LES 12 TRAVAUX Me aficioné al Derecho Romano leyendo, cuando iba al colegio, las historias de Asterix y Obelix. Comprendí las instituciones romanas de la esclavitud, la manumisio (per censu, per testamentu), la traditio... Es una buena fuente para empezar a aprender algo de derecho. En "los doce trabajos de Asterix" se representa con la gracia y simpatía que caracterizaba a sendos coatures de esta obra de gran interés público y social, "la burocracia". Es una de las pocas ocasiones, creo que incluso la única, en la que Obelix está a punto de desfallecer de tanto subir y bajar escaleras en ese edificio demoníaco donde tienen que lograr superar un trámite administrativo. Jocosamente las funcionarias hacen de todo menos trabajar; se arreglan las uñas y sobre todo confunden a los dos personajes remitiéndoles una y otra ver a lugares incorrectos para que intententen llevar a cabo la gestión que tienen que hacer para superar la prueba. Ese episodio de la aventura se desarrolla en un edificio al que llaman "la casa que enloquece". No es para menos; hoy en día, pese a los avances técnicos, al final, para cualquier pequeño problema nos terminan exigiendo la visita presencial. Hace un par de meses fuí a las dependencias de la Gerencia Regional del Catastro de Toledo (situada en la Plaza de Buzones) y el funcionario que debía haberme atendido, un roquero aficionado a la música estridente, con pelos largos y sucios, ropa desaliñada y elitosis, que se vanagloriaba de ser quien fue el Gerente del Catasto de la Ciudad Imperial, después de más de hora y media ni se enteró que las cuestiones que fuí a plantearle que en definitiva no era más que se adaptara el Catastro a la realidad inmobiliaria de varias fincas. Cada vez que abría la boca era para decir una estupidez. No comprendo cómo habiendo cinco millones de parados ese hombre está quitando el puesto de trabajo a otro. También Antonio Fraguas de Pablo (Forgues) ha dedicado diversas viñetas a criticar ese pesado lastre que tenemos que soportar al que llamamos el poder de los funcionarios, los cuales, como hasta ahora han venido estando a salvo de los efectos de los disparos, hacen lo que les viene en gana, sin que nadie pueda tan siquera llamarles la atención. Pero yo al menos puedo quejarme con libertad en mi página web. Aunque les incomode, claro. Narro mi última odisea. El año pasado adquiero un local en estado semirruinoso en un pequeño pueblecito toledano, de 1.700 habitantes, llamado Huerta de de Valdecarábanos, el cual se encontraba, frente al Ayuntamiento en este estado: Los vecino de encima del edificio habían abierto años antes una zanja, no estoy seguro aún de la razón, y la dejaron abierta; como uno de los tramos del tubo del desagüe de las aguas residuales estaba roto, en agosto de 2015 seguía vertiéndose residuos sobre esa zanja, llena de un lodo pestilente. Acudió al local el primer edil y el concejal de urbanismo, cuando los vecinos, que parecían dispuestos a reparar los daños, vieron que también entraba agua fecal por una pared procedente del saneamiento municipal. La avería del Ayuntamiento acaba de ser resuelta, pero lo vecinos están demandados, por hicieron lo que decía Julio Cesar en La Guerra de las Galias: "terga verterent". Voy adelantanto y limpio el local de escombros, extraigo el cieno y tapo la zanja. Los albañiles que lo hacen ponen todo lo que dan de sí, pero mira por donde cuanto está hecho el trabajo aparece el listo de turno un Arquitecto Técnico contratado a sueldo por los vecinos y achaca a esa labor el haber tapado los tubos con escombros (llama escombros a las tierras mismas que fueron extraidas al realizar la zanja). No se molesta en hacer una pequeña escabación para comprobar si los tubos están protegidos con arena de rio. En España pones una gorra de plato a cualquiera y ya se cree un general. Por eso son tachados de "gorrillas" pues sólo son ignorantes y malcriados. Sigo adelante y considero que como el edificio no está adaptado a los tiempos modernos se suprimirían bien sus barreras arquitectónicas (el pueblo esta asentado sobre una ladera con considerable pendiente) instalando en la entrada desde la calle Vicenta de Mora un buen ascensor, demoliendo previamente la escalera. Esto último se ha hecho en un par de días pero instalar el ascensor, hay amigo, eso es entrar en "la casa que enloquece"; como existe un altillo entre el techo de la entrada de mi local que pertenece al dueño del bar colindante, y no es jurídicamente posible adicionarlo a mi propiedad, porque aunque quisiera vendérmelo, que no quiere, tendria que modificarse el título constitutivo siguiendo trámites muy complejos, al final tengo que pedir, según me informa mi proveedor un permiso a Industria. Ya aquí es cuando se lía la mundial. Para algo que puede ser comprobado que no perjudica tengo que rellenar un formulario (no basta con que lo pida a mi manera, tiene que ser un puñetero formulario que se descarga de la web de la Junta y rellenarlo cuando se deja rellenar); y pagar una tasa, una endemoniada tasas que para pagarla, más bien es una limosna, hay que perder mucho tiempo delante de la pantalla del ordenador; y aportar un informe de un Tecnico Competente (un Arquitecto) que diga lo mismo que podrían comprobar los funcionarios de Industria si se personaran en mi local. Que sólo se puede poner ahí y sólo ahí porque en ningún otro lugar del local ha sitio para hacerlo de forma alternativa: Pues aquí me tienen, pensando que en esta España donde nos ha tocado vivir, para cualquier cosita, por insignificante que sea tenemos de perder miserablemente el tiempo de arriba a abajo, pero ya se ve que eso ocurría en tiempos de Roma, ahora hay cibernética, pero da igual. El caso es seguir haciendo la puñeta al contribuyente. Dan ganas de irse al Polo Norte.