Lírica castellana del Renacimiento 1ª mitad siglo XVI Garcilaso de la Vega En tanto que de rosa y de azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, con clara luz la tempestad serena; y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena: coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre. Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera por no hacer mudanza en su costumbre. Juan Boscán Cargado voy de mí doquier que ando, y cuerpo y alma, todo me es pesado; sin causa vivo, pues que estó apartado de do el vivir su causa iba ganando. Mi seso está sus obras desechando; no me queda otra renta, ni otro estado, sino pasar pensando en lo pasado, y callo bien en lo que voy pensando. Tanto es el mal, que mi corazón siente que sola la memoria de un momento viene a ser para mí crudo accidente. ¿Cómo puede vivir mi pensamiento si el pasado placer y el mal presente tienen siempre ocupado el sentimiento? 2ª mitad siglo XVI Fernando de Herrera Yo vi unos bellos ojos, que hirieron con dulce flecha un corazón cuitado, y que para encender nuevo cuidado su fuerza toda contra mí pusieron. Yo vi que muchas veces prometieron remedio al mal, que sufro no cansado, y que cuando esperé vello acabado, poco mis esperanzas me valieron. Yo veo que se esconden ya mis ojos y crece mi dolor y llevo ausente en el rendido pecho el golpe fiero. Yo veo ya perderse los despojos y la membrana de mi bien presente y en ciego engaño de esperanza muero. Trenzas que en la serena y limpia frente de anillos de oro crespo coronadas formáis lucientes vueltas y lazadas, donde el mayor Vulcano espira ardiente, el Sol, o que aparezca en Oriente con las puntas de llamas dilatadas, o que las junte, de subir cansadas, se rinde a vuestra luz resplandeciente. Vos, mis hermosos cercos, anudado tenéis mi cuello, y nunca espero el día, principio a libertad, fin a la pena. Porque alegre en el mal de mi cuidado, de la prisión huir no pienso mía; ni los lazos romper de esta cadena. Fray Luis de León (literatura ascética) Aquí la envidia y mentira me tuvieron encerrado. Dichoso el humilde estado del sabio que se retira de aqueste mundo malvado, y con pobre mesa y casa en el campo deleitoso con sólo Dios se compasa y a solas su vida pasa ni envidiado ni envidioso. ¡Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruïdo, y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido; Que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se admira, fabricado del sabio Moro, en jaspe sustentado! No cura si la fama canta con voz su nombre pregonera, ni cura si encarama la lengua lisonjera lo que condena la verdad sincera. ¿Qué presta a mi contento si soy del vano dedo señalado; si, en busca deste viento, ando desalentado con ansias vivas, con mortal cuidado? ¡Oh monte, oh fuente, oh río! ¡Oh secreto seguro, deleitoso! Roto casi el navío, a vuestro almo reposo huyo de aqueste mar tempestuoso. San Juan de la Cruz (literatura mística) En una noche oscura con ansias en amores inflamada ¡oh dichosa ventura! salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada, a oscuras y segura por la secreta escala disfrazada, ¡oh dichosa ventura! a oscuras y en celada estando ya mi casa sosegada. En la noche dichosa en secreto que nadie me veía ni yo miraba cosa sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía. Aquesta me guiaba más cierto que la luz del mediodía adonde me esperaba quien yo bien me sabía en sitio donde nadie aparecía. ¡Oh noche, que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada! En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba allí quedó dormido y yo le regalaba y el ventalle de cedros aire daba. El aire de la almena cuando yo sus cabellos esparcía con su mano serena y en mi cuello hería y todos mis sentidos suspendía. Quedéme y olvidéme el rostro recliné sobre el amado; cesó todo, y dejéme dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado.