La mujer iba como siempre a sacar agua del pozo. Trabajo bastante pesado pero asignado a la mujer desde hacía miles de años en esa región del planeta. En sus idas y venidas Interminables bajo el sol agobiante del desierto muchas veces pensó en las historias de la tradición Israelí. Un pozo de agua dulce es el don mas preciado en el desierto. Es la diferencia entre la vida y la aridez. Algunos pozos estaban tapados con grandes piedras imposibles de remover por pocas personas. A una hora determinada se juntaban los lugareños, corrían la pesada piedra, daban de beber a sus ganados y sacaban agua para las personas. Luego tapaban el precioso tesoro nuevamente. Una persona extraña que osara sacar agua de un pozo en el desierto se exponía a la muerte. Jesús estaba Junto al pozo de Samaria y a pesar que era el Hijo de Dios, por lo tanto dueño de todo, esperó a que le convidaran agua. La mujer sabía de como un día Rebeca convidó de agua a un viajero que le pagó con zarcillos de oro y le ofreció casamiento con su amo. De como Raquel un día conoció al que iba ser su esposo en una circunstancia parecida. Séfora, hija de un sacerdote de Madian conoció a Moisés junto al pozo familiar. Pero a ella, nunca le sucedió nada similar. Ya llevaba cinco fracasos matrimoniales y ahora, olvidando los milagros estaba viviendo en concubinato. Fracasada en el amor su fama no debía ser muy buena en su pueblo. En aquellos tiempos y aún ahora una mujer en esta condición no es mirada de la mejor manera. Ella va llegando al pozo y ve que hay un hombre esperando por ella. La silueta se perfila como de un judío, nada venturoso para una samaritana. El Judío le pide agua y ella se extraña pues Judíos y Samaritanos no se hablan. Todo su ser está conmovido, algo le pasa, le parece que está ante un profeta. Luego de una corta conversación deja el cántaro y sale corriendo. Va en busca de los varones del pueblo para que hablen con el. ¿Ha encontrado al Mesías? Ha tenido el encuentro mas maravilloso que haya tenido persona alguna junto al pozo familiar. Mas importante su encuentro que el de Rebeca, que el de Raquel o el de Séfora. Ahora su vida es importante, su historia por siempre, sus fracasos olvidados, sus heridas curadas, la paz y la felicidad en plenitud la llevan a anunciar a gritos a sus vecinos. ¡Hemos hallado al Mesías! Solo un instante para cambiar su vida, solo un encuentro inesperado, una pequeña conversación y una respuesta a un pedido: "Dame de beber" A veces el Señor se presenta pidiendo. Sin darse cuenta de su corazón quizás de piedra ha brotado el agua de vida, una fuente que reboza. La porción que el Señor da es demasiado abundante. Si no la compartes te ahoga, te mata. Si pedro no llama a sus compañeros, su barca y su pesca milagrosa se hundían. Así sucede con el nuevo nacimiento, con la conversión, con el encuentro con Jesús. No es posible disfrutarlo solo, el que ha nacido de nuevo, el que ha tenido un encuentro con el autor de la fe, con el poseedor de la vida, es imposible que no salga compelido a compartir su experiencia. Las arengas y recomendaciones a los creyentes sobre la necesidad de testificar las nuevas de salvación son erradas. Lo que hay que procurar es un encuentro con Jesús. Lo demás viene solo, es inevitable, imparable, aún a costa de arriesgar sus vidas, los cristianos siguieron y siguen hablando de su encuentro con Jesús. Más que una arenga a la necesidad de testificar debemos preocuparnos por la autenticidad de la experiencia de nuestro encuentro con Jesús. Momento de decision Usado con permiso. ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.