La Pulsión de Muerte y los Sueños de Angustia

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LA PULSIÓN DE MUERTE Y LOS SUEÑOS DE ANGUSTIA Ps. Liliana Messina. Posgrado ICHPA. Grupo de Estudios Psicoanalíticos. VII Jornadas Clínicas de la Universidad de Chile, 2006. Los sueños de angustia, al parecer, resultaron un problema para Freud, en orden a explicarlos como un cumplimiento de deseo, como el resto de los sueños, al menos en un comienzo, en la Interpretación de los Sueños. En Más Allá del Principio del Placer hace un desarrollo donde amplía con otra perspectiva, agregando el concepto de la compulsión a la repetición, para finalmente instalar una nueva concepción donde Pulsión de vida y Pulsión de muerte sería los opuestos que organizan al viviente. Entonces la pulsión de muerte adquiere relevancia para la compresión de los sueños de angustia. La idea que plantearé aquí es que estos sueños, realizan algo, efectivamente, pero es un deseo que tiene relación directa con la pulsión desde la perspectiva que Lacan la considera, es decir como pulsión de muerte, o sea, de corte, corte con el deseo del otro. Espero que al final de esta ponencia haya podido darles algunas luces sobre estos temas. I.‐ Pulsión de Muerte: Alienación Desalienación Desde el comienzo, en el Proyecto de Psicología para Neurólogos, Freud sospechó algo, planteó que el aparato mental tiende a la descarga, a la descarga energética hasta un punto de mínima excitación. ¿Y esto a donde nos llevaría? En última instancia, la descarga total nos lleva a la muerte. En Más Allá del Principio del Placer (1920), se pregunta por la meta final de todo lo orgánico, la cual, debe ser un estado anterior; dice Freud: un estado antiguo que lo vivo abandonó una vez y al que aspira regresar por todos los rodeos de la evolución. Si nos es lícito admitir como experiencia sin excepciones que todo lo vivo muere, regresa a lo inorgánico, por razones internas, no podemos decir otra cosa que esto: La meta de toda vida es la muerte; y retrospectivamente: Lo inanimado estuvo ahí antes que lo vivo . (T. XVIII. pág. 38). De esta idea nace la pulsión de muerte algo que empuja al organismo vivo a realizar su meta vital. En este escrito Freud define la pulsión como ... un esfuerzo , inherente a lo orgánico vivo , de reproducción de un estado anterior . Y la muerte, podemos decir, cumple a su vez a cabalidad con otra función: la de desalienación del sujeto, y de desujeción del deseo del otro (retengamos esto que ya lo explicaré). Desde nuestro nacimiento como vivientes en el lenguaje quedamos atrapados en él, nombrados, definidos por las palabras como siendo esto o lo otro, así o asá. De modo que el esfuerzo por retornar al estado anterior de no sujeción al lenguaje, que llama Lacan el gran Otro, es una tendencia que está presente en el sujeto desde el comienzo, en tensión constante con el yo; es el sujeto pulsando por salir de la alienación al lenguaje y con él, del deseo del otro. Esta es la Pulsión de Muerte. Según Lacan, la única pulsión, o sea lo único que en el individuo humano pulsa , insiste, a pesar de toparse con innumerables resistencias. Lo otro, la pulsión sexual, para Freud, está del lado del deseo, del Eros, de la sexualidad, del deseo de unión y de fusión con el otro. Para Lacan esto no es pulsión, pues se mantiene del lado del Principio del Placer y la pulsión nos empuja más allá del principio del placer. Hay algo entonces en el sujeto que pulsa, insiste, lo empuja hacia la desalienación, para su realización; esto es la aparición o desarrollo de lo más propio de cada uno, eso que no hace le falta al otro. Realización que se encuentra con fuertes resistencias, como decíamos; por un lado las demandas narcisistas , provocadas fundamentalmente por el aparato biológico (lo que se ha llamado instinto de conservación o parte de las pulsiones de vida). Por otro lado, y con una importancia fundamental, sabemos, nos sujeta fuertemente a la vida el deseo de nuestros padres. II.‐ Acerca del Deseo Al pasar la necesidad por los desfiladeros del significante , como lo dice Lacan; es decir, ante la imposibilidad de satisfacer una necesidad en estado puro, el hombre se ve obligado a darle forma verbal, esto es hacerla pasar por el lenguaje. En la operación de paso de la necesidad a través del lenguaje ésta queda traducida desde el Otro, o sea, desde el lenguaje, esa estructura que estaba antes que naciéramos y a la cual fuimos dados a la luz, que nos define y nos nombra. En ese paso, entonces de la necesidad al lenguaje, ésta se constituye en deseo , eso que se dice, que se pide, que se ruega, que se añora. De aquí que, el deseo se muestra errático, desviado, excentrado, incluso escandaloso y paradójico, todo lo cual lo distingue de la necesidad (Lacan, Escritos 2, La Significación del Falo , pág. 670). El problema es que esta transcripción al lenguaje contiene en sí misma una falla: algo no es traducido, no toda la necesidad puede ser traducida al lenguaje, algo de ella, por tanto, cae, es reprimido, se trata de una represión primaria. Algo del sujeto entonces se pierde ahí. Pero, como el mismo Freud dice, lo inconsciente, vale decir, lo reprimido no ofrece resistencia alguna a los esfuerzos de la cura; y aún no aspira a otra cosa que irrumpir hasta la conciencia....o hasta la descarga (Freud, Más Allá.... pág. 19) De modo que esto reprimido del sujeto empujará, pulsará por reaparecer. Cuando el niño ve que la madre desea el falo, él desea ser el falo para satisfacerla. Este es su deseo , pero realizándolo, pierde lo más propio, eso que no quedó traducido. Esa particularidad necesita reaparecer y lo hará más allá de la demanda de amor a la madre, pues representa más que ningún otro elemento, al sujeto. Justamente porque es aquello que quedó fuera de la enajenación de ser lo que le falta a ella. Esto es, propongo, lo más propio del sujeto, es lo que retorna en el sueño provocando angustia. Retomando la pulsión, podemos entender ahora que lo que pulsa es el goce de separarnos de la demanda del otro y poder realizar algo de lo más propio nuestro. Esto es lo que está expresado en el fort‐da : el goce del niño que tira un carrete fuera de su vista, se asocia a la desaparición del carrete; si se fijan bien en el ejemplo de Freud, su alegría está al tirar lejos el carrete y no tanto así al recogerlo. Mi hijo por ejemplo jugaba a esconderse de mí, pero se enojaba mucho cuando yo lo encontraba. Su goce evidentemente estaba en el desaparecer, y no en el ser encontrado. Ese es su goce , pues por otro lado, desde el principio del placer, desea ser el niño que yo quiero. Otro ejemplo que viene al caso: el fin ‐ tanto finalidad como término‐ de la relación sexual: el orgasmo; ahí donde desfallecemos. Ahí donde la barrera del placer es traspasada. El goce se alcanza en el momento de la caída , caída del falo, tanto del hombre como de la mujer. La mujer como falo, o sea, toda ella, ese cuerpo que es objeto del deseo; y, el hombre aportando con el instrumento de enlace de ese encuentro. Ambos pierden estos atributos con el orgasmo, de ahí que se le ha llamado la Pequeña Muerte : Pues el inconsciente se satisface ahí donde el principio del placer fracasa . III.‐ Los Sueños El apartado D, del capítulo VII de La Interpretación de los Sueños, trata específicamente sobre los sueños de angustia. Aquí Freud intenta explicar estos sueños, pero delata cierta disconformidad. Dice: La doctrina de los sueños de angustia pertenece, como ya lo he dicho repetidas veces, a la psicología de las neurosis. Nada más tenemos que hacer con ella después que pesquisamos sus puntos de contacto con el proceso onírico. Sólo puedo agregar una cosa. Puesto que aseveré que la angustia neurótica proviene de fuentes sexuales , puedo someter al análisis sueños de angustia a fin de poner de manifiesto el material sexual incluido en sus pensamientos oníricos. (vol. V, pág. 573) Siguiendo a Freud, la angustia es el efecto de la represión del contenido inconsciente, el cual inicialmente era placentero (puesto que sexual), y luego, al retornar al estado preconsciente durante el sueño, vuelve trasmudado en displacer ‐ esto es, angustia‐. Desde aquí, entonces entendemos, que el deseo reprimido, por haber sido reprimido y vuelto al preconsciente posteriormente, asume un valor opuesto, probablemente como una nueva medida preventiva por parte del aparato censurador en contra de esta aparición. Como ocurre con las heces y su olor, que se transforma en asqueroso sólo después de haber sido reprimido el placer y la atracción que éstos causan al niño de la fase anal. Desde este punto me propongo intervenir poniendo en juego la perspectiva lacaniana. Esto es, que la angustia no es necesariamente consecuencia de la aparición un deseo sexual reprimido. Que la angustia, sí, proviene del yo, que aparece a partir de una realización inconsciente, esto es la realización del sujeto, de esa parte que quedó reprimida por quedar fuera del deseo. Bien, es comprensible que la realización de un deseo que ha sido reprimido, cause angustia, pero propongo que no es la realización del deseo, sino del sujeto, esto es lo inconsciente y el deseo es consciente o puede llegar a serlo. Estos sueños parecen repetir, insistir en una escena traumática. (Introduzco el concepto de trauma pensando en el trauma intrapsiquIco, y no pretendo incluir la temática de qué ocurre cuando lo traumático se debe a un factor netamente externo, sea que estén íntimamente ligados o no). El punto nodal de este asunto es: de donde adquiere su carácter de trauma lo representado. Lo traumático está determinado por la caída del yo, se trata de una herida narcisista. De un caer del lugar de ser quien completa al otro . Y puesto que la realización del sujeto tiene que ver justamente con ese soltar, dejar caer, cortar con el deseo de ser el deseo del otro, no puede sino ser traumática . IV.‐ Un Sueño de Freud Para ejemplificar esta idea, Freud relata y posteriormente analiza un sueño que tuvo de niño y del cual despierta con intensa angustia: ve a la madre querida con una expresión durmiente, de extraña calma en su rostro, que era llevada a su habitación y depositada sobre el lecho por dos (o tres) personajes con pico de pájaro . De este sueño relata haber despertado con intensa angustia. Proponemos interpretar, a su vez, a Freud en su auto análisis. El dice, luego de ciertas asociaciones: esa interpretación secundaria del sueño (que la madre moría) se produjo bajo la influencia de la angustia desarrollada. No era que yo estuviese angustiado por haber soñado que la madre moría, sino que interpreté así el sueño dentro de la elaboración preconsciente porque ya estaba bajo el imperio de la angustia. Ahora bien, mediando la represión, la angustia admite ser reconducida a una apetencia oscura, manifiestamente sexual, que en el contenido visual del sueño encontró buena expresión. (T. V, pág. 574‐575 S. Freud Obras completas ). La interpretación que sigue el camino del deseo sexual, como el deseo aparecido en el sueño está facilitada en Freud por su línea argumental, el nudo central, en ese momento, de su trabajo. Los personajes con pico de pájaro los había visto en ilustraciones de una Biblia de Philippson, y Philipp era el nombre de un vecino con el que solía jugar y a quien escuchó por primera vez el nombre vulgar del coito, que queda a su vez asociado ( por asonancia en alemán) a las cabezas de gavilán de estos personajes. Pero con este análisis, Freud, descuida algo que el sueño muestra con claridad y es que sueña con la madre dormida o muerta ( expresión durmiente, de extraña calma en su rostro que había visto en su abuelo pocos días antes de su muerte). Y de hecho, su angustia cesa cuando ve a su madre, que, por tanto, no está muerta. ¿Porqué desechar estos elementos al menos, tan probatorios, de que el sueño es acerca de la muerte de la madre, como aquellos de la secuencia sexual?. Si la angustia fuera determinada por las fantasías sexuales del niño, ¿por qué debiera cesar al ver a la madre? Es al menos tan posible adjudicar la angustia al deseo sexual del niño por su madre, como adjudicarla al trauma de castración, es decir, a ver a la madre caída, muerta, donde el niño ya no es más su objeto fálico y que esto, además, sea una realización del propio niño. Puesto que el corte se realiza desde lo insconsciente, surge la angustia simultáneamente por la pérdida que implica para el yo y para el narcisismo infantil, en este caso. V.‐ Ser el falo del otro: Manuela Las mujeres podemos legítimamente preguntarnos porqué resulta ser el falo algo tan central en estas teorías. El pene es parte del cuerpo está pegado, pero es separable; es muy apreciado y sin embargo, es algo que se puede perder. Para el niño, las niñas de hecho ya lo perdieron. Es curioso ver en los niños de nuestra época, que no han sufrido la amenaza por la masturbación de que se les va a cortar el pene, y sin embargo, tiene esta fantasía, fantasía que aún en adultos, tanto hombres como mujeres, aparece en sueños o síntomas en algunos casos. Pacientes mujeres, por ejemplo, me han relatado sueños en los que se ven con un pene y lo pierden, se les cae, tratan de recuperarlo y no pueden. Un paciente homosexual recuerda que de niño, muy pequeño, pensó que en realidad había nacido como niña y que sus padres le pegaron un pene después. Entonces, esta parte del cuerpo tan valiosa, representa al mismo tiempo el objeto separable y el objeto que completa. Es, en términos básicos, lo que representa el niño para la madre y en ese sentido somos todos objetos fálicos para nuestras madres, siendo así el gran obturador de la castración. Esto de ser el niño que los padres quieren , es equivalente al deseo de completarlos y tendré que decir, equivalente a ser el falo que le falta a la madre . No hay cosa que cause más horror, y atracción a la vez, que la castración: la madre incompleta, en falta, el padre débil, descubierto en su incapacidad, el que cae del lugar del héroe. Un caso puede servir para explicar esta noción de ser el falo del otro y al mismo tiempo retomar el tema de los sueños de angustia: Una joven con una fobia social grave, se queda en su casa por seis años una vez concluido el colegio, pues no logra permanecer en la universidad por que le asaltan intensísimos ataques de angustia y miedo imposibles de superar. No tiene apenas vida social y nunca ha pololeado; en casa no tiene más que hacer que las tareas domésticas. Como resultado odia su vida y no ve ninguna alternativa de salida, lo que la lleva a caer en profundas depresiones, que agravan aún más el estado de cosas. Su madre era profesora en el colegio al que ella asistía, por lo que sentía la obligación de ser una alumna excelente, y lo era. Pero, si llegaba a tener una mala nota o si hacía alguna travesura, era su madre la primera en enterarse, aún antes que ella. De modo que a Manuela no le gustaba el colegio, apenas hizo amistades y desde pre kinder a 4º medio siempre detestó tener que ir. Un día haciendo una tarea que no le resultaba como ella quería, pues todo tenía que quedarle perfecto, (arrugaba la página y hacía rabietas cuando no le resultaba) le dijo a su mamá que no quería ir más al colegio; a esto ella le contestó: muy bien, pero te quedas de nana en la casa . Y, resulta que a Manuela, desde pequeña le decían Nana. Podríamos transformar la frase entonces en: Nana te quedas en la casa . Que fue exactamente lo que hizo al terminar el colegio. Durante el tratamiento, soñaba todas las noches, insistentemente, variaciones de un mismo sueño: estaba en el colegio y tenía que dar una prueba, y no tenía lápiz o llegaba tarde o no se acordaba de nada a la hora de responder a la prueba . Estos sueños la hacían despertar llena de angustia. Bien ¿Qué deseo realiza este sueño? A primera vista, ninguno; parecen repetir y repetir una escena traumática. Pero lo que sí realiza el sueño, sin duda, es esa falta en el colegio, fallándole a la madre, que la desea perfecta. Al entrar a la Universidad, estuvo los primeros días con una sensación de gran libertad y liberación: su mamá no estaba ahí. Sin embargo, al poco andar parece haber aparecido de nuevo el mandato: Nana quédate en la casa . Puesto que permanecer en la Universidad significa desarrollar en ella áreas que no son parte del deseo de su madre . Sabemos que la fobia no es más que un intento de huida frente a una satisfacción pulsional. De modo que no es una escena, propiamente lo que repite en estos sueños sino más bien una huida, lo cual resulta traumático. Si pensamos que su vida en el colegio está referida a una madre omnipresente y muy exigente (al menos en su mente), no es difícil pensar que su máxima realización, la realización de ella como sujeto , pasa por salir de ese lugar: el de ser la hija de la tía Mónica ; caer del campo de la mirada de la madre, fallarle, faltarle; ser ella misma. Pero cuando eso ocurre, efectivamente, y la mirada del otro desaparece en la universidad, en este caso, o en el sueño‐ el yo pierde su soporte fundamental y aparece la angustia. Ha desaparecido el sentido que sostiene al yo. Perder la mirada del otro es el punto para desarrollo de la angustia, en este caso, esto es lo traumático . El deseo realizado en el sueño es fallar en el colegio. Pero la realización de ese sujeto soñante es fallarle a la madre, no ser el falo que la completa, faltarle. Retomo, ¿Si responde a un deseo, por qué la angustia? Porque hay más. Si la paciente le falta a su madre, le falta en el lugar de falo, entonces la madre queda castrada, pierde sus atributos, queda empobrecida, deja ese lugar de supremacía, pero además de protección. Y este es un poderoso motivo de angustia. Es como quedar sin Dios. Sin la mirada sustentadora de nuestros objetos idealizados, cuando ellos pierden sus atributos y podemos verlos, tal cual son, es decir castrados, dejamos de ser niños, hijos y tenemos que vernoslas solos con la realidad, sin autoridad superior que organice y otorgue sentido a la vida. 
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