Síndrome peritoneal Peritonitis Habana, Cuba 2012 1 Autores: Rómulo Soler Vaillant Doctor en Ciencias Profesor Titular Juan Carlos Pérez Cárdenas Master en Ciencias Profesor Auxiliar de Anatomía Patológica Giselle Albertini López Instructora de Cirugía General Saturnino Ramos Gonzáles Instructor de Cirugía General Félix Fernández Díaz Asistente de Cirugía General Abdomen Agudo El abdomen agudo es una de las entidades médicas más comunes dentro de las enfermedades quirúrgicas y numerosas son sus causas y órganos involucrados en estos procesos, lo que lo hace más complejo, sobre todo en su evolución clínica, diagnóstico y terapéutica. Abdomen agudo: Proceso de carácter grave y evolución rápida que se desarrolla en la cavidad peritoneal y que casi siempre exige intervención quirúrgica urgente. 2 Puede producirse un cuadro de abdomen agudo por un proceso inflamatorio agudo que abarque uno o más órganos o por un trauma. Igualmente se ha tratado de clasificar el abdomen agudo de diferentes maneras, pero preferimos agruparlo en tres grupos: 1. Inflamatorio o perforativo. 2. De causa obstructiva. 3. Proceso vascular o hemorrágico. Clasificación sindrómica Peritonitis Hemorrágico Oclusivo Mixto o indefinido De acuerdo a los síntomas el abdomen agudo puede adoptar otra clasificación: - Con sintomatología Definida Peritoneal Hemorrágico Obstructivo Indefinida de torsión perforativo Grandes dramas abdominales Pancreatitis aguda Trombosis mesentérica Vólvulo total de intestino delgado Clasificación evolutiva Período inicial Período de estado 3 Período final Anorexia. Constipación. Epigastralgia. Flatulencia. Náuseas. Vómitos. Febrícula. Síntomas y signos propios de los diversos síndromes del abdomen agudo. Deshidratación. Trastornos electrolíticos. Síndrome toxinfeccioso por la peritonitis generalizada. Muerte por disfunción múltiple de órganos (DMO). Enfermedades que simulan abdomen agudo • • • • • • • • • • • • • • • • • Adenitis mesentérica Cólico biliar Afecciones renouretales Dolor úterovárico Neumonía, pleuritis Fiebre tifoidea Acidosis diabética Sicklemia Crisis gástrica (tabes) Enterocolitis Meningitis Porfiria aguda Intoxicación plúmbica Enfermedad de Kawasaki Hepatitis aguda Púrpura de Henoch-Schonlein Constipación Síndrome peritoneal-peritonitis Peritonitis. Inflamación de una parte o de toda la cavidad abdominal por invasión bacteriana o irritación química. La peritonitis es un síndrome que agrupa a un conjunto de entidades nosológicas, diversas en su etiología y comportamiento, pero que tiene un gran denominador común: la inflamación de parte o de todo el peritoneo que cubre las vísceras abdominales y las paredes internas del abdomen. En la mayoría de los casos, no en todos, se traduce por dolor a la descompresión abdominal. La peritonitis o inflamación de la cavidad peritoneal, es considerada generalizada cuando el proceso inflamatorio, generalmente de causa séptica se ha diseminado difusamente por toda la cavidad abdominal, y localizada cuando se limita a una zona restringida. Pudiendo ser en cualquiera de estos dos tipos, aguda o crónica. Múltiples son los gérmenes causales de la peritonitis y su puerta de entrada es a menudo a través de una perforación, alteración de la viabilidad de algún segmento intraperitoneal del tubo digestivo, de las vías biliares, de órganos de la pelvis femenina, o como consecuencia de un fallo de sutura gastrointestinal. Cuando la puerta de entrada es oscura, se cree que la infección llega a la cavidad peritoneal a través 4 de la corriente sanguínea o linfática, con un origen extraabdominal. Otras veces la peritonitis se debe a sustancias irritantes que irrumpen insidiosa o bruscamente en la cavidad peritoneal, tales como: contenido gastrointestinal, sangre, bilis, orina, secreciones pancreáticas y cuerpos extraños. Tipos Secundaria Causas frecuentes: apendicitis, úlcera perforada, colecistitis aguda y otras. Primaria La enfermedad peritoneal no es debida a focos sépticos dentro de la cavidad peritoneal. Terciaria Mecanismos de defensa inadecuados o infecciones Intercurrentes ante las cuales el organismo del paciente no logra detener la infección. Se define la Peritonitis Primaria (PP) como la infección difusa peritoneal que no tiene un aparente foco gastrointestinal, enfermedad rara y de difícil diagnóstico, que se presenta a cualquier edad, con mayor frecuencia en niños con alguna enfermedad de base como el síndrome nefrótico. Sin embargo en la edad adulta se presenta mayormente en pacientes aquejados de cirrosis hepática, infecciones respiratorias y genitourinarias, con una mortalidad de hasta el 15%. Incluye las situaciones en las que no se observa ningún foco intra abdominal o cuando no se evidencia la fuente de sepsis. La patogénesis es aún controversial pero la teoría más aceptada es que la principal vía de contagio es la hematógena, aunque también existen otras como la genitourinaria, transmural intestinal y linfática. La cirrosis y la ascitis predisponen a la infección por disminución de las proteínas totales y de los niveles del complemento con deterioro en la ozonización bacteriana y disminución de la quimiotaxis y fagocitosis de polimorfonucleares. El mecanismo de producción de la PP se puede resumir de las siguientes formas: 1) con origen en el aparato genital femenino, 2) por diseminación hematógena de los microorganismos, 3) por migración transmural de bacterias intestinales endógenas, 4) por diseminación de la infección por contigüidad a través de los linfáticos, desde el intestino, páncreas o aparato urinario. La hipótesis más aceptada sobre su fisiopatología es la siguiente: primero la traslocación de las bacterias desde la luz intestinal a los ganglios linfáticos mesentéricos, continuando la progresión de las bacterias a lo largo de los conductos linfáticos y conducto torácico y contaminación de la sangre, luego bacteriemia prolongada debido a una insuficiente capacidad fagocitaría del Sistema Reticular 5 Fagocítico, acumulación de líquido ascítico contaminado con bacterias, y por último, crecimiento incontrolado de bacterias en la ascitis. En el caso de pacientes cirróticos, predominan las infecciones por microorganismos intestinales sobre todo E.Coli, pero también puede ser causada por Mycobacterium tuberculosis en pacientes sin cirrosis hepática, aunque no es ésta una causa frecuente de ingreso. Los pacientes sometidos a diálisis peritoneal tienen riesgo también de padecer frecuentemente peritonitis primaria, aunque en la actualidad estos casos van disminuyendo. La poca frecuencia de presentación de la peritonitis primaria en todas las formas de ascitis, excepto en la secundaria a la hepatopatía enfatiza la importancia del cortocircuito intrahepático en la patogenia de la enfermedad. Peritonitis secundaria, constituye la causa principal de las peritonitis y se debe principalmente a la apendicitis aguda, colecistitis, úlcus gastroduodenal perforado, por un divertículo o perforación del colon, vólvulos, neoplasias abscedadas, estrangulación u obstrucción con compromiso vascular del intestino delgado y peritonitis postoperatoria, contaminación exógena de la cavidad abdominal o por dehiscencia de sutura o en ocasiones al olvido de una compresa posterior a una laparotomía. Los gérmenes causales son los microorganismos que habitualmente forman colonias en el tubo digestivo, variando según el sitio de la contaminación dado por la perforación, debido que la flora difiere de un nivel a otro dentro del tractus digestivo. En estomago e intestino delgado proximal priman las endobacterias y los cocos Gran positivos, e infrecuentes los anaerobios. En ileon terminal y colon es común la presencia de bacteroides y clostridium asociados a las bacterias aerobias y anaerobias. Es de destacar que las bacterias en la peritonitis secundaria pueden pasar al peritoneo producto de heridas penetrantes en abdomen o tórax bajo, durante las laparotomías (contaminación), desde la esfera ginecológica o desde el tractus digestivo. La Peritonitis Terciaria suele ocurrir en pacientes que sufren el Síndrome de Respuesta Inflamatoria Sistémica, con fracaso multiórgano y estado crítico, con una larga estancia en Unidades de Cuidados Intensivos. Habitualmente son peritonitis difusas y persistentes, con poco exudado fibrinoso y ausencia de colección peritoneal, y se observa como una continuación en pacientes que han presentado una peritonitis secundaria, que no se resuelve y continúa de forma persistente. Habitualmente se aprecia en pacientes con intervenciones quirúrgicas múltiples o con depresión de su sistema inmune. Muchos autores sitúan la causa de este tipo de inflamación peritoneal en el aparato gastrointestinal, como el gran reservorio de gérmenes que en un momento determinado producen una reinfección grave en este paciente por demás en estado crítico. En las peritonitis terciarias los cultivos a menudo son negativos o se aíslan patógenos con poca capacidad invasiva u hongos. En esta situación los gérmenes que más se aíslan son oportunistas, poco virulentos pero resistentes con cierta frecuencia, como la Pseudomona, Serratia, Acinetobácter, Estafilococos coagulasa negativos, Enterococos y algunos Hongos, siendo la Candida la más frecuente en este último grupo. El espectro antimicrobiano debe ajustarse a los gérmenes que se aíslen, pero habitualmente que cubran a los antes mencionados. Afecciones que provocan peritonitis secundaria - Apendicitis aguda, epiploitis 6 - - - Colecistitis, pancreatitis aguda Perforación gastroduodenal: • úlcera • tumor • trauma Hernia estrangulada Vólvulo, invaginación intestinal Vólvulo gástrico Procesos ginecológicos: • salpingitis • piosalpinx roto • torsión de un tumor o quiste de ovario Infarto mesentérico Perforación diverticular o tífica Meckelitis Rotura de absceso intraabdominal Apendicitis aguda - Causa frecuente de abdomen agudo. - Se observa a cualquier edad. Mayor incidencia entre los 15 y 40 años. - Infrecuente en el primer año de la vida. - Afecta a ambos sexos por igual, aunque durante la pubertad y adolescencia se presenta con mayor frecuencia en varones. - Con característica clínica y diagnóstica diferentes en el anciano y en el embarazo. La apendicitis aguda representa la primera causa de abdomen agudo, constituyendo el 40 % de las causas de urgencias no traumáticas en nuestros hospitales. La misma comienza como un proceso inflamatorio agudo del apéndice cecal. En su etiología interviene como mecanismo inicial, la obstrucción con aumento de la presión intraluminal del apéndice cecal, disminución del drenaje venoso, trombosis, edema e invasión bacteriana de la pared del apéndice, seguida de perforación. Otros mecanismos se han señalado como elementos causales de la apendicitis aguda, por ejemplo: obstrucción por parásitos, cuerpos extraños (semillas) en la luz apendicular, hiperplasia linfoide, mecanismos vasculares y torsión del apéndice, siendo su causa principal las adherencias. Una tercera parte de los apéndices con signos de inflamación contienen cálculos o fecalitos (obstrucción) en su luz, los cuales pueden ser demostrables radiológicamente o por ultrasonido. La frecuencia de gangrena y perforación es más alta en estos apéndices. La etiología de la apendicitis aguda es la obstrucción de la luz apendicular. Se considera la más probable la teoría mecánica por obstrucción de cuerpos extraños, fecalitos, e incluso hiperplasia linfoide. Este obstáculo produce un aumento de la presión intraluminal, con erosión de la mucosa, compromiso de la irrigación venosa arterial y crecimiento e infección subsiguientes a partir de la flora que normalmente habita en el apéndice. La evolución natural es el infarto y necrosis de las paredes apendiculares, seguido de ruptura y perforación apendicular, lo cual requiere un promedio aproximadamente de 48 horas, aunque en muchos pacientes pueden tener un curso más breve. La apendicitis aguda es una afección inflamatoria que macroscopicamente puede presentarse en tres formas morfológicas distintas: inicialmente por una serosa deslustrada, congestiva y mate que significa para el cirujano una apendicitis simple o catarral. Al avanzar el proceso con una inflamación aguda bien desarrollada, el intenso exudado constituido por neutrófilos lo que produce 7 una cubierta de fibrina. A los cortes la pared se observa tumefacta y marcadamente congestiva pudiéndose acompañar de ulceración y necrosis focal de la mucosa. Este aspecto corresponde al estado supurado o flemonoso de la apendicitis aguda. Si el proceso continúa avanzando la necrosis y ulceración de la mucosa se acentúa con una coloración verde negruzca, que involucra toda la pared y es la consecuencia de la trombosis venosa del mesoapéndice con el consiguiente trastorno circulatorio que evoluciona rápidamente a la formación de un absceso, rotura y perforación de la pared determinando una peritonitis supurada. Obstrucción Factores etiológicos Infección La alta incidencia de apendicitis aguda durante epidemias virales, brotes de amebiasis, gastroenteritis bacteriana, y en niños con títulos altos de adenovirus, invocan la posible relación existente entre infección e hipertrofia del tejido linfoide apendicular. Es de destacar que la lactancia materna prolongada parece disminuir significativamente el riesgo de desarrollar la apendicitis, postulándose que la leche materna induce una variabilidad inmunológica que provoca que los tejidos linfoides de la base del apéndice sean menos reactivos. El trauma sobre la región apendicular ha sido invocado como posible agente etiológico. Pero lo más probable es que el traumatismo evidencie o agrave un proceso ya establecido Para aceptar esta causa, será necesario que exista pérdida de la integridad de la mucosa apendicular y daño vascular y que el cuadro peritoneal de la apendicitis aguda se produzca poco después de la contusión. La apendicitis aguda tiene una elevada incidencia, siendo la principal causa en la patología abdominal aguda en cirugía (aproximadamente dos tercios de las laparotomías practicadas). En algún momento de la vida, la población va a padecer apendicitis (7 – 12%), con una mayor incidencia entre los diez y los cuarenta años. Es un cuadro de abdomen agudo de consulta frecuente, generalmente se presenta en pacientes jóvenes y puede tener una representación clínica variada, lo que muchas veces puede confundir al médico actuante llevándolo a tomar una conducta inadecuada. De ahí que con cierta frecuencia estos pacientes son sometidos a apendicectomías con resultados negativos de proceso apendicular agudo, o bien ser operados tardíamente ya con un apéndice perforada. Debido al uso de antibióticos de amplio espectro y cuidados pre postoperatorio adecuados, la mortalidad ha disminuido a un rango por debajo del 1%, pero la morbilidad es aún importante y la incidencia de complicaciones es mayor de la esperada en algunas ocasiones. Menos frecuente en preescolares y algo excepcional por debajo de los 2 años de edad. Aunque la apendicitis aguda puede ser un proceso importante en cualquier edad, los niños en edad preescolar reúnen una serie de características que tienden a dificultar el diagnóstico precoz y que asociadas a la evolución rápida de la enfermedad a esta edad, ocasionan una mayor incidencia de perforaciones, peritonitis y de otras complicaciones. 8 Según estudios realizados por otros autores se plantea que menos del 2% del total de niños con apendicitis aguda son menores de 2 años, y solo el 0.4% de los niños son menores de 1 año. La posible causa de esta baja incidencia en los lactantes se debe a la base ancha y a la forma cónica del apéndice, a la dieta predominantemente blanda y líquida ingerida en estas edades de la vida y a la ausencia de periodos prolongados en posición erecta. Es importante un alto índice de sospecha en los casos de diagnóstico incierto, especialmente si se trata de niños pequeños. En los casos dudosos debe efectuarse ingreso hospitalario para vigilar la evolución clínica, así como examen físico frecuente, con la finalidad de evitar que una apendicitis evolucione hacia una forma complicada con el riesgo comprobado de una mayor incidencia de complicaciones. En los jóvenes, habitualmente el diagnóstico de un proceso abdominal agudo (apendicitis), por lo general no presenta dificultades, mientras que en los niños y en los ancianos el diagnóstico suele ser tardío debido principalmente a la presentación insidiosa de los síntomas. Los niños no cooperan adecuadamente con el examen físico y la atipicidad de los signos es causa frecuente de que se plantee otra enfermedad inicial, fundamentalmente no quirúrgica, lo que conlleva a la demora diagnóstica y al aumento de la morbimortalidad. Durante el embarazo muchos de los signos abdominales son poco claros, en cuyo caso por el crecimiento uterino, el ciego y el apéndice son desplazados y el dolor se ubica más bien en el flanco o hipocondrio derecho. En las mujeres en el período puerperal estas presentan un abdomen más bien flácido lo que hace que los signos abdominales dolorosos sean menos relevantes, esto también se observa con cierta frecuencia en los diabéticos y en pacientes inmunodeprimidos. En el anciano el diagnóstico es a menudo realizado en fase tardía con una incidencia de perforación entre el 40% y 80%. Las razones para la hospitalización tardía incluyen el curso atípico, reducción en la sensibilidad al dolor y dificultades en ocasiones para la comunicación. Por lo que es muy importante establecer un diagnóstico oportuno para reducir la morbimortalidad en este grupo de pacientes. La proporción de pacientes ancianos con apendicitis aguda ha aumentado en las últimas décadas. Rimsky Álvarez y colaborares señalan que cada vez son más frecuentes los casos de apendicitis aguda y éstos, por sus especiales características, llegan al momento de la cirugía frecuentemente en fase avanzada de la enfermedad. Como es lógico, es importante establecer un diagnóstico oportuno, lo que es de especial relevancia para disminuir la morbimortalidad en estos pacientes. En los obesos en ocasiones existe dificultad para el examen de la pared abdominal, dado por el engrosamiento y las características de su panículo adiposo. En algunos pacientes la posición del apéndice ya sea de ubicación alta, ileal, retrocecal o bien retroperitoneal hace que los signos abdominales no sean muy característicos y muchas veces la irradiación del dolor no adopta la posición clásica en fosa iliaca derecha, constatándose este a nivel de la región hipocondrio derecho, periumbilical, bajo vientre o su irradiación hacia la fosa lumbar, de allí que el juicio clínico y experiencia del cirujano sean muy importantes. En el apéndice de localización pelviana, la sensibilidad dolorosa debe buscarse por el tacto rectal o vaginal. Cuando el apéndice ocupa posición retrocecal la sintomatología, generalmente, no es detectable en pared abdominal anterior, sino haciendo que el enfermo se acueste sobre el lado izquierdo y así deslizar los dedos de la mano exploradora sobre la zona baja de la fosa ilíaca derecha, este mismo proceder lo podemos realizar 9 combinado con el tacto rectal o vaginal. Síntomas y signos de la apendicitis aguda Dolor vago o difuso. Es el síntoma de inicio y más frecuente, series revisadas destacan que está presente en el 73% en los pequeños y en el 96% en las personas mayores. El primer síntoma suele ser el dolor abdominal, el cual se inicia en epigastrio o región periumbilical, para posteriormente hacerse fijo en fosa iliaca derecha. • epigastrio • periumbilical • fijo en fosa ilíaca derecha - Náuseas y vómitos, se asocia generalmente al dolor abdominal. - Constipación (60 %) o diarreas - Aumento del pulso acorde a la evolución y el estadio clínico - Blumberg, Rousing, Cope, Chapman - Diferencia de la temperatura axilorectal mayor de un grado - Tacto rectal – vaginal (doloroso, caliente, abombado). Doloroso en los fondos de sacos, los cuales pueden estar abombados (colección purulenta). La vagina o el recto podrán estar caliente marcando un proceso séptico intraabdominal. El tacto rectal o vaginal, al igual que la toma periódica del pulso radial en estos enfermos sospechosos de apendicitis será fundamental. - Leucocitosis El dolor tiende a ser poco intenso (tolerable) y puede seguirle las náuseas y los vómitos (no copiosos, escasos y no alimentarios). Posteriormente el dolor se desplaza o fija a fosa ilíaca derecha (FID), apareciendo fiebre o febrícula, que irá desde 37, 5 ºC, 38 ºC a 38, 6 ºC de temperatura axilar o rectal, con característica de disociación axilorectal mayor de un grado centígrado (signo de Lennander). Esta cronología de la apendicitis aguda, tan solo se observa en el 50 % de los pacientes; en otros casos el dolor puede ser difuso o localizarse en hemiabdomen inferior. El diagnóstico de apendicitis aguda es esencialmente clínico basado en síntomas y signos; es el dolor el principal elemento clínico de esta entidad aguda. El dolor se ubica de preferencia en el cuadrante inferior derecho del abdomen y junto a éste hay elementos que hacen de este dolor, un síntoma a favor de este diagnóstico. Dolor migratorio: cuando el dolor se inicia en el epigastrio, de carácter sordo y que luego se localiza en la fosa ilíaca derecha después de algunas horas nos orienta al diagnóstico de apendicitis aguda. Por otra parte cuando el dolor se inicia en la fosa ilíaca derecha y más sobre todo es de inicio brusco, es menos probable que se trate de una apendicitis aguda. La sensibilidad dolorosa del abdomen: signo ubicado en el cuadrante inferior derecho del abdomen es casi inequívoco de una apendicitis aguda simple o perforada. Dolor y defensa muscular: signos presentes prácticamente en todos los pacientes con apendicitis aguda. El hecho que al presionar el abdomen y soltar la mano (signo de rebote) provoque dolor, significa que estamos frente a una irritación peritoneal. Observar durante este procedimiento la expresión facial del paciente el cual va a acusar de dolor. Dolor focal: es en la fosa ilíaca derecha con mayor o menos intensidad. En los pacientes añosos el dolor puede ser más vago, pero menos intenso. Al comienzo el dolor es de tipo cólico, pero se hace 10 constante en la mayoría de los casos. Algunos autores enfatizan en la presencia de anorexia. La fiebre, el dolor a la palpación en fosa iliaca derecha y la contractura abdominal son signos frecuentes hallados al examen físico. La distensión abdominal generalmente constituye un signo tardío y nos plantea ruptura del apéndice o peritonitis. Diagnóstico diferencial - Adenitis mesentérica - Procesos ginecológicos • salpingitis • metroanexitis • cólicos uterinos • aborto en curso - Inflamación de un divertículo de Meckel - Perforación de una úlcera gastroduodenal - Crisis ulcerosa, pancreatitis - Colecistitis aguda, cólico biliar - Enteritis regional (Crohn) - Tuberculosis intestinal - Litiasis renoureteral derecha - Pielonefritis, crisis de Dieltz - Perforación tífica - Epiploitis aguda - Vólvulo gástrico - Procesos ginecológicos • salpingitis • piosalpinx roto • torsión de un tumor o quiste de ovario - Infarto mesentérico - Perforación diverticular o tífica - Meckelitis - Rotura de absceso intraabdominal El diagnóstico diferencial de una afección urgente de fosa ilíaca derecha es de suma importancia y está dado en primer lugar por la apendicitis en el 56 %. Por lo tanto, en esta zona se reflejará dolor referido o irritativo del peritoneo parietal, de íleon, colon ascendente, útero, ovarios, trompas y uréter derecho y entre los procesos extraabdominales, el herpes zoster, la mononucleosis infecciosa, sarampión, insuficiencia suprarrenal aguda, fiebre reumática, intoxicación por plomo, leucosis aguda, migraña abdominal, neumonía lobar y otras. La adenitis mesentérica en niños y adolescentes es el proceso más indistinguible con la apendicitis aguda, casi siempre el diagnóstico se realiza durante la laparotomía. Como elemento diferencial se señala el antecedente de infección de las vías aéreas superiores, fiebre alta, presencia de ganglios en región cervical y dolor abdominal. Generalmente los síntomas referidos de la adenitis mesentérica son olvidados por el médico examinador, dándole sólo importancia, a la anorexia, malestar general, náuseas y dolor con reacción peritoneal que tiende a limitarse a fosa ilíaca derecha. La salpingitis aguda es otro de los procesos abdominales que se confunden con la apendicitis aguda la cual se observa en mujeres jóvenes con vida sexual activa. El diagnóstico positivo se hará por los 11 antecedentes de episodios anteriores, flujo, disuria y al tacto vaginal encontraremos que la vagina tiende a estar más caliente que lo habitual (aumento de la temperatura vaginal), secreción cremosa por el dedo del guante y dolor a la movilización del cuello uterino y de los fondos de sacos. La perforación de una úlcera gastroduodenal en cavidad libre abdominal, es el proceso que con mayor frecuencia tiende a confundirse con una apendicitis aguda. En el úlcus perforado, el dolor es más intenso en epigastrio, para posteriormente por mecanismo declive del contenido gástrico se fije en FID., el abdomen estará contracturado pudiendo llegar al "vientre en tabla". A la percusión del hemiabdomen superior derecho (región hepática), encontraremos pérdida de la matidez hepática (signo de Jaubert). En los rayos X de tórax o de abdomen simple en posición de pie, se observará una silueta aérea que ocupa la parte alta del hemiabdomen derecho entre el diafragma y el hígado (signo de Popen). Otro elemento que muchas veces no recoge el médico examinador y que nos confirmará el diagnóstico de úlcus perforado o de crisis ulcerosa, será el antecedente de acidez, de dolores previos en epigastrio y la toma de medicamentos antiulcerosos. Las infecciones urinarias también simulan en ocasiones una apendicitis aguda. La litiasis renoureteral derecha en muchas ocasiones es tomada como una apendicitis aguda, pero el dolor es de localización más profunda y se acompaña de disuria o hematuria. La crisis de Dieltz, observada en pacientes delgados, generalmente mujeres y con marcada ptosis renal, es otro de los diagnósticos diferenciales que habrá que realizar.En la apendicitis aguda el dolor siempre está presente y no mejora con la posición de decúbito supino, no así en la crisis de Dieltz que es intenso y desesperante cuando el paciente mantiene la posición de pie (por acodadura del uréter), desapareciendo cuando adopta la posición de decúbito supino. La colecistitis aguda puede confundirse con el cuadro abdominal de una apendicitis aguda, ahora bien, los trastornos digestivos primarán, el dolor tiende a ser alto (subhepático) y con irradiación hacia la espalda, al examen físico se constatará que la maniobra de Murphy es positiva, al igual que podemos palpar el fondo vesicular (30 % de los casos). La neumonía del lóbulo inferior derecho se presenta con dolor a la presión del cuadrante derecho del abdomen, la distensión abdominal es más acentuada. La fiebre podrá alcanzar cifras de 38,6 a 39ºC. Los síntomas respiratorios podrán detectarse y a la auscultación del tórax (base pulmonar) encontraremos estertores húmedos. Aunque algunos señalan una alta frecuencia de infecciones respiratorias altas como diagnóstico de presentación en niños con apendicitis. No olvidar que un niño con una infección respiratoria alta, que ocasiona hipertrofia del tejido linfoide apendicular, puede desarrollar una apendicitis y coexistir ambas situaciones clínicas. En el caso de apendicitis retroileales que suele acompañarse de diarreas, suele ser difícil el diagnóstico diferencial con la gastroenteritis aguda, aunque en estas situaciones suele haber antecedentes de intoxicación alimentaría. Aunque se ha señalado un grupo numeroso de entidades intra o extraabdominales, en la practica médica y fundamentalmente los médicos pediatras, es la enfermedad diarreica aguda una entidad que ocasiona mayor error diagnóstico. Mason plantea que la diarrea puede estar presente en niños pequeños con apendicitis, pero su volumen es mucho menor que en la gastroenteritis, pues consiste en deposiciones escasas, acuosas, resultado de irritación rectal por el proceso inflamatorio y comienza muchas horas después del inicio del dolor abdominal. Estudios realizados ante la historia de diarrea, presente en muchos de los infantes, se ha llegado también a la conclusión de que existe una relación entre el incremento de la incidencia de este 12 síntoma y la apendicitis perforada. D'Agostino reporta diarreas en el 46% de los pacientes con apendicitis menores de 2 años. La inflamación o perforación del divertículo de Meckel, no se puede diferenciar en la mayor parte de las veces de la apendicitis aguda, excepto que en el dolor es más central (periumbilical) y por la presencia de deposiciones con sangre. Quien asiste a un enfermo con dolencia en región de fosa iliaca derecha, nausea y febrícula, debemos por la anamnesis, el examen físico y los complementarios hacernos un juicio diagnostico, ahora bien en la mujer, independiente nos haga pensar en un proceso apendicular, siempre debemos insistir en el interrogatorio y tener presente que afecciones como el embarazo extrauterino no roto, el piosálpinx – hidrosálpinx, el absceso tubo ovárico son entidades que pueden estar presentes y nos confunda con cuadro apendicular agudo. Como cirujano hemos tenido esta discrepancia y la más de las veces hemos optado por realizarle al paciente la laparoscopia diagnóstica o la laparotomía. En verdad hemos soslayado el ultrasonido abdominal, ahora bien si tenemos la posibilidad de que se le realice un ultrasonido transvaginal o transrectal el acierto diagnóstico es aún mayor. Existen otros síntomas como la anorexia, nauseas o vómitos que acompañan el cuadro de apendicitis aguda en más de la mitad de los casos, sin embargo hay que tomar en cuenta que estos síntomas también se observan en otros cuadros abdominales (pancreatitis, cólico biliar.). El vómito cuando está presente es posterior al dolor. Cuando el vómito precede al dolor abdominal se debe dudar del diagnóstico de apendicitis aguda. En el examen físico se da gran importancia al pulso y temperatura como elementos diagnósticos y evolutivos en un cuadro abdominal agudo y fundamentalmente cuando estamos evaluando clínicamente a un paciente sospechoso de presentar una apendicitis aguda, sin embargo cualquier cuadro de irritación peritoneal puede dar un pulso acelerado o bien una discreta diferencia entre la temperatura axilar y rectal. En un porcentaje no despreciable estos signos señalados son poco definidos, por ello que frente a la duda del diagnóstico de apendicitis aguda siempre es preferible hospitalizar el paciente para su observación clínica y evolución. Siendo aconsejable no utilizar analgésicos a fin de no enmascarar el cuadro clínico. Por otra parte esta observación y reevaluación siempre es preferible que sea realizada por el mismo equipo médico que recibió al paciente. El tacto rectal puede demostrar dolor localizado en el fondo lateral derecho del recto, pero además nos podrá dar otro elemento, como sensación de abombamiento dado por posible colección purulenta, otro dato, aumento de la temperatura rectal durante el examen. En los casos en que el diagnóstico de apendicitis aguda no es muy claro se debe recurrir a algunos exámenes de laboratorio o por imágenes que pudieran ayudar al diagnóstico. Los más utilizados son: Recuento de leucocitos, cifras superiores a un recuento superior a 10. 000 --15.000 por campo, mantiene una gran probabilidad de una apendicitis aguda (70-80%), sin embargo no necesariamente significa que el paciente tenga una apendicitis aguda y la ausencia de leucocitosis no descarta el diagnóstico. 13 Estudios plantean que el conteo de leucocitos está elevado en el 80% de los casos de apendicitis aguda y en un 95% de los pacientes presentan neutrofilia. Debemos señalar que el leucograma se eleva también en un 70% de los pacientes con otras causas de dolor en el cuadrante inferior derecho por lo debe ser valoración entre los datos del interrogatorio, el cuadro clínico, el examen físico y el leucograma. La realización de la radiografía simple de abdomen como medio diagnóstico en la apendicitis aguda es recomendada por muchos y negada por otros. La alta incidencia de signos de obstrucción es coincidente con otros estudios. La radiografía de abdomen en pacientes mayores puede ser controversial como medio diagnóstico para la enfermedad. Los signos de obstrucción intestinal en niños menores de dos años son de valor para dirigir atención del investigador a la posibilidad de una invaginación intestinal o apendicitis perforada. La ecografía o ultrasonido abdominal, ayuda a descartar procesos de la esfera ginecológica. En manos de ecografistas expertos, se logra visualizar el apéndice, grosor de su pared, existencia o no de fecalitos y colecciones o líquido periapendicular. A la ecografía se le ha atribuido una alta sensibilidad y especificidad, pero al revisar diferentes series la gran mayoría de los pacientes tenían apendicitis perforada y flegmonosa. En la actualidad con el desarrollo de la ecografía abdominal y la TAC los estudios imagenológicos han ido adquiriendo un lugar destacado en el diagnostico. Se debe recurrir a este examen en los casos de duda diagnóstica es una ayuda más que el cirujano puede tener. Pero no hay que olvidar que la toma de decisiones es fundamentalmente clínica. Consideramos y así lo damos a conocer, que el diagnóstico de estar en presencia de un paciente portador de un abdomen agudo quirúrgico, se basa fundamentalmente en la anamnesis y un examen físico evolutivo y que nos apoyamos para su posible confirmación por exámenes clásicos del hemograma con diferencial. No obstante la laparoscopia diagnóstica debe ser realizada en grupos de pacientes seleccionados, en los cuales persiste la duda después de haber efectuado una completa evaluación clínica. Esto ha permitido disminuir el porcentaje de laparotomías en blanco. Tratamiento de la apendicitis aguda La apendicitis aguda es de tratamiento quirúrgico y el momento de efectuarla depende de la mayor o menor certeza diagnóstica clínica. La mortalidad de la apendicectomía es baja, pero esta cifra se eleva cuando el apéndice está perforado, porque surgen las complicaciones sépticas. Cuando se sospecha por la clínica y el examen físico estar en presencia de una apendicitis aguda, cualquiera que sea la condición del paciente, su única forma de tratamiento es el quirúrgico, con la realización de la apendicectomía, la cual es curativa, y en caso de apendicitis no complicada, el post operatorio es de corta duración con una mortalidad quirúrgica que no excede del 0,1 %. Sólo puede observarse cifras de mayor de mortalidad (1 o 2 %) cuando el diagnóstico es tardío y ante una apendicitis perforada, de aquí que el mejor y único tratamiento del apéndice inflamado es su extirpación (apendicectomía) antes de su perforación, o sea tan pronto se establezca el diagnóstico. Con esta medida se puede correr el riesgo de realizar apendicectomías normales, pero es justificable y así o avala la experiencia, pues este riesgo es mucho menor para el paciente, que dejar evolucionar un apéndice inflamado y que progrese hacia la perforación dando un cuadro peritoneal grave. En cirujanos con experiencia y cuando el diagnóstico de apendicitis aguda es más probable que cualquier otro proceso inflamatorio de fosa ilíaca derecha, el abordaje preferido de la cavidad abdominal será por medio de una incisión de Mc Burney. La incisión de Mc Burney, tiene el 14 inconveniente de que si el diagnóstico es erróneo hay que hacer otra incisión quirúrgica. Si técnicamente no es posible por esta incisión, podrá prolongarse por procederes conocidos, como prolongación de Deaver o a lo Weiss. En situaciones complejas como: apendicitis perforada, con posición pelviana, retrocecal, subhepática o en pacientes obesos o de abdomen de difícil manejo, la mejor vía para abordar el abdomen y realizar una correcta exploración y la apendicectomía, será una media o paramedia derecha, la cual puede estar por debajo del ombligo o a dos o tres traveses de dedos por encima, es la técnica quirúrgica más empleada es la cirugía abierta. Se recomienda que si el cirujano no encuentra lesiones de apendicitis aguda, debe explorar bien el abdomen, para encontrar la causa de los síntomas que aquejaban al paciente En la actualidad existe experiencia y realización comprobada para la apendicectomía por videolaparoscopía, lo que permite al paciente tener una estadía corta y menor riesgo posoperatorio. Existen centros donde se emplea la cirugía laparoscópica. Su uso debe ser selectivo y realizada por cirujanos entrenados en esta técnica. Si se decide a practicar la apendicetomía por vía laparoscópica esto puede hacerse teniendo la precaución de aspirar bien los líquidos abdominales encontrados y extraer el apéndice del abdomen sin contaminar la pared abdominal. Cualquiera que sea el método que se use: el abierto o el laparoscopio, es necesario que el cirujano asegure bien la hemostasia, ligando con cuidado la arteria apendicular y la base del apéndice, para evitar complicaciones posoperatorias. Frente a una apendicitis aguda con apéndice perforad o absceso apendicular la cirugía debe ser siempre abierta. La mortalidad actual en la apendicitis no perforada como se ha señalado está en cifras inferiores al 1%, pero puede llegar a ser del 5% en lactantes y en ancianos. Tratamiento postoperatorio, si la intervención se hizo sin accidentes y no había peritonitis generalizada se puede empezar la alimentación oral a partir de las 12 h a 16 h y la rápida movilización del enfermo, en el caso de la cirugía laparoscópica el alta será más rápida que en la cirugía abierta. Es necesario administrar analgésicos parenterales en las primeras 24 h a 48 h. La recuperación del paciente en la inmensa mayoría de los casos es completa, a los pocos días; y puede reincorporarse a sus obligaciones habituales entre los 15 y 30 días. En los operados por vía laparoscópica es corriente que lo hagan a los 7 días. La complicación más frecuente de la apendicectomía es la infección de la herida operatoria, de allí que para disminuir la incidencia de ésta, se debe realizar una técnica quirúrgica muy rigurosa y ayuda a esta menor complicación el uso de profilaxis antibiótica. En relación con los hallazgos del informe quirúrgico, el franco predominio de apendicitis complicada con peritonitis generalizada se explica por la rápida evolución que puede tener la entidad en el niño. La pared delgada del apéndice predispone a la perforación, el ciego no es distensible para descomprimir el apéndice en su base, el epiplón es raramente de tamaño suficiente para aislar la perforación, por tanto la infección es rápida y fácilmente diseminada; además de la deficiencia generalizada de las reservas fisiológica e inmunológica en este periodo de la vida. El diagnostico tardío o el error diagnóstico ocurre con frecuencia en estos diferentes grupos de edades, trayendo como resultado la perforación en aproximadamente un 90% de los casos según reportes, aunque en nuestro estudio las cifras de apendicitis perforada es menor. 15 Plastrón, absceso apendicular La apendicitis aguda puede evolucionar torpidamente y plantear un cuadro de peritonitis generalizada, perforativo, de gangrena apendicular, de plastrón o de absceso apendicular. En esto interviene, las defensas del organismo portador de esta entidad quirúrgica, la virulencia de los gérmenes infectantes y de la acción de estructuras y vísceras de la cavidad abdominal y vecinas a este proceso agudo apendicular. Explicamos mejor estos fenómenos, el proceso séptico apendicular puede quedar limitado al peritoneo circundante, planteando dos formas clínicas: el plastrón apendicular y el absceso. En el primero predomina los fenómenos plásticos peritoneales sobre los supurativos, con escasa cantidad de pus y si numerosas adherencias que engloban a los órganos vecinos y a la pared abdominal, aquí intervienen en esta acción de limitar el proceso inflamatorio y séptico, el epiplón mayor y las asas de intestino delgado (ileon terminal), llegando a crear una zona de tumefacción o tumor palpable (mecanismo de defensa favorable para el enfermo). En el plastrón apendicular como secuencia se trata de un paciente que se aquejaba de dolor en fosa iliaca derecha o dolor abdominal en bajo vientre, el cual databa de días de evolución y que en ocasiones había sido estudiado e impuesto tratamiento médico con antibióticos, cediendo el cuadro doloroso abdominal para posteriormente ser consultado días después por dolor y molestias en abdomen. En muchas ocasiones es un paciente con un cuadro de apendicitis aguda con síntomas poco relevantes y no consultado o bien lo hace tardíamente. Al examen físico el médico comprueba sensibilidad y la presencia de una masa palpable en hemiabdomen inferior o la fosa iliaca derecha (FID). Detectándose una zona de tumefacción o tumoral dolorosa y en muchas ocasiones con signos peritoneales localizados al área tumoral, con buen estado general del enfermo, pulso radial dentro de límites normal. A la palpación nos puede llamar la atención que esta masa tumoral o tumefacción es irregular, firme, poco movible y no solo puede estar localizada FID, sino que podemos localizarla en región subhepática, mesoceliaca, pelviana o lateralizada hacia la izquierda. En un plastrón apendicular no complicado o con poco grado de activación, en ocasiones la tumefacción por la reducción de su tamaño y situación dentro de la cavidad abdominal puede ser solo palpable por el tacto rectal o vaginal con un abdomen prácticamente de apariencia normal. Situación que nos puede hacer pensar en tumor de colon derecho (ciego). Ante el diagnóstico clínico de una apendicitis aguda constituida en plastrón, la conducta será médica no quirúrgica y se basará: ingreso hospitalario, restricción de la dieta o nada por la boca, hidratación parenteral y antibioticoterapia, además, se registrará evolutivamente las características del abdomen (FID) por palpación o por ecografía, el pulso y la temperatura, con control periódico del leucograma y de la eritrosedimentación. Si durante el curso de una laparotomía por apendicitis aguda, se confirma el diagnóstico, pero la misma está en fase de plastrón no abscedado, la conducta será cierre del abdomen, dejando o no drenajes y seguimiento clínico del plastrón apendicular. La evolución del plastrón apendicular debe ir hacia su resolución en más del 80 % de los casos, practicar la apendicectomía a estos pacientes a los 3-6 meses de su alta clínica. No obstante en ocasiones el plastrón apendicular tratado conservadoramente puede evolucionar hacia la complicación, con elevación súbita de la temperatura axilar o rectal, pulso taquicardico, dolor o aumento del dolor en FID, signos de obstrucción 16 intestinal, toxemia y aumento de los leucocitos. Bajo estas condiciones y la evolutividad ecográfica, debemos estar ante la presencia de un plastrón apendicular abscedado cuyo tratamiento será quirúrgico. Al realizar este hallazgo se plantea el diagnóstico de un plastrón apendicular, sin embargo no es posible muchas veces definir si estamos frente a un plastrón apendicular o bien se trate de un absceso apendicular. La presencia de fiebre, la ecografía y la respuesta al tratamiento médico (reposo digestivo y antibiótico), nos van a orientar ya sea a un diagnóstico u otro. Si en la anamnesis detallamos elementos de que estamos en presencia de una apendicitis aguda o una de sus complicaciones, el diagnóstico presuntivo de plastrón apendicular será real. En algunos casos, por un retraso en el diagnostico o formas de presentación diferentes se diagnóstica plastrón apendicular, que es un proceso apendicular evolucionado. Si estos pacientes presentan un estado general aceptable y no tienen un cuadro de oclusión intestinal se puede seguir un tratamiento con antibiótico inicialmente. Si éste es eficaz y resuelve el proceso agudo se pospone la apendicectomía para un segundo tiempo. Si en la evolución de un plastrón apendicular se observa que el enfermo no sigue mejorando y comienza a presentar fiebre, taquicardia y la zona se hace dolorosa y da la sensación de fluctuación, se procederá a intervenir al paciente, drenando el absceso y, si es posible, extirpar los restos del apéndice. Se debe evitar romper las adherencias creadas por el organismo, para que no se disemine la infección por toda la cavidad peritoneal. Para muchos surge la duda, si en los abscesos o plastrones apendiculares, la apendicetomía diferida es o no necesaria. Y si esta debe realizarse y en qué periodo de tiempo después de finalizado el cuadro agudo. Nos encontramos en el grupo de cirujanos que frente a un plastrón apendicular la conducta debe ser de tratamiento médico inicialmente y cuando ya el periodo de actividad del mismo haya cedido, valorar la operación programada electiva. Nuestra conducta frente al plastrón apendicular es tratarlo con reposo físico, digestivo y antibióticos; si existe buena respuesta como en la mayoría de los casos preferimos realizar una apendicectomía electiva dentro de 2-3 meses y en ocasiones en el periodo de los 6 meses posterior al episodio agudo. Al realizar la cirugía en el plastrón apendicular, hemos observado una mayor morbilidad, ya que técnicamente es más difícil realizar la apendicectomía. Absceso apendicular, se denomina así a colección purulenta formada en la cavidad peritoneal y limitada mediante adherencias de causa inflamatoria entre asas intestinales, mesenterio, epiplón y otras vísceras abdominales. Como causas se citan: - Localización contigua al lugar del proceso séptico del apéndice o de su perforación. - En un área localizada de resolución de una peritonitis focal o difusa donde aún se mantiene la infección. De acuerdo a su patogenia, al desarrollo y formación del absceso apendicular precisa de una serie de condiciones. Los gérmenes responsables de este proceso séptico actúan no sólo proliferando e invadiendo el espacio circunscrito, sino a través de diversos mecanismos que contribuyen a crear condiciones necesarias para esta proliferación. Ante estos mecanismos el organismo opone diversos sistemas defensivos, destruyendo el inóculo bacteriano o bien localizándolo para evitar su diseminación. 17 La clínica del abscesos apendicular es variada y generalmente muchas veces poco evidente. Su manifestación clínica consiste en un cuadro séptico, con fiebre, taquicardia, sudoración, pérdida de peso, anorexia, leucocitosis y anemia. Puede existir dolor, el cual puede ser espontáneo o a la palpación. El dolor en ocasiones puede ser localizado, otras veces vago, profundo o difuso y referido al abdomen, al reborde costal o fosas lumbares. Pueden hallarse signos y síntomas de carácter digestivo, como cuadro suboclusivo, tenesmo rectal, diarreas o sintomatología urinaria baja cuando la colección purulenta es de localización pélvica. Dada las escasas manifestaciones clínicas, sobre todo en fase precoz, es precisa la utilización de técnicas de diagnóstico para la detección de la colección del absceso. Los rayos X con proyección lateral y posteroanterior, a nivel abdominal y centrado sobre el diafragma, puede aportarnos signos indirectos: elevación del hemidiafragma y efecto de masa abdominal. En el absceso apendicular el proceso está constituido fundamentalmente por pus con muy escasa reacción plástica que lo limite, este puede ser causa directamente a punto de partida del apéndice o propia a la evolución de un plastrón ya constituido. Se hace patente por la agravación del estado general del paciente con oscilaciones de la temperatura, escalofríos, taquicardia. Localmente se aprecia que el tumor en FID se hace muy doloroso a la palpación y sus diámetros se hayan aumentados de tamaño, con zonas de fluctuación. En sus complementarios encontramos con una leucocitosis mantenida y alta. El ultrasonido (US) ha marcado avance en la localización. El aspecto que ofrece el US es de una colección redondeada u ovalada de carácter expansivo, irregular y confuso por la difusión de los ecos debido a la ecogenicidad del contenido. Respecto a la ultrasonografía quirúrgica ésta evita algunos inconvenientes de la realizada por vía cutánea, algunos como la interposición del gas intestinal y del tejido graso y tiene gran utilidad en la ayuda a los cirujanos en la localización de los abscesos antes del inicio de la disección tisular y búsqueda. La TAC, en ocasiones, es el método por excelencia para el diagnóstico y sus características las podemos centrar, en que es precisa, rápida y efectiva, ya que nos muestra una imagen anatómica útil, eliminando los inconvenientes del US. Un signo útil es el engrosamiento del plano aponeurótico en contacto con el absceso. El tratamiento quirúrgico a cielo abierto no se considera como un recurso inicial, sino que lo llevaremos a cabo siempre y cuando fracasemos por medio del empleo selectivo de la antibioticoterapia. Para el tratamiento del absceso y plastrón apendicular en quienes cumplan las condiciones requeridas, sugerimos el manejo inicial no quirúrgico y como complemento del tratamiento recomendamos una apendicectomía electiva diferida En situaciones que se pueda delimitar y controlar, la abertura del absceso y el drenaje del mismo por laparotomía será la conducta quirúrgica. La apendiceptomía solo se realizará si su acceso es de fácil realización y siempre que no vallamos a crear más problemas de los ya existentes. Nunca tratar de romper las barreras por adherencias propias de un plastrón apendicular abscedado. Como conclusiones destacar, que en los pacientes con plastrón o absceso apendicular si no hay una oclusión intestinal o activación del proceso apendicular de origen. Debe iniciarse el tratamiento médico con antibióticos y posteriormente realizar la apendiceptomía. En ambos casos la cirugía por laparotomía exploradora será la conducta, no sin antes señalar que la apendicectomía de inicio en el plastrón o diferida por vía videoasistida tiene adeptos en su realización con buenos resultados. 18 Nos parece prudente y didáctico citar otras complicaciones o evoluciones tórpidas planteables en el curso de la apendicitis aguda y entre ellas citamos: 1. La pileflebitis. 2. Embolismo pulmonar. 3. Embolismo pulmonar 4. Absceso del hígado. 5. Absceso subfrénico. 6. Sepsis generalizada. Perforación de víscera hueca intra abdominal Síntomas que expresan reacción del peritoneo cuando una víscera hueca, un quiste o un proceso séptico vierten su contenido en la cavidad abdominal. Los síntomas y signos con mayor frecuencia guardan relación con las úlceras gástricas o del duodeno, aunque suele observarse en la apendicitis aguda, la colecistitis. También pueden determinar este cuadro perforativo, la diverticulitis, principalmente del sigmoides y en el divertículo de Meckel. El aire libre bajo el diafragma signo de perforación de una víscera intraabdominal es debido, con mayor frecuencia, a una úlcera péptica perforada, también puede originarse por carcinoma perforado, diverticulitis del sigmoide perforado y traumatismo con lesión del colon. Siempre en estos casos está indicada la laparotomía exploradora. Neumoperitoneo por úlcera duodenal perforada. Tratamiento: Por un divertículo de Meckel: resección. Diverticulitis dando un cuadro de sepsis o perforativo (colon izquierdo): drenaje y colostomía. Úlcus gastroduodenal perforado: Duodeno: sutura y epiploplastia – vagotomía y piloroplastia. Si es una perforación gástrica, resección de los bordes de la úlcera e igual proceder. Vesícula: colecistectomía. 19 El divertículo de Meckel, ocurre en íleon terminal, a una distancia entre 45 y 90 cm de la válvula ileocecal y en el borde antimesentérico del íleon. Aproximadamente el 50 % de los pacientes con divertículo de Meckel tienen tejido heterotópico que suele ser de mucosa gástrica o pancreática. El mecanismo por el cual el divertículo de Meckel tiende a inflamarse, obedece a posibles causas de infección bacteriana, otros consideran que es producto de la digestión enzimática con erosión de la mucosa. La patogenia por obstrucción de estos divertículos, tiende a ser igual que en la apendicitis aguda, pero la obstrucción es más difícil de observar debido a que su base es más ancha. La complicación más común es la inflamación (diverticulitis) y ocurre en el 20 % de los pacientes aproximadamente. El cuadro clínico sin llegar a la perforación es similar al de la apendicitis aguda; diferenciándose por el dolor y por el grado de irritación peritoneal o contractura de la pared abdominal. El dolor generalmente no se instala en fosa ilíaca derecha, sino es más central, muchas veces periumbilical; a la exploración del abdomen, habrá irritación peritoneal, pero ésta al igual que el dolor tiende a dejar libre la fosa iliaca derecha. El cuadro clínico de la perforación del divertículo de Meckel, generalmente, es indistinguible de la apendicitis aguda, por lo que el dolor, las náuseas, los vómitos y signos peritoneales estarán presentes. El pulso (más de 100 por minuto) y una leucocitosis de más de 10 000 por campo con marcada desviación hacia la izquierda, estarán siempre presentes. La clínica de la inflamación del divertículo de Meckel, a menudo se manifiesta como un cuadro apendicular. La incapacidad para establecer el diagnóstico inmediato puede dar lugar a perforación del divertículo y peritonitis generalizada. Cuando estemos frente a un paciente donde clínica y humoralmente nos señale una apendicitis aguda y cuando es laparotomizado y encontremos que el apéndice es normal, es imperativo que se explore todo el íleon terminal en busca de un divertículo de Meckel. El tratamiento de las complicaciones del divertículo de Meckel y en lo particular ante un cuadro inflamatorio agudo peritoneal o perforativo, es la intervención quirúrgica. La resección o exéresis del divertículo o en algunos casos del segmento de íleon donde asienta, es lo indicado. Cuando el pedículo que une el divertículo al íleon es delgado (semejante al meso apendicular), puede realizarse la diverticulectomía, con igual proceder que para la apendicectomía. Si la base del divertículo es ancha, se extirpará seccionando su base cerca del íleon y en sentido diagonal para realizar el cierre a uno o dos planos, pero en sentido transversal a la luz del íleon. Si la base de inserción del divertículo está tomada por el proceso inflamatorio, se realizará resección segmentaria de íleon que comprenda al divertículo y anastomosis terminoterminal. La diverticulosis del colon es asintomática y sólo nos ocuparemos de aquellas que han desarrollado abscesos o perforación, las cuales llevan a un cuadro peritoneal agudo. De las mismas el 4 %, por lo general, son de indicación quirúrgica inmediata. Su mayor frecuencia es en colon sigmoides y su clínica se describe como propia de una apendicitis del lado izquierdo. En colon izquierdo la inflamación diverticular puede progresar a la formación de abscesos, a la perforación en la cavidad abdominal, o al desarrollo de fístulas con los órganos vecinos, en especial la vejiga. La inflamación de los divertículos solitarios del ciego puede causar síntomas y signos que presten a confusión con la apendicitis aguda, absceso apendicular o a un carcinoma. La aparición de divertículos, principalmente de colon izquierdo es un fenómeno casi normal del envejecimiento. Las manifestaciones clínicas de la diverticulitis por su orden de frecuencia son: 20 dolor abdominal, fiebre, estreñimiento o diarrea, distensión abdominal, disuria, polaquiuria, tumor abdominal palpable ocasionalmente, náuseas, vómitos, sangrado digestivo bajo, hematuria y cierto grado de irritación peritoneal. El dolor es constante, aunque a menudo se acompaña de exacerbaciones cólicas. Generalmente, hay dolor a la palpación, puede haber espasmo o no y rigidez, lo cual se localiza en la región dolorosa. La fiebre suele presentarse en la mayor parte de los casos, cuando es alta sugiere un absceso o perforación y en las más de las veces se acompaña de escalofrío, síntoma que nos hace pensar que ha ocurrido una perforación libre en cavidad abdominal. Se debe tener presente, que cuando existe inflamación en los divertículos sus principales efectos se ejercen sobre los tejidos pericolónicos, lo cual es resultado de macro o micro perforaciones y no de la inflamación de la pared diverticular. Esta peridiverticulitis se manifiesta en forma de peritonitis local o de formación de absceso. Cuando los divertículos son del colon y más frecuentes del sigmoides manifestándose una diverticulitis abscedada o perforación, el síndrome peritoneal es la regla. En casos de perforación, el contenido intestinal vertido en la cavidad abdominal es muy séptico llevando rápidamente a una peritonitis grave por la alta concentración de microorganismos del tractus gastrointestinal que se localiza en el colon, identificándose hasta 1011 anaerobios por gramo de heces fecales o mililitro del producto de la aspiración. También hay bacterias coliformes en concentración de 108 por gramo y otros microorganismos. La infección que se observa después de una perforación libre, generalmente es grave debido a la liberación masiva de microorganismos patógenos en la cavidad abdominal, con una alta morbimortalidad (40 %) siendo clásico encontrar en estos enfermos peritonitis, shock séptico, colección purulenta localizada en cualquier espacio de la cavidad peritoneal, al igual que sepsis severa, de la herida quirúrgica postoperatoria y alrededor del sitio de la colostomía debido al alto grado de posibilidad de contaminación. La intervención quirúrgica inmediata está planteada ante la existencia clínica de un abdomen agudo y en este caso por una diverticulitis aguda abscedada o perforación con peritonitis localizada o generalizada, y la operación consistirá en drenaje de la región con colostomía derivativa. Otros prefieren extirpar el foco primario durante el proceder de urgencia, realizando resección primaria del segmento de colon sigmoideo afectado con anastomosis terminoterminal y colostomía descompresiva o resección del segmento afecto, colostomía proximal y cierre del cabo distal del colon según proceder de Hartman, para después de tres a seis meses restablecer la continuidad del tránsito intestinal colónico. Uno de los diagnósticos más difíciles de establecer es la diferenciación entre un absceso, con perforación o sin ella en cavidad abdominal y un tumor inflamatorio por diverticulitis o del causado por un carcinoma perforado. A menudo no puede realizarse preoperatoriamente y ni siquiera en la operación. Otras causas, de perforaciones intestinales es por la ingestión de cuerpos extraños, pudiendo originar problemas intestinales, concretamente oclusión de intestino delgado o intestino grueso, perforación de víscera hueca y peritonitis. La demora en su diagnóstico ocasiona una cirugía tardía, con un aumento de la morbimortalidad, por lo que consideramos que conocimiento de esta situación es importante, aunque su frecuencia es inferior al 1% del total de las perforaciones del tracto digestivo. 21 La ingestión de cuerpos extraños, ya sea de manera voluntaria o accidental, ocasiona perforaciones intestinales en menos del 10% de los casos, ya que la mayoría de las veces completan el trayecto intestinal sin incidencias. Las zonas anatómicas de impactación de los objetos extraños de estrechez, angulación o los fondos de saco, pero también pueden localizarse en zonas de bridas o en las bocas anastomóticas quirúrgicas. Las zonas anatómicas de impactación de los objetos extraños son: esfínteres esofágicos superior e inferior, píloro, duodeno, válvula ileocecal, ciego, apéndice y ano. En el caso de perforación intestinal, ésta ocurre en un 75% de los casos en el área ileocecal. El hallazgo de cuerpos extraños en el tracto intestinal es un problema relativamente frecuente, siendo la ingestión oral la causa más habitual, seguida de la introducción por vía rectal y mucho menos frecuente por emigración desde órganos vecinos. La ingestión de estos objetos puede realizarse de forma consciente, con otros fines (reclusos) o de manera inconsciente en niños y adolescentes, ancianos, alcohólicos, drogadictos, enfermos mentales, en sujetos con problemas bucodentales o en portadores de dentadura postiza, en deficientes visuales y acompañando a la ingestión de bebidas frías o de alimentos de forma rápida. En otros la ingestión del objeto extraño puede ser involuntaria. Los cuerpos extraños reseñados en la bibliografía son muy diversos y variados, tanto en su naturaleza como en su forma y tamaño. Muchos casos son ocasionados por: sustancias vegetales, fragmentos óseos, como un hueso de pollo, y un alambre ingerido de manera accidental. El 45% de las perforaciones son debidas a objetos metálicos, el 40% a pequeños huesos y el 5% por palillos o mondadientes. Cuando se aprecian signos clínicos, dependen del tipo de objeto, ya que los objetos puntiagudos ocasionan perforaciones de la pared gastrointestinal y los objetos redondeados ocasionan obstrucciones intestinales. La sintomatología clínica es variada: molestias abdominales vagas, dolor abdominal cólico, dolor abdominal y síndrome febril, náuseas y vómitos, diarreas de larga evolución, pérdida de peso, peritonitis local o difusa, masas inflamatorias, oclusión intestinal, hemorragia digestiva, absceso intraabdominal. Generalmente los pacientes consultan por dolor más o menos intenso abdominal acompañado de fiebre y vómitos. Las complicaciones son consecuencia del retardo diagnóstico y terapéutico, pudiendo ser entre otras la perforación aguda y la peritonitis, El diagnóstico preoperatorio suele ser: apendicitis aguda, perforación de víscera hueca, oclusión intestinal o masa abdominal. El diagnóstico diferencial se puede realizar con la: apendicitis aguda, linfadenitis mesentérica, ileítis, enfermedad de Crohn, diverticulitis de Meckel. Son de ayuda diagnóstica las pruebas analíticas, aunque no siempre están alteradas, las radiológicas (radiografía simple de abdomen, ecografía, TAC o estudio baritado en un tránsito intestinal), así como la laparoscopia; en ocasiones es necesario la laparotomía exploradora. La efectividad de la radiografía abdominal en la detección de cuerpos extraños ingeridos depende del tamaño y de la densidad del objeto; los objetos metálicos, óseos o de madera son detectados por la TAC, así como la existencia de gas extra luminal; también la TAC es idónea para localizar el lugar de la perforación. En ocasiones, la endoscopia digestiva, la gastroscopía y la colonoscopía ayudan en el diagnóstico y tratamiento. El tratamiento es quirúrgico, generalmente por laparotomía exploradora, comprobando la viabilidad intestinal, con resección del intestino isquémico si fuera necesario y reanastomosis del mismo. Si la perforación es en el intestino delgado se puede realizar extracción del cuerpo extraño y sutura simple 22 tras avivar los bordes, resección segmentaria con anastomosis terminoterminal. Si afecta al intestino grueso se pueden realizar, las siguientes técnicas: sutura primaria de la lesión, resección con anastomosis terminoterminal y exteriorización del segmento afecto. Úlcera gástrica o duodenal perforada En ocasiones se observa como la tercera complicación más frecuente de peritonitis, ocupando como 1ra y 2da causa la apendicitis aguda y la obstrucción intestinal. También es la segunda causa de peritonitis, luego de las de origen apendicular. Las úlceras, al igual que sus complicaciones, son más frecuentes en hombres que en mujeres. La perforación de una úlcera gastroduodenal puede verse a cualquier edad. Diferentes referencias la agrupan en la tercera, cuarta y quinta décadas de la vida. Cuando la úlcera se presenta en niños, su debut está dado por la perforación (37,8 %). Después de los 50-60 años, las cifras de complicaciones disminuyen, señalándose como excepción en los extremos de la vida. La perforación aguda a través de todos los planos de la pared del estómago o el duodeno de una úlcera gastroduodenal está dada por la ruptura a nivel de la base de la úlcera, dando lugar al escape libre del contenido gastrointestinal hacia la cavidad abdominal, lo cual produce un síndrome peritoneal. La perforación puede sobrevenir en un indeterminado grupo de pacientes ulcerosos, algunas series reportan entre un 10 y un 20 % (más frecuente en la úlcera duodenal). Esta proporción ocurre al seguir incidiendo los mecanismos que la producen e ir aumentando la profundidad de la erosión hasta que es atravesada totalmente la pared del estómago o duodeno. La mayoría de las perforaciones, ya sean duodenales o gástricas, están situadas en pared anterior cerca de la curvatura menor, localización que no tiene formaciones contiguas para adherirse y cubrir la perforación. Las úlceras de localización posterior generalmente penetran en el páncreas o el hígado y cubiertas por estos órganos contiguos, pueden en ocasiones llegar a la perforación libre en la transcavidad de los epiplones. Se señala que “ la úlcera que se perfora no sangra y la que sangra no se perfora". En el adulto la clínica de la perforación aguda de una úlcera gastroduodenal, es por lo general inconfundible. El 75 % o más de los pacientes refieren que han sido tratados por una úlcera péptica, refiriendo dolor en epigastrio, sensación de acidez o de quemazón retroesternal, náuseas, vómitos y pérdida de peso. En el 10 % de estos enfermos el cuadro clínico está dado por la perforación. ¿Con respecto a las ulceras pépticas perforadas cual es el criterio? Las úlceras pépticas, las anteriores se perforan, las posteriores penetran. Las úlceras que se perforan sobre todo en cara anterior sangran poco o no son sangrantes a contraposición de las de cara posterior, las cuales tienden a ser penetrantes erosionando la arteria gastroduodenal sangrando profusamente. Otras veces son penetrantes en páncreas. ¿El shock que se presenta 24 – 36 horas después de la perforación es debido a hipovolemia o septicemia? La hipovolemia no es de causa hemorrágica, se debe a pérdida de líquidos y entre ellos la bilis, jugo gástrico o pancreático. Aquellos con úlcera perforada generalmente manifiestan shock y acidosis metabólica. Aparece hipovolemia dada por peritonitis química y por el secuestro de líquidos en los intestinos, vómitos reflejos, con grave deshidratación e hipovolemia e íleo paralítico. Instalado el cuadro peritoneal, primará la sepsis con traducción peritoneal e íleo. Los pacientes no tratados quirúrgicamente posteriores a la perforación mueren antes que aparezca la septicemia. 23 Los cultivos de líquido abdominal en las 24 horas de la perforación generalmente no muestran crecimiento bacteriano ¿por qué? Los cultivos tomados de la cavidad peritoneal en las primeras 24 horas a la perforación por lo general no muestran ningún crecimiento. Los sujetos con úlceras perforadas tienen altos niveles de ácido gástrico y este contenido que cae a la cavidad abdominal es estéril. Podemos describir la clínica de la perforación de una úlcera gastroduodenal por la presencia de dolor en epigastrio, el cual es repentino y de carácter agudo. La intensidad y duración del dolor guardará relación con la cantidad de líquido gastroduodenal que llega bruscamente a la cavidad abdominal. La salida de líquido y de aire produce irritación diafragmática con posibilidad de que el dolor se irradie a los hombros. Con la movilización hacia abajo de este contenido gastroduodenal, el dolor se hace más severo, localizándose en fosa ilíaca derecha, simulando una apendicitis aguda. Las náuseas y los vómitos estarán acompañando al dolor, ahora bien los vómitos son infrecuentes y pueden faltar. El hallazgo físico más característico en estos pacientes, es la rigidez de la pared abdominal (vientre en tabla). En este período de dolor y presencia del vientre en tabla, se observará que el enfermo tiende a permanecer tranquilo en el lecho, casi rígido, con temor a moverse por el dolor y con las piernas flexionadas. Los síntomas de shock podrán estar presentes, tales como palidez cutáneamucosa, sudoración, pulso rápido, hipotensión arterial y temperatura corporal normal o subnormal. El cuadro clínico de la úlcera perforada variará a medida que progresa la peritonitis y cambia de peritonitis química a bacteriana, la cual tiende a establecerse después de las 12 a 24 horas. Por lo que el cuadro clínico será de una peritonitis generalizada; el dolor será menos intenso, con regurgitaciones frecuentes, el pulso se hará más taquicárdico y débil. El enfermo estará sediento (por pérdida de líquido), facies hipocrática: ojos hundidos, cara pálida con cejas y sienes cubiertas de sudor, labios, dedos y uñas cianóticas por el aumento del relleno capilar; índice de insuficiencia circulatoria y del retorno del llenado periférico. Cuando los antecedentes de úlcus péptico están presentes con exacerbación de los síntomas semanas o días antes de la perforación, con contractura y rigidez de la pared abdominal, borramiento de la matidez hepática a la percusión; el diagnóstico en más del 90 % de los casos será fácil. El tratamiento del úlcus duodenal perforado será la operación inmediata, el cual consiste en la sutura de la perforación por medio de 2 ó 3 puntos de seda 0 ó 00, abarcando todo el espesor de la pared duodenal y que vayan de borde a borde de la perforación. El cierre simple de la perforación, debe realizarse utilizando un parche de epiplón (sutura y epiploplastia), la cual puede ser con epiplón libre o pediculado. ¿El tratamiento basado en la sutura y epiploplastia, es el único tratamiento quirúrgico ante esta eventualidad o existen otros? La sutura y epipoplastía es un procedimiento que podemos señalarlo de rápido y sencillo y se preconiza dado por la irregularidad del estado del paciente (inestable hemodinamicamente) o con patología de base que hace riesgosa la operación. Otro métodos de tratamiento quirúrgico pueden consistir en resección del proceso ulceroso perforativo durante la realización de una pilorotomía y realizar posteriormente piloroplastia y 24 vaguectomía y otros ante esta eventualidad tienden en casos seleccionados realizan antrectomía con vaguectomía. Estos últimos procederes son considerados como cirugía definitiva precoz y la tendencia a utilizarlas como técnicas de tratamiento definitivo en contraposición a la sutura y epiploplastia se basa: en brindar una solución integral del problema ulceroso en esta primera instancia operatoria, obligada por la perforación y realizarlas por cirujanos bien entrenados. Cuando hay sección de los vagos asociada a la piloroplastia habrá aumento del vaciamiento gástrico. Esta operación tiene baja morbilidad y mortalidad, sin embargo existen referencias de una alta incidencia de recurrencia, fundamentalmente por vagotomía incompleta. Se señala que con este procedimiento la diarrea postvaguectomía y el síndrome de vaciamiento rápido se presentan en más del 3 -7 % del total de los operados. Recomendando realizar sutura y epiploplastia en caso de gravedad del paciente, con más de 12-24 horas de perforado, gran contaminación de la cavidad abdominal y lo más importante, con inestabilidad hemodinámica que expresa la gran sepsis intraabdominal y la absorción de toxinas que sufre el paciente. Mención merece la úlcera péptica gástrica perforada, a la cual siempre habrá de resecársele los bordes para biopsia y esperar; pues siendo agresivos podemos condenar al paciente, en el peor de los casos a sufrir anemia crónica. Citaremos sólo como información el tratamiento médico no quirúrgico de la úlcera péptica perforada, no como valoración terapéutica ya que es más dañino que beneficioso (controversial); creyéndonos que estamos en presencia de un úlcus perforado, siendo la situación otra: trombosis mesentérica, perforación de un divertículo, cáncer de colon o neoplasia gástrica perforada. En estos casos, quienes abogan por el tratamiento no operatorio lo hacen partiendo de la base de que la perforación ulcerosa es pequeña y el flujo a través de ella suele ser escaso, disminuyendo por aspiración gástrica. La tendencia es que se realice el cierre o bloqueo por las vísceras vecinas; señalando, además, que en las primeras horas el derrame es aséptico. Todo esto le permite un control estricto clínico y humoral del paciente y dispuestos siempre a recurrir a la cirugía. Entre las medidas de tratamiento médico no operatorio estarán: - Calmar el dolor. - Alimentación sólo parenteral. - Inhibir el estímulo vagal de la secreción mediante el uso de atropina y descompresión nasogástrica por aspiración. - Hidratación con control (balance) estricto electrolítico. - Antibioticoterapia de amplio espectro. - Transfusión sanguínea, si hay anemia por hemorragia asociada. - Atención de los factores coexistentes, particularmente cardiorrespiratorio. Torsión de víscera intraabdominal La torsión de un órgano o víscera intraabdominal puede llegar a producir peritonitis y es el resultado del movimiento giratorio que experimenta un órgano sólido, tumor o quiste sobre su propio meso o pedículo; con estrangulación de los vasos contenidos en los respectivos mesos o pedículos. Excluimos de este concepto de torsión de víscera intraabdominal a los vólvulos del sigmoides o del 25 ciego (parcial) los cuales se traducen por un síndrome oclusivo y si esta torsión de intestino es total correspondería al vólvulo total de intestino delgado y ciego. Torsión ginecológica Dolor brusco, intermitente con exacerbaciones, localizado en abdomen inferior. Puede ir acompañado de un cuadro de shock peritoneal (palidez, sudores fríos, taquicardia), distensión abdominal. Complicación común del quiste del ovario. Favorecerá la torsión la longitud del pedículo y su relajamiento, la extensión y estrechez de los mesos. Puede instalarse un íleo intestinal (distensión abdominal).Facilita el diagnóstico: el antecedente del quiste. Torsión del epiplón. Accidente poco frecuente. Su sintomatología corresponde a un cuadro abdominal agudo. Se inicia con dolor brusco e intenso en el abdomen, a tipo cólico; vómitos, sin fiebre o escasa. Distensión abdominal. Al explorar el abdomen, éste se haya ligeramente distendido y se palpa una masa de consistencia pastosa que simula un plastrón. La clínica de la torsión del epiplón produciendo una epiploitis aguda es variable y los síntomas suelen ser dolor constante o tipo cólico y su localización tiende a estar ubicado en fosa ilíaca derecha. Esta localización del dolor puede ser debida al hecho de que la mitad derecha del epiplón es habitualmente más larga que la izquierda y por ello, susceptible a torsión, infarto o a inflamación. Término que generalmente es indistinguible en su cuadro clínico y por ende en el diagnóstico, es el infarto del epiplón mayor y puede depender de torsión del epiplón, poliarteritis nudosa, embolia, traumatismo o tener etiología desconocida. Su causa es oscura, valorándose que guarda relación con ingurgitación venosa, traumatismo ligero o aumento de la presión intraabdominal, causando trombosis. Generalmente está infartado el borde inferior y derecho del epiplón libre.La torsión del delantal epiploico, es un evento clínico poco frecuente sobre todo entre los infantes. Por lo general en ningún caso se estable el diagnóstico preoperatorio, indicándose el procedimiento quirúrgico por la sospecha de apendicitis aguda. En la laparotomía es frecuente encontrar el apéndice cecal sano, lo que no nos explica el diagnóstico de apendicitis aguda y al seguir explorando la cavidad abdominal, puede palparse internamente en abdomen alto y derecho una zona de plastrón hemorrágico de un segmento del epiplón mayor. La resección es curativa en todos los casos. El dolor de la torsión del epiplón aunque su localización tiende a ser en FID, también puede señalarse en el centro del abdomen (periumbilical) o en el lado izquierdo. La forma del comienzo del dolor puede ser ligera a manera de una pena abdominal o establecerse bruscamente. En la anamnesis en la mayor parte de los casos, este dolor pudo estar presente 24 o 48 horas antes de su aparición brusca. Acompañando al dolor pueden estar presentes anorexia y náuseas, aunque los vómitos son escasos o infrecuentes. Dato de interés, es que el estado general de estos enfermos es bueno e infrecuentemente parecen tan graves como los efectos de otras enfermedades que llevan al abdomen agudo.Al examen del abdomen en estos pacientes, puede hallarse dolor a la palpación superficial y profunda en fosa ilíaca derecha, lo que traduce irritación peritoneal, pero la misma tiende a ser circunscrita a dicha región, fiebre escasa y leucocitosis, lo que nos hace plantear que estamos ante una apendicitis aguda. En el infarto del epiplón (epiploitis), el diagnóstico podemos intentar hacerlo más que por la clínica, a través de la ecografía (ultrasonido), tomografía axial y podrá confirmarse por la laparoscopia convencional o videolaparoscopía. Otras veces durante la palpación podemos definir una masa 26 tumoral dolorosa en fosa ilíaca derecha o izquierda, lo que nos permite considerar como diagnósticos: plastrón apendicular, tumor de colon derecho, hernia abdominal con compromiso vascular o un absceso tumoral producto de una diverticulitis. Si este tumor es de abdomen superior derecho el diagnóstico se hará con una colecistitis aguda. En la mujer, si el dolor es en bajo vientre y se palpa una masa o tumor doloroso; nos sugerirá torsión del pedículo de un quiste de ovario. El 80 % de las torsiones del epiplón son diagnosticadas como apendicitis aguda. El tratamiento de la torsión del epiplón dando un cuadro abdominal agudo, es la intervención quirúrgica (por videolaparoscopía o laparotomía), donde como hallazgos encontraremos: un segmento terminal de epiplón doblado sobre su eje, infartado y edematoso, además suele encontrarse líquido peritoneal de color hemático oscuro.. Vesícula biliar. Colecistitis Referencias anatómicas. La vesícula se localiza en la fosa vesicular, en la cara inferior del hígado, entre los lóbulos derecho y cuadrado, por lo general es extrahepática pero se presentan algunos casos de vesículas empotradas y menos frecuentemente vesículas intraparenquimales. Mide de 7 a 10 cm de largo por 3 cm de diámetro transverso en el cuerpo; su capacidad es de 30 a 35 cc; es piriforme con el fondo hacia adelante llegando hasta el borde hepático, se continúa con el cuerpo y el cuello que termina en la ampolla y luego se continúa con el conducto cístico que se une al hepático común en ángulo agudo para formar el colédoco; el conducto cístico tiene en su interior una válvula espiral llamada de Heister que dificulta en ocasiones su cateterización. La vesícula biliar es irrigada principalmente por la arteria cística que en la mayoría de casos es rama de la hepática derecha, en otros se desprende de la hepática común y con menos frecuencia de la hepática izquierda. El principal medio de fijación es el peritoneo que recubre a la vesícula en la zona que sobresale del lecho hepático. La vesícula biliar no es un órgano vital, puede ser extirpada sin producir mayores molestias. Sirve como reservorio de la bilis secretada por el hígado. La presencia de alimentos ingeridos, especialmente grasas durante la digestión producen la contracción de la vesícula, gracias a su capa muscular, eliminando la bilis concentrada a través del cístico hacia el colédoco y luego al duodeno. La contracción vesicular es estimulada por la colecistoquinina, producida en el duodeno. Colecistitis aguda. Constituye la cuarta causa de ingreso hospitalario en nuestro medio a través de las urgencias en cirugía, anteponiéndose la apendicitis aguda, la obstrucción de causa mecánica de intestino delgado o grueso y al dolor abdominal por úlcera gastroduodenal perforada o de origen inespecífico. La colecistitis aguda en su comienzo es un proceso mecánico (cálculo impactado) evolucionando generalmente hacia la infección bacteriana. La colecistitis aguda se define como la inflamación que se desarrolla en la pared de la vesícula biliar como la complicación más frecuente de la colecistitis crónica y representa entre el 3 y el 9% de las consultas por dolor abdominal agudo en los servicios de urgencia. Se produce en el 95% de los casos, por obstrucción del cístico por un cálculo. Este proceso genera obstrucción linfática y vascular (venosa) que lleva a edema de la pared vesicular. Todo esto lleva a la isquemia de la pared. Dentro de los posibles diagnósticos diferenciales tenemos; colangitis aguda, úlcera péptica con o sin 27 perforación, pancreatitis, apendicitis aguda y tumores de colon derecho. Se deben considerar también de causas torácicas como neumonía derecha, infarto agudo del miocardio, tromboembolismo pulmonar y pielonefritis aguda. No dejar de mencionar como propiciadores de la colecistitis aguda, aunque menos frecuente, la volvulación de la vesícula biliar, tumores benignos, quistes, el cáncer vesicular y excepcionalmente las anomalías vasculares. Mayor frecuencia después de los 45 a 50 años. Común en la mujer y guardan igual proporción acorde a la edad en ambos sexos. Sabemos que es una entidad cuatro veces más frecuente en mujeres que en hombres y que la obesidad y la multiparidad son factores asociados directamente a ella. Infrecuente en el niño El dolor es el síntoma constante que puede oscilar desde molestia en epigastrio o región subcostal derecha, hasta dolor insoportable con irradiación a hombro o espalda, acompañado de náuseas y vómitos. Con fines didácticos, podemos esquematizar la forma de presentación del dolor abdominal presente en esa entidad, en dos localizaciones principales: el dolor en epigastrio y el clásico dolor en el cuadrante superior derecho del abdomen. La gran mayoría de los dolores abdominales epigástricos corresponden a gastroenteritis y dispepsia, pero el clínico debe indagar y explorar la posibilidad de patología vesicular o de la vía biliar, sobre todo, si existen antecedentes y factores de riesgo presentes. La colecistitis aguda como toda alteración anatómica puede presentarse de forma aguda en la vesícula biliar, la cual transita desde el edema, inflamación (congestión) hasta la infección, con gangrena y perforación de sus paredes. La colelitiásis puede estar asociada con episodios recientes o pasados de colecistitis, o descubierta en aquellos que nunca han tenido síntomas, permaneciendo asintomáticos a pesar de la presencia de cálculos vesiculares. Más del 80 % de las operaciones realizadas en la vesícula y vías biliares, se deben a cálculos o complicaciones producidas por ellos. La obstrucción del conducto cistico es el evento inicial en la colecistitis aguda, dada en un 90-95 % de los casos por uno o varios cálculos vesiculares. A partir de ahí, se desarrolla una serie de eventos, entre los que se encuentran la inflamación y el edema como paso inicial, seguidos por compromiso vascular, isquemia, necrosis y perforación. Por fortuna, este proceso evolutivo sólo se desencadena en el 10 % de los casos. La obstrucción del conducto cístico (90 %) cede con solo cambios histológicos mínimos dando lugar a cicatrización y fibrosis que, de repetirse, puede llevar a una vesícula no funcional. Como definición podemos aceptar la colecistitis aguda como todas las alteraciones anatómicas que pueden presentarse de forma aguda en la vesícula biliar, las cuales transitan desde el edema, inflamación (congestión) hasta la infección, con gangrena y perforación de sus paredes. El comienzo de los síntomas en la colecistitis aguda puede ser gradual o repentino, este último se presenta cuando la causa es por un cálculo impactado en el cístico. Entre los síntomas, el más característico es el dolor abdominal, el cual puede comenzar como una molestia de intensidad moderada en epigastrio, que aumenta gradualmente para localizarse por debajo del reborde costal derecho con irradiación, generalmente, hacia la región subescapular u hombro derecho. El dolor, síntoma constante tiende a ser tolerado por el paciente, aunque en ocasiones se hace persistente e intenso, en algunas ocasiones es de tal magnitud que hace que el paciente se retuerza en su lecho o llore de angustia. En el interrogatorio el paciente nos puede afirmar que ha tenido crisis similares, pero menos severas, de presentación inesperada y que han cedido, pero dejando molestia en la región subcostal derecha durante días, después de lo cual se ha 28 encontrado bien. El dolor puede disminuir o desaparecer, observable cuando existe gangrena vesicular y propia de muchos pacientes ancianos. Las náuseas se presentan en el 80 a 90 % y acompaña generalmente al dolor. Los vómitos constituyen un signo común en la colecistitis aguda, si son frecuentes e intensos es un elemento de sospecha de cálculos en el colédoco. Los escalofríos son de presentación infrecuente e indican colangitis, perforación u otra complicación. La fiebre en estos pacientes habitualmente es alta, aunque el 25 % de los pacientes están afebriles. El pulso es frecuentemente (taquicárdico), guardando relación con el aumento de la temperatura corporal. Al examen del paciente, además de los signos hallados, podrá existir ictericia, la cual se presenta en casi la tercera parte de estos enfermos. Al examen del abdomen y por medio de la inspección podremos observar que éste se mantiene casi inmóvil, siguiendo con lentitud los movimientos respiratorios. Si se le indica al paciente que tosa o trate de sentarse en el lecho, éste lo hará con dificultad y referirá dolor intenso en hipocondrio derecho. A la palpación del abdomen se encontrará dolor en región subcostal derecha, con signos de irritación peritoneal o contractura de la pared abdominal preferentemente ocupando la mitad superior del recto derecho. La extensión del dolor y de la contractura de la pared, sugiere una perforación vesicular o una pancreatitis asociada. La presencia del signo de Murphy es la certeza de estar ante una colecistitis aguda. Alrededor del 90 al 95 % de los enfermos con colecistitis aguda tienen molestia dolorosa por debajo del reborde costal derecho (Murphy positivo). En cerca del 90 % de los pacientes se presenta contractura involuntaria en esta región; el vientre en tabla no es típico de esta afección y su presentación traduce perforación o gangrena vesicular. Si la vesícula inflamada está distendida puede ser palpada. Muchos señalan que la vesícula es palpable en el 15 a 25 %. El signo o maniobra de Murphy se define como la detención súbita, por dolor, de una inspiración profunda del paciente en decúbito supino, provocada por la compresión de la vesícula biliar inflamada entre el hígado -que desciende por acción de la contracción del diafragma- y los dedos del examinador, que se han localizado previamente en la región del hipocondrio derecho. Se describen otros puntos dolorosos en la región escapular (cuadrante superior derecho del área infraescapular) y paravertebral derecha de los cuerpos de T10 a T12, conocido este último como signo de Boas. Signo de Courvoisier se refiere a la palpación no dolorosa de la vesícula biliar dilatada en pacientes con ictericia. Este signo las más de la veces es descrito y considerado como patognomónico en la neoplasia de la cabeza del páncreas. La dilatación de la vesícula, corresponde, en un número muy alto de los casos a etiología maligna. En algún momento se consideró este signo como una “ley” que dictaba malignidad asociada a la positividad en el hallazgo. Hoy día, sabemos que se describen algunas causas no malignas como colangiopatías por SIDA y la dilatación vesicular en pacientes con algunas dietas y el efecto de válvula de los cálculos presentes en la vía biliar. 29 Fig. Zonas de dolor (colecistitis aguda). Las molestias gastrointestinales secundarias a la ingestión de comidas ricas en grasa, conocida como intolerancia a las grasas, tiene el mismo valor predíctivo que el cólico biliar en la aparición de colecistitis. Tradicionalmente se reconocen dos hallazgos característicos en la patología de la vesícula biliar; el signo de Courvoisier y el de Murphy. Fiebre alta o hipotermia en las formas gangrenosas, con estado tóxico, ictericia, taquicardia. La vesícula palpable implica obstrucción del conducto cístico, planteando un cuadro agudo de colecistitis, que si no se trata puede evolucione hacia la gangrena vesicular con perforación de la misma. Cuando la impactación de un cálculo compromete el drenaje venoso puede ocurrir un infarto isquémico con necrosis gangrenosa de la pared que aparece de un color verdinegro. En este momento se producen las perforaciones, complicación infrecuente en estos tiempos, pero que de ocurrir resulta en una grave peritonitis biliar más que bacteriana, con un pronóstico sombrío para el paciente. La colecistitis aguda puede presentarse ocasionalmente en el posoperatorio tras intervenciones abdominales por enfermedades no relacionadas e incluso extraabdominales. El espesamiento y el éxtasis de la bilis, producida por el ayuno y su contracción al reiniciar la vía oral son los responsables del inicio del proceso, con o sin cálculos vesiculares. El cólico biliar es el más común de los motivos de consulta de causa biliar. Se desencadena cuando un cálculo obstruye algún trayecto de la vía biliar, usualmente el conducto cístico. Se caracteriza por dolor tipo cólico en el hipocondrio derecho, acompañado de náuseas y vómitos con eventual irradiación al dorso. Al examen físico hay dolor a la palpación del hipocondrio derecho. No hay ictericia ó fiebre ni la vesícula es palpable (Murphy negativo). El dolor cede con la administración de analgésicos y antiespasmódicos. Cuando el cálculo se desimpacta el flujo biliar se restablece, con desaparición del cuadro clínico. Si se mantiene la obstrucción del conducto cístico se constituye el denominado cólico vesicular persistente o recurrente, traduciéndose como la primera fase de un proceso inflamatorio agudo vesicular. La colecistitis aguda propiamente dicha, es un síndrome con diversos y progresivos estados clínicos; en un extremo tendremos el cólico biliar, expresión clínica de la coleletiásis y en el otro, la colecistitis que se acompaña de los signos de inflamación descritos. 30 Fiebre alta o hipotermia en las formas gangrenosas, con estado tóxico, ictericia, taquicardia. Con frecuencia la vesícula es palpable (Signo de Murphy positivo). La vesícula palpable implica obstrucción del conducto cístico, planteando un cuadro agudo de colecistitis, que si no se trata puede evolucione hacia la gangrena vesicular con perforación de la misma. Ictericia, aparece en el 20% de los pacientes. De ligera intensidad. Se explica por la comprensión de la vía biliar principal por la vesícula aumentada de tamaño y tumefacta. En ocasiones se palpa u plastrón o masa inflamatoria. Uno de cada cinco pacientes puede presentar ictericia. La bilirrubina sérica en el curso de una colecistitis aguda puede aumentar hasta 3 mg / 100 mm3 de sangre, en ausencia de cálculos en colédoco, siendo este aumento presumiblemente por obstrucción biliar por el edema. La cifra de amilasa se ha encontrado elevada en cerca del 15 % de los enfermos con colecistitis aguda sin comprobación durante el acto quirúrgico de pancreatitis asociada. Leucocitosis, de 12.000 a 15.000 leucocitos, causada por la proliferación y virulencia de las bacterias del contenido vesicular y la eventual bacteriemia. Los valores de leucocitos en la enfermedad pueden fluctuar entre 10 000 y 15 000/ mm de sangre con desviación hacia la izquierda. Si los leucocitos pasan de 20 000 mm, o si la fórmula leucocitaria presenta una proporción relativa de polimorfonucleares del 90 % o más, indica gangrena vesicular o inminente, perforación y otras complicaciones de causa séptica. En la colecistitis aguda, es habitual encontrar leucocitosis con desviación izquierda, ligera elevación de las aminotransferasas y un eventual e inespecífico aumento de la amilasa. Esta elevación de la amilasa no supone necesariamente la coexistencia de patología pancreática. Todos estos hallazgos deben correlacionarse con la historia clínica y antecedentes propios de cada paciente. En las últimas décadas nos basábamos para el diagnóstico de la colecistitis aguda realizando la colecistografía endovenosa, la cual acaso nos podrá mostrar el colédoco pero no la vesícula. Además no útil en presencia de íctero, por lo que su lugar ha sido ocupado por la ecografía. Actualmente el diagnóstico de un proceso agudo inflamatorio litiásico o no de la vesícula biliar está dado por el empleo del ultrasonido o ecografía, pues nos puede demostrar la presencia de cálculos, el tamaño de la vesícula y el engrasamiento de sus paredes. Clasificación anátomoclínica Vesícula biliar edematosa:- Donde la pared presenta un grado variable de edema y congestión vascular. Vesícula biliar supurada:- Existe infiltración celular inflamatoria importante con obstrucción de la mucosa que esta en relación con los trastornos vasculares. Vesícula biliar gangrenosa:- Existe infarto hemorrágico agudo con necrosis y la perforación es la etapa sucesiva. Vesícula biliar perforada:-La vesícula se presenta tumefacta, edematosa, con serosa hiperémica, con áreas de necrosis y pseudo membrana. En estadios mas avanzados se produce la inflamación e infiltración de los órganos vecinos dando lugar al plastrón vesicular donde participan el colon transverso, colon derecho y su meso, epiplón mayor, estómago y duodeno y peritoneo parietal anterior. 31 Fases evolutivas: • Hidropesía vesicular (hidrocolecisto) • Cólico biliar • Colecistitis aguda • Empiema vesicular • Gangrena vesicular • Plastrón • Perforación (peritonitis biliar) • Torsión vesicular • Ileo biliar • Colecistitis filtrante • Colecistitis en el curso de intervenciones quirúrgicas intra o extraabdominales. En la colecistitis enfisematosa se delineará la silueta de la vesícula. En los casos de íleo biliar se puede apreciar, distensión de asas delgadas, así como aire en las vías biliares como causa de la comunicación de la fístula con el tubo digestivo. La perforación con fístula entre la vesícula o la vía biliar principal y el tubo gastroduodenal no es ni frecuente ni rara. Empiema vesicular, es la transformación del contenido de la vesícula en pus resultado de la invasión, proliferación e incremento de la virulencia de las bacterias que contaminan el contenido de la vesícula, transformándola en una bolsa de pus a tensión. Complicación observada en el curso evolutivo de una colecistitis aguda. La vesícula está distendida con paredes engrosadas, con bilis muy ecorrefringente y cálculos en su interior. Sus signos y síntomas pueden estar dados por taquicardia, dolor intenso y mantenido, con franca irritación peritoneal en hipocondrio derecho, en ocasiones los síntomas son muy pobres. La sintomatología del empiema corresponde a la infección de la vesícula y sepsis abdominal con todo el complejo local y sistémico de dolor, fiebre, taquicardia, escalofríos y leucocitosis de sobre 20.000. Es lo más común de las complicaciones, alrededor del 50% de ellas, con un índice de mortalidad de un 15%. Sus signos y síntomas pueden estar dados por taquicardia, dolor intenso y mantenido, con franca irritación peritoneal en el hipocondrio derecho, en ocasiones los síntomas son muy pobres. En leucograma leucocitosis con gránulos tóxicos. En pacientes de edad avanzada pueden no existir alteraciones. Gangrena vesicular, se sospechará durante el proceso de una colecistitis aguda, en que el paciente presente: toma del estado general, fiebre de 39-40 grados centígrados, marcada taquicardia, hipotensión arterial, signos locales de irritación peritoneal pocos acentuados en relación con las manifestaciones generales. En la mayoría de los pacientes se confirmará el diagnóstico durante el acto quirúrgico. La colecistectomía estará indicada, a pesar de las condiciones generales o locales precarias del enfermo, en caso de que la necrosis de la vesícula esté circunscrita al fondo de la misma y las condiciones no permitan realizar la exéresis del órgano, lo prudente será realizar una colecistostomía por sonda. 32 La gangrena vesicular puede presentar perforación y ruptura con alivio pasajero del dolor por cese de la distensión que se reactiva por la irritación que produce el contenido extravasado. Es el proceso más avanzado de daño de la pared vesicular y clínicamente el más grave. Se produce por isquemia de la pared y necrosis localizada o total, con distensión de la vesícula por un contenido empiematoso; pudiendo en ocasiones a contribuir a la torsión de la vesícula. Durante este proceso la vesícula puede presentar perforación y ruptura con alivio pasajero del dolor por cese de la distensión que se reactiva por la irritación que produce el contenido extravasado. El tratamiento es la colecistectomía. La torsión de la vesícula biliar, es una complicación poco frecuente y grave, rara vez es diagnosticada antes de la operación. Si no es tratada con rapidez tiene gran probabilidad de causar la muerte. En el 5 % aproximadamente de disecciones de cadáveres, se precisa que el pliegue peritoneal que cubre la vesícula sea largo. Con la edad hay absorción de la grasa mesentérica con relajación de los tejidos y como resultado aparece la ptosis vesicular o vesícula flotante. La vesícula puede encontrarse libre en la cavidad abdominal, suspendida sólo por el meso del conducto cístico. El peristaltismo del duodeno o del colon puede hacer que la vesícula gire, con obstrucción y disminución de su riego sanguíneo. La clínica de la torsión vesicular varía desde un comienzo gradual en la torsión incompleta, hasta otro de comienzo súbito en la torsión completa. El dolor abdominal en cuadrante superior derecho puede tener carácter cólico y acompañarse de vómitos e hipersensibilidad dolorosa localizada, con signos de peritonitis y de shock si la vesícula se gangrena y perfora, palpándose una masa tumoral a nivel del cuadrante superior derecho. Suele no observarse íctero. El diagnóstico preoperatorio más común es el de la colecistitis o apendicitis aguda. Debemos tener en cuenta que: no existe un hallazgo clínico ó de laboratorio que por si mismo, pueda descartar o confirmar la presencia de colecistitis aguda. La combinación de una buena historia clínica y una interpretación adecuada de los laboratorios y las imágenes, continúan siendo el método diagnóstico apropiado. Los diagnósticos diferenciales incluyen hepatitis viral y pancreatitis secundaria a colédoco litiasis. Algunos caso de trombo-embolismo pulmonar, pueden aparecer con dolor en la región del hipocondrio derecho. La evolución clínica de la colecistitis aguda es prácticamente periódica. Los síntomas se mantienen por un término de 72 horas en el 90% de los pacientes, remitiendo espontáneamente y normalizándose en el lapso de ocho a diez días. En cambio, si el cuadro no remite y se intensifica el dolor, los signos locales, la fiebre, la leucocitosis y se agrava el estado general del paciente, podemos admitirse la inminencia o que ya se ha instalado muy probablemente una complicación como empiema, perforación u otra. Plastrón vesicular, complicación que se produce cuando se limita un absceso tanto por el epiplón como la aposición del intestino con producción de fibrina y membranas fibrinoleucocitarias. El tratamiento consiste en analgesia, hidratación y antibioticoterapia con el seguimiento por eritrosedimentación diaria y semanal; si la evaluación es favorable, realizar el tratamiento quirúrgico entre 3 y 6 meses, si por el contrario aparecen complicaciones realizar tratamiento quirúrgico urgente. El plastrón vesicular se palpa como una masa sensible, de límites imprecisos, y puede aparecer en el curso de una colecistitis aguda si la necrosis y la inflamación de la pared alcanzan la superficie peritoneal. Además de la vesícula (que puede hallarse distendida o atrófica), forman parte del plastrón el epiplón inflamado, colon o el intestino delgado, que se adhiere a la vesícula y al borde inferior del hígado. 33 Las fístulas constituyen el 2 al 3% de las complicaciones, las más frecuentes son las colecistoduodenales y las colecistocolónicas constituyendo las primeras el 75% y el 15% respectivamente dentro del conjunto de las fístulas vesiculares. Les siguen en frecuencia las colecistoduodenocolónicas, colecistogástricas y colecistoentéricas. Las fístulas se originan por la adhesión de la vesícula a una víscera hueca vecina cuya pared irrita y al producirse la perforación vesicular compromete la pared de la víscera a que está en contacto. El íleo biliar puede constituirse por erosión de los cálculos contenidos en la vesícula hacia el aparato gastrointestinal. El cálculo puede penetrar al duodeno a través del colédoco (conducto común), pero con mayor frecuencia erosiona directamente al intestino. Este trayecto puede conectarse con el estómago, el duodeno o el colon (infrecuente). Si este cálculo al migrar se detiene en la porción más estrecha del intestino, la cual es íleon terminal, da un cuadro de obstrucción intestinal. Un hecho que permite la comunicación de la vesícula biliar con estas estructuras digestivas, es que cuando existe un cuadro de colecistitis aguda en fase avanzada Del proceso séptico e inflamatorio, el organismo trata de limitarlo por medio de las estructuras vecinas, en este caso el duodeno, yeyuno estómago o el colon, por lo cual es hacia las mismas donde se labra por la erosión del cálculo el trayecto fistuloso. Clínicamente son difíciles de diagnosticar, y ocasionalmente pueden descubrirse por la tinción de las vías biliares en un estudio radiológico gastroduodenal o colónico o durante los estudios de Rx simple del abdomen con presencia de aire en vías biliares. El tratamiento consiste en la colecistectomía y rafia del defecto en el tubo digestivo (fistulectomia). Aire en vesícula y en el resto del tractus biliar 34 Tratamiento de la colecistitis aguda El tratamiento definitivo de la colecistitis aguda diagnosticada, es la cirugía dentro del período de las 24 a 48 horas. Este tratamiento quirúrgico precoz es el más empleado por la mayoría de los cirujanos, no obstante otros abogan por tratar de abortar el proceso séptico agudo, para que ceda el cuadro clínico (enfriarla) y posteriormente en un período mayor de tiempo, operar. El tratamiento quirúrgico de la colecistitis aguda tiene un promedio de mortalidad entre el 3 y 5 %, más del 90 % de los operados curan de sus molestias de las vías biliares llevando una vida plena. La colecistectomía es la operación indicada ante una colecistitis aguda; es una cirugía de urgencia y puede ser, a abdomen abierto (laparotomía) o por videolaparoscopia. No siempre es aconsejable y prudente la colecistectomía en una colecistitis aguda y las causas podrán ser: estar ante un proceso plástico o inflamatorio avanzado con zonas de abscesos pericolecísticos y técnicamente difícil. El tratamiento de la colecistitis aguda es el punto clave de diferentes criterios hoy en día. Diferentes escuelas son partidarios del tratamiento médico y no de la intervención quirúrgica inicial por la resolución espontánea del 95% de los casos durante el proceso agudo vesicular, casi siempre en el término de 72 horas, lo que permite diferir la operación y solo acometerla inicialmente en las complicaciones. Otras escuelas han sido siempre más intervensionista con planteamientos de realizar el tratamiento quirúrgico inicialmente. Se admite que la solución del problema es extirpando la vesícula biliar, pero siguiendo una secuencia metodológica en dos etapas: el tratamiento quirúrgico inicialmente y la colecistectomía en un segundo tiempo. Estos dos momentos son concordantes y en la práctica se complementan y aun se superponen. En el tratamiento inicial de la colecistitis aguda el objetivo lograr la restauración del paciente combatiendo el dolor, la infección, el desequilibrio hidroelectolítico y atendiendo la nutrición para la estabilización del paciente y la curación de la colecistitis aguda. Habrá por tanto que administrar analgésicos, antibióticos, restablecer el balance hidroelectrolítico. Estas medidas requieren observación y atención permanente del paciente en el área de emergencias. Si en el curso de las primeras 8 horas los síntomas se acentúan debe intervenirse al paciente para evitar alguna complicación. Consta de: • • • • • • Signos Vitales cada 2 horas. Sonda nasogástrica aspirando cada 3 horas y anotando lo drenado en hoja de balance. Hidratación parenteral. Antibioticoterapia. Analgésicos y antiespasmódico Medir diuresis • Indicar complementarios. En conclusión este tratamiento inicial puede constituirse en definitivo o en la primera fase del tratamiento quirúrgico. Se acepta que el tratamiento indicado para la colecistitis aguda es la colecistectomía, sin embargo las condiciones del paciente de alto riesgo pueden adquirir distintas técnicas como la colecistostomia. Otra técnica es la colecistectomía laparoscópica, la cual se ha convertido en la técnica quirúrgica de elección. Muchos expertos en este proceder señalan, que los cirujanos bien capacitados en cirugía laparoscópica pueden realizar una colecistectomía segura en pacientes con colecistitis aguda, con una tasa de conversión de alrededor de 10 %. 35 Aduciendo que el manejo temprano del paciente permite durante las primeras 48 a 72 horas del ingreso realizar una cirugía urgente técnicamente factible. Esta conducta ofrece como ventajas un procedimiento en un terreno con inflamación temprana, evita recurrencia de episodios de colecistitis aguda y es efectiva desde el punto de vista de costos, pues permite una terapia definitiva durante la misma hospitalización. La cirugía laparoscópica ha conseguido una rápida restauración y en especial la colecistectomía, por sus ventajas e indiscutible aceptación, el curso posoperatorio y las repercusiones socioeconómicas para el hospital y el enfermo, lo que hace muy evidente la aplicación de esta cirugía al paciente anciano. La colelitiásis complicada dada por colecistitis, escleroatrofia vesicular y plastrones vesiculares tiende ha hacer más frecuente en el paciente geriátrico. En este tipo de paciente la vía laparoscópica generalmente no presenta gran incidencia de complicaciones relacionadas con el proceder quirúrgico, teniéndose como precaución el momento de una conversión, pacientes geriátricos a quien se le realice colecistectomía por un plastrón vesicular abscedado. El paciente geriátrico se beneficia evidentemente con proceder laparoscopico, en lo relacionado con la con rápida recuperación, demostrando la factibilidad en la aplicación de este proceder, que sin dudas tendrá un beneficio significativo en el postoperatorio. Enfermedad inflamatoria pélvica aguda La infección de los genitales internos es causa frecuente de abdomen agudo ginecológico y generalmente producto de la propagación hacia las partes altas del aparato genital femenino de infecciones adquiridas por vía sexual; dependiendo de la gravedad del cuadro clínico, de la naturaleza de la afección y la virulencia de los gérmenes contaminantes, así como de la resistencia del organismo frente a las bacterias. La frecuencia de esta afección es elevada, algunos plantean una incidencia del 2 al 3 % en mujeres entre los 16 y 30 años de edad. Los factores de riesgo son clasificados por: promiscuidad, nivel socio económico bajo, haber sufrido un episodio inflamatorio previo y el uso de anticonceptivos intrauterinos (DIU) y manipulación o instrumentación ginecológica. La enfermedad inflamatoria pélvica (EIP) es considerada como el ascenso de microorganismos de la parte baja del aparato genital (vagina y cerviz) a la parte alta de éste (útero y trompas) y llegar al peritoneo pélvico. Los organismos que mayormente se transmiten durante las relaciones sexuales son la Chlamydia trachomatis y la Neisseria gonorreae y otras especies de bacterias del tracto genital bajo. Cuando la EIP no es por transmisión sexual otros organismos pueden ser identificados como son: Streptococcus species, Echerichia coli, Haemophilus influenzae y anaerobios como Bacteroides species, Peptostreptococcus y Peptococcus. El desarrollo de la enfermedad se inicia por una cervicitis. El moco cervical, por lo general, crea una barrera que impide el ascenso de la flora vaginal normal y en ocasiones hasta la patógena. Esta tiende a debilitarse durante la menstruación, los anticonceptivos orales espesan el moco cervical aumentando el efecto protector. Los DIU facilitan el paso a través del cérvix uterino de los gérmenes y facilitan su ascenso. Gérmenes como el Gonococo y la Chlamydia producen inflamación pélvica aguda sin necesidad de otros factores asociados. 36 La salpingitis purulenta (SP) puede ser causada por cualquiera de los microorganismos piógenos, siendo frecuente que intervenga más de uno. Los gonococos siguen siendo la causa del 60 % de las SP seguidos por las Chlamydias. Además de lo anterior, las infecciones que siguen al aborto espontáneo o provocado y a los partos normales o patológicos (infecciones puerperales), son causa de inflamación pélvica aguda. Éstas son polimicrobianas y se deben a estafilococos, estreptococos, coliformes y colistridium perfringes. La salpingitis aguda (SA) casi siempre debida a la propagación desde la cavidad uterina, aunque por razones no bien conocidas el endometrio es respetado. Al comienzo ambas trompas están edematosas con la serosa enrojecida por la congestión vascular que compromete la fimbria. Al avanzar el proceso la luz de la trompa aparece rellena de pus que fluye con una ligera compresión de las placas de fibrina depositadas sobre la serosa. En los casos graves con peritonitis los órganos pélvicos aparecen con densas adherencias convirtiendo la pelvis en una masa inflamada que distorsiona la anatomía, con derrame de pus y en ocasiones formación de abscesos que involucran trompas y ovarios (abscesos tuboováricos). Al eliminar la infección el pus se licua por proteólisis convirtiéndose en un líquido seroso (hidrosálpinx). El pus se colecciona en los estadios severos produciendo abscesos y finalmente en el hidrosálpinx, la trompa aparece dilatada con una pared delgada y translúcida llena de líquido transparente. La capa muscular prácticamente desaparece y las células epiteliales se aplanan, para este momento ya el exudado inflamatorio ha desaparecido. Signos y síntomas Existe un criterio mínimo para el diagnóstico clínico del EIP el cual es: - Molestia en la parte baja del abdomen. - Dolor a nivel de los anejos. - Leve molestia a la movilización del cérvix. Por lo menos un 50 % de mujeres con Neisseria gonorreae no tienen síntomas, lo más común cuando esto ocurre, es por presentar disuria, micciones frecuentes y leucorrea purulenta por vagina y pueden tener una descarga lechosa por la uretra, por la vagina y el cérvix. Cuando la inflamación pélvica aguda asciende a las partes superiores del aparato genital: trompas, ovarios y peritoneo pélvico, los signos y síntomas serán más evidentes; puede aparecer fiebre de más de 38 grados, náuseas, vómitos, dolor abdominal sobre todo en los cuadrantes bajos del abdomen, taquisfigmia, sudoración, toma del estado general. A la palpación muchas veces hay gran sensibilidad de los músculos del abdomen y a la palpación bimanual puede existir dolor a la movilización del útero y masas anexiales que muchas veces no permiten la identificación del aparato genital el cual se encuentra fijo. En la inflamación pélvica independiente de su etiología, el cuadro clínico guarda pocas diferencias y sus manifestaciones tempranas son como se ha señalado: disuria, flujo vaginal purulento, dolor, molestia durante las relaciones sexuales, sensación de pesantez y dolor en bajo vientre, expresión de localización baja de la infección que afecta la vagina, cuello uterino y las glándulas de Bartholino en donde pueden formarse abscesos. 37 El examen ginecológico de la paciente debe comenzar colocándole el espéculo vaginal con vista a observar el aspecto del cérvix y tomar cultivo, al igual que las paredes de la vagina la cual puede estar hiperémica. El tacto vaginal bimanual, producirá dolor a la movilización del cuello uterino y se apreciará aumento de la temperatura dela vagina. Más característico es el dolor a la palpación sobre el fondo de saco de Douglas el cual puede estar abombado, con dolor sobre los anejos (trompas, ovarios). En etapas avanzadas y cuando el tratamiento no se ha instalado oportunamente, podemos encontrar signos de peritonitis pélvica o generalizada, celulitis con tromboflebitis y posible riesgo de émbolos sépticos a distancia. Además pueden aparecer abscesos tuboováricos o de los fondos de sacos. La laparoscopia es un método que facilita el diagnóstico de una salpingitis aguda y ayuda a eliminar otros diagnósticos como la apendicitis, el embarazo ectópico u otras afecciones. No siempre está indicada la laparoscopia sobre todo cuando existen tumoraciones grandes con masas pélvicas que pueden englobar asas intestinales por el temor de una perforación. En muchas ocasiones es necesario llegar hasta la laparotomía y esto será dependiendo de la gravedad del caso, sobre todo, si existe la posibilidad de un absceso tuboovárico. Situaciones como el embarazo ectópico, apendicitis aguda, rotura de un quiste folicular o del cuerpo amarillo con hemorragia, diverticulitis, aborto séptico, torsión de un tumor ovárico y aún la sepsis urinaria aguda deberán tomarse en cuenta para el diagnóstico diferencial. El tratamiento de la inflamación pélvica aguda es fundamentalmente mediante los antibióticos. En los casos leves podrá establecerse el tratamiento sin hospitalización a base de reposo en cama y sexual, analgésicos y antibióticos, el cual será seleccionado acorde a la experiencia y a la disponibilidad del mismo. La penicilina y la ampicilina siguen siendo los antibióticos preferidos para tratar la gonorrea y otros gérmenes y en caso de resistencia o contraindicaciones por razones de sensibilidad, tendrán cabida la estreptomicina o la tetraciclina. Tratamiento quirúrgico, este se debe intentar en los casos de abombamiento del fondo de saco, en el cual se tenga seguridad de la fluctuación del pus y se debe hacer una colpotomía, el drenaje por esta vía es de una gran mejoría para la paciente. Laparotomía exploradora, se debe intentar en los casos de sospecha de rotura de absceso tuboovárico, en los abscesos de más de 8 cm que no mejoran con tratamiento médico y en los casos de difícil diagnóstico. El diagnóstico de un absceso tuboovárico roto no debe sobrepasar las 48 horas, pues su pronóstico es de una gravedad enorme si no se actúa rápidamente. Bibliografía: Alvarez Bernaldo de Quirós1, N. Sanz Villa1. M.J. Cortés Gómez1. Estudio prospectivo de 288 apendicitis agudas en la infancia: Características en los niños menores de 5 años Anales Españoles de Pediatría. Vol. 46 Nº 4, 1997. Alloo J, Gerstle T, Shilyansky J, Ein SH. Appendicitis in children less than 3 years of age: a 28-year review. Pediatr Surg Int. 2004; 19:777-79. 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