EUCARISTÍA FUNERAL DEL P

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EUCARISTÍA FUNERAL DEL P. FAUSTINO MZ. DE OLCOZ. (21/06/04)
Queridos compañeros sacerdotes y jesuitas, hermanos y sobrinos del P. Faustino y
amigo todos en el Señor.
“No quiero curarme ni no curarme, quiero lo que Jesús quiere. Estoy con Jesús y con
María. Me sobra todo lo demás.” Y repetía: “Jesús, Jesús, María. Tengo una paz muy grande.
Seguid trabajando por los pobres. Estoy muy feliz y unido a mi Dios”.
Estas palabras me decía el P. Faustino hace unos días con plena y lúcida consciencia
de su inminente y definitivo encuentro con “Mi Dios y mi todo”, como lo expresaba él. Ha
acabado sus días con fe y confianza porque iba a ver a la fuente de la alegría: Dios. Hoy
damos gracias a Dios Padre y a su Hijo Jesucristo porque nos ha regalado a un hombre que ha
sido durante toda su vida intensamente, apasionadamente, un constructor de humanidad. Por
eso centenares de personas aquí, en América, en Africa, en China, se unen a esta celebración
eucarística, con lágrimas en los ojos, especialmente los miembros de esa gran Familia de Fe y
Alegría, extendida en 14 países de América Latina, receptores de la generosidad de muchos
de vosotros y del P. Faustino. Su gran corazón lo puso al servicio de los pobres a través del
Secretariado de Fe y Alegría. El buen Padre Dios le daba fuerzas para trabajar
incansablemente alentando y financiando múltiples proyectos en los países donde Fe y
Alegría está establecida. Sumamente tenaz en enviar información a toda España en unos
boletines en los que escribía manualmente mensajes con contenido muy cordial y muy
directo. Su gestión al frente del Secretariado se caracterizó por su austeridad en los medios,
burocracia cero y eficacia máxima.
Pero, ¿dónde está el secreto, la raíz que ha movilizado y fecundado la vida y el trabajo
apostólico de Faustino a lo largo de estos 73 años en la Compañía de Jesús y 58 de
sacerdocio?. En la gratitud y asombro que la persona de Jesucristo suscitó en Faustino, en el
amor apasionado que sintió por Jesús. Siguiendo el ejemplo de Ignacio y de Javier, el P.
Faustino ha preguntado a Cristo Nuestro Señor muchas veces: y yo, ¿qué he hecho por Cristo,
qué voy a hacer por ti, Cristo?
Estas preguntas brotan de lo íntimo de un corazón conmovido por un profundo
agradecimiento y amor.
Cuántas veces vi a Faustino apoyado sobre su bastón en actitud recogida, orando a
Cristo presente en la Eucaristía, confiándole sus alegrías, que fueron inmensas, y sus noches
oscuras que tampoco faltaron. Y junto a Cristo, su Madre, María, la mujer llena del Espíritu y
que alabó al “Dios de los pobres”. A ella durante este último mes le cantaba la salve, la que
aprendió en el Santuario de la Virgen de Codés.
Sabéis que Faustino no se andaba con rodeos, ni se iba por las ramas y tuvo muy claro
que primero necesitamos de Jesús, porque sin Él no podemos hacer nada, para ser
consecuentes y actuar como Jesús actuó y nos mandó que lo hiciéramos; porque comulgar en
el Cuerpo de Cristo implica necesariamente (no opcionalmente) vivir y actuar abiertos a la
acogida y entrega generosa a cuantos nos rodean y más a esos “Cristos vivos” que son los
pobres Lázaros arrojados a las puertas de las casas de los ricos Epulones insaciables, que
generan una violencia sistemática contra la dignidad de hombres y mujeres, y niños, y que no
puede tolerarse en el Reino querido por Dios Padre.
Ser amigos del Señor Jesús significa ser amigos de los pobres. Por eso, no podemos
volvernos de lado cuando nuestros amigos están en necesidad.
Somos una comunidad en comunión con los pobres, precisamente por el amor
preferencial que Cristo les tiene. Entendemos con más claridad que el pecado del mundo, que
Cristo vino a sanar, alcanza en nuestro tiempo el culmen de su intensidad en las arrolladoras
estructuras sociales de pecado, como las llama Juan Pablo II, caracterizadas por el afán de
ganancia y sed de poder y que excluyen a los pobres (la inmensa mayoría de la población
mundial) de la participación en los beneficios de la creación, crucificando su dignidad de
hombres y de hijos de Dios. ¡Cómo hería esta crueldad el alma del Padre Faustino! ¿Cómo es
posible que en nuestro tiempo haya quien se muera de hambre, quien esté condenado al
analfabetismo, o no tenga techo donde cobijarse, o carezca de la asistencia médica más
elemental?.
Y tú, y yo, ¿qué vamos a hacer por Cristo?. Seguir descubriendo a Jesús en el rostro de
aquellos con los que Él mismo ha querido identificarse: “Tuve hambre y me disteis de comer,
tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y en la cárcel y me
visitasteis”.
Así se comprueba nuestra fidelidad.
Juanjo Iragorri, sj.
Superior de la Comunidad de Pamplona.
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