Ambos estaban casados y eran amantes. Aunque nunca lo habían hablado, ninguno de los dos se planteaba el abandonar a su cónyuge, la relación en su matrimonio era buena y no ocultaban que mantenían una actividad sexual satisfactoria. No cabían, en ese vínculo, los celos. Él, además, siempre le decía a Ella que no le importaba que se acostase –no para dormir obviamente- con otros hombres siempre que lo compartiese con Él. Eso le excitaba. A pesar de todo se regalaban palabras de amor y Ella le expresaba –a veces con enfado- que Él era el único que compartía con su marido y que incluso hacía cosas con Él que nunca había hecho con su cónyuge. Pero llegó un día que Él supo de una conversación de Ella con otro hombre, con otro amante. Él se lo dijo y Ella lo negó a pesar de las evidencias. No se daba cuenta que al negar la realidad estaba negándose la posibilidad de conseguir lo que le faltaba en su vida: un amigo.