta hipótesis ayudaría a explicar por qué la castellanización se llevó a cabo de
forma tan rápida, por ejemplo, en Sahagún (al este) y en Salamanca (al sur)45, como también
podría ser, como ya hemos mencionado, una posible respuesta (o un refuerzo a la ya planteada)
a la pregunta de por qué la castellanización no afecta a la /y/ procedente de —DY— .
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42 Pues pensamos que, de haber sido perfectamente diferenciables para los hablantes los resultados de —DY— y
—LY— no se hubiera escogido para la representación de ambos la misma grafía, y.
43 Si bien refiriéndose al castellano, en un intento de explicar por qué la conversión en [z] únicamente afecta a la
[y] procedente de —LY— , quedando intacta la que tiene su origen en —DY— .
44 D. Alonso, O b r a s completas..., op. cit., págs. 119-120.
45 C f. Menéndez Pidal, Orígenes del español, óp. c i t . , pág. 278, § 503.
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