Conferencia pronunciada en Valladolid por don Demetrio Jesire

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MINISTERIO
DE T R A B A J O
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PUBLICACIONES DEL INSTITUTO NACIONAL DE PREVISIÓN
Conferencia pronunciada en Valladolid por
don Demetrio Jesire Fernández, Consejero
del Instituto Nacional de Previsión, con motivo de celebrarse el XLII aniversaria de
su fundación
M A D R I D Tgjnpl 1 9
5 O
1950. -Núm. 818
Indu.tria. Gráfica8 Magerit, S. A. - Bravo Murillo, 122. - Teléfono 33 44 29. - Madrid
Excmos. e limos, señores ; señoras y señores.
Amigos y queridos paisanos :
Acostumbramos a decir los españoles, cuando queremos
que se crea que hablamos con claridad, con sinceridad y de
corazón, que lo hacemos en «castellano» ; pues en este lenguaje de mi tierra yo voy a hablaros, empezando por deciros lo que vosotros, por anticipado ya sabéis, y es que yo
no soy un orador, ni un conferenciante, ni un sociólogo preparado para difundir y enseñar los problemas sociales a los
demás,
No, no soy nada más que un modesto enamorado y luchador constante, ayer, en los problemas socialcatólicos, y
hoy, desde nuestro Glorioso Movimiento Nacional, un soldado de las filas de Franco, que con las armas de sus conssignas, que son la verdad del Evangelio de Cristo, lucho allí
donde se me ordena por la implantación y el triunfo de la
política o justicia social, que él, nuestro Caudillo, anhela
para todos los españoles.
Así, un jefe, un digno jefe del ejército social de Franco,
el señor Presidente del Instituto, cuya ausencia en este acto
es obligada por el desgraciado accidente sufrido y que todos lamentamos, me ordenó hace muy breves días que viniera a ocupar esta tribuna. La orden y el honor de cumplirla os confieso que me produjeron gran sorpresa y tan fuerte impresión que de ella aún no he podido reponerme.
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Y por todo lo expuesto, me encuentro hoy aquí, ante la
responsabilidad de mi actuación, en la solemnidad de una
sesión estatutaria que conmemora el X L I I aniversario de
la fundación del Instituto Nacional de Previsión y ante la
presencia de las máximas autoridades en el saber y gobernar
de mi tierra, a cuya benevolencia me entrego confiado.
Pero antes de entrar en el tema de mi conferencia, es deber ineludible, que cumplo gustoso, el dedicar un recuerdo
emocionado a la memoria de nuestros fundadores, Eduardo
Dato, Maluquer, Marvá, López Núñez e Inocencio Jiménez,
y la oración que en estos momentos elevo al Cielo pidiendo
al Supremo Juez les conceda la gloria eterna.
Y también debo de rendir a nuestro Ministro de Trabajo,
Girón, el tributo de respeto, de gratitud, afecto y cariño que
merece el hombre que con la mayor fidelidad, energía y lealtad sabe inculcarnos y orientar la política social y de previsión que inspira nuestro Caudillo.
LA I N F L U E N C I A DECISIVA D E L GLORIOSO M O V I M I E N T O NACIONAL EN
LA SOLUCIÓN D E LOS P R O B L E M A S
DE LA PREVISIÓN
Este es, señores, el tema de mi charla o conferencia, como
queráis llamarlo, que voy a tener el honor de exponer ante
vosotros.
Eran aquellos tiempos del Instituto de Reformas Sociales, en los que nuestros buenos fundadores, llenos dé los mejores deseos de amor al prójimo y su pensamiento y su corazón puestos siempre al servicio de este mandato divino,
donde se recogían, para encauzarlas, las inquietudes de las
masas removidas y atosigadas por la necesidad en un avance de orden político, dónde la rebeldía procuraba cegar a la
razón, para que el instinto pasional campase libre buscando
vengativamente satisfacción en la violencia.
Eran aquéllos tiempos en que en etapas sucesivas los colaboradores de aquellos cristianos varones, nuestro Severino
Aznar, Pedro Sangro, Luis Jordana de Pozas y otros que
se escapan a la pluma, porque a la memoria no puede aprisionar la voluntad, los que con visión del futuro, que ya se
iniciaba lleno dé dudas, y por toda esperanza, cosecha de
grandes males para la Patria, cuando ellos, a la violencia de
las masas y a la incomprensión de los rectores de la nación,
oponían la serenidad de sus juicios y la justicia que presentían habría de imponerse, porque en la justicia reside la verdad, y la verdad inmutable procede de Dios.
Eran aquellos tiempos en que aquel Organismo que no
llegó a la plenitud de sus fines porque el mundo político lo
asfixió, en el que hay que buscar, sin embargo, los primeros
jalones del cooperativismo social y las primeras disposiciones de protección al trabajo, que, conjuntándose en el punto moral de amor al prójimo, habría de ser punto de partida
para caminar ya, sin posibilidad de retroceso, hacia las metas ya logradas y las que esperan ser pronto superadas.
Eran aquellos tiempos, en fin, en que estos hombres nuestros luchaban con su pluma, su palabra y su acción por cumplir mandatos divinos, recordados por nuestros Pontífices
en sus sabias Encíclicas pidiendo el bien posible para todos y
sin más afán que el de lograr la paz, el amor y el sosiego
para los que por todo capital tienen, cuando más, una inteligencia rectora de sus pensamientos, unos brazos al servicio del esfuerzo que impone el trabajo y la salvadora esperanza dé la justicia divina en el Juez Supremo e inapelable
que habrá de juzgarlos.
Si no fuera razonablemente justo el mencionar estos antecedentes por su anticipo cronológico, lo sería por la con— 5 —
vicción honrada del que os habla, que declara que aún en la
pugna ideológica, perturbada y entorpecida por la ambición,
el egoísmo y la incomprensión de unos y el partidismo brutal y sin freno de los otros, sobreexistió, como una luminaria votiva, la sana doctrina, la inspiración cristiana y la generosidad del esfuerzo de estos hombres, ofrecida noblemente en aras de una paz y de una justicia social, que en aquellos tiempos no pudieron ver lograda.
Y en este ambiente, en esta lucha y en este forcejeo de
odio, de rencor y de pasión desenfrenados de unos contra
otros transcurren los años 31 al 30, de inolvidable y triste
recuerdo para todos, que nos dan el balance siguiente de los
seguros sociales logrados y establecidos:
SEGURO D E V E J E Z D E L R É G I M E N
L I B E R T A D SUBSIDIADA
DE
Es voluntario y no propiamente retiro obrero. Es de libertad subsidiada, puesto que el Estado premia al asegurado con un subsidio o bonificación por cada imposición voluntaria que éste haga. La cuantía de la pensión es, como máximum, de 2.500 pesetas anuales.
RETIRO OBRERO OBLIGATORIO
Es obligatorio, y los máximos beneficios que se otorgan
al trabajador son de una peseta diaria.
SEGURO D E M A T E R N I D A D
Es obligatorio, pero condicionado a que las mujeres sean
asalariadas y no perciban una remuneración superior a 4.000
pesetas anuales.
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SEGURO I N F A N T I L Y M U T U A L I D A D E S
ESCOLARES
Es obligatorio, pero su desarrollo bien puede considerarse como de escasa importancia.
SEGURO DE ACCIDENTES D E L TRABAJO
Existen tres legislaciones distintas, pero la que nos interesa señalar es la de industria, por ser la única a la que se
conceden beneficios en forma de renta.
M U T U A L I D A D DE LA P R E V I S I Ó N
Es obligatoria para los funcionarios del Instituto Nacional de Previsión y a la que pueden asociarse los empleados de otros Organismos, pero prácticamente a los primeros estaba reducida.
Y esto es, señores, todo lo logrado y establecido, ésta
era toda la labor de previsión realizada en veintiocho años
por los regímenes anteriores, entre ellos, el de la tan cacareada República de trabajadores, en una nación de 20 millones de habitantes entonces, en una nación en la cual las tres
cuartas partes o más de los españoles necesitan para poder
subsistir de los beneficios de la previsión.
Pobre balance, que no puede ni logra dar satisfacción a
nadie, pero que, hábilmente preparado, es una de las armas
más eficaces del régimen masónico, antiespañol y marxista
imperante en aquellos días, cuya actuación tenía jin solo objetivo, el de entregar a España destrozada y dividida a la
voracidad salvaje del comunismo y de toda clase de Internacionales.
Balance trágico entregado a la desesperación de las raa— 7—
sas como justificación de la impotencia de un régimen para
resolver aspiraciones legitimas, por ser mandato divino, olvidado su cumplimiento por quienes tienen el deber moral y
material de administrar los bienes que Dios puso en nuestras manos para el disfrute de ellos.
Triunfo de los sin Dios, pero clarín de guerra a su vez,
que pone en pie todas las reservas morales de la Patria y a
todos los españoles que no se resignan a ser esclavos de las
Internacionales, pero tampoco juguete y capricho de aquellos
a quienes interesa y conviene el mantenimiento de la lucha
de clases,
Y es, señores, en esta tierra parda, seca y fría de Castilla donde suenan los primeros gritos de rebeldía, de santa
rebeldía por Dios y por España, y es en Valladolid donde
surge el primer capitán, que al frente de un puñado de campesinos y de estudiantes lanza el reto a la canalla marxista,
a los políticos desaprensivos y vividores, a los usureros y
acaparadores, a la polilla de España, que lentamente había
ido agujereando su piel y por cuyos orificios no salían más
que gritos angustiados de socorro y de salvación.
Y es en Castilla, en Valladolid, donde nuestro capitán
desafió al mundo oriental y a todas las democracias confabuladas y las emplaza en el nuevo orden de ideas, en la transformación que se precisa para sacar a la Humanidad del precipicio en que se encuentra.
Y es en Castilla, también, donde, en agosto del 31, se
dice: «Castellanos: ¿No veis a España en la pendiente de
la ruina? La política, ese arte infame de odiar con pasión al
que sustenta opuestas opiniones y de escalar el mando tritu-^
rando al adversario, con el pretexto de salvar a la nación,
ha acechado siempre la vida de España, ha paralizado sus
energías y está a punto hoy de. dar fin de la Patria.
¡Castellanos! Traidores son los que todavía quitan importancia a tan catastrófico período : el que no sienta alarman
do todo su ser, es indigno hijo de España. NO SE P U E D E
P E R M A N E C E R E N T R E G A D O F R Í A M E N T E A LOS
I N T E R E S E S P R O P I O S , mientras, el interés de todos, que
es la defensa del Estado y la conservación de nuestra sociedad, amenazan derrumbarse...».
¡ Capitán de Castilla! ¡ Onésimo Redondo ! ¡ Presente!
Es aquí, pues, en los campos y pueblos de Castilla, en
las calles de. España, en sus cárceles y checas, en los caminos todos dé la Patria, en los hospitales, donde atravesados
por las balas enemigas nuestros adelantados se encontraban
y ante los cuerpos mortales de nuestros Caídos, donde, quiérase o no, se empezaron a escribir las páginas más gloriosas de la Historia de la Nueva España y, entre ellas, las de
política social y de previsión.
Y nos encontramos, señores, ante el recuerdo de la fecha gloriosa e inolvidable del 18 de julio de 1936, que continuará siéndolo, quieran o no los fariseos, los conformistas
y apaciguadores y hasta Jos viles y traidores, que de todo
hay en la viña del diablo.
Fecha gloriosa e inolvidable, que dejaste en mi alma huella profunda de responsabilidad, de servicio y juramento, tesoro y herencia de valor incalculable, que Dios, en sus inescrutables designios, puso en mis manos, y a El le pido me
dé fuerzas suficientes para continuar conservándola pura e
invariable hasta el momento supremo de entregarla en obligado acto de sucesión, para que sea acrecentada y ofrecida
siempre al mejor servicio de Dios y de España.
Ha dado principio nuestro Glorioso Movimiento Nacional, y desde el primer momento su Jefe y Caudillo, Franco,
pone en pie dé guerra dos ejércitos: el de las armas y el co •
razón, para conquistar las tierras de España, y el de la pluma y la inteligencia, para implantar la justicia social.
Capitanes del nuevo ejército social son Aznar, Sangro y
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Jordana, lo;, dos primeros elegidos de Dios, antes de iniciar
la marcha para alcanzar las nuevas metas de la previsión señaladas por Franco, como los grandes caballeros cristianos,
juran su fe en Dios y su amor a la Patria, y en prenda de su
juramento dejan la vida de sus hijos, que los bárbaros y los
malos españoles les arrebataron.
A Jordana de Pozas, quiso la Divina Providencia concederle la satisfacción y el honor de poder ver que su ofrecimiento persistiera en la guerra y en la paz, donde aún, con
ardor y lealtad, por todos reconocida, fructifica la labor de
los que con toda dignidad y eficacia honran su apellido.
Franco quiere, pide y ordena que se dé y se gane la batalla de la justicia social que el Evang-elio de Cristo impone,
y en plena guerra, el. 9 de mayo de 1938, lanza sus primeras
consignas de actuación y nos dice:
«La previsión proporcionará al trabajador la seguridad
de su amparo en el infortunio. Se incrementarán los seguros
sociales de Vejez, Invalidez, Maternidad, Accidentes del Trabajo, Enfermedad Profesional y Paro Forzoso, tendiéndose
a la implantación de un Seguro Total. De modo primordial
se tenderá a dotar a les trabajadores ancianos de un retiro
suficiente.»
(Fuera del Trabajo.)
«El Estado español garantiza a los trabajadores la seguridad de su amparo en el infortunio y le reconoce el derecho
a la asistencia en los casos de vejez, muerte, enfermedad, maternidad, accidentes del trabajo, invalidez, paro forzoso y
demás riesgos que pueden ser objeto de seguros sociales.»
(Fuero, de Las Españoles.)
La rapidez con que tal propósito se ha desarrollado ha
batido todos los records de las realizaciones legislativas del
mundo.
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En 1938.—Un Subsidio Familiar, que encuadraba a toda
la población trabajadora en una gigantesca Mutualidad nacional, sostenida por contribución patronal y obrera, que empezó a pagar inmediatamente un subsidio en metálico poicada hijo menor de catorce años.
En 1939.—Aquel primitivo sistema de Retiro Obrero
Obligatorio, que con muchos años de cotización pretendía
asegurar una peseta diaria de pensión al cumplir sesenta
y cinco años los asegurados, se transforma,
radicalmente,
sustituyéndolo por un Subsidio de Vejes, también con cuota
patronal exclusiva, y que empezó a pagar pensiones de tres
pesetas diarias con sólo que hubieren trabajado cinco años
por cuenta ajena y hubiesen cotizado por ellos sus patronos.
En 1941.—Se empieza la articulación de un seguro para
la enfermedad profesional de la silicosis, con lo cual los afectados por ésta ya no tienen que discutir si están o no protegidos por el Seguro de Accidentes del Trabajo. Las indemnizaciones son casi iguales a las de accidentes.
En 1942.—Se crea una de las grandes aspiraciones nacionales, el Seguro de Enfermedad. Desde 1910 el Instituto
batallaba por su implantación ; sus esfuerzos y sus proyectos no pudieron vencer nunca los intereses creados dentro
del Estado liberal. Hizo falta el clima del Movimiento y el
apoyo del Caudillo para que fueran una realidad.
El Seguro de Enfermedad sobre líneas modernas (contribución patronal y obrera por mitad, encuadramiento de la
gran masa trabajadora, protección de carácter familiar) ha
asegurado el pago del 50 por 100 del salario en los días de
enfermedad y la prestación sanitaria completa del trabajador
y de toda su familia.
En 1943.—Se da otro paso gigantesco y se hacen realidad los seguros sociales en la agricultura. Así el campo, hasta entonces falto de protección eficaz, empieza a recibir el
Subsidio Familiar y el Subsidio de Vejez.
En 1945.—El Caudillo quiere proclamar en una carta mag— 11 —
na la existencia de una serie de derechos en los individuos
que son razonados, y, por tanto, que el Estado se compromete a defender y garantizar. Así surge el Fuera de los. Españoles, en cuyo artículo 28 se lee: «El Estado español garantiza a los trabajadores la seguridad de su amparo en el
infortunio y les reconoce el derecho a la asistencia en los casos de vejez, muerte, enfermedad, maternidad, accidentes del
trabajo, invalidez, paro forzoso y demás riesgos que puedan
ser objeto de seguro social».
Pero no solamente se ha conseguido la creación e implantación de los grandes seguros sociales reseñados, sino
que en estos años posteriores al Glorioso Movimiento hemos vivido una constante superación, perfeccionamiento y
mejora no sólo de los seguros nacidos antes del 36, sino también dé los nuevos seguros sociales.
Sin embargo, para medir en toda su profundidad el
pulso protector del Movimiento Nacional a los seguros
ciales, no nos hace falta acudir a la enumeración de los
talles particulares de mejoras de cada seguro, sino qué
bastan unas poquísimas cifras.
imsodenos
En efecto :
EN LOS INFORTUNIOS PROTEGIDOS
En 1935 había los Seguros Obligatorios de Accidentes del
Trabajo, Retiro Obrero y Maternidad.
En 1950 tenemos los de Accidentes del Trabajo, Enfermedades Profesionales, Vejez e Invalidez, Subsidios Familiares, Enfermedad, Maternidad, Régimen de Seguros Sociales
en la Agricultura, Régimen de Seguros Sociales a los Pescadores, etc.
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LAS PERSONAS P R O T E G I D A S
En 1935, entre todos los seguros se protegían seis millones de españoles, o sea escasamente la cuarta parte de la población de España
En 1950, los seguros actuales protegen a unos ocho millones de trabajadores y unos once millones de familiares suyos, o sea, en números redondos, hoy tenemos más de diecinueve millones de personas protegidas, que representan los
dos tercios de la población total de España.
LOS B E N E F I C I O S R E P A R T I D O S
Dejando a un lado los beneficios morales que representan
la tranquilidad y la seguridad que hoy disfrutan los españoles a través de los seguros sociales, y ciñéndose escuetamente al valor material de los beneficios repartidos, tenemos:
Hasta el año 1935, o sea en veintisiete años, el Instituto
había pagado prestaciones por valor de 162 millones de pesetas.
Hasta finales del año 1948, el Instituto había pagado prestaciones de seguros sociales por valor de más de nueve mil
millones de pesetas. Y tomando promedios, por ejemplo, del
año 1948, tenemos que hoy el Instituto paga cada mes lo que
pagó en veintisiete años, o sea los 162 millones de pesetas.
U N A N O T A DESTACADA: E L PLAN NACIONAL D E INSTALACIONES SANITARIAS D E L SEGURO D E E N F E R M E D A D
Hoy no puede dejar de llamar la atención a nadie las
grandes y magníficas instalaciones sanitarias que con una
rapidez asombrosa se levantan en numerosos lugares del so— 13 —
lar español. Hoy, en efecto, la magnitud del Plan NacianaL
de Instalaciones Sanitarias produce inquietud en muchos, satisfacción en otros y desconcierto en todos ellos.
Realmente, 67 grandes Residencias Sanitarias, 62 Ambulatorios completos y 145 Ambulatorios reducidos y con una
capacidad total de 16.114 camas, constituyen una combinación de cifras muy seria.
Pero, ¿por qué se ha hecho?
1.° Porque un Seguro de Enfermedad no seria eficaz si
no tuviese por principal objetivo el realizar la cura de los
enfermos con la eficacia y la técnica más completas.
2.° Porque los centros sanitarios han de ser como los
pilares de una gran acción educativa y preventiva, que eleve
rápidamente el nivel sanitario de España.
3.° Porque al tener España un número insuficiente de
clínicas particulares en los centros urbanos y carecer casi en
absoluto de instalaciones sanitarias en los núcleos rurales,
era absolutamente indispensable situar cuanto antes en los
puntos estratégicos del mapa de España adecuados centros
de asistencia sanitaria, si queremos que el Seguro de Enfermedad sea una realidad protectora de las clases trabajadoras.
4.° Porque aparte del deber que tenemos de aliviar el
dolor ajeno y de luchar por defender la vida de nuestros semejantes, al recuperar su actividad para el trabajo ganamos
fuerzas, acumulamos energías y reservas para la fuerte lucha
económica en la que se debaten nuestros tiempos.
Un hombre, empresario o productor, no es y no puede
ser comparable con una pieza de una máquina que se sustituye por otra; el hombre lo creó Dios con un alma y una
inteligencia; pero, además, el hacerle, el prepararle para
una actividad en la vida, cuesta años y mucho dinero ; a la
pieza engranaje de una máquina la hace el hombre, y para
ello precisa de escaso tiempo y dinero para que entre en funcionamiento y producción.
En los economistas hay una gran inquietud, por creer
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que el coste de este grandioso Plan será la ruina de los seguros sociales.
A éstos podemos contestarles que estén tranquilos, porque tales construcciones no se costean con la recaudación
normal del Seguro, sino que son una bien definida inversión
de finalidad social de fondos de reserva de otros seguros sociales que el Instituto administra y que el de Enfermedad
habrá de amortizar en dilatado plazo de años con sus propios medios.
Los obreros sienten una inmensa satisfacción cuando vén
estas modernas construcciones y cuando, en las que ya se
han inaugurado, observan que ellos disfrutan de una asistencia que antes les parecia privilegio de potentados.
Y ya se empiezan a recoger los frutos, porque yo puedo
recordar algunas visitas mías a los Ambulatorios, en los
que preguntaba el visitante desconocido y no el Consejero,
y se le respondía: «Así ya se puede dar a luz con tranquilidad el octavo hijo ; ¡que Dios se lo pague a Franco!» Naturalmente que hablaba una señora, y al hacerlo un caballero, un productor, escuché: «Estoy contentísimo y agradecido al Instituto ; todavía no sé cómo he podido venir aquí»,
y le fué explicado.
Todos están -desconcertados, los que lo disfrutan y los
que lo miran recelosamente, porque... unos tienen lo que
nunca soñaron y oiros no pueden creen que el Movimiento
Nacional llegue tan lejos en la protección de los trabajadores.
Pero por encima de comentarios está ,1a realidad efectiva.
Una Residencia Sanitaria (la de Valencia) se ha inaugurado recientemente.
Siete Residencias ya tienen casi el edificio terminado
(Mahón, Coruña, Guadalajara, Logroño, Teruel, Zaragoza)
y el propio de esta capital, que albergará 300 camas.
Otras 14 Residencias están en plena construcción (Álava,
Almería, Badajoz, Barcelona, Burgos, Cáceres, Cádiz, Cór— 15 —
(loba, Santiago, Huelva, Mieres, Vigo, Santa Cruz de Tenerife, Bilbao).
Con respecto a los Ambulatorios:
Tres están funcionando (Puertollano, El Ferrol y Vallecas).
Cuatro ya tienen el edificio terminado (Pampliega, Trujillo, Mieres y Calatayud) ; y
Doce están en plena construcción (Ciudadela, Villadiego,
Medina de Pomar, Navalmoral de la Mata, Eibar, Jaca, Jaén,
Carabanchel, Oviedo, Sama, Medina de Ríoseco y Guernica)
y acabamos de iniciar las obras del de Medina del Campo.
Y vista asi, en conjunto, la gran obra del Instituto, meritoria en los momentos adversos anteriores al 1936 y fecundísima en el impulso maravilloso del Movimiento Nacional,
sólo así cabe considerar un punto importantísimo : las. críticas que se le formulan.
Todo lo humano es siempre criticado, y cuando una obra
alcanza la preeminencia y el volumen que ha alcanzado ésta
del Instituto, es natural también que junto a las alabanzas
de los millones que reciben el amor de su protección, haya
un sector que, con el arma de la crítica especulativa, pretenda desconcertar la opinión pública y empañar con este juego una de las grandes realizaciones del Movimiento Nacional.
Porque si hemos visto que la extensión, la profundidad,
el volumen del Instituto tuvo una expresión insignificante
antes del 1936, es evidente que la grandeza, la potencialidad
y la efectividad práctica que hoy tiene es un producto del
Glorioso Movimiento Nacional. Y en la línea de sus instituciones, no olvidemos nunca que Girón no se mordió la lengua cuando dijo que el Instituto era «la mejor arma en el
avance social».
Pero veamos cuáles son las críticas más destacadas.
16
CRITICAS
1.a El Seguro de Enfermedad.
2. a Atesoramiento fantástico de dinero.
3. a Que en muchas Empresas se cotiza más de lo que
se recibe.
4.a Que la acción del Instituto es una fría acción estatal que carece del calor que le da la participación de los obreros y patronos en la gestión.
Examinemos cada una de ellas.
1.a El Seguro, de Enfermedad.—¿Por
qué han de empeñarse determinadas gentes en no reconocer la necesidad de
la implantación urgente, rápida y automática de este Seguro? ¿Porque perjudicó intereses particulares que, aun siendo considerados legítimos, no cubrían la atención qué necesitaban los trabajadores? Es posible que así ocurriera. Pero,
¿ ante esto habría de pararse la acción bienhechora de la colectividad, que era lo que se pretendía? Ño hubiera sido justo ni humano tal proceder.
¿Es que su implantación representa arrancar de las manos dé los vividores políticos de todas clases un arma de propaganda para sus manejos y actuaciones contra nuestro Régimen? Esto es cierto.
Para el sector de buena fe, reconozcamos que es difícil
en los primeros momentos luchar con las costumbres de las
gentes, y mucho más con las de los españoles, que las hacemos leyes; por ello ha resultado incomprensible para muchos el verse obligados a prescinda, por imperativo de una
organización apremiante, de su médico de cabecera, a su vez
amigo y consejero familiar.
Para que llegue a estas familias la satisfacción plena del
Seguro de Enfermedad, tienen que disponer de libertad para
elegir el médico de su confianza y percibir en su totalidad
los beneficios de los Ambulatorios y Residencias.
Y en eso está nuestro Ministro de Trabajo, que tiene re— 17 —
conocido este derecho por ley, en el estudio de querer resolver, dentro de la organización complicada que todavía imponen las circunstancias, y nosotros colaborando con él, batiendo el record de construcción de los Ambulatorios y Residencias ; por ello puede afirmarse que pronto estarán satisfechas estas aspiraciones.
Si todos olvidáramos apetitos y conveniencias particulares un poco nada más en aras de la justicia social que se debe
al prójimo y nos convenciéramos de una vez de que el Seguro de Enfermedad es ya una conquista social lograda por
Franco para los productores, con los naturales defectos de
su iniciación, conquista que no es posible quitársela, por
mucho que se luche contra ella, algo mejor y más perfectas
andarían ya las cosas.
El Ministro de Trabajo, Girón, arma y motor en constante funcionamiento por servir el Seguro, no rechaza ofrecimientos y colaboraciones para poder resolver cuanto antes las dificultades o defectos que le son conocidos; pero
exige nada más que las ayudas sean desinteresadas y orientadas únicamente a perfeccionar y mejorar la obra ya realizada y la que aún queda pendiente, pero en rápida ejecución.
Sintamos el orgullo de nuestra obra de previsión social
y valoremos las opiniones y reconocimiento que de ella hacen los países que la estudiaron y la conocen, aunque entre
ellos mismos exista alguno que, para poder establecer comparaciones, se vea obligado a repartir a voleo gafas oscuras
para no ver el resurgir de nuestra independencia y dentaduras postizas para tratar de triturar nuestra decisión de mantenerla.
2. a El atesoramiento.—La
cuestión es tan simple, que
quizá por esto incluso parecerá sorprendente.
En primer lugar, hemos de considerar que en los seguros de reparto tiene que haber unos fondos de reserva que,
ante la posibilidad de una disminución de ingresos por crisis parciales o totales, aseguren la continuidad en el pago de
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las prestaciones por seguros sociales ; y en los seguros de
capitalización (Accidentes del Trabajo y Seguro de Pensiones de Régimen Libre) tiene que haber el capital que asegure el pago de la renta a los pensionistas.
La falta de reservas en este sentido significaría tanto como
pagar prestaciones cuando únicamente se recaudara el dinero necesario para ello, o sea, significaría carecer de seguros,
que, en resumidas cuentas, quiere decir seguridad.
Si pensamos que en 1948 los pagos fueron 1.800 millones
de pesetas y teníamos una reserva de 2.500 millones, quiere decirse que sólo se podía responder del pago de un año y
medio de prestaciones, lo cual es bien poco y casi peligroso
por lo insuficiente.
Ahora bien ; el Instituto no puede atesorar las reservas,
sino que tiene que invertirlas, y de hecho están movilizadas
en favor del procomún ; y no las puede invertir como quiera, sino que hay la Ley de Inversiones del año 1943, que determina exactamente cómo lo tiene que hacer. Así, se dispone en dicha Ley que los fondos de reserva se aplicarán:
Un 60 por 100 como mínimo obligatorio, en valores del
Estado.
Un 10 por 100 como máximo, en otros valores de plena
garantía.
Un 30 por 100 como máximo, en inversiones de finalidad
social.
¿Qué significan estos porcentajes? Apliquémoslos, por
ejemplo, al final del año 1948
Había una reserva de cifras redondas de 2.500 millones
de pesetas. Aplicando exactamente los porcentajes legales,
resultaba que:
El 60 por 100, o sea 1.500 millones de pesetas, debían estar forzosamente en valores del Estado.
El 30 por 100, o sea 750 millones de pesetas, podían estar empleados en inversiones de finalidad social, y el 10 por
— 19 —
100, o sea 250 millones de pesetas, en otros valores de garantía.
Pero como resulta, además, que el porcentaje destinado
a fondos públicos siempre fué mayor, disminuyendo el porcentaje destinado a los otros conceptos, ocurre lo siguiente:
1.° Que casi las tres cuartas partes de los fondos de reserva, o sea más dé mil quinientos millones de pesetas, los
tiene el Estado.
¿Para qué? Ya se sabe en qué lo emplea: pantanos, canales, carreteras, etc., en lo que tenga más necesidad.
2.° Casi la cuarta parte, o sea alrededor de los ochocientos millones de pesetas, están en obras que disfrutan los trabajadores (las ' inversiones sociales: viviendas, mejoras rurales, colonización, etc.).
3.° El resto (valores de plena garantía) constituye esta
reserva móvil que se requiere siempre como capacidad de maniobra para usar de ella cuando las recaudaciones se retraen
o disminuyen circunstancialmente.
Hoy, este panorama de inversiones de los fondos del Instituto se ve alterado, porque con los mismos se sufragan las
obligaciones del Plan Nacional de Instalaciones Sanitarias.
¿Dónde está, pues, el atesoramiento, del Instituto, cuando ni una sola de las pesetas que lo constituyen está Reactiva y la mayor parte de las mismas las está empleando el Estado Q los propios tfabajadores1?
Tenemos la tercera crítica:
3. a Que hay Empresas en las que se coMsa más de lo
que los trabajadores de la misma reciben. —, Esta crítica es
francamente pueril. Quienes la formulan ignoran:
1.° Que los seguros sociales son una inmensa Mutualidad establecida en base de solidaridad nacional, en la que
hay una redistribución del dinero en forma tal que las cuotas recaudadas en todos los puntos de España sirven para
atender necesidades donde se presentan.
Es natural que los lugares, las industrias y las Empresas
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en que se cotiza con exceso a lo que se cobra por seguros
sociales tengan que compensar a los lugares y Empresas en
que se recibe más de lo que se paga.
2.° Que la teoría egoísta de que los que pagan más de
lo que reciben no debieran pagar el exceso, equivale a decir
que sólo tenían derecho a subsidios y prestaciones aquellos
grupos que los podían pagar y que el resto debieran verse
privados de protección.
¿ Qué es lo cristiano y lo patriótico: el egoísmo o esa solidaridad?
Nosotros creemos que las regiones ricas han de ayudar
a las pobres y las profesiones fuertes a las débiles, porque
los pobres y los débiles también tienen derecho, pues no olvidemos nunca aquellas expresivas palabras del Caudillo cuando dijo : «Si la vida de España, la solidaridad de España, está
en su unidad, para el Instituto Nacional de Previsión esta
unidad es indispensable. Vosotros sabéis que toda la previsión y todos los seguros sociales descansan en eso: en la
unidad, en repartir el infortunio entre todos los españoles
para que toquemos a un poquito y, de este modo, alejarlo
de unos pocos ; que también a ellos les llegue el sol, el calor
y la vida, que aumente su amor hacia la Patria». (Palabras
de Franco al Instituto Nacional de Previsión.)
Conviene saber que en el Instituto Nacional de Previsión
no se distribuyen beneficios de ninguna clase, no hay reservas ocultas, no se reparten dividendos, porque no existen accionistas ; no hay explotación de negocio, sólo tenemos una
administración obligada y bien acreditada su solvencia en
todos los países, que se ajusta a los porcentajes autorizados
por leyes dadas a la publicidad y al conocimiento de todos los
españoles. Se lucha y se trabaja más de lo que algún malintencionado supone, con el corazón puesto siempre en el interés de nuestros beneficiarios, en el exacto cumplimiento de
las consignas y anhelos del Caudillo y en el interés supremo
de la Patria.
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Ciertas críticas y bulos que se lanzan son a veces tan intencionados que, en su maldad y perversos propósitos, no
se paran ni ante el patrimonio sagrado de determinadas personas, las que por su honradez, lealtad y servicios prestados
merecen mayor respeto y, desde luego, un reconocimiento
sin reservas, sin dudas y tan claro como lo es su actuación
generosa y eficaz.
Veamos, por fin, la última gran crítica:
á.a Que la acción del Instituto, es fría, acción estatal, a
la que falta el calor de los trabajadores en su gestión.—A esto
debemos afirmar que ha sido política tradicional de previsión la participación de trabajadores y empresarios en la
gestión de los seguros sociales.
El Instituto, desde sus primeros tiempos, la practicó, y
hoy se halla en su Consejo una nutrida representación sindical, y específicamente hay patronos y trabajadores..., y su
colaboración eficaz nadie podrá ponerla en duda.
No está lejos el día en que los empresarios y productores
sientan la necesidad de una colaboración más intensa y voluntaria cerca del Instituto, porque habrán reconocido que la
obra realizada es fruto de su esfuerzo y, sobre todo, que
es justo, cristiano y conveniente el fomentarla y defenderla.
Entonces, al visitar la casa de todos, nos convenceremos
que no es favor lo que allí se despacha, que no es dinero a
fondo perdido lo que allí se entrega, que es el fruto del esfuerzo de la vida, que es la generosidad cristiana y el amor
al prójimo, que, en definitiva, es la justicia social lo que allí
se reparte.
* * *
Y para terminar, es necesario, y a ello hemos de llegar,
que los empresarios, los productores y los españoles todos
reconozcan la ingente obra realizada por el Instituto y la necesidad de ella en su función de instrumento de la política de
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seguridad social, desposeídos de toda pasión y prejuicio, que
fué creado, a veces, por incomprensión, por el desconocimiento de muchos de sus problemas, por los perjuicios que
sin proponérselo crea a los intereses que se consideran inatacables, porque olvidan deberes de justicia que están obligados a cumplir ; por oposición sistemática al Régimen que
fomenta la pobre herencia recibida y crea lo que estima por
deber de conciencia justo y cristiano ; y también, por qué no
decirlo, porque somos españoles y tenemos que hablar y opinar de todo, de lo cual resultan muchas veces críticas interesantes y objetivas, que ni pueden ni deben olvidarse para ser
tomadas en consideración.
Día llegará, y no lejano, en el que al Instituto Nacional
de Previsión se le considere como lo que es y debe ser, la
casa propia de todos, continuación de la de cada uno, porque en ella están aseguradas las posibilidades humanas de
unas vidas activas de trabajo y el descanso y tranquilidad
de aquella otra que necesita la ancianidad para sentirse satisfecha de su esfuerzo y prepararse para rendir cuentas de
su actuación a su paso por la vida.
Nuestro Ministro de Trabajo, y el Instituto en su nombre, no rechazan la colaboración de nadie; todo lo contrario, la obra que les está encomendada es de tal volumen, trabajo y responsabilidad, que en ella caben todas las iniciativas, dentro, naturalmente, de la línea señalada y en dirección
noble y generosa de la meta a que nuestro Régimen ambiciona llegar.
Vengan a nosotros los hombres de estudio y ciencias especializados en la materia, los maestros, los facultativos en
Medicina y Farmacia, los órganos técnicos y sindicales, los
empresarios y los productores, todos los hombres de buena
fe, que sientan en el fondo de sus conciencias la obligación
que tienen de trabajar en problemas como el que nos ocupa,
que tanto ha de contribuir a la paz y al bienestar de España,
y serán bien recibidos.
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Pero no olvidemos, señores, que los españoles hemos padecido una guerra de liberación y que el mundo todo la sufre desde hace diez años, y que en ella, en su fondo, se ventila principalmente un problema de justicia social, por él que
se han derramado torrentes de sangre, que en avance arrollador ha destruido ya todas las concepciones políticas anteriores a nuestros tiempos y que amenaza muy de cerca y
bárbaramente con destruir nuestra civilización y, con ella,
la fe de nuestras almas, el amor a la familia y la grandeza de
la Patria.
Todos los esfuerzos que hagan la ambición, el egoísmo,
la mala fe y la incomprensión de los hombres por llevar ese
torrente de ideas, de sangre y de justicia social por cauces
anteriores, es tiempo perdido, está desbordado todo eso, ha
tomado nueva orientación y, en ella, nada tienen que hacer
los tiempos pasados.
Es la hora del examen de conciencia y del arrepentimiento de un pasado que hay que considerar y confesar, cuando
menos, equivocado, y reconocer que el nuevo cauce tiene
que abrirlo la justicia social que defiende nuestro Régimen,
acompañado de la buena fe, de la generosidad y del amor entre hermanos.
Contamos, gracias a Dios, con el hombre providencial
que, en constante vigilia por España y los españoles, estudia, prepara, guía y orienta la labor evangelizadora que se
ha impuesto ; sigamos a nuestro Caudillo en su camino con
las armas dé la constancia, de la fe, de la virilidad y con el
recuerdo de nuestros Caídos.
Y si nos faltaran fuerzas para seguirle en el camino recto y penoso, lleno de abrojos y de espinas, que con él hemos
de recorrer todavía por imposición de las circunstancias, entonces, con nuestra incomprensión, con la vergüenza de nuestra cobardía, con la locura de nuestra ambición y con el
egoísmo de nuestros malos propósitos, avancemos pocos me— 24 —
tros, no más, y depositemos todas estas miserias, como flores de un alma arrepentida, a los pies del Divino Corazón de
Jesús, ahí, en el Relicario de la Raza, donde su divina misericordia prometió «reinar en España y con más veneración
que en otras partes...», que El nos salvará.
i VIVA F R A N C O ! ¡ ARRIBA ESPAÑA!
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