HISTORIA III° Medio - Colegio Francisco de Miranda

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GUÍA DE
APRENDIZAJE:
INGLATERRA: ENRIQUE VIII - ISABEL I y EL
ANGLICANISMO
En el siglo XV, la nobleza inglesa era menos numerosa que en otros países del
continente y estaba unificada; no existían señores con dominios territoriales
independientes. Las ciudades, desde su origen, dependieron del rey, y por esto
tuvieron libertades económicas y comerciales. Como en el resto de las sociedades
europeas occidentales, durante el siglo XIV la nobleza inglesa —reunida en el
Parlamento— enfrenté a la monarquía. Sin embargo, la administración y la
autoridad real en Inglaterra fueron mucho más fuertes y estuvieron centralizadas
mucho antes que en el resto del continente. Además, la lealtad de la nobleza a la
monarquía estuvo asegurada durante más de cien años (entre 1339 y 1453 se
desarrolló la Guerra de los Cien Años) por las victorias inglesas en los campos de
batalla, en territorio francés. Pero cuando los ingleses fueron expulsados de
Francia, los nobles más poderosos comenzaron a luchar entre sí por la sucesión al
trono. Entre 1455 y 1485 se desarrollé la Guerra de ¡as Dos Rosas entre la Casa de
Lancaster (rosa roja) y la Casa de York (rosa blanca), las dos más grandes familias
de terratenientes del reino.
Los Tudor y la nueva monarquía absoluta
En 1485, Enrique VII, heredero de la Casa de Lancaster y de la Casa de York,
resulté vencedor en la Guerra de las Dos Rosas y fundó la dinastía Tudor. Su
objetivo más importante fue concentrar y reforzar, nuevamente, el poder de las
instituciones centrales de la monarquía, debilitadas por los enfrentamientos entre
los nobles. Bajo su administración, los dominios reales se ampliaron y los ingresos
de la corona se triplicaron. El Parlamento, que se reunía todos los años, dejó de ser
convocado. Finalmente, el poder absoluto del rey se consolidó cuando Inglaterra se
enfrenté con la Iglesia Católica de Roma, y Enrique VIII se convirtió en el jefe de
la Iglesia inglesa reformada, que se llamó anglicana.
William Shakespeare (1564-1616) fue un escritor inglés. y uno de los más grandes
dramaturgos de todos los tiempos. Escribió dramas históricos inspirados en la
tradición inglesa y en la antigüedad, como Ricardo III, Enrique V, Julio César,
Antonio y Cleopatra, y también comedias de intriga y tragedias como Romeo y
Julieta, Hamlety Rey Lear, entre otras.
“La monarquía se había convertido bajo los Tudor en un poder absoluto. La alta
nobleza, al fin de la Guerra de las Dos Rosas, estaba aniquilada casi por completo;
la nobleza interior, los campesinos propietarios de tierras y los burgueses
ciudadanos querían ante todo paz y orden. Shakespeare, en sus obras, ve el mundo
con los ojos de un burgués. Su defensa de la monarquía, lo mismo que la de sus
contemporáneos, se explica por su miedo al caos.” Arnold Hauser, historiador
húngaro-inglés contemporáneo, especialista en historia del arte.
Isabel I: La Reina
Los Tudor y la nueva monarquía
Enrique VIII
Virgen
absoluta
En 1485, Enrique VII, heredero de la Casa de Lancaster y de la Casa de York,
resultó vencedor en la Guerra de las Dos Rosas y fundó la dinastía Tudor. Su
objetivo más importante fue concentrar y reforzar, nuevamente, el poder de las
instituciones centrales de la monarquía, debilitadas por los enfrentamientos entre
los nobles. Bajo su administración, los dominios reales se ampliaron y los ingresos
de la corona se triplicaron. El Parlamento, que se reunía todos los años, dejó de ser
convocado. Finalmente, el poder absoluto del rey se consolidó cuando Inglaterra se
enfrenté con la Iglesia Católica de Roma, y Enrique VIII se convirtió en el jefe de
la Iglesia inglesa reformada, que se llamó anglicana.
En 1527, sin heredero varón de ni esposa española Catalina de Aragón, el rey
Enrique VIII hizo pública su decisión de divorciarse, pero el papa Clemente VII
rechazó su pedido. En 1531 el Parlamento reconoció al rey como cabeza suprema
de la Iglesia de Inglaterra. Cuando se casó con Ana Bolena, Enrique VIII fue
excomulgado por el papa. El rey contrajo matrimonio, sucesivamente, cuatro veces
mas.
Isabel I y el origen del poder naval inglés
Otra diferencia entre Inglaterra, España y Francia durante el siglo XVI, fue que el
Estado inglés bajo los Tudor no organizó un ejército regular. En la primera mitad
del siglo, mientras Carlos V y Francisco I luchaban por Italia, los ingleses,
protegidos por su situación insular, se mantuvieron a la defensiva. Esta política
tuvo una consecuencia muy importante en la sociedad inglesa: una parte de los
nobles ingleses abandonaron la actividad guerrera y se dedicaron a actividades
comerciales mucho antes que en cualquier otra región del continente.
Cuando en la segunda mitad del siglo XVI, Inglaterra participó de las guerras de
religión que originaron nuevos conflictos entre los países europeos, La monarquía
inglesa impulsó la modernización de la flota real equipándola con barcos de guerra
muy superiores a los españoles y portugueses. Después de la destrucción de la
Armada Invencible española en 1588, quedaron establecidas las condiciones para
el dominio inglés de Los mares.
Este dominio marítimo tuvo una consecuencia muy importante: la flota se podía
usar para la guerra pero también para el comercio. Desde entonces la mayor parte
de la flota inglesa estuvo compuesta por barcos mercantes adaptados
temporalmente para la batalla mediante cañones y que podían volver al comercio
una vez terminada la guerra. En su reinado, Isabel promovió el desarrollo naval y
“llegó a ser la dueña de la flota más poderosa que Europa haya visto nunca”.
Además, el costo total de la armada y su mantenimiento era mucho más bajo que
el de un ejército permanente. En 1603 Isabel murió sin descendencia y la dinastía
Tudor fue reemplazada por la dinastía Estuardo.
Dos siglos de guerras
Durante los siglos XVI y XVII, Europa se convirtió en un gran campo de batalla.
Pero en el desarrollo de esos dos siglos, las guerras se originaron por diferentes
motivos. A comienzos del siglo XVI, el motivo más frecuente de las guerras era el
conflicto entre dinastías que luchaban por el dominio de un mismo territorio
(como por ejemplo, la lucha entre los Habsburgo de Austria y España y los Valois
de Francia por el dominio sobre Italia).
Entre 1550 y 1650, el conflicto religioso entre los Estados que apoyaban la reforma
protestante y los que luchaban contra ella, se superpuso a las luchas por la
ampliación de los territorios. Este conflicto frecuentemente intensificó las
rivalidades originadas por otros motivos (la Guerra de los Treinta Años —entre
1618 y 1648— en la práctica enfrentó a la totalidad de los Estados europeos.
Comenzó como un conflicto religioso pero se convirtió en una lucha por el poder
en Europa entre los Estados territoriales, el imperio, las ciudades y los príncipes).
En la segunda mitad del siglo XVII, los conflictos originados por el dominio de
mercados y rutas comerciales provocaron enfrentamientos marítimos. Estas
disputas se produjeron entre los Estados en los que los grupos burgueses eran más
poderosos (como por ejemplo, la guerra entre Inglaterra y Holanda que, con
intervalos, se desarrolló entre 1652 y 1674).
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