Israel 20 años sin Isaac Rabin

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Israel, 20 años sin Isaac Rabin
Carlos LARRINAGA
Historiador
Poco antes de las diez de la noche del 4 de noviembre de 1995, después de entonar “La
canción de la paz”, Isaac Rabin bajaba las escalerillas laterales del estrado que le conducían a su
coche oficial. En el estacionamiento próximo le esperaba el extremista Yigal Amir, que disparó dos
veces contra el primer ministro hiriéndole de muerte. Y con él al proceso de pacificación iniciado
poco tiempo antes. En efecto, al frente del Partido Laborista, en 1992 se había alzado con la victoria
en las elecciones legislativas, accediendo a la jefatura de gobierno y reservándose para sí la cartera
de Defensa. No en vano había realizado una destacada carrera militar, habiendo llegado incluso a
Jefe del Estado Mayor del Ejército israelí entre 1964 y 1967. Con Simon Peres como ministro de
Exteriores, pronto optó por retomar las conversaciones con la Organización para la Liberación de
Palestina (OLP), liderada por Yasser Arafat. Éstas se llevaron a cabo de forma secreta en la capital
noruega, dando lugar a los famosos acuerdos de Oslo de 1993, sellados en Washington el 13 de
septiembre bajo los auspicios de Bill Clinton. El objetivo de los mismos era abrir un periodo de
transición de un lustro durante el cual se negociaría un pacto permanente. Durante ese tiempo el
gobierno israelí sería el único responsable de los asuntos exteriores, la defensa nacional y las
fronteras, si bien se establecía una autonomía sobre los territorios de Gaza y Jericó, primero, y sobre
toda Cisjordania, después. Desde luego, quedaban en el tintero temas tan espinosos como el estatuto
Jerusalén, los refugiados palestinos, los asentamientos judíos, la seguridad y la definición de
fronteras de un futuro Estado palestino, pero lo suscrito en Oslo-Washington era el avance más
importante desde la declaración unilateral de independencia de Israel en 1948.
Unos cuantos meses después, el 26 de octubre de 1994, el propio Rabin firmaba un Tratado
de Paz con Jordania, pieza clave en el devenir político de Oriente Próximo, pues no olvidemos que
Jerusalén Este o Cisjordania pertenecieron en su día el reino hachemí. Hacía 15 años que Israel no
llegaba a un arreglo de estas características con un país árabe. En concreto, con Egipto, el 26 de
marzo de 1979. Desde entonces, Tel Aviv no ha conseguido promocionar nuevos convenios de este
tipo. Por eso, la apuesta de Rabin por una alternativa arriesgada, de paz por territorios, como llegó a
afirmar, fue un paso decisivo en el devenir de la región. Algo que le valió un reconocimiento
mundial sobresaliente: Premio Nobel de la Paz 1994, compartido con Peres y Arafat, y Premio
Príncipe de Asturias de la Concordia, también de ese año, junto al dirigente palestino. Algo estaba
cambiando no sólo en la zona, sino en el propio Rabin, quien, de defender tradicionalmente las vías
militares en el conflicto palestino, había optado decididamente por los caminos pacíficos para
garantizar así la seguridad de Israel, buscando la normalidad en las relaciones internacionales con
sus vecinos. Aunque no todos estaban dispuestos a asumir estas nuevas prácticas en Oriente
Próximo. A los atentados terroristas perpetrados por exaltados palestinos se sumó una campaña de
deslegitimación del propio Rabin alimentada por una derecha recalcitrante que veía en Oslo una
mera cesión. Las manifestaciones y la crispación aumentaron a lo largo de 1995, calificando al
propio Rabin de traidor. Se fue forjando así un ambiente enormemente enrarecido y presidido por la
confrontación que generó el clima propicio para que se produjese el magnicidio. Precisamente, ese
4 de noviembre ya mencionado había sido convocada una gran concentración de apoyo a Oslo y al
proceder de Rabin en la Plaza de los Reyes de Israel de Tel Aviv. Atestada de manifestantes y con la
participación de artistas y de políticos de centro-izquierda y de izquierda, su muerte puso a las
claras la fuerte división existente en la sociedad israelí.
Sustituido por Peres, éste decidió convocar las elecciones en 1996. Por primera vez, se
elegiría al primer ministro de forma directa y el ganador fue un joven Benjamin Netanyahu, ya al
frente del Likud. Este partido, no obstante, no logró ganar los comicios legislativos, por lo que a
“Bibi” no le quedó otra alternativa que aliarse con los ultra-ortodoxos para poder gobernar. Se
consolidaba así la carrera política de uno de los mandatarios israelíes más influyentes de estas dos
décadas. Tomando como excusa los atentados promocionados por Hamás, Netanyahu no dudó en
poner en cuarentena los Acuerdos de Oslo. Partidario de la mano dura con los palestinos, lo cierto
es que Ariel Sharon y él han marcado la estrategia que Israel ha seguido últimamente. Cultivando el
discurso del miedo y cediendo ante las posturas sumamente radicales de los colonos y de los ultraortodoxos han hecho que los diferentes intentos de negociación con los responsables palestinos
hayan terminado en un fracaso total. Con su insensatez Sharon no sólo provocó la segunda intifada,
sino que bajo su mandato empezó a construirse el tristemente famoso muro de la vergüenza para,
según se dijo, atenuar los ataques palestinos. No obstante, el mayor responsable del estancamiento
en los diálogos con la Autoridad Nacional Palestina es Netanyahu. Por ser la persona que ha batido
el récord al frente del gabinete en la historia de Israel, por haber promocionado un sistema de
apartheid que progresivamente nos recuerda al sudafricano y por haber extendido como ningún otro
dirigente el número de colonias en los territorios ocupados. Su alianza cada vez mayor con los
sectores derechistas e intransigentes de la sociedad israelí y azuzando en todas las campañas
electorales la bandera del temor, Netanyahu ha conseguido perpetuarse en la poltrona sin afrontar
realmente los graves problemas que tiene en estos momentos Israel y sus habitantes. Es cierto que la
actitud de Hamás tampoco ha favorecido mucho las cosas, pero Netanyahu, al contrario que Rabin,
nunca ha sido un estadista. De ahí que se eche tanto de menos en Israel una figura de la talla del
político asesinado en Tel Aviv, capaz de ver por encima de sus ambiciones o las de de su formación.
Alguien valiente que deje de lado el corto plazo y el rédito inmediato y que se centre más en el
futuro que en el pasado.
8 de noviembre de 2015
Publicado en El Diario Vasco, 12 de noviembre de 2015, p. 24
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