Reseña histórica de la Fuerza Aérea

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Reseña histórica de la Fuerza Aérea
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El 17 de marzo de 1913, con una sencilla ceremonia que consistió en la lectura de la Orden General No. 1155 del Estado Mayor
del Ejército, emanada del Ministerio de Guerra y Marina, se dio por inaugurada la Escuela de Aviación Militar, en un potrero de
la Estancia Santo Domingo, hoy Campo Militar No.1 del Ejército, cercano a Los Cerrillos, Departamento de Canelones.
Dicho evento tuvo lugar, luego que en el correr del año 1912 se produjeran una serie de hechos y acontecimientos aeronáuticos,
los cuales motivaron al gobierno que en ese período era presidido por don José Batlle y Ordóñez, a contratar a principios de
1913, cuando aún no habían pasado diez años de las primeras experiencias exitosas de la aviación, al aviador francés Mr. Marcel
Paillette, fundador e instructor de la Escuela Militar de Aviación de El Palomar, Buenos Aires, para que a su vez, en nuestra
nación, a semejanza de las más adelantadas, creara una similar.
Así, modestamente, nació la Escuela de Aviación Militar, comenzando de esta manera las actividades aeronáuticas en el país, en
ese primer aeródromo que existió en el Uruguay, recordado en 1988 por una gran estela de granito que inauguró la Fuerza
Aérea en el Campo Militar No. 1, al cumplir 75 años de vida.
Este hito importantísimo en los anales de nuestra aviación, fue tomada desde que se estableció en 1951, como la efemérides
más trascendente de la historia institucional de la Fuerza Aérea.
En esa época todavía éramos la Aeronáutica Militar y formábamos parte del Ejército, cuyo Inspector General era el recordado
aviador pionero, Gral. don Oscar Diego Gestido.
Un puñado de diez intrépidos jóvenes oficiales del Ejército, se dieron cita en la aludida estancia, convocados por la referida
Orden General, como alumnos de la Escuela de Aviación Militar, con el fin de aprender a volar; dando inicio el instructor
monsieur Paillette en aquél 17 de marzo, a la adaptación y el adiestramiento de sus discípulos y estos, a la gran aventura que
significaba enrolarse entre los primeros hombres que aceptaron en Uruguay.
El gran desafío de querer ser aviadores, en aquellos lejanos años del nacimiento de la “locomoción aérea” (como se le decía), en
un enorme y primitivo aparato biplano tipo Farman, de madera, tela y alambres, más parecido a una gran cometa, que a la idea
que hoy tenemos de un avión, impulsado por un trepidante y caprichoso motor rotativo de 50 caballos de fuerza, aeroplano que
había recibido el pomposo denominativo de “El Águila”, pintado en su timón de profundidad, que para confundirnos más, iba
adelante.
Era la aventura misma, rodeada por ese halo místico de la aviación naciente, que quién sabe adonde los transportaba cada vez
que les tocaba subir en aquel desmesurado pájaro, sin siquiera un modesto parabrisas.
Son conocidos los episodios y peripecias en que se vio envuelta la novel Escuela, en esos tres cortos meses que tuvo de vida,
entre marzo y junio de 1913, sin haber logrado por variadas razones, su objetivo de finalizar el curso de pilotaje.
Solamente un alumno, el Alférez Cesáreo L. Berisso, alcanzó a volar solo, fuera del programa, luego de la terminación del
contrato del instructor, el domingo 22 de junio de 1913, en un gesto de rebeldía e indisciplina, pero heroico, que lo llevó a
sobrevolar Montevideo aterrizando en la playa de Malvín luego de una hora, cuarenta y cinco minutos en el aire, acto cuyo fin
era evidenciar lo avanzado del adiestramiento, a las autoridades y a la opinión pública, ante el cierre del instituto, tratando con
ello de posibilitar la renovación del contrato de Paillette.
La aparente efímera existencia de la Escuela de Los Cerrillos, no fue tal, en virtud a la continuidad que le dieron dos de aquellos
diez jóvenes, en los cuales había prendido bien fuerte la vocación aeronáutica necesaria para tratar de ser aviadores, en aquel
período experimental de la naciente conquista del aire, ellos eran el Teniente 1º. Juan Manuel Boiso Lanza y el Alf. Cesáreo L.
Berisso, únicos del grupo que más adelante lograron recibir en 1915 y 16 el brevet de piloto en la Argentina y Chile, junto a otros
dos precursores: el Tte. 1º Adhemar Sáenz Lacueva y el Alf. Esteban Cristi.
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