Ya hacía tiempo que mis amigos me insistían en ir a San Nicolás

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21 al 24 de septiembre de 1985
ORIGEN DE LA CAMINATA
Ya hacía tiempo que mis amigos me insistían de ir a San Nicolás, con motivo de las
apariciones que decía tener una mujer de barrio, llamada Gladys Motta. Yo lo creía, pero en
ese momento, estoy hablando del año 1985, estaba espiritualmente medio frío pero no
perdido. Siempre iba a misa y rezaba de vez en cuando. Siempre le tuve mucho cariño a la
Virgen María, pero en ese momento la tenía un poco olvidada.
Después de las primeras apariciones en el año 1983, de la Virgen en San Nicolás,
comenzaron a formarse grupos de oración, para rezar el Rosario, cosa que la Virgen pedía y
mucho.
Después de tanta insistencia, me hicieron ir a un grupo de oración, que habían organizado,
para rezarle el Rosario a la Virgen.
Al principio fui con pocas ganas, luego me fui metiendo y comencé a rezar.
Un día, alrededor del 20 de agosto de 1985, arreglamos con Rally ir a correr al Rosedal.
Hacía tiempo que no iba y había que empezar a bajar los kilos acumulados en el invierno
para estar más presentable en el verano.
Ese día, después de dar la vuelta al lago del Rosedal en Palermo, que medía
aproximadamente 1600 mts., nos sentamos a descansar. Yo estaba muerto por la falta de
estado físico. En ese momento teníamos 25 años.
Rally y yo somos amigos desde 1974. Fuimos juntos a un colegio religioso, hicimos varios
viajes juntos, íbamos a las fiestas y a pesar de que cada uno siguió una carrera diferente,
siempre, hasta el día de hoy, nos seguimos viendo.
Volviendo al tema anterior, estábamos descansando, tirados en el pasto, y entre las tantas
cosas que hablamos, Rally me comentó, que el 25 de septiembre de ese año, quería ir en
ómnibus a San Nicolás, bajarse 50 km antes y caminarlos, ya que ese día era el tercer
aniversario de la aparición de la Virgen María en San Nicolás. Al escucharlo, le propuse
caminar todo el trecho desde Buenos Aires a San Nicolás; me dijo que era mucho,
aproximadamente 240 km, pero le contesté que si nos entrenábamos lo podíamos hacer; y
así lo hicimos.
Al principio lo tomamos como una aventura, pero al ponerme a pensar, decidí hacerlo por
un sobrino mío que tenía leucemia, que estaba por terminar el tratamiento e iban a ver si se
había curado o no.
PREPARACION
A partir de ese día empezamos a correr todos los días. Al principio íbamos al Rosedal.
Empezamos con una vuelta, luego dos, tres, etc. Después pasamos a la cancha Municipal de
golf, que una vuelta son 3 km. Luego incorporamos el lago, hasta que al final corríamos dos
ochos entre el lago y la cancha, completando 10 km diarios. Íbamos todos los días, lloviera
o no, a las 8 de la mañana. Fue bastante cansador, porque correr todos los días 10 km, lleva
su tiempo y esfuerzo. Tanto fue así que me acuerdo estar corriendo y desear que llegue el
día de la caminata, porque me daba la sensación de que iba ser más liviano. Me acuerdo
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que a partir de uno de los días le empecé a ofrecer las corridas a la Virgen y eso me dio
fuerzas. En los primeros días de septiembre nos anotamos en una maratón que organizó la
Facultad de Belgrano de 10,5 km de extensión, ese día cambiamos la plaza por la maratón.
En esos días además de correr, organizamos el viaje. Teníamos que pensar cuantos días
íbamos a caminar, en donde íbamos a dormir, que teníamos que llevar, y si íbamos a poder
ir. Yo tenía en esa semana, parciales en la facultad y no sabía si me iban a caer en esos días
de caminata.
También en ese mes, organizamos un viaje en colectivo a San Nicolás, en el cual vimos
todos los lugares que había para parar: las estaciones de servicio, hoteles, bares, etc. y en
que kilometraje estaban. Con todos esos datos, vimos que cada 50 km aproximadamente,
había un motel de ruta y a partir de eso decidimos caminar 4 días. También decidimos salir
de la intersección de la ruta 8 y 9 en la Panamericana, ya que de ahí había 210 km.
Decidimos salir el miércoles 21 de septiembre, caminar ese día, el jueves, viernes, sábado y
llegar el domingo 25 por la madrugada a San Nicolás.
Nos compramos zapatillas para caminar. De equipaje decidimos llevar zapatillas de
repuesto, bolsa de dormir, remeras, ropa interior, medias, talco, agujas para las ampollas,
remedios, campera, suéter y algo para la cabeza. Rally en ese momento vendía pantalones
para hacer esquí, que los llevamos para protegernos por si llovía.
Por suerte la fecha de parciales cayó en la semana siguiente a la de la caminata, así que los
estudié antes de irme.
Paralelamente a todo esto, Rally se enteró que iba ir un grupo de chicos de Vicente López,
entonces pensó en llamarlos para ir todos juntos. Al principio no los conseguía, hasta que
un día habló con un amigo de los del grupo, el cual le dijo que ellos tenían todo organizado
y que no había lugar para nosotros, porque los iba apoyar un auto todas las noches y
nosotros no cabíamos. Yo le dije a Rally, que estaba mal por lo que le habían dicho, que no
se preocupara, total para nosotros no cambiaba nada, ya que lo habíamos organizado todo
sin saber que ellos iban, dispuestos a dormir donde sea, sin que nadie nos apoyara y yendo
totalmente a lo desconocido a ver que pasaba.
Llegó el 19 de septiembre, dejamos de correr y descansamos. El día 20 a la tarde, fuimos a
misa, nos confesamos y preparamos todo para el día siguiente.
Íbamos a salir a la 7 de la mañana para el cruce de la 8 con la 9, nos iba a llevar Diego, un
amigo nuestro que también estaba en el grupo de oración, y que siempre fue puntual. Me
acuerdo que, eran las 7.00 hs de la mañana del 21 de septiembre y Diego no aparecía, pensé
que era porque lo había ido a buscar a Rally, que siempre se quedaba dormido. Lo llamo a
Rally y estaba despierto esperando. Llamo a lo de Diego, y el que se había quedado
dormido era él y por esa razón salimos más tarde de lo que habíamos quedado.
Además de Diego, fueron otros chicos del grupo de oración a despedirnos, nos sacaron
fotos, nos saludamos y empezamos a caminar.
PRIMER DÍA
Ese 21 de septiembre, día del estudiante, fue muy lindo. La madre de Rally nos había hecho
unos sándwiches para almorzar esa mañana. Cada uno llevaba su mochila con una bolsa de
dormir. Rally llevaba puestos unos jeans y yo unas bombachas de campo.
Al principio empezamos pateando piedritas, pero al pasar las primeras horas de la mañana
empezamos a sentir los músculos. El sol estaba fuerte y a media mañana paramos a tomar
algo porque teníamos sed. Rally seguía pensando en los chicos de Vicente López. Al
mediodía paramos en una estación de servicio, compramos una gaseosa y nos sentamos en
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una galería del bar a comer los sándwiches. Al rato apareció un chico barbudo, con una
estampita de la Virgen de San Nicolás colgada en el pecho y al vernos nos preguntó si
nosotros éramos peregrinos, al contestarle que si, nos dijo que ellos eran los de Vicente
López. Al ratito aparecieron los demás. Ellos eran cuatro: Raúl, Luis que le decían Momi,
Hugo y Magdalena que le decían Magui.
Rally les comentó lo que había hablado con el amigo de Raúl y ellos dijeron que había sido
un mal entendido, así que a partir de allí seguimos juntos toda la caminata.
El hecho de haber salido tarde esa mañana, quizás fue el motivo de habernos encontrado
con ellos en la ruta. Sin duda la Virgen quería que fuésemos todos juntos.
Lo que primero nos preguntamos era para qué cada uno de nosotros había decidido
caminar.
Momi dijo que lo hacía para conseguir un trabajo mejor del que tenía; Magui para que una
pareja de amigos, que se habían separado, se junten de nuevo. Raúl por la conversión de su
padre. Hugo no me acuerdo. Rally y yo teníamos intenciones en común, por mi sobrino con
leucemia, un primo que la semana anterior se había quemado con la explosión de un
calefón y estaba al borde de la muerte y por un chico que se había quedado paralítico.
Ellos también habían estudiado la ruta y habían elegido los mismos lugares que nosotros
para dormir, con la diferencia de que el padre de Raúl los iba apoyar en auto todo el viaje.
El ritmo de la caminata que nos habíamos propuesto fue caminar dos horas y descansar
quince minutos y así lo hicimos, lo que me valió el apodo de sargento, ya que los obligué
hacerlo todo el viaje, porque al principio uno lo hace, pero cuando pasa el tiempo, la
tendencia es agrandar el tiempo de descanso y achicar el de caminata.
Esa tarde cayó el padre de Raúl, nosotros aprovechamos y dejamos las bolsas de dormir en
el auto y seguimos con las mochilas.
Al llegar la noche los chicos estaban muertos. Magui y Momi tenían ampollas. Rally y yo
estábamos cansados pero bien y sin ampollas, por suerte nunca las tuvimos. Unas de las
formas de alentarnos era, además de rezar, pensar que habíamos ido a ofrecer el dolor y el
cansancio y eso era lo que le daba sentido a la caminata.
Ese día caminamos hasta una de las entradas a Zárate en donde había un restaurante junto al
primer motel. Con nosotros llegó el padre de Raúl. Los chicos fueron a ver si había lugar
para dormir, al verlos con las estampitas y rosarios colgando del pecho, les dijeron que no,
porque no era un motel para dormir. Aunque los chicos insistieron, no quisieron, así que se
tuvieron que ir.
Al quedarnos sin hotel, el padre de Raúl decidió llevarnos a un hotel en Zárate, en el cual
dormimos esa noche. Al día siguiente, después que nos costo mucho levantarnos, nos
tomamos un colectivo hasta la entrada, en donde habíamos parado esa noche y continuamos
con el viaje.
SEGUNDO DÍA
Esa mañana, Momi y Magui no sabían si iban a poder seguir por las ampollas que tenían,
pero con esfuerzo siguieron.
Ese día, en una de las paradas, alrededor de las 17 hs., lo hicimos en un bar tipo boliche de
campo a orillas de un arroyo, detrás nuestro una tormenta nos venía siguiendo. La
Panamericana hasta ese momento era de doble mano. El bar era bastante humilde, tomamos
unas gaseosas, y al comentarle al dueño lo que estábamos haciendo, nos propuso de
quedarnos a dormir para que no nos agarrara el agua. Le agradecimos el ofrecimiento, pero
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decidimos continuar para cumplir con las etapas que nos habíamos propuesto. Al irnos, los
chicos le dejaron unas estampitas de la Virgen María. Cuando estábamos subiendo la
banquina, el hombre vino corriendo y nos regaló dos gaseosas y unas galletitas. Magui ante
el gesto de este hombre le regaló una imagen de la Virgen que llevaba con ella.
La tormenta nos corría y los descansos se hacían cada vez más cortos, para poder llegar a
Baradero lo más rápido posible.
El rezo del Rosario era el combustible de nuestras piernas y lo rezábamos frecuentemente.
Al llegar la noche, la tormenta nos alcanzó y con ella un diluvio. Cada uno se protegía
como podía, pero siempre caminando, ya que nos quedaban pocos kilómetros para llegar a
Baradero.
Rally y yo pensamos en forma independiente y sin decirnos nada, ponernos los pantalones
de lluvia que habíamos llevado, pero como los chicos no tenían nada, nos dio lástima y no
nos los pusimos. Cuando pasaba un auto nos dábamos cuenta de la cantidad de agua que
caía. Todos aprovechamos a ofrecer ese momento.
Cuando llegamos a una estación de servicio, unos km antes de la entrada a Baradero,
decidimos parar en el bar que estaba al lado. Ya no dábamos más del cansancio y de dolor.
Cuando entramos al bar, Magui casi se desmaya. Por suerte yo había llevado unas pastillas
para la presión, que la ayudó a recuperarse. La acostamos en un sillón que había. Hugo se
fue al mostrador a pedir algo de comer y Raúl, Momi, Rally y yo nos sentamos en una mesa
a discutir si Magui podía seguir o no.
En un momento de la charla, Raúl le dice a Rally si no le podía prestar los pantalones de
lluvia que traía en la mochila ya que tenía los pantalones empapados. Rally al dárselos le
comentó que sus pantalones estaban secos. Al ver que mis bombachas estaban también
secas, le ofrezco a Momi mis pantalones de lluvia. Cuando se los di, apoyé la mochila en
mi pierna y sentí como el agua de la mochila me mojaba. Ni Rally ni yo nos dimos cuenta
en ese momento lo que estaba pasando.
Cuando llegaron los chicos del baño, colgaron sus pantalones en las sillas y al levantarnos
se veía un charco de agua en el piso, debajo de cada pantalón.
Esa noche en vez del padre de Raúl, vino un amigo, el cual nos llevó hasta el centro de
Baradero a un hotel.
Rally y yo siempre dormíamos juntos en un cuarto. Raúl, Momi y Hugo en otro y Magui en
otro. Esa noche en el cuarto del hotel, con Rally nos quedamos sorprendidos de que
tuviésemos los pantalones secos y todo lo demás mojado. Al día siguiente nos levantamos y
nos fuimos caminando desde el hotel hasta la Panamericana para compensar los km que
habíamos adelantado en auto, la noche anterior.
TERCER DÍA
Ya se hacía cada vez más difícil caminar y cada vez rezábamos más.
En la tarde de ese día, la Panamericana se hizo de una mano. Justo en ese lugar, caminando,
Raúl se da vuelta y nos pregunta si olíamos una fragancia. Rally, Momi y yo íbamos
caminando atrás. Se sentía una fragancia a rosas. Momi no la olía. Yo me acerque a un
almacén que tenía unas plantas para ver si esa fragancia venía de ese lugar, pero no sentí
nada. Momi ante la desesperación de no sentir nada, con Rally lo poníamos en la línea de
nuestro camino, pero seguía sin sentir.
Después de ese pueblo, había un puente que por debajo pasaba el tren. A los pocos metros
de allí, llegó el padre de Raúl. Eran alrededor de las 17 hs. Descansamos un rato y nos
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comentó que a 15 km teníamos un hotel en una estación de servicio sobre la ruta en donde
podíamos parar a dormir. Decidimos dormir ahí para terminar en San Nicolás el último día.
Al irse continuamos la marcha. Aproximadamente a las 21 hs, ya de noche, íbamos por un
camino de tierra debajo de la banquina, cuando llegaron en auto, unos amigos de los chicos.
Al ver las luces de una estación de servicio, más adelante, les dijimos de encontramos ahí
para tomar algo y descansar. Nos sentamos todos en una mesa y nos comentan que esa
tarde habían estado con Gladys y que le habían comentado de nosotros. Además de los
últimos mensajes nos trajeron unos Rosarios, que Gladys se los había dado para nosotros,
bendecidos por la Virgen. Nos comentan además que querían reunirse, el yerno de Gladys y
el hijo del Psicólogo que la había atendido a Gladys cuando comenzó a tener las
apariciones de la Virgen, para caminar el último día con nosotros. Como ellos volvían a
San Nicolás, les iban a decir que estuvieran a las 8 hs, en el hotel de la estación de servicio,
para comenzar a caminar.
Nos despedimos y seguimos caminando por un camino lateral a la ruta, que era de tierra y
bordeaba el alambrado de los campos.
Era una noche con luna. Raúl decide leer, con una linterna, los mensajes que nos habían
dado. Uno de los mensajes se refería a un coro de ángeles que cantaban adorando a Dios.
No terminó de leerlo, cuando todos empezamos a sentir una fragancia a jazmín
impresionante, tanto fue que Rally y yo, que íbamos atrás, de los nervios y el susto
corrimos hasta ponernos al lado de los chicos. Ante el asombro, miré hacia los costados
para ver si la fragancia venía de algún lado, pero no había nada, solo campo pelado.
En ese momento sentimos una presencia de Cristo, que estaba con nosotros y de los
nervios, emoción y miedo comenzamos a rezar el Rosario cantado como agradecimiento.
Pasaron las horas y el hotel no llegaba. Momi empezó hacer dedo para que lo llevaran,
porque ya no podía caminar más del dolor que tenía por las ampollas, pero no lo levantaba
nadie. Algunos tuvieron unos minutos de nerviosismo porque el hotel no se veía y
estábamos en pleno campo y muy cansados. Al rato en el fondo de una recta vimos el hotel.
Nunca caminamos una recta tan larga. Cuando llegamos al hotel, al otro lado de la ruta,
había un cartel que decía cal "El Milagro" y el hotel se llamaba "El Paraíso". Parecía un
chiste. Los 15 km, que nos había dicho el padre de Raúl, se habían convertido en 25 km y
en vez de llegar a las 24 hs, llegamos como a las 2 o 3 de la mañana. El hotel era un rancho
con una galería externa que daban los cuartos. Conseguimos cuartos, comimos algo y nos
dormimos agotados.
CUARTO DÍA
Al día siguiente nos despertamos a las 9.00 hs, porque por el cansancio de la noche
anterior, nos habíamos quedado dormidos. Los chicos que se iban a juntar esa mañana para
caminar con nosotros, supuestamente estaban afuera esperando. En el cuarto, esa noche
dormimos Hugo, Rally y yo. Hugo salió del cuarto para ver si estaban y cuando vuelve nos
dice que afuera estaban los dos chicos con Gladys y otras personas.
En ese momento Rally y yo estábamos lavándonos los dientes en el baño. Rally le temblaba
todo el cuerpo. Cuando salimos del baño, Gladys había entrado para ver como estábamos y
se había sentado en una de las camas, porque seguro que estaba cansada.
En un principio, nuestra pretensión había sido llegar a San Nicolás, ir al campito y esperar
en frente de la casa de Gladys para ver si la veíamos y resultó ser que ella nos esperó afuera
del hotel, para vernos a nosotros. Rally se puso a llorar de los nervios y de la emoción.
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Cuando salimos después de tomar un desayuno, en el bar de la estación, Rally y yo nos
pusimos a caminar al lado de ella y le pregunté si había leído la carta que le había mandado
mi madre pidiendo por mi sobrino; ella me contestó que no se acordaba, ya que le llegaban
muchas, y no tenía tiempo de leerlas todas.
Le preguntamos como era la Virgen y que era lo que sentía cuando se le iba aparecer. Nos
contestó que era “Hermosa” y que le agarraba un dolor muy fuerte en el pecho, tipo ardor,
cuando se le iba aparecer. También nos mostró los estigmas en las muñecas que se les
abrían en determinadas fiestas religiosas. Los estigmas parecían una cicatriz de una
lastimadura, totalmente cerrados.
Cruzamos la ruta y nos pusimos a caminar debajo de la banquina. Gladys nos acompañó un
trecho, ya que el auto que la había traído se puso más adelante para esperarla.
Al rato de caminar nos pusimos a rezar el rosario. Yo iba caminando al costado de Gladys,
entre medio estaba Magui. Cuando terminamos de rezar, sentimos que Gladys decía: LA
VIRGEN DICE: NO SOIS SIMPLES CAMINANTES, ESTÁIS SIENDO
AGRADABLES A DIOS. Cuando empezó a dar el mensaje yo la miré a los ojos, los tenía
cerrados y vi que le parpadeaban como si estuviese encandilada. Volvió a repetir el mensaje
y se secó las lágrimas de los ojos.
Todos seguimos caminado en silencio y totalmente impresionados por lo que habíamos
escuchado. Gladys nos comenta que se tenía que ir porque el párroco de San Nicolás, el
padre Pérez, no la dejaba hacer este tipo de contactos personales, pero dijo que volvería a la
noche para caminar otro rato con nosotros. Cuando comenzó a subir la barranca de la
banquina para ir al auto, se da vuelta y nos dice: miren chicos, y nos muestra las palmas de
las manos y de los estigmas le salía sangre que le corría por la mano.
Nos quedamos todos mudos e impresionados por lo que habíamos visto. Se subió al auto y
se fue. Después nos enteramos que cuando íbamos caminando con Gladys, una luz nos
seguía arriba nuestro y cuando le dio el mensaje esa luz se había puesto adelante. Nosotros
esa luz no la vimos, solo escuchamos a Gladys repetir lo que la Virgen le estaba diciendo
en ese momento. Con nosotros quedaron el yerno y el hijo de psicólogo.
En el camino, el yerno nos cuenta que con otro hombre de San Nicolás, habían ido
caminando a Luján y que en un momento habían sentido hambre y encontraron granos de
soja para comer.
Llegó la tarde, y empezó a llegar gente de Buenos Aires, entre ellos Diego, también gente
de San Nicolás, las mujeres de Raúl, Momi y la novia de Hugo. El grupo en cada km, se
hacía más grande.
Diego se puso a caminar con nosotros. Como su padre se estaba muriendo de cáncer, le
regalé el Rosario bendecido por la Virgen que nos había mandado Gladys el día anterior,
cosa que me costo, pero lo hice con gusto.
Más a la noche, el grupo tenía entre 20 a 25 personas, entre ellas Gladys que había vuelto
para caminar el último trecho del camino con nosotros.
Rally y yo caminábamos junto a ella atrás de todo el grupo. En un momento empezamos a
rezar el Rosario, y como Gladys miró hacia arriba, nosotros también lo hicimos y vimos la
luna con una aureola naranja que la rodeaba y una nube chica a su costado. La noche estaba
despejada. Cuando terminamos de rezar, Gladys volvió a mirar, y nosotros también y la
nube y la aureola no se veían. Al rato volvimos a rezar el Rosario, volvimos a mirar y
estaba la aureola con la nube, cuando dejamos de rezar miramos y ya no estaban. La
fragancia a rosas olerla ya era común, en especial cuando uno se acercaba a ella.
Ya a pocos km de la entrada a San Nicolás, ya de noche, un auto con las luces nos seguía de
atrás por la banquina, para iluminarnos el camino. Nosotros seguíamos caminando atrás del
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grupo con Gladys. De repente ella se agachó y dijo: que lindo, agarró un manojo de granos
de soja que había en el suelo y nos los dio (a su yerno, a Magui, a Rally y a mí).
Eran cuatro pequeños montículos de granos de soja, perfectamente ordenados.
Los granos de soja son redondos y por eso no encontraba la explicación de como estaban
ahí de esa manera, ya que si se habían caído de un camión, no estarían de esa forma y no
entendía como todo el grupo que iba adelante nuestro no los había pateado. Después nos
enteramos que tampoco los habían visto.
Rally pensó en sus adentros, porque me lo dijo después, que la Virgen se había olvidado de
nosotros, ya que como los chicos de Vicente López eran cuatro, lo lógico que los
montículos se referían a ellos. Yo no pensé nada, ni tampoco entendía su significado.
Llegamos a la catedral alrededor de las 10 de la noche. Nos pusimos a rezar y Gladys dijo
que le miremos los ojos de la imagen de la Virgen, no se si fue ilusión, pero se los veía
llorosos. Nos dijo que la Virgen estaba contenta.
Al salir de la catedral, camino al campito, ya el grupo se había distanciado. Yo caminaba
con el yerno de Gladys, Rally lo hacía, con otros, bastantes metros atrás. Ya casi llegando
al campito a pocas cuadras, el yerno me dice: mirá. Se veían dos montículos de soja iguales
que los de la ruta, pero en el medio de la calle de San Nicolás. Esos eran para nosotros. En
ese momento ya todo me parecía posible, porque en plena ciudad, era imposible que
hubiese soja en el medio de la calle y menos de esa manera.
Llegamos todos al campito, emocionados y muy cansados, rezamos, nos saludamos y nos
fuimos a dormir a un hotel.
25 DE SEPTIEMBRE
Después de levantarnos, nos fuimos a misa en la catedral. Yo estaba escuchándola junto a
Rally y entre la gente apareció Hugo, me tocó el hombro y me dijo que se habían enterado
del regalo que le había hecho a Diego y que por ese motivo le habían dado 3 Rosarios para
mi, también bendecidos por la Virgen, lo que me dio una gran alegría interior.
Después de la misa, nos saludamos, Rally se volvió a Buenos Aires en un colectivo en el
cual iba gente conocida que le pidieron que volviera con ellos.
Hugo, la novia y yo nos volvimos con Diego, que había ido en auto.
Al volver, en el auto, Diego y yo íbamos adelante y Hugo atrás con su novia durmiendo.
Diego me dijo de rezar un rosario, no terminó de decirlo que sentimos una fragancia a rosas
impresionante. Nos miramos, miramos para los costados, nos fijamos las ventanillas y
estaban cerradas. Al ratito dijimos de rezarlo, no terminamos de decirlo que empezó la
fragancia de nuevo. Del susto casi no lo rezamos.
BUENOS AIRES
Cuando llegamos a Buenos Aires, le conté todo lo que había pasado a mis padres y las
manos no dejaban de temblarme de los nervios que tenía.
En esa semana tuve los parciales que había preparado unos días antes de la caminata, los
cuales me fueron bien. Yo me pasé varios días volando, sin entender mucho lo que
habíamos vivido.
A partir de San Nicolás nos empezamos a reunir los seis, todos los lunes en lo de Raúl a
rezar el Rosario. Al mes nos preguntamos que había pasado con las intenciones del viaje. El
padre de Raúl se confesó y comulgó, los amigos de Magui se volvieron a juntar, a Momi le
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ofrecieron cuatro trabajos, el análisis final de mi sobrino dio que estaba curado, mi primo
quemado se curó, dicho por los médicos, a una velocidad milagrosa.
Con Rally empezamos a contar lo que nos había pasado a diferentes grupos de personas que
se reunían en las parroquias para escucharnos, pero al tiempo, por orden del padre Pérez
(párroco de la catedral de San Nicolás) nos aconsejó contarlo solo a personas que
estuvieran realmente interesadas, por las deformaciones que le habían dado a nuestro
cuento. Yo después de eso prácticamente no lo conté nunca más.
A los dos años, en otra caminata a San Nicolás conocí a mi mujer. Ese año, fui el primer día
de apoyo y nunca me imaginé conocer a mi mujer en la ruta 9 y de noche. No queda muy
bien el cuento. Hoy tenemos 6 hijos y todos fueron alguna vez caminando a San Nicolás los
cuatro días. Igual pasó con los hijos de Rally y nuestras mujeres.
Lamentablemente los otros cuatro (de Vicente López) nunca más participaron.
Desde ese entonces hasta el día de hoy, todos los años del 21 al 24 de septiembre se
organiza la peregrinación a San Nicolás. Hoy ya hacen 31 años.
Con Rally actualmente pertenecemos al grupo organizador, que trabaja todos los años para
que esta peregrinación se haga.
Al principio fuimos seis peregrinos, y en los años sucesivos se fueron agregando gente de
todos lados y de diferentes clases sociales. Hoy normalmente llegan caminando a San
Nicolás entre 800-1.000 personas, en su mayoría jóvenes adolescentes. Algunos años han
llegado a ir cerca de 2.000 personas. También caminan sacerdotes, seminaristas, monjas y
monjes misioneros, etc.
En todos estos años, de la peregrinación, han salido noviazgos, matrimonios, y vocaciones
sacerdotales. Díganmelo a mí.
De las miles de personas que han caminado en todos estos años, a ninguno jamás le pasó
algo serio durante la caminata. La Virgen nos cuida.
Recuerdo hace pocos años, estar todos caminando en el medio de una tormenta. Llovía en
todos nuestros costados, pero arriba nuestro estaba despejado y por las nubes salía el sol.
Cuando uno reflexiona sobre esta caminata, y nos preguntan cómo se les ocurrió hacerla,
contestamos: éramos dos jóvenes de 25 años, que al principio quisimos hacer una aventura
religiosa. Que tuvimos el privilegio de que la Virgen nos haya elegido para hacerla, porque
Ella lo necesitaba. Fuimos meros instrumentos. Nunca nos imaginamos la cola que iba
traer. Solo encendimos la chispa para iniciar la gran fogata que es hoy. Durante la primera
peregrinación, nos tocó ver y experimentar signos de Dios, pero a pesar de que ya no
sucedan, todos los años en la caminata a San Nicolás se produce un milagro, que es ver la
transformación espiritual de todos los peregrinos desde el primer día al último, cuando
llegan al Santuario donde está la Virgen. La Virgen, en esos cuatro días, les abre a todos el
corazón. Hay una verdadera conversión. La caminata es como un retiro espiritual,
caminando. La peregrinación es de la Virgen y nosotros trabajamos para Ella.
En particular, les puedo decir, que en todos estos años, aprendí amar a la Virgen y por Ella
a Cristo, con todo mi corazón. Descubrí que poniéndose en sus manos, la vida se hace más
fácil. Las tormentas de la vida se pasan con esperanza. Cuanto más nos acercamos a Él,
más mimos nos regala. Y me sale decirle:
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Señor, por ser débil y pecador, te pido perdón. Toma mi mano, no dejes que te suelte y
llévame a donde Tú quieras. Gracias por todo. Yo quiero seguirte sin preguntas, ni
cuestionamientos, y quiero ofrecerte toda mi vida porque te amo, y así cuando llegue el
último minuto de mi vida, me digas; “Tu estarás hoy conmigo en el Paraíso”.
Emilio Vernet
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