Israel y los sueños de Tony Blair

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EL PAÍS, miércoles 22 de abril de 2009
OPINIÓN
El ocaso de la doctrina Monroe
L
a V Cumbre de las Américas recién celebrada en Trinidad y Tobago tuvo un desarrollo convencional y una conclusión disonante, pero un alcance eventualmente alentador. La
clausura del encuentro fue el cierre simbólico de tres procesos históricos diferentes.
En primer lugar, parece que
se acentúa el ocaso de la doctrina Monroe. En efecto, el retraimiento de Washington respecto
a Latinoamérica en el comienzo
del siglo XXI fue notorio, mientras el avance de China en América Latina es elocuente. Rusia
parece dispuesta a retornar al
área, al tiempo que Irán, India y
Suráfrica se proyectan activamente hacia la región. Los cinco
—Pekín, Moscú, Teherán, Preto-
juan gabriel
tokatlian
Con su actitud en
Trinidad y Tobago,
Obama confirma
la emancipación
de América Latina
ria y Nueva Delhi— procuran, como proveedores en unos casos y
consumidores en otros, reforzar
los lazos en materia energética
y alimenticia en el marco de la
revalorización de las pugnas estratégicas en torno a los recursos vitales.
Cabe añadir que, en medio de
la languidez de las cumbres iberoamericanas y de aquellas entre
Latinoamérica y el Caribe y la
Unión Europea, desde 2005 se
han llevado a cabo dos cumbres
Suramérica-Países Árabes y una
cumbre Suramérica-África. Al interés en la región de estos actores
estatales hay que sumar la variedad e intensidad de lazos de actores no gubernamentales (partidos políticos, organizaciones civiles de diversa índole, movimien-
tos antiglobalización, comunidades religiosas, grupos transnacionales criminales, entre otros) con
Latinoamérica. Adicionalmente,
han crecido los cuestionamientos
frontales a Estados Unidos y han
surgido Gobiernos manifiestamente críticos con Washington.
Frente a lo anterior, la Casa
Blanca durante el Gobierno de
George W. Bush no pudo hacer
mucho por imposibilitar, neutralizar o revertir ese despliegue de
actores extrahemisféricos, así como los gestos de distanciamiento
o desafío provenientes de la región. En ese contexto, la Administración de Barack Obama no parece inclinada a reconstruir a la
fuerza la maltrecha doctrina Monroe.
En segundo lugar, la cumbre
explicitó la decidida urgencia (de
la región) y la relativa voluntad
(de Washington) de terminar la
vieja guerra fría y no iniciar una
nueva. En efecto, la guerra fría
concluyó en gran parte del mundo y difícilmente va a reanudarse:
Rusia es un actor insatisfecho, pero no revisionista, mientras China, como lo demuestra su comportamiento ante la actual crisis
económica, continúa su ascenso
como un poder moderado y pragmático. El único lugar donde sobrevive la guerra fría, y puede
aún recalentarse, es América Latina. El embargo impuesto por Estados Unidos a Cuba y la persistencia de una obsesión geopolítica con la isla no pueden preservarse más por razones éticas y
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Israel y los sueños de Tony Blair
T
ony Blair, ex primer ministro británico y ahora enviado del Cuarteto en Oriente
Próximo, declaró a la revista Time el pasado 8 de abril que ha
llegado a la conclusión de que la
vuelta al poder del recién elegido
primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu —que todo el
mundo considera un revés casi fatal para las perspectivas de que el
conflicto palestino-israelí se solucione mediante el establecimiento de dos Estados—, podría ser
más bien una bendición.
Blair nos informa de que en la
conversación que ha mantenido
con Netanyahu le ha quedado claro que, lejos de descartar el establecimiento de un Estado palestino, el nuevo primer ministro pretende convertirse en el padre de
la nación palestina. Parece que
Blair, al igual que su amigo George W. Bush, miró en el alma de su
interlocutor y llegó a la conclusión de que ese hombre aspira ni
más ni menos que a “construir el
Estado desde la raíz”.
Evidentemente, hay que pensar en la molesta cuestión de
que Netanyahu se niega a dar su
apoyo a la solución de los dos
Estados. En realidad, para él, un
Estado palestino es más bien
una plaga que hay que evitar.
Sin embargo, a Blair le gustaría
que comprendiéramos que, antes de que Netanyahu pueda revelarle al mundo su secreta pasión por la construcción nacional palestina, “deben darse las
circunstancias adecuadas”.
Con el debido respeto, cabe
preguntarse si Blair ha perdido
completamente el contacto con
las realidades de Oriente Próximo. Es verdad que, por lo menos, el ex primer ministro sí ha
advertido en repetidas ocasiones de que la constante ocupación de tierras palestinas, la expansión de los asentamientos y
el daño causado a la economía y
la sociedad palestinas por los
más de 600 controles militares
israelíes están destruyendo la esperanza que queda aún de materializar una solución basada en
henry
siegman
Nada en el pasado
o en el presente de
Netanyahu indica
que piense consentir
un Estado palestino
FORGES
la existencia de dos Estados. ¿Pero acaso piensa realmente que
Netanyahu y su Gobierno pondrán fin a esas prácticas mientras emprenden la reconstrucción del Estado palestino “desde
la raíz”, signifique eso lo que signifique?
Es especialmente asombroso
que Blair comprenda la renuencia de Netanyahu a proclamar su
apoyo al Estado palestino hasta
que “se den las circunstancias
adecuadas”. Blair no ha dado
muestras de estar dispuesto a
mostrar esa misma tolerancia
con Hamás, por su negativa a reconocer el Estado de Israel hasta
que “se den las circunstancias
adecuadas”. ¿Acaso no estamos
ante una manera flagrantemente
sectaria de abordar la mediación? ¿No debería el Cuarteto aplicar al Gobierno de Netanyahu las
mismas sanciones por incumplimiento de acuerdos anteriores
que sufre Hamás por esa misma
razón? Siendo justos, hay que reconocer que Blair no está de
acuerdo con todos los aspectos
de la política del Cuarteto y de
Estados Unidos en Gaza. Ha declarado que no funciona y que a
él le gustaría que se permitiera
la entrada de ayuda humanitaria, entendida ésta “en su sentido
más amplio”. Ha subrayado que,
para él, ésta no sólo consiste en
alimentos y combustibles, sino
en lo necesario para reconstruir
infraestructuras y viviendas. Pero todo esto no entra en absoluto
a valorar el doble rasero que, en
materia de violaciones israelíes y
palestinas de los acuerdos pasados y del derecho internacional,
ha venido aplicando el Cuarteto,
por no hablar del Gobierno de
Bush, durante los últimos ocho
años.
No cabe duda de que los propios palestinos se han quedado
deprimentemente cortos en sus
iniciativas de construcción na-
cional y en la creación de la cohesión interna imprescindible
para acometer su lucha por un
Estado. Pero las difíciles medidas que deben tomar para poner
en orden su casa seguirán fuera
de su alcance mientras no reciban el compromiso creíble de
que podrán desarrollar un Estado viable colindante con Israel.
En consecuencia, un Gobierno israelí que abiertamente se
niegue a comprometerse en ese
sentido no será ni el que ponga
fin al conflicto ni mucho menos
el que construya el Estado palestino “desde la raíz”.
El Gobierno israelí puede
plantear condiciones razonables para el establecimiento de
un Estado palestino, pero sólo
después de reconocer abiertamente la legitimidad del derecho de los palestinos a la autodeterminación, un reconocimiento que sólo tendrá sentido si Israel asume igualmente un requisito de la hoja de ruta: la imposibilidad de realizar cambios unilaterales en las fronteras anteriores a 1967. Esos ajustes sólo
podrían producirse después de
un acuerdo negociado entre las
partes. Nada en el pasado de Netanyahu, ni tampoco en sus pronunciamientos actuales, indica
que vaya a prestar la más mínima atención a esa disposición.
En la misma entrevista publicada en la revista Time, Blair
mencionaba tres elementos necesarios para la resolución del conflicto: una negociación política
creíble para una solución basada
en la existencia de dos Estados;
un programa de cambios profundos en Cisjordania, y una relajación del bloqueo de Gaza. “Si los
conseguimos, estaremos de nuevo en marcha”. Netanyahu ha dejado claro que, sea cual sea el
futuro que prevé para los palestinos, no incluye ninguno de esos
tres elementos.
Henry Siegman, presidente del
US / Middle East Project, es investigador no residente en FRIDE.
Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.
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